ARQUITECTO (UNLP) Y DOCTOR EN HISTORIA (UBA). ACTUALMENTE ES DOCENTE INVESTIGADOR DE LA FAU UNLP E INVESTIGADOR DEL CONICET. HA PUBLICADO DIVERSOS ARTÍCULOS Y LIBROS DE HISTORIA DE LA ARQUITECTURA Y LA
CIUDAD REFERIDOS SOBRE TODO A LA PRIMERA MITAD DEL
SIGLO XIX, ASÍ COMO ALGUNAS CONTRIBUCIONES
RELACIONADAS CON LA HISTORIA DEL PAISAJE Y EL
TERRITORIO. ENTRE SUS TRABAJOS SE DESTACAN LA
DIRECCIÓN (JUNTO A JORGE LIERNUR) DEL DICCIONARIO HISTÓRICO DE ARQUITECTURA EN LA ARGENTINA (2004) Y LOS LIBROS EL PAISAJE COMO CIFRA DE ARMONÍA (EN COLABORACIÓN CON GRACIELA SILVESTRI), EN 2001 Y LA CIUDAD REGULAR. ARQUITECTURA, PROGRAMAS, E INSTITUCIONES EN EL BUENOS AIRES POSREVOLUCIONARIO, 1821-1835, EN 2006.
EL CRECIMIENTO DE LOS SERVICIOS Y LA INFRAESTRUCTURA, CONSECUENCIA DEL
ACELERADO PROCESO DE TRANSFORMACIÓN DE LA CIUDAD A FINES DEL SIGLO
XIX, VA CONSTRUYENDO UN NUEVO PAISAJE URBANO QUE SE REFLEJAN EN LAS
IMÁGENES DE LA COLECCIÓN WITCOMB.
I
Crédito: AGN
Texto Introducción. Acompaña imagen de apertura
AGN
Fábrica de gas del Retiro
Podemos definir a la infraestructura y los servicios como un
vasto conjunto de actividades que incluyen las desarrolladas en hospitales, cementerios públicos, mercados, mataderos, cárceles, estaciones de ferrocarril, muelles, depósitos, como también esos edificios. A ellos se suman las redes de servicios que abarcan desde sedes burocráticas a depósitos de fluidos o fuentes de energía, el tendido de las redes, los recintos donde se fabrican u organizan distintas actividades y los nexos que los relacionan entre sí y con otros artefactos urbanos como puentes, viaductos, torres, etc. Toda esta serie de elementos, conjugados en el espacio, construyen un nuevo paisaje urbano que transforma notoriamente la ciudad: se introducen casi sin permiso en ella, superponiéndose con otras actividades, la horadan y le imponen su nueva impronta estética. Debemos considerar, sin embargo, que Buenos Aires, a diferencia de lo sucedido en otras latitudes, tuvo una escasa cantidad de servicios e infraestructura hasta mediados de siglo XIX. Si bien existían actividades de este género organizadas,
como los hospitales y las áreas de mataderos, y hubo
inquietudes e importantes proyectos previos –recordemos los diversos planes para dotar de puerto a la ciudad–, los servicios e infraestructuras se incorporaron masivamente recién después de la década de 1850, y su construcción se aceleró después de la epidemia de fiebre amarilla de 1871. Los servicios no solo nacieron de políticas de salubridad urbana necesarias para erradicar las constantes epidemias, sino también de la reorganización del espacio urbano y el control del Estado sobre áreas que antes pertenecían al ámbito de lo privado o eran semipúblicas, como los mataderos o los cementerios. Por otro lado, las redes de infraestructura como las de gas, el agua corriente, las cloacas y la electricidad significaron un profundo cambio en los modos de vida, ya que incorporaron un mayor confort a las viviendas otorgando a la cocina y el baño un rol central en la evolución del hábitat doméstico. I
AGN
Vista de la Plaza de Carretas, frente a la estación de ferrocarriles Once de
Septiembre (se trata de la actual Plaza Miserere o Plaza Once).
Durante la década de 1820 Rivadavia impulsó una serie de
medidas urbanas que perduraron largamente en la ciudad. Una de ellas fue la creación de plazas de abasto en áreas por entonces suburbanas: Constitución, al sur, Recoleta, al norte, y Miserere, al oeste.
Estas plazas servían como mercados concentradores donde
arribaban los productos provenientes de la campaña y de las provincias del interior. De allí en más, las mercaderías debían abandonar las pesadas carretas y transportarse en carros más livianos hacia los comercios, plazas de mercado o barracas en el área portuaria, si se trataba de productos de exportación. Entre todas las plazas, Miserere –la actual plaza Once de Septiembre– adquirió rápidamente una importancia considerable, y se puede decir que fue el punto de atracción central en la expansión de la ciudad hacia el oeste. La foto nos muestra en primer plano las antiguas carretas estacionadas en la amplia plaza seca. Estos primitivos artefactos eran construidos por lo general en Tucumán utilizando madera y cuero, y se movilizaban arrastrados por varias yuntas de bueyes. Como contraste, en el fondo de la escena aparece la estación del ferrocarril, que comenzará prontamente a reemplazar a las carretas como medio de transporte. Si nos acercamos aún más, vemos los nuevos galpones que debían alojar este revolucionario sistema que se expandirá rápidamente, acelerando el intercambio de mercaderías durante el proceso de desarrollo y crecimiento de la economía que se inicia justamente en la época en que fue tomada esta imagen.
II
AGN
Puente sobre el Riachuelo del Ferrocarril a la Ensenada. Fotografía de
Christiano Junior. El tendido de redes de infraestructura generó cambios importantes en el paisaje urbano y rural. Esta imagen, tomada por Christiano Junior, nos muestra un moderno puente de hierro que cruzaba el Riachuelo, construido mediante el empleo de vigas reticuladas. El puente pertenecía al Ferrocarril a la Ensenada, que comunicaba a Buenos Aires con el área de saladeros, que habían sido ubicados allí luego de la epidemia de fiebre amarilla de 1871. Es interesante notar las características del artefacto que, si bien puede parecernos bello hoy, carece del ornamento con el que generalmente se decoraban estas obras durante el siglo XIX. Esta ausencia de decoración posiblemente se deba a que el puente está en una zona periférica y, por lo tanto, no se consideraba necesario presentarlo como un objeto artísticamente apreciable: las estructuras de hierro recién comenzarán a ser consideradas como un hecho artístico a comienzos del siglo XX. Como contraste, frente a la nueva tecnología se observa una antigua nave a vela, amarrada en las cercanías. Más allá de esta marca que deja la infraestructura, el paisaje ribereño aparece todavía desprovisto de las instalaciones industriales que lo caracterizarán años después. III
AGN
Hotel de Inmigrantes y barcos y carretas de desembarco, en el puerto de
Buenos Aires.
Fotografía del antiguo Hotel de Inmigrantes ubicado en Retiro,
un curioso edificio que había servido originalmente como rotonda de panoramas. El espectáculo del panorama fue uno de los antecedentes del cine: se trataba de una tela de grandes proporciones ubicada en el interior de un edificio circular, que retrataba escenas históricas, paisajes o grandes batallas y que el público podía admirar desde el punto central en un despliegue visual de 360º, que permitía observar al mismo tiempo la totalidad y los detalles particulares de la escena. Los panoramas se instalaban muchas veces en edificios prefabricados o desmontables, para posibilitar su eventual traslado. Esta precaria estructura construida con madera y chapas de zinc, que había sido usada para ese fin, fue rearmada en el área portuaria en las últimas décadas del siglo XIX para que sirviera de hotel para inmigrantes, en reemplazo de otras sedes provisorias que la institucion había tenido en la ciudad. Su función era albergar a los inmigrantes recién llegados mientras esperaban para ser traslados a otros sitios o buscaban alojamiento y trabajo. La imagen muestra no solo el hotel sino el proceso total del desembarco: en primer plano pueden verse algunas de las pequeñas balandras y los carros que servían para realizar el incómodo desembarco en una ciudad que todavía no tenía puerto.
IV
AGN
Los primeros barcos atracados en las dársenas recién inauguradas de Puerto
Madero. Al fondo, a la derecha, se divisa el edificio de la Aduana Vieja. La fotografía nos muestra el Puerto Madero recién inaugurado. Construido entre 1882 y 1898, fue la solución elegida para dotar a Buenos Aires de un puerto, a partir del proyecto elaborado por el comerciante Eduardo Madero (de allí su nombre) y materializado por Hawkshaw, Son & Hayter de Londres, uno de los más importantes estudios de ingeniería a nivel mundial. El planteo debía resolver un problema técnico de gran envergadura: la constante sedimentación de la ribera occidental del Río de la Plata, que había desvelado a muchos técnicos y había llevado a la confección de muchas alternativas, que finalmente no fueron realizadas. Para ello debió ejecutarse una obra de relleno, excavación y movimiento de tierra sin precedentes. Este gran proyecto de infraestructura tuvo una consecuencia urbanística: alejó el centro histórico de la ciudad del río.
Si bien se pensó como una solución definitiva, el sistema de
docks con exclusas y puentes giratorios de carácter cerrado comenzó a ser deficitario a los pocos años, ya que el tonelaje de los barcos continuó aumentando y este tipo de estructura, poco flexible a los cambios, no podía albergar los modernos transatlánticos de mediados del siglo XX. En la imagen no se distinguen todavía los clásicos depósitos de ladrillo rojo que caracterizan al sector (hoy convertido en un barrio residencial para un público de alto poder adquisitivo, luego de su desactivación como puerto de ultramar en 1990). V
AGN
Antiguo Hospital Italiano, ubicado en Caseros esquina Bolívar, en el año
1877, según los datos de la foto.
A principios del siglo XIX los hospitales que funcionaban en la
ciudad eran considerados lugares de contención social y religiosa, y sitios para el “buen morir” para enfermos de condición humilde, ya que los sectores pertenecientes a las clases más acomodadas recibían atención médica y asistencia espiritual en sus domicilios.
El funcionamiento de los hospitales estaba entonces a cargo de
comunidades religiosas y los médicos no ejercían un completo control sobre la institución. En los años siguientes, los avances de la medicina, el recrudecimiento de las epidemias y los descubrimientos sobre el mundo microbiano hicieron que el hospital empezara a ser considerado un lugar de aislamiento para quienes padecían enfermedades contagiosas y un lugar de curación a partir de procedimientos clínicos sistemáticos, que tenían necesidades arquitectónicas específicas. Así surgió el hospital pabellonal, que permitía aislar a los pacientes por tipo de enfermedad en salas (pabellones) o secciones, para que fueran observados y tratados según su dolencia. Al mismo tiempo que este profundo cambio se llevaba a cabo y se ampliaba la red de hospitales estatales como verdaderas máquinas de curar y ejemplo de moderno servicio urbano, nacían los hospitales de las diversas comunidades extranjeras, como representación de las corrientes inmigratorias. La imagen nos muestra uno de los primeros hospitales de comunidad, el Hospital Italiano, en su ubicación original, en las actuales calles Bolívar y Avda. Caseros. Proyectado dentro de la nueva tradición pabellonal, fue inaugurado en 1872. Aunque no estaba terminado, durante la Guerra de Paraguay (1865-1870) funcionó como hospital de sangre. La severa fachada, inspirada en modelos italianos, nos indica el destino de “arquitectura de servicios” del nuevo hospital. VI
AGN
Fábrica de gas, en Retiro.
La imagen nos muestra la usina de gas construida en la actual
plaza Fuerza Aérea Argentina durante la década de 1850. Las instalaciones, que pertenecían a la Compañía Primitiva de Gas, fundada en 1853, contaban con acceso directo al río y muelles propios. Por entonces el gas se producía a partir de la combustión de carbón en hornos cuyas chimeneas pueden verse en la fotografía. El fluido resultante servía para alimentar los focos del alumbrado público de la ciudad, aunque también llegó a las viviendas particulares. El servicio tuvo éxito rápidamente y ya el 25 de mayo de 1856 pudieron iluminarse la Recova, la Plaza de Mayo, el Cabildo y la Municipalidad. Para 1880 los faroles públicos a gas alcanzaron el número de 1500, pero poco tiempo después se duplicaron. El edificio, como tantas fábricas de entonces, se dividía en dos sectores: la parte administrativa estaba construida sobre el lado principal (que mira hacia la actual Plaza San Martín) y lucía una severa arquitectura de carácter italiano con dos pabellones laterales coronados por frontis, mientras que el área técnica, conformada por los hornos de combustión de carbón y una serie de tanques o gasómetros, estaba ubicada frente al río. El contraste entre la nueva tecnología de estructura de hierro y la antigua disposición clásica es notable y anuncia otro tipo de edificios de servicios, también divididos en áreas muy distintas entre sí, como las estaciones de Ferrocarril.
VII
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Tranvías a caballo.
Esta imagen da cuenta de los cambios que la ciudad vive a
mediados del siglo XIX y de la importancia que en ella va adquiriendo la infraestructura. En primer término pueden verse los tranvías a caballo, un medio de transporte que fue principal actor en la expansión de Buenos Aires. Estos vehículos permitieron conectar el centro con las zonas más alejadas y posibilitaron que la periferia se tornara un lugar de residencia para los sectores populares, fenómeno que estuvo en el origen de muchos barrios porteños. En efecto, a la llegada de las vías del tranvía le siguieron los loteos de zonas que antes eran rurales pero que ahora brindaban la posibilidad de construir una casa propia a muchos inmigrantes o criollos que hasta el momento debían alquilar en la zona céntrica de la ciudad pequeños apartamentos o piezas en los numerosos conventillos. Más allá de los tranvías se observa otro factor central en la expansión de la ciudad hacia la zona sur: los puentes sobre el Riachuelo que vinculaban a Barracas con el sector industrial, ya localizado en las actuales Avellaneda y Lanús, núcleos del creciente desarrollo obrero. Puentes, fábricas, chimeneas iban construyendo, lentamente un nuevo paisaje urbano industrial. VIII
AGN
Tanque de agua corriente en plaza Lorea.
La imagen muestra el antiguo tanque de agua que emergía, casi
como un monumento, en la plaza Lorea, hoy extremo oeste de la Plaza de los Dos Congresos. Se trata de una instalación realizada por el ingeniero Coghlan en 1868, e inaugurada al año siguiente. Bombas a vapor impulsaban el agua a través de una red que abarcaba alrededor de 177 cuadras. Las cañerías tenían más de 20 kilómetros de longitud y en su recorrido se instalaron surtidores públicos cada cuatro cuadras. Este depósito era totalmente de hierro fundido y tenía 43 metros de alto. En su parte central la torre era recorrida por una escalera caracol. El sistema era bastante imperfecto y el servicio era superado en horas de máximo consumo.
Es interesante notar que no había previsiones estéticas con
respecto a este artefacto, que debió resultar extraño y feo a la mirada de los porteños. Contrasta con el siguiente proyecto de provisión de agua diseñado por el estudio del ingeniero Bateman, que incluyó la construcción del edificio de depósitos de agua de la avenida Córdoba, que persiste hasta el presente. Este particular edificio ocultaba los tanques de hierro con una fachada ecléctica, ricamente ornamentada con cerámicas vidriadas, como si fuera la de un palacio gubernamental: para las miradas de fin de siglo las duras formas ingenieriles de los nuevos servicios e infraestructuras debían ser suavizadas mediante la apelación a la tradición arquitectónica.
IX
AGN
Antiguo Mercado del Centro.
La fotografía nos permite observar el interior del antiguo
Mercado del Centro, proyectado y construido en 1822 por el arquitecto Próspero Catelin en la manzana que hoy circundan las calles Alsina, Perú, Moreno y Chacabuco, y, en la época, ocupada por los antiguos cuarteles de la Ranchería. A mediados de la década de 1860 fue reformado por Pedro Benoit y demolido a fines del siglo XIX.
Los mercados –y este fue el primero de todos los que existieron
en Buenos Aires– significaron un cambio notable en los modos de comercialización y en general fueron construidos por decisión municipal, aunque existieron muchos creados por la iniciativa privada. La similitud con los cementerios y con otros edificios de servicios es notoria: se trata de un recinto con accesos puntuales y controlados, una serie de islas de puestos en el interior ordenadas regularmente y zonificadas de acuerdo a cada uno de los rubros. A ello se le suma, además, un cuerpo de guardia en el acceso y una oficina de policía sanitaria en el centro de una plaza interior, ordenadora de las circulaciones. Nos encontramos con un espacio diseñado según el credo higienista, donde es importante examinar el estado de los alimentos, la pureza del aire y la limpieza, ya que es considerado como un posible foco productor de enfermedades. Sin embargo, para la época de esta imagen, estas instalaciones han cambiado: la plaza de distribución ha sido convertida en un jardín y los precarios edificios del antiguo cuartel han desaparecido dejando su lugar a construcciones más sólidas. X
AGN
Cementerio de la Recoleta.
Una de las reformas más revolucionarias en material edilicia del
gobierno de Rivadavia fue la prohibición de enterrar a los muertos en las iglesias u cementerios parroquiales (en franca oposición a la tradición religiosa) y el intento de creación simultánea, en 1821, de varias necrópolis públicas que se ubicarían en la periferia de la ciudad. Sin embargo, el proyecto de estos nuevos cementerios que debían suplir a los sepulcros urbanos por razones higiénicas, solo se materializará con la construcción, fuera de la traza y al norte de la ciudad, del Cementerio de la Recoleta. Si bien este proyecto se apoya en las instalaciones religiosas ya existentes en el predio (como la iglesia de los Recoletos), está concebido de una manera totalmente nueva, lo que implicó cambios tanto en los ritos como en el procedimiento legal y administrativo de los enterratorios, en los que el papel de control del Estado asumió gran importancia. De allí que el proyecto se constituya como un servicio público a partir de las tipologías en boga en los países centrales: un recinto rodeado de muros que contiene un espacio abierto ordenado geométricamente, al que puede ingresarse desde un solo acceso central. A este nuevo espacio se le agregan una serie de normas y reglamentos que deben ser cumplidos por usuarios y personal de la institución.
La ubicación del servicio en este antiguo predio implicaba
también razones de economía, ya que la existencia de la iglesia de los Recoletos permitía obviar uno de los gastos más onerosos del programa: la construcción de un templo. Se constituía así una ciudad de los muertos que debía seguir el orden edilicio de la ciudad de los vivos. La idea inicial de las autoridades fue otorgarle un carácter austero, propio de un cementerio republicano, donde solo podían erigirse monumentos importantes a los héroes de la gesta emancipadora. Sin embargo, la realidad demostró que esta ciudad de los muertos se parecía mucho a la ciudad de los vivos, y las tumbas ostentosas suplantaron a la sobria racionalidad inicial. En ese sentido, la foto nos muestra el crecimiento del cementerio y, al mismo tiempo, que ya por entonces no estaba tan alejado de la ciudad, ya que las manzanas edificadas aparecen muy cerca del recinto.