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Parshat Ree

Shalom aléjem.

Recuerdo que por el verano del 2013 estuve trabajando como coordinador de dos
campamentos juveniles seguidos. Todo en ese lugar era inmenso: El predio era enorme, la
vegetación era abundante, los árboles eran muy altos, la pileta era semi-olímpica, el
trampolín era elevado, la comida era abundante, ¡hasta los mosquitos eran gigantes! El
lugar era tan hermoso que te sentías en el Gan Edén. Fueron diez días de mucho trabajo y
diversión. Debe haber sido uno de los campamentos que más disfruté. A la mitad de ese
período, el primer grupo había regresado a la ciudad y esperábamos que llegara el
segundo contingente. Los coordinadores teníamos toda una tarde y una mañana libres
para descansar y prepararnos para recibir al segundo grupo. En esa mañana libre un amigo
y yo hicimos una caminata por el extenso predio. El campamento estaba al pie de un cerro
y lo bordeaba un río. Había algunos senderos para caminatas, algunos subían al cerro,
otros bajaban al río y otros te llevaban de regreso al campamento. Mi amigo había hecho
esa caminata un par de veces así que le tocó ser el guía. Caminábamos tranquilos por el
sendero hasta que de pronto encontramos una bifurcación. Queríamos llegar al río, pero
¿cuál camino nos llevaba? Mi amigo no recordaba cuál sendero debíamos tomar, así que
nos detuvimos un rato mientras él pensaba. Finalmente decidió por un camino ya que el
otro nos llevaba en dirección al campamento, por lo que lógicamente el sendero escogido
nos llevaría al río. Pasó el tiempo y el río no aparecía. Además el sendero volvía a dividirse
una y otra vez. Finalmente salimos al río, pero no exactamente al punto donde queríamos
llegar. Estábamos muy lejos del campamento. ¡Nos habíamos perdido! Estuvimos dos
horas caminando hasta que por fin encontramos nuestro campamento. Así fue que tuve
una pequeña aventura durante el campamento de verano, y todo por elegir el sendero
equivocado. En la parashá de hoy, Moshé también nos pone ante una bifurcación en el
camino de la vida, nos enseña sobe los dos caminos y cuál de ellos seguir.

Parshat Ree comienza presentándonos dos caminos y dos destinos totalmente


diferentes.

Mira que pongo delante de vosotros hoy la bendición y la maldición: La bendición, si


obedeciereis los mandamientos del Señor, vuestro Dios, que yo os ordeno hoy; y la
maldición si no obedeciereis los mandamientos del Señor, vuestro Dios, sino que os
apartareis del camino que yo os ordeno hoy, andando en pos de otros dioses que no
conocisteis. (…) Porque estáis para pasar el Yardén, a fin de tomar posesión de la tierra
que el Señor, vuestro Dios, os da, y la poseeréis, y habitaréis en ella: por lo mismo
pondréis cuidado en cumplir todos los estatutos y las leyes que hoy os pongo delante
(Devarím 11:26-32).
En el camino de la vida se nos abren dos senderos, uno es el camino de la bendición y el
otro es el camino de la maldición. El camino de la bendición consiste en obedecer los
mandamientos de Adonay Elohenu. Y el camino de la maldición, en desobedecer Sus
mandamientos e ir por otros caminos en pos de los ídolos. Estos son los dos caminos.

A veces escuchamos decir que hay muchos caminos y que todos nos llevan a Dios;
pero ya vemos en la Mikrá que Dios nos dice que solo hay dos caminos en la vida y que
cada uno nos lleva a un destino diferente. Solo uno de estos caminos nos lleva a Dios y Él
ya nos ha indicado cuál es ese camino. Ese camino es el Camino de la emunáh, el Camino
de la Toráh. Es por la Bendita y Sagrada Toráh de Hashem que llegamos a conocer el
Sendero de la Vida. Dios nos dio Su Palabra para instruirnos y enseñarnos las Sendas
Antiguas por las que debemos andar. ¿Y cuál es ese camino? El Mashíaj. Él es el Camino.
Toda la Toráh nos habla de Mashíaj y de Su obra. Cada parashá y cada aliá nos señala al
Mesías y la Gueulá (la Redención) para que cuando Él venga nosotros Lo reconozcamos y
Le sigamos. Por eso, el Shelíaj Shaul de Tarso, de bendita memoria, nos dijo: “Porque
Mashíaj es el fin de la Toráh para justicia a todo aquel que cree” (Romanos 10:4). Dios ha
hecho esto para que la meta de todo nuestro estudio de la Toráh sea conocer y seguir al
Mashíaj y la mayor revelación de Toráh que Él trae consigo.

Ahora bien, nosotros sabemos que Mashíaj ya vino, consumó la Gueulá y ahora Su
Espíritu Santo la aplica en nosotros, los escogidos de Dios. Entonces, ¿qué dice Mashíaj? Él
dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí” (Juan 14:6).
Así que si crees que Yeshúa el Crucificado es el Mesías y confías en la obra redentora que
Él llevó a cabo en la cruz, entonces has creído la Besoráh de Yeshúa. La Besoráh es el
Evangelio de Dios que nos anuncia la Buena Noticia acerca de la gracia de Dios que nos ha
hecho justicia de Dios en Yeshúa. El mensaje de la Besoráh es que el Mesías ya vino y
efectuó la Redención, y que ese Mesías es Yeshúa Ha’Notzrí. Pues así fue dicho: “El tiempo
se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado” (Marcos 1:15a). Por lo tanto, todo el
que recibe este mensaje debe obedecer al Evangelio. ¿Cómo se hace esto? Pues con
teshuvá y emunáh, con arrepentimiento y fe en Yeshúa; porque escrito está:
“arrepiéntanse y crean en el Evangelio” (Marcos 1:15b). Así que si has creído en Yeshúa y
confías en Su obra de justicia, entonces estás en el Camino de la emunáh. Eres un
discípulo de Mashíaj.

Pero aunque el mensaje de la Besoráh de Yeshúa es claro y sencillo, el mismo


mensaje tiene implicancias, pues has entrado a un Nuevo Pacto con Adonay. ¿Cuáles son,
pues, las implicancias del Evangelio? O dicho en otras palabras, ¿qué exige el Nuevo Pacto
en la sangre de Yeshúa Ha’Tzadik? Primeramente, implica que hagas teviláh. Porque Él
dice: “El que crea y sea bautizado será salvo” (Marcos 16:16). Y también dijo el Shelíaj
Kefas, de bendita memoria, a los que creyeron a nuestro mensaje: “Arrepiéntanse y sean
bautizados cada uno de ustedes en el Nombre de Yeshúa el Mesías para perdón de sus
pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). Este mandamiento del
bautismo es nuestra iniciación en el Camino de la emunáh siguiendo al Rebe Yeshúa
Ha’Notzrí. Cuando hacemos esta teviláh de conversión a la fe del Mesías estamos dando
un testimonio público de nuestra emunáh en Él y nuestra emunáh está siendo reconocida
por la Kehilláh de Mashíaj, pueblo al que nos unimos por este ritual que el Rebe nos ha
dado. Así que cuando somos bautizados por la Kehilláh, estamos dando nuestro primer
paso de obediencia al Mesías, testificamos que somos Sus discípulos y somos unidos a la
comunidad de los Notzrím. En adelante somos oficialmente reconocidos como discípulos
del Rebe y debemos andar en obediencia a la Toráh de Mashíaj, porque Él dijo: “Y yendo,
pues, hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el Nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado (Mateo
28:19-20). Es decir que empezamos a andar como el Mesías nos enseñó, siguiendo Sus
pisadas, porque “El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo” (1 Juan
2:6). Andamos en imitación de Mashíaj.

La nueva vida que Mashíaj Yeshúa nos da está consagrada a Dios, por lo tanto Él
nos exige andar en novedad de vida: en santidad, apartados del pecado y en obediencia a
Sus mandamientos, cosas que implican un modo de caminar por el Camino de los Notzrím.
¿Cómo conocemos ese modo de caminar como discípulos de Mashíaj? Pues primeramente
y sobre todo por el estudio de las Sagradas Escrituras. En ellas, Dios nos habla y nos
enseña a vivir por medio de los Profetas y los Shlijím, sobre quienes está edificada nuestra
fe. Como fue dicho: “Están edificados sobre el fundamento de los Apóstoles y Profetas,
siendo Mashíaj Yeshúa mismo la piedra angular” (Efesios 2:20). En segundo lugar, los
justos aprendemos a caminar y a vivir por fe observando la halajá de la Gran Tradición de
la Kehilláh de Mashíaj. La Halajá es nuestro código de ley; pero no quiero que lo limiten a
un término legal para que no caigan en el error del legalismo o del antinomismo. Halajá es
un término hebreo que proviene del verbo laléjet, que quiere decir caminar o andar. Así
que la halajá es nuestro modo de andar en la vida de fe. Hay muchas corrientes en la
religión, muchas escuelas de pensamiento, cada una con sus propias halajot. ¿Cuál
seguimos los discípulos del Mesías? Pues la que nos enseñaron los Santos Shlijím, porque
nosotros seguimos al Rebe Yeshúa Ha’Notzrí, nuestro Justo Mesías. Por lo tanto, seguimos
la halajá notzrí.

Pero yo sé que algunos de ustedes se preguntan si la tradición es realmente


necesaria o si acaso podemos prescindir de ella. Consideren lo siguiente. Al volvernos
discípulos de Mashíaj aprendemos Su Toráh, y cuando procuramos obedecerla surgen
preguntas sobre cómo aplicar tal o cual mitzváh. La halajá de los Shlijím y de la Kehilláh de
Yeshúa nos instruye y guía para que podamos observar la Toráh tal como Él nos la ha
enseñado. Es decir que por medio de las Sagradas Escrituras somos enseñados por el
Rebe, y por medio de la tradición apostólica aprendemos a aplicar Sus preceptos. Así
andamos por el camino que Hashem nos ha marcado en esta parashá.

Aquí veo necesario hacer una aclaración, puesto que muchos repetidas veces me
han expresado sus dudas sobre este asunto. Nosotros los judíos mesiánicos somos
Notzrím y seguimos el Natzrut, que es el Judaísmo de Rabán Yeshúa Ha´Notzrí el Mesías.
Como tal, Su Judaísmo tiene su respectiva Halajá. Como este es el Camino que Dios ha
indicado a todo hombre en todo tiempo y en todo lugar, nuestro pueblo lo componen
tanto judíos como gentiles. Como está escrito, Él ha hecho que ambos y unidos
conformemos un solo pueblo (Gálatas 3:28, Efesios 2:11-19 y Colosenses 3:9-11), el Israel
de Dios (Gálatas 6:16). Así que todos somos judíos espirituales (Romanos 2:28-29). Pero
en la carne somos unos israelitas y otros gentiles. Por lo tanto, los Santos Shlijím de
nuestro Rebe el Mesías y toda la Kehilláh de Elohím han estipulado dos tipos de halajot
muy parecidas pero bien diferenciadas. Una halajá es para los judíos y la otra es para los
gentiles. Por eso insisto tanto en el estudio de la Didajé, porque este es el documento
halájico fundamental del Natzrut para las naciones, y cuando un goy viene a nosotros con
deseos de convertirse al Natzrut y volverse un discípulo del Rebe, debemos instruirlo en la
Toráh de Mashíaj tal como ella nos ha sido transmitida de generación en generación por
Sus Shlujím y toda Su Santa Kehilláh por medio de la Gran Tradición. Eso sí, como suelo
decirles, dentro de la Gran Tradición del Natzrut son comprendidas muchas tradiciones
legítimas fundadas por los Shlijím y Sus discípulos u otros Tzadikím de nuestra religión.
Unos siguen una tradición y otros siguen otra, pero todos siguen y obedecen a Mashíaj, y
todos somos hermanos. Como está escrito: “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así
como también ustedes fueron llamados en una misma esperanza de su vocación; un solo
Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos,
por todos y en todos” (Efesios 4:4-6).

Dicho sea de paso, la Didajé comienza con una serie de enseñanzas e instrucciones
sobre los dos caminos. En su primera parte detalla en qué consiste el Camino de la Vida
que nos enseñó nuestro Justo Mesías. La Kehilláh Ha’Yeshanáh utilizaba esta Didajé en la
catequesis de los gentiles para prepararlos para su teviláh de conversión al Mashíaj. Por
esta razón yo también he enseñado con ella a los candidatos al bautismo que he
discipulado. Y también en otros shiurím ustedes me han escuchado citarla para explicar
algún tema de halajá. Y no solo la Didajé, sino también otros escritos de la Kehilláh
Ha’Yeshanáh. No obstante, a propósito me enfoco en la Didajé por su gran importancia
para la Kehilláh de Mashíaj y porque este documento halájico precisamente está
estrechamente relacionado con los dos caminos de la parashá de esta semana. En la
Antigüedad la Kehilláh de Mashíaj comenzaba el limud de los nuevos conversos a la fe de
Yeshúa usando la Didajé, nosotros también debemos hacerlo. No hacerlo significa
desechar la tradición notzrí e implica desviarnos de la enseñanza de nuestro Rebe. Vamos
a la fuente; volvamos a la Toráh de Mashíaj; preservemos nuestra tradición. De esta
manera, sabremos cómo conducirnos en el Camino.

Ahora bien, meditar en los dos caminos nos lleva a reflexionar sobre la voluntad de
Dios y la responsabilidad del hombre que está en el Nuevo Pacto. ¿Cuál es la voluntad de
Dios para nuestra vida? Moshé responde, diciendo: “pondréis cuidado en cumplir todos
los estatutos y las leyes que hoy os pongo delante” (Devarím 11:32). Su voluntad es que
pongamos en práctica Sus mitzvot, y así seamos santificados. Por lo cual dice el Shelíaj:
“ustedes saben qué preceptos les dimos por autoridad del Señor Yeshúa. Porque esta es la
voluntad de Dios: su santificación” (1 Tesalonicenses 4:2-3). Pero nosotros fuimos creados
con libre albedrío, así que somos responsables de nuestros actos y un día rendiremos
cuenta delante de Dios, como dijo nuestro Señor Yeshúa sobre Su Segunda Venida (Sea
muy pronto y en nuestros días. Amén.): “Por tanto, Yo vengo pronto, y Mi
recompensa está conmigo para recompensar a cada uno según sea su obra. (…)
Bienaventurados los que lavan sus vestiduras para tener derecho al árbol de la vida y para
entrar por las puertas a la ciudad” (Apocalipsis 22:12 y 14). Ya que Adonay es un Dios de
retribución, hay recompensa o castigo según hayamos obedecido o no Sus mitzvot.
Entonces todo tiene su costo. ¿Cuál es, pues, la paga de la desobediencia? ¿Y cuál el costo
de escoger mal el camino? Nuestra maldición. Esto quiere decir que todo discípulo del
Señor que no anda conforme a Sus caminos, será justamente disciplinado por el Señor
para corregirlo hasta que se vuelva a Él en teshuvá shlemá (arrepentimiento completo).
Pues dice la Escrituras: “el Señor a quien ama, reprende, así como un padre al hijo en
quien se deleita” (Mishléi 3:12).

Ahora bien, yo sé que a todos nos atrae el pecado y que muchas veces este nos
resulta más interesante y entretenido. Sin embargo, nuestro Adversario se vale de
nuestros deseos (nuestra concupiscencia) como estrategia para seducirnos y hacernos
caer en pos de nuestro Yétzer Ha’Rá (la tendencia al mal). Como bien nos enseñó el
hermano del Señor, Yaakov Ha’Tzadik, de bendita memoria: “cada uno es tentado cuando
es llevado y seducido por su propia pasión” (Santiago 1:14). Muchas veces nos dejamos
enceguecer por nuestra mala inclinación y recién nos damos cuenta de la magnitud y
gravedad de nuestro pecado cuando ya hemos transgredido. Como dijera nuestro viejo
hermano, el puritano Thomas Watson, de bendita memoria: “Cristo nunca es dulce sino
hasta que el pecado es visto como algo amargo.” Y yendo en la misma línea de
pensamiento, otro hermano puritano de nombre Thomas Manton, de bendita memoria,
también dijo: “El pecado es dulce en el momento, pero amargo es en el recuerdo.” Por eso
nos advierte la Escritura: “Camino hay que al hombre le parece recto, cuyo fin son
caminos de muerte” (Mishléi 14:12).

Por lo tanto, hermanos, cuando sean tentados recuerden la exhortación con que
nos enseñó nuestro Señor: “Entren por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y
amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Pero
estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”
(Mateo 7:13-14). Y sobre todo, adhirámonos y aferrémonos a nuestro Señor con emunáh,
porque dependemos de Él. Permanezcamos en Su amor mediante la observancia de los
emtzei jésed, los medios de gracia: Toráh, mitzvot y tefiláh. Haciendo al menos estas tres
cosas estaremos en devekut. Permanezcamos, entonces, en el Señor haciendo mitzvot,
estudiando Su Palabra y haciendo tefiláh, porque así Él nos mandó: “Si permanecen en Mí,
y Mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y les será hecho” (Juan 15:7).
“Si permanecen en Mí” obedeciendo Mis mandamientos, “y Mis palabras permanecen en
ustedes” enseñándose la Toráh del Mesías unos a otros, “pidan lo que quieran” en la
tefiláh “y les será hecho” porque estarán en cercanía con Hashem y pedirán conforme a
Su voluntad. La voluntad de Dios es que seamos santificados por la obediencia a toda Su
Palabra. Así es nuestra responsabilidad hacer todo lo que Él nos ha mandado. Pero gracias
a Dios que no dependemos de nuestras fuerzas, porque nuestro corazón muchas veces es
débil y escoge mal. Por eso, recuerden que dependen de Dios, y que Su gracia nos
sostiene para que hagamos la voluntad de Dios. Como nos enseñó el Shelíaj Shaul, de
bendita memoria: “ocúpense en su salvación con temor y temblor. Porque Dios es quien
obra en ustedes tanto el querer como el hacer, para Su buena intención” (Filipenses 2:12-
13). Cuando estemos atravesando la prueba, no desesperemos, sino descansemos en Dios
y fortalezcámonos en Él.

En conclusión, hermanos, Hashem hoy pone delante de nosotros dos caminos.


¿Cuál camino vamos a escoger? Elijamos el de la obediencia a Dios. Pero si la tentación se
pone difícil, recen este pasuk que dice: “Guíame por el camino de Tus mandamientos,
pues eso deseo” (Tehilím 119:25). Entonces, hermanos, caminando en la senda de Sus
mandamientos encontrarán paz para sus corazones. En la lectura de la parashá de hoy
hemos aprendido a valernos de la Toráh de Dios, de Sus palabras e instrucciones, como si
fuera un mapa que nos marca la ruta para la vida bienaventurada. Por medio de Su
Enseñanza una y otra vez Adonay guía nuestros pasos y nos allana el camino. Cuando nos
apartamos del Camino y nos desviamos por otros senderos de este mundo, andamos sin
Su Toráh y entonces tropezamos y acabamos en problemas que hasta pueden poner en
peligro nuestra vida. Pero ¡barúj Hashem!, no estamos condenados a transitar para
siempre el camino errado. Dios nos brinda una senda, el camino de la teshuvá, para que
podamos regresar al Camino que nos lleva a la vida. Si están perdidos porque tomaron el
camino incorrecto, clamen a Elohím y Él los escuchará. Sus pecados confiesen al Padre y
pídanle perdón; y Él los perdonará. Clamen: “Adonay, sálvanos; que el Rey nos responda
en el día en que clamamos” (Tehilím 20:10). Clamen y díganle: “Adonay, dame Tu Santa
Sabiduría para que siga Tu camino cada día.” Recuerden que con la guía de Dios siempre
podemos hallar nuestro camino.

Shabat Shalom.

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