Sobreviviremos (The Loud House)

Sobreviviremos (The Loud House) - Capítulo 1 - Octware - The Loud House (Cartoon) [Archivo Propio]
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Clasificación: Maduro
Advertencias de archivo : Representaciones gráficas de la violencia, Violación/No estafa, Menor de edad
Categoría: H/M
Aficionado: La casa ruidosa (dibujos animados)
Relación: Lincoln fuerte / Lori fuerte
Caracteres: lincoln fuerte , lori fuerte
Etiquetas adicionales: Despues del Apocalipsis , Universo Alterno - Post-Apocalipsis , Amar , Supervivencia ,
Romance , Acción , Suspenso , contenido sexual , Sexo consensuado entre menores , Violación
pasada/no estafa, Muerte , Loricon - Forma libre
Idioma: ingles
Estadísticas: Publicado: 2021-03-17 Terminado: 2023-01-26 Palabras: 67421 Capítulos:

46/46 Comentarios: 72 Prestigio: 102 Marcadores: 1 Golpes: 3656
Sobreviviremos (The Loud House)

octware
Resumen:
En un mundo postapocalíptico, Lori Loud, la última superviviente de la familia Loud,
lucha por permanecer con vida.
Las condiciones en su ciudad se vuelven intolerables, y debido a ello se ve forzada a

emigrar. Pero cuando alista todo para su partida, se topa con un niño de cabello blanco
que le resulta extrañamente familiar.
Notas:
Esta historia de ha sido publicada antes en otras plataformas para escritores.
Actualmente, ya no se encuentra en ninguna de ellas.
Para quienes ya la conocían, advierto que al publicarla aquí me dispongo a hacerle

algunos cambios, y probablemente añadiré algunos capítulos y situaciones. Por lo
demás, la historia se mantendrá fiel a su versión original.
Gracias por leer.
https://archiveofourown.org/works/30085512/chapters/74098995[4/2/2023 2:18:40 PM]

Chapter 1: El último adiós

Lori Loud salió del pequeño búnker construido en lo que varios años antes había sido el jardín de su casa. La lluvia
había cesado, pero seguía haciendo demasiado frío. En el cielo permanentemente gris, apenas se traslucía un pálido
fantasma que ya no daba calor. Parecían ser las siete de la tarde, pero la muchacha sabía muy bien que estaban en
pleno mediodía.
Se arrebujó todo lo que pudo en su grueso abrigo, intentando alejar las garras del frío. Aquello era peor cada vez: días
más cortos e inviernos más crudos.
Echó una mirada a su alrededor. Ya debería estar acostumbrada, pero el dolor y la angustia atenazaron su corazón. La
ciudad que tanto había amado llevaba años reducida a cenizas y esqueletos calcinados. Hacía muchos meses que no
veía a nadie; tan solo los ocasionales saqueadores que se aventuraban de vez en cuando por los restos de las
ciudades devastadas.
De pronto, una ráfaga de viento helado la golpeó. Intentó guarecerse, pero era demasiado tarde. El viento frío y las
cenizas irritaron su garganta y le produjeron un acceso de tos incontrolable. La joven sentía que sus pulmones se
desgarraban, mientras hacía esfuerzos desesperados por dejar de toser.
Pasaron varios minutos antes de que lo lograra. Rebuscó en sus bolsillos, hasta que recordó que tenía días que su
último cubrebocas se ha había roto. Se cubrió con la solapa del abrigo, e hizo una mueca de disgusto. A pesar de los
años, aún no lograba acostumbrarse a su forzada pestilencia y falta de higiene.
Sintió la primera gota de lluvia y tuvo que correr para refugiarse de nuevo en su búnker. Era casi el único lugar en
Royal Woods en el que podía mantenerse completamente seca.
Se sintió angustiada y temió por ella misma. Lluvia y viento en pleno mes de junio. Cada año era peor.
Cerró los ojos y comenzó a llorar. No deseaba hacerlo, pero se había quedado sin opciones. Ya no podía postergar su
decisión: si iba a cumplir la promesa que le hizo a su hermana Luan, tenía que irse de allí cuanto antes.
Escaparía hacia el sur: allí no lograría sobrevivir un invierno más.
***
Se permitió llorar de nuevo cuando visitó por última vez las tumbas de sus cuatro hermanas y de su abuelo Pop-Pop.
Allí estaban los nombres y las cruces de sus compañeros de desventuras a lo largo de aquellos años terribles. Desde
aquella fatídica noche en la que sus padres tuvieron que salir de emergencia, para nunca más volver.
- Abuelo... Hermanitas... Leni, Luna, Lynn... ¡Luan!
Su corazón se rompió cuando llegó a la más nueva de aquellas cruces. La que tuvo que colocar ella sola, hacía poco
menos de dos años.

Luan... ¡Quién iba a decir que aquella hermosa niña amante de la comedia resultaría ser la más valiente y decidida de
todas! Resuelta y tenaz hasta el final, la había salvado de la muerte a costa de su propia vida.
Ciertamente, su abuelo aseguró su supervivencia entrenándolas en el uso de armas, la lucha cuerpo a cuerpo, y
técnicas de salvamento y autoprotección. Pero Luan y Leni fueron los pilares que las mantuvieron con deseos y
esperanza de sobrevivir, después de que él murió.
Lori se sentó en el terreno húmedo y acarició la cruz mientras lloraba. Disponer del cuerpo de su hermana y cavar la
tumba por sí sola había sido espantoso; pero no era eso lo que recordaba ahora. En cambio, la veía en su lecho de
muerte, pidiéndole con sus últimas fuerzas que sobreviviera y tratará de salir adelante; costara lo que costara.
- Lo intentaré, hermanita. Por la memoria de todas... ¡Juro que lo haré! -Le había contestado.
Pero... ¡Era tan difícil! En esos dos años había pensado en acabar con su vida más de una vez. Solo el recuerdo del
sacrificio de Luan impedía que se apuntara con su arma, y terminara de una vez por todas con su soledad y su
sufrimiento.
Antes de irse, Lori besó cada una de las cinco cruces. Aunque lograra sobrevivir, estaba segura de que jamás volvería
a ver las tumbas de sus seres queridos. Quería llevar grabada en su memoria la última evidencia de que ellos habían
existido y caminado sobre la faz de la Tierra.
***
Ya casi estaba todo listo. Tenía que partir muy pronto, en un par de días a lo sumo. La noche anterior había
considerado sus rutas, y se dio cuenta horrorizada que apenas tenía unos pocos meses para llegar al sur de los
Estados Unidos; antes de que el clima empeorará de verdad. Y eso, en el mejor de los casos: la ruta que se había
trazado era muy compleja. Tenía que permanecer a cubierto lo más posible, pero también debía maximizar sus
oportunidades de conseguir alimento cuando las provisiones se le hubieran acabado.
Su abuelo, siempre inquieto y preocupado por el alimento y la seguridad, había construido un túnel largo y profundo
que descendía decenas de metros bajo el suelo. Allí llevó Lori las provisiones y el agua embotellada que no podía
llevar consigo. En las nuevas condiciones climáticas, aquello se conservaría durante años. Décadas incluso.
Seguramente nunca podría regresar por aquello, pero... ¿Quién podría decirlo con certeza?
Y si algún otro afortunado llegaba a encontrar aquel tesoro enterrado... Bendito fuera, y que le aprovechara.
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Sobreviviremos (The Loud House) - Chapter 2 - Octware - The Loud House (Cartoon) [Archive of Our Own]
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Capítulo 2 : El muchachito de cabello blanco
Con un arma en cada mano, Lori completó la exploración del que había sido uno de los barrios más marginados de
Royal Woods. Hacía mucho tiempo que el centro comercial y todas las tiendas de conveniencia habían sido totalmente
saqueados, y ya no había nada que encontrar allí. Pero siempre era posible encontrar cosas útiles en varias pequeñas
droguerías, casas particulares y tiendas tradicionales de los barrios de migrantes establecidos. El abuelo les había
enseñado a buscar en todos los escondrijos, y muchas técnicas para encontrar puertas y depósitos ocultos.
Ellos mismos habían saqueado gran parte de la ciudad; y por ello sabía que, buscando con cuidado y detalle, siempre
https://archiveofourown.org/works/30085512/chapters/74148780#workskin[4/2/2023 2:23:29 PM]

se podía encontrar alguna cosa más. En esta ocasión, ya se había hecho de suministros bastante útiles, como una
gran caja de barras de chocolate con leche, varios pequeños botiquines, herramientas, paquetes de vendas, frascos
de vitaminas, analgésicos, y un depósito bien abastecido de reemplazos de comida para Atletas.
Cuando encontró los reemplazos de comida se alegró, pero a la vez se puso muy triste. Recordó a la pequeña Lynn: la
soberbia deportista y maravillosa tiradora. La valiente luchadora que había acabado con tantas amenazas a la
seguridad de todas... Hasta que enfermó, y la llama de su vitalidad se extinguió para siempre.
¡Todas sus hermanas habían sido tan valientes! Incluso Leni, la única que jamás mató ni luchó contra nadie.
Se rehízo rápidamente: aquel día no había tiempo para la nostalgia. Las medicinas y los reemplazos de comida habian
caducado desde hacia anos; pero su abuelo les enseñó lo que los Marines y los científicos de la Armada sabían desde
hacía mucho tiempo: las fechas de caducidad de las medicinas y alimentos secos y enlatados no eran nada confiables.
Tenían un margen de error de varios años. Y en un clima tan frío como el que ahora reinaba en el mundo, todo duraba
mucho más: bastaba con mantenerlo seco.
Aún le faltaban algunos antibióticos, y sobre todo, cubrebocas. Ya había encontrado unos cuantos, pero no eran
suficientes. No quería emprender la marcha sin tener una buena dotación. Intuía que al llegar a las partes más
meridionales del Medio Oeste de los Estados Unidos, encontraría enormes bancos de cenizas dispersas en el suelo y
el aire.
Varias horas después, sus esfuerzos se vieron coronados con el éxito. Encontró una buena provisión de cubrebocas
en una pequeña casa, un tanto apartada de las demás. Era un paquete de cien cubrebocas de excelente calidad, y
apenas faltaban unos cuantos.
Lori los revisó. Estaban secos y libres de hongos. Sin duda le ayudarían a sobrevivir en el hostil ambiente al que se
enfrentaría en su viaje.
Estaba tan absorta que cuando escuchó los pasos, el sonido estaba ya muy cerca de ella. Enseguida se arrojó al
suelo, apuntando en dirección del sonido; con el arma lista para disparar.
Miró en todas direcciones y volvió a escuchar los pasos escaleras arriba.

Quizá debió huir de inmediato, pero temía que un francotirador pudiera dispararle en cuanto saliera de la casa. Si iba a
morir ese día, prefería hacerlo enfrentando el peligro.
Metió los cubrebocas en su maleta y recorrió la casa sigilosamente; midiendo cada paso y mirando en todas
direcciones. Se asomó con cuidado por el hueco de la escalera, y gracias a esa precaución, detectó justo a tiempo el
objeto que le arrojaron desde lo alto.
Lo esquivó por una fracción de segundo. Era un objeto frágil, que se hizo añicos contra los escalones.
- ¡Lárgate! ¡Vete de aquí! -escuchó que le gritaban, a la vez que le arrojaban otro objeto que apenas logró esquivar.
- ¡Maldito, hijo de puta! -gritó la muchacha, al tiempo que disparaba contra su agresor.
- ¡Ayyy!
Lori escuchó el grito de miedo, o de dolor; y luego los pasos rápidos que se alejaban.
Eso lo decidía todo: ya no era posible huir. Prefería enfrentar lo que fuera, a que le tendieran alguna trampa mientras
huía. Subió las escaleras extremando precauciones. Era obvio que su atacante no tenía armas ni munición de ningún
tipo, porque le hubiera disparado desde el principio. No tuvo ninguna dificultad para llegar al cuarto en donde se perdió
el sonido de los pasos.
La puerta estaba entreabierta, y Lori vaciló. Aquello tenía todo el aspecto de una trampa. Se detuvo, y posiblemente
sus precauciones le salvaron la vida.
El ataque vino desde un costado. Lori alcanzó a distinguir el movimiento y el ligero brillo del arma que se dirigía hacia
ella. Y tal como le había enseñado su abuelo, aprovechó el impulso de su atacante para tomar su brazo y proyectarlo
brutalmente contra el piso.

Desde que lo tomó del brazo, notó que algo andaba mal.
El brazo era muy delgado y el cuerpo, demasiado ligero. No podía ser una persona adulta. Apenas terminado el
movimiento, se volvió para ver a su atacante y acabar con él. Pero tuvo que ahogar un grito cuando se dio cuenta de lo
que había hecho.
Su atacante era un niño. Apenas un poco mayor que su hermanita Lynn, cuando falleció.
***
No tuvo valor para abandonarlo.
Era evidente que el pequeño lo atacó por las mismas razones que ella: buscaba sobrevivir a toda costa. Luchar por su
vida hasta el final.
No tenía manera de comprobar su edad, pero era seguro que no tenía más de diez años. Quizá incluso menos, era
imposible saberlo. Estaba tan delgado y mugriento que de seguro parecía más pequeño de lo que era.
El chico se estaba muriendo de hambre. No había alimento alguno en toda la casa. Lori se aseguró de ello después de
atenderlo, y registrar cuidadosamente hasta el último rincón de la vivienda.
No se arrepentía de lo que había hecho: era legítima defensa en un mundo lleno de amenazas y muerte. Pero cuando
lo miró con cuidado, se sintió mal por haberlo atacado. A pesar de su delgadez y suciedad, el muchachito le pareció
muy lindo y extrañamente familiar. Así que venció su primer impulso, que fue dejarle comida, agua, y abandonarlo a su
suerte.
Simplemente no podía irse. La cara de chico la llenaba de una paz que hacía mucho tiempo no sentía. Había algo
especial en él: era una inmoralidad abandonar a un angelito como ese.

¡Le recordaba tanto a su hermanita Luan! De no haber sido por su cabello blanco...
Lo tomó delicadamente y lo llevó a una vieja y polvorienta cama con algunas mantas. El niño no tenía heridas visibles;
seguramente despertaría de un momento a otro.
Lori apartó un poco de comida para él; abrió una barra de chocolate con leche, y la devoró mientras montaba guardia.
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Rating: Mature
Archive Warnings: Graphic Depictions Of Violence, Rape/Non-Con, Underage
Category: F/M
Fandom: The Loud House (Cartoon)
Relationship: Lincoln Loud/Lori Loud
Characters: Lincoln Loud , Lori Loud
Additional Tags: Post-Apocalypse , Alternate Universe - Post-Apocalypse, Love , Survival , Romance , Action ,
Suspense , Sexual Content , Consensual Underage Sex , Past Rape/Non-con , Death , Loricoln
Freeform
Language: Español
Stats: Published: 2021-03-17 Completed: 2023-01-26 Words: 67421 Chapters: 46/46

Comments: 72 Kudos: 102 Bookmarks: 1 Hits: 3656

Octware
Chapter 3: Nunca conocí a mis padres
Era mitad de la tarde cuando Lori regresaba a su refugio.
Solo que esta era la primera vez en casi dos años que no llegaba sola. La acompañaba un niño peliblanco que la
seguía a unos cuantos pasos de distancia, ayudándola con su carga.

La muchacha se hizo cargo de la entrada secreta, los cerrojos y los candados del búnker. Luego le sonrió al pequeño y
lo invitó a pasar.
- ¡Ven, Lincoln! Está por empezar a llover. Voy a preparar algo para que comamos.
- S-si - contestó el niño, arrastrando la voz.
- No tengas miedo -dijo ella, intentando infundirle confianza-. Estarás a salvó. Te lo prometo.
El niño entró, y se quedó pasmado. El lugar era muy austero, apenas con el mobiliario necesario para descansar,
relajarse y trabajar. Pero tras una vida de privaciones y hacinamiento, a Lincoln se le figuró una especie de paraíso.
Lori sonrió. Encendió las lámparas de cera y se quitó toda la ropa de abrigo; quedando solo con unos shorts y una
camiseta de algodón azul sin mangas, bastante ceñida al cuerpo. No comprendió por qué Lincoln se puso colorado y
apartó la vista. Desde que su cuerpo maduró, solo había convivido con mujeres; y no tenía consciencia de que su
cuerpo apenas cubierto podía ser muy estimulante para un jovencito con una historia de vida muy particular.
De hecho, en parte por eso, Lori no tuvo mucha dificultad para convencerlo de ir a su refugio. Cuando Lincoln despertó
de su desmayo, la indudable belleza de la muchacha le hizo pensar que estaba muerto y se había topado con un
ángel. Ella se deshizo en disculpas por haberlo atacado, y le dijo comprender por qué él lo había hecho primero.
Luego, le ofreció comida y un refugio seguro, si decidía acompañarla.
La muchacha no solo era hermosa y amable, sino que además cocinaba muy bien. Hacía varios días que Lincoln no
comía nada, y tenía muchos meses sin probar una comida decente. Lori le puso enfrente un buen plato de comida. En
su desesperación, Lincoln comenzó a devorar como un lobo hambriento; pero Lori lo reconvino cariñosamente,
haciéndole ver qué si comía demasiado rápido, corría el riesgo de vomitar.
Se parecía tanto a su querida Carol...
Comieron en silencio. El pequeño la miraba por momentos, cuando pensaba que ella no se daba cuenta. Pero siempre
desviaba la mirada cuando ella lo sorprendía y le sonreía.

Terminaron de comer. Lori estaba fascinada con el muchachito. No solo le parecía hermoso y simpático, también le
recordaba a sus hermanas de una manera extraña. Si lo miraba detenidamente, todos los rasgos de su cara se
parecían mucho a los de sus seres queridos: la boca de Luan, la nariz de Luna, la frente y los ojos de Leni, la mirada
de Lynn… El cabello blanco de Pop-Pop...
Incluso, aunque no los recordaba tan bien como ella quisiera, le encontraba bastante parecido con sus padres.
Su sonrisa se perdió por un instante. Una idea loca le pasó por la mente, pero se esforzó por desecharla enseguida.
Era absurdo. Imposible. A menos que...
- Lincoln...
- ¿Sí?
- ¿Cuál es tu apellido?
Lincoln suspiró. Se cubrió la boca para ahogar un eructo, y contestó lo más sinceramente que pudo.
- No lo sé.
Lori no pudo evitar un gesto de extrañeza.
- ¿Qué quieres decir?
- Eso: que no sé cuál es mi apellido.

Lori suspiró, frustrada. No pudo evitar sentirse un poco molesta.
- Lincoln... Entiendo que apenas nos conocimos, y no de la mejor manera. Pero yo no soy tu enemiga, créeme. Tengo
planes, y me gustaría poder contarte sobre ellos. Pero no puedo hacerlo si tú no me tienes confianza.
- Es que... No es desconfianza, Lori. Te estoy diciendo la verdad: no sé cuál es mi apellido. He tenido varios: Pingrey,
Sweetwater, Mcbride... No sé cuál es el verdadero. Supongo que tendría que ser Pingrey, pero... Nunca conocí a mis
padres.
***
Aquella noche, a Lori le costó mucho trabajo conciliar el sueño. Estaba en un dilema, y no se sentía nada segura sobre
lo que tenía que hacer.
Mientras estuvo vivo, su abuelo se esmeró mucho en darles una educación y una ética personal muy sólida. Nada
religioso ni restrictivo: eran reglas muy sencillas y claras sobre lo que debían hacer en muchas circunstancias.
Principios sólidos, muy generales; que les habían permitido conservar la vida durante mucho tiempo.
Lori nunca pensó que esos principios pudieran contradecirse entre sí.
En primer lugar, les enseñó que en ese nuevo mundo era necesario proteger su vida y la de sus seres queridos a
costa de lo que fuera. Estaba bien saquear, matar y robar si era indispensable para conservar su vida. Eran tiempos
crueles. Si no mataban a tiempo, ellas serían las siguientes víctimas.
Pero también les enseñó que ayudar a los débiles e indefensos era una virtud en sí misma. Al ayudar a otros,
protegían la vida y daban esperanza. Y esas dos cosas, vida y esperanza, eran lo más importante en ese mundo
devastado.
Ahora tenía que decidir: ¿Cuál de esos principios debía seguir? ¿Debía ayudar y brindar esperanza, o debería pensar
en sí misma, sin preocuparse por la suerte de Lincoln?

El viaje que proyectaba era una aventura a marchas forzadas, sin ninguna garantía de final feliz. Lincoln era mucho
más débil que ella, y están mal nutrido. Lori había aprendido de su abuelo a mantenerse siempre en las mejores
condiciones posibles, y por eso desde el principio habían hecho grandes acopios de comida. Si no fuera por el frío
terrible, la falta de agua y las enfermedades, nunca hubiera pensado en abandonar su refugio y su ciudad.
Sin duda, Lincoln sería un lastre. Quizá lo más sensato sería dejarlo a su suerte. En el propio refugio, si él lo deseaba.
Llevarlo podía costarle la vida.
Pero por otro lado, ¿eso estaba bien? ¿Era correcto abandonar a la pobre criatura en una ciudad moribunda?
Después de todo, el niño ya estaba involucrado en su vida. Lo había atacado, y luego lo había salvado. Por mucho que
no le agradará la idea, era cierto que le debía algo. Lori estaba segura de que a Pop-Pop no le hubiera gustado que lo
dejara.
Pero además había otra cosa. Algo que le había ocurrido muy pocas veces, porque tuvo muy pocas oportunidades de
convivir con chicos.
El niño le gustaba. La afectaba de manera muy especial. Su mirada y su aspecto hacían que su cuerpo se sintiera
raro. Era como una especie de cosquilleo en los sitios más recónditos de su ser.
Ese pensamiento la hizo sonrojarse. Tenía una vaga idea de que, en el mundo tal y como lo conocía hace once años,
no era bien visto que una mujer más grande se sintiera atraída por un chiquillo. Pero ese mundo y sus prejuicios
habían saltado en pedazos. Incluso el mismo Pop-Pop le dijo alguna vez que deseaba que se les uniera algún
jovencito valiente y digno, capaz de ganarse el corazón de sus nietas.
Aquella vez, Lori se sintió muy avergonzada. Pero ahora no estaba tan segura. ¿Quién sabe? Tal vez ese jovencito por
fin había llegado. Nunca lo sabría si no lo ponía a prueba.
Con esa idea en mente, Lori pudo dormir. Su corazón ya había decidido, y ya estaba convencida de lo que tenía que
hacer.

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octware
Capítulo 4 : Preparando la partida
Lincoln no tuvo muchos problemas al aceptar la propuesta de Lori. Al principio no le agradó la idea, pero Lori le dio sus
razones y el muchachito se convenció rápidamente.
- Es una lástima- se quejó-. ¡Nunca vi un lugar tan seguro, ni tanta comida junta! Seria una pena tener que dejarla aqui.
- No hay opciones, Lincoln. Todo lo que tenemos son dos mochilas y un carrito de supermercado. No podemos llevar
nada que no quepa allí. Y necesitamos llevar muchas cosas que tal vez no podamos conseguir.

- Yo podría llevar otro carrito...
- No. Alguien tiene que vigilar, y quizás limpiar la basura del camino. Ya viste ceniza hay en la ciudad, Lincoln.
Tendrías que ayudarme con eso, o no avanzaremos rápido.
El chico suspira. Como siempre, estaba por perder un lugar en el que se sintio a salvo.
- Me duele tanto dejar esta ciudad, ¿sabes? Me pasaron cosas muy malas aquí; pero tambien cosas muy buenas. Hice
amigos, amigas. Aquí nací… Y aquí te conocí, Lori.
La muchacha se ruborizó al escuchar eso, pero habló con voz firme; sin apartar la vista del chico.
- Lo sé, Lincoln; pero esta ciudad no tiene futuro: ya casi no hay agua, y el frio cada vez es peor. Todas mis hermanas
enfermaron y creyeron. Yo estuve a punto de morir. Ya casi no queda comida... Tú pasaste muchos días sin encontrar
nada.
Lincoln asintió. En su interior, ya había decidido; pero le dolía.
La muchacha lo miró a la luz de la vela. Se dio cuenta de que el pequeño estaba a punto de llorar. Así que le tomó las
manos, y le dijo suavemente.
- Lincoln... No pretendo obligarte. Es una propuesta, nada más. Si tú quieres quedarte, yo...
- ¡No! - casi gritó Lincoln, aferrándose a las manos de la chica-. Claro que quiero ir contigo, Lori. Iré, si tú aceptas que
vaya contigo. Es solo que... Siento que voy a perder una parte de mí. Y no sé… Presiento que será para siempre.
El muchachito comenzó a llorar. Lori ya no dijo nada más. De alguna manera, supo lo que tenía que hacer. Se levantó
de su asiento, y lo abrazó con fuerza contra su pecho.

Lincoln se sintió confortado. ¡Hacía tanto tiempo que nadie le regalaba un abrazo! Aquello le hacía tanto bien...
Se dejó consentir por la hermosa muchacha. Ella acarició su espalda y su cabello, mientras él sumergía el rostro entre
sus pechos suaves y plenos.
***
Al final, Lori decidió que se quedarían una semana más. Sabía que quizá se arrepentiría de su decisión, pero le
pareció indispensable que Lincoln se fortaleciera un poco con comida buena y abundante. También juzgó que era
necesario ponerlo al tanto de todos sus planes, y entrenarlo en el uso de armas y el combate cuerpo a cuerpo.
- ¿Alguna vez has utilizado una de estas? -Dijo Lori, mostrando una excelente arma calibre 38.
- No. Solamente cuchillos.
Lori asintió, y no preguntó más. Se dedicó a instruirlo en el manejo del arma. Le quedaba una buena provisión de
munición para entrenamiento, así que las condiciones eran ideales para que aprendiera a tirar de un modo aceptable.
Para gran sorpresa de los dos, Lincoln resultó ser un extraordinario tirador; superior a Lynn, e incluso al abuelo. No
necesitaba detenerse a apuntar para acertar a objetivos muy distantes. Literalmente, donde ponía el ojo ponía la bala;
tanto con las salvas como con la munición real.
Ya no hubo necesidad de perder el tiempo con prácticas de tiro, así que se concentraron en la lucha cuerpo a cuerpo.
Lincoln resultó ser mucho menos habilidoso para pelear. Sus golpes no tenían gran impacto, y Lori tuvo que enseñarle
a utilizar codos, rodillas y dientes contra las partes más vulnerables del cuerpo. También le mostró todo tipo de
agarres, llaves y lanzamientos. Solo logró un dominio pleno de unas cuantas, pero con eso tendría que bastar: no
había tiempo para nada más.
Lori, en cambio, sabía pelear contra oponentes armados con cuchillos; pero nunca aprendió a luchar con uno. Lincoln
estuvo feliz de enseñarle lo poco que sabía.

El tiempo que no pasaban entrenando, lo utilizaron para comer y dormir. Lori pretendía que ambos ganarán todo el
peso que pudieran, pero el estómago de Lincoln estaba demasiado acostumbrado a las porciones pequeñas.
Afortunadamente, toleraba muy bien los reemplazos de comida; y casi llenaron sus mochilas con ellos, con botellas de
agua, barras de chocolate y municiones.
***
- ¿Estás segura, Lori? Creo que desperdiciaremos demasiada agua en eso, ¿No crees?
- No te preocupes, Linky: no volveremos, cada vez estoy más segura de ello. No podemos llevar más agua de la que
ya llevamos, así que no estamos desperdiciando nada. Tendremos que utilizar la que encontremos en el camino. Para
eso llevamos las pastillas potabilizadoras y el papel filtro.
Lincoln asintió, y Lori lo llevó al pequeño cuarto de baño del que disponía el refugio.
En cuanto sintió el agua tibia recorrer su cuerpo, Lincoln abandonó todas sus reticencias. Hacía años que no tomaba
un verdadero baño. El contacto con el agua era acariciador, sedante... Le traía algunos de los recuerdos más dulces
de su vida. Cuando su amada Carol le tallaba todo su cuerpo con una esponja, mientras lo besaba en el cuello y los
hombros.
Luego fue el turno de Lori. La muchacha disfrutó su baño mientras Lincoln degustaba una barra energética. El chico
prácticamente se atragantó cuando vio que Lori salía completamente desnuda del baño.
El pequeño enrojeció, pero no apartó la vista ni emitió sonido alguno. Solo pudo ver el cuerpo de Lori durante un
momento, pero eso bastó para que aquella visión se quedará estampada a fuego en su mente.
Lori apenas tuvo consciencia de lo que había hecho. Estaba demasiado acostumbrada a su soledad. Las pocas veces
que pudo darse un buen baño, siempre estuvo a salvó de miradas indiscretas.

Aquella noche, Lincoln retomó un viejo hábito que había olvidado en todos aquellos meses de hambre y debilidad.
***
- ¿Estás listo, Linky? - dijo Lori, a la vez que cubría el carrito con la vieja lona plástica que mantendría sus provisiones
a salvó de la lluvia.
El niño esbozó una media sonrisa.
- No. Pero tampoco me quiero quedar. No ahora que te encontré, Lori.
Sin saber cómo, ambos se encontraron de pronto en los brazos del otro. Ya no tuvieron ningún pudor en llorar.
Se estaban despidiendo de sus recuerdos, de toda una vida. Iban rumbo a lo desconocido, sin ninguna promesa de
conseguir nada; y con la única certeza de una ruta cruel, peligrosa, y llena de privaciones.


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Capítulo 5 : En camino hacia el sur
Tras una semana de camino, Lori se dio cuenta de que había cometido dos errores graves. Uno para bien, y otro para
mal.
Lincoln no era un pequeño frágil a punto de morir de inanición. Al contrario: estaba hecho de una fibra más dura de lo
que sospechaba. Jamás se quejaba, colaboraba en todo lo que podía, y aparece un sentido del humor y un optimismo
a toda prueba. Las dificultades no lo desaniman y tenía oído agudo y ojo avizor. Fue él quien escuchó la corriente de
agua en la que puede volver a llenar sus depósitos; y también detectó en la lejanía la efigie derruida de la ciudad de
Hazeltucky.
En realidad, era más duro y resistente que la propia Lori. No comía mucho y funcionaba perfectamente con ello. Desde
el primer día mostró capacidad total para dormir profundamente a la intemperie. En cambio, Lori tuvo muchas
dificultades en los primeros días de viaje. Le costó conciliar el sueño, y encontré la colchoneta plastificada dura e
incómoda. La cierta daba vergüenza, pero en el búnker de su casa siempre había tenido una cama con un colchón
más o menos cómodo. Solo pudo descansar de verdad cuando el cansancio acumuló la venció.

Por si todo eso no fuera suficiente, Lincoln era más hábil y rápido que ella para barrer las cenizas y la basura que
impedía que el carrito avanzara. Lincoln no era un lastre. De ninguna manera. Y entre más convivía con el chico, más
dispuesto estaba a reconocerlo.
Aquello la desconcertaba, pero no tardó en averiguar que no había ningún misterio. En cierto modo, la vida del niño
había sido mucho más dura que la suya. En una de sus primeras conversaciones, Lincoln le contó que había vivido y
dormido a la intemperie durante largos períodos de tiempo. La colchoneta y las mantas eran un lujo, comparadas con
el cartón y las piedras en las que tuvo que dormir en aquellos periodos aciagos en que no tuvo casa ni familia. Lori se
sintió tan apenada que no volvió a tocar el tema hasta mucho tiempo después.
De todos modos, no podría platicar mucho. Andaban todo el día y se pasaban horas quitando los detritus del camino. A
la hora de la comida o del descanso, apenas les quede energía para comer o montar su campamento.
Su segundo error, fue que sobreestimó por mucho lo que pudieron avanzar en una jornada. Antes de encontrar a
Lincoln, pensaba que podía cubrir unos 40 kilómetros diarios. Quizá 25, si el día era malo y había mucha basura. Pero
al cabo de siete días, solo habían recorrido cien kilómetros. No esperaba la ceniza acumulada en las pequeñas
hondonadas; ni los tremendos baches y los lugares en los que el pavimento se derritió, dificultando mucho el avance
del carrito. En realidad, si no fuera por la ayuda de Lincoln, dudaba que hubiera recorrido más de cincuenta kilómetros
para ese momento.
La verdad era que encontrarse con Lincoln fue lo mejor que pudo haberle pasado. Además, ya no estaba sola: ahora,
en la oscuridad total de la noche, podía extender el brazo y encontrar un cuerpo suave y tibio cuyo tacto la
reconfortaba.
***
Aquella tarde, Lincoln y Lori preparaban su cena a la luz del pequeño fuego; resguardados de las miradas indiscretas
por los peñascos del camino y los esqueletos de árboles calcinados que rodeaban la carretera. El carrito estaba bien
seguro, escondido a unos metros de ellos; entre rocas y zarzas espinosas y ennegrecidas.
- ¿Entraremos a Hazeltucky, Lori? ¿Crees que sea buena idea?
Lori lo miró fijamente y suspiró. Su mirada de preocupación no se le escapó al muchachito.
- No lo es. Las ciudades son peligrosas, incluso después de tantos años. Y más, cuando no las conocemos. Pero no
tenemos opción. Hasta dónde sé, no hay manera de rodear la ciudad, a menos que queramos recorrer varios
kilómetros por caminos vecinales sin pavimentar. El carrito no podrá entrar por la terracería.
Lincoln bajó la mirada, pero asintió.
- Tendremos que tener los ojos bien abiertos, Linky. Y el dedo bien puesto en el gatillo.
El chico asintió de nuevo. Ambos se quedaron callados por un rato, hasta que a Lincoln se le ocurrió preguntar.
- ¿Conoces Hazeltucky, Lori?
- Bueno... Podría decirse eso - dijo, retirando la sartén del mechero-. Mis padres nos llevaron a mí y a mis hermanas

un poco antes de que ocurriera todo. Creo que tenía seis años en ese entonces. Recuerdo que mamá tenía pocos
meses de embarazo, y todavía no se le notaba la barriga.
Lori sirvió la comida y se pusieron a comer. Lincoln suspiró, y siguió con la conversación.
- ¡Qué lindo! Yo nunca salí de Royal Woods, ¿sabes? Y tú tenías a tus padres y tenías hermanos.
- Cuatro hermanas. Todo parecía indicar que por fin venía el niño. Todos estábamos tan emocionados... ¡Al fin un niño,
después de cinco niñas!
Las miradas de los chicos se volvieron soñadoras. Las emociones los golpearon con tal intensidad, que dejaron de
comer por un momento; absorto cada cual en su propia añoranza.
- ¡Cuatro hermanas! -dijo Lincoln, enternecido-. Eres afortunada, Lori. Sé que las perdiste, pero... Al menos las tuviste.
Yo no tuve hermanos. Ni padres.
Lori sintió un poco de vergüenza. Era cierto. Sin importar lo mal que estuviera, Lincoln la había pasado mucho peor.
No quería correr el riesgo de incomodarlo o hacerlo sentir mal, pero su curiosidad fue mayor que su prudencia.
- ¿Literalmente, no recuerdas nada sobre tus padres, Linky? ¿Nada en absoluto?
- No. Carol me dijo que, cuando me encontraron entre las ruinas del hospital, ya me estaba muriendo de hambre.
Probablemente tenía una semana abandonado.
- ¡Dios mío! - exclamó Lori, maravillada-. Siempre has sido un sobreviviente, Lincoln.
Lincoln le dedicó una sonrisa forzada.
- Eso es lo que siempre me dijo Carol.
Lori frunció el ceño. Era la segunda vez en ese rato que Lincoln mencionaba a Carol; y por absurdo que pareciera, le
incomodaba que el muchacho recordara a alguien con tanto cariño. Pero además, había otra cosa. Algo que se abría
paso entre sus recuerdos largamente enterrados.
- Lincoln, ¿Cómo me dijiste que se apellidaba tu amiga Carol?
- Pingrey. Ese era su apellido -contestó Lincoln.
Lori casi saltó de la impresión
- ¡¿Carol Pingrey?! ¿Viviste con la familia de Carol Pingrey?
- Ssii - musitó Lincoln, muy sorprendido por la reacción de Lori.
- ¡Quién lo hubiera creído!
Sí. ¿Quién lo hubiera creído? Carol Pingrey. Su antigua rival del jardín de niños. La niña que la derrotó tantas veces en
sus actividades favoritas. La niña hermosa y perfecta que seguramente hubiera sido su rival en la educación primaria,
si no hubiera ocurrido todo aquello.

Lori apuró sus últimos bocados de comida. Sabía que no era razonable, pero estaba molesta. ¿Por qué Carol siempre
se le adelantaba en todo?
- Lori, ¿Estás bien? - dijo Lincoln, desconcertado y un poco asustado por el cambio de actitud de la muchacha.
- Perfectamente. Termina de comer, Lincoln. Empezará a llover de un momento a otro. Debemos prepararnos para
dormir, porque mañana nos espera un día tenso y pesado.
Lincoln quedó aún más desconcertado, pero se apresuró. Era la primera vez que Lori se portaba así; y al ver su rostro,
presintió que no era nada bueno poner enfadada a la dulce muchacha.


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Capítulo 6 : Hazeltucky
Lori y Lincoln estaban alertas, con las armas preparadas para repeler cualquier agresión. No sé vio ningún movimiento
en la ciudad agrisada y derruida.
- Hay mucho silencio -dijo Lincoln, sin dejar de vigilar a lo lejos.
- Demasiado -repuso Lori-. Eso no me gusta. ¿Has visto algún esqueleto o cadáver en las calles?
- No todavía. ¿Por qué?
- Por la posibilidad de que haya francotiradores. Al menos en esta sección de la ciudad, no parece haberlos. Tú miras
las calles en todas las direcciones, y yo lo haré con la parte de arriba de los edificios. ¿De acuerdo?
Lincoln asintió. No necesitaba la advertencia de Lori: estaba en alerta total.
Habían penetrado unas diez cuadras en la ciudad, y Lori estaba sorprendida por verla tan limpia. Los saqueadores no

se distinguían por limpiar lo que tiraban, pero las calles tenían poco más que esqueletos retorcidos de autos, pedazos
de madera y cenizas. Alguien se había tomado la molestia de limpiar cadáveres las aceras y las calles por alguna
razón desconocida.
A la entrada de la ciudad habia una barricada de maderos ya viejos, desorganizados y podridos por la accion del
tiempo y de la lluvia. Sin duda, llevaba años abandonada.
Los chicos tardaron casi una hora en abrir un hueco por el que pudo pasar el carrito. Lori registró que la avenida
principal atravesaba la ciudad en un tramo de aproximadamente 50 cuadras; siguió unos ocho kilómetros hasta la
intersección de una vía secundaria, y continuó con el tramo principal de la carretera que los sacaría del estado de
Michigan para siempre.
Ya habían recorrido unas veinte cuadras, sin ninguna novedad. Mirando hacia las casas y edificios, Lori se dio cuenta
de que esa ciudad no había gozado de paz durante los primeros años. Muchas tienen las ventanas y puertas rotas. No
había rastro alguno de vidrios intactos, y en la planta baja de los edificios había considerable desorden y destrucción.
Lori se sintió a la vez aliviada y frustrada. Hazeltucky aparentaba ser una ciudad fantasma en toda la extensión de la
palabra. Pensé en explorar algunas construcciones en busca de comida y pertrechos útiles. Era de esperar que los
negocios y casas de la avenida principal estuvieran totalmente saqueados. Si quedara algo, debería estar en los
barrios apartados de la avenida principal. Pero una exploración concienzuda podía llevarles meses: un tiempo del que
no disponían.
Casi a la mitad del recorrido, divisaron los restos de un supermercado local. Dejaron el carrito bien oculto entre dos
automóviles desvencijados. El lugar había sido saqueado casi por completo hacía mucho tiempo. Algunos pasillos
estaban despejados, y otros, llenos de anaqueles derribados y mobiliario destruido.
Registraron el lugar. En los pasillos no había nada, tan solo algunas latas que supuraban su contenido bajo capas de
óxido. Movieron juntos los anaqueles, y sus esfuerzos se vieron coronados por cierto éxito. Había unas pocas latas de
alubias preparadas en buen estado, algunos tarros de miel que por milagro no se habían roto, y varios pares de
cordones de zapatos. Un poco más allá, en los restos de lo que fue el pasillo de salchichonería, encontró dos grandes
lonchas de jamón ahumado y bien reseco. Con su cuchillo, retiró un trozo de corteza y descubrió la carne rosada y
marmoleada.
Sonrió. Aquella noche tendrían un verdadero festín.
- Lleva también los cordones, Lincoln. Nosotras sufrimos por eso durante años. ¿Tú no?
- Y que lo digas - suspiró el chico-. ¿Estará bien que nos llevemos esto, Lori? Parece combustible para lámpara.
- ¡Pero Lincoln, esto es miel de abeja! -dijo la chica, tomando un frasco y abriéndolo con gran esfuerzo-. Y de muy
buena calidad, he de decirte. Y mira: está semicristalizada. Eso es una prueba de que es miel de la buena.
- ¿Y estará en buen estado? -dijo Lincoln, mirándola con desconfianza.
- ¿Nunca comiste miel, Lincoln?
- No. Ni siquiera la conocía.
- No te preocupes. Alguna vez encontraron miel en buen estado en la tumba de faraones egipcios, y tenía cinco mil

años de antigüedad. Esto nos caerá muy bien cuando no tengamos más comida, o si alguno de nosotros tiene dolor de
garganta. Es lástima que ya no haya pan, ni podamos hacerlo de ninguna manera. La miel con pan y mantequilla sabe
deliciosa.
- ¿Pan? ¿Mantequilla? -dijo Lincoln, frunciendo el ceño.
- No te preocupes, Lincoln. Son divagaciones de una viejita. Vamos a llevarnos esto. Hey... ¿Qué hay aquí? -dijo la
muchacha, y levantó uno de los anaqueles para encontrar una pila de zapatos.
Los chicos miraron asombrados. Sus zapatos ya estaban viejos y gastados. Aquello era estupendo.
- Fíjate si hay de tu talla, Linky. ¡Aunque no sean del mismo par!
Finalmente se hicieron de un par de tenis cada uno. Desapareados, como había dicho Lori. Pero al menos, tendrían
algo que poner entre el suelo y sus frágiles pies en los meses por venir.
- No vamos a tirar los que tenemos. Nos los iremos poniendo un ratito cada día, hasta que ajusten completamente a
nuestros pies. Así tendremos un par de zapatos de repuesto cuando estos que traemos ya no nos sirvan. ¡Vamos a
quitarles los cordones a los demás!
Terminaron y se aprestaban a salir, cuando vieron una máquina de refrescos volcada en una de las esquinas del
supermercado. La puerta destrozada indicaba claramente que la habían forzado. Lori la revisó sin mucha esperanza,
pero se alegró sobremanera al ver la popular lata roja con su contenido aparentemente intacto. La abrió con mucha
precaución. La bebida olía muy bien, y todavía tenía gas.
- ¿Qué es eso, Lori? Dijo Lincoln, acercándose para ver.
- ¿Habías visto una de estas, alguna vez?
- No.
- Pruébala, Linky. Te gustará.
El chico la olisqueó, y se arriesgó a probar el contenido.
- Tiene burbujas.
- Ajá.
- Está muy rico -dijo, dando un gran sorbo que evidentemente disfrutó-. Toma un poco, Lori.
- No. Yo bebí suficientes cuando era niña. Disfrútala tú, Lincoln. Me alegra que te haya gustado.
- Es porque nunca volveré a tomar otra, ¿Verdad?
- Lori se encogió de hombros. Prefería no pensar en las implicaciones de lo que Lincoln había dicho.
El chico bebió con delectación, hasta que se dio cuenta de que quedaba menos de la cuarta parte de la lata.
- Bebé tú lo que queda, Lori. Yo ya no quiero más.

- Claro que lo quieres, Linky. Tómala toda. Vamos.
- Lori... Sabes muy bien que quieres un trago. ¡Tómala!
El chico le tendió la lata. Ella seguía dudando.
- Vamos, Lori. ¡No perdamos la esperanza!
La chica se encogió de hombros. Tomó la lata y bebió. El sabor dulce y astringente le trajo hermosos recuerdos de
placeres muy sencillos casi olvidados.
***
Terminaron el paso por Hazeltucky sin ningún incidente. Lincoln le sugirió a Lori que quizá podían dormir a cubierto, en
alguna de las pequeñas casas de las afueras de la ciudad. Pero ella se negó, y montaron su campamento a unos cinco
kilómetros de distancia.
Siempre recordaba una de las primeras reglas del manual de su abuelo: si no conoces el territorio, no corras riesgos
innecesarios.


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Capítulo 7 : Camino cerrado
- ¡Maldita sea! ¡¡Maldita sea!! -gritó Lori, mientras golpeaba con fuerza el manubrio del carrito.
Lincoln miró hacia lo lejos, tan frustrado y molesto como ella. Hasta dónde le alcanzaba la vista, la carretera estaba
cubierta con cenizas y troncos derribados.
- Ahora entiendo por qué Hazeltucky no se ve tan saqueado como nos temíamos…
- Sí. ¡Maldita sea! Nadie puede llegar o abandonar Hazeltucky por el sur, a menos que lo haga por otro rumbo de la
encrucijada. No podemos continuar por aquí, ni por ninguna carretera cercana. En esta zona había bosques de pinos y
otros árboles grandes. Si estos fueron derribados, los otros también. ¡Todos los caminos que van hacia el sur deben
estar bloqueados, maldición!
Sin alguna observación de Lincoln, Lori descolgó su mochila y rebuscó hasta encontrar su mapa. Ahí vinieron todas las

carreteras principales y secundarias. También estaba resaltada en verde la extensión de los bosques que rodeaban la
región.
- Demonios… Tal vez no todos los caminos estén bloqueados, ¡pero nos llevaría años explorar todas las carreteras
que llevan a Indiana y al sur de Ohio! ¡Y si rodeamos por Illinois, el invierno nos va a sorprender a la mitad del camino!
La chica se dejó caer sobre el carrito, apoyando los brazos en el manubrio.
Por un momento, Lincoln se cubrió la cara con las manos y se dejó llevar por la misma desesperación que embargaba
a Lori; pero su optimismo natural le impidió caer en el derrotismo. Aunque ya sabía que la muchacha podía ser muy
reactiva y enojona, tenía que enfrentarla. No podría perder más tiempo allí, a la intemperie; sin tomar una decisión.
- Lori... - dijo, apoyando una mano en su espalda-. Debemos retroceder. Sé que no podemos regresar a Royal Woods,
pero tenemos que buscar alguna forma de pasar. O de ir a otro lugar.
La muchacha levantó la vista. Las palabras de Lincoln sonaban raras, pero perfectamente lógicas. Desde el principio
estuvo obsesionada con la idea de salir de Royal Woods e ir hacia el sur. Jamás pensaría que el plan pudiera ser
impracticable; y tampoco consideró cursos de acción alternativos por si algo fallaba.
Se incorporó, y se quedó mirando al chico como si nunca antes lo hubiera visto. A pesar de sus exabruptos, su
terquedad, y su carácter violento; la chica era razonable. Ante sus ojos estaba la evidencia de que su proyecto inicial
había fracasado. Por mucho que no le gustará, admitió que Lincoln tenía razón.
- Cierto: no podemos retroceder. Pero si hemos de ir a otro lugar, ¿dime a dónde?
- I don't know. -respondió Lincoln, encogiéndose de hombros-. Antes de conocerte, jamás consideré la idea de
abandonar Royal Woods.
- ¡Oh, grandioso! -bufó Lori, frustrada-. Pues tenemos que ponernos a pensar, porque no podemos quedarnos varados
aquí.
Los muchachos permanecieron en silencio durante un rato. Lori se subió al grueso tronco de un árbol derribado con los
pequeños binoculares que llevaba consigo. La devastación de árboles calcinados y ceniza se extendía en todas
direcciones.
Cuando bajó, estaba todavía molesta; pero totalmente convencida de que tenían que encontrar rutas alternativas.
- Lori...
- Sí. Dime.
- ¿Nunca consideraste otro destino que no estuviera en el sur? Quiero decir... ¿Qué buscabas allá, exactamente?
Quizá… ¿Familia, o amigos?
- No. Buscaba calor, alimento... ¡Agua!
- ¿No crees que podríamos encontrar todo eso en otro lugar, más cerca de aquí?
Lori suspiró. ¿Acaso Lincoln hablaba en serio?

Ya se disponía a contestar de mala manera, pero se contuvo. Lincoln no tenía la culpa de nada. Sentía la tentación de
gritarle solamente porque no había nadie más con quién desquitar su enojo; y eso no era justo. Se forzó a sí misma a
ser paciente y escuchar. No sería la primera vez que Lincoln hacía una buena sugerencia.
- Correcto -suspiró Lori-. Nunca pensé en esa posibilidad, pero vamos a hacerlo ahora. ¿Dónde podríamos encontrar
todo eso en el norte, donde siempre hace tanto frío y los lagos de agua dulce se congelan?
- No lo sé. Tendría que ser un lugar con provisiones y agua... Quizá un río o un arroyo; o nieve que podamos derretir...
Un refugio en el que pudiéramos estar a salvó de los fríos y las enfermedades.
- ¿Y tú crees que haya algo así por aquí, Lincoln?
- No lo sé. ¿Tú crees que lo había en el sur?
Aquello fue como un golpe en la cara. Nunca se puso a pensar en eso. Ahora que lo meditaba, le parecía que si
llegaba al sur, encontraría mágicamente todo lo que necesitaba para sobrevivir.
Sin duda, aquello era estúpido. Muy estúpido, en realidad: mucho más que cualquier sugerencia que Lincoln pudiera
hacer, desde su inocencia.
Se sintió un poco avergonzada: lo que Lincoln decía era cierto. Si encontraban un lugar con las características
adecuadas, quizá no tuvieran que emigrar al sur. Al menos, hasta que tuvieran la oportunidad de planificarlo muy bien.
- Creo que tienes razón, Lincoln. Pero, ¿qué podemos hacer? ¿Dónde encontraremos un refugio así?
Lincoln se mordió los labios. Lo pensó por un momento y negó con la cabeza.
- No lo sé, Lori. Lo siento.
La chica suspiró y miró hacia el cielo. El fantasma pálido comenzaba a alejarse del cénit.
- Bueno, pues tenemos que pensarlo. En todo caso, debemos retroceder lo más que podamos hacia la encrucijada.
Tomemos el camino que tomemos, a fuerza tendremos que ir por ahí.
Lori comenzó a empujar el carrito, y Lincoln se colocó adelante para sujetarlo y ayudarla. El camino de ida tenía una
leve pendiente descendente, así que ahora tendrían que empujar el carrito cuesta arriba durante cerca de quince
kilómetros.
***
- ¿Qué es eso, Lori?
- ¡Oh! - exclamó la chica como si saliera de un trance-. Es la placa de identificación de mi abuelo. ¿Te dije que
perteneció a los Marines? Él me la dio antes de morir. Te parecerá raro, pero... Cuando estoy nerviosa y no sé qué
hacer, me ayuda a relajarme y pensar.
- Lo querías mucho, ¿Verdad? - dijo Lincoln, entre dos bocados a su lata de alubias.
- Lo adoraba -musitó Lori. Un gran dolor se reflejaba en su bello rostro-. Él se hizo cargo de nosotras cuando papá y

mamá tuvieron que irse. Nos enseñó todo lo que sabíamos. Y a mí en especial, me...
La chica se detuvo. Lincoln se quedó expectante, mirándola fijamente. Esperó a que continuara; pero al mirarla bien,
se dio cuenta de que estaba llorando.
No le gustaba verla llorar. Sobre todo, cuando él tenía la culpa.
- Perdóname, Lori... No debí...
Lori se limpió las lágrimas con el dorso de la mano. Hizo un gran esfuerzo por sonreír.
- No es tu culpa, Linky. ¡Nada de lo que ocurre lo es! Acabemos de comer y vamos a dormir, ¿Sí? Según mis cálculos,
todavía faltan unos cuatro kilómetros para llegar a la encrucijada. Allá tomaremos la decisión.
Aquella noche, Lori sostuvo la placa firmemente entre sus manos. Sin que Lincoln la escuchara, dio rienda suelta a su
llanto, su dolor, y sus recuerdos.
- Abuelito, yo no soy como tú. ¡Cuánta falta me haces! ¡Ojalá estuvieras aquí para aconsejarme!
Pero Pop-Pop se había ido, y era inútil desear que regresara.
Lincoln y ella tendrían que arreglárselas solos.


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Capítulo 8 : ¿De dónde vienen los sueños?
La pequeña rubia que jugaba en la sala escuchó la voz, y corrió hacia la puerta. El enorme y bonachón anciano de
cabello blanco; todo músculos y risas, ocupaba casi todo el espacio de la puerta. En cuanto divisó a la pequeña que
corría hacia él, su sonrisa se ensanchó. Se puso de rodillas y abrió los brazos para recibirla.
- ¡Lori! ¡Ven aquí, mi amor!
- ¡Abuelito! ¡Abuelito!
La niña saltó a los brazos del hombre, quién la sujetó y la levantó por el aire; dando vueltas y mas vueltas.
Al fin se detuvieron. La niña estaba un poco mareada, pero feliz. Se abrazó al cuello poderoso del anciano, y le dijo
entre besos:
- ¡Abuelito! ¡Te quiero mucho!

***
- Abuelito, ¿Qué es esta cadena que tienes en el cuello?
- Es mi placa de identificación, mi vida.
- ¿Y quién te la dio? ¿Abuelita?
- No. Me la dio la Armada de los Estados Unidos.
- Ah. ¿Y ellos te dibujaron esa ancla en el brazo?
- No exactamente, pequeña. Esa me la dibujó un tatuador.
- Ah. Entonces, ¡estuviste toda tu vida en un barco, abuelito!
El anciano se rio con ganas.
- ¡No corazón! Estuve mucho tiempo en West Virginia, entrenando nuevos reclutas. Yo les enseñaba tiro, MCMAP,
Krav Maga, jiu-jitsu y otros tipos de lucha cuerpo a cuerpo. ¡Ah! Y tacticas de combate tambien.
La pequeña abrió mucho los ojos.
- ¡Wow, abuelito! Entonces tú eras un maestro y un marinero. Me gustaría conocer el sitio donde enseñabas.
El anciano sonrió, abrazó a la niña y le dio un beso en la cabeza.
- Te prometo una cosa, corazón. Si tus padres lo permiten, algún día te llevaré a la Reserva Nacional Monongahela y
al Monte Spruce para que veas dónde trabajaba. ¿De acuerdo?
- ¡Yay! ¡Gracias, abuelito! - dijo la niña, a la vez que lo besaba.
***
- ¿Ya se durmieron tus hermanas, Lori?
- Luna, Luan y Lynn, sí. Leni no. ¡Y allí viene! - dijo la pequeña Lori, fastidiada.
- No puedo dormir, abuelito -dijo la chiquita que se frotaba los ojos tras de Lori-. ¡Ya quiero conocer a mi hermanito!
- Pero papá y mamá se fueron hace dos horas, Lenita - dijo el anciano, comprensivo -. No van a regresar hasta
mañana.
- ¡Pero yo ya quiero verlo! - dijo la pequeña, haciendo pucheros y abrazando a su abuelito.
Lori se cruzó de brazos ante el berrinche de su hermanita; pero en realidad, no podía culparla. ¡Por fin, un varoncito
después de cinco niñas! Todos estaban muy emocionados. Las niñas ya se imaginaban jugando con su hermanito,
cargándolo, vistiéndolo...
De pronto, las luces se apagaron y una oscuridad completa lo invadió todo. Lori sintió miedo, pero la tranquilizaba

saber que su abuelito estaba con ellas. Leni se puso a gemir, pero Pop-Pop la localizó enseguida y la abrazó.
- Vengan, niñas. Vamos para afuera un momento. Está demasiado oscuro. Me temo que se fueron las luces en toda la
ciudad.
Salieron. En la calle, toda la gente iluminaba con sus lámparas, y comentaba que quizá la estación del oriente de
Michigan había volado.
Pop-Pop fue el primero en percibir las luces del sur. Todos sus instintos de viejo guerrero se encendieron a la vez.
- ¡Lori! ¡Leni! ¡Tenemos que ir por sus hermanas, rápido!
Solo la reacción oportuna del abuelo los salvó. Fue la última vez que vieron su casa en pie.
***
- ¿Están todos muertos, abuelito? ¿De verdad? -dijo la pequeña Lori llorando, abrazando la cintura de su abuelo.
- Me temo que sí, corazón -contestó el anciano, sin intentar ocultar sus lágrimas.
- ¿Y manito tamben? - gimió la pequeña Luan.
- ¡No! ¡¡Noooo!! ¡Quiero a mi hermanito! ¡¡Quiero a mi hermanito!! - gritó Leni. Sus lágrimas confundidas con su llanto
desgarrador.
***
- ¡Una vez más, Luna! ¡Tú también, Leni!
- Abuelito... Estoy cansada -dijo la pequeña rubia. Apenas podía sostener el enorme revolver, ya caliente por tantas
detonaciones.
- ¡Sin peros, Leni! -gritó la pequeña castaña de los dientes de conejita-. ¡Si queremos vivir, tenemos que dejar de ser
princesas y convertirnos en guerreras!
Volteó a mirar a su abuelo, quién le sonrió con aprobación mientras procedía a enseñarles una técnica de tiro que
podía utilizar cuando tenían enemigos en varias direcciones.
***
- Lori, eres la mayor. Cuento contigo. ¡Debes mantener tu vida, y procurar que tus hermanas conserven la suya! ¿De
acuerdo?
- ¡Sí, abuelito! - contestó la pequeña, con una mirada de determinación.
***
Frente a las cinco cruces, la muchacha de cabello rubio cayó de rodillas. Comenzó a gritar, dando rienda suelta a su
dolor y desesperanza.

¡Abuelito, te fallé! ¡Todas mis hermanas están muertas y yo estoy sola! ¡Ya no quiero vivir! ¡¡Ya no quiero vivir!!
***
- Quisiera llevarlas a alguno de los bunkers que los Marines tenemos en las montañas de West Virginia, Lori; en la
zona de Monongahela. Pero todavía no es el momento. Tus hermanas están demasiado pequeñas.
- ¡Pero sabemos luchar, abuelito! ¡Nos has entrenado bien! - dijo Lori, desafiante.
- No, mi amor. El camino es demasiado peligroso. Tenemos que esperar unos años a que se limpie un poco de
alimañas. Además, entre más grandes y fuertes sean ustedes, más posibilidades de éxito tendremos.
- Y mientras, ¿Que haremos?
- Sobrevivir, mi amor. Solo eso.
***
- Abuelito, ¿Por qué estás despierto a estas horas? Y... ¡¿Estas llorando?!
- Sí, mi amor - dijo el anciano guerrero sin intentar ocultar sus lágrimas.
- ¡Pero tú eres tan valiente, abuelito! - dijo la muchachita, abrazándose a su cuello.
- A veces, hay que escuchar al corazón, princesa. Cuando se debe llorar, hay que llorar.
- No entiendo...
- Ya lo entenderás, mi vida. Ya lo entenderás.
***
El anciano moribundo besó las mejillas de sus nietas. Ellas se negaban a dejarlo morir. Las pequeñas Leni y Lynn
apretaban sendos torniquetes en los muñones arrancados de sus piernas.
- Es inútil, mis niñas. Tendrán que cuidarse unas a otras. ¡Sigan luchando¡ Hagan lo que sea necesario.
- ¡Abuelito!
- ¡No!
- ¡No te vayas!
- No hay nada que hacer ya... No quiero dejarlas...
- ¡Pues no lo hagas!
- No puedo evitarlo... Lori...
- ¿Sí? -musitó la preadolescente en un gemido.

- Gracias por... Lo que hiciste por mí. Lo que hiciste por nosotros. Borraste el recuerdo más triste de mi vida, mi amor.
Te dejaste llevar por el corazón... Y rescatarte el alma de este viejo para siempre.
El alba mortecino llegó. La noche se llevó el alma del valeroso anciano.
***
- Luan, mi amor... ¡No te vayas! ¡¡No me dejes sola!!
- Lori... Júrame que vivirás. Si sientes que me debes algo, ¡lucha siempre por tu vida! Encuentra a alguien... ¡Recuerda
siempre a nuestras hermanas! ¡Recuerda lo que quería nuestro abuelo!
***
- Abuelito... ¿Eres tú? Pero... ¡¿Cómo?!
Frente a su lecho, Lori vio la espléndida figura de su abuelo, tal como había sido en una juventud que ella nunca
conoció. Un hombre fornido, muy apuesto; con el cabello blanco acomodado exactamente como el de Lincoln.
La chica no esperó respuesta. Feliz, se levantó y se arrojó para abrazar y besar a su abuelo. Pero sus brazos cortaron
limpiamente su imagen, dejando a la jovencita asustada y confundida.
El buen anciano le sonrió, ajeno a la confusión de la mayor de sus nietas.
- Estoy muy orgulloso de ti, princesa. Lo has hecho todo muy bien.
- Abuelito, pero... Yo... ¿De qué hablas? ¡Claro que no lo logré! ¡Todas murieron!
- Por mala suerte, o porque decidieron correr riesgos por su propia voluntad, mi amor. Tú no podías hacer nada.
- Yo... Yo...- balbuceó la chica, sintiendo que las lágrimas y el dolor la ahogaban.
- Solo fracasarás si mueres, mi vida. Al fin tienes un compañero. Cuídalo, y él hará lo mismo por ti, ¿de acuerdo? Te
dejaste llevar por el corazón. Si quieres vivir, tendrás que seguirlo haciendo. Nunca lo olvides, ni tampoco la promesa
que no te pude cumplir.
- Abuelito... ¿De qué hablas?
- Adiós, princesa. Todo te amamos y estamos orgullosos de ti. No tengas prisa en reunirte con nosotros.
La figura del hombre comenzó a desvanecerse. Le hizo una seña de paz con ambas manos.
- ¡Abuelito, espera! Tenemos que tomar una decisión... ¡No sé qué hacer! ¡Te necesito!
- Claro que lo sabes, mi vida. Solamente confía en ti, en el amor, y en el llamado de la sangre. ¿De acuerdo? El viejo
mundo murió. Las viejas reglas deben morir junto con él. Adiós, corazón. ¡Te adoro!
- ¡Abuelito, espera por favor! -gritó desesperada, mientras la voz y la figura de aquel hombre tan amado se
desvanecían en las tinieblas.

- ¡Abuelito! ¡Abuelito! ¡¡Abuelitooooo!!


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Capítulo 9 : Un nuevo destino
- ¡Lori! ¡Lori! ¡Soy tú, Lincoln!
El chico escuchó el grito de Lori y se levantó asustado. Por un segundo, pensó que alguien la atacaba. Pero en la
oscuridad, percibió distinguir su silueta y se dio cuenta de que todavía dormía. Luego, ella se incorporó y quedó
sentada, gritando todavía. Lincoln venció su temor y corrió para ponerse a su lado.
La muchacha, confundida y aterrada, miró hacia el pequeño de cabello blanco. Por un momento no lo reconoció, y
estuvo a punto de atacarlo; pero el tenue resplandor del peculiar cabello del muchachito la hizo reaccionar. Sus ojos se
llenaron de lágrimas, y se aferró a él con la fuerza de la desesperación.
El apretado abrazo de la chica casi ahogaba a Lincoln, pero lo único que él hizo fue corresponderle. Junto su mejilla
con la de ella, y acarició su revuelto cabello rubio.
- Lincoln, tú… ¡Lo siento! Te confundí... -balbuceó la muchacha.

- No te preocupes, Lori. Aquí estoy contigo.
La chica no dijo nada mas. Enterró la cabeza en el pecho del muchachito, y dio rienda suelta a su llanto.
***
Cuando Lori se tranquilizó, el alba sombra había llegado. Prepararon su magro desayuno, y continuaron hacia la
encrucijada. El último trecho fue muy duro, un pendiente continua de casi quince grados.
Lori no habló, y Lincoln respetó su silencio. Ella estaba concentrada, tratando de analizar el mensaje de su abuelo.
¿Era solo una fantasía de su mente subconsciente, o había alguna otra cosa en el fondo?
¿Acaso el espíritu de su abuelo había venido para aconsejarlos? ¿Y cómo era posible, si ya hacía cinco años que
estaba muerto?
El abuelo y sus padres le habían dado un mínimo de educación religiosa, pero nunca les hablaron de fantasmas; ni de
muertos que intentaran comunicarse con los vivos. Cuando niña, vio algo sobre eso en la televisión; pero sus padres
siempre insistieron en que esas cosas eran producto de la fantasía de los seres humanos.
Pero lo que le había ocurrido... ¡Eran tantas cosas extrañas!
¿Cómo es que su abuelo supo de Lincoln? ¿Por qué le había dicho lo de la muerte del viejo mundo y lo del llamado de
la sangre?
¿Qué significaba eso?
Quizá en otras circunstancias, Lori hubiera desechado todo como un producto de su imaginación. Una creación de sus
propios deseos y fantasías. Pero...
Estaba aquel asunto de dejarse llevar a cabo por el corazón. Eso era lo que la tenía allí, caminando junto a Lincoln en
busca de algún destino. Su corazón le insistía en que hiciera caso de su sueño. Despues de todo, no tienen nada que
perder. El abuelo le había grabado un destino al que tal vez pudieran llegar.
-Lincoln.
- ¿Sí?
- Lo que pasó en la madrugada... Perdóname, por favor.
Lincoln volteó para mirarla. La chica se veía mortificada, pero había algo en sus ojos. Una luz de esperanza que el
niño pudo identificar.
- Soñé con mi abuelito. -continuó ella-. Recordé muchas cosas en el sueño, y ya te imaginas... Me alteré.
El chico se detuvo y fue a pararse junto a La muchacha. A pesar de sus tribulaciones, Lori se sorprendió. Lincoln
estaba adquiriendo una gran habilidad para darse cuenta de cuándo podía acercase a ella, y cuando era mejor darle
su espacio.
- No te preocupes, Lori. No pasa nada. A mí me ha pasado lo mismo muchas veces.

- ¿De verdad? - dijo, pasando la mano por el cabello del pequeño.
- Claro que sí. Sé muy bien cómo te sientes.
- Linky... -musitó la jovencita, abrazando la cabeza del muchacho.
Permanecieron un momento sin hablar. Haya sido lo que haya sido, su abuelo sin duda tenía razón: encontrarse con
Lincoln fue lo mejor que pudo pasarle.
- Ahora sé a dónde podemos ir, Linky. Parece que habrá peligros; pero si llegamos, tal vez logremos sobrevivir -dijo
Lori, sonriendo ligeramente.
El chico asintió, encantado con la sonrisa de la hermosa muchacha.
- Yo te seguiré a donde tú quieras, Lori. Confío en ti. De verdad.
La chica se sintió tan enternecida que estuvo a punto de besar la mejilla del chico. Quizá debió hacerlo; pero después
de tantas tribulaciones, todavía le costaba trabajo seguir por completo el llamado de su corazón.
***
- West Virginia -repitió Lincoln, cuidadosamente-. ¿Y el monte Spruce? ¿Hay algo especial allí, Lori?
- Allí había bases de entrenamiento de la Armada, antes de que todo ocurriera -dijo Lori-. Lo recordé anoche, entre mis
sueños. Luego vi la placa de identificación de mi abuelo. ¡Mira! El nombre viene grabado allí.
Lincoln miró la placa: Lori estaba en lo cierto. Al lado del nombre y los datos personales, venían unos números
misteriosos grabados en relieve. Bajo ellos, una serie de barras de distintos grosores, parecidas a los códigos de los
productos del supermercado.
- ¿Qué es eso, Lori? - preguntó el chico, señalando aquellos números y barras con el dedo.
- No lo sé -dijo la chica, encogiéndose de hombros-. Creo que mi abuelo me dijo algo acerca de un número serial, o
algo así. De todas formas, creo que debemos ir allá. El monte Spruce queda en la Reserva Nacional Monongahela, y
mi abuelo me dijo que, cuando mis hermanas crecieran, quería llevarnos a todas allí.
- Entiendo -dijo Lincoln. Una llama de esperanza iluminó sus ojos. Pero enseguida tuvo pensamientos sombríos que lo
hicieron preguntar -. Pero, ¿por qué nunca las llevó?
- Porque quería que mis hermanas crecieran. Me contó que el camino era peligroso; y que tendríamos más
posibilidades de éxito si éramos más grandes y estábamos mejor entrenadas.
- Ya veo. ¿Tú crees que... Tú y yo...
Lori le tomó las manos.
- Tenemos que intentarlo, Linky. No tenemos opciones. Mi abuelo me dijo que, con el tiempo, el camino podía quedar
libre de alimañas.

- ¿Alimañas? -repitió Lincoln, confundido.
- Sí. Personas malas.
El chico pareció pensarlo por unos segundos. Lori lo miraba intensamente, y el pequeño encontró la respuesta en
aquellos preciosos ojos color jade. Apretó las manos de la chica y sonrió.
- Te dije que iría contigo a donde fuera, Lori. Perdóname si dudé. Es solo que... Tengo miedo.
El chico bajó la cabeza. Enternecida, ella lo abrazó con fuerza.
- No te preocupes, Linky. Yo te cuidaré, te lo prometo. Y aunque sientas mucho miedo, te voy a decir una cosa: yo sé
que, llegado el momento, tú también me cuidarás. ¡Estoy segura! Presiento que tienes una fuerza que tú mismo no
conoces.
El chico correspondió, pero se sintió muy preocupado. De verdad, quería corresponder a la confianza de Lori; pero no
estaba seguro de si realmente tenía ese valor.
Le había fallado a Carol. Tenía mucho miedo de fallarle a Lori también.


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Chapter 10: Alimañas en el camino
Lori desplegó el mapa frente a Lincoln. Rápidamente ubicó la encrucijada, la Reserva Nacional Monongahela y los
caminos que llevaban a ella.
- Mira, Linky: el camino más directo es bordeando el lago Erie por la carretera 275 hasta Toledo. De ahí, tomamos la
90 hasta las cercanías de Cleveland, y luego hacia el sureste por las carreteras 480, 79 y 80. Es un viaje de 875
kilómetros, más o menos. Mucho más corto que el que yo tenía proyectado al principio.
- ¡Wow! -exclamó Lincoln, entusiasmándose con el proyecto-. Si hacemos aunque sea diez kilómetros por día,
¡podríamos estar allí en menos de tres meses!
- Err... Bueno, eso sería en el mejor de los casos -dijo Lori, dubitativa.- Son caminos principales, y los caminos
principales son muy peligrosos. Lo malo, es que en los secundarios podríamos encontrar cosas igual de malas… o
peores.
- Oh... Entiendo -dijo Lincoln, y bajó la cabeza-. Pero... Bueno. Quizá algunas cosas sean más fáciles, ¿no es cierto?
Por ejemplo, al ir junto al lago, no nos faltará agua.

Lori sacudió la cabeza.
- No, Linky. Mi abuelo me dijo varias veces que el Erie es el más contaminado de los Grandes Lagos. Además, es
seguro que ahora está congelado.
- ¿Y cómo lo sabes?
- El abuelo me dijo que antes de que todo ocurriera, cuando empezaban los fríos, el microclima que producía el lago
hacía que cayera mucha nieve. Ahora los fríos son mucho más fuertes, y ya solo cae nieve en invierno. ¿No es cierto?
Hay menos humedad en el aire, así que el lago debe estar congelado.
Lincoln Lucía ahora un poco abatido. Lori se dio cuenta, y le dolió verlo desanimado. Pero era mejor así. No debían
albergar falsas esperanzas.
- Entonces, ¿podremos lograrlo? -preguntó el pequeño.
- Yo creo que sí, Lincoln -dijo la chica, poniendo las manos sobre sus hombros-. Pero tendremos que tener los ojos y
los oídos más abiertos que nunca, ¿está bien?
El muchachito asintió y le dedicó una sonrisa forzada.
***
Tras quince días de camino, el avance había excedido con creces las expectativas de los dos. Mientras bordeaba el
lago Erie, el camino estuvo inusualmente limpio. Ahora hacía ya dos días que se habían alejado definitivamente del
lago; estaban varios kilómetros al sureste de Cleveland, y seguían sin toparse con personas o con obstáculos
mayores.
Lori estaba muy sorprendida, y todo el tiempo permanecía en estado de vigilancia. Pronto notó que los pequeños
pueblos estaban completamente saqueados y arrasados. Debido a eso, decidió que sería mejor evitar las ciudades
grandes, como Toledo; pero las provisiones estaban escaseando. El carrito se había vaciado a menos de un tercio de
su capacidad, y ya tenían necesidad de filtrar y potabilizar el agua de la lluvia. Ambos estaban bien atentos para ver y
explorar cualquier posible grupo de casa o viviendas aisladas; pero no hallaban nada que pudiera ser útil. Todo estaba
quemado, saqueado, o destruido.
Ya casi completaban la jornada dieciséis de su viaje desde la encrucijada. Buscaban algún lugar para esconder el
carrito y acampar, pero no tenían suerte: hacía por lo menos quince kilómetros que solo había lodo, ceniza, y
pequeños montículos de rocas desnudas. Estaban considerando cómo podrían camuflarse, cuando a Lincoln le
pareció escuchar un sonido lejano.
- ¿Oyes eso, Lori?
- No -dijo la chica, aguzando el oído-. ¿Qué es?
- No lo sé. Suena raro, como esos motores que se escuchaban cuando iban grupos a saquear Royal Woods.
¿Recuerdas?
Claro que recordaba. La chica se detuvo de inmediato y tomó sus binoculares, mirando en ambas direcciones.

Al fin lo vio. El auto salía de un recodo del camino, y se acercaba rápidamente. En cuestión de segundos, Lori también
logró escuchar su motor.
La chica se alarmó: estaban atrapados. Los charcos de lodo se extendían por lo menos cincuenta metros a ambos
lados de su posición. Quizá podrían escapar, pero tendrían que dejar el carrito y gran parte de sus provisiones y
municiones.
Pensó rápidamente, y se dio cuenta de que más allá del lodo, se veía terreno firme. Si lograban llegar a él, podrían
salvar sus provisiones e intentar repeler el ataque. Tenían que apresurarse. El auto estaba a un kilómetro cuando
mucho, y reducía la distancia rápidamente.
- ¡Corre, Lincoln! ¡Ayúdame a empujar el carrito para librar el charco!
El chico estaba asustado, pero obedeció de inmediato. Ambos corrieron tan rápido como pudieron. Cuando el auto
estaba a menos de doscientos metros, encendió las luces altas y aceleró a fondo: los habían visto.
Lori se dio cuenta de que jamás lograrían escapar. Dio un violento tirón para detener el carrito, lo desvío hacia la orilla,
y gritó.
- ¡Empuja lo más fuerte que puedas!
Lincoln entendió de inmediato. Los dos empujaron con todas sus fuerzas, y el carrito salió y avanzó unos metros antes
de volcarse en el fango. El auto estaba ya a unos pocos metros de ellos, y tuvieron que aventarse para impedir que los
atropellara.
Lori reaccionó de inmediato. Rodó sobre sí misma y se incorporó. El auto avanzó todavía unos treinta metros, y se
detuvo con un enfrenón brusco que dejó huellas de llanta en la carretera.
- ¡Qué bastardos! ¡¡Qué bastardos!!
La chica estaba furiosa. Era evidente lo que esos malditos querían hacer.
Con movimientos rápidos y expertos, metió las manos bajo su abrigo y extrajo un objeto ovalado con ranuras en la
superficie. Se detuvo un momento para mirar, y sonrió con satisfacción.
Se tomó un instante para mirar a Lincoln. El chico todavía estaba un poco aturdido, pero escuchó a Lori cuando le dijo:
- Quédate agachado. Tápate los oídos, y no te sorprendas por nada de lo que haga.
Lincoln estaba perplejo y aterrorizado, pero obedeció. La muchacha se dio cuenta de que el auto maniobraba
ruidosamente para volver a embestirlos. Hizo una mueca de desprecio: eran tan imbéciles, que no se les ocurrió
atacarlos mientras echaban la reversa. Quizá pensaban que no tenían posibilidad de escapar.
Fuera o no el caso, tenía que ser muy precisa y cuidadosa. Fingió moverse y mirar en todas direcciones, aparentando
estar confundida y desesperada. Luego, era cuestión de arrojar la granada en el momento justo.
El auto aceleró. Lori hizo un rápido cálculo mental y quitó el seguro de la granada. En el último momento, corrió
rápidamente hacia la carretera, y arrojó la granada unos instantes después de que su pie de apoyo se asentó sobre el
asfalto.

El tiro fue perfecto. La granada detonó bajo el auto, justo debajo del depósito de gasolina. El vehículo se convirtió en
una bola de fuego que se elevó en el aire, dio un giro de 180 grados, y cayó con gran estrépito sobre el asfalto.
Apenas acababa de caer, dos sujetos envueltos en llamas salían por las puertas destrozadas del carro. Lori ya tenía
sus pistolas en la mano y les disparó; ambos cayeron inmediatamente. De buena gana hubiera dejado que se asaran
como puercos, pero no podía correr ningún riesgo.
Extremando precauciones, se acercó a donde estaba el conductor. El brutal individuo estaba atrapado entre los fierros
retorcidos. Tenía parte del rostro cubierto de sangre, y sus ropas comenzaban a quemarse.


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Capítulo 11 : Horrorizado
Cuando el sujeto miró llegó a la hermosa muchacha rubia, aún no había logrado algo similar lo ocurrido. Todo parecía
una especie de accidente absurdo. Era imposible que, de victimarios, se convirtieran en las víctimas.
- ¡Ayúdame, por favor! -suplicó- ¡Me voy a quemar!
- ¡Cállate, basura! -gritó Lori- ¡Pon las manos donde pueda verlas, o te mueres!
- ¿De qué estás hablando... ¡Aaahhh!
El grito se lo produjo el dolor de la bala que destrozó su hombro derecho.
- ¡Dije: las manos donde pueda verlas! ¡O te rompo las piernas y los brazos antes de que las llamas te asen,
malnacido! -gritó Lori, con las mandíbulas trabadas por la ira-. ¿Crees que no sé lo que nos querían hacer, hijo de la
Gran Puta?

El tipo no podia creer lo que estaba pasando. El dolor de su hombro era espantoso, pero enseguida sintió uno todavía
más fuerte en su rodilla. Emitió un alarido de dolor y furia.
- ¿No me escuchaste, infeliz? ¡¡Las manos donde pueda verlas!!
El tipo obedeció como pudo. Lori no le despegaba la vista de encima.
- Ahora, ¡Dime, maldito! ¿Dónde están los perros de tus compinches? ¿En dónde se refugian?
- ¡Púdrete, maldita bruja! ¡Aargggg!
Lori ya no estaba dispuesta a gastar munición. Tomó uno de los hierros retorcidos y, como pudo, lo clavó en una de las
mejillas de su enemigo; con la fuerza suficiente para astillar los dientes. La muchacha le imprimió un movimiento de
giro para aumentar el daño y el dolor.
El sujeto ya no pudo resistir. Aparte de todo, ya comenzaba a sentir el calor del fuego en su espalda.
- ¡Dije que hables, maldito! ¡O te saco solo para torturarte hasta que mueras!
- ¡En Cleveland, en Columbus, en Pittsburgh y en Morgantown! ¡Y hay más por el camino principal! ¡Esta carretera es
nuestra, perra! ¡Ellos los cazarán, los torturarán y los violarán hasta que mueran, maldita!
- Gracias por la información, malnacido -dijo la chica entre dientes, apuntándole a la cabeza.
- ¡Lori! ¿Qué... -dijo Lincoln a sus espaldas, y se interrumpió.
- ¡Lincoln! -respondió Lori, volteando a ver al chico solo por un instante. Se había olvidado de él por completo, y se
desconcertó al darse cuenta de que su rostro se transformaba en una máscara de terror.
Cuando vio que Lori tenía la situación controlada, Lincoln se armó de valor y decidió acudir para saber si ella lo
necesitaba. Con la pistola en la mano, se acercó suavemente y le habló a Lori con su voz más calma, mientras miraba
el rostro del individuo que estaba atrapado en el auto.
Lo reconoció al instante.
En su interior, Lincoln volvió a tener seis años. Y se sintió tan desamparado y aterrorizado como en aquel entonces.
Hizo exactamente lo que intentó hacer en aquella ocasión:
Huir.
En medio de su tortura, el hombre guardaba la suficiente presencia de ánimo como para reconocer al muchachito.
Aquella mata de cabello blanco era inconfundible. Vio que el muchachito corría despavorido e irónicamente, varios
recuerdos de antiguas diversiones invadieron su mente y lo colmaron de una insana satisfacción.
No pudo evitarlo. Todo le dolía, su rostro y su cuerpo estaban destrozados. Su espalda se quemaba; pero la carcajada
surgió desde el fondo de su ser y lo invadió de cuerpo entero.
Lori vio que Lincoln salía corriendo, y por un momento se olvidó de todo. Estuvo a punto de salir corriendo tras él, pero
por fortuna, escuchó la carcajada maniática del hombre; y le destrozó la cabeza de un balazo antes de ir en busca del

muchachito.
***
Lo encontró tirado en el suelo, protegiendo su cabeza y llorando.
- Lincoln, ¿qué pasó? ¿Qué fue lo que te dio tanto miedo?
El muchachito volteó a ver a Lori. Su rostro era una máscara de lágrimas y vergüenza.
- Lori... Perdóname. ¡Debí matar a ese maldito por lo que nos hizo! Pero en vez de hacerlo... yo... Nada más me
acobardé y corrí.
Lori estaba confundida, pero comenzaba a entender. Extendió sus brazos hacia Lincoln, y el chico se refugió en ellos
como si fuera un niño pequeño.
- Tú... ya conocías a ese maldito, ¿verdad? Él te lastimó alguna vez.
El niño sintió tanta pena, que escondió el rostro en el pecho de Lori. Asintió.
Lori quería preguntar, pero sintió que no era el momento. Pasó un buen rato consolando y confortado a Lincoln.
Cuando el chico pudo levantar la mirada, la joven le pasó la mano por el cabello y le dijo suavemente.
- No tienes que decirme si no quieres, Linky; pero debemos irnos. Quizá ese maldito pretendía asustarnos y nos dijo
mentiras, pero aquí estamos muy expuestos. Tenemos que ir hacia donde podamos escondernos.
Al final, encontraron un camino secundario con macizos de árboles alrededor. Aquella noche tuvieron que andar varias
horas bajo la lluvia y se durmieron mucho más tarde de lo habitual. Sin embargo, tuvieron un poco de suerte; y cuando
se echaron a dormir, estaban más seguros de lo que habían estado en semanas.
***
- ¡Papi, mami! -dijo la preciosa niña rubia cuando los vio llegar con el pequeño en brazos-. ¿Dónde consiguieron ese
bebé? ¿Lo trajo la cigüeña?
- No, mi amor -dijo el hombre, acariciando el cabello lacio de la pequeña-. El pobrecito estaba solo, muriendo de
hambre en un hospital destruido. Y ahora, él va a ser tu hermanito.
- ¡Yay! ¡Gracias, Papi! -dijo la pequeña, encantada con el aspecto del pequeño-. ¿Y cómo se va a llamar, mami?
- Lincoln.
- ¿Lincoln?
- Sí. ¿No te gusta el nombre, mi vida?
- ¡Claro que sí! Es casi tan bonito como él. Pero, ¿por qué Lincoln?
- Porque su cunero tenía un letrero con ese nombre, mi amor. El pequeño tuvo padres que le pusieron ese nombre. Es
seguro que ellos jamás lo hubieran abandonado allí. Deben haber muerto cuando estalló el hospital. Por eso, en honor

a ellos, le dejaremos ese nombre.
La niña se mostró conforme y ya no dijo nada más. Se quedó contemplando al bebé. Estaba muy delgado y necesitaba
un buen baño, pero no podía apartar la vista de él. Era la cosita más hermosa que había visto en su vida.
***
- Mami, ¿qué es esa tripita que Lincoln tiene entre sus piernas?
La señora cambiaba al bebé, ante la mirada atenta de su pequeña.
- Ese es su penecito, mi vida.
- Ah. ¿Y para qué sirve? -dijo la pequeña, cada vez más interesada.
- Para hacer pipí.
- ¡Pero es muy diferente a mi partecita, mami!
- Es que también sirve para algo más, mi cielo -dijo la señora, agachándose para besar la cabecita de su niña-. No me
preguntes para qué, mi amor. Lo sabrás a su debido tiempo.
La niña asintió, pero no se sintió conforme. En su interior, se hizo el propósito se averiguarlo... Sin que sus padres lo
supieran, claro.
El bebé la miró, y le dedicó una sus sonrisas más hermosas. La pequeña Carol acarició el suave y delgado cabello
blanco del pequeño
***
- ¡Vamos, chiquito! Di "Carol". ¡Anda! Ca-rol.
-O... ¡O! -dijo el pequeño, deleitado.
- Caaaaroool.
- O... ¡O! -exclamó el pequeño entre risas.
La niña se rio con muchas ganas. Levantó al pequeño de su cajón, y le dio muchos besitos por toda la cara.
***
- ¡Galleta! ¡Galleta! -exclamó Lincoln entusiasmado, y corrió para apoderarse de las dos galletas que su hermanita le
ofrecía.
Estaba por tomarlas, pero la pequeña las escondió tras su espalda y lo miró con expresión pícara.
- ¡Oh, no Linky! Si quieres las galletitas, ya sabes lo que tienes que hacer.
Carol cerró los ojos y ofreció sus labios bellos y relucientes. Pero Lincoln, entre risas, tomó el rostro de la niña con sus

manitas y la besó en la mejilla.
La niña fingió enojarse e hizo pucheros.
- ¡Eres un tramposo, Linky! ¡Así no! ¡Tú sabes cómo!
El pequeño río, deleitado. Juntó las manos bajo su carita y puso su expresión más tierna e inocente.
Carol estuvo a punto de rendirse. ¡Se veía tan precioso cuando hacía eso! Pero el niño se acercó por fin, y la besó
varias veces en los labios.
La niña suspiró. Le encantaba la sensación de los labiecitos pequeños y húmedos sobre los suyos.
Ambos compartieron las galletas y se dieron varios besos más.


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Capítulo 12 : ¡Nadie volverá a hacerte daño!

Notas:
Advertencia:
Clean Este capítulo contiene descripcioness de actos de violencia y abuso sexual, así
como de juegos sexuales entre menores de edad.
Se recomienda discreción.
----------------------------------------------
- ¿Tienes frío, mi amor? ¿Quieres que me duerma contigo? -dijo Carol, quién ahora era una hermosa preadolescente.
- Sí, hermanita, ¡Gracias! -dijo el pequeño, que en verdad tenía frío.

La muchachita le dedico una sonrisa radiante
Fue a taparse con las mismas mantas que Lincoln, pero antes se quitó la gruesa bata que la cubría.
- Hermanita, ¿Por qué no llevas nada de ropa bajo tu bata? ¿Tú no tienes frío?
- Claro que sí -dijo la chica, acurrucándose contra el niño-. Pero lo mejor para calentar un cuerpo humano, es otro
cuerpo humano, mi amor. ¿No te gusta sentir el calor de mi cuerpo?
- ¡Claro!
- Entonces, quítate la ropa tú también. Así nos daremos mucho más calor.
El niño lo hizo. La educación que les daban los señores Pingrey era muy liberal, y nada restrictiva. Así que Lincoln se
despojó de su ropa sin malicia alguna.
La muchachita lo abrazó, hizo que el niño recargara la cabeza contra sus pechos, le dio besitos y le acarició
suavemente la espalda desnuda. Carol tenía razón: ya no sentía nada de frío. Estaba cómodo y relajado como nunca
antes.
- ¡Qué rico hueles, hermanita! -dijo el niño, aspirando el aroma peculiar de la piel de su hermana adoptiva.
- Ya te dije que cuando estemos solos, puedes decirme "mi amor". ¿De verdad te gusta cómo huelo?
- Me encanta. Me gusta mucho poner mi cara en tus... ¿Cómo dijiste que se llamaban?
- Pechos. O senos. Me gusta más que les digas senos. Y puedes poner tu cara allí cuando tú quieras, mi amor.
- ¿De verdad, cuando yo quiera? -dijo el niño, entusiasmado.
- Siempre que estemos solos, mi vida.
El niño colocó su cara entre los pechos de la chica. Ella se había desarrollado más de lo que era habitual en una niña
de su edad, porque los señores Pingrey hacían enormes esfuerzos por cuidarlos y alimentarlos bien. El señor Pingrey
solía ausentarse durante días buscando comida, de manera que la familia jamás había padecido hambre.
Al sentir el cálido aliento del niño en sus pezones, la chica se estremeció. Comenzó a acariciar más abajo de su
espalda, y su mano se dirigió involuntariamente a su propia intimidad.
- ¿Quieres besar mis senos, amor?
- ¡Claro! - dijo el pequeño, fascinado ante la suavidad y firmeza de los adorables montecitos de la chica.
- Hazlo, mi amor. Puedes chuparlos también... ¡Ahhh!
Los pequeños se deleitaron durante un gran rato con besos, caricias, chupetones y delicadas manipulaciones de su
intimidad. Fue la primera vez que Carol sintió que alguien más le regalaba un orgasmo; y Lincoln, aunque todavía no
era suficientemente maduro, tuvo varias erecciones y disfrutó la manera firme y delicada en la que Carol lo estímulo
con sus manos suaves y cálidas. Al final, estaban tan cansados que se durmieron desnudos, uno en brazos del otro;
tapados con las mismas mantas.

Así los encontraron los señores Pingrey. Al verlos y descubrir el estado en el que se encontraban, intercambiaron una
mirada significativa. Desde hacía tiempo sabían que eso pasaría; pero no sé imaginaron que ocurriría tan rápido.
Lincoln y Carol siempre se habían llevado de maravilla, y su relación era mucho más íntima que la simple hermandad.
Quizá no lo aprobarían tan fácilmente si fueran hermanitos de sangre; pero no lo eran. Siempre estuvieron conscientes
de lo que sus pequeños sentían el uno por el otro, y en algún momento se dieron cuenta de que en realidad estaban
criando una pareja para Carol.
¿Quién mejor que el guapo, amable, e inteligente niño que había conquistado los corazones de todos?
Un nuevo mundo, una nueva moralidad.
- Creo que debo encontrar la forma de acarrear más conservas, corazón -dijo el señor Pingrey-. Presiento que en el
futuro las vamos a necesitar.
La señora asintió y abrazó a su marido. Era obvio que los escarceos amorosos de esos dos no se iban a detener. Por
suerte, era casi imposible que Lincoln embarazara a Carol antes de ella cumpliera dieciocho años.
***
Lincoln fue el único que escuchó los disparos.
Su cuarto estaba más cerca del de sus padres adoptivos. Aquel día, por excepción, Carol no había dormido con él. La
muchacha ayudó a sus padres todo el día a acomodar las nuevas provisiones, y estaba demasiado cansada.
Aunque los disparos fueron hechos a través de almohadas, Lincoln escuchó todo. Así que corrió hacia la estancia que
hacía las veces de sala y comunicaba con el cuarto de sus padres. Cuando entró, vio a dos individuos torvos que
iluminaban la estancia con potentes lámparas. Las caras desconocidas lo llenaron de terror, y trató de dar la vuelta
para avisarle a Carol. Pero un tercer individuo le cerró el paso y lo levantó en vilo como si fuera un muñeco de trapo.
- ¡Miren nada más! ¡Un pollito tiernito para jugar toda la noche!
- Se ve bien sabroso, el putito -dijo otro de los invasores-. Mucho mejor que la vieja aguada que me cogí en el otro
cuarto.
- ¿Pues qué esperamos? -dijo el tercero- ¡Quítenle la ropa, y a divertirnos!
Lincoln tenía mucho miedo, pero no entendió lo que querían hacer con él hasta que empezaron a desgarrarse la ropa.
Se debatió y lucho todo lo que pudo, pero le dieron una feroz golpiza que lo dejó aturdido e indefenso.
Lo hubieran violado inmediatamente, de no ser porque Carol llegó y los atacó por sorpresa con un atizador de fuego.
Fue tanta la violencia del ataque, que los estupradores soltaron a Lincoln, y la muchacha le gritó:
- ¡Corre, Linky! ¡Huye de aquí!
El niño hizo caso y salió corriendo de la estancia. Pero por desgracia, escuchó una detonación, un alarido de dolor de
su hermanita; golpes, insultos, más gritos de dolor, y ruido de ropa que se rasgaba.

- ¡Maldita perra! ¡Tú nos vas a pagar por el putito!
Eso fue suficiente para que Lincoln regresara furioso. Se lanzó contra los hombres, pateando y mordiendo tan fuerte
como pudo. Por desgracia, uno de ellos lo golpeó en la cabeza con un objeto contundente, y Lincoln ya no supo nada
más.
Despertó muchas horas después, con el cuerpo adolorido. Podía ver un poco gracias a la luz mortecina que se colaba
por los tragaluces. Su cabeza se sentía como si fuera a estallar. Se tocó, y sintió costras de sangre seca pegoteadas
en su cabello.
Al moverse, sintió un dolor espantoso en su parte trasera. No podía verse, pero se horrorizó al sentir una sustancia
pegajosa sobre sus nalgas. Se tocó, y vio su mano llena de sangre y una sustancia blanquecina que no podía
identificar.
Pero su horror se convirtió en verdadero pánico cuando sus ojos se toparon con el cadáver de su amada hermanita.
Estaba llena de cortes, quemaduras, moretones y sangre por todas partes. Le habían arrancado mechones de cabello.
Su cuerpo inferior estaba todo ensangrentado y lleno de otras inmundicias. Uno de sus ojos estaba vidrioso y abierto.
La otra cuenca estaba vacía.
A Lincoln no le importó nada de eso. Se llevó las manos a la boca, gritando de terror. Luego, tomó el cuerpo sin vida
de la muchacha y lo sacudió histéricamente, gritando su nombre; en un vano intento por que reaccionara.
Su amada hermanita había tratado de defenderlo. Y como recompensa, sufrió de una muerte horrible.
Fue la primera vez en su vida que Lincoln quiso morir.
***
Seis años después, en la noche de aquel día de pesadilla, los gritos se replicaron en la realidad. A Lori le costó mucho
trabajo que Lincoln reaccionara y se diera cuenta de que todo había sido un sueño.
Al principio no la reconoció. Primero se asustó. Luego, pensó que todo lo ocurrido en aquellos años había sido una
pesadilla. Confundió a Lori con Carol, y se refugió en sus brazos diciendo que la amaba. Que estaba muy contento de
que todo hubiera sido un sueño.
De muy mala gana, Lori tuvo que hacerle ver que ella no era Carol. Que estaban en camino a Monongahela, y que no
tenía idea de lo que Lincoln estaba soñando.
Entonces, el niño se puso a llorar otra vez. Lori tuvo que abrazarlo y consolarlo hasta que volvió a tranquilizarse.
- Perdóname, Lori -dijo Lincoln, mientras se limpiaba las lágrimas con el dorso de la mano-. ¡Me duele tanto lo que
ocurrió! Pero... Mereces que te lo cuente. Creo que yo no soy un buen compañero de viaje.
- ¡No digas eso, Linky! -dijo la chica-. Eres maravilloso. Y me has ayudado muchísimo. Si tú quieres que yo sepa...
- Claro que sí. Creo que tienes derecho a saberlo. Nunca se lo he contado a nadie. Discúlpame si no puedo...
¿Comprendes?
La chica asintió, y Lincoln comenzó su relato.

Le contó una versión resumida de los detalles de su vida con los Pingrey, dejando muy claro que él y Carol se
amaban. Lori sintió una punzada de celos, pero nunca interrumpió a Lincoln. Cuando llegaron a los detalles de aquella
noche terrible, Lincoln se detuvo varias veces para llorar. Lori escuchó los espantosos detalles incrédula, asqueada y
encolerizada. Se había topado con mucha gente mala en aquellos años, incluidos los asesinos de su abuelo. Pero
como ellos tambien habían muerto a manos del anciano, nunca pudo odiarlos demasiado.
Cuando supo lo que les habían hecho a Lincoln y Carol, y la manera espantosa en que mutilaron a la chica, Lori se
cubrió la boca para ahogar un sollozo. ¡Dios! Aquellos individuos ni siquiera merecían el calificativo de animales. ¿Qué
clase de engendros del demonio eran esos tipos? Era obvio que Lincoln solo estaba vivo porque lo habían dado por
muerto desde el principio.
Lo peor vino al final. Cuando Lincoln, con los ojos arrasados por el miedo y el llanto, le dijo que uno de los asesinos de
Carol fue el tipo que conducía el auto.
- ¡Maldito! -gritó Lori, presa de la rabia y frustración-. Si lo hubiera sabido... ¡Juro que le aplicaba algunos de los
métodos de tortura que me enseñó el abuelo! ¡Lo hubiera violado con un hierro al rojo! ¡Lo hubiera hecho sentir todo lo
que le hicieron a la pobre Carol!
- Por eso no pude, Lori. Por eso me acobardé. Yo... Yo... ¡No pude!
El niño estalló en amargos sollozos, y la muchacha lo apretó muy fuerte contra sí. Le costó mucho trabajo consolarlo, y
en parte lo consiguió porque se dejó llevar por su instinto. Lo besó varias veces, por todo el rostro. El contacto cálido y
delicado de los labios de Lori; y su aroma tan parecido al de Carol terminaron por tranquilizarlo.
- Lincoln, escúchame bien, mi amor. Yo soy una guerrera entrenada, y acepté cuidarte y protegerte. Por ti y por la
memoria de Carol, te voy a hacer un juramento.
Lo tomó suavemente de la mejilla, y lo obligó sin violencia a mirarla. El muchachito, sorprendido, miró su bello rostro
lleno de determinación.
- ¡Nadie volverá a hacerte daño, Linky! Mientras quede aunque sea una célula viva en mi cuerpo, ¡Te juro que nadie
podrá ponerte una mano encima!



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Capítulo 13 : Reflexiones y emociones
Aquella noche fue la primera en que Lori se acostó junto con Lincoln.
El pequeño al fin descansaba. No había sido fácil, porque estuvo un gran rato llorando, aferrado a ella y contándole
fragmentos de sus recuerdos. Lo atormentaba sobre todo la sensación de impotencia, el peso de no haber podido
ayudar a su amada Carol. El pensar en las cosas horribles que seguramente sufrieron mientras él estuvo inconsciente.
Lori se sorprendió al darse cuenta de lo poco que a Lincoln le importó su propio dolor; las cosas tan sórdidas que le
ocurrieron a él. malditos lo habían violado… ¡Abusaron de él! Pero Lincoln habló de ello como si le hubiera ocurrido a
alguien más.
Lori sabía muy bien que ella no hubiera podido soportar algo así. En primer lugar, al igual que Lincoln, hubiera luchado
con todo lo que tenía para impedir que ocurriera; con todos sus recursos y su capacidad de lucha. Y si a pesar de eso
la hubieran vencido, seguramente no sería capaz de soportar la vergüenza y la humillación. Preferiría darse cuenta de
un tiro en la cabeza, que vivir con el trauma de haber sido mancillada por la fuerza. Solo dos personas habían

compartido su sexualidad, y todas las veces que estuvieron con ellos fueron actos de amor; y sin fuerza.
Pero Lincoln podía. Quizá estaba más afectado de lo que aparentaba; pero no se quejó, ni sintió lástima por sí mismo.
En cambio, recordar y pensar en lo que Carol debió padecer, lo destrozaba.
Lori nunca había estado en una situación así. Alguna vez consoló a sus hermanas, e incluso a su abuelo; pero aquello
era muy distinto. Lincoln era casi un niño, y con él no funcionaban bien las explicaciones. Así que desistió de ello, y en
cambio permitió que aflorara aquel instinto que creía muerto en ella desde que su familia murió: acarició a Lincoln, lo
abrazó, y lo besó muchas veces por todo su rostro; repitiendo a cada momento que ya no estaba solo.
- No te preocupes, cariño. Yo estoy contigo. Yo te voy a cuidar.
El chico se tranquilizó poco a poco. Al principio, solo se dejaba hacer, sin hablar ni reaccionar. Su cuerpo se fue
relajando, y comenzó a mirar fijamente a Lori. La oscuridad era casi total, pero aún con tan poca luz podía observar
algunos detalles: el bello rostro de la muchacha, su cabello rubio, La seguridad y la ternura de su voz.
Lincoln comenzaba a tener un sueño; cerraba los ojos. Ella se dio cuenta y continuó acariciando suavemente su
cabello. Antes de que el sueño lo venciera, el pequeño sonrió ligeramente.
- Lori. Tú... Eres tan hermosa como ella –musitó-. Eres tan buena. Es como si... Como si ella hubiera vuelto a la vida
en ti.
No dijo más. Su respiración se volvió acompasada, y Lori se percató de que al fin se había dormido.
***
Pero ella no podía dormir. Pensaba en Carol, en Lincoln, y en la manera en que cumpliría la promesa que le había
hecho.
Estaba recargada sobre su costado. Lincoln dormía bien pegado a ella, roncando suavemente bajo el débil golpeteo
de la lluvia.
Lori se sentía avergonzada y muy culpable. La última vez que vio a Carol Pingrey, estaba muy resentida con ella. La
detestaba, y le tenía rabia porque siempre la superaba en todo. Días atrás, cuando supo que ella había tenido que ver
con Lincoln, aquellos viejos rencores volvieron a su mente. Pero todo había cambiado. Su resentimiento se trocó en
admiración cuando supo lo que había hecho por Lincoln. El enorme sacrificio de amor que hizo para tratar de salvarle
la vida.
Carol no era una guerrera; sabía muy bien y desde el principio lo que le iba a pasar. Su ataque improvisado había sido
una quijotada. Por más fuerte que manejara el atizador, estaba enfrentando a enemigos armados y brutales. Era
imposible que creyera que lograría sobrevivir, y escapar con Lincoln. Y aun así, a pesar de tener todo en contra, no
dudó en enfrentar el peligro para darle una oportunidad a su amado.
Tenía que reconocerlo: Carol Pingrey era más valiente que ella. Sin proponérselo, la había superado una vez más.
Quizá era muy precoz; tal vez era un poco pervertida. Pero amaba a Lincoln por sobre todas las cosas.
¿Ella estaría a su altura alguna vez? ¿Tendría ese espíritu de sacrificio para salvar a Lincoln, si ello fuera necesario?

No lo sabía. Y por ello, todo el rencor que sintió durante años se convirtió en admiración.
Pensó en lo último que Lincoln le dijo: su parecido con Carol. El hecho de que el pequeño pudiera verla del mismo
modo que a la mujer que amó. No sabía si sentirse honrada o molesta. Quizá fueran ambas cosas, pero sí que estaba
segura de algo:
Lincoln había llegado a ella, y cambió por completo el sentido de toda su vida. Gracias a él tenía una nueva razón para
vivir y luchar. Alguien a quien proteger y amar.
El pequeño era tan dulce... Era imposible culpar a Carol. Lori entendía perfectamente por qué la chica se enamoró de
él, a pesar de ser mucho mayor. Quizá ella misma comenzaba a sentir algo parecido. Ese chico tenía algo especial.
Era como la voz de dios, en el vacío total previo a la creación.
Ese pensamiento la hizo sonreír. Sus convicciones religiosas eran tan débiles... Pero allí había algo. Una idea de
predestinación que nunca había sentido antes.
Lincoln se topó con ella cuando estaba cerca de morir de hambre. ¿Podría ser que, de alguna manera, ella estaba
destinada a hacerse cargo de él? Sonaba muy extraño. Era como si... Como si Carol siguiera protegiéndolo desde
algún sitio más allá de la muerte. Como si lo estuviera encomendando a su cuidado.
Volteó para mirarlo. La oscuridad ya era total: la luz mortecina de la Luna se había extinguido del todo por esa noche.
No podía distinguir el rostro de Lincoln, pero lo imaginaba en la oscuridad.
Se sintió tan conmovida, que comenzó a llorar.
Una sensación desconocida la invadió. Por un momento, imaginó que ya no estaban solos. Sintió una presencia
desconocida que la confortaba y la conmovía.
- Carol –musitó- ¿Eres tú, verdad? Desde aquella noche, nunca has abandonado a Lincoln, ¿No es cierto?
Lori se incorporó; la presencia se hizo más intensa. Sintió que su piel se erizaba, y escuchó claramente el susurro del
viento entre las rocas.
- Tú me ayudarás a protegerlo, ¿verdad? Tú lo trajiste a mí.
La sensación pasó tal y como llegó. El viento se acalló, y Lori se sintió tan sola como nunca lo había estado.
Pero no estaba sola. El niño resollaba suavemente a su lado. Lori tocó su rostro, sacudió la cabeza y se río por lo bajo.
Claro que no. Carol no estaba en ninguna parte. Ella no podía ayudarlos. ¿Cómo podría ayudarlos en ese mundo
olvidado por la mano de dios? Estaban solos. Se tenían entre ellos, y nada más.
Ella cuidaría de Lincoln tal como Carol lo hizo en vida. Y para ello, tenía que pensar muy bien en todos los pasos que
daba. Tendría que extremar el cuidado, y evitar todos los riesgos posibles. Continuar por el camino principal era una
locura y un suicidio. Les gustara o no, tendrían que probar por los caminos secundarios. Aún si les llevaba más tiempo,
incluso si se exponían a peligros desconocidos.
Habían ganado una batalla con astucia, decisión y suerte; pero no siempre podrían apostar a que la fortuna se pondría
de su lado.



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Capítulo 14 : Lluvia y refugio
Transcurrieron quince días sin otro encuentro desagradable. Las cosas parecían ir mejor: el camino estaba razonablemente lim
había muchos troncos pelados y ennegrecidos que facilitaban esconderse y refugiarse durante las noches. Incluso, se encontraron
varios grupos de casas que no habían sido saqueadas. Algunos cadáveres tenían, pero las pocas provisiones que habían echado a
perder desde hacía mucho tiempo. Sin embargo, tuvieron la suerte de encontrar algunas latas y carnes ahumadas en buen estado.
También encontramos pequeñas reservas de agua embotellada que les evitaron la tarea de buscarla en estanques o arroyos.
Antes de corregir su ruta, las provisiones no habían dado problemas; pero el rodeo que dio incrementó la distancia en cientos
kilómetros. La longitud del camino casi se había duplicado, y necesitaban ir muy pendientes de varios recodos y recovecos de
aspecto peligroso. Algunas carreteras secundarias comenzaban con brechas de terracería, y era fácil confundirlas con caminos
terciarios. Por fortuna, muchas de las señales antiguas aún se conservan en pie; y en varias ocasiones les ayudaron a encontr
camino correcto.
Sin duda, el mapa que llevaban era excelente; y Lincoln surgió tener un sentido de la orientación que él mismo no sospechaba.
Corregía a Lori constantemente, y aunque al principio ella se molestaba un poco, pronto se dio cuenta de que Lincoln la superaba

con mucho en el manejo del mapa. Así que, decidió lo más sensato: Lincoln trazó las rutas y ella las supervisaba, las criticaba y las
mejoraba.
El arreglo perfecto muy bien. Las rutas se volvieron confiables; Lincoln se preocupaba por el camino, y Lori podía mantener su
mente despejada para vigilar posibles peligros y encontrar refugio y comida.
***
Todo continuó bien durante muchos días. A pesar de las dificultades, Lori estimó que habían logrado recorrer unos doscientos
cincuenta kilómetros, y se habían adentrado hasta el centro geográfico del estado de Ohio. La frontera de West Virginia estaba
quizás a unos cuatrocientos kilómetros. De ahí, tendrán que recorrer cerca de ochocientos kilómetros más hasta el Monte Spruce.
Desafortunadamente, el clima comenzó a cambiar. Las lluvias comenzaron a prolongarse durante gran parte del día, y eran cada
más intensas. El aire se humedece y se volvia mas frio. Empezaron a sufrir de accesorios de tos, y se vieron en la necesidad de
utilizar cubrebocas todo el tiempo.
La parte central del estado se había convertido en un semidesierto. Había troncos muertos de árboles por todas partes, y los c
se volvieron difíciles y pesados de recorrer. La ruta era irregular, con muchas subidas y bajadas; lo cual ocasionó que el agua bajara
en pequeños torrentes por la carretera, y en los restos de las arboledas. Ahora, cuando acampaban, tienen que cuidarse de no quedar
en el curso de una corriente.
Los caminos estaban deteriorados y encharcados. El carrito ya no podía pasar libremente, y en ocasiones tenían que esperar va
horas para que el agua se absorbiera o evaporara.
Lo peor ocurrió cuando la primera lluvia intensa los atrapó a media tarde. Tuvieron que cubrirse con una lona, y solo pudieron
avanzar unos minutos bajo la lluvia. El frío comenzó a calar a través de su gruesa ropa. Tuvieron que juntar sus colchonetas y
recubrir sus ropas con plásticos para resistir la helada de la tarde y la noche.
Al día siguiente, la lluvia inició todavía más temprano; y Lori se dio cuenta de que el clima no iba a mejorar pronto. Al parecer, la
temporada de lluvias intensas había comenzado. Enseguida juntó toda la tela impermeable de que disponían y, con ayuda de
Lincoln, recubrió sus prendas, mochilas y zapatos. Se colocaron los googles de plástico que tenían guardados desde el principio del
viaje, y envolvieron cuidadosamente todas sus provisiones y municiones en bolsas plásticas bien amarradas.
Gracias a ello, lograban avanzar un poco más que antes; hasta que los encharcamientos cubrían sus pies y las ruedas del carrito.
Quizá podrían persistir un poco más y seguir caminando entre la lluvia y el lodo, pero Lori estaba consciente de que no podían
mojarse demasiado. Una mojadura seria, y seguramente enfermarían. Tenían algunos antibióticos, pero su escasez de provisiones
probablemente no les permitiría sobrevivir.
***
Días después, el avance se hizo todavía más difícil. El carrito casi se había vaciado, y llegaron a considerar seriamente la idea de
deshacerse de él. Hacía muchos kilómetros que no veían alguna casa para registrar, de manera que el carrito se iba convirtiendo más
en un obstáculo que en una ayuda. Sin embargo, aún les servía para transportar municiones y enseres muy pesados que no podían
acarrear en sus mochilas. Por eso decidieron retenerlo, hasta que no les quedara más alternativa que deshacerse de él.
En una semana más, sus provisiones se agotaron. Solo les quedaban dos frascos de miel, los frascos de vitaminas, las barras de
chocolate y los reemplazos de comida que llevaban en sus mochilas. Lincoln propuso que tomaran la miel con vitaminas como
único alimento mientras pudieran, pero Lori se resistía a ello. Tomaban un par de cucharadas en la mañana y otro par en la noche
para proteger su garganta. Estaba segura de que esa costumbre los había mantenido a salvo de enfermedades, y quería que tuvieran

esa protección mientras fuera posible.
Ante lo crítico de la situación, se apagaron a un estricto racionamiento: tomaban un reemplazo de comida con una tableta de
vitaminas en la mañana, una barra de chocolate con miel en la tarde, y miel con otra tableta de vitaminas en la noche. Eso era todo
lo que podían comer durante el día.
Menos de mil calorías al día para sus cuerpos jóvenes y en desarrollo.
***
- ¡Lori! - gritó Lincoln, entusiasmado- ¡Es una casa! ¡Podremos dormir a cubierto está noche!
La muchacha tomó sus binoculares y miró con cuidado. La casa estaba a más de un kilómetro del camino, bastante oculta entre
árboles y peñascos. Solamente alguien atento y con una vista de águila como Lincoln podía verla desde el camino.
Parecía desierta, y había varios lugares para ocultar el carrito. Ya comenzaba a llover, así que la perspectiva de dormir aquella
noche bajo refugio era muy tentadora.
Ocultaron el carrito, y se acercaron con las pistolas en mano hasta llegar a la casa. Cuando estuvieron en el umbral de la entrada,
encontraron que solo una de las hojas de la puerta principal estaba en su sitio. A pesar de eso, en el interior no se veían huellas de
lucha o de desorden. La casa había sido abandonada, no saqueada.
- Cúbreme, Linky. Voy a entrar -dijo la muchacha.
Fueron minutos angustiosos para los dos. Lincoln escuchaba que Lori registraba todas las habitaciones, una por una. Por un
momento, estuvo tentado a entrar. Pero Lori le dio indicaciones expresas: si algo le pasaba ella y él no podía contraatacar desde
afuera, Debía correr inmediatamente para ponerse a salvo.
Al final, Lori salió. Una sonrisa de satisfacción adornaba su hermoso rostro: la chica llevaba en sus manos un gran tarro de frutas en
almíbar.


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Chapter 15: Siempre estaré feliz de que me hayas encontrado
- ¿De verdad no podemos quedarnos, Lori? Todavía hay mucha comida.
- Lo sé, Linky. Pero si no nos vamos ya, me temo que no podremos hacerlo después. Es mejor que salgamos ahora.
Ya estamos descansados, y todavía no llegan las lluvias fuertes de verdad.
El chico no discutió: sabía que Lori tenía razón. Faltaba solo un mes para que las lluvias más intensas comenzarán.
Estaban a principios de agosto. Con suerte, estarían llegando a las zonas altas de West Virginia antes de que el clima
empeorará. Si no se iban ahora, Lori presentía qué no iban a lograrlo. Tras cargar el carrito hasta el tope, quedaban
provisiones máximo para tres semanas. Eso no les ayudaría a resistir hasta el final de la temporada de lluvias.
- Además -dijo Lori-. Tras las lluvias llegarán los fríos en menos de un mes. Y créeme: no vamos a querer estar a la
intemperie cuando comience la temporada de frío.
Lincoln se estremeció. Ya le había ocurrido eso alguna vez. Fueron sólo unas pocas horas, y estuvo a punto de morir
congelado. Sobrevivió solo porque los Mcbride lo encontraron.

En realidad, ya estaban listos. Estuvieron dos semanas en la casa, y no permanecieron ociosos durante ese tiempo.
Lavaron y repararon toda su ropa; reforzándola con plásticos y tela impermeable. Revisaron y reforzaron todos los
empaques que habían hecho, y reemplazaron las ruedas del carrito del supermercado. Todo estaba a punto para
continuar bajo la lluvia. Lo único que podía detenerlos eran los encharcamientos mayores; pero ahora que el terreno
era cuesta arriba, posiblemente ya no sufrirían tanto por eso.
Abandonaron la casa con el carrito lleno. La mañana en que partieron, iban bajo una fina llovizna que horas después
se convirtió en un fuerte aguacero. Lori estimaba que sus provisiones durarían aproximadamente un mes, así que
tendrían que estar bien atentos para reemplazarlas en cuanto tuvieran oportunidad. Su dieta, más bien monótona,
constaría de muy poco más que conservas de frutas, verduras, latas de atún en aceite y pastillas de vitaminas; pero ya
se habían acostumbrado a comer lo mismo, sin sentir malestares estomacales.
Además, era mejor comer siempre lo mismo que no comer nada.
***
Los primeros días todo pareció ir bien, aunque era raro que lograran avanzar más de diez kilómetros por las lluvias
torrenciales, los fragmentos de madera, los encharcamientos y el asfalto en malas condiciones; pero aquellos caminos
estaban mucho menos arrasados y saqueados. En promedio, cada cinco días encontraban una casa abandonada con
algunas provisiones útiles. O al menos, con las condiciones para que pudieran pasar la noche a cubierto. Nunca se
hicieron con lo suficiente: apenas algunas latas de comida, azúcar, tarros de conservas, o vegetales completamente
secos, pero al menos impedían que sus provisiones mermaran. Se volvieron muy juiciosos para escoger y comer lo
que estaba sobremadurado y dejar lo que aún podía aguantar un tiempo más. En alguna casa encontraron pastillas
potabilizadoras para reponer su provisión y utilizar el agua de la lluvia. En otra ocasión, encontraron unos polvos para
preparar refrescos que le hicieron conocer a Lincoln el sencillo placer de tomar agua coloreada y saborizada.
Tras un mes de viaje, las lluvias disminuyeron; y un día, por fin notaron en lontananza los contornos de la vertiente
oriental de los Montes Apalaches. Lori sabía que aún estaban muy lejos del monte Spruce; pero por alguna razón, el
mero hecho de ver las montañas la llenó de valor y esperanza. Se detuvieron un momento, y la muchacha le explicó a
Lincoln que el sitio que buscaban estaba en lo más recóndito de aquellas montañas.
El niño lo sabía, pero solo ahora que Lori lo mencionaba se veía como una posibilidad real; sin importar que estuvieran
todavía a 900 kilómetros de distancia.
- Sé que está muy lejos, Lori. Pero no sé... Es como si pudiera tocarlo. Lo vamos a lograr, ¿Verdad?
La hermosa muchacha hubiera querido decirle que sí, pero algo en su interior se lo impedía. Al paso que iban,
necesitarían por lo menos tres meses de viaje. Aunque las lluvias disminuían, el frío estaba aumentando. Con mucha
suerte, las primeras nevadas comenzarían en mes y medio; y conforme subieran a las montañas, el frío iría en
aumento. Hasta podrían toparse con una nevada.
No pudo evitar pensar que había traído a Lincoln a morir a esas tierras, muy lejos del sitio donde había nacido y vivido.
Lo abrazó por el hombro. Luego, lo estrechó con fuerza contra sí.
- Vamos a intentarlo hasta el final, Linky. Te prometo que haremos todo lo posible.
El muchachito miró el rostro atribulado de la chica, y percibió al instante lo que sentía. Entonces, hizo algo que la
sorprendió mucho: la abrazó por el cuello, y le dio un intenso beso en la mejilla.

La chica se dejó hacer, confundida y emocionada. Era la primera vez que el chico la besaba por su propia iniciativa, y
se sorprendió por lo agradable que era la sensación. Su rostro fue cambiando de color, y se volvió de un rojo intenso.
Tuvo pena de que Lincoln la viera así, pero el muchachito seguía abrazado a ella y no la soltaba.
- Lori, no te preocupes por mí. Sé muy bien lo que te angustia. Lo tenemos todo en contra, pero... Bueno, no sé cómo
explicarlo. Déjame decírtelo así: yo ya estuve a punto de morir muchas veces, ¿sabes? Me han rescatado muchas
personas, incluida tú. Creo que... ya debería estar muerto desde hace muchísimo tiempo.
Lincoln se detuvo por un momento, luchando contra las lágrimas que amenazaban con salir. Lori sintió que se le
quebraba el corazón. Se agachó al nivel del pequeño, y lo tomó por los hombros.
- Linky... Por favor, no digas eso...
El chico la interrumpió, poniendo un dedo sobre sus labios.
- ¡Sí, Lori! Es la verdad. Solo estoy vivo porque gente maravillosa como tú me ha rescatado y ayudado. Quiero que
sepas que, pase lo que pase, siempre estaré feliz de que me hayas encontrado. ¡Y de que me hayas convencido de
hacer este viaje! Al menos, conocí un poco más de este mundo... Y también te conocí a ti, Lori.
La muchacha se llevó una mano a la boca, y le fue imposible contener las lágrimas. Hacía mucho tiempo que nadie la
conmovía de aquella manera.
El chico sonreía, aunque las lágrimas bañaran su rostro. Por dios, ¡se veía tan hermoso! La joven no pudo contenerse,
y lo besó haciendo contacto pleno con sus labios.
Fue un beso casto, sin ardor ni plenitud; pero estaba cargado de sentimientos. Los mismos sentimientos que ambos
habían tenido antes por personas muy especiales. Fue un contacto breve que pronto se convirtió en un intenso y
apretado abrazo.
Ya no había nada más que decir: ambos sabían muy bien lo que tenían que hacer. Conocían el lazo que habían
creado entre ellos. Seguirían juntos en esa aventura, fueran cuales fueran los obstáculos y el resultado final.
No importaba que triunfaran, o que acabarán tendidos uno al lado del otro. Con sus huesos mondándose a la orilla de
la carretera.



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Capítulo 16 : Matar o morir
Lori despertó deslumbrada por las luces y aturdida por el motor del camión que se dirigía hacia ellos. Los habían
sorprendido por completo. Reaccionó en seguida, pero se dio cuenta de que tenían apenas unos segundos para
escapar.
En realidad, no se habían descuidado. Estaban en un tramo de carretera completamente rodeado por árboles que en
su tiempo habían formado bosques densos. El suelo aún estaba cubierto por pedazos de madera y hojas podridas; de
manera que el carrito no podia pasar por alli. Aquella noche se presionaron para intentar llegar a algún claro o paso
entre los árboles, pero el cansancio los hizo desistir. Lincoln se durmió enseguida. Lori se hizo el propósito de
estabilizar alerta, pues estaban apenas a unos cuantos pasos del camino.
Por desgracia, el cansancio también la venció. El calor que despedía el cuerpecito de Lincoln era muy agradable, y
pronto estuvo durmiendo tan profundamente como él.
Ahora se enfrentaban a una situación crítica: el camión estaba a menos de cien metros de distancia, y sus faros eran

tan potentes, que era imposible que no los hubieran visto. Tomó inmediatamente su mochila y sacudió con mucha
fuerza a Lincoln, quién se levantó desubicado y confuso.
- ¡Lori! What...
- ¡Levante y corre, Lincoln! -gritó la muchacha angustiada, tirando con fuerza del chico.
- ¡Pero, las cosas…
- ¡Corre y deja todo! ¡Vamos!
El chico obedeció mecánicamente. Se incorporó y comenzó a correr mientras Lori lo sujetaba de la mano. De pronto,
se detuvo en seco y gritó angustiado.
- ¡La comida! ¡Las armas! ¡Tenemos casi todo en la mochila!
Se desasió de Lori, y corrió de vuelta para tomarla.
- ¡Lincoln! ¡No! -gritó Lori.
Se detuvo un instante, indecisa; y luego corrió tras él. El camión se había acercado mucho, pero aún estaba a unos
metros de distancia. Lincoln ya había tomado la maleta. Se la puso, y corrió rápidamente en dirección a Lori. Por
desgracia, ninguno de los dos vio al batidor que se adelantó al camión y determinó sujetar a Lincoln por la espalda.
- ¡No! ¡Suéltame! -gritó el muchachito.
El hombre lo levantó en vilo y le golpeó un cuchillo sobre el cuello.
- ¡Cállate, gusano! ¡O te rebanaré la garganta!
Lori reaccionó de inmediato. En un segundo, ya tenía su pistola en las manos y apuntaba al hombre. Por desgracia, el
tipo se había cubierto bien tras el cuerpo de Lincoln.
- ¡Ni se te ocurra, maldita puta! No importa dónde me des. Resistiré lo suficiente para matar a este estúpido cachorro.
- ¡Suelta a mi hermanito, maldito desgraciado!
El hombre sonrió, mostrando su boca casi desdentada.
- ¡Vaya, tienes espíritu, puta! Ustedes dos deberían venir con nosotros. Necesitamos mujeres y niños como ustedes.
El hombre la veía con lascivia. Lori hizo una mueca de repugnancia.
- ¿Me crees imbécil, perro? ¿Crees que no sé lo que nos harían a los dos?
- Oh, nadie los lastimará, mientras sean complacientes con nosotros. Te digo que necesitamos mujeres. Y tú me
gustas para mí, perrita.
Lincoln entendía muy bien a qué se refería. Miró la cara de Lori. La chica proyectaba valor, pero podía leer la angustia
en sus ojos. Solo había una cosa que él podía hacer.

- ¡Corre, Lori! -gritó- ¡Sálvate tú!
- ¡Cállate, mocoso imbécil! - gritó el hombre en su oído. Lincoln sintió su aliento fétido, y por un instante pensó que
vomitaría.
- ¡Es la última vez que insultas a mi hermanito, bastardo infeliz! ¡Suéltalo de una vez y lárgate a coger con tu madre,
desgraciado! -dijo la muchacha, buscando el menor resquicio por dónde disparar.
El hombre estaba a punto de contestar, cuando una voz lejana se involucró en la conversación.
- ¿Nat? ¿Con quién discutes?
- ¡Bill! ¡Slick! ¡Vengan acá, y miren lo que me encontré!
Al escuchar eso, Lori se angustió de verdad. Pronto llegarían los otros, y Lincoln y ella estarían perdidos. Parecía que
solo quedaba una opción: le dispararía como fuera a aquel bastardo; y si no lograba incapacitarlo, le dispararía a
Lincoln y luego se suicidaría.
Por fortuna, al sentir lo desesperada que era su situación, algo se activó en la cabeza de Lincoln. Un instinto que él
mismo no sabía que poseía. Cuando gritó a sus cofrades, el sujeto apartó levemente el cuchillo de su cuello. Lincoln
se dio cuenta, y aprovechó para meter su mano entre el cuchillo y su cuello, empuñándola y presentando el dorso, tal
como Lori le había enseñado. Inmediatamente, lanzó un golpe de nudillos a la nariz de su atacante.
El impacto no logró romper la nariz, y ni siquiera lesionó seriamente a su atacante; pero fue suficiente para que el tipo
echara hacia atrás la cabeza. Y Lori, que estaba bien atenta, aprovechó para disparar.
El tiro atravesó la frente del tipo, e hizo que soltara a Lincoln de inmediato. Lori no perdió un segundo. Tomó al chico
de la mano, y se internó con él entre los troncos desnudos.
***
Los otros hombres escucharon el disparo y corrieron para averiguar lo que había ocurrido. Cuando vieron a su
camarada caído se desconcertaron por un momento, pero dedujeron enseguida que el atacante corría internándose
entre los árboles. Extrajeron sus armas y se lanzaron a la persecución. A pesar de las luces del camión, la oscuridad
era casi total. Lori y Lincoln tenían dificultades para evadir las irregularidades y las rocas ocultas entre las hojas y el
humus.
Lori escuchó cuando sus perseguidores se internaban entre los árboles. Sus pasos eran pesados. Sin duda, eran más
rápidos y fuertes de ellos; era imposible que lograran en escapar.
Por un momento, Lori pensó en darse vuelta y disparar, pero era muy difícil ver en esa oscuridad. No podían disparar
mientras huían, pues Lincoln seguía asustado y desubicado.
Entonces, recordó algo. Un recurso que no había utilizado desde hacía años, y que haría que los perseguidores se
convirtieran en perseguidos.
Tomó a Lincoln del cuello, obligándolo a detenerse. Le habló oído tan claramente como pudo.
- Lincoln, ¡tírate al suelo y no te levantes pase lo que pase! ¿Oíste?

El chico obedeció de inmediato. Apenas levantó la cabeza para ver que Lori se tiraba de rodillas y se quitaba el
cubrebocas para tapar el cañón de la pistola. De inmediato se colocó a horcajadas, con la pistola amartillada y
apoyada contra su rostro.
La joven guerrera cerró los ojos, tomó dos inspiraciones profundas y se concentró, intentando dejar de escuchar su
propia respiración agitada. Los sonidos le llegaron claros y sin reverberación. Eran cuatro tipos de pisada diferentes y
venían casi juntas. Tenía un tiro franco. Giró bruscamente en dirección al sonido, y disparó.
El tiro falló por muy poco. Pasó a unos pocos centímetros de la cabeza de uno de los hombres. Hizo blanco en un
árbol, y las astillas de madera los golpearon.
Uno de ellos lanzó una maldición. Lori lo escuchó claramente. Corrigió la dirección en un instante, y volvió a disparar.
Esta vez, el que maldijo dio un alarido de dolor. Uno de ellos hizo ademán de ayudarlo, y movió ruidosamente las hojas
muertas. El oído aguzado de Lori detectó el sonido, y disparó por tercera ocasión; haciendo blanco en otro hombre que
también gritó de dolor.
Solo hasta este momento se dieron cuenta del peligro en el que estaban. Se detuvieron y buscaron a su atacante con
la mirada. Era imposible ver algo en la penumbra, y los fanales distantes del camión no penetraban a través de la
arboleda.
Uno de los que quedaban ilesos intentó moverse con cuidado y contestar los disparos. Para su desgracia, tropezó con
un pedazo de roca y el ataque no se hizo esperar.
Tras disparar, Lori escuchó el sonido seco de un cuerpo que caía. No pudo evitar una sonrisa de satisfacción. El tiro
había dado en la cabeza o en el corazón del maleante, y lo había matado instantáneamente.
Sin duda, aquellos tipos eran peligrosos y crueles; pero muy estúpidos, y no tenían entrenamiento militar serio. Para
Lori, las cosas estaban tan claras como si los estuviera viendo. Habían caído completamente en su juego; en el que ni
siquiera Lynn y su abuelo la podían superar.
Pero no era momento de vanagloriarse. Un muerto y dos heridos: faltaba otro.
Pasaron unos pocos segundos, y escuchó el sonido de pasos que se alejaban. El último de sus perseguidores ahora
pretendía huir, y se alejaba hacia la izquierda. Disparó por quinta ocasión, y enseguida escuchó un sonido gorgoteante
y el golpe pesado de un cuerpo que se derrumbaba. Casi enseguida, escuchó que otro cuerpo caía suavemente sobre
el humus. Era uno de los heridos, que gimoteaba de dolor. Sin duda, el disparo de un momento antes le había dado en
el abdomen o en el pecho.
Dos muertos, un incapacitado y un herido. Era el momento de rematarlos y acabar definitivamente con la amenaza.
Extrajo su cuchillo de cazador, y dio un amplio rodeó por el flanco izquierdo. Ahí escuchó los pasos erráticos del último
que quedaba en pie. Caminaba tan agachada como podía, de manera que las siluetas altas eran visibles contra las
nubes. No tardó en divisar al hombre herido que se sujetaba el brazo, y su expresión se volvió tan cruel y determinada
como la de una loba hambrienta.
El pobre desgraciado no tuvo tiempo de reaccionar. Lori lo tomó por detrás y le clavó el cuchillo a la altura de los
riñones. El dolor fue inaudito, pero la muchacha tampoco le permitió gritar. Le tapó la boca con la mano y le atravesó la

garganta hasta la laringe.
El último hombre que quedaba con vida vio venir a su atacante, pero no pudo hacer nada para defenderse. La chica
cayó de rodillas sobre su pecho, arrebatándole el aire que se esforzaba por retener. El dolor en su abdomen herido fue
indescriptible. No pudo gritar, porque Lori le tapó la nariz y se la estrujó con violencia, impidiéndole respirar. Su agonía
duró segundos interminables, hasta que dos certeras puñaladas en su cuello le impidieron sentir nada más.


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Chapter 17: Al menos estamos vivos
Lincoln apenas se atrevió a levantar la cabeza. Muerto de miedo y curiosidad, escuchó todo el tiroteo y los gritos de
dolor y agonía. Todo se quedó silencioso por un par de minutos. Después, escuchó el sonido de pasos que removían
la podrida hojarasca, y una voz dulce que le hablaba en susurros.
- Linky... Soy yo. No podemos hablar mucho, pero todo está bien. Debemos permanecer alertas por un rato.
La muchacha se acercó, y aunque el resplandor de las nubes era muy débil, Lincoln vio su abrigo salpicado por
manchas de sangre.
- Saca tu pistola, quédate sentado, y apóyate en mis espaldas. Si escuchas cualquier ruido, dame un codazo. ¿Está
claro?
Lincoln obedeció y Lori se sentó, apoyándose en la espalda de Lincoln con los ojos cerrados y la pistola preparada.
No tardaron ni dos minutos en escuchar el ruido del camión y ver las luces que se alejaban.
- Lori... -Susurró Lincoln, muy asustado.

- Shhh.
Lori no dijo nada ni emitió otro sonido.
Permanecieron alertas. Fueron minutos de gran angustia para el chico peliblanco, pero Lori seguía a la expectativa.
Poco después, el sonido del camión se perdió para siempre en la oscuridad.
***
Aparentemente, los hombres que quedaron en el camión se acobardaron y huyeron tras el tiroteo. Era imposible saber
cuántos eran; pero cuando oyeron caer a sus camaradas, no se atrevieron a investigar.
De cualquier manera se habían vengado. Extremando precauciones, Lincoln y Lori regresaron a la orilla del camino.
Su corazón dio un vuelco cuando encontraron el carrito saqueado y destruido más allá de cualquier posible reparación.
Sin duda lo habían golpeado contra las rocas y el pavimento.
- Nuestras provisiones... - musitó Lincoln, casi al borde del llanto.
- Y la mayor parte de las municiones. ¡Esos malditos se vengaron de verdad! -dijo la chica, enfurecida.
Sin decir nada, regresó por entre los árboles y Lincoln la siguió. Era evidente lo que tenían que hacer. Registraron
detenidamente los cadáveres y los restos del tiroteo. Encontraron todas las armas y municiones de aquellos
desgraciados. Quizá no fueran buenos combatientes, pero sin duda estaban bien armados.
Desafortunadamente, sus ropas eran un desastre: no había nada que les sirviera. Incluso sus zapatos eran viejos,
estaban rotos por todas partes y amarrados con alambre galvanizado. No llevaban ninguna provisión, ni agua. Apenas
unas lámparas LED con baterías de repuesto.
Lo recogieron todo. En otras circunstancias, Lincoln hubiera admirado la destreza guerrera de Lori y la felicitaría por
sus habilidades y su increíble victoria; pero ahora estaban demasiado tristes. Habían perdido casi todo, y no tenían
idea de cuándo o en dónde podrían reaprovisionarse.
Ganaron, sí. Pero su victoria fue pírrica.
***
La luz mortecina del alba ya iluminaba cuando regresaron a los restos de su improvisado campamento. Junto con el
carrito perdieron también las colchonetas, todas sus lonas plásticas, y sus mantas. Estaban completamente a la
intemperie. Lo único que les impediría dormir en contacto con el suelo eran los impermeables que guardaron en sus
mochilas.
Registraron con todo cuidado, pero solo salvaron un pequeño frasco con miel de abeja, el pedernal, las yescas con las
que hacían fuego, y unos alicates.
Esta vez, Lincoln no pudo evitar llorar. Lori lo abrazó y lo besó por todo el rostro. Intentaba consolarlo, solo que ella
misma lloraba.
- ¿Tenemos alguna esperanza, Lori?

La chica pensó unos segundos antes de contestar. Quería sonar optimista, pero sin evadir la realidad terrible y el
predicamento en el que se encontraban.
- Mientras no estemos muertos podemos tener esperanza, Linky. Tenemos que estar bien alertas y buscar comida
donde sea. ¿Recuerdas que tú encontraste la primera casa que saqueamos? Necesito que me ayudes, papi. Juntos
nos mantendremos con vida.
El chico apenas asintió, refugiado contra su pecho. A Lori le dolía mucho verlo así. Se sentó en el piso y le tendió los
brazos.
- Ven acá, mi amor.
El niño se refugió en los brazos de la muchacha. A pesar de su tristeza y la delicada situación, se sintió emocionado.
¡Lori le había dicho mi amor! Hacía muchos años que nadie le decía así.
- Todo lo que podemos hacer es intentarlo, ¿de acuerdo? ¿Recuerdas lo que me dijiste el día que vimos los Montes
Apalaches por primera vez?
- Sí...
- Bueno, pues necesito que lo recuerdes siempre, ¿comprendes? Porque si lo olvidas, yo podría olvidarlo también. Y si
lo olvido, quizá ya no quiera vivir y luchar. Y a mí me encantaría seguir viviendo contigo, mi amor.
El niño levantó la vista. Miró fijamente a la muchacha, intentando leer en sus ojos. Ella sonreía. Era una sonrisa
cargada de preocupación, pero sincera y esperanzada.
Lincoln se dio cuenta, y fue capaz de sonreír. La sonrisa del pequeño fue como la salida del sol. El corazón de Lori se
llenó de candor y esperanza. Lincoln de verdad era un niño gracioso y muy lindo. Le pasó la mano por el rostro para
limpiar sus lágrimas y le acarició el cabello blanco, ahora casi gris por el polvo y la ceniza.
Ocurrió algo muy curioso: por un momento, Lori imaginó que regresaba en el tiempo, al día en que el mundo cambió
para siempre. Ese día que empezó lleno de magia y esperanza, cuando ella y sus hermanas sabían que estaban por
conocer a su hermanito. El primer niño varón de la familia Loud.
Lori se había imaginado a aquel niño muchas veces, de diferentes maneras; y una de sus imágenes más claras fue
una en la que lo imaginó con el cabello blanco, como el de su abuelo Pop-Pop.
Lincoln se parecía tanto a aquel niño que imaginó...
Claro, era imposible que fuera él. Su hermanito, si logró nacer, había fallecido junto con sus papás. Pero desde que
conoció al Lincoln, sintió un afecto y una atracción muy especial por él. Ahora, mientras lo tenía entre sus brazos, sintió
más fuerte que nunca aquella combinación de cariño y atracción. Una sensación tan irresistible que no le permitió
contenerse. Le tomó el rostro con delicadeza y lo besó con suavidad en los labios.
Lincoln se sintió confortado. Lori era tan hermosa... Sus labios se sentían tan suaves... La besó en la mejilla, y se
aferró a ella con todas sus fuerzas.
Permanecieron así largo tiempo. El calor que se transmitían con sus cuerpos era casi tan sedante como el latir
desbocado de sus corazones.

- Ánimo, cariño -dijo Lori-. No todo está perdido. Vamos a desayunar algo, y continuemos nuestro camino. Al menos
estamos vivos, y sin el carrito podremos caminar más rápido. ¿De acuerdo?
- Claro que sí, hermosa. ¡Gracias! -respondió el pequeño, antes de sorprenderla con un beso en la comisura de los
labios.


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Capítulo 18 : Luchando contra la muerte
- "Bienvenidos a West Virginia. El estado en las montañas" -leyó Lincoln en el letrero oxidado y medio caído.
- Bien, llegamos al límite estatal. -dijo Lori, resolviendo - Faltan unos quinientos kilómetros para llegar a nuestro
destino. Pero todo va a ser más difícil de aquí en adelante.
El pequeño asintió. No había necesidad de que Lori lo dijera.
La situacion era critica. En efecto, la pérdida del carrito les permitía moverse más rápido y recorrer mayor distancia,
pero ya tenían dos semanas racionando severamente sus alimentos. Aquella región entre los estados de Ohio y West
Virginia había sido sistemáticamente saqueada, y ya no encontraron sitios que tuvieran reservas de comestibles o
enseres útiles para su viaje.
Todo, en una radio de cientos de kilómetros, había sido arrasado por la destrucción del apocalipsis. Los bosques se
incendiaron por las tormentas de fuego. Ciudades y pueblos enteros desaparecieron. Los restos de casas y árboles

arrancados o calcinados no sirvieron ni para hacer un refugio provisional.
Al principio, los chicos consumían otra vez unas mil calorías por día. Después de ochocientas, y ahora estimaban que
apenas consumían unas seiscientas calorías. Estaban muy delgados; todo el tiempo tenian hambre y frio, y el clima no
los ayudaba. El invierno parecía adelantado, y los días eran cada vez más cortos y helados. Las lluvias casi habían
terminado, pero presentaron que en muy poco tiempo comenzarían las nevadas.
Al menos, aún no había tenido problemas con el agua. Había muchas pequeñas corrientes en su trayecto, y
procuraban tomar tanta agua como les era posible para engañar a sus estómagos vacíos. Por desgracia, ya no tenían
bidones para recoger y llevar más agua para cuando no pudieran encontrarla. Ambos se preguntaban si aquello era
realmente bueno o malo, porque se debilitaban y cada día les costaba más trabajo llevar sus armas y sus pertrechos.
Con todo, las dificultades los unían y cada vez se sentían más íntimos, más compenetrados. Seron a juntar sus telas
impermeables ya dormir siempre bien acostumbrados abrazados para darse calor. Se hacían cariños constantemente,
y se trataban con toda la delicadeza que les permitía su precaria situación. A veces era muy difícil, porque Lori
comenzó a sufrir dolores de cabeza por la mala alimentación. Lincoln, por su vida tan particular y las penurias que
había sufrido, pudo resistir por más tiempo y con más facilidad. Sin embargo, ni siquiera él estuvo a salvo de las
consecuencias de la desnutrición. Sus ojos comenzaban a hundirse, y sentía que ya no podía ver con tanta claridad
como antes.
***
- Esto es todo, Linky. Fue nuestra última comida. A partir de ahora... No tenemos nada.
Los dos se miraron tristemente. Otras dos semanas, y estaban ahora a menos de trescientos kilómetros del monte
Spruce. Por desgracia, el camino era cuesta arriba: estaban atravesando las montañas, y se habían debilitado mucho.
Para colmo, cada vez les era más difícil encontrar agua; y el día anterior tuvieron una pequeña nevada. Fueron apenas
unos cuantos copos, pero sin duda el clima iba a empeorar. Si los sorprendía un verdadero temporal con viento, era
seguro que no sobrevivirían.
- Lo sé, Lori. Tenemos que seguir. Parece que ya superamos la región más devastada. Es posible que queden algunos
pueblos por aquí, en donde podemos encontrar alguna cosa intacta.
La muchacha sonrió muy forzada. No se lo dijo a Lincoln, pero se sentía cada vez más desanimada. Como siempre
había tenido suficiente que comer, era la primera vez en su vida que experimentaba el hambre verdadera. Esa hambre
terrible que lastima por dentro; que hace querer comer puños de tierra en un intento por impedir que el estómago se
consuma a sí mismo. Esa hambre atroz que lo ponía a uno en disposición de hacer cualquier cosa para calmar la
terrible sensación que le consumía.
- Está bien, Linky. Sigamos. Vamos a conseguir agua, e intentemos engañar a nuestras tripas echándoles toda la que
podamos.
***
Pasaron otros seis días, y ambos se dieron cuenta de que dormían mucho más. Apenas deseaban moverse, y les
costaba cada vez más trabajo hacerlo. Incluso sus maletas, ahora mucho más ligeras, les pesaban demasiado. Era
tanta su debilidad, que Lori consideró por primera vez que estaría mucho mejor muerta. Después de todo, ella tenía los
medios para terminar con su vida y dejar de sufrir.

Si no lo hizo, fue por Lincoln. Por la responsabilidad y el apoyo que representaba para él. La muchacha se admiraba
de su resistencia. ¿Cómo era posible que no se quejara? ¿Cómo podía resistir más que ella, y ayudarla a incorporarse
para ponerse en movimiento? ¿De dónde venía la fuerza y el deseo de vivir que manifestaba ese niño?
No lo sabía, pero las cosas eran así. Lincoln ahora era el más fuerte de los dos. Era él quien mantenía el ánimo; el que
conservaba en su ser la chispa de la vida que se niega a extinguirse. Era Lincoln el que todavía era capaz de
acariciarla y animarla para que lo siguieran intentando.
***
Hacia el décimo día, ya ni siquiera Lincoln quería levantarse. Solo lo hicieron porque la nieve comenzó a cubrirlos y a
penetrar por su ropa desgastada.
Caminaron por unos minutos, hasta que las piernas de Lori se negaron a sostenerla. La muchacha cayó sobre sus
rodillas. Estaban casi en lo alto de una subida, y solo la oportuna intervención de Lincoln impidió que rodara hacia
abajo.
La ayudó a caminar hacia un pequeño claro entre los troncos de árbol. No sabía qué hacer: Lori ya no podía más.
Tenía que dejarla descansar, pero; ¿y si la nevada empeoraba?
Intentó convencerla con dulces palabras de aliento. La chica quería complacer a Lincoln, pero se sentía incapaz.
- Linky, por favor... Déjame dormir. No me puedo levantar, cariño. De verdad que no.
- Lori... Pero, ¿y la nieve? -dijo el niño, desesperado y al borde de las lágrimas. Nunca había visto a la chica tan
cansada. Temía que se fuera a enfermar.
- Te prometo algo: si nieva fuerte, me levantaré. Tú me ayudarás. ¿Sí, cariño?
Lincoln quería insistir en que lucharan y siguieran adelante; pero Lori ya estaba cerrando los ojos. Se rindió, y sacó los
impermeables de su mochila. Hizo un rollo con uno para que Lori descansará la cabeza, y luego la tapó con el otro.
- Gracias, Linky. Ven, por favor. Acuéstate conmigo.
Lincoln obedeció, y se acostó abrazando a la muchacha. Ella sonrió débilmente, y lo atrajo para darle un suave beso
en los labios.
- Voy a dormir, Linky. Te prometo que cuando despierte seguiremos caminando. ¿Sí?
Lincoln asintió. La chica cerró los ojos, y enseguida comenzó a roncar.
Se quedó a su lado, esperando que la nevada no arreciara. Afortunadamente cesó muy pronto. El muchachito retiró
con suavidad su brazo del cuerpo de Lori y se incorporó. Quería salir al camino y mirar en todas direcciones: era
urgente que comieran algo. Lori ya estaba en el límite de sus fuerzas, y para ser sincero, él también lo estaba.
Exploró con mucho cuidado y logró divisar una casa. Era pequeña, estaba oculta entre los árboles, y parecía tener
alguna dependencia anexa; algo así como un establo o una huerta.
Su corazón dio un vuelco. El sitio estaba a menos de medio kilómetro de allí. Era casi imposible verlo desde el camino,

y su instinto de supervivencia le dijo que allí tenía que haber algo.
Quiso despertar a Lori, pero la muchacha estaba profundamente dormida. Estaba seguro de que iba a permanecer así
durante horas. No había peligro en que se despertara pronto.
No quiso perder el tiempo, era urgente que explorará esa casa. Se aseguró de que Lori no fuera visible desde el
camino; y una vez que se cercioró, tomó sus dos pistolas y se dirigió lentamente hacia ella.


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Capítulo 19 : La casa vacía
Lincoln se acercó lentamente, tomando toda clase de precauciones. Tenía mucho miedo, pero había hecho esas cosas
antes y durante mucho tiempo. Cuando tuvo que huir de los Sweetwater, y cuando fallecieron los McBride. Además,
ahora tenía un aliciente adicional: si no lograba encontrar algo en aquella casa, Lori moriría de hambre y de cansancio.
No podia permitir que eso sucediera, ella ya los habia salvado muchas veces. Era su turno de demostrar que era algo
más que una carga para ella.
Su preocupación era mucho mayor que su miedo. Siempre había visto a Lori como una muchacha muy fuerte y
hermosa. Una asesina despiadada con sus enemigos, pero muy dulce y tierna con él. Lori era un ángel que había
llegado para protegerlo en ese mundo destruido y cruel; pero ahora, su hermosa angelita estaba tan debil y
hambrienta...
Tenía que concentrar y extremar precauciones. Era necesario que entrara en esa casa y encontrara cualquier cosa
que hubiera para comer. Su instinto le permitió mantenerse vivo durante años, y ahora le decía que había que haber

algo. La casa no se vio destruida ni maltratada.
Se acercó a la puerta y notó que estaba cerrada, pero no asegurada. Era como si sus antiguos dueños hubieran salido
con intención de regresar en unos pocos minutos. Los goznes rechinaron cuando la empujó, y muy pronto se dio
cuenta de que la casa tenía años vacía.
Efectivamente, todo estaba en su lugar. Los muebles eran acogedores, con acabados de madera tratada para resistir
el tiempo y la humedad. Todo estaba ordenado, pero cubierto por gruesas capas de polvo. En diversos lugares, las
paredes y el techo filtraban la humedad. El aroma llenó toda la casa, y Lincoln se relajó un poco cuando comprendió
que no encontraría a nadie allí.
La casa era pequeña: tenía dos habitaciones y estaba construida en una sola planta, así que no le tomó mucho tiempo
explorarla. Los muebles, la ropa de cama, e incluso las mantas estaban en su sitio. El armario tenía ropa seca, pero
desgastada por el paso del tiempo. La ropa era cómoda y abrigadora; por lo que Lincoln dedujo que allí vivía una
pareja de personas grandes y sin hijos.
Había varias cosas que pudieran ser muy útiles, como lámparas, herramientas y grasa para utilizar como combustible;
pero todo eso era secundario. No tenían manera de llevarse, y no les serviría de nada si no hubiera algo para comer.
En la cocina solo había una garrafa grande de agua perfectamente sellada, con todo su contenido intacto. No vi nada
más. Los trastes estaban ordenados y guardados en sus estantes. En las alacenas tampoco encontró gran cosa;
solamente un frasco de litro que contenía una sustancia legamosa, de color ligeramente anaranjado. Lincoln intentó
abrir el frasco con todas sus fuerzas, pero no fue posible. Tenía la esperanza de que se tratara de algo comestible, así
que lo dejó bien a la vista, sobre una mesa; y continuó con su exploración.
El chico era experto en encontrar puertas y depósitos ocultos, pero no había nada de eso en aquella casa. Solo pudo
encontrar un compartimento pequeño en la pared de atrás de los armarios de las dos habitaciones. En ambos había
solamente trozos de oro y algunas joyas.
Salió de la casa decepcionado. Apenas había encontrado nada. No sabía cuánto tiempo le llevó su infructuosa
exploración, y ni siquiera estaba seguro de que el frasco guardara algo que pudieran comer.
Pero se había olvidado de la dependencia adjunta. Viéndola de cerca, se dio cuenta de que era un pequeño establo
que estaba vacío desde hacía tanto tiempo como la casa. Los animales, si alguna vez los hubo, debieron escapar
desde hacía mucho tiempo. Había algunas pacas de heno cuidadosamente apiladas en las paredes del fondo, y daba
la impresión de estar tan vacío como la casa.
Sin embargo, cuando Lincoln transpuso el umbral, se encontró con una terrible sorpresa que casi paralizó su corazón.
Cerca de las orillas de la estancia estaba tirado un cadáver
***
Se impresionó tanto, que tuvo que agacharse para que los latidos de su corazón se normalizaran. Pasaron varios
minutos para que se armara de valor y le echara un vistazo al cadáver. Pertenecía a un hombre anciano. Estaba
completamente ennegrecido y vestido con sencilla ropa campirana hecha girones por el paso del tiempo. Lincoln casi
no sabía nada de eso, pero sin duda el hombre era un granjero. En su cuerpo no había señal alguna de violencia y
estaba tendido boca abajo. Al parecer, la muerte lo sorprendió cuando estaba por salir del establo.

Lincoln nunca supo por qué tuvo la idea, pero se animó a ir hacia la pared del fondo y se puso a explorar el rincón. Dio
rápidamente con una puerta trampa oculta entre el heno; y cuando vio lo que había allí, su rostro se iluminó y dio un
gritito de alegría.
Había reconocido los frutos cafés y resecos que estaban amontonados en pequeños frascos.
***
Lincoln ya estaba saliendo del establo, cuando escuchó el grito de angustia de la muchacha.
- ¡¡Lincoln!!
Se sobresaltó, y dejó caer lo que llevaba en sus brazos. A lo lejos divisó a Lori, quien caminaba en círculos mirando en
todas direcciones.
- ¡Lori! –gritó, mientras corría a su encuentro.
La muchacha lo escuchó gritar y luego lo vio. Su rostro cambió de la angustia al alivio, y después; mostró una
expresión de enojo que Lincoln nunca le había visto.
A pesar de sentirse tan débil, cuando Lincoln llegó, lo sujetó de los hombros y lo sacudió con violencia.
- ¿Dónde diablos estabas? ¡¿No sabes cómo me asusté cuando me levanté y no te vi?!
La chica no esperó a que le contestara, sino que lo abofeteó con fuerza. El chico quedó completamente desconcertado
al sentir el golpe, y luego el fuerte abrazo de la muchacha.
- ¡No me vuelvas a hacer esto! ¿Entendiste? -gritó Lori, comenzando a llorar-. ¡¡No me lo vuelvas a hacer jamás!!
Lo soltó por un momento y vio el rostro desconcertado y asustado del muchachito. Su mejilla enrojecía rápidamente, y
Lori se sintió avergonzada por haber reaccionado con tanta violencia. Tomó la cabeza de Lincoln, y lo besó muchas
veces en el rostro y en los labios. Luego volvió a abrazarlo.
- Perdóname, chiquito -dijo, con los ojos arrasados en lágrimas-. ¡Perdóname, por favor! Es que... cuando no te vi, yo
pensé...
No pudo seguir hablando. Estaba demasiado avergonzada, asustada y débil. Lleno de pena, Lincoln lloraba también.
No le gustaba ver así a Lori. La abrazó con todas sus fuerzas.
- F-fui por comida. ¡Necesitabas comer! Yo... ¡Lo siento tanto!
- No. ¡Perdóname tú, cariño! No me importa la comida, ni el hambre, ni el dolor… Pero necesito que tú estés conmigo.
Me dormí abrazada a ti, y luego... Desapareciste...
La chica sollozó de nuevo. Lincoln la tomó del rostro y la besó de lleno en los labios.
- Linda... ¡Ya no llores, por favor! Me fui porque necesitas comer, y yo encontré comida. Hay una casa vacía. Podemos
descansar allí. Ven conmigo chiquita, por favor.
Sin soltar al pequeño, la chica asintió. El niño tomó su cabeza y le limpió las lágrimas con sus dedos.



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Chapter 20: Huyendo de la nieve
Lori y Lincoln se quedaron cuatro días en la casa. Fue el tiempo que les llevó agotar completamente las provisiones y
recuperarse lo suficiente para continuar el viaje.
El frasco resultó contener mermelada de albaricoque de muy buena calidad. Junto con los dátiles y las nueces que
halló Lincoln, fueron un delicioso y energético alimento mientras duraron.
Desde el principio decidieron no racionar la comida. Estaban demasiado débiles, y tuvieron la sensación de que era
mejor que se recuperarán todo lo posible. Tenían que recobrar los ánimos y la energía para salir y encontrar lo poco
que pudieran. Racionar sus comidas los dejaría tan débiles que no podrían repeler un ataque o estar atentos para
encontrar otro sitio promisorio.
Pasaron los días comiendo y durmiendo. Trancaron las puertas, y tuvieron la suerte de encontrar otro garrafón de agua
limpia en el establo. El descanso absoluto les vino muy bien; y cuando tomaron el camino nuevamente, el estado de
ánimo de los dos había mejorado mucho; por más que su situación siguiera siendo desesperada.
El mismo día en que salieron de la casa terminaron el camino ascendente, y se encontraron en una extensa altiplanicie

con muchos troncos de árbol pelados. En sus tiempos, aquello debió ser un valle muy fértil y productivo. La
abundancia de pequeñas granjas y pueblos les dio alguna esperanza de encontrar lo necesario para sobrevivir.
Por desgracia, casi todas las granjas estaban saqueadas. Los pueblos mostraban grandes barricadas, cubiertas con
carteles llenos de amenazas y maldiciones para los que se pensaran en entrar; pero Lincoln y Lori se dieron cuenta de
inmediato que ya no había amenaza alguna. Muchos de aquellos letreros estaban casi borrados por el paso del
tiempo.
Debido a eso, se atrevieron a entrar en los pueblitos. Muchos de ellos tenían huellas de antiguas batallas: cadáveres,
vidrios rotos y agujeros de bala en los restos de los vehículos y edificios. La devastación y las batallas habían
terminado hacía años. Los cadáveres eran viejos, sus ropas estaban desgarradas y gastadas. Ya no había huellas de
vehículos ni personas.
Sin embargo, encontraron algunas cosas para comer y mantenerse. Seguían teniendo hambre todo el tiempo, pero
ahora su mayor enemigo era la nieve. En cuanto entraron en la altiplanicie comenzaron las nevadas diarias; y aunque
todavía no llegaban las ventiscas, algunos días caían varios centímetros de nieve. Si alguna de esas nevadas los
hubiera sorprendido en un descampado, quizá no hubieran sobrevivido; pero por suerte los pueblitos y las granjas no
estaban muy distantes unos de otros. No tuvieron que dormir a la intemperie ningún día.
Tras diez días, habían logrado recorrer unos 150 kilómetros. Se empeñaban en ascender un pesadísimo camino
secundario, estrecho y con una pendiente constante de más de diez grados. El día anterior no había encontrado casi
nada qué comer, y estaban tan debilitados que tenían que detenerse a tomar aliento cada pocos metros. Dos días
antes dejaron atrás el altiplano y sus magras riquezas ocultas. Ese nuevo ascenso estaba acabando con ellos.
Por fin, haciendo un gran esfuerzo, terminaron de ascender y se encontraron con un espectáculo impresionante. Una
nueva altiplanicie extensa, y en lontananza se divisaba el pico de una montaña más alta que las demás.
- Es el monte Spruce, Linky... Ya lo tenemos a la vista -dijo Lori, entre dos bocanadas de aire.
- ¿Estás segura? -respondió el chico, jadeando.
- ¡Claro que sí! Es la montaña más alta de la Cordillera de Los Apalaches. Allí está nuestro destino.
- ¡Cielos! Se ve tan cerca...
- No te dejes llevar por las ilusiones, corazón -dijo Lori-. Aún está como a 180 kilómetros de distancia.
- Tan cerca, y tan lejos -suspiró Lincoln-. Y luego, a buscar lo que haya por ahí, ¿verdad?
- Es cierto, pero no perdamos la esperanza. Mi abuelo me habló de ese sitio, así que debe quedar algo. Vamos, Linky.
Los muchachos se internaron en la altiplanicie. Llevaban caminando cerca de media hora, cuando los copos de nieve
comenzaron a caer sobre ellos. Los dos se dieron cuenta de que esa nevada no era como las anteriores. Los copos
eran más grandes y la tempestad más tupida.
- ¡Oh, grandioso! -se quejó Lori -. Hoy va a nevar como los mil demonios.
- Tenemos que tratar de llegar a aquel pueblito -dijo Lincoln, señalando un grupo de casas que se veía un kilómetro y
medio más adelante-. Si no, la nieve nos va a enterrar.

- Estoy tan cansada, Linky... pero hay que intentarlo. Si no lo logramos, quizá hoy mismo termine todo para nosotros.
- Ánimo, Linda. El monte Spruce está frente a nosotros. ¡No podemos rendirnos ahora!
Lori suspiró. Tomó dos bocanadas de aire, agarró a Lincoln de la mano y empezó a caminar tan rápido como pudo.
- Es cierto, cariño -dijo-. No podemos rendirnos. Al menos, debemos dormir bajo techo. Aunque no encontremos nada
para comer.
***
El kilómetro y medio que los separaba del pueblo fue una verdadera ordalía. Los caminos se tupieron rápidamente, y
pronto tuvieron que caminar levantando los pies. La capa de nieve quizá tenía quince centímetros de grosor; pero sus
pies, agotados por el esfuerzo, sentían que la nieve los atrapaba y los sumergía. Cada paso era una batalla por
escapar. Tuvieron que recurrir a sus últimas fuerzas; al último resto de determinación que les quedaba para no darse
por vencidos.
¡Qué fácil hubiera sido rendirse! ¡Qué tranquilidad hubieran experimentado si cedían al cansancio, se acostaban a
dormir, y la nieve los cubría; arrebatándoles el calor y la vida para siempre! Sería una muerte tranquila en un mundo
destrozado y cruel; con sus esperanzas abstractas y la única garantía de un sufrimiento tras otro.
Pero la chispa de la vida seguía iluminando sus corazones. Otra vez, Lincoln se encargó de demostrar que estaba
hecho de un material muy duro. En él, la llama de la vida ardía con una fuerza inusitada. El muchachito se encargó de
que Lori no flaqueara, de que no se desesperara y se entregara al frío abrazo de la muerte. Como pudo, consiguió
arrastrarla por la nieve y llegar al pórtico de una de las primeras casas. Las puertas estaban cerradas, pero
consiguieron entrar por una ventana.
El interior estaba en completo desorden, pero eso no les importó. Estaba casi seco, y varios grados de temperatura por
arriba del exterior.
Eso les bastó. Ni siquiera se preocuparon por limpiar. Sacaron sus impermeables, se abrazaron, y se durmieron de
inmediato.



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Capítulo 21 : Un oasis en el desierto
Durmieron toda la tarde y toda la noche, hasta bien entrada la mañana siguiente. Despertaron débiles, con las piernas
adoloridas y un hambre terrible. Afuera, la nevada había terminado; pero había una capa de nieve de más de 20
centímetros. Ni pensar en que podrian continuar su viaje ese mismo dia. Era urgente que encontraran algo para
comer.
Al salir de su refugio improvisado, notaron que el pueblo era poco más que un conjunto de casas a ambos lados de un
camino de terracería. Igual que otros pueblos, tenía huellas de batalla en las casas y las calles. Sin embargo, quizás
por lo pequeño que era, se vio menos deteriorado que otros. Los posibles saqueadores quizás pensaron que no habría
gran cosa que robar. No había cadáveres en las calles, y algunas casas se veían casi intactas.
Se concentraron en esas casas, precisamente. Para su alegría, pronto encontré unas pocas latas de atún y algunas
conservas caseras.
Las devoraron de inmediato. Cuando terminaron, distaban mucho de sentirse satisfechos. Pero como siempre les

ocurría, su estado de ánimo mejoro. Afuera comenzaba a nevar otra vez, y decidió que sería buena idea dedicar el día
a requisar el pueblo entero.
Encontraron más provisiones, algunas demasiado pesadas como para pensar en llevarlas. No había manera de
transportarlas, y menos ahora que no existía un medio para que las acarrearan a través de los caminos nevados. Ni
siquiera un trineo les serviría: las nevadas aún no eran constantes y la nieve se derretía. El trineo no avanzaría, y
terminarían perdiendo todo.
La nevada arreciaba, y Lori comenzó a temer que la nieve los hubiera atrapado de manera definitiva. Si se arriesgaban
a irse cuando hubiera buen tiempo, una nueva nevada los atraparía tarde o temprano. No siempre podría contar con la
posibilidad de encontrar un refugio a tiempo. Era triste y desolador, pero quizás tenían que enfrentarse al hecho de que
habían llegado al final del camino. Si no encontre la manera de estabilizar con vida hasta la primavera siguiente...
Intentó no pensar en ello: ya hablaría con Lincoln más tarde. Entraron en una casa con su vidriera casi intacta y su
interior bastante ordenado. El mobiliario era cómodo y práctico, pero sus habitaciones y cocina tenían muy pocas
cosas que podrían aprovechar. En la parte alta de la pared de la sala habia unas alacenas metalicas. Lori exploró las
habitaciones, y Lincoln pensó que podía subir a una silla y revisar las alacenas.
Tomó una silla pesada y sólida para colocarla bajo la alacena. Subió, y al apoyar todo su peso tuvo una rara
sensación. El piso parecía cedro un poco. Se bajó inmediatamente y golpeó con su pie. El piso parecía muy sólido,
pero continuaba cediendo levemente.
Se dio cuenta de que la silla quedó sobre una esterilla de paja vieja y sucia que la desnivelaba. Sería sencillo quitarla y
asentar bien la silla; todo con tal de prevenir cualquier accidente.
Cuando partió la esterilla, su corazón dio un vuelco. Quedó tan sorprendido que no pudo evitar un grito.
Lori lo escuchó y se asustó, pero reaccionó de inmediato. Extrajo su pistola y corrió rápidamente hacia la sala.
- ¡Linky! ¿Que Paso? -gritó la chica, al darse cuenta de que no había nadie.
El chico peliblanco dijo al piso, y al darse cuenta de lo que pasaba, quedó tan sorprendida como él. Tuvo que cubrir su
boca para sofocar su propio grito.
Era una puerta trampa, cerrada con candado.
***
No fue fácil abrir la puerta. El candado estaba hecho con materiales de muy alta calidad; resistiría fácilmente una bala
o una barreta. Afortunadamente, gracias a su profundo adiestramiento militar, el abuelo de Lori era un cerrajero muy
experimentado que les enseñó a abrir candados y cerraduras. Todas aprendieron bien a hacerlo, pero sin duda la
maestra indiscutible había sido su hermana Leni.
A Lori le hubiera encantado que Leni estuviera con ellos. Llevaba varios minutos intentando, y aún no lograba hacer
saltar todos los cilindros. A su lado, Lincoln esperaba nervioso; sin atreverse a decir nada que pudiera desconcentrar a
la muchacha.
Por fin, los esfuerzos de Lori dieron sus frutos. El candado saltó, y permitió que la puerta se abriera. Era una puerta
muy fuerte y pesada, construida en hormigón montada sobre un marco de acero. Les sorprendió que pudieran

levantarla con tanta facilidad. Según sus cálculos, esa puerta no podía pesar menos de doscientos kilos.
Cuando la abrieron, se percataron de inmediato del motivo: la puerta tenía adosado un ingenioso mecanismo que
permitía levantarla sin esfuerzo y cerrarla herméticamente por dentro.
El hueco al que conducía tenía una escalera muy sólida, con un pasamanos grueso y firme. La oscuridad era total.
Cuando iluminaron con sus lámparas, se dieron cuenta de que el recinto era muy grande y extenso. El piso inferior
parecía estar a unos ocho metros de profundidad.
- Voy a bajar, Lincoln. Si hay algo allí abajo, lo necesitaremos.
- Pero, Lori... -dijo el muchachito, muy asustado.
- Me cuidaré, Linky. Te lo prometo. Iba a decírtelo más tarde, pero ya viste la nieve. No podremos continuar el viaje
hacia el monte Spruce hasta la primavera.
- Oh... Cielos -susurró Lincoln, entendiendo al punto lo que Lori quería decir.
- Así es, Linky. Este pueblo será nuestra salvación... O nuestra tumba.
El chico cerró los ojos y asintió. Lori se dio cuenta de que estaba a punto de llorar. La muchacha se acercó, y le dio un
beso muy intenso en la mejilla.
- No me quiero morir, Linky. No ahora que estoy contigo. Ayer me salvaste otra vez. Ahora, déjame explorar ese lugar
y encontrar lo que pueda haber para nosotros, ¿de acuerdo?
- Lori... Deja que lo haga yo, por favor.
Ella negó con la cabeza.
- Recuerda: tengo buen oído y estaré muy alerta. Ten tu pistola a la mano para cubrirme.
La chica se aprestó para bajar. Antes de hacerlo, abrazó a Lincoln y lo besó suavemente en los labios.
Tenía miedo. Pero estaba decidida y alerta.
***
Fueron segundos muy tensos. Lori bajó con todo cuidado, aguzando el oído y midiendo cada paso. Sus pistolas listas
para disparar a la menor señal de peligro.
Se arrodilló al pie de la escalera con los ojos cerrados y su arma preparada. Le había dado instrucciones precisas a
Lincoln para que no hiciera el menor ruido. Pasaron uno, dos minutos; y no hubo ningún sonido.
Encendió su lámpara y pudo ver por fin lo que contenía la estancia. Quedó tan impresionada que no pudo sofocar un
grito.
***
El grito de Lori alarmó a Lincoln. Se preparó con su pistola. La chica repetía lo mismo una y otra vez.

- ¡Dios mío! ¡Dios mío!
- ¡Lori! ¡¿Qué pasa!? ¡Dime, por favor!
- Ven aquí, Linky. ¡Por el amor de Dios, no pierdas ni un segundo!
El chico obedeció. Con prisa, pero con cuidado, descendió por la escalera. Encontró a Lori al pie de un enorme
estante. La chica miraba incrédula, y Lincoln se dio cuenta de que estaba llorando.
La llegada de Lincoln la sacó de su trance. Lo miró como si no lo reconociera. Pero antes de que él pudiera preguntar
algo, extendió su mano para entregarle un objeto.
- Linky, por favor... ¡Dime qué no estoy soñando!
El chico miró. Era una lata de sardinas en conserva.
Era un maravilloso descubrimiento; pero Lori negó con la cabeza e iluminó el estante.
- Eso no, cariño. ¡Esto!
Lincoln miró el estante, y dejó caer la lata de sardinas.
¿Acaso aquello era real?
No lo parecía. Quizá habían muerto en aquella nevada, y ahora estaban en una especie de extraño paraíso.
El estante tenía latas y latas de diferentes tipos de conservas: atún, sardinas, peras, duraznos, ensalada de frutas,
carne, jamón...
Tenían que examinarlas con cuidado. Pero a primera vista, todo se veía en perfecto estado.
Y eso no era todo: había más estantes. Más comida. Y muchas, muchas cosas más.
Lincoln y Lori se miraron. Estaban en shock. Una hora antes, todo parecía indicar que morirían en aquel pueblo; pero
ahora...
Se abrazaron. Al calor de sus cuerpos, se convencieron de que no estaban soñando; y lloraron como no lo hacían
desde mucho tiempo atrás.



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Capítulo 22 : Refugio temporal
Ambos olvidaron el hambre y el cansancio durante varias horas. El refugio era tan grande y estaba tan bien abastecido
que parecía un sueño hecho realidad.
Era enorme. En volumen, era incluso mayor que la casa. Las paredes estaban hechas de hormigón de primera calidad,
y Lori sospechaba que tenía alguna capa intermedia de plomo. Todas las juntas estaban bien selladas, y los sistemas
de ventilación aseguraban una oxigenación adecuada y una temperatura agradable. Estaba cuidadosamente diseñado
con sistemas de filtrado para dejar fuera el agua de la lluvia, la nieve y los contaminantes.
Las provisiones eran de lo mas variado. Además de los enlatados, había carnes desecadas en sal, paquetes enormes
de reemplazos de comida, toda clase de suplementos y complementos alimenticios, paquetes de provisiones listas
para comer, de las que utilizaba el ejército canadiense; harinas, bidones de los todos los tamaños llenos de agua
potable, una gran provisión de bebidas gaseosas, licores, conservas, polvos para preparar bebidas, azúcar, sal y
especias deshidratadas. Todo sellado, protegido y de la mejor calidad. Las personas que prepararon el refugio sin
duda buscaban mantener una alimentación variada y adecuada durante varios años.

Pero además, había grandes paquetes de ropa, calzado, ropa de cama, cepillos de dientes, dentífrico, pastillas de
jabón; toda clase de articulos de limpieza y para el cuidado personal. Las provisiones de cosas prácticas como papel
higiénico, rollos de bolsas, plásticos, lonas, cintas de empaque y muchas cosas similares eran iguales de abundantes.
El botiquín estaba bien abastecido, aunque todas las medicinas habían superado con mucho la fecha de caducidad.
Había pastillas antiradioactivas, potabilizadoras de agua, instrumental quirúrgico, portabisturí, hojas de bisturí, hilos de
sutura, gases y vendas de todas clases, tanques de oxígeno y mascarillas.
También tenían herramientas de lo más variado, cuerdas, equipo de campamento y escalada, mochilas de varios
tamaños, tiendas de campaña; y una gran provisión de latas de alcohol sólido, yescas, pedernales, encendedores y
latas de gas butano.
Tardaron un poco en encontrar las luces de emergencia instaladas en el refugio. Lori encendió una sin mucha
esperanza, pero se llevó una gran sorpresa al darse cuenta de que varias de ellas aún funcionaban. Además, había
una gran cantidad de lámparas de butano, aceite, baterías alcalinas y de litio. Muchas de ellas supuraban ácido, pero
otras eran utilizables.
Todo era maravilloso; pero se sorprendieron todavía más cuando se encontraron en el ala norte del refugio dos
enormes cisternas con 20 mil litros de agua, un par de retretes químicos, y un cuarto de baño con atarjea y canceles
de aluminio. Y en otro rincón, todo un arsenal con armas, municiones, diversos tipos de granadas de mano, escopetas
y munición de salva para practicar. En otro rincón, encontré bolsas con pedazos de oro, plata y pequeñas piedras
preciosas de diferentes colores.
Lori sonrió con ironía. Toda esa joyería, otrara tan valiosa, ahora no valía ni siquiera para conseguir una pequeña lata
de frijoles.
Tenían prácticamente todo lo que podían necesitar, e incluso algunos lujos. Lori encontró toallas sanitarias. Hacía
meses que no tenía su periodo, pero con tantas cosas para comer, seguro que su regla se normalizaría muy rápido. Lo
que le desconcertó y le divirtió hasta cierto punto, era que había una buena provisión de pruebas de embarazo
caseras. ¿A quién se le ocurriría que eso pudiera ser necesario?
De pronto comprendió, y su rostro enrojeció visiblemente. Le alegró que Lincoln estuviera ocupado con otras cosas.
La muchacha estaba maravillada: ese refugio debió costar una fortuna. Muchísimo dinero. Estaba tan bien construido y
provisto que, con el adecuado racionamiento y sin pasar penurias, podía mantener a varias personas durante años.
Cerca de las escaleras había varias camas matrimoniales, con los colchones y la ropa de cama protegidas por
plásticos. Lori los probó. Eran de verdad cómodos, y tenían el aspecto de poder resistir muchos años en buenas
condiciones.
Todo era de la mejor calidad. Muchísimas de las cosas eran importadas de países famosos por elaborar conservas,
materiales y equipo de primera o de calidad Premium. Las provisiones y equipos americanos también eran de marcas
muy famosas por su enorme precio y extraordinaria calidad. Los alimentos y suplementos estaban en perfecto estado.
Ni una sola lata se veía abombada o abollada. Calculando por lo bajo, Lori estimaba que, descontando el valor del oro
y las joyas, habían invertido por lo menos de tres millones de dólares en aquel refugio.
¿Quién lo construyó? ¿Y por qué no pudo utilizarlo?
Lincoln le ayudó a encontrar la respuesta. El pequeño estuvo explorando por su cuenta y encontró un estante lleno de

libros, manuales para utilizar los equipos del refugio, y notas sobre supervivencia y cómo enfrentar peligros
imprevistos.
Lori hojeó algunos de ellos, y pronto lo tuvo todo muy claro.
- Supervivencialistas -dijo en voz alta-. Eso lo explica todo.
- Super... ¿Qué? -a Lincoln le costaba trabajo incluso pronunciar la palabra.
Lori le explicó lo que ella sabía. Casi todo se lo había contado su abuelo. Le habló de la gente que consideraba que la
raza humana siempre estaba expuesta a la destrucción, por muchísimos peligros de todas clases. Así que ellos
preparaban refugios, herramientas, y se entrenaban en técnicas para sobrevivir a una gran cantidad de situaciones.
Muchos de ellos eran antiguos militares, como su abuelo. Y muchos de ellos habían construido sus refugios mediante
préstamos bancarios, o diseñando y construyendo refugios para otros.
Lo irónico del asunto era que, fueran quiénes fueran los que construyeron aquel lugar, jamás lo pudieron utilizar.
Lincoln miró a la muchacha. Estaba contento de que hubieran encontrado aquel lugar, pero no pudo evitar pensar en
el destino de la gente que lo construyó.
- Lori...
- ¿Uh? -la chica estaba absorta en el manual de instrucciones para utilizar los retretes químicos.
- Tú crees que... ¿esto esté bien? Quiero decir... La gente que hizo este lugar, ¿crees que le hubiera gustado que
nosotros lo utilizáramos?
Lori apartó la vista del manual y miró a Lincoln. Contempló su carita de preocupación, y sonrió.
En verdad, había algo muy especial en el chico. Y ahora que estaba tranquila otra vez, notaba de nuevo ese extraño
encanto de su rostro; esa belleza varonil e infantil a la vez que solo un muchachito en la edad de Lincoln podía tener.
¡Era tan tierno y considerado! Hacía solo unas horas estuvo cerca de morir; y ahora que se habían salvado
momentáneamente, se ponía a pensar en el destino de los dueños originales del refugio.
Adorable, de verdad. Lo abrazó con fuerza y le dio un beso en la mejilla.
- Linky, ¿recuerdas la comida y las provisiones que dejamos en Royal Woods?
- Claro que sí.
- ¿A ti te parecería bien que alguien las tomara y utilizara, ahora que sabemos que nunca vamos a regresar?
Lincoln ni siquiera lo pensó. La respuesta brotó espontáneamente desde el fondo de su corazón.
- Claro que sí.
- Lo mismo pensé yo cuando las guardé, cariño. Ojalá que alguien las encuentre y que le aprovechen. Yo estoy segura
de que los dueños de este lugar hubieran pensado lo mismo.
Lincoln asintió en silencio, gozando de la calidez de los brazos de la muchacha. Como el refugio estaba caldeado, se

habían quitado la mugrienta ropa de abrigo; y gracias a eso, podía sentir el contacto directo de la piel de Lori.
- Sí. Tienes razón. Ojalá ellos estén a salvo... O en paz. ¿No te parece?
- Claro, Linky. De hecho, si tenían tanto dinero como para construir algo así, es posible que tuvieran más como para
construir otro. Quizá en estos momentos están en otro lado del país, a salvo; en otro refugio como este.
- ¡Ojalá así sea! Se los deseo de todo corazón -susurró el muchachito.
Lori sonrió, tocó la frente de Lincoln con la suya y lo besó suavemente en los labios. Después, lo tomó de la mano y lo
invitó a preparar algo para comer.
***
A la mañana siguiente, Lori despertó recostada sobre la mesa que utilizaron para comer. Al principio no recordaba
claramente en dónde estaban. La luz de la lámpara de butano casi se había extinguido, pero aún iluminaba los restos
de la suntuosa cena que disfrutaron.
Lincoln dormía sobre una de las camas, tapado con una suave cobija blanca. Lori se levantó y estiró su cuerpo. Se
colocó a un lado de la cama para contemplar al muchachito, y sonrió.
¡Qué hermoso e indefenso parecía cuando dormía! Nadie hubiera sido capaz de adivinar su fuerza interior y la enorme
determinación que poseía. Ya la había salvado por dos veces de la muerte, y Lori intuía que el tierno muchachito
todavía no había mostrado más que una parte de todo su potencial.
Se arrodilló por un momento a su lado, y acarició la espesa mata de cabellos blancos. Otra vez le pareció tan tierno,
tan hermoso, que hubiera querido comérselo a besos. Viéndolo así, entendía perfectamente porqué Carol Pingrey se
había enamorado de él, a pesar de la gran diferencia de edad. Ella misma sentía algo muy especial en su cuerpo
cuando lo veía. Empezaba a entender lo que su abuelo le dijo en sus sueños.
El chico respiraba de manera regular. Era evidente que dormiría todavía un rato más, y no tenía ganas de perturbar su
sueño. La noche anterior, después de cenar, Lincoln comenzó a bostezar y dijo que tenía mucho sueño. Lori quería
continuar leyendo un manual, y le dijo que se acostara y ella lo alcanzaría enseguida. Ninguno de los dos resistió más
de unos minutos, y cayeron víctimas del tremendo cansancio.
Lori aún tenía sueño, pero intuyo que ya era de día. No había olvidado las precauciones, y sabía muy bien que tenía
que echar un ojo por los alrededores de su refugio. Así que tomó su abrigo, sus armas, y salió haciendo el menor ruido
posible. Dejó la trampilla abierta por cualquier emergencia y salió para explorar.
Tal como lo había temido, afuera nevaba. Todo estaba cubierto por una considerable capa de nieve. La luz mortecina
del amanecer se reflejaba en el espeso manto blanco, y todo parecía bastante más claro y luminoso que otros días.
Lori salió en alerta total, con sus armas preparadas, para echar una mirada por el pueblo.
Pronto se percató de que la situación defensiva no era idónea. De hecho, el pueblo estaba bastante expuesto, y el que
no se hubieran presentado invasores hasta el momento no quería decir que no se presentarían en el futuro. Sin duda,

la edificación más segura era la casa en la que estaban. Era la única en la que encontró algún cuarto o construcción
en un segundo piso. Era un punto excelente para montar un dispositivo de defensa eficaz.
En unos minutos había estudiado la situación y reforzado sus conclusiones iniciales. El cuarto del piso superior era
excelente para labores de defensa y entrenamiento. Si iban a quedarse allí hasta la primavera, necesitaban
mantenerse en plena forma.
***
Un par de horas después, Lori llevó a Lincoln afuera en medio de una considerable nevada. El chico estaba un poco
desanimado. Pensaba que aquel pueblo podía ser un excelente refugio permanente para los dos, pero Lori le explicó
por qué no se podían quedar. A la larga, futuros invasores podían acabar con ellos por simple superioridad numérica.
- Entonces tendremos que partir en la primavera, ¿no es cierto? Quizá en los meses de abril, o mayo.
- Así es, cariño. Créeme que a mí me también me encantaría que nos quedáramos aquí. Pero recuerda a los tipos del
camión.
- Y a los del auto -completó Lincoln, con un estremecimiento de temor.
Lori notó inmediatamente lo que Lincoln estaba sintiendo, y lo abrazó con fuerza.
- Ánimo, Linky. Juré que nadie volvería a lastimarte, y voy a cumplir con mi palabra aunque me cueste la vida. Así que,
ahora que tenemos unos meses, te entrenaré y te enseñaré todo lo que yo sé. ¿De acuerdo?
Lincoln asintió, no muy convencido. Pero no pudo evitar expresar sus dudas.
- Lori... Tú crees que... ¿De verdad podré? Tú tienes muchos años de experiencia. Eres muy fuerte, valiente y
decidida. Pero yo...
Se interrumpió. Lori no pudo evitar sorprenderse. ¡Qué poco se conocía Lincoln!
- ¡Claro que vas a poder, Linky! -dijo, tomándolo de las manos-. Dices que no eres fuerte, ni valiente. ¿Te recuerdo
quién me salvó dos veces de morir, hace unos días? ¿Quién me consiguió comida sin importarle los riesgos que
pudiera correr?
- Pero... Eso fue fácil. Tú mataste a los malos. Los que tenían armas y pretendían hacernos daño...
- Aprenderás, cariño. Estoy segura. Eres mucho más fuerte de lo que tú crees. Deja que yo me encargue de
enseñarte, ¿sí?
Lincoln le dedicó una sonrisa forzada. Lori lo abrazó de nuevo. Y después, sin poder contenerse, lo besó de lleno en
los labios y le dedicó la más hermosa de sus sonrisas.
En aquel momento, Lincoln experimentó un cambio que solo pudo analizar más tarde.
Lori ya lo había besado y abrazado antes; pero esa sonrisa y esas palabras lo hicieron sentirse muy diferente. No tenía
una manera de expresarlo, pero recordaba muy bien quién lo había hecho sentirse así anteriormente.
Carol. Su primer amor.

La hermosa angelita rubia que lo cuidó en su infancia. La primera mujer que lo defendió de todo y de todos. Y aunque
no pudo evitar que le hicieran daño, si logró salvar su vida; aun a costa de la suya propia.
Solo ella le había sonreído así. Solo ella lo miró alguna vez de esa manera. Y solo ella, con sus palabras, pudo
infundirle confianza y seguridad.
Ahora, Lori también lo había logrado.
Recordó la noche en que se encontraron con los asesinos del auto. Cuando Lori lo confortó, y él quedó convencido de
que Carol había reencarnado en ella de una forma mágica y misteriosa.
Claro, eso no era posible. Pero... ¡Por dios! Esa sonrisa.
Lori había cambiado tanto con él... Al principio le daba algo de miedo, por ruda e impositiva. Pero ya nunca lo era,
desde que tuvieron que cambiar de rumbo. Siempre consultaba su opinión, y cuando no podía convencerlo, solo
trataba de persuadirlo. No le había gritado o amenazado de ninguna manera desde hacía meses.
Bueno... sí lo hizo una vez. Pero era comprensible. La pobre estaba débil, muerta de miedo y preocupación por él.
Aquello no importaba, y Lincoln la había perdonado de inmediato.
Y sí, se parecía a Carol. Pero de alguna manera, era mucho más que Carol. Una combinación muy rara entre una
mamá, una novia y una hermana mayor.
La oleada de adoración por ella brotó espontáneamente de su cuerpo. La abrazó con mucha fuerza. Tanto, que la
muchacha se sorprendió; pero enseguida correspondió con el mismo ímpetu. ¡Qué bien se sentía tener a alguien a
quien abrazar así, después de dos años de estar sola!
- Está bien, linda. Te creo. Sé que estaremos muy bien, mientras no nos separemos nunca.
Regresaron al refugio. Lincoln abrazaba a la chica por la cintura. La sensación de tenerla tan cerca era reconfortante,
estimulante... En especial ahora, que estaban mucho más tranquilos.
Volteó a mirar su perfil. Después de todas esas semanas de conocerla, Lori por fin parecía relajada. A pesar de su
delgadez, se veía mucho más hermosa. Sus ojos verdes brillaban, y sin que Lincoln lo percibiera conscientemente,
supo que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para que esa sonrisa jamás volviera a abandonar su rostro.



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Chapter 23: A la luz de las velas

Notes:
Advertencia:
Este capítulo contiene escenas de consumo de alcohol y sexo consensuado con menores
de edad.
Se recomienda discreción.
---------------
Aquella noche ameritaba una celebración.
Ya habían decidido lo que harían en los meses venideros, y aprendieron muy rápidamente a utilizar todos los servicios
y facilidades del refugio. Podían darse el lujo de descansar un poco y alimentarse bien, antes de empezar con sus
preparativos y el entrenamiento para el viaje de la próxima primavera.

No consideraron necesario hacer inventario de las provisiones: era evidente que solo podrían consumir una fracción de
todo lo que había. No lograrían disminuir apreciablemente las provisiones del refugio, aunque se pasaran todo el día
comiendo.
En vista de ello, decidieron que dedicarían la primera semana a reponerse del todo, y solo después comenzarían a
trabajar y entrenarse. Por supuesto, mantendrían la guardia alta y supervisarían el camino constantemente.
Aquel día, después de explorar la situación del pueblo, hicieron poco más que lavar toda su ropa de abrigo, bañarse a
conciencia, y vestirse con las ropas limpias y nuevas que encontraron. Había casi de todo y en todas las tallas. La ropa
no era precisamente muy elegante, pero sí cómoda y funcional. Como en el bunker no se sentía el frío exagerado que
reinaba afuera, Lori y Lincoln disfrutaron la sensación de estar completamente limpios y frescos por primera vez en
mucho tiempo.
Se sentían tan bien y tan seguros que Lori decidió preparar una cena especial. Seleccionó salmón en salsa blanca,
harina para bollos, duraznos a la crema, spaghetti con salsa bolognesa, queso parmesano desecado, y trajo del
exterior una cubeta de metal llena de nieve fresca para enfriar las bebidas.
Gracias a su abuelo y a su hermana Leni, era una cocinera bastante competente. El alcohol sólido servía muy bien
para calentar el horno y hacer un más que aceptable trabajo con el spaghetti y los bollos. Lincoln encontró unas velas
decorativas y las dispuso en la mesa de una manera muy estética y agradable. Pronto estuvo todo dispuesto, y los
chicos cayeron con alegre apetito sobre los manjares.
***
Quizá las cosas no se hubieran dado tan rápido si a Lori no se le hubiera ocurrido poner a enfriar una botella de vino
blanco, dulce y espumoso.
No tenía intención de beber vino; pero cuando reconoció la marca de un vino que le encantaba, no pudo resistir la
tentación de probarlo. El abuelo les enseñó a tomar vino desde muy pequeñas. Les explicó que el alcohol era una
buena fuente de calorías cuando no había nada que comer, pero era necesario estar acostumbrado a tomarlo con
moderación para que no mareara o hiciera daño.
Las acostumbró poco a poco a esa bebida, de la misma manera en que lo hacían los padres con sus niños en tantos
países europeos. Les mezclaba el vino con agua, y todas se acostumbraron al sabor. El vino espumoso no era
especialmente alto en contenido de alcohol, y a veces no encontraban otra cosa que beber en sus exploraciones. Al
final, ya no tuvieron necesidad de tomarlo; pues lograron hacer acopio de provisiones para mucho tiempo.
Sin embargo, Lori nunca perdió su afición al vino blanco y espumoso. Era su favorito, y cuando descubrió que había
una caja de botellas en el refugio se puso muy contenta. No se le ocurrió pensar que sus deficiencias nutricionales la
harían más vulnerable a sus efectos; y Lincoln, por supuesto, no tenía el hábito de beber.
Comenzaron con las gaseosas. Ambos las disfrutaron todavía más que la encontraron en el supermercado de
Hazeltucky. La cena quedó exquisita, y Lori se sintió muy orgullosa de los bollos que había horneado.
- Mira, cariño -dijo- la chica, mientras untaba un bollo caliente con mantequilla y una generosa porción de miel-.
¿Recuerdas cuando te hablé de la miel con pan y mantequilla? Prueba esto: te gustará.
Lincoln disfrutó de la exquisita mezcla de sabores y texturas. Luego, Lori descorchó el vino; se sirvió, y le sirvió un

poco a Lincoln en un vaso pequeño.
- Por nosotros, Linky. Porque encontremos un lugar seguro donde podamos vivir juntos.
Chocaron los vasos, y Lincoln casi se atragantó con el vino. Lori se rio por lo bajo; apuró todo el contenido en un solo
trago, y luego se sirvió más.
- Creo que eso es suficiente para ti, querido -dijo Lori, divertida-. Bébelo a sorbos pequeños y ya te acostumbrarás.
Está realmente delicioso.
Lincoln la miró beber. Nunca había visto a una persona alcoholizada, ni siquiera ligeramente; así que no supo porque
la hermosa cara de Lori se puso un poco roja y sus ojos comenzaron a brillar. Lo único que entendió era que se veía
preciosa, más hermosa que nunca. Su piel y sus ojos brillaban, y le fascinó el sonido de su risa suave y cantarina.
La chica sintió rápido la leve embriaguez, la euforia producida por el vino; y ni aun así se detuvo. Se sirvió un tercer
vaso, vaciando la botella por completo.
Le gustaba esa sensación. No la había sentido casi nunca. Tan solo aquella vez que bebió con su amado abuelo,
cuando logró calmar su soledad y su tristeza para siempre.
Bebió despacio, mientras contemplaba el rostro de Lincoln. El niño sonreía y se puso un poco rojo al ver la manera tan
especial en que ella lo miraba. Lori se sorprendió al ver que el muchachito parecía haber cambiado en esos dos días.
Su cara seguía siendo delgada, pero ya no estaba hundida. Su cabello blanco, limpio y peinado, refulgía a la luz de las
velas. Lori sintió que el calor del vino se le subía a la cabeza.
- Linky...
- ¿Sí, Lori? - el chico apenas la escuchó. Su mirada comenzaba a perderse en el escote de la bata de algodón de la
muchacha.
- ¿Sabes algo? -dijo, acercando su silla e inclinándose hacia el chico.
- ¿Qué?
- Que a la luz de las velas te ves hermoso… Precioso. Eres muy guapo, ¿lo sabías?
-Ay, Lori... -balbuceó el muchachito, desviando la mirada para ocultar su intenso rubor.
- De verdad, Linky -siguió a chica, con los ojos a medio cerrar -. No tienes por qué tener pena. Voltea a verme de
nuevo: quiero ver otra vez tus ojitos.
El chico, muy apenado, hizo lo que Lori le pedía. Por alguna razón, la mirada y la expresión de Lori le gustaban mucho.
Si hubiera imaginado lo que estaba pasando por la mente de la muchacha, quizá le hubiese dado miedo. Pero no lo
sabía, y el alcohol que había tomado le hacía perder sus inhibiciones.
- ¿Puedo pedirte un favor, Linky?
- Claro. ¿De qué se trata?
La muchacha emitió una risita. La inocencia y el candor de Lincoln la estimulaban de una manera extraña.

- Ven aquí. Junto a mí.
El chico se levantó de la mesa y se colocó junto a Lori. Con ternura y delicadeza, la muchacha le echó los brazos al
cuello y acercó su rostro, hasta que quedó a menos de cinco centímetros del de Lincoln.
- Quiero que me des un beso, chiquito. ¿Lo harás?
De nuevo, Lincoln sintió más excitación que miedo. Lori se veía demasiado hermosa. Empezaba a sentirse muy
estimulado, y ya sabía cómo actuar. Estuvo en muchas situaciones así con Carol y Lindsay.
- Los que tú quieras, hermosa.
Lori se puso muy contenta y no perdió tiempo. Sus labios se unieron suavemente a los del muchachito, y comenzó a
masajearlos con ternura. Se sorprendió mucho al darse cuenta de que Lincoln sabía besar al menos tan bien como
ella, y la ternura no tardó en convertirse en pasión. El contacto de los labios se volvió mucho más intenso, y los dos
empezaron a gemir y suspirar.
Se dejaron llevar. El beso se prolongó durante un buen rato. Las manos de Lincoln se apoderaron de la cintura de la
muchacha, y ella acariciaba su espalda suavemente.
No hubo tiempo para dudas ni culpas. El viejo mundo estaba destruido, y ambos estaban encantados por haber
encontrado a alguien con quién saciar los ardores pasionales que los consumían desde hacía mucho tiempo.
Se separaron solo porque no fueron capaces de soportar la sensación de sus corazones desbocados. Respiraron
profundamente, y ya los consumía el deseo de volver a juntar sus labios y sus cuerpos.
Después de todo estaban solos. No tenían a nadie, excepto el uno al otro. Sin saberlo claramente, se habían estado
coqueteando casi desde que se conocieron. Todo lo que ocurría entre los dos era perfectamente lógico y natural.
Lori tomó las manos de Lincoln y se levantó de su silla.
- Ven, Linky. Quiero tenerte junto a mí. Vamos a descansar juntos.
El chico se dejó llevar. Estaba muy emocionado. Sabía perfectamente que aquella noche no descansarían mucho.
***
- Ven, cariño. Hay espacio suficiente para los dos. Ayer dormí sola, y ya no quiero hacerlo más.
La muchacha estaba bastante desinhibida por el alcohol, pero sabía perfectamente lo que hacía. Deseaba dormir junto
al muchachito. No había motivo para que durmieran separados ahora que empezaban a intimar de verdad.
Lincoln se acostó junto a Lori encantado de la vida. Enseguida se vio envuelto por los brazos de la preciosa muchacha.
Ella lo atrajo hacia sí para abrazarlo, y sus labios volvieron a juntarse.
Esta vez se desinhibieron del todo. Las bocas se unieron con pasión, como si buscaran absorber el aliento y la vida del

amor recién hallado. Las lenguas empezaron a bailar su danza descontrolada, y los cuerpos de ambos comenzaron a
reaccionar. Lincoln sintió los pezones erectos de Lori presionar a través de las ropas, y ella tuvo el enhiesto pene de
Lincoln presionando contra su vientre.
De nuevo fue ella quien inició la siguiente parte de la danza. Pretextando que tenía calor, deslizó la bata por su cuerpo;
quedando cubierta apenas por una breve prenda de ropa interior. Lincoln quedó petrificado. El cuerpo de Lori era
hermoso y bien formado, a pesar de los meses de mala alimentación. Estaba muy delgada, pero sus senos seguían
siendo de buen tamaño, y había un contraste muy marcado entre la estrechez de su cintura y la amplitud de sus
caderas.
El muchachito se sintió aún más excitado y emocionado. Su mente subconsciente no pudo evitar la comparación. La
última vez que la amó, Carol era una bellísima preadolescente; pero Lori era ya una mujer, mucho más madura y
acuerpada. Todo en ella destilaba sensualidad, erotismo; y Lincoln sintió que su erección se ponía todavía más dura y
consistente.
- ¿Tú no tienes calor, corazón? -dijo Lori, insinuante; y Lincoln comprendió de inmediato. También él se quedó en ropa
interior, y la muchacha volvió a abrazarlo. A los dos les encantó la sensación de calidez y la turgencia de sus cuerpos.
Lincoln estaba muy delgado, pero su cuerpo se sentía fuerte y fibroso. Lori solo se permitió unos momentos de
inseguridad, cuando sintió la mirada de Lincoln clavada en sus pechos.
- Estoy muy flaca, ¿verdad? -susurró-. Me imagino que no me veo muy bonita.
- ¡No digas eso, linda! -dijo Lincoln, intentando que Lori se sintiera cómoda y segura-. Te ves preciosa. ¡Te lo juro!
Lori se enterneció, y le besó la punta de la nariz.
- ¡Aaw, qué tierno eres, Linky! Pero mira -dijo, señalando con pesar el surco entre sus senos-. Se me ven todas las
costillas.
- Eso no me importa, cariño ¿sabes? Tal vez estás un poco delgada, pero yo lo estoy mucho más. Me encanta tu
cuerpo. Te sientes suavecita... ¡No sabes cómo me encanta abrazarte! -dijo Lincoln, a la vez que acariciaba los
cabellos y el rostro de la muchacha-. Y además, tú cara es preciosa. Tu cabello rubio se ve espectacular. Tu boca y tus
ojitos verdes son un sueño... ¡Te ves preciosa, y solo tú no lo sabes!
Y era verdad: Lincoln sentía realmente todo lo que decía. A la luz mortecina de la lámpara, Lori se veía hermosa. Su
cabello refulgía; su bella sonrisa iluminaba su rostro. Su hermoso cuerpo se veía suave e incitante.
Una oleada de ternura y adoración sacudió todo el cuerpo de Lori. Se sintió tan conmovida, que estuvo a punto de
llorar. En lugar de eso, abrazó al chico con todas sus fuerzas y lo besó casi con desesperación. Las manos
comenzaron a recorrer sus cuerpos febriles, y su ser entero les reclamó todas esas caricias tan deseadas que llevaban
años sin recibir.
El acto fue apresurado, quizá un poco torpe; pero al final resultó más sencillo de lo que ambos imaginaron.
Técnicamente, Lori ya no era virgen: sabía lo que era la penetración, y había yacido con un hombre y una mujer.
Lincoln, en cambio, aún no había penetrado a nadie; pero disfrutó durante mucho tiempo de sus juegos sexuales con
Carol. Sabía muy bien cómo tocar, besar y chupar los puntos sensibles del cuerpo de una mujer. Conocía el arte de
acariciar, y por eso no fue sorprendente que él comenzara a mimar el cuello y el resto del cuerpo de Lori.
La muchacha cerró los ojos, y se concentró en disfrutar de esos labios y manos que la acariciaron toda. Lincoln fue

besando y lamiendo poco a poco la delicada piel del cuello. Dibujó todo un camino de besos entre la barbilla y el
nacimiento del pecho de Lori. Después, utilizó su lengua como un pincel para recorrer el pecho, bajando hasta el borde
superior de los senos; en donde mordisqueó con suavidad.
Lori gemía y suspiraba, sin poder creer la habilidad que el pequeño Lincoln estaba demostrando. Pronto sintió que los
labios suaves del muchachito comenzaban a succionar sus pezones. La sensación fue como un choque eléctrico
directo a su cerebro. Sus pezones se endurecieron como nunca antes, y su vagina se humedeció por entero,
alistándose para recibir a su amante.
Lincoln disfrutó durante largo rato de los hermosos pechos de la chica. Sus gritos eran como música para sus oídos.
Se esmeraba a cada momento por lamer y mordisquear de la forma más placentera. Le encantaba sentir la manera en
que los senos le llenaban la boca, y hubiera querido quedarse en ellos mucho tiempo más. No lo hizo porque Lori
sentía ya la urgencia de la penetración. El deseo, la situación y el alcohol se combinaron para lograr que la chica se
excitara como nunca antes, y sabía muy bien que el chico tenía lo necesario para calmar su ansiedad.
- Linky, por favor... Hazme tuya. Lo necesito, mi amor... ¡Hazlo ya!
Mientras hablaba, la chica se quitó el resto de la ropa interior, y pretendió ayudar a Lincoln para que se quitara la suya.
Lincoln entendió, y se tendió solo un momento al lado de Lori para quitar sus calzoncillos.
Volvió a besarla en la boca y se frotó instintivamente contra ella. Lori lo sintió claramente. Aunque no podía verlo,
percibió que el pene de Lincoln tenía un tamaño adecuado para un muchachito de once años de edad. Le urgía
sentirlo dentro de ella, así que lo ayudó con sus movimientos, y pronto el pene de Lincoln estaba a las puertas de su
intimidad.
El instinto vino en ayuda de ambos. Sin hablarse, coordinaron sus movimientos para facilitar la entrada del órgano de
Lincoln. Lori estaba tan lubricada, que la penetración fue sorprendente y placentera para los dos. Apenas sintieron
una breve incomodidad, mientras las paredes de la vagina de Lori se adaptaban a su visitante. Lincoln comenzó a
moverse muy lentamente, fascinado por la maravillosa sensación de estar en un receptáculo tan húmedo y cálido.
Al principio, se concentró solamente en la sensación de su pene. Nunca había sentido algo parecido, y se desconectó
momentáneamente de la realidad. Tal placer era casi inconcebible, y muy pronto aumentó el ritmo de la penetración.
No volvió a ser consciente de la realidad hasta que escuchó que la muchacha gemía debajo de él.
Abrió los ojos, y se encontró con el cuadro más hermoso que hubiera podido imaginar. Lori gozaba con los ojos
entrecerrados, mordiéndose los labios en una expresión de deleite supremo. Su boca abierta no paraba de emitir
gemidos, y se aferraba a las nalgas del muchachito urgiéndolo para que la penetrara con más fuerza.
Guiado por su instinto, Lincoln se recostó sobre ella para besarla en la boca. El ritmo de la penetración se volvió
mucho más intenso, y los besos se hicieron tan salvajes que estuvieron cerca de hacerse daño. El chico se separó de
la boca de Lori, y bajó para acariciar sus senos con los labios y la lengua.
El placer se hizo tan intenso que se volvió imposible de soportar. Lori estaba tan excitada que fue la primera en gritar y
contraer todo su cuerpo, apretando la espalda de Lincoln con toda su fuerza. Unos segundos después, al sentir la
intensidad del orgasmo de su amada, Lincoln comenzó a vaciarse también. La eyaculación los llenó de deleite a
ambos. Lori solo había tenido esa sensación unas cuantas veces en su vida; pero esta vez fue muy diferente. Pudo
sentir cada emisión del muchachito, y su cuerpo tembló de dicha con cada férvida descarga.
Lincoln se rodó, solo para que Lori no cargara con su peso; y permanecieron unos minutos uno al lado del otro;

intentando normalizar su respiración y recuperarse de la experiencia más intensa de sus vidas.
Cuando al fin pudieron reaccionar, se miraron y sonrieron. No se dijeron nada; pero se tendieron los brazos. Sus
cuerpos se unieron de nuevo, y se besaron suavemente en la frente y las mejillas.


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Chapter 24: Plática de alcoba
Los jóvenes amantes se separaron un poco, pero continuaron abrazados y contemplándose. Sus corazones aún
estaban agitados, y se acariciaban los rostros sonrientes con las puntas de sus dedos.
Estaban felices, pero les costaba trabajo asimilar la intensa experiencia que habían vivido. Hacía años que no tenían
un verdadero motivo de gozo. Sus experiencias y sus placeres anteriores, aunque habían sido hermosos, distaban
mucho de lo que acababan de vivir juntos.
Lori estaba fascinada. El orgasmo había acabado completamente con su embriaguez; y ahora que estaba plenamente
consciente se sentía contenta, feliz. Comprendía que el alcohol solo facilitó las cosas. En realidad, la idea de yacer con
Lincoln estaba en su mente desde tiempo atrás. El recuerdo de sus propias experiencias anteriores y la proximidad
que había construido con el muchachito la habían llevado a consumarla por fin.
Ahora comprendía el sentido de su sueño: el viejo mundo había muerto, y las viejas reglas debían morir junto con él. Si
había esperanza para el mundo, tenía que estar en el amor. En la intimidad. Y Lori sabía muy bien que la intimidad y el
amor verdadero pasaban por el contacto físico y el sexo: si amas a alguien, quieres hacer el amor con ese alguien, lo
había descubierto desde el inicio de su pubertad. Por eso no le escandalizaba lo que Lincoln hizo con Carol; y menos

después de que el chico le contó sobre el sacrificio que su antigua rival había hecho para ser intentar salvarlo.
Se perdió contemplando la hermosa sonrisa de Lincoln. Le encantaba su rostro amable, sus lindos dientes de conejito,
las pequeñas pecas que adornaban su rostro. Y por supuesto, ese hermoso cabello blanco, tan parecido al de su
amado abuelo Pop-Pop.
Cuando recordó a su abuelo, se quedó maravillada. Por un momento, el rostro de Lincoln le pareció muy similar al de
Pop-Pop. Tanto, que su mente imaginó que el anciano había renacido en Lincoln de alguna manera. Por supuesto, eso
era imposible; pero sus recuerdos le llevaron a darse cuenta de que el chico y su abuelo tenían una manera muy
parecida de besar y de hacer el amor.
Pero no solo eso: Lincoln no le había dado detalles sobre sus relaciones con Carol. No sabía hasta dónde lograron
llegar, pero... ¡Esa manera de besar sus senos! Era tan parecida a la de Luan...
Lincoln se parecía mucho a las únicas parejas sexuales que había tenido, y eso le llamaba mucho la atención. Aunque
no estaba segura, creía saber que cada persona tenía su estilo propio para besar y amar. ¿Por qué el de Lincoln era
tan parecido al de sus amantes anteriores?
La voz suave de su pequeño príncipe la sacó de sus pensamientos.
- Lori...
- ¿Sí?
- ¿Estás bien, cariño? Te ves distraída.
Lori sonrió. Acarició el rostro de Lincoln, y le dio un breve beso en los labios.
- Sí, mi amor. Estoy bien. Solamente estaba pensando.
- ¿Y en qué piensas, hermosa? -dijo Lincoln, dibujando el contorno de la boca de Lori con sus dedos.
- Pienso en que me sorprendiste mucho. ¡Me encantó cómo me hiciste el amor! Pareciera que no fue tu primera vez…
Lincoln se ruborizó, pero respondió enseguida.
- Sí lo fue. Bueno... Es la primera vez que... que llegó hasta el final con alguien, ¿sabes? No sabía si iba a poder
hacerlo. Car... Digo, alguien me explico que para hacer el amor, es necesario romper una membrana que las mujeres
tiene entre sus piernas; y que a veces no es tan fácil. Pero yo no sentí nada.
Lori emitió una risita. Su falta de prejuicios la hizo contestar con toda la naturalidad del mundo.
- Es que yo ya hice el amor antes, Linky. Con dos personas diferentes.
Lincoln tampoco sintió vergüenza o celos por lo que Lori le dijo. Más bien, tenía mucha curiosidad.
- ¿De verdad? ¿Y quiénes fueron? Si quieres decirme, claro.
Lori lo abrazó, deleitada. Lo apretó contra su torso desnudo.

- Dos personitas a las que amé muchísimo, corazón: mi abuelito y mi hermana Luan.
Lincoln sonrió. ¡Ella se veía tan contenta por recordarlo!
- Abuelito... El papá de tu papá, ¿verdad?
- De mi mamá.
- Oh... Entiendo. ¿Y quién es Luan?
- Ella... ella era mi hermanita. Una de mis cuatro hermanitas -dijo Lori, y una sombra de pesar oscureció su rostro.
Quizá se hubiera puesto más triste, pero Lincoln le tomó el rostro con las manos y la miró preocupado.
- Los querías mucho....
No era una pregunta; pero Lori contestó afirmando con la cabeza.
- Y los amaste tanto que te convertiste en su novia, ¿verdad? De los dos.
La chica no pudo evitar reír. Juntó en el momento oportuno, porque estaba cerca de echarse a llorar. Premió al
muchachito con un fuerte abrazo y un delicioso beso en los labios.
- Sí, y eso quiere decir que ahora soy tu novia mi amor. Pero no fueron al mismo tiempo, ¿eh? Primero fue mi abuelito
y después Luan.
No había pensado darle demasiados detalles a Lincoln. Era una especie de instinto de protección hacia él, como si
quisiera evitar que se sintiera incómodo o celoso. Pero se dio cuenta de que una vez más lo había subestimado: el
chico era totalmente ajeno a esos sentimientos. En su cara solo se leía una enorme curiosidad, y pronto Lori se vio
contándole la verdad exacta.
- Nuestro abuelito se llamaba Albert. Ya te he dicho que él nos enseñó a luchar y sobrevivir. Todo lo que yo sé me lo
enseñó él. Era muy duro cuando nos entrenaba. Nunca se conmovía por nuestro dolor, o nuestro cansancio. Pero
cuando no estábamos entrenando, era el hombre más dulce, tierno y cariñoso que yo he conocido. ¡No tienes idea de
cuántas veces nos consoló, nos permitió llorar en sus hombros, nos dio cariño y nos ayudó a superar el trauma y las
pesadillas que nos provocó la muerte de papá, mamá, y nuestro hermanito!
Lori suspiró, y continuó con su relato.
- Y así vivimos siempre: entrenando, luchando, consiguiendo comida y municiones. Él se encargó de que nada nos
faltara, y nos educó. En las mañanas buscábamos provisiones, en las tardes nos entrenaba o nos enseñaba cosas; y
en las noches, descanso y diversión. Así vivimos durante años.
La chica abrazó a Lincoln y lo sostuvo un instante contra su pecho. El chico la sintió temblar. Tuvo el presentimiento de
que lo que le iba a decir era lo que más le afectaba.
- Mi abuelito... Bueno, creo que siempre tuvo un cariño muy especial por mí. No sé si por ser la mayor, o porque
aprendí a ser mandona, como él; pero me llamaba su pequeña lugarteniente. Me confiaba responsabilidades, y me
abrazaba y me daba cariño por más tiempo que a mis hermanas. No me mal entiendas... A ellas también las adoraba y

las mimaba. Pero yo sentía que me prefería de alguna manera. Y yo... Bueno. Lo dijiste bien, corazón. Me enamoré. Y
cuando llegué a la pubertad, cuando me empecé a convertir en una muchachita... Hice el amor con él. Me hice su
novia, como tú dices.
Lori se detuvo un momento y bajó la mirada. Otra vez, le preocupaba que Lincoln pudiera molestarse o sentirse celoso.
Pero él no decía nada. De todos modos, sintió la obligación de asegurarse de alguna manera.
- Linky... Es que... Bueno, tal vez no te guste saber cómo nos hicimos novios.
- No me molesta, linda. ¡Para nada! Ni siquiera nos conocíamos, ¿no crees? Claro que... A lo mejor tú no quieres
contarme.
Lori sintió una oleada cálida que envolvió su corazón. Sus ojos se nublaron.
- ¿De verdad quieres que te cuente? ¿No te pones celoso?
- ¿Celoso? - repitió Lincoln, sin entender.
- Enojado. Molesto porque yo haya tenido otros novios.
Lincoln negó con la cabeza, pero comprendió muy bien lo que Lori quería decir.
- No, claro. Ya te dije que yo no te conocía. Si tú quieres contarme, a mí me gustaría mucho saber.
Esta vez, Lori sintió que la ola cálida la consumía por completo. Abrazó muy fuerte al pequeño, y lo besó varias veces.
Nunca antes se sintió tan comprendida e identificada con nadie. Ni siquiera por Luan o su abuelo.
- Muy bien, amor. Te voy a contar. Pero me gustaría que tú me contaras tus propios recuerdos, ¿Está bien?
Lincoln sonrió. Asintió, y Lori reanudo su relato.


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Capítulo 25 : Los recuerdos de Lori
- Bueno... Te confieso que no fue sencillo hacerme novia de mi abuelito. Él siempre fue muy respetuoso y puso mucha
distancia entre él y nosotras. Nos acariciaba, nos besaba y abrazaba; pero siempre eran besos y abrazos familiares.
Fraternales, si entiendes lo que quiero decir.
Lincoln asintió. Había escuchado esa palabra algunas veces.
- Al principio, yo no sabía bien cómo acercarme a él. Con intenciones románticas, quiero decir. Yo ni siquiera entendía
lo que estaba pasando conmigo. Solo sabía que, desde que mi cuerpo empezó a cambiar, mis sentimientos también lo
hicieron. Empecé a sentir deseos diferentes. Mi abuelo era muy fuerte, musculoso y guapo; y siempre lo fue, hasta que
murio. Pero antes de que empezara a crecer y madurar, parece que nunca lo vi con otros ojos.
- Creo que intenté acercarme con demasiada ingenuidad -continuó la joven-. Me sentaba en sus piernas, lo abrazaba y
lo besaba hasta que él empezaba a sentirse incómodo. Yo insistí muchas veces, porque creía que así tenían que
hacerse esas cosas. Pero al fin llegó el día en que él me dijo que eso no era correcto, ni propio de una señorita. Me

pidió que no lo hiciera más, y yo le dije que sí era correcto porque lo quería mucho, y quería ser su novia.
Lori suspiró. Lincoln la miró intensamente, como si no pudiera ver hacia otro lado.
- Él fue muy cortés y tierno, Linky. Pero me dijo muy claro que lo que yo quería era imposible. Él era mi abuelo, nuestro
guardián; y si hiciera eso, estaría traicionando nuestra confianza y la de nuestros padres. También me dijo que me
comprendía, porque mi cuerpo y mi alma estaban cambiando; pero que tenia que ser paciente. Ya encontraríamos a
un joven digno y maravilloso para que fuera de mi pareja.
La voz de Lori iba disminuyendo mientras hablaba. Estaba reviviendo sentimientos tristes y penosos. Lincoln se dio
cuenta, la abrazó y la besó en la mejilla.
- ¡Ay Lori! Ya me imagino lo que sentiste.
Lori le acarició los cabellos y le dedicó una sonrisa afectada.
- Imaginalo, Lincoln. ¿Qué hombre más maravilloso y adecuado podría haber para mí? Él nos había cuidado,
alimentado, enseñado y lleno de amor. Para mí, era el hombre perfecto; y nunca dejé de intentar. Claro, siempre me
rechazan. Pero una noche, descubrí un secreto. Algo que nunca nos dijo, y me aproveché de su debilidad.
- ¿Cómo? - preguntó el chico, más atento que nunca.
- Pues... Nuestro abuelo nos ocultaba dos secretos: una esposa a la que nunca conocimos ya la que amaba
muchísimo, más que a nuestra abuela. Estuvo casado con ella años antes de conocer a mi abuela, y nunca la olvidó.
Nunca dejé de amarla. Su segundo secreto era que cada año, en el aniversario de su muerte, él esperaba que todas
durmiéramos; sacaba su foto y se pasaba toda la noche bebiendo y grabándola. Hasta que se emborrachaba y se iba
a dormir.
En ese momento, Lori bajó la mirada. Se había puesto muy roja. Por un momento pensó en no seguir hablando. Pero
Lincoln la interrogaba con su expresión y su mirada.
- Me da tanta pena decirte esto corazón, pero... Me aproveché de su pena y su debilidad. Lo descubrí y me puse a
consolarlo con besos, caricias y... Bueno, todo lo que pude. Al principio, solamente quería que ya no llorara. Pero él
me abrazó. Correspondió a mis caricias por primera vez, y... Esa misma noche me hizo su novia. Dormimos juntos.
Tuvimos mucha suerte de que mis hermanas no nos descubrieran.
Lori se detuvo. Sus sentimientos se habían vuelto muy confusos. Ya no sabía si tenía nostalgia, dolor, vergüenza, o
pena por lo que Lincoln pudiera pensar. Comenzó a llorar; y aquel hombrecito maravilloso la abrazó, la besó, y la dejó
desahogarse contra su pecho. No dijeron nada durante un rato. Lincoln solo acariciaba su espalda desnuda y su
cabello dorado.
- Tú lo amabas, Lori. Y él a ti. No tienes por qué sentirte mal.
Ella sonrió. ¡Era maravilloso estar con Lincoln! Apenas podía creer la manera en que podía hacerla sentir mejor con
una sola frase; con la palabra oportuna en el momento exacto. Su dolor se atenuaba, y solo quedaba la calidez de
aquella sonrisa; el aroma de aquel cuerpo preadolescente.
- Lo sé. Es que... Nunca había podido hablar de esto con nadie -dijo Lori, secando sus lágrimas con el dorso de su
mano-. ¿Sabes? De todos modos, fui novia de mi abuelo muy poco tiempo. La noche siguiente volvimos a estar juntos,

y todo fue más fácil y hermoso. Platicamos mucho. Los dos estábamos conscientes de que mis hermanas no debían
saber. No podíamos ser cariñosos frente a ellas. Tendríamos que esperar a que estuviéramos solos para amarnos,
cuando todas se hubieran dormido.
- ¿Y no fue muy difícil? ¿Nunca los descubrieron?
- No. No hubo oportunidad. Mi abuelo murió la tarde siguiente.
- ¡¿Qué?! -Lincoln casi saltó de la cama.
- Sí. Nos emboscaron en un almacén de víveres. Traían una ametralladora, y nos dispararon. Mi abuelo perdió las dos
piernas instantáneamente; pero resistió el dolor, y él mismo logró matarlos antes de morir.
- Ay, Lori... -susurró Lincoln, lleno de pena -. ¡Eso debió ser horrible!
Estaba casi horrorizado. Recordó involuntariamente lo que le habían hecho a Carol y se estremeció.
- Sí, pero... ¿Sabes? Nos pasó algo muy curioso. No sé, pero el hecho de que muriera matando, y que pudiera
despedirse de nosotras nos ayudó mucho. Sí estuvimos muy tristes. Le lloramos... Sobre todo Leni, que fue la única
que no estuvo allí. Pero el dolor no nos duró mucho. Bueno... A mí sí, pero solo me permití llorar por las noches. Mis
hermanas tenían que verme fuerte, ¿no crees? Pero, yo... No solo perdí a mi abuelo. También a mi novio...
Lori se echó a llorar otra vez, y Lincoln la consoló lo mejor que pudo. No le extrañó darse cuenta de que estaba
llorando también.
Cuando el llanto de la muchacha amainó, Lincoln le secó las lágrimas con sus dedos. La besó, y ella se acurrucó
contra él. Se quedaron silenciosos por un rato, hasta que la muchacha comenzó a hablar de su segundo amor.
- Lo de Luan fue muy diferente. Ella te hubiera encantado, Linky; yo lo sé. Era valiente, muy fuerte y muy hermosa.
Pero también tenía un gran sentido del humor. A veces nos hacía bromas, y Leni era su víctima favorita. Eso sí: nunca
nos lastimó o nos asustó demasiado. Ya teníamos suficiente con los horrores del mundo, ¿sabes?
- Lo que pasó, es que nos fuimos quedando solas -continuó Lori-. Tal vez nunca aprendimos a cuidarnos bien, porque
nos ocurrieron desgracias y enfermedades tan pronto como mi abuelito nos faltó. Luna murió porque, desde que murió
el abuelo, se volvió rebelde y temeraria. Me desafiaba y tomaba riesgos innecesarios. La mataron porque intentó
acabar ella sola con unos invasores que merodeaban nuestro refugio. Luego, Leni y Lynn enfermaron de algo muy
raro. Los antibióticos no las ayudaron, y... Las vimos consumirse ante nuestros ojos. ¡Por dios, no te imaginas lo difícil
que fue hacerles una tumba y enterrarlas entre Luan y yo! Estábamos solas. ¡Nadie podía consolarnos! ¿Te extraña
que hayamos caído una en brazos de la otra? ¡Los besos de Luan me quitaban el dolor! ¡Sus caricias me hacían
sentirme amada! ¡El amor de mi hermana hizo que no me sintiera sola! ¡Te lo juro amor, no sé cómo sobreviví casi dos
años sin ella! Si no hubiera sido porque le juré que sobreviviría, de verdad que yo... ya me hubiera...
El llanto de Lori se volvió desgarrador. Lincoln sentía tanto dolor como ella. ¡Le recordaba tanto sus propias
experiencias y las traiciones que sufrió!
- Yo ya debería estar muerta, Linky -prosiguió Lori después de calmarse un poco-. No lo estoy porque Luan me salvó,
a costa de su propia vida. Me enfermé y estuve a punto de morir. Me dolía todo... Mi cabeza hervía. Creo que empecé
a alucinar. No podía comer, ni levantarme para hacer mis necesidades. ¡Nunca me he sentido tan mal! Pero Luan me
cuido. Me daba de comer con una cuchara y un biberón. Me limpiaba, como si hubiera sido una bebé. Se desveló

muchas noches conmigo... ¿Y cuál fue su premio? La contagié de mi enfermedad. Hice todo lo que pude. La cuidé,
como ella lo hizo conmigo, pero... ya era muy tarde. Luan ya estaba muy débil.
Lori volvió a llorar, y Lincoln volvió a abrazarla con mucha fuerza. ¡Dios, cómo había llorado ella esa noche! Lincoln
estaba casi arrepentido de pedirle que le contara. Pero comprendió, de una manera oscura e imprecisa, que aquel
llanto no era malo para Lori. Se estaba desahogando por sus culpas y sentimientos del pasado. Años de soledad, sin
tener con quién compartir su dolor.
Lo único que él tenía que hacer era consolarla. Hacerle entender. Pero, ¿cómo?
Nunca lo supo. En realidad, no lo pensó. Solo miró el bello rostro contrito de Lori, y se dejó llevar por su corazón.
- No, mi amor. -dijo suavemente, tomando la barbilla de su amada-. El premio de Luan fue saber que tú seguirías con
vida…. Que tú tendrías una oportunidad. Creo... Espero que Carol haya pensado lo mismo antes de morir.
La muchacha miró con asombro. Lincoln lloraba, pero a la vez sonreía y la acariciaba. Una luz se hizo en su mente y,
por primera vez, intuyó que su tragedia podía tener algún sentido.


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Chapter 26: ¿Tú conociste las estrellas, amor?
Lincoln también tenía un pasado oscuro y terrible; lleno de tristeza, pérdidas, y desesperanza.
- Bueno, parece que ahora me toca a mí, ¿verdad? -dijo Lincoln, con una sonrisa forzada-. Tú muchas veces has
tenido oportunidad de luchar, Lori; pero yo casi siempre he tenido que huir. Ya te conté que los Pingrey me
encontraron en el hospital, y que Carol fue mi hermanita, y mucho más que eso. Así como tú con tu hermana Luan.
Lincoln suspiró. Lori lo miraba, decidida a escuchar con atención.
- Yo he vivido con tres familias, Lori. Los Pingrey, los Sweetwater y los McBride. Antes de que tú me encontrarás,
llevaba seis meses viviendo solo; ocultándome en las casas de aquel barrio y comiendo lo que podía encontrar.
Lori le pasó la mano por los cabellos, habían intercambiado por completo sus posturas. Ahora Lincoln se acurrucaba
en sus pechos y ella lo acariciaba.

- Si hubiera vivido siempre con los Pingrey, creo que hubiera sido feliz. De ellos solo puedo recordar amor, cuidado y
buenos tratos. Y Carol...
El muchachito peliblanco se detuvo. Vacilaba en seguir. Volteó para ver el rostro de Lori y le dijo con una sonrisa
nerviosa:
- Ahora a mí me da pena hablarte de Carol, amor. Todavía recuerdo cuando te enojaste conmigo hace tiempo, cuando
te la recordé...
Lori sonrió, y le dio un beso en la frente.
- Linky, como tú me dijiste hace rato, tú ni siquiera me conocías. Sé que Carol fue tu novia. Pudo llegar a ser tu esposa
cuando crecieran, pero... Bueno, no necesitas recordarlo. Ella decidió salvarte, hizo por ti lo que Luan hizo por mí; y
por eso ahora la aprecio y la respeto como no tienes idea. Es más... ¡Tengo tanto que agradecerle! Si no fuera por ella
hoy yo no te tendría conmigo, amor. Yo no sería tu novia.
Lincoln la miró intensamente. ¡La sonrisa de la joven era tan hermosa! Ahora que ella le contaba sobre su vida, por fin
estaba superando esa impresión de que Lori era algo así como una Carol revivida. Era alguien diferente, maravillosa y
atormentada de una manera muy distinta. ¿Sería que, en sus brazos, podría dejar ir por fin a su adorada fantasma?
Empezaba a creer que sí. Él mismo lo deseaba. Lori se lo merecía y estaba seguro de que Carol, con su enorme y
bondadoso corazón, también lo aprobaría.
- Está bien, linda. Mira... ya te conté lo más feo de lo que nos pasó a Carol y a mí. Te dije lo que le hicieron, y la
manera en que intentó ayudarme. Deja que ahora te cuente lo buena que fue conmigo, y por qué la recuerdo tanto.
Lori afirmó con la cabeza, y Lincoln continuó.
- Carol fue como una hermanita mayor y una segunda mamá. Nunca conocí a mis padres, y mientras fui un bebé,
Eloise Pingrey me cuidó como si fuera un hijo suyo. Pero apenas pude caminar, Carol se hizo cargo de mí. Estaba
todo el tiempo conmigo, me bañaba, me daba de comer, jugaba conmigo a todas horas, y me enseñó todo lo que sus
padres le habían enseñado. Gracias a ella se leer y escribir, y conocí el mundo tal y como fue antes del desastre. ¡No
te imaginas la cantidad de cuentos que me contaba! Los Pingrey tenían una gran biblioteca con muchísimos cuentos, y
creo que Carol me los contó todos.
El jovencito peliblanco suspiró, y sus ojos se nublaron.
- ¿Tú conociste las estrellas, amor? -preguntó de pronto.
- Sí, corazón -contestó Lori-. Es un recuerdo un poco borroso en mi memoria, pero las conocí.
- Yo solo las vi en libros. Gracias a Carol y los libros conocí todo lo que ya no pude ver: los campos verdes, las flores,
el mar azul... Carol me dijo que, si un día íbamos al mar, ahora lo veríamos gris. O negro.
Se detuvo un momento. Lori lo miró y recordó las veces que sus padres las llevaron a la playa o a las campiñas de
Michigan, cerca del lago Erie. Cerró los ojos, y pudo recordar fugazmente los prados verdes y las gaviotas a la orilla
del mar.
- Me hubiera encantado ver todo eso, Lori. Pero sé que es un mundo que ya no existe. Quisiera ver los campos

verdes; pero sobre todo, las estrellas. ¿Es cierto que había de varios colores?
- Sí es cierto, mi amor. Aunque la mayoría eran blancas.
- Me encantaban todos los cuentos que Carol me contaba. Simbad el marino, los tres cerditos, los músicos de Bremen,
Hansel y Gretell… ¡Me encantaron tanto las aventuras del Capitán Nemo en el Nautilus! Recuerdo que lloré cuando
Carol me leyó “La Isla Misteriosa”, y lo que pasó con los dos.
- Ay, Linky... -susurró Lori, y le acarició el cabello.
El chico cambió de postura, y ahora Lori lo abrazaba por la espalda. El blanco cuello del chico quedó a dos palmos de
su boca, y ella lo besó. Lincoln se estremeció ante lo intenso de la sensación.
Aquello le trajo recuerdos. Una noche en que sus padres habían salido por comida, ellos se arriesgaron a subir al
techo de la casa. El fulgor de la Luna apenas se adivinaba entre las densas nubes, y Carol le contó sobre las estrellas
mientras lo abrazaba y le daba besitos en el cuello. Se sintió tan nostálgico que se puso a cantar una vieja copla
infantil que Carol le había enseñado. Para su sorpresa, Lori comenzó a cantar con él. Sus voces se unieron en un
pequeño coro, cuya magia los transportó a épocas felices de su niñez.
Estrellita, ¿dónde estás?
Me pregunto quién serás.
En el cielo o en el mar.
Un diamante de verdad.
Estrellita, ¿dónde estás?
Me pregunto quién serás.
Al terminar la canción, los dos sintieron una conexión profunda. Una paz especial que les hizo mucho bien a los dos.
Lori abrazaba a Lincoln mientras recargaba la barbilla en el hueco de su cuello.
Se quedaron así por unos minutos, hasta que Lincoln habló de nuevo. Su voz trémula estaba cargada de emoción:
- Lori... ¡Amé tanto a Carol! Ella fue para mí lo mismo que tu abuelo y Luan para ti. ¡Me enseñó todo! Me cuidó, y
también trató de salvarme. Ahora que tú estás conmigo y has sido tan buena... ¿Me perdonas? ¿Me perdonas por no
poder olvidarla?
Lincoln volvió su rostro atormentado hacia la muchacha. Ella le sonrió, lo besó, y lo abrazó con mucha fuerza.
- ¿Y tú me perdonas a mí por amar a mi abuelito y a Luan? ¿Por no poderlos olvidar, y por haber llorado por ellos hace
un momento?
- ¡Claro que sí, mi amor! -respondió Lincoln, trémulo por la emoción.

- ¿Lo ves? No tenemos nada que perdonarnos -sonrió Lori-. Ahora estamos juntos, y te digo con todo mi corazón que
siento que te amo tanto como los amé a ellos. Por eso me hice tu novia. Por eso hice el amor contigo, mi vida.
- ¡Gracias, hermosa! -dijo Lincoln, conmovido. Estaba tan emocionado que cambió de posición y se aferró con fuerza
al cuerpo de la muchacha. Sus rostros se buscaron, y sus labios se unieron en un tierno beso que se volvió cada vez
más apasionado.
Esta vez, todo fue mucho más sencillo. A media que el beso se hacía más intenso, sus cuerpos comenzaron a
responder. Lincoln estaba cada vez más rígido, y el dulce receptáculo de Lori, lubricado por la anterior emisión del
chico y por sus propios fluidos, estaba bien dispuesto para recibirlo.
No hicieron falta palabras. Lori se tendió en la cama, y Lincoln se acomodó sobre ella. Los sexos se encontraron
fácilmente, y los jóvenes amantes comenzaron enseguida a moverse y a disfrutar.
El contacto fue apasionado, lleno de ternura. No dejaron de besarse hasta que Lori no pudo más, y emitió un potente
gemido de placer. En ese momento, los labios de Lincoln se apoderaron de sus senos, y la muchacha se arqueó para
facilitar el contacto de su boca. Estaban tan emocionados, tan excitados, que el acto no pudo prolongarse mucho
tiempo. La vagina de la joven no tardó en recibir nuevamente la cálida emisión de su amante; y tuvieron que acostarse
a descansar por un rato antes de seguir con sus mimos y su conversación.


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Capítulo 27 : Traición
Después de su apasionado acto de amor y de hablar abiertamente sobre sus grandes amores anteriores, Lori y Lincoln
se sintieron mucho más tranquilos. Estaban construyendo una confianza que contribuía a unirlos más, que los hacían
sentir más compenetrados. Ahora que se habían entregado sus cuerpos, querían sincerarse por completo y entregarse
también sus almas desnudas.
Se quedaron tendidos en la cama, uno frente al otro; mirándose intensamente y acariciándose de vez en cuando.
Pasaron unos minutos antes de que Lincoln retomara el hilo de su relato.
- Nunca supe bien lo que pasó después de que nos atacaron. Creo que estuve gritando y llorando mucho tiempo junto
a Carol, hasta que me dormí o me desmayé. Lo siguiente que supe es que estaba descansando en una cama; vendido
de la cabeza y con curaciones en muchas partes del cuerpo. Me rescataron unos amigos de mis padres adoptivos, con
los que se juntaban para ir a buscar provisiones. Una familia me cuidó mientras me reponía, pero ellos tenían hijos

muy pequeños y no podían cuidarme a mí también. Me llevaron con otra familia que se quedaron conmigo. Eran los
Sweetwater, y tenían una hija que se llamaba Lindsay.
Lincoln suspiró y se detuvo un momento. Lori lo miró fijamente: quello parecía ser muy doloroso para él.
- Al principio, las cosas fueron bien. No eran muy cariñosos conmigo, pero no me traían mal. Comía bien, y ellos me
llevaron a conseguir comida con ellos. Iban junto con otras personas, y todos ellos me enseñaron a buscar, a detectar
compuertas ocultas, y uno de sus amigos me estuvo enseñando cómo manejar un cuchillo para defenderme. Así
fueron los dos años y medio que estuve con ellos. Los señores Sweetwater nunca buscaron que nos conociéramos o
que nos volviéramos una verdadera familia. Lo que yo pensaba era que me dejaban vivir con ellos a cambio de que les
ayudara a buscar alimento, y de que cuidara a su hija Lindsay de vez en cuando.
- Y ella... ¿Cómo se portaba contigo? - preguntó Lori, intrigada.
- La verdad, bastante bien. Ella me quería, y lo hizo desde el principio. Nunca le gustó que sus padres me llevaran a
buscar comida, porque se hizo mi amiga muy rápido. Más que amiga, en realidad. No tardó mucho en intentar
comportarse como Carol.
- ¿What? -dijo Lori, sorprendida-. ¿Quieres decir que... Tú y ella...
- Ajá -dijo Lincoln, sintiendo un poco de pena-. Pero bueno... todo era muy diferente de lo que fue con Carol. Lindsay
era muy cariñosa, pero también... ¿cómo te lo digo? Era más brusca. Ella... Me tocaba cuando estaba dormido,
¿sabes? Se metía en mi cama, sin que sus padres se dieran cuenta. Luego empezó a pedirme besos y caricias de una
manera muy... ¿Cómo se dice? Muy directo.
- Mmm... ¿Y eso no te gustó? - preguntó Lori, con un ligero toque de ironía.
- Bueno... No se sentía mal, claro; pero tampoco me gustaba mucho. Es que... yo tenía miedo de lo que pensaran sus
papás, ¿sabes? No lo sé... Jamás confíe completamente en ellos. Y al final fue muy bueno que no confiara, porque
tuve que escaparme.
- ¿Escapar? ¿Tuviste que huir de ellos porque querían hacerte daño? -preguntó la muchacha, cada vez más
asombrada.
Lincoln apretó los labios y la miró con tristeza. Era evidente que todavía le dolía.
- Sí. Quisieron hacerme daño -dijo al fin.
- ¿Qué te querían hacer, amor? -preguntó Lori, abrazándolo con fuerza.
Lincoln se acurrucó contra su cuerpo. Tragó saliva, y se tomó varios segundos para responder.
- Quisieron comerme -repuso Lincoln, sin más.
***
Lori abrió sus ojos a todo lo que daban y se llevó una mano a la boca. Apenas podía creer lo que había escuchado.
- ¡¿Lo dices en serio?!

El chico tan solo afirmó con la cabeza.
- P-pero... ¿cómo? ¿Qué pasó? ¿Cómo supiste, y cómo te escapaste?
La joven no salía de su asombro. Su abuelo les había contado varias veces las cosas horribles que ocurrían en la
guerra y los desastres. Les habló varias veces de la gente que practicaba el canibalismo; pero nunca conoció a nadie
quien lo hiciera, ni estuvo en una situación en la que pudiera encontrarse con ellos.
Pero Lincoln sí. El muchachito tomo aliento varias veces y comenzó a contarle.
- Llegó un tiempo en el que casi no encontrábamos comida. Era muy poco lo que hallábamos, y los mayores
empezaban a pelearse por el reparto. Los Sweetwater comenzaron a racionar la comida. Yo no tuve problema, pero
Lindsay siempre se quejaba y lloraba porque tenía hambre. Yo también tenía, pero por alguna razón soportaba mucho
más que ella. Sus papás comenzaron a comer aparte de nosotros para no escuchar sus quejas y su llanto; así que yo
me quedaba a solas con ella y le daba una gran parte de lo que me tocaba a mí.
Lincoln suspiró. Lori tomó su cabeza, y lo besó en la espesa mata de cabello blanco. Su corazón sufría por su pequeño
hombrecito. Podía sentir cómo él revivía aquellas durísimas situaciones.
- Ahora yo era el que tenía hambre todo el tiempo; pero aprendí a resistir. Sabía que yo no podía quejarme, que yo no
podía decirle nada a los Sweetwater, porque me echarían a la calle sin nada más que lo que traía puesto. Qué irónico,
¿no? Porque al final... eso fue lo que tuve que hacer...
La voz de Lincoln se quebró, y comenzó a llorar. Lori lo abrazó y lo confortó lo mejor que pudo. Le dio muchos besos
en todo su rostro y apretó su cabeza contra sus senos.
- Ya, mi amor... Ya pasó -le repetía una y otra vez-. Olvídalo ya, papito hermoso. Ya no me digas nada...
- ¡Tengo que hacerlo, amor! -exclamó Lincoln, desesperado-. ¡Prometí que no iba a tener secretos para ti!
- Pero si te duele tanto, mi amor... -susurró la muchacha, apretando su mejilla contra la de él.
- ¡Es que todo fue tan raro, Lori! Hay cosas que no entiendo, o que a lo mejor no quiero entender. Un buen día, ellos ya
no quisieron que fuera a buscar comida con ellos, y me encargaron solamente que cuidara de Lindsay. Se fueron por
dos días, y no nos quedaba nada para comer. Yo intentaba consolar a Lindsay como podía. Ella se abrazaba a mí, y
lloraba y lloraba porque nos habían abandonado.
El chico hizo una pausa, y Lori aprovechó para limpiar sus mejillas con los dedos de su mano.
- Cuando llegaron, traían carne desecada en sal. Cecina, le llamaban ellos. La cocinaron con algunas verduras
enlatadas, y pudimos comer hasta llenarnos. Yo nunca había comido la carne así, pero sabía muy bien. Tenía un
sabor un poco dulce, muy diferente a la carne enlatada que había probado antes.
Lori adivinó de inmediato lo que habían comido, y tuvo que hacer un esfuerzo heroico para controlar la náusea. No
quería vomitar frente a su pequeño. Después de todo, Lincoln era una víctima; no tenía la culpa de nada. Tal parecía
que no era consciente de que comió carne humana. En un mundo sin animales, no había otro medio para conseguirla.
- Estuvimos comiendo carne y algunas conservas durante varios días. A mí me extrañó mucho que algunos amigos de
los Sweetwater no volvieron a aparecer. Una noche, escuché que los padres de Lindsay discutían a grito pelado. El

señor decía que no había otra opción, porque cuando se acabara la comida, Lindsay iba a ponerse a llorar otra vez. Y
ella decía que era cruel e inhumano lo que estaba pensando. Creo que el señor se rió... La verdad, no estoy seguro de
lo que escuché. Estaba medio dormido.
- Ay, mi amor...
- Sí... Unos días después de eso, el señor me dijo que fuera con Bernie a conseguir la carne que comeríamos aquel
día. Yo no me opuse, porque Bernie y yo nos llevábamos bien. Él me enseñó a utilizar el cuchillo. Me llevó a una casa
que no conocía, en uno de los barrios más pobres de Royal Woods. Nunca había ido por allí...
Se detuvo. Comenzó a temblar en los brazos de la muchacha. Lori tenía miedo de escuchar el final del macabro relato,
pero tenía que hacerlo por Lincoln. Lo abrazó con más fuerza y lo besó varias veces en la frente, hasta que el pequeño
consiguió la suficiente presencia de ánimo como para continuar.
- Todo fue raro, porque Bernie y yo nos llevábamos bien; pero esta vez, no me habló en ningún momento. Me cortaba
la plática, y se quedaba atrás de mí con el cuchillo en su mano. Me tranquilizó diciéndome que en aquel lugar había
personas muy malas, y más valía tener listo el cuchillo para defendernos. Cuando llegamos a la casa, abrió la puerta y
luego me dijo que no quería volver a verme por allí...
***
- ¡Lárgate de aquí, mocoso! No debes volver por aquí, ni tampoco puedes regresar a casa de los Sweetwater,
¿entendiste? ¡Jamás!
- P-pero Bernie... ¿Qué te pasa?
El hombre apretó los labios y miró al muchachito con pena y lástima. Pero se rehízo enseguida, y endureció su mirada
todo lo que pudo.
- ¡¡Dije que te largues, Lincoln!! ¿No entendiste? ¿O quieres terminar como estos desgraciados?
Abrió bruscamente la puerta de la casa, e iluminó el interior con una potente lámpara LED.
Lincoln se asomó, y estuvo a punto de desmayarse por el olor. El lugar hedía a putrefacción, suciedad, orina y
excremento, pero eso era lo menos tétrico. Cuando miró con cuidado, vio a varias personas sentadas, acostadas,
encadenadas a la pared. Ninguna estaba completa. A la mayoría le faltaban brazos y piernas. Aquellos desgraciados
se arrastraban entre cadenas, gemidos de dolor, y súplicas de misericordia.
Aquello era tan atroz, que Lincoln no podía procesarlo. Se quedó petrificado frente a la puerta, pero Bernie lo tomó por
los hombros y le dio un violento empujón en la espalda.
- ¿Quieres que también te coman? ¿Eh? ¡¿Eso quieres?! ¡Nadie debe volver a verte, mocoso! Les diré a esos cerdos
de los Sweetwater que te me escapaste, o una cosa así. ¡Jamás se te ocurra volver a asomar las narices por aquí, o
por el lugar donde vivías! ¡Llévate esto, y vete... o tendré que matarte de verdad!
Tendido de bruces, Lincoln escuchó un portazo. Jamás volvió a ver a Bernie ni a los Sweetwater. A su lado, tirado en
el piso, estaba el cuchillo de cazador con el que Bernie le había enseñado a pelear.



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Capítulo 28 : No prometes lo que no puedes cumplir
Lori estaba casi en shock. Apenas podía creer toda la mezquindad y la crueldad que Lincoln había tenido que soportar
en sus pocos años. Era tan deprimente y terrible que no pudo evitar el llanto. Lincoln, con el rostro oculto en el hueco
de su cuello, apenas podía seguir hablando.
- Lori, amor, te lo juro… ¡No sé qué fue lo que hice mal! Intenté ser bueno, ayudar en todo... Me hice cargo de Lindsay
y traté de no dar molestias nunca. ¿Y qué fue lo que obtuve? Me quedé solo en el frío y la oscuridad. Y si Bernie no se
hubiera apiadado de mí, creo que mi muerte hubiera sido horrible. ¿Qué está mal conmigo, Lori? ¿Tú puedes
decirme?
Esas palabras desgarraron el corazón de la muchacha. Sujetó a Lincoln con más fuerza que nunca. Queria que
sintiera su calor, su presencia; la sinceridad de sus palabras y sus sentimientos.
- Linky... ¡No hay nada mal contigo! ¡Tú no tienes nada de malo, mi vida! Si fueras malo o tuvieras algo malo, ¿tú crees
que Carol, Lindsay y yo nos hubiéramos enamorado de ti? ¿Tú crees que los Pingrey te habrían cuidado y querido

durante tantos años? ¿Crees que Bernie te hubiera perdonado o que me hubieras salvado dos veces de la muerte, mi
amor? ¡No hay nada malo en ti, papito hermoso! Por desgracia, hay gente muy mala en este mundo y ha tenido la
mala suerte de toparte con ellos. ¡Has tenido mala suerte, corazón! ¡No hay nadie a quién culpar por ello!
Lincoln intentó sonreír. Sentía la sinceridad de las palabras de Lori, y ansiaba creerlas con todas sus fuerzas. Pero,
¡eran tantos malos recuerdos y tantas penurias por las que había pasado!
- Puede ser, pero, ¿cómo puedo creer eso? Estuve solo durante casi siete meses. Al final casi me moría, porque una
tormenta de nieve me apareció en el camino hacia mi refugio. Nunca estuve solo antes, ¡y tuve tanto miedo aquella
primera noche! No sabía qué hacer, no sabía a dónde ir... No sé cómo me atreví a acercarme a un grupo de casas y
meterme en la primera que pude abrir...
Lincoln se estremeció ante sus propios recuerdos.
- Casi no pude dormir las primeras noches. Tenía hambre, frío... y muchísimo miedo. Cada sonido me sobresaltaba.
Dormía por ratitos, y me despertaban las pesadillas. Me sentí tan mal y tan débil, que... ¡Ay, Lori! Te juro que no sé de
dónde tomé fuerzas y valor para salir a buscar comida al día siguiente.
- Linky, mi vida... -dijo ella, pasándole la mano por los cabellos- ¡No sabes cómo me hubiera gustado estar allí contigo
para cuidarte... para consolarte!
- Yo lo sé, amor. ¡Pero en aquel momento fue tan horrible! Exploré varias casas, utilicé todas las técnicas que me
enseñaron. Llevaba siempre el cuchillo en mi mano. Nunca me encontre con nadie, y solo hasta el tercer dia encontre
comida. Luego, jamás dejé de buscar. Exploré casa por casa de todo ese barrio durante meses. Aprendí a ser muy
cuidadoso; pero un día me descuidé y salí en medio de una tormenta de nieve. Traté de regresar, pero no tenía ropa
apropiada para ese clima. No sé si te haya pasado... El frío de una tormenta corta, aturde... es como si te fuera
robando todo el calor y la energía. Creo que me desmayé; caí, y ya no supe nada más. Estoy seguro de que si los
McBride no me rescataron, hubiera muerto allí, bajo la nieve.
- ¿Y quiénes eran ellos, cariño? - preguntó Lori.
- Dos señores que tenían un hijo adoptivo. Howard y Harold McBride, y su hijo Clyde.
Lori se sobresaltó por un momento. Creyó haber escuchado mal.
- Espera. ¿Howard y Harold? ¿Dos hombres con un hijo adoptivo?
Lincoln la miró con extrañeza.
- Sí. ¿Qué tiene?
- Bueno... No sé. Es raro.
- ¿Por qué? -dijo Lincoln, con suspicacia-. Tú fuiste novia de tu hermana Luan.
Lori se sonrojó visiblemente. Se sintió tan avergonzada de sí misma que apartó la mirada del rostro de Lincoln. ¡Qué
fácil podían surgir los prejuicios! Era muy bueno que se lo hubiera hecho notar.
- Perdón, Linky. Continúa, por favor.

Lincoln asintió, y siguió contando su historia.
- Gracias a los McBride, volví a tener una familia. Howard y Harold nos cuidaban bien, y Clyde fue de verdad como el
hermano que nunca tuve. Ellos eran tan disciplinados como los Pingrey. Tenían una buena reserva de alimentos, y
todos los días alguno de ellos iba a buscar más. Clyde y yo teníamos la misma edad, y gustos muy parecidos. Le
encantaba leer, me contaba muchas historias, y me mostraba comics que sus papás habían rescatado de una vieja
tienda del centro comercial. Nos hicimos muy aficionados al superhéroe Ace Savvy, y Clyde me enseñó los dibujos que
había hecho. Así que, para pasar el tiempo, nos pusimos a escribir nuevas aventuras para Ace Savvy y luego
intentamos dibujarlas. No nos salían bien, pero eran nuestras. ¡Nuestras, producto de nuestra imaginación! Me imagino
que los cuadernos con nuestros dibujos seguirán por allí, enterrados en algún rincón olvidado del refugio donde
vivimos...
Lincoln reía a la vez que lloraba, y pronto Lori estaba haciendo lo mismo. ¡Esa era justamente el tipo de infancia que
se merecía un pequeño como Lincoln! Sin preocupaciones, llena de diversión, con juegos y amigos... Justo como
había sido la suya, antes de que todo ocurriera. Pero Lincoln había conocido muy poco de eso.
Dios, ¿por qué todo tenía que ser tan injusto?
- Al final, también los perdí a ellos. La comida, y sobre todo el agua comenzaron a escasear, y tenían que salir cada
vez más lejos. Se iban por más tiempo y corrían mucho más peligro. Un día Harold se fue, pasaron tres días y no
regresaba. Todos estábamos angustiados, pero sobre todo Clyde. Él quería que fuéramos a buscar a su padre, e
insistió tanto que Howard accedió por fin. Se fue junto con Clyde a buscar, pero me pidieron que me quedara en el
refugio por si acaso Harold regresaba. No quería hacerlo, porque desde que me dijeron que se iban tuve un muy mal
presentimiento... una angustia que no podía explicar. Una sensación de soledad y vacío muy fuertes, como ya los
había sentido antes.
- Y nunca regresaron, ¿verdad? -completó Lori.
Lincoln se limitó a asentir, mientras las lágrimas amenazaban otra vez con anegar sus ojos.
- No. Yo salí a buscarlos. ¡Los busqué durante días! Solamente encontré a Clyde... congelado entre la nieve...
Su voz se quebró, y lloró desconsoladamente.
Lori ya no sabía qué más decirle para consolarlo. Tan solo lo abrazó con fuerza y lo retuvo contra su pecho, hasta que
sus sollozos fueron amainando.
- Me quedé solo tres veces, Lori... ¡Tres veces! Por eso, al principio no quería ir contigo. ¿Y si te pasaba algo por mi
culpa? ¿Y qué tal si...
Lori cubrió la boca del muchachito con su mano y lo miró directamente a los ojos.
- ¡No, Lincoln! Entiéndelo bien, ¡Tú no tienes la culpa de nada! Yo también me quedé sola; por mucho tiempo. ¡La
culpa es de este maldito mundo, en el que no puedes descuidarte ni por un momento!
Tomó la cabeza del muchachito entre sus manos, obligándolo suavemente a que siguiera mirándola.
- Por eso debemos encontrar un lugar seguro, Linky. Tenemos comida, pero no seguridad. Tenemos que encontrarla y
estar siempre listos. ¡Tenemos que cuidarnos muy bien el uno al otro! Yo voy a separarme nunca de ti, corazón. ¡Y

menos después de lo que acabamos de hacer juntos!
- Lori, p-pero...
- ¡Shhh! -la chica lo silenció con un corto beso en los labios-. Ni siquiera pienses en que vamos a fallar, o que podemos
quedarnos solos otra vez. ¡No lo permitiré! Yo nunca te voy a dejar solo.
Lincoln la miró con intensidad y tristeza. Era demasiado para él. Dos pequeños ríos de lágrimas escurrían por sus
mejillas.
- Por favor, linda... -dijo en un susurro-. No prometas lo que no puedes cumplir.
- Jamás haría eso, mi amor. ¡Jamás! -dijo la muchacha.
Lo abrazó, y buscó los labios del pequeño con los suyos.


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Capítulo 29 : Sueños y juramentos
Tras hacer el amor por tercera vez, Lincoln se quedó dormido.
Lori lo abrazaba con su cuerpo entero. La lámpara de butano seguía dando una luz débil, y la muchacha todavía podía
contemplar el bonito rostro de su jovencísimo amante. El chico respiraba acompasadamente. Su cuerpo por fin
descansaba, y sus bellas facciones estaban relajadas.
Le pasó la mano por el cabello y juntó su frente con la de él. Su mente se perdió en un inmenso mar de sensaciones
mientras lo veía. Sentía pena, asombro, dolor, alegría... Pero sobre todo, amor y admiración.
lincoln...
¿De dónde le había llegado ese milagro? ¿Cómo era posible que siguiera vivo?
Se veía tan pequeño y frágil. Era un hombrecito que apenas abandonaba la infancia; pero a su tierna edad, ya habia
sobrevivido a mil peligros y desventuras. La vida lo había puesto a prueba de un modo mucho más severo que a ella,

pero ahora estaba a su lado. Tanto así, que le había hecho el amor tres veces aquella noche.
¿De dónde sacaba tanto valor? ¿Cómo podía caber tanta resistencia y voluntad de vivir en su pequeño cuerpo? Había
sido humillado, vejado, ultrajado y traicionado. Había pasado días sin comer ni beber. Había escapado muchas veces
de la muerte, y perdido a todos los que llegaron a amarlo ya confiar en él. Y a pesar de todo eso, seguía siendo un
encanto. Un muchachito alegre, optimista, y demasiado valiente.
Nunca habia conocido a alguien con mas voluntad de vivir. La llama de la vida era un verdadero incendio en su
espiritu.
Lori sintió que las emociones la desbordaban. Comenzó a llorar. ¡Su pequeño Linky había sufrido tanto! Pero ahora
estaba con ella. Lincoln era ahora su bendición y su responsabilidad.
El tenia miedo. ¿Cómo podía no tenerlo, después de tantas vivencias espantosas? Pero tenía mucho más miedo por
ella que por sí mismo. Le preocupaba su seguridad mucho más que la suya propia.
¿Cómo no lo iba a amar? ¿Cómo no iba a querer protegerlo de todo?
Lori había tenido muchos, demasiados motivos para estar enojada con su vida y su destino. Pero ese mismo destino le
presentó a ese ser atormentado y maravilloso para amarlo y protegerlo. Para cuidarlo de todo el mal que lo acechaba
desde que nació. ¡Y vaya que espero hacerlo! No iba a fallarle por nada del mundo.
- ¡Nadie volverá a hacerte daño, mi vida! – pensó-. Ya te lo juré antes, y ahora te lo repito: siempre te voy a proteger.
Tú me salvaste la vida, y ahora me toca a mí cuidar de la tuya.
No acababa de pensar en ello, cuando se dio cuenta de que estaba equivocada. Era cierto: ella había protegido a
Lincoln. Pero, ¿salvarle la vida? ¡Nada de eso!
Era él quien la había salvado a ella. Esa era la realidad .
No fueron las dos veces que impidió que se diera por vencida. Todo venía desde mucho antes: gracias a él, desistió
de la insensata y mal planificada idea de huir hacia el sur. En aquella ocasión y en muchas otras, Lincoln fue la voz de
la razón. Si no lo hubiera llevado consigo, muy probablemente se hubiera aferrado a la idea de atravesar como fuera
las carreteras del sur de Michigan. Las provisiones se le hubieran agotado, y ella hubiera muerto de hambre y frío
antes de salir de los bosques calcinados.
Lincoln no llegó para que ella lo cuidara: Lincoln llegó a su vida para cuidarla a ella.
Lo besó de nuevo, sin entender cómo no pudo verlo antes: entre ellos dos, Lincoln era el verdadero héroe. Él la salvó
del dolor, de la soledad, y de sus malas decisiones.
- Por dios... Abuelito, ¿eso era lo que me querías decir? -pensó- ¿Eso es lo que querías que entendiera?
- Tendrás que seguir dejándote llevar por el corazón -había dicho el. Y ahora, Lori finalmente entendía sus palabras.
Enterró la nariz en su cabellera, y por fin se permitió relajarse. Ahora que lo entendía todo, sabía también lo que
tendrían que hacer: se protegerían mutuamente; y para ello, ambos tenían que estar bien preparados, en lo físico y en
lo mental.

No pararía hasta enseñarle a Lincoln todo lo que sabía. Lo ayudaría a ponerse en plena forma. Ahora que habían
pasado por tantos peligros, entendió que uno de los mayores actos de amor que podía hacer por Lincoln, era ayudarle
a estar preparado para enfrentar lo que fuera. Sería difícil, y quizá doloroso; pero era la única manera real en la que
podrían sobrevivir, estar juntos; amarse.
Acarició con ternura a su pequeño novio y lo besó de lleno en los labios. El muchachito se sonrió en sueños, y Lori por
fin se sintió lo suficientemente tranquila como para descansar.
***
- Linky... Mi amor...
Lincoln abrió los ojos. El dulce sonido de una voz amada lo sacó del pesado marasmo del sueño. Estaba tan cansado
que tuvo problemas para ubicarse.
- Linky... ¡Aquí estoy, mi amor!
La voz lo llamó de nuevo. Esto hizo que Lincoln abriera los ojos y se despejara. Ya no estaba en el refugio con Lori, se
vio en una especie de prado hermoso y verde, con muchas flores de todo tipo. Lo reconoció de inmediato: era una de
sus ilustraciones favoritas del libro de cuentos que Carol le leía.
Quizá debió sentirse confundido y desorientado, pero la atmósfera de paz y tranquilidad que manaba del lugar le
impedían sentir temor. Miró en todas direcciones, maravillado. El cielo se veía azul, y las flores y las plantas estaban
hermosas y bien cuidadas.
Aquello tenía que ser un sueño. En el mundo real, ya no quedaba ningún paisaje de ese tipo en toda la Tierra.
- Estoy aquí, mi amor. ¿No quieres hablar conmigo?
Aquella voz... ¡Carol! ¡Tenía que ser Carol!
Volteó hacia su derecha y la vio por fin. Estaba muy diferente a como la vio por última vez; pero sin duda alguna era
ella. Ese cabello rubio, esa preciosa cara, y su voz tan dulce eran inconfundibles.
Se quedó paralizado por un momento. Eso no era posible. ¡No podía ser cierto! ¿Acaso había muerto sin darse cuenta,
y se reunía otra vez con ella?
Todas sus dudas se disiparon cuando la muchacha le sonrió y abrió sus brazos. Lincoln no lo pensó más y corrió hacia
ella, abrazándola con todas sus fuerzas. A través del tacto, se dio cuenta de que el cuerpo de Carol era muy parecido
al de Lori. Se le había presentado tal como sería si no hubiera muerto cuando lo hizo.
- ¡Carol! ¡Carol! -gritó, sintiendo que estallaba de alivio y felicidad-. ¿Dónde estamos?
- Vine a despedirme de ti, mi vida. Quería saber cómo estabas, y me siento muy feliz de ver que has crecido y sigues
luchando.
- Pero... ¿Cómo? La última vez que te vi... Tú.
La hermosa chica le puso un dedo sobre los labios.

- No hables de eso, mi amor. No lo recuerdes. Mejor mírame ahora. ¿No es así como te gustaría recordarme?
La muchacha llevaba un sencillo vestido blanco que resaltaba la belleza de sus formas. Su hermoso rostro sonriente
se mostraba al natural, sin una sola gota de maquillaje. Le tomó la cabeza entre las manos y le masajeó suavemente
las sienes, haciendo que Lincoln cerrara involuntariamente los ojos.
- A partir de hoy, así es como me recordarás. Yo debo irme. Lori es una muchacha maravillosa, Lincoln. Ya lo sabes.
Cuídala muy bien, y te aseguro que ella te protegerá y te amará con su ser entero.
- Carol... ¿De qué hablas? -preguntó Lincoln con los ojos nublados.
- Hablo de que Lori y tú tendrán que ser muy fuertes y valientes. Vienen tiempos hermosos y terribles para los dos.
Tendrán que cuidarse mucho entre ustedes. Aunque todo esté devastado, su vida en común puede ser hermosa. El
camino que eligieron es el correcto, pero eso no significa que será sencillo, ¿comprendes? No pierdas la esperanza ni
permitas que ella lo haga.
Lincoln asintió. De alguna manera, supo que Carol no le diría nada más. La muchacha lo abrazó de nuevo y le dio un
beso en la frente.
- Nunca te olvidaré, Carol -prometió Lincoln, con las mejillas anegadas en lágrimas.
- Lo sé -dijo la muchacha, sonriendo-. Solo quiero que sepas que yo estoy bien. Estoy en paz. Nunca me arrepentiré
de lo que hice, y lo haría mil veces más por intentar salvarte. Lucha por tener una vida hermosa con tu amada. Si lo
logras, no me deberás absolutamente nada. ¿Entiendes?
- ¡Claro que sí!
- Adiós, amado mío. Cuida a tu amada y sean muy valientes. Necesitarán serlo mucho más pronto de lo que crees.
La joven pasó la mano sobre el rostro de Lincoln, obligándolo a cerrar los ojos. El muchachito sintió un beso sobre su
frente y todo se volvió oscuridad.


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Chapter 30: ¡Feliz cumpleaños, mi vida!
Después de la intensa noche en que hablaron y compartieron sus cuerpos, las cosas cambiaron aún más entre Lincoln
y Lori. Ella seguía llevando la batuta en cuanto a planes y preparación física, pero la relación se volvió mucho más
compenetrada e igualitaria.
Su primera semana en el refugio la ocuparon para descansar, y casi no hicieron otra cosa que comer, dormir, y hacer
el amor cada vez que les ganaba el deseo. El sexo se convirtió de inmediato en su pasatiempo favorito. Era una fuente
de felicidad e intimidad de la que no podían saciarse, por más veces que lo repitieran. En sus vidas tan duras y
trágicas, nunca habían sentido tanto placer. Lori disfrutaba del sexo con Lincoln como nunca pudo hacerlo con Pop-
Pop y con Luan. Con su abuelo fueron solo un par de experiencias hermosas, pero culpables y clandestinas. Con Luan
había amor y ternura, pero también tristeza e intentos desesperados por escapar del dolor y la soledad. Con Lincoln,
todo eso había quedado atrás. Después de su intensa conversación, sentía que Lincoln la conocía y la comprendía
como nadie lo había hecho en su vida. Era un amor casi puro, sin culpas ni tristeza. Una relación que realmente la
hacía feliz y curaba las heridas más profundas de su alma.
Lincoln sentía lo mismo. Aquello se parecía mucho a lo que había vivido con Carol; pero ella se había ido para
siempre, y aunque tal vez todo había sido un sueño, se sentía seguro de que se había ido en paz y feliz por él. Que

desde dondequiera que estuviera, le deseaba lo mejor, y lo animaba a que luchara por la felicidad con el nuevo amor
que había tenido la suerte de encontrar. Ahora se sentía libre para amar sin culpas a aquella mujer tan hermosa y
tierna; pero a la vez, tan fuerte y valiente.
Sintiéndose libres, el sexo se volvió tan placentero que les costaba trabajo moderar su ritmo. Lo hacían tan a menudo
que comenzaron a tener problemas de irritación. Al principio no les importaba: hacían el amor de todas maneras, sin
preocuparse por el dolor. Bastaba una caricia, un beso, o incluso una mirada para incitarlos a retozar en la cama.
Luego, los dolores se hicieron más intensos, pero pudieron remediarlos de dos maneras: encontraron ungüentos,
pomadas y lubricantes a base de silicón para aliviar las rozaduras y facilitar una penetración suave y cómoda. Pero
además, Lori había aprendido muchísimo sobre el sexo oral cuando fue amante de su hermana Luan. No le costó
trabajo aplicar sus conocimientos para enseñar a Lincoln a que hiciera lo mismo con ella. Tampoco le costó trabajo
adaptar lo que sabía para utilizar su boca en el pene de Lincoln. El sexo oral se volvió parte de su sexualidad; y el
dulce y húmedo toque de sus lenguas se convirtió también en un bálsamo para sus genitales irritados.
Después de la primera semana, Lori comenzó el entrenamiento formal. Hicieron mucho ejercicio para entrar en forma,
e instruyó a Lincoln con todo esmero en el combate cuerpo a cuerpo y el manejo de todas las armas que conocía. No
era el entrenamiento superficial que le dio la semana anterior al inicio de su viaje: fue un entrenamiento brutal que
duraba varias horas al día, y los dejaba agotados y con el cuerpo adolorido.
Contra lo que Lori esperaba, Lincoln no se quejó, ni intentó rehuir el entrenamiento. Por el contrario: sus sentidos
parecían haber despertado. Siempre estaba concentrado, ponía toda su atención, y se esmeraba incluso en los
ejercicios más difíciles. Además, se portaba más atento y cariñoso que nunca. La ayudaba en todo, mantenían limpio
el refugio entre los dos, y se repartían la lectura y el trabajo casi sin tener que ponerse de acuerdo. Además, siempre
le sobraba energía para hacerle el amor por lo menos en las mañanas y en las noches.
Buena parte del mérito lo tenía la propia Lori. Al parecer, el sexo constante la tenía más alegre, la hacía sentirse más
paciente y le ayudaba a dulcificar su carácter. También contribuyó el plan de nutrición y entrenamiento que diseñó,
ayudada por la abundante literatura especializada que había en el refugio. Los antiguos dueños no habían dejado
nada al azar. Había mucha información sobre los temas más variados de nutrición, medicina, vida saludable,
supervivencia y cuidado de la salud. Apoyada por esa información, Lori insistió en que tenían que hacer cinco o seis
comidas abundantes durante el día, y todo el ejercicio que pudieran soportar sin lastimarse.
Los efectos de ese programa fueron dramáticos e inmediatos. El ejercicio no solo mejoró su forma física, sino que
también aumentó mucho su apetito y pronto se acostumbraron a comer en abundancia. Gracias a ello, sus cuerpos se
recuperaron y empezaron a cambiar. Lori se llenó de preciosas curvas, sus huesos dejaron de ser visibles, y recuperó
sus períodos menstruales. Lincoln manifestó por fin los efectos de la pubertad. Su cuerpo comenzó a cambiar,
embarneció, y en apenas cuatro meses aumentó más de quince centímetros de estatura.
Todos esos cambios los hicieron verse aún más atractivos el uno para el otro. Su deseo sexual aumentó, y podían
hacer el amor con mayor frecuencia; profesarse todavía más cariño, y la sensación de bienestar les ayudaba a tolerar
más ejercicio y entrenamiento. La espiral de retroalimentación positiva creció, se expandió y los unía cada día más. Se
sentían tan felices, que muchas veces comentaban entre risas que solamente necesitaban comida y un refugio seguro
para que pudieran comenzar a planificar una familia.
Era una especie de broma, pero ambos lo deseaban en lo más profundo de su ser.
***

- ¡Feliz cumpleaños a ti! ¡Feliz cumpleaños a ti! ¡Feliz cumpleaños, mi vida! ¡Feliz cumpleaños a ti!
Lincoln sonreía deleitado mientras Lori colocaba el pastel, encendía las velas y terminaba de cantar el Feliz
Cumpleaños. Aquel era un día especial: cumplía doce años de edad, y Lori de ninguna manera iba a permitir que
pasara desapercibido.
Los Pingrey y los Mcbride le celebraban sus cumpleaños, pero en aquellas ocasiones nunca hubo pastel. Por eso, el
que Lori había horneado para él era una linda novedad. Estaba hecho con muy poco arte, bastante chueco, y el
merengue era completamente blanco; pero a sus ojos se veía precioso. Lori se lo había hecho con mucho cariño, y
eso lo hacía muy especial y preciado. Además, su amada le había cantado, y Lincoln estaba seguro de que jamás
había escuchado una voz tan hermosa.
La joven le puso una vela pequeña especialmente preparada para la ocasión. La encendió, y beso a Lincoln en los
labios.
- ¡Anda, mi amor; pide un deseo! Si no se lo dices a nadie, algún día se hará realidad.
Lincoln sonrió, y así lo hizo. Se moría de ganas por qué Lori supiera lo que tanto deseaba, pero se contuvo. No quería
romper con la magia del momento. Sopló la vela y Lori aplaudió, como si hubiera sido una niña pequeña.
A Lincoln le encantaban esos arranques de espontaneidad de Lori. El desastre les robó su infancia a los dos casi a la
misma edad, pero Lincoln siempre había convivido con niños sin tener que tomar responsabilidades. Pero Lori había
sido la mayor, el apoyo de su abuelo y el ejemplo de sus hermanas. Su vida se volvió completamente sería, y jamás
tuvo oportunidad de hacer a un lado la seriedad que tanto le había ayudado. Ahora que estaban solos y se tenían
amor y confianza, Lori podía permitirse manifestar otros aspectos de su personalidad. Se convertía en una niña mujer
alegre y juguetona, que buscaba tiempo y oportunidades para divertirse con él.
El pastel sabía mucho mejor de lo que lucía. Lori lo había horneado en secreto, e hizo que Lincoln saliera del refugio
en medio de una nevada para decorarlo. Lincoln estuvo menos de veinte minutos fuera, y en ese tipo ella hizo lo mejor
que pudo.
Disfrutaron su pastel con sendas tazas de café soluble, y conversaban animadamente sobre cualquier cosa. De pronto,
Lori tuvo una sensación extraña en su estómago. Una angustia que experimentaba desde hacía unos días, pero que
esta vez fue lo suficientemente intensa para obligarla a levantarse de la mesa e ir al retrete a devolver la comida.
Lincoln la vio contener la primera arcada, y después levantarse abruptamente de la mesa. La escuchó vomitar, y
entonces se preocupó de verdad. Hasta ese día se habían mantenido milagrosamente sanos. Ya estaban bien
encaminados con el entrenamiento y la preparación. Sería una verdadera lástima que tuvieran que detenerse por una
enfermedad.
Lori venía cubriéndose la boca con una toalla de papel. Lincoln fue a su encuentro enseguida, la tomó por la cintura, y
la ayudó a sentarse.
- ¿Qué pasó, mi amor? ¿Qué sientes?
- No lo sé -dijo la muchacha, todavía con un poco de malestar -. De unos días para acá, cada vez que como o hago
comida siento ganas de vomitar.
- ¿Te duele el estómago? -dijo Lincoln preocupado.

- No. Solamente tengo ganas de vomitar...
En ese instante, una luz se hizo en la mente de ambos; y se miraron con ojos de terror.


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Capítulo 31 : Confirmación
Era la primera vez desde hacía meses que Lincoln estaba solo en la cama.
Tenía mucho miedo. Se sintió solo y triste, pero comprendió. Lori necesita estar sola para asimilar la noticia a su manera.
Hubiera deseado estar junto a ella; abrazándola, consolándola y diciéndole que todo saldría bien. Pero, ¿cómo podía hacerlo, si e
mismo estaba muerto de miedo? Había visto la prueba igual que Lori, y todavía no podía asimilarlo. Aquello era a la vez aterrador y
grandioso, en todas las formas posibles.
Y sin embargo, a pesar de sus miedos, se moría por estar junto a su amada para confortarla, aunque no supiera cómo. Pero ella no lo
quería a su lado, y él tenía que respetar su decisión. Después de todo, ella tenía que vivirlo todo en su propio cuerpo.
***
Lori no había esperado ni un minuto. Enseguida corrió hacia el almacén, dejando a Lincoln con un palmo de narices. La escuchó
tirar cosas, y desgarrar cajas y empaques de plástico.

- ¿Lori? ¿Estás bien? - Lincoln preguntó, sin entender claramente lo que ocurría.
- ¡Espera y no vengas para acá! -gritó ella, con un tono amenazador que Lincoln nunca le había escuchado.
- Pero... ¿Qué...
- ¡¡Que te quedes allá, maldita sea!! ¡Ni se te vaya a venir!
Lincoln se quedó paralizado. Ella nunca le había dicho una grosería con ese tono de voz.
Comprendía oscuramente lo que estaba pasando. Se imaginó que Lori tenía algún tipo de infección estomacal, y quería privaci
en el cuarto de baño. Regresó a la mesa y se dispuso a esperar. Pasados algunos minutos, creyó escuchar un gemido de Lori y, otra
vez el ruido de cajas y empaques de plástico que se desgarraban. Varios angustiosos minutos después, escuchó el ruido de cosas que
caían, y apenas limitarse para no acudir en auxilio de Lori.
Cuando ella apareció al fin, se vio pálida y demacrada. Dos caminos de lágrimas surcaban sus mejillas. Miraba en dirección a é
pero no parecía verlo realmente. La mirada de la chica daba miedo. Sus ojos completamente abiertos parecían atravesarlo y ver más
allá de donde estaba.
De todas maneras, se levantó y fue al encuentro de su amada. Pero ella pasó de él como si no lo viera. Cuando tendió los brazos
hacia ella, simplemente lo rechazó y fue a sentarse en una silla más allá de las camas.
Lincoln la miraba desconcertado. Cada vez entendía menos, y por eso cometió la osadía de acudir a su lado. La chica ocultaba su
rostro entre sus manos, así que Lincoln la tomó por el hombro y le habló con toda la delicadeza que pudo.
- Lori, corazón. ¿Qué es lo que pasa?
La muchacha volteó a verlo e hizo un movimiento intempestivo para tomar su muñeca. Parecía a punto de aplicarle una llave de
Jiu-jitsu, pero en el último momento se arrepintió. Se limitó a quitarle bruscamente la mano su hombro.
- ¡Vete de aquí! ¡Necesito estar sola! -le gritó, antes de volver a ocultar el rostro entre sus manos.
Lincoln entendió y se retiró. Se fue directamente a donde había estado Lori, y se puso a recoger el desastre que había dejado. Había
pedazos de caja, envolturas, y varios artefactos de plástico que no logró identificar. Sobre el retrete había un traste con líquido
amarillo que pudo identificar como orina.
Lincoln frunció el ceño. ¡Aquello era tan raro! Lori era incluso más pulcra que él. ¿Cómo era posible que dejara algo como eso allí?
Lo supo solamente cuando levantó una de las cajitas rotas y leyó en el envoltorio: "Prueba de embarazo casera".
Solo entonces comprendió, y se sintió tan aterrorizado como Lori.
No tardó ni un minuto en leer todas las instrucciones y checar todos los artefactos de plástico que había echado a la bolsa.
Eran seis. Todos, sin excepción, daban resultado positivo.
***
- Discúlpame, Lincoln; pero esta noche necesito dormir sola. Vete a la otra cama, por favor.

Lincoln sintió como una puñalada en el corazón. Hubiera querido decirle mil cosas, pero se contuvo. La muchacha lo veía con
miedo, resentimiento y enojo. Le hacía sentir como si él fuera el responsable de todo. El chico sabía muy bien que ella era tan
responsable como él pero, ¿acaso importaba?
El problema era que su amada estaba furiosa, resentida, y no lo quería a su lado. Incluso apagó todas las luces para no verlo, y el
refugio quedó en la oscuridad total.
Se acostó y pensó en las implicaciones de la tremenda noticia. Iban a ser padres. Él iba a ser padre. ¿Qué significaba eso
Lincoln nunca había convivido con un bebé. Solo tenía una idea muy vaga sobre sus necesidades y cuidados. Tenía alguna noción
de que tendrían que estar pendientes todo el tiempo, cuidarlo, educarlo, y hacer todo lo necesario para que creciera sano y feliz en
ese mundo devastado. Un compromiso permanente que lo uniría de por vida con su amada Lori.
También sabía que a ella le tocaba la parte más difícil: llevar al niño en su cuerpo, cuidarse mucho, y traerlo al mundo cuando fuera
el momento. Su cuerpo cambiaría, tendría malestares, y había cierto peligro en todo ello. Pero fuera de eso, no sabía nada más. El
mundo de las madres y los bebés era un misterio casi completo para él.
Lo que sí sabía, era que estaría para cuidar y ayudar a Lori en todo lo necesario. Siempre estaría a su lado, y ahora más que nunca.
Aprendería todo lo que tenía que aprender. Haría todo lo que tuviera que hacer. Y si todo eso le provocaba miedo, lucharía contra él
como siempre lo había hecho.
Estos pensamientos le provocaban emociones y sensaciones muy extrañas. Parecía algo muy malo y limitante, pero a la vez lo hacía
sentirse lleno de una energía y seguridad inexplicables. Una sensación de fortaleza que surgía de su cuerpo y era difícil de contener.
¡Cómo le gustaría poder transmitir esa sensación a su amada Lori! La hermosa mujer que de alguna manera se había convertido en
su novia, y ahora era su... ¿esposa?
Bueno, eso no importaba. Lo que le importaba era que ella tenía miedo. Estaba sufriendo, y él no podía acercase. ¿Qué podía hacer
por ella, si no le permitía estar a su lado?
Nunca había estado en una situación semejante. Carol y Lindsay siempre lo querían a su lado, especialmente cuando estaban tristes
y enojadas. Pero Lori no.
Lo único que se le ocurría era dejarle su espacio. Que ella se acercara a él cuando se sintiera preparada. No se le ocurría nada más.
Era difícil y desesperante. Para lidiar con ello, su mente comenzó a divagar y hacer lo que mejor hacía: pensar en los aspectos
lindos de la situación. Se imaginó cargando al bebé, cambiándolo, jugando con él, dándole de comer...
De pronto, este pensamiento lo hizo saltar en su cama. ¿Tenían comida para bebés?
Sí sabía que, al principio, Lori era quién tendría que darle de comer. Pero el niño iba a crecer, y tal vez la leche de Lori no sería
suficiente.
¿Qué podía comer un bebé? Leche. Papilla. Galletas. ¿Tenían algo de eso?
Estuvo a punto de ir a verificar. Tal vez eso alegraría un poco a su amada. Encendería la pequeña lámpara que tenían siempre bajo
los colchones e iría a revisar todo el refugio, si era necesario. No molestaría a Lori hasta que estuviera seguro.
Antes de que pudiera hacerlo, escuchó un fuerte sollozo en la cama contigua y sonidos de pasos apresurados que venían hacia él.

Lori se sentó en la cama, y Lincoln escuchó su hermosa voz distorsionada por el llanto y la angustia.
- Linky... mi vida...


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Capítulo 32 : Miedo y esperanza
En la penumbra total, Lori buscó a tientas el cuerpo de su amado y se aferró a él con desesperación.
- Perdóname, mi amor -dijo en un sollozo-. ¡Perdóname! Sé que no es culpa tuya… No debí tratarte de esta manera
pero... ¡Tengo miedo! ¡Estoy muy asustada!
Lincoln no dijo nada. En cuanto la sintió, se acercó rápidamente y la abrazó con fuerza. Quería que ella sintiera su
presencia. Que se diera cuenta de que estaba allí, con los brazos siempre abiertos para recibirla. Nunca la había visto
tan vulnerable; ni alguna vez estuvimos tan cerca de morir de hambre. Aunque no podía ver su rostro, sentía su cuerpo
temblar; y la entendía muy bien. Era ella quien tendria que pasar por lo mas dificil, sin el apoyo de una mujer
experimentada que pudiera guiarla y ayudarla.
Se acostaron juntos y Lori se refugió en su pecho. Lincoln la estrechó y acarició su espalda y su cabello como sabía
que a ella le gustaba. Poco a poco la senti relajarse; pero se dio cuenta de que ella estaba llorando cuando sintió una
leve humedad en su camiseta.

La estrechó con más fuerza, mientras su mente trabajaba a toda velocidad. ¿Qué podía decirle ahora que estaban en
una situación en la que no podía ayudarla directamente? No podía llevar al bebé dentro de sí, ni tampoco cuidarse por
ella...
Cuando el relámpago de intuición lo iluminó, Lincoln se sintió aliviado y agradecido. Besó lo suaves y fragantes
cabellos de la joven, y acarició sus mejillas en la oscuridad.
- MI amor... No es culpa de nadie. Creo que ninguno de los dos pensamos en lo que podía pasar. Y si lo vemos así,
pues la culpa es de los dos. Pero, ¿sabes una cosa? Yo siempre voy a estar contigo, mi amor. Haré lo que sea
necesario. ¡Te ayudaré en todo! Dime lo que necesitas, y te lo daré. Siempre voy a estar ahí para ti, corazón.
- Gracias, Linky -repuso Lori, sintiéndose momentáneamente aliviada. Sin embargo, el alivio le terminó muy poco.
- Pero... ¡Nuestros aviones! Ahora no vamos a poder movernos a un lugar seguro, y con un bebé en brazos, lo vamos
a necesitar más que nunca. Quizá tengamos que dejar de entrenar. ¡No vamos a poder irnos en la primavera, mi amor!
Lori volvía a sollozar, y al ver el dolor de su amada, Lincoln tenía ganas de hacerlo también. Entendía que todo había
cambiado. Estaban en un terreno completamente desconocido, sin ayuda de nadie, y tendrán que confiar solamente
en sus instintos más primitivos para salir adelante...
¿O tal vez no?
- MI amor... Yo no sabía que en el refugio había pruebas de embarazo. Dime, ¿nunca encontraste entre los manuales
algo que hablara sobre los bebés y el cuidado de los bebés?
Estas palabras desconcertaron a Lori. En la oscuridad, ella intentó mirarlo. No entendía bien lo que Lincoln quería
decir.
- ¿Cómo?
- Bueno... sé que no es el mejor momento para decirlo, pero... Me dijiste que había manuales para muchísimas cosas.
No hay prisa. Podemos descansar y revisar en la mañana...
Lori por fin entendió, y no perdió un solo segundo. Una nueva esperanza nació en ella. Tomó la lámpara oculta bajo el
colchón y se levantó para encender la lámpara de butano y otra potente lámpara LED.
- ¿Lori? ¿Amor? -dijo el chico, sumamente desconcertado-. Ella había saltado de sus brazos, sin explicarle lo que se
proponía.
Lori volteó a verlo, mientras secaba sus lágrimas con el dorso de su mano. Le dirigió una tímida sonrisa y se acercó
para besarlo.
- Perdón amor. Es que estoy segura de que sí hay información sobre esto. ¡Ven ahora y ayúdame a buscar!
Sin esperarlo, Lori se fue corriendo al estante donde estaban los manuales. Lincoln tan solo se calzó los tenis y,
cuando la alcanzó, la muchacha lo recibió con un fuerte abrazo y le llenó la cara de besos.
- ¡Eres un genio, mi vida! ¡Aquí está! No lo había leído, porque nunca se me ocurrió que pudiéramos necesitarlo.
¡Vamos! No quiero perder un segundo más.

***
Aquella noche durmieron muy poco. Terminaron encontrando por lo menos dos manuales más llenos de información
valiosa sobre el cuidado del bebé, los cuidados de la madre durante el embarazo y el parto, y un compendio de
atención al parto fisiológico en una gran variedad de situaciones.
Estaban maravillados. Los constructores del refugio de verdad habían sido personas muy precavidas. Si no hubieran
estado tan desesperados y asustados, seguramente hubieran encontrado mucho antes aquel material. Después de
todo, si había pruebas de embarazo, ¿no era lógico que existieran los manuales y las cosas necesarias para atender a
un bebé?
Así, mientras Lori leía, Lincoln encontró ropa, alimentos, fórmulas lácteas, pañales, biberones y toda clase de artículos
para bebé. Estaban bien escondidos en cajas rotuladas, envueltos en bolsas de plástico, aparentemente bien
esterilizados y ocultos en la parte superior de los armarios de metal. Si no hubieran tenido necesidad de buscarlos,
difícilmente los hubieran encontrado.
Lori se puso muy alegre por el descubrimiento. Ella encontró también mucha información valiosa, y comenzaron a leer
juntos. Descubrieron con alegría que lo primeros meses de gestación podían ser bastante seguros como para que ella
siguiera entrenando. Los problemas verdaderos empezarían alrededor del quinto o sexto mes, que era cuando Lori
podía ver limitada su movilidad. Sin embargo, también se enteraron con sorpresa de que una mujer bien entrenada
podía seguir siendo muy activa, e incluso hacer el amor prácticamente hasta el final de su embarazo; siempre y
cuando tuviera cuidado con no presionar su barriga.
- ¡Quién lo hubiera creído! -dijo Lincoln, sin dar crédito a lo que leía.
- Mmm... -susurró Lori, mientras pensaba-. Creo que todo esto es cierto, corazón. Ahora que recuerdo, mi mamá,
cuando estaba embarazada de Luan y Lynn, hacía ejercicio hasta que ya se le veía su barriga. Es más, después de
eso, recuerdo que salía a caminar con papá. ¡Ji, ji! -la muchacha sofocó una risita-. Creo que a papá no le gustaba
mucho, ¿sabes? Pero iba con ella porque la amaba mucho, y no quería que hiciera ejercicio sola.
- ¿Y a tu mamá le iba bien con eso? -dijo Lincoln, dudando todavía.
- ¡Claro que sí! De hecho, no tuvo problemas con ninguna de nosotras, por lo que sé. Ni tampoco con el embarazo de
mi hermanito. Tú sabes...
Lincoln asintió, y acarició los hombros de su amada. A pesar del tiempo, ella no podía evitar sentirse triste al recordar
al hermanito que nunca conoció.
La muchacha sintió la caricia y cubrió la mano de Lincoln con la suya. El muchachito le sonreía, y Lori se sintió
verdaderamente confortada.
- Lo vamos a lograr, ¿verdad amor? -dijo ella, mirándolo intensamente.
- Claro que sí, mi vida -dijo Lincoln, abrazándola por la espalda -. Yo estaré contigo para cuidarte. Haré todo lo que
pueda hacer para que tú y nuestro hijo estén muy bien.
- Lo sé mi vida. Solo... Hazme sentir eso siempre, corazón. ¡Ayúdame a sentir que saldremos adelante! Por favor...

- Eso ni siquiera tienes que pedirlo, mi cielo. Claro que estaré contigo. Te cuidaré y te animaré. ¿Sabes? Te parecerá
extraño, pero... casi puedo sentir a nuestro bebé en mis brazos.
Al oír esto, los ojos de Lori se llenaron de lágrimas. Se aferró a los brazos de Lincoln y lo miró.
- ¿De verdad, mi amor?
- De verdad -respondió Lincoln, y se acercó para besar sus labios.


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Chapter 33: Nuevos planes
- Bien, entonces tenemos que hacerlo de la siguiente manera. Faltan dos meses para que terminen las nevadas y los
fríos extremos. Para ese entonces, vamos a tener tres meses de embarazo. El Monte Spruce está a 173 kilómetros, y
si nos mantenemos bien, podemos llegar allá en seis días sin tener que forzar la marcha. El problema es el agua, pero
ya veremos cómo se resuelve. Lo cierto es que no podemos ir empujando un carrito otra vez.
Lincoln escuchaba atentamente, tratando de encontrar el menor indicio de falla en la lógica de los planes.
Los últimos tres días habían reducido un poco la intensidad y la duración de su entrenamiento. En ese tiempo, el
cuerpo de Lori había respondido muy bien. Paso un par de días más con arcadas durante las comidas, pero su
organismo empezó a normalizarse y adaptarse a sus nuevos niveles de gonadotropina coriónica. Las arcadas
desaparecieron, y su humor mejoró mucho.
Lincoln la vigilaba, pendiente del menor cambio de su salud y su carácter. Los manuales tenían listas de signos y
síntomas que indicaban riesgos para el embarazo. Se los había aprendido de memoria, y los buscaba constantemente
en el semblante y el cuerpo de su amada. Estaba un poco aprensivo en lo que concernía a ella, pero no podía evitarlo.
Después de todo, era su mujer; y llevaba a su hijo en su interior.

- Una vez que lleguemos allí, todo será más sencillo -continuó la muchacha-. Seguramente tendremos que buscar con
cuidado. Yo pensaría que tenemos que llevar solamente los reemplazos de comida, mazapanes, chocolate para ti, y
las vitaminas para un mes o mes y medio, por lo menos.
- ¿No pesarán demasiado las maletas?
- Para eso nos estamos entrenando, amor. Y por eso nos tenemos que ir tan pronto como mejore el clima.
Lincoln asintió, pero no estaba nada convencido. Afuera había casi un metro y medio de nieve, y había una tormenta
fuerte por lo menos dos veces por semana. En cambio, el refugio estaba caldeado; perfectamente seco y seguro. Los
sistemas de ventilación funcionaban a la perfección, y era muy sencillo regular la temperatura con los filtros y las
puertas.
- ¡Qué lástima que no podamos quedarnos! -dijo Lincoln, involuntariamente-. Es un lugar muy bueno para cuidar a
nuestro niño.
Lori lo miró, un poco preocupada y un poco molesta.
- Ya hemos hablado de eso, corazón. Ya sabes que en este lugar estamos indefensos.
- Lo entiendo, pero... ¿Qué garantías hay de que encontremos algo en el monte Spruce? ¿Tu abuelo te dijo
exactamente lo que hay? ¿Lo que podemos buscar?
Lori se quedó sin palabras. Antes de saber que estaba embarazada, daba por sentado que algo encontrarían, casi
como si fuera un dogma de fe. Viendo que Lori no respondía, Lincoln aprovechó para externar la preocupación que
tenía casi desde el principio del viaje.
- Piénsalo, amor. ¿Qué es lo que vamos a buscar? Ahora todo es distinto: ya no nos podemos arriesgar como
antes. Estás embarazada.
Aquello tampoco se discutía. Ya estaban completamente seguros del embarazo. Al día siguiente de que lo
descubrieron, Lincoln se dio cuenta de que las pruebas estaban caducadas desde hacía años. Pero investigando en
sus manuales encontraron que las pruebas caducadas daban falsos resultados negativos, nunca falsos positivos; a
menos que la orina estuviera contaminada, o que la mujer estuviera tomando medicamento. Ninguna de las dos cosas
se aplicaba a Lori. Además, fueron seis pruebas y no solo una. La probabilidad de error se acercaba a cero.
Al final, Lori tuvo que reconocerlo: no tenía idea de lo que debían buscar.
- Él siempre me habló de un campo de entrenamiento y una base. Y creo que mencionó algún bunker o refugio como
este. Seguramente mejor que este, porque fueron construidos por personal del Ejército y la Armada. Si tenemos que
pensarlo... Seguramente estarán en el interior de la montaña. Cerca de la cima. Tiene que ser un lugar sencillo de
defender.
- Bueno... Yo no sé de eso, Lori. Pero, ¿por qué no podría estar bien oculto en la base de la montaña? ¿O en un
subterráneo muy difícil de localizar?
Lori volvió a callar, y a pensar muy intensamente.

- Es cierto. Nos podría llevar mucho tiempo encontrar algo. Por eso me parece que deberíamos llevar suficientes
provisiones, aunque suframos por el peso. Creo que tendremos que utilizar el juego de pesas que encontramos hace
semanas para ponernos más fuertes.
- ¡Pero no puedes cargar eso, amor! -exclamó Lincoln-. Piensa en ti. ¡En el bebé!
Lori suspiró. Comenzaba a sentirse frustrada.
- Bueno, ¡pues entonces haz ejercicio tú! Tú podrías cargar más que yo. Creo que nos hará bien hacer algunos
ejercicios adicionales de marcha forzada en la nieve, cuando no haya tormenta. Así soportaremos caminar más
tiempo, y podremos hacerlo más rápido.
Lincoln suspiró. Era uno de los ejercicios más agotadores que Lori había concebido. Y uno de los que más insistía en
que hicieran.
- De todos modos, creo que haríamos bien en ir pensando dónde podría haber bunkers ocultos en el Monte Spruce. Y
también, cómo podríamos encontrarlos...
De nuevo se quedaron silenciosos, Lincoln no se sentía tranquilo. La verdad era que no tenía idea de cómo podrían
hacerlo. Eran problemas que jamás había tenido, y por lo mismo nunca había pensado en ello. Sabía encontrar
puertas trampa, pasadizos y almacenes ocultos; pero dudaba que el ejército hiciera refugios que pudieran encontrarse
con los métodos que él conocía. Seguro que estaban ocultos con medios sutiles, sobre los que no tenía la menor idea.
Él tenía otra idea de lo que podían hacer. Quizá era el momento oportuno para contárselo a Lori.
- Amor. ¿Y si pudiéramos hacer otra cosa?
- ¿Otra cosa? -repitió la chica, desconcertada-. ¿Cómo qué?
- Bueno, nuestro problema es la seguridad, ¿no es cierto? Si este refugio tuviera las condiciones adecuadas
podríamos quedarnos aquí, ¿verdad?
La joven asintió, y empezó a imaginarse lo que Lincoln pretendía proponer.
- ¿Y si encontráramos un lugar seguro para hacer un refugio? Podríamos acarrear las provisiones.
Lori negó con la cabeza.
¿En dónde íbamos a hacer el refugio? No conocemos el terreno, ni los alrededores. ¿A qué distancia podría quedar el
refugio? ¿Cuántas vueltas tendríamos que dar para acarrear todo? En cuestión de meses, yo ya no podré acarrear ni
siquiera una cubeta de nieve.
- Podría hacerlo yo... -comenzó Lincoln, pero ella lo interrumpió.
- ¿Y dejarnos solos, amor; a mí y al bebé? ¿Y si le pasa algo a uno de nosotros mientras el otro no está? Sé que yo
me podría defender incluso estando embarazada; pero estaría angustiada todo el tiempo pensando en que podría
pasarte algo.
Aquello no le gustaba a Lincoln, pero comprendió el punto de Lori.

- Maldita sea. ¿Por qué todo tiene que ser tan difícil? -pensó.
- Pero... Tu idea tiene mérito, corazón -dijo Lori, después de pensar un poco-. Cerca del monte Spruce había bosques
frondosos. Eso me decía mi abuelo. Es posible que haya un lugar adecuado para hacer un refugio provisional. Si
pudiéramos acarrear provisiones solo para un año...
Lori apoyó la barbilla sobre sus puños y se sumergió en sus pensamientos. Lincoln jamás la había visto tan
concentrada, y no hizo el menor intento por interrumpirla.
- Según lo veo -dijo al fin-, podemos hacer lo siguiente: en dos meses viajamos al Monte Spruce. Vamos a preparar
maletas con todo lo que podamos necesitar. Nos daremos un mes y medio máximo para ir y regresar, si es que no
encontramos nada. Y mientras, iremos buscando un lugar adecuado para un refugio temporal. Así tendremos un año
para que nuestro bebé nazca, se ponga fuerte, y podamos intentarlo de nuevo, o acarrar más provisiones. ¿De
acuerdo?
Lincoln sonrió. Era bueno sentir que tenían alternativas.
Se acercó a la muchacha y la abrazó por la espalda. Estaba mucho menos tensa que hacía unos días. Menos que
hacía un rato, incluso. De seguro a ella también le relajaba contar con alternativas.
Guiado por un súbito impulso, Lincoln le dio un beso en la base del cuello. Lori se estremeció, y toda la piel de su
cuello y sus brazos se erizó. Estiró los brazos para tomar la cabeza de Lincoln y lo besó profundamente en la boca.
Hacía días que no se besaban así; desde la noche en que se enteraron de su embarazo. Ahora, más relajados, podían
por fin permitirse sentir el amor y la pasión que se guardaban. Sus cuerpos reaccionaron, y Lori sintió claramente la
dura erección del muchacho contra la parte superior de sus nalgas.
- ¿Te gustaría que hiciéramos el amor, mi vida? Después de todo, ya ocurrió lo que podía ocurrir.
La chica soltó una risita y comenzó a quitarse la delgada camisa de algodón, mostrando a su amado su soberbio
cuerpo y el borde inferior de sus magníficos pechos.
Lincoln ni siquiera pensó en resistirse. Lo deseaba tanto como ella.



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Capítulo 34 : Invasores
Los dos meses siguientes transcurrieron rápidamente. Lori y Lincoln no perdieron tiempo. Con sus planes ya elaborados,
procedieron a refinar cuidadosamente todos los detalles de su expedición. Revisaron muchas veces sus listas de necesidades para
elegir lo que llevarían a su viaje. Las armas y alimentos eran fundamentales, y los mapas los convencieron de que no necesitarían
reservas de agua. La montaña estaba cundida de arroyos, y pronto se dio cuenta de que a las nevadas siguió una época de lluvia
moderada, pero constante. El papel filtro y las pastillas potabilizadoras serán necesarias.
Lincoln insistió en que él podría llevar una bolsa adicional con diez kilogramos de alimento de buena calidad para Lori, pero ella
rechazó rápidamente la idea. Además de las maletas, el peso de las armas y las municiones ralentizaría demasiado la marcha. Como
no sabían lo que iban a encontrar, era necesario llevar armamento suficiente y eficaz. Además de sus pistolas, tenían dos fusiles de
asalto AKM y una pequeña dotación de granadas de mano. Lori, como combatiente experimentada, confiaba más en la rapidez y la
discreción que en el resultado de un enfrentamiento armado. Además, el hecho de no llevar carrito les facilitaría esconderse o
esconderse entre las zarzas y los troncos de los árboles muertos.

Lori no permitió que aminoraran la intensidad de sus entrenamientos. Al contrario, ella y Lincoln se sorprendieron mucho de
ella pareciera tener más fuerza y resistencia que nunca. En uno de los manuales se enteraron de que incluso las atletas profesionales
pudieron competir hasta con cuatro meses de embarazo, si no se presentaron complicaciones. Lincoln no daba mucho crédito a esta
información, pero Lori insistía en que se sentía muy bien. Tenían que aprovechar ese periodo de tiempo para muscularse y llegar sin
demora al Monte Spruce.
***
- Todo está listo, corazón. En dos días más partiremos. Ayer fue nuestro último día de entrenamiento. Por ahora, debemos
dedicarnos solamente a comer y descansar.
Lincoln iba a decir algo, pero la mirada sugestiva de Lori lo detuvo. Era evidente que estaban pensando lo mismo.
El embarazo de Lori se notaba poco: apenas una ligera comba en su vientre normalmente plano. Su apetito había experimentado
poco y, siguiendo las indicaciones de los manuales, intentaba controlarse. Ya sabía que no era prudente aumentar rápido de peso
durante los primeros cinco meses de la gestación. Gracias a la enorme paciencia de Lincoln, la joven logró controlar su carácter
para evitar peleas y discusiones entre ellos.
- ¿Quieres descansar un rato, mi vida? - dijo Lincoln. Aunque su mirada denotó a las claras que no quería acostarse precisament
descansar.
- Primero chequeamos por última vez nuestra lista. ¿Estás de acuerdo? Luego saldré a dar una mirada por los alrededores, y
descansaremos todo lo que tú quieras.
Lincoln se percató muy bien de la entonación de la última frase de Lori y la coquetería con la que le guiñó el ojo. Sonrió para sus
adentros. Ya sabía que ser complaciente con ella le traía enormes recompensas casi de inmediato.
- Maletas con provisiones y prendas de abrigo...
- Ya.
- Fusiles de asalto con cargadores.
- Ya.
- Pastillas potabilizadoras, antiradioactivas y papel filtro.
- Ya.
- Granadas de fragmentación, aturdidoras y de conmoción.
-Ya.
- Munición para pistolas.
- Ya. En las cangureras y los cinturones.
- Protectores para ojos, boca y oídos.

- Ya.
- Medicamentos y antisépticos...
Así siguieron hasta que estuvieron seguros de que tenían los pertrechos necesarios. La carga era bastante pesada, pero se habían
entrenado para soportarla durante horas; recorriendo cuatro o cinco kilómetros cada vez. Un breve descanso cada hora les permitiría
cubrir su meta de 30 kilómetros al día, aunque tuvieran que ir contra el viento y la lluvia.
- Bien. Parece que todo está listo. A medida que nos acerquemos al Monte Spruce, los vientos aumentarán de intensidad. Debemos
estar listos con los lentes y los cubrebocas. Si nos sentimos bien, los primeros días intentaremos cubrir más de los 30 kilómetros
programados. Los últimos días, con el camino cuesta arriba, tendremos suerte si podemos caminar más de diez.
Lincoln asintió. Curiosamente, en los últimos días se sentía mucho más ansioso por partir, aunque no tenía idea del por qué. Quizá
estaba aprensivo con el embarazo de Lori, pero se imaginaba que era el mejor momento para irse. La salud de los dos era óptima, y
aparentemente también la del bebé. Estaban bien entrenados y las nevadas habían cesado para dejar lugar a las lluvias suaves de las
últimas horas de la tarde y la noche. Aparte de todo, quizá era una impresión suya; pero le parecía que el sol iluminaba un poco
más, y que el frío era menos agobiante que en los años anteriores.
Lori, en cambio, parecía más nostálgica y preocupada por dejar aquel lugar. Al principio, Lincoln pensaba que era por la protección
y el refugio que proporcionaba; los alimentos y el cobijo para ellos y el bebé. Pero en realidad no se trataba de eso.
- Es qué... Aquí fue donde nos descubrimos, amor. Aquí conocimos lo que somos, aquí dimos rienda suelta a nuestro amor... y aquí
concebimos a nuestro bebé. ¿Entiendes por qué este lugar representa tanto para mí? Y quizá jamás regresemos...
Lori se abrazó a él, y se permitió derramar unas lágrimas. Fue tan solo un breve momento de debilidad: ella comprendía incluso
mejor que él la necesidad de emigrar. La tristeza y el dolor por la partida fueron pasajeras, y pronto estaban refinando los últimos
detalles.
Cuando terminaron de verificarlo todo, Lori ya se disponía a hacer la ronda por los alrededores; pero Lincoln se ofreció a ir en su
lugar. La muchacha no opuso resistencia, y le dijo que prepararía café y unos bocadillos para tomar antes de acostarse.
Lincoln salió por la puerta trampa y exploró todo el pueblo a ras de piso. No había el menor rastro de nieve: apenas una suave brisa
y el piso cubierto de humedad. Dirigió una mirada cuidadosa en dirección al sol, y en efecto le pareció que el día estaba más
luminoso que de costumbre. El cielo estaba menos negro, y las nubes menos cargadas.
El chico sonrió. ¿Significaría eso que la Tierra dejaría de ser negra otra vez? ¿Habría nuevamente una oportunidad para la luz y la
vida?
Tal vez tomaría unos años para que el polvo y la ceniza de la estratósfera se depositaran nuevamente en el suelo; pero quizá él, Lori
y su bebé seguirían vivos para verlo. Quizá habría un renacer. Una nueva esperanza y la promesa de vida nueva en aquel mundo
devastado.
Sonrió nuevamente. Por ahora, aquella era solamente una esperanza de futuro. En el presente todavía tenían que luchar por
sobrevivir. Y más ahora, que pronto serían tres.
Subió al techo de la azotea. En ese día despejado de seguro podría ver más lejos. Tomó los potentes binoculares y oteó en todas
direcciones. Cuando miró por el camino del occidente, sintió la terrible punzada del miedo.
Observó las volutas de humo, y después el camión que parecía acercarse. Todavía no estaba tan cerca: quizá a unos cinco

kilómetros; pero tendría que pasar por el pueblo, no había otro camino por aquellos lugares. A menos que se regresaran, tendrían
que quitar los desechos del camino para despejarlo; y quizá querrían revisar el pueblo para buscar cosas de utilidad.
Lincoln dejó los binoculares y se precipitó escaleras abajo. No había tiempo que perder. Aun andando tan lento, el camión estaría
allí en menos de diez minutos.


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Capítulo 35 : Ataque sorpresa
- ¡Malditos bastardos! ¡¡Malditos sean!! -gritó Lori.
La muchacha estaba fuera de sí. Lincoln no recordaba haberla visto tan enojada. Desfigurado por la tremenda ira, su
hermoso rostro resultó intimidante.
- ¿Quieres decir que los conoces?
- ¡Claro que los conozco! Pensé que habíamos acabado con ellos hace años, cuando asolaban los restos de Royal
Woods; pero ahora veo que nos equivocamos. Debe haber muchos de ellos, en varios lugares. ¡Ve tú a saber dónde
diablos se han estado escondiendo!
- Y... ¿cómo sabes que son ellos? - Lincoln preguntó con precaución.
Lori le pasó los binoculares.

- ¿Ves las camisolas naranjas que traen sobre sus harapos?
- Sí.
- Según mi abuelo, antes se utilizaban para que los automóviles te vieran y para evitar atropellamientos. Ahora son
algo así como su uniforme de batalla. ¡Estos idiotas nunca han estado bien trastornados! Después de todos estos
años, no entienden que esas porquerías facilitarán localizarlos de noche. Pero no hay que subestimarlos: algunos de
sus tiradores son muy buenos, y son tan brutales como los que iban en el auto. Si se limita aquí, tenemos que acabar
con ellos de inmediato.
- Pero... ¿qué pasó aquella vez? What...
Lori le puso una mano sobre la boca.
- Escucha, querido: no hay tiempo para explicarte. Si tenemos que acabar con esos malditos, no puede quedar vivo ni
uno solo de ellos. Si vienen para acá, es porque estos pueden haber más de ellos en cualquier otra parte. Tenemos
dos minutos para decidir lo que haremos y prepararnos, ¿entendiste?
Lincoln miró de nuevo hacia el camión. Ya no necesita los binoculares para distinguir a los tipos que viajan parados en
las defensas y los guardafangos. No alcanzaba a distinguir sus rostros todavía, pero sí las armas que cada uno llevaba
colgada del hombro.
No pudo evitar sentirse angustiado y temeroso; pero cuando vio la mirada de determinación de Lori y grabó que ella
estaba embarazada de su hijo, sus emociones empezaron a cambiar. Sin importar lo que le hicieron en el pasado, ya
no pudo darse cuenta del lujo de ser un cobarde. No se traía de su vida: se traía de su esposa y de su hijo. Apretó los
puños y respiró profundo.
- Muy bien. ¿Cuál es el plan?
- Parece ser solo un camion. ¿Cuántos te parece que vienen en él?
Lincoln tomó los binoculares e hizo un conteo rápido.
- Trece.
- Te olvidas de los que van atrás del director. Según yo, hijo membrillo.
Lincoln volvió a mirar. Lori tenía razón: eran quince.
- Bien. Seguramente van a bajar tres o cuatro de ellos para ir despejando el camino. Si bajan más, o alguno de ellos
empieza a caminar hacia las casas, los vamos a atacar. Dispárale a cualquiera que camine hacia las casas,
¿entendido? Mátalo, y luego tápate los oídos. Yo lanzaré una granada de aturdimiento. Van a quedar incapacitados, y
podremos cocerlos a balazos fácilmente. Si los que están adentro no salen del camión, yo les lanzo una granada de
conmoción por la ventana.
Lincoln se detuvo un instante para asimilar todas las instrucciones de Lori. El plan era simple y sencillo...
Aparentemente.
- Utiliza las pistolas, tu puntería con ellas es perfecta. ¡No vaciles en disparar, Lincoln! Nos estamos jugando la vida,

¿comprendes?
El muchacho asintió de nuevo. Solo tenía una leve duda.
- ¿Cómo lograrás que la granada caiga dentro del camión? Podría quedar un poco lejos para... ¡Oh!
Lori no respondió. Tan solo le enseñó la larga tira de tela que utilizó para envolver la granada.
- David contra Goliath -pensó Lincoln. Y a pesar de lo dramático de la situación, no pudo evitar sonreír.
Lori lo miró, mientras el camión se encaminaba hacia la calle principal del pueblo.
- ¿Estás nervioso? -preguntó.
Lincoln no hubiera querido confesarlo, pero terminó por asentir. Lori le sonrió.
- Qué bien, mi vida -dijo, sin ironía-. Eso significa que estás listo. ¡No olvides el plan y no vaciles en disparar!
***
La carnicería no tardó en comenzar.
En cuanto los tripulantes del camión se dieron cuenta del estado de las calles, cuatro de ellos se bajaron del camión y
se pusieron a remover escombros. Trabajaban con bastante eficacia, y pronto estuvieron a menos de veinte metros del
refugio de Lori y Lincoln. De súbito, uno de ellos se acercó al conductor y este afirmó con la cabeza. Detuvo el motor
del camión, y el resto de los hombres se bajó de las defensas y los guardafangos. Uno de ellos comenzó a acercarse a
las casas.
Lincoln observaba la escena con creciente aprehensión. No quería disparar, aunque supiera que debía hacerlo. Lori se
volvió para mirarlo, y Lincoln se percató de su mirada de preocupación.
En preciso instante, cundo Lori lo veía tan preocupada, todo cambió para el chico peliblanco. Le pareció que una parte
desconocida de su ser se apoderaba de su cuerpo y comenzaba a controlar sus actos. Desde el fondo de su estómago
sintió una oleada de energía que lo recorrió por entero y lo llenó de una determinación desconocida. Guiado
completamente por ese instinto, su dedo se dirigió al gatillo. Hizo un disparo perfecto que vino a alojarse justo en la
cabeza de aquel individuo.
Los demás oyeron la detonación, pero se quedaron sin tiempo para reaccionar. Lori Lanzó inmediatamente la granada
de aturdimiento, y ambos se taparon los oídos con todas sus fuerzas. El destello cegador y los 170 decibeles de la
explosión hicieron que todos aquellos hombres sintieran que unas pinzas atenazaban su cerebro y destruían sus
tímpanos. Quedaron tan incapacitados, que ni siquiera percibieron cundo los primeros de ellos comenzaron a caer por
los disparos de sus enemigos invisibles.
Gracias a sus precauciones, Lori y Lincoln resistieron el estruendo. Enseguida tomaron sus pistolas para abatir a
cuantos enemigos veían. Lori mató a cinco de ellos con muy buena puntería, pero la eficacia de Lincoln con el arma
era absolutamente letal. Seis tiros, seis muertos. Ni siquiera tuvo que utilizar un cargador completo para acabarlos.
Durante el brevísimo tiempo en que todo ocurrió, Lincoln experimentó un cambio que jamás hubiera creído posible.
Sintió una especie de euforia salvaje; una sensación arrolladora que lo llenó de placer y energía, y que se reforzaba

con cada individuo que caía muerto ante los tiros de su pistola. No sabía lo que ocurría, nunca había sentido algo
semejante: era algo que estaba demasiado oculto dentro de su alma. Algo que llevaba en su sangre y nunca se
manifestó, porque nunca estuvo en una situación tan propicia como esa.
El instinto asesino. El placer de matar.
Dos de los que quedaban en el camión trataron de escapar por las puertas. Lincoln y Lori mataron a uno cada uno. El
último hombre que quedaba cerró la puerta e intentó echar a andar el camión, pero fue demasiado tarde para él. Lori
ya había quitado el seguro de su granada y se preparaba para lanzarla con la ayuda de su honda improvisada.
Lincoln la miró, y se dio cuenta de que su amada se mordía los labios en un rictus de satisfacción.
También le gustaba matar, acabar con sus enemigos.
El tiro fue perfecto, y tan bien calculado que la granada atravesó el cristal menos de un segundo antes de estallar.
El camión saltó en pedazos. Era evidente que nadie había sobrevivido a la letal explosión.
***
Cuando todo estuvo en calma, Lincoln y Lori bajaron extremando precauciones. No tardaron en constatar que había
quince cadáveres, incluyendo el que se calcinaba entre los restos incendiados del camión. La amenaza había sido
conjurada... Por el momento.
- Cambio de planes, mi amor -dijo Lori con gravedad-. No sabemos si hay más de esos bastardos, y podrían venir en
unos cuantos días. Al menos, no bajaron del Monte Spruce; pero si se les ocurre ir hacia allá, tendremos muchos
problemas en el camino. Vigilaremos durante todo el día, y partiremos mañana después del desayuno.
Lincoln asintió. Ahora que había participado en su primera batalla real, su percepción de las cosas había dado un salto
cuántico. No podían confiar siempre en que la suerte les fuera tan favorable. Todavía les esperaba una severa lucha
por la supervivencia. Lori tenía razón: nunca podrían regresar a ese refugio.
- Debemos recoger los cadáveres y quemarlos u ocultarlos. Si estos malditos encuentran a sus camaradas muertos,
querrán vengarse a toda costa.
Así lo hicieron. La ingrata tarea les llevó varias horas. Tuvieron que soportar el peso y la horrible pestilencia de los
cadáveres. La única ganancia que sacaron, fue que cada uno llevaba una granada de mano similar a las que ellos
tenían.
- ¿No estamos gastando demasiado combustible? -preguntó Lincoln.
Lori negó con la cabeza, y Lincoln entendió inmediatamente. Si jamás iban a regresar, ¿para qué preocuparse?
Cuando terminaron y dispusieron de todo, ya había caído la tarde. Estaban tan cansados como si hubieran hecho su
primera jornada de camino.
- Es todo lo que podemos hacer, mi vida -dijo Lori, secando el sudor de la frente-. Vamos a bañarnos y descansar.
Mañana empezaremos un camino largo y desesperado.

Lincoln asintió. La tomó por la cintura y le dio un ligero beso en los labios.
Se encaminaron hacia el refugio. Los restos retorcidos del camión quedaron a la intemperie.
----------------
Bono especial: Fanarts dedicados a esta historia
A todos agradezco e interés que han tenido en esta historia a lo largo de su publicación. Sin embargo, creo que es un
momento oportuno para mostrar los fanarts a los que ha dado lugar. El primero de ellos fue realizado por el artista de
DeviantArt, Alejindio:

Fue el primer fanart que le dedicaron a esta historia, y en algún momento fue la imagen de portada. Sin embargo,
decidí retirarla por los desencuentros que llegué a tener con el autor. Desde aquí manifiesto mis más sinceros y
profundos agradecimientos, a pesar de que no nos hemos comunicado desde hace tiempo.
El segundo fanart fue elaborado por el dibujante REX REYES. Observen bien todos los detalles del lindo atuendo que
trae puesto Lori:

MIl gracias también a Rex por el hermoso y sugestivo dibujo.

Gracias también a todos los lectores. Sé que esto queda fuera de la historia propiamente dicha, pero creo que es una
buena oportunidad para rescatar y agradecer a quienes me han hecho el honor de dedicarme estas piezas de arte.


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Capítulo 36 : La segunda oleada
Lincoln nunca entendió por qué se le ocurrió poner el silenciador a la pistola.
¿Acaso ya presentía? ¿Tal vez un instinto desconocido lo obligó a tomar una precaución que en otras circunstancias
no hubiera tomado?
Nunca lo supo, y poco importaba. Gracias a ese capricho o precaución, tuvieron oportunidad de luchar.
La mañana siguiente, tras despertar, lo primero que hizo fue salir a inspeccionar los alrededores. Iba alerta, pero
nunca esperó que en la misma sala de la casa hubiera dos hombres armados revisando el lugar.
fortuna estaban distraídos, y no escucharon cuando la trampilla se abrió. La reacción de Lincoln fue inmediata. Dos
disparos, y ambos hombres cayeron muertos antes de saber lo que les había ocurrido.

Aún con el silenciador, Lori alcanzó a escuchar. Tomó su arma y se precipitó escaleras arriba, antes de que Lincoln
pudiera regresar.
- ¿Que Paso? - preguntó Lori en un susurro.
- ¡Hombres armados! - respondió Lincoln ansiosamente-. Maté a dos, pero quién sabe cuántos más puede haber.
Lori miró alrededor y vio inmediatamente los dos cadáveres. Llevó un dedo a su boca para indicar silencio, y dijo tan
suavemente como pudo.
- Hay que inspeccionar la casa. ¡Ya!
Lincoln sabía bien lo que tenía que hacer. Habían repetido ese ejercicio de entrenamiento muchísimas veces, y ya
tenían visibles las áreas de la casa que revisarían. Estaba nervioso pero determinado. Después de lo ocurrido el día
anterior, sabía que ya no volvería a vacilar para entrar en acción cuando fuera necesario.
Los dos conocían la casa como la palma de su mano. Tenía detectados todos los posibles escondrijos en los que se
podía medir a un hombre, y los revisaba rápida y minuciosamente. Terminaron en menos de dos minutos y se
recuperaron de nuevo junto a la trampilla.
- Tenemos que acabar con ellos. Logré asomarme por la ventana y vi por lo menos dos camiones. Trae el arsenal y
nos reunimos en el techo, tras nuestra casamata -dijo Lori.
Se dio un rápido beso en los labios y se precipitaron para cumplir su cometido.
Ninguno se atrevió a decirlo, y ni siquiera a pensarlo; pero los dos temían que quizá fuera la última vez que sus labios
se juntaban en vida.
***
Lincoln recogió las armas y las granadas de mano. Pensó en llevar los fusiles de asalto, pero al final los descartó para
llevar más cartuchos de las pistolas. Ambos tiraban mucho mejor con ellas. Regresó rápidamente y aseguró el búnker.
Sin importar lo que pasará con ellos, los invasores no debían tener acceso fácil a sus armas y provisiones.
Extremando precauciones llegó a la pequeña habitación del segundo piso a la que llamaban casamata. Una de sus
ventanas era lo suficientemente baja para espiar a los enemigos, y dificultaba mucho que pudieran detectarlos desde
la calle.
- Son tres camiones -dijo Lori, escogiendo las armas y municiones-. Eso quiere decir que hay cuarenta y cinco de ellos.
Ya mataste a dos, y al menos la mitad están dentro o cerca de los camiones. No podemos ni pensar en huir, amor. Si
queremos vivir, tenemos que matarlos a todos.
En realidad, Lincoln ya esperaba eso; pero aun así, tuvo que preguntar por qué.
- Porque no tenemos idea de dónde están. Tengo a la vista a menos de treinta. Los que quedan podrían estar en
cualquier sitio. Tenemos que asumir que todas las salidas están cubiertas. El barranco nos impide rodear las casas, y
con el peso de las mochilas seremos presa fácil. Podríamos escondernos, pero si descubren el refugio, no se irán de
aquí hasta que hayan acabado con todo lo que hay. Y volver abajo para buscar nuestras cosas y luego ir a
escondernos quién sabe a dónde sería una locura.

- Y además, los hombres que maté... - dijo Lincoln, sin terminar la frase.
Lori le acarició suavemente el rostro.
- Eso estuvo bien, amor. No había ninguna otra cosa que hacer. Fue una suerte que el arma llevará silenciador, pero
esos van a empezar a buscar a sus compañeros dentro de muy poco. En cuanto descubran los cadáveres, sabrán que
hay alguien viviendo en este pueblo, y lo voltearán por completo hasta dar con nosotros.
- Entonces, tenemos que ganarles y ya -dijo Lincoln, muy nervioso por lo que se avecinaba -. ¿Qué hacemos?
- Lo mismo. Primero, vamos a destruir sus medios de transporte. Luego, arrasaremos a balazos a todos los que
veamos. Pero esta vez, tendremos que hacerlo en dos frentes. Desde aquí no podremos ver a todos los que están
ocultos. En cuanto sus camiones estallen, uno de nosotros deberá bajar de inmediato y atacarlos desde el nivel de la
calle. Como estos tipos son tan estúpidos, saldrán de las casas en cuanto escuchen la explosión de los camiones. Allí
mataremos a la mayoría. Pero si nada más les disparamos desde arriba, se darán cuenta enseguida y se refugiarán.
Solo tendremos posibilidades de acabar con ellos con ese ataque doble.
- ¿Y quién los atacará desde abajo?
- Yo. Lanzaré dos de las granadas y bajaré de inmediato para atacarlos. Tú empieza a disparar tan pronto como las
granadas estallen.
Lincoln abrió mucho los ojos. Comprendió de inmediato lo que eso significaba.
- Pero eso significa que estarás expuesta. ¡Deja que lo haga yo!
- No, Lincoln. Lo haré yo, y no hay discusión al respecto. Tengo años de experiencia en la lucha callejera. Tú no.
- Pero...
- ¡Sin peros! -interrumpió ella, mirándolo con dureza -. Aquí no se trata solo de tirar y vigilar. Hay que moverse,
esconderse y luchar cuerpo a cuerpo, si es necesario. Eres bueno Lincoln, pero aquí no basta eso. Se requiere
experiencia, y no puedes vacilar ni por un momento.
- ¡Pero estas embaraza... -comenzó a gritar Lincoln, antes de que Lori le tapara la boca.
- ¡Cállate de una vez, maldita sea! -dijo entre dientes-. ¡Lo haré yo, y no se discute más! Se trata de salir vivos,
¿sabes? ¡Solo así tendremos oportunidad!
La chica lo miraba con dureza, pero para Lincoln era evidente que estaba muy afectada.
Tenía razón. Aquella discusión era improcedente. Los planes de Lori siempre eran buenos; esa vez seguro que no
sería la excepción.
- Está bien -cedió Lincoln-. Yo los mataré desde aquí, y tú desde abajo.
- Así es. Recuerda: mátalos a todos como ayer. Vigila los techos, alguno pudo haber subido y tratará de dispararte.
Lincoln asintió. Terminaron de preparar las armas y las granadas. Lori preparó su honda y ambos tomaron posición.

La joven dirigió una última mirada a su amado, y sintió una ola de aprensión. No pudo evitar hablarle una vez más.
- Linky... Amor. Si algo llegará a...
Se detuvo cuando se dio cuenta de lo angustiado que estaba. De alguna manera, comprendió que no era miedo por la
lucha que desatarian en unos cuantos segundos. Lincoln tenía miedo por ella. Por lo que podría pasarle en la peligrosa
misión que se autoimpuso.
¿Para qué atormentarlo más compartiendo sus temores? Tenía que estar lo más alerta y concentrado posible para
disparar.
- Todo va a salir bien, amor. ¡Haremos que salga bien! ¿Estás listo?
Lincoln no se sentía listo. Pero tomó su granada de mano y asintió de todas formas.
- Bien. Uno... Dos... ¡Ya!
Lanzaron al mismo tiempo. Cuando la granada de Lori abandonó su mano, tomó inmediatamente su honda, y lanzó
apenas un segundo antes de que los dos camiones estallaran.
Los tres tiros dieron en el blanco y acabaron con los camiones y sus tripulantes. Lincoln tomó sus pistolas y comenzó a
disparar en aquel caos de humo, llamas, emanaciones de gasolina, gritos de dolor, y confusión. Lori también tomó sus
armas, su bolsa de granadas y unos segundos después, atacaba a nivel de la calle


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Capítulo 37 : Batalla Callejera
Los invasores no tardaron mucho en reaccionar, pero para entonces, más de la mitad de ellos estaban muertos o
heridos más allá de toda ayuda. La onda expansiva de la explosión, potenciada por el combustible que llevaban
almacenado despidió a los tripulantes en una ola de fuego, humo, huesos rotos y carne quemada. Las esquirlas
mataron o incapacitaron a varios, y Lincoln y Lori no tuvieron problemas para rematar a los caídos.
Tal como la joven había previsto, la explosión hizo que muchos de los que habían entrado a las casas salieran a ver lo
que ocurría. Fueron lo suficientemente precavidos para no asomarse demasiado y quedar fuera del alcance de los
certeros disparos de Lincoln; pero nunca imaginaron que Lori estaba emboscada para eliminarlos tan pronto como
asomaban las narices por las puertas o ventanas.
Todos los enemigos visibles habían caído. Para entonces, varios de los invasores más experimentados en la lucha
urbana se dieron cuenta de lo que estaba pasando. Algunos lograron evadir los disparos de Lori y comenzaron a

contestar al fuego. Otros, que solo estaban heridos y tenían la presencia de ánimo para seguir luchando, disparaban al
francotirador oculto en el techo. Lincoln los iba detectando y eliminando conforme los descubría. Igualmente, terminó
con dos que empezaban a dispararle desde techos contiguos.
Conforme la batalla continuaba, los dos experimentaban nuevamente aquella sensación orgiástica y placentera que les
renovaba las energías y alejaba el miedo. Ya había más de treinta enemigos muertos, y el área estaba quedando
limpia. Fue en ese momento que la falta de experiencia traicionó a Lincoln, abandonó su posición segura para adoptar
una más expuesta, y quedó a la vista de los enemigos ocultos.
Sintió fuertes explosiones en las casas cercanas. Se asomó, y vio que Lori arrojaba granadas al interior, haciendo que
salieran más enemigos o que murieran en las explosiones. Logró abatir a dos hombres envueltos en llamas, antes de
que uno de sus enemigos lo detectara y lo atacará con algo mucho más peligroso que una pistola.
Por fortuna, se dio cuenta a tiempo del objeto que le lanzaron. Era una granada de mano muy parecida a las que ellos
utilizaban. La vio venir y apenas reparar evitar que lo golpee directamente. Rebotó en la pared de la casamata, muy
cerca de su ubicación.
Apenas la vio, se dio cuenta horrorizado de que era una granada de conmoción. Tuvo tiempo de correr tras la pared de
la casamata. Escuchó el estruendo de la explosión, y descubrió cubrir su cabeza con las manos antes de que los
cascotes lo enterraran.
***
Lori luchó con una determinación y fiereza que resultó desesperante para aquellos sujetos mal trastornados. La
muchacha no se estaba quieta ni un momento: se arrastraba, rodaba por el piso, cambiaba de dirección y era
aterradoramente certera con sus disparos. Por si fuera poco, un francotirador oculto en la azotea la cubría. Algunos de
los invasores que permanecerán decidirán ocultarse, y ya no trataron de atacar hasta que ella bajara la guardia.
Pero Lori destruyó inmediatamente sus ilusiones. Alguien pretendió utilizar una granada de mano contra ella, y Lori
alcanzó a esconderse tras un parapeto que resistió la explosión. Permaneció unos pocos segundos oculta y cuando
salió, contraatacó exactamente de la misma manera. Utilizó una honda para arrojar granadas a todas las casas y
convertir aquel pueblucho pestilente en un caos absoluto. La mayoría de los que quedaban salieron huyendo de las
explosiones y fueron abatidos a tiros.
En un momento, Lori tuvo necesidad de recargar sus armas, y un par de invasores aprovecharon la oportunidad para
acercarse y buscar un tiro franco. Sin embargo, ella los detectó, y disparó con tan buena puntería que acertó a las
propias manos de sus atacantes. Se preparaba para rematarlos, pero alcanzó a ver con su visión periférica a alguien
que se movía en un costado de su posición. Era un hombre que quitaba el seguro a una granada, y se preparaba para
lanzarla hacia el techo en el que Lincoln se refugiaba.
- ¡No! -gritó la muchacha, pero el individuo ya había lanzado. De poco sirvió que Lori lo abatiera, porque segundos
después, el artefacto hizo explosión y destruyó la casamata.
- ¡Maldito! -gritó nuevamente, furiosa y desesperada. Estaba tan fuera de sí que olvidó por completo a sus otros
atacantes. Uno de los que estaban desarmados se lanzó contra ella, y la sujetó fuertemente por la espalda.
El ataque sorpresivo la hizo perder sus armas, pero su reacción no se hizo esperar. Con un violento movimiento
proyecto sus caderas contra el bajo vientre de su atacante. El durísimo golpe con la parte más prominente de su
cuerpo provocó que la soltaran. Sin perder un instante, lanzó dos rápidos y contundentes codazos, el segundo de los

cuales rompió la mandíbula y dejó fuera de combate a su rival.
Apenas se deshizo de él cuando vio que estaban a punto de dispararle a quemarropa con su propia arma. El segundo
de los hombres que desarmó se acercó sin hacer ruido y logró recoger una de sus pistolas.
Lori se dejó caer al piso de inmediato, y con un movimiento de piernas enganchó a su enemigo y lo derribó. Con
agilidad felina se arrojó contra él, y le propinó fuertes golpes a la nariz. Lo hizo soltar el arma con una llave de
dislocación que descoyuntó sus dedos. El individuo nunca pudo gritar de dolor: Lori lo mató con dos disparos en el
pecho.
Un instante después, tuvo que rodar para esquivar por unos centímetros el disparo de un tercer atacante.
Probablemente no hubiera escapado del segundo disparó, pero el sujeto cayó abatido por un disparo proveniente del
techo contiguo. Sorprendida, volteó para ver la blanca cabellera de su amado.
Se puso feliz al verlo, pero enseguida se reconcentró: el trabajo aún no estaba hecho. Levantó su bolsa con granadas
y volvió al ataque; más decidida que nunca a convertir aquel maldito pueblo en una sucursal del infierno.
***
Por fortuna para Lincoln, la bien construida pared fue suficiente para amortiguar la explosión. Los cascotes que
cayeron sobre él no fueron suficientemente pesados para producirle contusiones o heridas de consideración. El grueso
abrigo que llevaba absorbió la mayor parte del daño, y sus manos alcanzaron a proteger su cabeza al precio de unas
cuantas escoriaciones.
Quizá hubiera tardado más en recuperarse del aturdimiento, pero alcanzó a escuchar el furibundo grito de Lori. El
humo y el polvo no le permitía ver gran cosa, así que se deslizó con cuidado hasta el techo contiguo. Aún tenía su
segunda pistola y un par de cargadores en sus bolsillos. Todavía podría pelear y ayudar a su amada.
Miró hacia las casas de enfrente y la vio sometiendo a balazos a un atacante, pero otro más se acercaba por su lado
ciego y estaba a punto de disparar. El individuo logró hacer el primer disparó, pero ya no pudo hacer el segundo.
Lincoln lo abatió con un tiro en la cabeza.
Se asomó con cuidado para verla bien. No era momento para comunicarse, pero supo enseguida que ella lo había
visto. La sonrisa de la muchacha le iluminaba el rostro.
Momentos después, mientras él se dedicaba a contar los muertos y a vigilar la aparición de más atacantes, Lori se
dedicó a fumigar con sus granadas todas las casas del pueblo.
***
- Cuarenta y cinco muertos -certificó Lori-. Creo que podemos tomar una comida y marcharnos.
- ¿No tienes frío? -dijo Lincoln, preocupado. Desde que comenzó el ataque, la muchacha llevaba solamente una
camiseta azul sin mangas.
- No, pero ya tengo todo listo. Debemos apresurarnos, cariño. Si llegaron más alimañas en el transcurso de la noche,
seguro que pueden venir más en cualquier momento.
- Si, corazón; tienes razón. Debemos irnos de aquí.

Se encaminaron a su refugio tranquilamente. Estaban cansados, pero satisfechos: todas las amenazas parecían
momentáneamente conjuradas. Después de contar sus cuarenta y cinco muertos, nunca se les ocurrió que alguien
pudiera haber sobrevivido al fuego de las granadas.
Ya estaban cerca de su refugio, cuando Lincoln oyó la detonación y sintió el aire que la bala desplazaba a su paso.
Luego, escuchó un golpe amortiguado y un gemido.
Volteó, y vio a Lori tendida en el piso; mientras un charco de sangre se formaba debajo de ella.


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Capítulo 38 : Es hora de partir
- ¡¡Lori!! -gritó Lincoln, y se precipitó para tratar de ayudarla. El segundo disparo falló apenas por un par de
centímetros, y se vino a incrustar entre los restos de la pared de una casa contigua.
Lincoln volteó y logró distinguir al atacante entre los escombros de las casas del lado contrario.
- ¡¡Maldito!! -gritó y disparó. Su bala se incrustó en el cuello del atacante.
Percibió un ruido detrás de él, y alcanzó a divisar a un francotirador asomándose por otra casa. No tuvo problemas
para abatirlo también. Mirando hacia todos los lados, Lincoln extremaba precauciones para acercarse y ayudar a Lori.
La muchacha gemía de dolor, pero ya se esforzaba por incorporarse. Ni siquiera el malestar pudo aumentar su instinto
de vigilancia.

- ¡Enemigo a las seis en punto! -gritó.
Lincoln giró sobre sus talones, dividió al atacante y lo abatió. Había hecho ese ejercicio de entrenamiento muchísimas
veces.
Miró hacia todos los lados tratando de encontrar algún otro invasor. Pero Lori, que ya había conseguido sentarse, le
dijo en un susurro.
- Ya no te preocupes, amor. Ese era el último. No tenemos nada que temer... ¡Ayy! Por ahora.
El dolor la hacia jadear. Lincoln se arrodilló junto a ella.
- ¿Cómo lo sabes?
- La polea del cabestrante... Estos camiones no... La tienen. ¡Auch!
Lori intentó mirarse las heridas. Sentía como un fuego ardiente en la parte posterior de su brazo izquierdo y en su
espalda.
Lincoln la revisada. La herida sangraba mucho y tenía un aspecto feo; pero por suerte era solo un profundo surco que
no había atravesado las arterias perforantes ni los nervios principales del brazo. El hueso también estaba intacto, pero
el sangrado era abundante.
Era imprescindible detenerlo. Con mucho trabajo, Lori se quitó la blusa y se la entregó a Lincoln antes de que él
pudiera protestar.
- Presiona muy fuerte sobre las heridas con esto, amor. ¡Aayyy!
La chica apretaba los dientes para soportar el dolor. Lincoln estaba tan asustado que obedeció sin oponerse. Lori se
había quedado completamente desnuda de la cintura para arriba, cosa que a ninguno de los dos les importaba en
aquel momento.
A pesar de lo que Lori había dicho, Lincoln permanecía vigilante.; listo para tomar el arma y contraatacar si era
necesario. Incluso le insistió a Lori para que se movieran y buscaran refugio, pero ella negó con la cabeza.
- No, Linky. Ya no hay más… te lo aseguro. Ni siquiera esos animales viajarán en el techo. Su única opción era el
cabestrante que estos camiones no tienen...
- Está bien, amor. Te creo -interrumpió Lincoln, en un intento por que la muchacha no se esforzara-. Vamos a detener
el sangrado, ¿sí?
Les llevó más de quince minutos, y la blusa quedó empapada de sangre. Según sus cálculos, Lori estimaba haber
perdido un medio litro, quizá un quince por ciento del total del volumen de sangre de su cuerpo. Además, su brazo
izquierdo quedaría casi inutilizado durante mucho tiempo.
La chica estaba consciente de que la situación era muy seria, pero prefirió no decir nada a Lincoln. Venían días
demasiado duros para los dos, y no valía la pena preocuparlo por algo que no podían remediar.

- Tendrás que traer las cosas, mi vida. Todo, incluyendo nuestras mochilas y nuestro arsenal. Trae solamente tu fusil
de asalto. Yo no podré manejar el mío.
- Pero, ¿no descansarás hoy, por lo menos? -dijo Lincoln, alarmado-. Tú herida... ¡La sangre que perdiste!
- Lincoln -objetó ella, tratando de que su voz sonara firme-. No tenemos idea de cuándo podrían llegar más de estos
malditos. No resistiremos otro ataque. Tenemos que irnos de inmediato y poner toda la distancia que podamos antes
de que acabe el día, si hemos de tener aunque sea la menor oportunidad de llegar al Monte Spruce. Nos guste o no,
es hora de partir, amor.
Lincoln se mordió los labios. Todo su ser se negaba a secundar a Lori en aquella idea descabellada; pero tenía que
aceptar que ella tenía razón. Por lo que sabían, estaban contra reloj; y era indispensable que se alejaran por lo menos
un par de kilómetros del pueblo.
Asintió, y apenas en ese momento percibió con claridad el estado de Lori. La muchacha temblaba de frío. Lincoln se
quitó de inmediato su abrigo y la cubrió con él. Lori se sintió reconfortada de inmediato. No era tanto que el abrigo le
quitara el frío, sino el aroma de su amado que lo impregnaba todo.
La joven sonrió tímidamente y sus ojos se nublaron. Ella misma se sorprendió por la intensidad de sus emociones.
¡Lincoln representaba tanto para ella! Había sido su protegido, su compañero, su amante... Y ahora, también el padre
de su hijo.
Extendió su brazo sano y lo tomó del cuello para besarlo. El chico disfruto el beso, pero se asustó un poco al sentir que
los labios de su amada estaban fríos.
- Perdóname, mi amor. Hubiera querido ayudarte, pero...
Lincoln le puso un dedo sobre los labios y volvió a besarla.
- Ni lo digas, amor. Sé que tú harías lo mismo por mí. Prometo no tardar, ¿vale? Aunque tenga que hacer varios viajes.
- Tráeme primero mi ropa, gasas y el antiséptico, ¿sí? Y algo de paracetamol para el dolor.
- ¿Paracetamol? ¿No sería mejor algún opioide?
Lori negó enérgicamente.
- Los opioides dañarían a nuestro bebé, mi vida. Nuestro niño tiene que ser sano para que los tres podamos sobrevivir,
¿me explico?
Lincoln asintió. Dejó dos pistolas cargadas a un lado de Lori y se fue corriendo.
***
Al final, necesitó tres viajes y algo más de una hora para reunir todo lo necesario. La curación de Lori fue difícil. El
antiséptico la hizo gritar de dolor, y tuvo que morder un pañuelo de tela para no lastimarse los dientes.
Lincoln hizo el mejor trabajo que pudo. Se sentía muy mal por hacer que su amada sintiera tanto dolor, aunque sabía
que era por su bien. No había nadie más que pudiera ayudarla, así que tuvo que resistir escucharla gritar y gemir.

Bajo la dirección de Lori, Lincoln colocó un vendaje para limitar la movilidad del codo, y tuvo que dejar libre una de las
mangas de su abrigo: no podía ponérselo sin dañar la herida o afectar el tosco vendaje.
Una vez que el analgésico hizo su efecto y hubo bebido agua, Lori se sintió mejor. La pérdida de sangre la había
debilitado; pero lo ocultó lo mejor que pudo, y le insistió a Lincoln en que debían irse cuanto antes. Ni siquiera quiso
comer algo. Apenas una barra de chocolate con leche para tener un poco de energía y recorrer un par de kilómetros
antes de sentarse a comer en forma.
Lincoln, además de todas sus cosas, echó en una bolsa siete paquetes de raciones militares y pastillas de fumarato
ferroso. Era una adición importante a su ya considerable carga, pero no permitió que Lori le discutiera al respecto. Ella
tenía que comer, reponer fuerzas, y algo de la sangre que había perdido.
Antes de abandonar el refugio, Lincoln se permitió echar una última mirada al sitio en el que había pasado varios de
los meses más intensos y felices de su vida. El lugar en el que su vida cambió para siempre. El sitio en el que pudo
liberar su dolor; en el que se hizo hombre, esposo y padre. Y en donde pudo fortalecerse para esa última jornada
desesperada.
Cerró la trampilla con el poderoso candado, y luego colocó granadas en lugares específicos de la casa. Quitó el seguro
a todas ellas y salió corriendo. La explosión debilitó las paredes y gran parte de la estructura se derrumbó, enterrando
bajo varias toneladas de escombro aquel querido rincón en un mundo muerto.
Lori no dijo nada. Tan solo asintió y abrazó a su amado. Lincoln lloraba, y pronto ella también lo hacía.
Habían recibido un regalo generoso, algo que hubieran estado encantados de compartir con otros como ellos; pero no
estaban dispuesto a dejarlo en manos de alimañas como quienes los atacaron. Aquellos individuos no merecían
sobrevivir; y estaban seguros de que los dueños originales del refugio hubieran estado de acuerdo con su proceder.


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Capítulo 39 : Debemos tener valor
Los días que siguieron fueron espantosos para los dos.
Aunque se esforzaba por ocultarlo, Lori estaba debilitada por la pérdida de sangre y por su embarazo. Las heridas le
dolan; el analgésico dejó de hacer efecto, y la carga que llevaba se sintió más pesada a cada paso. Lincoln, que ahora
tenía que llevar a cabo una parte de la carga que le correspondía a Lori, no estaba mucho mejor. Quizá soportaba un
poco más, pero iba pendiente de cada paso que ella daba y de cada obstáculo del camino. Buscaba evitar el máximo
posible de incomodidades a su amada, y por ello se cansaba más.
Tras la primera comida, se dio cuenta de que en aquel estado no pudieron recorrer más de un kilómetro sin tomar un
descanso prolongado. Al final de ese día no se habían alejado más de doce kilómetros, pero el camino había estado
muy quieto y silencioso. De cualquier manera, había restos de densos pinares a ambos lados del camino, y no tuvieron
dificultad en encontrar un sitio para descansar, a cubierto de cualquier mirada enemiga.
Por fortuna, a pesar del dolor, Lori pudo dormir muy bien aquella noche. Lincoln no pudo le apósito de la herida, pero la

bañó de quitar desinfectante y la vendó con cuidado. Estaban un poco preocupados porque no fue posible despegar la
gasa, y Lori temía que aquello se convirtiera en un foco de infección. Lincoln sugirió que utilizaran un antibiótico para
problemas, pero Lori se negó rotundamente.
- Recuerda que estuve revisando los medicamentos que se pueden utilizar durante el embarazo, amor. Ya no tenemos
amoxicilina. La claritromicina no parece ser muy util en estos casos. No podemos utilizar la gentamicina, y no me
atrevo a utilizar la ofloxacina, y mucho menos la neofloxacina. Mejor ponme desinfectante y procuramos tener cuidado.
Así lo hicieron, y Lori modificaron descansar. Lincoln lo pudo hacer hasta que el cansancio lo venció. Su preocupación
por Lori y su bebé lo tuvo un gran rato despierto, y se inquietaba con cualquier ruido o cambio de posición de la
muchacha.
Aquel día, Lori se sintió mucho mejor; y tuvo una disputa con Lincoln sobre el reparto de la carga. Insistía en que podía
mover su brazo y ya estaba en condiciones de cargar un poco más, pero Lincoln no quiso saber nada al respecto. Al
final tuvo que ceder un poco porque Lori se enojó mucho. Como empezar a caminar temprano, lograron recorrer más
de veinticinco kilómetros. La mole del Monte Spruce se vio mucho más cercana y ya era perfectamente claro que no se
encontró una sola montaña diferenciada. No estaban lejos de las estribaciones orientales de la montaña más alta de la
cordillera de los Apalaches.
Cuando terminaron aquella jornada, Lori comenzó una década. Ella misma sintió que se había extralimitado, pero hizo
todo lo que pudo por ocultárselo a Lincoln. Se esforzó por seguir caminando a pesar de sentirse cansada y, debido a
eso, su condición empeoró todavía más.
Lincoln se sintió muy triste y molesto cuando se dio cuenta de que la herida no estaba muy limpia y había vuelto a
sangrar.
- Lori... ¿Te diste cuenta de que vienes sangrando?
- Sí... -reconoció la muchacha-. Desde hace un rato.
Lincoln sintió que su cara se ponía roja.
- ¡¿Y por qué no me dijiste nada?! ¡Debemos detenernos para atenderte!
La muchacha bajó la cabeza. Se sintió muy mortificada.
- Perdóname, mi vida -dijo, y sus ojos comenzaron a nublarse-. Es que... pensé que podíamos ganar tiempo si yo me
esforzaba más…
- ¡Y yo fui tan estúpido que me lo creí! -exclamó Lincoln, mucho más molesto consigo mismo que con ella.
- Perdón, Linky... Yo... -susurró la muchacha, y su voz se quebró.
En cuanto la escuchó llorar, Lincoln se sentó junto a ella y la abrazó con cuidado. Colocó su mejilla contra la suya y le
acarició suavemente el cabello dorado. Apenas amainó su llanto, comenzó a darle besitos en la frente.
- Amor, yo te entiendo -dijo Lincoln con suavidad-. Tienes tanto miedo como yo. Quieres sentirte segura. Quieres que
estemos en un lugar seguro para tener a nuestro bebé y acabar de curarte, ¿no es verdad?

La muchacha asintió, y se aferró al cuerpo de su amado.
- Mira... Yo no sé tanto como tú de estas cosas. Pero entiendo que así como estás, no podemos ir tan rápido. Perdiste
sangre, amor. Estás herida, estás embarazada y llevamos cosas muy pesadas. Además, ¡todavía falta la subida, lo
peor de este maldito camino! Tenemos suerte de que casi no lloviera, ni ayer ni hoy. Pero presiento que mañana las
cosas van a cambiar. Hoy hizo más frío, ¿no lo sentiste?
- Sí.
- Debemos ir más despacio. No podemos regresar, amor. Tenemos que comer lo que necesitemos y esperar lo mejor.
No me gusta todo lo que eso implica, pero... Debemos que tener valor. ¿Sabes que yo tengo tanto miedo como tú?
Lori se volvió para mirarlo. En realidad, no lo parecía; pero logró sentir el leve temblor que sacudía el cuerpo del
muchacho.
Era cierto: él también tenía miedo. Ni siquiera en ese momento se atrevieron a decirlo; pero ambos sabían que,
triunfaran o no, habían llegado al final de su camino. Si no había nada para ellos en el Monte Spruce, estaban
irremisiblemente condenados.
- Creo que ahora lo entiendo, mi vida -musitó la muchacha.
Lincoln sonrió lo mejor que pudo. Besó la frente y luego los labios de Lori. Los hermosos labios de la muchacha
estaban un poco resecos, pero al menos ya no se sentían fríos.
El beso se prolongó y se llenó de sentimientos. Sus bocas se acariciaron lentamente, con mucha suavidad y ternura. A
momentos, el contacto se hacía más intenso y desesperado. Para alguien que los observara, parecía ser el preludio a
un intercambio amoroso mucho más apasionado; pero no era eso lo que ocurría. En realidad, estaban hablando un
lenguaje diferente; uno que les ayudaba a expresar todo lo que no podían decir con palabras. En aquel beso se
transmitían su amor, su miedo; su preocupación y la necesidad inmensa que habían llegado a sentir el uno por el otro.
Los dos sabían muy bien que sus vidas por separado ya no tenían sentido. Después de tantas vivencias, confesiones y
sentimientos; después de su hijo, su relación ya iba mucho más allá de la pasión, o incluso del amor: ahora se
necesitaban tanto como la comida o el aire que respiraban. Lograrían sobrevivir juntos, o no lo lograrían.
Cuando se separaron, continuaron abrazados en silencio por un rato más. Tan solo se acariciaban y se daban de vez
en cuando un suave beso en la frente, las mejillas o los labios. Al final, ambos sonreían. Se prometieron tener mucho
más cuidado y ser completamente sinceros sobre la manera en que se sentían.
Lincoln revisó con cuidado la herida de Lori. No le gustó su aspecto. Las gasas se habían pegoteado todavía más. El
abrigo tenía manchas de sangre, y el olor que manaba no correspondía al de la cicatrización de un tejido sano. Al final,
Lori accedió a tomar una dosis de claritromicina, aunque estaba segura de que las bacterias que empezaban a infectar
su herida no eran anaerobias.
Lo cierto es que, a pesar de todo, ambos se sintieron mucho más tranquilos a partir de ese momento. Lincoln tomó dos
reemplazos de comida, y Lori una de las generosas raciones de comida preparada. Después de conseguir agua,
recoger todo y dejar mochilas y armas a su alcance; Lori se abrazó a la espalda de Lincoln y los dos durmieron sin
sueños durante toda la noche.



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Capítulo 40 : Al filo de la muerte
Lorí despertó sintiéndose mejor. La herida ya no tenía el mismo olor que la noche anterior, y de alguna manera se
sintió más animada.
Tras su conversación de la noche, decidiría que probablemente tomaría las cosas con calma. Sabían que contaban
con comida para un mes y medio, si moderaban sus raciones. Moderándolas mucho menos, tendrán comida para
quince días de viaje y quince de búsqueda. Si se trató de sobrevivir, el estado de salud de Lori no permitió episodios
de desnutrición.
Tal vez era un riesgo demasiado grande. Un paso más hacia la tumba que los esperaban desde que salieron de Royal
Woods, pero no tenían alternativas. Había llegado el momento de arriesgarlo todo. No había posibilidad de regresar:
racionar la comida ya no serviría de nada. Lo único que los sostenía eran los sueños que tuvieron, y las esperanzas
del viejo militar que les enseñaron a sobrevivir.
Diez kilómetros por día, esa era su nueva meta. Mucho descanso y suficiente comida. El agua no era problema: la

había en abundancia, aunque fuera de la lluvia. Lincoln tuvo razón, porque esa tarde tuvo que caminar y guarecerse
bajo una pertinaz llovizna de primavera.
Por desgracia, aquello no contribuyó a mejorar la salud de Lori. Al final del día se sintió cansada, y su estado de ánimo
no mejoró durante el día siguiente. Lincoln no lo había notado porque la herida parecía mejorar, y los tramos de menos
de un kilómetro les permitían suficiente descanso. Pasaban mucho de su tiempo imaginando cómo podrían descubrir
refugios, bunkers o bases secretas en la montaña. A veces, simplemente se abrazaban mientras se escondían de la
lluvia bajo sus impermeables.
Al final del quinto día, las molestias de Lori se hicieron más intensas; y durante el sexto día ya se sintió muy mal. Casi
habían recorrido la mitad del camino, y ahora se enfrentaban a una pendiente constante de casi diez grados. El camino
subía y subía, sin que pudieran verle fin. Para Lincoln era muy duro; pero para Lori se convirtió en un auténtico
tormento, sobre todo cuando comenzaron a dolerle las articulaciones y la cabeza.
Pensó que se sentiría mejor tomando antipiréticos, pero no obtuvo el efecto deseado. El séptimo día estalló la crisis.
Lori se sintió de verdad mareada y afiebrada. No solo le dolían las articulaciones, sino también los ojos y los músculos.
Lincoln ya sabía de sus malestares, pero como su amada era tan fuerte, creyó de verdad que su molestia era
pasajera.
Después de la última comida, cuando les faltaban unos cinco kilómetros para cumplir su cuota diaria, Lori ya no pudo
resistir. Cayó de rodillas y ya no pudo levantarse. Alarmado, Lincoln acudió a su lado. La sujetó del brazo y tocó su
rostro. Su mano retrocedió ante el contacto de la piel.
- Lori, mi amor... ¡Estás ardiendo!
- Mi vida... -dijo Lori, entre jadeos-. Ya no puedo, amor. Me siento muy mal...
- Pero... ¿Cómo? - Lincoln preguntó, mientras la ayudaba a acomodarse en el suelo-. La herida ya no se ve mal. ¡Ya
no sangra!
- La infección... Debe haber viajado. El antibiótico no...
Lincoln dejó las cosas en el suelo y casi cargó a Lori de vuelta al sitio en donde comieron. Era un claro bastante
alejado del camino y más o menos oculto. Hubiera preferido que encontraran un sitio para alejarse más, pero Lori ya
no estaba en condiciones de seguir.
La apoyó contra un tronco de árbol y fue por las cosas tan rápido como pudo. Preparó las mantas y la hizo acostarse.
- Linky... Ya no puedo. Me siento mal...
Lincoln asintió.
- Creo que ahora sí debemos de darte el antibiótico fuerte, mi vida. Y el metamizol...
- ¡No! -gritó Lori, con toda la fuerza que pudo reunir-. No, mi vida. No podemos arriesgar a nuestro bebé. Solo... dame
otra dosis de claritromicina. Y bájame la fiebre con trapos húmedos.
LIncoln no estaba muy de acuerdo. La claritromicina ya había fallado, y no sabía si el agua estaba suficientemente fría.
Pero hizo lo que Lori le indicó.

***
La tarde transcurrió lentamente entre dolor y angustia. La fiebre de Lori no disminuía, y ella se sentía cada vez más
débil y adolorida. Lincoln pretendió que comiera y bebiera algo, pero la chica no fue capaz de contener la comida. Tras
una violenta arcada, devolvió todo lo que Lincoln le había dado, incluyendo parte de lo que comió al mediodía.
- Amor... Me siento tan mal -susurró la muchacha-. Ya no puedo… De verdad que no.
Lincoln se mordió los labios. No pudo evitar que surgieran sus lágrimas.
- Te pondrás mejor, mi vida. Yo te voy a cuidar -dijo, mientras le cambiaba una compresa caliente y casi seca.
Lori intentó sonreír. Miraba a Lincoln como entre sueños, borroso y distante; y parecía alejarse cada vez más. En un
momento de lucidez, comprendió que no era él el que se estaba alejando: era ella. Estaba ocurriendo otra
vez. Recordó a su hermana Luan, cuando la salvó hacía... ¿Cuánto? ¿Diez siglos? Y también recordó lo que le había
pasado por intentar salvarla.
Comenzó a llorar. Lincoln le enjugó las lágrimas, pensando que era por el dolor. Pero Lori lloraba porque recordaba a
su hermana, la última que estuvo junto a ella en lo que debió ser su lecho de muerte.
Luan... Aquél hermoso ángel castaño que cedió su vida para salvar la suya.
Ahora era Lincoln quien la cuidaba. Un hermoso angelito de cabello blanco que había sobrevivido tantas veces a la
muerte…
Se sintió mortificada. Un angelito más que se estaba arriesgando para salvarla ¿Era justo que se sacrificara por ella?
¿Sería justo que la salvara, exponiéndose al contagio y a la enfermedad?
La tristeza y el dolor la invadieron. Claro que no lo era. ¡No podía pasar por ello una segunda vez! Era el momento de
hacer justicia. Era ella quien tenía que alejarse y darle a Lincoln una última posibilidad de sobrevivir.
- Linky... Linky... -musitó.
- ¿Qué pasa, mi vida?
El muchachito le tomó la mano mientras le ponía una nueva compresa fría.
- Te amo, mi amor... Te adoro. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, ¿Sabes? Ahora comprendo muy bien a
Carol. ¿Quieres que le diga algo de tu parte?
Lincoln abrió los ojos, horrorizado. El tono y las palabras de Lori eran elocuentes. Se estaba dando por vencida.
No pudo evitar un sollozo. ¡Pensar que todo iba a terminar así!
- Lori... -dijo angustiado.
- Ya no puedo, amor. De verdad.
- Lori -dijo Lincoln, recurriendo a las últimas reservas de voluntad que le quedaban-. ¡No puede ser que te estés

despidiendo! No vas a dejarme solo, ¿o sí? ¿Y qué hay de nuestro bebé? ¿Ni siquiera vas a darle una oportunidad?
A pesar de su malestar, Lori se sorprendió al escuchar esas palabras. ¡Su bebé! ¿Cómo había podido olvidarlo?
Todo su rostro se contrajo en un rictus de dolor. Se llevó una mano a la cara y prorrumpió en sollozos.
- Dios... ¡Mi bebé! ¡Nuestro bebé!
- Sí, mi amor. ¡Nuestro bebé! -dijo Lincoln, tomando una de sus manos para besarla-. ¡No podemos rendirnos, mi vida!
Piensa en él. ¡O en ella!
- Sí... ¡Sí amor, tienes razón! Nuestro chiquito... ¿Sabes? Estoy segura de que será un niño. Y se llamará Lincoln...
Como tú.
Lincoln sonrió, y se enjugó las lágrimas del rostro. Sintió que sus esperanzas se renovaban cuando vio que la
muchacha se llevaba una mano a su vientre para acariciarlo suavemente.
- LInky... ¡No me quiero rendir! Pero me siento tan mal...
- Todo pasará, mi amor. Saldremos de esta también, ¡ya lo verás! Además, estaré encantado de ver cómo te
equivocas…. Yo estoy seguro de que será niña.
A pesar de su malestar, Lori emitió una risita.
- ¿De verdad? ¿Y cómo le pondremos, si es una niña?
- ¡Lori, por supuesto! Me encanta tu nombre, amor -dijo Lincoln, besando su mejilla ardiente.
- Sí, a mí también... Pero, tenía otro nombre en mente. ¿Me dejarías ponérselo?
- Mmm... Puede ser. ¿Cómo te gustaría que se llamara?
- Lucy.
Lincoln la miró extrañado.
- Lucy... Es un nombre precioso. Pero, ¿por qué Lucy?
Lori suspiró. Su rostro se descompuso y emitió un sollozo.
- Porque ese iba a ser el nombre de mi hermanito... Si hubiera sido mujer.
Lincoln la abrazó, la besó, y le secó las lágrimas del rostro.
- Está bien, mi vida. Le pondremos como tú quieras. Solamente tienes que mejorar y todo estará bien, ¿sí?
Lori asintió. De pronto se sentía muy cansada, y bostezó. Le costaba trabajo mantener los ojos abiertos.
- Te prometo que luchare, corazón. Pero... ¿Puedo dormir? Me siento tan cansada...

Lincoln le acarició las mejillas y volvió a cambiarle la compresa húmeda.
- Por supuesto, mi vida. Duerme lo que necesites. Yo estaré contigo para cuidarte.
Lori cerró los ojos y comenzó a respirar acompasadamente. La noche cayó, y los sumergió en la oscuridad total.


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Capítulo 41 : La última esperanza
Con la preocupación y el estrés, Lincoln perdió la noción del tiempo. Estuvo mucho tiempo intentando bajar la fiebre de Lori c
paños húmedos, pero era muy poco lo que logró. La claridad mortecina que se filtraba a través de las nubes apenas le permitía
distinguir el rostro de su amada. Solo sabía que estaba allí porque la tocaba y la escuchaba respirar.
No supo en qué momento se quedó dormido. probablemente fue cosa de unos cuantos minutos, porque el paño aún no se secaba
lluvia se había detenido desde hacía un buen rato.
Con todo y lo embotado que se sintió, pronto se percató de que la respiración de Lori casi se detuvo. Inmediatamente se acercó a
ella y pegó el oído contra su pecho. El corazón latía, pero no estaba seguro de si continuaba respirando.
- Lori... Mi vida. Reacciona por favor. Vamos... ¡Despierta, chiquita!
La tocó, y luego comenzó a sacudirla y abofetearla. Al ver que no reaccionó, el pánico se apoderó de él. La sacudió más fuerte,

echó agua directamente a la cara.
- ¡Amor, despierta! ¡Lori! ¡¡Lori!!
Sus gritos se tornaron desesperados. La reacción de la muchacha era mínima, y Lincoln comprendió la terrible verdad.
Estaba a punto de perder a su amada.
La desesperación lo hizo llorar. ¿Qué podía hacer él, que ni siquiera era médico? ¿Cómo podría...
Al pensar en ello, casi se dio una palmada en la cara. ¡Por supuesto! ¡Las medicinas potentes que tienen! Tal vez había una ú
esperanza para ayudar a Lori.
Con dedos temblorosos encendió su linterna y se puso a buscar en los bolsillos de la mochila. Allí estaban el metamizol y
neofloxacino; la quinolona de sexta generación que sucedió la FDA antes de dejar de existir para siempre. Era una verdadera suerte
que la hubiera en el refugio.
Cuando vio las pastillas blancas, Lincoln se sintió contento. Eso funcionaria, claro. ¡Tenía que funcionar! Haría que Lori las
tomara, y luego...
Al pensar en ello se sintió desanimado. Lori jamás tomaría las medicinas. En primer lugar, porque estaba demasiado aturdida
hacerlo. En segundo, porque las medicinas dañarían a su bebé. Ella no quería arriesgar a su bebé por nada del mundo.
Entonces, ¿no había esperanza? ¿Qué otra cosa podía hacer? Si Lori no tomaba la medicina, moriría sin duda. Y con ella el bebé.
Con la medicina, Lori se salvaría; pero el bebé podría tener daños permanentes.
De pronto, Lincoln lo vio todo claro. ¡Por supuesto! Se trataba de salvar a Lori. Si ella moría, el bebé no tendría ninguna
posibilidad. Pero si sobrevivía y se recuperaba, los dos juntos podrían cuidar al bebé para siempre, sin importar los problemas que
pudiera tener.
Eso lo decidía todo. Lori tenía que tomar su medicina costara lo que costara. Ahora, el problema era lograr que lo hiciera.
Intentó hacerla reaccionar de nuevo, pero la muchacha empeoraba a cada momento. Ya casi no podía oírla respirar; menos aún
podría hacerla tragar.
Presa del miedo y la frustración, a Lincoln se le escapó un grito en voz alta:
- ¡Maldición! Si solo pudiera tomar las medicinas por ella...
Otra vez, su mente se aclaró. ¡Esa era la solución! No podía tomar la medicina por ella, pero sí podía masticarla por ella.
Sin pensarlo, tomó un trago de agua y luego puso las pastillas en su boca. Ambas medicinas tenían un sabor espantosamente
amargo, y Lincoln estuvo a punto de vomitar. Solo su férrea determinación y el deseo de ayudar a su amada se lo impidieron.
Respiró profundo, esperó a que se le pasara la arcada y siguió masticando. Tuvo que hacer un terrible esfuerzo para masticar las
pastillas hasta que se convirtieron en una pasta muy diluida; fácil de tragar. Luego, se acercó hasta quedar boca a boca con Lori.
Tomó su rostro suavemente y le tapó la nariz para obligarla a abrir la boca. Tan pronto como lo hizo, comenzó a verter la medicina
en la boca de la muchacha; quién al sentir el horrible sabor reaccionó por fin, haciendo un esfuerzo por escupir.

Lincoln ya había previsto eso. Con su boca, recogió lo que Lori intentaba escupir para administrárselo otra vez. Ella intentó escupir
nuevamente, pero Lincoln no cedió. Estaba determinado a que Lori se tomara la medicina. Siguió un violento combate en el que
Lincoln sujetó la nariz de Lori, e intentaba que tragara la medicina con su lengua y sus labios. Ella trataba de liberarse con
violencia, en incluso lo mordió un par de veces. La fuerte mordida lo hizo sangrar, y fue atrozmente dolorosa. Pero no siquiera así
se dio Lincoln por vencido: la haría tomar la medicina aunque le arrancara la lengua.
En condiciones normales, ella hubiera podido evitar que Lincoln le diera la medicina; pero estaba tan debilitada que no pudo ganar.
Tal vez inconscientemente sabía que Lincoln trataba de ayudarla, pero el caso fue que finalmente se rindió. Tragó la medicina y
,aunque estuvo cerca de vomitar, no lo hizo.
Cuando fue evidente que Lori no vomitaría, Lincoln le acercó la botella de agua a los labios. La muchacha bebió un buen trago, y
volvió a acomodarse para descansar.
Lincoln se limpió la sangre de la boca mientras veía que su amada se volvía a dormir. Solo que esta vez, por la razón que fuera, su
respiración se había normalizado.
El chico peliblanco sonrió. No sabía exactamente por qué, pero estaba seguro de que eso era una buena señal. Ahora, lo único que
quedaba hacer era lo más difícil de todo:
Esperar.
Se acomodó junto a Lori y la besó suavemente. Colocó su cabeza sobre el pecho de la joven, y su mirada cayó sobre el vientre de su
amada.
Lincoln suspiró. Puso una mano sobre aquel vientre que albergaba la semilla de una nueva vida; una promesa de esperanza y
porvenir a la cual tuvo que someter a una terrible prueba. Acarició el vientre con dulzura, mientras sus ojos llenaban de lágrimas.
Estaba seguro de que había hecho lo correcto, pero, ¿qué iba a pasar con esa pequeña semilla que era fruto de su amor y sangre de
su sangre? ¿Qué clase de destino le esperaba si sufría de algún daño permanente por las medicinas?
Ellos lo cuidarían para siempre. Incluso en las peores circunstancias. Pero, ¿a qué clase de vida lo había condenado? Y lo peor era
que aquella no era la única dosis que recibiría. Lori tenía que completar un esquema de tratamiento, o corría el riesgo de sufrir una
recaída fatal.
Se desplazó hasta quedar justo por encima del vientre de la muchacha. Las lágrimas que fluían de sus ojos comenzaron a caer sobre
la gruesa tela plástica del abrigo.
- Perdóname, chiquito. ¿Verdad que sí lo harás? Teníamos que salvar a tu mami, corazón. Sin ella, tú tampoco podrías llegar a este
mundo. Y yo... Sé que no podría vivir sin ustedes, mi amor. Ya no... ¡No quiero quedarme solo por cuarta vez!
Lincoln dio rienda suelta a su llanto. Con sus lágrimas dejó fluir todo su dolor, su miedo y desesperación. ¿Qué sentido tendría la
vida si no podía estar al lado de nadie? ¿Si todas las personas a las que amaba les pasaban cosas terribles?
Recordó aquella noche, cuando entre lágrimas le dijo a Lori que había algo malo en él. Que atraía un destino terrible sobre todos
aquellos que lo amaban. Y Ella le juró que nunca lo dejaría solo.
Entonces, ¿le iba a ocurrir otra vez?
No estaba dispuesto. Si le pasaba algo a Lori y a su niño, él... él...

Cuando más desesperado se sentía, ocurrió algo muy extraño: el vientre de Lori se movió.
Lincoln se olvidó al instante de su llanto y su tristeza. Estaba boquiabierto y asombrado: su hijito se había movido. ¡Pudo sentirlo
claramente!
- Mi amor, ¿estás allí? ¿Puedes oír a tu papi?
EL movimiento no se repitió, pero Lincoln quedó convencido de lo que había sentido. Acarició el vientre con un poco más de
fuerza, pensando que quizá el bebé pudiera sentir el contacto.
- Chiquito... Sé que fuiste tú, mi vida -dijo Lincoln entre lágrimas-. ¡Gracias! Sé que nos perdonarás por lo que tuvimos que hacer.
No te preocupes... Nosotros siempre te cuidaremos. Siempre te amaremos. Encontraremos un lugar seguro. ¡No dejaremos que
mamá se rinda!
Lincoln sintió otro movimiento, casi tan fuerte como el anterior. Se limpió las lágrimas y se empezó a llenar de una alegría especial,
diferente a todas las que había experimentado. ¡Su pequeño le contestaba! Le hacía saber que estaba allí, y que la luz de la
esperanza no se había extinguido en aquel mundo destrozado.
Besó el vientre de su amada través de la tela del abrigo, justo en el lugar donde había sentido el movimiento. Suspiró y puso la
mano sobre a frente de la muchacha.
Quizá eran falsas esperanzas. Tal vez sentía lo que él deseaba sentir, pero le pareció que la fiebre disminuía. Lori seguía respirando
regularmente y Lincoln se tendió al lado de ella, con una mano sobre el vientre de su amada. Colocó su cabeza al lado de ella y tuvo
un presentimiento. Una sensación de paz que extrañaba desde hacía muchísimo tiempo.
Lori se recuperaría, estaba seguro. Tenían que darle tiempo y descansar un par de días antes de continuar la marcha, pero para
entonces habría recuperado algo de su fuerza.
Cerró los ojos y se durmió tranquilo. A la mañana siguiente, para su enorme alegría, la muchacha abrió los ojos y le dijo que sentía
mucha hambre.


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Capítulo 42 : Restos de batalla
Permanecieron dos días descansando en aquel claro, entre los troncos de los árboles ennegrecidos. Fueron días muy
duros para Lincoln, porque tenía que preparar los alimentos, cobijar y refugiar a Lori, convencerla por todos los medios
de que debía descansar y seguir tomando su medicina, y vigilar a ratos la posible aparición de enemigos por el
camino. El descanso y el tratamiento la ayudaron mucho, pero todavía se sintió bastante debilitada cuando decidió
reemprender la marcha.
La herida ya había granulado por completo, pero seguía necesitando lavados con antiséptico. Lincoln nunca pudo
retirar la gasa, y ahora que la costra estaba formada, ya no era posible despegarla sin quitar la costra también. Para
colmo, Lori se negó por completo a tomar la dosis completa de antibiótico. Decidió tomar solo la mitad para exponer lo
menos posible a su bebé. De todas maneras, se sintió agradecida y mortificada por la manera en que había lastimado
a Lincoln. El muchachito tenía una lesión dolorosa en el labio inferior que le dificultaba comer, pero fue él quien
consoló a la muchacha. La abrazó, la confortó, y le dijo que lo volvería a hacer mil veces, si fuera necesario.
Aún con la mejoría de Lori, la marcha se hizo más lenta y difícil. El camino tenía tramos empinados que solo podría

subirse poco a poco, tomando varios descansos. Lincoln vigiló cuidadosamente que Lori no se extralimitara. La hacía
descansar por lo menos cada cien pasos, cuando veía que respiraba con dificultad.
Desde que Lincoln le llamó la atención sobre las necesidades de su bebé, ella misma se volvió mucho más consciente
y respetuosa de su estado de salud. Su vientre aún no le pesaba ni le incomodaba, pero en algún momento durante la
noche le pareció que el bebé daba pataditas dentro de ella. Se emocionó tanto, que quiso avisarle a Lincoln, pero el
muchacho dormía tan apaciblemente que no se animó a despertarlo.
Cuando despertó a la mañana siguiente, le pareció que todo fue un sueño. Pero la sensación de alegría y esperanza
que sintió ya no la abandonaron. Ni siquiera cuando, tres días después, el camino empezó a volverse mucho más
siniestro.
***
- Dios... Entonces, ¿son huesos míos, verdad?
- Así parece, corazón -dijo Lori con gravedad-. Y mira: allá hay dos cadáveres que no están completos. Tenemos que
alejarnos. Mi abuelo nos dijo alguna vez que un cadáver puede alojar la bacteria del tétanos por años.
Rodearon los cadáveres. Lincoln tenia una mueca de profundo desagrado. Ya deberá estar acostumbrado, pero lo
cierto es que jamás lo cumplirá. Era evidente que aquella gente había sido asesinada.
Pronto encontré más y más restos de cadáveres por el camino. Al parecer, muchas otras personas tuvieron la misma
idea que ellos, e intentaron llegar al Monte Spruce.
- Estos cadáveres tienen mucho tiempo -dijo Lori. Al ver tantos restos humanos desperdigados, se dio cuenta de que
era preciso estudiarlos para obtener algún indicio de lo que les esperaba. Así que tomó una rama de árbol, se puso
doble cubrebocas y un guante de látex estéril para manipular los restos-. Míralos: casi han desaparecido todos los
restos de carne. La ropa está casi pegada a los huesos, y hay pocos restos de cabello y uñas. La lluvia debe haber
llevado parte de los restos orgánicos, pero aquí ya no hay casi nada.
Más adelante, en un recodo del camino, les esperaba una sorpresa verdaderamente macabra: los restos de un antiguo
festín caníbal. Cráneos que fueron destrozados y abiertos para extraer los sesos, antiguos espetones y los restos
dispersos de un improvisado brasero de piedra. Y un poco más allá, lo peor de todo: un esqueleto muy pequeño. Sus
partes cartilaginosas estaban completamente macerados, pero el cráneo y los restos de las costillas eran bien
reconocibles.
- ¡Estos hijos de perra se atrevieron a comerse un bebé! -gritó Lincoln, indignado y horrorizado-. ¡¿Qué clase de
engendros se atrevieron a hacer eso?!
Estaba completamente fuera de sí. Si los hubiera tenido enfrente, los hubiera despellejado vivos a todos.
Lori, al lado de él, compartía por entero su indignación. Se llevó la mano su vientre, en el sitio donde germinaba la
preciosa semilla de la vida. Sabía muy bien que preferiría morirse de hambre antes pensar en dañar a un angelito; por
más que no fuera suyo. Estaba segura de que Lincoln sentía lo mismo que ella.
- Vámonos de aquí, mi amor. ¡Ya no puedo soportar esto! -dijo el muchacho, tomando a su amada por los hombros.
***

A medida que ascendían, fueron encontrando más y más restos humanos. Muchos de ellos parecían haber muerto de
manera natural. Otros estaban tan dañados que indudablemente encontraron una muerte violenta. En algunos sitios
encontraron restos que les hicieron deducir más actos de canibalismo y barbarie.
- ¡Cuánta gente murió aquí! -exclamó Lincoln.
- Sí -respondió Lori-. Y fue ya hace mucho tiempo. Este camino ha estado abandonado desde hace años, Lincoln. Al
menos, en lo que se refiere a vehículos automotores. Entre los cadáveres que están sobre el camino, no he visto uno
que tenga huellas o daños producidos por llantas. Si hubo gente que llegó más cerca del Monte Spruce, tuvieron que
hacerlo a pie.
Un poco más adelante, a menos de treinta kilómetros de la montaña, encontraron la respuesta: los restos de una fuerte
barricada que cubría completamente el camino. Una construcción de piedra, tierra apisonada, madera y alambre de
púas que solo podía ser rodeada. Lori la revisó atentamente, y encontró pinchos revientaruedas adelante y atrás de la
barricada. Los restos incendiados de rocas y madera mostraban que había sido destruida y reparada en más de una
ocasión.
- Entonces, ¿hay gente que vigila el Monte Spruce? -preguntó ansiosamente Lincoln.
- No lo sé -contestó Lori-. Debemos vigilar y estar preparados para encontrarlos. Lo que sí te puedo decir es que estas
barricadas no son propias del personal del ejército. Esto lleva años colocado aquí, y estoy empezando a temer que el
personal militar abandonó esto desde hace mucho tiempo.
- Pero... ¿por qué? ¿Significa que ya no hay ningún refugio aquí?
- No, corazón. ¡Tiene que haberlo! Estas instalaciones no eran tan secretas, por lo menos no para los militares. Lo que
creo, es que se quedaron cortos de personal y no había manera de guarnecer todos los bunkers y refugios que poseía
el Ejército y la Armada. Tengo entendido que había refugios en otros lugares, muy alejados de aquí.
Lincoln asintió, pero no le gustaba mucho como sonaba eso.
- Y entonces, ¿qué podremos encontrar?
Lori lo miró con evidente preocupación.
- No lo sé, mi vida. No tengo idea.
***
Un par de días más tarde, estaban a menos de quince kilómetros de la cima del Monte Spruce. El penoso ascenso
continuaba, y el camino seguía sembrado de cadáveres aquí y allá. Se imaginaban que sería así casi hasta que
llegaran a su destino, pero nunca pensaron que en una pequeña planicie encontrarían los restos de una auténtica
masacre. Cientos de cadáveres desperdigados por todas partes; muchos de los cuales tenían placas de identificación
del Ejército y la Marina exactamente iguales a las de su abuelo. A juzgar por el estado de los cadáveres, la batalla no
podía tener más de dos o tres años. Aún se aspiraba el olor a muerte y putrefacción; y era difícil pasar sin toparse con
algún cadáver, un arma, o una extremidad reseca y separada de su cuerpo.
- Ahora entiendo por qué el abuelo no quería que viniéramos hacia acá, hasta que fuéramos más grandes -dijo Lori,

intentando asimilar el pavoroso espectáculo que se extendía ante sus ojos-. Aquí hubo una o varias batallas
espantosas.
- Crees que... ¿Ustedes hubieran podido sobrevivir a esto? -dijo Lincoln, horrorizado.
Lori negó con la cabeza. Estaba demasiado impresionada como para hablar.
Se internaron entre los pinares para evitar lo más posible aquel siniestro mar de restos humanos. Les llevó varias
horas rodear por completo el macabro claro.
Cuando al fin regresaron al camino, vieron varios nidos de ametralladoras, restos de tiendas de campaña y pilas de
alimentos enlatados supurando óxido.
- Esto no nos sirve -dijo Lori, tomando una lata con su mano enguantada.
- ¿Crees que quede algo para nosotros? -preguntó Lincoln, volteando con los pies un par de bolsas de comida
empacada y ennegrecida.
- No. Y espero que no tengamos que averiguarlo, corazón. ¡Mira nada más qué desperdicio!
Lori señalo verdaderas montañitas de latas oxidadas y paquetes de comida abierta y echada a perder.
Se tomaron las manos, y miraron con tristeza aquellos restos inútiles. Ninguno de los dos quería decirlo, pero si no
encontraban nada en la montaña; quizá tendrían que regresar y escarbar en aquel montón de porquería.


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Capítulo 43 : Flor roja

Notas:
(Consulte el final del capítulo para ver las notas ).
Los tres días que les tomó llegar a la atalaya de la cima del Monte Spruce fueron tensos y terribles. Ya no era tanto el
ascenso como la necesidad de vigilar, de cuidarse a cada paso. Después de ver tantos horrores, la tensión los tenía
siempre con el corazón en un puño; y la necesidad de vigilar hacia que desconfiaran hasta del silencio.
Los últimos diez kilómetros estaban completamente despejados. Ya no había cadáveres, ni señas de campamentos, ni
ninguna otra cosa. aproximadamente cada cien metros, Lori se arrodillaba con los ojos cerrados y se concentraba en
los sonidos a su alrededor. Lincoln permaneció acostado sobre el piso, bien atento, y con las pistolas preparadas para
cubrirla en caso de necesidad.

Conforme se acercaban, abandonaron de temer por la presencia de enemigos. Eran los posibles vigilantes los que les
preocupaban. La joven usará la costumbre de llevar la placa de identificación colgada de manera que fuera bien
visible.
La atalaya del Monte Spruce estaba completamente vacía y abandonada. Lincoln y Lori la exploraron durante horas y
no encontraron el menor indicio de un pasadizo secreto, una cámara oculta o alguna trampilla bien disimulada. Si
hubiera alguna entrada a un refugio oculto en aquella montaña, no podría estar en la atalaya.
Aquello fue una gran decepción para los dos. De alguna manera, tienen la esperanza de encontrar alguna guardia ante
la que pudieran presentarse; quizás un grupo de gente de la milicia; pero no había señal alguna de ello. La atalaya y
cualquier dispositivo de vigilancia que hubiera sido abandonado desde hacía años.
- Bueno... -dijo Lincoln, intentando animar el momento-. La atalaya es muy visible y aparece hasta en el mapa. No creo
que sea tan razonable esperar que fuera la entrada de un refugio secreto.
- Sí, tienes razón -dijo Lori, que se sintió bastante abatida-. El problema es: ¿dónde buscaremos ahora? La montaña
es grande y extensa. Nos tomaría meses explorarla con cuidado.
Lincoln no respondió inmediatamente. Estaba pensando a toda velocidad.
- Mmm... ¿Tu abuelo nunca te contó nada? ¿Nunca te dijo cómo encontrarían el refugio o cómo podrían buscarlo?
- No. Solo lo hubo algunas veces, pero nunca nos dio detalles.
- Bueno... No sé, pero quiero suponer que si tú abuelo pensó en traerlas aquí, era porque confiaba en encontrar algo,
aunque estuviera abandonado. Estoy seguro que no hubiera emprendido un viaje tan peligroso con ustedes cinco sin
estar seguro. Debe haber algo, mi amor. Una señal que un militar tan experimentado como tú abuelo pudiera
identificar. ¿Mencionó algo sobre eso?
Ahora fue Lori quien estaba callada, repasando en su mente muchas conversaciones que tuvo alguna vez con su
abuelo. Lincoln quedó a la expectativa, pero por desgracia, Lori terminó sacudiendo la cabeza y dándose
temporalmente por vencida.
- No. Por ahora no recuerdo nada. Creo que es mejor que pensamos en una buena estrategia para buscar, corazón.
Lincoln asintió. Era un terreno muy grande que cubrir, y no tenian tiempo que perder.
***
La pequeña Lori estaba fascinada. El campo de flores descubrí un aroma subyugante. Los vivos colores eran un
deleite para la vista y el alma de la niña.
Se agachó para cortar las flores más hermosas y aromáticas. En pocos minutos, ya tenía un gran ramo, y salió
corriendo para llevarselas a su abuelo.
El buen anciano la recibio en sus fuertes brazos. La niña le ofreció las flores, y él aspiró su penetrante aroma,
mirándolas con aprobación.
- Hiciste un maravilloso trabajo, mi amor -dijo, besando los cabellos dorados de la niña-. Ya solo nos falta la flor roja

iridiscente.
- La flor roja... ¿Qué? - preguntó la niña, confundida.
- La flor roja iridiscente -repitió el viejo guerrero-. La mas brillante y hermosa de todas. Con muchos pétalos brillantes
que parecen hechos de luz. Cuando la tengas, tu ramo estará completo, mi amor.
- ¿Sí? ¡Entonces hay que buscarla, abuelito! -dijo la pequeña entusiasmada.
- Seguro que tú podrás encontrarla, mi amor. Cuando de verdad la necesites, la encontrarás. Te lo aseguro.
***
Lori despertó, sobresaltada y desorientada. El sueño fue tan realista y tan vívido, que impactó todos sus sentidos y la
hizo recordar. La imagen de la flor roja comenzó a bailar en su mente.
Pronto se quedó dormida otra vez, pero la imagen del sueño ya no la abandonó. La mañana siguiente, cuando
desayunaron, le contó su sueño a Lincoln; y él se quedó tan intrigado como ella.
- ¿Una flor roja brillante? -comentó el muchachito-. Bueno, yo solo he visto las flores en fotografías y dibujos. No
recuerdo haber visto una flor muy brillante... Iridiscente, como dices tú. Y qué lástima que ya no haya flores de ningún
color.
Lori se encogió de hombros.
- Quizá es una tontería, amor. Pero no puedo quitar esa imagen de mi cabeza. Es como si... Como si pretendiera que
recordara algo muy importante. I don't know.
Lincoln reflexionó un momento, pero luego terminó de comer y comenzó a recoger sus pertrechos.
- Quizá lo recuerdes después, corazón -dijo sonriendo-. Mientras tanto, tenemos que seguir buscando.
- Claro. Tienes razón, mi vida -dijo la muchacha con una media sonrisa-. Hay mucho que explorar el día de hoy.
***
Tras dos semanas de búsqueda infructuosa, los dos se sintieron muy desanimados. Recorrieron dos veces el camino
hacia la base de la montaña. Habían explorado con todo cuidado, y no encontraron nada parecido a la entrada de un
búnker. Ahora que Lori estaba sana, podría racionar bastante sus alimentos, pero aun así no les alcanzaría más que
para una semana. O diez días, a lo sumo.
Mientras comían, intentaban evitar el tema. No querían imaginarse siquiera penando sin refugio entre las pilas de
inmundicias que había kilómetros más abajo, con Lori y su bebé expuestos a toda clase de enfermedades. Pero ya no
podían evitarlo. Además de la escasez, descubrieron que el área no estaba tan limpia como ellos creían. Encontraron
al menos tres grupos de cadáveres en diferentes lugares de la montaña. Ninguno tenía huellas de violencia.
Seguramente habían buscado y buscando, hasta agotar completamente sus recursos y su vida.
Tras la comida, permanecieron unos minutos sentados y pensando. Lori tomó entre sus dedos la placa de
identificación de su abuelo. La miró, y se entretuvo dándole golpecitos contra su barbilla, mientras pensaba.

Lincoln, frente a ella, estaba concentrado en sus propios pensamientos. Ya había hecho todo lo que sabía para
detectar pasadizos y trampillas ocultos, pero hasta ahora no servía de nada. Era necesaria una estrategia diferente.
Algo que no hubieran pensado antes. ¿Pero qué?
Miró a Lori jugar con la placa. De pronto, se la pidió para examinarla, y la muchacha se la entregó sin pensar.
La examinó atentamente. Tenía pocos detalles: el nombre, el tipo de sangre, el batallón y la adscripción al Cuerpo de
Marines. Además de su número de serie y las barras en relieve que ya había notado muchos meses atrás.
- No entiendo para qué sirven estas barras -dijo, tocándolas con la yema de los dedos.
Lori se encogió de hombros.
- Tal vez sea una clave para un aparato lector. Algo parecido al código de barras de un supermercado.
- ¿Código de barras? ¿Lector? -dijo Lincoln, extrañado.
Lori suspiró y recuperó su placa.
- Te lo explicaré después, cariño. Vamos a buscar. Faltan pocas horas para el anochecer.
Lincoln asintió, y se apresuraron a guardar todos sus pertrechos.
***
- ¿Qué es eso, mamá? -dijo la pequeña Lori, mirando fascinada cuando su madre pasaba los artículos del
supermercado por un extraña pantalla de televisión equipada con una luz roja.
- Es un lector de precios, corazón -dijo Rita Loud, mostrando a su primogénita el código de barras de una lata de
vegetales-. Paso el código de barras del artículo que quiero comprar, y el lector me dice cuánto cuesta, ¿ves?
Rita pasó lentamente otro artículo para que Lori pudiera ver el procedimiento. Los haces de luz roja del lector se
reflejaban en la superficie bruñida de la caja de pasta.
- ¡Flor! ¡Flor! -gritó deleitada la pequeña Leni, que seguía atentamente lo que su hermana y su madre estaban
haciendo.
Lori miró la caja y emitió un gritito de satisfacción. Era cierto. Los haces de luz del lector formaban un patrón muy
parecido a una flor roja iridiscente, con muchísimos pétalos pequeños.
- ¡Es cierto, Leni! ¡Parece una flor!
- ¡Flor, flor! -repitió Leni, estirando sus bracitos para intentar apoderarse del empaque y de la misteriosa luz que
reflejaba-. ¡Flor! ¡Flor!
***
Lori despertó inmediatamente, en medio de la oscuridad casi total de la noche. El sueño fue tan vívido e impresionante
que apenas podía controlar su entusiasmo. A tientas, encontró su pequeña lámpara y la placa de identificación del
abuelo.

La estudió atentamente bajo la luz de la lámpara, y su corazón se llenó de regocijo. Allí estaba: era idéntico a un
código de barras. ¡No podía ser una coincidencia!
- ¡Lincoln, Lincoln! -gritó la joven-. ¡Despierta, corazón! ¡Despierta ahora mismo!
El chico saltó de su lecho. Miró el rostro anhelante de la muchacha, y tomó inmediatamente su arma.
- ¿Qué pasó, mi vida? ¿Escuchaste algo?
- Recoge todo, mi amor. ¡Tenemos que buscar ahora mismo! ¡Será mucho más fácil en la oscuridad de la noche!
Lincoln no entendía; pero empezó a hacerlo de todas formas.
Notes:
Al comenzar a publicar esta "vieja historia" en esta plataforma, me dije que escribiría un
par de capítulos adicionales justo antes de este que acaban de leer. Sin embargo, mi
falta de tiempo y mi interés en otros proyectos me ha hecho ver que tal cosa ya no será
posible.
De todos modos, creo que la historia como un todo puedo considerarla completa, y
dejarla como estaba sin la sensación de que todavía le debo algo. Espero que mis viejos
lectores sepan apreciar este argumento, y que los que se hayan ilusionado con la
promesa que hice sepan disculparme.
Mil gracias a todos los que han llegado hasta aquí. Ya nos falta muy poco para terminar.
OCTWARE.


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Chapter 44: Hermanos
Transcurrieron varios días. Las provisiones estaban cerca de agotarse, pero Lincoln y Lori seguían buscando sin
descansar.
Se convirtieron en criaturas nocturnas. Lori le explicó a Lincoln que tenían que buscar una luz. Un destello de cualquier
color que les permitiera deducir la existencia de un lector de códigos de barras. Y ello, por supuesto, era mucho más
fácil de noche.
- ¡Para eso son las barras en relieve que tiene la placa! -dijo entusiasmada-. Mi abuelo era un militar de élite. Estoy
segura de que por eso tenía la confianza de encontrar refugio aquí. El dio clases en una academia que estaba por
estos lugares, y seguro que la Armada estaría encantada de tenerlo con ellos aunque ya fuera un anciano.
- Pero parece que las bases están abandonadas...
- No lo sabemos. Por ahora, me queda claro que por lo menos, no les importamos. Pero si les mostramos la placa de

mi abuelo...
- ...Quizá nos dejen entrar -completó Lincoln con una sonrisa.
- No quizá. ¡Nos dejarán entrar! -exclamó la muchacha.
Aferrados a esa última esperanza, buscaban todas las noches sin descansar. Dormían durante el día y se despertaban
a media tarde para reconocer el terreno y planear el itinerario. La falta casi total de luz hacía muy difícil ver el terreno
de noche, así que era necesario que reconocieran los sitios en los que necesitaban buscar cuando todavía tenían un
poco de luz. Querían depender lo menos posible de sus lámparas. Era necesario evitar atraer la atención de personas
indeseables.
Lori pensaba que la luz no podía ser tan fácil de encontrar. Tenía que estar resguardada en algún sitio cubierto. En la
oscuridad casi total, una luz muy tenue podía ser vista por el ojo humano a muchos kilómetros de distancia. Seguro
que al ejército no le interesaría que nadie viera la luz de un lector óptico... A menos que ese alguien tuviera la
habilidad, y el conocimiento exacto de lo que estaba buscando.
***
Los días avanzaron y las provisiones se redujeron, pero Lincoln y Lori no se desanimaban. Ya no desfallecieron en su
búsqueda. Por algún motivo, presintieron que lograrían el éxito en algún momento. Habían escapado a demasiadas
penurias, pasado por demasiados sufrimientos para llegar hasta allí. Tenían que tener suerte. Se lo merecían. No era
posible que se fueran con las manos vacías.
Por fin, en medio de la noche, los cansados ojos de Lincoln distinguieron un resplandor verdoso. Era algo muy tenue,
oculto en una oquedad de lo que fueron los restos de una antigua arboleda. Estaba tan bien oculto que era imposible
encontrarlo sin una búsqueda deliberada.
- ¡Lori! ¡Mira! -gritó entusiasmado.
A la muchacha le costó bastante trabajo verlo. Tuvo que acercarse mucho, pero a final distinguió los tenues haces de
luz verde que formaban una flor como la que había visto en sus sueños.
Se abrazaron sin hablar. Era imposible describir las emociones que sentían. Era una mezcla de miedo, aprensión,
gratitud, alegría... Eran tantas cosas a la vez que sus piernas se negaron a sostenerlos, y cayeron abrazados sobre la
tierra.
***
Tenían miedo, pero jamás dudaron. Se tomaron de las manos, y Lori pasó la placa de identificación ante el lector
óptico.
Se escuchó un leve pitido. Algo inconfundible, aunque mucho más suave que el agudo sonido del lector óptico de un
supermercado. Enseguida sintieron que la tierra temblaba. Se escuchó un fuerte rechinido, y una gruesa puerta de
acero se abrió en la roca viva de la montaña.
Ambos estaban nerviosos cuando transpusieron el umbral. El hueco de la puerta se iluminó, y al fondo de una
pequeña estancia se encendió la pantalla de una computadora. Enseguida se mostró la imagen del hombre que había
sido el último presidente de los Estados Unidos. Un sintetizador con su voz grabada los saludaba.

- Albert Loud, número de serie 555x-3456-8192-3344. Capitán de Navío del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos.
Bienvenido sea al búnker clave 4HY56R, el cual forma parte del proyecto "Arca de Noé", del Gobierno de los Estados
Unidos. Por su rango de militar de élite, su férrea disciplina, su devoción al cumplimiento del deber, su comprobada
capacidad formativa, y los más de 40 años de valiosos servicios que prestó usted a su país, tengo la gran satisfacción
de comunicarle que usted y sus descendientes directos han sido preseleccionados para ser salvaguardados como
parte de este proyecto. Dichos descendientes incluyen a Rita y Lynn Loud, y a las cinco hijas registradas del
matrimonio: Lori, Leni, Luna, Luan y Lynn Loud. Un sexto integrante conocido, pero no registrado, puede ser
considerado; en caso de que haya sobrevivido a la catástrofe.
Al escuchar esto, Lori sintió un poco de temor. ¿Y si el sistema no permitía que Lincoln se quedará en el búnker?
Volteó para mirarlo. El muchachito aparentaba tranquilidad, pero lo sentía temblar. La joven percibió su miedo e
inseguridad; de modo que lo abrazó, lo besó, y le dijo al oído:
- No te preocupes, amor. Yo le diré al sistema que eres mi esposo y el padre de mi hijo. Y si eso no resulta, me iré
contigo; y que pase lo que tenga que pasar. ¿Sí, corazón?
Lincoln asintió. Se sentía incapaz de hablar. La voz del expresidente sonó de nuevo en la pequeña habitación.
- Haga el favor de acercarse y mirar al centro de la pantalla. Un lector de rostros láser le hará un examen facial
inofensivo e indoloro. Le suplico no moverse hasta que haya concluido.
Lori se acercó, y siguió las indicaciones al pie de la letra. El proceso tomó apenas unos pocos segundos, y la pantalla
comenzó a desplegar una gran cantidad de imágenes y datos.
Homología de los rasgos: 46%
Completando proceso de envejecimiento digital de las últimas fotografías suministradas...
Homología de los rasgos con la primera descendiente ponderada por los 12 años transcurridos: 98%.
Identidad: Lori Loud.
Iniciando proceso de confirmación de identidad...
- Señorita Lori Loud, frente a usted aparecerá un recipiente con un hisopo de algodón. Le pido que lo frote tres veces
contra la parte interna de su mejilla, y lo devuelva al recipiente analizador.
Lori hizo lo que le pedían, y la máquina le pidió esperar un poco más, sin moverse de allí.
El proceso tardó poco menos de dos minutos, pero a ellos les pareció una eternidad. No se atrevieron a hablar o
moverse mientras la máquina terminaba su examen. Finalmente, en la pantalla apareció un cuadro verde con una
fotografía digital prácticamente idéntica a Lori.

Identidad confirmada al 100%: Lori Loud.
Parentesco directo: primera nieta.
- Señorita Lori Loud, sea usted bienvenida como residente permanente en nuestro refugio. Nuestros sistemas de
detección identifican a una segunda persona que la acompaña. Contamos con un sofisticado sistema analítico que nos
permitirá determinar si podemos recibir a su acompañante en nuestro programa de supervivencia. Le pedimos a esa
persona que se acerque a la pantalla, para la rutina de reconocimiento facial.
Antes de dejarlo ir, Lori lo besó profundamente en la boca. Pasara lo que pasara, jamás la apartarían de él. Nunca
abandonaría a su amado y padre de su hijo.
Lincoln se acercó, hecho un manojo de nervios. Tenía miedo de que el sistema no lo aceptara; pero le preocupaba
mucho más que Lori pudiera cumplir su amenaza. Si pasaba lo peor, tendría que idear alguna manera para que ella
aceptara quedarse en el búnker. Su esposa y su hijo tenían que sobrevivir, pasará lo que pasará con él.
El lector de rostros le hizo un análisis mucho más prolongado. El temor y la ansiedad hacían casi imposible que
permaneciera quieto y tranquilo. Pero al cabo, la máquina le pidió esperar; y unos segundos después estaba
presentando los resultados en el monitor.
Homología de los rasgos con el Capitán Albert Loud: 63%
Homología de rasgos con Lori Loud: 42%
Homología de rasgos con las imágenes de los seis integrantes de la familia Loud ponderadas digitalmente:
entre 35 y 52%
Probabilidad de que el sujeto sea el sexto hijo no registrado de Rita y Lynn Loud Sr, y nieto del Capitán Albert
Loud: entre 60 y 80%
Iniciando rutina de confirmación...
Lori y Lincoln leyeron los resultados en la pantalla del computador, y estuvieron a punto de desmayarse. Lori se mordió
los labios; miró fijamente a Lincoln, y sus ojos se le llenaron de lágrimas.
Parecía algo increible, imposible, pero ella no lo dudaba. Lori no necesitaba confirmación: simplemente lo supo, y
estaba completamente segura. Su abuelo le había dicho en sus sueños que escuchara la voz de la sangre; y ahora no
podía entender cómo es que estuvo sorda durante tanto tiempo.
¡Todo tenía sentido! ¡Había estado justo bajo sus narices y nunca se detuvo a pensar!

¿Por qué su rostro la había impactado tanto desde el principio? ¿Por qué le recordaba tanto a sus hermanitas? ¿Por
qué aquella afinidad, aquella simpatía y la confianza casi inmediata entre los dos?
Además, ¡sus habilidades para la lucha y el combate, tan extraordinarias como las de Pop-Pop! Ese optimismo a toda
prueba... ¡Esa manera de besar, acariciar y hacer el amor... tan parecida a la de Luan y la de su amado abuelo!
Pero sobre todo, ese hermoso cabello blanco y suave que Pop-Pop también tenía desde que era niño. Era algo tan
raro y poco familiar... Cualquiera pudo haberse dado cuenta. ¡Cualquiera que no estuviera ciego por la tristeza y la
certeza de que aquel hermanito tan deseado estaba muerto y perdido para siempre!
Y por si eso fuera poco, el nombre: Lincoln. No le llamó la atención, porque fue de los últimos entre una lista de
posibilidades muy larga: Lemy, Liam, Logan, Lando, Luis... Brandon, incluso. Durante un buen tiempo, pareció que
Lemy se impondría; pero a su padre y a su abuelo no acababa de gustarles. Decían que sonaba un poco afeminado.
"Lincoln", fue una sugerencia de última hora de su padre, y a Lori le encantó la idea de que su hermanito se llamara
así.
Era el nombre más hermoso del mundo.
Lincoln estaba tan impactado como ella. No sabía cómo podía tomar la noticia. Le costaba tanto trabajo creer... Y
tampoco sabía cómo reaccionar.
Ni siquiera se había repuesto de la impresión y comenzó a sentir un poco de miedo. No están seguro de cómo iba a
tomar la noticia Lori. No sabía lo que eso representaría para ellos, para su relación... Pero Lori se le adelantó. ¡Lo
miraba con aquellos preciosos ojos verdes tan abiertos! Lloraba, pero sonreía mientras se mordía los labios. Desde
donde estaba, podía darse cuenta de que su amada temblaba de emoción.
- ¿Entonces, tú eres mi hermanito, corazón? Tú... ¿Sobreviviste? ¿Estás vivo? El hospital... ¿Cómo?
Lincoln intentó responder, pero ya no pudo. Estaba completamente bloqueado. Lo siguiente que supo es que estaba
entre los brazos de Lori, y ella le llenaba la cara de besos.
Todo se volvió un puro sentimiento. No había nada de que hablar. No era necesario decir nada. No sabían cómo había
ocurrido, y por el momento no les importaba. Estaban ante un verdadero milagro, y los dos lo sabían. Un milagro en
aquel mundo lleno de muerte y de desgracias.
Las luces fluctuaron y el llamado de la computadora fue mucho más intenso y perentorio. Ambos comprendieron que
habían perdido la noción del tiempo. Quizá la computadora ya los había llamado ya tres o cuatro veces para concluir el
protocolo de confirmación.
- Espérame aquí, mi amor -dijo Lincoln, acariciando el precioso rostro de la muchacha; pero Lori negó con la cabeza.
Le tomó la mano y lo acompañó: simplemente no lo quería soltar. Su lado infantil había soñado con eso durante doce
años, aunque supiera que ese deseo jamás podría cristalizarse.
Pero incluso allí, en aquel mundo de pesadilla, los milagros llegaban a ocurrir.
No podía saciarse de esa felicidad, y no estaba dispuesta a volver a separarse de Lincoln jamás.
La computadora repitió sus instrucciones. Lincoln ya iba a tomar el hisopo, pero Lori se le adelantó. La sorpresa de
Lincoln duró solo un momento. Su hermosa mujer sonreía, blandiendo el hisopo. Le preguntó suavemente.

- ¿Me permites?
Lincoln entendió enseguida y abrió la boca. Lori le talló suavemente el interior de la mejilla; le dio un beso en los labios,
y luego colocó el hisopo en la bandeja de análisis.
La computadora pidió a Lincoln que esperara el resultado, pero ni él ni Lori se quedaron quietos. Se besaron
intensamente, separándose solo para mirarse, abrazarse, reír, acariciarse, y comenzar otra ronda de mimos y de
lágrimas. Estaban demasiado excitados y felices. En ningún momento sintieron o llegaron a sentir alguna culpa o
incomodidad. Eran como un Adán y una Eva primordiales que habían aprendido a amarse en el infierno; sin la menor
noción de lo que era la culpa o el pecado.
La computadora solo confirmó lo que ya sabían. El análisis de DNA era inequívoco y contundente.
Correspondencia de DNA entre el sujeto de prueba y el Capitán Albert Loud: 25%
Correspondencia de DNA entre el sujeto y todos los descendientes del matrimonio Loud: 50%
Correspondencia del DNA entre Lori Loud y el sujeto de prueba: 50%
Intervalo de confianza respecto a la posibilidad de que Lori Loud y el sujeto de prueba sean hermanos de
sangre: 97 a 100%
Intervalo de confianza respecto a la posibilidad de que el sujeto de prueba sea el descendiente no registrado
del matrimonio Loud: 97 a 100%
Los datos estuvieron visibles en la pantalla durante unos segundos, y el sintetizador de voz preguntó.
- ¿Cuál es su nombre, señor Loud?
Sin soltar la mano de Lori, el muchachito contestó con orgullo:
- Lincoln. Lincoln Loud.
***
Lincoln y Lori seguían sin soltarse de la mano. Estaban a punto de atravesar las tres gruesas puertas de acero que
separaban el interior del búnker del mundo exterior. Las imágenes grabadas del expresidente les explicaron que como
descendientes directos del Capitán Albert Loud, tenían derecho a utilizar todas las instalaciones del búnker; pero que
se esperaba que las cuidarán, las conservarán, y las compartieran con otros de los muchos funcionarios y militares de
alto rango que estaban preseleccionados y tenían el mismo derecho que ellos.

Tuvieron que dar su conformidad, estampando su huella digital en un contrato virtual que apareció en la pantalla de la
computadora. Lo hicieron de buena gana; pero en el fondo, dudaban que alguien más se presentará en el futuro.
Hacía ya más de doce años que nadie llegaba, y el mundo era más frío y hostil que nunca antes.
Justo antes que la primera puerta se abriera, Lori sintió un movimiento en su vientre. La sensación fue tan clara y
repentina que la hizo gritar.
- ¡Ay!
- ¿Qué pasa, mi amor? -dijo Lincoln, alarmado, al ver que Lori se llevaba una mano al vientre.
- ¡Nuestro bebé se está moviendo, corazón! -dijo la joven, entusiasmada- ¡Siéntelo!
Lincoln llevó su mano a ese vientre fecundo, y también pudo sentir el movimiento del bebé. Parecía increíble que un
solo pequeño pudiera hacer tantos movimientos; empezando apenas el quinto mes de la gestación.
- Es increíble, mi amor. ¡Nuestro bebé!
Lincoln se agachó para besar el vientre de la muchacha por encima de su abrigo, pero ella notó algo extraño en su
mirada.
- ¿Qué pasa, corazón? -inquirió Lori- Algo te está molestando. Dime qué es, mi vida.
Lincoln le dirigió una media sonrisa y negó con la cabeza.
Lori fingió enojarse, y lo miró entornando los ojos
- Amor. Dijimos que no iba a haber secretos entre nosotros, ¿Recuerdas? Y menos con lo que sabemos ahora. Quiero
saberlo todo de ti, corazón. ¡Todo! Quiero que me cuentes toda tu vida; con todo lo que antes me hayas ocultado, y te
juro que yo haré exactamente lo mismo.
- ¿De verdad? -dijo Lincoln, sintiéndose entusiasmado-. ¿Me contarás todo sobre nuestras hermanas?
- ¡Claro que sí, mi amor! Ya sabes casi todo lo más feo. Ahora te falta conocer todas las cosas hermosas.
- Bueno... Es que... ¿Sabes? Estoy un poco preocupado -confesó el muchacho.
- Lo sé, y lo entiendo, mi amor; pero tengo el presentimiento de que ya pasó lo peor. Vamos a tener a nuestro bebé, y
después nos preocupamos por el futuro, ¿sí? Creo que nos lo merecemos, después de todo lo que hemos vivido.
- ¡No, no es eso mi vida! -respondió el jovencito peliblanco-. Yo también sé que saldremos adelante. Es otra cosa,
¿Sabes? Es que... Pensé que, ahora que sabemos que somos hermanos, a lo mejor tú... Ya sabes... Tal vez dejes de
quererme.
A Lincoln le costó trabajo pronunciar las últimas palabras, pero la reacción de Lori no fue la que él esperaba. La
muchacha abrió mucho los ojos, se llevó las manos a las caderas y lo miró como si estuviera enojada.
- ¡Torpe! ¡Burro! -exclamó, a la vez que le pellizcaba las mejillas-. ¡No podría dejar de amarte ni en un millón de años!
Eres mi esposo, corazón. ¡El papá de mi hijo! Me entregué a ti encantada de la vida, y lo hice mucho antes de saber
que eres mi hermano. ¿De verdad crees que eso va a cambiar, ahora que lo sabemos? ¿Ya se te olvidó lo que te

conté sobre nuestra hermana Luan y sobre nuestro abuelo?
Emocionado, Lincoln abrazó a Lori con todas sus fuerzas. Iba a decir algo, pero en ese momento se abrió la primera
de las tres puertas del refugio.
Se tomaron de la mano y entraron. Las puertas estaban hechas de acero y tenían cerca de un metro de grosor.
Estaban diseñadas de tal manera que desde adentro era posible abrirlas manualmente; pero por fuera eran totalmente
impenetrables. Solo el impacto directo de una bomba termonuclear podría destruirlas. El sistema estaba hecho de tal
manera que se abrían con retraso y nunca permanecían abiertas al mismo tiempo.
Las tomó más de un minuto atravesar las tres puertas. Cuando lo lograron, las luces principales del búnker se
encendieron. Ambos contemplaron anonadados la fascinante obra de ingeniería que se extendía ante sus ojos.
El lugar estaba excavado en la roca viva de la montaña y abarcaba decenas de metros. Aún desde donde estaban, se
dieron cuenta de que aquel lugar estaba diseñado para ser autosuficiente y mantener a varias decenas de personas
durante décadas.
Lincoln y Lori se abrazaron, volvieron a caer sobre sus rodillas, y comenzaron a llorar.
Lo habían logrado. Estaban a salvo, y ambos lo sabían.


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Chapter 45: Nuevas vidas, nuevas esperanzas
- Vamos, corazón. Todo saldrá bien. Ya estoy viendo la cabecita de nuestro bebé. Es blanca, como la mía. ¡Puja!
- ¡Aayyy! ¡Aaaaahh!
El grito de dolor de Lori era como una puñalada en su corazón. Lincoln se moría de miedo. Hubiera preferido sostener
las manos o la cabeza de su mujer, pero no había nadie para ayudarles. Tenía que sacar valor de donde pudiera.
Después de todo, Lori estaba haciendo la parte más difícil.
- Ya va saliendo, corazón. ¡Ya puedo ver sus cejas!
- Amor... -gimió Lori, con lágrimas en los ojos-. Me duele mucho...
¡Como echaban en falta la presencia de un médico, o una mujer experimentada en esos trances! Lincoln solo pudo
hacer una cosa: emplear un recurso que vio en uno de los muchos textos y vídeos que revisó en los últimos cinco

meses.
- Amor. Sé que te duele, pero llorar no va a servir de nada. ¡Tienes que pujar!
- Sí, amor -dijo la joven, y se reconcentró para hacerlo.
Por suerte, Lori heredó de su madre una considerable amplitud y elasticidad de caderas. Su canal del parto era amplio;
y a pesar de sus dolores y el nerviosismo de Lincoln, la expulsión se iba desarrollando sin complicaciones.
Al ver como se estiraba la piel del periné, Lincoln se reprochó por enésima vez no haber tenido el valor de practicarle a
Lori una episiotomía. No era tanto el corte, sino que sentía que aún no dominaba bien las técnicas de sutura. No
confiaba en poder cerrar una herida de ese tipo. Al final, decidieron de común acuerdo no hacerlo, y prepararse para lo
que fuera. Ninguno quiso mencionar el peligro principal: si los bebés producían un desgarre serio, probablemente
Lincoln tendría que criarlos solo.
Sí. Bebés. Desde un par de meses antes, ya sabían que el embarazo de Lori era gemelar. Dos pequeñitos se estaban
gestando en su vientre. Los habían visto en una de las pocas ocasiones que se atrevieron a experimentar con los
equipos de ultrasonido.
El búnker estaba tan bien equipado, que podía hacerse cirugía mayor en sus instalaciones… Si hubiera alguien
entrenado para hacerlo. Tenía una pequeña clínica con consultorios, dos quirófanos plenamente equipados, y una sala
de expulsión con ultrasonido, cuneros e incubadoras. Todos los equipos e instrumental tenían sus manuales
correspondientes. Lincoln y Lori leyeron todo con el mayor detalle, y decidieron experimentar un poco con los equipos
de ultrasonido.
Fue difícil, y tuvieron que hacerlo varias veces, pero lograron ver la cabecita de los dos niños. No lograron ver sus
dedos, ni tampoco pudieron asegurarse de que venían sanos y completos, pero las malísimas imágenes que
obtuvieron bastaron para llenarlos de emoción. Se asustaron bastante cuando se dieron cuenta de que eran dos; pero
lo asimilaron rápido, y se prepararon mentalmente para lo que les esperaba. Ya tenían su habitación dispuesta con
cunas para atender a los dos bebés al mismo tiempo.
Lincoln sujetó con cuidado la cabecita del bebé, y tiró lo más delicadamente que pudo para ayudar a los esfuerzos de
Lori. Una vez en ese punto, el resto de la expulsión fue bastante rápida. Salió primero un hombro, después el otro, y
siguió el resto del cuerpecito; con cordón umbilical y placenta. Como la clínica del búnker contaba con maniquíes y
equipo de entrenamiento médico, Lincoln se había preparado asiduamente para recibir a sus bebés. Por eso ya no
estaba tan nervioso cuando pinzó el cordón umbilical, y lo cortó en el momento adecuado. Había ensayado las
maniobras cientos de veces, y ya no le temblaron las manos cuando tomó la perilla de hule, sacó las flemas, limpió el
cuerpecito del bebé y lo envolvió en una sábana limpia.
El pequeño comenzó a llorar. Lincoln se sintió tan satisfecho y emocionado, que tuvo ganas de hacerlo también.
A pesar del dolor y el cansancio, Lori tuvo la presencia de ánimo para preguntar.
- Ya lo oí llorar, mi vida. ¿Qué fue?
- Niño, corazón. ¡Es nuestro pequeño Lincoln!
- ¡Tráelo! -dijo Lori, extendiendo los brazos- ¡Quiero verlo! ¡Ayy!

Ya estaba empezando la labor de parto del segundo bebé.
- Tendrás que esperar un momento, mi vida- dijo Lincoln, dejando al pequeño en la incubadora ya preparada para
recibirlo-. Tenemos que ayudar a nuestro otro pequeño.
- Sí. Está bien, mi vida - dijo Lori, con una sonrisa cansada.
Lincoln se acercó un momento para besarla, y luego regresó al banco colocado entre las piernas abiertas de su
hermana y esposa. Lori comenzó a pujar de nuevo, y Lincoln sintió una oleada de admiración por aquella mujer tan
singular y maravillosa.
Llevaba casi 15 horas de labor de parto. Había pasado por uno de los dolores más intensos de su vida, y ya estaba
lista para continuar la batalla.
Y él también, claro que sí. No era su primera batalla juntos. Nunca le había fallado, y tampoco iba a fallarle ahora.
***
La realidad era que el embarazo de Lori había sido precioso. Todo había salido muy bien, y nunca hubo problemas
hasta la semana anterior. Una vez que estuvieron a salvo, viviendo dentro del bunker, la muchacha pudo relajarse de
verdad. Aprovechó esa oportunidad para cuidar escrupulosamente su alimentación, su cuerpo, y ejercitarse todo lo
posible para estar lista en la batalla más importante de su vida. Lincoln estuvo con ella todos los días, a todas horas;
cuidándola, consintiéndola con masajes, estudiando con ella y haciendo juntos todo el ejercicio posible.
El búnker tenía una buena cantidad de aparatos de la mejor calidad para hacer ejercicio; así como abundante material
bibliográfico y vídeos sobre casi cualquier temática concebible. Comparado con el búnker, su antiguo refugio era un
trabajo torpe de aficionados medianamente informados. Su nuevo refugio fue hecho por profesionales y científicos del
Ejército, la Armada y los departamentos de inteligencia de los Estados Unidos. Cada detalle estaba cuidadosamente
planificado y ejecutado. Los equipos, alimentos y servicios eran de primera calidad, y tenían tecnología de punta no
disponible en ningún lugar del mundo. Todos los equipos funcionaban con baterías atómicas perfectamente blindadas
y calibradas, que podían utilizarse con total seguridad. Algunas podrían ser utilizadas siglos o milenios después, con
poca reducción de su capacidad energética. Había limpiadores sónicos que eliminaban la necesidad de utilizar muchos
jabones o detergentes fuertes, y equipos de reciclaje de aguas y desechos. Los diseños hacían sencilla su operación,
incluso por personal no calificado.
Gracias a esas facilidades pudieron dedicarse a descansar y prepararse para la llegada de los pequeños. También
aprendieron a utilizar algunos de los equipos, y sobre todo estudiaron mucho sobre los procedimientos de atención al
parto y la crianza de los niños. No era raro que estuvieran sentados uno frente a otro, con una taza de café; leyendo y
tomando notas durante horas para después intercambiar la información que habían obtenido
Todo esto contribuyó a unirlos más cada día. Aunque nunca salieron del bunker, su rutina les permitía estar ocupados,
optimizar sus tiempos, cuidar del refugio y convivir en las mejores condiciones posibles.
Gracias a la tranquilidad y los cuidados, Lincoln continuó con su desarrollo físico y creció más. Lori, por su parte, se
veía más hermosa que nunca. Sus ojos y su cabello brillaban, su piel estaba más suave, y hasta su carácter se
dulcificó. Ambos se encontraban tan atractivos, que volvieron a tener relaciones sexuales prácticamente todos los días.
Les bastó con encontrar las posturas adecuadas para no comprimir el vientre de Lori.
La última semana sí fue difícil y un poco tensa. Lori seguía haciendo ejercicio en la máquina caminadora, pero se

cansaba más rápido y no siempre estaba de humor. Su vientre estaba enorme, y los niños se movían tanto que le
daba la impresión de que se peleaban dentro de ella. Afortunadamente, cuando Lincoln le acariciaba el vientre y le
hablaba suavemente, los niños se tranquilizaban por un rato.
Así que la labor de parto no los tomó por sorpresa. Estaban todo lo preparados que podían, dadas las circunstancias.
Y ahora, tras 15 horas de trabajo de parto, Lori estaba expulsando a su segundo hijo. Un pequeñito de cabello negro
un poco más ligero, y que salió más rápido que su hermano mayor.
- ¡Es niña, corazón! -gritó Lincoln entusiasmado.
- ¡¿Qué?! ¿De verdad?
- Te lo juro. ¡También tenemos a nuestra pequeña Lucy!
- ¡Tráelos, por favor! -suplicó Lori-. ¡Quiero verlos!
- Un momento, mi vida... Ya casi... -dijo, mientras terminaba de verificar los reflejos de la bebé.
Los dos niños lloraban, y se veían sanos y rozagantes. Aparentemente, no tuvieron consecuencias por los
medicamentos que tuvo que tomar Lori, ni por el hecho de que sus padres fueran hermanos. Lincoln casi lloraba. Eran
las cositas más hermosas que había visto en su vida. Y se vieron todavía más hermosos en los brazos de su madre.
- ¡Están preciosos, mi vida! -dijo Lori, con sus ojos llenos de lágrimas-. ¡Mira! Lincoln tiene tu cabello. ¡Y tus ojos!
- Pero tiene tu barbilla. ¡Y Lucy tiene tus ojos verdes!
- ¡Ay, mi amor... Nunca pensé que... Tú sabes. Quería que lo logramos, mi vida. Pero... ¡Lo logramos! Y míranos
ahora, mi amor. Con estos dos preciosos chiquitos en nuestros brazos.
- Lo sé, mi amor. Te entiendo -replicó Lincoln, besando a los tres-. Creo que tendremos que intentar que les des de
comer, ¿verdad?
- Claro que sí, ¿me ayudas?
Lincoln abrió la bata. Los turgentes senos de su mujer asomaron, y los pequeños pronto tuvieron sus pezones en la
boca.
El muchachito peliblanco los miró con adoración. Se colocó a un lado de su mujer, y puso la cabeza contra la suya.
Lori no pudo resistir la tentación de hacerle una broma.
- ¿Qué dices, mi vida? -sonrió con picardía- ¿Esperas tu turno?
Lincoln se puso más rojo que nunca en su vida.

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Capítulo 46 : Epílogo: un millón de soles
Como cada noche, el hombre de cabello blanco salio a recorrer el perímetro de su refugio. El silencio era casi
absoluto. Solo se escuchó de vez en cuando el sonido del viento entre los brotes de las plantas nuevas, y el leve crujir
del pasto bajo las ruedas del todoterreno.
Exploró cuidadosamente, ayudó por sus binoculares de visión nocturna. Hacía más de doce años que no veía a una
persona ajena a su propia familia; y descontando las falsas alarmas, no parecía que fuera a verla en un buen tiempo.
¿Acaso eran los únicos seres humanos que quedaron en el mundo?
No lo sabía. Pero al menos, él y su esposa ya no estaban solos.
Terminó su exploración y se dio por satisfecho. La montaña era segura. Su hija Lisa se molestó porque decía que no
confiaba en sus dispositivos de seguridad, pero él insistía en salir porque así tenía unos minutos para sí mismo. Se
acostó en el asiento del todoterreno, levantó la mirada al cielo nocturno, y otra vez se quedó subyugado y fascinado.

Allí estaban las estrellas y la Luna. Los brillantes astros que jamás conocieron, hasta hacía apenas unos pocos años.
Desde que la atmósfera terrestre volvió a ser transparente, pasaron muy pocas noches sin que gozara de aquel
espectáculo; aunque fuera por breves minutos.
Nunca se cansaba. Recordaba muy bien el día en que conoció por fin las estrellas. La emoción sobrecogedora que lo
invadió. Su amada Lori estaba junto a él, tomando su mano y su cabeza, mientras lo dejaba llorar y maravillarse.
Estuvo acostado unos minutos, disfrutando de la espléndida visión. Antes del desastre, en ningún lugar de la Tierra era
posible una visión así.
El sonido de su Walkie Talkie lo sacó de su contemplación. Lo reconoció y respondió. No había necesidad de que se
identificaran.
- Todo está muy bien, corazón -dijo suavemente-. Mándame a los pequeños.
- Enseguida van, mi vida -refutó la suave voz de una mujer-. Te van a llegar todos, en grupos de dos. Yo estaré con
ustedes tan pronto como termine de cambiar a Lynn.
- Muy bien, amor; pero no te tardes. Sabes que no puedo solo con los diez. Ayer Lana y Lola casi se me escapan.
Quieren ver los brotes de manzano en el huerto.
- Está bien, señor Quejón -rio la mujer-. No tardemos, te lo prometemos.
Lincoln Loud cerró la comunicación, y se preparó para recibir a sus pequeños.
***
Tal como su esposa le dijo, los niños llegaron por parejas. Un niño grande llevaba de la mano o ayudaba a
desplazarse a uno de los pequeños. Lincoln, el alcalde de todos, traía de la mano a la pequeña Luan. Lucy llegó
ayudando a Luna con su andadera. Las gemelas Lana y Lola traían cada una de la mano a las pequeñas Lori y Leni; y
Lisa llegó al final, empujando la silla de ruedas de Lily.
Todos estaban alegres, entusiasmados, y listos para jugar. Iban vestidos con ropas apropiadas para soportar el calor
de las noches de verano. Afortunadamente, ese día soplaban rachas de aire fresco. Sería necesario bañarlos, como
siempre. Pero tenía ciertas esperanzas de que aquella noche no terminarían tan mugrosos y pegoteados de pintura y
sudor.
Lincoln miró a sus niñas, a su muchachito, y sonrió. Todos eran hermosos, y la mayoría eran bastante sanos. Lola y
Lana heredaron condiciones que las hacían propensas a las infecciones respiratorias, y Luna y Lily no podían caminar
bien sin ayuda de sus aparatos. Las dos habían progresado mucho gracias a la terapia física que Lori y su hermano
Lincoln les proporcionaban; pero probablemente necesitarían alguna ayuda para caminar durante el resto de sus vidas.
Lily sólo podía andar sin su silla de ruedas durante cortos períodos de tiempo.
Ni hablar. Las cosas eran como eran. Los adoraban por ser sus hijos, y dedicaban muchos esfuerzos para educarlos y
darles la terapia apropiada. La endogamia y el incesto tenían desventajas. Lincoln y Lori lo habían descubierto
dolorosamente, e incluso habían perdido un par de embarazos por ello.
Sin embargo, se esforzaban por superar sus temores y su dolor. Por lo que sabían, podían ser uno de los últimos

grupos humanos que existían sobre la faz de la Tierra. Si tenían que repoblar el planeta entre ellos mismos, pues así lo
harían. Seguramente eso implicaba que tenían que ser bastante tolerantes con sus hijos. Lincoln ya había descubierto
un par de veces a su hijo besándose con Lucy y con Lola, y ni siquiera se le había ocurrido impedirlo
Un nuevo mundo. Una nueva moralidad.
Tendría que cuidarlos y aconsejarlos, eso sí. Pero ya no podían darse el lujo de tener los prejuicios y manera de
pensar del mundo caduco que había sido destruido. Aun así, no podía evitar sentirse preocupado. Un solo niño.
Aparentemente dos, para nueve niñas. Parte de la descendencia que pudieran tener sería estéril o lisiada. Niños que
nunca podrían nacer. Pero la humanidad había salido adelante alguna vez en circunstancias parecidas, y también lo
lograría en esta.
Contempló la vestimenta de sus hijos. Todos llevaban camisetas y shorts, algo completamente impensable durante sus
primeros 17 años de vida. Incluso durante la noche, el clima cálido requería el uso de aquellas prendas tan frescas.
Cuando la ceniza y los humos descendieron y la atmósfera volvió a ser transparente, el dióxido de carbono y los
nitritos acumulados comenzaron a hacer su trabajo destructivo sobre la capa de ozono. La temperatura subió
descontroladamente, y la irradiación solar también. Lincoln, Lori y Lisa estaban seguros de que ese abrupto cambio de
clima debió terminar con una casi toda la gente que aún pudiera quedar viva en el planeta.
Las semillas de las plantas resistentes a la radiación se beneficiaron enseguida del calor, la luz, la humedad, el dióxido
de carbono y los nitritos. Allí mismo, el Monte Spruce se estaba cubriendo con una hermosa capa de verdor; y los
árboles crecían más y más cada año. No tenían idea de si estaba pasando lo mismo en otras partes del mundo, pero
no les hubiera sorprendido en absoluto. En cierto modo, la Tierra era tan hostil como antes, cuando dominaban la
oscuridad y el frío. Pero la luz ayudaba a las especies resistentes y, por lo menos la vida vegetal, estaba consiguiendo
una nueva oportunidad por todas partes.
Lori y Lincoln ya sabían que eso iba a ocurrir, y pudieron prepararse con tiempo. Había mucha información en las
computadoras sobre los drásticos cambios que estaban por venir, y entre los dos elaboraron planes detallados para
enfrentarlos. Por suerte, los creadores del bunker llevaron la previsión lo suficientemente lejos como para proporcionar
materiales y equipos adecuados para las nuevas condiciones de la Tierra. Las pilas atómicas fueron sustituidas por
páneles, baterías, calentadores y estufas solares. El búnker estaba diseñado para mantenerse fresco aprovechando
los vientos alisios que soplaban sobre los Montes Apalaches, y contaba con aire acondicionado para los días en los
que el calor era extremo.
Además, los dos adquirieron la costumbre de ir lo más ligeros de ropa posible, y de mantener el búnker con una
temperatura bien caldeada. Por eso, el calor ya no los hizo sufrir de verdad. Por si eso fuera poco, se transformaron en
criaturas nocturnas: dormían para evitar el calor y la radiación letal durante el día, y se levantaban casi a la hora del
crepúsculo. Al menos dos veces por semana, aprovechaban ese rato para que los niños pudieran tomar algo de sol, y
Lincoln atendiera los pequeños huertos que empezaban a plantar en los alrededores de la montaña.
En cuanto se vieron libres, los niños comenzaron a correr por todas partes. Lana y Lola se tiraban patadas, golpes y
defensas a toda velocidad. Las gemelas eran sin duda las mejores luchadoras cuerpo a cuerpo. Disfrutaban mucho
peleando entre sí, y retándose con sucesiones de golpes cada vez más complejas. Eso sí: si a alguno de sus
hermanos se le ocurría meterse con una, un instante después llegaba la otra y lo sometían juntas. Ni siquiera Lincoln
podía con ellas.
La pequeña Lori, Leni, Luan y Lucy preferían jugar y practicar con las pistolas de pintura. Eran excelentes tiradoras, y
disfrutaban guerreando entre ellas y acribillando blancos de tamaño natural con sus rifles de postas. Les gustaba

retarse colocando los blancos cada vez más lejos, y haciendo competencias sobre quién le podía meter una bala en la
nariz a un blanco alejado doscientos metros; cubierto de la luz de la Luna por la densa copa de un árbol.
- ¡Yo me quedé más cerca! -gritó Leni.
- ¡No, yo! ¡Y le di en la boca! -objetó Luan.
- ¡Pues yo le pegué a la altura de la ceja, nenitas! -dijo Lucy orgullosa, y todas sus hermanitas se pusieron a discutir.
- ¡Ya cállense! -dijo Lily, levantándose trabajosamente de su silla de ruedas-. ¡La que gana soy yo!
E hizo un tiro perfecto que atravesó la fosa nasal derecha del maniquí de papel. Las hermanitas refunfuñaron. ¿Por
qué solo Lily había heredado la puntería perfecta de papá?
- Tranquilas, niñas -las apaciguó Lincoln-. Todas son magníficas tiradoras, y su hermano también. Estoy seguro que
con la práctica, podrán tirar tan bien como Lily.
Las niñas se dieron por satisfechas y se fueron a guerrear con las balas de pintura. Lily se abrazó a su padre; él la
besó, y se puso a acariciar los cabellos dorados de la hermosa niña.
A la izquierda de ellos, Luna servía de sparring para que sus hermanas practicaran sus patadas. A pesar de sus
problemas físicos, Luna era una extraordinaria luchadora, con una defensa tan fuerte que era casi imposible de
atravesar. Lori le había dicho muchas veces que, si estuviera sana, Luna hubiera sido la mejor peleadora de toda la
familia Loud.
Un poco más allá, Lisa y Lincoln jr miraban hacia el cielo y conversaban. Lincoln se preguntaba de qué estarían
hablando aquella vez. Lisa era, con mucho, la más inteligente de toda la familia. Una verdadera genio que aprendió a
leer mucho antes de cumplir dos años, y que ya hacía experimentos incluso antes. Ella les había ayudado a
comprender la situación que reinaba en el planeta, y las medidas de seguridad que podían emplear para sobrevivir en
el exterior. Sus capacidades se expandieron todavía más cuando descubrió, en las cámaras interiores del búnker, un
taller y un laboratorio completamente equipados. Fue ella quien echó a andar los equipos de comunicación, montó
cámaras de videovigilancia que casi hacían inútiles las rondas de vigilancia que Lincoln se empeñaba en hacer, reforzó
todos los sistemas de seguridad; y con la ayuda de las extraordinarias habilidades mecánicas de Lana, echó a andar
las plantas de reciclaje que no se utilizaban. Dispusieron los vehículos que juntaban polvo en las cámaras interiores
del búnker, y adaptaron páneles solares para el pequeño helicóptero del que disponían.
Con ese helicóptero, por desgracia, tenían el problema de que nadie sabía pilotearlo. Lori le contó que el abuelo y
mamá eran pilotos; pero fallecieron antes de poder enseñarle.
En aquellos momentos, Lisa y Lana trabajaban en dos proyectos conjuntos: aparatos de órtesis para dar mayor
autonomía a sus hermanitas Luna y Lily, y un satélite artificial para recoger información sobre el clima y posibles
asentamientos humanos en el mundo.
Lincoln, el primogénito, ya era un terapista más que competente. Se pasaba gran parte del día estudiando viejos textos
de anatomía, fisiología, bioquímica, farmacología y terapéutica. Tenía una fantástica habilidad con las manos. Él se
encargaba de curar las heridas físicas de todos ellos, guiaba la terapia física de Luna y Lily; y ya había intervenido en
los dos últimos partos de su madre. En el último de ellos, como Luan había sido una bebé demasiado grande, se
atrevió a practicar la episiotomía, y luego reparó la herida quirúrgica con habilidad.

Sí: Lincoln estaba orgulloso de sus hijos. Lori y él habían hecho un buen trabajo.
Pero como siempre, aquellos pensamientos terminaban por ponerlo triste. ¿Qué harían sus hijos en el futuro con todos
esos talentos? Ellos también se merecían al amor, tener una familia. Y por lo visto, solo iban a poder compartirse entre
ellos.
En todos esos años, nadie más había llegado al Monte Spruce. Desde que Lisa echó a andar los equipos de
comunicación, solo lograron algún indicio de respuesta en tres ocasiones. Apenas unas palabras aisladas, y una
conversación casi incoherente que se cortó de manera brusca.
Lori se quedó un poco preocupada por la seguridad. Lisa había triangulado la señal, y detectó que provenía de alguna
región de la provincia del norte de Nunavut, en Canadá, y acabó advirtiendo que si ella logró triangular la señal, ellos
también lo podían hacer; pero no perdieron el sueño por ello. El piso inferior del búnker tenía un tremendo arsenal que
incluía bazucas, misiles tierra aire, un par de tanques de guerra, armas Barret de alto poder de penetración, y gran
cantidad de pistolas, fusiles de asalto, granadas y munición. Lisa creó y habilitó armas láser, y tenían todo el perímetro
del Monte cercado con trampas y detectores de movimiento.
Los niños ya estaban entrenados en el uso de varias de aquellas armas. Lori se encargó de darles un entrenamiento
tan serio como el que había recibido de su abuelo. Entre ambos se habían dado muy buena maña para convertir el
entrenamiento en un juego, y los niños de verdad disfrutaban entrenarse y jugar a la guerra cada vez que podían.
Lincoln no temía a ningún ataque. Quien se atreviera a hacerlo, conocería la fuerza y las habilidades de la familia
Loud... Y no viviría para contarlo.
Unas manos cálidas acariciaron su espalda y lo sacaron de sus pensamientos. Sintió el aroma, y volteó en el momento
justo para recibir el apasionado beso de su mujer.
- ¿Qué haces, amor? -dijo, a la vez que le echaba los brazos al cuello-. ¿Soñando despierto otra vez?
Lincoln la abrazó por la cintura. Temblaba de la emoción. Después de trece años y once niños, su mujer estaba un
poco más llenita y con sus encantos bastante más voluptuosos. Para él, se veía más hermosa que nunca.
- Algo así, mi vida -respondió-. ¿Todo bien?
- ¡Oh, sí! -respondió Lori-. Lynn comió y se quedó dormidita. La saqué en su carriola.
- ¿Y cómo va nuestro otro pequeño?
- ¡Oh! -exclamó Lori, llevando una mano a su vientre-. Todo muy bien. Ya empieza a moverse mucho. No cabe duda
de que es un niño. Tendremos otro varoncito después de nueve niñas, amor.
- Es completamente seguro, ¿verdad?
- Lisa dice que lo es. Y ya ves que no se ha equivocado nunca.
- Bueno -dijo Lincoln, tomando la mano de su mujer-. ¿Y finalmente, qué nombre le vamos a poner? ¡No otro nombre
que empiece con L, por favor!
Lori hizo un mohín y se llevó las manos a las caderas.

- ¿Y de quién fue la brillante idea, señor? ¿Quién insistió en que les pusiéramos a las niñas los nombres de nuestras
hermanas y los que ya estaban planeados a futuro?
- ¡Está bien, está bien! -dijo Lincoln-. ¿Cómo quieres ponerle tú?
- Pensé en ponerle Loki -respondió Lori con una mirada pícara.
- ¿Qué? ¿Como el dios escandinavo de las travesuras? ¡No, por favor! Además, empieza con L.
- ¡Vamos, mi vida! -dijo Lori, entornando los ojos.
- ¡No! ¡Los ojos de cachorrito no te servirán esta vez!
- ¡Que sí! ¡Loki!
- ¡No! ¡Le pondremos un nombre completamente diferente! ¡Lo llamaremos Clyde!
- ¡Qué asco!
- ¡Clyde!
- ¡Loki!
- ¡Clyde!
- Bueno, ¿por qué no le preguntamos a los niños?
- Buena idea. Así dejaremos de discutir. ¡Niños! ¡Vengan acá todos!
Los niños escucharon el potente grito de su padre y acudieron enseguida.
Tomado de la mano de su esposa, Lincoln se dirigió a sus hijos.
- Niños, mamá y yo queremos hacerle una pregunta a todos. Ya saben que su próximo hermanito va a ser un niño.
¿Cómo les gustaría que se llamara, Clyde o Loki?
- ¡Noooooo! -gritaron todos, a coro.
Lincoln y Lori quedaron anonadados ante el potente grito de los niños, que los miraban con expresión de disgusto.
- Bueno... entonces, ¿qué nombre proponen ustedes?
Y aquello se convirtió en un pandemónium.
- ¡Lars!
- ¡Leif!
- ¡Quiero que se llame Luke!

- ¡Levi es un nombre distinguido e intelectual!
- ¡Lexx! ¡Ese sí que es un nombre distinguido!
- ¡No! ¡Él se llamará Lane!
- ¡Loni!
El tono de la discusión subió. Por supuesto, nunca lograron ponerse de acuerdo.
- ¡Oh, dios! -exclamo Lincoln, pasándose la mano por la cara-. ¡Otra vez nombres con L!
Lori se le acercó, lo besó profundamente en la boca y le acarició las mejillas con la punta de los dedos.
- ¿Y eso es tan terrible, mi amor? Creo que lo justo sería que le pusiéramos Albert, ¿no crees? Pero no les digamos
nada por ahora. ¡Mira lo felices que están los niños!
Lincoln volteó a ver las caritas entusiasmadas de sus pequeños. Todos seguían gritando, peleando, y proponiendo
nombres.
El joven patriarca sintió que su corazón se llenaba de alegría. Volteó un momento para ver los preciosos ojos verdes
de su mujer, y regresó la mirada hacia sus niños.
Los ojos de los pequeños brillaban a la luz de la Luna: café, verde, azul. Hermosas tonalidades que reflejaban los
colores del futuro por venir. Gemas vivas, mucho valiosas que todo lo que existía;, y mucho más hermosas que todas
las estrellas del cielo. Los preciosos ojos de sus hijos brillaban más que un millón de soles.
FIN
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Sobreviviremos (The Loud House) - Capítulo 1 - Octware - The Loud House (Cartoo

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Cassalora2 , GothRavenmore , Blackcatpuppet , NancyRodriguez , Phoenixkit77 , Heaven_wrong , Advantgschaft , Gador ,

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