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Jésed Ve’Emét

Gracia y Verdad

Serie: Conociendo a Dios en Yeshúa

Shiur 45: La confesión de Kefa y el costo del discipulado (Marcos 8:27-38)

Ya han pasado aproximadamente tres años de ministerio y Yeshúa realiza una última gira
por el norte de Israel para predicar por última vez la Besoráh “a las ovejas perdidas de la
casa de Israel” y hacerles un último llamado a la teshuvá y la emunáh en Él. Nuestro Rabán
Yeshúa Ha’Notzrí sabe que el fin de Su ministerio terrenal está cerca, así que ha pasado los
últimos meses dedicando más tiempo a solas con Sus Shelujím, preparándolos para todo
lo que implicará el cumplimiento de la misión de Yeshúa. La relación con el Judaísmo de
los Prushím es tensa y de mutuo rechazo; pero los Baaléi Teshuvá, los marginados y los
pobres del pueblo, como un ciego de Bet-Tzaidah, han depositado su emunáh y toda su
esperanza en Yeshúa y no han sido defraudados. Ahora, Yeshúa y Sus Shelujím se dirigen a
Cesarea de Filipos, en la frontera norte de Israel, tierra consagrada a Báal-Gad (o Báal-
Hermón) y a Pan, y región donde el pueblo judío se ha apartado de la Toráh. Yeshúa se
dirige a esta región cercana a “el camino del mar” de Yeshayahu 8:23, y en el camino
aprovecha para pasar otro tiempo a solas con los Doce. Allí les hará una pregunta crucial,
cuya respuesta marcará un cambio radical en la manera en la que Él se dirige a ellos.
Hemos llegado al corazón del Evangelio según Marcos.

A continuación, las brajot para recitar antes de leer y estudiar la Bendita y Sagrada Besorát
Elohim.

Brajot:

 Bendición del Mesías

Baruj atá Adonay Elohenu Mélej HaOlam, asher natan lanu et haderej hayeshuáh
BeMashíaj Yeshúa. Amén.

 Bendición del Nuevo Pacto

Baruj atá Adonay Elohenu Mélej HaOlam, asher natan lanu Mashíaj Yeshúa, Vehadibrot
shel habrit jadasha. Baruj atá Adonay noten habrit hajadasha. Amén.

 Bendición de la Toráh

Baruj atá Adonay Elohenu Mélej HaOlam, asher kideshanu bemitzvotav vetzivanu laasot
bedibré Toráh. Amén.
Kiriat Ha’Besoráh

El Santo Evangelio según Marcos 8:27-38.


27
Yeshúa salió con Sus discípulos a las aldeas de Keisáriah de Filipus; y en el camino
preguntó a Sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy Yo?». 28 Le respondieron:
«Yojanán Ha’Matvil; y otros, Eliahu; pero otros, uno de los profetas». 29 Él les
preguntó: «Pero ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?». Kefa Le respondió: «Tú eres el
Mashíaj». 30 Y Yeshúa les advirtió severamente que no hablaran de Él a nadie.
31
Yeshúa comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía padecer muchas cosas, y ser
rechazado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y ser muerto, y
después de tres días resucitar. 32 Y les decía estas palabras claramente. Entonces Kefa lo
llevó aparte y comenzó a reprender a Yeshúa. 33 Pero Él volviéndose y mirando a Sus
discípulos, reprendió a Kefa y le dijo: «¡Ponte detrás de Mí, adversario!, porque no tienes
en mente las cosas de Dios, sino las de los hombres».
34
Llamando Yeshúa a la multitud y a Sus discípulos, les dijo: «Si alguien quiere venir
conmigo, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame. 35 Porque el que quiera salvar su
vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de Mí y de la Besoráh, la
salvará. 36 O, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma? 37 O,
¿qué dará un hombre a cambio de su alma? 38 Porque cualquiera que se avergüence de Mí
y de Mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre también se
avergonzará de él, cuando venga en la gloria de Su Padre con los santos ángeles».

Drashá

Cuando comenzamos a estudiar el Evangelio según Marcos, dijimos que el


evangelista había seleccionado y ordenado las historias sobre la vida de Rabán Yeshúa de
una manera específica con el propósito de brindar respuestas a la cuestión de si Yeshúa es
o no el verdadero Mashíaj. En aquella ocasión explicamos qué es un Mesías. Es un rey, a
veces llamado “el Hijo de Dios”, perteneciente a la dinastía de David Ha’Mélej. Todos los
reyes eran ungidos con un aceite de consagración cuando ascendían al trono, de ahí que
todos los reyes de Israel fueran un mesías (literalmente, ungido) de Dios. Pero cuando el
Reino de Israel se dividió, y sobre todo cuando el Reino de Judá perdió su independencia,
emergió una nueva manera de entender la figura del descendiente de David que era el
legítimo heredero del trono. Así, pues, los profetas anunciaban que un día Dios restauraría
Su Reino en la tierra por medio del Mesías. Como en el siglo I de esta era Israel estaba
bajo el dominio de los romanos, los anhelos libertadores del pueblo habían alcanzado
proporciones mesiánicas y sus expectativas concebían al Mashíaj como un líder que los
independizaría del yugo romano y restauraría el antiguo y unificado Reino de Israel. Esto
es importante saberlo para entender lo que Marcos nos cuenta sobre Yeshúa y Su misión
mesiánica, pues, como ya sabemos, Yeshúa no expulsó ni derrotó a los romanos… todo lo
contrario, Él fue ejecutado por ellos. Es por eso que Marcos escribió este Evangelio de tal
forma que abordemos los problemas que la vida y la muerte de Yeshúa nos generan y para
probarnos que verdaderamente Él es el Mesías, el Hijo de Dios.

Es así que Marcos organizó su Evangelio en tres partes. La primera mitad (capítulos
1 al 8:26) aborda la pregunta sobre la identidad de Yeshúa: ¿Quién es este Yeshúa
Ha’Notzrí? ¿Es él el Mesías? Y la segunda mitad (capítulos 11 al 16) responden a cómo es
que Yeshúa se convirtió en el Rey Mesiánico. Entre medio de estas dos secciones se halla
esta historia crucial en la que Rabenu Yeshúa responde las dos preguntas (capítulos 8:27 al
10). Desde el comienzo del Evangelio hasta este punto hemos visto que, aunque Marcos
introdujo su relato diciendo que este es el “Principio del Evangelio de Yeshúa el Mesías”
(1:1) y nos contó que en la teviláh de Yeshúa la Voz Celestial Le habló diciéndole: “Tú eres
Mi Hijo Amado, en Ti Me he complacido” (1:11), nuestro Rabán repetidas veces había
ordenado a las personas que no le contaran a nadie sobre Sus milagros. La pregunta que
surge de inmediato en nuestras mentes es: Si Yeshúa es el Mesías, ¿por qué mantenerlo
en secreto? La cuestión es que cada israelita tenía distintas expectativas sobre quién era el
Mesías y qué iba a hacer. En cambio, Yeshúa quería que Su pueblo no malentendiera lo
que para Él significa ser el Mesías de Israel. Con todo esto en mente, llegamos al corazón
del Evangelio según Marcos, a esta historia crucial en la que Yeshúa se lleva a Sus
discípulos a solas y les pregunta sobre los rumores y opiniones en torno a Su identidad.
Veamos, pues, más en detalle esta historia.

“Yeshúa salió con Sus discípulos a las aldeas de Keisáriah de Filipus; y en el camino
preguntó a Sus discípulos: ‘¿Quién dicen los hombres que soy Yo?’. Le respondieron:
‘Yojanán Ha’Matvil; y otros, Eliahu; pero otros, uno de los profetas.’” La respuesta de los
Shelijím refleja la diversidad de opiniones que el pueblo tenía acerca de Rabán Yeshúa.
Todos coincidían en que debía ser algún profeta, y por lo tanto, un portavoz de Dios; pero
no veían más allá. Ninguno Lo identificaba con el Mashíaj. A lo sumo algunos creían que
podía ser el profeta Eliahu que había vuelto, como estaba profetizado (Malají/Malaquías
3:23-24), lo que vinculaba a Yeshúa con la esperanza mesiánica en boga en aquella época.
Sin embargo, nadie parecía reconocerlo y decir, al menos abiertamente, que Él era el
Mashíaj. En definitiva, todos tenían distintas ideas sobre Yeshúa: Sobre Su identidad y Su
misión. Y a decir verdad, lo mismo ocurre hoy. En la actualidad también hay muchas
opiniones acerca de quién es Yeshúa Ha’Notzrí. Unos lo consideran un profeta. Tal es el
caso de, por ejemplo, los musulmanes. Otros, los nuevaeristas, piensan que Yeshúa era un
maestro iluminado. Las últimas generaciones de judíos Lo ven como un gran rabino que
fue mal interpretado. Los cristianos liberales, los agnósticos y los ateos dicen que Yeshúa
solamente fue un buen hombre, y en el mejor de los casos, un hombre muy sabio que
sufrió el martirio (o no… porque hay quienes afirman que terminó Sus días casado, con
hijos, y enseñando en Cachemira). Otros ateos directamente niegan Su existencia y
afirman que Yeshúa no es más que un mito. Algunas sectas cristianas y mesiánicas
reconocen que Él es el Mashíaj, pero también afirman que era un hombre común y
corriente. En cambio, los Notzrím (Judíos Mesiánicos) y los cristianos en general creen con
convicción que Yeshúa es el Mashíaj y Dios encarnado. El panorama hoy no es muy
distinto al del siglo I de esta Era. La gente tiene distintas opiniones sobre quién es Yeshúa
y a qué vino.

Pero Rabán no se detuvo ahí, en la respuesta a Su primera pregunta, ni se


conformó con un reporte de lo que los demás pensaban de Él. Él quería saber qué creían
Sus Discípulos. A decir verdad, esta era una pregunta general que buscaba una respuesta
general, y eso fue a propósito. Se trataba de una pregunta disparador, para comenzar a
hablar con los Discípulos de lo más importante. Es así que de inmediato Yeshúa les
personalizó la pregunta y esta vez les dijo: “Pero ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?” Es
fácil repetir lo que los demás piensan sobre algún asunto importante, pero es todo un
desafío decir lo que nosotros realmente pensamos sobre ese tema. Es difícil hacernos
cargo de nuestras palabras. Pero se trata de un tema fundamental. Todo el Evangelio
según Marcos gira en torno a esta pregunta: ¿Quién es Yeshúa? Y aunque la gente ofrece
distintas respuestas, lo importante al final de cuentas es saber quién es Yeshúa para
nosotros. Así que, pensémoslo y hagámonos la pregunta a nosotros mismos. ¿Quién es
Yeshúa para ti? ¿Y qué implica eso para ti? Tu respuesta, ¿cómo afecta tu vida? Hay una
película que representa muy bien el quid de esta cuestión. Se titula The Body. La trama
gira en torno al descubrimiento de un misterioso cadáver que se encuentra oculto tras
una pared falsa en una tumba del siglo I en Jerusalén. Una serie de detalles arqueológicos
indican que es el verdadero sepulcro donde fue sepultado Yeshúa, y que los restos del
misterioso hombre serían los del mismísimo nazareno. La controversia estalla y el
Vaticano envía a un cura a que investigue la tumba, supervisado por la arqueóloga
israelita a cargo, una judía no religiosa. En un diálogo entre ambos protagonistas, la judía
le pregunta al católico por qué sería desastroso comprobar que el cadáver efectivamente
fuera Yeshúa, si en definitiva Él fue un hombre excepcional que fundó un estilo de vida
excepcional basado en el amor y la compasión. La respuesta del cura, breve y sencilla, es
una clara exposición resumida de lo que trata todo esto. Si Yeshúa efectivamente no
resucitó, entonces Su identidad y Su misión salvífica son una mentira, y por ende el
Cristianismo se desmoronaría porque depende de la doctrina de la resurrección. La
cuestión es sencilla, todo gira en torno a la Salvación. De igual manera, nuestra respuesta
a la identidad y misión de Yeshúa determina nuestro destino eterno. Así que,
dependiendo de cuál sea nuestra respuesta a la pregunta crucial, tendremos vida eterna o
no.

¿Quién es Yeshúa? ¿Es un hombre? ¿Es un Sabio? ¿O es un gran rabino


malinterpretado? ¿Tal vez un mártir, o un loco, un mentiroso, un mito, o quizá un maestro
iluminado? ¿Es el Mesías? ¿Es Dios? ¿Quién es Yeshúa para ti? Rabán Yeshúa preguntó a
Sus Doce Shelujím: “Pero ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?” Sus palabras retumban en un
eco a través de los siglos y nos interpelan exigiendo una respuesta sincera. Tras ella, sigue
la resuelta respuesta apostólica. “Kefa Le respondió: ‘Tú eres el Mashíaj.’” Esta simple y
breve, pero a la vez poderosa, respuesta de Shimón Kefa es conocida como la confesión
de Pedro. En efecto, su respuesta sobre la identidad de Yeshúa es una verdadera
confesión de fe apostólica. Es decir, una declaración de lo que los Apóstoles creían acerca
de Su Rabán. Kefa, como portavoz de los demás Shelijím, afirmó que para ellos Yeshúa era
el tan esperado Mesías de Israel. Podría decirse que es el primer credo de la historia del
Natzrut: Yeshúa es el Mesías.

Ahora bien, el pasaje bíblico de la confesión de Pedro es uno de los pasajes cuya
interpretación es debatida por distintos grupos cristianos. En el Evangelio según Marcos
no tenemos tanta información (fiel al estilo breve y veloz de Marcos), pero sí encontramos
más detalles de esta conversación en Mateo 16:13-20 y Lucas 9:18-21. Como seguramente
ustedes ya saben, a la respuesta de Shimón le sigue un elogio por parte de Yeshúa, quien
aprueba la respuesta como correcta y afirma que Dios le reveló a Shimón la verdad sobre
Yeshúa: Que Él es el Mesías. En consecuencia, Yeshúa le cambia el nombre a Shimón y lo
apoda Kefa (Pedro, que significa “piedra”), y luego (por primera vez) Yeshúa habla de la
Iglesia (aunque el concepto era ya muy conocido por los judíos, ya que era un término con
el que los judíos de la diáspora se referían a todo el pueblo de Israel) y afirma que “sobre
esta piedra” Él edificaría Su Iglesia, con la promesa de que los poderes de la muerte “no
prevalecerán contra ella”. Finalmente, también le entregó a Kefa las llaves del reino de los
Cielos. Son estas palabras de Yeshúa a Kefa lo que se debate tanto entre las distintas
denominaciones cristianas. Lamentablemente no podré profundizar en este asunto ahora,
pero haré un resumen de las principales posturas teológicas. Para los romanistas actuales,
aquí Yeshúa instaura el Papado y la Infalibilidad Papal. Para los evangélicos (también
llamados protestantes), Pedro es la piedra en virtud de su confesión, la primera piedra de
muchas que conforman el Nuevo Sagrado Templo, siendo Mashíaj la Piedra Angular
(Compárese con 1 Pedro 2:4-8 y Efesios 2:20). Es decir que Pedro es el primero en
confesar públicamente su fe en Yeshúa y el que tomaría la iniciativa en varios momentos
claves para el avance del Evangelio. Para los evangelicalistas (Evangelicalismo Moderno)
hay dos interpretaciones posibles: Una según la cual Yeshúa es la roca, por lo que la frase
“sobre esta roca edificaré Mi Iglesia” se refería a Él Mismo. Otra interpretación alternativa
de los evangélicos modernos es que la roca es la confesión de Pedro, pero no Pedro en sí
mismo.

Aunque las dos interpretaciones del Evangelicalismo no están tan erradas, la


postura más bíblica es la del Protestantismo Reformado. Por lo tanto, el Natzrút (Judaísmo
Mesiánico Ortodoxo) por dos mil años ha entendido, coincidiendo en estos últimos
quinientos tres años con los protestantes reformados, que Shimón es apodado Kefa en
virtud de su confesión de fe sobre la identidad mesiánica de Rabenu Yeshúa, y en virtud
de esa confesión él es hecho una figura prominente en momentos claves de los primeros
años de la Era Mesiánica, ejerciendo un rol de liderazgo que contribuyó al avance del
Reino de Mashíaj por la proclamación de la Besoráh (Evangelio) a Israel y a las naciones.
Por tanto, la piedra o roca en Mateo 16:18 (literalmente dice “piedra” en el idioma
original) es Pedro (Kefa). Sin embargo, esto no significa- como afirman los romanistas- que
el pasaje implica que Yeshúa convirtió a Kefa en el primer Papa y que le confirió la
Infalibilidad Papal y toda la autoridad que el Papa romano se adjudica. En verdad, lo que el
pasaje dice es que Kefa es la piedra en virtud de su confesión de fe (en Yeshúa Ha’Mashíaj)
y que por lo tanto es la primera de muchas piedras con las que Yeshúa construye Su
Iglesia. Es decir, Kefa es el primero entre muchos creyentes; pero todos somos piedras con
las que Yeshúa construye el Nuevo y Verdadero Sagrado Templo. En ningún momento
Kefa se adjudicó mayor honor que este. De hecho, él mismo en su primera epístola
retomó la imagen de la piedra de construcción como símbolo del creyente en Yeshúa y
afirmó que la Piedra Angular de la que depende todo el edificio edificado es Yeshúa el
Mesías. Así que Kefa es la primera piedra con la que Yeshúa ha estado edificando (y
continúa edificando) Su Pueblo, y esto por los méritos de su emunáh en Él. Entendiendo
correctamente estos textos bíblicos, vemos que Yeshúa nos enseña que la Confesión de
Pedro- la confesión de la identidad mesiánica de Yeshúa- es parte esencial y fundamental
del Evangelio y es así como debe ser entendido y creído por todo discípulo de Yeshúa.

A continuación de la confesión de fe de Pedro ocurre algo a lo que ya estamos


acostumbrados: “Yeshúa les advirtió severamente que no hablaran de Él a nadie.”
Nuevamente Yeshúa ordena a Sus Discípulos que guarden el secreto acerca de Él. Ahora
más que nunca, porque ya saben quién es Él. Pero… ¿por qué guardar ahora el secreto
mesiánico? Precisamente por la variedad de opiniones y expectativas en torno a la figura
del Mesías. Así como muchos pensaban que Yeshúa era alguna clase de profeta, también
había varias interpretaciones sobre el rol del Mesías. Pero todos coincidían en que Mashíaj
sería un líder militar que emanciparía a Israel del yugo extranjero y convertiría a Israel en
un imperio invencible. Esto era muy distinto a lo que Yeshúa venía a hacer
verdaderamente. Y aunque Sus Shelujím sabían que Él era el Mesías, todavía no entendían
a qué había venido Él. Ellos también esperaban a un victorioso libertador militar. Así que
Yeshúa comenzó a contarles cómo es que Él se convertiría en el Rey Mesiánico: “Yeshúa
comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía padecer muchas cosas, y ser
rechazado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y ser muerto, y
después de tres días resucitar. Y les decía estas palabras claramente.” Sin parábolas, sin
alegorías, con total claridad y franqueza les decía que Él sería rechazado por todas las
autoridades judaicas y que moriría ejecutado, pero que resucitaría después de tres días de
estar muerto. A partir de la confesión de Kefa, Yeshúa sabía que Sus Shelujím estaban
listos para saber lo que sucedería pronto: Que Su asunción como Mesías Rey implicaba ser
levantado en una cruz. Este es el primero de tres anuncios de Su muerte vicaria. Con cada
anuncio de Su muerte, Yeshúa les dará más detalles, pero en esencia es siempre lo mismo:
Será rechazado, morirá y tres días después resucitará. Su derrota sería Su triunfo. ¡Qué
paradoja! Algo totalmente inesperado. Así que es totalmente comprensible que los Doce
no entendieran, sino que pensaran que tal vez Yeshúa les hablaba metafóricamente sobre
Su misión mesiánica. Estas palabras de Yeshúa deben haber confundido a los Shelijím aún
más que el pedido de mantener en secreto Su identidad mesiánica. A esta altura ya debían
estar más que acostumbrados a no contar ciertas cosas sobre su Rabán, por lo tanto no
había nada raro en mantener el secreto mesiánico por un poco más de tiempo. Tal vez
pensaron que era una estrategia para no precipitar las cosas y garantizar la victoria sobre
los romanos. Pero el anuncio de Su muerte debió ser algo totalmente sorpresivo. ¿Acaso
los Profetas no decían que el Mesías debía pelear las batallas de Hashem y vencer a los
enemigos de Dios? Pero Él acababa de profetizarles Su propia derrota. ¿Entonces no era el
Mesías? ¿O sí? ¿Qué quería decir con ser rechazado, muerto y resucitado? En realidad
Yeshúa les estaba diciendo: “Sí, Yo soy el Mesías; pero no como ustedes creen.” El anuncio
de Su muerte es una explicación de cómo Él ejecutaría Su misión mesiánica.

Claramente ellos no entendían, y Kefa lo diría. Pero al hacerlo, inconscientemente,


actuaría como un adversario (en hebreo: satán) de Yeshúa, pues se estaría oponiendo a Él
y su intento por convencer a Yeshúa de no dejarse matar significaría que Kefa ahora se
estaba interponiendo entre Yeshúa y Su misión redentora. Es entonces cuando Yeshúa lo
reprende y le llama adversario “porque no tienes en mente las cosas de Dios, sino las de
los hombres.” Por supuesto que Kefa deseaba hacer la Voluntad de Dios. Su intención no
era oponerse a Yeshúa. Sin embargo, su entendimiento de las Escrituras era
antropocéntrico. Es decir, creía que el fin último de la misión mesiánica era lograr el bien
de Israel y del mundo, cuando en realidad era reivindicar la Gloria de Dios. Por supuesto
que ellos serían beneficiados, pero el fin último de la Redención era glorificar a Hashem, el
Redentor de Israel. Esto debe hacernos pensar en cuál es nuestro enfoque al acercarnos a
las Escrituras. Se sorprenderían mucho al ver que la mayoría de las enseñanzas de los
maestros religiosos en la actualidad se centra en el hombre y no en Dios… ¿Cuánto nos
centramos en nosotros? Esta es una pregunta muy seria y sería bueno que cada uno de
nosotros pensemos si acaso estamos usando a Dios a nuestro servicio en lugar de
ponernos a nosotros al servicio de Dios. Cuidado: Nuestro primer impulso será comprobar
que somos piadosos; pero lo más probable es que no lo seamos. ¿Buscas glorificar a Dios?
¿Te deleitas en servir y honrar a Hashem? ¿Aun cuando lo que Adonay exige no lo
entiendas o no estés de acuerdo con Él? No espero que tengas todas las respuestas ahora,
pero me alegraré si a partir de esta drashá comienzas a reflexionar y a examinarte a ti
mismo a la luz de la Palabra de Dios.

Para finalizar, en los pesukím 34 al 38 Rabenu Yeshúa nos enseña sobre el costo
del discipulado. Ya saben que Él es el Mesías. Ya saben que Él será rechazado y ejecutado
injustamente. Por lo tanto, ahora saben que ser un discípulo del Mesías no es tarea fácil.
Reconocer públicamente que Yeshúa es el Mesías y seguirlo implica arriesgar nuestras
vidas. ¿Por qué? Bueno, primero porque Israel estaba bajo el dominio del Imperio
Romano. Los romanos ya habían aplastado numerosas rebeliones en Israel lideradas por
falsos mesías. Roma no reconocería a otro rey fuera del César, ni permitiría que uno de
sus países súbditos se rebelara contra el Emperador. Así que era sabido que Roma
intentaría matar a cualquier candidato a Mesías. Yeshúa y a Sus seguidores no estarían
exentos. A la luz de esto, había que pensarlo dos veces antes de continuar siendo un
discípulo de Yeshúa el Mesías. En segundo lugar, el discipulado tiene un costo porque
implica una entrega total al Mesías. Es así, pues, que en estos últimos versículos del
capítulo 8 Rabán Yeshúa nos explica qué implica o qué significa ser Su discípulo. “Si
alguien quiere venir conmigo, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame.” Negarnos a
nosotros mismos implica humillarnos ante Dios, morir al yo. En rigor, negarnos a nosotros
mismos significa mortificar el pecado que todavía hay en nosotros. Es renunciar al pecado
para seguir a Yeshúa, servir a Dios y glorificarle con todo nuestro ser todo el tiempo. Uno
de nuestros Sabios, Rab Yojanán Lojém Ha’Tzédek de Gales, dijo: “Matad a vuestro pecado
o el pecado os matará a vosotros. Estad siempre ocupados en ello mientras viváis. No
ceséis ni un día de esta obra.” ¿Por qué? Porque aunque ya somos salvos por la emunáh
en Yeshúa, todavía no hemos sido perfeccionados. Por tanto, todavía queda en nosotros
restos del viejo hombre que ama el pecado y odia a Dios. El pecado que habita en
nosotros nunca desaparece ni detiene su actividad, hasta el día de la Glorificación de los
Santos, cuando Mashíaj vuelva. Hasta entonces, nuestro Yétzer Ha’Rá (Mala Inclinación)
siempre está buscando nuestra destrucción. Además, es también nuestro deber crecer en
gracia y santidad cada día. Porque habiendo siendo renacidos en Mashíaj, ya no estamos
bajo la ley del pecado, sino que ahora estamos bajo la gracia de Hashem. Nos damos por
muertos al pecado, pero vivos para Dios. Como resultado, nuestra vida espiritual depende
de matar al pecado. Lo que nos lleva a considerar el significado de tomar nuestra cruz.
Sufriremos por ser diferentes, por negarnos al pecado. Seremos mal vistos. Pero sobre
todo sufriremos por causa de nuestra fe en Yeshúa; sufriremos por causa del Evangelio
(Marcos 8:35). No obstante, sigámosLo. Seguir a Mashíaj implica escuchar Sus enseñanzas
y obedecerlas. Si reconocemos a Yeshúa como el Mesías (el Ungido para ser Rey, el Señor)
entonces debemos someternos a Su Reinado y Señorío. Significa ser súbditos leales a
nuestro Señor y Mesías.

Pero todo esto, alguno podría argumentar, suena muy fanático. ¿Qué sucede si
quiero ser un seguidor moderado de Yeshúa y no un súbdito fanático? Pues Yeshúa nos
llama a ser discípulos radicales. No es extraño: Él es el Señor. Es el Rey que reclama Su
trono por derecho legítimo. El Evangelio es el anuncio de la llegada del Mesías Rey, y la
proclamación de este mensaje concluye con un llamado al arrepentimiento y a
someternos al Rey… o de lo contrario, moriremos. No hay término medio. O eres un
discípulo de Yeshúa que se niega a sí mismo, toma su cruz cada día y Le sigue, o no eres un
discípulo de Yeshúa y sigues tu propio camino y sirves a otros señores. No podemos estar
con Dios y con el mundo pecaminoso a la vez. En mi país existe un dicho: “No puedes estar
bien con Dios y con el diablo.” Sería como “jugar a dos puntas”, es decir, ser infieles. O
estamos con Mashíaj o estamos en contra de Él. Lo sé, es dura esta palabra. Pero es la
Palabra de Dios. Yeshúa es una de esas raras personalidades controversiales que dividen
las aguas: Unos Lo aman, otros Lo odian… pero nadie puede ser indiferente con Él. O
amamos a Yeshúa u odiamos a Yeshúa. No se puede decir que él es el Señor y a la vez
desobedecerle. Al contrario, si decimos que Él es nuestro Señor, entonces debemos
someternos a Él y obedecer Su Palabra. Ya lo dijo el Shelíaj Yojanán: “El que dice que
permanece en Él, debe andar como Él anduvo” (1 Juan 2:6). No es una opción ni una
sugerencia, es un mandamiento. Si somos discípulos del Mesías, hemos de vivir por Él y
morir por Él.

“O, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma? O, ¿qué
dará un hombre a cambio de su alma?” Algunos quieren seguir a Mashíaj y seguir siendo
amigos del mundo (es decir, del sistema que no se somete a Dios). Ya hemos dicho que
eso no es posible. No es una opción. También lo dijo Yojanán:

No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor
del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la
pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el
mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece
para siempre (1 Juan 2:15-17).

Con todo, algunos creyentes pretenden servir a dos señores. Otra forma de aplicar las
palabras de Mashíaj- “¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su
alma?”- sería la siguiente. A menudo conocemos personas que son muy buenas, pero se
rehúsan a creer en Yeshúa y someterse a Él. Cuando vemos eso solemos pensar: “Es tan
buena persona, solo le falta el Señor.” Hermanos, si le falta Yeshúa, le falta todo. Porque
Mashíaj es nuestro todo. Puedes ser la persona más buena en la tierra según tu propia
opinión o según la opinión de la gente, pero delante de Dios eres tan pecador como el
criminal más grande de la historia. Por lo tanto, tú también necesitas a Yeshúa. Tú
también necesitas la Redención y el perdón de Dios.

Y no pienses que tus buenas acciones te servirán de algo. No hay méritos


suficientes que puedas hacer para ganarte el favor de Dios. Considera la pregunta retórica
del Señor: “¿qué dará un hombre a cambio de su alma?” La verdad que no hay precio que
podamos pagar por nuestra redención. “Aquellos que se fían de sus riquezas y de su gran
opulencia se vanaglorian, mas a un hermano él no puede redimir, ni redimirse; ni dar a
Dios su rescate. Pues, preciosa es la redención de su alma, e inalcanzable por siempre”
(Tehilim/Salmos 49:7-9). No puedes salvarte a ti mismo; ni puedes hallar Salvación fuera
de Mashíaj. Porque no hay Salvación fuera del Mashíaj. Los santos de los tiempos del
Tanaj hallaron su redención por fe en el Mashíaj que habría de venir. No tenían un
conocimiento claro y nítido, pero tenían los sacrificios y muchos símbolos que eran
sombras del Mashíaj y les apuntaban hacia Él. Por tanto, los antiguos veían a Yeshúa
Ha’Mashíaj como a través de un velo. Y por su fe en el que vendría en el futuro ellos
fueron declarados justos. Los santos del Nuevo Pacto también somos salvos por fe en el
Mesías, que ya vino. Por tanto ahora Lo vemos con claridad y nitidez. Vemos a Yeshúa
Ha’Mashíaj como con el velo corrido. Y por la fe en el que vino, murió, resucitó, vive y
ahora reina por siempre, por la fe en Él nosotros somos justificados. Fuera de Mashíaj no
hay Salvación.

Por lo tanto, reconcíliate con Dios. Arrepiéntete de tus pecados y vuélvete a


Hashem, tu Señor y tu Amo. Aunque Su Ira es Justa y pende sobre ti, Él ha provisto de un
Salvador que satisfaga Su Justicia y pague por nosotros el precio del pecado: a Yeshúa
Ha’Notzrí. Por lo tanto, cree en Yeshúa. Reconócelo como el Mesías y sométete a Su
Señorío. Haz tuya la confesión de Pedro. Aprópiate de ella. Reconoce que Yeshúa es el
Mesías, el Rey. Acepta Su yugo sobre toda tu vida.

Hermanos, los que ya hemos confesado nuestra fe en Yeshúa, no seamos


discípulos mediocres y amigos del mundo. Seamos discípulos radicales. Neguémonos a
nosotros mismos, luchemos contra nuestro propio pecado. No cedamos a las tentaciones.
Aferrémonos al Señor y dependamos de Él completamente para dar muerte a nuestro
pecado. En Mashíaj somos más que vencedores, porque Él pelea por nosotros y gana las
batallas de Hashem. Él ya venció al pecado y la muerte. Él ya nos lleva triunfantes de
victoria en victoria. Confiemos en Él y sigámosle. Sí, el mundo nos aborrecerá y nos
discriminará. Algunos incluso tendremos que padecer persecución y enfrentar el martirio.
Pero la paradoja es que el triunfo es vivir por Mashíaj y morir por Él. Un día, así como Él
resucitó, todos los muertos en Mashíaj resucitarán con cuerpos glorificados, y los que
hayamos quedado con vida seremos transformados a la misma gloria. Y todo esto para
pasar la eternidad con Hashem y deleitarnos con Él por siempre. Le veremos tal como Él
es y Le conoceremos más. Mientras tanto, nos gozamos de ser discípulos del Mesías Rey.
Él ya reina, y nosotros Le servimos con nuestra vida, obedeciendo Sus preceptos,
siguiendo Sus pisadas, andando como Él anduvo. No nos avergoncemos del Evangelio de
Yeshúa y seamos leales súbditos del Señor (Marcos 8:38), porque la Buena Noticia acerca
de Yeshúa el Mesías es el poder de Dios para salvación de todo el que cree (Romanos
1:16).

Jésed Ve’Shalom.

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