CUADERNO DE

METÁFORAS
PARA TERAPIA
Las metáforas y las historias, tienen el
poder de conectarnos con la
imaginación y representar ideas a veces
complicadas de transmitir.

Para mí son eso, una herramienta de

comunicación muy potente, de la que
nos podemos valer los terapeutas en
psicoterapia.

A continuación vas a ver una serie de 21

metáforas relacionados con diferentes
problemas que nos suelen presentar los
pacientes en terapia.

Estas metáforas están acompañadas de

imágenes. Dichas imágenes son unas
cartas terapéuticas que he creado
sobre ansiedad y problemas de
alimentación. La combinación de las
cartas y con estas historias, es muy, muy
potente.

Aquí abajo te dejo los enlaces para

adquirir cualquier de las dos barajas por
si te interesa.
VER LAS CARTAS

VER LAS CARTAS

EL FARO
Esta metáfora trata de validar
el trastorno de anorexia como
intento de solución temporal,
del cual es necesario salir para
continuar con la vida.
En el inmenso mar, una pequeña
embarcación se balancea
peligrosamente. A bordo, Camille,
una mujer joven marinera morena
de origen francés, se aferra al timón
todo lo fuerte que puede en medio
de un mar enbravecido.
Las olas se elevan como montañas,
y el viento grita entre las velas
rasgadas. Camille lucha por
sostenerse y el eco de su voz de
pierde en la lejanía.
Los días pasan y la tormenta
amaina. Sin embargo, Camille, no se
atreve a salir del faro. Le ha cogido
miedo al mar y a las olas. Allí se
siente ella misma. Poderosa
Pasan meses o incluso años, pero
Camille ha perdido la perspectiva del
tiempo. Su vida se ha reducido al
faro, del cuál se ocupa día a día de
mantener.
Sin embargo, en algún momento,
comienza a darse cuenta que no
puede vivir así y que en algún
momento debe despedirse.
Volver a la vida que le espera ahí
fuera.
Camille se arma de valor, abandona
el faro y vuelve a navegar con la
seguridad de haberse convertido en
su propia luz.
EL JUEGO DE LA VIDA

Esta metáfora habla sobre la Isaac ha vivido así durante años,

restricción alimentaria y la moviéndose cuidadosamente,
ansiedad con la comida. Sirve eligiendo solo las casillas vacías. Ha
para transmitir la idea de que creado un hogar en una de estas
casillas, decorándola con pequeños
esa necesidad de control
objetos que ha encontrado en su
extrema es precisamente la
camino. La vida es predecible,
que mantiene el sufrimiento. aunque llena de limitaciones.
En un mundo donde la realidad y el
Un día, mientras se desplaza hacia
juego se entrelazan, vive Isaac, una
una nueva casilla, Isaac se distrae. Un
persona atrapada en un gigantesco
pájaro, algo raro en este mundo de
tablero de juego. Este tablero es su
juego, aparece volando sobre el
universo, un lugar de casillas y
tablero. Fascinado, Isaac no ve dónde
reglas no escritas que Isaac ha
pisa y, sin querer, entra en una casilla
aprendido a navegar con cautela.
con alimentos.
El tablero de juego es un mosaico
Contrario a todas sus creencias, no
de casillas, algunas repletas de
pasa nada. No hay un retroceso
alimentos de colores brillantes y
mágico, ni un castigo. Los alimentos,
otras completamente vacías. Isaac,
además, son deliciosos, algo que
creyendo entender las reglas del
Isaac nunca había experimentado.
juego, ha evitado siempre las
Confundido pero emocionado,
casillas con alimentos. La creencia
comienza a cuestionar todo lo que
es firme: si pisa una, será devuelto a
sabía sobre el juego.
la casilla de salida, perdiendo todo
su progreso.
EL ÁRBOL ELARIO
Esta metáfora sirve para
reencuadrar los complejos físicos y
la atención obsesiva hacia partes
específicas del cuerpo, devolviendo
así, la mirada al “cuadro completo”.
En un bosque encantado, crecía un
joven árbol llamado Elario. Durante sus
primeros años, Elario se enorgullecía
de su simetría perfecta. Sus ramas eran
iguales en tamaño y forma, y sus hojas,
un espejo exacto unas de otras.
A medida que Elario crecía, algo
inusual comenzó a suceder. Sus
nuevas hojas empezaron a variar en
tamaño y color. Algunas eran grandes
y de un verde intenso, otras pequeñas
y de tonos amarillentos o rojizos. Este
cambio rompía su simetría perfecta,
algo que nunca había experimentado.
Elario comenzó a sentir vergüenza por
su apariencia. Se comparaba con los
otros árboles del bosque, todos con
hojas uniformes y simétricas. Sufría en
silencio, obsesionándose con cada hoja
que consideraba imperfecta. Creía que
su belleza residía únicamente en la
simetría que había perdido.
Un día, un grupo de niños visitó el
bosque. Mientras jugaban, uno de ellos
se detuvo a mirar a Elario. "¡Mira este
árbol, es el más hermoso de todos!",
exclamó. Los otros niños asintieron,
maravillados por la diversidad de
colores y formas en sus hojas.
Confundido por las palabras de los
niños, Elario comenzó a observarse
desde una nueva perspectiva. Por
primera vez, no se centró en cada hoja
individual, sino que contempló su
conjunto. Vio cómo sus hojas variadas
creaban un mosaico de colores
vibrantes, cómo cada rama aportaba su
propia belleza única.
Elario se dio cuenta de que su belleza
no residía en la perfección de la
simetría, sino en la riqueza de su
diversidad. Cada hoja, única en su forma
y color, contribuía a un todo armonioso
y magnífico. Empezó a apreciar sus
diferencias, viéndolas como una fuente
de orgullo y no de vergüenza.
Elario se dio cuenta de que su belleza
no residía en la perfección de la
simetría, sino en la riqueza de su
diversidad. Cada hoja, única en su forma
y color, contribuía a un todo armonioso
y magnífico
EL LABERINTO DE LOS MIL REFLEJOS
Esta metáfora explica la
distorsión corporal como un
síntoma mental, de manera que
podamos generar difusión con
el problema obsesivo.
EDía tras día, Lía buscaba un espejo
que le devolviera una imagen
consistente y verdadera de sí
misma. Se obsesionaba con cada
reflejo, analizando minuciosamente
sus expresiones y formas. Pero cada
espejo le mostraba una versión
diferente, algunas alegres, otras
sombrías, todas contradictorias.
Un día, mientras examinaba un
espejo en particular, Lía notó una
pequeña grieta en su superficie. Al
mirar más de cerca, se dio cuenta
de que no era el único espejo
dañado: todos estaban rotos de
alguna manera. Comprendió que no
eran sus ojos los que veían mal, sino
que los espejos estaban
distorsionando su imagen.
n un mundo desconocido, existe un
laberinto único, hecho enteramente de
espejos. En él vive Lía, una mujer que ha
pasado su vida recorriendo sus pasillos,
enfrentándose a una infinidad de
reflejos de sí misma.
Este descubrimiento fue un punto de
inflexión para Lía. Empezó a entender
que cada espejo, con sus
imperfecciones, le mostraba una faceta
distinta y distorsionada de sí misma. La
realidad de quien era no residía en esos
reflejos fragmentados.
Con esta nueva comprensión, Lía
decidió dejar de analizar y obsesionarse
con lo que los espejos le mostraban.
Empezó a caminar por el laberinto sin
temor a los reflejos, aceptando que no
definían su verdadera identidad
LA DESPEDIDA
Esta metáfora trata sobre la
identidad en la anorexia y como se
convierte en todo lo que la persona
siente que es.
En una pequeña ciudad donde cada
callejón tiene su historia, vivía una
mujer llamada Clara. Clara era
conocida por todos por su
determinación y fuerza de voluntad,
rasgos que la habían llevado a tener
éxito en muchos aspectos de su vida.
Sin embargo, en lo más profundo de su
ser, Clara se sentía atrapada.
Una parte de la personalidad de
Clara, su tenacidad y su necesidad
de control, se había hecho tan
poderosa que comenzó a eclipsar
todas sus otras facetas. La
sensibilidad, la creatividad y la
espontaneidad de Clara quedaron
sepultadas bajo una capa de rigidez
y pragmatismo. Aunque exitosa,
Clara sentía que estaba perdiendo
su esencia, su verdadero yo.
Clara comenzó a notar cómo su lado
dominante afectaba su vida. Las
relaciones se volvían tensas, los
momentos de alegría eran efímeros y la
creatividad se sentía como un recuerdo
lejano. La parte controladora de su
personalidad estaba al mando, y el resto
de ella luchaba por respirar, por
encontrar un espacio para existir.
Una noche, después de un largo día de
lucha interna, Clara se miró al espejo.
No reconoció la imagen que reflejaba:
una mujer exitosa, sí, pero vacía y
agotada. Fue entonces cuando se dio
cuenta de que era hora de cambiar, de
liberarse de la parte de ella que la había
llevado a ese estado.
Con determinación, Clara se enfrentó a
su lado dominante. A través de una
conversación interna, expresó su
gratitud por la fuerza y la protección
que le había brindado, pero también su
dolor por todo lo que había sacrificado.
Con amor y firmeza, le dijo adiós a esa
parte de sí misma que ya no necesitaba,
liberándola y liberándose.
LA MARIPOSA QUE NO QUERÍA VOLAR

Esta metáfora habla sobre el Le asustan el volumen y la belleza de

miedo a crecer y conservar los sus alas. Quiere ser minúscula.
atributos infantiles (cuerpo).
También de los beneficios de En una búsqueda de seguridad y de
paralizar el tiempo, Olivia encuentra
no hacerlo, pero de la
un tarro de cristal abierto y decide
necesidad de transitar hacia el
refugiarse en él hasta que alguien
cambio. venga a abrirlo.
En un jardín lleno de flores y hojas
A través de las paredes del tarro
verdes, se encuentra Olivia, una
Olivia puede observar el mundo y al
oruga. Mastica hojas, pensativa
resto de mariposas volar. Un buen día
sobre su futuro."
decide arriesgar y probar, descubre
A medida que el tiempo pasa, Olivia
que su nuevo cuerpo le da un poder
se envuelve en una crisálida. Siente
que antes no tenía.
el cambio, pero su corazón late con
miedo. Se resiste.

Un día se convierte en mariposa y

bate sus alas recién formadas. Pero
en lugar de volar, se siente
abrumada y asustada. Echa de
menos la forma rugosa y
serpenteante de su cuerpo.
EL CASTILLO DE ARENA
Esta metáfora habla sobre la
tolerancia a la incertidumbre,
el miedo a enfermar y la
atemporalidad de las cosas
(las cosas que queremos y que
en cualquier día se pueden
acabar).
En una playa tranquila y soleada,
había un hermoso castillo de arena.
Este castillo, construido con
cuidado y detalle, se erguía
orgulloso cerca de la orilla, mirando
el vasto mar.
Desde su creación, el castillo vivía
con la constante incertidumbre de
ser destruido por una ola.
Observaba cada día cómo las olas
se acercaban y retrocedían,
temiendo que una de ellas fuera lo
suficientemente fuerte como para
borrarlo de la existencia.
El castillo intentaba en vano
controlar su destino. Imaginaba
formas de fortalecer sus muros y
torres, soñaba con barreras que
pudieran protegerlo de las olas. Pero,
por más que lo intentara, no podía
moverse ni cambiar lo inevitable.
Un día, una pequeña ola rozó sus
cimientos, llevándose un puñado de
granos de arena. En ese momento, el
castillo tuvo una revelación: su
existencia era, por naturaleza,
temporal. Comprendió que vivir bajo
el miedo constante no hacía más que
oscurecer su presente.
Aceptando su temporalidad, el
castillo comenzó a vivir en armonía
con el mar. Ya no veía cada ola como
una amenaza, sino como una parte
natural del paisaje que lo rodeaba,
una danza eterna de ir y venir.
EL SOÑADOR DE TIGRES
Esta metáfora habla sobre la
tolerancia al mal estar y la
ansiedad. Como la ansiedad se
convierte en el enemigo que nos no
deja vivir, y como debemos
reencuadrarla para poder seguir
con nuestra vida.
En un mundo donde los sueños son tan
reales como la vida misma, había un
hombre llamado Emilio, un soñador
lúcido. Cada noche, al dormir, Emilio se
sumergía en un universo de ensueño
que él mismo podía moldear a su
antojo. Sus sueños eran su refugio, un
paraíso personal donde todo era
posible.
Sin embargo, en este mundo de
sueños, un tigre feroz y misterioso
aparecía constantemente. A donde
quiera que Emilio fuera en sus sueños,
el tigre lo seguía, destruyendo los
paisajes idílicos que construía y
atentando contra la paz de sus noches.
Emilio deseaba soñar con paraísos,
pero el tigre siempre lo impedía.
Al principio, Emilio temía al tigre.
Intentaba huir de él o esconderse, pero
el tigre siempre lo encontraba. Noche
tras noche, el sueño que debía ser un
escape se convertía en una lucha
constante. Emilio se sentía frustrado,
incapaz de controlar su propio mundo
onírico.
Con el tiempo, Emilio comenzó a
cuestionarse sobre el significado del
tigre en sus sueños. En lugar de huir,
decidió enfrentarlo. Una noche, se
plantó frente al tigre y, en lugar de
luchar, le habló. Le preguntó por qué
destruía sus sueños.
Para su sorpresa, el tigre respondió. No
era una bestia sin razón, sino la
manifestación de sus propios miedos y
dudas internas. Cada paraíso que Emilio
construía era una huida de sus
realidades y desafíos en la vida. El tigre
estaba allí para recordarle que no podía
simplemente soñar para escapar.
Emilio aprendió a relacionarse con su
tigre. En lugar de verlo como un
enemigo, lo vio como un guía. Juntos,
empezaron a construir sueños que no
solo eran escapismos, sino también
reflexiones y aprendizajes. El tigre se
volvió menos feroz, más un compañero
en sus aventuras nocturnas.
EL GUARDIÁÑ DEL TIEMPO
Esta metáfora habla sobre la
codependencia. Acerca de
cómo las personas podemos
centrarnos tanto en la vida de
otra persona, olvidando el
deber de satisfacer nuestros
propios deseos.
En un rincón remoto del mundo,
oculto por la neblina y rodeado de
bosques antiguos, yace un lago
misterioso. En las profundidades de
este lago, vive Elián, el Guardián del
Tiempo. Su tarea es sagrada y
antigua: almacenar y proteger cada
momento del mundo en las aguas
etéreas del lago.
Elián pasaba sus días y noches
sumergiéndose en las
profundidades, recogiendo
momentos efímeros de alegría,
tristeza, amor y desesperación. Los
almacenaba cuidadosamente,
creando un abundante archivo del
tiempo vivido. Para él, cada
recuerdo era un tesoro que debía
ser preservado para la eternidad.
Con el tiempo, su obsesión por
capturar y mantener seguros todos
los momentos creció. Elián se
sumergía cada vez más profundo,
olvidándose del mundo exterior y de
la belleza que había en él. Su
existencia se convirtió en una rutina
de recolección y custodia, perdiendo
el contacto con la vida misma.
Un día, mientras guardaba un
momento particularmente hermoso
de una puesta de sol vista por un
niño, Elián se detuvo. Por primera vez
en mucho tiempo, reflexionó sobre lo
que estaba haciendo. Se dio cuenta
de que, en su afán por guardar los
momentos de otros, había dejado de
crear los suyos propios.
Elián no abandonó su deber como
Guardián del Tiempo, pero cambió su
enfoque. En lugar de solo almacenar
momentos,
decidió ser parte de ellos. Comenzó a
equilibrar su tiempo entre su labor en
el lago y su propia experiencia en el
mundo. Aprendió que ser guardián no
significaba solo preservar los
momentos de otros, sino también
crear y valorar los propios.
EL MALABARISTA CÓSMICO

Esta metáfora habla del control Llegó un día en que Orion, cegado por
extremo y el perfeccionismo. Sobre su ambición y habilidad, intentó el acto
cuando queremos controlar más más arriesgado: juntar en sus malabares
cosas de las que podemos, galaxias enteras. A medida que las
acabamos cayendo en el descontrol manipulaba, el equilibrio delicado del
universo empezó a desmoronarse.
absoluto. También trata sobre la
ambición desmedida.
En un momento crítico, Orion perdió el
control. Los cuerpos celestes que había
En un universo paralelo, lleno de
estado manejando se precipitaron en un
maravillas y misterios, existía un ser
caos descontrolado. Planetas y estrellas
conocido como Orion, el Malabarista
chocaron, sistemas solares enteros se
Cósmico. Poseía el don único de
desintegraron, creando un cataclismo
manipular y hacer malabares con
de proporciones cósmicas.
cuerpos celestes: planetas, asteroides
y satélites danzaban en el espacio al
Orion, horrorizado por las
compás de sus manos.
consecuencias de sus actos, fue testigo
del desastre que había causado. En ese
Orion comenzó su arte con objetos
momento de devastación, comprendió
pequeños, asteroides y cometas,
que su deseo de superar los límites
creando espectáculos luminosos en el
había llevado al universo a la ruina.
cielo nocturno. Los habitantes de
mundos cercanos lo miraban con
Orion se convirtió en guardián de los
asombro y admiración, maravillados
cuerpos celestes, asegurándose de que
por su habilidad y gracia.
el equilibrio del universo se mantuviera,
recordando siempre las lecciones de su
Animado por su éxito y la admiración
ambición desmedida.
que despertaba, Orion empezó a incluir
cuerpos más grandes en su acto.
Planetas con sus lunas girando,
estrellas fugaces que trazaban líneas
de luz. Su espectáculo se convirtió en
una danza de belleza inigualable, un
ballet cósmico que atraía a seres de
todo el universo.
EL VIAJERO DE LOS SENDEROS INFINITOS
Esta metáfora habla sobre la
indecisión y la tolerancia a la Leo buscaba señales y consejos en cada
incertidumbre. Se relaciona sobre cruce de caminos, pero pronto se dio
todo con el trastorno de ansiedad cuenta de que ningún viajero ni mapa
generalizada. podía ofrecerle las respuestas
definitivas. Los consejos eran
contradictorios, y los mapas, aunque
En un pequeño pueblo al pie de una
útiles, no podían mostrarle el panorama
cadena de montañas serpenteantes,
completo de cada ruta posible.
vivía un joven llamado Leo. Desde
pequeño, Leo soñaba con explorar el
Una noche, bajo un cielo estrellado, Leo
mundo más allá de su hogar, buscando
reflexionó sobre su viaje. Comprendió
un futuro lleno de posibilidades y
que la incertidumbre nunca
aventuras. Un día, con el corazón lleno
desaparecería por completo, que cada
de esperanza y los ojos cargados de
elección traería consigo dudas y
sueños, decidió emprender un viaje en
preguntas. Pero también se dio cuenta
solitario.
de que la verdadera esencia del viaje no
residía en elegir el camino "correcto",
Con cada paso que daba, Leo se
sino en avanzar, en vivir cada
adentraba en lo desconocido. El
experiencia plenamente y aprender de
camino parecía claro al principio, pero
ella.
pronto se encontró en un laberinto de
senderos que se bifurcaban en todas
Con esta nueva perspectiva, Leo
direcciones. Cada camino prometía
continuó su viaje con un renovado
diferentes aventuras y desafíos, y cada
sentido de libertad. Ya no se paralizaba
elección parecía determinar el rumbo
ante cada cruce de caminos, sino que
de su vida.
tomaba decisiones con valentía,
sabiendo que cada una era una parte
A medida que avanzaba, Leo se
vital de su historia única.
enfrentaba constantemente a la
incertidumbre. ¿Debía seguir el
sendero de la montaña, con sus
promesas de vistas grandiosas pero
con peligros ocultos, o el del valle,
seguro pero tal vez demasiado común?
Cada elección le hacía preguntarse
qué maravillas o desafíos habría
encontrado en el camino no elegido.
MIL SOMBRAS

Esta metáfora habla de partes de la Cansado de la discordia, Victor buscó

personalidad discociadas y de los una solución. Al principio, intentó
estados del yo. Hace énfasis en la silenciar a sus sombras, pero pronto se
necesidad de que haya un “yo” que dio cuenta de que cada una era una
dirija la orquesta. parte esencial de su ser. La solución no
era callarlas, sino aprender a
escucharlas y, sobre todo, a dirigirlas.
En una pequeña ciudad llena de
misterios y secretos, vivía un hombre
Victor comenzó el arduo proceso de
llamado Victor, conocido por todos
conocer cada una de sus sombras,
como el Hombre de las Mil Sombras.
entendiendo sus matices y lo que cada
Cada una de sus sombras era una
una aportaba a su vida. Aprendió a
manifestación de sus emociones,
reconocer cuándo escuchar a cada una,
pensamientos y fragmentos de su
y cómo equilibrar sus consejos y
personalidad, todas con sus propias
deseos. Se convirtió en el director de su
voces y deseos.
propia orquesta de sombras,
asegurándose de que cada una tuviera
Las sombras de Victor eran útiles, cada
su momento y su lugar.
una aportando algo único a su vida.
Una sombra le proporcionaba coraje,
Con el tiempo, la vida de Victor se
otra sabiduría, una tercera compasión.
transformó en un concierto armonioso.
Sin embargo, sin orden ni concierto, las
Aunque las sombras seguían teniendo
sombras a menudo entraban en
sus propias voces, ya no había caos.
conflicto entre sí, tirando de Victor en
Cada una contribuía a la sinfonía de su
direcciones opuestas y creando un
vida de manera que enriquecía su
caos en su mente y su corazón.
existencia, permitiéndole vivir una vida
más plena y equilibrada.
Victor se encontraba a menudo
perdido, sin saber qué sombra
escuchar. La sombra del miedo lo
detenía, mientras que la sombra de la
audacia lo impulsaba hacia delante. La
sombra de la alegría le pedía que riera,
mientras que la sombra de la tristeza
le instaba a reflexionar. Su vida era un
torbellino constante, un concierto
desafinado de voces y deseos.
EL HOBMRE QUE VEÍA EL MUNDO A
TRAVÉS DE UNA URNA DE CRISTAL
Esta metáfora habla sobre las
creencias limitantes (“no puedo”) y
la necesidad, en ocasione,s de
someterlas a prueba de realidad
para comprobar su veracidad.
En un lugar lejano y olvidado, existía
una urna de cristal en la que vivía un
hombre llamado Silas. Desde que tenía
memoria, le habían dicho que fuera de
su urna transparente sólo existía un
océano infinito, un abismo de agua en
el que se ahogaría si intentaba
escapar.
Silas vivía en la tranquilidad de su
confinamiento, observando a través del
cristal cómo el agua azul y profunda
rodeaba su hogar. Los años pasaban, y
aunque estaba seguro, Silas sentía una
inquietud creciente, un deseo de
explorar, de saber si lo que le habían
contado toda su vida era cierto.
La duda comenzó a nacer en el
corazón de Silas. ¿Y si todo lo que le
habían dicho era solo una historia para
mantenerlo ahí, encerrado y seguro,
pero sin vivir realmente? Una noche,
decidido a descubrir la verdad por sí
mismo, Silas empujó la puerta de la
urna y dio el primer paso hacia lo
desconocido.
Al salir, Silas sintió inmediatamente
cómo el agua inundaba sus pulmones.
Por un momento, el miedo lo paralizó, y
parecía que las advertencias que le
habían dado iban a cumplirse. Pero algo
dentro de él se negó a rendirse.
Pataleando y luchando por cada
bocanada de aire, Silas descubrió una
fuerza que no sabía que tenía. Aprendió
a moverse en el agua, a nadar y a
mantenerse a flote. Cada brazada lo
alejaba más de su prisión de cristal y lo
acercaba a un mundo nuevo, lleno de
posibilidades.
Silas entendió que las verdaderas
barreras estaban en su mente, no en el
océano que lo rodeaba. El agua, lejos de
ser su fin, se convirtió en su medio, en
su camino hacia la libertad. Descubrió
islas y tierras que nunca imaginó que
existieran, y con cada descubrimiento,
su espíritu se volvía más libre y audaz.
EL HOMBRE QUÉ VESTÍA DE NEGRO
Esta metáfora habla sobre la
depresión y como está es un traje,
que por mucho que te lo quieres
quitar de encima, no puedes. Qué
precisamente, la forma de hacerlo
es dejar de pelearse con este hecho.
En una ciudad donde la rutina y la
uniformidad eran la norma, vivía un
hombre llamado Ernesto. Su vida
estaba marcada por la constancia y la
previsibilidad, especialmente cuando
se trataba de su vestimenta. En su
vestidor, colgaban filas de trajes
negros, todos aparentemente
idénticos, cada uno un reflejo del
anterior.
Cada mañana, Ernesto se paraba frente
a su armario, recorriendo con la mirada
los trajes negros que colgaban
ordenadamente. Secretamente,
anhelaba encontrar algo diferente, una
prenda que rompiera la monotonía de
su guardarropa y, por extensión, de su
vida. Sin embargo, día tras día, solo
veía la misma imagen repetida: un traje
negro tras otro.
Con el tiempo, la monotonía comenzó
a pesarle más. Ernesto empezó a
preguntarse si realmente todos sus
trajes eran idénticos o si había algo
que no estaba viendo. Empezó a
examinar cada traje detenidamente,
tocando la tela, observando las
costuras, buscando alguna señal que
le indicara que había algo más allá del
negro que veía.
Un día, mientras observaba sus trajes,
un rayo de sol entró por la ventana y se
reflejó en su armario. La luz iluminó los
trajes de una manera que Ernesto nunca
había visto. De repente, los trajes
negros revelaron matices ocultos: uno
tenía un brillo azulado, otro un tono
ligeramente verdoso, otro mostraba un
patrón apenas perceptible.
Ernesto se dio cuenta de que la
uniformidad que había percibido era una
ilusión, una limitación de su propia
visión. Los trajes eran diferentes, cada
uno con su propia identidad y belleza,
solo que él no había sabido mirarlos con
la luz adecuada.
Desde ese día, Ernesto empezó a ver su
mundo de otra manera. Comprendió que
la diversidad y la belleza a menudo se
encuentran ocultas a simple vista,
esperando ser descubiertas por
aquellos que están dispuestos a mirar
desde diferentes ángulos y con una
nueva luz.
LA CASA DE LOS BÚHOS
Esta metáfora habla sobre las redes
sociales, y como nos comparamos
con la vida de los demás, dando por
hecho que ellos llevan vidas más
felices y productivas que las
nuestras, pero no es así realmente.
En lo profundo del bosque, oculto
entre árboles centenarios y susurros
del viento, había un nido habitado por
una peculiar familia de búhos. Un día,
encontraron a una niña perdida entre
los arbustos. Movidos por una inusual
empatía, decidieron llevarla a su nido y
criarla como propia.
La niña, a la que llamaron Alma, creció
bajo las alas protectoras de sus padres
adoptivos. Los búhos, sabios y
cautelosos, le enseñaron todo sobre el
bosque, pero evitaban hablar del
mundo más allá de los árboles. Alma,
con su curiosidad innata, a menudo
preguntaba sobre el exterior, pero los
búhos, temiendo por su seguridad,
desviaban la conversación hacia otros
temas.
Un día, conscientes de la curiosidad
insaciable de Alma, los búhos le
entregaron una tablet. "Observa el
mundo a través de esta ventana", le
dijeron, esperando saciar su curiosidad
sin exponerla a los peligros reales.
Alma comenzó a explorar el mundo a
través de las redes sociales,
maravillándose con imágenes de
paisajes idílicos, amistades perfectas y
felicidad sin fin.
Cuanto más veía Alma, más crecía su
deseo de experimentar ese mundo por
sí misma. Las imágenes de playas de
arena blanca, ciudades que brillaban
bajo luces de neón y rostros siempre
sonrientes le prometían una vida llena
de maravillas y alegría. Finalmente,
decidió que era hora de dejar el nido y
enfrentarse al mundo real.
Al salir del bosque, Alma se encontró
con un mundo muy diferente al que
había visto en la pantalla de su tablet.
Las ciudades estaban llenas de ruido y
caos, las relaciones humanas eran más
complicadas de lo que parecían, y la
naturaleza no siempre era tan prístina
como en las fotografías. La realidad era
mucho más compleja, a menudo menos
perfecta y a veces cruel.
Desilusionada pero sabia, Alma decidió
regresar al bosque. Allí, en la
tranquilidad de su nido, reflexionó sobre
su experiencia. Comprendió que el
mundo real tiene su propia belleza,
imperfecta pero auténtica, y que la
felicidad no se encuentra en las
imágenes idealizadas de las redes
sociales, sino en vivir y apreciar el
momento presente.
EL HOMBRE CEREBRO
Esta metáfora trata sobre las
estructuras obsesivas, y como
fortalecer demasiado el
sobreanálisis, hace que no podamos
parar. También habla sobre el
estrés laboral.
En una ciudad donde el ritmo frenético
era la norma, vivía un hombre llamado
Bruno, conocido por todos por su
dedicación y su capacidad analítica en
su trabajo. Era el pilar de su empresa, y
sus decisiones y análisis influían
enormemente en los éxitos y fracasos
de su compañía.
Un día, tras años de constante
pensamiento y análisis, Bruno se
despertó con una sensación extraña.
Su mente, que siempre había sido su
mayor activo, se había expandido tanto
que ahora ocupaba toda su cabeza,
visible a través de su piel tensa y
translúcida. Bruno había desarrollado
una capacidad de pensamiento que iba
más allá de lo humano, pero con ella,
también una incapacidad para
detenerse.
Desde aquel día, Bruno se encontró
incapaz de dejar de analizar todo. Cada
decisión, incluso las más triviales,
como qué desayunar o qué ropa
ponerse, se convertían en complejos
dilemas que requerían análisis y
reflexión. La vida cotidiana se convirtió
en un torbellino de pensamientos y
consideraciones.
Las relaciones personales de Bruno
comenzaron a sufrir. Amigos y familiares
se sentían frustrados por su incapacidad
para actuar sin un análisis exhaustivo.
Las pequeñas alegrías de la vida, que se
encuentran en los momentos
espontáneos, se esfumaban ante su
constante necesidad de reflexionar y
planificar.
Bruno se dio cuenta de que su mayor
virtud se había convertido en su mayor
desafío. Comprendió que necesitaba
encontrar un equilibrio, una manera de
silenciar la tormenta constante de
pensamientos para poder vivir y sentir
plenamente.
Empezó a explorar prácticas que le
permitieran calmar su mente. Yoga,
meditación y terapia se convirtieron en
partes esenciales de su rutina. Poco a
poco, aprendió a darle a su mente los
descansos que necesitaba, a disfrutar
de los momentos sin sobreanalizar cada
detalle.
LA SOCIEDAD DEL FUTURO
Está metáfora trata sobre el estrés
crónico. Cuando pasamos mucho
tiempo funcionado al 120% nos
acaba pasando factura, pudiendo
incluso, debutar en un cuadro
depresivo.
En un futuro no muy lejano, la
humanidad había conquistado los
límites del cuerpo humano. La
tecnología permitía a las personas
absorber energía directamente en sus
células a través de baterías avanzadas,
eliminando la necesidad de dormir o
comer. Sin embargo, en este mundo de
eficiencia y rendimiento continuo, las
demandas sobre el individuo nunca
habían sido mayores.
Marco era un hombre de ambición y
dedicación. En un mundo donde el
tiempo era el recurso más valioso, él
sobresalía por su capacidad para
trabajar incansablemente. Para
mantenerse al frente en su campo,
Marco empezó a cargar su batería más
allá del límite recomendado, buscando
esas horas extras de productividad.
Al principio, los resultados fueron
extraordinarios. Marco alcanzaba
metas que parecían imposibles, su
mente y cuerpo siempre listos y en
alerta máxima. Pero lo que comenzó
como una ventaja pronto se convirtió
en una necesidad. La sobrecarga de
batería se convirtió en su rutina, y las
expectativas tanto de él mismo como
de su entorno siguieron creciendo.
Con el tiempo, la constante sobrecarga
empezó a pasar factura. La batería de
Marco, desgastada por el uso excesivo,
comenzó a degradarse. Su capacidad se
redujo, primero de forma imperceptible,
luego de manera alarmante. Lo que
antes era un depósito de energía
inagotable, ahora se reducía a la mitad
de su capacidad.
Marco se enfrentó a una realidad para la
cual no estaba preparado. Su cuerpo y
mente, acostumbrados a un ritmo
frenético, se vieron obligados a
enfrentar la limitación. Las largas horas
de trabajo dieron paso a periodos de
inactividad forzada, y con ellos, una
reflexión sobre el precio de su estilo de
vida.
Con el tiempo, Marco empezó a ver su
situación no como una limitación, sino
como una oportunidad. Aprendió a
valorar los momentos de quietud, a
redescubrir pasiones y relaciones que
había descuidado en su búsqueda de
productividad. Comenzó a utilizar su
energía de manera más consciente,
priorizando lo que realmente importaba
sobre la constante necesidad de hacer
más.
EL REFLEJO DEL MANIQUÍ
Está metáfora trata sobre volcar
nuestra autoestima e identidad
sobre lo que proyectamos en las
redes sociales. Al final, nos
acabamos convirtiendo en esclavos
de ello.
En una pequeña ciudad llena de
sueños y aspiraciones, vivía una chica
llamada Elisa. Elisa era una joven llena
de vida y curiosidad, siempre
explorando nuevas formas de
expresión. Un día, siguiendo el consejo
de una de sus mejores amigas, decidió
subir una foto a una red social, sin
imaginar que ese simple acto marcaría
el inicio de un profundo cambio.
La foto de Elisa recibió una avalancha
de "likes" y comentarios. Cada
notificación era una caricia para su
ego, una confirmación de que era
admirada y valorada. Empujada por la
oleada de aprobación, Elisa empezó a
subir fotos regularmente, cada vez
invirtiendo más tiempo y esfuerzo en
lucir perfecta ante los ojos de sus
seguidores.
Con el tiempo, lo que comenzó como
un pasatiempo se convirtió en una
necesidad. La vida de Elisa giraba en
torno a la próxima foto, al próximo
aluvión de aprobación virtual. Su
teléfono se había transformado en una
extensión de su ser, un reflejo de una
realidad en la que solo importaba la
imagen y la percepción de los demás.
Un día, mientras se preparaba para
tomar su selfie diario, Elisa se miró al
espejo y no se reconoció. Su rostro, una
vez lleno de expresión y vida, parecía
rígido, inmutable. Su cuerpo, una vez
lleno de movimiento y gracia, se había
vuelto rígido y artificial. En un instante
de horror, se dio cuenta de que no podía
moverse, hablar ni sentir. Elisa había
perdido su forma humana y se había
convertido en un maniquí.
Incapaz de interactuar con el mundo,
Elisa se vio forzada a observar la vida
desde su prisión de plástico. Vio cómo
la vida seguía su curso, cómo las
verdaderas relaciones y emociones
florecían lejos de las pantallas y los
"likes". Lentamente, empezó a
comprender el precio que había pagado
por su obsesión con la imagen virtual.
En su inmovilidad, Elisa reflexionó sobre
lo que realmente importaba. Entendió
que la autenticidad y las relaciones
genuinas eran más valiosas que
cualquier aprobación virtual. Soñaba
con poder volver atrás, ser de nuevo la
chica llena de vida y no el reflejo frío y
vacío que había elegido ser.
EL REMADOR INCANSABLE
Está metáfora habla sobre el
trauma, como muchas veces
seguimos manteniendo respuestas
de hiperactivación cuando el
peligro ya ha desaparecido (o si
volviese, no podría hacernos daño)
En un mundo donde las aguas fluyen
en misteriosos caminos, vivía un
remador llamado Santiago. Conocido
por su fortaleza y determinación,
Santiago había enfrentado numerosos
ríos y mares. Pero nada lo había
preparado para el desafío que
encontraría en el río Ascenso, un río
que desafiaba la lógica fluyendo
cuesta arriba.
La jornada de Santiago comenzó como
cualquier otra, bajo un cielo claro y
con el río a sus pies. Sin embargo,
pronto se encontró en la boca del río
Ascenso. La corriente, implacable y
desafiante, parecía reírse de sus
esfuerzos. Cada remada era una
batalla, cada metro ganado, una
victoria en sí misma.
Con cada remada, Santiago sentía
cómo sus músculos se tensaban y su
aliento se entrecortaba. La corriente lo
empujaba hacia atrás, pero su espíritu
indomable lo impulsaba hacia
adelante. No estaba dispuesto a
rendirse ante la adversidad. Remada
tras remada, luchó contra la corriente,
ganando terreno a la fuerza bruta de la
naturaleza.
Después de un esfuerzo extenuante,
Santiago finalmente superó el río
Ascenso. Frente a él, se extendía un
océano tranquilo y acogedor, una
invitación al descanso y la calma. Había
logrado lo imposible, había remontado
el río y alcanzado la serenidad del mar
abierto.
Sin embargo, Santiago se encontró
incapaz de adaptarse a la tranquilidad
del océano. Movido por la inercia del
esfuerzo anterior, seguía remando con
todas sus fuerzas, como si aún estuviera
enfrentándose a la feroz corriente del
río Ascenso. Su cuerpo, moldeado por la
lucha, no entendía de pausas ni de
mares mansos.
Fue entonces cuando Santiago se dio
cuenta de que la verdadera prueba no
había sido vencer al río Ascenso, sino
aprender a navegar en la calma.
Comprender que no todas las aguas
requerían la misma lucha, que la vida
también estaba hecha de momentos de
paz y quietud.
EL PINTOR DE DECISIONES
Está metáfora habla sobre la toma
de decisiones y como hacerlo,
implica estar dispuestos a decidir
que estamos por la labor de perder.
En un tranquilo rincón de una
bulliciosa ciudad, vivía un pintor
llamado Adrián. Adrián no era un pintor
común; su arte era un reflejo de su
vida interior, un lienzo en el que
plasmaba sus dilemas y esperanzas.
Cada vez que se enfrentaba a una
decisión importante, tomaba sus
pinceles y pintaba lo positivo de cada
alternativa, buscando en sus cuadros
la respuesta que su corazón no podía
darle.
Con el tiempo, el estudio de Adrián se
transformó en una galería de la
indecisión. Cada lienzo era un camino
no tomado, una posibilidad explorada
pero nunca realizada. Los colores
vibrantes y las imágenes llenas de vida
en sus cuadros contrastaban con la
quietud y la incertidumbre que lo
rodeaban.
Adrián buscaba en sus cuadros la
claridad que el mundo real no le
ofrecía. Deseaba que sus pinceles le
revelaran el camino correcto, la
decisión que lo llevaría a la felicidad y
al éxito. Sin embargo, cuanto más
pintaba, más se daba cuenta de que
sus cuadros, aunque hermosos, no
podían tomar las decisiones por él.
Un atardecer, mientras contemplaba su
obra más reciente, Adrián tuvo una
epifanía. Se dio cuenta de que, en su
búsqueda de lo que quería ganar con
cada decisión, había ignorado lo que
estaba dispuesto a perder. Comprendió
que la esencia de decidir no residía en
elegir el camino con más ventajas, sino
en aceptar y enfrentar las pérdidas que
cada camino implicaba.
Con esta nueva comprensión, Adrián
tomó su pincel una vez más. Pero esta
vez, en lugar de pintar los aspectos
positivos de cada opción, pintó lo que
estaba dispuesto a sacrificar, lo que
cada decisión le costaría. Sus cuadros
ya no eran solo un reflejo de deseos y
esperanzas, sino también de aceptación
y coraje.
Armado con una nueva perspectiva,
Adrián empezó a tomar decisiones con
mayor confianza. No todas resultaron
ser perfectas, pero ahora sabía que la
perfección no era el objetivo. Cada
decisión era un paso adelante, una
pincelada en el lienzo de su vida.