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CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 1
-¿Pero qué estoy haciendo? –se dice, mirándose en el espejo del cuarto de baño-. ¿Acaso he
perdido la cabeza?
Martín se contempla: tiene el pelo despeinado y está en pijama.
-¿Pero qué estoy haciendo? –se vuelve a decir-. Hoy es mi primer día de colegio… ¡Uno de
los días más importantes de mi vida! ¿Y qué es lo que hago? ¡Quedarme solo en casa y jugar con
mis juguetes! ¡Es lo mismo que llevo haciendo todo el verano! ¡Y ya estoy harto de jugar! ¡
Martín comienza a asearse.
Se lava la cara, se enjabona bien las manos y se viste.
Escoge unos pantalones vaqueros y una camisa de manga corta con dibujos de robots.
Mientras se viste, Martín se siente mucho mejor, más animado.
Sabe que está haciendo lo correcto.
Sabe que el colegio no puede ser algo tan malo ni tan aburrido como quedarse toda su vida
encerrado en su habitación.
-¡Me voy! -dice, echándose su mochila a la espalda-. ¡Me voy a la escuela!
Con determinación, baja las escaleras a la planta baja y sale a la calle.
Allí afuera, el sol brilla, resplandeciente, en lo alto de un cielo sin nubes. Martín siente el
calor acariciar su piel.
Y se siente bien.
No sabe dónde está el colegio, pero lo va a encontrar.
El año pasado finalizó sus estudios de Educación Infantil en una escuela unitaria, pero ahora
iría a un colegio. A un centro mucho más grande y con muchos más niños.
Todo aquello le emociona y, al mismo tiempo, le da un poco de miedo.
Martín comienza a andar calle abajo y, a punto estuvo de dar media vuelta y encerrarse en su
habitación. Pero rápidamente recordó la soledad que allí le rodeaba y el completo aburrimiento
que ni tan siquiera su videoconsola ni mejores juguetes lograron disipar.
-¡Tengo que ir al colegio! –se dice, hablando en voz alta-. Antes o después, he de ir. No puedo
pasarme toda mi vida escondido en mi cuarto… ¡Tengo que ir al cole! ¡Tengo que hacer amigos!
¡Y tengo que aprender cosas nuevas!
Mientras Martín camina por la calle, la gente con la que se cruza lo saluda, extrañado.
Sin duda, todo el mundo piensa qué es lo que hace ese niño que no está en el colegio.
Y lo peor de todo es que Martín no sabe ni hacia dónde se dirige.
Se lamenta por no haberse levantado aquella mañana. Por haberse portado tan mal con su
madre, por no haberse ido en el coche con ella.
Martín camina durante un minuto más y es entonces cuando se cruza con dos policías.
-Hola, chico –lo saludan-. ¿Te has perdido? ¿A dónde vas?
-Voy al colegio –contesta con determinación-. Al principio no quería ir pero ahora ya sí.
¡Quiero ir a la escuela!
Los policías se miran un tanto extrañados.
-¿Y sabes el nombre de tu colegio?
-Creo que se llama…Miguel Delfines… o algo así.
-¡Ya sé cuál es! –responde uno de los agentes-. Es el Colegio Miguel Delibes, ¿no?
-¡Ese! –dice Martín.
Jamás imaginó que escuchar el nombre de su colegio le causaría tanto alivio.
-¿Y sabes llegar a tu cole? –le pregunta el otro policía.
Martín niega con la cabeza. La verdad es que no tiene ni idea de dónde está.
-Bueno, chico, ven con nosotros –le dije uno de los agentes, tendiéndole la mano-. Nosotros te
llevamos. Está un poco lejos, así que iremos en coche.
Martín comienza a dar saltos.
Montarse en un coche de policía era uno de sus sueños… ¡Y va a hacerse realidad!
-¿Y podré tocar la sirena? –le pregunta Martín, caminando entre los dos policías-. ¿Me
dejaréis usar vuestras pistolas?
Uno de los agentes comienza a reír.
-No chico –le dice, sin ocultar su sonrisa-. No podemos dejarte nuestras armas… y la sirena es
solo para emergencias. No podemos usarla así como así.
Martín agacha la cabeza. Tenía la esperanza de hacer sonar la sirena… aunque solo fuera un
poco.
-Pero no te preocupes –le dijo el otro agente, percatándose de su súbita tristeza-. En el coche
tenemos una gorra de policía.
-¿Y me la puedo poner? –pregunta Martín, esperanzado.
-¡Claro que sí! –le responde el agente.
CAPÍTULO 6
Aunque Martín no sabe leer, imagina que en ese cartel está escrito el nombre del colegio.
-¡Ya hemos llegado, chico! –le avisa el policía.
Aparcan el coche frente a la puerta principal y se bajan. Los agentes acompañan a Martín
hasta la entrada, llaman al telefonillo y esperan a que les abran.
Martín asiste al espectáculo asombrado. Nunca antes ha visto un colegio tan grande. Es tan
grande que parece un castillo.
Pero lo mejor es el interior.
Cuando la puerta se abre y acompaña a los agentes, comprueba la infinidad de dibujos y
carteles que hay colgados. Todos los pasillos están decorados con dibujos de niños. Se escuchan
las voces de un millar de niños, se escuchan risas y las explicaciones de algún maestro.
Martín sigue a los policías hasta el despacho del director y, mientras camina, echa un vistazo
al interior de las clases.
A todos los niños se les ve felices. Ninguno está tan aburrido como él lo había estado
encerrado en su habitación.
-Buenos días –se presentan los agentes, entrando a la Dirección-, hemos encontrado a este
niño en la calle. Estaba un poco desorientado, así que lo hemos traído.
La directora del colegio era una mujer bajita y un tanto regordeta. Tenía el pelo corto y muy
rizado.
-¿Puede comprobar si este niño está escolarizado aquí? –le pide uno de los agentes.
La mujer se sienta frente a un ordenador y teclea el nombre completo de Martín.
-Sí… sí… -afirma la directora-. Martín está en la clase de 1.º A… Hoy es su primer día de
colegio.
Los policías se despiden de Martín, deseándole mucha suerte en su primer día.
Martín está nervioso. La directora es amable y, mientras lo guía hasta su nueva clase, le habla
de la suerte que ha tenido. Al parecer, su maestra se llama Paula y es una súper maestra. La
directora le cuenta que es muy divertida y que con ella va a aprender un montón.
Así, llegan a su clase.
La directora llama a la puerta y la abre.
De repente, Martín se encuentra a su lado. Todos los niños lo miran con atención.
-Os presento a vuestro compañero Martín –dice la directora.
Paula enmarca una increíble sonrisa y le tiende su mano. Martín la acepta y la directora se
despide de la clase.
Paula le enseña una mesa vacía en segunda fila.
-Mira, siéntate aquí –le indica.
Las mesas están dispuestas en filas y en parejas. A su lado hay un niño con el pelo medio
anaranjado.
CAPÍTULO 7
Pero lo mejor es el recreo. El patio del colegio es más grande que un campo de fútbol.
Y hay niños de todas las edades. Y todos juegan con todos.
Martín no tiene ninguna dificultad para hacer nuevos amigos.
Se sienta en un banco a almorzar y habla con todos los niños, luego va a jugar al fútbol con
los chicos de otras clases, luego juegan a policías y ladrones, persiguiéndose y corriendo por
todo el patio… Y por si fuera poco, luego juegan al baloncesto, pues el patio de su escuela tiene,
ni nada más ni nada menos, que CUATRO canastas de baloncesto.
Luego suena la sirena, indicando el final del patio, y todos los niños se ponen en filan.
Martín sonríe.
Está siendo un gran día.
CAPÍTULO 9
Cuando sale del colegio, su madre está esperándolo en puerta, junto a muchos otros padres.
Martín corre y se arroja a sus brazos.
-¡Al final has venido! –le dice, dándole un beso en la coronilla-. Me han llamado del colegio
para avisarme de que estabas aquí.
Martín asiente.
-Me lo he pasado genial, mamá –se sincera-. Siento haberme comportado así esta mañana.
Leticia le da otro beso, esta vez en la frente.
-El colegio es muy chulo…
Leticia y Martín comienzan a andar camino de vuelta a casa.
-¡Cuéntame todo lo que has hecho! –le pide su madre.
-He cantado una canción… Y he hecho un dibujo… Y tocado un instrumento de música… Y
he hecho amigos nuevos… Y también he jugado al fútbol… Y…
FIN
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