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que el olvido

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Ediciones Nueva Visión
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Código Nº 1954 DIAGONAI


Conueción DIAGONAL Yosef H. Yerushalmi, Nicole Loraux,
DiriGiDA POR ANIBALV, CGHACONE
Hans Mommsen, Jean-Claude Milner,
Gianni Vattimo

USOS DEL OLVIDO


CoMUNICACIONES AL COLOQUIO
DE ROYAUMONT

Prólogo de Eduardo Rabossi

Ediciones Nueva Visión


Buenos Aires
lo los especialistas se regodeen con ellos; que los ejemplares jamás
leídos ocupen, hasta donde se pueda, los anaqueles de innúmeras DE LA AMNISTIA Y SU CONTRARIO
bibliotecas, de modo que si algunos desapareciesen o fuesen reti-
rados, queden siempre otros; de modo que quienes lo necesiten en- Nicole Loraux
cuentren que tal o cual personaje ha existido de veras, que tales o
cuales acontecimientos sucedieron realmente, que tal o cual inter-
pretación no era la única. De modo que quienes establecerán qui-
zás un día una nueva halakhah, puedan pasar las cosas por el tamiz
Y recuperar lo que busquen.
Poco tiempo antes de dejar Nueva York, mi amigo Pierre Bim-
baum me hizo llegar un sondeo publicado por el diario Le Monde
sobre la necesidadd o no de que se juzgara a Klaus Barbie.'º La pre-
gunta principal estaba formulada así:

«De las dos palabras siguientes, olvido o justicia, cuál es la que me-
Jor caracteriza su actitud frente a los acontecimientos de este perío-
do de la guerra y de la Ocupación?
Bajo la rúbrica “Usos del olvido”, querría hablar de la amnistia.
éHabrán revelado los periodistas, como al pasar, algo cuya im-
Pero ya se dió el paso que de la memoria expurgada concluyó en
portancia no habrían calibrado del todo”? ; Es posible que el antóni- clolvido: tanto —amnistía, amnesia— se impone el enlace, seduc-
mo de “el olvido” no sea “la memoria” sino (a justicia?
tor como una ctimología, evidente como una asonancia, necesario,
He escrito mis reflexiones, sefioras y sefiores, de un tirón y en so- parece (o al menos, se piensa, cuando por principio uno no se ffa ni
ledad. Tal vez estén demasiado alejadas de la idea que los organi- det olvido ni de la amnistía). Podría ser no obstante que el olvido
zadores se habfan hcho de este coloquio. Si éste es el caso, que pa-
cesté demasiado rápidamente ahí o demasiado ahí cuando, bajo es-
se entonces ya mismo entre ustedes el Angel del olvido. te nombre, se pretende designar la sombra proyectada de lo políti-
co sobre la memoria. ; Acaso enta amnistia, obliteración institucio-
nal de esos palmos dela historia cívica de los quela ciudad teme que
la duración resulte impotente para constituir pasado, puede verse
realmente algo así como una estrategia del olvido? Sería preciso en-
tonces que se pudiese olvidar por decreto. Pero en sf, este simple
enunciado tiene muy poco sentido.
Hay otras aporías, además. Siclolvido no es ausencia irremedia-
ble sino, como en la hipótesis freudiana, presencia meramente au-
sentada de sí misma, superficie oscurecida cobijando lo que sólo es-
taba reprimido, paradójica sería, con seguridad, la intención de la
amnistía. Además, si se toman las frases al pie de la letra, ; qué quie-
re pues una amnistia, en su voluntad proclamada? ;Un borramien-
LO sin retorno y sin huella? ;La marca groseramente cicatrizada de
una amputación, por este hecho para siempre memorable con tal de
que su objeto esté irremediable perdido? ;,O el acondicionamiento
'º Le Monde. Sábado 2 de mayo de 1987, p. 9. de un tiempo para cl duclo y la (re)construcción de la historia?

26 27
Habría que decidir. Por el momento me abstengo y propongo un

|
Habiendo hecho representar Frínico una tragedia, La toma de Mile-
rodeo, cosa de tomar cierta distancia. ; Qué sucedió con la amnis- to, que él había compuesto, el teatro (entero) prorrumpió en lágri-
tía considerada en ese tiempo antiguo en que lo que Ilamamos así mas; en cuanto a él, le infligieron una multa de mil dracmas por ha-
no tenfa nombre (aunque con este fin estuviese disponible la pala- ber(les) recordado desgracias que les concernían sólo a ellos (hôs
bra amnestia) pero tomaba de dos maneras la forma sintáctica de un anamnésanta oikéia kaká) y ordenaron que en lo sucesivo nadie
enunciado sumamente obligatorio? Otra manera de decir que el ro- (mêkéti medéna) volviera a hacer uso de esta tragedia (VI, 21).
deo será griego, más precisamente ateniense, y que cl doble enun-
Sin duda, mediante este muy oficial decreto de la asamblea del
ciado empalma una prescripción (prohibición de recordar las des-
gracias) con la prestación de un juramento (no recordaré las des- pueblo los atenienses sólo se propenfan prohibir para el futuro to-
da representación de La toma de Mileto, entregando irreversible-
gracias).
mente al olvido la tragedia de Frínico. Pero se acreditará de buen
Prohibición de recordar, no recordaré. Dos veces, en Atenas es
cuestión de memoria. Una memoria rechazada, pero memoria al grado a esta decisión un muy distinto alcance, eminentemente pa-
fin. ;Perderemos de vista al olvido? Por un momento, el redco es radigmático en cuanto a la condición ateniense de la memoria cívi-
ca, en cuanto a la definición ateniense de lo trágico. Castigado con
éste. El tiempo de poner a distancia lo que entendemos con esa pa-
una pesada multa y apartado del escenario por haber introducido en
labra para construir mejor su noción griega: más amenazante, más
clitcatro de Atenas una acción (drâma) que, para los atenienses, no
arcaica y como originaria por esconderse y ponerse a cubierto de su
es sino sufrimiento (páthos)! y asunto de familia —la familia jóni-
contraria, ésta no aparecerá más que bajo una negación (pero de una ca, esa familia que es la ciudad, en una palabra la identidad cívica,
manera muy distinta que la memoria cn Atenas). Lo cual promete
ese sí mismo colectivo que se define por la esfera de lo propio (oi-
un lento desciframiento en el corazón de enunciados prohibidos
keton)-—, al convocar a sus conciudadanos a la memoria de sus
que, en una operación muy griega, disimula la referencia a la me-
“propios males” el primero de los grandes trágicos los despierta,
moria.
por lo que quiero considerar como la primera vez, a la conciencia
Una prohibición, algo prohibido. Como es evidente entre los dos
de los peligros de la rememoración cuando su objeto es fuente de
registros la disonancia es esencial y más valdría no reducirla.
duclo para el sí mismo cívico.
Comienza una larga historia, la de la práctica ateniense de la me-
moria, la de la tragedia también, que se imaginará marcada para
siempre por esta decisión inicial. El pueblo ateniense hizo saber que
DOS PROHIBICIONES DE MEMORIA EN ATENAS
no soportaba que se le presentara en escena lo que lo afectaba do-
lorosamente: los trágicos entenderán ta lección y sabrán evitar los
Dos prohibiciones de recordar(se) en la Atenas del siglo v antes de
argumentos demasiado actuales, a menos que ese presente sca due-
nuestra cera. Una bien al comienzo del siglo y la otra bien al final.
Heródoto, en su oportunidad, se convirtió en historiador de la
lo para los otros, un duelo infatigablemente convertido, como en
Los persas, en himno a la gloria de Atenas.? De estanecesaria inac-
primera. Al narrar el alzamiento de Jonia en 494 y cl modo en que
los persas aplastaron la revuelta apoderándose de Mileto, a la que
! Extraigo páthos, padecer, de la forma pathofsi que, a propósito de los mile-
despoblaron y cuyos santuarios quemaron, Heródoto se demora en sios, abre el capítulo 21 dellibro VL Identificados con los milesios —cosa que tra-
lo que, frente a este acontecimiento, fue la reacción de dos pucbios duce el empleo de oikéion—, los atenienses no ven más que páthos de sí mismos
de la familia jónica. Privados poco tiempo antes de su patria, hecho enlo que, sin embargo, es una acción dramática,
por el que los milesios levaron luto riguroso, como conviene à pa- 2 Acerca del relato de Heródoto, v éanse las observaciones de S. Mazzarino (que
traduce oikéia por “propios”) en !! Pensiero Storico classico, L. 1, Bari, Laterza,
rtentes 6 huéspedes, los habitantes de Síbaris no pagaron a los de 1983 (22 ed.), pp. 1907-108. Sobre oikeios, véase “Oikeios polemos: la guerra ne-
Mileto con la misma moncda. En cambio, los atenienses habrían Ha famigha”, Studi siorici, Nº 28, 1987, pp. 5-35, así como “La main d' Antigone”,
manifestado una aflicción extrema, por no decir excesiva. Y ocu- Métis, Nº 1, 1986, pp. 165-196.
rrió sobre todo que: * Esquilo, Los persas, 284-285, 287, 824 (así como Heródoto, V, 105). Junto
conS. Mazzarino (op. cit. pp. 107-108), sc apuntará que el Darío de Los persas no

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tualidad tal vez se seguirá para el género trágico una elección tan tá prohibido recordar las desgracias”; el juramento compromete a
importante como la «- la ficción;* digamos, para abreviar, del todos los atenienses, demócratas, oligarcas consecuentes y gentes
muúthos. Aun es preciso observar que cuando el múthos tenga su lu- “tranquilas” que permanecieron en la ciudad durante la dictadura,
gar en Atenas, la tragedia estará tendencialmente dotada, como en pero los compromete a uno por uno: ou mnesikakéso, “no recorda-
los dramas atenienses de Eurípides, de un final “positivo”; de este ré las desgracias”.
modo, las “verdaderas” tragedias, donde el drâma es al mismo Recordar las desgracias —ese sintagma que el verbo compues-
tiempo páthos, tendrán su sitio fuera de la ciudad y, en el siglo Iv, to mnesikakein expresa formulariamente en Atenas así como en
Isócrates se complace en formular la ley que quiere que, en gu tea- otras ciudades-— ; qué quicre decir? Una vez admitido que bajo la
tro, Atenas se ofrezca la representación de los crímenes original- apelación de kaká, las desgracias, los griegos designan lo que no-
mente atribuídos a las “otras ciudades” (Panatenaico, 121-123)5 sotros Ilamamos más gustosamente, de manera eufemística, los
Fue así que a comienzos del siglo v Atenas se embarcó en una “acontecimientos” —el desorden en la ciudad—, a lo que hay que
práctica muy vigilada de la memoria cívica. prestar atención es a mnesi, forma desarrollada del radical griego de
la memoria, Si juzgamos por los empleos de mnesikakein, se tra-
La segunda prohibición, de fines del siglo, apunta a cerrar el pa- taría menos de volver a meter en la memoria, como Frínico cuan-
so a cualquier rememoración de “desgracias” que, esta vez, afecta- do provocaba una anamnesis (anmnésania) en los atenienses, que
ron directamente al sí mismo de la ciudad, desgarrado desde den- de recordar contra. Actuando la anamnesis (sobre) los ciudadanos
tro porta guerra civil. Después de la derrota militar de Atenas y de de Atenas, cl verbo regía un doble objeto en acusativo —cl conte-
la sangrienta oligarquia de los Treinta, la prohibición de “recordar nido de la recordación, cl asunio traído a la memoria—; en cambio,
las desgracias” sella, en 403, la reconciliación democrática. Llama- al regir muchas veces un dativo de hostilidad, mnesikakefn implica
mos a esto amnistía modelo, paradigma de todas aquellas que co- que se esgrime la memoria ofensivamente, que uno la toma con
nocerá la historia occidental— y ya Plutarco empleaba este térmi- alguien o lo trata con severidad; en síntesis, que se venga. Así, des-
no cuando, consciente de la profunda afinidad de los dos gestos, de cl comienzo hasta el final del siglo, la recordación de las
asociaba “el decreto de amnislfa” (tô pséphisma tô tês amnesttas) desgracias, de neutra que era (supongamos) antes de Frínico, pasó
con la multa impuesta a Frínico.” a ser acto de vindicta. Mnesikakein: se dice, en Platón, del partido
En 403 antes de nuestra era los demócratas, ayer hostigados, vencedor en el combate que ejerce represalias en forma de destier-
ahora de regreso cn Atenas como vencedores, proclaman la recon- ros o degiiellos,” pero más específicamente, y a propósito de la Ate-
ciliación general recurriendo a un decreto y a la prestación de un ju- nas posterior al 403 A.€C., designa, tanto en Aristóteles como en los
ramento. El decreto proclama la prohibición: mé mnesikakein, “es- discursos judiciales, el acto —considerado al mismo tiempo como
explicable c ilegítimo, y cuya responsabilidad toca regularmente a
los demócratas— de intentar un proceso por hechos de guerra
recuerda evidentemente la victoria lograda por él en Efeso sobre atenienses y jó-
nicos.
civil?
4 5 E
Esta es la lectura de J.-P. Vernant, “Le sujet tragique: historicité et transhis-
toricité”,en J.-P. Vernanty P. Vidal-Naquet, Mythe et tragédie, t. II, Paris, La Dé-
converte, 1986, pp. 86-87. 7? Carta VIH, 336 e-337a; adopto la traducción de Luc Brisson (Platon, Lettres,
Ê so : : Paris, Garnier-Flammarion, 1987), que da cuenta de la construcción de la frase
Tragedias atenienses: es el caso, aun reconociendo su ambigiiedad, de Eurí-
pides (on, Las suplicantes, Los Heráclidas), así como en Las Euménides de Es- agrupando kratésantes mákhais.
quilo. Como me hace notar Renate Schlesier, es innegable que, sin embargo, Ate- “ Véanse por ejemplo Aristóteles, Constitución de Atenas, 40, 2; Isócrates Con-
nas pueda ser cuestionada por lo que sucede en lo de “los otros”; pero lo es indi- ira Calímaco, 23 (y 2, donde dikázesthai pará tos hórkous es el equivalente
rectamente, por ejemplo, a través de la oposición griegos/bárbaros en las tragedias estricto de mnesikakein), Lisias, Contra Nicómaco,9,y Andócides, Misterios, 104.
del ciclo troyano en Eurípides. lHegitimidad: la acción de inadmisibilidad evocada en el Contra Calímaco, 2, im-
S Precepios
Prece ii
políticos, ,
814 b-c, Apúntese que este texto, consagrado alo que hay tenta prevenir la existencia misma de tales procesos, y, como me hace notar Yan
que recordar del pasado para ofrecerlo a la imaginación, no retiene explícitamen- Thomas, al igual que la actual cuestión prejudicial, ella pone cerrojos a todo el sis-
te como objeto de memoria más que los actos que inducen el olvido. tema ateniense contra la memoria.

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Me mnesikaketn: manera de proclamar que, para los actos sedi- gesto à la vez institucional y muy material. Nada más oficial que
ciosos, hay prescripción. Con la mira de restituir una continuidad una borradura; se borra un nombre de una lista (los Treinta, en su
que nada habría lesionado, como si nada hubiese ocurrido. Conti- caso, no se privaban de ello), se borra un decreto, una ley que se ha
nuidad de la ciudad, simbolizada por el aeí (siempre, es decir cada vuelto caduca (para prohibir de la memoria los hechos de stásis la
vez) de la rotación de cargos, más allá de la oposición entre la de- democracia restaurada debió recurrir más de una vez a esta prácti-
moecracia y la oligarquia: símbolo de esta continuidad es por ejem- ca): así las substracciones respondían a las substracciones. Pero
plo el magistrado Rhinon, que asumió su cargo bajo la oligarquia también: en la borradura, hasta ahí, nada que no fuese muy mate-
y, sin la menor dificultad, rindió sus cuentas ante la asamblea de- rial. Borrar es destruir por sobrecarga: sobre la tablilla oficial blan-
mocrática (Aristóteles, Constitución de Atenas, 38, 4); y sabemos queada a la cal se vuelve a pasar otra capa de cal y, una vez tapa-
que la cláusula que exceptuaba a los Treinta de la amnistía cafa por das las língas condenadas a desaparecer, ahí está listo el espacio pa-
su propio peso con respecto a aquellos que se estimaban suficien- ra un nuevo texto; de la misma manera, sobre tal piedra escrita se
temente irreprochables como para exponerse a la mirada del pue- introduce una corrección con ayuda del color y del pincel, disimu-
blo. Pero también, todo a la vez y sin inquietarse por la contradic- lado la letra antigua bajo la nueva. ; Borrar? Nada más común, el
ción, continuidad de la democracia del siglo Y con la que siguió a “venga lo que venga” de la vida política. No es que, aquí y allá, exa-
la reconciliación, continuidad ciertamente más difícil de pensar a fefphein no sehaga metafórico. Entonces se dibuja la imagen de una
menos que sc considere la llaga abierta de la dictadura como un pa- escritura complementamente interior, trazada en la memoria o en
réntesis; bastaba entonces con expurgar este paréntesis oligárqui- elespíritu, y con ello susceptible, como toda inscripción, de ser bo-
co, ya queno de la “tiranta” (cuidadosamente mantenida por el con- rrada, ya se trate de una borradura benéfica cuando el pensamien-
trario a título de anomalía, cómoda contraposición ofrecida a todas to, en su progreso, se desembaraza de opiniones erróncas (Platón,
las indignaciones retóricas), al menos de la guerra civil en su rea- Teéteto, 187 b), ya sea nefasta, cuando se trata de esquivar un due-
lidad. Que la operación haya sido benéfica es otro asunto; al adver- lo todopoderoso (Eurípides, Hécuba, 590). Ahora bien, es la carac-
tir todo lo que opone la democracia “restaurada” pero edulcorada tcrística de la reconciliación de 403 el que la memoria política se ha-
que siguió a 403, a la de antes de 405, de buena gana se apostaría ya expresado entonces en un registro que pertenece a la vez alo sim-
a que ninguna operación de memoria logró cerrar la llaga: tan pro- bólico y a la material; ni solamente uno, ni solamente otro, y los dos
fundo era el tajo introducido en la ciudad por el conflicto. simultánçamente. Pues la borradura obra entonces sobre los dos
Ahora bien, de lo que conviene, con cada evocación del pasado, cuadros: la borradura de ciertos decretos tuvo realmente lugar (An-
expurgar a la historia de Atenas, es precisamente dei conflicto (de dócides, Misterios, 76), pero cuando Aristóteles afirma que los ate-
la división), “despreocupándose de los acontecimientos anterio- nienses hicicron bien “al borrar las quejas (tás aitías, las causas de
res” (Andócides, Misterios, 81). Se lo sustrae pues, o incluso —es proceso) referidas al período anterior” (Constitución de Atenas, 40,
menos visible— se lo borra, y es con la misma borradura, repetida 3), esta borradura, completamente preventiva, no tiene otro objeto
una y otra vez, como se descuenta el beneficio del olvido.” que la prohibición de mnesikaketn, no tiene otra mira que evilarlos
Aquí se impone una precisión: cuando hablo de borradura no procesos futuros, no tiene otra efectividad que la de un acto de ha-
pretendo echar mano a una metáfora gastada, cara a nuestro idio- bla como el juramente. De donde resulta que los atenienses estable-
ma contemporáneo, sino hablar griego, en este caso ateniense. Pues cían una estrecha relación de equivalencia entre prohibir en la me-
en la temática griega de la escritura como instrumento privilegia- moria y Dorrar.!º
do de la política, el acto de borrar (exaleiphein) es primeramente un Avancemos un paso: que como contrapartida haya habido de-
mócratas que pretendieron a su vez borrar —simbólica y quizás
institucionalmente— los acuerdos entre ciudadanos de los dos ban-
9 Ciertos oradores demócratas hablan efectivamente del olvido, pero como si «dos, eg un hecho que pocas fuentes atestiguan, pues muy raros fue-
se tratase de una falta: véase Lisias, Contra Eratóstenes, 85 (“ellos os creen muy
olvidadizo”); véase también Contra una proposición orientada a destruir el go- , 79.
bierno tradicional, 2. 18 Acerca de la asociación de estos dos gestos, véase Andócides, Misteriaos
bo
oa
ron sin duda los demócratas que osaron expresarse en
tal sentido, tado con propia mano, y todo se presenta como si no lo hubiese he-
Pero los hubo, con toda seguridad, que descaron
“recordar las des- cho ninguno), para atenerse a la otra noción, tranquilizadora, de
gracias” o, más exactamente —en este punto Aristó
teles es claro— ciudadanos “tranquilos”. Y en los juícios lo que sucede es que ban-
hubo al menos uno, entre los que habfan “vuelto”,
que comenzó a dadas de kósmioi, partidarios del orden que nada tienen que repro-
mnesikakein; entonces el moderado Arquino, tambi
én él vuelto a charse protestan su inocencia... Así, al final del proceso quedará
Atenas con el dêmos y aureolado por este prestigio,
lo arrastró an- restaurada la ciudad una e indivisible de los elogios oficiales de
te cl Consejo y lo hizo condenar a muerte sin Juício
. Ya sea que la Atenas.
historia de este demócrata desconocido, conde
nado al anenimato He hablado de apuesta política. Si yo fuera aristotélica, tendría
por haber manifestado una aficción intempestiva
por la memoria, que haber dicho que la apucsta era /a política misma, Veamos sino
sea histórica o que sirva de aftion ala ley del propio
Arquino que a Aristóteles, a propósito de Arquino: “Actúa como buen político”
reglamentó las modalidades de la acusación después
de 403,2 la (politeúsasthai kalôs); y, a propósito de los demócratas atenienses:
Iccción es clara; el hombre político moderado consti
tuyó un ejem- “Bien parece que han usado de sus desgracias pasadas de la mane-
plo (parádeigma), y cuando el promotor de memor
ia fue muerto, ra más bella y más política” (kállista kal politikótata). Pero ya Isó-
“nadie recordó ya las desgracias” (Constitución
de Atenas, 40, 2). crates daba la clave de la cperación: “Puesto que nos hemos inter-
Una víctima expiatoria para el recuerdo; después
de ella, la multa cambiado prendas [...], nos gobernamos de manera tan bella y tan
es suficientemente disuasiva.
Si fue precisa al menos una ejecución, cllo se debió colectiva (hoúto kalôs kai koinôs politenómetha) que parece que no
a que, orde- nos hubiera ocurtido ninguna desgracia."* Está todo dicho: la po-
nando todo el proceso, la apuesta política era impor
tante: se trata- lítica es hacer como si nada hubiera pasado. Como si nada se hubje-
ba de restablecer el intercambio —los atenienses
decían “la recon- ra producido. Ni el conflicto, ni el asesinato, ni el resentimiento (o
ciliación” (diallagé) o “la concordia” (homónoia)—
entre ciudada- cl rencor).
nos que, unos meses antes, se habían enfrentado,
ejército contra La política, pues, comenzaría donde cesa la venganza. Asíenla
ejército. Con este fin y para disculpar a los que no
habían vencido, línca de Isócrates y Aristóteles, Plutarco alabará a Poseidón, que as-
importaba aislar a los culpables: los Treinta, por
supuesto, que de piró al título de amo de Atenas pero fue vencido por Atenea, por no
hecho ocupaban ya esta posición, designados numér
icamente co- haber tenido resentimiento (aménitos), es decir, por haber sido
mo lo están a menudo los colegios de magistrado
s en Grecia, más “más político” (politikóteros) que Trasíbulo, jefe de los demócra-
láciles así de contar y, por afiadidura, manifiesta
mente promotores tas vueltos a la ciudad, a quien su victoria permitía una fácil gene-.,
del conílicto. Cierta cláusula del acuerdo —a la que
se agregó, co- rosidad. Y el mismo Plutarco agregará que los atenienses tomaron
mo hemos visto, una restricción nada superílua—
hacía sólo con- doble nota de esta clemencia divina: substrayendo del calendario el
traellos" una excepción a la prohibición de mnesi
kaketa. Fi jada así día aniversario del conflicto, de funesta memoria para el dios, y cle-
la responsabilidad por la sangre vertida, todos los
otros atenienses vando en el Erecteo un altar a Leteo, el Olvido.!º Una operación
quedarían consagrados a reconciliarse. Lo cual permit
iría no tener negativa-—la substracción— y la instalación del olvido enla Acró-
que pensar siquicra la noción de hombres de armas
tomar (Los de- polis (eso mismo que los atenienses denominan gustosos “la Ciu-
latores al servicio de los tiranos quedan blanqueados
si no han ma- dad”), en lo más profundo del templo de Atenea Poliade: borra
tmiento del conflicto, promoción de iéthe como fundamento de la
" Sólo Isócrates, Contra Calímaco, 26: “Os irritáis contra
que borrar (exaleiphein) los acuerdos.”
los que dicen quehay vida enla ciudad. Y Plutarco dará todavía como definición del po-
12 Vêase Isócrates, Contra Calímaco, 2-3. Aítion:
el desventurado demócrata
fue sin duda el primero (érxato) en mnesikakein, más
bien que el que “comenzé a”
(Mathieu, Collection des Universités de France). 1“ Aristóteles, Constitución de Atenas, 40, 2 y 3 (dende se verá que los atenien-
13 Y algunos otros cuerpos oligárquicos: véanse Aristót “s “usan" de sus desgracias así como, en Heródoto, prohibían a todo el
eles, Constitución de mundo
Atenas, 39, 6, y Andócides, Misterios, 90. Sobre el uso “usar” de la tragedia de Frínico); Isócrates, Contra Calímaco, 46.
que hacen de ello
los ciu-
dadanos acusados de intrigas antidemocráticas, “Plutarco, Charias à la mese 9, 6 (en Moralia, 741 b): Del amor fraterno, 18
véase Lisias, XXV, 5, 16, 18.
Moratia, 489 Budh.
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x

jd)
in
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lítico (politikón) el hecho de que quita —y ésta


es la substracción una construcción imaginaria? Ahora bien, ocurre que la construc-
esencial— al odio su carácter etemo (10 aídion
).'6 ción es griega de arriba abajo, la comunidad conflictiva así edifi-
Todos estos son, ciertamente, asuntos atenienses.
Pero ;cómo cada parece no haberlo sido sino como la ficción de un origen
tenerlos a distancia hasta final? He resistido al
demonio de la analo- siempre ya superado: al comienzo, el conflicto; entonces vino la pó-
gia que me sugirió más de una vez, no sin sentid
o dela oportunidad, lis... X, sin fin, la amnistfa reinstauraría la ciudad contra las desgra-
cierto paralelo conla Francia liberada y los debates
que tuvieron lu- cias recientes, se dice. O más bien: contra el mithos del origen.
gar entre 1945 y 1953 acerca de la legitimida
d de la depuración, Decididamente, no vamos a salir de aquí. Más vale retomar las
cierta comparación con las represiones y olvides
de los que, en lo cosas en la vertiente del olvido y de lo que, en Grecia, lo convierte
referido a la Francia de Vichy, querríamos estar
seguros de que han ch una apuesta crucial,
quedado realmente atrás.!” Pero no me resisto,
à guisa de contra-
punto casi contemporáneo, a citar cierta conve
rsación del 24 de
Julio de 1902 apuntada por Jules Isaac:
OLVIDAR EL NO-OLVIDO
Péguy me dijo que la tolerancia conduce al envil
ecimiento, que es
preciso odiar. Yo le pregunté: “—; Pero, qué es Abramos la estrategia de memoria ateniense a algunos de sus ho-
el odio?-— La no-
amnistia,"18 mólogos más gencralmente griegos. Desde este momento será
cuestión de olvido, abiertamente.
En 1900, el caso Dreyfus conoció un primer giro La cosa empieza con el epílogo de La Odisea. Ante el anuncio
decisivo conla
votación de la amnistía, pero, encolerizado,' del asesinato de los pretendientes, gran conmoción en la ciudad de
Péguy era de los que
no querían que se cerrara el incidente, porque Itaca. La muchedumbre se reúne en la agorá, echando chispas. Eu-
no había existido in-
cidente. Y agregaremos que, en 1902, Péguy, decid pites, padre de aquél Antínoo que había sido el primer blanço de
idamente poco
“político” en el sentimiento griego (gen el sentid Ulises, habla: álaston pénthos, el duelo inolvidable (el duelo que no
o duradero?) del
término, rompía con Jaurês... quiere olvidar) se ha apoderado de él, y él clama venganza contra
Cierro el paréntesis, pero formulo la pregunta los asesinos. Un sabio discurso de un sabio le responde, alegando
que siempre, co-
mo la más prohibida de las tentaciones, se reabre por los derechos del presente. Por más que la mayoría, sorda a los
: éy si la palabra
“político” luviese más de una acepción? O, más argumentos de Eupites el Persuasivo, se ponga de este (buen) lado,
precisamente, re-
curriendo a la distinción entre la política y el cl resto del pueblo corre a las armas. Ante la urgencia, concertación
político: ; que sería de
un político griego que no se construyera sobre el olvid de Zeus y Atenea: que las gentes de Itaca intercambien juramentos
o? Este po-
lítico que tomaría bien en cuenta la inevitabilidad y los dioses instituirán el olvido (éklesin théomen: XXIV, 485) del
del conflicto, que
admitiría que la ciudad está condenada, por defini crimen. La paz retornará. Por cl momento, lo que se emprende es
ción, a dividirse
en dos y no entre “tiranos” de un lado y atenienses cl combate: Eupites cae, y otros más de su tropa, Entonces Atenea
del otro, ese po-
lítico ala vez conflictivo y común,2º tiene otra detiene el brazo de Ulises (a su protegido: “Pon un término al con-
existencia que la de
'6 Plutarco, Solón, 21, 2.
flicto de la guerra demasiado pareja”). Se intercambian juramentos
“Véanse H. Rousso, “Vichy, le grand fossé”, Vingtiê solemnes. Fin de La Odisea.
me Siêcie, Nº 5, 1985 Pp. Como un eco, el voto de Alceo, poeta comprometido, el prime-
did, asf como Le Syndrome de Vichy, 1944-19
8..., Paris, Le Seuil, 1987.
J Isanc, Expériences de ma vie, LI, Péguy, Paris,
1963, p. 282. Sobre la “con-
ro en pronunciar en sus versos la palabra stásis: :
temporaneidad” del asunto Dreyfus, véase M. Winock
, “Les Affaires Dreyfus”,
Vingiiême Siêcie, Nº 5, 1985, pp. 1937. St podemos olvidar esta ira
. 19 Véase J.-M. Rey, Colêre de Péguy, Paris,
Hachette, col. “Textes du XXº (ek de khóto tôde lathoímetha).
siêcle”, 1987. Nos libraremos de la ruptura que roe los corazones
peçoWVéase71 caLei = qa gadivision”, + Le Cahier
"ahi du ollêge Y del combate intestino, que uno de los Olímpicos
internaltional
Collêpe interna i j
de phito-
Desencadenó.
(Fr. 70, ed. Campbell)

37
Ekléthomai en Aleco, éklesis en La Odisea: todo comienza por mo eminentemente ambiguo— “del relato”? y por las alegrías del
ltamados al olvido. Olvidar no sólo las maldades de los otros sino festín, pero con ello no deja de sustraer de la sociedad, por un tiem-
la propia cólera, para que se restablezca el lazo de la vida enla ciu- po, a quien la bebe. Tal es cl más agudo extremo que puede alcan-
dad. De ahí la pregunta: ;entre el voto arcaico de olvido y la inter- zar el olvido de los males, ese phármakon, contraveneno del dolor,
dicción ateniense de memoria, hay que suponer que se intercala al- pero veneno para la existencia humana por lo mismo que ésta es
go así como una historia? ; Qué habría pasado, del olvido reivindi- eminentemente contractual.
cado a la prescripción de no recordar? Puesto que, de nuevo, hay Entre la prohibición política —duradera— de perseguir una ven-
que dedicarse a construir historia, entre cl olvido de la ira y la re- ganza que dafia a la comunidad, y el encanto que súbita, pero mo-
cordación de las desgracias, propongo interponer la noción poéti- mentáneamente, disipa el duelo, la distancia es evidente. Cuando
ca de “olvido de los males”, presta juramento de no recordar las desgracias recientes, el ciuda-
Positivo” cuando lo vierten las Musas, hijas de Memoria —ellas dano de Atenas afirma que renuncia a ejercer toda vindicta y, co-
mismas definidas no obstante como Lesmostne kakôn, Olvido de locándose bajo la doble autoridad de la ciudad que decreta y de los
los Males (Hesíodo, Teogonia, 55)—, sería este olvido del presen- dioses que sancionan, no por ello deja de enunciar el dominio que,
te doloroso que aporta el canto del poeta al celebrar la gloria de los como sujeto, ejercerá sobre sí mismo; a la inversa, el dulce olvido
hom bres del pasado. Aun habria que cerciorarse de que, imputado viene de otra parte, ya sea don de las Musas o del poeta, efecto de
inclusive a la potencia instantánea del verbo inspirado, el olvido de la droga de Helena o (numerosísimas veces) del vino o del pecho
un duelo muy reciente (Teogonía, 98-103) está a cubierto de toda matemo, ese refugio (en cl canto XXH de La Ilíada), y si tan in-
antigúedad, Por lo menos, sobre este olvido “benéfico” ya pesaba sistentemente se lo presenta como olvido de lo que no se olvida, no
la duda en Homero cuando, en el canto IV de La Odisea, para arran- se requiere ninguna adhesión, ningún consentimiento de aquel à
car a Telémaco y Menelao de la álaston pénthos de Ulises, Helena quien acude y al que el sometimiento instantáneo a esta puesta cn-
recurrió a una droga y a un relato. Antídoto para el duelo y para la tre paréntesis de la desgracia priva quizá de lo que constituía su
ira, nepenthés, ákholon, kakôn epílethon hapantôn, la droga vier- identidad.
te el olvido de todos los males. ;Y qué males! Pues aquello que, no pudiendo dar al olvido toda su fuerza, tra-
ducimos en pasivo por “lo inolvidable”, es también —hipótesis que
Una dosis en la crátera impediía el día entero derramar una lágrima aventuro— lo que habría que amar “inolvidadizo”:* aquello mis-
a quienquiera la hubiese bebido, aun si habia perdido a padre y ma- mo que, en la tradición poética griega, no olvida, y habita al enlu-
dre, aun si, con sus propios ojos, había visto caer ante éla un herma-
tado hasta decir yo por su boca. Es esto lo que es preciso anular re-
no, a su hijo amado (IV, 222-226, traducción francesa V. Bérard).
curriendo a la droga del “olvido de los males”; eso, tal vez, que los
Llorar padre y madre es un deber que no conoce excepción y la atenienses prefieren conjurar en su nombre propio mediante un de-
creto y un juramento. Pese al evidente paralelismo de las fórmulas,
obligación de venganza pesa particularmente sobre el asesinato de
un hijo o de un hermano.” Inmediata tanto como provisional en su
23 Es el título del estudio de R. Dupont-Roc y A. Le Boulluec, “Le charme du
efecto, la droga puede sustituir el duelo por el “encanto” — él mis- récit” (Odisea, IV, 218-289), en Ecriture et Théorie poétiques. Lectures d'Homé-
re, Eschyle, Platon, Aristote, Paris, Presses dela ENS, 1976; véase también A. Ber-
gren, “Helen's Good Drug”, enS. Kresic (ed.), Contemporary Literary Hermeneu-
sics and Interpretation of Classical Texts, University of Ottawa Press, 1981, pp.
RR
2 M. Detienne, Les Maitres de vérité dans la Grece
Grec archaique,
i Paris,i Maspe- 200-214,
24 Para forjar este neologismo me respaldo en la existencia del adjetivo “olvi-
22 Véase principalmente Ilíada, IX, 632-633 (criticando a un Aquiles obstina- dadizo”. Lo “inolvidadizo” tiene mucho que ver con la “cosa intratable” de que ha-
do ensurechazo, Ayax afirma que se debe aceptar unacompensación hasta del ase- bla 1.-F. Lyotard (“A Pinsu”, Le Genre humain, Nº 18, “Politiques de ]'oubh?”, a
sino de un hermano o de un hijo, manera de sugerir que el desco de venganza nun- publicarse en 1988). Sobre álastos/alástor y la indecisión entre “inolvidable” e
E es tan fuerte como en este caso), así como Odisea, XXIV, 433-435 (palabras de “jnolvidadizo”, véase, muy recientemente, L. Slatkin, “The Wrath of Thetnis”,
Fupites). Vransactions of the American Philological Association, Nº 116, 1986m p. 19 n.

38 39
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ninguna transposición literal podría


hacer dc la prohibición políti-
ca de memoria un avatar directo de léthe
kakôn. Aun es preciso ha- Electra es de hecho, en Sófocles, la perfecta encamación, y cuan-
ber deconstruido este sintagma para ident
ificar lo inolvidable bajo do afirma ou láthei m'orgá (Electra, 222), no dice solamente “mi
la muy genérica denominación de
“males” (desgracias: kaká). La ira no se me escapa”, o “yo no olvido mi ira”, sino también “mi ira
orden terminante de mê mnesikakein
coincide, pues, tanto menos no me olvida”. Como si sólo la ira diera al sí mismo el coraje de en-
con féthe kakôn en su dulzura inquieta
nte cuanto que, al evitar to- tregarse por entero a la ira, porque la ira es, para el sujeto, presen-
da referencia explícita al olvido, es una
manera de anular ese oxy- cia ininterrumpida de sí a sí mismo.
moron jamás formulado que se esco
nde bajo el “olvido de los ma- Queda para los ciudadanos-espectadores reunidos en el teatro
les”. el olvido del no-olvido.
adivinar, en esta ira que no olvida, aquello que, para la ciudad, es
Tracemos el mapa de lo que no (se)
olvida. He nombrado el due- lo absoluto del peligro, pues el peor adversario de la política, la ira
lo, y la ira, que la droga de Helena disu
elve Y que los sediciosos de como duelo, hace “crecer” los males que ella cultiva asiduamente
Alceo anhelaban poder olvidar; asimismo (Electra, 259-260): es un lazo que se cierra a sí mismo hasta resis-
, mucho después, en una
pequefia ciudad de Arcadia, la ira reem
plazará a las desgracias que tir a todo intento por desatarlo.”” Temible ira... Y conmotivo: es de
no hay que recordar en eportunidad
de una reconciliación (y mne- la más antigua tradición poética de donde la tragedia toma en este
sikholân se sustituye a mnesikakein)
* Pero en Atenas reconcilia- caso la noción, y muy particularmente de la cpopeya que, desde la
da de finales del siglo v no se razonaba
de otra manera: pues que- primera palabra de La Ilíada, da a este afecto muy activo el nom-
darse con la ira sería eternizar como
el más precioso de los bienes bre de mênis. Ira de Aquiles y, después, ira de las madres enlutadas,
el pasado delconflicto que no quiere pasar (la desgraci
mente, quien quiere atacar a uno de los a); inversa- desde Démeter hasta Clitemnestra. Si no fuese la mênis de Aquiles
Treinta debe poder aconse- la que está en todas las memorias griegas, de buena gana diría yo
Jar impunemente a los jueces ateniens
es que alienten contra los ti- que tenemos aquí una figura femenina de la memoria,” que las ciu-
ranos “la mism a ira que en tiempos del exilio” (Lisias,
Contra Era- dades se esfuerzan por acantonar en la esfera de la anti-(o de la an-
tóstenes, 96). te-) política. Y, de hecho, la ira en duelo, cuyo principio es la eter-
Duelo e ira: recordaremos quizá “la
extrema aflicción” de los na repetición, se expresa normalmente con un ae(?º y la fascinación
atenienses al producirse la toma de Mile
to. Ahora bien, ocurre que de este “siempre” incansable ileva a erigirlo, como poderoso rival,
el verbo Auperákhthomai (donde sin
duda, enlo extremo, Heródo- contra cl aeí político que funda la memoria de las instituciones.*?
to daba a entender lo excesivo) es un
cuasi-hapax por cuanto a la
ocurrencia herodoteana sólo se Ie pued
e sumar un único empleo en
la Electra de Sófocles: ala Electra agob
iada por el pensamiento de * Electra, 140-142, 230, 1246-1248; áiuton en La Iltade: las trabas (XIIL, 37)
un Orestes olvidadizo, el corifeo le dael y el lazo de la guerra (XII, 360). Se recordará que en la lengua cívica el nombre
consejo de abandonar “una
ira demasiado dolorosa” (huperalgê más empleado de la reconciliación — incluso en 403— es diálusis, la desatadura
khólon) para no acordar a (véase Aristóteles, Constitución de Atenas, 39, 1, así como 38, 4 y 40,1), como si
aquellos a quienes elta odia “ni demasiad
a aflicción ni olvido com- la guerra civil fuera el más fuerte de los lazos.
Pleto” Qméth'... huperákhtheo mét epil 8 Tratândose sin embargo de Aquiles, Laura Slatkin, en su trabajo todavia iné-
óthou). Por un lado, el ol-
vido; porel otro, una memoria en came viva que no tiene dito The Wrath ofThetis (Ph. D,, Harvard) sugiere que la mênis del héroe sería una
bre que el exceso de dolor. De esta memo otro nom- relectura por desplazamiento de la “ira” de su madres Tetis.
ria en cameviva que ape- ? Enlas categorías de J.-F. Lyotard, corresponde pues a la “repetición idénti-
nas metafóricamente, es un aguijón,?
de este dolor-ira que en La ca”, tégimen de frase cuya marca está sobre el locutor y no, como en la frase “ju-
Híada caracteriza a Aquiles (khólon día”, sobre el destinatario (Le Différend, Paris, Minuit, 1983, p. 157).
thumalgéa: IX, 260; 565),
*9 Aeí de Electra: diecinueve ocurrencias en la Electra de Sófocles (adviértase
que este aeí desaparece sin remisión desde el momento en que Orestes pasa al ac-
* Inscripeión de Alipheira (s. la C): T. to). Aef y memoria institucional: véase [Lisias], Contra Andócides, 25, donde es
Riele, Mnemosyne, Nº 21, 1968, p.
laentidad-Atenas (Athenai) y no lacolectividad de los atenienses (Athenaioi) el su-
? Véase Sófocles, Edipo rey, 1317-1318: jeto toda-memoria (acímnestoi). En cuanto al carácter ante-político de mênis, se
“Como se ha clavado enmí a la vez
la desgarradura de estos aguijones y la memor dudará de ello quizá, al constatar, con L. Genet (Recherches sur le développement
ia de los males (mnéme kakôn).”. de la pensée juridique et morale enGréce, Paris, B. Leroux, 1917, 148) que, en He-
ródoto, el verbo mento designa (;siempre?) un sentimiento colectivo.
40
41
Dos palabras más sobre esta mênis cuyo origen se percibe como
referencia a su etimologia, como un derivativo de pénthos, al cual
peligroso, tanto que su mismo nombre está prohibido para el propio
se ensambla, tan a menudo, álaston,* o de khólos, sino que duelo
tribunal, tanto que cl enunciado hipogramático de La Híada —*Yo
e indignación se comunican con toda naturalidad entre elos, ya que
renuncio a mi méênis— jamás es formulado. Mênis: lo que dura,
uno y otro participan del no-olvido. Alast-, pues: matriz de sentido
y hasta lo que aguanta, y que sin embargo está condenado, como por
paraexpresarel páthos (o, enla versión de Frínico, el drâma) de una
necesidad, a ser objeto de un renunciamiento. Mênis: una palabra pérdida irreparable, desaparición (álaston pénthos de Penélope al
para esconder la memoria cuyo nombre se disimula en ella.32
Otra pensar en Ulises, de Tros llorando a su hijo Ganimedes en el Him-
memoria distinta, mucho más temible que mnéme. Una memoria no homérico a Afrodita) o muerte (álaston pénthos de Eupites).3
que, toda ella, se reduce al no-olvido. Ahora bien, lo hemos adivi-
Y este páthos es desgarrante: álaston odúromai, “yo gimo sin ol-
nado, en cl no-olyido la negación debe ser entendida en su perfor-
- vidar”, dice Eumeo a Ulises (Odisea, XIV, 174). O más bien: (ja-
matividad: lo “inolvidadizo” se instaura por sí mismo. Y así como
más) olvido gemir, no puedo evitar gemir. Por donde se demuestra
había que olvidar la fucrza de rechazo disimuladá tras los “males”
, que, como mênis, álaston expresa por sí la duración intemporal, in-
un enunciado recurrente expresa el renunciamiento a la memoria-
movilizada en un querer negativo, y que eterniza el pasado en pre-
ira: hay que rechazar —suponiendo que se pueda— el rechazo sente.
mantenido firme sobre sí mismo. Insomnio de Menelao, sangre del parricídio y del incesto que, en
Lo cual vuelve a levamos a álaston pénthos, ese duelo que no
Edipo, no olvida (Odisea, IV, 108; Sófocles, Edipo en Colona,
quiere hacerse.* 1672), hay obsesión en álaston, presencia sin tregua que, en el sen-
Álastos, pues: hecho, como alétheia, de una negación del radi-
tido fuerte del término, ocupa al sujeto y no lo suelta, Un ejemplo
cal del olvido. Y sin embargo, una manera muy distinta de no es-
más: antes del duelo último con Aquiles, Héctor suplica a su adver-
tar en el olvido. No ha de sorprender demasiado el que, en la len- sario que intercambie con él la promesa recíproca de no mutilar el
gua y el pensamiento griegos, alétheia haya vencido como nombre
cadáver del enemigo abatido. Rechazo de Aquiles: “No vengas,
“positivo” de la verdad, mientras que la prosa olvidaba a álastos. Es úlaste, a hablarme de acuerdos” (Híada, XXII, 261). Y afiadirá que
sin duda en virtud del mismo proceso eufemizante por lo que al ver- entre ellos no hay más pacto leal que el que existe entre el lobo y el
bo alastein, equivalente del arcadio erinúein, “estar furioso” (don- cordero, antes de concluir: “Vas a pagar de una sola vez toda la tris-
de se reconoce sin esfuerzo a la Erínia vengadora), la prosa clási-
teza que sentí por aquellos de los míos que tu pica furiosa mató,”
ca lo haya sustituido por el menos inquietante mnesikakein, ese Álaste: maldito, se traduce. Y hay mucho de eso: Aquiles sabe que,
“contrario de la amnistia”34 para él, Héctor es inolvidable, cual una obsesión, así como lo es Pa-
Duelo, indignación. Y los filólogos se interrogarán: ; duclo o in- troclo. Inolvidable por haber matado a aquel a quien Aquiles no
dignación? Pero, en alastein, esta elección pertenece más de una quiere ni puede olvidar.
vez a lo indecidible. Lo que no significa que el verbo funcione, sin
Y he aguí al asesino aunado con su víctima en cl no-olvido. Lo
cualme mueve à evocar aún un derivado del radical alast-: alástor,
* Me reficro aquí al notable análisis de C. Watkins, “A propos de mênis”, nombre del criminal en tanto que, dice Plutarco, ha “consumado ac-
Bu-
Hetin de la société de liriguistique, Nº 72, 1977, pp. 187-209.
“La etimologia popular aproxima la palabra a méno, porque se trata de
una ira Como o eseribe, en el mode del “como si”, G. Nagy en Comparative Studies
duradera (Chantraine, Dictionnaire élymologique de la langue grecque);
a pesar in Greek and Indic Meter, Cambridge (Mass.), Harvard University Press, 1974, p.
de Chantraine, creo luminosa la etimología que hace de mênis
la deformación de 258.
un originario *mnanis (Watkins, op. cif., pp. 205-206).
*º La mênis de Aquiles contra Agamenón procede ciertamente de la pérdida de
*3 Véanse las observaciones de P, Pucci, Odysseus Polutropos. Intertextual
su tíme y no de la de un ser querido; pero, fuera de que precisamente él se condu-
Readings in the Odyssey and the Iliad, Ithaca Y Londres, Cornell Universit
y Press, ce como si hubiera perdido más que un hijo o un hermano, lo que corresponderia
1987, p. 199. aún a una compensación (Ilíada, IX, 632 sq.) pero que excede ampliamente de to-
** Cita de L. Gernet (op. cit., pp. 324-325); Gernet glosa alastefn como “estar
da tíme, no tardará —por el hecho mismo de esta mênis— en conocer el álaston
irritado con una indignación que no olvida”.
pénthos de haber perdido a su doble.

42

[8%]
+
tos inolvidables (álesta) y que se recordarán por mucho tiempo”
de lamás intratable de las negaciones: me, que, en sí, enuncialo pro-
(Cuestiones griegas, 25, en Moralia, 297 a): pero también: nombre hibido.
del genio vengador de la muerte que, incansablemente, persigue al
asesino.
El no-olivo es un fantasma. Alástor, o incluso alitérios: lo que,
en la etimologia popular, “erra” (del verbo aláomai) o, como en
PODER DE LO NEGATIVO, FUERZA DE LA NEGACION
Plutarco, imperativamente debe ser evitado (aleúasthai: Cuestio-
nes griegas, 25). El no-olvido es todopoderoso porque no tiene Iímites, y sobre to-
éHan vivido los griegos, como pretende un libro de título fre-
do no tiene los de la anterioridad de un sujeto.
cuentemente citado, “bajo el dominio del pasado”2% Lo indicaría Retomemos las cosas en Héctor álastos. O, para recurrir a un tér-
con toda seguridad la fascinación que, con cada mención del “duc- mino más en uso, a alástor. Entre el asesino y el demonio venga-
lo inolvidadizo”, sale a la luz. Pero hay que andarla otra mitad del dor de la muerte, el no-olvido no es indiviso más que porque des-
camino; porque quizás ellos lo sabfan y desconfiaban de eso; como borda a uno y a otro; está entre ellos, pero también mucho antes y
de tantas fascinaciones; porque no cesaron (y esto desde la Híada mucho después, y ellos están apresados en él. De este modo, Plu-
y la ira de Aquiles tan soberbiamente dramatizada, sin embargo) de
tarço puede tanto hacer de atástor la denominación del criminal,
dedicarse a conjurar el no-olvido como la más temible de las fuer- como usar esta palabra en la rúbrica “ira de los demonios” (ment-
zas de insomnio.*º Lo ideal sería, como al final dela Orestíada, neu-
mata daimónon) y hablar de:
tralizarlo sin perderlo del todo, domesticarlo instalándolo en la ciu-
dad, desactivado y hasta vuelto contra sí: de este modo, por volun-
esos demonios a los que Ilaman justicicros implacables (alástores)
tad de Atenca, las Erinias proclaman que reniegan de su furor y y vengadores de la sangre derramada (palamnaioi) porque persi-
aceptan velar al pie del Areópago, mientras la ciudad duerme (Es- guen el reeuerdo de las manchas antiguas (palaiá) y no olvidadas
quilo, Euménides, 690-693, 700-706). Pero la operación es delica- (álesta) (Sobre ta decadencia de los oráculos, 418 b-c);
da, de aquellas que sin duda sólo una divinidad puede Ilevar a ca-
bo, y cuando la ira recobra su autonomía y la stásis aliteriódes re- en uno y otro lo inolvidable le sirve de principio explicativo. Des-
toma,” es preciso tomar todas las precauciones para conjurar la de ese momento es inútil construir, sin duda, a la manera de los fi-
amenaza de álaston: entonces, porno poder olvidarlo realmente, se lólogos, una historia de la palabra enla que alástor fuera, por cjem-
lo olvidará en las palabras, para prohibir la memoria de las des- plo, en primer lugar el vengador y luego el asesino; pero tampoco
gracias. es suficiente invocar una “ey de participación”, si se lo hace para
Todo transcurrió entre negaciones: como la a privativa de álas- atenerse a la noción de un “punto de partida” que puede ser, indis-
ton será siempre más poderosa que cualquier verbo “olvidar”, más tintamente, el culpable mancillado o el “fantasma”.*º A menos que
vale evitar alastein y recurrir a mnesikakein, sin perjuicio de colo- se dé a este fantasma la figura normativa del no-olvido: mucho más
car cada vez esta memoria bajo negación. Bajo la vigilancia severa que cl “acto que mancilla”,* pero también mucho más que un sim-
ple estado interior. Afuera y adentro ala vez, realidad siniestra y ex-
“B.A. Van Groningen, /n the Grip ofthe Past. Essay on an Aspect ofthe Greek periencia psíquica, como muy bien decía Gemet de la Erinia. Con
Thought, Leyde, 1953. ; la salvedad de que al respecto él habla de “realidad... sobrenatural”
* Pienso en Y. Yerushalmi (Zakhor. Histoire Jjuive et mémoire juive, trad. E.
Vigne, Paris, La Découverte, 1984, pp. 118-199), citando a Borges y a Nietzsche
(Considérations inactuelles, trad. G. Bianguis, Paris, Aubier, 1964, p. 119) a pro-
pósito de lo que acecha a la historiografia contemporánea. 1º Historia: Chantraine, Dictiomnaire..., op. cit, s.v. alástor; “ley de participa-
* Véase Platón, La República, V, 470 d G; alitérios, del que aliteriódes se de- ción”: L. Gernet, Recherches..., op. cit., pp. 319-320.
riva, por más que corresponda a otra etimologia; su vecindad con alástor hace de *! Del que R. Parker (Miasma, Pollution and Purification in Early Greek Re-
él como un doblete de esta palabra (Chantraine, Dictionnaire, op.cil.,s.v. aleítês). tigion, Oxford, Clarendon Press, 1983, pp. 108-109) querría hacer el factor unifi-
cante, porque centra todo sobre la mancha.

44 45
y de que, tratándose del no-olvido, yo preferiría insistir en su ma- tonomía interior. Como si en cl sujeto, la fuerza indivisa* y silen-
terialidad, indisociable de su dimensión psíquica. ciosa se hiciera voluntad templada en la entereza: dominio, tal vez,
pero ; quién domina en este caso?
Veamos un coro de Electra donde, para multiplicar más aún las Electra, por supuesto, pretende hacerlo; al menos da repetitiva-
negaciones, la afirmación del no-olvido da paso a la declaración de mente la palabra a lo que, en ella, quiere decirse. Y como si nunca
no-amnistía: se afirmase mejor que negando, sólo usa entonces enunciados ne-
gativos:
No, él jamás pierde la memoria (cá pol amnastei),
el soberano de los gricgos, tu progenitor, En lo terrible, no contendré
Nila vieja hacha doble de bronce cortante Estas calamidades
Que lo mató con infames violencias (223-224)
(Sófocles, Electra, 481-485)

Ni el muerto —que en Las Coéforas (491-493) era amado a re- O incluso:


cordar cl bario fatal-—., ni el instrumento del crimen, que también se
considera no olvidadizo: la pareja del muerto y el asesino ha sido Eso será llamado para siempre indesatable (dluta keklésetai)
Y jamás daré reposo a mis fatigas.
sustituida por aquella, aparentemente desequilibrada, de la víctima (230-231)
y elarma mortal.“ Englobando tiempo y espacio en su totalidad, el
no-olvido está por todas partes, activo en cada etapa del proceso.
Una negación, una forma verbal en futuro. Rechazo y dominio
Esta es la materialidad del álaston que, silenciosamente, monta
del tiempo, tal parece ser la fórmula lingiística privilegiada para
guardia contra el olvido. Todavia la lista sería incompleta si no se
afirmar el ser sin olvido de Electra. Pero también está el recurso a
le afiadiera la “desgracia” (Aakón), que igualmente se considera re-
las negaciones en cascada, acumulaciones donde la lógica que des-
chaza la amnistia,” pero es sabido que “los males” reemplazan eu-
cuenta y anula corre peligro de perderse en provecho dela aserción
femísticamente a lo “jnolvidadizo” en los verbos compuestos. Otra dc una pura intensidad negativa,
vez, unos versos de Elecira para atestiguarlo:

Estallando, ...jamás será desatada (oú pote katalúsimon)


No, por cierto, no pondré fin
Y jamás olvidará (oudé pote lesómenon), tan grande A mis quejas y a mis sollozos lúgubres
Nació nuestra desgracia
(1246-1247) Que no cese yo, como un ruiserior matador de sus hijos, é
Con un gemido agudo, ante estas puertas
“La desgracia jamás olvidará”":** es Electra quien habla, y sin De mi padre, de hacer resonar para todos el eco.
(103-110)
embargo ningún héroe griego cree más que Electra en su propia au-
*? Obsérvese que ella ya no es instrumento, sino sujeto a quien se atribuye la
He aquí una frase, una sola, en la que ningún gramático se orien-
muerte de Agamenón; es así que la ley ateniense juzga en el Pritanco a los obje-
tos que “causaron” la muerte de un hombre; véase M. Simondon, La Mémoire et tara; apostemos a que el público ateniense, por su parte, entendia
F Oubli dans la pensée grecque, Paris, Les Belles Lettres, 1982, pp. 218-219. ta intensidad del rechazo. Electra dice también:
43 A esta lista se puede agregar, en Antígona, la evoc ación de los hijos de Finco,
cegados por una madrastra y de los que “la esfera delas ojos” es ella misma cali-
ficada de alástor (v. 974). 45'Tal vez quede algo de esta indivisión en el doble acusativo —el de la perso-
44 Mazon (Coll. des Univ. de France) retrocede ante la evidencia y recurre al pa- na recordada en la memoria, el del objeto de memoria— regido por anamimnés-
sivo, M. Simendon (ibid.) elige una traducción “voluntariamente equívoca” (“que ko (verbo que designa en Heródoto la intervención de Frínico).
no puede conocer el olvido”), con Jebb, ilustre editor inglés de Sófocles, hay que 46 Ygase “Le deuil du rossignol”, en los Varia dela Nouvelle Revue de psycha-
comprender “one sorrow which cannot forget”. nalyse, Nº 34, 1986, pp. 253-257.
No quiero renunciar a esto, esas recordaciones paradigmáticas del pasado de las que se sirven
Ino hay peligro] De que yo no gima sobre mi padre tan sufrido. los oradores (“Entonces hicieron depender de un juramento la “pro-
(131-132) hibición de recordar los males,"”: tô mé mnesikakein). La interdic-
ción se coaguló en rhema, dicho reificado, virando a la máxima, al
Y la forma negativa se hace reivindicación de omnipotencia y
exemplum definitivamente inactual.*! Pues “el relato es quizás cl
proyecto de eternidad. Nada de ese recurso a la litote que a veces
género de discurso en el cual la heterogeneidad de los géneros de
se cree descubrir en el enunciado del no-olvido.*” Muy por el con-
frases e incluso de los géneros de discursos consiguen, en el mejor

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trario, el redoblamiento que refuerza cl negativo, como en oú pote
amnaste? (“no, él no pierde la memoria”), o la eternidad de un futu-
de los casos, hacerse olvidar."
Asf, pues, la ciudad prohíbe, posando para la cternidad, pero se
to anterior (táde áluta keklêsetai: “para siempre, eso será Ilamado
borra como instancia de palabra. Queda el juramento, que debe ser
indesatable”).*º Somos libres nosotros de, escuchando a Freud, ofr
asumido por todoslos ciudadanos, pero uno poruno. O, incluso, por
en todos estos enunciados la misma denegación, la confesión, a
cada ateniense singular, enunciado en primera persona: “No recor-
espaldas del locutor, de que de hecho se renunciará, desaprobando
daré las desgracias”. Ou mnesikakéso: frente a la prohibición, siem-
la indignación a la que cl futuro ofrecía la seguridad de un devenir
ilimitado; la confesión, sobre todo, de que la negación demasiado pre subordinada al recuerdo de que hubo decisión, el juramento se
dota de la eficacia de los actos de habla.* El instaura comprome-
fuerte será pese a todo combatida —vencida, o al menos reducida
al silencio, y con elo ya olvidada— por otra negación. Pues el re- tiendo al juramentado, pero el sujeto sc beneficia al hablar en yo y
nunciamiento se expresa, también él, con gran cantidad de verbos al dotar a su compromiso dei poder de los enunciados negativos en
“negar”: en Aquiles, apeipon (Ilíada, XIX, 67; 35, 74-75), y apen- futuro. No recordaré: me contendré de recordar. Así cada ciudada-
népo) en las Erinias obligadas a dejar sin cfecto las prohibiciones no se ascgura a la vez de sí mismo y del porvenir.
Y, sin embargo, todo puede trastornarse una vez más. Para ha-
que habían proferido contra Atenas.
cercallar ala memoria, cl juramento ateniense habla ciertamente en
Pues siempre lo Inolvidadizo fue lo Olvidado.*
el mismo estilo que Electra al proclamar su voluntad de no olvidar.
Sin embargo, no era un juramento lo que Electra prestaba —; qué
cs, en efecto, un juramento hecho a uno mismo, sin testigos divi-
nos?-—, como si la simple proclamación del ser inolvidadizo bas-
Para ponerun término al juego de la doble negación, es hora de
tara para sellar el compromiso. Si es verdad que sólo el juramento
volver a la Atenas de 403, a aquel decreto y a aquel juramento que
permite a la amnistía vencer sobre el resentimiento, es porque de-
proclaman la amnistía.
be su cficacia a la doble caución en la que se envuelve la palabra
Enunciada en estilo indirecto, como corresponde a un decreto,
donde la escritura presenta y a la vez se subordina al discurso efec- promisoria: la de los dioses, invocados a título de testigos listos pa-
ra castigar severamente, la de —sobre todo— la imprecación, terri-
tivamente pronunciado,*º la interdicción de memoria está pronta
para integrarse, a título de cita, en una narración de historiador o en ble máquina de castigar el perjurio que el juramentado, como si es-

S? Narración de los historiadores: Jonofonte, Helénicas, II, 4, 43; Aristóteles,


“C. Watkins, “A propos de mênis”, p. 209, comentando la fórmula ou... lélet- Constitución de Atenas, 39, 6 (cita del texto del acuerdo); véanse también Andó-
he (Solon, 13 West, 25). cides, Misterios, 77, 79,81, así como Tucídides, IV, 74; cita de orador: Esquines,
1*Véase CT, Ruijgh, “L'emploi onomastique de kekiêsthai”, Mélanges Kamer- Sobre la embajada infiel, 176; rhêma: Esquines, Contra Ctesifonte, 208.
beek, Amsterdam, 1976, p. 379. 2 1..F. Lyotard, Le Différend, op. cit., p. 218; la inactualidad de la cita: ibid.,
**L"Oublié”; véase J.-F. Lyoltard, Heidegger et “les juifs”, Paris, Galilée, p. 55.
1988. 53 Citado tal cual, el juramento rompe una narración para una mayor eficacia:
* Por el contrario, en la comedia, la prohibición se pronuncia en estilo direc- véasc Andócides, Misterios, 1, 90-91, Que este enunciado no sea propio de la po-
10 (Lisístrata, 590; Ploutos, 1146); pero, dirigida à un único destinatario, se hace lítica imterior de Atenas lo atestiguan numerosas inscripciones no atenienses o de
burlesca. política exterior.
tuviese previsto que se iba a desdecir, desencadena de antemano Y la política recobrará sus derechos, versión cívica a
contra sí mismo. Para impedir que la negación se anule en denega- zadora del olvido de los males. Desaparece el olvido, borra oen q
ción e incluso para que nadie ose sencillamente borrarla por subs- nefício de la amnistía; quedan los males. iPero quién iba à
al
tracción, es preciso una garantia más que humana. Quebrar el álas- dar todavía que en las “desgracias” prohibidas na la eae a
ton pénthos exigfa que se hubiese recurrido a la magia; para recha- disimula aquello mismo que, en la tradición poética, rechaz
zar el álaston más acá de las palabras, lo político tiene necesidad de olvido?
lo religioso.
No olvidaré: no tendré resentimiento. De un enunciado al otro
está toda la diferencia del rito de palabra, del que se espera que da-
rá la mayor efectividad a la menos marcada de las dos frases.

Intentemos, para terminar, reunir los dos cabos de la historia,


Puesto que cada ateniense ha jurado por sí mismo, la ciudad da
por descontado que la suma de estos compromisos singulares re-
constituirá a la colectividad; y, por ese mismo hecho, ella sc pone
a cubierto de las consecuencias del perjurio, forzosamente indivi-
dual. Habiéndose asegurado así el concurso de los dioses, la instan-
cia política puede instituirse como censor de la memoria, único ha-
bilitado para decidirlo que es y Jo que no debe ser el uso que se ha-
cc de ella.
Asimismo, la apertura de la !líada no podia sino apoyarse en la
autoridad de la Musa, porque sólo la hija de Memoria sabe contar
una mênis sin que el relato esté afectado per la terríble aura de su
objeto; convirtiendo la ira en gloria, la Musa abre el camino de la
buena anamnesis, y el pocta esel puro instrumento de esta transubs-
tanciación.
Reinstaurada en su integridad por virtud del acuerdo, la comu-
nidad se reinstituye y resuclve, Proscribe toda recordación de un
pasado litigioso, inoportuno por conflictivo, como si en lugar de
Letco figurara Memoria en la temible lista de los hijos de la Noche,
a título de hija de Querella (Eris). A cada ateniense le tocará olvi-
dar lo que fue la stásis, si puede, y, pueda o no, obedecer a la ciu-
dad edificando para sí mismo una máquina contra el vértigo lúci-
do del álaston.

* G, Nagy, Comparative Studies, op. cit. p. 258.


9º Vêunse las significativas observaciones de Isócrates, Contra Calímaco, 3 y
23-25,

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