Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
-Sí, hazlo rápido para que estés antes de que empiece la misa-
dijo y sin más explicación se fue.
Solté un suspiro.
Salí cargando los tubos hacia las escaleras subiendo paso a paso
intentando que no se me cayeran, eran pesados, cuando iba por
el piso 3 ya sentía que no podía ni con mi alma y decidí
descansar, al llegar al tope voltee los tubos para colocarlos en el
piso, pero no me di cuenta de que alguien venía hacia las
escaleras y le di un golpe en la cabeza que lo tumbó al suelo.
<<Der Windstille».
Estaba vivo.
Que alivio.
-Padre. -murmuré y empecé a darle palmadas en las mejillas a
ver si reaccionaba pero no hacía nada.
«Der Windstille».
«Ya parezco una asesina en serie hablando de desaparecer
cuerpos».
Sí.
Agua.
Busqué a mi alrededor vi un jarrón con flores en el escritorio, fui
rápidamente hacia él y saqué las flores tomando la jarra con
agua y se la eché encima al padre.
Guao.
<<Der Windstille».
«Heilige Jungfrau».
Bajé la mirada y cerré los ojos de esa forma no pecaría en seguir
distrayéndome, para mi suerte él continuó hablando, yo por mi
parte me mantuve así hasta que terminó la misa y por fin
pudimos ir a nuestras habitaciones.
Solo necesitaba llegar a mi cama y dormir.
«Heilige Jungfrau».
De seguro sabía lo que había hecho con el padre William.
«Vögeln».
-Estoy muy segura de que no quieres que repita las cosas que te
digo -dijo la madre superiora colocándose los lentes y
mirándome sobre ellos de manera algo molesta.
Ella sonrió, pero era esa sonrisa que no llegaba a sus ojos.
-Eso pensé-dijo.
«Der Windstille».
Tomé una profunda respiración y me fui la oficina sosteniendo la
caja de la cafetera para llevársela al padre William West; la única
persona que me odiaba y que era capaz de expulsarme de este
lugar si no lo convencía de lo contrario.
«Vögeln». Joder
«Vögeln».
Oh.
<<Heilige Jungfrau».
Su torso estaba al descubierto mostrando un cuerpo ejercitado y
definido, apreté los labios sintiendo que todo mi rostro se
sonrojaba con intensidad cuando el intenso calor subió a mi cara.
No sabía que los Padres podían tener tatuajes, pensé que era un
templo puro donde moraba la santidad y no la impureza, los
tatuajes aquí se catalogaban como impureza.
-Tengo tatuajes -dijo el padre William recalcando lo evidente-¿te
molestan?
-No, yo...
-Ven.
-¿Por mí?
«Heilige Jungfrau».
-Sí-dije.
Solo tenía que salir de aquí, estaba tan nerviosa que empezaba a
temblar.
-Eh -aclaré mi garganta, gracias por... usted, ya debo irme.
Celeste murmuré.
Necesitaba calmarme.
Pero no entendía qué clase de prueba era esta que mandaban a
la iglesia de un padre tan atractivo, ¿acaso era para distraernos o
para mantener nuestros pensamientos neutros ante el pecado?
Era muy difícil evitar mirarlo, más aún cuando no llevaba mucha
ropa.
No respiré.
Cuando sus labios estaban por hacer contacto con los míos, abrí
los ojos de golpe.
«Vögeln».
Cerré los ojos pidiendo perdón por ese sueño pero no era como
si pudiera controlar esas cosas... No pude dormir el resto de la
noche pensando en ese sueño que tuve con el padre William y
en que lo vería en su oficina en solo unas horas más.
***
Tenía algunas fotos de insectos con buenos enfoques que eran
de mis favoritas, eran de mis mejores trabajos, así que cuando se
hizo de mañana, fui a la oficina del padre William como él me lo
había indicado, me detuve frente a la puerta y dudé un poco, no
entendía por qué estaba tan nerviosa.
<<Der Windstille».
-No me gusta.
-Celeste.
Lo será.
Salí de ahí y fui al devocional del ayuno de los sábados con las
demás monjas, pero con la mente maquinando en qué podía
fotografiar que fuera "extraordinario". Al salir fui hacia el amplio
arroyo que quedaba a unos minutos de la catedral con mi
cámara, este era un lugar apartado y sabía que casi nadie venía a
estos lugares, era como mi lugar secreto, era lo que pensé
durante toda la mañana, algo qué fotografiar que fuera
espectacular.
El sonido de los insectos y aves junto con el fluir del agua del
arroyo me relajaba, tomé fotos de los arbustos, las flores,
pájaros, pero nada llamativo o algo que pudiera ser
"extraordinario" según él.
Me senté a la orilla del rio intentando no frustrarme, me quité
los zapatos y las medias metiendo mis pies en el agua tibia, hacía
calor.
Me caía mal.
De seguro él era así porque sabía que era guapo y tenía poder, lo
cual era una estupidez porque estando en la catedral, nadie
debía de estar pendiente de la belleza ni dándole cabida a los
pensamientos carnales como precisamente me ocurría a mí con
esos sueños húmedos.
Lo odiaba más que nunca por crearme esos pensamientos raros y
esos sentimientos.
Sería perfecto.
Pero...
¿Esa sombra?
Se había ido.
«Vögeln».
Abrí los ojos pidiéndole perdón a la virgen, pero sin saber qué
me estaba ocurriendo.
Me sobresalté cuando mi reloj de muñeca hizo un sonido
estridente sacándome de mis pensamientos, noté que eran las
12, la hora en la que debía de entregarle las fotos al padre
William.
-¿Cómo?
-Celeste -lo miré- ¿Te intimido o por qué luces como si quisieras
huir de mí?
No, lo más probable era que no me había visto, pero, ¿por qué
tal comentario?
-A acompañarte -afirmó.
<<Der Windstille».
-Estás muy roja, ¿te sientes bien? -dijo con seriedad pero no
sabía si realmente él era consciente de lo que me ocasionaba su
excesiva amabilidad y atención.
-Sí-murmuré evitando su mirada.
«Heilige Jungfrau».
Pero es que estaba muy cerca, su respiración cálida la podía
percibir tan cerca de mi piel que sentí como mis piernas
temblaron.
¿Qué pensaba?
Ella alzó una ceja como única respuesta, era obvio que sería
ahora.
-Listo-murmuré, permiso.
Empecé a retirarme.
-Sí. -dije sin saber si podía leer lo que cruzaba por mi cabeza y
temiendo que hasta supiera lo que había hecho en el arrollo.
Uhg.
-Al menos han bajado sus quejas empezó a murmurar la madre
superiora -, pero vaya que es muy inconforme, no le gustaba la
lámpara amarilla, quería una luz blanca...
-Tenga paz madre -dije al ver que parecía algo obstinada del
padre William.
-Anda dijo yendo hacia la silla de su escritorio, no lo hagas
esperar.
1/2
-Hola dijo ella con una leve sonrisa, su mirada sin dejar de ser
algo atrevida.
-La madre superiora me pidió que la ayudara con eso del traslado
de los niños del orfanato-respondí intentando mantener la calma
de mis pensamientos y de todo mi cuerpo.
Noté que levantó de su asiento caminando hacia mí, sus pisadas
contra el piso resonando en mis oídos acelerándome la
respiración al saber que se estaba acercando a mí.
Todo de mí tembló.
Todo mi cuerpo entró en calor y probablemente se reflejó en mi
rostro sonrojado.
No me gustaba esta tensión que sentía cada vez que estaba junto
al padre William era como si nada más existiera, como si no me
pudiera controlar y mi cuerpo me pidiera acercarme a él y
tocarlo; hacer del sueño húmedo una realidad.
¿Zona?
Él pareció indiferente.
-Algo asombroso.
Estaba cerrada.
-¿Y?-pregunté.
Grité por ayuda alrededor de casi una hora contra la puerta, pero
a esta hora era casi imposible, el sol ya se había ocultado y las
nubes grises solo hacían que se viera más oscuro el ambiente.
-Ya cayó la noche -dijo, no hay mucho que podamos hacer o algo
que podamos usar para que podamos intentar abrir la puerta.
-Hay una sola cama señalé para que me diera una solución a ese
problema, lo veía muy cómodo ahí sentado.
Sabía que casi no había luz aquí, pero era muy consiente de todo
su hipnotizante cuerpo.
-Yo...
WILLIAM WEST
Me voltee viendo el techo pasando una mano por mis ojos sin
poder dormir bajo un silencio torturante, todo de mí era muy
consiente de que ella estaba a solo unos centímetros a mi lado
en la cama, la miré de reojo, en la escasa luz podía ver la silueta
de su cuerpo, noté que se había quitado el velo, el escapulario
quedando solo en su túnica negra y además de que no llevaba
esa toca que cubría su cabello de la vanidad, su cabello castaño
era muy largo contrastando con su piel pálida y el olor de dulce
manzana me atraía como un animal con hambre.
Maldita sea.
¿Estaba despierta?
-Celeste. - llamé sin saber si ella también sentía esta insoportable
tortura.
Debí haber dormido en el piso.
-Te vi comenté.
Sabia que ella me había visto, sabía que ella lo había hecho a
propósito y sabía que no era tan santa como lo creí en un
principio, esta monja era una diabla.
-Sí. -respondí sin saber qué clase de respuesta espiritual era esa.
bragas.
-Espere, padre -apreté los ojos al sentir que esta vez tuvieron dos
dedos- Ah... jah!
Clavé mis dedos en su espalda sin dejar de jadear cada vez más
fuerte sintiendo que me iba a derretir del placer que me causaba
y él no tuvo piedad, continuó metiéndome sus dedos y con su
pulgar me presionaba mi clítoris en círculos como todo un
conductor profesional.
-¡Padre! -jadee.
Sentí mi garganta reseca, me cubrí un poco, pero él volvió a
atraparme los brazos a mis costados, sus ojos grises como un
huracán tormentoso reflejando determinación.
-Un pecado que nadie ve, es un buen secreto -replicó el padre
William-, así que calla y disfruta.
Apreté los labios, solo tenía algo presente, tenía que evitar al
padre William West a partir de ahora.
WILLIAM WEST
Cerré los ojos al saber que de todo lo malo que pude pensar en
hacer esto definitivamente se llevaba el premio mayor.
Maldita sea.
Me levanté y me apresuré a vestirme, ahora que había luz podía
ver alguna forma para salir de aquí.
Terminé de calzarme los zapatos y observé como Celeste
también se levantó, miró alrededor, evitó mi mirada y
simplemente empezó a vestirse.
-No había suficiente luz -me limité a decir y me voltee hacia ella.
Ella alzó una ceja hacia mí, esa carita de inocente pero que diabla
que era cuando el deseo nos hizo nublar la visión y solo seguir
nuestros instintos salvajes.
CELESTE BRAUN
La llegada de los niños llenó todo el lugar no solo de
agotamiento, sino de preocupaciones porque los niños no
parecían en lo absoluto felices de venir a vivir a la catedral con
monjas, no sé quién les habría metido a la cabeza a todos ellos
que salían demonios y que las monjas estaban poseídas.
Incliné la cabeza.
Noté que la ropa del niño estaba algo rota o desgarrada además
de sucia como si se hubiera peleado con algún animal.
Él sonrió un poco.
-¿Que tal si vamos a caminar por el lago? -preguntó-, no había
visto que la catedral tenía hermosos alrededores.
-Es...
<<Der Windstille».
Tenía que recordar que todo esto sería confidencial, así que no
debía de preocuparme tanto.
-Me he dejado llevar por la belleza que mis ojos vislumbran ante
un hombre que parece irresistible, su sola presencia me hace...
dejar de pensar y me incita a solo sentir.
Y vaya que se sentía muy bien, solo recordarlo me hizo relamer
los labios y apretar las piernas, los flash back de él sobre mí
moviéndose rápido haciéndome estremecer...
«Vögeln».
Temía que no, por eso lo había estado evitando a toda costa.
-Con todo mi autocontrol sí -susurré, pero es que... él también
parece desearme y eso lo vuelve más difícil.
-No lo sé... -murmuré sin saber qué decir, nunca pensé en que
pudiera estar en esta situación, nunca fue mi intención caer en el
veneno del pecado esa oscura noche.
¿Uh?
-¿Disculpe? -dije sin comprender por qué quería que hiciera eso.
-No diré quien eres -dijo para mi tranquilidad, solo quiero rezar
por ti.
Sentí estremecerme sabiendo que probablemente estaba en
graves problemas ahora, él sabía que el pecado de la lujuria me
rodeaba y probablemente era una oración que terminaría en
exorcismo.
-Arrodíllate. -indicó.
Esa frase.
Esa voz.
Alcé la cabeza y me quedé de piedra al ver que era el padre
William frente a mí, sus ojos grises fijos en mi rostro, desde este
angulo viéndose mucho más poderoso, me quedé sin aliento, su
rostro atractivo pareciendo hipnótico.
-Sí. -susurré.
«Santa virgen».
-¿Por qué hace esto padre William? dije con la garganta reseca-
sabe muy bien que la lujuria es pecado.
Él estiró sus labios en una leve sonrisa que desde este ángulo me
hizo estremecer al ver lo malvado y atrayente que lucía.
-Y tu también lo sabes -murmuró -, pero aún así, mentiste al
decir que no hiciste más nada que pensar en mí follándote duro.
CELESTE BRAUN
«Nonne».
Sonaba dulce en sus labios y su petición me aumentaba las
ganas, sin embargo no quitaba de mi cabeza de que este era una
iglesia y que necesitábamos parar esta aventura.
Estaba dividida entre dos mundos de lo bueno y lo malo por mi
conciencia.
Dejé de respirar.
《Nonne》significa《monja》en Alemán.
2/2
CELESTE BRAUN
¿Uhm?
Fruncí el ceño mirándolo ahora con interés.
Me quedé sorprendida.
No me respondió.
¿Era real?
Era un disfraz.
Sentí menos miedo al pensar en que fuera un humano, sin
embargo siguió acercándose hacia mí y noté la enorme hacha en
sus manos completamente filosa.
«Vögeln».
CELESTE BRAUN
Grité sin querer abrir los ojos colocando mis manos frente a mí
solamente esperando que me descuartizara con el hacha.
-¿Celeste?
La voz del padre William me hizo abrir los ojos y lo vi ahí de pie
frente a mí, llevaba sus vestimentas de sacerdote y una biblia en
sus manos, sus ojos grises analizando mi rostro como si no
comprendiera el por qué de mi miedo; ni el por qué de mi
torpeza.
-Respira...
-Cálmate que pareciera que vomitas cosas sin sentido sus ojos
cayeron en mi brazo, ¿te lastimaste?
-Mira aquí.
-Sí.
-¿Padre William?
«Vögeln».
WILLIAM WEST
Empezó a llorar.
Me quedé por medio segundo en blanco.
-¿Es drogadicto? -pregunté y miré al chico, parecía estar en esa
etapa desesperada por drogas, donde haría cualquier tipo de
manipulación para recibir su producto.
<<Hijo de...»
«¿Celos?»
-Uhm... -murmuré sin saber qué decir, tampoco es que yo era tan
expresiva.
-¿Debería?
A pesar de que él fue el que recibió todo el placer del oral sin yo
recibir nada a cambio, él tenía razón, disfruté muchísimo todo lo
que le hice porque con él provocaba hacer todo tipo de locuras.
El padre William era mi peor pecado.
-Tu piel es muy suave Nonne dijo en un susurro, siempre me
provoca pasar mi lengua por todo tu cuerpo...
-Dime si aceptas romper las reglas solo una vez más -murmuró-,
solo esta noche Nonne, porque muero por sentir mi verga entera
dentro de ti...
-Si vamos a hacer esto, tienes que entender que solo será un
momento, sin nada de compromisos, Nonne, solo algo donde no
hay derechos, solo placer.
¿Uh?
veces.
-Te deseo, Celeste -susurró sobre mis labios. Así solo esté
arruinando esto, no puedo evitarlo.
Estaba desesperada.
Tocaron la puerta.
«Vögeln».
-¿Pero qué ha pasado Angelo...? -dijo ella.
¿Uh?
¿Angelo?
-Pero ella entró sin pedirte permiso insistí, esa mujer te conoce.
Se rio a secas.
-Si yo caigo tú caes, así que mas te vale que cierres la boca.
Me estaba amenazando.
Entonces tenía la certeza de que esto era de hecho un gran
secreto donde tan solo había descubierto la punta del iceberg
por casualidad.
Era...
Lessandro.
Lessandro; uno de los del personal del orfanato era el que estaba
inerte en el suelo.
Ella se apoyo de mi pecho (a pesar de ser más alta que yo) sin
dejar de llorar, sus manos temblando, su rostro enteramente
sonrojado.
Iba a ir junto con las otras monjas hacia los dormitorios, después
de que los policías se llevaran el cuerpo y lo declararan como
suicidio.
-¿De ti?
-¿Qué me hablas?
Sin que nada me quedara por dentro pregunté:
-¿Tú lo mataste?
¿Consecuencias?
Fui detrás de él, ¿qué hacía fuera de la zona de los niños del
orfanato?
Me quedé en shock.
Me quedé fría.
Desperté.
No.
No eramos pareja.
Apreté los labios aún sabiendo que todo lo decía de los dientes
para afuera, que no me arrepentía de nada, y que estaba
pidiendo perdón a algo que no sentía realmente. Porque apenas
cerraba los ojos, solo pensaba en las gruesas manos del Padre
William tocándome en todos lados; en sus dedos dentro de mí
haciéndome retorcer de placer, en sus dientes cuando se
asomaban en esa peligrosa sonrisa de ojos oscurecidos y esa
mirada penetrante que tanto me hacía temblar, su lengua
lamiéndome entera, y sus profundos jadeos, antes de darme
cuenta aquí estaba, mordiéndome los labios con la cara
enrojecida.
«Vögeln»
«Ya basta, no debo pensar en esto, mucho menos frente a la
imagen del cristo».
-Celeste.
Me tensé.
-dijo mi madre.
-Quería verte -susurró tan bajo que de seguro yo fui la única que
escuchó tal cosa.
-Sí, pero vamos a dejar estas donaciones para los niños del
orfanato. —dijo mi madre enseñándome las bolsas que llevaba.
Ellos solo les dio igual y se fueron, el primo Álvaro se volteó hacia
mí para hacerme frente, era varios centímetros más alto que yo
pero aún así no me dejé intimidar, alcé la barbilla, sus ojos claros
brillando en diversión y esa sonrisa ladeada burlesca
resplandeciendo en su boca.
-No quiero verte aquí, este es mi espacio -le solté, ni quiero que
te acerques a mis padres siendo solo una sanguijuela viendo qué
puede exprimir.
-Ellos me aman.
Uhg.
Noté que la camisa del policía tenía una pequeña placa donde se
leía: «Reynolds I.» Era más alto que Álvaro y más corpulento
también con su uniforme correctamente puesto, su mirada era
fija y de autoridad, recuerdo haberlo visto estos días anteriores
de paso con los demás policías.
-Lo siento que inapropiado fue decirle eso a una monja continuó
diciendo.
-Un poco -admití, usualmente cuando la gente me veía no decía
cosas como esa, sino más bien habían miradas de curiosidad,
escaneos desde la punta de mis pies hasta mi rostro y
murmuraciones, unos de burla, otros de admiración y respeto,
pero la mayoría jamás se le pasaría por la mente calificar la
belleza de una monja.
-Madre, yo...
-No quiero verte hablando con hombres que no son los santos de
la iglesia como el padre o los diáconos.
Casi quise reírme por decirme tal cosa, pero realmente ella me
tenía asustada, nunca la había visto tan enojada.
-Pero madre...
Apreté la quijada sin decirle nada más porque replicarle iba a ser
una falta de respeto y me di la vuelta saliendo de su oficina
sintiendo aun que mi rostro palpitaba del ardor de su bofetada.
Me encontré con mis padres y los despedí tragándome las
lágrimas que amenazaban al borde de mis ojos y el nudo en mi
garganta.
Fui hacia donde estaban los niños del orfanato a atender que
todo estuviera bien, noté que Zed evitaba mirarme de resto todo
iba bien en la estadía que llevaban aquí. Al salir fui hacia el patio,
quería relajarme un poco en el arroyo donde nadie pudiera
molestarme o perturbarme más este día que solo parecía ir de
mal en peor en especial porque no podía sacarme de la cabeza
esos pensamientos pecaminosos con el padre William, como si
entre más lo intentara alejar, más venía a mí todos esos
momentos donde me derretí por él y su divino toque.
Ahí estaba.
No podía decir todo el día horroroso que pasó, así que decidí
hablar de otra cosa que me tenía intrigada.
Oh.
No.
Basta.
No, ya basta.
¿Acobardada?
Sería una foto épica, pero ilegal; una que jamás podría mostrar,
así que solo la mantendría en mi cabeza.
Sus ojos grises brillosos fijos en los míos cuando el padre William
preguntó:
Este hombre era tan intenso que era capaz de hacerme querer
todo lo que era incorrecto.
Sin secretos.
-Es que son las que usualmente usamos las monjas y son... -
empecé a explicarle que era parte de los uniformes (además de
que eran muy cómodas) pero él posó su dedo indice sobre mis
labios, su simple tacto ardiendo como si me tocara en todo el
cuerpo cuando dijo:
-Me gustan.
Ahora sí.
Dentro del arroyo eran nuestras reglas, era nuestra roja manzana
del árbol de la vida.
-No blasfemes que de seguro que por Dios no repliqué pero por
el diablo si.
-Un infiltrado.
Dejó una leve sonrisa en sus labios cuando dijo luego de unos
segundos:
-¿Por qué estas aquí? -pregunté- ¿Trabajas con los otros policías?
-Ya respondí una pregunta -dijo, ahora te toca a ti responder a
una mía.
Me parecía justo.
-Vale.
Por eso me postulé para ser monja, porque aquí estaba lejos de
todos ellos.
-¿Él sabe que eres monja y que tienes votos de castidad? Porque
parecía querer volver a tocarte. -dijo.
Pero esto era algo más que algo prohibido, esto era el morbo en
su máxima expresión, derritiéndonos el deseo clandestino de las
tinieblas.
-¡Eres un demente pad...! ¡Ah! -mi voz se ahogó cuando esta vez
no tuvo piedad empezando a moverse contra mí como una
máquina-¡Ah!
¿Curiosidad?
***
Oh... no.
No, ya no tenía que verlo con ojos de lujuria, tenía que colocar
un muro ante mis deseos.
-Rescatar Georgette.
¿Capricho?
-Escucha -dijo dando un paso hacia mí, sus ojos grises fijos en los
míos pareciendo escalofriante cuando susurró: Podrás saber
quién soy pero aquí soy el sacerdote, y mientras no estés en mi
cama necesito que mantengas el respeto, ¿quién te crees para
darme órdenes y amenazarme?
-¿Eso es todo? -repliqué ¡Para ser alguien que rompe las reglas,
eres un cobarde!
-¿Disculpa?
-Que eres un cobarde-solté, porque aunque esta religión está
llena de doble caras como tú y yo, al menos deberías tener la
intención de ayudar a una mujer que le matarán a su hijo.
-¿Y ella qué le podrá dar a ese feto si nace?-dijo- No tiene nada,
su único trabajo era estudiar para ser monja y ni eso pudo hacer,
el padre brilla por su ausencia, lo mejor es la adopción.
Él se rió en burla.
-No tanto si abrió las piernas como tú me las abriste a mí ¿Angel
o demonio? replicó.
Ahogué un gemido.
Apreté los labios sin ser capaz de liberarme, que me tuviera así
de apresada me encendía más de lo que me molestaba, quería
que me despojara de mis vestimentas ahora, pero me molestaba
desear eso, no quería seguir deseándolo como lo hacía, pero mi
cuerpo parecía tener mente propia incendiándose solo al verlo,
como si él fuera mi debilidad.
Que desastre.
Había elegido acabar todo con él, había elegido el buen camino
de la castidad y mi real compromiso lejos de las apariencias.
-Lo sé, desde que entró el padre William todo pareció ponerse
patas arriba - comenté como una ligera broma pero en cierta
parte sabiendo que todo lo que decía era cierto, desde que llegó
todo empezó a salirse de control.
Pase por las oficinas para las escaleras y noté que había una luz
encendida con la puerta entreabierta, ya era muy tarde, ¿qué
hacía esa luz prendida a esta hora? Era la oficina del padre
William.
La reconocí.
No podía creer lo que mis ojos estaban viendo, tapé mi boca con
mi mano para ahogar una exclamación.
Maldito.
***
Oh.
Lo miré, ¿me estaba regalando una flor? Creo que era la primera
vez que me regalaban una flor en mi vida, sentí mis ojos
cristalizados, sentía que era un respiro ante las miles de
sensaciones que dejó el padre William en mí; como una luz en
medio de las tinieblas.
Sonreí y lo miré.
Lo miré confusa.
Oh, ¿por qué eso sonaba como una segunda intención? Quería
negarme, que nos vieran juntos no debía de ser bien visto ante la
madre superiora, aunque estaríamos hablando de la biblia...
uhm, pensar en pasar tiempo libre con otro hombre y que el
padre William nos viera cruzó por mis pensamientos como una
pequeña venganza a pesar de que se suponia que yo no podía
tener relación con otros hombres fuera de lo social, esta idea me
tentaba...
Sabía que no debía crearle celos, es decir, de seguro que al padre
William yo le daba igual, pero mi despecho fue más grande que
yo y dije:
-Vale. -dijo.
Creo que ahora me sentía bien conmigo misma, creo que podía
dejar al padre William simplemente distrayéndome en el día a
día, solo necesitaba evitarlo, tenía que evitar verlo al menos
unos días para que volviera a estabilizar mi cordura, mi fe y mis
convicciones.
Se desató el infierno.
Casi en seguida que el padre William dijo eso, sonaron las sirenas
policiales por todo el lugar. Nos levantamos de nuestros asientos
rápidamente y salimos del salón de clases hacia el pasillo directo
hacia las escaleras principales para salir, afuera estaban casi
todas las monjas y los que trabajaban en el orfanato junto con
los niños.
¿Otro cadáver?
Me quedé tan sorprendida por tal cosa, que uno de los policías
me dio agua, sentí mis manos temblar, pero si esta mujer ayer
estaba con...
Oh... oh.
Creí que había ganado, creí que lo tenía acorralado, sin embargo
nunca predije que yo podía estar en peligro ante el hombre al
que me entregué tantas veces en cuerpo y alma.
Ahg.
-¿Quién es?
Volvieron a tocar sin darme respuesta.
La madre superiora.
Solté un suspiro, esto era por la que todas las novicias matarían,
el momento en el que por fin nos llamaran Hermanas, que
fuéramos verdaderas monjas y cumplir en el vaticano un trabajo
mayor.
-¿Qué crees que hago aquí, Celeste? dijo con voz frívola- además
de que me acusaron de ser la única persona que estuvo con la
mujer de mantenimiento anoche a la hora de su muerte.
¿Como lo supo?
-No te equivoques Nonne dijo con voz profunda, soy bueno por
las buenas y puedo ser bien malo, por las malas.
Dio otro paso hacia mí, ahora nuestras vestiduras se rozaban,
alcé la cabeza para poder mirar ese rostro que tanto daño me
hacía, que tanto odiaba de la misma forma que me enloquecía.
Iniciaría mi venganza.
No quería que él creyera que estaba celosa de ella, más aún que
esa mujer estaba muerta, pero sí lo estaba. Él se folló a esa
mujer cuando me había estado follando a mí y cuando dejó claro
que no éramos nada.
-No solo me dejas otra vez caliente, Nonne dijo pasando una
mano por encima de su pantalón donde resaltaba su erección
debajo de toda esa tela-, tú también lo estás, mírate, estás
temblando, al borde, deseando que te haga llegar.
<<Hijo de...»
Sentía que estaba peor que antes porque mañana me harían mis
votos y la profesión solemne.
No podía irme al vaticano así, de seguro que al pisar la iglesia me
quemaría viva.
«Que caos».
-Ven conmigo.
-Eres dominante.
-Entonces, tendrás que hacer algo - dijo con una ligera sonrisa en
su boca mientras tomaba mis manos y las colocaba sobre su
miembro caliente completamente erecto y palpitante.
Casi quise irme, pero si esto había sido un favor no podía ser
tampoco tan egoísta.
Este asesino era profesional, sabía qué cosas hacer, sabía cómo
hacer para cubrir sus huellas y todo se vieran como suicidios.
NARRA CELESTE
Sabía por qué, porque yo quería que le doliera, pero sabía que
no le iba a doler porque él no me amaba, ni sentía nada más que
una atracción física por mi.
Era una roca andante sin sentimientos que solo pensaba con la
polla.
Eso me destruía.
Ese hombre yo no le importa para nada, solo era una mujer que
cayó en sus redes y le abrió las piernas.
Estaba sola.
Respiré.
¿Qué estaba haciendo? Me estaba rebajando al mismo nivel del
padre William buscando quien lo satisficiera a nivel sexual
matando las ganas.
Oh...
-Entra.
Apreté los labios y sin decir nada, solo retrocedí mis pasos para
entrar.
Las miró con una leve sonrisa que no llegó a sus ojos enfurecidos
cuando dijo:
Sus ojos grises parecían sinceros y frustrados, podía ver que así
mismo estaba yo, así mismo me sentía. Frustrada, por no poder
quitarlo de mi cabeza, ni olvidarlo con otras personas.
Quería mentirle, decirle que fue mejor que él, que me lo hizo
como él nunca lo haría, pero al mirarlo frente a mí y mientras me
tomaba en los puntos de mi cuerpo que me fascinaban de mis
labios solo pude decir:
-Solo cuando pensé en ti.
-No-jadee.
Entre abrí los ojos, su mirada oscurecida de ojos grises estaba fija
en la mía encendiéndome aún más, es que este hombre era mi
delito y mi perdición entera.
-No follé con él -solté entre jadeos sintiendo que estaba al borde
de llegar a mi éxtasis-, solo tú.
CELESTE BRAUN
Después de que nuestras respiraciones se apaciguaron y el eco
de nuestros corazones se calmó, fue cuando logré volver a la
realidad, él me miró, sus ojos grises profundizándose en los míos,
como si también hubiera comprendido que esto era más, que
esto no podíamos controlarlo.
Esperaba.
Aún no sabía bien como sería esto, todo se veía muy precipitado
para mí.
-Vale.
¿Ah?
Sí, sabía que teníamos vidas diferentes, sabía que esto era un
error, un secreto, algo que no podría continuar prometiendo un
futuro, pero me molestaba tanto que él me causara miles de
sensaciones y solo fuera realista y tajante con sus palabras secas;
sabiendo que no íbamos a continuar con un "felices para
siempre".
Creo que más que estar molesta con él, estaba molesta conmigo
misma, con mi realidad, con mi confusión.
Así era.
CELESTE BRAUN
Abrí la boca al mismo tiempo que entreabrí los ojos
adaptándome a la tenue oscuridad, las manos que envolvían mi
cuello se volvió ligeramente más débil hasta que noté esa ligera
sonrisa ladeada y los dientes de tono aperlados resplandecieron
al igual que esos ojos claros que reconocía a la perfección y tanto
asco y terror me daban.
Apreté la quijada al reconocerlo.
«Scheiße».
Se rió un poco, sabía que esas no eran sus intenciones para estar
aquí.
Me quedé perpleja.
Sabía que sus intensiones de venir a verme eran más grandes
que solo divertirse.
-No hay monstruo -repliqué con voz frívola.
¿Otras?
-Vale, hermosa.
-Ahora vete dije mirando alrededor-, no quiero que me vean
hablando contigo.
Yo sonreí y entré, era muy común que su actitud hostil fuera así
todas las mañanas.
¿El lunes?
Pestañee un par de veces, jueves, ¿tanto tiempo? Mi sonrisa
decayó.
-¿Qué es? -pregunté, al notar que a pesar de que era una caja no
tan grande, estaba bastante pesada.
-A.
¿"A" de Adelaida? Aun cuando cerré la caja y seguí caminando a
la oficina de la monja Grech no podía cerrar mi boca del
asombro.
¿Denunciarlo?
-¿Necesitas algo?
Negué con la cabeza con una sonrisa forzada y le hice una leve
reverencia en modo de despedida antes de irme de ahí
rápidamente.
Era mi tortura.
Solo quería que acabara, en unos días me iría de aquí y todo esto
quedaría atrás, me aseguraría de no volverle la cara al padre
William y si le dolía, sería mejor para mí, porque hasta ahora
creía que era un roble sin sentimientos.
-Tu no tienes caso, te vas a ir al infierno -le solté girando los ojos.
-Vete-solté.
-¡Amor!
-Amor, es que quería saber de ti, ya tienes casi 3 meses por fuera
y...
-Vale.
-¡Amor!
-Yo a ti.
Si no se lo decía, ella no iba a estar tranquila nunca e iba a seguir
llamando.
Dejé el teléfono otra vez bajo llave y frunci el ceño al ver una
ligera sombra debajo de la puerta. Me acerqué con cautela y abrí
observando al niño observándome pareciendo asustado, creo
que se llevaba Zed.
CELESTE BRAUN
Me acerqué a él, las hojas secas que pisé anunciaron más rápido
mi llegada, él se volteó fijando sus ojos claros en mí con una
ligera sonrisa, yo solo lo miré y le hice una inclinación de mi
cabeza para que me siguiera. Empecé a caminar por el amplio
patio, no tuve que voltear, sabía que venía detrás de mí, sin decir
nada unicamente bajo el sonido de las hojas de los arboles que
sonaba por el fuerte viento y los pájaros, la luna resplandecía
llena iluminándonos cuando estuvimos lo suficientemente
alejados en la cima de una montaña.
-Te has puesto ese perfume que tanto me gusta. -susurró y sentí
su aliento respirarme en la nuca.
-Bella, recuerda todo lo que callé por ti -susurró esta vez serio.
-No lo haré.
-¿Lo sabes?-pregunté.
El niño fue más difícil de convencer para que hablara lo que vió,
Zed estaba traumatizado, y asustado por hablar de lo que fuera
pero después de tanto convencerlo con gomitas, cajita feliz de
McDonalds y chocolates, y traer a una psicóloga de niños, fue
cuando empezó a progresar.
La miré.
-¿Cómo la encontraste?
-En el receso -dijo, los niños estaban jugando con ella, pregunté
de donde la habían sacando y me dijeron que en el Altar de
congregación.
-Esta mañana.
-Lleva todo esto para que lo examinen -le ordené y tenemos que
sacar a los niños de aquí.
CELESTE BRAUN
-Celeste.
La voz de la madre superiora me sacó de mis pensamientos.
Me miró.
-Vale.
-No le había visto los últimos días -dijo -, creí que ya se habrías
ido al vaticano.
Me preparé para rodearlo e iba a ir del otro lado pero esta vez, él
me tomó del brazo deteniéndome, su toque electrizante me
estremeció. Alcé la vista hacia él, sus hermosos ojos grises algo
irritados, parecía que no había estado durmiendo bien, tenía
ojeras debajo de los ojos.
-¿Por qué? -alcé una ceja ¿Realmente le intereso para algo que
no sea satisfacer sus necesidades sexuales?
¿Sí?
-¿Qué? -pregunté.
Me encogí de hombros.
-¿Temes perder?
-Lo mismo digo, tal vez por eso nos atraemos tanto.
Relamí mis labios, la atracción entre nosotros era algo que no
podemos negar, nos quema, nos consume y nos atrapa, pero es
como una droga que le aumentamos las dosis y que pronto nos
matará en la abstinencia; una separación inminente que
amenazaba con ser terriblemente dolorosa.
Dio un, paso hacia mí, sus hermosos ojos grises replandeciendo.
-Celeste. -dijo.
¿Eh?
Que triste que todos los recuerdos que ocurrieron con él, fueron
sustituidos por todo lo que me hizo el padre William después.
Él se encogió de hombros.
-Compré condones.
32
1
10
Oh.
-Vuelvo en 5.
-Tómate 20 minutos. -dije tal vez demasiado alto, aclaré mí
garganta y agregué: Te cubriré sin problemas.
-Hola-susurré.
Era deprimente.
Primera vez que la veía tan a la defensiva cuando antes era tan
dulce...
¿Ya no?
Su voz se quebró.
Oh, vaya...
-¿Cuando las cosas han sido justas para nosotras las aspirantes a
monjas? -replicó- Nunca. Nos tratan como si fuéramos esclavas,
abusan de la autoridad.
Me quedé confundida.
«¿Disfrutaba?»
«¿Prostíbulo?»
Estaba ahogándome.
-¿Ah, sí? -dijo- Sé que tienes una aventura con el policía Isaac, ¿o
no? ¿Negarás que te involucraste con él?
Sentí mi rostro enrojecer.
-¿Yo?-repliqué.
Apreté los labios, creo que era testigo de como Georgette había
llegado a la locura.
-No vuelvas.
Salí de ahí buscando la puerta del sótano por donde entré, sin
embargo por el pasillo me sobresalté al ver una túnica, y una
cara que no estaba segura si ahora formaba parte de mis
pesadillas o de mis sueños húmedos. Cuando sus ojos grises me
vieron, me quedé paralizada, él se detuvo frente a mí, solo
viéndome fijamente, no tenía que decirme lo enfadado que
estaba por verme en un lugar que se supone estaba prohibido;
ya lo había notado por la forma en la que su ceño estaba
fruncido y la vena de su frente algo abultada.
-Sígueme. -dijo con voz profunda y baja, tragué pesadamente
cuando se me erizó la piel.
-Estaba comiendo...
-¡CELESTE!
Daba miedo.
-Quería hablar con ella dije y entrecerré los ojos ¿acaso quieres
saber qué hablamos?
Sabía que esto era más, esto era parte de una interrogación
policial.
Él sospechaba de mí.
Apreté la quijada.
CELESTE
Ya había contado parte de mi vida, cosas que era bien sabido por
los demás. Mis padres eran muy mayores para cuidarme además
de que tenían otros hijos, así que me crió mi tía, sin embargo,
mis primos me hacían la vida imposible, uno más que el otro.
Enrique tras el accidente donde lo empujé y quedó malherido
tuvo que recibir terapias y mi tía lo llevaba, por lo que me
quedaba a solas con Álvaro, siempre entraba a mi habitación,
cada tarde a las 2 pm.
-Ya veo.
Me hice la ofendida.
-¿O eres tan buena asesina que no dejaste pistas? -se acercó
hasta detenerse frente a mí- ¿No te hace pensar que aunque
tengas esa cara de ángel eres realmente un ser repugnante que
le complace asesinar?
-Te odio-susurré.
Se me hacía agua la boca de tan solo verlo. Pasé mis manos por
mis pechos mordiendo mis labios queriendo tenerlo ya dentro de
mí, mantuve mi mirada fija en él y noté como algo en su mirada
cambió cuando susurró:
«Nonne».
Cada vez que me llamaba así lograba tocar mi fibra más sensible.
-Entonces ven aquí -jadee
Así que la tomé para ver la foto que se veía ahí en el bolsillo
principal.
«¿Quién es ella?»
Era la foto de una mujer de cabello rubio y ojos claros, era muy
bonita, con una sonrisa encantadora, a su lado estaba el padre
William, tenía lentes oscuros y otro estilo de cabello, pero sin
duda era él.
Por primera vez una verdad que no había considerado para su
falta de apego emocional me invadió la cabeza.
Ahora comprendía por qué era tan distante y otras tan cercano,
ahora comprendía porque parecía tener pánico al haber algún
tipo de relación más profunda.
en medio de un matrimonio.
Y estaba harta.
-¿Por qué?
Eso fue suficiente para hacerme saber que no había vuelta atrás.
Lo miré fijamente, cada vez que veía sus hermosos ojos grises,
me confundía, no sabría decir si lo nuestro era algo tóxico o
complicado, solo sabía que aunque nunca fue una relación sin
duda marcaría un antes y un después en mi vida, porque era
difícil de olvidar, el padre william era de esas personas que se
quedaban tatuadas en tu piel y se marcaban por siempre en tu
cerebro.
Desgraciadamente.
Ahg.
Eso me confundió.
-No habrá nada de... eso -dijo como si leyera mi mirada es algo
que quiero darte.
¿Darme?
-Vale.
Asco.
-¿Qué ocurre? -pregunté al ver que Isaac estaba buscando algo
en su escritorio, seguidamente se volteó hacia mí y se acercó, no
veía qué traía en las manos, no sonreía, solo me miraba
fijamente poniéndome algo incomoda.
Este no era el Isaac con el que tanto hablé, este era extraño;
diferente.
-No me mientas.
-¿Por qué? -frunció el ceño con fingida agonía- Oh, ¿acaso tienes
miedo?
¿Isaac era...?
Una...
Dos...
Tres golpes.
Maldita mañana.
-Álvaro Braun.
CELESTE
Aturdida, dejé de luchar, supe que no iba a lograr nada porque
en la posición que él estaba sobre mí, me ganaba mucha ventaja.
Solo me quedé inmóvil, sin ejercer fuerzas como última
esperanza de escape; haciéndome la muerta, sin fuerzas.
-¿Qué pasó?
Abrí la boca para decir algo, cuando de repente una voz robó
nuestra atención.
-¿Qué ocurrió?
-Angelo ¿pero qué haces? -le dijo el oficial igual de perplejo que
yo.
¿Qué?
Nos miramos fijamente, podía ver en sus ojos grises, una mirada
frívola, enojada, donde antes era de lujuria, ahora estaba llena
de molestia, resentimiento y sin duda me declaraba la guerra.
NARRA CELESTE
-Madre superiora -dije y ella golpeó los barrotes que nos dividían
haciendo que el metal se tambaleara, me sobresalté.
La miré confundida.
-¿Qué pruebas?
-¡Te acostaste con ese policía!, sabía que no debía dejar que
entraran a la catedral, ¡eres una! La de los mandados -golpeó
nuevamente los barrotes.
Esperé unos segundos hasta que ella se apartó y tomó aire.
Me reí un poco.
-Ah, ¿de qué hablo? -alcé una ceja- De todos los mandados que
hice, sé que hubo unos que no eran de biblias, unos que
involucraban notas explícitas y vibradores.
Me encogí de hombros.
-Cerrar la catedral.
-Celeste.
Miré las fotos con una leve sonrisa y saqué la primera; Lissandra
Owen.
-¿Quien era?
-Mi primo.
Me encogí de hombros.
-Ese no es el tema.
-No-repliqué girando los ojos-, el tema es que quieren
inculparme a como de lugar y me tienen retenida. Pero está bien,
puedo esperar por ellos un poco más.
-Gracias. -dije.
-¿Agente? -repitió Angelo.
-Sorpresa.
Epílogo (Temporada 1)
CELESTE BRAUN
Desde el principio conté una verdad a medias, sí, fue verdad, fui
criada por mis tíos, recibí maltratos, abusos y solo logré escapar.
Entré lentamente, ella estaba ahí, tenía algo en las manos pero al
verme ahí, lo dejó en la cama y su rostro lleno de preocupación
pasó a uno más neutro, como si no quisiera demostrarme sus
pensamientos.
-Celeste. -murmuré.
-Quédate. -pedí.
Empecé a temblar.
Me quedé en silencio.
Era más complicado que eso, pero sí, podría hacerlo, solo
necesitaba tiempo.
-Exacto.
-Es lo que busco -replicó, que me dejes en paz, ahora que estoy
libre, lo último que quiero es volver a cruzarme con alguien que
vuelva a destruirme.
Sin decir nada más, tomó el bolso y dándome una ultima mirada,
salió de la habitación cerrando la puerta a sus espaldas.
Apreté mis puños de pie en mi lugar, sintiendo como los trozos
de mi corazón se iban con ella, pero siendo incapaz de vencer mi
orgullo para rogarle otra vez, era algo que no iba a hacer.