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LA CONCIENCIA EN LA PSICOLOGÍA, LA BIBLIA Y LOS ESCRITOS WHITE

Basado en el artículo de Edwin Cook, “Concience in the New Testament”


Journal of the Adventist Theological Society, 15/1 (Spring 2004): 142-158.

Introducción:
El término “conciencia” tiene varias aplicaciones en diferentes campos de estudios relativos a la
mente. Igualmente es un término muy usado en la teología. El término fue usado primeramente
en los escritos de Filón de Alejandría, filosofo judío 20 a.C-50 d.C. El otro autor que escribió en
griego y empleó el término frecuentemente fue el Apóstol Pablo. Es importante saber que el
término “conciencia” nunca es usado en el Antiguo Testamento, el término hebreo aproximado es
leb o lebab que significa “corazón”.
En el Nuevo Testamento, la palabra que se usa es συνειδησις con un total de 13 referencias, la
mayoría en las epístolas paulinas. El verbo se usa en cuatro ocasiones y es συνοιδα. Los psicólogos
a través de los tiempos han manejado el término “conciencia” y lo han entendido desde diferentes
perspectivas. Estudiaremos brevemente las concepciones de esta ciencia con respecto a este
asunto.
La pluma inspirada de Elena White también usó frecuentemente el término conciencia, un total de
2476 veces, extraeremos las ideas y pensamientos básicos que encontramos en sus escritos acerca
de este término. Notaremos que la manera en que se define el término conciencia depende de la
orientación filosófica del exponente e incluye su punto de vista acerca de la naturaleza del hombre
y el rol, el propósito de Dios para el mismo y cómo este interactúa con esa realidad.

“Conciencia en la Psicología”
Un análisis del término en los escritos de los psicólogos muestra una serie de entendimientos:
Sigmund Freud (1856-1939) inicialmente describió la conciencia como “la voz integrada de la
familia” y más tarde como “la voz integrada de la comunidad”, de manera que los principios y
prácticas legados por la familia o apoyados por la comunidad hablarán constantemente al
individuo aprobando o rechazando su conducta. El veía la conciencia como punitiva en función, y
la causante de la neurosis; la cura de esta enfermedad consiste en debilitar la conciencia.
En 1971 Hobart Mowrer cuestionó la validez de la teoría de Freud, insistía en que si la neurosis es
el resultado de una conciencia dominante y la conciencia es la incorporación de los valores de la
sociedad entonces el enfermo debe moverse a una identificación con la sociedad y considerar lo
que la conciencia le dicta, sólo entonces podrá librase de su problema. Pero él sigue creyendo que
la conciencia no es más la voz de los valores de la sociedad insistiendo en ser oídos. Abraham
Maslow cree que la conciencia es la voz de la naturaleza interna del hombre, que es básicamente
buena. Como adventistas y cristianos rechazamos la noción de que la naturaleza interna del
humano sea básicamente buena. Creemos que el pecado ha afectado cada parte de la naturaleza
humana y nada hay sano en ella. Carl Jung arguye que la conciencia contiene factores morales y
éticos. Los factores morales reflejan las admoniciones de la sociedad, pero los factores éticos son
arquetipos heredados que poseen una autoridad que compelen y podría caracterizarse como la
voz de Dios. Para Erich Fromm la naturaleza autoritaria de la conciencia deriva de la autoridad
paterna, así la conciencia no es más que la voz de los padres que hablará al hombre por el resto de
su vida. Jersild (1968) sugiere que la conciencia es simplemente la voz de la conveniencia.
Mientras para Tomás de Aquino la conciencia es el vínculo entre los principios de la moralidad y
las acciones que implementan esa moralidad; o sea es el vínculo entre la ley y la responsabilidad.

Podemos observar que la mayoría de los psicólogos ven la conciencia como de origen social y
familiar y generalmente como represora de la naturaleza del hombre y algunos como la causante
de serias enfermedades como la neurosis. Deseamos decir que escapa a esa visión Nicolas
Berdyaed que expresa que la “conciencia es espiritual, un principio sobrenatural en el hombre y
no es en absoluto de origen social…, la conciencia es la profundidad de la naturaleza humana e
indica que no se ha caído completamente fuera de Dios, se ha conservado una conexión con el
mundo divino”.

“Conciencia en el Nuevo Testamento”


El término griego deriva de dos palabras; primeramente la preposición συν que significa “con,
junto con” y el verbo οιδα que quiere decir “conocer”. Así que literalmente el término quiere decir
“conozco junto con, co-conocimiento”. “Es un co-conocimiento con uno mismo, el testimonio
dado de la propia conducta por la conciencia; ese co-conocimiento está dispuesto a gobernar
nuestras vidas, y es la facultad por medio de la cual llegamos a conocer a Dios”.
Podemos encontrar tres categorías básicas en que pueden dividirse los pasajes del Nuevo
Testamento que se refieren a la “conciencia”: Describen la función de la conciencia: Hechos 5:2;
12:12; 14:6; 23:1; 24:16; Romanos 2:15; 9:1; 13:5; 1 Corintios 4:4; 8:7, 10, 12; 10:25, 27-29; 2
Corintios 1:12; 2:4. Los que se refieren a los tipos de conciencia:
1) Buena conciencia: 2 Corintios 5:11; 1 Timoteo 1:5, 19; 3:9; 2 Timoteo 1:3; Hebreos 13:18;
1 Pedro 2:19; 3:16, 21.
2) Mala conciencia: 1 Timoteo 4:2; Tito 1:15.
Los que describen el proceso de cómo la conciencia puede ser limpiada: Heb 9:9, 14; 10:2,22.

Función de la conciencia
En tres de las cuatro veces que se usa el verbo συνοιδα claramente nos indica que es un “proceso
interno de pensamiento” (Hechos 5:2; 12:12; 14:6). Por lo que la función de la conciencia es ser
“un pensar interno, una consideración sobre un asunto, un conocimiento interno, un conocer
algo”. Fácilmente podría entenderse como que “(él, ella, ellos) conocen dentro de (sí mismo, sí
misma, ellos mismos) el asunto”. En Hechos 23:1 nos muestra que la conciencia tiene que ver con
la conducta de lo que uno es en la vida. La sintaxis griega de παση συνειδησει αγαθη revela
explícitamente la facultad individual de discernir entre el bien y el mal. No tiene que ver
solamente como uno vive sino como uno vive “acorde con Dios”. No se nos dice que la conciencia
es un elemento divino en el hombre, pero se nos sugiere que como Dios es el creador del hombre,
él es el originador de la conciencia en el hombre. Pablo hace claro que frente a toda acción de la
vida a fin de catalogarla como “buena” el árbitro final es Dios. Hechos 24:16 nos introduce la idea
de que la conciencia no sólo tiene una función con relación a Dios sino además con relación al
prójimo. Esto es elemental en el concepto de una ética social. Así la conciencia cumple un papel de
juicio con respecto al individuo, dictando que acciones son “sin ofensa” delante de Dios y los
hombres. Ahora Romanos 2: 12-16 nos lega la idea de la ley en relación con la conciencia. La
conciencia en alguna manera se orienta por la ley. Los gentiles que no tienen ley, como lo judíos y
cristianos, tienen una conciencia activa que les indica la manera correcta en que deben actuar,
pero aún hay una ley que opera en sus conciencias la cual el apóstol llama la ley natural. En
Romanos 9:1 vemos que la conciencia desempeña el rol de actuar como testigo (2 Corintios 1:12)
de cualquier pensamiento consciente individual o acción.
Es interesante que se declare que ese testimonio de la conciencia está dado por el Espíritu Santo,
indicando que la conciencia es un medio por el cual el Espíritu Santo habla a un individuo. Tres
niveles de actividad mental nos presenta el apóstol.
1) Pablo conoce que lo que él está diciendo es verdad.
2) Pablo está consciente del trabajo de su conciencia de ser un testigo para sí mismo de que lo
que está diciendo es verdad.
3) El Espíritu Santo le confirma a través de su conciencia que lo que él está diciendo es verdad.

Es elemental entender estas dos relaciones de la conciencia que nos presenta Romanos. El mismo
Pablo en su experiencia comprobó que la conciencia puede ser un guía defectuoso, que una mente
educada no hace que se tenga necesariamente una conciencia convertida; sino que el Espíritu
Santo y la Palabra de Dios juegan un papel primordial para guiar la conciencia en un camino
correcto (Comparar Hechos 9:5, 26:14 con Eclesiastés 12:11). Cuando la misma tiene tales guías
entonces podemos introducir la idea de una sujeción a la conciencia como una “autoridad”, según
nos muestra Romanos 13:5. De otra manera podremos ser desorientados y aún creer que estamos
actuando correctamente. Acorde con las escrituras la conciencia puede ser de varios tipos: buena
(Hebreos 13:18; 1 Pedro 3: 16, 21); pura (2 Timoteo 1:3); herida (1 Corintios 8:12); débil (1
Corintios 8:7); manchada (Tito 1:15); mala (Hebreos 10:22) y cauterizada (1 Timoteo 4:2) a la cual
probablemente no le queda posibilidad de ser reconvertida.

Siguiendo lo que presenta el Nuevo Testamento podríamos definir la conciencia en tres maneras:
1) Un sitio o células nerviosas en el cerebro. La conciencia es un área especial de la mente que
Dios se ha reservado para él por medio de la cual comunica su voluntad al hombre. El habla a
esa área trasmitiendo los valores que el hombre debe tener en cuenta al actuar en la vida.
Elena White dice que “los nervios de la mente son el único medio a través del cual el cielo se
comunica con el hombre y afecta su vida interior” (2 T, 347).
2) En las escrituras se refieren una sentida experiencia de convicción. Esa experiencia puede ser
buena o mala, débil o fuerte. En ese sentido Pablo habla de conciencia débil, o buena, o mala.
Por lo que la conciencia tiene una estrecha relación con la experiencia y las convicciones que la
misma ha sentido. El rechazo de la voz de la conciencia hace que la misma cada vez se debilite
más. White advierte que no debemos detenernos a discutir el caso con nuestra conciencia
débil.
Además añade que “cuando un rayo de luz es despreciado, se produce un embotamiento
parcial de las percepciones espirituales, y se discierne menos claramente la segunda
revelación de la luz”.
3) Algunas veces las escrituras la presentan como una silenciosa, pequeña voz. Isaías 30:21 dice
que nuestros oídos oirán a nuestras espaldas una voz que dirá “este es el camino, andad por
él”. En 1 Timoteo 3:9 dice “guardad el misterio de la fe con limpia conciencia”; una conciencia
limpia no tiene contaminación con otras voces. “Mantengan sensible la conciencia, para que
puedan escuchar el más débil susurro de la voz de Aquel que habló como nadie lo hizo antes”.

“Conciencia en los escritos de Elena de White”


El término conciencia es muy usado en los escritos de la hermana White. Una búsqueda en los
mismos nos muestra que ella habla de la “conciencia” como “la voz de Dios”. Dice explícitamente
“la conciencia es la voz de Dios que habla en medio del conflicto de las pasiones humanas”. En 26
referencias hace declaraciones semejantes. En otras ocasiones notamos que usa paralelos que
equiparan la conciencia con la voz de Dios. Ella habla de la “voz del deber” como paralela a la “voz
de la conciencia”; por ejemplo “El Señor requiere de nosotros que obedezcamos la voz del deber,
cuando hay otras voces en torno de nosotros que nos instan a seguir un proceder opuesto.
Debemos resistir y vencer la inclinación y obedecer la voz de la conciencia sin parlamentar”. Luego
expresa claramente que la “voz del deber” es la “voz de Dios”; “La voz del deber es la voz de Dios:
un guía innato dado por el cielo”. Consistentemente encontramos entonces que ella habla de la
“palabra, las escrituras o el evangelio” es incluso “la ley” como la “voz de Dios”. “La ley es el eco
de la voz de Dios…, Si la Palabra de Dios hubiera sido considerada como siempre lo debió ser,
como la voz de Dios. Sólo los que leen las Escrituras considerándolas la voz de Dios que les habla,
aprenden realmente. El Evangelio de Cristo es la voz del deber y la voz de Dios. La pluma profética,
bajo la dirección del Espíritu Santo, bosqueja su historia…, La voz de Dios, escuchada en las épocas
pretéritas, ha resonado siglo tras siglo. Los padres deben aprender la lección de la obediencia
implícita a la voz de Dios, que les habla desde su Palabra. La ley de los diez preceptos del mayor
amor que se le pueda presentar al hombre, es la voz de Dios procedente del cielo. Por lo que la
conciencia debe aceptarse como la voz de Dios, sólo cuando la misma está siendo guiada,
orientada y nutrida por la voz de las Escrituras. Debemos aceptar no todo lo que la conciencia nos
dicte, sino todo aquello que ella muestre en concordancia con la revelación divina.
Eso es evidentemente importante, pues el pecado ha dañado cada aspecto de la naturaleza
humana incluyendo la conciencia. Ya en las escrituras hemos visto que la conciencia puede ser
“mala”, “débil”, incluso “cauterizada”; además puede estar “muerta”. Además ella enseña que el
desarrollo de una buena conciencia está íntimamente ligado a la obra del Espíritu Santo. La
conciencia debe ser vivificada, regenerada, alcanzada y despertada por la obra constante del
Espíritu de Dios. Esa obra es una influencia vivificadora que llega a nuestras conciencias por medio
de la Palabra revelada por el Espíritu. Esa Palabra nos habla, nos juzga, nos da testimonio, nos
aprueba o desaprueba nuestras acciones. Evidentemente al ser escuchada la influencia es
fortalecida, pero la renuncia continua a prestarle atención lleva que la voz se escuche cada vez
más débil y su influencia se va disipando. “Cuando la convicción toca las cuerdas sensibles de la
conciencia, ¿por qué no prestarle oídos para escuchar la voz del Espíritu de Dios? Cada vacilación y
postergación nos sitúa en una posición en la que nos resulta cada vez más difícil aceptar la luz
celestial y, por último, parece imposible que las admoniciones y advertencias nos impresionen.”

Recomendaciones acerca de la conciencia:


1) Escuche con atención y obedezca la voz de su conciencia: “El Señor requiere que obedezcamos
la voz del deber, cuando haya otras voces alrededor de nosotros instándonos a seguir una
conducta opuesta. Se demanda nuestra ferviente atención para distinguir la voz que habla de
parte de Dios. Debemos resistir y vencer la inclinación, y obedecer la voz de la conciencia sin
discusiones ni transigencias, no sea que cesen sus advertencias y la voluntad y el impulso
tomen las riendas”.
2) Someta su conciencia a la Palabra, y al Espíritu Santo: Como dijo Lutero, “mi conciencia está
sometida a la Palabra de Dios, pues no es correcto ni seguro ir en contra de la conciencia”.
Evidentemente Lutero habla de seguir la voz de una conciencia que está sometida a las
Escrituras. White dice “Cuando se efectúa un cambio en la mente, en el corazón y en el alma,
al hombre no se le da una nueva conciencia, sino que su voluntad queda sometida a una
conciencia renovada, cuyas sensibilidades adormecidas son despertadas por la obra del
Espíritu Santo”.
3) Limpiemos la conciencia: Esa no es una obra que podemos hacer por nosotros mismos pero el
libro de Hebreos nos dice que puede ser limpiada por la “sangre de Cristo Jesús” (Hebreos 9:8-
14; 10:2,22). “Dios limpia nuestra conciencia de obras muertas. Él se dio a sí mismo para morir
por nosotros, a fin de que pudiera purificarnos de toda iniquidad”.
En resumen podríamos decir que la conciencia es “un conocimiento interno acerca de uno
mismo”; es “la voz de Dios que nos guía por medio de su Palabra y la influencia del Espíritu
Santo”. Su función es conducir la conducta de un individuo con relación a Dios y a sus
semejantes. La misma es distinguida de otras facultades mentales como los pensamientos, la
memoria, la razón, pero se relaciona íntimamente con ella. La conciencia sirve como jueza y
testigo, aprobando o desaprobando el actuar del individuo. Es además, una facultad mental
que Dios ha puesto en cada hombre, a fin de que el mismo se mantenga dócil a la ley de Dios y
se deje dirigir por su Palabra y es el medio por el cuál el Espíritu Santo ejerce su influencia para
convencer de pecado, justicia y juicio y producir la conversión.

Referencias Bibliográficas
Elden M. Chalmers, “Concience” Journal of the Adventist Theological Society, 6/2 (1995); 63-76.
W.E. Vine, Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y Nuevo Testamento (Colombia: Editorial
Caribe, INC., 1999), 180.
White, Elena. Consejos sobre la salud (Miami: APIA, 1997), 589.
White, El Deseado de todas las gentes (Miami: APIA, 1997), 289.
White, Cada día con Dios (Miami: APIA, 1997), 284.
White, La fe por la cual vivo, 60.
White, Mensajes Selectos, Tomo 1, 31.
White, Dios nos cuida, 179.
White, Alza tus ojos, 282.
White, Cada día con Dios, 127.
White, Conducción del niño, 24
White, Elena. Dios nos cuida, 77
White, Elena. Seguridad y Paz en el Conflicto, 248
White, Elena. Deseado de Todas las Gentes, 625
White, Elena. Joyas de los Testimonios, Tomo 3, 193.
White, Elena. Mente Carácter y Personalidad, Tomo 1, 67.
White, Elena. Recibiréis poder, 34.
White, Elena. La maravillosa gracia, 202.
White, Elena. Mente, Carácter y Personalidad, Tomo II, 719.
White, Elena. Mensajes selectos, Tomo 3, 228.

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