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APROXIMACIÓN A ¡QUE VIVA LA MÚSICA!

DE ANDRES CAICEDO

A María del Carmen Huertas le encanta la música, también le gusta bailar, vive al
vaivén del ritmo, aquí y allá, recorre la Cali de los sesentas saboreando uno a uno
los placeres que le ofrecen las calles; las drogas, el sexo, la rumba, y todo este
deambular urbano hace visible la decadencia de una sociedad enferma, una
generación, secuela de la violencia pura que vive el país, de la crisis de los
sistemas, del narcotráfico, de la desigualdad social, de la falta de atención a los
jóvenes, que termina carcomiendo sus almas expuestas a la degradación.

La lectura de la producción literaria de Andrés Caicedo es sencillamente


preocupante, triste, despierta el sentimiento de impotencia, pero también se erige
como una protesta juvenil de la situación social de esos tiempos, porque como
dice María del Carmen Huertas; los drogos tenían el derecho de evaluar y hablar
de su época, los que estaban dentro de ella, los de conciencia no.

La obra de Andrés Caicedo no es una mera ficción, es la cruel realidad plasmada


por el lenguaje loco de un joven-niño que nunca dejo de pensar que la vida no
tenía sentido, y que por eso no valía la pena vivir más allá de los veinticinco años,
así lo dijo, lo repitió y lo cumplió, fue a morir a la casa de su único amor; Patricia,
sin saber que iban a publicar su novela Que viva la música, se despidió de este
mundo con varias pepas en el estomago y con la esperanza de despertar en otra
época mejor.

Andrés Caicedo es uno de los héroes colombianos, es el espejo resquebrajado en


el que se mira la Siempreviva, con un hueco carcomiéndole el cuerpo, con el
veneno de su generación enfermándole hasta los huesos, María del Carmen
Huertas, nunca deja de cargar este espejo, intenta comprar otro en el centro de
Cali, pero encuentra uno similar con el mismo hueco en la mitad, que le hace ver
su propia imagen ahuecada, trastabillada, rota, carcomida por el bicho de la
época, la música, las drogas, la rumba, la violencia, su soledad.

La Siempreviva vive la noche, espera con ansias la noche, huye al día porque le
aburre el insoportable calor de Cali y su violenta quemazón, la vida debiera para
ella transcurrir solo de noche, huye a la luz de día, la enceguece, se encierra en el
día y espera que alguien la eleve a clima frio, ansia el crepúsculo de los nueve
colores y los molinos, y la rumba de la noche.

La historia central, la que cuenta la vida de María del Carmen Huertas, se


convierte en un árbol que expande sus raíces y ramas hacia las historia de otros,
de sus amigos, de los que va conociendo en el camino y también de quienes se
van despidiendo tras la muerte. Ricardito por ejemplo tiene la imagen de ser un
Miserable, hijo único de una madre que lo castiga desde pequeño, echándole
baldados de agua fría cuando se quedaba dormido mientras miraba diapositivas
de la historia del mundo, viajaba constantemente, y ella misma desde los Estados
Unidos le traía la cocaína para que se calmara o se terminara rayando el coco por
completo, pasaba todo el día fuera de su casa, almorzaba coca-cola y pan de
cincuenta, sufría mucho, fue internado en el locódromo, no de Inglaterra como se
pensaba, sino en el San Isidro de Cali, la Siempreviva, después de encontrarlo al
día siguiente de una gran rumba disculpándose con todos por el espectáculo de la
noche anterior, no lo volvió a ver, la único que supo de él fue un informe de San
Isidro que es la imagen ferviente de todos los síntomas que padecen los jóvenes
de esa época, los males de su generación: infelicidad, insomnio, frecuentes
dolores de cabeza, mal apetito, pérdida de peso, desmayos, convulsiones,
temblores, sequedad en la boca, mareos, intranquilidad, tristeza, decaimiento,
angustia, miedo, paranoia, consumo de mariguana, cocaína, ácidos, heroína,
hongos, deseos de suicidio, de asesinar a alguien, dificultades sexuales, locura.

En el transcurrir de un día psicodélico, la Siempreviva recuerda asesinatos,


suicidios, muertes de jóvenes en las calles de Cali, los lugares despiertan la
memoria de la muerte, en Que viva la música la muerte está presente desde que
la Siempreviva abre las ventanas al mediodía y ve la persiana veneciana de la
muerte, hasta que nacen en el crepúsculo los colores de la noche, que son los
colores de las droga, del alucine, los distintos tonos de la música, la rumba,
porque un vinculo de muerte une los seres en las fiestas, y mientras la
Siempreviva continua su camino, avanza por un cementerio de tumbas y rostros
pálidos que languidecen con su trastabillar en la noche.

La presencia de la muerte ronda la vida del escritor, la vida de los personajes que
deambulan en Que viva la música, la muerte aquí se pinta de blanco, como la luz
de la luna, los rostros de los jóvenes precoces de la generación y las paredes de
la casa del flaco Flores, quien ofrece una velada de drogas y rock, atmosfera del
color de la muerte que el escritor recrea con la canción White Room de Eric
Clapton y que también hace alusión a la nieve, la blancura de la cocaína, pero
además se relaciona con el vacio, la vacuidad de la casa de Flores que guarda los
cadáveres de su madre, su padre y la niñera, en la parte superior, muertos
cubiertos por sabanas blancas y repetidos una y otra vez en los espejos que
rodean la habitación, la imagen de la muerte se reproduce mil veces, su presencia
también, y esta ubicación aérea de la muerte en el cuarto superior de la casa nos
lleva a pensar que mientras la coca y las drogas transportan a los jóvenes a un
estado de alucinación total, de perdida horizonte y fundamento, también es el
camino seguro hacia la muerte.

María Ángela, la amiga y el doble de María del Carmen Huertas, se tira desde el
treceavo piso del edificio de Telecom, luego de que su madre muere a causa de
una sobredosis de Valium, Pedro Fernández envenena a sus tres hermanas,
Rubén Paces se mata después de coger la costumbre de darse de golpes en la
cabeza contra las paredes, el gringo es torturado y asesinado en el Valle del
Renegado por Bárbaro, quien en medio del viaje que le producen los hongos
emplea toda su energía vital para mover un árbol, pero el árbol termina devorando
y atravesando su cuerpo, y de su sangre nacen unas flores que más tarde dirá la
gente que producen borrachera, quizá en este momento de la narración, el autor
pretenda hacer notar la presencia del mito contemporáneo, y finalmente la muerte
que se ha paseado durante toda la novela, cobrando la vida de sus personajes, se
presenta a Andrés Caicedo como la salida sin remedio al infierno que vive.

Que viva la música es el pretexto para protestar en acto de valentía y desde su


vivencia, la crisis social de la época, ahí, no hay otra forma de criticar el presente,
que internándose y moviéndose en los pasadizos infernales que crea la época,
para hablar de ella, habrá que haber vivido en carne y hueso las llagas que
produce una sociedad enferma, pensar en que niños de doce años pasen la noche
fuera de sus casas, experimentando la vida de un adulto, probando los narcóticos
de la muerte y viviendo la rumba, el alucine, la prostitución, en todo su esplendor,
es en realidad algo espeluznante, triste, desconcertante.

¿Dónde están los padres? ¿Qué está haciendo la educación colombiana? ¿De
qué sirven los medios de comunicación, cuando las denuncias de la crisis social
no tocan la preocupación de las instituciones, del Estado, de la sociedad?

La verdad es que han desaparecido, la figura paterna en Que viva la música, no


aparece por ningún lado, se intenta dibujar por momentos, pero para reiterar esa
falta de atención, dedicación, preocupación, valoración de sus hijos, ¿qué se
puede esperar si la generación antecedente también sufre los males de la época?

Por otro lado la estratificación social y política de la novela muestra bien


diferenciadamente los dos lados de Cali, el Norte o la gran burguesía, y el Sur que
extrañamente solo se separa del Norte por un rio. En el Norte la penetración
Yanky es muy intensa, los jóvenes viven el rock y las drogas, desean entender las
letras de las canciones, se interesan por el ingles, visten con ropa importada y los
grupos sociales resaltan la presencia de algún extranjero que llega a experimentar
Cali calabozo, como por ejemplo Leopoldo Brook, quien es mandado por sus
padres a gerenciar una empresa en el Valle, pero se pierde en el camino de
llegada.

El Sur por su parte es el centro de la salsa, de la raza africana, del mestizaje


americano, son las lomas populares y pobres de Cali, sus fiestas son largas
jornadas de baile y aguardiente, es la cercanía de los Farallones de Cali, a donde
la Siempreviva junto con Bárbaro van de caza extranjera, es decir en la búsqueda
de algún gringo al que puedan robar.

Sin embargo, luego de un difícil camino, el norte y el sur terminan siendo para la
Siempreviva lugares a los que no volverá y en la búsqueda de otra dirección,
empieza a caminar al Este donde se encuentra con la misma esquina de siempre,
el punto donde confluye la rumba, las drogas, la prostitución y la noche, finalmente
se pregunta ¿cómo se mete de puta una ex- alumna del Liceo Belalcazar?, y la
respuesta está en las mas de cien páginas que tiene la novela.

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