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Tabla de contenido

1 A. TRASFONDO SOCIOCULTURAL 2
1.1 La ciudad de Roma 2
1.2 El imperio Romano 4
1.3 La caída del Imperio Romano 5
2 B. ESCENARIO RELIGIOSO 6
2.1 La estructura del cristianismo helenista 6
2.1.1 El vínculo histórico con el cristianismo 7
2.1.2 Influencias del helenismo en algunas de las principales doctrinas
cristianas. 8
2.2 La iglesia de Roma y su origen 9
2.2.1 Su importancia numérica 10
2.2.2 La composición de la iglesia 10
3 C.ASPECTOS LITERARIOS 11
3.1 Autoría y destinatarios 11
3.2 Lugar y fecha de redacción 12
3.3 Propósito del libro 14
3.4 Género literario 16
4 D.DIMENSIÓN HISTORICA 17
4.1 La influencia de Romanos en la vida de algunos teólogos (Aurelio Agustino –
Martín Lutero – John Wesley – Karl Barth) 17
4.2 Aurelio Agustín 17
4.3 Martín Lutero 18
4.4 John Wesley 19
4.5 Karl Barth 20
5 Bibliografía 21

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1 A. TRASFONDO SOCIOCULTURAL
1.1 La ciudad de Roma

En los tiempos del Nuevo Testamento, Roma era la capital masiva del Imperio Romano.
Se encuentra ubicado en lo que hoy es el centro de Italia, en la orilla del río Tíber. El
Foro Romano hoy en día Roma era una ciudad muy cosmopolita.
En los tiempos del Nuevo Testamento, Roma era la capital masiva del Imperio Romano.
Se encuentra ubicado en lo que hoy es el centro de Italia, en la orilla del río Tíber.
Capital de la actual Italia, Roma fue fundada en el 753 antes de Cristo (a.C.) sobre las
márgenes del río Tíber. Roma fue la capital del Imperio romano durante generaciones
enteras, además de ser muy influyente en el mundo, justo en la época en que Jesús
caminaba por las calles de Jerusalén. Israel estaba entre los dominios imperiales de los
César; así se los llamaba a los máximos dirigentes romanos. Hoy, la ciudad es una de las
más cosmopolitas del planeta y une lo antiguo con lo moderno, en una estructura urbana
envidiable. El turismo es una de las principales actividades de su economía. Se
transformó en una república en el año 509 a.C., período en que comenzó a conquistar
diversos territorios alrededor del Mar Mediterráneo. En el 1 a.C., pasó a ser la capital
del nuevo Imperio Romano. César Augusto, hijo de Julio César, fue su primer
emperador; hecho coincidente con el nacimiento de Jesús.

En el período del Nuevo Testamento, Roma, era la ciudad principal de toda la región del
Mediterráneo. Todos los territorios bajo dominio romano estaban unidos,
obligatoriamente, por veredas en dirección a su capital. Ahora sabemos cuándo nació el
famoso dicho popular “todos los caminos llevan a Roma”. Es importante decir que las
avenidas oficiales también se ubicaron estratégicamente, favoreciendo al comercio y la
migración.

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Roma era una ciudad muy cosmopolita. El apóstol Pablo en particular tenía un gran
amor por el pueblo de Roma, deseando ganarlos para Cristo. Sin duda, lo reconoció
como un lugar estratégico para compartir el Evangelio: desde Roma, la Palabra de Dios
podría extenderse fácilmente por todo el imperio y más allá.

La gran obra de Pablo sobre el Evangelio, Romanos, fue escrita al pueblo de Roma. Los
únicos eventos en el Nuevo Testamento que realmente ocurren en Roma se encuentran
en la última mitad de Hechos 28. Pablo llegó a Roma como prisionero, y finalmente
estuvo bajo arresto domiciliario. Él compartió el Evangelio con los judíos en Roma, con
una respuesta mixta, y finalmente les recordó que Dios estaba enviando Su Palabra a los
gentiles (Hechos 28:16-31).

Tengo obligación tanto para con los Griegos como para con los bárbaros, para con los
sabios como para con los ignorantes. Así que, por mi parte, ansioso estoy de anunciar
el evangelio también a ustedes que están en Roma. Porque no me avergüenzo del
evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree, del Judío
primeramente y también del Griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela
por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.
Romanos 1:14-17 (BIBLIA, 2018)

1.2 El imperio Romano


Roma era politeísta. Los romanos adoraban a dioses muy parecidos al de los griegos,
algunos solamente cambiaban de nombre. A pesar de venerarlos y atribuirles poderes
sobrenaturales con funciones específicas, estos dioses se representaban con formas
humanas, y tenían los mismos sentimientos y debilidades que el hombre. En la antigua
Roma, la religión se mezclaba con la política, lo que provocaba que el emperador fuera
adorado igual que un dios. Esta fue una de las razones por la que los romanos se
opusieron a los cristianos, que predicaban sobre otro Dios. Hablar de un Dios único y
soberano, a los ojos de los primeros, era una herejía e insubordinación política. Los
seguidores de Jesús empezaron a ser detenidos como ladrones. Muchos murieron en
grotescos y sangrientos espectáculos, como sucedía en el famoso Coliseo (foto), una
arena donde el pueblo se divertía viendo a personas luchando, o siendo devoradas por
las fieras.
Cuando Palestina pasó a estar bajo el dominio del Imperio Romano, judíos y cristianos
migraron a Roma. Fue a través de ellos que el evangelio llegó a la ciudad. En el 49

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después de Cristo (d.C.), el emperador Claudio, (según Suetonio, historiador y biógrafo
romano de la época) expulsó a los judíos de la ciudad, entre quienes estaba el
matrimonio de Aquila y Priscila (futuros compañeros de viaje del apóstol Pablo, a quien
conocerían en Corinto). Claudio justificó la iniciativa alegando que los expulsados
causaban muchos problemas “a raíz de un tal Cristo”; refiriéndose así a los judíos
convertidos. Aun con este antecedente, allí se formó una de las iglesias más influyentes
para la cual Pablo escribió su famosa epístola a los romanos, que daría origen a su libro
homónimo, dentro del Nuevo Testamento.
Para el apóstol escritor (quien fuera preso y encarcelado en Roma por 2 años, entre los
años 60 y 62 d.C., aproximadamente) la prisión no fe un simple encierro. Él estaba bajo
la custodia de un soldado, en una casa, donde pudo predicarles a muchos judíos (Hechos
28: 16-31). Pablo fue apresado en Jerusalén por los judíos y llevado a Roma. Como el
emperador no lo consideró un ladrón, decidió soltarlo. Como los judíos protestaron
vehementemente, el soberano determinó algo muy interesante…algo similar a la prisión
domiciliaria en la actualidad: el apóstol permanecería en Roma, pero en una casa que él
mismo pudo alquilar según su gusto. Claro que esta casa no era un simple inmueble
para habitar, sino un verdadero centro de prédica. En ésta recibió a algunos de los judíos
más importantes de la ciudad, convirtiendo a muchos al cristianismo.
Otro apóstol que estuvo en Roma fue Pedro. Él y Pablo fueron martirizados años más
tarde (alrededor del año 67) por el entonces insano emperador Nero. De esta forma, aun
cuando la iglesia romana no fue fundada directamente por los apóstoles, contó con su
acción directa.
En la ciudad se terminó desarrollando una de las iglesias más importantes del
cristianismo, poniendo a las ciudades circundantes bajo su supervisión, hasta que el
emperador Constantino la declarara ilegal en el siglo 4.

1.3 La caída del Imperio Romano


Alrededor del año 70, Roma fue la responsable de la invasión y destrucción de
Jerusalén, ciudad que se revelaba al poderío imperial. Fue por ese tiempo que se
destruyó el Templo y toda la ciudad liderada por el general Tito, cumpliéndose la
profecía del propio Jesús (Lucas 21: 5-6).
Si en la historia a todo apogeo precedió una caída, aunque fue tardía, la destrucción del
Imperio romano fue profetizada en la Biblia. Por la persecución al pueblo de Dios y por
la creciente lujuria, su derrumbe fue previsto por Juan, quien comparó a la antigua

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Babilonia con una prostituta (Apocalipsis 17) sobre una bestia con siete cabezas (en
alusión a las siete colinas que unidas forman parte de la ciudad en el versículo 9). De
hecho, la destrucción de Roma y la caída de su imperio fueron en el año 476, suscitada
por los hérulos (muy probablemente después de ser expulsados). Los hérulos fueron una
tribu originaria del sur de Escandinavia.
A lo largo de los siglos, Roma pasó por las manos de los bárbaros (pueblos no-romanos,
como los hérulos) perdiendo su autonomía y siendo reconquistada recién en el año 756.
Garibaldi y la unificación. Más de 1 milenio después, en 1871, Roma se convertía en la
Capital de la Italia Unificada, por el movimiento originado por Giuseppe Garibaldi
(foto). El mismo que se juntara décadas antes con la separatista Revolución Farroupilha
(Revolución de los Harapientos) en Río Grande del Sur, Brasil; ocasión en que conoció
y se casó con Ana María de Jesús Ribeiro, conocida más tarde como Anita Garibaldi.
Luchando al lado de su marido, Anita murió en el país natal de su esposo, con quien
tuvo a su único hijo, Menotti. Con la Abolición de la esclavitud en Brasil, miles de
familias italianas migraron hacia el país tropical, a fin de suplir la demanda de mano de
obra en la agricultura, sobre todo en los cafetales. Entre los inmigrantes, se encontraban
familias oriundas de Roma, que en un principio se habían ido a la zona rural de su país,
pero después cruzaron el mar. Brasil tuvo una fuerte influencia italiana en su formación,
y es notoria, hasta hoy, en los estados del Sudeste y Sur.
Llega la Segunda Guerra Mundial. Roma sufrió mucho por los bombardeos de las
fuerzas aliadas, ya que Italia, bajo el mando del “Duce” Benito Mussolini, formaba
parte del “Eje del Mal”, junto a la Alemania nazi y Japón imperial. Italia fue capturada
por aliados en 1944, convirtiéndose en la primera ciudad poderosa del eje en ser
dominada.
Después de la Segunda Guerra, Roma tuvo un crecimiento bastante acelerado. Hoy es
una de las principales ciudades del planeta, con un riquísimo patrimonio histórico,
integrada a una de las más modernas infraestructuras de las metrópolis europeas.

2 B. ESCENARIO RELIGIOSO
2.1 La estructura del cristianismo helenista
Las conquistas primeras de Alejandro (334-323 a. C.) deben marcar el inicio de una
definición formal del helenismo. Estas fueron a la vez causa y consecuencia de grandes
cambios en el pensamiento griego. Antes de Alejandro, y en todo el período que va de

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Homero a Aristóteles, el pensamiento griego había seguido una evolución sin la cual no
hubiesen sido posibles las grandes conquistas del siglo IV a.C. El antiguo pensamiento
griego había sido típicamente aristócrata y racista.
Todos los pueblos no helénicos eran “bárbaros” por definición, y eran por tanto
inferiores. Pero, debido al incremento en el comercio y las relaciones con otros pueblos,
el pensamiento griego se hizo cada vez menos exclusivista.2
Pero, las conquistas de Alejandro no tuvieron lugar en un vacío cultural, sino que
incluyeron a países de culturas antiquísimas, tales como Egipto, Siria, Persia y
Mesopotamia (incluso a los judíos y el judaísmo). En cada uno de estos países, la
cultura local quedó eclipsada durante los primeros siglos de dominación helenista, para
luego surgir transformada y pujante, de tal modo que se extendió más allá de sus
antiguas fronteras. Este resurgimiento de las antiguas culturas orientales tuvo lugar
precisamente durante el siglo primero de nuestra era. Es por esto que, al estudiar el
marco helenístico en que el cristianismo dio sus primeros pasos, debemos tener en
cuenta, además de la filosofía helenística, que había heredado y desarrollado las
antiguas tradiciones de la filosofía griega, las muchas religiones que del Oriente
trataban de invadir el Occidente. La primera puede interpretarse como el flujo del
helenismo, mientras que las segundas vienen a ser su reflujo.
El término fue utilizado por primera vez por el historiador alemán Johann Gustav
Droysen en Geschichte des Hellenismus (1836 y 1843), a partir de un criterio
lingüístico y cultural, es decir, la difusión de la cultura propia de las regiones en las que
se hablaba el griego (ἑλληνίζειν – hellênizein), un fenómeno alentado por las clases
gobernantes de origen heleno de aquellos territorios que nunca tuvieron relación directa
con Grecia, como pudo ser el caso de Egipto, Bactriana o los territorios del Imperio
seléucida. Este proceso de helenización de los pueblos orientales, y la fusión o
asimilación de rasgos culturales orientales y griegos, tuvo continuidad bajo el Imperio
romano.
2.1.1 El vínculo histórico con el cristianismo
Palestina fue campo de numerosas batallas, y por ella pasaban algunas de las rutas
comerciales más importantes del Imperio. Estas dos razones -la guerra y el comercio-
produjeron desde muy temprano una corriente de emigración que extendió el judaísmo
por todo el mundo conocido. Cuando, en el siglo VI a. C., se produjo el regreso de la
cautividad babilónica, no todos los judíos regresaron a Palestina, y comenzó así un
proceso de dispersión que continuaría a través de muchos siglos. Pronto los judíos
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formaron comunidades importantes en Babilonia, Egipto, Siria, Asia Menor, Roma y
otros lugares, hasta tal punto que algunos escritores afirman que constituían la mitad de
la población de estas regiones -exageración sin duda-, pero no totalmente carente de
fundamento. Estos judíos, junto con los prosélitos que habían logrado hacer de entre los
gentiles, constituían la Diáspora o Dispersión, fenómeno de gran importancia para
comprender el carácter del judaísmo del siglo I, así como la expansión del cristianismo
en sus primeros años.
Los judíos de la diáspora no se disolvían en la población de su nueva patria, sino que
formaban un grupo aparte que gozaba de cierta autonomía dentro del orden civil. Sobre
todo en los grandes centros de la diáspora -como en Egipto- los judíos vivían en una
zona determinada de la ciudad, no tanto porque se les obligase a ello como porque así lo
deseaban. Allí elegían sus propios gobernantes locales, y establecían además una
sinagoga donde dedicarse al estudio de la Ley.
En todo caso, desde muy temprano comenzaron a existir diferencias entre el judaísmo
de Palestina y el judaísmo de la Diáspora. La más importante de estas diferencias era la
que se refería el lenguaje.
Tanto en la Diáspora como en Palestina, comenzaba a perderse el uso del hebreo, y se
hacía cada vez más difícil entender las Escrituras en su lengua original. Como era de
esperarse, este proceso de pérdida del hebreo era mucho más rápido entre los judíos de
la Diáspora que entre los que aún vivían en Palestina. Si bien entre los judíos de
Palestina pronto comenzó a traducirse el Antiguo Testamento
al arameo, primero oralmente y luego por escrito. Este proyecto de traducción fue
mucho más rápido y completo en la Diáspora, donde las sucesivas generaciones de los
judíos iban perdiendo el uso del hebreo, y comenzaban a utilizar los idiomas locales, y
sobre todo el griego, que era el lenguaje del estado y del comercio. Fue en Alejandría
que esta helenización lingüística del judaísmo alcanzó su máxima expresión. Además,
Alejandría era un centro de cultura helenística y, como veremos más adelante, los judíos
de aquella ciudad querían presentar su religión de tal modo que fuese accesible a las
personas cultas de la región. De esta necesidad surgió la traducción griega del Antiguo
Testamento que recibe el nombre de Septuaginta.
2.1.2 Influencias del helenismo en algunas de las principales doctrinas cristianas.
Una doctrina es la expresión directa y frecuentemente sencilla de una verdad religiosa.
No es necesariamente formulada con precisión científica, y cuando lo es, podría ser
meramente la formulación de una sola persona.6 Por su parte, un dogma es una verdad
7
religiosa basada en la autoridad de y oficialmente formulada por alguna asamblea
eclesiástica. Este significado de la palabra no se determina por su uso bíblico (el cual
siempre denota un decreto, un mandato, o una regla de la vida práctica), sino que está
más en armonía con el uso filosófico del término para denotar una proposición o
principio.7 De hecho, en estas diferencias consisten las diferencias entre dogmática y
teología sistemática o doctrinas. Estas formulaciones no son infalibles, pero sin
embargo tienen un alto grado de fiabilidad. Son autoritativas, no sólo porque son
propuestas por la Iglesia, sino más bien porque son formalmente definidas por la Iglesia
y esencialmente basadas en la Palabra de Dios.8 Sin embargo, fue el uso filosófico y no
el teológico el que dio origen al significado posterior de la palabra dogma en la teología.
Por lo que su uso en Hechos 16.4, el cual guarda puntos de similitud con su uso
posterior en el estudio teológico formal, pareciera señalar una sutil influencia helénica
en el texto.
Influencias posteriores similares es lo que el profesor Harnack llama la “helenización”
del cristianismo, y que considera en el mismo plano que los esfuerzos de los gnósticos
mismos. Según Harnack, los Padres simplemente cayeron en el error de sus
contrincantes al valerse de las armas de la filosofía griega, y dieron al cristianismo un
carácter intelectual que difería en la clase, pero no en el grado, del gnosticismo que
combatía.10Antes de abordar la influencia en algunas de las principales doctrinas del
cristianismo, es de rigor revisar el impacto en la definición canónica de las Escrituras.

2.2 La iglesia de Roma y su origen


Carecemos de datos que nos permitan fijar con exactitud la fecha de la fundación de la
iglesia en Roma. No hay base histórica alguna que justifique la tardía tradición de que
Pedro fuese a Roma después de ser libertado de la cárcel por el ángel y que allí
evangelizara (Hch 12:17). Por otra parte, no hay por qué negar que Pedro estuviese en
Roma más tarde y que allí diera su vida por el Señor; pero eso no tiene nada que ver con
la fundación de la iglesia, que entonces llevaba muchos años de historia.
No es imposible, sin embargo, que Pedro tuviese una parte indirecta en los principios
del testimonio cristiano en la metrópoli, ya que leemos en (Hch 2:10): de “visitantes de
Roma,
tanto judíos como prosélitos”, que eran testigos de las maravillas en el Día de
Pentecostés, por lo que suponemos que también escucharon el mensaje que Pedro
pronunció después. Si algunos de estos visitantes judíos de Roma se hubiesen

8
convertido aquel día, habrían llevado el Evangelio por lo menos a los judíos de la
metrópoli. Sea ello como fuere, dado el movimiento continuo entre la capital del
Imperio y la región de Siria e Israel, no tardarían en llegar hasta allí algunos creyentes
celosos que procederían a reunirse con la sencillez propia de aquellos tiempos
apostólicos, lo que resultaría en la formación de la primera iglesia local, la verdadera
“iglesia de Roma”, de marcado carácter judaico en sus comienzos, que suponemos
anteriores a la apertura de la puerta de la gracia a los gentiles en Cesarea (Hch 10). En
(Hch 18:2) leemos de un decreto de Claudio que expulsó a los judíos de Roma, lo que
motivó la estancia de Aquila y Priscila en Corinto. Tales decretos eran bastante
frecuentes por entonces, pero pronto llegaban a ser letra muerta, lo que permitía el
retorno de banqueros y comerciantes tan activos y útiles como eran los judíos. Según el
historiador romano Suetonio, aquel de Claudio se motivó por algunos alborotos entre
los judíos, ocasionados por un tal “Chresto”. Es muy probable que hay aquí una
confusión entre “Chresto” y “Cristo”, señalando la referencia de Suetonio el resultado
del impacto sobre los judíos de la sinagoga del cristianismo naciente. Si la deducción es
válida, se hallaban muchos creyentes en Roma por el año 51/52, lo que supone una
fecha bastante anterior para la fundación de la iglesia. De hecho, no hay nada que nos
impida pensar en una iglesia de judíos convertidos en Roma en la primera década
después del Día de Pentecostés.
2.2.1 Su importancia numérica
La importancia numérica de la iglesia en la fecha de la redacción de esta Epístola puede
deducirse de las numerosas referencias personales que hallamos en el capítulo 16, pues
sí tantos conocidos tenían Pablo en una iglesia que nunca había visitado, ¡cuántos
miembros había que no conocía! Sin embargo, no debe extrañarnos el número de sus
amigos, pues durante veinte años de servicio, Pablo habría hecho contacto con muchas
personas que luego se trasladarían a la metrópoli. Otros indicios hay de una membresía
crecida, pues si los alborotos producidos en Roma a causa de “Chresto”, según la cita de
Suetonio, habían repercutido en la vida de la gran ciudad hasta el punto de motivar un
edicto de expulsión contra los judíos, es de suponer que habían llegado a adquirir
proporciones considerables. No sólo eso, sino que las referencias que hace Tácito (otro
historiador romano) a la persecución de la iglesia en Roma por Nerón, no muchos años
después, parecen indicar que la comunidad cristiana era muy considerable, pues una
multitud de personas sufría el martirio.

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2.2.2 La composición de la iglesia
De nuevo las numerosas salutaciones del capítulo 16 echan alguna luz sobre el origen y
estado de los cristianos de la iglesia en Roma. Los nombres indican creyentes de
procedencia judía y gentil, y es notable el número de hermanas que hallan mención en la
lista. Que la iglesia fuese compuesta tanto de creyentes judíos como gentiles se deduce
también por la manera en que Pablo se dirige a ella: por una parte, escribe como el
Apóstol de los gentiles (Ro 11:13), honrando su ministerio, deseando tener algún fruto
entre los creyentes romanos “como entre los demás gentiles” (Ro 1:13) (Ro 15:16); por
otra parte, escribe como si tuviera el Antiguo Testamento siempre delante, sin olvidarse
por un momento del “problema judío”, que recibe su más amplio estudio en los
capítulos 9 a 11 de esta carta. Tanto es así que puede hacer referencia a “nuestro
progenitor Abraham” (Ro 4:1), bien que la frase pertenece a una pregunta retórica que
podría ser la del “judío objetor”: el contrincante imaginario que entra tantas veces en
escena en esta Epístola para expresar los argumentos que empleaban los judíos
incrédulos al Evangelio.
Es evidente que Pablo puede contar con conocimientos profundos de los libros del
Antiguo Testamento entre los creyentes en Roma, ya que las citas sacadas de ellos
llegan a un récord, constituyendo el tejido y urdimbre de muchos importantísimos
argumentos. Además de los cristianos y judíos de raza, es probable que, en una ciudad
como Roma, se hallasen muchos prosélitos y “temerosos de Dios” que, habiendo
escuchado el Evangelio, creyeron para vida eterna. (Trenchard)

3 C.ASPECTOS LITERARIOS
3.1 Autoría y destinatarios
Romanos fue escrito por Pablo durante su visita de tres meses a Corinto (Hch 20.1–3).
En Romanos 16.23 Pablo indica que estaba con Gayo y Erasto, ambos estaban
asociados con Corinto (1 Co 1.14; 2 Ti 4.20). Tal vez la carta la llevó Febes (16.1),
quien vivían en Cencrea, el puerto marítimo que servía a Corinto (Hch 18.18). Aquila y
Priscila, amigos de Pablo, eran oriundos de Roma (Hch 18.2) y por el saludo a ellos en
Romanos 16.3 descubrimos que habían regresado a Roma. (W.Wiersbe, 2018) Nótese
que Pablo no dirige esta carta a «la iglesia en Roma». sino más bien «a todos los que
estáis en Roma» (1.7). Cuando se lee el capítulo 16 no se puede menos que notar los

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diferentes grupos de creyentes, lo cual sugiere que tal vez no había una sola iglesia local
(16.5, 10–11, 14–15).
La iglesia de Roma no fue fundada por Pablo ni Pedro, pero probablemente por
creyentes (¿judíos?) que vivían en Roma, pero que visitaban regularmente Jerusalén y
otras partes del imperio romano donde se había predicado el evangelio y a quienes se
habían convertido a Jesús. La iglesia existía probablemente en grupos de creyentes de
los judíos y de los gentiles. Casi siempre esa situación crea tensiones. ¿Tenemos que
seguir viviendo conforme a la ley de Moisés, o no? Los fuertes dijeron que no,
basándose en la libertad cristiana. Ellos deben haber sido cabalmente creyentes de los
gentiles y aquellos de los judíos que habían experimentado más su libertad que sus
hermanos judíos. Los débiles en la fe fueron aquellos creyentes de los judíos que no
podían dejar la vida estricta conforme a la ley de Moisés y las muchas tradiciones que
se habían formado durante los siglos. Pese a que Pablo no conocía personalmente la
iglesia de Roma, estaba al tanto de los acontecimientos que en ella se desarrollaban. El
último capítulo demuestra claramente que él se había enterado de la situación local por
los muchos contactos que tenía con miembros de la iglesia de Roma. Debemos tomar en
cuenta que había gente que viajaba mucho y que podía informar al apóstol del bienestar
de la iglesia.

3.2 Lugar y fecha de redacción


A. La fecha probable en que se escribió Romanos es 56-58 D. de C. Este es uno de los
pocos libros del NT. al que puede dársele una fecha exacta. Este se hace al comparar
Hechos 20:2 y siguientes con Romanos 15:17 y siguientes. Romanos fue escrita
probablemente hacia el final del tercer viaje misionero de Pablo, justo antes de que
partiera hacia Jerusalén. La probable cronología de los escritos de Pablo es la que sigue,
tomada de F. F. Bruce y Murry Harris con mínimas adaptaciones.

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Los siguientes datos apuntan hacia Corinto como el lugar donde el apóstol compuso la
epístola a los romanos:
1. La encomienda a la iglesia a Febe, a quien llama “una servidora de la iglesia de
Cencrea”. Ahora bien, Cencrea era el puerto oriental de Corinto, Generalmente
se supone, y es probable que esto sea correcto, que Febe llevaba la carta de
Pablo a su destino.
2. La llama a Gayo su “hospedador”. Esta persona bien puede haber sido aquella
cuyo nombre es mencionado en 1 Co. 1:14, donde el apóstol informa a los
corintios que él había bautizado a este miembro de su congregación. En Ro.
16:23 Gayo envía saludos.
3. También Erasto aparece enviando un saludo. Cf. 2 Ti. 4:20, “Erasto permaneció
en Corinto”. Una inscripción descubierta en un bloque de pavimento en Corinto
dice: “Erasto colocó este pavimento de su propio peculio”. Si estas referencias
apuntan al Erasto de Ro. 16:23, las mismas confirman la teoría de que Romanos
fue compuesta en Corinto. La determinación del tiempo de la composición es
quizá algo más difícil. Al menos las opiniones difieren bastante.
La pregunta para contestar es: “¿Cuándo estuvo Pablo en Corinto bajo circunstancias
que armonizaran con la situación reflejada en su carta a los romanos?”. Su primera
estada en dicho lugar fue durante el segundo viaje misionero (Hch. 15:36–18:22). Según
Hch. 15 este viaje comenzó pronto después del fin del Concilio de Jerusalén, aunque no
nos ha sido revelado exactamente cuánto tiempo después. Véase Hch. 15:30, 36. Si se
asigna la fecha de 50 [p 26] d.C. a dicha reunión, como se hace generalmente, la fecha
algo flexible de 50/51–53/54 para todo el segundo viaje misionero puede ser correcta.
Sin embargo, no podría haber sido durante esta permanencia en Corinto que el apóstol
escribiera Romanos. Dicha carta claramente pertenece a un período considerablemente
más tardío, cuando las tareas misioneras de Pablo en la parte oriental del imperio
estaban ya cerca de su fin. Nótese lo siguiente: “Así que, desde Jerusalén y todo el
camino hasta Ilírico he proclamado plenamente el evangelio de Cristo” (Ro. 15:19);
“Pero ahora que en estas regiones ya no queda lugar para mí para trabajar” (15:23). Cf.
1:10: “… ahora, al fin”.
¿Debemos entonces vincular a Romanos con el segundo viaje de Pablo a Corinto, la
visita dolorosa mencionada en forma implícita en 2 Co. 12:14; 13:1? Pero este viaje
debe haber sido de corta duración y hecho bajo circunstancias desfavorables para la
composición de esta gran epístola. Como se indicó anteriormente, ese viaje fue hecho

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probablemente durante la larga permanencia de Pablo en Efeso, y antes de escribir 1
Corintios.
Todo apunta a la probabilidad de que Pablo escribió Romanos hacia fines de su
ministerio en Acaya (Grecia), mencionado en Hch. 20:3; a saber, durante su tercera
visita registrada a Corinto en su tercer viaje misionero (Hch. 18:23–21:16).
En su subsiguiente partida de Corinto, el plan original de Pablo había sido de navegar
directamente desde Grecia a Siria, para poder viajar desde allí a Jerusalén con las
donaciones para los santos necesitados, contribuciones caritativas hechas por sus
hermanos cristianos de Macedonia y Acaya. Pero el oportuno descubrimiento de un
complot contra la vida del apóstol cambió este plan, de modo que, en lugar de ello, él
regreso a Jerusalén vía Macedonia (Filipos) y Misia (Troas). Cf. Hch. 20:3–6; Ro.
15:25.
El tercer viaje misionero había durado ya mucho tiempo antes de que Pablo dejara
Corinto. Esto es claro a partir del hecho de que, aun antes de llegar a Corinto en este
viaje, el apóstol había pasado “dos meses” y “dos años” en Efeso (Hch. 19:8, 10). En
verdad, parece que, contando todo, él trabajó allí durante un período de “tres años”
(Hch. 20:21). La fecha para este tercer viaje misionero completo fue entonces
probablemente de 53/54–57/58, y la fecha de composición de la epístola a los romanos,
escrita poco antes de su partida de Corinto, fue probablemente 57 o 58. Dado que era la
intención de Pablo llegar a Jerusalén para Pentecostés (Hch. 20:16), quizá podemos ser
aún más específicos y decir que la carta probablemente fue escrita hacia fines del
invierno y/o durante el comienzo de la primavera del hemisferio norte.
Una fecha que fuese considerablemente anterior para el tercer viaje misionero y para
Romanos pone al relato en conflicto con la fecha de la acusación de Pablo ante Galión
(Hch. 18:12–17), que tuvo lugar durante el segundo viaje misionero del apóstol. Se ha
establecido que el consulado de [p 27] Galión ocurrió en el período de 51–53.3
Asimismo una fecha tan temprana resultaría en la necesidad de mover hacia atrás la
fecha de la llegada de Pablo a Jerusalén, su arresto, y su prisión en Cesarea durante la
administración de Félix (y más tarde de Festo). Y dado que Felix probablemente no
llegó a ser gobernador hasta el año 52,4 sería difícil explicar como Pablo, en su defensa
ante este gobernador, pudiera decir: “Sabiendo que durante muchos años has sido juez
sobre esta nación, alegremente hago mi defensa”. (HENDRIKSEN, 206)

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3.3 Propósito del libro
Pablo estaba a punto de concluir su trabajo en Asia (15.19) e ir a Jerusalén con su
ofrenda de amor de las iglesias de Asia (15.25–26). Su corazón siempre había sentido
un peso por predicar en Roma y esta larga carta era su manera de preparar a los
cristianos para su venida. En su estancia en Corinto (Hch 20.1–3) también escribió su
carta a los Gálatas, procurando responder a los judaizantes que estaban confundiendo a
las iglesias de Galacia. Pablo tal vez quería advertir y enseñar a los cristianos en Roma,
por si acaso estos judaizantes llegaban antes que él y trastornaban sus planes. Nótese
que en Romanos (3.8) menciona las acusaciones falsas que ciertos hombres hicieron en
su contra.
Las razones de Pablo para la carta se pueden resumir como sigue:
Preparar a los cristianos para su planeada visita y explicar por qué no los había visitado
antes (1.8–15; 15.23–29).
Instruirles en las doctrinas básicas de la fe cristiana, para que los falsos maestros no los
confundiera.
Explicar la relación entre Israel y la Iglesia, para que los judaizantes no los descarriaran
con sus doctrinas.
Enseñar a los cristianos sus deberes mutuos y hacia el estado.
Responder a cualquier calumnia contra Pablo (3.8). (W.Wiersbe, 2018)
¿Pero por qué desea Pablo visitar la iglesia de Roma? ¿Cuál es, exactamente, su
propósito?
La respuesta inicial debe ser que Pablo, por ser una persona intensamente cálida y
amorosa, desea ir a Roma para ser de bendición a sus amigos (Ro. 1:10, 11), y de ser
refrescado por ellos (15:32). Además, es por esta misma razón que, ahora que le es
imposible ir a Roma inmediatamente, se comunica con la iglesia de Roma por medio de
esta carta. El escribe a los romanos [p 37] porque los ama. Ellos son sus amigos “en
Cristo”, y por medio de esta carta él les imparte su amor, los alaba (1:8), les informa de
sus oraciones constantes a favor de ellos (1:9), les pide que oren por él (15:30) y les
informa sobre sus planes de viaje (1:10–12; 15:24s).
No deja de sorprender que esta razón profundamente personal (deseo de comunión,
etc.), razón claramente expuesta por el mismo apóstol, es muchas veces pasada por alto.
A veces se pone todo el énfasis en la motivación teológica o en el incentivo misionero:
Pablo desea corregir los errores de la antinomia nos y/o desea hacer de Roma su punto

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de partida para la evangelización de España. Es cierto, estos asuntos son importantes,
pero debemos comenzar con la razón primeramente afirmada por Pablo mismo en esta
misma epístola.
Pablo siente tanto más la necesidad de escribir esta carta y por medio de ella pedir a la
iglesia de Roma que lo recuerde en oración porque él de ningún modo está seguro de
que algún día podrá llegar a Roma. Ro. 1:10 introduce este temor y 15:31 clarifica lo
que el apóstol tiene en mente. Hay dos cosas que teme: (a) que los judíos lo puedan
matar, (b) que los “santos” de Jerusalén no estén dispuesto a aceptar la generosa
donación que les llega de los gentiles.
Respecto al primer presentimiento, que el mismo no carecía de fundamento es evidente
a partir de un pasaje tal como Hch. 20:3 (a causa del complot de los judíos Pablo tuvo
que cambiar sus planes de viaje) y de Hch. 14:19; 17:5, 13; 18:6, 12s; 23:12–21; 2 Co.
11:24, 32, 33. Además, los malos presentimientos de Pablo no eran totalmente
subjetivos. El recibía constantemente intimaciones del Espíritu Santo, insinuaciones de
inminentes dificultades (Hch. 20:22, 23). Véase también 21:10, 11, 27s.
En lo referente al segundo temor, aunque los hermanos dieron a Pablo y a sus
compañeros una cálida bienvenida (Hch. 21:17), no queda claro en qué medida esta
cálida bienvenida también incluía aprecio por la “ofrenda” a la cual Pablo había
dedicado tanto tiempo y esfuerzo.
El hecho aquí mencionado, a saber, que en la mente de Pablo la posibilidad era real, la
perspectiva terrible, de que él quizá nunca llegase a ver a sus queridos amigos de Roma,
explica por qué él tenía que escribir este tipo de carta, una que en sus primeros siete
capítulos se caracterizase por un estilo argumentativo. Nótese, por ejemplo, la serie de
expresiones tales como: “¿Qué diremos entonces?” Véase 4:1; 6:1; 7:7; 8:31; 9:14, 30.
No sólo nos recuerda este tipo de estilo la manera en que Pablo, el misionero, había
argumentado durante sus muchos viajes contra sus acérrimos oponentes, los judíos
incrédulos, sino que también demuestra que él se da cuenta de que la pequeña iglesia de
Roma está rodeada de un enorme ejército de incrédulos similares. Pablo, en
consecuencia, en esta carta a los romanos, le está mostrando a la iglesia en Roma cómo
debe defenderse contra la constante embestida de estos oponentes; sí, ¡aun como podría
llegar a ganar algunos de ellos para Cristo! Si los destinatarios no pueden ya más entrar
en contacto con Pablo mismo, ellos al menos podrán leer y releer esta preciosa carta.

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3.4 Género literario
Epístola: Composición poética en forma de carta y cuyo fin principal es exponer ideas
didácticas o moralizadoras. La carta de Pablo, dirigida a las iglesias romanas que se
reunían por las casas, ha sobresalido entre los escritos del NT por su influencia pastoral
y teológica. Su tema principal es la doctrina de la salvación, que incluye las
consecuencias prácticas para los creyentes de esta nueva vida en Jesucristo.

4 D.DIMENSIÓN HISTORICA
4.1 La influencia de Romanos en la vida de algunos teólogos (Aurelio Agustino
– Martín Lutero – John Wesley – Karl Barth)
La carta de Pablo a los Romanos es la más famosa y ha jugado un rol trascendental en la
vida de muchos líderes de la iglesia. Podemos pensar en Agustín, Martín Lutero, Juan
Wesley y Karl Barth. Es la carta que, aunque no tenía el objetivo dar ‘una teología
sistemática', nos brinda un resumen de los pensamientos teológicos del Apóstol Pablo.
Romanos es el libro más sistemático y lógico del Apóstol Pablo. La carta fue afectada
por circunstancias en Roma, por lo tanto, es un documento “ocasional.” Algo sucedió
que origino que Pablo escribiese la carta. Sin embargo, es la más neutral de los escritos
de Pablo, en el sentido de que la manera en que él trato con el problema (el problema
era probablemente celo entre los creyentes judíos y el liderazgo gentil, vea 14:1-15:13)
fue una clara presentación del Evangelio y sus implicaciones para la vida diaria.
La presentación que Pablo hace del Evangelio en Romanos ha impactado la vida de la
iglesia a través de los siglos:

4.2 Aurelio Agustín


Fue convertido al cristianismo en el año 386 D. de C. leyendo Romanos 13:13-14.
Aurelio Agustín, Obispo de Hipona, testigo viviente del descalabro del Imperio Romano
de Occidente. Muchas veces, desde sus estudios en Cartago, como Abogado en Roma,
convertido al cristianismo e ungido como Obispo de Hipona, se interrogó: ¿Por qué, el
Imperio Romano, cuna de la civilización y antorcha luminosa de la humanidad, ha caído
de rodillas ante el bárbaro Atila, ¿el 24 de agosto 410?
La respuesta está en la obra inmortal La Ciudad de Dios. Los romanos por la pérdida de
valores se volvieron contra ellos mismos y destruyeron al Imperio, tal como se ha
producido con los diversos imperios del pasado como en la actualidad.

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Si pierdes tus valores e ideales, entonces retornas a la mediocridad y a la banalidad de la
vida; el resultado es el eclipse de lo eres y de lo que deberías ser.
Razón por lo cual, presentamos el contexto histórico del ocaso de Roma y hacemos una
lectura de La Ciudad de Dios para vivir como hijos de Dios en el Amor, la Verdad y la
Libertad. Agustín es el autor de Confesiones y La ciudad de Dios, dos de las obras más
leídas de la historia cristiana. Fue el teólogo más influyente de la iglesia hasta el siglo
XIII, y algunos dicen que más allá.

En el verano del año 386, Agustín, de 32 años, estaba sentado llorando en el jardín de su
amigo Alipio en Milán. Había sido durante dos años profesor de retórica en esa ciudad y
tenía todos los motivos para estar satisfecho con su carrera profesional hasta entonces,
pero era consciente de una profunda insatisfacción interior. Estaba casi convencido de
comenzar una nueva vida, pero le faltaba la resolución para romper con la antigua.

Mientras estaba sentado, oyó a un niño que cantaba en una casa vecina: ¡Tolle, lege!
¡Tolle, lege! (“¡Toma y lee! ¡Toma y lee!”) Tomando el pergamino que yacía junto a su
amigo —un ejemplar de las cartas de Pablo, como sucedió— dejó que su ojo se posara
en lo que conocemos como las palabras finales de Romanos 13: “...no en glotonerías y
borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del
Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne”.
“No quise leer más”, dijo Agustín al recordar esta experiencia, “ni tuve necesidad
alguna; al instante, al terminar esta frase, una luz clara inundó mi corazón, y todas las
tinieblas de la duda se desvanecieron”.

4.3 Martín Lutero


El entendimiento de Martín Lutero fue cambiado radicalmente en el año 1513 D. de C.
mientras que comparaba el Salmo 31:1 con Romanos 1:17 (ver Habacuc 2:4). La Carta
de Pablo a los Romanos iluminó a Lutero por partida doble: primero, suplió sus dudas
espirituales, trayendo paz a su alma al descubrir que la salvación es un don de Dios, es
decir, hasta entonces él buscaba merecer la salvación; ahora la salvación le era
concedida gratuitamente por la fe en Cristo, pues el justo por la fe vivirá. Segundo,
también representó para Lutero una nueva comprensión de las Escrituras a la luz de
Cristo. Esta clave hermenéutica llevó a Lutero a reinterpretar los Salmos de sus
conferencias dadas durante los años anteriores.

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Lutero fue el precursor de la Reforma protestante del siglo XVI, que reafirmó la
primacía de la fe y de las Escrituras.
En 1513, Martín Lutero, monje agustino y profesor de teología sagrada en la
Universidad de Wittenberg, en Sajonia, se esforzó por preparar un curso de conferencias
sobre los Salmos mientras su mente estaba preocupada por el agónico esfuerzo de
“encontrar un Dios bondadoso”. Le llamó la atención la oración del Salmo 31:1: “En tu
justicia líbrame”. Pero ¿cómo podía librarle la justicia de Dios? La justicia de Dios
estaba seguramente calculada más bien para condenar al pecador que para salvarlo.
Mientras pensaba en el significado de las palabras, su atención se dirigía cada vez más a
la declaración de Pablo en Romanos 1:17 de que en el evangelio “...la justicia de Dios
se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. El resultado
de su estudio se explica mejor con sus propias palabras:
“Había anhelado mucho entender la Epístola de Pablo a los Romanos, y nada se
interponía en el camino, excepto esa expresión, ‘la justicia de Dios’, porque
tomé el significado de esa justicia por la cual Dios es justo y actúa con justicia
al castigar a los injustos... Noche y día reflexioné hasta que... comprendí la
verdad de que la justicia de Dios es esa justicia por la cual, a través de la gracia
y la pura misericordia, nos justifica por la fe”.
“Entonces sentí que había renacido y que había entrado en el paraíso por las
puertas abiertas. Toda la Escritura adquirió un nuevo significado, y mientras
que antes ‘la justicia de Dios’ me había llenado de odio, ahora se convirtió para
mí en una dulzura inexpresable de mayor amor. Este pasaje de Pablo se
convirtió para mí en una puerta al cielo”.

4.4 John Wesley


Fue convertido al cristianismo en el año 1738 D. de C. en Londres. Él estaba caminando
fuera de una iglesia menonita cuando escucho que leían el sermón de Lutero a la
introducción de Romanos.
Wesley fue el fundador del metodismo y uno de los primeros líderes de la renovación de
la iglesia en el siglo XVIII, un movimiento que atravesó el Atlántico. En el conocido
relato de John Wesley sobre el acontecimiento que suele llamarse su conversión —pero
que él mismo describió más tarde (en lenguaje paulino) como la ocasión en la que
cambió “la fe de un siervo” por “la fe de un hijo”— cuenta cómo, en la noche del
miércoles 24 de mayo de 1738, “acudió de muy mala gana a una sociedad en Aldersgate

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Street [Londres], donde se estaba leyendo el prefacio de Lutero a la Epístola a los
Romanos”.
“Hacia las nueve y cuarto”, continúa, “mientras describía el cambio que Dios opera en
el corazón por la fe en Cristo, sentí que mi corazón se calentaba extrañamente. Sentí que
confiaba en Cristo, sólo en Cristo para la salvación: Y se me dio la seguridad de que él
había quitado los pecados, incluso los míos, y me había salvado de la ley del pecado y
de la muerte”.
Si hay un acontecimiento más que otro que marcó el nacimiento del avivamiento
evangélico del siglo XVIII, fue ese. Pero otros despertares similares fueron
experimentados por otros alrededor de la misma época, y es notable en cuántos de ellos
los escritos inspirados del Apóstol Pablo tuvieron un papel determinante.
Una semana antes del despertar de John Wesley, su hermano Charles se encontró por
primera vez con el comentario de Lutero sobre Gálatas, y “lo encontró noblemente
repleto de fe”. Más tarde, en el mismo día, registra: “Pasé algunas horas esta tarde en
privado con Martín Lutero, que fue de gran bendición para mí, especialmente su
conclusión del segundo capítulo. Me esforcé, esperé y oré para sentir ‘quién me amó y
se entregó por mí’. Cuatro días después, su oración fue respondida. (Bruce, 1990)
¡Conocer el libro de Romanos es conocer el cristianismo! La carta da forma a la vida y
enseñanzas de Jesús dando un fundamento inmovible para la iglesia de cualquier época.
Martín Lutero se expresó de este libro como ¡“el principal del NT y [que contiene] el
más puro Evangelio”!

4.5 Karl Barth


Karl Barth representa la renovación de la tradición de la teología evangélica atendiendo
a sus raíces luteranas y calvinistas y en contra de lo que él entiende como la degradación
de esa tradición en la llamada Teología Liberal que prevalecía a finales del siglo XIX.
Su Carta a los Romanos supuso un punto de inflexión al cambiar la atención de una
teología cultural a otra existencial bajo la influencia de Kierkegaard. La crítica de la
doctrina católica de la analogía como base para una teología racional o natural
representa también una reivindicación del sobrenaturalismo religioso como punto de
partida para la comprensión de la existencia humana, que resulta ininteligible sin los
conceptos de pecado, conversión y salvación. Por otra parte, la misma esencia de Dios
no se puede alcanzar sino a través del choque que representa su irrupción en la historia
como revelación y perdón.

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Uno de los principales objetivos de Barth es recuperar la doctrina de la Trinidad en
teología de su supuesta pérdida en el liberalismo. Su argumento se deriva de la idea de
que Dios es el objeto del propio conocimiento de Dios, y la revelación en la Biblia
significa la auto-revelación a la humanidad del Dios que no puede ser descubierto por la
humanidad simplemente a través de su propia intuición. La revelación de Dios llega al
hombre "verticalmente desde arriba" (Senkrecht von Oben).

5 Bibliografía
Admirant, R. P. (2018). LÁMPARA ES A MIS PIES TU PALABRA. En R. P.
Admirant, Den Admirant: pastor misionero que trabajó por años en Chile (págs.
1-5). Fundación En la Calle Recta.
BIBLIA, E. L. (18 de MAYO de 2018). ROMA (Lugares en la biblia). Obtenido de EN
LA BIBLIA: https://en-la-biblia.com/roma-lugares-en-la-biblia/
HENDRIKSEN, W. (206). COMENTARIO AL NUEVO TESTAMENTO. En W.
HENDRIKSEN, LISBROS DE DESAFIO (págs. 7-30). Michigan: Baker Book
House.
Trenchard, E. (s.f.). Una Exposicion a la Epistola de los Romanos. En E. Trenchard.
W.Wiersbe, W. (2018). Romanos, Bosquejos expositivos de la Biblia.

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