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Gracia y Verdad
Ya han pasado aproximadamente tres años de ministerio y Yeshúa realiza una última gira
por el norte de Israel para predicar por última vez la Besoráh “a las ovejas perdidas de la
casa de Israel” y hacerles un último llamado a la teshuvá y la emunáh en Él. Nuestro Rabán
Yeshúa Ha’Notzrí sabe que el fin de Su ministerio terrenal está cerca, así que ha pasado los
últimos meses dedicando más tiempo a solas con Sus Shelujím, preparándolos para todo
lo que implicará el cumplimiento de la misión de Yeshúa. La relación con el Judaísmo de
los Prushím es tensa y de mutuo rechazo; pero los Baaléi Teshuvá, los marginados y los
pobres del pueblo, como un ciego de Bet-Tzaidah, han depositado su emunáh y toda su
esperanza en Yeshúa y no han sido defraudados. Ahora, Yeshúa y Sus Shelujím se dirigen a
Cesarea de Filipos, en la frontera norte de Israel, tierra consagrada a Báal-Gad (o Báal-
Hermón) y a Pan, y región donde el pueblo judío se ha apartado de la Toráh. Yeshúa se
dirige a esta región cercana a “el camino del mar” de Yeshayahu 8:23, y en el camino
aprovecha para pasar otro tiempo a solas con los Doce. Allí les hará una pregunta crucial,
cuya respuesta marcará un cambio radical en la manera en la que Él se dirige a ellos.
Hemos llegado al corazón del Evangelio según Marcos.
A continuación, las brajot para recitar antes de leer y estudiar la Bendita y Sagrada Besorát
Elohim.
Brajot:
Baruj atá Adonay Elohenu Mélej HaOlam, asher natan lanu et haderej hayeshuáh
BeMashíaj Yeshúa. Amén.
Baruj atá Adonay Elohenu Mélej HaOlam, asher natan lanu Mashíaj Yeshúa, Vehadibrot
shel habrit jadasha. Baruj atá Adonay noten habrit hajadasha. Amén.
Bendición de la Toráh
Baruj atá Adonay Elohenu Mélej HaOlam, asher kideshanu bemitzvotav vetzivanu laasot
bedibré Toráh. Amén.
Kiriat Ha’Besoráh
Drashá
Es así que Marcos organizó su Evangelio en tres partes. La primera mitad (capítulos
1 al 8:26) aborda la pregunta sobre la identidad de Yeshúa: ¿Quién es este Yeshúa
Ha’Notzrí? ¿Es él el Mesías? Y la segunda mitad (capítulos 11 al 16) responden a cómo es
que Yeshúa se convirtió en el Rey Mesiánico. Entre medio de estas dos secciones se halla
esta historia crucial en la que Rabenu Yeshúa responde las dos preguntas (capítulos 8:27 al
10). Desde el comienzo del Evangelio hasta este punto hemos visto que, aunque Marcos
introdujo su relato diciendo que este es el “Principio del Evangelio de Yeshúa el Mesías”
(1:1) y nos contó que en la teviláh de Yeshúa la Voz Celestial Le habló diciéndole: “Tú eres
Mi Hijo Amado, en Ti Me he complacido” (1:11), nuestro Rabán repetidas veces había
ordenado a las personas que no le contaran a nadie sobre Sus milagros. La pregunta que
surge de inmediato en nuestras mentes es: Si Yeshúa es el Mesías, ¿por qué mantenerlo
en secreto? La cuestión es que cada israelita tenía distintas expectativas sobre quién era el
Mesías y qué iba a hacer. En cambio, Yeshúa quería que Su pueblo no malentendiera lo
que para Él significa ser el Mesías de Israel. Con todo esto en mente, llegamos al corazón
del Evangelio según Marcos, a esta historia crucial en la que Yeshúa se lleva a Sus
discípulos a solas y les pregunta sobre los rumores y opiniones en torno a Su identidad.
Veamos, pues, más en detalle esta historia.
“Yeshúa salió con Sus discípulos a las aldeas de Keisáriah de Filipus; y en el camino
preguntó a Sus discípulos: ‘¿Quién dicen los hombres que soy Yo?’. Le respondieron:
‘Yojanán Ha’Matvil; y otros, Eliahu; pero otros, uno de los profetas.’” La respuesta de los
Shelijím refleja la diversidad de opiniones que el pueblo tenía acerca de Rabán Yeshúa.
Todos coincidían en que debía ser algún profeta, y por lo tanto, un portavoz de Dios; pero
no veían más allá. Ninguno Lo identificaba con el Mashíaj. A lo sumo algunos creían que
podía ser el profeta Eliahu que había vuelto, como estaba profetizado (Malají/Malaquías
3:23-24), lo que vinculaba a Yeshúa con la esperanza mesiánica en boga en aquella época.
Sin embargo, nadie parecía reconocerlo y decir, al menos abiertamente, que Él era el
Mashíaj. En definitiva, todos tenían distintas ideas sobre Yeshúa: Sobre Su identidad y Su
misión. Y a decir verdad, lo mismo ocurre hoy. En la actualidad también hay muchas
opiniones acerca de quién es Yeshúa Ha’Notzrí. Unos lo consideran un profeta. Tal es el
caso de, por ejemplo, los musulmanes. Otros, los nuevaeristas, piensan que Yeshúa era un
maestro iluminado. Las últimas generaciones de judíos Lo ven como un gran rabino que
fue mal interpretado. Los cristianos liberales, los agnósticos y los ateos dicen que Yeshúa
solamente fue un buen hombre, y en el mejor de los casos, un hombre muy sabio que
sufrió el martirio (o no… porque hay quienes afirman que terminó Sus días casado, con
hijos, y enseñando en Cachemira). Otros ateos directamente niegan Su existencia y
afirman que Yeshúa no es más que un mito. Algunas sectas cristianas y mesiánicas
reconocen que Él es el Mashíaj, pero también afirman que era un hombre común y
corriente. En cambio, los Notzrím (Judíos Mesiánicos) y los cristianos en general creen con
convicción que Yeshúa es el Mashíaj y Dios encarnado. El panorama hoy no es muy
distinto al del siglo I de esta Era. La gente tiene distintas opiniones sobre quién es Yeshúa
y a qué vino.
Ahora bien, el pasaje bíblico de la confesión de Pedro es uno de los pasajes cuya
interpretación es debatida por distintos grupos cristianos. En el Evangelio según Marcos
no tenemos tanta información (fiel al estilo breve y veloz de Marcos), pero sí encontramos
más detalles de esta conversación en Mateo 16:13-20 y Lucas 9:18-21. Como seguramente
ustedes ya saben, a la respuesta de Shimón le sigue un elogio por parte de Yeshúa, quien
aprueba la respuesta como correcta y afirma que Dios le reveló a Shimón la verdad sobre
Yeshúa: Que Él es el Mesías. En consecuencia, Yeshúa le cambia el nombre a Shimón y lo
apoda Kefa (Pedro, que significa “piedra”), y luego (por primera vez) Yeshúa habla de la
Iglesia (aunque el concepto era ya muy conocido por los judíos, ya que era un término con
el que los judíos de la diáspora se referían a todo el pueblo de Israel) y afirma que “sobre
esta piedra” Él edificaría Su Iglesia, con la promesa de que los poderes de la muerte “no
prevalecerán contra ella”. Finalmente, también le entregó a Kefa las llaves del reino de los
Cielos. Son estas palabras de Yeshúa a Kefa lo que se debate tanto entre las distintas
denominaciones cristianas. Lamentablemente no podré profundizar en este asunto ahora,
pero haré un resumen de las principales posturas teológicas. Para los romanistas actuales,
aquí Yeshúa instaura el Papado y la Infalibilidad Papal. Para los evangélicos (también
llamados protestantes), Pedro es la piedra en virtud de su confesión, la primera piedra de
muchas que conforman el Nuevo Sagrado Templo, siendo Mashíaj la Piedra Angular
(Compárese con 1 Pedro 2:4-8 y Efesios 2:20). Es decir que Pedro es el primero en
confesar públicamente su fe en Yeshúa y el que tomaría la iniciativa en varios momentos
claves para el avance del Evangelio. Para los evangelicalistas (Evangelicalismo Moderno)
hay dos interpretaciones posibles: Una según la cual Yeshúa es la roca, por lo que la frase
“sobre esta roca edificaré Mi Iglesia” se refería a Él Mismo. Otra interpretación alternativa
de los evangélicos modernos es que la roca es la confesión de Pedro, pero no Pedro en sí
mismo.
Para finalizar, en los pesukím 34 al 38 Rabenu Yeshúa nos enseña sobre el costo
del discipulado. Ya saben que Él es el Mesías. Ya saben que Él será rechazado y ejecutado
injustamente. Por lo tanto, ahora saben que ser un discípulo del Mesías no es tarea fácil.
Reconocer públicamente que Yeshúa es el Mesías y seguirlo implica arriesgar nuestras
vidas. ¿Por qué? Bueno, primero porque Israel estaba bajo el dominio del Imperio
Romano. Los romanos ya habían aplastado numerosas rebeliones en Israel lideradas por
falsos mesías. Roma no reconocería a otro rey fuera del César, ni permitiría que uno de
sus países súbditos se rebelara contra el Emperador. Así que era sabido que Roma
intentaría matar a cualquier candidato a Mesías. Yeshúa y a Sus seguidores no estarían
exentos. A la luz de esto, había que pensarlo dos veces antes de continuar siendo un
discípulo de Yeshúa el Mesías. En segundo lugar, el discipulado tiene un costo porque
implica una entrega total al Mesías. Es así, pues, que en estos últimos versículos del
capítulo 8 Rabán Yeshúa nos explica qué implica o qué significa ser Su discípulo. “Si
alguien quiere venir conmigo, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame.” Negarnos a
nosotros mismos implica humillarnos ante Dios, morir al yo. En rigor, negarnos a nosotros
mismos significa mortificar el pecado que todavía hay en nosotros. Es renunciar al pecado
para seguir a Yeshúa, servir a Dios y glorificarle con todo nuestro ser todo el tiempo. Uno
de nuestros Sabios, Rab Yojanán Lojém Ha’Tzédek de Gales, dijo: “Matad a vuestro pecado
o el pecado os matará a vosotros. Estad siempre ocupados en ello mientras viváis. No
ceséis ni un día de esta obra.” ¿Por qué? Porque aunque ya somos salvos por la emunáh
en Yeshúa, todavía no hemos sido perfeccionados. Por tanto, todavía queda en nosotros
restos del viejo hombre que ama el pecado y odia a Dios. El pecado que habita en
nosotros nunca desaparece ni detiene su actividad, hasta el día de la Glorificación de los
Santos, cuando Mashíaj vuelva. Hasta entonces, nuestro Yétzer Ha’Rá (Mala Inclinación)
siempre está buscando nuestra destrucción. Además, es también nuestro deber crecer en
gracia y santidad cada día. Porque habiendo siendo renacidos en Mashíaj, ya no estamos
bajo la ley del pecado, sino que ahora estamos bajo la gracia de Hashem. Nos damos por
muertos al pecado, pero vivos para Dios. Como resultado, nuestra vida espiritual depende
de matar al pecado. Lo que nos lleva a considerar el significado de tomar nuestra cruz.
Sufriremos por ser diferentes, por negarnos al pecado. Seremos mal vistos. Pero sobre
todo sufriremos por causa de nuestra fe en Yeshúa; sufriremos por causa del Evangelio
(Marcos 8:35). No obstante, sigámosLo. Seguir a Mashíaj implica escuchar Sus enseñanzas
y obedecerlas. Si reconocemos a Yeshúa como el Mesías (el Ungido para ser Rey, el Señor)
entonces debemos someternos a Su Reinado y Señorío. Significa ser súbditos leales a
nuestro Señor y Mesías.
Pero todo esto, alguno podría argumentar, suena muy fanático. ¿Qué sucede si
quiero ser un seguidor moderado de Yeshúa y no un súbdito fanático? Pues Yeshúa nos
llama a ser discípulos radicales. No es extraño: Él es el Señor. Es el Rey que reclama Su
trono por derecho legítimo. El Evangelio es el anuncio de la llegada del Mesías Rey, y la
proclamación de este mensaje concluye con un llamado al arrepentimiento y a
someternos al Rey… o de lo contrario, moriremos. No hay término medio. O eres un
discípulo de Yeshúa que se niega a sí mismo, toma su cruz cada día y Le sigue, o no eres un
discípulo de Yeshúa y sigues tu propio camino y sirves a otros señores. No podemos estar
con Dios y con el mundo pecaminoso a la vez. En mi país existe un dicho: “No puedes estar
bien con Dios y con el diablo.” Sería como “jugar a dos puntas”, es decir, ser infieles. O
estamos con Mashíaj o estamos en contra de Él. Lo sé, es dura esta palabra. Pero es la
Palabra de Dios. Yeshúa es una de esas raras personalidades controversiales que dividen
las aguas: Unos Lo aman, otros Lo odian… pero nadie puede ser indiferente con Él. O
amamos a Yeshúa u odiamos a Yeshúa. No se puede decir que él es el Señor y a la vez
desobedecerle. Al contrario, si decimos que Él es nuestro Señor, entonces debemos
someternos a Él y obedecer Su Palabra. Ya lo dijo el Shelíaj Yojanán: “El que dice que
permanece en Él, debe andar como Él anduvo” (1 Juan 2:6). No es una opción ni una
sugerencia, es un mandamiento. Si somos discípulos del Mesías, hemos de vivir por Él y
morir por Él.
“O, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma? O, ¿qué
dará un hombre a cambio de su alma?” Algunos quieren seguir a Mashíaj y seguir siendo
amigos del mundo (es decir, del sistema que no se somete a Dios). Ya hemos dicho que
eso no es posible. No es una opción. También lo dijo Yojanán:
No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor
del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la
pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el
mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece
para siempre (1 Juan 2:15-17).
Con todo, algunos creyentes pretenden servir a dos señores. Otra forma de aplicar las
palabras de Mashíaj- “¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su
alma?”- sería la siguiente. A menudo conocemos personas que son muy buenas, pero se
rehúsan a creer en Yeshúa y someterse a Él. Cuando vemos eso solemos pensar: “Es tan
buena persona, solo le falta el Señor.” Hermanos, si le falta Yeshúa, le falta todo. Porque
Mashíaj es nuestro todo. Puedes ser la persona más buena en la tierra según tu propia
opinión o según la opinión de la gente, pero delante de Dios eres tan pecador como el
criminal más grande de la historia. Por lo tanto, tú también necesitas a Yeshúa. Tú
también necesitas la Redención y el perdón de Dios.
Jésed Ve’Shalom.