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Stern

La economía política del colonialismo

La reorganización de Toledo no eliminó la diversidad étnica pero la subordinó a un conjunto más


amplio de relaciones. Pasarían a ser parte de una nueva categoría colonial: “la república de los indios”.
En su seno había una numerosa clase de indios campesinos controlada por una elite indígena
reorganizada, o directamente por los propios colonizadores. Aportaría mercaderías, servicios, y
utilidades a la corona, y a la otra gran casta: “la república de los españoles”. Clase dominante con
intereses diversificados: producción comercial, minería, agricultura, administración. Dominarían a los
mestizos y demás europeos. Además de beneficiarse casi por completo de la explotación de los indios.
El proyecto económico de Toledo imponía grandes obligaciones a las comunidades autóctonas con
autonomía económica. Requería de la coacción para el cumplimiento de las normas de extracción. El
éxito de Toledo se debió al “brazo político” de la colonización: la organización de instituciones y
relaciones coercitivas y violentas en unas estructuras de poder que podían llevar a la practica un
proyecto de gran desarrollo económico, al vincular la extracción económica a las instituciones, el
patrimonio y el aparato represivo de un Estado revitalizado. Toledo domesticó a la elite colonial.
Proponía alianzas y relaciones políticas que brindaba oportunidades económicas muy rentables. La
empresa europea empieza un auge enorme, encabezada por un sector minero dinámico. Con el tiempo,
el dinamismo económico de los colonizadores, y la pobreza cada vez mayor de los indígenas
permitirían a las elites y ciudadanos menores de Huamanga acumular recursos y explotar la mano de
obra sin tener que depender del favor político del Estado.

El gran proyecto y sus cargas.


Toledo envió misiones visitadoras a Huamanga y a otras partes para que recopilasen información
demográfica y económica para establecer un sistema planificado de extracción. A partir de esto se
establecieron las obligaciones tributarias en función a los repartimientos demográficos, y convirtió a los
encomenderos en pensionados de la corona.
Para resolver el problema de mano de obra de los colonizadores, Toledo estableció un sistema de leva
de mano de obra basado en las cifras tributarias. Tradicionalmente la sociedad indígena
complementaba el trabajo colectivo de la comunidad como un todo mediante un sistema de rotación.
Los campesinos servían una mit´a o turno de los trabajos totales de la comunidad. Las rotaciones
permitían a las comunidades y a los ayllus distribuir las necesidades u obligaciones de trabajo colectivo
conforme a las reciprocidades locales, que exigían contribuciones iguales de tiempo de trabajo por los
grupos de parentesco de la comunidad. Los incas ampliaron las tradiciones locales de mit´a como
medio de extraer fuerza de trabajo que, como siempre, trataba de distribuir a las cargas de los
campesinos el carácter de costumbres conocidas a la vida comunitaria. Toledo transformó la tradición
de la mit´a en una institución colonial de trabajo forzoso en la que el Estado exigía contingentes de una
séptima parte, como máximo, de la población tributaria de un repartimiento (se empezara a distinguir
mita de mit´a. La nueva palabra hará referencia a la institución de Toledo). Los mitayos, trabajarían
durante periodos fuera de sus comunidades, hasta que los sustituyeran los trabajadores que iniciasen
una nueva rotación. El Estado regularía los salarios, condiciones de trabajo, y asignaría cupos de mitas.
El fin era terminar con la escases de mano de obra. La mita colonial movilizaría una oferta de mano de
obra abundante y barata, no solo para las minas, sino también para obrajes, agricultura, ganadería,
servicio doméstico, etc.
El proyecto de Toledo significó para los indios la pérdida de la autonomía local, por ejemplo a través
del tributo en especie. Antes los ayllus pagaban a sus autoridades con fuerza de trabajo, no con
productos acabados. El tributo en especie además de exigir tiempo “excedentario” de trabajo a la
comunidad, eliminaba la protección de las reservas de la comunidad.
Pero la institución más opresiva era el trabajo forzoso de la mita. Era mucho más que un período de
trabajo fuera de la comunidad. Era trabajar bajo condiciones paupérrimas, mucho tiempo. Sin descanso.
Los colonizadores aprovechaban todos los recursos del mitayo, que muchas veces se llevaba consigo a
su familia, para no tener que gastar en comida, y así gastar menos. Pero los patrones obligaban a
trabajar al resto en tareas domésticas o ligadas a la agricultura.
Al mitayo se le pagaba un salario regulado por el estado, junto con raciones de comida. Pero al
momento de pisar el lugar de trabajo, ya era presionado para que comprara cosas en los locales de los
patrones, por lo general coca, que tmb se la proveían parientes si tenía suerte. Por otro lado la
incidencia del consumo de alcohol cada vez era mayor. Así se iban llenando de deudas.
Los mitayos de las minas ganaban más que los de agricultura. No solo por ser la minería el sector más
dinámico, sino porque se trataba de un trabajo mucho más riesgoso.
Mientras más familiares el mitayo se llevase consigo menos gastaría y más podría traerse de vuelta.
Pero esto también era un problema. Porque así complicaba la economía en la comunidad que contaba
con menos brazos para trabajar y reducían su producción de subsistencia. Cuando el mitayo regresaba
muchas veces se encontraba con tierras empobrecidas y con una red en erosión de parientes a los que
recurrir para la asistencia local laboral.
La mit´a establecida por los incas permitía un sistema local integrado en una red de intercambios
recíprocos de trabajo, entre una comunidad de productores parientes, que desempeñaba el papel de
economía de subsistencia.
La mita colonial reducía el total del tiempo de trabajo disponible para las tareas comunitarias, y
perturbaba la viabilidad de las formas tradicionales de intercambio. Era posible que el mitayo y sus
parientes no regresaran jamás. O si regresaban lo hacían en un momento del ciclo agrícola que los
perjudicaba, o sin fuerzas. La mita colonial introdujo un deterioro colectivo que socavo la eficacia de
las instituciones tradicionales como fuente fiable de trabajo.

La supervivencia de la autonomía económica del ayllu


El proceso que socavó la independencia económica de las sociedades autóctonas llevó tiempo y fue
contradictorio. Porque las mismas fuerzas – una economía comercial en expansión impulsada por una
minería en gran escala – que llevaron a los colonizadores a expropiar grandes cantidades de fuerza de
trabajo y de tributos también dieron a los indios una oportunidad de explotar oportunidades
comerciales. Durante los 10 primeros años después de la reorganización de Toledo, el acceso a tierras,
animales, fuerza de trabajo y otros recursos, junto con las adaptaciones a la economía comercial,
permitieron a las comunidades atender sus necesidades de subsistencia.
El descenso demográfico, los intereses de los colonizadores y las tácticas de los propios indígenas,
sirvieron para mantener la autonomía económica local. La decadencia demográfica redujo el volumen
total de terrenos, pasto y tiempo de trabajo necesarios para sustentar a las poblaciones locales restantes.
En consecuencia, el Estado instituyó políticas para imponer límites a las expropiaciones coloniales. las
misiones visitadoras de Toledo apartaron las tierras para el uso exclusivo de las comunidades
reasentadas y las instituciones jurídicas coloniales permitieron a las comunidades que revisaran sus
obligaciones en lo referido al tributo y de mita para reducirlas en proporción a las disminuciones
poblacionales. Así mismo fue muy importante que los intereses particulares de los colonizadores como
empresarios privados también fueran favorables a la autonomía local. Los propios indígenas elaboraron
estrategias para proteger su autonomía económica. Lucharon ante los tribunales coloniales para reducir
tributos y cupos de mita, para convertir los tributos en especie en tributos en dinero, para combatir las
intrusiones sobre las tierras fértiles.
Lo que es mas importante, al concetar economías locales flexibles y dinámicas a las redes comerciales,
las comunidades lograron generar un ingreso monetario que durante algún tiempo bastaba para pagar
tributos, redicr al minimo el trabajo en lugares remotos y compensar el déficit de almacenamiento o la
producción para subsistencia. Los indígenas vendían los terrenos sobrantes, trabajaban minas locales
por cuenta propia, y vendían animales sobrantes, cultivos comerciales y mercancías elaboradas como
lana y queso. Al producir y comercializar un excedente por cuenta propia podían compensar las
incursiones hechas por las instituciones coloniales contra la economía local. Por ejemplo, en
Parinochas los kurakas locales iban al mercado a buscar los tributos en especie de sus comunidades y
recompensaban los alimentos que sus ayllus acababan de pagar en tributo.
Entre los decenios de 1580 y 1590 muchos grupos indígenas estaban acumulando reservas en metálico
depositadas en cajas de la comunidad. Las reservas, objeto de codicia de las elites locales y de los
tesoreros reales, se fueron convirtiendo en una pesadilla para la política real. El sistema de extracción
establecido por Toledo no había previsto el tipo de adaptaciones dinámicas que permitían a las
comunidades, tras la entrega de mercancías, dinero y trabajo a la economía colonial, generar
excedentes y reservas para su propio uso.
Así puede verse que el proceso de desgaste llevó su tiempo. Las comunidades reducidas a la mera
subsistencia en 1620 imposibilitadas para pagar tributos o ni siquiera los costos administrativos
(sueldos de clérigos, funcionarios) lograban apartar miles de pesos tras el pago de grandes tributos en
años previos. Económicamente el régimen de Toledo funcionaba como un proceso primitivo de “sifón”
que recurría al trabajo y los recursos de las económicas locales independientes. Hasta 1590 el acceso de
los indígenas a los recursos y a adaptaciones a las condiciones locales permitió a muchas comunidades
mantener una autonomía de subsistencia, respaldadas en las acumulaciones de dinero. Los ayllu no
tenían motivo económico para someterse al trabajo en la mita ni a las cuotas de tributo impuestas por
Toledo.

La política de la compulsión
Lo que fue nuevo desde Toledo, fue la capacidad del Estado para racionalizar los tributos y las mitas, y
aplicarlas a gran escala. Bajo el sistema de alianzas post-incaicas, tanto indios como colonizadores
habían dicho que el transporte de tributos por los indígenas a la ciudad y la instancia de indígenas para
realizar servicios a los encomenderos era el cumplimiento de una mita. Para que esto se convierta en
reales instituciones que proveyeran dinero y mercancías se debía ampliar el poder estatal. Se emplea así
el sistema de los corregidores de indios, iniciado por García de Castro, junto con la campaña de Toledo
de visitas y reorganizaciones locales. Representó la llegada de la autoridad estatal a la zona rural. Los
jueces visitadores dirimían los conflictos locales, supervisaban la construcción de iglesias, pueblos, y
dejaban bien en claro que el Estado sustituiría a los kurakas que crearan problemas. En sí, centralizar
las vías del poder rural. Para ello Toledo agrupó los 23 repartimientos nucleares de Huamanga en 4
distritos rurales o corregimientos (Huanta, Angaraes-Chocorvos, Vicashuamán, Lucanas). El corregidor
de indios regia la vida económica, social y política de su corregimiento. Una estructura indígena de
poder reorganizada, dependiente del Estado en cuanto a la tenencia de cargos y privilegios, actuaria
como agente local del corregidor. Ellos al igual que el corregidor no pagaban tributo ni leva.
Tomadas como un todo, las elites locales, y regionales dependían de sus relaciones y sus lealtades entre
sí, y con sus funcionarios y las instituciones estatales, para mantener su autoridad y sus beneficios.
Compartían intereses y dependencia comunes. El centro de la autoridad en la sociedad rural
reorganizada por Toledo era el corregidor. Desde los más pobres hasta los más ricos querían aliarse con
él. Tenía poder de policía y de administrador de la economía.

La política del lucro


Se invertía mucho en festejos y regalos, todo para obtener favores políticos que podrían abrir nuevos
circuitos productivos y comerciales. Para enojo de la corona, los corregidores se aliaban con los
“señores” locales en relaciones que no siembre era beneficiada: desvío de capitales, manipulación del
uso y reparto de mano de obra, cambio en el pago de tributos, etc. además establecían almacenes y
establecían los precios que les convenían. Siempre en vinculo con los grandes comerciantes y
productores.
A nivel más oficial, el Estado tenía las llaves de la mano de obra y la riqueza. Sus levas de mitayos
aportaban la mayor parte de energía explotable para el trabajo en las minas y los obrajes. Su
reorganización de las comunidades indias regulaba una corriente de tributos y salarios hacia los
encomenderos, otros pensionados y funcionarios, y creaba una fuente de capital adicional en la forma
de las cajas de comunidad de los repartimientos.
Toledo expropió las minas de mercurio de Huancavelica y estableció un sistema de contratos por el
que se arrendaba el sitio a los explotadores a cambio de una parte de la producción que se volvía a
vender a la corona. Incluso cuando el Estado no era el propietario de las minas, los contratos muestran
que el control estatal de la mano de obra mitaya determinaba su valor de mercado. A partir de 1590 la
tierra pasó a formar parte del patrimonio de la corona. Los jueces inspeccionaban la tierra y los títulos
de propiedad, que tenían valor comercial. Por último, el Estado distribuía los puestos burocráticos y
lucrativos, además de decidir el reparto de levas de mano de obra, tributos y derechos de propiedad. En
esas circunstancias, el peso y la habilidad políticos determinaban la participación de cada uno en la
economía. El acceso a la influencia era vital. Importancia de las redes de matrimonio, amistades. Que
generan redes de elites, lealtades.

Violencia
El carácter de la producción y la explotación impartía una brutalidad en las relaciones económicas. La
serie de tributos, levas de mano de obra, y saqueos impuesta a un campesinado económicamente
autónomo por la ley de la fuerza superior, a fin de hacer que prosperasen las minas, manufacturas,
haciendas y el estilo de vida suntuario de los extranjeros no podía ocultar el carácter de usurpación
descarda. La economía exigía una gran autoridad para asegurar la rentabilidad. Burocracia local eficaz.
Elite regional fuerte. Poder del indio mínimo. La aplicación de una enorme violencia en las relaciones
era necesaria. La fuerza y el poder político eran lo único que hacía viable la mita. Sin la violencia, las
relaciones coloniales no hubieran continuado.

Prosperidad
La reorganización del virrey no satisfizo totalmente las necesidades de las elites coloniales. con el
tiempo, la resistencia de los indios y su descenso demográfico reducirían la eficacia de las mitas y los
tributos impuestos por Toledo. El sistema económico consolidado por él tenía defectos. Limitaba la
independencia de las elites coloniales al vincular su suerte económica a las instituciones y patrimonios
de un Estado poderoso. El Estado daba a las elites mecanismos de control y coacción políticos para
obligar a los indios a entregar mercancías, dinero y fuerza de trabajo. Pero no podía ofrecer a los
colonos un sistema de explotación del trabajo eficiente y auto-reproductivo, sin sabotaje, ni resistencia.
Sin embargo, la economía peruana de fines del siglo XVI tenía una virtud, que apreciaban todos los
colonos: las rentas y los beneficios que producía eran enormes. En la minería que era el centro
estratégico de la economía regional, la capacidad estatal para movilizar una gran oferta de mano de
obra generaba una enorme riqueza. La minería de mercurio, transformada con la reorganización de
Toledo era una empresa primitiva masiva, empleaba más de 3000 mitayos. Con el descubrimiento de
ricos yacimientos de plata al sur de Huancavelica en 1590, las levas de mano de obra estatales
introdujeron otro auge regional minero. Nueva ciudad minera: Castrovireyna.

Importante: porcentaje de capital invertido. Deforma mucho la dinámica de la empresa colonial. Ya que
asignar un valor monetario a los diversos factores de producción (mano de obra, tierras, materias
primas, construcción, etc.) es una mala interpretación de la base histórica de la obtención de lucro antes
del auge del capitalismo industrial. Los datos disponibles de las minas, los obrajes y las haciendas
coloniales sugieren que los productores coloniales, al igual que sus contemporáneos exportadores de
cereales de Europa oriental, acumulaban beneficios líquidos enormes precisamente porque podían
evitar, o reducir al mínimo, el pago de equivalentes monetarios por los verdaderos costos de
producción. En un proceso de producción en el que los bajos salarios de los mitayos podían representar
2 tercios del valor calculado de los factores de producción, los beneficios de la minería dependían en
gran medida de mantener salarios bajísimos. Por ese motivo los contratistas de minas hacían todo lo
posible para embolsarse una buena parte del salario de los indios, mediante el endeudamiento de los
trabajadores. Los mineros con más éxito eran los que adoptaban los métodos del capital comercial.
Comprar a bajo costo, o saquear, y vender caro.
La expansión de la economía regional fomentaba un proceso de inversiones y reinversiones en la
producción y el comercio. Las elites regionales no se limitaban a despilfarrar sus fortunas,
experimentaban para mejorar la productividad. Además diversificaban su producción. Una sola persona
podía tener una mina en Huancavelica, una plantación de coca en Huanta, un obraje cerca de
Huamanga. La lógica del lucro exigía que los propietarios evitaran pagar equivalentes monetarios por
los verdaderos costos de producción. Pero en su búsqueda de expansión de la producción y de la
riqueza, en una economía regional en auge, los empresarios-aristócratas, canalizaban sus ingresos hacia
la compra de tierras, el mejoramiento de estas mediante obras de regadío, adquisición de árboles,
ganado, semillas, etc.
Las elites de fines del siglo XVI edificaron sus carreras económicas en torno a la búsqueda de
ganancias cada vez mayores. Pero sus actividades no anunciaban el desarrollo de una economía
capitalista (o sea un sistema de producción y un conjunto de relaciones y relaciones sociales basadas
en el empleo de los trabajadores asalariados libres).
Como en muchas regiones de Europa, los obstáculos a un mayor desarrollo económico se fueron
haciendo más evidentes en el curso del siglo XVII. Se terminó la era de la construcción económica
básica y de expansión. Había aumentado la importancia de la mano de obra asalariada, pero era
demasiado grande la proporción de la población rural que seguía teniendo acceso a los medios de
producción.
Para fines de ese siglo el estancamiento de las minas y los mercados internos como externos,
significaba que no podían sustentar un elevado niel de inversión y reinversión.
Es significativo remarcar que es a partir de ese momento cuando la Iglesia empieza a absorber una
proporción enrome de la riqueza y los bienes raíces de la región. Donados o venidos por la elite
colonial.
Sin embargo hay que remarcar que los decenios inmediatamente siguientes al gobierno de Toledo, sí
fueron una época de gran prosperidad y expansión económica. Basada en la capacidad del Estado para
organizar instituciones coercitivas violentas para la organización de la mano de obra indígena. Con el
fin de elevar el número de tierras conquistadas para la corona, iniciada ni bien llegaron al nuevo
mundo, pero frustrada después de la crisis de 1560.

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