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LA TRANSFORMACIÓN DE LA HABANA EN EL SECTOR DE LAS MURALLAS

INTRODUCCIÓN
A lo largo del siglo XIX, último del periodo colonial, la sociedad cubana va a cambiar de una manera
radical, impulsada por una oligarquía criolla emergente –que a su poder económico quiere igualmente sumar el
poder político independiente, de la misma manera que ya había ocurrido con la casi totalidad de colonias de
América Latina-, modernizando los medios de producción con la incorporación de la maquinaria y los nuevos medios
de transporte –el ferrocarril se instalará en Cuba antes que en España 1- y asumiendo que, igual que otros países de
referencia, el concepto de ciudad ha de adaptarse a este proceso de cambio.
Será Miguel Tacón, Capitán General entre 1834 y 1838, el que impulse algunas reformas urbanas de corte
haussmanniano en La Habana2, al amparo del pensamiento higienista imperante, con en el trazado de nuevas
estructuras urbanas acordes con los modelos que se están desarrollando en las grandes ciudades españolas. En
ellas, además de incorporar las claves de la ciudad ilustrada, impondrá estrategias de carácter militar, fomentando la
implantación de infraestructuras urbanas, especialmente la pavimentación e iluminación de calles 3, construyendo
obras como el teatro de Tacón, el mercado de Cristina, la plaza del Vapor, la pescadería y el matadero. El eje de
Carlos III como prolongación de la calzada de la Reina con la fortaleza del Príncipe como telón de fondo es fiel
ejemplo del objetivo militar de fácil acceso para el control de la población 4, lo cual no menoscaba en absoluto su
valor desde el punto de vista de la cualidad urbana resultante.
De esta manera, la ciudad histórica irá perdiendo su hegemonía en favor de nuevos sectores urbanos. Al
primer ensanche de Centro Habana y a la consolidación de El Cerro como lugar emergente desde principio del siglo
XIX por su proximidad a las haciendas azucareras construyendo las casas-finca, seguirán los nuevos repartos del
Carmelo en 1959 y el Vedado en 1960, donde los modelos de ciudad jardín se irán imponiendo, mutando la calle
corredor con alineación a vial por una relación espacial más compleja donde la naturaleza va a ir penetrando no sólo
en los parterres lineales de los amplios acerados, sino incluso en las parcelas, retranqueando la edificación y
obligando a la construcción de portales delanteros para dilatar aún más la secuencia espacial 5.
La puesta en carga de este conjunto de barrios de ensanche –la burguesía siempre hacia el oeste
siguiendo la línea de costa, mientras las clases obreras se asientan hacia el sur, próximos a los lugares de
producción-, va a ser posible gracias al transporte público. El tranvía a sangre funcionó desde 1859 por la línea de
costa entrando por la calle de la Línea en Vedado hasta el Carmelo, siendo sustituido después por la maquinita y, a
partir de 1901, por el tranvía eléctrico. Este tranvía, símbolo de modernidad, permitirá el traslado de la población de
unos lugares a otros de la ciudad, generalmente con una estructura radial donde el centro sigue teniendo la primacía
de articulador en los procesos de crecimiento urbano 6.

LA DEMOLICIÓN DE LAS MURALLAS


El hecho decisivo en la transformación de La Habana a lo largo del siglo XIX es la demolición de las
murallas, de acuerdo con el decreto real de 1863 7, que entiende como obsoleto el sistema defensivo de la ciudad y,
en cambio, un hándicap para el crecimiento articulado de la misma 8. Este sistema amplio y complejo, formado por
muralla, fosos, barbacanas, junto con el glacis, las bandas de protección, el Campo de Marte y el Egido, va a
convertirse en un área de oportunidad, con un potencial de transformación en el nuevo centro burgués de la ciudad
de principios del siglo XX9.
La ciudad dejará de ser entendida como aquella ciudad intramuros, introvertida y con una relación
dependiente del puerto y de su explotación azucarera, para convertirse en una metrópolis extensa, articulada, con
vocación de modernidad, que va a encontrar en este territorio anteriormente ocupado por las murallas el soporte de
1
ALFONSO BALLOL, Berta y 4 más. El Camino de Hierro de La Habana a Güines. Primer Ferrocarril de Iberoamérica. Madrid: Fundación de los
Ferrocarriles Españoles, 1987, pp. 13: “El 19 de noviembre de 1837 se inauguraba en Cuba el primer tramo del ferrocarril La Habana-Güines”.
2
WEISS, Joaquín E. La Arquitectura Colonial Cubana . Junta de Andalucía. Sevilla-La Habana: Consejería de Obras Públicas-Instituto Cubano
del Libro, Editorial Letras Cubanas. 2ª Edición, 2002, pp. 335-336.
3
RAMOS, Marcos Antonio. “Cinco Siglos de Historia: Arquitectura y Urbanismo en Cuba”, en PRÉSTAMO Y HERNÁNDEZ, Marcos A. Cuba
Arquitectura y Urbanismo. Miami: Ediciones Universal, 1995, pp. 50.
4
COYULA COWLEY, Mario. “La Guía otra vez, La Habana Siempre”, en Guía de Arquitectura de La Habana. Sevilla: Junta de Andalucía,
Consejería de Obras Públicas y Transportes, 1996, pp. 18.
5
PÁVEZ OJEDA, Jorge. El Vedado 1850-1940. De Monte a Reparto. La Habana: Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan
Marinillo, 2003. pp. 57.
6
CUEVAS TORAYA, Juan de las. “Hace 100 años, La Habana…”, en: Revista de la Construcción y Decoración, nº 15. La Habana, 2005, Sección
Aquella Vieja Cámara, pp. 38.
7
WEISS, Joaquín E. Op. cit., pp. 366: “La demolición de las murallas se inició el 8 de agosto de 1863, tras la autorización de la Reina fechada en
Madrid el 11 de junio”.
8
ROIG DE LEUCHSENRING, Emilio. La Habana, apuntes históricos. La Habana: Editora del Consejo Nacional de Cultura, 1963, pp. 134 “…se
empezó desde 1841 a pedir a la Metrópoli, por el Ayuntamiento, autorización para el derribo de las murallas…un estorbo y un impedimento para
que la Ciudad pudiese, sin falsas, inútiles y artificiales divisiones, extenderse y crecer a medida de sus necesidades…”
9
MARTÍNEZ INCLÁN, Pedro. La Habana Actual. La Habana: Imprenta P. Fernández y Cia, 1925, pp. 54.

1
un nuevo centro urbano, donde todas las aspiraciones de la nueva sociedad burguesa van a encontrar su lugar:
poder, representación, comercio, producción, transporte y ocio irán ubicándose en esa corona espacial que se
convertirá en una escenografía urbana de escala monumental, que tendrá su mayor impulso y desarrollo durante la
joven República que, tras el gobierno interventor norteamericano y su atenta vigilancia apoyada en la enmienda
Platt10, seguirá a la independencia de España tras la guerra de 1898 11.
El Paseo del Prado había sido un primer germen extramuros del siglo XVIII, donde desarrollar el paseo
como nueva actividad urbana, que se irá arropando con una estructura incipiente de edificaciones que irán
respondiendo a una trama reticular que se convertirá más tarde en el municipio de Centro Habana, manteniendo la
banda de respeto en torno a las murallas, dando lugar a la consolidación de un centro de representación de la
República que, tras el gobierno interventor norteamericano, sucederá a la etapa colonial.

LAS ALTERNATIVAS DE ORDENACIÓN DURANTE EL SIGLO XIX.


Muchos son los planos que van a ir dibujando La Habana de la segunda mitad del siglo XIX. Al plano
pintoresco de Antonio María de la Torre y Cárdenas de 1849, le seguirán otros como el de Francisco de Albear en
1874, el de Esteban Pichardo de 1881 o el de La Habana y sus alrededores de 1898. La diferencia entre ellos es
significativa, no sólo en el ámbito territorial que recogen y en sus métodos de representación, sino también en la
ciudad que está en proceso de transformación. Mientras en el primero aparece la muralla perfectamente delineada
con toda una corona de espacio libre extramuros, tras de la cual aparece el Paseo de Isabel II como articulación con
el ensanche de Centro Habana, en los dos siguientes hay ya una propuesta de ocupación sobre el sector ocupado
por las murallas, aún cuando en el plano de Albear siga dibujándose el conjunto de bastiones y puertas como
referente de una muralla en proceso de amortización. Por su parte, en el plano de 1898, fija la parcelación como
ocupada, enfatizando el Parque Central y el Parque de la Fraternidad como espacios libres vinculados a la
prolongación del Paseo del Prado.
Ello es debido a que este periodo, junto con las primeras décadas del siglo XX, es crucial en el proceso de
configuración de una nueva centralidad para La Habana, una ciudad a la que las murallas le han quedado pequeñas
y necesita de una nueva escenografía urbana para dar respuesta a las nuevas necesidades que la sociedad exige.
Y el papel jugado por este sector de las murallas va a ser crucial, de aquí que todos los planos y planes –que en
muchos casos confunden la representación de la realidad con la proyección de la ciudad desde el propio punto de
vista-, van a abundar en la reconsideración de cómo colonizar estos terrenos que, si antes eran estratégicos desde
el punto de vista militar, ahora han pasado a serlo desde el punto de vista civil.
El plano de Francisco de Albear antes comentado es sumamente preciso, superponiendo la trama de la
ciudad sobre la topografía subyacente e incorporando referencias a los lotes de cada manzana. Pero también
planificando este sector urbano de las murallas casi como prolongación de la trama incipiente al este del Paseo de
Isabel II –después llamado de Martí y actualmente conocido como del Prado-, asumiendo que la almendra colonial
tiene una lógica en su trazado difícilmente extensible, por lo que propone la calle Monserrate como articulación entre
ambas tramas justo en el ámbito resultante de la demolición de la propia muralla. En esta propuesta, se plantean
tres manzanas entre el paseo del Prado y la Habana Vieja –dos entre las calles de Zulueta y Monserrate, aún sin
construir-, manzanas que van a ir adaptándose trapezoidalmente a la dimensión resultante entre ambos elementos
delimitadores. La parcelación llega desde la cárcel –actual Parque de los Enamorados- hasta el Arsenal, con una
longitud de 1.750 metros.
Pero antes de este plano, ya habían existido otros que habían abordado la ordenación de este enclave
urbano. En 1834, existe un plano en el Archivo Nacional en el que aparece una parcelación que llega desde el
Paseo del Prado hasta la barbacana, plano interesante porque aún no había construido Tacón su cárcel y, por tanto,
las manzanas dibujadas se enfrentaban directamente al Castillo de la Punta y al canal de la bahía, con una relación
semejante a la que existe hoy día. Pero es justamente en 1863, es decir, el año que se inicia la demolición de las
murallas, cuando el Coronel de Ingenieros Manuel Portillo y Portillo traza un plano como Suplemento a la Carta de
La Habana, en el que con distinto tono grafía la edificación consolidada en ese momento y la que propone para
ocupar el terreno que nos ocupa, proponiendo un total de cuatro manzanas, de las que dos son existentes y dos de
nueva factura, si bien en una de las existentes plantea una realineación para ajustarse a las dimensiones que
considera más convenientes. Este plano no extendía el Paseo de Isabel II más allá de la Fuente de la India, frente al
Campo Militar –hoy Parque de la Fraternidad-, proponiendo una trama densa, en la que solo aparecen dos plazas
en el contacto con la Habana Vieja y un ensanche del Paseo de Isabel II coincidiendo con lo que actualmente sería
el Parque Central.
Sin embargo, el Ayuntamiento encarga a Juan Bautista de Orduña en 1865 la ordenación de este sector,
dando lugar a una propuesta más interesante y verosímil, pues aunque mantiene el mismo número de manzanas
que el plano de Albear, prolonga el Paseo de Isabel II hasta la puerta del Arsenal, propuesta que acabaría siendo el
punto de partida de lo que Forestier planificaría sesenta años más tarde, ya que se convertía en hilo conductor de
10
THOMAS, Hugh. Cuba, la lucha por la libertad. Barcelona: Editorial Debate, 2004, pp. 323-326
11
LLANES, Lilian. 1898-1921: La Transformación de La Habana a través de la Arquitectura. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1993, pp. 96-
99.

2
un sistema de espacios libres mucho más complejo, en el que el Parque Central aparece claramente delimitado al
eliminar una banda de manzanas, enfatizando así este espacio como nueva puerta a la Habana Vieja. En todos
estos planos la Estación de Villanueva está todavía en el espacio que se destinaría posteriormente a Capitolio
Nacional, cuando ésta se traslade al Arsenal, abriendo la vía de comunicación hasta enlazar con el sistema viario
que bordeaba la bahía en la Habana Vieja. También está el teatro de Tacón, que sería posteriormente asumido por
el Centro Gallego.
La Comisión nombrada por el Gobernador Domingo Dulce y Garay optó por este plano frente al del Cuerpo
de Ingenieros de Cuba, estableciendo algunas modificaciones entre las que destacaban el que las calles nuevas
tuviesen 15 metros de ancho y que las nuevas edificaciones no tuvieran menos de 12 metros de frente 12. Este
ámbito desde el Castillo de la Punta al Arsenal, que tenía 26 hectáreas de superficie 13, se concibió como un área
monumental en la ciudad, aplicando las Ordenanzas de Construcción de 1861 en lo que respecta a la creación de
portales corridos con arcadas y columnatas , unas Ordenanzas que se prolongarían por el sistema de Calzadas de
La Habana y que darían lugar al célebre libro de Alejo Carpentier La Ciudad de las Columnas14.
Es una pena que, al trasladarse la Estación de Villanueva al Arsenal, construyéndose la actual Terminal de
Ferrocarriles en 1912, no se hubiese aprovechado para darle continuidad al Paseo del Prado hasta la avenida de los
Muelles, en el borde la bahía, construyendo así un ring completo en torno a la Habana Vieja dándole salida visual en
ambos extremos a la bahía, que quedó mutado de esta forma en un semiring, con la parcelación que sustituyó al
Arsenal como telón de fondo, convirtiéndose el Parque de la Fraternidad en remate de un elemento urbano de una
cualidad excepcional. A cambio, se consiguió mantener un lienzo importante de la muralla en su tramo sur,
incluyendo una de las puertas, como vestigio de la potencia que llegó a tener este arco defensivo de la ciudad.
En este sector, a lo largo del siglo XIX se irán insertando nuevos usos, como la estación de ferrocarril de
Villanueva que en 1837 sustituyó al Jardín Botánico, el teatro y el mercado de Tacón inaugurados en 1838 durante
su mandato, el circo teatro Jané construido en 1881, los teatros Irijoa en1884 y Albizu en 1870, los hoteles Telégrafo
e Inglaterra entre 1856 y 1891, la primera fase de la manzana de Gómez en 1894, fábricas de tabacos como la de
Calixto López en 1886 o palacios como los de la Marquesa de Villalba en 1879, el de Balaguer en 1873 y la quinta
de Balboa, junto al Egido15.

LA CONSOLIDACIÓN DURANTE LA REPÚBLICA.


La pérdida de Cuba –junto con Puerto Rico y Filipinas- por parte de España a favor de Estados Unidos,
sancionada por el Tratado de París firmado el 10 de diciembre de 1898, supuso el fin del imperio colonial español y
el inicio del imperio norteamericano 16. El 1 de enero de 1899 se hace cargo de Cuba el Gobierno Interventor, cuyos
objetivos eran sentar las bases de un desarrollo económico de la isla con apoyos financieros que permitieran ir
infiltrándose en los tejidos económicos y sociales de cara a una futura anexión 17.
Desde el punto de vista urbano, tal vez la obra de mayor significación durante el gobierno del general
Woods fue la construcción del primer tramo del malecón de La Habana, desde la Punta hasta la calle Lealtad 18,
consciente de que esta Avenida del Golfo se convertiría no sólo en un elemento estructural para la ciudad desde el
punto de vista viario, sino que cambiaría su imagen de arrecifes y traseras de los edificios que daban a la calle
Ancha del Norte –hoy San Lázaro- para convertirse en lo que se ha dado en conocer como Portal de La Habana.
También aportaron el ferrocarril eléctrico en 1901, el alumbrado eléctrico en las calles y algunos edificios
significativos como la Escuela de Artes y Oficios y la Academia de Ciencias. En el ámbito que nos ocupa, el sector
seguía conservando muchos tramos de muralla –algunos de los cuales se dejarían como testimonio del pasado- y la
construcción de nuevos edificios sobre la ordenación resultante empezaría a activarse en estos años, después de la
penuria económica en la que la Guerra de Independencia sumió al país. Se remodelaron el Parque Central y el
Paseo del Prado, que se remataría con la Glorieta de música construida para celebrar el nacimiento de la República
de Cuba el 20 de mayo de 1902.
La austeridad del primer Presidente de Cuba, Tomás Estrada Palma, le permitió solo continuar con las
obras ya iniciadas y proyectar en 1903 un muro para atirantar el canal de la bahía, justo donde se había construido
la Cortina de Valdés, un parque adosado al lienzo de muralla en el canal de la bahía. Este muro sería el precursor
de la obra que se ejecutaría durante el gobierno de Gerardo Machado, para dar una nueva imagen a la Habana
12
WEISS, Joaquín E. Op. cit., pp. 367.
13
FERNÁNDEZ SIMÓN, Abel. “Evolución urbana de la Ciudad de La Habana durante la época colonial”. en PRÉSTAMO Y HERNÁNDEZ,
Marcos A. Cuba Arquitectura y Urbanismo. Miami: Ediciones Universal, 1995, pp. 193
14
CARPENTIER, Alejo. La Ciudad de las Columnas. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1982.
15
RODRÍGUEZ, Eduardo Luis y MARTÍN, María Elena. La Habana, Guía de Arquitectura. Sevilla: Junta de Andalucía, Consejería de Obras
Públicas y Transportes, 1996, pp. 134-163.
16
THOMAS, Hugh. Op. cit., pp. 294.
17
SEGRE, Roberto. “El sistema monumental en la Ciudad de La Habana: 1900-1930”. Revista Ciudad y Territorio, nº 1-2. La Habana, junio 1985,
pp. 17: Las inversiones norteamericanas pasarían de 50 millones de dólares en 1895 pasan a 1.500 millones en 1927.
18
BENS ARRARTE, José María. “Los avances urbanísticos de La Habana”. Cuba, Arquitectura y Urbanismo. en PRÉSTAMO Y HERNÁNDEZ,
Marcos A. Cuba Arquitectura y Urbanismo. Miami: Ediciones Universal, 1995, pp. 212: Esta obra se pagó con los beneficios surgidos de la venta
de los solares resultantes.

3
Vieja, a la vez que construir un viario acorde con las necesidades del puerto de unos accesos que no dependieran
de las calles estrechas de la ciudad histórica.
Tras la Guerrita de Agosto de 1906 y la segunda Intervención norteamericana, el liberal José Miguel
Gómez tomará las riendas del país en enero de 1909, desarrollando algunas estrategias que se habían planteado
durante el mandato del Gobernador Magoon, como el alcantarillado y la pavimentación de calles.
Sin embargo, es en este momento cuando se piensa que la posición de la Estación de Villanueva impide el
desarrollo urbanístico en este sector crucial para la ciudad, planteándose su traslado al Arsenal. De Igual forma, la
República necesitaba un nuevo marco de representación, distinto al heredado de la Colonia, pensando en la
construcción de un nuevo Palacio Presidencial, pues en ese momento el Presidente residía en el Palacio de los
Capitanes Generales, en la Plaza de Armas.
Estas dos iniciativas, enlazadas, formarán parte de la decisión más importante en el sector de las murallas
a lo largo de estas décadas. De hecho, el 10 de julio de 1910 se establece el canje de los terrenos del Arsenal por
los de la Estación de Villanueva, pensando inicialmente ubicar allí el citado Palacio Presidencial y trasladar la
estación a una posición que no hipotecara el desarrollo urbano de esta zona 19. Se convocó un concurso
internacional en 1910, seleccionando 4 de los 23 trabajos presentados, realizando un curioso análisis temático que
le lleva al Jurado a valorar las columnas del proyecto León de Oro, el basamento del proyecto Estrella Solitaria, y la
cúpula del proyecto La República, de los arquitectos Eugenio Raynieri, padre e hijo, que serán los encargados de
realizar la obra al encargárseles la construcción, cuya primera piedra se colocará en mayo de 1912.
En 1913 las elecciones las gana el conservador Marío García Menocal, paralizando la obra porque
entiende que en ese lugar hay que construir el Palacio del Congreso para alojar Congreso y Senado-, planteando
inicialmente la Quinta de los Molinos –primitiva residencia veraniega de los Capitanes Generales- como sede del
Palacio Presidencial. Mientras tanto, el Gobernador de La Habana Asbert había comenzado a construir el Palacio
Provincial en el sector de las murallas, habiéndole encargado al arquitecto belga Paul Beleau el proyecto del edificio,
arquitecto que estaba ejecutando en ese momento el Centro Gallego en el Parque Central.
Al Presidente Menocal le gustó el edificio que Asbert estaba construyendo y decide adquirirlo para
destinarlo a Palacio Presidencial, concluyéndose la obra en 1920, que llevaba aparejada la creación de una avenida
hasta el mar, que se denominó de Las Palmas, consolidando una relación con el canal de la bahía que se
mantendría después de las propuestas desarrolladas más tarde por Forestier. En esos momentos, aún quedaban
unos barracones militares que estrechaban esta avenida en su lado oeste, que no llegaba hasta la actual calle
Zulueta, por lo que el Palacio Velasco-Sarrá finalizado en 1912, no tenía fachada directa a esta avenida.
Por otra parte, Félix Cabarrocas y Mario Romañach, padre, reciben el encargo de redactar el proyecto del
Palacio del Congreso en el que trabajan entre 1914 y 1916, que significó cambios importantes frente a lo ya
realizado –se demuele incluso la cúpula-, reemprendiendo de nuevo la obra, que sería paralizada de nuevo por el
Presidente Alfredo Zayas en 1921 durante la crisis de las denominadas vacas flacas20, instalándose en su lugar en
1923 un parque de atracciones con el nombre de Havana Park.
En 1923 el ingeniero Enrique J. Montoulieu y de la Torre, lee su discurso de ingreso en la Academia de
Ciencias de La Habana21, en el que al enfrentarse al crecimiento de La Habana y su regularización, da a conocer su
Plan de Avenidas de la Ciudad de La Habana , que intentaba enfrentar las necesidades presentes y futuras del
tráfico urbano, proponiendo una estructura matriz que hilvanaba los distintos barrios de la ciudad. Proponía una
serie de circuitos urbanos en una labor de embellecimiento que pretendía ser integral, uno de los cuales incidía en el
sistema de espacios libres del sector de las murallas desde el Parque de la India hasta el Parque de la Punta, que
complementaba con una propuesta para la apertura de una amplia Avenida que descongestione la Zona comercial
de Zulueta al Mar…Con frecuencia se ha indicado para este fin el ensanche de una de las calles que se extienden
de Zulueta a la Bahía, derribándose las casas de una o ambas aceras para darle más amplitud a la calle . Esto indica
que en ese año de 1923, seguía sin formalizarse la relación del Palacio Presidencial con la bahía de una manera
coherente con la significación urbana de este enclave.
La llegada al poder de Gerardo Machado, con su lema aguas, caminos y escuelas, supuso un espaldarazo
al desarrollo no sólo de la ciudad de La Habana sino a la estructuración vertebral del país con la construcción de la
Carretera Central. De la mano de su Secretario de Obras Públicas, Carlos Miguel de Céspedes, aprobó un
ambicioso Plan de Obras Públicas dos meses después de tomar posesión 22. Y una de sus prioridades era concluir el
Capitolio Nacional, que llevaba demasiado tiempo en una situación de abandono y ruina. Retomaron el proyecto
Félix Cabarrocas y Evelio Govantes, siendo sustituidos en 1926 por Raoul Otero, José María Bens Arrarte y
cerrando el círculo, Eugenio Raynieri, finalizándose el 20 de mayo de 1929.

19
CUEVAS TORAYA, Juan de las. Conferencia pronunciada sobre el Capitolio. Este canje, de 113 millones de metros cuadrados del Arsenal por
44 de la Estación, provocó muchas críticas, acuñando la frase de cambiar la vaca por el chivo.
20
RIVERO CARO, Adolfo. “Cuba, 100 años después”, en Contacto Magazine. Miami, 2002.
21
Publicado en los Anales de la Academia de Ciencias de La Habana, Tomo LIX, 1923.
22
SEGRE, Roberto. Op. cit., pp. 18.

4
Estos equipos estuvieron asistidos por el equipo del arquitecto y paisajista francés Jean Claude Nicolas
Forestier, quien recibiría el encargo de redactar el Plan Director de La Habana junto con un equipo amplio del que el
propio Raoul Otero formaba parte.
Mientras tanto, estas dos décadas republicanas habían servido para consolidar el nuevo Centro Cívico que
el país necesitaba, sumando a lo hecho durante el siglo XIX y a los grandes edificios de representación institucional
ya comentados, aquellos otros que daban respuesta al resto de los usos emergentes 23. Así, la manzana de Gómez
como soporte del comercio se elevaba con un nivel más, concluyéndose en 1917, contando con dos galerías en
diagonal que rememoraban las galerías comerciales europeas. También el Centro Asturiano –de 1927 diseñado por
Manuel del Busto, el Centro Gallego –obra de Paul Beleau en 1915, fagocitando el teatro Tacón en su interior-, el
Casino Español –de 1914, de Luis Dediot-, el Instituto de Segunda Enseñanza –de 1924, obra de Benjamín de la
Vega y Mario Romañach Sr.-, la Asociación de Dependientes del Comercio –de 1907, de Arturo Amigó-, el teatro
Fausto –de 1938, de Saturnino Parajón, medalla de oro en 1941-, el edificio Bacardí –de Esteban Rodríguez, Rafael
Fernández y José Menéndez en 1930-, el Cuartel de Bomberos –de Ernesto López Rovirosa en 1910-, la Sociedad
Cubana de Ingenieros –de Emilio de Soto en 1922-, el hotel Sevilla – de Schultze&Weaver, de 1923- y la nueva
Terminal de Ferrocarriles, en 1912 de Kenneth H. Murchison, en los terrenos del antiguo Arsenal, según la permuta
ya comentada.
Y junto al nuevo centro de poder, se construyeron las grandes mansiones de la alta burguesía de la época,
que entendieron la posición privilegiada que este sector tenía dentro de la ciudad. A las mansiones del siglo XIX
comentadas, se sumarían la casa de Pedro Estévez en 1905, obra de Charles B. Brun, la de Francisco Pons en
1906 de Francisco Ramírez Ovando, la de Dionisio Velasco y su esposa María Teresa Sarrá en 1912, obra de José
Mato Sequeiro y Francisco Ramírez Ovando y, en el Paseo del Prado, la del ya ex-Presidente José Miguel Gómez
en 1915, de Hilario del Castillo.
Toda esta trama consolidada necesitaba de una nueva articulación en sus espacios públicos, labor para la
que se llamó a Forestier con el cometido ya comentado. Él ya había hecho una primera propuesta en 1918 a nivel
de anteproyecto, no realizada, de un parque para el entorno del Castillo de San Salvador de la Punta 24, una
aproximación a la regularización del canal de acceso a la bahía -el lugar que ocupaba el lienzo de muralla- , con un
modelo de trazado neoclásico de espacios libres que envolvían la fortaleza, articulación forzada entre la avenida del
Puerto y el Malecón. Pero será durante sus tres viajes realizados entre 1926 y 1929 cuando Forestier desarrolle
todo un sistema de parques y espacios públicos en este sector de las murallas, cualificándolo notablemente desde
su consideración de que las tareas de embellecimiento de la ciudad, tenían también una capacidad de incidir
democráticamente en la salud física y mental de sus ciudadanos.
El mismo año que Machado subía al poder, el arquitecto y profesor de la asignatura de Arquitectura de
Ciudades Pedro Martínez Inclán, publicaba su libro La Habana Actual25, muy influenciado por lo que se acabaría
denominando como arte cívico, que se desarrolla en paralelo en Europa y Estados Unidos. En Europa vinculado
sobre todo a la Ecole de Beaux Arts parisina, tuvo un desarrollo importante en las últimas décadas del siglo XIX y
primeras del XX, partiendo de las transformaciones urbanas radicales de la mano del barón Haussman, y su
colaborador en materia de jardinería Adolphe Alphand. Su discípulo, Forestier, con su ciencia de los jardines al
servicio del arte urbano, será quien impulse este movimiento basándose en un profundo conocimiento de las claves
del paisaje francés, de su geometría, cambiando el concepto de pintoresquismo por una mayor sensibilidad frente a
las claves que una relectura del jardín mediterráneo aportaba. En Estados Unidos por su parte, William H. Wilson 26
definirá este arte urbano como City Beautifull Movement, mientras que Charles Mulford Robinson lo enunciará como
Modern Civic Art desarrollado por John Nolen en su New Towns for Old27. Pero quienes tendrán oportunidad de
llevarlo a cabo serán Daniel Burnham en Chicago –autor del Plan de Chicago en 1909 junto con Bennet- y Frederick
Law Olmsted en New York, quienes tendrán una amplia experiencia en la transformación de sus respectivas
ciudades, cuyos mejores ejemplos serán el parque junto al lago Michigan en Chicago y el Central Park neoyorkino
respectivamente. En ambos casos, se trataba de insertar en el ecosistema artificial que toda ciudad supone un
fragmento de paisaje ideal, construyendo una visión de la ciudad moderna basada en la interacción entre naturaleza
y artificio28.
Martínez Inclán plantea la creación de un Centro Cívico en el sector de las murallas, en torno al Parque
Central, desvinculándose así del heredado de la colonia en la Habana Vieja. En él había que construir el nuevo
Palacio Presidencial, el Capitolio –uniendo Cámara de Representantes y Senado-, así como los edificios que
demandaban las nuevas necesidades de la joven república: teatros, cines, sociedades que representaban a los
grupos influyentes, hoteles, comercios, biblioteca, edificios para correos y telégrafos, etc.
23
GÓMEZ DÍAZ, Francisco. Aprendiendo de La Habana. Sevilla: Junta de Andalucía, Consejería de Obras Públicas y Transportes, 2005, pp. 15.
24
Revista arquitectura nº 243, octubre de 1953, pp. 443.
25
MARTÍNEZ INCLÁN, Pedro. Op. cit..
26
WILSON, William H. The City Beautiful Movement. Baltimore and London: The John Hopkins University Press, 1989.
27
MULFORD ROBINSON, Charles, “Modern Civic Art or The City Made Beautiful” , y NOLEN, John, “New Towns for Old”, en LE GATES,
Richard y STOUT, Frederic: Early Urban Planning. New York and London: G.P. Putnam’s sons, The Knickerbocker press, 1904.
28
ÁBALOS, Iñaki. Atlas pintoresco. Vol 1: el observatorio . Barcelona: Gustavo Gili, 2005, pp. 10-11.

5
Pero Martínez Inclán, además de un articulista y orador brillante, era una persona con un compromiso
cívico importante, que le llevó a formar parte de la Junta Cubana de Renovación Nacional impulsada por Fernando
Ortiz en 192329, además de tener una implicación en los Gobiernos de Machado –de la mano de su Secretario de
Obras Públicas, Carlos Miguel de Céspedes- en 1926 y de Grau San Martín en 1944, del que fue asesor,
desarrollando el Plan de 1.500 escuelas en Cuba y realizando los esquemas directores y estratégicos del Barrio
Obrero de Luyanó junto con Quintana, Romañach y Mantilla 30, publicando en 1948 la Carta de La Habana,
presentada en el VII Congreso Panamericano de Arquitectos 31, una revisión tropical de la Carta de Atenas, publicada
por los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM) en 1931.

LA PROPUESTA DE FORESTIER PARA EL SECTOR DE LAS MURALLAS.


La intelectualidad cubana en las primeras décadas del siglo XX estaba claramente orientada hacia las
corrientes que venían de Francia, y también el Presidente Gerardo Machado y su Secretario de Obras Públicas
Carlos Miguel de Céspedes, cuando deciden encargarle al arquitecto-paisajista francés J. C. N. Forestier que realice
el Plan Director de La Habana. Forestier contaba ya con una larga y reconocida trayectoria tanto en Francia -donde
había ostentado desde 1898 el cargo de conservador de los paseos de los distritos oeste de París-, como en otros
países como España, Marruecos, Portugal, México o Argentina. 32 Además, Forestier fue el director del recinto de la
Exposición de Artes Decorativas de París en 1925 33, punto de partida del art decó, que se trasladaría a Cuba como
corriente artística en esos años y que tendría un auge considerable en la ciudad en las siguientes décadas.
Pero cuando se enfrenta al plan de embellecimiento de La Habana, Forestier parte de los antecedentes
planteados por los planes anteriores y, en particular por el de Martínez Inclán –quien había cumplido con el mandato
de invitar a Forestier por encargo de Carlos Miguel de Céspedes- 34, pues aunque él no es de los profesionales que
se incorporan al equipo de Forestier, es innegable la influencia ejercida, que se demuestra tanto en el plano teórico
como en algunos de los elementos estructurales planteados por Forestier.
El 8 de diciembre de 1925 Forestier llega a La Habana en el primero de sus tres viajes 35, acompañado de
su equipo: Jean Labatut36, Eugene Beaudouin, Louis Heitzler, Theo Levau, Teznar du Doncel y Mlle. Surugue, al que
se le incorporan Raúl Otero, Emilio Vasconcelos, José Ignacio del Álamo, Raúl Hermida, Manuel Vega y Diego
Guevara por la parte cubana. En esta primera visita, que se prolonga hasta el 28 de febrero de 1926, Forestier
realiza un vuelo de reconocimiento sobre la ciudad de La Habana antes de abordar el trabajo encomendando 37, que
desarrolla a través de diversas escalas, desde la metropolitana hasta la de detalle, de manera que la aportación
fundamental frente a todos los planes anteriores va a ser su capacidad de formalizar las estrategias para
convertirlas en proyectos concretos, superando la escala urbana en dos dimensiones en la que sus antecesores se
habían quedado.
Y lo hace con el bagaje personal de su experiencia en otras ciudades y su capacidad de identificar las
claves del paisaje caribeño, de los accidentes geográficos, de las áreas de oportunidad que permanecían baldías o
sin uso específico, para ir tejiendo una estrategia global como matriz del sistema viario y de espacios libres en la
que insertar una colección de proyectos de parques, avenidas y plazas muy amplia, llegando a definir hasta sus
últimos detalles, mientras que la arquitectura aparece solo como escenografía delimitadora de estos espacios y
siempre vinculada a equipamientos de carácter público.
El objetivo central es el Plano General de La Habana, para el cual estudia de una manera preliminar su
ensanche y embellecimiento, así como el método de circulación para que fuese fluido, lo que supuso de hecho un
estudio de todas las avenidas y plazas, detectando los lugares de oportunidad y que ofrecían mayor potencialidad
de transformación.

29
SOTO, Lionel. La revolución del 33. Tomo I. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1977, pp. 137.
30
SAMBRICIO, Carlos. “La Habana 1925-1950: Una reflexión sobre la arquitectura nacional”, en Arquitectura en la ciudad de La Habana,
Primera Modernidad. Madrid: Editorial Electa, 2000, pp. 57.
31
MARTÍNEZ INCLÁN, Pedro. Código de Urbanismo. Carta de Atenas, Carta de La Habana. Una contribución a la promulgación de la Carta de
América, tomando como base la de Atenas, del grupo del CIAM francés, la cual, constituye ya un cuerpo organizado de doctrina urbanística. La
Habana: Imprenta P. Fernández y Cía., 1949.
32
DOMINGUEZ PELAEZ, Cristina. “Los Jardines en España”, en Jean Claude Nicolas Forestier 1861-1930, Du jardin au paysage urbain . París:
Editorial Picard, 1994, pp. 83.
33
TARRAGÓ i Cid, Salvador. “Entre Le Notre y Le Corbusier”. Jean Claude Nicolas Forestier, 1861-1930. Du jardin au paisage urbain. París:
Editorial Picard, 1994, pp. 260, donde cuenta la especial relación entre Forestier y Le Corbusier en torno al incidente surgido con el muro
construido al pabellón de L’Esprit Nouveau y que Forestier ordenó demoler el día antes de la inauguración.
34
SAMBRICIO, Carlos. “Equipamientos y vivienda en La Habana 1925-1950”, en Arquitectura en la ciudad de La Habana. Primera Modernidad.
Madrid: Editorial Electa, 2000, pp. 32.
35
El primer viaje tiene lugar del 8-12-1925 al 28-2-1926. El segundo, del 19-8-1928 al 15-12-1928 y el tercero, del 23-1-1930 al 23-3-1930.
36
DUVERGER SALFRÁN, Heriberto. “El maestro francés del urbanismo criollo para La Habana”, en Jean Claude Nicolas Forestier, 1861-1930.
Du jardin au paisage urbain. París : Editorial Picard, 1994, pp. 224 «1º Second Grand Prix de Rome y Eugene Beaudouin, Grand Prix de Rome »
37
De las CUEVAS TORAYA, Juan. “La Habana que vio Forestier”, en Revista Construcción y Decoración nº 16, La Habana 2005, pp. 52.

6
En el ámbito que nos ocupa, Forestier y su equipo van a desarrollar una intensa labor, no sólo en el plano
teórico como va a ocurrir en otros lugares de La Habana, sino que va a ejecutar la mayor parte de las propuestas,
enfatizando la significación del sector de las murallas y consolidándolo como ese nuevo Centro Cívico de la
República que Martínez Inclán planteaba. Y esto, desde la consideración de Forestier de que el nuevo Centro Cívico
debe trasladarse a una posición de centralidad dentro de la nueva escala de la ciudad, situándolo en la entonces
baldía Loma de los Catalanes, un área de oportunidad que se encontraba al sur de El Vedado y que acabaría
convirtiéndose en la actual Plaza de la Revolución, antes de ser la Plaza de la República y la Plaza Cívica.
Dentro del Anteproyecto de un sistema de avenidas y parques para la ciudad de La Habana y sus
alrededores, se plantea la estructura urbana de la ciudad con una serie de ejes viales arbolados que se superponen
o enlazan las principales avenidas existentes. Algunos de ellos, de nuevo trazado, alteran considerablemente la
trama como es el caso de la diagonal desde la Loma de los Catalanes a la desembocadura del río Almendares –
puente de Pote- o de la que une la Loma de la Universidad con la Plaza del Maine, concebida como una entrada
principal al Vedado, sobresaliendo dos grandes ejes trazados desde la Plaza Cívica: uno en dirección este hacia la
ensenada de Guasabacoa, tras la Loma de Atarés, donde se ubicaría una terminal marítima conectada al ferrocarril,
y otro en dirección sur que conectaría con el Gran Parque Nacional situado en el cauce del río Almendares, con un
gran lago, que formaría parte de todo el sistema de espacios libres de la cuenca de este río.
Se plantea la creación de la Avenida del Puerto, como atirantado de la alineación al canal de la bahía,
generando un amplio salón urbano como filtro vegetal de la ciudad colonial. De igual manera, rediseña el sistema de
espacios libres del denominado Ring, espacio ocupado por las primitivas murallas entre el Castillo de la Punta y el
Campo de Marte: Paseo del Prado, Parque Central, Jardines del Capitolio y Parque de la Fraternidad Americana.
Y crea un salón representativo sobre la anterior Avenida de las Palmas, entre el Palacio Presidencial y la
Avenida del Puerto, denominada Avenida de las Misiones, por el interés que Gerardo Machado tenía en que en ella
se instalaran las sedes diplomáticas acreditadas en Cuba 38.
Como parte de esta operación, se plantea también la construcción de un conjunto de edificios públicos de
apoyo a esta nueva fachada al canal de la bahía, dejando en un segundo plano la trama colonial. Y también
planteará la necesidad de buscar una amplia perspectiva ante el Capitolio, que permitiera una adecuada
escenografía para un elemento de tan alta significación.
Estas propuestas las va a ir perfilando en sus siguientes viajes, desarrollando formalmente cada una de ellas
con un nivel de detalle encomiable, nivel al que no se había llegado en propuestas anteriores. Así, en el Paseo del
Prado plantea un nuevo modelo de bulevar central elevado y ajardinado con laureles de indias, con una fuerte
estructura geométrica ejecutada con sillares de piedra jaimanitas, conservando el eje peatonal central y las calzadas
de tráfico laterales, además de los acerados junto a los portales corridos de la edificación. El mobiliario urbano forma
parte de la actuación, entendida de una manera integral.
El Parque Central, dilatación de la secuencia espacial del propio Paseo del Prado y antesala de la Habana
Vieja, se ordena utilizando la palma real como estructura que enmarca el monumento a José Martí, dando una
continuidad vegetal a las columnas de los soportales del Paseo del Prado.
En el Capitolio, por su parte, plantea unos jardines perimetrales que enfatizan la estructura formal del propio
edificio, rediseñándolos en el segundo viaje para que pudieran estar ejecutados para su inauguración. Buscando la
perspectiva adecuada a este edificio, trazará una serie de plazas escalonadas en las que ubicaba un obelisco,
abriendo la calle Teniente Rey hasta la bahía, lo que implicaba la modificación de toda la edificación de ambas
aceras y la demolición de algunos elementos patrimoniales de primer nivel como el Convento e Iglesia de San
Francisco, propuesta esta última que afortunadamente no se llegó a ejecutar pese a estar muy desarrollada.
También ordenó el antiguo Campo de Marte, para convertirlo en la Plaza de la Fraternidad Americana, telón
de fondo del Paseo del Prado y elemento articulador del eje monumental de La Habana con los barrios del sur a
partir de las Calzadas de Reina y Jesús del Monte.
Por último y más ligado a la operación del canal de la bahía, con la creación de la Avenida del Puerto junto
con sus jardines y edificios de refachadización de la Habana Vieja, estaba la Avenida de las Misiones, enfatizando la
relación del Palacio Presidencial con la bahía al proponer la construcción de un embarcadero propio en el canal de
la bahía y generando un espacio urbano de alta significación, en el que los edificios que se habían ubicado
previamente, tomaban un nuevo valor. Es el caso del Palacio de Dionisio Velasco y María Teresa Sarrá, que quedó
como charnela en una posición privilegiada sobre la bahía, que lo sería aún más al demolerse en 1937 la Cárcel de
Tacón, y ampliarse el sistema de espacios libres hasta la calle Capdevila con el Parque de los Enamorados, en el
que se dejó como hito la celda donde estuvo preso José Martí.
La crisis económica desencadenada tras el jueves negro, con el crack de la Bolsa de Nueva York en 1929,
conllevó una crisis económica mundial sin precedentes que trajo consigo la quiebra de bancos y empresas, el
aumento del paro hasta cifras millonarias e, inevitablemente, un periodo posterior de depresión que provocaría el
apoyo a los regímenes totalitarios, antesala de la Segunda Guerra Mundial. Cuba no fue ajena a este proceso, que
dio al traste con el auge constructivo de Machado, llegando a desarrollar del Plan de Forestier sólo el sistema de

38
Curiosamente, la única sede diplomática que se instalaría en la Avenida de las Misiones es la Embajada de España, aprovechando para ello el
Palacio Velasco-Sarrá, una de las residencias de mayor significación en la zona.

7
espacios libres del sector de las murallas, uno de los mejores episodios urbanos de La Habana que aún hoy
podemos disfrutar.

ÚLTIMAS APORTACIONES: EL TÚNEL DE LA BAHÍA Y EL PLAN DE SERT


A la crisis de 1929 siguió la revolución de 1933 que acabó con el gobierno de Machado y trajo un complejo
periodo político que tendría, desde el punto de vista urbano, dos momentos de fuerte desarrollo durante el Gobierno
Auténtico de Gran San Martín –y en menor medida de Prío Socarrás-, y durante la dictadura de Fulgencio Batista,
que había participado como sargento en la revolución de 1933.
En ellos las prioridades se centraban en buscar la articulación de una ciudad que había crecido de una
manera muy extensa, pero desordenada, al impulso de iniciativas privadas que no estaban interesadas en la
cohesión de los tejidos edilicios que se habían generado como palimpsestos, sin solución de continuidad. El sector
de las murallas seguía teniendo una fuerte carga simbólica, pese a que todos consideraran que había que impulsar
el nuevo Centro Cívico en la Loma de los Catalanes –actual Plaza de la Revolución-, convocando un concurso en
1937 que incluía el monumento a José Martí, cuya solución se dilataría hasta la década del cincuenta 39.
A los edificios ya comentados en la década de 1930, como el teatro Fausto o el edificio Bacardí, siguió el
edificio Misiones –actual sede del Gobierno Provincial- de Gustavo Moreno en 1952, el Museo Nacional de Bellas
Artes, construido en 1954 por Alfonso Rodríguez Pichardo y el Memorial del Yate Granma, construido durante la
Revolución como ampliación del antiguo Palacio Presidencial, hoy convertido en Museo de la Revolución.
Pero la actuación más importante es el túnel de la bahía, un viejo anhelo de conquistar los terrenos de la
Habana del Este para su expansión urbana y cuya obra sería ejecutada entre 1954 y 1958 por la compañía francesa
Societé des Grand Travaux de Marsella con el asesoramiento técnico del ingeniero cubano José Menéndez, siendo
la concesionaria del túnel y administradora general de influencia del túnel la Compañía de Fomento del Túnel de La
Habana S.A., cuyo principal accionista era el Presidente Batista 40.
Este túnel daba respuesta a una larga reivindicación, que se había iniciado en 1911 cuando el ingeniero
Dionisio Velasco propuso la construcción de un puente sobre la bahía que, como describe el pie de foto, fue
descartado por la oposición de los americanos, basándose en estrategias exclusivamente militares. Este ingeniero,
casado con María Teresa Sarrá, tenía un interés personal en este enlace, pues había adquirido terrenos en
Casablanca, en la Playa de Santa María, en la Playa de Bacuranao y en Cojímar. En 1937 se había retomado el
proyecto de conexión, pero con una solución de puente-túnel, idea que impulsó en 1949 el entonces Ministro de
Obras Públicas Manuel Febles, consiguiendo solo que se construyera la Vía Blanca.
La apertura del túnel cambió radicalmente la relación de esta cabecera del sector de las murallas junto al
canal de la bahía con el resto de la ciudad, pues toda la estructura viaria que confluía en él se convirtió en
estructural, soportando una carga de tráfico muy importante que llega hasta el día de hoy. Este nudo viario cortó
también la relación de la Avenida de las Misiones con el canal de la bahía, no tanto desde el punto de vista visual,
pero si de accesibilidad, desligando funcionalmente los dos espacios. De hecho, el monumento al General Calixto
García, que había sustituido en 1935 a la de José de Luz Caballero, quedó emplazado en el centro de la glorieta
generada por las rampas del túnel, con un acceso difícil.
A la par que se estaba ejecutando el túnel de la bahía, el arquitecto español afincado en Harvard, Josep
Lluis Sert, recibe el encargo del Gobierno de Batista de redactar el Plan Piloto para La Habana de 3.000.000 de
habitantes, una ciudad con vocación de convertirse en Las Vegas del Caribe, lugar de vacaciones para millones de
norteamericanos que entendían la isla como prolongación de la península de Florida. Sert que, junto con Wiener y
Shultz formaban el consulting Town Planning Associates, se conviertieron en asesores de la Junta Nacional de
Planificación, incidiendo con su idea de ciudad funcional proclamada por los CIAM no sólo en la ordenación de los
sectores de crecimiento de La Habana, sino incluso en una reformulación de la ciudad histórica 41.
En el sector de las murallas, asumido el túnel como hecho, respetan solo unos pocos edificios: el Palacio
Presidencial, el Museo de Bellas Artes, la Manzana de Gómez, el Centro Asturiano, el Centro Gallego, el Instituto de
Segunda Enseñanza y el Capitolio. El resto, consideran que hay sustituirlo por una ordenación en la que se van
alternando las calles rodadas y peatonales, organizando una edificación en manzana cerrada de nueva planta con
patios interiores destinados al aparcamiento de coches. Sin ser tan dramática la propuesta como la del Malecón –
con sus edificios en altura y la isla para ocio- o la del Distrito Financiero en la Habana Vieja, la radicalidad de la
propuesta hubiera arrasado con muchos de los elementos que hoy consideramos valiosos y que se reconocieron
por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1982.
Afortunadamente, el conjunto de espacios libres que configuran este sector ocupado previamente por las
murallas a lo largo de dos siglos, mantienen hoy una alta calidad formal y representativa, apoyado por un conjunto
arquitectónico que se construyó a lo largo de cien años con algunas de las mejores aportaciones de los

39
CUEVAS TORAYA, Juan de las. “La Plaza Cívica”, en Revista de la Construcción y Decoración, nº 13. La Habana, 2004, Sección Aquella
Vieja Cámara, pp. 28- 29.
40
JIMÉNEZ, Guillermo. Las Empresas de Cuba 1958. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 2004, pp. 5.
41
GÓMEZ DÍAZ, Francisco. “Todo era posible en La Habana. El Plan de Sert & TPA para La Habana de 3.000.000 de habitantes”, en Revista de
Historia y Teoría de la Arquitectura, nº 6-7. Sevilla, 2005, pp. 19-44.

8
profesionales que trabajaron en Cuba en ese período y que consiguieron convertir a La Habana en la metrópolis
antillana por excelencia.

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