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INTRODUCCIÓN
A lo largo del siglo XIX, último del periodo colonial, la sociedad cubana va a cambiar de una manera
radical, impulsada por una oligarquía criolla emergente –que a su poder económico quiere igualmente sumar el
poder político independiente, de la misma manera que ya había ocurrido con la casi totalidad de colonias de
América Latina-, modernizando los medios de producción con la incorporación de la maquinaria y los nuevos medios
de transporte –el ferrocarril se instalará en Cuba antes que en España 1- y asumiendo que, igual que otros países de
referencia, el concepto de ciudad ha de adaptarse a este proceso de cambio.
Será Miguel Tacón, Capitán General entre 1834 y 1838, el que impulse algunas reformas urbanas de corte
haussmanniano en La Habana2, al amparo del pensamiento higienista imperante, con en el trazado de nuevas
estructuras urbanas acordes con los modelos que se están desarrollando en las grandes ciudades españolas. En
ellas, además de incorporar las claves de la ciudad ilustrada, impondrá estrategias de carácter militar, fomentando la
implantación de infraestructuras urbanas, especialmente la pavimentación e iluminación de calles 3, construyendo
obras como el teatro de Tacón, el mercado de Cristina, la plaza del Vapor, la pescadería y el matadero. El eje de
Carlos III como prolongación de la calzada de la Reina con la fortaleza del Príncipe como telón de fondo es fiel
ejemplo del objetivo militar de fácil acceso para el control de la población 4, lo cual no menoscaba en absoluto su
valor desde el punto de vista de la cualidad urbana resultante.
De esta manera, la ciudad histórica irá perdiendo su hegemonía en favor de nuevos sectores urbanos. Al
primer ensanche de Centro Habana y a la consolidación de El Cerro como lugar emergente desde principio del siglo
XIX por su proximidad a las haciendas azucareras construyendo las casas-finca, seguirán los nuevos repartos del
Carmelo en 1959 y el Vedado en 1960, donde los modelos de ciudad jardín se irán imponiendo, mutando la calle
corredor con alineación a vial por una relación espacial más compleja donde la naturaleza va a ir penetrando no sólo
en los parterres lineales de los amplios acerados, sino incluso en las parcelas, retranqueando la edificación y
obligando a la construcción de portales delanteros para dilatar aún más la secuencia espacial 5.
La puesta en carga de este conjunto de barrios de ensanche –la burguesía siempre hacia el oeste
siguiendo la línea de costa, mientras las clases obreras se asientan hacia el sur, próximos a los lugares de
producción-, va a ser posible gracias al transporte público. El tranvía a sangre funcionó desde 1859 por la línea de
costa entrando por la calle de la Línea en Vedado hasta el Carmelo, siendo sustituido después por la maquinita y, a
partir de 1901, por el tranvía eléctrico. Este tranvía, símbolo de modernidad, permitirá el traslado de la población de
unos lugares a otros de la ciudad, generalmente con una estructura radial donde el centro sigue teniendo la primacía
de articulador en los procesos de crecimiento urbano 6.
1
un nuevo centro urbano, donde todas las aspiraciones de la nueva sociedad burguesa van a encontrar su lugar:
poder, representación, comercio, producción, transporte y ocio irán ubicándose en esa corona espacial que se
convertirá en una escenografía urbana de escala monumental, que tendrá su mayor impulso y desarrollo durante la
joven República que, tras el gobierno interventor norteamericano y su atenta vigilancia apoyada en la enmienda
Platt10, seguirá a la independencia de España tras la guerra de 1898 11.
El Paseo del Prado había sido un primer germen extramuros del siglo XVIII, donde desarrollar el paseo
como nueva actividad urbana, que se irá arropando con una estructura incipiente de edificaciones que irán
respondiendo a una trama reticular que se convertirá más tarde en el municipio de Centro Habana, manteniendo la
banda de respeto en torno a las murallas, dando lugar a la consolidación de un centro de representación de la
República que, tras el gobierno interventor norteamericano, sucederá a la etapa colonial.
2
un sistema de espacios libres mucho más complejo, en el que el Parque Central aparece claramente delimitado al
eliminar una banda de manzanas, enfatizando así este espacio como nueva puerta a la Habana Vieja. En todos
estos planos la Estación de Villanueva está todavía en el espacio que se destinaría posteriormente a Capitolio
Nacional, cuando ésta se traslade al Arsenal, abriendo la vía de comunicación hasta enlazar con el sistema viario
que bordeaba la bahía en la Habana Vieja. También está el teatro de Tacón, que sería posteriormente asumido por
el Centro Gallego.
La Comisión nombrada por el Gobernador Domingo Dulce y Garay optó por este plano frente al del Cuerpo
de Ingenieros de Cuba, estableciendo algunas modificaciones entre las que destacaban el que las calles nuevas
tuviesen 15 metros de ancho y que las nuevas edificaciones no tuvieran menos de 12 metros de frente 12. Este
ámbito desde el Castillo de la Punta al Arsenal, que tenía 26 hectáreas de superficie 13, se concibió como un área
monumental en la ciudad, aplicando las Ordenanzas de Construcción de 1861 en lo que respecta a la creación de
portales corridos con arcadas y columnatas , unas Ordenanzas que se prolongarían por el sistema de Calzadas de
La Habana y que darían lugar al célebre libro de Alejo Carpentier La Ciudad de las Columnas14.
Es una pena que, al trasladarse la Estación de Villanueva al Arsenal, construyéndose la actual Terminal de
Ferrocarriles en 1912, no se hubiese aprovechado para darle continuidad al Paseo del Prado hasta la avenida de los
Muelles, en el borde la bahía, construyendo así un ring completo en torno a la Habana Vieja dándole salida visual en
ambos extremos a la bahía, que quedó mutado de esta forma en un semiring, con la parcelación que sustituyó al
Arsenal como telón de fondo, convirtiéndose el Parque de la Fraternidad en remate de un elemento urbano de una
cualidad excepcional. A cambio, se consiguió mantener un lienzo importante de la muralla en su tramo sur,
incluyendo una de las puertas, como vestigio de la potencia que llegó a tener este arco defensivo de la ciudad.
En este sector, a lo largo del siglo XIX se irán insertando nuevos usos, como la estación de ferrocarril de
Villanueva que en 1837 sustituyó al Jardín Botánico, el teatro y el mercado de Tacón inaugurados en 1838 durante
su mandato, el circo teatro Jané construido en 1881, los teatros Irijoa en1884 y Albizu en 1870, los hoteles Telégrafo
e Inglaterra entre 1856 y 1891, la primera fase de la manzana de Gómez en 1894, fábricas de tabacos como la de
Calixto López en 1886 o palacios como los de la Marquesa de Villalba en 1879, el de Balaguer en 1873 y la quinta
de Balboa, junto al Egido15.
3
Vieja, a la vez que construir un viario acorde con las necesidades del puerto de unos accesos que no dependieran
de las calles estrechas de la ciudad histórica.
Tras la Guerrita de Agosto de 1906 y la segunda Intervención norteamericana, el liberal José Miguel
Gómez tomará las riendas del país en enero de 1909, desarrollando algunas estrategias que se habían planteado
durante el mandato del Gobernador Magoon, como el alcantarillado y la pavimentación de calles.
Sin embargo, es en este momento cuando se piensa que la posición de la Estación de Villanueva impide el
desarrollo urbanístico en este sector crucial para la ciudad, planteándose su traslado al Arsenal. De Igual forma, la
República necesitaba un nuevo marco de representación, distinto al heredado de la Colonia, pensando en la
construcción de un nuevo Palacio Presidencial, pues en ese momento el Presidente residía en el Palacio de los
Capitanes Generales, en la Plaza de Armas.
Estas dos iniciativas, enlazadas, formarán parte de la decisión más importante en el sector de las murallas
a lo largo de estas décadas. De hecho, el 10 de julio de 1910 se establece el canje de los terrenos del Arsenal por
los de la Estación de Villanueva, pensando inicialmente ubicar allí el citado Palacio Presidencial y trasladar la
estación a una posición que no hipotecara el desarrollo urbano de esta zona 19. Se convocó un concurso
internacional en 1910, seleccionando 4 de los 23 trabajos presentados, realizando un curioso análisis temático que
le lleva al Jurado a valorar las columnas del proyecto León de Oro, el basamento del proyecto Estrella Solitaria, y la
cúpula del proyecto La República, de los arquitectos Eugenio Raynieri, padre e hijo, que serán los encargados de
realizar la obra al encargárseles la construcción, cuya primera piedra se colocará en mayo de 1912.
En 1913 las elecciones las gana el conservador Marío García Menocal, paralizando la obra porque
entiende que en ese lugar hay que construir el Palacio del Congreso para alojar Congreso y Senado-, planteando
inicialmente la Quinta de los Molinos –primitiva residencia veraniega de los Capitanes Generales- como sede del
Palacio Presidencial. Mientras tanto, el Gobernador de La Habana Asbert había comenzado a construir el Palacio
Provincial en el sector de las murallas, habiéndole encargado al arquitecto belga Paul Beleau el proyecto del edificio,
arquitecto que estaba ejecutando en ese momento el Centro Gallego en el Parque Central.
Al Presidente Menocal le gustó el edificio que Asbert estaba construyendo y decide adquirirlo para
destinarlo a Palacio Presidencial, concluyéndose la obra en 1920, que llevaba aparejada la creación de una avenida
hasta el mar, que se denominó de Las Palmas, consolidando una relación con el canal de la bahía que se
mantendría después de las propuestas desarrolladas más tarde por Forestier. En esos momentos, aún quedaban
unos barracones militares que estrechaban esta avenida en su lado oeste, que no llegaba hasta la actual calle
Zulueta, por lo que el Palacio Velasco-Sarrá finalizado en 1912, no tenía fachada directa a esta avenida.
Por otra parte, Félix Cabarrocas y Mario Romañach, padre, reciben el encargo de redactar el proyecto del
Palacio del Congreso en el que trabajan entre 1914 y 1916, que significó cambios importantes frente a lo ya
realizado –se demuele incluso la cúpula-, reemprendiendo de nuevo la obra, que sería paralizada de nuevo por el
Presidente Alfredo Zayas en 1921 durante la crisis de las denominadas vacas flacas20, instalándose en su lugar en
1923 un parque de atracciones con el nombre de Havana Park.
En 1923 el ingeniero Enrique J. Montoulieu y de la Torre, lee su discurso de ingreso en la Academia de
Ciencias de La Habana21, en el que al enfrentarse al crecimiento de La Habana y su regularización, da a conocer su
Plan de Avenidas de la Ciudad de La Habana , que intentaba enfrentar las necesidades presentes y futuras del
tráfico urbano, proponiendo una estructura matriz que hilvanaba los distintos barrios de la ciudad. Proponía una
serie de circuitos urbanos en una labor de embellecimiento que pretendía ser integral, uno de los cuales incidía en el
sistema de espacios libres del sector de las murallas desde el Parque de la India hasta el Parque de la Punta, que
complementaba con una propuesta para la apertura de una amplia Avenida que descongestione la Zona comercial
de Zulueta al Mar…Con frecuencia se ha indicado para este fin el ensanche de una de las calles que se extienden
de Zulueta a la Bahía, derribándose las casas de una o ambas aceras para darle más amplitud a la calle . Esto indica
que en ese año de 1923, seguía sin formalizarse la relación del Palacio Presidencial con la bahía de una manera
coherente con la significación urbana de este enclave.
La llegada al poder de Gerardo Machado, con su lema aguas, caminos y escuelas, supuso un espaldarazo
al desarrollo no sólo de la ciudad de La Habana sino a la estructuración vertebral del país con la construcción de la
Carretera Central. De la mano de su Secretario de Obras Públicas, Carlos Miguel de Céspedes, aprobó un
ambicioso Plan de Obras Públicas dos meses después de tomar posesión 22. Y una de sus prioridades era concluir el
Capitolio Nacional, que llevaba demasiado tiempo en una situación de abandono y ruina. Retomaron el proyecto
Félix Cabarrocas y Evelio Govantes, siendo sustituidos en 1926 por Raoul Otero, José María Bens Arrarte y
cerrando el círculo, Eugenio Raynieri, finalizándose el 20 de mayo de 1929.
19
CUEVAS TORAYA, Juan de las. Conferencia pronunciada sobre el Capitolio. Este canje, de 113 millones de metros cuadrados del Arsenal por
44 de la Estación, provocó muchas críticas, acuñando la frase de cambiar la vaca por el chivo.
20
RIVERO CARO, Adolfo. “Cuba, 100 años después”, en Contacto Magazine. Miami, 2002.
21
Publicado en los Anales de la Academia de Ciencias de La Habana, Tomo LIX, 1923.
22
SEGRE, Roberto. Op. cit., pp. 18.
4
Estos equipos estuvieron asistidos por el equipo del arquitecto y paisajista francés Jean Claude Nicolas
Forestier, quien recibiría el encargo de redactar el Plan Director de La Habana junto con un equipo amplio del que el
propio Raoul Otero formaba parte.
Mientras tanto, estas dos décadas republicanas habían servido para consolidar el nuevo Centro Cívico que
el país necesitaba, sumando a lo hecho durante el siglo XIX y a los grandes edificios de representación institucional
ya comentados, aquellos otros que daban respuesta al resto de los usos emergentes 23. Así, la manzana de Gómez
como soporte del comercio se elevaba con un nivel más, concluyéndose en 1917, contando con dos galerías en
diagonal que rememoraban las galerías comerciales europeas. También el Centro Asturiano –de 1927 diseñado por
Manuel del Busto, el Centro Gallego –obra de Paul Beleau en 1915, fagocitando el teatro Tacón en su interior-, el
Casino Español –de 1914, de Luis Dediot-, el Instituto de Segunda Enseñanza –de 1924, obra de Benjamín de la
Vega y Mario Romañach Sr.-, la Asociación de Dependientes del Comercio –de 1907, de Arturo Amigó-, el teatro
Fausto –de 1938, de Saturnino Parajón, medalla de oro en 1941-, el edificio Bacardí –de Esteban Rodríguez, Rafael
Fernández y José Menéndez en 1930-, el Cuartel de Bomberos –de Ernesto López Rovirosa en 1910-, la Sociedad
Cubana de Ingenieros –de Emilio de Soto en 1922-, el hotel Sevilla – de Schultze&Weaver, de 1923- y la nueva
Terminal de Ferrocarriles, en 1912 de Kenneth H. Murchison, en los terrenos del antiguo Arsenal, según la permuta
ya comentada.
Y junto al nuevo centro de poder, se construyeron las grandes mansiones de la alta burguesía de la época,
que entendieron la posición privilegiada que este sector tenía dentro de la ciudad. A las mansiones del siglo XIX
comentadas, se sumarían la casa de Pedro Estévez en 1905, obra de Charles B. Brun, la de Francisco Pons en
1906 de Francisco Ramírez Ovando, la de Dionisio Velasco y su esposa María Teresa Sarrá en 1912, obra de José
Mato Sequeiro y Francisco Ramírez Ovando y, en el Paseo del Prado, la del ya ex-Presidente José Miguel Gómez
en 1915, de Hilario del Castillo.
Toda esta trama consolidada necesitaba de una nueva articulación en sus espacios públicos, labor para la
que se llamó a Forestier con el cometido ya comentado. Él ya había hecho una primera propuesta en 1918 a nivel
de anteproyecto, no realizada, de un parque para el entorno del Castillo de San Salvador de la Punta 24, una
aproximación a la regularización del canal de acceso a la bahía -el lugar que ocupaba el lienzo de muralla- , con un
modelo de trazado neoclásico de espacios libres que envolvían la fortaleza, articulación forzada entre la avenida del
Puerto y el Malecón. Pero será durante sus tres viajes realizados entre 1926 y 1929 cuando Forestier desarrolle
todo un sistema de parques y espacios públicos en este sector de las murallas, cualificándolo notablemente desde
su consideración de que las tareas de embellecimiento de la ciudad, tenían también una capacidad de incidir
democráticamente en la salud física y mental de sus ciudadanos.
El mismo año que Machado subía al poder, el arquitecto y profesor de la asignatura de Arquitectura de
Ciudades Pedro Martínez Inclán, publicaba su libro La Habana Actual25, muy influenciado por lo que se acabaría
denominando como arte cívico, que se desarrolla en paralelo en Europa y Estados Unidos. En Europa vinculado
sobre todo a la Ecole de Beaux Arts parisina, tuvo un desarrollo importante en las últimas décadas del siglo XIX y
primeras del XX, partiendo de las transformaciones urbanas radicales de la mano del barón Haussman, y su
colaborador en materia de jardinería Adolphe Alphand. Su discípulo, Forestier, con su ciencia de los jardines al
servicio del arte urbano, será quien impulse este movimiento basándose en un profundo conocimiento de las claves
del paisaje francés, de su geometría, cambiando el concepto de pintoresquismo por una mayor sensibilidad frente a
las claves que una relectura del jardín mediterráneo aportaba. En Estados Unidos por su parte, William H. Wilson 26
definirá este arte urbano como City Beautifull Movement, mientras que Charles Mulford Robinson lo enunciará como
Modern Civic Art desarrollado por John Nolen en su New Towns for Old27. Pero quienes tendrán oportunidad de
llevarlo a cabo serán Daniel Burnham en Chicago –autor del Plan de Chicago en 1909 junto con Bennet- y Frederick
Law Olmsted en New York, quienes tendrán una amplia experiencia en la transformación de sus respectivas
ciudades, cuyos mejores ejemplos serán el parque junto al lago Michigan en Chicago y el Central Park neoyorkino
respectivamente. En ambos casos, se trataba de insertar en el ecosistema artificial que toda ciudad supone un
fragmento de paisaje ideal, construyendo una visión de la ciudad moderna basada en la interacción entre naturaleza
y artificio28.
Martínez Inclán plantea la creación de un Centro Cívico en el sector de las murallas, en torno al Parque
Central, desvinculándose así del heredado de la colonia en la Habana Vieja. En él había que construir el nuevo
Palacio Presidencial, el Capitolio –uniendo Cámara de Representantes y Senado-, así como los edificios que
demandaban las nuevas necesidades de la joven república: teatros, cines, sociedades que representaban a los
grupos influyentes, hoteles, comercios, biblioteca, edificios para correos y telégrafos, etc.
23
GÓMEZ DÍAZ, Francisco. Aprendiendo de La Habana. Sevilla: Junta de Andalucía, Consejería de Obras Públicas y Transportes, 2005, pp. 15.
24
Revista arquitectura nº 243, octubre de 1953, pp. 443.
25
MARTÍNEZ INCLÁN, Pedro. Op. cit..
26
WILSON, William H. The City Beautiful Movement. Baltimore and London: The John Hopkins University Press, 1989.
27
MULFORD ROBINSON, Charles, “Modern Civic Art or The City Made Beautiful” , y NOLEN, John, “New Towns for Old”, en LE GATES,
Richard y STOUT, Frederic: Early Urban Planning. New York and London: G.P. Putnam’s sons, The Knickerbocker press, 1904.
28
ÁBALOS, Iñaki. Atlas pintoresco. Vol 1: el observatorio . Barcelona: Gustavo Gili, 2005, pp. 10-11.
5
Pero Martínez Inclán, además de un articulista y orador brillante, era una persona con un compromiso
cívico importante, que le llevó a formar parte de la Junta Cubana de Renovación Nacional impulsada por Fernando
Ortiz en 192329, además de tener una implicación en los Gobiernos de Machado –de la mano de su Secretario de
Obras Públicas, Carlos Miguel de Céspedes- en 1926 y de Grau San Martín en 1944, del que fue asesor,
desarrollando el Plan de 1.500 escuelas en Cuba y realizando los esquemas directores y estratégicos del Barrio
Obrero de Luyanó junto con Quintana, Romañach y Mantilla 30, publicando en 1948 la Carta de La Habana,
presentada en el VII Congreso Panamericano de Arquitectos 31, una revisión tropical de la Carta de Atenas, publicada
por los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM) en 1931.
29
SOTO, Lionel. La revolución del 33. Tomo I. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1977, pp. 137.
30
SAMBRICIO, Carlos. “La Habana 1925-1950: Una reflexión sobre la arquitectura nacional”, en Arquitectura en la ciudad de La Habana,
Primera Modernidad. Madrid: Editorial Electa, 2000, pp. 57.
31
MARTÍNEZ INCLÁN, Pedro. Código de Urbanismo. Carta de Atenas, Carta de La Habana. Una contribución a la promulgación de la Carta de
América, tomando como base la de Atenas, del grupo del CIAM francés, la cual, constituye ya un cuerpo organizado de doctrina urbanística. La
Habana: Imprenta P. Fernández y Cía., 1949.
32
DOMINGUEZ PELAEZ, Cristina. “Los Jardines en España”, en Jean Claude Nicolas Forestier 1861-1930, Du jardin au paysage urbain . París:
Editorial Picard, 1994, pp. 83.
33
TARRAGÓ i Cid, Salvador. “Entre Le Notre y Le Corbusier”. Jean Claude Nicolas Forestier, 1861-1930. Du jardin au paisage urbain. París:
Editorial Picard, 1994, pp. 260, donde cuenta la especial relación entre Forestier y Le Corbusier en torno al incidente surgido con el muro
construido al pabellón de L’Esprit Nouveau y que Forestier ordenó demoler el día antes de la inauguración.
34
SAMBRICIO, Carlos. “Equipamientos y vivienda en La Habana 1925-1950”, en Arquitectura en la ciudad de La Habana. Primera Modernidad.
Madrid: Editorial Electa, 2000, pp. 32.
35
El primer viaje tiene lugar del 8-12-1925 al 28-2-1926. El segundo, del 19-8-1928 al 15-12-1928 y el tercero, del 23-1-1930 al 23-3-1930.
36
DUVERGER SALFRÁN, Heriberto. “El maestro francés del urbanismo criollo para La Habana”, en Jean Claude Nicolas Forestier, 1861-1930.
Du jardin au paisage urbain. París : Editorial Picard, 1994, pp. 224 «1º Second Grand Prix de Rome y Eugene Beaudouin, Grand Prix de Rome »
37
De las CUEVAS TORAYA, Juan. “La Habana que vio Forestier”, en Revista Construcción y Decoración nº 16, La Habana 2005, pp. 52.
6
En el ámbito que nos ocupa, Forestier y su equipo van a desarrollar una intensa labor, no sólo en el plano
teórico como va a ocurrir en otros lugares de La Habana, sino que va a ejecutar la mayor parte de las propuestas,
enfatizando la significación del sector de las murallas y consolidándolo como ese nuevo Centro Cívico de la
República que Martínez Inclán planteaba. Y esto, desde la consideración de Forestier de que el nuevo Centro Cívico
debe trasladarse a una posición de centralidad dentro de la nueva escala de la ciudad, situándolo en la entonces
baldía Loma de los Catalanes, un área de oportunidad que se encontraba al sur de El Vedado y que acabaría
convirtiéndose en la actual Plaza de la Revolución, antes de ser la Plaza de la República y la Plaza Cívica.
Dentro del Anteproyecto de un sistema de avenidas y parques para la ciudad de La Habana y sus
alrededores, se plantea la estructura urbana de la ciudad con una serie de ejes viales arbolados que se superponen
o enlazan las principales avenidas existentes. Algunos de ellos, de nuevo trazado, alteran considerablemente la
trama como es el caso de la diagonal desde la Loma de los Catalanes a la desembocadura del río Almendares –
puente de Pote- o de la que une la Loma de la Universidad con la Plaza del Maine, concebida como una entrada
principal al Vedado, sobresaliendo dos grandes ejes trazados desde la Plaza Cívica: uno en dirección este hacia la
ensenada de Guasabacoa, tras la Loma de Atarés, donde se ubicaría una terminal marítima conectada al ferrocarril,
y otro en dirección sur que conectaría con el Gran Parque Nacional situado en el cauce del río Almendares, con un
gran lago, que formaría parte de todo el sistema de espacios libres de la cuenca de este río.
Se plantea la creación de la Avenida del Puerto, como atirantado de la alineación al canal de la bahía,
generando un amplio salón urbano como filtro vegetal de la ciudad colonial. De igual manera, rediseña el sistema de
espacios libres del denominado Ring, espacio ocupado por las primitivas murallas entre el Castillo de la Punta y el
Campo de Marte: Paseo del Prado, Parque Central, Jardines del Capitolio y Parque de la Fraternidad Americana.
Y crea un salón representativo sobre la anterior Avenida de las Palmas, entre el Palacio Presidencial y la
Avenida del Puerto, denominada Avenida de las Misiones, por el interés que Gerardo Machado tenía en que en ella
se instalaran las sedes diplomáticas acreditadas en Cuba 38.
Como parte de esta operación, se plantea también la construcción de un conjunto de edificios públicos de
apoyo a esta nueva fachada al canal de la bahía, dejando en un segundo plano la trama colonial. Y también
planteará la necesidad de buscar una amplia perspectiva ante el Capitolio, que permitiera una adecuada
escenografía para un elemento de tan alta significación.
Estas propuestas las va a ir perfilando en sus siguientes viajes, desarrollando formalmente cada una de ellas
con un nivel de detalle encomiable, nivel al que no se había llegado en propuestas anteriores. Así, en el Paseo del
Prado plantea un nuevo modelo de bulevar central elevado y ajardinado con laureles de indias, con una fuerte
estructura geométrica ejecutada con sillares de piedra jaimanitas, conservando el eje peatonal central y las calzadas
de tráfico laterales, además de los acerados junto a los portales corridos de la edificación. El mobiliario urbano forma
parte de la actuación, entendida de una manera integral.
El Parque Central, dilatación de la secuencia espacial del propio Paseo del Prado y antesala de la Habana
Vieja, se ordena utilizando la palma real como estructura que enmarca el monumento a José Martí, dando una
continuidad vegetal a las columnas de los soportales del Paseo del Prado.
En el Capitolio, por su parte, plantea unos jardines perimetrales que enfatizan la estructura formal del propio
edificio, rediseñándolos en el segundo viaje para que pudieran estar ejecutados para su inauguración. Buscando la
perspectiva adecuada a este edificio, trazará una serie de plazas escalonadas en las que ubicaba un obelisco,
abriendo la calle Teniente Rey hasta la bahía, lo que implicaba la modificación de toda la edificación de ambas
aceras y la demolición de algunos elementos patrimoniales de primer nivel como el Convento e Iglesia de San
Francisco, propuesta esta última que afortunadamente no se llegó a ejecutar pese a estar muy desarrollada.
También ordenó el antiguo Campo de Marte, para convertirlo en la Plaza de la Fraternidad Americana, telón
de fondo del Paseo del Prado y elemento articulador del eje monumental de La Habana con los barrios del sur a
partir de las Calzadas de Reina y Jesús del Monte.
Por último y más ligado a la operación del canal de la bahía, con la creación de la Avenida del Puerto junto
con sus jardines y edificios de refachadización de la Habana Vieja, estaba la Avenida de las Misiones, enfatizando la
relación del Palacio Presidencial con la bahía al proponer la construcción de un embarcadero propio en el canal de
la bahía y generando un espacio urbano de alta significación, en el que los edificios que se habían ubicado
previamente, tomaban un nuevo valor. Es el caso del Palacio de Dionisio Velasco y María Teresa Sarrá, que quedó
como charnela en una posición privilegiada sobre la bahía, que lo sería aún más al demolerse en 1937 la Cárcel de
Tacón, y ampliarse el sistema de espacios libres hasta la calle Capdevila con el Parque de los Enamorados, en el
que se dejó como hito la celda donde estuvo preso José Martí.
La crisis económica desencadenada tras el jueves negro, con el crack de la Bolsa de Nueva York en 1929,
conllevó una crisis económica mundial sin precedentes que trajo consigo la quiebra de bancos y empresas, el
aumento del paro hasta cifras millonarias e, inevitablemente, un periodo posterior de depresión que provocaría el
apoyo a los regímenes totalitarios, antesala de la Segunda Guerra Mundial. Cuba no fue ajena a este proceso, que
dio al traste con el auge constructivo de Machado, llegando a desarrollar del Plan de Forestier sólo el sistema de
38
Curiosamente, la única sede diplomática que se instalaría en la Avenida de las Misiones es la Embajada de España, aprovechando para ello el
Palacio Velasco-Sarrá, una de las residencias de mayor significación en la zona.
7
espacios libres del sector de las murallas, uno de los mejores episodios urbanos de La Habana que aún hoy
podemos disfrutar.
39
CUEVAS TORAYA, Juan de las. “La Plaza Cívica”, en Revista de la Construcción y Decoración, nº 13. La Habana, 2004, Sección Aquella
Vieja Cámara, pp. 28- 29.
40
JIMÉNEZ, Guillermo. Las Empresas de Cuba 1958. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 2004, pp. 5.
41
GÓMEZ DÍAZ, Francisco. “Todo era posible en La Habana. El Plan de Sert & TPA para La Habana de 3.000.000 de habitantes”, en Revista de
Historia y Teoría de la Arquitectura, nº 6-7. Sevilla, 2005, pp. 19-44.
8
profesionales que trabajaron en Cuba en ese período y que consiguieron convertir a La Habana en la metrópolis
antillana por excelencia.