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Alex
S.GINER
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© S. Giner 2021
Encuentro inusual.
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@sginerwriter
Contenido
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Epílogo
Capítulo 1
Neithan entró en el apartamento de su hermano Ashton, un precioso
ático en el centro de Nueva York. Era última hora de la tarde de un sábado.
Todo estaba a oscuras y encendió la luz del recibidor. Era el mes de agosto
y hacía un calor infernal. Tan pronto cerró la puerta sintió el olor del
alcohol y el tabaco en el ambiente.
Seis meses atrás, su hija de cinco años había sido secuestrada. A pesar
de ser un SEAL de la Armada de los Estados Unidos, no pudo conseguir
encontrarla. Esperaban que el secuestrador o secuestradores pidieran un
recate por la niña, pero nunca se pusieron en contacto con ellos.
Neithan preparó café bien fuerte y volvió al salón con una taza.
—Ash, despierta.
Su hermano ni se movió.
—¡Ash!
—¡Déjame en paz!
—No tienes que preocuparte por mí, estoy bien —dijo Ash sacando un
cigarrillo de la cajetilla de tabaco y encendiéndolo.
—Tómate el café.
—¡Lárgate!
Neithan se acercó a su hermano, lo levantó del sofá y lo arrastró hasta
el baño. Eso no podía haberlo hecho unos meses atrás, porque Ashton era
mucho más fuerte que él, pero ahora no estaba en las mejores condiciones.
—¿Contento?
—¿Tienes hambre?
—No.
—¿Eso crees?
—Lo sé. Y está bien que, al menos, lo reconozcas. Primero tendrás que
dejar el alcohol y los cigarrillos, y luego ponerte en forma. Necesitarás
algún tiempo, puede que bastante, pero yo te ayudaré.
—No sé...
Ash colocó los codos sobre la mesa, escondió el rostro en las manos y
permaneció así mucho tiempo.
—De acuerdo.
—Completamente.
Los dos meses siguientes fueron muy duros para Ashton, sobre todo al
principio, porque echaba de menos el alcohol. Pero también lo fueron para
Neithan, que había cambiado su vida, para dedicar cada hora del día a su
hermano. Aunque, por supuesto, no se arrepentía de ello.
Los dos sabían cocinar, más o menos, y se turnaban cada día para
preparar las comidas.
Cerró los ojos y dedicó unos minutos a pensar en su hija, como hacía a
menudo. La echaba de menos cada minuto del día, y no podía borrar de su
mente lo que le sucedió.
Un saludo. A.O.G.
Ashton no había tenido contacto con ninguna mujer desde que su hija
murió, ocho meses atrás. Desde que encontraron el cuerpo de la pequeña y
supo por lo que había pasado su hija en los dos meses que estuvo
secuestrada, decidió que no tenía derecho a sentir ningún tipo de placer.
¿Será tan poco agraciada que nadie se fija en ella? ¿Tendrá algún
defecto físico? ¿Estará incapacitada? ¿Será demasiado tímida para
conocer a hombres? ¿Tendrá tan mala hostia que nadie la soporta? ¿Y por
qué no quiere mantener relaciones sexuales?
Pensando en todas las razones posibles, se quedó dormido. Y esa fue la
primera noche, en muchos meses, que se dormía sin pensar en su hija.
—Eso no se olvida.
—No.
—¿Por qué te interesa ese anuncio en particular? —dijo mientras
llevaba el desayuno a la mesa y se sentaba frente a su hermano.
—Sí.
—Es posible.
—En eso podrías tener razón, pero también cabe la posibilidad de que
sólo quiera que aparezca su anuncio los fines de semana.
—¿Hablas en serio?
—Por supuesto que no. Supongo que antes de dar ese paso tendríamos
que vernos y saber algo el uno del otro.
—Puede.
—Esa mujer habla de casarse.
—Lo sé.
—Puede que sea una perturbada, y estoy seguro de que lo es, porque
tienes que reconocer que no es normal.
—No es que haya tomado una decisión, pero no pierdo nada por
conocerla. He pensado que, si quedara con ella un fin de semana, podría
estar de vuelta el domingo y podría trabajar el lunes.
A.B.
Un saludo.
—Seguramente.
Le hizo gracia que ella hablara con el caballo y luego lo besara entre
los ojos cuando el animal bajó la cabeza. También le sorprendió que dejara
a ese magnífico ejemplar allí, sin atar. Aunque el caballo no tenía nada con
qué atarlo.
—Hola, Dani.
—Vale, gracias.
—Y ponte guapa, y maquíllate un poco. Es posible que este sea el
definitivo —dijo la camarera sonriéndole.
—Ya sabes que no uso maquillaje, pero he traído el brillo de labios que
me regalaste —dijo Alex sonriendo también.
—Algo es algo.
Alex le sonrió.
—Es el único vestido que tengo, además del negro que Jake me
compró para el funeral de mi abuelo, y porque me obligaste a comprarlo.
—No iba a permitir que te presentaras a las entrevistas con todos esos
hombre con un vestido negro. ¿Quieres tomar algo?
—Ya.
—Los dos que conociste no estaban del todo mal. Bueno, no se puede
decir que fueran guapos… ni jovenes.
—Desde luego, jóvenes no eran, los dos tenían más de treinta y cinco
años y uno de ellos…
—Madre mía lo que acaba de entrar —dijo la camarera sin dejar que
Alex terminara la frase—. Menudo pedazo de tío. Si es con quien has
quedado, ya no tendrás que molestarte en buscar a ninguno más.
—¿Puedo mirarlo?
—Y más que te vas a poner cuando lo veas. Ese tío no tiene nada que
ver con los que has visto hasta ahora.
—De acuerdo.
—¿Esos son todos los datos que puede darme? —preguntó Dani
sonriendo. No sabía la razón, pero quería hacer que ese hombre se sintiera
más incómodo de lo que parecía estar—. Porque, no sé si se le ha escapado
que soy camarera y no una adivina —dijo Dani, sonriendo de nuevo.
—¿Sabe si ha llegado?
—Sí, llegó hace unos minutos. Es la chica que está sentada en la mesa
del rincón, junto a la ventana —dijo ella señalando hacia la mesa.
—Me temo que está confundida —dijo al comprobar que era la chica
que había mirado cuando entró—. Esa chica es demasiado joven. ¿Está
segura de que las iniciales coinciden con su nombre?
—En ese caso, supongo que será ella. Gracias —dijo girándose y
mirando a Alex, muy sorprendido.
Capítulo 2
Alex levantó la mirada y vio a Ashton caminar hacia ella. Le impactó la
belleza del rostro de ese hombre. Sus rasgos eran fuertes y carecían de
defectos, excepto por las ligeras patas de gallo de sus ojos. Estaba muy
bronceado. Alex pensó que el aspecto de ese hombre aceleraría el corazón
de todas las mujeres. Al menos, el de ella iba a doscientos por hora. Era
muy alto, ancho de hombros y tenía algo al caminar que le recordaba a un
felino. Caminaba con aire perezoso, pero daba la impresión de que podría
resultar mortífero en segundos. Tuvo que apartar la mirada de él,
avergonzada por el repaso que le había dado y que, sin duda, él habría
apreciado.
Dios santo, este hombre tiene los ojos más seductores que he visto en
mi vida, pensó.
Tan pronto como sus dedos se tocaron, Alex sintió una descarga
electrica recorriéndole el brazo. Respiró hondo para controlar esa reacción
física, desconocida para ella hasta el momento, y volver a la normalidad.
—Sí, me apetece.
—¿Nos llevas dos cafés y dos trozos de tarta? —dijo Alex sonriendo,
aunque ruborizada por lo que había dicho su amiga.
—Enseguida.
—¿Dónde vive?
—Claro que no —dijo ella—. Nueva York está muy lejos. ¿Con qué
has venido?
—Es un largo viaje. ¿Has tenido algún problema para llegar hasta
aquí?
Él se levantó.
—En esta calle no, en la única calle que hay —dijo ella sonriendo.
—Hasta hace seis o siete años aquí no había nada. Pero a alguien se le
ocurrió la idea de abrir un almacén en el que puedes encontrar de todo,
excepto comida. Tuvo tanto éxito, que un empresario decidió abrír un hotel.
Tienen un buen restaurante y un bar con buena música. Los que vienen de
los alrededores a comprar, a veces se quedan a cenar y algunos, incluso
pasan allí la noche, si vienen de lejos.
—Sí.
—Muy bien.
—Que está bien que tengas treinta y un años, y que no hayas mentido.
Porque no has mentido, ¿verdad? —dijo ella ruborizada.
—Sí.
—De haber sabido leer, sabría que estaba fuera de la edad requerida.
—Lo sé, pero la edad sí. Y ese hombre tenía más de cuarenta.
—Te aseguro que ese no era su caso, porque no le faltaría mucho para
cumplir los cincuenta.
—¿No le preguntaste la edad?
—A mí me la has preguntado.
—Sí.
—Me miraba con... deseo. Ya sabes que otro de los requisitos era que
no tendríamos relaciones sexuales. Me dijo que él haría que cambiara de
parecer.
—Absolutamente.
—Pareces una persona seria, tal vez demasiado seria, aunque eso no
me molesta. Yo también lo soy, además de muy tímida. Mi intuición me
dice que eres una buena persona.
—Quiero saber algo. Sé que es una pregunta grosera cuando una mujer
tiene cierta edad, pero tú no has llegado aún. ¿Cuántos años tienes?
—Veintiuno.
—Dios mío, eres muy joven. ¿Por qué pusiste ese anuncio? Con tu
físico no necesitas anunciarte para conocer hombres.
—¿Por qué?
—¿Excusa?
—Sí, excusa. Que no me interesen los hombres no quiere decir que sea
estúpida. Tú no eres un hombre que tenga que recurrir a los anuncios del
periódico para conocer a mujeres. Sólo necesitas poner un pie en la calle
para que ellas se acerquen a ti.
—Tienes razón.
—¿A ti te gustan las mujeres? —preguntó Ash que, sin saber la razón,
quería verla de nuevo con las mejillas encendidas. Aunque también sentía
curiosidad por la respuesta.
—No..., creo.
—Sé que sigues pensando que soy muy joven, pero he de decirte que
soy una mujer muy responsable. Y muy madura para mi corta edad.
—No lo pongo en duda, aunque eso no cambia que sigas siendo muy
joven.
—¿Ahora?
Ashton paseó la mirada por el local y comprobó que todas las mujeres
estaban pendientes de él. Luego la centró en ella de nuevo.
—¿Tienes hijos?
—No.
—He dedicado casi medio año a intentar acabar con mi vida, pero
gracias a mi hermano no lo he conseguido.
—Estupendo.
—¿Qué?
—No me atraen los hombres —dijo ella sin dejarle terminar la frase—,
de manera que no voy a necesitar a ninguno.
Para Alex era suficiente mirarlo a los ojos para que la sangre se
desplazara a toda velocidad por sus venas y que sus mejillas ardieran.
—Soy hijo de un ranchero —dijo para que quedara claro que sabía
hacerlo—. Además he ayudado en la empresa de mi hermano durante los
permisos y los dos últimos meses he trabajado con él ininterrumpidamente.
Se me da bien cualquier trabajo relacionado con la construcción. Y me
honra decir que he ayudado a mi hermano a construir su preciosa casa.
—Eso parece.
Ashton la miró, parecía una niña hablándole del regalo que le había
dejado Santa Claus debajo del árbol.
—¿Tienes hermanos?
—No.
—Continua.
—Cuando tenía catorce años sucedió algo que hizo que perdiera
interés por salir a la calle.
—De acuerdo.
—Mi abuelo murió hace unos meses. Yo había estudiado contabilidad
online y trabajaba desde casa. Bueno, sigo haciéndolo, y me va bien.
—No salí a la calle hasta que mi abuelo murió, hace cuatro meses. Y
porque no me quedó más remedio.
—Siete.
—Lo asesinaron.
—Cuando vivía con mis padres siempre me había gustado una casa
que había a unos kilómetros de la nuestra. Jake lo sabía, y cada vez que
íbamos a montar me llevaba allí. La casa estaba cerrada desde hacía
muchísimos años. Jake me contó que había habido una tragedia y que había
muerto toda la familia. Esa era la razón de que nadie se interesara por
comprarla.
—Sí. A pesar de ser lo que siempre había querido, jamás pensé que
mis deseos se hicieran realidad. Yo sé mucho de carpintería, y no estoy
presumiendo —dijo ella sonriéndole—. Pasé los siete años que estuve
metida en casa ayudando a mi abuelo y sé hacer toda clase de trabajos,
puertas, ventanas, escaleras, muebles… Voy a rehabilitar la casa poco a
poco.
—Has dicho que tenías dinero, ¿por qué no buscas una empresa que se
ocupe de ello?
—Así que buscas un marido para que te ayude con las reformas.
—Sí…
—Eso no va a pasar.
—Lo entiendo.
—Tú tienes tus secretos y has de aceptar que yo tenga los míos.
—Es justo.
—Por supuesto.
—Sí.
—Este me gusta.
—¡Dios mío! —dijo Dani, pensando que la casa era una ruina—.
Espero que lo convenzas de que se case contigo, antes de que la vea.
Alex se rio.
—A mí me llaman Ash.
—No lo olvidaré.
—Supongo que habrás quedado conmigo por la tarde para no tener que
llevarme hoy a tu casa.
—Eres el primero que irá, los otros no pasaron de la entrevista, que fue
aquí.
—Sí.
—Jake lo sabe todo sobre mí. ¿Qué vas a hacer esta tarde? No puede
decirse que haya mucho para divertirse por aquí.
—Tal vez vaya a dar una vuelta por el pueblo. Y luego cenaré en el
hotel. Y, te aseguro que no quiero divertirme.
Tan pronto sus manos se rozaron, Alex sintió de nuevo esa corriente
desplazándose a toda velocidad por su cuerpo. Ocultó un gemido al sentir
esa sensación adentrándose en lo más profundo de su vientre e intentó
calmarse.
Ash estaba en el coche. No tenía nada que hacer, así que decidió
esperar a que saliera la chica del caballo, porque estaba intrigado con ella.
No había visto a nadie en el bar que se le pareciera. Pensó que tal vez
estuviera trabajando en la cocina y posiblemente tardara en salir. Decidió
esperar unos minutos más.
El caballo, que estaba a unos treinta metros, se giró y corrió hacia ella.
Vio como volvió a besar y acariciar al animal. Se sujetó de las crines y
subió a él con soltura. El caballo se giró y se fue al galope. Ash estaba
fascinado con esa chica.
Capítulo 3
El día siguiente amaneció nublado y lluvioso. A las nueve y media,
cuando Ash salió del hotel, estaba tan oscuro que parecía estar
anocheciendo. Subió al coche, lo puso en marcha y empezó a seguir las
indicaciones que Alex le había dibujado en la servilleta de papel del bar.
Agradeció llevar un todoterreno porque la estrecha carretera tenía tantos
baches como un camino rural mal cuidado.
—Te dije que la casa necesitaba unos arreglos —dijo dedicándole una
entrañable sonrisa mientras subían los escalones.
—¿Unos arreglos?
Ash miró la barandilla de uno de los lados, que estaba partida y la del
otro lado, que estaba combada hacia el exterior. El suelo del porche estaba
levantado en algunas zonas, y las ventanas que tenía a la vista estaban
cubiertas con tablones.
Alex abrió la puerta con la llave, cosa que le extrañó a él. No entendía
por qué había cerrado la puerta estando solo a unos metros.
Lo dejó pasar delante y, después de entrar ella, cerró la puerta y corrió
uno de los cerrojos.
—Supongo.
Ash fue detrás de ella. Alex llevaba un vaquero bastante usado y sucio,
y una sudadera en las mismas condiciones. Los deportivos que calzaba
estaban para tirarlos a la basura. Y supo que esa chica no estaba interesada
en él, porque no se había preocupado de arreglarse, sabiendo que él llegaría.
—Una de las bisagras de la puerta del armario está casi suelta, sólo
tengo que apretar los tornillos —dijo subiéndose a una silla.
—Lo sé, pero de momento la dejaré donde está, hasta que me organice
con el trabajo y decida lo que he de hacer primero.
Cuando Alex tuvo los pies en el suelo dio un paso atrás para alejarse, y
sin apartar la vista de él. Y Ash vio el terror en su mirada.
—Lo sé, pero al menos las puertas harán que no entre polvo en el
interior.
—Sí, es muy larga —dijo ella riendo—. Lo más importante son los
techos. He de contratar a alguien para que se encargue de ello, antes de que
haga más frío y llueva. Hace muy poco que estoy aquí y lo único que he
hecho ha sido comprar un termo, que el fontanero ha instalado de manera
provisional para tener agua caliente en el baño de esta planta y aquí en la
cocina.
—¿Hay goteras?
—Lo sé.
—Sí. Jake me dijo que fuera a vivir con él y, desde luego, eso habría
sido más cómodo. Pero prefiero estar aquí, así no pierdo tiempo yendo y
viniendo, y aprovecho para ir haciendo cosas. Duermo en el salón y te
aseguro que no paso frío porque la chimenea es increíble. Aunque, claro,
todavía no ha llegado invierno —dijo ella dedicándole una dulce sonrisa—.
Es agradable estar allí cuando está encendida. He colocado una mesa, una
silla, un sofá y una cama. Ahora es despacho, salón, comedor y dormitorio.
De todas formas, esa estancia es tan grande como un apartamento. Ah, y lo
más importante, ¡tengo Internet! —dijo ella sonriendo de nuevo, como si
eso fuera lo más increíble que pudiera sucederle a alguien en la vida.
—Lo necesito para trabajar. Si vienes a vivir aquí, limpiaré una de las
habitaciones, colocaré una cama y compraré otro radiador. Te aseguro que
no vas a echar de menos tu casa.
Él la miró con las cejas levantadas.
—¿Eso crees?
—Lo intentaré.
Alex cogió una linterna y empezó a enseñarle la planta baja, que era
increíblemente grande.
Junto a la cocina había un dormitorio enorme que, seguramente en el
pasado habría sido el del servicio, porque tenía una salita adjunta y un baño
completo.
Había otro salón, no tan grande, pero de buen tamaño. Una biblioteca
grandísima con una preciosa mesa de despacho. Un comedor gigantesco
con una mesa para que, al menos, veinticuatro comensales se sentaran
cómodos. Otro dormitorio con baño interior y otro baño en el pasillo.
Cuando se dio cuenta del rumbo que llevaban sus pensamientos subió
la mirada hasta el rostro de la chica y la miró con el ceño fruncido.
—He dicho que lo intentaría. Pero, dejando aparte todas las cosas
deterioradas que, en realidad, es todo.
Alex no pudo reprimir una carcajada. Él la miró pensando que esa
chica era feliz, y la envidió.
—Me gustan las casas grandes. Es una pena que las ventanas estén
cubiertas con tablas y que haga un día tan gris. De lo contrario la verías con
otros ojos.
—Sí, mucho.
Alex le dedicó una tierna sonrisa que hizo que Ash se estremeciera.
—Sí, lo es. Así y todo, ten cuidado, hay algunos escalones en mal
estado.
—No hace falta que seas sarcástico. Los escalones que tienen pintada
una cruz blanca son los que no puedes pisar —dijo enfocando el suelo con
la linterna y riendo—. Procura saltártelos.
—Entonces, hazlo.
—Sí, si tú quieres.
—En aquel entonces, esta casa costaría una fortuna. Apuesto a que el
propietario era muy rico.
—En esta planta hay aún más trabajo que en la planta baja.
—Desde luego, de positivo tienes bien poco, más bien eres muy
negativo. Subamos a la segunda planta, puede que al verla cambies de
opinión.
Ash no pudo evitar volver a reír. Y Alex lo miró embobada.
Puede que yo sea pesimista, pero esta chica tiene suficiente optimismo
por los dos, pensó él.
—Es cierto.
—Ahora entiendo por qué has dicho que los techos son tu prioridad. Es
una lástima que haya entrado el agua de la lluvia, porque aquí hay cosas de
mucho valor. Esos baúles tallados valdrían una fortuna, si estuvieran en
buenas condiciones.
—He de decir que, a pesar del mal estado en que está la casa, es una
maravilla —dijo él mientras bajaban la escalera—. A mi hermano le
encantaría.
—¿Tienes miedo?
—No es miedo sino precaución. La casa está aislada. Menos mal que
la niebla ha desaparecido, así podrás ver con claridad.
—No estoy segura, tendría que ver la escritura, pero sé hasta donde
llega mi propiedad. Por ese lado, hasta aquel muro que se ve a lo lejos —
dijo ella señalando con la mano.
—Todo es acostumbrarse.
—¿Tú serías capaz?
Ash la vio cerrar los tres pestillos y estuvo seguro de que tenía miedo
de algo. Se preguntó, de nuevo, por qué corría los cerrojos estando a solas
con él, siendo un desconocido.
—Por este lado llega hasta la carretera por la que has venido. Y por allí
—dijo ella señalando hacia el centro—, hasta aquel grupo de árboles,
incluidos. Junto a ellos hay un arroyo que está dentro de mi propiedad. Y
hay un remanso grande y profundo para bañarse, y el agua es cristalina.
—¿Tienes caballos?
—Solo uno, el que te dije que me había regalado Jake. Si vienes a vivir
aquí, conseguiré otro para ti. Jake se dedica a la cría de caballos de pura
raza y tiene unos ejemplares espectaculares.
—Qué raro.
Ella volvió a sonreír.
Nada más entrar se oyó el relinchar del caballo. Alex se acercó al box
en el que estaba el animal y abrió el portón. Ash vio cómo acariciaba al
precioso ejemplar y lo besaba. Y entonces supo que ella era la chica que
había visto llegar al bar con el caballo.
—Es que no sabía que eras tú, porque no pude verte el rostro.
—¿Volvemos a la casa?
—Sí.
Ash vio que, nada más entrar, Alex cerraba los pestillos de la puerta de
nuevo. Empezó a pensar que a esa chica le había ocurrido algo muy serio.
—Creo que me vendría bien estar aquí por un tiempo, mientras decido
qué quiero hacer con mi vida. Me sentaría bien un cambio como este, con
aire puro y trabajo duro. Apuesto a que es lo que necesito. Y, Alex. No hace
falta que nos casemos. Te ayudaré a rehabilitar la casa, estemos casados o
no.
—Sí —dijo ella con una tierna sonrisa—. Creo que eres el hombre
perfecto. No tienes que trabajar, de momento, y sabes de construcción.
¿Qué más podría pedir? ¿Aceptas mi propuesta?
—Pero has dicho que querías ver la casa con la luz del sol, y aún no lo
has hecho.
—Vale.
—En ese caso, iré al hotel a recoger mis cosas —dijo él levantándose.
—¡Mami!
—¿En serio?
—Sí, pero no lo puedo traer a casa hasta que crezca un poco más,
porque tiene que estar con su mamá.
—Eres una niña con suerte. Ash, quiero presentarte a mi amigo, Jake.
Jake, él es Asthon, el hombre de quien te hablé.
—Un placer conocerte —dijo Jake tendiéndole la mano.
—Claro.
—Vale —dijo ella apartándose del coche para que él abriera la puerta
—. Supongo que no volverás por aquí.
—Seis.
Ash se estremeció, porque esa sería la edad que tendría su hija en esos
momentos.
—¿Cómo es posible?
Ash vio que los ojos le brillaban por las lágrimas retenidas.
—Adiós, Ash.
—No volverá.
—¿En serio?
—Sí.
—¿Por qué?
—Sí.
—Sin duda ha tenido una mala experiencia con alguien. La noté tensa
sólo por estar cerca de ella.
—No lo entiendo. Dices que está asustada, pero sin embargo aceptó
que te quedases con ella esta noche, sin conocerte.
—Has dicho que te cae bien y que te gustó la casa. Y también que te
habría gustado ayudarla a rehabilitarla. Y ahora me dices que busca a
alguien que las proteja. ¿Por qué no te casas con ella y la ayudas? Te iría
bien el cambio. Y no conozco a nadie más apropiado para protegerlas.
—No seas sarcástico, Ash. Sabes que no podías haber hecho nada para
salvar a Laura, porque estabas fuera del país. Y no sigas culpándote, porque
si alguien tuvo la culpa, fue tu mujer. Ella era quien no tenía que haber
perdido de vista a la niña ni un solo instante en aquel parque.
—He quedado con una chica para cenar. Pero puedo cancelarlo.
—No.
—¿Qué chica?
—Los chicos me han dicho que has estado todo el día de mal humor y
ni siquiera has hablado con ellos. Y apuesto a que has estado pensando en
ella todo el día.
Sabía que no podría dormirse de nuevo, así que se puso a limpiar todas
las armas que tenía en una bolsa, desmontándolas y volviendo a montarlas.
Manejar armas siempre lo tranquilizaba.
Ash tomó un café con los primeros rayos de sol y luego salió de casa
para comprar el periódico, el New York Times, que era donde Alex había
puesto el anuncio. Quería saber si todavía seguía buscando marido, aunque
tampoco estaba seguro de los días en que el anuncio aparecía en el diario.
Ash sabía que él también le había caído bien. Casi podría decir que le
gustaba, porque la notaba intranquila cuando él estaba cerca y se sonrojaba
a menudo, incluso, simplemente con que la mirara. Aunque también podría
ser por su timidez.
—He decidido que voy a casarme con Alex, si todavía está disponible
—dijo Ash cuando se sentaron a cenar.
—¿Averiguarás su teléfono?
—Olvida eso. Por lo que me has contado de esa chica, tú le caíste bien
y confiaba en ti. Envíale ese correo.
—De acuerdo.
—¿Vas a ir?
—Gracias.
—Lo haré.
Aunque había sacado de la planta baja las cosas que estaban en mal
estado y no se podían aprovechar y las había llevado al centro de basura, y
eso ya era algo. Además se había entretenido en destrozar con el hacha los
muebles que no se podían recuperar. Eso la ayudó a soportar la frustración
que sentía por haber perdido a Ash. Se sentía culpable por no haberle
hablado de su hija. De haberlo hecho, puede que estuviesen hablando de la
boda en ese momento.
Hola, Alex.
Por favor, cancela la entrevista que tenías con el hombre que tenías
que ver esta semana, si no lo has visto aún. Si todavía quieres casarte
conmigo, dímelo y saldré mañana temprano.
Ash.
Hola, Ash.
Buenas noches.
Alex.
Ash sonrió por sus palabras. Se levantó de la cama y fue al cuarto de
su hermano, que ya estaba durmiendo.
—Neithan.
—¿Qué pasa?
—Estupendo.
—De acuerdo.
Después de que Ash metiera en una maleta toda la ropa que tenía en
casa de su hermano, que no era mucha, se marchó.
Metió cada par de zapatos en bolsas y luego las puso todas en una
bolsa grande de viaje.
Necesitó dos maletas grandes para meter toda la ropa y luego las cerró.
Fue al baño a ducharse y salió poco después con una toalla envuelta a
las caderas. Cogió del armario una mochila y volvió al baño. Metió en ella
todo lo de aseo que pensó que podría necesitar para los primeros días.
Llevó las dos maletas, la bolsa de viaje, las dos fundas con los trajes y
la mochila al recibidor.
—Dios mío, haz que todo vaya bien y que sea capaz de cuidar de ellas
—dijo para sí mismo mientras conducía.
A las nueve menos cuarto paró en el bar donde se había entrevistado
con Alex el sábado anterior. Compró dos cafés con leche para llevar, unos
bollitos de pan recién hecho, mantequilla, cruasanes y dos botellines de
zumo.
Capítulo 4
Alex se asustó al oír que llamaban a la puerta. Fue a la cocina y cogió la
pistola que guardaba allí. Luego caminó hacia el recibidor sin hacer el más
mínimo ruido.
—¿Quién es?
—Hola —dijo con una radiante sonrisa, que mostraba el placer que
sentía al verlo de nuevo, y que a él le llegó a lo más hondo.
—Pasa, por favor. Pensé que llegarías por la tarde —dijo echándose a
un lado para dejarle entrar.
—Iba a salir esta mañana, pero anoche, cuando recibí tu correo, decidí
hacer las maletas y venir.
—Tenías razón, la casa se ve diferente con la luz del sol. Es una casa
fantástica y cuando acabemos con ella será preciosa.
—Sí, yo también lo creo. Me alegro de que te guste, así puede que te
quedes más tiempo con nosotras.
—He traído el desayuno. ¿Lo entras tú? Está en el asiento del copiloto.
Mientras, yo entraré mis cosas en casa.
Ash dejó todas sus cosas en el recibidor y Alex cerró la puerta cuando
entró tras él y corrió los pestillos de nuevo.
—Tengo una niña —dijo ella sonriendo—. Suelo tener las cosas
básicas.
—Sí.
—No. Mi hija llega a casa sobre las cuatro y media. ¿Quieres que
vayamos al pueblo después de desayunar? Ya te dije que el hermano de
Dani es abogado y me ayudó con la compra de la casa. Puedo llamarle y
preguntarle si puede recibirnos.
—Hola, Alex.
—Pasaos por aquí a las doce y media, que ya habré vuelto del juzgado,
y lo dejaremos solucionado hoy. Traer con vosotros los documentos de
identidad.
—De acuerdo, nos vemos luego —dijo ella antes de colgar—. Nos
recibirá hoy, a las doce y media.
—Muy bien.
—Voy a cambiarme.
Cuando ella salió de la cocina, Ash se agachó para ver cómo estaba
unida la pistola a la mesa. Había sujetado la funda al tablero de la mesa con
cinta americana, de manera que se podía meter y sacar el arma fácilmente.
Luego metió las cosas del desayuno en el fregadero y las lavó.
Ash llevó al dormitorio donde iba a dormir todo lo que había traído de
Nueva York. Encendió la lámpara de pie que ella había dejado allí y
empezó a colocar la ropa en uno de los armarios y en una de las cómodas.
—Siento que no haya perchas para colgar la ropa. Las que había en los
armarios eran de alambre y estaban retorcidas.
—Ahora que estás aquí podemos bajar una cama. Aunque, ahora que
lo pienso, la medida del colchón del garaje es más grande que las camas de
las habitaciones de arriba. Puedo comprar un somier de la medida del
colchón.
—Pues en marcha.
¿Me siento atraído por esta chica? Menuda estupidez, llevo casi un
año sin prestar atención a ninguna mujer, pensó.
—¿Por qué?
—Te aseguro que conduzco muy bien. Conmigo estás segura, no tienes
que preocuparte.
—Es pronto y supongo que nos dará tiempo para ir a comprar las
alianzas.
—¿Qué cosas?
—Pues tengo que decirte que hay gente que no sabe hacerlo.
—Sí.
—¿No crees que sería conveniente que contrataras a una empresa para
que se encargara de todo?
—Es que es mi primera casa y me hace ilusión restaurarla poco a poco,
y disfrutar mientras lo hago. Bueno, mientras lo hacemos.
Cuando salieron, Alex dijo que iba un momento a una tienda que había
enfrente a comprar calcetines y ropa interior para su hija. Junto a la joyería
había una farmacia y Ash le dijo que tenía que comprar algo de allí y que la
esperaría en el coche.
Sin saber el motivo, a Ash no le gustó que ese hombre se tomara esas
confianzas con ella. Aunque no le pasó desapercibida la incomodidad de
Alex con su cercanía.
Daniel hizo un borrador del acuerdo y les tomó los datos que
necesitaba. Les dijo que los documentos estarían listos para la firma al día
siguiente, viernes. Y les diría entonces a qué hora se celebraría la boda.
—¿En qué estaban pensando los padres del abogado? ¿En serio les
pusieron el mismo nombre a su hijo y a su hija? —preguntó Ash cuando
salieron del bufete.
—Sí —dijo ella sonriendo—. Por lo visto les gustaba mucho ese
nombre.
—No tengo dudas. Es solo que… es la primera vez que me caso. Para
ti, esto no es nuevo porque ya estuviste casado.
—Vale.
—Como quieras.
—Déjame, yo llevaré el carro —dijo él. Ash quería recordar las veces
que había ido a comprar con su hija y la llevaba sentada frente a él.
—La maestra que la sustituyó me dijo que estaba de baja por la gripe.
¿Se encuentra ya bien?
—Vaya… Felicidades.
—No lo sientas.
—Yo tampoco bebo alcohol, pero tengo que comprar cerveza porque a
Dani y a Jake les gusta.
—No tengo problemas con que los demás beban. Aunque mi hermano
sí bebe cerveza. Y pensando en él, compraremos una botella de whisky —
dijo cogiendo la marca que le gustaba a Neithan.
—El día que te vio no le dije nada porque pensé que no volvería a
verte y no quería confundirla. Suele hacer muchas preguntas, sobre
cualquier cosa.
—¿Qué le pareció?
—Creo que lo que más le gustó fue saber que iba a tener a alguien, a
un hombre, que pudiera ir a las reuniones del colegio. Dijo que así sería
igual que sus amigos, y que ya no se burlarían de ella diciéndole que no
tenía papá. A veces Jake me acompaña a las reuniones, pero todos lo
conocen y saben que somos amigos desde hace mucho tiempo. No me gusta
que se rían de ella, simplemente porque no tenga un padre.
—¿Cómo ha reaccionado?
—¿Cuál?
—No sabe absolutamente nada de él. Le dije que murió antes de que
ella naciera. De momento no me ha hecho más preguntas al respecto.
—No.
—¿A quién?
—A Dawson.
—No creo que haya ninguna persona, del sexo femenino, a quien no le
gustes —dijo ella sin mirarlo.
Ash giró la cabeza para mirarla y la vio ruborizada, pero no dijo nada.
—¿En serio?
—Lo que hay entre tú y yo es… ¿Qué es? —preguntó ella, al no saber
cómo definir la relación que había entre ellos.
—Completamente.
Seguro que estaría más caliente, y no por la chimenea, pensó Ash sin
mirarla y asombrado por sus pensamientos.
—Por supuesto que no, se quedará con nosotros, ahora somos familia y
esta siempre será su casa.
—Lo soportaré.
—Se me había olvidado decirte que en este cajón están las llaves—dijo
ella mostrándoselo—, las de las dos puertas de la casa, la del cobertizo de
atrás y la la ranchera. Hay dos juegos de cada una, así que uno es tuyo.
—En mi trabajo tengo que serlo —dijo él sin apartar la mirada de ella.
—Tengo siete.
—Sí y sí.
—Tal vez debería saber dónde las guardas. Sé que hay una debajo de la
mesa.
—No.
Ash soltó una carcajada, porque no esperaba que le dijera algo así, al
ser tan tímida. Y ella se quedó embobada mirándolo. Verlo reír le pareció lo
más maravilloso del mundo.
—¿Sabes disparar?
—Estoy yo aquí.
—De acuerdo.
Ash sintió envidia, porque él nunca podría hacer eso con su hija.
Era de un hombre, una mujer y una niña en el centro, los tres cogidos
de la mano.
—Es precioso.
—Somos nosotros.
—Hola, Dawson.
—¿Tienes hambre?
—Me gusta Ash. Yo me llamo Dawson, pero mamá, tío Jake y Dani
me llaman Dawn.
—Sí.
Alex llevó a la mesa los sandwiches, fruta cortada a trozos y tres vasos
de leche. Ash se quedó un instante mirando su vaso y sonrió. Hacía años
que no tomaba un vaso de leche, de hecho, la última vez que lo hizo aún
vivían sus padres.
—Perdona, tal vez tú quieras beber otra cosa —dijo Alex sonriendo al
verle la cara y darse cuenta—. No sé cómo se me ha ocurrido...
—No, está bien. Me gusta la leche sola, aunque hace mucho que no la
tomo —dijo él—. ¿Ya has elegido un nombre para tu caballo?
—Mi mamá dice que los rayos y las tormentas son temibles para
muchas personas. Puedo llamarle rayo, o tormenta, o relámpago.
—Sí, lo sé.
—Bueno, es su caballo.
—Sí.
—No quiero ser engreído, pero creo que silbo muy bien —dijo él
sonriendo.
—¿Me enseñarás?
—¿De qué?
—Sí, lo sé.
—Vale.
—Eso es.
—Mis amigos se llaman como sus padres.
—¿Y me llevarás algún día al colegio para que mis amigos te vean y
sepan que eres mi papá de verdad?
—Vale, mamá.
—Mi papá es más guapo que los papás de todos los niños de mi clase,
¿verdad, mamá?
—Sí, no creo que haya hombres tan guapos como él por aquí.
—Las alianzas —dijo ella porque pensó que Ash quería que las viera
la niña.
—No hace falta que te pida que te cases conmigo porque ya has
aceptado hacerlo. Pero faltaba esto. Ábrelo.
—Pero…
—Faltaba el anillo.
—No es tan grande como para costar una fortuna. De todas formas no
lo quería muy grande porque a ti no te quedaría bien.
—Dijiste que te casarías solo esta vez. Ya que no vamos a tener una
boda por todo lo alto, al menos que tengas un anillo de compromiso. Dame
la mano.
—Vale.
—Y no toques el ordenador.
Ash miró a Alex. Sus ojos seguían brillantes por las lágrimas que no
dejaba escapar.
—Vaya, se te dan bien los niños. No esperaba eso de ti, eres… tan
serio —dijo Alex cuando se quedaron solos.
—Me alegro.
—¿Habéis estado en Nueva York? —preguntó Ash poco después,
cuando estaban en el salón con la pequeña.
—De acuerdo.
—¡Sí! ¡Qué bien! Se lo voy a decir a todos mis amigos. Papá, ¿en qué
habitación vas a dormir? —preguntó la pequeña de repente.
—Lo supongo, eso es lo que hacen las parejas cuando se casan. Pero la
mamá y yo todavía no estamos casados.
—Mi hermano Neithan, que va a ser tu tío, vendrá mañana. Así que
dormiré con él. Pero cuando Neithan se marché, dormiré en el salón con
vosotras.
—Muy bien. Me gusta tener un tío. Tío Jake también es mi tío. Bueno,
la mamá me ha dicho que, en realidad no lo es, pero yo lo quiero como si lo
fuera.
—Pues vamos.
Pensó que tal vez sus vidas cambiarían a partir de ahora. Parecía un
buen hombre y a ella le gustaba. Tal vez le gustaba demasiado. No se había
esperado lo del anillo, había sido un detalle muy tierno, aunque Ash no
tenía aspecto de tierno. Era demasiado grande, demasiado fuerte, más bien
tenía aspecto de… chico malo, pero, ¿tierno...? Y sin embargo, Alex
percibía que en realidad lo era.
Alex les siguió fuera de la casa y cerró la puerta con llave. Bajó los
escalones del porche y caminó hasta el garaje. Él ya había abierto la puerta
y estaba junto al colchón que había apoyado contra una de las paredes.
Entre los dos lo llevaron hasta el porche. Ash vio de nuevo que había
cerrado la puerta con llave.
—No tenía otra más potente, pero la compraré —dijo ella—. Cuando
encontremos un momento sacaremos los tableros de las ventanas para que
tengamos claridad durante el día.
—Sí, eso es importante para poder trabajar. ¿Qué sueles hacer a estas
horas normalmente?
—Los colchones los tiré por la escalera. Todos los de la casa eran de
esos antiguos de lana y no puedes imaginar lo que pesaban. Algunos de los
muebles de la segunda planta se habían mojado con la lluvia y estaban
inservibles. Los destrocé con un hacha, y tengo un buen montón de leña.
Así que, el mes que llevo aquí, no he hecho nada más.
—No digas que no has hecho nada más. Has hecho un trabajo muy
duro.
—No lo voy a negar. Hay muchas cosas que no puedo hacer sola.
Quiero bajar de las plantas superiores los muebles que se pueden restaurar.
Jake me ofreció ayuda y me ha ayudado en varias ocasiones, pero sé que
está muy ocupado y no quiero molestarlo más de lo necesario. Y además, la
escalera no es segura.
—¿Sabes tapizar?
—Sí.
—¿Vamos a verla?
—Sí.
—Buena idea.
—No sé si se salvará alguno.
—No.
—Sí —dijo ella—. He leído mucho durante los últimos años y tengo
un montón de cajas con novelas en el garaje. Las traje conmigo cuando me
mudé aquí.
—Es que no quería decir que no, porque quería ayudarte a rehabilitar
la casa —dijo él sonriéndole—. Podemos ir a comer a un restaurante, por
hacer algo especial.
—Me parece bien.
—¿Qué? Por supuesto que no. Nos conocemos desde el colegio, pero
él es mayor. Además, me marché de aquí cuando tenía trece años. Lo he
visto más en el último mes que en toda mi vida. Hemos comido juntos los
tres en un par de ocasiones, pero nada más. Tiene siete años más que yo.
Él le sonrió.
—De acuerdo.
—Es cierto, podría pasar por hija mía. Te dejo con Dawn. Voy a llamar
a mi hermano y luego me ducharé —dijo levantándose y revolviéndole el
pelo a la pequeña al pasar por su lado.
Ash salió del baño cuando Alex iba a entrar para preparar el baño de la
niña, pensando que él estaría en su dormitorio.
Ash llevaba el pelo mojado y una toalla rodeando sus caderas. Alex lo
miró. Las gotas de agua resbalaban por su pecho hasta desaparecer en el
borde de la toalla y ella se quedó embobada siguiendo la trayectoria. Pensó
que ese hombre era un dios, porque era difícil, casi imposible, encontrar a
un hombre tan guapo y a la vez con ese cuerpo tan impresionante. Comenzó
a faltarle el aire en los pulmones y sintió que le fallaban el resto de sus
funciones vitales.
—Hola, Neithan.
—Sí.
—Me alegro mucho. He visto las fotos que me has enviado. Ese tejado
tiene mucho trabajo. Hay que sacar todas las tejas, poner impermeabilizante
y volverlas a colocar. Y he visto que faltan muchas. No creo que pueda
encontrar iguales para sustituirlas.
—Lo sé.
—Y, por supuesto, antes hay que arreglar los boquetes de los techos
hundidos, por dentro y por fuera. Hay que cambiar las vigas que están
partidas y las podridas. Voy a hacer una lista de lo que haya que llevar. Los
chicos irán esta tarde, tan pronto acaben el trabajo y lo llevarán todo.
—¿Hablas en serio?
—Vaya.
—Creo que las cosas te van a ir muy bien. Me alegro por ti.
—Gracias.
—De acuerdo.
—Te dejo, Ash. Voy a ir al trabajo para organizarlo todo. Supongo que
saldré para allí a media mañana. Envíame la dirección.
—Eso espero.
Ash llevaba un vaquero viejo de cintura baja, y nada más, a pesar del
frío que hacía. Sus músculos se tensaban con el movimiento de los brazos y
al agacharse a coger los troncos.
—Yo.
—Desayunaremos juntos.
Poco después Ash entró en la cocina, y Alex dio gracias a Dios porque
llevara puesta la camiseta. Se lavó las manos en el fregadero.
—Mi hermano llegará esta tarde. Esta mañana he hecho fotos del
tejado y de los techos de las plantas superiores y se las he enviado. Me ha
dicho que los chicos vendrán hoy a última hora y traerán lo necesario.
—Sí.
—Pero, se supone que debería hacerte un regalo a ti, algo que puedas
llevarte cuando te marches.
—Si has hecho fotos de los techos, significa que has subido a las
plantas de arriba. ¿Cómo es posible que no te haya oído? Tengo el sueño
muy ligero.
—¿A ti?
—Soy un SEAL.
—¿Qué es eso?
—A veces.
—¿Volverás a trabajar?
—¿Por qué? ¿Necesitas más? —dijo mirándola por encima del borde
de la taza y dedicándole una cálida sonrisa.
—Las tengo en mi habitación, arriba del armario. Pero tal vez las
esconda por toda la casa, como tú.
—No es paranoia.
—¿Y registradas?
—Claro. Acompáñame.
—No lo son.
—Qué bien.
—No hay que pedir cita, y estará en casa. Cuando va a ir a algún sitio
me llama para decírmelo.
—Me encanta verte montar —dijo Ash girándose para verla ruborizada
—. Quiero comprar también un caballo para mi hermano.
—Si no quieres gastar dinero, Jake puede dejarnos un caballo cada vez
que venga.
—Yo prefiero que tenga aquí uno, así vendrá a menudo. A no ser que
tú no quieras que venga a visitarnos.
—En volver del pueblo iremos a ver a Jake, así conoces a sus padres.
¿Tú tienes que comprar algo de ropa para la boda?
Entraron los tres. El dependiente les enseñó todos los modelos y Ash
eligió el mejor. Le dio la tarjeta del banco al chico.
—Ash, yo la pagaré.
—Olvídalo.
Neithan llamó a su hermano cuando salian del pueblo para decirle que
llegaría en poco más de dos horas y Ash le dio la dirección del bar donde
trabajaba Dani y le dijo que se encontrarían allí.
Después fueron al rancho de Jake. Ash y Jake sólo se habían visto una
vez, el día que se entrevistó con Alex y apenas durante un minuto, pero se
cayeron bien. Jake le enseñó el rancho y le presentó a su familia.
Ash notó cómo ella se tensó con el contacto. No supo si era porque le
daba verguënza o por miedo. La soltó con delicadeza.
—Ash me dijo que eras muy guapa, pero se quedó corto —dijo
dándole un ligero beso en la mejilla.
—Encantada.
—Tío Neithan.
—Tienes razón.
—Les he dicho que iría al hotel tan pronto se instalaran y cenaría con
ellos. Ash me ha dicho que tienes una casa fantástica —le dijo Neithan a su
cuñada.
—En ese caso, no hay problema —dijo abriendo la puerta de atrás del
todoterreno.
La niña subió y él le abrochó el cinturón.
A Alex le gustó que le cogiera la mano, pero no sabía cómo lidiar con
la forma que su cuerpo reaccionó ante esa proximidad. Ash le abrió la
puerta para que subiera y luego rodeó el coche por delante para sentarse al
volante.
—¡Dios, es guapísimo!
—Sí —dijo ella, aunque sin mirarlo—. Apuesto a que eras como él,
antes de que algo te cambiara.
—¿El qué?
—Es la cosa más fácil que he hecho en mi vida. Y tengo que decir que
me encanta cuando lo consigo.
—Sé que dijiste que no habías salido de casa en mucho tiempo, pero
supongo que saldrías de vez en cuando con algún chico.
—¿Que no qué?
—Que no he salido con chicos.
—Es obvio que, al menos una vez, he estado con uno, no se fabrica un
bebé por correspondencia. Pero fue una sola vez, y no ha habido otros.
—¿Por qué?
—Puede que tengas razón pero, para mí, los hombres están de más.
Excepto Jake, tú y tu hermano.
Ash se rio.
—¿Qué cosas?
—Me he sentido sola durante gran parte de mi vida. Es cierto que tenía
a mi abuelo y que pasaba prácticamente todo el día con él y luego con
Dawn, pero él era una persona mayor y ella una niña. Quería tener a alguien
con quien hablar de mis cosas y contarle mis problemas. Alguien que me
acompañara a montar a caballo. Quería tener a alguien que cocinara
conmigo. Quería compartir el trabajo con él rehabilitando la casa. Quería
que educáramos juntos a la niña... En otras palabras, quería que alguien
viviera con nosotras para no sentirme tan sola. Me apetece hacer todo eso
contigo. Y he tenido suerte de que sepas de construcción —dijo sonriendo.
—Es cierto.
Alex cogió del coche las bolsas de las cosas que habían comprado, y
Ash sacó la maleta del vehículo de su hermano.
Neithan miró los escalones mientras subía y luego el suelo del porche.
Dirigió la mirada hacia las ventanas cubiertas con tableros.
—Vale.
—Claro, cielo.
—Es una casa increíble. Lástima que viva tan lejos, porque me
gustaría ir viendo el cambio de la rehabilitación.
—Muchas gracias.
—Esa era la sorpresa —dijo Dawn cuando Jake llegó hasta donde
estaban.
—No son tan bonitos como el mío, pero sí, son fantásticos. ¿Quieres
salir a montar mañana conmigo al amanecer para estrenarlo? Ash puede
quedarse con Dawn.
—Sí, me gustaría. Aunque hace muchos años que no monto, puede que
se me haya olvidado cómo hacerlo.
—Me alegro mucho de que esté aquí para mi boda. Que no se os haga
tarde mañana, sobre todo tú que eres el padrino —dijo abrazándolo.
—Igualmente.
—Nos vemos mañana.
Los cuatro se dirigieron a la casa. Ash entró tras ellos, pensando que
Alex se había dejado abrazar por su amigo y no había visto ningún rechazo
por parte de ella. Sin embargo, se había tensado cuando él la cogió por la
cintura en el bar. Saberlo le molestó. Y tampoco le gustó la idea de que ella
le propusiera a su hermano ir a montar, en vez de pedírselo a él. Y, mientras
cerraba la puerta, se preguntó por qué le molestaba.
—Por haber encontrado a esa chica, y a esa niña. Y por esta casa.
Dios, no sabes lo que daría por tener una casa como esta —dijo poniéndose
los deportivos después de cambiarse.
—Alex quiere pedirte consejo sobre por dónde debemos empezar con
la casa.
—Vale.
—Gracias.
Les llevó tres horas entrar toda la maquinaria. Y tuvieron que llevar un
cable desde la casa para poder tener luz, ya que había oscurecido y en el
garaje no había electricidad. Neithan estuvo todo el tiempo bromeando con
su cuñada porque no se creía que supiera de carpintería.
—Hay que poner cierres electrónicos en las puertas para abrir con el
mando —dijo Ash cuando estaban cerrándolas.
—Son cinco puertas, ¿tienen que abrirse todas juntas o por separado?
—preguntó ella.
—Todas esas máquinas que hemos entrado valen una fortuna —dijo
Neithan cuando entraban en el salón.
—Gracias.
—Vino un electricista y dijo que había que pasar cables nuevos por
toda la casa. Se encargó de dar de alta la luz e instaló un cuadro eléctrico
nuevo. Además, sacó unos cables de él para que tuviéramos luz aquí, en la
cocina, en el recibidor y en el baño, pero en el resto de la casa no hay luz.
—Claro.
—Nos estamos apañando con uno de los baños de la planta baja, que
es donde hay agua. Habrás visto las tuberías provisionales que instaló el
fontanero, que van de la cocina al baño.
—Sí.
—Eso es fantástico.
—Vale.
—He visto los pestillos de las dos puertas de entrada a la casa —dijo
Neithan cuando iban en el coche.
—Háblame de ella.
—Vaya.
—No lo sé.
—¿Qué?
—Y muy guapo.
—Me gusta estar con Ash, me siento muy a gusto con él. Es como si
nos conociéramos desde hace años.
—Sí… supongo.
—¿Qué ocurre?
—Tengo problemas.
—Lo sé. Y puede que esa sea la razón. Parece tan cómodo y relajado y,
a la vez tan… alerta. Puede que esa tensión sea la que lo hace atractivo
sexualmente, y ese aspecto suyo de duro e implacable.
—No estoy segura. Nunca me había pasado con nadie. Hay algo en él
que me atrae. Supongo que será su físico, porque he de reconocer que es
imponente. Y ese pelo, con esas mechas doradas… Y esos ojos, de ese azul
tan intenso…
—Vaya.
—Sí —dijo Alex sonriendo—. Cada vez que está cerca noto un
hormigueo por todo el cuerpo y me siento aturdida. Y cuando me roza sin
querer o me coge la mano, hace que el corazón me empiece a latir
desenfrenado.
—Sí, creo que tienes razón. Tienes serios problemas —dijo Dani
sonriendo.
—Por favor.
—De acuerdo.
—Vale. Oye —dijo antes de que ella saliera de la casa—. Ten cuidado,
no vaya a pasarte algo y me dejes colgado.
—Pues me ha molestado.
—No creo.
—Sí, lo es.
—Buenos días —dijo Alex, que estaba frente a la casa con los dos
caballos.
Ash se acercó a ella, le rodeó la cintura con las manos, sin ella
esperarlo, la elevó sin el menor esfuerzo y la sentó sobre el caballo.
—No tardaremos.
—Me dijo que era un SEAL. No había oído hablar de ellos y los
busqué en Internet. Están muy preparados, para todo.
—Sí.
—Es cierto, y puedo dar fe de ello. Por suerte, pude convencerlo para
que saliera de él. Tú le gustas y le ayudará el tenerte cerca.
—¿Que le gusto?
—Eso espero.
—Puede que eso cambie. ¿Has tenido algún problema con algún
hombre? ¿Quieres hablarme de ello?
—¿Eso crees?
—Sí.
—No tuvo que mencionarlo. Leí el anuncio que pusiste en el
periódico.
Alex pasó la pierna por encima del caballo para dejarse caer. Pero Ash
la cogió por la cintura, sin el menor esfuerzo y la fue bajando lentamente,
pegada a su cuerpo, rozándolo y sin apartar la mirada de sus ojos. Y el
rostro de ella se encendió.
Ash sabía que no debía haberlo hecho, pero quería sentirla cerca de él.
—Llevaré los caballos al establo —dijo Alex sin mirarlo cuando tocó
el suelo con los pies—. Cuando los cepille y les ponga comida y agua,
prepararé el desayuno.
Los ojos de Ash eran de un azul intenso, del mismo color que el cielo
cuando salía el sol después de una tormenta. Y esa intensidad se acentuaba
al estar tan bronceado.
—Vale. No tardaré.
Ash sentía un cosquilleo bajo su piel. Sabía que le pasaba algo. Desde
luego, esa chica lo atraía sexualmente. Se había sentido atraído por mujeres
a lo largo de su vida, pero no con esa intensidad. Sabía, por mucho que se
esmerara en no creerlo, que había algo más aparte de ese deseo físico.
Alex fue al salón nada más entrar en la casa. Se quitó las botas y se
puso los zapatos de tacón. Al entrar en la cocina, ellos dos y la niña, que
estaban sentados en la mesa, la miraron.
—Pues parece que las mujeres lo lleváis en los genes, porque parece
que los has llevado siempre —dijo Neithan.
—Sí. Todos los de mi clase dicen que es más guapa, más alta y más
joven que sus mamás.
—Estarás orgullosa de ella.
—Más esos tacones —dijo mirándole los pies—, que medirán unos
siete centímetros, uno ochenta y cinco. Un poco más y me alcanzas. Yo
mido un metro ochenta y nueve, pero Ash es más alto, él mide uno noventa
y uno.
—Mi papá también es más altos que los papás de mis amigos. Y
también más guapo —dijo la niña sonriendo orgullosa.
—Sí, papá.
Cuando terminaron recogieron la mesa entre los tres.
—¿Qué?
Alex lo miró a los ojos, y luego desvió la mirada hasta su boca. Los
latidos de su corazón le retumbaban en el pecho, transformando el simple
acto de respirar en un reto.
Ash se acercó más y colocó los labios sobre los de ella. Y Alex se
tensó. A pesar de ello, Ash permaneció allí, más tiempo del necesario. Sus
labios eran suaves y cálidos como la luz del sol. No quería apartarse de ella,
quería seguir sintiendo el calor de su piel.
—¿Por qué?
—De acuerdo.
—Puede que también tenga que cogerte las manos —dijo cogiéndolas
y manteniéndolas entre las suyas. Y no pudo resistirse a besarla de nuevo en
los labios—. ¿Te sientes bien?
Ash llevaba un traje gris con chaleco y una camisa de seda negra con
los dos primeros botones desabrochados.
—Gracias.
—Es posible.
Ash notó lo incómoda que se sentía Alex. Por suerte, Jake llegó con su
hermana. Alex los presentó a todos.
Ash cogió a Alex de la mano tan pronto bajaron del coche. Ese ligero
contacto hizo que ella se tensara, pero no la apartó. Ash le acariciaba la
palma de la mano con el dedo pulgar, con suavidad. Era una caricia casi
imperceptible, pero hizo que a Alex la recorriera una cálida sensación que
se instaló directamente en su corazón y se sintiera aturdida y algo
desconcertada.
La boda fue muy corta, apenas duró veinte minutos. El juez les
preguntó si querían decirse algo y ellos improvisaron unos votos y los
dijeron en voz alta, sin apartar la mirada el uno del otro y cogidos de las
manos.
Decidieron dar un paseo para que Neithan viera el pueblo. Y más tarde
Neithan los invitó a cenar.
Era temprano cuando salieron del restaurante y pensaron en ir a tomar
una copa para no terminar tan pronto un día tan especial.
Alex no estaba preocupada por el baile en sí, lo que temía era verse
rodeada por sus brazos mientras bailaban, porque no sabía como se sentiría
ni si lo soportaría.
Él la miró sonriendo.
Ellos dos iban a ir a por las bebidas, pero al presentir que Alex no
quería quedarse sola, Ash le pidió que lo acompañara ella a la barra. Poco
después volvieron con un whisky para Neithan, una Coca cola para Alex y
una tónica para Ash.
—Cuando alguien dice que todo irá bien, sucede todo lo contrario.
Alex lo miró con los ojos muy abiertos al oír sus palabras. Parecía un
cervatillo asustado. Eso hizo que Ash se riera y la acercara más a él.
—Si te molesta que esté tan cerca, dímelo —le dijo él al oído.
Alex volvió a tensarse al sentir el aliento de él en el cuello y lo miró a
los ojos. Y luego bajó la mirada hasta su boca.
—Neithan tiene razón. Eres muy alta. Nunca he bailado con una mujer
tan alta.
—¿Supones?
—¿Por qué?
Ella lo miró irritada, al oír otra pregunta. Ash le sonrió al verla tan
tensa y ella se sintió más intranquila al ver su sonrisa.
—No me importa que estés tan cerca —le dijo al oído—. Parece que tú
tampoco estás muy relajado. ¿Te pongo nervioso?
—Me temo que sí. Hace mucho que no bailo con una mujer. Puede que
a los dos nos suceda lo mismo.
—Vale.
—¿Estás bien?
—Sí.
—Parece que no querías bailar conmigo.
—Tal vez deberías bailar con otros hombres, para que te acostumbres.
—¿Un amigo?
—Para hacer bien mi trabajo ha de ser así. ¿Te importa que me siente
contigo?
—No.
—Gracias.
—No lo sé.
—¿Crees?
—No quiero pensar que estamos casados. Prefiero imaginar que somos
amigos. Dos amigos que comparten casa.
—Ya sabes que no tengo buen concepto del sexo masculino. Jake es el
único hombre en mi vida. Ha sido un buen amigo desde que era una cría.
—Lo sé.
—¿Y Dani?
—Ella era mayor que yo, iba dos cursos por delante. Un día se acercó
a mí en el patio, empezamos a hablar y congeniamos. No teníamos nada en
común, pero lo pasábamos bien hablando. Y cuando mis padres murieron y
me marché a vivir con mi abuelo seguimos en contacto. Nos escribíamos
cartas y, cuando mi abuelo me compró un móvil, nos comunicábamos por
WhatsApp.
—Su padre y el mío eran amigos y venía a nuestra casa, o mi padre iba
a la suya, a menudo. Se ayudaban mutuamente. A Jake lo conocí un día que
fuimos mi padre y yo a su casa. Jake iba a salir a pescar con su hermana y
me preguntó si quería acompañarlos. Me daba vergüenza, pero mi padre y
el suyo me animaron a que fuera con ellos. Lo pasé realmente bien. Él era
muy simpático y divertido y bromeaba con nosotras.
—Siete u ocho.
—Y él quince.
—Estaba atravesando una mala época. Puede que por la muerte de mis
padres, el vivir en otra ciudad…
—Y el embarazo.
—Sí, creo que es un hombre muy atractivo. Hubo una época que pensé
que estaba enamorada de él, pero creo que no me atraía como hombre sino
por las cosas que me enseñaba. Los dos meses que pasé en casa de sus
padres me ayudaron a superar muchas cosas, él me ayudó a superarlas. Jake
iba a verme muy a menudo, a riesgo de perder su trabajo. Y pasábamos
horas hablando, y era paciente, no me forzaba a hablar.
—Sí, es cierto.
—Un cuchillo, un arco tallado por él mismo con flechas, una caña de
pescar y un arpón… Ya sabes, cosas de chicas.
Él sonrió.
—No has dejado que leyera la nota que acompañaba el regalo de los
padres de Jake.
—¿Por qué?
—Vale.
—¿Por qué?
—No estoy seguro del por qué, pero sí sé que me habría gustado que
me lo pidieras a mí.
—Parece que, últimamente, lo hago todo mal. No pensé que algo así
pudiera molestarte. Sólo quería presumir de cuñado.
—Ya veo.
—¿Crees que nuestra relación de amigos podrá llegar a ser algo más
con el tiempo?
—Sí, me gustaría.
—Entonces no tendrás que pensar en mí, como en algo más que una
amiga. De todas formas, ¿por qué íbamos a querer ser algo más que
amigos? Antes de aceptar casarte conmigo sabías que no estaba interesada
en tener una relación, y me dejaste claro que tú tampoco.
—Buenos días.
—¿Segura?
—Por supuesto.
—De acuerdo.
—No.
Entre los seis adelantaron mucho el trabajo durante todo el día. Habían
cubierto el boquete que había en el tejado, cambiando las vigas necesarias.
Y mientras ellos trabajaban, Alex había sacado todo lo que había en el
garaje y lo había examinado. Y después de revisarlo todo llevó al vertedero
las cosas que no aprovechaban. Cuando regresó fue al comedor, donde
habían instalado la carpintería, y cortó los tres peldaños de la escalera que
estaban en malas condiciones y los dejó preparados para colocarlos.
—Calculo que, todo lo que quiero hacer, nos llevará unos cuatro días.
Aprovecharé después del trabajo para ir haciendo el plano de la casa.
Quiero que me digas todo lo que has pensado hacer en ella. Así podré
marcar en el plano los puntos de luz, los enchufes, el recorrido de los cables
y por dónde pasarán las tuberías.
—Estupendo.
—También quiero que me digas lo que quieres hacer con los baños. Si
quieres anular alguno, o ponerlo en otro lugar, o hacer alguno nuevo. Hay
que cambiar todas las tuberías de la casa, así que podremos hacer todo lo
que quieras.
—Genial.
—De acuerdo.
—¿Estás bien?
—Sí, no te preocupes.
—Todas las de la casa lo están. Jake llamó a alguien para que las
revisara y las limpiara cuando nos mudamos aquí.
—Creo que los armarios quedarían bien del mismo color que las
puertas de la casa. ¿Tú que crees? —le preguntó a su marido.
Les llevó una hora decidirse, pero antes de irse a la cama habían
elegido todos los muebles, el fregadero, el horno, la cocina, el lavavajillas,
el frigorífico e, incluso, un microondas y una cafetera fantástica. Además de
los azulejos, una lavadora y una secadora para la habitación que había junto
a la cocina, reservada para ello.
—Cuando vuelva a casa haré el plano con las medidas que tengo y con
los armarios que me has dicho que querías y la pediré junto con los
electrodomésticos.
—Sí.
—Eso está hecho, cielo. Pensaré cuál es el mejor sitio para hacerla —
dijo él anotándolo en su bloc.
—Gracias.
Después de que Neithan les dijera por dónde tenían que empezar, los
hermanos y Alex se marcharon a llevar a la niña a la escuela.
Ash paró en la puerta del colegio. Neithan y Alex bajaron. Ash se
entretuvo sacando a la pequeña de la sillita del asiento trasero.
Nada más ver a Alex con Neithan, la madre de uno de los niños se
acercó a ellos.
—Hola, Sally.
—Pues ya ves.
—Pórtate bien.
—Vaya. No puedes negar que es tu hija, tiene tus mismos ojos. Soy
Sally —dijo tendiéndole la mano.
—He pensado que podríamos sacar las tablas que cubren las ventanas
—dijo Alex cuando llegaron a la casa—. Ahora ya no vivimos solas.
—Los chicos sacaron ayer las de las ventanas de la última planta para
tener luz natural. Pero sí, deberíamos sacarlas para que entre el sol y no esté
todo tan oscuro —dijo Neithan—. De hecho, las sacaremos Ash y yo antes
de nada.
Les llevó un buen rato sacar los tableros del interior porque estaban
atornillados a la pared y los tornillos estaban oxidados. Pero cuando sacaron
las tablas quedaron maravillados porque no era una ventana normal sino
una vidriera de colores.
La parte exterior también les costó lo suyo. Por suerte habían traído
dos escaleras extensibles y había otra bastante alta en la casa. Tres de los
chicos tuvieron que subirse a las escaleras para desmontar los tablones, que
pesaban lo suyo. Cuando los sacaron entraron todos en la casa y se
quedaron maravillados. La cristalera se veía desde el recibidor y el sol
entraba a través de los cristales de colores.
Los cuatro trabajadores dedicaron todo el día a alisar los boquetes que
habían cubierto en los techos y a sacar las vigas de madera que estaban
podridas para sustituirlas por otras nuevas.
Al día siguiente los chicos empezaron a retirar las tejas con cuidado. Y
Neithan, Ash y Alex se centraron en pensar en los baños. Neithan tomaba
nota de todas las sugerencias que hacían su hermano y su cuñada.
Los dos hermanos fueron con el camión en el que habían ido los chicos
al almacén de construcción que había en el pueblo para comprar el
impermeabilizante para el tejado. Les llevó ese día y el siguiente
impermeabilizarlo.
—Gracias, cariño.
—Sí —dijo ella algo aturdida—. Estoy pensando que puedo dormir
con Dawn, y si noto que se despierta, pasarme a tu cama rápidamente.
—De acuerdo.
—Pues vamos a la cama que mañana tenemos mucho trabajo que hacer
—dijo levantándose y dejando la taza en el fregadero—. Voy a ponerme el
pijama.
—¿Apago la luz?
—Ese es tuyo.
—En ese caso, ¿por qué hablas de esta casa como nuestra?
—Por supuesto que no. Además, ellos querrán tener sus casas, pero
quiero que tengan habitaciones para cuando vengan a vernos.
—Vale.
—¿Por qué?
—¿Yo?
—Sí, tú.
—Sí. Y te aseguro que cuando los ves por primera vez llegan a
intimidar.
—¿En serio?
—Vi que estabas muy serio, tal vez demasiado, pero no le di
importancia.
—He de admitir que creía estar muerto, hasta que te conocí. No había
sonreído en muchos meses, y tú conseguiste que sonriera en nuestra
entrevista, y no una sola vez.
—Me alegro. Supongo que habrá sido la casa quien ha hecho que te
sientas bien.
—Alex.
—De acuerdo.
Alex se despertó con la alarma del móvil. Se levantó y salió del salón,
cerrando la puerta tras ella. Fue hacia la parte trasera de la casa. La puerta
estaba cerrada, pero oía los golpes del hacha y miró por la ventana.
—¿Has desayunado?
—Si sigues a ese ritmo, en unos días habrás cortado leña para varios
meses.
—Hola, mamá.
—Hola, cielo.
—El desayuno ya está preparado.
Ash se secó el sudor con la toalla que tenía sobre una silla y cogió la
camiseta. Luego elevó a la niña y la besó. Ella se abrazó a su cuello.
Entraron en la casa y Ash cerró la puerta con el cerrojo.
Ella bajó la mirada avergonzada. No sabía por qué, pero siempre que él
decía algo, ella le daba otro significado a sus palabras. Algo que tenía que
ver con ellos y con el sexo. Nunca había tenido esa clase de pensamientos y
jamás había pensado en el sexo. Pero últimamente, no podía evitarlo. Ese
hombre la trastornaba.
Alex sirvió dos cafés con leche para ellos y un bol con leche para la
niña, para que le añadiera los cereales. Luego llevó a la mesa una fuente
con huevos, patatas y beicon.
—Parece que has impresionado a todas las madres del colegio —dijo
ella cuando iban de vuelta a casa.
—Tan… guapos.
—Sí.
—Vaya, has sacado el papel que quedaba —dijo ella cuando volvió a
la habitación.
—Sí.
—Buena idea.
Esa noche cayeron en la cama exhaustos, sobre todo ella. Así y todo,
permanecieron un buen rato hablando. Alex quería saber todo sobre el
apartamento de Nueva York. Y él le habló de él, pero sin mencionar la
habitación de su hija.
Ash se preguntó porqué no le había dicho que tenía una hija, si lo iba a
averiguar cuando fuesen a Nueva York en Navidad. Pero todavía no podía
hablar de la niña, le dolía demasiado.
—La ropa es lo de menos. Sólo serán unos minutos. Aquí al lado hay
una cafetería.
—De acuerdo.
Ash y ella estuvieron trabajando como siempre, pero Alex evitó hablar
con él. Y cuando Ash empezaba una conversación, ella se excusaba con que
tenía que hacer algo y lo dejaba solo. Así estuvieron todo el día. Ni siquiera
comieron juntos porque Alex le dijo que tenía que hacer un trabajo urgente
para un cliente y comió delante del ordenador.
Ash abrió los ojos al oír que ella se levantaba. Todavía no había
amanecido. La vio ponerse la chaqueta y coger la pistola de debajo de la
almohada. Luego se acercó a la ventana, abrió una pequeña rendija de la
cortina y miró hacia todos los lados.
La vio salir del salón sin hacer ruido. La oyó caminar hacia la puerta
de la calle, sin duda, para comprobar, una vez más, que los cerrojos estaban
corridos. Luego la oyó en la cocina y más tarde, subir la escalera.
¿Por qué está recorriendo la casa? ¿Habrá oído algo y habrá pensado
que pudiera haber entrado alguien por una ventana?
—¿Te he decepcionado?
—¿Y?
—¿Y tú has creído todo eso? Pensaba que eras más inteligente. Y
quiero que sepas que me ofendes, solo por haber pensado que fuera cierto.
—Y era así.
—Da igual.
—No da igual. Y vas a escuchar de mí lo que ocurrió. Tengo derecho a
que oigas mi versión. Y me gustaría que me miraras.
—Según Dani, que oye a menudo comentarios de todos los del pueblo,
Sally se ha acostado con todos los hombres que le han gustado,
independientemente de que sean casados, solteros o viudos.
—Olvidémoslo.
—Ha sido nuestra primera pelea de casados —dijo ella con una sonrisa
traviesa.
—¿Y te ha gustado?
Ash abrió los ojos cuando empezaba a clarear el día. Alex seguía
pegada a su cuerpo y era delicioso sentirla así. Permaneció quieto,
disfrutando de la sensación.
—Supones bien.
Porque ahora, esa preciosa chica y esa parlanchina niña, que no callaba
ni debajo del agua, eran su familia.
Dawn estaba feliz, porque desde que Ash vivía con ellos, podía salir de
casa a jugar, siempre que él estuviera con ella. Y ellos dos siempre
encontraban algo que hacer en el exterior mientras la niña jugaba.
De todas formas, habían pasado una tarde muy divertida. Había sido su
primera salida en familia.
Capítulo 8
El siguiente lunes Ash le dijo a su mujer que llevaría a la pequeña al
colegio porque tenía que comprar algo en la farmacia. Alex le dio una lista
para que le comprara unas cosas de la panadería.
—Ashton.
—¿Podemos tutearnos?
—Mi mujer me habló sobre los comentarios que circulaban por aquí.
En realidad, he venido a ver si podía desmentirlos de alguna forma.
—Esto es un pueblo y a la gente le gusta hablar. Aunque a mí siempre
me gusta oír las dos partes.
—A mí también.
—Así debería haber sido, ya que no había nada que decir. El otro día te
invité a un café, por compromiso, simplemente por ser amable. Pero andas
diciendo por ahí cosas que no son ciertas. Las personas que conozcan a mi
mujer o la hayan visto en alguna ocasión, se habrán reído al escuchar las
habladurías.
—Eres un grosero.
—Nunca he sido grosero con una mujer, porque no me han educado de
esa forma, pero tú te lo mereces.
Sally se levantó y miró a su alrededor. Al ver que todos los que estaban
en el local la miraban, se marchó lo más rápido que le permitieron las
piernas.
—Espero que haya sido suficiente para que no vuelva a acercarse a mí.
—Me temo que estás equivocado. Ahora está mucho más interesada en
ti —dijo el hombre sonriendo.
—¿Quién es su mujer?
—El mismo.
—Muchas gracias.
—Mi nieto, Sammy, está en la misma clase que tu hija. Dame la lista
que te ha dado Alex.
Ash se la dio.
—Es lo que pasa en los pueblos. Has hecho bien parándole los pies a
esa mujer, no todos tienen agallas para hacerlo.
—Me alegra oírlo. Me cae muy bien tu mujer. Es una buena chica, y
muy guapa —dijo la mujer metiendo en la bolsa otra de las cosas que había
anotada en la lista.
—El viernes vamos a celebrar una cena en casa con unos cuantos
amigos. Es nuestro aniversario de bodas. Cincuenta años.
—De acuerdo.
—Sí.
—Gracias.
—Sabes, no acepto ninguna de las invitaciones que nos hacen los del
pueblo, porque sé que Sally se ha acostado con muchos de los hombres de
aquí y me da pavor averiguar que el anfitrión sea uno de ellos.
—Lo sé.
—Estoy en el salón.
Alex lo miró.
—He aparcado en la puerta de la cafetería que hay junto a la ferretería
con la esperanza de que Sally me viera, o que alguien le dijera que yo
estaba allí.
—Eso no te lo va a perdonar.
—A mí también me lo ha parecido.
—¿Estará Sally?
—De acuerdo.
—¿Eso te molestaría?
—No tenías que haber hecho eso —le dijo Alex al oído.
—Siéntense donde puedan. Supongo que los que sean muy altos
tendrán que hacerlo en las mesas.
—Ven aquí, cielo —dijo Ash sentándose en una de las mesas bajas y
colocando a Alex entre sus piernas.
—Esto tampoco deberías haberlo hecho —le dijo ella girándose para
mirarlo, y rozando la piel de su mandíbula con los labios.
—Parece que hoy todo lo hago mal —dijo Ash rodeándole la cintura
con los brazos y provocando que se tensara—. Tranquilízate, cariño.
—Son muchos niños para tan pocos adultos —volvió a decir Ash.
—Tiene razón. Cada año nos acompañan dos padres por cada clase.
—Hay cabañas con doce literas en cada una y dos camas para dos
adultos. En otra cabaña se encuentra la cocina y el comedor.
—De acuerdo.
—Gracias.
—Perfecto.
—En vez de mi mujer iré yo —dijo Ed—, ella tiene que ocuparse de la
casa y de nuestro hijo pequeño.
—No hace falta. Puedo buscar a alguien para que se encargue de él —
dijo Sally—. Y tú tienes que estar en la ferretería.
—Hola, Ed.
—Nuestro hijo sí que irá —dijo Ed—. Me apetece pasar unos días con
él y con los otros niños. Me alegro de que vayamos juntos, Ash.
—Desde que me enteré que no pensaba acostarse contigo —le dijo con
desprecio—. Y sabes. Envidio a Ash, porque tiene una mujer preciosa... y
fiel.
—¿Y eso?
—Pues gracias por haberlo hecho —dijo mirándola con una sonrisa
divertida al verla ruborizada.
—Y yo a ti —dijo abrazándolo.
Ash miró a su hermano con los labios apretados al ver que rodeaba a
su mujer por los hombros con el brazo.
—Pensaba que venías a pasar el fin de semana —dijo al ver una maleta
enorme y una bolsa de viaje.
—Y así es, pero he traído algo de ropa y la dejaré aquí junto con las
cosas de aseo.
Neithan sonrió. Las cosas habían cambiado por allí en los días que él
había estado fuera. Sabía que a su hermano le gustaba Alex, lo que no
esperaba era verlo celoso, de él. Supo que estaba loco por esa chica y se
alegró, porque eso le ayudaría a centrarse en su nueva familia y dejar atrás
su desolador pasado.
—He marcado los puntos de luz donde me dijisteis que los queríais.
Tenéis que pensarlo bien por si queréis algún enchufe más.
—Sí, ha sido duro, sobre todo, quitar el papel de las paredes, pero
tenemos mucho tiempo y lo hemos aprovechado bien —dijo Ash .
—Ahora que estoy aquí, os ayudaré.
—De eso nada —dijo ella—. Has venido a pasar el fin de semana y no
vamos a dejarte trabajar. Por lo pronto, mañana saldremos a montar después
del desayuno.
—Estupendo.
—Al decirle al propietario, que tendrá nuestra edad, que vendría con
los chicos del veinticinco al uno de diciembre me dijo que, si aprobabais el
presupuesto, vendría en esos días para inspeccionarlo todo y marcaría en las
paredes donde instalar los enchufes.
—Yo creo que es mejor dejar los radiadores para el final, cuando la
casa esté pintada. Lleváis viviendo aquí unos meses sin calefacción, creo
que podréis aguantar un poco más.
—No hay problema.
—¿Dónde dormiré?
—Trabajáis rápido.
—Por supuesto.
—Para nada.
—¿Crash?
—El mismo.
—¿Ed, el de la ferretería?
Marta se acercó a ellos y se llevó a Alex.
—Sí.
—¿Por el trabajo?
—Sí.
—Pues de ella.
—Es que me da rabia que tenga que aguantar todo eso siendo tan
joven. Mark, ¿por qué no vienes con nosotros a la acampada? Podríamos
convencerlo para que dé un paso adelante y haga lo necesario para librarse
de su mujer.
—Puede que al final acabe con quien tenía que haberse casado.
—Dios, estáis haciendo que quiera venir a vivir aquí —dijo Neithan—.
A mí también me gustaría vivir cerca de mi familia.
—No pareces muy seguro de ello —dijo Neithan sin dejar de correr.
—¿Pero…?
—Creo recordar que dijiste que nunca más estarías con una mujer,
porque no merecías disfrutar ni divertirte.
—Sé lo que dije, y es lo que pensaba entonces. Pero ahora...
—¿Por qué?
—Esa fue la única condición que puso Alex cuando nos conocimos, y
yo estuve de acuerdo. De hecho, era lo que yo también quería.
—Es muy tímida, Ash. Además, los dos sabemos que le sucedió algo
muy serio en el pasado.
—Sabes, Neithan, soy más fuerte y puede que más inteligente que
muchos hombres. Mis reflejos son extraordinarios y soy capaz de tomar las
decisiones acertadas en décimas de segundo.
—Sé que eres un engreído pero, ¿qué quieres decirme con eso?
Neithan se rio.
—Y no lo has hecho.
—¿El qué?
—¿Hablas en serio?
—Completamente en serio.
—¿A ti te gustaría?
—Las cosas hay que hacerlas bien, cuando hay un negocio por medio.
Tienes que pensar en qué sucedería, por ejemplo, si tú y yo nos
divorciáramos.
Estaban casi a finales de noviembre. Las cosas iban bien entre ellos y
trabajaban muy duro cada día.
Era la noche antes de que Neithan llegara con los chicos. Alex acostó a
la niña y se sentó a trabajar, como hacía cada noche.
Estaba rota, por los profundos sentimientos que sentía por Ash.
Además de aterrada, confusa y conmovida. Su mente estaba hecha un lío y
no sabía cómo se sentía ni cómo reaccionaría cuando viese a su marido al
día siguiente.
Eran casi las cuatro de la mañana cuando Ash volvió a casa. Entró en
el salón y, al ver que Alex no estaba en la cama, salió de nuevo. Al oír ruido
en el taller de carpintería se dirigió hacia allí. Abrió la puerta y la vio
lijando una cómoda de cajones, concentrada en lo que hacía.
—Hola.
—Buenas noches.
Alex era una chica franca y sincera y no podía ocultar lo que le pasaba
por la cabeza. Sabía que se sentía traicionada, aunque no se lo hubiera
dicho, y disimulara su malestar. Y, en realidad, él no debería sentirse
culpable, porque lo habían hablado el día que se conocieron. Y él le había
dicho que, si alguna vez necesitaba estar con una mujer, la buscaría lejos de
allí. Y ciento veinte kilómetros le parecían lo suficientemente lejos, pensaba
Ash para sentirse menos culpable.
—¿Has desayunado?
—Prepararé el desayuno.
—Vale.
Alex entró en la cocina unos minutos después. Todavía tenía el pelo
húmedo de la ducha. Ash la miró. Y en ese momento deseó enterrar el
rostro en su cuello y arrastrarla a algún lugar apartado para abrazarla y
saciarse de ella.
—Dijo que las puertas serían abatibles. Me pondré con ello después de
desayunar. Sacaré las puertas y enmasillaré y lijaré los marcos y los
agujeros de las visagras.
—Si me dijeras por qué estás molesta, te diría si tienes razón para
sentirte así. Dijimos que hablaríamos cuando nos sucediera algo, en vez de
alejarnos el uno del otro. Y eso es lo que pretendes, ¿no?
—Supongo que anoche irías lejos para hacer lo que querías hacer —
dijo ella poniendo mantequilla en una tostada.
Alex sintió una punzada en el pecho. A pesar de que sabía que había
estado con una mujer, no era lo mismo que él se lo dijera tan claro.
—Por supuesto que no, eso no me importa lo más mínimo. Puede que
tú hayas cambiado de opinión en cuanto a las relaciones sexuales, pero yo
no. Sólo me preocupaba por si alguien se enteraba. Ahora ya estoy tranquila
—dijo sonriéndole—. Voy a despertar a Dawn.
—¿Estamos bien?
—Y yo a ti.
—¿Habéis desayunado?
—Bienvenidos a casa.
—Muy bien.
—Jared y Edgar van a empezar a hacer las zanjas para pasar las
tuberías. Si es necesario nos quedaremos un poco más de tiempo. No nos
iremos hasta dejarlo todo terminado.
—Pensaba que querías hacer las cosas poco a poco para disfrutar del
trabajo —dijo su marido.
—He cambiado de opinión. Ahora quiero verla terminada cuanto antes
—dijo ella sonriendo.
—Quería sacar las lámparas, pero Ash dijo que pesaban demasiado
para descolgarlas nosotros solos.
—Estupendo.
—Ash me dijo que traerías los mandos, así que decidí ponerme con las
puertas. Ya tengo los marcos y los agujeros de las bisagras enmasillados y
estoy terminando de lijarlos. Luego haré lo mismo con las puertas. Aunque
me gustaría entrarlas a la carpintería, porque me será más fácil y cómodo
para trabajar en ellas.
—Además, hemos hecho los marcos de todas las ventanas y Ash los
sustituyó por los nuevos y cambió las bisagras. Ahora son más anchos, más
elegantes.
—Es que somos muy rápidos —dijo ella con una sonrisa radiante.
—Vale.
Ash supo que había sido su mujer, que para desahogarse lo había
pagado con la puerta. —Entraron las puertas del garaje y Alex se encerró en
la carpintería para empezar a trabajar con ellas.
—¿Y tú la has creído? ¿Por qué crees que estaba llorando cuando he
llegado?
—No lo sé.
—Sí.
—No. El tiempo que estuve con ella me sentí culpable. Pero, al menos,
me desahogué, que es lo que quería.
—¿Y ahora la deseas menos?
Alex hablaba con todos, pero Ash se había dado cuenta de que seguía
evitando mirarlo.
—Gracias.
Por la tarde tenían sacados los azulejos de todos los baños y habían
terminado de pasar los cables de la biblioteca. Después de que Alex la
limpiara bien, Ash y Neithan llevaron los muebles que había en el salón y
Alex se encargó de llevar la ropa de los cuatro y colocarla en su sitio.
Se sintió estúpida y culpable, por sentir lo que sentía por él, aunque no
estaba segura de lo que era. Pero lo que sí sabía era que Ash la atraía
mucho, muchísimo. Y eso era lo que le preocupaba, porque ella nunca
podría estar con un hombre.
Decidió que tenía que portarse con él como siempre. Porque Ash no
tenía la culpa de que ella sintiera algo por él.
—Lo sé, cariño, y esa es la razón de que quiera hablar contigo. Estoy
pensando en trasladarme aquí.
—Eso parece. No es seguro que vaya hacerlo, pero quiero tenerlo todo
bien pensado por si me decido.
—Vale.
—A nosotros también.
—Y yo a ti.
—Lo sé. Me ha dicho que está entrenando muy duro. Y sé que tiene
que volver al trabajo, para el que se ha preparado durante años.
—No hablo del trabajo. Cuando nos conocimos dijo que casarse
conmigo sería algo por un tiempo. Sé que no se va a marchar, al menos
hasta que la casa esté terminada, porque me dio su palabra. Pero se
marchará luego.
—¿Te lo ha dicho él?
—¿A mí?
—Sí. Dice que se siente muy bien contigo y con vuestra hija. No
olvides que ahora él es su padre. Si crees que se va a marchar y dejar a la
pequeña es que no lo conoces.
—Sabéis. Hay algo que he pasado por alto. Y os aseguro que, siendo
arquitecto y constructor, es algo imperdonable.
—Sí, bueno. El caso es que, a pesar de que la hierba estaba muy alta,
vi un tablero en la parte inferior de la fachada, pero tenía tantas cosas en la
cabeza que luego me olvidé de ello.
—Os digo que el tablero que vi cubre la ventana del sótano. Me centré
en la casa y en todo lo que había que hacer en ella. Puede que se me pasara
porque no vi la puerta de acceso dentro de la casa.
—Tú has visto muchas películas —dijo su cuñado riendo—. Aquí está.
—No hay sólo una ventana —dijo Ash unos metros más lejos—. Aquí
hay otro tablero.
—Este sótano tiene que ser muy grande —dijo Neithan—, porque hay
ventanas en tres de las cuatro paredes de la casa.
Sacaron los tableros que las cubrían todas. Las ventanas eran tan
estrechas que no cabría un hombre, a no ser que estuviera muy delgado.
Pero Alex si que cabía y dijo que ella entraría.
—Está bastante alto —dijo Ash dirigiendo la luz de otra linterna hacia
el suelo —. Ten cuidado al bajar, y no me sueltes las manos hasta que
tengas los pies apoyados en el suelo.
—Vale.
Alex pasó primero los pies y las piernas con cuidado y sin soltarse de
las manos de su marido. Fue deslizándose, descendiendo lentamente.
—No. Solo veo cuatro ventanas, pero tienen una capa de algo que no
deja pasar la luz. Y tampoco ayuda que ahora esté nublado. Dadme una
linterna —dijo ella mirándolos—. Aquí no habrá nadie enterrado, ¿verdad?
—¿Ves la escalera?
—¿Sí?
—Ten cuidado.
—Dime.
Las paredes estaban oscuras por el moho acumulado. Una espesa capa
de algo amarillento cubría los cristales de las estrechas ventanas, esa era la
razón de que la luz no penetrara en el interior.
Las arañas campaban a sus anchas por todas partes buscando las
grietas de las paredes para esconderse de ella.
—¡Mierda!
—¿Qué pasa?
—No, no es nada.
—¿Qué hay ahí abajo? —preguntó Neithan.
—En uno de los lados hay una mesa de despacho grandísima, con un
butacón detrás y dos sillones delante de ella. También hay varios baúles
tallados, que no pienso abrir, por si hay esqueletos en el interior. Esto me
recuerda a una película que vi de vampiros en la que en el sótano estaban
los ataúdes.
—Eso es muy fácil decirlo estando ahí fuera. Hay dos puertas cerradas
en una de las paredes.
—Esa será la razón de que solo hayas visto cuatro ventanas, las otras
estarán detrás de esas puertas —dijo Neithan.
—Dejaos de chorradas los dos. Bien, veamos. Puede que en vez de una
puerta sea una trampilla —dijo Neithan.
—Eso tiene sentido —dijo ella enfocando hacia arriba—, porque hay
unas bisagras enormes a un lado en el techo. Y en el otro lado hay un
cerrojo grandísimo.
—No.
—Puede que esté cubierta con una alfombra o con algún mueble.
—De acuerdo.
—Hola, cielo.
Alex suspiró al ver esa sonrisa brillante. Los ojos azules de Ash le
recorrieron el rostro halagadores y su voz sonó como un susurro acariciante.
La sonrisa de su marido era persuasiva y cautivadora e hizo que Alex
soltara un leve gemido. Cosa que a él no le pasó desapercibido.
Ash le quitó las telarañas que tenía adheridas al pelo y a la ropa con
una toalla. Luego le dijo que se diera la vuelta y le cepilló el pelo. A
continuación la hizo volverse de nuevo hacia él, humedeció otra toalla y se
la pasó por la cara con suavidad. Y mientras él lo hacía, ella se había
quedado quieta, sin apartar la mirada de sus ajos.
De repente tenía la polla dura como una piedra, aunque no era algo
nuevo. Ya le había pasado en más de una ocasión al tener cerca a Alex. Su
única presencia era todo lo que necesitaba para excitarse.
—Es enorme.
Además de la gran mesa de despacho, el butacón que había tras ella y
los sillones de enfrente, había un sofá y dos sillones más con una mesita en
el centro, estanterías con libros y documentos, y dos baúles repletos de
papeles, seguramente relacionados con el trabajo del antiguo dueño de la
casa. Y, como había dicho Alex, una de las habitaciones estaba repleta de
botellas y la otra estaba llena de muebles, cuadros y lámparas.
—Con razón era tan grande la trampilla, estos muebles son enormes —
dijo Ash.
—Fue Neithan quien me lo dijo, aunque no creo que sea posible estar
en mejor forma de la que estás.
—Ash y yo no bebemos, así que, puedes llevarte algunas cada vez que
vengas y el resto te las beberás cuando estés aquí —dijo Alex a su cuñado.
—¿Estás segura?
—Lo haremos.
—¿Cuántos años creéis que tendrán las botellas esas de las que me
habéis hablado?
—Vale.
Los siguientes días todos trabajaron muy duro. Alex había restaurado
las puertas del garaje y Ash y su hermano las habían colocado y habían
instalado los cierres eléctricos. Ahora se abrían hacia arriba.
Recibieron los sanitarios que les faltaban y los llevaron a los baños
donde correspondían.
Los chicos trabajaban sin descanso. Y el sábado al mediodía la
instalación eléctrica estaba terminada, incluida la del sótano. Y además,
había agua corriente en toda la casa. Aunque las zanjas de las paredes por
donde pasaban las tuberías y los cables eléctricos seguían abiertas.
—Lo imagino. Cada vez que vienes te matas a trabajar. Cuando Ash
me dijo que eras arquitecto no pensé que te rebajarías a trabajar como un
albañil.
—No suelo hacerlo, más que nada, porque no tengo tiempo. Pero en tu
casa me gusta trabajar, es como si trabajase en la mía propia.
—¿En serio?
—¡Santo Dios!
—¿Cuánto le sacasteis?
—Nos ofreció cuatrocientos cincuenta mil por todas. Pero al ver los
botelleros de madera tallados a mano y con capacidad para albergar más de
mil quinientas botellas, nos dijo que nos pagaría medio millón si se llevaba
los botelleros.
—En ese caso estarían asustados por haber muerto toda la familia —
dijo Neithan.
—Por supuesto que puede ser. Olvídalo, cielo. Además, me dijiste que
tú te ibas a hacer cargo del coste de las casas de los chicos.
—Por cierto. Hablé con los chicos y han decidido mudarse aquí. A
finales de enero tendremos terminados todos los proyectos. Supongo que
vendremos a primeros de febrero. Eso, suponiendo que no haya ningún
contratiempo y todo salga según los planes que me he marcado.
Las cosas iban muy bien entre ellos. Trabajaban juntos siempre y
pasaban muchas horas hablando. Daban un paseo por la tarde cuando la
niña volvía del colegio. Iban a menudo a montar. Y seguían durmiendo
juntos.
El anticuario los visitó y compró todas las cosas que ellos no
necesitaban: un montón de muebles; lámparas de pie, de mesa y algunas de
los techos de las plantas superiores; las barras de las cortinas e incluso
algunas cortinas; ropa de casa; vestidos de señora y de niña. También les
compró algunos cuadros, aunque se quedaron los que les gustaban.
Entre los dos tiraron las paredes de una de las habitaciones del sótano
y construyeron un baño, siguiendo el plano que les había hecho Neithan.
—Por cierto —dijo Ash—. El otro día fue a casa Mark. Alex quiere
empezar a arreglar el jardín y fue a verlo. Le comenté que ibas a mudarte
aquí y que estabas buscando un terreno o un local grande para almacenar
los materiales y me dijo que cerca de sus viveros hay una nave bastante
grande que está a la venta, y que el dueño tiene también unas oficinas en el
pueblo.
—Estupendo. Hablaré con él cuando vaya. Por cierto, cariño —le dijo
Neithan a su cuñada—. Voy a vender la casa vacía, así que quiero que me
digas los muebles y electrodomésticos que quieres que me lleve.
—Tienes razón.
—¿No os parece que las cosas nos están saliendo demasiado bien? —
dijo Alex.
—Sí, tienes razón. Desde que Ash te encontró, a través de ese estúpido
anuncio, todo está saliendo de maravilla —dijo Neithan sonriendo.
—¡Santa madre de Dios! —dijo Alex al ver aquel espacio enorme con
la luz del sol—. Es una maravilla.
Neithan llevó las cosas a la cocina. Luego fue al salón y miró las fotos
de su sobrina Laura que estaban sobre una cómoda. Pensó que había llegado
el momento de que Ash le hablara a Alex de la niña. Y, aunque no lo
hiciera, Alex pronto vería su habitación.
Alex notó que se sentía inseguro y eso le extrañó, porque Ash era el
hombre más seguro de sí mismo que conocía.
—Dawn puede dormir aquí. Iré a por su maleta —dijo Ash saliendo
del dormitorio sin levantar la vista y sin mirarla.
Alex se sintió aturdida. No sabía que Ash tenía una hija, o la había
tenido. Miró a su alrededor. Era una habitación infantil preciosa. Se acercó
a la mesita de noche y cogió el portarretratos que había sobre ella. Ash
estaba con una niña en brazos, que tenía los ojos del mismo color que él y
se parecían muchísimo. Y supo que la muerte de esa niña, de quien no había
sabido de su existencia hasta ese momento, había sido lo que había
provocado en Ash querer acabar con su propia vida.
Alex lo miró. Tenía los ojos brillantes por las lágrimas contenidas.
—Claro que no. Dawn tiene que saber que tiene… o tenía una
hermana, y tiene que acostumbrarse a su aspecto —dijo ella abandonando la
habitación y sintiendo un nudo en la garganta.
Ash se sentó en la cama y miró la foto de su hija.
—Era mi hija.
—Sí.
—Estás triste.
—Claro.
—A mí también, cielo.
—Y también el de Dawn.
Pasaron un fin de semana fantástico. Para Alex fue, sin duda, el mejor
fin de semana de su vida.
Por la tarde, Ash propuso que fueran a comprar ropa para Alex. Ella
dijo que no necesitaba nada, pero los dos hermanos la convencieron.
—No sé para qué hemos comprado todos estos adornos —dijo Neithan
—. Quería hacer algo especial para despedirme de la casa, pero no hacía
falta todo esto.
—Además, nos los llevaremos todos para adornar nuestra casa las
próximas navidades.
Alex y Ash dormían en la misma cama, como habían hecho desde que
se casaron.
—En ese caso, como ya tienes práctica, tendrás que hacer lo mismo
con tu otra hija.
—Pues de nada.
Permanecieron unos minutos más en silencio. Hasta que Ash se
decidió a hablar.
—¿Era Laura?
—Sí. Según el forense, había muerto ese mismo día. Tres de mis
compañeros fueron al lugar donde la habían encontrado por si había alguna
pista, pero había estado lloviendo toda la noche anterior y todo ese día y ni
siquiera había marcas de neumáticos. Red, uno de mis compañeros, se
quedó conmigo para ir a reconocer a Laura. Cuando entramos en la sala me
encontraba relativamente tranquilo. Hacía días que sabía que había muy
pocas posibilidades de que estuviera viva y había intentado hacerme a la
idea, aunque en el fondo pensaba que aún había esperanza.
—Pero lo leíste.
—Por supuesto.
—¡Oh, Dios mío! —dijo Alex sin poder evitar que las lágrimas
corriesen descontroladas por sus mejillas humedeciendo la piel de su
marido.
—Ahora entiendo por qué te asustaste el día que viste a nuestra hija
por primera vez.
—Tuve miedo. Y no porque tuvieras una hija, sino porque pensé que,
si le sucedía algo, yo sería el culpable.
Alex se dio cuenta en ese momento de que estaba sobre él. Se colocó
en su lado de la cama, pero permaneció pegada a él.
—¿Eso crees?
—Sí. No hay más que verte cuando estás con nuestra hija. Buenas
noches.
—Lo haré.
—Y, si no te importa, nos llevaremos todas las fotos que tienes aquí de
ella. Y las de tus padres también. Y también las que estás con tu hermano.
—Gracias.
Alex era la persona que necesitaba para olvidar los últimos meses del
infierno de su vida. Ella le iba a ayudar a encontrar el equilibrio que
necesitaba, pensó Ash. Esa chica era inteligente, dulce y tierna. Sabía que
era inocente y que tenía una vitalidad desbordante. E iba a poner todas sus
esperanzas de futuro en ella.
—¿Por qué no me cuentas lo que te sucedió a ti? —preguntó Ash unos
minutos después.
—Sí, está afeitándose —dijo sentándose delante del café que se había
servido—. Anoche, Ash me contó lo que le sucedió a Laura.
—¿Está en la cárcel?
—Es precioso —dijo ella emocionada al pensar que tal vez significara
que él también sentía algo por ella—. Me encanta. ¿Puedes ponérmelo?
—Claro.
En todo ese tiempo habían instalado los sanitarios de todos los baños.
Recibieron los azulejos y los sanitarios del baño del sótano y lo dejaron
también terminado. Y además, instalaron los embellecedores de los
interruptores y enchufes de las habitaciones que ya estaban pintadas.
Mark fue a verlos para tomar medidas del jardín y poder hacer el
plano. Y cuando se marchó, Neithan y Ash se fueron con él para ver la nave
que vendían junto al vivero.
Alex estaba colocando uno, con toda precisión y Ash retiraba con un
pequeño escoplo el yeso de la pared para que las jambas quedaran
completamente rectas. Alex lo miraba de vez en cuando, y cada vez que lo
hacía, perdía la concentración.
Recordó una vez que le había dicho a su amiga Dani, que le gustaban
los hombres recién afeitados y con camisa, que los encontraba muy
atrayentes. Alex sonrió para sí misma.
Instalar los marcos de las puertas de toda la casa, enmasillar y lijar las
puertas y colocar las bisagras nuevas les llevó toda la semana. Y la semana
siguiente la dedicaron a las ventanas.
Vio en sus labios esa sonrisa, que lo hacía tan atractivo y tan especial.
Al darse cuenta de la forma en que lo estaba mirando se sintió
desconcertada y avergonzada. Bajó el rostro aturdida y con las mejillas
encendidas.
—Hubiera sido mejor que la llevaras puesta. Quítate toda esa ropa
mojada y sécate el pelo. Prepararé un café con leche bien caliente para que
entres en calor mientras te cambias.
Vivir bajo el mismo techo que esa chica es peligroso, pensó sonriendo.
Era media noche cuando de pronto Alex empezó a agitarse en la cama
perseguida por los sueños. Se despertó sobresaltada y con la respiración tan
agitada que le costaba respirar. Era frecuente en ella que tuviera pesadillas,
que la llevaban a un pasado del que no podía deshacerse.
—¿Qué pasa?
—Tenemos que recargar pilas para seguir con el duro trabajo que
estamos haciendo en la casa.
Por Dios bendito, ¿qué tiene esta chica?, pensó Ash. Basta con que
me sonría para que se me funda el cerebro.
—No.
—Vale.
Era gracioso verlos comer juntos. Él cogía del plato de ella los
alimentos que sabía que a Alex no le gustaban y se los comía, y ella hacía
exactamente lo mismo en el plato de él. Parecía que hubieran pasado años
juntos y se conocieran a la perfección. Y ellos ni siquiera se daban cuenta.
Alex se rio. Y Ash disfrutó de esa risa que cada vez que la oía lo
conmovía.
Ash soltó una carcajada y ella no pudo evitar reírse con él.
—¿Te han dicho alguna vez que tienes una boca preciosa?
Alex lo miró con tal perplejidad que Ash no pudo evitar soltar otra
carcajada.
Ash la miró con una ceja levantada, porque no esperaba que ella le
dijera algo así. Y entonces fue ella quien se rio al verlo tan sorprendido. Y a
Ash le dio un salto el corazón, como le ocurría siempre que ella le sonreía.
Le gustaba que le sonriera o, simplemente, que lo mirara y se ruborizara.
Pero en ese instante se sintió aturdido por una sensación extraña, y se tensó
ante el descubrimiento.
Ash cogió las cañas del maletero del coche y Alex los cebos y la
comida. Cerró el coche con el mando y cogió a Alex de la mano. Y ella
sintió de nuevo esa especie de descarga que recorrió su piel, alterándole
todo el cuerpo. Caminaron hasta la orilla del río y prepararon sus equipos.
Cuando Ash se colocó en el lugar que había elegido para pescar, Alex
buscó un sitio alejado, buscando la distancia con él.
—Sí. Tendré que pasar algunas pruebas de aptitud, pero seguro que lo
conseguiré. Me siento en forma.
—Claro.
—Sé que trabajaste muy duro para conseguir ser un SEAL y me alegro
de que vuelvas a trabajar. Aunque te echaremos de menos.
Ash aprovechó esos dos días para pìntar el sótano. Y tenía que
reconocer que la había echado mucho de menos.
Alex lo miró sin estar segura de que le había dicho lo que creía haber
escuchado. Y cuando Ash le guiñó un ojo, supo que no se había
equivocado.
Ese mismo día, a primera hora de la tarde, fue a verlos Mark, como les
había dicho al llamarlos por la mañana.
Ash se acercó a ellos y rodeó a Alex por los hombros con el brazo. Se
maldijo a sí mismo, por estar claramente marcando territorio.
—Sí —dijo Alex—. Luego te enseñaré la casa para que veas todo lo
que hemos hecho. Falta pintar algunas de las habitaciones, instalar los
radiadores... y un montón de cosas más.
—Perfecto.
—Has cambiado muchísimo. Parece que vas perdiendo ese temor que
tenías al estar cerca de un hombre.
—Sí, trabajemos.
—Vale.
—El sótano ha quedado genial. Con las paredes tan blancas parece
mucho más grande—dijo ella mientras subían la escalera—. Siento no
haberte ayudado esos dos días.
—¿De Neithan?
—Lo cierto es que me gustaría saberlo todo sobre él. Pero puedes
empezar por hablarme de su trabajo, de cómo empezó.
—De acuerdo.
—El principio fue difícil para él. En aquel entonces vivíamos juntos en
mi casa. No es que Neithan tuviera problemas económicos, porque cuando
murieron nuestros padres vendimos el rancho y nos dieron un buen dinero
por él. Con ese dinero compré mi apartamento. Él quería montar un estudio
de arquitectura y prefirió vivir conmigo y guardar el dinero para el futuro
negocio. Poco después alquiló un local y montó el estudio de arquitectura, y
se permitió contratar a una secretaria. No quería arriesgar el capital, porque
su intención era montar también una empresa de construcción, e iba a
necesitar todo el dinero del que disponía.
—¿Más dinero?
—No siempre.
—¿Eso no es lo peor?
—Bueno, eso es malo, desde luego, pero lo peor es que a veces tienes
que largarte y sólo lo sabes unos minutos antes. Sin poder despedirte de la
familia o incluso sin poder decírselo.
—Mal. Siempre estaba cabreada. Sabes, cielo. Hay que trabajar muy
duro para ser un SEAL. Pero sus esposas tienen que ser muy fuertes, casi
más fuertes que ellos. Y mi mujer no lo era.
—¿Qué cargo ocupas en el ejército?
—Más o menos hasta los cuarenta. Depende del estado físico de cada
uno. ¿Quieres que me jubile antes?
—Tu papá.
—De momento no, tal vez cuando tengas unos años más.
Ash le rozaba la mano con el pulgar de manera tan natural que, sin
saber por qué, la tranquilizó.
—Adelante.
—Dawn me dijo ayer que todos sus amigos tienen en su casa las fotos
de cuando sus padres se casaron. Te importa si pongo una de las fotos de
nuestra boda en un portarretratos.
—No lo sé, pero tenía que preguntártelo. Lo haré esta semana. Ya nos
queda poco para finalizar la casa.
—Sí. Hay que quitar el papel de las paredes, cambiar el suelo, los
marcos de la puerta y las ventanas, los rodapiés... Es la planta que más
estropeada está, por el agua que entró por los techos. Pero, como no
tenemos planeado hacer nada en ella, de momento, no tenemos prisa.
—Tienes razón.
—Esa planta nos llevará, al menos, dos semanas, puede que más.
Supongo que la casa quedará lista a finales de febrero. Al menos tendré un
mes para disfrutar de ella, antes de marcharme.
—¿Qué pasa?
—¿Cómo lo sabes?
Ash cogió el arma que Alex le dio y comprobó que estaba cargada.
—¿En la oscuridad?
—No, Ash, todo no está bien. Creo que ha llegado el momento de que
te cuente lo que me sucedió.
Alex se giró hacia él. Estaban uno frente al otro. La luz de la luna
entraba por la rendija de la cortina iluminándolos, aunque ninguno de los
dos podía distinguir los rasgos del otro.
—Ya te dije que cuando tenía catorce años me sucedió algo que hizo
que no quisiera tener ninguna relación con los hombres.
—Sí.
Ash tenía los puños apretados de la rabia que sentía. Quería abrazarla
para que supiera que él estaba allí.
—Cuando acabó salió del vehículo. Al abrir la puerta la luz del interior
permitió que viera que se abrochaba el pantalón. Yo no podía encontrar las
bragas, así que salí del coche por el otro lado y me bajé la falda. Y vomité.
Eché todo lo que tenía en el cuerpo, y cuando ya no me quedaba nada
dentro, seguí con arcadas y vomitando líquido. Pude verle por encima del
techo del coche. Fue sólo un instante, pero la imagen de su rostro nunca se
borró de mi mente. Me dijo: Hace días que te estoy vigilando y sé donde
vives, así que no hables con nadie de lo que ha pasado o iré a por ti. Me
indicó la dirección a seguir para llegar a la carretera. Cogió la mochila que
tenía en el asiento del copiloto y me la tiró. La cogí del suelo y empecé a
correr. Al llegar a casa encontré una nota de mi abuelo diciéndome que
estaba en casa de un amigo y que volvería a la hora de cenar. Subí a mi
cuarto, me quité la ropa y me metí en la ducha. Y vomité de nuevo. Estaba
dolorida, me escocía ahí abajo, como cuando te haces un corte y te echas
alcohol. Y sobre todo, me sentía avergonzada.
—Fue a casa un día y yo abrí la puerta. Supe al instante que era él.
Estaba embarazada de ocho meses y dijo: Vaya, voy a ser padre. Mi abuelo
llegó a tiempo de oírlo y le cerró la puerta en las narices. Entonces llamó a
la policía y se presentaron dos agentes poco después. Pero ningún vecino lo
había visto y no había ido en coche. Después de eso, fue otras veces a casa,
pero mi abuelo me había dicho que no abriera nunca. A través de la puerta
me exigía que abriera, diciendo que era el padre de mi hija y tenía derecho a
verla. La última vez fue el año pasado. Mi abuelo abrió la puerta, pero ese
día no lo dejó que se la cerrara en las narices. Lo empujó y entró en casa.
Yo fui al recibidor con la niña al oír a mi abuelo gritar, amenazándolo con
llamar a la policía. Pero cuando mi abuelo cogió el teléfono él le golpeó en
la cabeza con una figura, que cogió de un mueble y luego empezó a
golpearlo. Yo cogí a Dawn y la encerré en la cocina. Y cuando volví al
salón me arrodillé en el suelo con mi abuelo y le grité para que lo dejara en
paz porque seguía golpeándolo. Los vecinos oyeron los gritos y llamaron a
la policía, pero antes de que llegaran lo apuñaló en el vientre. Al oír las
sirenas abrí la puerta. Los agentes lo esposaron y antes de llevárselo se
volvió hacia mí y me dijo: A partir de ahora no podrás estar tranquila
porque voy a ir a por ti, estés donde estés. Tú y la niña sois mías. Somos
una familia. Tuve que declarar en el juicio y lo declararon culpable. Le
cayeron quince años, por violación y asesinato. Pero sé que cuando salga,
vendrá a por nosotras. Por eso me trasladé aquí.
—Sí.
—Entonces no puede ser quien ha estado fuera de casa esta noche. ¿Se
ha puesto alguna vez en contacto contigo?
—Recibí una carta suya desde la cárcel, poco antes de venir a vivir
aquí. No sé si me escribiría alguna más después de mudarnos aquí. En ella
me contaba los planes que tenía para nosotros tres. Creo que está
obsesionado con nosotras.
—Hola —dijo Ash al oficial que estaba tras el mostrador del edificio
de la policía.
—Hola, sherif.
—Gracias.
—Lo entiendo. Anoche había alguien rondando nuestra casa a las tres
de la mañana.
—Me fijo en las personas, en los vehículos que conducen, dónde los
he visto, la hora que era y hacia dónde iban.
El sherif se levantó para coger las hojas del fax y volvió a sentarse.
Miró la foto y se la dio a Ash mientras leía el informe.
—Me gustaría.
—Adelante.
—Gracias.
—El lunes iré a hablar con la señora Anderson y le diré que no deje a
Dawn salir de la clase hasta que yo vaya a recogerla.
—Tengo miedo.
—Lo sé, pero no tienes nada que temer —dijo abrazándola más fuerte
—. Vamos a portarnos con normalidad para que Dawn no note nada
extraño, ¿vale?.
—De acuerdo.
Dios, ese hombre es una obra de arte, pensó Alex suspirando mientras
se dirigía a la cocina.
—Sí.
—Ven aquí, cielo —le dijo a Alex—. Siéntate con nosotros, nos vamos
de compras.
—Iba a preparar la cena.
—Vale. ¿Qué vas a comprar? —dijo ella colocando una silla junto a la
de él.
—Bien.
—Bien.
Ella le dedicó una radiante sonrisa, que hizo que Ash se estremeciera
de placer al verla.
—Deberíamos tenerlo todo terminado y limpio para cuando recibamos
la maquinaria del gimnasio. Y hay que lijar también el suelo y cambiar
algunas de las láminas que están combadas —dijo Alex.
—Háblame del tiempo que estuviste sin salir a la calle —preguntó Ash
cuando estaban en la cama con la lamparita encendida.
—¿Qué le pediste?
—Eso nos ha venido muy bien. Eres muy buena trabajando la madera.
—Sí, era bastante estricto enseñándome a hacer las cosas. Ahora lo
agradezco. Las tardes las dedicaba a estudiar. Acabé el bachiller online. Y
luego estudié contabilidad. Así que mantenía mis manos y mi mente
ocupadas. Hacía descansos para ocuparme de Dawn cuando estaba
despierta y cuando fue creciendo iba dedicándole más tiempo. Le enseñaba
a a leer y a escribir, a sumar y restar...
Alex lo miró. En Ash había una fuerza que lo hacía parecer invencible
y poderoso cuando estaba serio. Pero cuando sonreía de esa manera tan
tierna, como estaba haciendo en ese instante, hacía que su corazón se
alterara.
—¿Diferente en qué?
—¿Crees que voy a marcharme antes de que ese cabrón esté a buen
recaudo? Si pierdo el trabajo por no presentarme en la base no me
importará. Debería estar ahí fuera esperándolo.
—Es la fosa séptica, donde van todos los desagües de la casa, que por
cierto Neithan me dijo ayer que iban a venir a limpiarla antes de que yo
empiece con el jardín. He respetado el espacio donde Ash corta la leña —
dijo mirando a su amigo y sonriendo—. Y aquí, en este trozo que veis sin
nada, he pensado que podríais construir la barbacoa y colocar una mesa
grande con sillas. Es lo que querías, ¿no? —dijo Mark mirando a Alex.
—Son las dos hamacas que dijiste que querías entre los árboles.
—Sí, haremos una especie de fiesta, algo informal —dijo Alex—. Más
que nada para conocer a algunas personas del pueblo y que ellos nos
conozcan a nosotros. Marta, la de la panadería mi dio una lista.
—Esta noche Ed va a venir a casa a cenar, ¿te apuntas? Parece ser que
tiene noticias de su divorcio.
—No deberías haber insistido en que fuera a cenar con ellos —dijo
Ash.
—Vale. Le pediré a Dani que venga a cenar conmigo. Hace tiempo que
no nos vemos y quiero ponerla al día de nuestros avances con la casa.
—Eso está mejor.
Ash se había afeitado y vestido para ir a cenar con sus amigos. Llevaba
un vaquero y un suéter color marfil que se pegaba a sus hombros y su ancho
pecho y marcaba sus abdominales. Entró en el salón donde estaba su mujer.
Ella lo miró.
—En las fotos de la boda que has puesto sobre la chimenea estamos
bien.
Ash la miró levantando una ceja. Se sentía bien cuando ella le decía
algo halagador. Por suerte para Alex llamaron a la puerta y Ash fue a abrir.
—Hola, Ash. No sé cómo lo haces, pero cada vez que te veo estás más
guapo.
—Estupendo.
—No sabes las ganas que tenía de verte. Pensé que irías a verme a la
cárcel o que me escribirías contándome cosas de nuestra hija, pero seguro
que ni siquiera te lo planteaste, ¿verdad? —dijo mientras la arrastraba hacia
el salón.
—Si le tocas un pelo a mi mujer puedes darte por muerto —dijo Ash
desde la puerta.
—A ella le gusta que sea duro, ¿a que sí, cariño? —dijo apretando el
brazo y pegándola a él.
Ash cogió una de las mantas que estaban sobre el sofá y envolvió a
Alex. Y luego cubrió el cadáver con otra.
—Siéntate, cielo.
—Bien. Ha sido sólo un rasguño. Ese hijo de puta tenía mala puntería,
por suerte para mí. Gracias por acabar con él.
—Le aseguro que ha sido un placer —dijo Ash cogiendo una prenda
de ropa de su hija que había sobre el sofá y colocándola sobre la herida del
policía—. Presione aquí para que se corte la hemorragia. Voy a ver cómo
está Dani.
—¿Estás segura?
—Lo único que siento yo es que usted haya resultado herido, pero no
por el resto. Llevo muchos años asustada por si ese monstruo se acercaba a
nosotras y nos hacía daño. Y me alegro de que esté muerto.
—Es una suerte que su marido llegara a tiempo. De no ser por él...
—Sí, las cosas habrían sido muy diferentes —dijo Alex—. Lo que
importa es que todo ha salido bien.
—Cuando tenga el informe redactado les llamaré para que se pasen por
la comisaría a firmarlo —dijo subiendo al coche.
—¿Por qué has venido tan pronto a casa? —preguntó Alex cuando Ash
entró en el salón.
—La última vez que te llamé no contestaste al teléfono y supe que
sucedía algo. No debí haber ido a cenar porque cuando me marché de aquí
tuve un mal presentimiento. No sé cómo, pero sabía que algo no andaba
bien.
—Gracias por venir. Y por acabar con él. Ahora ya no volveré a tener
miedo.
—No me des las gracias. Y tengo que decirte que, el poco tiempo que
tardé en llegar hasta aquí, estuve asustado. Temía no llegar a tiempo. Sabes,
cielo. No habría sabido qué hacer si te hubiera perdido.
Ash entró en el dormitorio cuando Alex salía del baño envuelta en una
toalla. La miró de la cabeza a los pies. Saber que no llevaba nada debajo de
esa toalla lo había alterado. Algo le sucedía a su respiración, sus pulmones
no estaban funcionando de manera correcta. Su corazón latía desenfrenado.
En ese momento agradeció que su control no se resquebrajara, porque de lo
contrario, se lanzaría sobre ella sin pensar en las consecuencias.
Ash tomó una ducha fría y volvió al dormitorio ya con el pijama. Alex
estaba acostada.
—Sí, me gustaría.
Neithan se llevó una grata sorpresa al ver entrar a su familia en el
despacho de su estudio a última hora de la mañana.
—Puede que sea muy joven —dijo Neithan—, pero es muy madura
para su edad.
—Bueno…, no.
Tanto a Ash como a Alex les fue bien haber estado trabajando tan duro
durante las últimas cuatro semanas, porque caían rendidos en la cama al
acabar la jornada que se imponían de trabajo y no tenían ni un solo minuto
para pensar en cuánto se deseaban el uno al otro.
Alex no podía olvidar que quedaban poco más de cuatro semanas para
que Ash volviera al trabajo, y ese pensamiento se colaba en su mente
apoderándose de todo. Saber que se marcharía le partía el alma. Aunque se
decía a sí misma que no debía enamorarse de él, sus sentimientos se iban
incrementando y no podía hacer nada para detenerlos.
También fueron a limpiar los cristales por dentro y por fuera y, cuando
estuvieron limpios, la casa se veía reluciente y con una claridad increíble.
Alex lo miró con una sonrisa traviesa mientras se pasaba las manos por
el pelo para retirárselo de la cara. El azul de los ojos de Ash resplandecía y
ella pensó que su marido era el hombre más sexy que había visto en su vida.
Ash la miró a su vez con tal intensidad que Alex no pudo evitar
ruborizarse. Porque su marido no sólo la miraba sino que parecía que
pensaba en ella mientras lo hacía. Ella se dio la vuelta y subió la escalera a
toda velocidad.
—Eso es. Pero ahora ya estoy bien. Os tengo a vosotras y soy feliz.
Pero tengo que volver al trabajo, de lo contrario lo perdería.
—Lo sé. Voy a pedirte algo. Me gustaría que me escribieras una carta
todos los días mientras esté fuera. Y cuando vuelva a casa las leeré todas.
Pon la fecha en cada una de ellas y así podré leerlas por orden.
—Claro, cariño.
—Por supuesto.
—Lo haré.
—Te dejo para que te despidas de tu mujer —dijo Neithan volviendo a
entrar en la casa.
Llevaron a los estudios los muebles que habían enviado de las casas de
Nueva York y que no necesitaban y los chicos se encargaron de elegir los
que querían para cada una de sus viviendas. Neithan y Alex compraron el
resto de lo que necesitaban, además de las cortinas y los utensilios de los
baños y de las cocinas.
—Su padre murió y le dejó una casa aquí. Tiene dos niños y su mujer y
él pensaron que este era un buen sitio para criarlos.
—Es posible, aunque los proyectos que tenemos ahora son viviendas
privadas, no edificios, y puede que me apañe con los chicos y echando yo
una mano cuando pueda. Pero Mark me ha dicho que si necesito más gente
él me la conseguirá.
—Creo que eres la persona indicada para que se ocupe de mis cuentas
y de las de mis empresas. Eres práctica, la mujer más sensata que conozco,
y no pierdes tiempo en enredos estúpidos.
—Gracias.
—¿Quieres trabajar para mí?
—Estupendo.
—Te escucho.
—Trabajaré sólo por las mañanas. Desde que Dawn se vaya al colegio,
hasta que tú y yo volvamos a casa a comer. Y por la tarde trabajaré en casa
para los otros clientes.
—De acuerdo.
—Gracias, cariño.
Cada tarde Alex ayudaba a su hija a escribir la carta para Ash, y ella
escribía la suya cuando se iba a la cama por la noche. Las estaban
colocando todas en una caja de zapatos, por orden de fechas.
Ash entró en casa a las 12:30 del miércoles, 6 de mayo. Se quedó
parado en el recibidor. El sol entraba por la cúpula y la vidriera de la
escalera lanzando destellos multicolores por todas partes. Siempre se
sorprendía al entrar en la casa. Miró a su alrededor sonriendo. Todo era
perfecto y los suelos oscuros de madera brillaban. Entró en la cocina y se
encontró con Christine.
—Hola, Christine.
—Todo va bien.
—Genial.
—Y yo a ti.
—Me habría gustado tener tus cartas y poder leerlas cada día. Porque
supongo que habrás escrito esas cartas, ¿verdad? —dijo apartándose para
mirarla.
—No me acordaba de lo duro que era. Tuve que entrenar los primeros
días para pasar las pruebas, pero lo hice. ¿Cómo está la pequeña?
Ash sonrió.
—De eso se encarga tu hermano —dijo ella con una tierna sonrisa—.
Yo les quito las plumas y los descuartizo, eso es más que suficiente para mí.
—Christine dice que comerá luego, quiere acabar antes lo que está
haciendo —dijo Neithan entrando de nuevo en la cocina.
Ash no le quitaba los ojos de encima a Alex. Ella jamás podría haber
imaginado cuánto la había echado de menos. No había día que no pensara
en ella, que no deseara estar con ella.
—Sí.
—¿Quieres que lea las tuyas ahora o más tarde? —preguntó Ash
cuando él y Alex se quedaron solos.
—De eso nada, cielo —dijo acercándose a ella para volver a cogerla
—. Estas cartas son mías. Dijiste que me escribirías cada día y tengo que
leerlas.
Miércoles, 1 abril
Hola, Ash.
Neithan me ha dado una lista de las cosas que tengo que hacer. Seguro
que me ha notado rara y quiere mantenerme ocupada, porque la lista de
trabajos es infinita. Por suerte él está aquí y tengo compañía cuando vuelve
a casa. Me gusta pasar tiempo con él después de cenar.
Jueves, 2 abril
Hola, Ash.
Los chicos han venido hoy a comer con nosotros. Los cuatro están muy
ilusionados con sus nuevas casas.
No puedes imaginar hasta qué punto una casa puede ser silenciosa,
hasta que te encuentras sola en ella.
Viernes, 3 abril
También recuerdo la cara que pusiste cuando viste la casa por primera
vez. Tu expresión fue muy divertida. Y mira ahora, tenemos una casa
preciosa.
Te echo de menos.
Sábado, 4 abril
Hola.
¿Te he dicho alguna vez que me encantan tus ojos? Tienen un azul
increíble. Siempre he pensado que era una chica del montón, pero cuando
tú me miras, sucede algo en mi interior que me hace pensar que soy guapa.
Domingo, 5 abril
Hola, Ash.
Lunes, 6 abril
Hola.
Hoy me he levantado más animada. Aunque, que no me hayas llamado
en tres días, me hace pensar que te hayan enviado a una de esas malditas
misiones. Por favor, ten mucho cuidado y vuelve, porque necesito verte.
Paso mucho tiempo con Neithan después de cenar. Vemos una película
o, simplemente, hablamos. Me ha contado un montón de cosas de cuando
érais pequeños y vivíais en el rancho de vuestros padres. Me ha hablado de
las chicas con las que salisteis durante vuestra adolescencia. Y también me
cuenta muchas cosas de Laura. A estas alturas, siento como si la hubiera
conocido. También me ha hablado de tu mujer, pero he de admitir que no le
he prestado mucha atención, porque... me molesta incluso que la mencione.
No soporto saber que te haya tenido a su lado tantos años.
Martes, 7 abril
Hola.
Miércoles, 8 abril
Hola, Ash.
Sigo con los marcos de las ventanas. En este momento pienso que esto
es lo más aburrido que he hecho en mi vida. Si trabajara contigo sería
diferente.
Jueves, 9 abril
Hola.
Hoy he trabajado todo el día con las dichosas ventanas. Por suerte,
los marcos son lisos y los hago rápido. Si sigo a este ritmo las terminaré
mañana.
Viernes, 10 abril
Hola.
Sábado, 11 abril
Hola.
¿Sabes una cosa? Este habría sido el mejor día de mi vida, si en vez
de Mark hubieras sido tú quien nos acompañara.
Y ahora estoy aquí, en esta cama tan inmensa, que me recuerda a ti. Y
decirte que te echo de menos en este momento no es suficiente. Siento un
vacío en mi interior, y sé que es, porque no estás conmigo.
Domingo, 12 abril
Hola, Ash.
Te echo de menos.
Lunes, 13 abril
Hola.
Martes, 14 abril
Hola.
Miércoles, 15 abril
Hola, Ash.
Buenas noches.
Jueves, 16 abril
Ash volvió a leer las últimas cartas para ver si se había saltado algo,
porque Alex se limitaba a hablarle de cosas referentes al trabajo y no los
mencionaba a ellos dos. No había vuelto a decirle que le echaba de menos
ni que tenía ganas de verle. Y eso le preocupaba mucho. Llegó a pensar,
incluso, que hubiera conocido a otro hombre.
Viernes, 17 abril
Hola.
Hoy he ido con Neithan a comprar algunas cosas para las casas de los
chicos y nos han acompañado los cuatro. Me gusta ir de compras con ellos.
Buenas noches.
Sábado, 18 abril
Hoy hemos pasado la mañana en la obra y Dawn ha ido hasta allí con
la bici. No puedes imaginar lo bien que la maneja ya.
Buenas noches.
Domingo, 19 abril
He pasado un buen día. Hacía mucho tiempo que no hablaba con Jake
y me ha sentado bien hacerlo. Se ha quedado a cenar con nosotros, aunque
Neithan no nos ha acompañado porque ayer a última hora recibieron los
sanitarios de los estudios y se ha quedado con los chicos a instalarlos.
Buenas noches.
Lunes, 20 abril
A veces, cuando estoy en la cama con los ojos cerrados, puedo ver tu
rostro. Y esos ojos, que fueron lo que más me llamó la atención cuando te
conocí, con ese azul tan intenso y tan increíble y que fue lo que me impactó
nada más verte la primera vez.
Siento tantas cosas por ti, que hacen que me sienta aturdida y a veces
no pueda respirar.
Martes, 21 abril
Aquel primer día que te vi, cuando terminaste de hablar con Dani y
caminabas hacia mi mesa, quería lamer y morder esos labios sensuales
hasta que desapareciera esa sombra de amargura que había debajo de tus
ojos. Extraño en mí, ¿eh? Pues que sepas que yo fui la primera que se
extrañó.
Miércoles, 22 abril
Los estudios de los chicos son una maravilla. Están casi terminados, a
falta de algunos últimos retoques.
Te echo de menos.
Jueves, 23 abril
Viernes, 24 abril
Esta tarde, cuando ha llegado Dawn del colegio hemos ido con
Neithan y los chicos a comprar los detalles de decoración para los cuatro
estudios. Quería que fuesen ellos quienes los eligieran para que
personalizaran sus casas. También hemos comprado una mesa de jardín
grandísima. Lo hemos pasado muy bien.
Con los chicos también me divierto y ahora me siento a gusto con
ellos, no como al principio, que me apartaba para que no me rozasen.
Neithan nos ha invitado a cenar a todos en el pueblo.
Sábado, 25 abril
Hoy al mediodía han terminado el jardín de los chicos. Cuando ves las
casas desde lejos parece una postal. Han quedado de ensueño.
Los chicos van a inaugurar las casas con una barbacoa, tan pronto
vuelvas. Están esperándote a ti.
Esta tarde han venido los chicos, Mark y Ed con los niños y hemos
pasado el día en el jardín.
Domingo, 26 abril
Hoy hemos ido a pasar el día al río. Han venido con nosotros los
chicos, Christine y su hijo, Mark con el suyo, Jake, y Ed con sus hijos. Y no
te lo pierdas, Sally se ha presentado con ellos. Según me ha dicho Neithan,
Ed se ha disculpado por llevarla. Pero no se ha portado mal, supongo que
porque estaba su marido y sería demasiado descarado insinuarse a
alguien, estando él delante. De todas formas, los hombres se han dedicado
a pescar y a hablar de sus cosas y nosotras nos hemos encargado de cuidar
a los pequeños. Aunque he de decir que Sally me ha hecho muchas
preguntas sobre ti, pero me he hecho la loca. Creo que sigues siendo su
preferido. Y te aseguro que la entiendo, porque yo también te elegiría a ti.
Lunes, 27 abril
Martes, 28 abril
Ash siguió leyendo las cartas. Media hora después de que leyera la
última, permanecía en el sofá, con las cartas sobre las rodillas y con la
cabeza apoyada en el respaldo y los ojos cerrados. Estaba aturdido, con la
imagen de su mujer en la mente. No podía creer que Alex estuviera
enamorada de él.
—Hola —dijo Ash abriendo los ojos y sin poder ocultar la sonrisa de
sus labios.
—Bien hecho.
—Buenas noches.
Alex abandonó el salón preocupada. Lo último que quería era estar con
Ash y que le hablara de las cartas.
Capítulo 14
Ash entró en el dormitorio y se encontró a Alex metida en la cama y con
los ojos cerrados.
Desde luego, no se puede decir que mi mujer sea una cobarde, pensó
Ash al ver que ella abría los ojos rápidamente y lo miraba fijamente.
—Que tenga los ojos cerrados no quiere decir que me esté haciendo la
dormida, simplemente, estoy intentando dormir.
—¿Hablar?
—¿Qué haces?
Ash entró en el baño, tomó una ducha rápida, se lavó los dientes y se
puso el pantalón del pijama y una camiseta de manga corta.
Salió del baño y caminó hacia la cama. Ella estaba sentada, apoyada en
el cabecero. Ash cogió las cartas y se subió a la cama, pero en vez de
meterse dentro, se sentó frente a ella con las piernas cruzadas. Lo que
obligó a Alex a que encogiera las piernas para dejarle espacio.
—En ese caso, me pregunto por qué escribiste todo eso, si no tenías
intención de que las leyera.
—Parece que no confías en mí. Creía que había algo especial entre
nosotros —dijo él intentando no sonreír al verla nerviosa—. Y no te tenía
por una mentirosa.
—Sin embargo, no tuviste reparos en hablar de ello con Jake, con Dani
y con Neithan. Parece ser que confías más en ellos que en mí.
—No es eso.
—Si no es eso, me gustaría saber qué es. Y, al igual que hablas con
ellos de tus sentimientos y tus deseos, también me gustaría que lo hicieras
conmigo. Al fin y al cabo, soy una parte interesada. A no ser que seas una
cobarde.
—Genial.
—Pero tú no eres Dios ni eres inmortal. Aunque puede que pienses que
sí lo eres.
Ash sabía que Alex lo había dicho porque pensaba que su problema no
tenía solución, cosa que él dudaba.
—Me pregunto si todas tus respuestas van a ser tan esquivas. Supongo
que no piensas decirme la verdad.
—No estoy segura de que sean celos, pero no me gusta pensar que
habéis vivido juntos durante años.
—¿No lo sabes?
—Es posible.
—Quiero que sepas que, la noche aquella que salí, lo hice porque te
deseaba demasiado y no podía estar contigo a causa de nuestro acuerdo. Y
tenía que desahogarme para poder soportar estar cerca de ti y no poder
tocarte.
Alex lo miró con los ojos muy abiertos, sin poder creer lo que acababa
de escuchar.
—Aquí dices que nunca podrás estar con un hombre. ¿Cómo lo sabes?
¿Has intentado estar con alguno?
—¿Por qué dices que nunca podré ser tuyo? ¿No te has dado cuenta de
que ya lo soy? Hace mucho tiempo que me atrapaste, cariño —dijo
mirándola con una seductora sonrisa.
—Aquí has escrito que siempre has deseado que un hombre te quisiera
y te deseara. Que has imaginado que te entregabas a él, sin miedo, sin
dudas. Y que eso se ha acentuado desde que estoy contigo.
Ash apartó la mirada del papel y la centró en ella, en sus ojos, que
parecían aterrorizados. Le cogió las manos y las envolvió con las suyas.
—Me habría gustado ser yo quien os llevara al pueblo ese que estaba
en fiestas —dijo para cambiar de tema porque la veía angustiada—. Cuando
he leído que estuviste todo el día con Mark, me han invadido los celos. ¿Te
regaló un osito?
—No puedo.
—Apuesto a que son los mismos que he tenido yo, pensando en ti. Por
lo que leo aquí, no me extraña que los hombres revolotearan a tu alrededor
en la discoteca. Cualquier hombre que se precie de serlo te desearía. Sabes,
cuando he leído esas cuatro o cinco cartas en las que no mencionabas nada
respecto a tus pensamientos o deseos, y en las que no decías que me
echabas de menos, he tenido miedo de que ya no sintieras nada por mí.
Porque yo, al igual que tú, también me siento aturdido por todo lo que
siento. Y te he echado tanto de menos cuando he estado fuera que me dolía.
—Creo que el consejo que te dio Jake, de que dejemos pasar el tiempo
y ver adónde nos lleva esto, es el acertado.
—Es halagador que estés enamorada de mí, y tengo que decirte que
estabas equivocada al suponer que yo no sentía nada por ti.
—¿Qué has querido decir con que cuando estuvisteis en el río, todos
los hombres flirteaban contigo?
—Eso.
—Un día iremos al río, tú y yo, solos, para hacer realidad tus
fantasías... conmigo.
Ash no la miró. Sus mejillas se habían coloreado hacía bastante tiempo
y no quería contemplar como aumentaban el color.
—Aquí dices que sabes que no siento nada por ti, y ya te he dicho que
estás confundida. Y también has escrito que no quieres que sienta nada por
ti, porque nunca podrás hacer el amor conmigo.
—Tengo miedo.
—¿Cuál?
—Me interesa tu propuesta, pero puede que pase algún tiempo hasta
que supere mi problema, si eso llega a suceder.
—Yo…
—¿No has oído nada de lo que te he dicho sobre lo que siento por ti?
Además, no hace falta que te repita cuánto te deseo. Cuando estás cerca no
puedo evitar excitarme, y apuesto a que lo has notado en más de una
ocasión. Sé por lo que pasaste y no voy a presionarte. Esperaré el tiempo
que haga falta. ¿Tú deseas estar conmigo?
—¿Vas a tocarme?
Alex lo observó con los ojos entrecerrados, admirando con descaro los
músculos que se tensaban y se destensaban bajo su piel con cada
movimiento de su cuerpo. Y Ash le devolvió la mirada sonriendo.
—Hola.
—Supones bien.
—Has tenido una buena idea. Eres la persona indicada para ayudarla.
¿Alex aceptó?
—Sí.
—Vale. Vamos.
—Te dejo con tu mujer, voy a seguir con lo que estaba haciendo.
Portaos bien —dijo Neithan acercándose a la puerta.
—Hola, Ash.
—Sí.
—Lo siento.
—¿En serio?
—Sí.
—Intenta explicármelo.
—He venido a verte a ti, pero ya que estaba aquí, le he pedido que me
enseñara el estudio. Me ha dicho que mañana no trabajáis. ¿Habéis hecho
algún plan?
—No exactamente.
—¿Qué sentiste?
—Me alegré de tu vuelta, desde luego. Sentí tranquilidad porque
estuvieras en casa —dijo ella con una tímida sonrisa—. Y al mismo
tiempo… desasosiego.
Ash y Alex salieron de casa al día siguiente poco después de las seis
de la mañana. Fueron a los establos a sacar los caballos y ella le enseñó el
de la pequeña.
Cuando llegaron al río dejaron las toallas sobre una roca. Ash todavía
no había visto el cuerpo de su mujer sin ropa y cuando la vio con biquini se
quedó mirándola mucho tiempo.
—¿Así cómo?
—Buen punto de vista. Es la primera vez que te veo con tan poca ropa.
Y he de decir que tienes un cuerpo fantástico.
—Pues… gracias.
Ash se acercó a ella y le puso una mano en la nuca. Sus labios casi se
rozaban.
—Si antes me gustabas, tengo que decirte que, después de ver lo que
escondías debajo de la ropa, me vuelves loco.
Alex estaba turbada por sus palabras y, además, porque pensaba que
iba a besarla. Estaba nerviosa porque no sabía como corresponderle si lo
hacía. Pero él no lo hizo. Le acarició el cabello y fue deslizando la mano
por el brazo de Alex en una delicada caricia hasta llegar a la mano y
entrelazó los dedos con los de ella.
—No creo que decirte lo que experimento en cada momento ayude con
mi problema.
—Yo creo que puede ayudar.
—Si no fuera porque sé que Jake es como un hermano para ti, estaría
celoso, muy celoso —dijo Ash acercándola más a su cuerpo y rozándole el
cuello con los labios.
—¿Tienes frío?
Las manos de Ash eran grandes, fuertes y algo ásperas, pero Alex las
sentía muy suaves deslizándose sobre su piel.
—¿Cómo te sientes?
—Alterada.
Ash vio sus mejillas sonrosadas y quiso sumergir sus dedos en ese
cabello mojado que brillaba bajo los escasos rayos de sol que penetraban a
través de las ramas de los árboles. Deseaba inclinar la cabeza hacia ella para
lamer sus carnosos labios y besarla hasta dejarla sin respiración. Pero no
podía hacerlo, de momento.
—Te noto muy desinhibida. ¿Dónde está la mujer tímida con quien me
casé?
—Sigo siendo tímida —dijo ella aún más ruborizada—. Me he
esforzado mucho desde que nos conocemos, para que no notases que me
sentía atraída por ti. Me daba vergüenza que supieras lo que sentía, porque
pensaba que no me correspondías. Pero ahora que he descubierto que
sentimos lo mismo, es una tontería que disimule, ¿no crees? Aunque, he de
reconocer que todavía me cuesta hablarte de lo que siento, y no me
encuentro cómoda haciéndolo. Pero voy a trabajar en ello.
—Sally se habrá enterado de que estás aquí. Sabes que va a ir a por ti.
—Más te vale.
—Lo sé. Pero me temo que los celos no se pueden evitar. Me fastidia
que te desee, pero, por otro lado, me satisface que lo haga y saber que no te
va a conseguir.
—Eres mala.
—No soy mala, pero no voy a permitir que ninguna mujer toque lo que
es mío.
—Lo intentaré. Aunque, todos los que estarán aquí esta noche, excepto
Ed, me tratan con mucho cariño.
—Sabes, me parece muy gracioso que, para darte miedo los hombres,
te has rodeado de un montón.
—Lo sé —dijo ella riendo—. Ahora me siento muy bien con los chicos
y con Mark. Puede que sea porque una noche que cenamos todos juntos, les
conté lo que me había sucedido en el pasado y que esa era la razón de que
me tensara cuando me tocaban.
—Me alegro de que te sientas bien con ellos, pero no te pases, ¿eh? No
me hace gracia que te manoseen.
—No me manosean.
—Algo así.
—Me alegro de saberlo. Y tal vez deberías acelerar un poco las cosas
para conseguirlo cuanto antes.
Unos minutos más tarde llegó Dani y, después de saludar a Ash, ella y
Alex se quedaron a un lado mientras Ash se reunía con el resto de los
hombres.
—Te veo muy unida a tu maridito —dijo Dani—. ¿Hay algo que no me
hayas contado?
—¿Qué cosas?
—Lo sé. Pero me obligó a dárselas. Dijo que iban dirigidas a él y eran
suyas. Y en ellas le decía lo que deseaba y sentía por él.
Alex le contó todo lo que habían hablado, y lo del río de esa mañana.
En ese momento llegó Mark con su hijo. El niño entró en el jardín, sin
apenas saludar, al ver a Dawn y fue corriendo a reunirse con ella.
Ash estaba en la otra punta del jardín con los chicos junto a la
barbacoa, y sus miradas se encontraron. Ash la miraba con tanta intensidad
que, por un momento, Alex se sintió estremecer y tuvo que apartar la vista
de él.
Ash sonreía, porque desde que Sally había llegado, Alex no le quitaba
ojo de encima.
—Neithan, será mejor que vayas a reunirte con los hombres —dijo
Dani sonriéndole—, porque si sigues abrazando a tu cuñada y
besuqueándola en el cuello, Ash vendrá y te arrancará la cabeza.
Ash la rodeó con sus brazos. Le acarició el pelo con una mano y la
espalda con la otra. Y ella se sintió aturdida por esa muestra de afecto, que
no tenía nada de sexual. Sin embargo, empezó a faltarle el aire para respirar.
Le era difícil pensar en nada. La sangre, caliente, empezó a correr por sus
venas a toda velocidad, llegando a todas sus terminaciones nerviosas y
concentrándose en su entrepierna. Los pezones le dolían de lo tensos y
duros que estaban y se sentía excitada y muy húmeda.
—No estoy segura, pero creo que tú podrías hacer que los pechos
dejaran de dolerme y no tuviera esa sensación ahí abajo...
—De acuerdo. Supongo que tú sabes lo que es mejor para los dos.
—No ocurre nada. Sólo quería decirte que voy a ir con los chicos
porque necesito relajarme y, si sigo aquí, sin que hagas nada al respecto, me
va a dar algo.
—¿Qué?
—Sí. Mira a Mark. ¿Por qué tiene que estar abrazándola? No creo que
haya tanta confianza entre ellos.
—Lo sé. Pero no puedo evitar sentirme así. Las casas de los chicos han
quedado muy bonitas.
—Eso espero porque, sabes, ya estoy cansado de salir con unas y otras.
Quiero lo que tú tienes. Me gusta trabajar aquí. Me siento relajado y quiero
algo estable. Creo que es hora de formar una familia.
Capítulo 15
La madre de Jake los había invitado a comer al día siguiente, que era
sábado, para celebrar la vuelta de Ash. Dawn iba orgullosa en su propio
caballo delante de su padre, y sin dejar de hablar ni un solo instante.
—Pero...
Lo que estaba sintiendo era tan agradable y tan excitante que pensó
que no debía ser algo normal sino inapropiado, porque aquel simple roce la
hizo arder.
—¿Estás bien?
—Sí...
—No pareces muy convencida.
—En ese caso, sufrirás, como lo estoy haciendo yo, el tiempo que haga
falta.
—¿Estás seguro de que conoces las zonas erógenas del cuerpo de una
mujer? Porque a mí me excitas sólo con rozarme la mano.
Ash volvió a reír. Sentía una agradable sensación cada vez que ella le
insinuaba, de manera inocente, que quería que él avanzara un paso.
Ash la miró. El brillo de los ojos de Alex despertaba en él, por una
parte ternura, pero por otra parte, una desesperación por poseerla que no
recordaba haber sentido antes. Y no era sólo lujuria, era algo que ardía
dentro de él, únicamente con que ella se le acercara.
—¿Tú no?
—¿Besas bien?
Alex lo miró a los ojos al oír esa palabra, con el tono de un susurro, y
le sonrió.
—Al menos, sé que tú lo estás pasando tan mal como yo —dijo ella—.
Gracias.
Ash intentaba pensar en otra cosa que no fuera ella, para ver si
conseguía que la sangre, que estaba concentrada en su entrepierna, volviera
a su cerebro. Deseaba perderse en el cuerpo de esa chica para calmar la sed
insaciable que sentía por ella y que lo hacía enloquecer.
—¿Recuerdas el día que sacaste las puertas del garaje de casa para
restaurarlas? —preguntó él para quitarse de la cabeza los pensamientos que
lo atormentaban.
—¿Fue por eso que las golpeaste? Porque las golpeaste con algo,
¿verdad?
—Sí, con un martillo —dijo ella riendo—. Y luego tuve que arreglar el
destrozo, aunque mereció la pena. Pero, en realidad, no fue porque no
pudiera sacarlas.
—Entonces, ¿qué fue lo que te cabreó hasta ese punto?
Alex jamás podría haber imaginado lo que pasaba por la mente de Ash.
Sentía la sangre hirviendo en sus venas y pensaba que su piel ardería.
Quería hacerle el amor despacio, sin prisas. Quería saborear con los labios
cada centímetro de su piel. Quería que fuera especial para ella, porque sería
su primera vez. Y luego la follaría sin piedad hasta que le suplicara que
parase.
—¿Por qué?
—Porque te asustarías.
Por suerte, los niños empezaron a hablarles y ellos les dedicaron toda
su atención.
—Como siempre.
—Claro.
Cuando llegó la llamó por teléfono para que saliera. Ash la cogió de la
mano y caminaron hasta el bar de Tom. Después de saludarlo, pidieron dos
cafés y se sentaron en una mesa, el uno junto al otro.
—¿Por qué?
—¿Porque qué?
—Que por qué quieres que me quede contigo hasta que te levantes
—No.
—No lo creo.
Ash se rio.
—Porque soy bastante mayor que tú, porque tengo más experiencia
que tú y porque yo no tengo ningún problema que solucionar. Pero puedo
adelantarte que no tardaré mucho en besarte, porque estoy al límite, y no
creo que pueda esperar mucho más.
—¡Menos mal!
—Doce millones.
—Ah...
—Por supuesto.
—De acuerdo.
—No necesitas que vaya a Nueva York contigo —dijo Alex cuando se
quedaron solos.
—Dime.
—Sí hace falta. No hemos salido solos desde que nos conocemos.
—Entonces, adelante.
Pero él sabía que era una mujer muy ardiente. Había visto el brillo en
sus ojos cuando lo miraba y la intranquilidad que la invadía cuando él
estaba cerca. Había notado lo alterada que estaba cuando la rozaba,
haciendo que su respiración se acelerase. Y en más de una ocasión había
notado sus pezones tensos por debajo de la ropa.
—No tienes que pensar en eso. Y, puedo asegurarte, que eres muy
apasionada.
—Vale —dijo ella poniéndose de pie—. Estoy lista para que me beses.
—¿Necesitas que sea a una hora determinada del día? ¿Tienes que
prepararte de alguna forma?
Cuando Alex lo hizo, Ash posó los labios sobre los de ella y esperó
pacientemente a que los abriera mientras los lamía. Ella los separó para
respirar, porque no le entraba suficiente aire en los pulmones. Ash colocó la
mano en su nuca y la besó.
Ash tuvo que esforzarse para contener su deseo al sentir los dedos de
ella sobre su nuca, y muy sorprendido, porque ese simple contacto le
pareciera tan excitante.
Ash la besaba con tanta ternura, que a ella le parecía estar flotando.
Ese beso era tan íntimo, tan tierno y tan dulce, que fue lo más perturbador
que había experimentado en su vida. Lo que estaba sintiendo era algo
completamente desconocido para ella. Jamás podría haber imaginado que
su cuerpo pudiera alterase de esa manera y que sintiera tantas cosas con tan
desmesurada intensidad.
Cuando consiguió separar sus bocas, Ash oyó un gemido, que parecía
más un lamento, pero no supo si era de ella o de él mismo.
Ash abrió los ojos y la miró. Alex tenía los labios hinchados y
enrojecidos, y las mejillas ruborizadas. Y el aspecto de su rostro hizo que se
excitara, aún más. Esa chica lo estaba volviendo loco. Se sentía como no se
había sentido nunca.
—¿Cuándo?
—No sé cuando, Alex. Otro día. Tal vez mañana o... la próxima
semana. Vamos a dormir que es tarde —dijo apagando la luz.
—No me has obligado, yo lo deseaba más que tú. Pero puede que nos
hayamos precipitado un poco.
—Yo no lo creo. Me ha gustado que me besaras. Me ha gustado mucho
—dijo girándose hacia él y colocando la mano sobre su pecho.
—Ya lo veo.
—¿Por qué?
—¿En serio?
—Completamente en serio. Vamos a dormir. Buenas noches, cielo —
dijo besándola en la frente.
Ash cogió la mano de ella, que volvía a estar sobre su muslo, la llevó
hasta sus labios y la besó.
—¿Está lejos?
—No, podemos ir caminando.
—Si no quieres, no. Pero está en una zona donde hay muchas tiendas y
podríamos ir luego a comprar algo para Dawn.
—Vale. ¿Qué vamos a hacer en la hora y media que queda hasta que
tengamos que irnos?
—¿Vas a comprar regalos para todos los hombres que conoces cada
vez que vayamos a algún sitio?
—¿Te molesta?
—Soy una chica con suerte por tener tan buenos amigos —dijo
dedicándole una radiante sonrisa.
—Estoy un poco cansada. ¿Te importa que nos quedemos aquí? —dijo
ella quitándose los zapatos y caminando por la mullida alfombra.
—Prefiero cenar aquí. Tengo los pies destrozados por los tacones.
—Vale.
Diez minutos después Alex entró en el dormitorio con el albornoz del
hotel y el pelo recogido en lo alto de la cabeza con una pinza.
Se estaba excitando sólo por pensar que ella estaba desnuda debajo del
albornoz. Ash empezaba a preguntarse si lo que le sucedía era normal.
—Lo recuerdo.
—Supongo...
—¿Qué haces?
Puede que hubiera sido atrevido por su parte besarlo ella, pero su
marido no se mostraba reacio al beso sino todo lo contrario. Estaba
besándola como si quisiera devorarla y estuviera decidido a hacerlo.
Ash nunca había sentido nada parecido al besar a una mujer y, por
supuesto, nunca había perdido el control, como lo estaba haciendo en ese
momento. Sentía una desesperación y un deseo tan fuerte por estar dentro
de ella que estuvo a punto de suplicarle.
¡Por Dios bendito! Esta mujer es puro fuego en mis brazos. Y ella
piensa que no es apasionada, pensó sonriendo.
—Será mejor que vaya a ducharme. Con agua fría —dijo apartándose
de ella.
—Sí, lo sé.
—De todas formas, voy a acostarme contigo.
—¿Cuándo?
—¿Y qué pasará si tienes que volver al trabajo antes de que hayamos
hecho el amor?
—Sí, aunque no puedo decir que haya pasado mucho tiempo aquí.
Como mucho pasaba una semana al mes, a veces ni eso.
—A ella le gustaba pasar tiempo con sus amigas. Los fines de semana
iba al salón de belleza, a la peluquería… Prefería que yo me ocupara de la
niña. Decía que ella lo hacía cuando yo no estaba y necesitaba descansar de
ella.
—¿Tampoco contigo?
—No fui desgraciado, pero me habría gustado que no fuese tan fría.
Creo que el que nos viéramos poco fue lo que impidió que nos
divorciáramos.
—¿Al cine?
—Iremos al cine.
—¿Y nos besaremos allí? En las películas siempre lo hacen.
Alex lo miró.
—En este momento te deseo más que nunca. Siento un ansia tan
grande de que me beses y me acaricies que es como si tu boca estuviera ya
sobre mi piel.
Ash era muy bueno besando. Sabía exactamente cómo emplear su boca
para anular la fuerza de voluntad de una mujer, y ella lo sabía por
experiencia. Pero con ese beso no quería seducirla, era un beso delicado y
tierno.
Alex notó que las manos de él temblaban, y supo que era por el deseo
abrasador que sentía, como ella, y que estaba conteniendo.
El placer que sentía Alex por el sensual ritmo que había empezado Ash
con sus caderas, se concentró en su entrepierna. Notaba la erección ahí y la
sensación fue tan intensa que el ritmo de su corazón se alteró, aún más. Y se
apretó contra él, arriesgándose a que el calor que sentía la consumiera.
Ash no podía creer el deseo tan desmedido que esa chica le despertaba.
Estaba muerto de miedo, porque estaba perdiendo el poco control que le
quedaba. Deseaba ponerla de espaldas, apoyada en la balaustrada, bajarle
los vaqueros y arrancarle las bragas para introducirse en su interior de una
sola y profunda embestida. El deseo estaba abrasándolo y se apartó de ella
con un gruñido de desesperación.
—Al del hotel, no tengo ganas de volver a salir. Aunque puedes pedir
la cena para que nos la suban, si quieres.
—Prefiero bajar al restaurante —dijo Ash, porque no quería pasar
mucho tiempo a solas con ella.
—Me he dado cuenta de algo —dijo Alex sin mirarlo mientras cortaba
un trozo de carne.
—¿De qué?
Él vio ese rubor inocente, que encontraba delicioso y que hacía que su
rostro resplandeciera y los ojos le brillaran con intensidad. Pero no dijo
nada. No sabía qué decir.
—Hablo de sexo.
—Sí. Los dos sabemos cual es el juego que nos traemos entre manos.
Y eso está bien porque... es mejor bailar, cuando los dos conocemos los
pasos del baile.
—No creo que tú conozcas los pasos del baile —dijo él sonriendo.
—Puede que no los conozca tan bien como tú, pero sé de qué se trata.
—¿Estás segura?
—Sí, creo. Has sido tú quien ha impuesto las reglas del juego.
Empezaste acariciándome, si es que se pueden llamar caricias a eso que
hacías.
—Demasiado tarde, ¿no crees? ¿O acaso me vas a pedir que olvide que
nos hemos besado? Cosa que no podría hacer, aunque me lo propusiera.
Pero eso no viene al caso. Nos hemos besado de todas las formas posibles,
incluso de manera que algunos considerarían inapropiadas.
—En eso te doy la razón. No debí haber permitido que nos besáramos
de esa forma.
—Lo hecho hecho está y no podemos dar marcha atrás. Pero todo ha
ido bien, Ash. Yo no me he sentido incómoda en ningún momento y me
encanta que nos besemos. Así que creo que debemos dar un paso más en
nuestro experimento.
—Vale. Lo que quiero decir es que tú sabes todos los pasos del baile y
yo... no.
—No soy obstinada. Lo único que quiero es que el tiempo que vamos
a esperar, hasta que hagamos el amor, sea más llevadero.
—¿Estás bien?
—Me gustan tus manos —dijo ella mientras comía un trozo de la tarta
que le habían llevado—. Grandes y fuertes. Muchas veces me excito
pensando en ellas, imaginando cómo me acariciarían, cómo me tocarían...
—¡¿Vas a aceptar?!
—Sí, voy a aceptar. Tal vez tengas razón y puede que explorar y
conocer el cuerpo de un hombre ayude con tu problema.
—Sabes, creo que la timidez que has mostrado siempre, era fingida —
dijo él cuando entraron en la suite.
—Te aseguro que sigo siendo tímida. No creas que para mí es fácil
hablarte de cosas referentes al sexo. Me cuesta incluso hablar con Dani
sobre ello. Lo que sucede es que nunca había sentido placer ni había
deseado a un hombre. Aunque he de decirte que estoy algo intranquila.
—Sí. ¿Crees que debería sacarme el vaquero para estar más cómoda?
—Estaría bien, pero ponte el pijama —dijo él, que no quería que
estuviera con bragas y con esa camiseta corta que llevaba.
—Vale.
—Bien.
—Bésame, cielo.
Alex se acercó a él. Metió las manos por debajo de la camiseta y las
fue subiendo acariciando su piel hasta llegar a sus pectorales, suspirando. El
corazón de Ash se detuvo con el contacto de esos dedos deambulando por
sus músculos, que se tensaron al instante. Alex llevó las manos a su espalda
y lo abrazó mientras lo besaba dulcemente.
Al ver que estaba paralizada, Ash le cogió las manos y las colocó
abiertas sobre su pecho, y las de él sobre ellas.
—No quiero que olvides en ningún momento que soy yo, tu marido, y
que soy tuyo. No te avergüences de nada. Lo que quiere decir que puedes
hacer lo que quieras conmigo. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
—Vale.
Y Ash tomo la decisión por ella, ya que Alex se había quedado muda,
sin apartar la mirada de él.
—¿Estás bien?
—Tócame.
Ash soltó un quejido que parecía desesperado. Metió los dedos entre
su pelo, con el cuerpo estremecido por el deseo, cuando los labios de ella se
deslizaron hasta su ombligo y su lengua vagó por sus abdominales,
dibujando cada endidura de su tableta, haciendo que los músculos se
tensaran a su paso.
—Me gusta estar así sobre ti, sintiendo todo tu cuerpo debajo del mío.
Alex se apartó de su boca, pero volvió a ella para lamer sus labios. Lo
miró a los ojos mientras le acariciaba el pelo y fue descendiendo
lentamente, dándole ligeros besos o mordisqueando suavemente su piel en
su recorrido.
—Cielo.
—Lo que quiero decir es que me estás dando tanto placer que no
tardaré en correrme, y no voy a hacerlo en tu boca.
—Dani me dijo que era agradable, así que deja que yo lo decida.
—No debí haber permitido que pasara esto —dijo Ash en voz baja.
—¿De verdad?
—No creo que pueda negarme a una petición como esa, y considero
justo que quieras que te devuelva el favor —dijo él divertido.
—¿Te gusta?
—De acuerdo.
—No lo creo.
—De acuerdo.
Alex se había dicho muchas veces que lo que sentía por su marido no
era amor sino deseo. Pero se había equivocado. Lo quería con todo su
corazón. Quería que fuese suyo, solamente suyo. No quería compartir ni su
sonrisa, ni su cuerpo, ni cualquier otra cosa relacionada con él.
Ash pasó los dedos sobre los pezones, que estaban duros, por encima
de la camiseta, sin apartar la mirada de ella. La incorporó un poco para
sacarle la prenda por la cabeza y la dejó a un lado de la cama. Luego le
miró los pechos.
Se excitó aún más cuando recordó cómo lo había acariciado ella, cómo
había deslizado sus dedos y sus labios sobre todos aquellos músculos bien
definidos, sobre su miembro... Estaba muy húmeda y necesitaba que él le
acariciara los pezones con la lengua.
Ash llevó las manos a sus pechos y empezó a acariciar los pezones con
los pulgares hasta que estuvieron tensos y aún más duros.
Ash dio un lenguetazo a cada uno de los pezones y Alex dio un grito
ahogado. Ash repartió besos por los pechos y luego se metió un pezón en la
boca y lo mordisqueó, jugueteando con él mientras apretaba el otro con los
dedos.
Una ola de placer atravesó el cuerpo de Alex con tanta intensidad que
casi se le saltaron las lágrimas por las sensaciones que estaba
experimentando. Se abrazó a él, hundiendo las uñas en su espalda. La
cabeza le daba vueltas, sin saber cuánto más podría soportar mientras él
devoraba sus pechos. El intenso placer recorría su cuerpo en todas
direcciones, hasta detenerse en su sexo, que sentía tan húmedo, caliente e
hinchado, que le dolía. Sensaciones extrañas giraban en su interior
adueñándose de ella mientras Ash seguía concentrado en sus pechos.
—Ash... Ash...
Esas palabras fueron la gota que colmó el vaso. Alex dio un grito al
verse alcanzada por un orgasmo devastador. Se incorporó y se abrazó
fuertemente a su musculoso cuerpo, y él la rodeó con sus brazos.
Ash subió de nuevo a su boca para besarla. Sumergió los dedos entre
sus cabellos, sujetándola mientras la devoraba. Y cuando separó la boca de
la de ella, el cuerpo de Alex estaba tan excitado que casi no lo podía
soportar.
Tan pronto como Alex se calmó, Ash volvió a la carga. Exploró cada
centímetro de piel con las manos, los labios y la lengua. Observaba cómo
Alex se aferraba a las sábanas con los puños cerrados. Sentía un deseo
salvaje de abrirle las piernas y follarla sin piedad.
Alex levantó las caderas para que él se lo bajara por las piernas.
—Buenos días.
—Hola, cielo.
—Sí.
—¿Qué pasa?
—Parece que tus pensamientos son muy agradables —dijo Ash poco
después, al ver la sonrisa en sus labios.
—Lo son.
—¿Quieres compartirlos?
—¿Te sorprendió?
—¿Decepcionada?
—¿Esperar a qué?
—Lo sé.
—Cariño, quiero hacerte el amor una y otra vez hasta que no lo puedas
soportar más y que no puedas pensar en nadie más que en mí.
—No, cielo. Esta noche voy a hacerte el amor. Y ojalá todo salga bien.
Siguieron paseando por las calles hasta que se detuvieron frente a unos
chicos que bailaban con un aparato de música enorme. Ash la colocó
delante de él y la abrazó por la cintura, y ella apoyó su cuerpo en el de él.
—Sí, por favor. Hablaré con Dawn mientras la suben. Le diré que
volveremos a casa mañana.
—¿Estás segura?
—¿Estás celoso?
—Por supuesto que estoy celoso. Estoy celoso incluso de mi hermano.
Alex llevaba un camisón de seda plateado, del mismo color de sus ojos
y que le llegaba por la mitad de los muslos, e iba descalza.
Ash tuvo una repentina erección ante la visión que tenía delante.
Caminó lentamente hacia ella. Pasó las manos con suavidad por encima del
camisón, acariciando sus costados.
Ash deslizó las manos hasta sus pechos para rozar ligeramente los
pezones con las yemas de los dedos y se pusieron duros al instante. A
continuación, llevó las manos a su espalda y las bajó hasta su trasero,
haciendo que perdiera el apoyo de la mesa. La pegó a él, para que sintiera la
dureza de su erección, y la besó. Ella le rodeó el cuello con las manos y le
devolvió el beso con la misma pasión.
Alex soltó un gemido mientras sumergía los dedos entre los mechones
del pelo de él y se dejó llevar por las sensaciones.
Ash le colocó las piernas sobre sus hombros y la penetró con la lengua.
Ella se aferró a su pelo, gritando su nombre, cuando el orgasmo la alcanzó,
dejándola temblorosa y devastada.
—¡Dios mío! Desde luego sabes cómo distraer a una novata como yo.
—Gracias.
—Es cierto.
—No quiero que tengas ninguna duda. ¿Estás segura de que es esto lo
que quieres?
—De acuerdo.
Las manos de Ash estaban por todas partes, mientras ella disfrutaba
devorando la boca de su marido, a quien estaba volviendo loco.
—¿Estás segura?
—Sí.
—Creo que sabes muy bien cómo conseguir tener a una mujer lista.
—¿Estás bien?
Ash se colocó entre sus piernas y fue penetrándola despacio, hasta que
estuvo completamente en su interior.
—Joder, es una delicia estar dentro de ti —dijo echándose sobre ella y
apoyándose en los antebrazos—. ¿Cómo te sientes?
—Alex...
—Lo siento —dijo Alex acariciándole el vello del pecho con las yemas
de los dedos.
—¿Sobre qué?
—¿Un error?
—Me refiero a que, puede que hubiera sido mejor haber probado con
otro hombre, con un desconocido. Creo que sería más fácil si empleara a un
hombre como transición.
—Bien. Acabemos con esta conversación, porque parece ser que estás
decidida. Pero quiero adelantarte que no voy a divorciarme de ti. Si quieres
el divorcio iremos por las malas. Y te aseguro que moveré cielo y tierra
para no perder a mi hija.
—Pero es mi hija.
—En ese caso, tendrás que aceptar seguir como hasta ahora. Ya has
comprobado que, por mi trabajo, paso mucho tiempo fuera de casa y no
tendrás que verme muy a menudo. Pero cada permiso que tenga, volveré a
casa para disfrutar de unos dias con mi familia.
—Ash, yo...
—Vale.
Ash volvió a besarla y ella le rodeó la nuca con las manos para
acercarlo más. Ash fue besándole la mandíbula y el cuello mientras le
susurraba al oído palabras dulces y tiernas, seguidas de otras subidas de
tono mientras le acariciaba un pezón con la yema de los dedos. Ash
pronunciaba el nombre de ella de una manera tan sensual que la estaba
llevando a la locura.
—Respira, cielo.
—No puedo.
Alex se sentía sincronizada con aquel ritmo que él había impuesto, con
los latidos de sus corazones y con cada pensamiento que pasaba por sus
mentes.
Ash fue deslizando sus labios hasta llegar a su sexo y ella alzó las
caderas buscando el contacto de su boca. Él sacó los dedos de su interior y
bajó su boca para lamerla.
Alex undió los dedos entre los mechones castaños de Ash y le sujetó la
cabeza mientras retorcía las caderas buscando ese placer que anhelaba.
Esa chica era tan ardiente que Ash se encontró perdido. Le abrió más
las piernas y Alex gritó cuando su lengua le acarició el clítoris,
provocándole unas increíbles sensaciones que la elevaron a lo más alto. Y
cuando él la penetró con los dedos de nuevo, la alcanzó un orgasmo que
casi la partió en dos.
—¿Qué?
—De ti.
—Y... sólo por estar informada, ¿desde cuando consideras que soy
tuya?
—Es posible que desde el momento que te vi por primera vez. O puede
que fuera cuando decidiste que querías que fuera tu marido. Pero, de todas
formas, te consideré absolutamente mía, cuando puse mis manos sobre tu
cuerpo.
A las nueve del día siguiente ya estaban de camino. Llevaban una hora
en la carretera cuando sonó el teléfono y Ash pulso el botón del volante.
—Hola, Red.
—Muy bien, Red. Vamos de vuelta a casa. Hemos pasado unos días en
Nueva York.
—¿Una escapada de fin de semana?
—Algo así. Oye, podéis venir a casa siempre que queráis, y olvidaos
de ir a un hotel. En casa tenemos habitaciones para todos vosotros.
—Sí.
—¿Miedo? ¡Por supuesto que no! ¿Por qué iba a tenerle miedo?
—Red.
—¿Sí?
—Cuidad de Ash, por favor. Ahora ya no sería capaz de vivir sin él.
—Eso está hecho. Además, siempre cuidamos los unos de los otros.
Nos vemos pronto, preciosa.
—Vale. Cuidaos vosotros también. Quiero conoceros y que nos
veamos a menudo.
—Vaya —dijo Ash después de colgar—. Parece que tu timidez con los
hombres está desapareciendo a la carrera.
—Y yo a ti.
—Vale.
Alex le contó lo que sucedió en Nueva York, casi con pelos y señales.
—Me sentía culpable. Ash ha pasado por mucho y quería que fuera
feliz, aunque no fuera conmigo.
—Es lo que me dijo Ash. También dijo que soy una cobarde.
—No tienes que tener miedo, y no pienses en ello. Deja que sea tu
marido quien se encargue de todo. Él es paciente, y lo intentará todas las
veces que haga falta.
Capítulo 18
Ash estuvo fuera casi dos meses y Alex se mantuvo todo ese tiempo
muy preocupada y desesperada porque volviera.
—Ash…
—Hola, cielo.
—¡Santo Dios! Tu marido nos dijo que eras guapa, pero… Soy Red —
dijo acercándose a ella y abrazándola muy fuerte.
—Yo soy Denver —dijo otro tirando de ella para acercarla a él y poder
abrazarla—. Me alegro de conocerte por fin. Tu marido no ha parado de
hablar de ti en dos meses. Eres muy guapa.
—Suéltala ya, tío. Vas a partirla por la mitad —dijo otro de ellos
cogiéndola de la mano para apartarla de su compañero y mirándola con
descaro—. ¡Joder! No eres sólo guapa, tienes un cuerpo de infarto. Soy
Mitchel, pero todos me llaman Mack.
—Y yo a ti, papá.
—Eso es.
—El tiempo pasa muy rápido cuando estamos de permiso. Sobre todo,
si lo pasamos bien. Y esta semana ha sido genial. Montar a caballo, trabajar
con Neithan en la obra, pescar, pasear por el bosque, nadar en el río… Ha
sido relajante. Me siento en paz. Me ha gustado conocer a vuestros amigos,
sobre todo a Jake, es un gran tipo. Y lo pasamos muy bien cuando él, Mark
y Ed vinieron a jugar a las cartas. Y la pequeña es un encanto.
—Este entorno es perfecto para formar una familia y para que los
niños crezcan.
Alex vio que le brillaban los ojos por las lágrimas contenidas.
—Ah…
—Yo creo que eres la mujer perfecta para él. Cuando estaba con su
mujer no se le veía tan feliz. De hecho, no se le veía feliz.
—No puedo decir que la viera muchas veces porque ella no quería
relacionarse con nosotros. A veces íbamos a Nueva York a ver a Laura, pero
Ash lo organizaba para que pasáramos el día solos con la pequeña. Pero
calo bien a las personas y ella era fría, superficial, materialista, interesada,
egoísta, snob… ¿Quieres que siga? Podría darte unas cuantas definiciones
más de ella.
—¿Equivocado?
—¿Tú crees?
—Irrevocablemente.
—El tiene los mismos sentimientos hacia ti. Está loco por ti. Cariño,
tienes en tus manos tu felicidad y la suya.
Esa noche Ash fue el primero que se dio las buenas noches y se retiró
con la excusa de que quería levantarse al amanecer para volver a entrenar.
Neithan y Alex se quedaron en el salón.
Diez minutos después salió del baño con el pijama puesto. Ash seguía
inmóvil, pero ella sabía que, aunque hubiera estado dormido, tenía el sueño
muy ligero y la habría oído. Abrió la cama y se metió debajo de la sábana.
Maldijo porque la cama fuera tan grande, porque él estaba demasiado lejos.
—¿Querías despertarme?
—Sí.
—¿Por alguna razón en especial?
—No me has besado desde que llegaste, hace una semana. Bueno, en
realidad, esa es la única vez que me has besado en más de dos meses. Y
tampoco me has acariciado.
—He deseado besarte muchas veces, cada día, desde que llegué, y
también durante todas las semanas que he estado alejado de casa. Y te
aseguro que he deseado acariciarte, no sabes la tentación que supones para
mí. En cuanto al deseo… Tengo que decirte que mi deseo por ti se ha
incrementado notablemente desde la última vez que estuvimos juntos. Y te
recuerdo que fuiste tú quien se rindió. Yo no me rendiré nunca.
—Tenía que hablar con alguien de lo que sucedió. Es con el único que
he hablado. Lo cierto es que Red y yo hablamos de todo lo que nos sucede.
—Me cae bien Red. Bueno, los otros también, pero de los cuatro, él es
mi preferido.
—¿Tú preferido?
—Estoy de acuerdo.
Alex empezó a gemir, presa de la tensión interna que sentía y que iba
incrementándose poco a poco. Los músculos de todo el cuerpo se le
tensaron y se agarró a la sábana, apretando los puños. Volvió a experimentar
todas las sensaciones de semanas atrás y explotó en un orgasmo intenso y
apoteósico que se extendió por cada centímetro de la piel de su cuerpo.
Ash se separó un poco de ella para mirarla y, al ver la sonrisa que Alex
le dedicaba, volvió a apoderarse de su boca para besarla de manera
descontrolada.
—Esta vez no. Esta noche es para ti —dijo él deslizándose hasta sus
piernas para sacarle el pantalón.
Desde luego, Alex sabía lo paciente que había sido Ash. Se había
tomado su tiempo para explorar su cuerpo lentamente, sin saltarse ni un
centímetro de su piel. Sus caricias la habían hecho casi gritar para que la
penetrara de una vez. Pero él había seguido en sus trece. Sin duda, su
marido sabía lo que hacía.
—Supongo que sí. Y necesitaremos unos cuantos para llenar esta casa.
—Vale.
—Sí.
Alex colocó las manos sobre el pecho de él y ascendió hasta casi tener
el miembro fuera. Luego volvió a bajar lentamente. Lo repitió una y otra
vez.
—Me encanta tenerte dentro de mí, es como si me pertenecieras.
—Por favor…
Ash deslizó la mano hasta el sexo de ella y pasó los dedos por su
humedad antes de llegar al clítoris.
—Sí.
—Gracias.
—He estado excitado desde que me has dicho que querías intentarlo de
nuevo. Ha sigo genial. Y te aseguro que no he disfrutado tanto en mi vida.
—Buena idea.
—Pues tengo que decirte que yo estoy ansiosa por aprender todo lo
que quieras enseñarme. Voy a ser una buena alumna.
Ash abrió el grifo de la ducha. Alex se sujetó el pelo con una pinza
para no mojárselo y miró a su marido.
Dios mío, este hombre está para comérselo, pensó sin apartar la vista
de él. Tenía la piel bronceada y brillante a causa de las gotas de agua que lo
salpicaban.
—Es la primera vez que voy a ducharme con un hombre —dijo ella
entrando en el amplio plato de ducha.
—Me alegro.
—No sabes cuánto me gusta estar dentro de ti. Llevo meses pensando
en esto.
Ash sabía que estaba siendo brusco, pero no podía hacer nada por
controlarse mientras su boca devoraba todo lo que tenía a su alcance.
—Lo haremos todas las veces que queramos o que podamos —dijo él
sonriendo y besándola en la frente.
—A mí también, cielo.
—Contigo siempre haré el amor. Siento mucho haber sido tan brusco.
Quería ser delicado, pero…
—Sí.
—¿Qué te ha dicho?
—Ah.
—Quiero que disfrutes en todas las posturas y que no haya ningún tipo
de restricción entre nosotros. Pero seguiremos haciéndolo con la luz
encendida.
Ash la penetró con una suave embestida y Alex levantó las caderas con
un gemido. Él se detuvo durante unos segundos para que ella se
acostumbrara a la invasión en esa postura diferente, y luego empezó a
moverse.
Ash impuso un ritmo lento y con cada embestida hacía que los
músculos de Alex se tensaran de placer y que su cuerpo se relajara. Salía y
entraba en ella con acometidas suaves y en cada penetración se introducía
un poco más, hasta que llegó al fondo.
A Alex le gustaba escuchar los sonidos que él hacía cada vez que
invadía su cuerpo, esas palabras sin sentido, esos suaves gruñidos y la
respiración entrecortada. Le gustaba sentir la fuerza con la que la sujetaba
mientras la penetraba. Le gustaba sentir cómo se deslizaba en su interior a
través de la carne resbaladiza.
—Estoy muerto.
Ash sonrió. Alex no podía creer que ese hombre, con ese físico,
hubiera estado temblando entre sus brazos.
—Bajaré en un minuto.
—Hola, papá.
—Me alegro mucho. No hace falta que vayas a la oficina mientras que
tu marido esté aquí.
—Como quieras.
—Además, Ash me dijo anoche que iría a trabajar por las mañanas a tu
obra. Pasaremos juntos las tardes.
—Y las noches.
—Se me hace raro estar aquí, a solas contigo —dijo Alex mientras
cenaban.
—Ya era hora de que saliéramos solos. Desde nuestro viaje a Nueva
York no hemos estado a solas ni una sola vez.
—Podría decirse que esto es como una cita —dijo ella sonriendo—.
Nunca he tenido una cita, esta es la primera vez.
—Adelante.
—Está ahorrando para comprar una casa. Por lo visto habló con
Neithan y él le dijo que cuando tuviera dinero para comprar una pequeña
parcela de tierra, él le construiría la casa en sus ratos libres.
—Tienes razón.
—¿Quieres que vayamos a algún sitio a tomar una copa? —preguntó
Ash cuando tomaban el postre.
—Eres la cosa más bonita que he visto en mi vida, te mire por donde te
mire.
—Vale.
—Si superamos esto esta noche, todo habrá acabado y tus problemas
habrán quedado en el pasado. ¿Estás conmigo?
Ash volvió a besarla. Luego le abrió las piernas y se colocó entre ellas.
Se fue introduciendo en ella lentamente, teniendo presente que debía ir con
cuidado.
—Me alegro.
—Me gusta follarte sin condón. Estás tan caliente, tan suave y tan
deliciosa… ¡Joder! Estás buena de cojones.
—Tú también.
—Ash…
Alex se sintió devastada cuando él la penetró una última vez con una
poderosa embestida que los lanzó a ambos a un clímax cegador que les hizo
perder el aliento. Y él se dejó llevar, besándola mientras se derramaba en su
interior, olvidándose de todo, entregándole su cuerpo y su alma y
marcándola como suya.
Ash se derrumbó sobre ella aturdido y dejó que el poder del clímax los
consumiera a los dos.
No sabía la razón, pero todo parecía nuevo para él. Era como si Alex
fuera la primera mujer con la que había estado.
Cuando Alex abrió los ojos para mirarlo, el corazón de Ash se detuvo
por un instante, al ver que la mirada de ella iluminaba, incluso, el interior de
su alma.
Ash sonrió al pensar que su mujer era una inexperta. Pero poco
después pensó que tal vez estuviera equivocado, porque lo estaba haciendo
gemir. Y cuando ella se metió el miembro en la boca, sujetó con fuerza la
sábana. Una excitación desenfrenada le recorrió el cuerpo. La traviesa boca
de su esposa estaba experimentando con su verga y sus testículos mientras
los mechones de su cabello rozaban sus muslos y su abdomen,
provocándole un placer que apenas podía contener. Ash le acarició el pelo.
—¿Tú crees?
—Sólo nos falta hacerlo con la luz apagada. Aunque, de todas formas,
eso no es algo que me preocupe porque yo prefiero hacerlo con la luz
encendida. Pero estoy seguro de que todo ha terminado.
—Cariño, fuiste tú quien dijo que quería que nos separásemos, pero yo
nunca estuve de acuerdo. ¿Acaso quieres que me marche?
—¡No!
—¿No tienes nada mejor que hacer que venir a molestar? Anoche me
acosté tarde.
—Estoy genial.
—¿Siempre tienes que ser tan cariñoso con mi mujer? —dijo Ash
cuando entró en la estancia al verlos abrazados.
—¿Una proposición?
—¿Hablas en serio?
—De acuerdo, aunque esto será algo provisional. Tan pronto ahorre
para comprar algo me marcharé. Pero siempre podréis contar conmigo para
que me quede con vuestra hija, esté donde esté.
—Es lo que hay, cielo. Pero sabes, no tardaré mucho en dejarlo y, por
lo que me dijo Red, él tampoco.
—¿A nuestra luna de miel? Por supuesto que no —dijo Ash—. Ella se
quedará contigo. Y no te quejes porque tendrás aquí a Christine.
El lunes por la tarde les llevaron los materiales para la obra que iban a
hacer en la segunda planta y que sería la vivienda de Christine y su hijo.
El fin de semana los cuatro chicos fueron a trabajar, sin cobrar, para
ayudar en la casa de Christine.
Ellas dos pintaron las paredes. Y Christine hizo las cortinas. Y una
semana después ya tenía colocado todo en su sitio.
—Sí, sé que todo irá bien. Oye, se te da muy bien conducir por la
izquierda.
Los tíos de Alex los recibieron con mucha alegría. Como llegaron al
mediodía, comieron con ellos. Era un matrimonio muy agradable. Pasaron
toda la comida poniéndose al día sobre sus vidas.
—¿La casa está en condiciones para vivir o habrá que hacer algún
arreglo antes de instalarnos? —preguntó Alex.
—Estupendo.
—Nosotros vivimos muy lejos de aquí —dijo Ash—. John, ¿crees que
podrás seguir ocupándote de la casa como hasta ahora?
—No me esperaba que la casa fuera así —dijo Ash mientras sacaba el
equipaje del maletero—. Lo cierto es que estaba algo preocupado por si
teníamos que ir a un hotel.
—Buena idea. Tu tío john ha dicho que nos acerquemos a ver los
acantilados, dice que son espectaculares.
—Dios —dijo ella cuando entró en la casa—. No puedo creer que mis
abuelos vivieran aquí hace tantos años. Los muebles son muy sencillos.
Ash subió las maletas a la planta superior y entre los dos colocaron la
ropa en su sitio.
—Estamos frente al mar, se puede ver desde aquí —dijo ella mirando
por la ventana—. La cama no es muy grande.
—Nos apañaremos.
—No hace falta. Vamos a pasar unos días estupendos —dijo Ash—.
No hemos hablado de ello, pero si has cambiado de idea respecto a lo de
tener niños, tendremos que ir a la farmacia, porque no he traído condones.
—No te preocupes por eso.
—¿Qué?
—Que...
—Sí.
—Voy a cambiarme.
—Es una buena idea, aunque no será rentable mantenerla. Pero, como
bien has dicho, no tenemos problemas de dinero
—Completamente.
—¿Pretendes pervertirme?
—Por supuesto.
—A mí también.
—Sí, eso es lo mejor de nuestra relación —dijo ella con una sonrisa
traviesa.
—Yo tampoco lo sabía, pero cuando te vi por primera vez supe que
eras el hombre de mi vida y cuando te marchaste, después de que vieras a
Dawn y supe que no volvería a verte, casi me da algo.
—Pues bendita sea esa oscuridad. Porque sabes, cielo, tú eres lo mejor
que me ha pasado en la vida.
Epílogo
Ash y Alex volvieron a casa a mediados de septiembre. Y dos días
después Ash tuvo que presentarse en la base.
Alex dio a luz a una preciosa niña el 18 de abril del siguiente año.
Todos estaban locos con el bebé, sobre todo su hermanita, que dijo que
sabía que iba a tener una hermana porque se lo había pedido a Santa las
navidades pasadas y también las anteriores.
Y entre Red y Christine surgió algo, tal vez por vivir en la misma casa,
o porque el destino lo tenía previsto.
Y como Alex había temido cuando fue a Irlanda por primera vez,
Neithan conoció a una irlandesa, a la que vio varias veces mientras
estuvieron de vacaciones, e incluso la había llevado a cenar a casa para que
conociera a su familia.
La relación con sus amigos se había afianzado con el paso del tiempo y
Mark y Ed pasaron a ser casi de la familia.
Ash y Alex habían formado una gran familia con Ed y su novia, con
Jake y la chica con la que salía, con Red y Christine, con Dani e, incluso
con el hermano de esta, que se había unido al grupo. Y por supuesto, con la
cuadrilla de Neithan.
Las cosas entre Red y Christine iban sobre ruedas. Desde hacía unos
meses vivían juntos en la casa que Neithan les había construído, y había
quedado preciosa. De momento no se habían planteado casarse, hasta que
por un descuido, ella se quedó embarazada y decidieron hacerlo.
Alex y Ash daban gracias por lo bien que se estaba portando la vida
con ellos. Después de todo lo que habían pasado, habían sido
recompensados, por un simple anuncio en un periódico.