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LA MODERNIZACIÓN EN

BUENOS AIRES
POR FERNANDO ALIATA *

* FERNANDO ALIATA NACIÓ EN LA PLATA EN 1953. ES


ARQUITECTO (UNLP) Y DOCTOR EN HISTORIA (UBA).
ACTUALMENTE ES DOCENTE INVESTIGADOR DE LA FAU UNLP
E INVESTIGADOR DEL CONICET. HA PUBLICADO DIVERSOS
ARTÍCULOS Y LIBROS DE HISTORIA DE LA ARQUITECTURA Y LA

CIUDAD REFERIDOS SOBRE TODO A LA PRIMERA MITAD DEL

SIGLO XIX, ASÍ COMO ALGUNAS CONTRIBUCIONES

RELACIONADAS CON LA HISTORIA DEL PAISAJE Y EL

TERRITORIO. ENTRE SUS TRABAJOS SE DESTACAN LA


DIRECCIÓN (JUNTO A JORGE LIERNUR) DEL DICCIONARIO
HISTÓRICO DE ARQUITECTURA EN LA ARGENTINA (2004) Y
LOS LIBROS EL PAISAJE COMO CIFRA DE ARMONÍA (EN
COLABORACIÓN CON GRACIELA SILVESTRI), EN 2001 Y LA
CIUDAD REGULAR. ARQUITECTURA, PROGRAMAS, E
INSTITUCIONES EN EL BUENOS AIRES POSREVOLUCIONARIO,
1821-1835, EN 2006.

EL CRECIMIENTO DE LOS SERVICIOS Y LA INFRAESTRUCTURA, CONSECUENCIA DEL


ACELERADO PROCESO DE TRANSFORMACIÓN DE LA CIUDAD A FINES DEL SIGLO

XIX, VA CONSTRUYENDO UN NUEVO PAISAJE URBANO QUE SE REFLEJAN EN LAS

IMÁGENES DE LA COLECCIÓN WITCOMB.


I

Crédito: AGN

Texto Introducción. Acompaña imagen de apertura

AGN

Fábrica de gas del Retiro

Podemos definir a la infraestructura y los servicios como un


vasto conjunto de actividades que incluyen las desarrolladas en
hospitales, cementerios públicos, mercados, mataderos,
cárceles, estaciones de ferrocarril, muelles, depósitos, como
también esos edificios. A ellos se suman las redes de servicios
que abarcan desde sedes burocráticas a depósitos de fluidos o
fuentes de energía, el tendido de las redes, los recintos donde se
fabrican u organizan distintas actividades y los nexos que los
relacionan entre sí y con otros artefactos urbanos como
puentes, viaductos, torres, etc. Toda esta serie de elementos,
conjugados en el espacio, construyen un nuevo paisaje urbano
que transforma notoriamente la ciudad: se introducen casi sin
permiso en ella, superponiéndose con otras actividades, la
horadan y le imponen su nueva impronta estética.
Debemos considerar, sin embargo, que Buenos Aires, a
diferencia de lo sucedido en otras latitudes, tuvo una escasa
cantidad de servicios e infraestructura hasta mediados de siglo
XIX. Si bien existían actividades de este género organizadas,

como los hospitales y las áreas de mataderos, y hubo


inquietudes e importantes proyectos previos –recordemos los
diversos planes para dotar de puerto a la ciudad–, los servicios e
infraestructuras se incorporaron masivamente recién después
de la década de 1850, y su construcción se aceleró después de la
epidemia de fiebre amarilla de 1871. Los servicios no solo
nacieron de políticas de salubridad urbana necesarias para
erradicar las constantes epidemias, sino también de la
reorganización del espacio urbano y el control del Estado sobre
áreas que antes pertenecían al ámbito de lo privado o eran
semipúblicas, como los mataderos o los cementerios. Por otro
lado, las redes de infraestructura como las de gas, el agua
corriente, las cloacas y la electricidad significaron un profundo
cambio en los modos de vida, ya que incorporaron un mayor
confort a las viviendas otorgando a la cocina y el baño un rol
central en la evolución del hábitat doméstico.
I

AGN

Vista de la Plaza de Carretas, frente a la estación de ferrocarriles Once de


Septiembre (se trata de la actual Plaza Miserere o Plaza Once).

Durante la década de 1820 Rivadavia impulsó una serie de


medidas urbanas que perduraron largamente en la ciudad. Una
de ellas fue la creación de plazas de abasto en áreas por
entonces suburbanas: Constitución, al sur, Recoleta, al norte, y
Miserere, al oeste.

Estas plazas servían como mercados concentradores donde


arribaban los productos provenientes de la campaña y de las
provincias del interior. De allí en más, las mercaderías debían
abandonar las pesadas carretas y transportarse en carros más
livianos hacia los comercios, plazas de mercado o barracas en el
área portuaria, si se trataba de productos de exportación. Entre
todas las plazas, Miserere –la actual plaza Once de Septiembre–
adquirió rápidamente una importancia considerable, y se puede
decir que fue el punto de atracción central en la expansión de la
ciudad hacia el oeste. La foto nos muestra en primer plano las
antiguas carretas estacionadas en la amplia plaza seca. Estos
primitivos artefactos eran construidos por lo general en
Tucumán utilizando madera y cuero, y se movilizaban
arrastrados por varias yuntas de bueyes. Como contraste, en el
fondo de la escena aparece la estación del ferrocarril, que
comenzará prontamente a reemplazar a las carretas como
medio de transporte. Si nos acercamos aún más, vemos los
nuevos galpones que debían alojar este revolucionario sistema
que se expandirá rápidamente, acelerando el intercambio de
mercaderías durante el proceso de desarrollo y crecimiento de la
economía que se inicia justamente en la época en que fue
tomada esta imagen.

II

AGN

Puente sobre el Riachuelo del Ferrocarril a la Ensenada. Fotografía de


Christiano Junior.
El tendido de redes de infraestructura generó cambios
importantes en el paisaje urbano y rural. Esta imagen, tomada
por Christiano Junior, nos muestra un moderno puente de hierro
que cruzaba el Riachuelo, construido mediante el empleo de
vigas reticuladas. El puente pertenecía al Ferrocarril a la
Ensenada, que comunicaba a Buenos Aires con el área de
saladeros, que habían sido ubicados allí luego de la epidemia de
fiebre amarilla de 1871. Es interesante notar las características
del artefacto que, si bien puede parecernos bello hoy, carece del
ornamento con el que generalmente se decoraban estas obras
durante el siglo XIX. Esta ausencia de decoración posiblemente se
deba a que el puente está en una zona periférica y, por lo tanto,
no se consideraba necesario presentarlo como un objeto
artísticamente apreciable: las estructuras de hierro recién
comenzarán a ser consideradas como un hecho artístico a
comienzos del siglo XX. Como contraste, frente a la nueva
tecnología se observa una antigua nave a vela, amarrada en las
cercanías. Más allá de esta marca que deja la infraestructura, el
paisaje ribereño aparece todavía desprovisto de las instalaciones
industriales que lo caracterizarán años después.
III

AGN

Hotel de Inmigrantes y barcos y carretas de desembarco, en el puerto de


Buenos Aires.

Fotografía del antiguo Hotel de Inmigrantes ubicado en Retiro,


un curioso edificio que había servido originalmente como
rotonda de panoramas. El espectáculo del panorama fue uno de
los antecedentes del cine: se trataba de una tela de grandes
proporciones ubicada en el interior de un edificio circular, que
retrataba escenas históricas, paisajes o grandes batallas y que el
público podía admirar desde el punto central en un despliegue
visual de 360º, que permitía observar al mismo tiempo la
totalidad y los detalles particulares de la escena. Los panoramas
se instalaban muchas veces en edificios prefabricados o
desmontables, para posibilitar su eventual traslado. Esta
precaria estructura construida con madera y chapas de zinc, que
había sido usada para ese fin, fue rearmada en el área portuaria
en las últimas décadas del siglo XIX para que sirviera de hotel
para inmigrantes, en reemplazo de otras sedes provisorias que la
institucion había tenido en la ciudad. Su función era albergar a
los inmigrantes recién llegados mientras esperaban para ser
traslados a otros sitios o buscaban alojamiento y trabajo. La
imagen muestra no solo el hotel sino el proceso total del
desembarco: en primer plano pueden verse algunas de las
pequeñas balandras y los carros que servían para realizar el
incómodo desembarco en una ciudad que todavía no tenía
puerto.

IV

AGN

Los primeros barcos atracados en las dársenas recién inauguradas de Puerto


Madero. Al fondo, a la derecha, se divisa el edificio de la Aduana Vieja.
La fotografía nos muestra el Puerto Madero recién inaugurado.
Construido entre 1882 y 1898, fue la solución elegida para dotar
a Buenos Aires de un puerto, a partir del proyecto elaborado por
el comerciante Eduardo Madero (de allí su nombre) y
materializado por Hawkshaw, Son & Hayter de Londres, uno de
los más importantes estudios de ingeniería a nivel mundial. El
planteo debía resolver un problema técnico de gran
envergadura: la constante sedimentación de la ribera occidental
del Río de la Plata, que había desvelado a muchos técnicos y
había llevado a la confección de muchas alternativas, que
finalmente no fueron realizadas. Para ello debió ejecutarse una
obra de relleno, excavación y movimiento de tierra sin
precedentes. Este gran proyecto de infraestructura tuvo una
consecuencia urbanística: alejó el centro histórico de la ciudad
del río.

Si bien se pensó como una solución definitiva, el sistema de


docks con exclusas y puentes giratorios de carácter cerrado
comenzó a ser deficitario a los pocos años, ya que el tonelaje de
los barcos continuó aumentando y este tipo de estructura, poco
flexible a los cambios, no podía albergar los modernos
transatlánticos de mediados del siglo XX. En la imagen no se
distinguen todavía los clásicos depósitos de ladrillo rojo que
caracterizan al sector (hoy convertido en un barrio residencial
para un público de alto poder adquisitivo, luego de su
desactivación como puerto de ultramar en 1990).
V

AGN

Antiguo Hospital Italiano, ubicado en Caseros esquina Bolívar, en el año


1877, según los datos de la foto.

A principios del siglo XIX los hospitales que funcionaban en la


ciudad eran considerados lugares de contención social y
religiosa, y sitios para el “buen morir” para enfermos de
condición humilde, ya que los sectores pertenecientes a las
clases más acomodadas recibían atención médica y asistencia
espiritual en sus domicilios.

El funcionamiento de los hospitales estaba entonces a cargo de


comunidades religiosas y los médicos no ejercían un completo
control sobre la institución. En los años siguientes, los avances
de la medicina, el recrudecimiento de las epidemias y los
descubrimientos sobre el mundo microbiano hicieron que el
hospital empezara a ser considerado un lugar de aislamiento
para quienes padecían enfermedades contagiosas y un lugar de
curación a partir de procedimientos clínicos sistemáticos, que
tenían necesidades arquitectónicas específicas. Así surgió el
hospital pabellonal, que permitía aislar a los pacientes por tipo
de enfermedad en salas (pabellones) o secciones, para que
fueran observados y tratados según su dolencia. Al mismo
tiempo que este profundo cambio se llevaba a cabo y se
ampliaba la red de hospitales estatales como verdaderas
máquinas de curar y ejemplo de moderno servicio urbano,
nacían los hospitales de las diversas comunidades extranjeras,
como representación de las corrientes inmigratorias. La imagen
nos muestra uno de los primeros hospitales de comunidad, el
Hospital Italiano, en su ubicación original, en las actuales calles
Bolívar y Avda. Caseros. Proyectado dentro de la nueva tradición
pabellonal, fue inaugurado en 1872. Aunque no estaba
terminado, durante la Guerra de Paraguay (1865-1870) funcionó
como hospital de sangre. La severa fachada, inspirada en
modelos italianos, nos indica el destino de “arquitectura de
servicios” del nuevo hospital.
VI

AGN

Fábrica de gas, en Retiro.

La imagen nos muestra la usina de gas construida en la actual


plaza Fuerza Aérea Argentina durante la década de 1850. Las
instalaciones, que pertenecían a la Compañía Primitiva de Gas,
fundada en 1853, contaban con acceso directo al río y muelles
propios. Por entonces el gas se producía a partir de la
combustión de carbón en hornos cuyas chimeneas pueden verse
en la fotografía. El fluido resultante servía para alimentar los
focos del alumbrado público de la ciudad, aunque también llegó
a las viviendas particulares. El servicio tuvo éxito rápidamente y
ya el 25 de mayo de 1856 pudieron iluminarse la Recova, la Plaza
de Mayo, el Cabildo y la Municipalidad. Para 1880 los faroles
públicos a gas alcanzaron el número de 1500, pero poco tiempo
después se duplicaron.
El edificio, como tantas fábricas de entonces, se dividía en dos
sectores: la parte administrativa estaba construida sobre el lado
principal (que mira hacia la actual Plaza San Martín) y lucía una
severa arquitectura de carácter italiano con dos pabellones
laterales coronados por frontis, mientras que el área técnica,
conformada por los hornos de combustión de carbón y una serie
de tanques o gasómetros, estaba ubicada frente al río. El
contraste entre la nueva tecnología de estructura de hierro y la
antigua disposición clásica es notable y anuncia otro tipo de
edificios de servicios, también divididos en áreas muy distintas
entre sí, como las estaciones de Ferrocarril.

VII

AGN

Tranvías a caballo.

Esta imagen da cuenta de los cambios que la ciudad vive a


mediados del siglo XIX y de la importancia que en ella va
adquiriendo la infraestructura. En primer término pueden verse
los tranvías a caballo, un medio de transporte que fue principal
actor en la expansión de Buenos Aires. Estos vehículos
permitieron conectar el centro con las zonas más alejadas y
posibilitaron que la periferia se tornara un lugar de residencia
para los sectores populares, fenómeno que estuvo en el origen
de muchos barrios porteños. En efecto, a la llegada de las vías
del tranvía le siguieron los loteos de zonas que antes eran
rurales pero que ahora brindaban la posibilidad de construir una
casa propia a muchos inmigrantes o criollos que hasta el
momento debían alquilar en la zona céntrica de la ciudad
pequeños apartamentos o piezas en los numerosos conventillos.
Más allá de los tranvías se observa otro factor central en la
expansión de la ciudad hacia la zona sur: los puentes sobre el
Riachuelo que vinculaban a Barracas con el sector industrial, ya
localizado en las actuales Avellaneda y Lanús, núcleos del
creciente desarrollo obrero. Puentes, fábricas, chimeneas iban
construyendo, lentamente un nuevo paisaje urbano industrial.
VIII

AGN

Tanque de agua corriente en plaza Lorea.

La imagen muestra el antiguo tanque de agua que emergía, casi


como un monumento, en la plaza Lorea, hoy extremo oeste de la
Plaza de los Dos Congresos. Se trata de una instalación realizada
por el ingeniero Coghlan en 1868, e inaugurada al año siguiente.
Bombas a vapor impulsaban el agua a través de una red que
abarcaba alrededor de 177 cuadras. Las cañerías tenían más de
20 kilómetros de longitud y en su recorrido se instalaron
surtidores públicos cada cuatro cuadras. Este depósito era
totalmente de hierro fundido y tenía 43 metros de alto. En su
parte central la torre era recorrida por una escalera caracol. El
sistema era bastante imperfecto y el servicio era superado en
horas de máximo consumo.

Es interesante notar que no había previsiones estéticas con


respecto a este artefacto, que debió resultar extraño y feo a la
mirada de los porteños. Contrasta con el siguiente proyecto de
provisión de agua diseñado por el estudio del ingeniero
Bateman, que incluyó la construcción del edificio de depósitos
de agua de la avenida Córdoba, que persiste hasta el presente.
Este particular edificio ocultaba los tanques de hierro con una
fachada ecléctica, ricamente ornamentada con cerámicas
vidriadas, como si fuera la de un palacio gubernamental: para las
miradas de fin de siglo las duras formas ingenieriles de los
nuevos servicios e infraestructuras debían ser suavizadas
mediante la apelación a la tradición arquitectónica.

IX

AGN

Antiguo Mercado del Centro.

La fotografía nos permite observar el interior del antiguo


Mercado del Centro, proyectado y construido en 1822 por el
arquitecto Próspero Catelin en la manzana que hoy circundan las
calles Alsina, Perú, Moreno y Chacabuco, y, en la época, ocupada
por los antiguos cuarteles de la Ranchería. A mediados de la
década de 1860 fue reformado por Pedro Benoit y demolido a
fines del siglo XIX.

Los mercados –y este fue el primero de todos los que existieron


en Buenos Aires– significaron un cambio notable en los modos
de comercialización y en general fueron construidos por decisión
municipal, aunque existieron muchos creados por la iniciativa
privada. La similitud con los cementerios y con otros edificios de
servicios es notoria: se trata de un recinto con accesos puntuales
y controlados, una serie de islas de puestos en el interior
ordenadas regularmente y zonificadas de acuerdo a cada uno de
los rubros. A ello se le suma, además, un cuerpo de guardia en el
acceso y una oficina de policía sanitaria en el centro de una plaza
interior, ordenadora de las circulaciones. Nos encontramos con
un espacio diseñado según el credo higienista, donde es
importante examinar el estado de los alimentos, la pureza del
aire y la limpieza, ya que es considerado como un posible foco
productor de enfermedades. Sin embargo, para la época de esta
imagen, estas instalaciones han cambiado: la plaza de
distribución ha sido convertida en un jardín y los precarios
edificios del antiguo cuartel han desaparecido dejando su lugar a
construcciones más sólidas.
X

AGN

Cementerio de la Recoleta.

Una de las reformas más revolucionarias en material edilicia del


gobierno de Rivadavia fue la prohibición de enterrar a los
muertos en las iglesias u cementerios parroquiales (en franca
oposición a la tradición religiosa) y el intento de creación
simultánea, en 1821, de varias necrópolis públicas que se
ubicarían en la periferia de la ciudad. Sin embargo, el proyecto
de estos nuevos cementerios que debían suplir a los sepulcros
urbanos por razones higiénicas, solo se materializará con la
construcción, fuera de la traza y al norte de la ciudad, del
Cementerio de la Recoleta. Si bien este proyecto se apoya en las
instalaciones religiosas ya existentes en el predio (como la iglesia
de los Recoletos), está concebido de una manera totalmente
nueva, lo que implicó cambios tanto en los ritos como en el
procedimiento legal y administrativo de los enterratorios, en los
que el papel de control del Estado asumió gran importancia. De
allí que el proyecto se constituya como un servicio público a
partir de las tipologías en boga en los países centrales: un
recinto rodeado de muros que contiene un espacio abierto
ordenado geométricamente, al que puede ingresarse desde un
solo acceso central. A este nuevo espacio se le agregan una serie
de normas y reglamentos que deben ser cumplidos por usuarios
y personal de la institución.

La ubicación del servicio en este antiguo predio implicaba


también razones de economía, ya que la existencia de la iglesia
de los Recoletos permitía obviar uno de los gastos más onerosos
del programa: la construcción de un templo. Se constituía así
una ciudad de los muertos que debía seguir el orden edilicio de
la ciudad de los vivos. La idea inicial de las autoridades fue
otorgarle un carácter austero, propio de un cementerio
republicano, donde solo podían erigirse monumentos
importantes a los héroes de la gesta emancipadora. Sin
embargo, la realidad demostró que esta ciudad de los muertos
se parecía mucho a la ciudad de los vivos, y las tumbas
ostentosas suplantaron a la sobria racionalidad inicial. En ese
sentido, la foto nos muestra el crecimiento del cementerio y, al
mismo tiempo, que ya por entonces no estaba tan alejado de la
ciudad, ya que las manzanas edificadas aparecen muy cerca del
recinto.

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