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CANTAR DEL NIÑO NUNCA ROBADO O CÓMO SOBREVIVIR A

LA INSIGNIFICANCIA DE UN SER LIBRE

Angélica Morales

Cuando me dijeron que tenía que prologar el libro de Yordán Rey Oliva lo
primero que pensé es que sin duda se abría ante mí una tarea dura, una
batalla sentimental y lingüística de la que con seguridad no iba a salir ilesa.
Nunca he prologado un libro, ni he escrito una reseña; me parece una tarea
totalmente ajena a mi trabajo como poeta. No sabría qué decir o en qué
dirección colocar mis pensamientos por temor a no estar a la altura de la
obra o, en el peor de los casos, a que el autor frunciera el ceño al leer mis
torpes palabras. Permítanme decirles que solo sé escribir historias que no
existen, luchar codo a codo con la ferocidad de la belleza y caer una y otra
vez en el hueco de una palabra Permítanme decirles que solo sé soñar,
como tal vez soñó la historia del principito Antoine de Saint-Exupéry o
soñó Homero la encrucijada bélica de la Iliada y la Odisea. De modo que
aquí estoy, soñando que escribo un prólogo del poemario de Yordán Rey
Oliva en una ciudad llamada Huesca que ahora se encuentra sumida en la
fiesta, el grito y la albahaca; en una tarde de agosto donde la pereza señala
un reloj vacío y un cristal al que asoman las voces de las charangas. La
charanga como sirena ronca o mujer maltratada por la tormenta de Dios.
Por eso no tienen que hacerme caso si en algún momento del sueño,
ustedes notan que naufrago hacia un asteroide o hacia una guerra sin fin
entre los pechos de Helena. Es posible que en algún momento ustedes
decidan viajar 10 CANTAR DEL NIÑO NUNCA ROBADO conmigo,
brincar a este papel en blanco y ponerse a nadar panza arriba sobre este
canto que es batalla, que es casa en ruina, que es bandera agrietada, que es
mundo pudriéndose a la sombra de su nombre. No he elegido en vano estas
dos referencias literarias, (“El principito” de Antoine de Saint- Exupéry y
“La Iliada” de Homero) porque entre estas dos aguas literarias vamos a ir
navegando ustedes y yo, rumbo hacia la impostura literaria, hacia los
versos que se rompen de pura hermosura, hacia los silencios que se
escriben y gritan a la orilla de un verso, hacia los mundos imaginados en la
carne y en el espíritu del joven poeta Yordán Rey Oliva. La primera vez
que me enfrenté a sus versos sentí que estaba ante algo distinto, ante una
propuesta novedosa, teatral, casi retadora. De inmediato supe que se trataba
de un autor cubano, no tanto por lo explicito (la ciudad de La Habana es un
personaje más dentro del libro) si no por esa huella tan particular que tiene
la poesía cubana, esa potencia de la que muchas veces aquí carecemos, esa
belleza que cabalga sobre el esqueleto de la ruina, que trasciende a la
propia palabra, que le da la vuelta a todas las madejas de hilo con las que
Ariadna intenta señalar el laberinto. Porque la poesía, en mi opinión, es un
laberinto sentimental, un puzle que hay que saber ir encajando con maestría
y he de decir que Yordán Rey Oliva posee ese don. Conozco la poesía
cubana porque desde que empecé a escribir, (ya hace unos años aunque
cuando miro hacia atrás pienso que aún soy una pobre discípula de alguna
musa que siempre se emborracha en agosto) he sentido especial debilidad
por los poetas cubanos, me he identificado plenamente con su forma de ver
el mundo literario, así que no fue extraño que al enfrentarme con el
poemario de Yordán Rey Oliva sintiera ese pequeño golpe en el estómago
que me dijo: “Aquí hay verdadera poesía”. Eso hizo que me detuviese y
leyera detenidamente su propuesta. No es fácil que un libro te atrape
cuando formas parte de un jurado y acaban de pasar por tus manos un
número importante de poemarios que, a pesar de que obviamente han
sobrevivido a una selección y por lo tanto eso los avala, no han conseguido
despertar tu interés de forma caníbal. Porque yo tengo la teoría de que la
poesía es un monstruo bellísmo que se nos come despacio, un puñal que
debe clavarse en el corazón y después vomitar su fuego. Con la poesía
ocurre como con el amor, hay que buscar, leer, rescatar del abismo y el
polvo, releer, desechar, y al final, hallar el tesoro que andabas buscando, el
autor que te mata con un solo verso, que besa profundamente tu alma y
después la mastica y la escupe a los pies de la basura. No es extraño que,
por ese motivo, sea tan difícil escribir buena poesía, encontrar un buen
poeta entre tanto campo poético sembrado con voces mediocres.
(Disculpen si en algún momento muestro mi ferocidad, pero en el sueño,
soy poeta surrealista, y escribo desde la locura y los bigotes de Dalí, desde
un fondo de vida real que se derrite por el aburrimiento, desde la belleza de
un cisne que es en realidad un elefante herido de insignificancia) Pero
hablemos del “Cantar del niño nunca robado”. El titulo ya de por sí es
original, sugerente. A mí, a lo largo de las diferentes lecturas que le he
dedicado, se me ocurría como comienzo para acompañar estas letras
algunos subtítulos que podrían ayudar al lector a ir recopilando pistas. Por
ejemplo, pensé: “Cantar del niño nunca robado o La mercancía geométrica
de la carne”, “Cantar del niño nunca robado o La maldita circunstancia del
mal”, “Cantar del niño nunca robado o La cara más sucia de una moneda
que se rompe”, “Cantar del niño nunca robado o El hambre de los perros
humanos”. Y ustedes se preguntarán dentro de mi sueño, pero, ¿quién es
ese niño nunca robado? ¿Dónde está? ¿Quién le canta, qué es lo canta, a
quién le interesa un canto que se rompe en la voz? ¿Y qué hay de nuevo en
el canto cubano? Si recuerdan, he mencionado anteriormente la figura del
escritor francés Antoine de Saint- Exupéry y la del poeta griego Homero. Y
no es que estas dos grandes figuras de las letras universales tengan poco o
mucho que ver con el poema del “Cantar del niño nunca robado”, solo
quiero remarcar que en mi sueño, dentro del subconsciente que se despierta
en a lectura de un poema y que irremisiblemente une poemas lejanos con
poemas contemporáneos, me ha parecido vislumbrar una luz similar,
puntos luminosos que de una u otra forma, el autor ha querido sembrar en
su poema. El escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, creador del
magnífico “El principito”, porque creo intuir que es un autor de gran
importancia para el poeta que ahora nos ocupa. El personaje de “El
principito”, ese niño procedente del asteroide B612 (nombre que el propio
Yordán Rey Oliva utiliza en su correo personal y en alguno de sus libros
publicados) es de alguna manera la voz distorsionada y, si me lo permiten,
apasionada en su pureza más miserable, convertido en el poema en el niño
nunca robado, cuya voz no existe pero es cantada por el propio autor en
todos y cada uno de sus versos. He tomado como referencia estos versos
del primer canto: “mi canto es de ese niño que oculta sus burbujas alquimia
de tijeras jabón y el primer beso no querrá el segundo ni siquiera de su
padre teme que acordonen sus labios a punzadas y El Príncipe no quiera
quebrar sus maldiciones 12 CANTAR DEL NIÑO NUNCA ROBADO
niño berdache entierra tus pies feos entre las algas” Ahí aparece claramente
la figura de El príncipe que yo quiero ver como esa transformación del
personaje en la voz del poeta que canta de forma popular, con todos los
giros propios de su lengua, con todas las esquinas afiladas de su
vocabulario marginal. Sin embargo, ese extraterrestre de cuento se ha
convertido ahora en una realidad muy sucia que vaga por la ciudad de La
Habana en busca de su propia esencia, de la libertad que no existe. Pueden
encontrarse en este poemario muchos temas de gran transcendencia que no
van a dejar al lector indiferente, que van a tomarle de la mano para llevarle
con él al interior de una ciudad vieja, corrompida, herida en sus cuatro
puntos cardinales. Un ciudad que es el reflejo de un país hundido en su
propia miseria, emocional, económica y moral. Un país decepcionado de sí
mismo y que Yordán Rey Oliva pondrá ante los ojos del lector para que
unas veces se compadezca y otras intente comprenderlo, muestre piedad o
simplemente se regocije de encontrarse lejos de semejante dolor, a verstas
luz de la pobreza y el sufrimiento. Yordán Rey Oliva nos habla de cómo lo
diferente ha de luchar por abrirse camino, habla de la ignorancia, de la
debilidad del ser, de la falta de empatía, de la contrarrevolución, habla de
seres travestidos de sí mismos, de dos caras de una misma moneda que se
ensucia en el pensamiento y en las manos, habla de la dificultad de
sobrevivir dentro de la miseria del día a día, del hambre que no acaba y
hace nido en el mantel, de cómo ser mujer, niño, samba, meteorito o sueño
y no morir ahogado en la costumbre de los días y en la monotonía del mar;
habla de la realidad de Cuba, del sueño de Cuba. Habla del pecado de la
carne, de la prostitución de los sentidos, del hambre de querer saberlo todo
y no tener conciencia de nada, habla de resistir, del verbo continuar
caminando sobre la herida, habla de un niño que crece siendo un inocente
corrompido, convertido en una moderna María Magdalena con la piel del
corazón ulcerada. Pero eso no es todo. Su poema, fresco, ardiente,
humanamente inhumano y salpicado de imágenes bellísimas, a caballo de
un surrealismo daliniano. Ya mencioné antes a Dalí y creo que está
presente en toda la obra porque si pudiésemos trasladar “Cantar del niño
nunca robado” a un cuadro, lo trasladaríamos sin duda a un cuadro de Dalí.
Y si pudiésemos llevar el “Cantar del niño nunca robado” a escena, sería
una ópera, porque también está Verdi en el poema y están los coros de
muchos negros desnutridos que cantan blues y dicen cosas como estas: “ve
al manicomio por tus gestos quebrados alma de isla” O como esta: “oh niño
niño robas el cundeamor del tomeguín” O como estos: son tus juguetes no
básicos y básicos y ellos te obligaron a pistola y soldaditos Weaving olden
dances cegaron con castigos tu don de pitonisa nadie de la escuela se murió
por tus venenos Full of berries le temes a los ojos del cuadro de Guevara y
aveces en diciembre te cabalgan los muertos From ferns that drop their
tears Existe en el poema un perfume a desencanto, terror e inocencia
violada que lo envuelve de ternura y al mismo tiempo lo dota de una gran
violencia emocional. No es un poema fácil. No está escrito para lectores
complacientes si no para aquellos que le exigen a la poesía hasta la última
gota de su sangre, para aquellos que exprimen la belleza y la dejan en el
pellejo, para aquellos que no se conforman con los temas clásicos y
manidos. “Cantar del niño nunca robado” es un poema que reinventa lo
establecido, le da la vuelta a lo ya escrito, desnuda los convencionalismos y
lo viste de un barroco miserable, de modo que el verso es dueño de una
elegante decadencia que se pasea ante las pupilas de forma impúdica,
dejándonos heridas en el alma y en la conciencia. Porque Yordán Rey
Oliva canta y cuenta, a la manera de Shakespeare. Nos cuenta una historia
y nos la dibuja en el papel con trazos obscenos pero hermosos, nos invita a
viajar hacia las profundidades del alma humana donde todo está
corrompido y no hay salvación, nos lleva directamente a navegar por el
vientre de un mar negro cuya isla abre su boca para engullirnos y dejarnos
allí, en el interior de una isla sin peso que naufraga en el barro y deja morir
las rosas de su sangre. No puedo evitar entonces recordar a Virgilio Piñera,
ver en el “Cantar del niño nunca robado” esa maldita circunstancia del mar
que siempre ha arrastrado la poesía cubana, que le ha dotado de un perfume
tan catastrófico y 14 CANTAR DEL NIÑO NUNCA ROBADO al mismo
tiempo tan vivo. Y es que La Habana muere, resucita, se alimenta de sus
llagas y vuelve a renacer en algún lugar que ni ella misma conoce.
Tampoco puedo sustraerme al leer a Yordán Rey Oliva de la maestría de
Lezama Lima, de esas vueltas de tuerca que el poeta sabe hacer con el
lenguaje, las acrobacias lingüísticas que a mí tanto me gustan, que tanto
complican la vida a todos aquellos que solo se conducen por la razón y
olvidan el sueño. ¿Siguen ustedes ahí, queridos lectores, dentro de este
sueño que nos escribe? Mientras preparaba este prólogo y pensaba en la
poesía de Yordán, en esa esencia de grandes poetas cubanos que envuelven
el caminar de su pluma, me ha venido a la mente, un poema hermosísimo
del gran poeta cubano Gastón Baquero. El poema se titula : “Palabras
escritas en la arena por un inocente“, y sin duda es uno de mis favoritos. Su
esencia tiene mucho que ver con la esencia de Yordán Rey Oliva. Algunos
versos de Gastón Baquero dicen así: “...E ignoran que en verdad soy
solamente un niño. Un fragmento de polvo llevado y traído hacia la tierra
por el peso de su corazón. El niño olvidado por su padre en el parque. De
quien ignoran que ríe con todo su corazón, pero jamás con los ojos. Mis
ojos piensan y hablan y andan por su cuenta. Pero yo represento seriamente
mi papel y digo: Buenos días, doctor, el mundo está a sus órdenes, la
medida exacta de la tierra es hoy de seis pies y una pulgada, ¿no es ésta la
medida exacta de su cuerpo? Pero el doctor me dice: Yo no me llamo
Protágoras, pero me llamo Anselmo. Y usted es un inocente, un idiota
inofensivo y útil. Un niño que ignora totalmente el arte de escribir. Vuelva
a dormirse.” Hay notas negras en común entre el niño inocente de Gastón
Baquero y la inocencia del “Cantar del niño nunca robado“ (pero eso lo
dejo para que ustedes, dentro del sueño, descifren su fiebre, el hueco de su
alma, los árboles que caen en su bolsillo). No obstante no podía olvidar en
este sueño, de literatura cubana en paralelo, la figura de Reinaldo Arenas,
latente así mismo en el poema con ese canto constante a la homosexualidad
reprimida, al abuso por parte de los mayores de la inocencia sexual de un
niño, a la prohibición y el asco, al encierro de su identidad sexual en
armarios de metacrilato y hambre. En estos versos, por ejemplo: todavía
hay un niño en el pubis las axilas aun por emplumar y sin la alquimia de la
hormona el tío-coronel inaugura nuevos juegos le revela la intriga de la
mano el prepucio el niño se sonroja ante el semen de su tío juguetes
terribles acechan en el estuco obligado a sorteo piedra papel tijera el niño
no elije pero el tío ha decretado primo amordaza a niño el coronel les
desviste un bel dí, vedremo levarsi un fil di fumo dall´estre confin del mare
hay niño todavía en el grito y en la sangre ya no hay niño en aquel primo
hijo del coronel Versos duros y terribles, tan verdaderos como la historia
del animal que lleva a cuestas el sueño estéril del hombre. Yordán Rey
Oliva construye un puzle, escribe una obra teatral al más puro estilo
clásico, porque cuando hablaba de esos dos grandes autores que atraviesan
imaginariamente de parte a parte el poema de Yordán Rey Oliva también
he mencionado a Homero y lo he hecho por una razón sencilla, porque al
igual que la Iliada y la Odisea están estructuradas en cantos, así Yordán
Rey Oliva le ha cantado desde una Troya convertida en la ciudad de La
Habana a su niño que es príncipe, mendigo y prostituta cosida a un peluche
con cara de conejo. De modo que si Homero da comienzo así a su famosa
Iliada en su primer canto: “Canta, oh, diosa, la cólera del pélida Aquiles;
cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Orco
muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto
de aves- cumplíase la voluntad de Júpiter- desde que se separaron
disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles...” Yordán Rey
Oliva hace lo propio con su “Cantar del niño no robado” y así da comienzo
a su primer canto: 16 CANTAR DEL NIÑO NUNCA ROBADO las hadas
no creerán el canto de este niño tampoco los cemíes ni las madre de aguas
no tuvo bautismo ni fotos de cumpleaños único en celebrar el Halloween
proscrito pidiendo en cada puerta jabón para su sarna Para terminar con
este otro canto: mi canto es para el niño que nunca fue robado y huyó
cabalgando en su conejo de peluche Poder jugar a escribir este prólogo me
ha permitido descubrir la escritura poética de Yordán Rey Oliva, me ha
permitido soñar mientras respiro la realidad de otro país, de una fiesta que
se rompe hoy en la tormenta y me anuncia sueños distintos en el interior de
un mar que no existe. Felices sueños o no.

Huesca (España), agosto de 2018


Angélica Morales

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