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Sigues tú

Tania Franco
+ Alma, aun cuando su sonrisa nos llenaba de esperanza sobre la, mejora en su salud, murió. Partió
el mismo día en que los muertos nos visitan. Estuve en sus nueve, a veces lúgubres, a veces
reconfortantes, días de velación. Lleve cuenta y espíritu en los rosarios, memorice cada uno de los
cantos comí a diario el pan de acosijo con chocolate caliente que servían en la cocina de su
adorada madre.

+ La situación entera me rebasaba, decenas o centenas de gente iba y venía. Había flores blancas y
de colores, historias de Alma, risas de vez en cuando. Tantas platicas fuera de lugar, muchos
parientes tristes y amigos recordándola. Tantos con el semblante aquel de no saber cómo
reaccionar ante la muerte.
+ El orden formal de las reuniones lo llevaba la vecina. Quien se consideraba suficientemente lucida
para dirigir los rosarios, suplicas y oraciones, Me sumergía en el ritmo de las Aves Marías, en
imágenes de tristeza y consuelo que se brindaban unos a otros en aquella sala. A él lo vi desde el
primer día.

+ Numeraba las cuentas en el rosario de madera, cuando sentí un roce escalofriante. El intento
cruzar el pasillo. Levante la mirada. Era un hombre calvo, muy blanco y delgado, con gafas
pequeñas y redondas. Llevaba un abrigo largo, negro, Se aproximó a la madre de mi amiga. Le
hizo un gesto de condolencia, La señora agradeció sin poner mucha atención de quien se trataba.
+ Estuvo presente cada noche. Largo abrigo negro en un hombre delgado, llegaba ya comenzado el
Santo Rosario y daba un vistazo a la sala. Cada vez que se paraba ahí, en la entrada, nuestras
miradas coincidían. Cada vez su presencia me perturbaba. Sé que él lo noto. Agachaba la cabeza
en señal de estar orando, y antes de terminar el ultimo misterio partía. No saludaba y no se
despedía de nadie.

+ Al noveno día llevamos el cuerpo de alma al panteón. Lo vi caminar en el cortejo fúnebre Calvo,
con el abrigo negro, iba solo en medio de la marcha. No era momento de reparar en pequeñeces,
pero su presencia me aturdía, verdaderamente me molestaba.

+ Lo vi dejar una rosa blanca sobre la recién sellada tumba de mi amiga. Al terminar el entierro,
cuando comenzamos a despedirnos, ese hombre delgado de lentes se acercó a mí. Sin motivo ni
razón estiro su lánguida mano, fríamente me entrego un sobre y me dijo con voz enérgica:
+ -Sigues tú. Firma aquí que quieres donar tus órganos.

+ Tomé, con miedo aquel papel. Cuando iba a abrirlo escuche la voz de Pablo y me distraje un momento.
Reaccione y quise preguntarle al extraño de que se trataba, pero había desaparecido, no supe adonde se
había ido. No abrí el sobre. Lo guardé arrugado en la bolsa de mi pantalón.

+ Cuando llegue al departamento entre de inmediato al baño para que Pablo no hiciera preguntas. Metí la
mano temblorosa al bolsillo y sentí el estropeado sobre. No quería abrirlo, pero mi curiosidad venció al
miedo, así que destape torpemente aquel mensaje.

+ El sobre contenía una hoja color amarillo pálido, sus orillas delataban antigüedad. Estornudando comprobé
ye la carta tenía mucho tiempo guardada, La abrí comenzaba con mi nombre y dos puntos. Alguien me
relataba detalladamente en letras escritas a máquina que yo había decidido, tiempo atrás, donar mis
órganos cuando me fuesen requerido. Era el momento. Debía cumplir con mi palabra y firmar en ese papel
mi voluntad.
+ Rompí aquella hoja amarillenta, Tire los pedazos a la basura, Él temblor de las manos recorría ahora mi
cuerpo entero. Le grite a Pablo que tomaría una ducha, necesitaba calmarme. No quería que nadie me viera
así. No comente, no platique nada. Tenía miedo. Era una broma, una alucinación

+ No pude conciliar el sueño aun tomando somníferos. Estaba despierta cuando Pablo me anuncio que sacaría
a pasear a Drago. Era de mañana y yo no había percatado... En ese momento sonó el timbre. Brinque y
nerviosa u me asome por la ventana. Era él. De verdad era él. Ese hombre insistía. Ese hombre era real.
Tenía tanto miedo que me encerré en el baño otra vez no sé por cuanto tiempo. Oí que tocaban la puerta de
madera No me moví hasta que escuché a Pablo gritar que abriera.

+ Desde ese día los nervios no me permitían estar. Sentía que aquel hombre que me perseguía, que estaba en
cada esquina en la fila del banco, a mi lado en un semáforo; corrí tras de mí en el parque. Le pedí a Pablo, a
mi padre y a mi hermano que me cuidaran, que vigilaran que el calvo no se me acercara. Ellos intentaron
pero, poco podían hacer, sus vidas y trabajos continuaban. Mi madre si tenía el tiempo y la disposición de
acompañarme a todas partes. Incluso espero varios días afuera de la escuela donde yo trabajaba
+ Pero nadie lo vio, dejaron de observar y de prestar atención. Mi madre después de un par de semanas volvió a
su rutina.

+ Poco tiempo después las cosas se pusieron mal con Pablo. Llegue a pensar que él no me creía. Por esa razón
yo lo detestaba y le recriminaba. ¿Cómo podía ignorar esta amenaza? ¿Cómo podría ser que no creyera que
aquel hombre me perseguía?

+ Un día en mi trabajo, antes del receso de los niños, me asome con mucha cautela a la ventana. El paisaje era
bello. Estaba el sauce lleno de pájaros. Me quede observándolo por mucho tiempo hasta que uno de mis
pequeños alumnos dijo:

+ Miss, le llama un señor en la puerta.

+ Camine hacia ella, me asome por su pequeña ventana y no había nadie. Regrese a mi escritorio cuando mire
otra vez hacia el sauce, allí estaba el. Me hacía señas para que saliera del salón y lo fuera a ver. Grite, grite muy
fuerte. Recuerdo escuchar a los pequeños llorar también espantados.
+ Me asignaron vacaciones en el trabajo. Le pedí a mis padres que me alojaran por unos días, Una de esas noches
soñé con Alma, le decía:

+ _Tu estas aquí, tu no estas muerta- ella sonrió, como siempre. Dio la vuelta y partió por el camino blanco. No dijo
nada. No menciono que un hombre me buscaría.

+ Con el paso de los días comencé a asentirme más tranquila. Un día soleado me atreví a salir a caminar un poco. Todo
se veía bien. Los carros pasaban, cada quien iba a su trabajo. Pensé que era tiempo de volver al departamento con
Pablo, pero al regresar me sorprendió con la imagen temida: aquel hombre se encontraba de espaldas. Vi su calva.
Tocaba el timbre de la casa de mis padres. Comencé a correr. El me vio. Grito fuertemente mi nombre. No supe más.

+ Desperté en la cama de un hospital. Imagine que llevaba mucho tiempo dormida. Había tenido varios sueños, y trate
de explicarle a Pablo el más relevante de ellos:

+ -Alma caminaba junto a mí en el bosque. Se veía muy contenta, me dijo que ya me había mejorado su salud, que
pronto volvería.
+ ¿Te das cuenta de que eso fue un sueño?- pregunto Pablo.

+ -Claro le respondí_, claro que fue un sueño. Pero aun así es bueno saber que donde quiera que este, ella se siente mejor.

+ Me dieron más pastillas. Por su puesto entre sueños y realidad me daba cuenta de que mi familia y Pablo estaban preocupados.
Se paraban alrededor de la cama, me observaban, platicaban en voz baja. Yo prefería cerrar los ojos, cerrar los oídos. Dormir.

+ Una tarde, un sueño intenso me hizo despertar. Alma y yo estábamos en una montaña, caminábamos apaciblemente hasta que
nos encontramos con una grieta. Ella me dijo:

+ _! Brinca, brinca, ¡tú puedes! Mira como lo hago yo

+ Observe como mi amiga, con un salto firme y decisivo, había cruzado esa trampa- Ella seguía gritándome:

+ _! Salta Amalia, salta, tú puedes!

+ Tome vuelo, corrí lo más rápido que pude y salte, pero mis pies no lograron alcanzar el otro lado y comencé a caer
estrepitosamente.
+ Grite tan fuerte que me desperté. Mi ritmo cardiaco estaba tan elevado que podía escuchar a mi
corazón retumbar en toda la habitación. Estaba sola. O eso pensé, pues no había nadie alrededor
de la cama. Entonces escuche el crujido de la puerta del baño; de ahí salía el hombre, Estaba
vestido todo de blanco, Tenia colgado un gafete que decía Damián Cazares. Enfermero. Se quitó la
cofia y apareció aquella calva. Estaba en mi cuarto, dentro del hospital, al lado de mi cama. Supe
que venía por mis órganos. No se ira hasta que se los entregue todos

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