Está en la página 1de 214

ACERCA DEL

SUJETO SUPUESTO SABER

-1

¡
11

b
Colección Orientación Lacaniana
Publicación de la Escuela de la Orientación
Lacaniana - EOL

Directora responsable: Dudy Bleger


Directora de la publicación: María Inés Negri
Directora adjunta: Graciela Musachi
Comité editorial: Silvia Baudini, Adriana Luka, Marina
Recalde, Pablo Russo, Laura Vignola

La Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL), la École de la Cause


freudienne (ECF), la Escuela del Campo Freudiano de Caracas
(ECFC), la Escuela Europea de Psicoanálisis (EEP) y la Escala
Brasileira de Psicana1ise (EBP) son miembros institucionales de la
Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).
COLECCIÓN ORIENTACIÓN LACANIANA

ACERCA
DEL SUJETO
SUPUESTO SABER

EOL • PAIDÓS
Buenos Aires - Barcelona - México

UNiVERSIDAD DE ANTJOQUIA
R.IRI IOTECA CENTRAL
Cubierta de Gustavo Macri

lg edición, 2000

La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma


que sea, idéntica o modificada, escrita a máquina, por el sistema
"multigraph", mimeógrafo, impreso por fotocopia, fotoduplica~
ción, etc., po autorizada por los editores, viola derechos reserva-
dos. Cualquier utilización debe ser previamente soliciteda.

© 2000 de todas las ediciones


Escuela de Orientación Lacaniana (EOL)

Editorial Paidós SA1CF


Defensa 599, Buenos Aires
e-mail: paidosliterario@ciudad.com.ar
Ediciones Paidós Ibérica SA
Mariano Cubí, 92, Barcelona
Editorial Paidós Mexicana SA
Rubén Darío 118, México DF

Queda hecho el depósito que previene la Ley 11.723


Impreso en la Argentina. Printed in Argentina

Impreso en Gráfica MPS


Santiago del Estero 338, Lanús, en mayo de 2000

ISBN 950-12-7807-7
"
lNDICE

Conferencia de Jacques-Alain Miller


"Investigación sobre la temporalidad del inconsciente"

Parte I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Parte II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37

Plenario teórico

C
'-
Clírúca del sujeto supuesto saber. La ironía,
ClJ SAMUEL BASZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
¿} Las enfermedades del sujeto supuesto saber,
-&J GRACIELA BRODSKY . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89

Plenario clínico

Una particular enfermedad, CARMEN GoNzALEZ TÁBOAS 99


Comentario al trabajo de Carmen González Táboas,
RICARDO SELDES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109
Discusión ......................................... 117

Las enseñanzas del pase

A. Testimonios de los AE
La efectividad en el pase, GUILLERMO BELAGA . . . . . . . . . . . 129
El encuentro con el psicoanálisis, FLORENCIA DASSEN . . . . . 135
Q) El deseo del analista, una cuestión de horizonte,
ANíBAL LESERRE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139

7
El eclipse del sujeto supuesto saber, VICENTE PALO!viERA ... 147
Del sfutorna de la identificación a la identificación
al sfutorna, CELSO RENNó LIMA .............. ~ . . . . . . 159
Debate ........................................... 164

B. La elaboración de los carteles


El dispositivo del pase y su enseñanza,
GUILLERMOCAVALLERO ............................ 177
Un abordaje singular de la experiencia del pase,
NORA CHERNI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185
Concluir en el dictamen, ANA RUTH NAJLES . . . . . . . . . . . . . 191
La elaboración del cartel, un trabajo en curso,
FRIDANE!viTROVSKY ............................... 197
Debate ........................................... 200

8
CONFERENCIA

"INVESTIGACIÓN SOBRE LA
TEMPORALIDAD DEL INCONSCIENTE"

JACQUES-ALAIN MILLER
Nota aclaratoria

La conferencia "Investigación sobre la temporalidad del


Inconsciente" fue dictada por Jacques-Alain Miller en el mar-
co de las VID Jornadas Anuales de la EOL "Las enfermeda-
des del sujeto supuesto saber", las que se llevaron a cabo en
Buenos Aires los días 29, 30 y 31 de octubre de 1999 en el Ho-
tel Crowne Plaza Panamericano, así como los plenarios teóri-
co y clínico, los testimonios de los AE y la elaboración de los
carteles aquí publicados.
PARTE I

Jacques-Alain Miller. -En las reuniones de hoy y de maña-


na quiero tratar de abrir y de recorrer un campo de investiga-
ción. No lo tengo todo resuelto, veo más preguntas que
respuestas, percibo la necesidad de inventar; y pienso contar
con un año de trabajo, de curso en París en tomo de esto.
Daré entonces mi punto de partida tal como lo puedo pre-
sentar en este momento, dado que es una construcción que
aún está en obra. Aunque decir "en obra" en este salón es-
pléndido, donde estamos todos tan formales, limpios, impe-
cables ... Pero, bueno, es algo en obra.
Para decirlo todo, apunto a un blanco. En fin, pienso que
es posible relacionar nuestro concepto de sujeto supuesto sa-
ber -desde hace años bien conocido, personaje importante de
esta ciudad, como se ve en los afiches- con la sesión analítica;
es decir, con el tema que nos convocará el próximo mes de ju-
lio para el Encuentro Internacional del Campo Freudiano. A
mi entender, el sujeto supuesto saber es por el momento la
buena puerta de entrada a ese concepto de la sesión analítica,
que aún hay que construir.
A pesar de la formalidad, los fundamentos, las referencias, la
fenomenología de la experiencia, los argumentos y las objecio-
nes que me hago a mí mismo, no lo eludiré. Y trataré de hacer-
1~ sin retórica o, por lo menos, sin retórica romántica; es decir,

11
Jacques-Alain Miller

con la retórica de la simplicidad, la claridad y la precisión. Iré


paso a paso, sabiendo que muchos aquí trabajaron el tema del
sujeto supuesto saber, iré paso a paso e intentaré hacer surgir de
nuestros significantes usuales un sentido quizá nuevo.
Empiezo tranquilamente por este sintagma que creó La-
can: sujeto supuesto saber, tres palabras encadenadas. Esta
cadena exitosa tiene facetas múltiples. Ya hay algo raro en es-
ta frase de Lacan y es que se entiende de inmediato, lo que no
ocurre con muchas de sus expresiones. Por ejemplo, si decimos
objeto pequeño a en la ciudad ... Bueno, si la ciudad es Buenos
Aires, es posible que la persona lo conozca, pero no es lo que
sucede con todo el mundo. Todos entienden la frase sujeto su-
puesto saber, y es lo que la hace dilicil. Puede traducirse, me
parece, como alguien de quien los demás suponen que sabe.
Esa significación, esa idea de alguien de quien los demás su-
ponen que sabe es común, es familiar; ir a ver a alguien que
uno supone que sabe. Se puede decir que el simple hecho de
hacer una pregunta a alguien ya lo constituye como sujeto su-
puesto saber. Las preguntas siempre se dirigen a un sujeto su-
puesto saber. En realidad es discutible, porque a veces hay
preguntas que no son "verdaderas preguntas". "¿Cómo lo va
a hacer?" no es una verdadera pregunta. Sin embargo, el su-
jeto supuesto saber está presente aun en la falsa pregunta.
Por supuesto, esa frase, esa expresión de Laca:n; se puede
entender de otra manera. Y aunque también saca provecho
del sentido común, él mismo introduce una forma más com-
pleja de entenderla: no se trata de que el sujeto sea supuesto
por los demás saber, sino de que el sujeto sea supuesto por un
significante. Ya entramos en otra dimensión. El sujeto supues,-
to saber es una fórmula de Lacan que viene acompañada de
un materna que lo hace más complejo. No creo que sea nece-
sario escribirlo en el pizarrón; si algunos no conocen este ma-
terna de Lacan, seguramente lo encontrarán mañana en las
jornadas. El materna está en el texto de la "Proposición del 9
de octubre... ".
Detengámonos en esto. Esa expresión ya tiene por lo me-
nos dos significaciones distintas, la significación familiar y la

12
Conferenda

significación compleja, "científica", que Lacan también ofre-


ce. Tiene pues una significación manifiesta, para todos, y una
significación latente, científica, que no se entiende de inme-
diato. Esta disyunción de la significación que establece nive-
les de comprensión, el hecho de que existan niveles de
comprensión, distintas significaciones, ya es el sujeto supues-
to saber mismo. Con esa expresión ya tenemos la impresión
de una profundidad semántica. Es decir que la significación,
lo significado, no es una entidad puntual, superficial; la signi-
ficación no se extiende bajo la mirada transparente, sino que
tiene opacidad, niveles, ofrece facetas, se presta a distintas
perspectivas.
Además, no solamente están la significación común y la
significación técnica que Lacan da a esta frase, sino que hay
muchas otras lecturas; se pueden dar varias versiones de esta
cadena de tres significantes. Entre nosotros, los técnicos de
Lacan, esas tres palabras funcionan como una matriz de mu-
chas expresiones distintas; por ejemplo, utilizamos el adjetivo
"supuesto" para calificar al sujeto, pero también para calificar
el saber. De tal manera que a partir de esa frase creamos el su-
jeto supuesto, el saber supuesto, e incluso la palabra "saber"
puede tomarse, en francés y en castellano, como un verbo o
como un nombre. De modo que es posible hablar del sujeto
saber o del saber sujeto; se presta a una cantidad de juegos
significantes. Lacan habla, por ejemplo, del sujeto supuesto al
saber, etcétera.
Detengámonos un momento en lo que tiene de más puro,
de más depurado, el efecto sujeto supuesto saber, que se pro-
duce con lo mínimo de significante. Es suficiente que algo,
cualquier cosa -un Etwas, diría Freud-, sea distiri.guido como
significante -que escribimos con una S mayúscula- para que
nos preguntemos qué quiere decir. Y lo que quiere decir lo es-
cribimos aquí como x o como un punto de interrogación. Pe-
ro ya la pregunta "¿qué quiere decir esto?" es un pedido de
otro significante que diga lo que quiere decir el primero. En
otras palabras, el segundo tiempo de esta operación mínima
es que este significante pasa por ser uno correlativo de un se-

13
]acques-Alain Miller

gundo, que es el que supuestamente nos permitirá saber qué


quiere decir el primero; y escribimos este sentido al cual lle-
gamos con una s minúscula.
Digamos que el sujeto supuesto saber ya está constituido
por el simple hecho del significante, o como máximo de su ar-
ticulación con un otro. Utilizamos el sentido, pensamos en el
sentido, y podemos preguntarnos también qué quiere decir
el sentido. Y bien, precisamente, el sentido nunca está tan pre-
sente, tan insistente como cuando no se lo entiende -como
ahora, por ejemplo-. El sentido se hace más presente, más pe-
sado, cuando lo que quiere decir no aparece; esto es, el senti-
do, la instancia del sentido en tanto tal está mucho más
presente cuando uno no sabe lo que quiere decir. Por esta ra-
zón, Lacan sostiene que el colmo del sentido es el enigma,
cuando hay un no saber del sentido. Esta vinculación mínima
del sentido con el no saber ya pone en el horizonte una supo-
sición de saber; en algún lugar hay que suponer que se sabe
lo que quiere decir, está el saber de lo que quiere decir.
Entonces el sentido se introduce como un querer decir, que
es asimismo una expresión con facetas. "Querer decir" puede
introducirnos simplemente en la traducción, al traducir siem- .
pre se está luchando con el querer decir del autor; puede sig-
nificar sustituir el querer decir, llevarnos a la equivalencia, la
sinonimia. Se puede decir que una adición, por ejemplo dos y
dos son cuatro, ya es algo del orden del "¿qué quiere decir
dos y dos?". Quiere decir cuatro. Con el querer decir se intro-
duce también, eventualmente, una voluntad, una intención, y
el sujeto de esta intención, que siempre es mala. El solo hecho
de preguntar lo que esto quiere decir responde a que el pri-
mer significante no lo ha revelado, lo ha detenido. Pero ¿por
qué? Quizá por esas malas intenciones que suponemos cuan-
do decimos "¿y esto qué quiere decir?".
Se percibe que cuando hay sentido, siempre hay niveles,
registros del sentido, connotaciones que pueden ir al infinito;
de tal manera que cualquier frase, con un poco de buena o
mala voluntad, es capaz de decir cualquier cosa. Lacan utili-
zó mucho esta posibilidad al cambiar su opinión sobre algu-

14
Conferenda

nas cosas; retomó la misma frase para explicarla de manera


más conforme con su nueva opinión.
He aquí el efecto sujeto supuesto saber a ras de tierra. Pa-
ra avanzar un poco, examinemos qué es una pregunta y si és-
ta introduce realmente siempre un sujeto supuesto saber. A
veces no. No sé algo y voy a buscar la respuesta en una enci-
clopedia, donde supongo que el saber ya está presente en los
múltiples tomos ... También hay enciclopedias de un solo to-
mo, pero no inspiran confianza. Es cuando hay múltiples vo-
lúmenes que uno supone que efectivamente el saber está en
ese lugar. Aunque quizá sea difícil decir que hay aquí un su-
jeto supuesto saber, o tal vez no se trate de la utiliZación más
interesante de la palabra sujeto. De todas maneras, actual-
mente se interroga la enciclopedia mediante la computadora,
mediante Internet; y quizá no se trate tanto de una suposición
como de la anticipación de que voy a encontrar lo que busco.
Queda, sin embargo, el hecho de la pregunta, que no me pa-
rece excesivo definir como una demanda de saber. En este lu-
gar no hacen falta muchos argumentos para decir que sí, que
el saber -al menos un trozo de saber, un pedazo de saber-
puede ser un objeto de la demanda. Haciendo un gran salto,
¿por qué no decir que el saber como objeto está tomado en la
dialéctica bien conocida de los objetos de la demanda? Con
esto se abre todo un campo por recorrer: se podría decir que
el saber es objeto de la necesidad; a veces necesito saber algu-
nos datos. Es el nivel de la información, y se puede dudar de
que existen realmente.
Dar una respuesta a una pregunta ya es un testimonio de
amor, por lo menos es reconocer al interrogador, hacerle un
don; es constituir, aceptar el vínculo que se constituye a par-
tir de la pregunta. Aunque tal vez lo más importante sea el sa-
ber que no se da, el saber que uno retiene para uno mismo;
eso es el saber como objeto y medio del poder. Leí esta sema-
na en esa revista que se llama Gente, página 142, una observa-
ción del aún presidente Menem, que parece llena de
perspectivas para nosotros. Se refiere a la Biblia. Entonces, es
Menem, pero es Menem citando la Biblia. "Hay -dice el Pre-

15
Jacques-Alain Mil/er

sidente- un precepto bíblico que siempre tuve en cuenta: 'El


hombre es amo de sus silencios y esclavo de sus palabras"'.
Muestra de inmediato que el analista ocupa el lugar del amo
en el discurso analítico precisamente por su silencio, y que es-
te silencio, este no hablar, este no dar el saber, a veces le vale
a él un reproche: "Necesito una palabra", dice el paciente. A
la vez, el silencio anula el saber expuesto, pero no anula el sa-
ber; el silencio bien ubicado -si dejo de hablar ahora, no sería
éste el lugar adecuado-, el silencio en el lugar adecuado pro-
duce la suposición de saber, la suposición de que lo tiene y
que no lo quiere dar, con todos los sentidos que ese tener y no
querer dar puede asumir. Eso ya hace de este saber supuesto
un objeto escondido, detenido bajo un velo -Graciela Brodsky
aludió a algo de esto-. Y tal vez sea posible hablar no sola-
mente del sujeto supuesto saber, sino del objeto epistemológi-
co en la dialéctica de los objetos pulsionales, objetos a, dentro
de los cuales está el objeto epistemológico. Se sabe la impor-
tancia que tuvo para Freud el fenómeno de la curiosidad y de
la curiosidad sexual, que permitiría dar un peso al objeto
epistemológico. Se podría por ejemplo mostrar la vinculación
de este objeto con el objeto anal, es decir, con el objeto que
suscita la demanda del Otro o que, a la vez, es suscitado por
la demanda del Otro.
El político, por supuesto, manejando la suposición de sa-
ber manipula esperanzas, crea anticipaciones. No estoy sufi-
cientemente informado para opinar, pero me dijeron que el
señor que los argentinos eligieron para suceder a Carlos Me-
nem es un artista de la suposición de saber, que logró hacerse
elegir sin que nadie supiera exactamente qué hará con algu-
nos problemas que tiene esta sociedad. Finalmente, por lo que
leí desde el lunes, me parece que el señor De la Rúa respeta
más el precepto bíblico de Menein que Menem mismo.
Digamos que uno cae bajo el poder de quien se supone que
tiene el saber y no lo muestra. Entonces, es posible hacer una
conexión entre saber y poder y distinguirla de la vinculación
entre saber y amor. Esta última vinculación no es tan simple.
No basta, por ejemplo, dar el saber que uno tiene para que

16
Conferencia

suscite o se ubique en la dimensión del amor. Si seguimos la


definición del amor -donde se trata de dar lo que uno no tie-
ne- y la pensamos en estas circunstancias, dar el saber que
uno tiene de ninguna manera produce el amor. Los pedago-
gos, que dan el saber que ellos suponen que tienen (que es la
cosa más increíble del mundo), se sorprenden precisamente
de que con este don suscitan más el aburrimiento, el odio, que
el amor.
En otras palabras, el saber que al darlo .suscita el amor es
el que no se tiene. Dar el saber que uno no tiene es la cosa pre-
ciosa, significa dar algo de su inconsciente, dar un saber en el
cual el sujeto mismo se traiciona, se revela, y lo hace más allá
de lo que él mismo sabe. Señalé que en análisis el paciente, o
la paciente, dice que necesita una palabra. Es verdad, se pue-
de necesitar una palabra, y lo más importante del mundo es
dar una palabra en el momento justo. Aunque a veces en el
análisis el sujeto más bien histérico intenta obtener del analis-
ta que diga algo -la interpretación como don de la palabra,
por supuesto, pero también otra cosa-, un lapsus, un acto fa-
llido, un error, el momento del tropiezo del analista, cuando
él mismo parece pasar a la posición analizante. Luego, es otro
tipo de saber diferente del saber expuesto el que se da al otro
para producir la anorexia de saber. En el análisis es por exce-
lencia el analizante quien da un saber que no tiene, un saber
del que no es amo ni dueño, un saber ubicado, escondido en
sus palabras, de las cuales es esclavo, como dice la Biblia me-
nemista. Y el simple hecho de que el analizante sea invitado a
dar algo que no tiene ya es una invitación a amar, ya está en
la posición de amante, de erastés.
¿Quién es este sujeto supuesto saber? ¿Es el analista? ¿Es
el analizante? Lacan dijo las dos cosas: es el analista que sabe
que puede dar el saber interpretativo y es el analizante en tan-
to que de su boca se espera el material significante del que se
desprenderá el saber inconsciente. Lacan utilizó según los
momentos una versión o la otra. La tercera versión recubre to-
do: es una función, el sujeto supuesto saber es una función
que se desprende de una articulación significante. El sujeto

17
Jacques-Alain Miller

supuesto saber no es ninguno de los dos; en tercer lugar apa-


rece el saber inconsciente.
La semana pasada, en una conversación clínica, utilicé en
Brasil un esquema mínimo al que llamé triángulo de la trans-
ferencia -es mi vertiente de pedagogo-, y que sólo sirve para
recordar que en la cuestión de la transferencia, como se sabe,
no están solamente el analista y el analizante, sino que la par-
tida se juega con respecto a lo que llamo, por el momento, el
saber inconsciente. Se puede ordenar bastante la confusión
que tenemos todos en la cabeza sobre el tema, desde el mo-
mento en que hablamos de esto, distinguiendo las tres rela-
ciones aquí presentes.

Saber
inconsciente

Analista Analizante

Tomemos, en primer lugar, la pareja analista-analizante


(T1 ): es la vertiente en la que primero se apasionaron los ana-
listas -no digo Freud-, son los sentimientos de amor y de
odio, y la contratransferencia del analista. En esta vertiente
podríamos y debemos distinguir el amor y el odio, el amor
con lo que tiene de narcisista y de imaginario, y el odio, más
real, por lo menos en tanto que apunta al ser del otro. En el
análisis mismo es difícil decir que uno se encuentra con el
odio del analizante, es más bien un fenómeno postanalítico, y
se entiende en tanto que el analista es destructor de la ho-
meostasis de la realidad psíquica del analizante. Ocurre que
cuando el sujeto se separa del lugar del Otro, cuando esa con-
junción se deshace, el sujeto supuesto saber queda desarma-
do, y el analizante deja el objeto pequeño a, horroroso, del

18
Conferencia

ladp del analista. Si es el afecto que para él tiene su objeto, lo


deja del lado del analista y lo odia. El analista queda como el
tacho de basura, que es una función eminente del analista, y
eso puede seguir teniendo efectos después del análisis. Es
realmente porque nuestros colegas de otras tendencias no en-
tienden aún el pase que no lo practican, porque qué mayor
alivio para el analista que el pase, que es un alivio con respec-
to a todos esos fenómenos postanalíticos, el alivio de dar a la
escuela el relevo de la transferencia. Después, pasa o no pasa,
pero supuestamente tendrá transferencia positiva o negativa
hacia la escuela, y el analista se queda en su rincón. Se supo-
ne que el éxito produce transferencia positiva y el fracaso,
transferencia negativa. Sin embargo, puede ser completamen-
te al revés. De todos modos, es un alivio para el analista y un
alivio para el analizante. Aunque no voy a desarrollarlo, re-
cuerden, por otra parte, que Lacan consideraba que lo que le
hacía falta a Otto Rank era precisamente poder hacer el pase.
Pasamos a la vertiente T2: la relación del sujeto, del anali-
zante con el saber inconsciente, que es una vertiente esencial
para calcular, ubicar y situar la transferencia. El analista está
allí para favorecer esta relación, opera para que el analizante
se pueda conectar con lo que llamamos el inconsciente. Pien-
sen en Internet, por ejemplo; en el acceso al mundo supuesta-
mente maravilloso de Internet, lo que encontramos allí es
equiparable a la basura del inconsciente, también ahora está
la enciclopedia gratuita..., ustedes no se pueden conectar con
el inconsciente, con Internet, sin pasar por un provider, por un
proveedor de acceso. Actualmente, cuando uno se· desplaza
con su computadora portátil debe rehacer todas las coordena-
das -aunque hay un método para no hacerlo que conocí aho-
ra, pero produce otros inconvenientes-, debe arreglarla.
Digamos que el analista es un tipo de provider para la cone-
xión con el inconsciente.
Finalmente quiero mostrar sobre el esquema de Lacan de
los discursos, cómo se responden la ubicación del saber y del
sujeto, que son los dos términos que tenemos aquí, de un la-
do y del otro de supuesto.

19
Jacques-Alain Miller

Amo Analista

En el discurso del amo, según Lacan, el saber está en este


lugar, y el sujeto tachado está en posición diagonalmente
opuesta. En el discurso del analista, la posición de los térmi-
nos sujeto y saber está invertida. Se puede traducir que el sa-
ber, que Lacan escribe S21 viene a la posición donde estaba el
sujeto, y esto permite pensar la relación del analizante con el sa-
ber inconsciente. En el discurso del amo el sujeto hace traba-
jar al saber, y para ello debe aceptar la identificación. La
identificación es la manera en que el sujeto hace trabajar al sa-
ber para obtener objetos de goce y objetos de más de goce. El
analista, en cambio, hace trabajar al sujeto, precisamente, al
separarse éste de sus identificaciones. Por eso instala el saber
en el lugar del sujeto, al que Lacan también llama lugar de la
verdad. Su perspectiva es que el analista obliga al sujeto a ce-
der el lugar de la verdad, a abandonar su situación de supo-
sición para ponerse a trabajar en tanto tachado. No sé si todo
el mundo me sigue, o suponen que voy rápido acerca de algo
que otros conocen muy bien ... Pero esta posición del saber en
el lugar de la verdad en el discurso analítico se traduce por:
"Tú no tendrás otro saber que los efectos de verdad de tu tra-
bajo analítico; no podrás saber otra cosa, no tendrás otro sa-
ber que el que tú mismo producirás trabajando en el análisis".
Hay apenas algunas interpretaciones opacas, cuando son
buenas, u oraculares o mínimas de subrayar.

20
Co11Jerencia

S?].vo en el discurso del analista, en los otros discursos el


saber queda separado de la verdad. Lo específico en esta pers-
pectiva es que en el análisis, en el discurso analítico, el saber
está conectado con la verdad, y todos los otros discursos no
mezclan verdad con saber. ¿Qué significa? Significa que en los
otros discursos la validez del saber mismo es descontextuali-
zada, lo que le permite al saber acumularse, exponerse; mien-
tras que la validez del saber de lo que hablamos en la
experiencia analítica es un saber contextual, que aparece co-
mo efecto de verdad, es decir, como fugaz.
A la vez, podemos preguntamos si se mantiene un saber,
qué tipo de saber se mantiene. La universidad como tal o, más
bien, los sujetos que adhieren a la universidad no quieren lo
que el analista hace con el saber, les disgusta; lo entiendo bien
porque vengo del discurso de la universidad. Al leer un libro
que me entregaron hace dos días, llamado El revés de la h·ama,
en homenaje a Osear Masotta, descubrí que Maud Mannoni
me asociaba con Osear Masotta precisamente por este rasgo
de haber empezado a hablar de psicoanálisis antes de practi-
car el análisis, antes de analizar. No sé si es el sentido que la
pobre Maud entendía, pero yo lo entiendo como un homena-
je que no merezco, porque no se puede negar el papel de Ma-
sotta en la introducción de Lacan en el mundo de lengua
castellana. Hay, además, una presentación de lo que fue Cara-
cas en la década del ochenta, y me gustaría dar mi versión,
por lo menos, en otro momento.
En la universidad parece sucio lo que se manipula con el
saber en el discurso analítico. Entiendo que para los que tie-
nen una transferencia con la universidad hay una suerte de
magia analítica. En la universidad se trata de afirmarse me-
diante un planteamiento, una tesis, resultado de largos traba-
jos, estudios; también es necesario caerle bien al profesor, y
afrontar las agresiones que existen en la universidad. No hay
buen examen de tesis sin la agresión de los pares, antes de fe-
licitar al herido ... Y ven que en el análisis se maniobra un sa-
ber escondido bajo un velo. Parecen maniobras sucias y
relacionadas con la iniciación. Se nos podría presentar como

21
Jacques-Alaín Miller

una secta, sería la secta de los que tienen transferencia con el


inconsciente, los amantes del inconsciente. Están los amantes
del saber expuesto, los eruditos, etcétera; y están los que go-
zan de beber en la fuente con un gusto, el gusto de hacer sa-
lir de uno mismo una secreción significante. Y con una
validez epistemológica dudosa, porque cobra valor solamen-
te en el contexto. Ustedes conocen el pequeño texto admira-
ble de Borges que logra presentar el coito como un..rito de una
secta extraña, ¡piensen qué hubiera podido hacer co:n el psi-
coanálisis si se hubiera interesado explícitamente en él! No es
un saber obtenido de todos lados, como actualmente pode-
mos obtener libros de todos lados y fotocopias. Hay que ir al
lugar, alguien te espera; es como una puerta de acceso al in-
consciente, en ese lugar se entra en contacto con el inconscien-
te, se hace algo con el inconsciente, se copula con el sujeto
supuesto saber, se paga, se sale. Quizás en algunos siglos sea
muy difícil entender qué era exactamente lo que se pagaba~
qué goce se paga ahí.
Claramente, Freud tuvo una gran transferencia con la uni-
versidad, a tal punto que quería ser profesor. Freud presenta
así la transferencia. Primero, que se esperaba una investiga-
ción de saber y que el amor sin duda le pareció en un momento
un poco discutible. Y cuando Lacan dice que el psicoanálisis
fracasó, que no pudo inventar una nueva perversión, uno se
pregunta si el análisis mismo no se podría presentar como
una nueva perversión. No entraré sin embargo en eso.
Paso a la tercera vertiente de la transferencia (T3), que es· la
relación del analista con el saber inconsciente. Si nos pregun-
tamos qué relación tienen, lo primero que hay que destacar en
este breve recorrido es que si bien está el registro de represen-
tante del saber inconsciente, el analista mismo es necesario en
tanto que hay una parte no simbolizada del goce. La parte
simbolizada se ocupa de sí misma: S11 S:¡; S1 se conecta con Sz
y vienen a ver a S31 y continúan así. Mientras que el analista
está ahí precisamente porque hay una parte no simbolizable
del goce, está ahí en tanto que encarna dicha parte. De allí la
necesidad de la presencia del analista de carne y hueso, por-

22
Conferencia

que hay una parte no simbolizable. Nos preguntamos por qué


no hacer el análisis por escrito, si se trata de interpretar. Por
escrito no va. Por teléfono al menos tienen la voz, aunque la
voz no es suficiente. Les daremos la videoconferencia, la ima-
gen; y, no sé, se podría transmitir el olfato ... Pero no. A veces
se preguntan cómo la tecnología transformará el psicoanáli-
sis, este dispositivo casi del siglo XIX. Creo que la tecnología
permite mDdos de estar sin el cuerpo, pero estar sin el cuerpo
no es estar. Quizá la clonación perfecta en el futuro, pero es
difícil pensarlo. Por el contrario, es necesario el analista de
carne y hueso.
No tengo nada completo en este recorrido, es solamente
una propuesta para reubicar algunos datos nuestros. Y me
pregunté qué habría pensado Freud de esta historia del suje-
to supuesto saber y qué estatuto le hubiera dado él al incons-
ciente que nosotros abordamos por el sujeto supuesto saber,
lo que hace vacilar un poco el estatuto del inconsciente. Creo
que Freud tenía sin duda una concepción realista del incons-
ciente; dice, por ejemplo, cuando imagina en sus conferencias
populares de introducción al psicoanálisis la objeción que le
haría alguien, que le dice que, finalmente, el inconsciente no
es nada real en el sentido de la ciencia, sino solamente une fa-
r;on de parler, lo dice en francés, "una manera de decir", "una
manera de hablar". Lo verifiqué ayer: la palabra que emplea-
ba para real es reales, no es wirklich. Dice: "Esta objeción lapo-
demos solamente acoger con resignación, encogiéndonos de
hombros".
Pero a la vez es Freud mismo quien presenta la existencia
del inconsciente (die Existenz) o, más exactamente, los proce-
sos psíquicos inconscientes como una hipótesis. La palabra
que vuelve siempre en los textos de Freud cuando se trata del
estatuto del inconsciente es Annahme, que se traduce por "hi-
pótesis", pero que está muy cerca de "suposición". Así, la ex-
presión in der Annahme, das se traduce en castellano como
"suponiendo que". Al mismo tiempo, en Freud la hipótesis
del inconsciente no es ficción. Cuando Newton dice -y Lacan
lo retoma'-: "Hipótesis non fingo", es la misma palabra en la-

23
'JiJIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
Jacques-Alaiu Miller

tín y en castellano: ficticio. Cuando Freud dice Annahme, ya es-


tá la suposición, y no es en un solo texto; constantemente
Freud asocia inconsciente con hipótesis. Y es que él lo entien-
de según el discurso de la ciencia, que siempre busca dar una
Beweis inquebrantable, una "prueba" de hierro de la realidad
del inconsciente. En Freud, hipótesis no es ficción, no es simu-
lación, sino un enunciado de existencia: hay el inconsciente
inferido a partir de los datos de la experiencia, de los efectos
realmente manifiestos, que a veces se traducen como "palpa-
bles".
¿Cuáles son para Freud esos efectos del orden de lo real
que obligan a transmitir la realidad del inconsciente? El ejem-
plo de Freud es el de la acción compulsiva que el sujeto pro-
duce sin saber lo que hace, sin entender el sentido de lo que
hace, las Zwanghandlungen que se encuentran para el sujeto
mismo sinnlos, sin sentido. Es el ejemplo famoso de la pacien-
te·que llama repetidamente a la mucama y la despide con una
orden sin importancia, sin decir nada, porque en realidad
quiere hacer ver la mancha de tinta roja que está allí y que re-
fiere la impotencia de su marido la noche de su matrimonio;
pueden consultar los detalles en las "Conferencias ...". Freud
toma también el ejemplo de la acción compulsiva lograda me-
diante la hipnosis; para él, el hecho de que en la sugestión se
pudieran dar órdenes a un sujeto y que después éste actúe sin
recordar nada, sin representarse por qué lo hace, era como
una prueba del inconsciente.
Ahora bien, en su perspectiva, ¿qué hace el análisis? Lo
dice claramente: primero restablece la conexión que falta con
el episodio anterior que es motivo de la acción y hace admi-
tir al sujeto la intención -que él no sabe, la intención incons-
ciente, die Absicht- que preside a la acción, el motivo que
constituye la fuerza motriz de la acción, die Kraft, la "fuerza";
y es lo mismo que encontramos en La interpretación de los sue-
íios cuando habla del inconsciente como de das Wirkungfiihig,
lo que es capaz de producir efectos. Y aquí conecta el sentido
con la causa. La paciente de la acción compulsiva tiene con-
ciencia de lo que hace, percibe el efecto, que es la acción com-

24
Conferencia

pulsiva, no dice: "No he hecho nada". Pero todo el mundo lo


percibe, porque esta acción tiene objetividad. Pero, según
Freud, ignora el sentido, el Sinn. Luego, deduce que existen
procesos psíquicos que tienen efectos y de los cuales el suje-
to no tiene conciencia o conocimiento. Ésa es la conexión del
sentido con la causa eficiente, que Freud llama las condiciones
psíquicas anteriores a la acción compulsiva o las manifesta-
ciones sintomáticas, Vorbedingung; las condiciones (Bedingun-
gen) anteriores.
De modo que para Freud la hipótesis del inconsciente tra-
duce el pasaje del sinsentido del síntoma al sentido, pero tam-
bién que el sentido es causa, en tanto el síntoma es el efecto
de la intención inconsciente. Y dice Freud -no terminé de ex-
traer todo lo que se puede de estas frases- la posibilidad de
dar un sentido a los síntomas neuróticos a través de la inter-
pretación analítica es una prueba inquebrantable de la exis-
tencia o, si ustedes prefieren, de la necesidad de la hipótesis
de procesos psíquicos inconscientes". No terminé, porque lo
que se presenta para nosotros -y Lacan nos hizo estar alertas
a las modalidades- es el pasaje que hace Freud de la posibili-
dad de dar un sentido a la necesidad de la hipótesis. Utiliza
los términos de lógica modal die Moglichkeit hacia die Notwen-
digkeit.
Para ir un poco más rápido, Freud no se detiene aquí, en la
dimensión del Sinn. Traté de leer así las dos conferencias de
este libro que me propuso estudiar Vicente Palomera, aqt.ú
presente, cosa que hice en Barcelona hace dos años. Entonces,
Freud no se detiene en el registro del Sinn, tan conectado con
lo que tratamos de pensar, con el sujeto supuesto saber, sino
que va hasta la Bedeutung. Habitualmente se traduce Sinn co-
mo "sentido" y Bedeutung como "significación", pero creo ha-
ber demostrado, no sé si de manera irrefutable, que Bedeutung
es "referencia", y es la palabra que siempre utiliza Freud
cuando se conecta con la libido. El movimiento mismo del
texto de Freud hacia el capítulo "La transferencia" sigue el en-
cadenamiento causal más allá de la represión hasta la pulsión.
Eso da el movimiento de todo el texto. De tal manera que poco

25
Jacques-Alain Miller

a poco, después de la definición de la hipótesis del incons-


ciente que Freud da allí -y no solamente en este libro-, es total-
mente coherente con lo que expone en su ÚMetapsicología",
en el texto "Lo inconsciente", cuya primera parte se llama
"Justificación del concepto de lo inconsciente" die reit verdin-
gung, donde se trata de defender la tesis del inconsciente que
presenta esta hipótesis, Annahme, como necesaria y legítima,
mientras que los datos de la conciencia contienen un gran nú-
mero de lagunas, vacíos: en alemán es Lücke.
En efecto, porque hay discontinuidades que producen
ininteligibilidad viene la hipótesis del inconsciente para col-
mar la discontinuidad. Claramente esta primera página del
texto "Lo inconsciente" de Freud es la inspiración de los pri-
meros capítulos de El Seminario 11, donde Lacan define el in-
consciente a partir de la discontinuidad. Dice, precisaniente,
que interpolar, interferir, colmar los huecos, los agujeros con
acciones inconscientes, con procesos inconscientes que inferi-
mos, permite restablecer la continuidad y nos da una ganan-
cia de sentido, un Gewinn an Sinn; es decir, emplea la misma
palabra que para el Lustgewinn; una ganancia de Sinn y de Zu-
sammenlumg, de "continuidad". Es lo que considera una prue-
ba irrefutable. Se encuentra de nuevo la hipótesis del
inconsciente en el libro del Witz, en la tercera parte, capítulo
seis, donde Freud acentúa el forzamiento, el Zwang, a conce'-
bir el inconsciente a partir de la discontinuidad.
Solamente en la última parte del libro de las "Conferen-
cias ... " habla de la transferencia. Freud habla de la transferen-
cia en psicoanálisis varios capítulos después de haber
hablado del inconsciente, cuando estudia lo libidinal en la ex-
periencia analítica. Finalmente, aquí no basta con dar sentido ,
a los síntomas, sino que hay que reconocer también la satis-
facción del síntoma; y dice que esta satisfacción puede ser re-
ducida a un pequeño detalle, ein kleiner Einzelheit, de todo el
complejo libidinal.
De tal manera que en el orden del Sinn tenemos la repre-
sión y en el orden de la libido tenemos la regresión; son dos
cosas distintas. Resumo -supongo que es un libro leído-, an-

26
Conferencia

tes dé hablar de la transferencia Freud amplía la teoría de la


libido hasta incluir todo lo que es mutaciones, desplazamien-
tos, migraciones de la libido; las palabras son diversas, unset-
zung, etcétera. La misma palabra transferencia empieza en esa
dirección.
Freud habla de la neurosis y de los beneficios de la enfer-
medad en la Conferencia 25: "La angustia" y en la 26: "La teo-
ría de la libido ... "; y después viene: "La transferencia". Toda
la elaboración de la transferencia en él está -en fin, no toda-
del lado libidinal. Freud acentúa la transferencia en tanto que
equiparable al síntoma, en tanto satisfacción libidinal. Toma
primero la transferencia, es decir que se puede tomar al ana-
lista -en términos de Lacan- como un objeto libidinalizado;
testimonia así de la plasticidad de la libido y nos presentifica
la formación misma del síntoma. Ya he presentado al analista
como un condensador de goce presente, atrayendo la libido
que se desprende de los síntomas, es el objeto analista. Pero a
la vez en este fenómeno artificial ve la esencia misma de lo
que significa ser psíquicamente enfermo; es decir que en la
neurosis artificial, la neurosis de transferencia, no ve una ilu-
sión, sino la manifestación de lo que es la realidad psíquica, la
cual no se opone al fantasma, como la realidad material. De
modo que puede decir que nuestra convicción sobre el hecho
de que los síntomas tienen una significación de satisfacción li-
bidinal sustitutiva no fue definitivamente asegurada antes de
haber considerado la transferencia.
A la vez, está esa notación tan extraordinaria de la página
404 de las Obras completas de Amorrortu, tomo XVI: "Todos
los síntomas del enfermo [en la transferencia] han abandona-
do su significado originario [preferiría decir, su 'significación'
o su 'referencia', es Bedeutung] y se han incorporado a un sen-
tido nuevo -ein neues Sinn-, está distribuido en todo el libro
de manera impecable, que consiste en un vínculo con la trans-
ferencia". Vemos que se conectan los dos niveles. Para Freud,
el analista como nuevo objeto investido es la causa de la
emergencia de un nuevo sentido, y puede decir que la trans-
ferencia, la investidura libidinal, es lo que da su autoridad al

27
Jacques-Alaiu ;\!filler

terapeuta y conduce al paciente a creer en la interpretación


del analista.
En Freud, la Bedeutung libidinal del analista parece ser lo
primero. El analista atrae la libido, y por eso los síntomas co-
bran un nuevo sentido. Sería muy simple sostener que la ope-
ración de Lacan es decir lo contrario. Es exactamente lo que
significa lo que dice Lacan en la "Proposición...", algo que
puede parecer raro. Afirma que primero está el lugar del su-
jeto supuesto saber, con una muy simple demostración que
hace, y dice que este lugar será ocupado por el referente aún
latente. En otras palabras, primero está la formación del Sinn
nuevo y a este lugar vendrá la Bedeutung -emplea el término
"referente", que en mi opinión es la traducción de Bedeutung.
De modo que si en Freud el acento parece puesto en el hecho
de que la transferencia como fenómeno libidinal condiciona
la interpretación, en Lacan se podría decir que la interpreta-
ción es la que condiciona la transferencia.
¿Cómo defenderíamos, si tuviéramos que hacerlo, en esos
primeros pasos la primacía del sujeto supuesto saber? ¿Por
qué ponerlo primero? Freud habla del nuevo sentido de los
síntomas pero ¿es un sentido nuevo con respecto a qué? Con
respecto al sentido aún inconsciente. No obstante, si tomamos
las cosas en la fenomenología, el primer paso no es éste; es el
pasaje del sinnlos, del sinsentido, al Sinn, al sentido. No hay
un nuevo sentido, sino la constitución misma de un sentido,
dado que no disponemos del sentido inconsciente. Así pues,
digamos que inicialmente los síntomas asumen el sentido
transferencial y que, antes que se desarrolle la asunción efec-
tiva de sentido, hay una presuposición de sentido por el sim-
ple hecho de que el síntoma es comunicado al analista.
Freud señala que la transferencia surge del paciente desde
el comienzo del tratamiento. Es difícil pensar que la investidu-
ra libidinal sea tan temprana. Para pensar bien el carácter ini-
cial de la transferencia hay que mirarla primero del lado de la
constitución del sentido antes que se produzca la investidura
libidinal. En otras palabras, primero el analista está en el lugar
del Otro en su función de intérprete y, en un segundo tiempo,

28
Conferencia

pasamos de un Otro con mayúscula al pequeño otro del obje-


to a, aún latente cuando se producen los primeros fenómenos
de interpretación. Y es lo que permite, corno recordó Graciela
Brodsky, ubicar la relación entre este lugar del Otro y el analis-
ta corno objeto libidinal entre alienación y separación, que or-
denan lo que dice Lacan de la transferencia.
Por esta razón tenernos en El Seminario 11, seminario que
todo el-mundo lee, algo tan difícil de ubicar: por un lado, La-
can define la transferencia corno la puesta en acto de la reali-
dad sexual del inconsciente y, por otro lado, la define corno
sujeto supuesto saber. Pero una de las definiciones responde
al lado libidinal y la otra, al semántico. Digamos, pues, que
implica la distinción y la dialéctica entre la transferencia se-
mántica y la transferencia libidinal. De aquí que la transfe-
rencia sea ocasión para un desencadenamiento de la psicosis.
La transferencia semántica y libidinal es equivalente a una
llamada a un padre y, cuando se revela lo que falta, la trans-
ferencia es un factor de desencadenamiento. Vernos constan-
temente que cuando esto se produce hay corno una
iluminación de todo el lugar del Otro en el sujeto. En el mo-
mento del desencadenamiento el Otro está encarnado bajo la
forma del todos: de pronto, todos saben de mí, todos hablan
de mí. Todo eso se infla, es la revelación de este lugar del
Otro, correlativo de una sobreinvestidura libidinal del yo, es
decir, "todos de mí".
Ahora daremos un paso más difícil y agudo. Claramente
hay una diferencia mucho más profunda: para Freud, en su
realismo del inconsciente, a pesar de la honestidad de hablar
de hipótesis -aunque irrefutable-, el inconsciente se deduce
de algo que está, creo que lo dice en la Conferencia 23, o 24.
Mientras que la transferencia es algo distinto: Freud la ve co-
rno lo que da acceso al inconsciente; el inconsciente está y pa-
ra acceder a él utilizamos la vía de la transferencia. La
doctrína del sujeto supuesto saber nos cambia totalmente esa
visión al definir el inconsciente a partir de la transferencia.
Es en El Seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales ... ,
donde emerge el sujeto supuesto saber. Lacan ya lo había

29
Jacques-A/ain Miller

mencionado en su seminario pero aquí lo acentúa. Están la


transferencia y el inconsciente, que son dos conceptos distin-
tos. Presenta el inconsciente del lado del sujeto y la transfe-
rencia del lado de la realidad sexual con el objeto a. Parece
estar todo bien, todo separado como en Freud, pero después
introduce el sujeto supuesto saber, en la mezcla más confusa
que hay al final de El Seminario 11.
Finalmente, ¿qué significa definir el inconsciente como su-
jeto? Primero, esta se opone a definirlo como un saber. Lacan
lo definió como saber de manera excelente, memorable, cuan-
do hacía sus pequeños más y menos, alfa, beta, gama, esos
autómatas; presentaba el inconsciente como un saber automá-
tico que respondía a leyes, totalmente regulado. Cuando us-
tedes escriben esos grafos, hay cierta incertidumbre de si
aparecerá uno u otro, porque todo esto se basa en una mone-
da; pero una vez que se escribe así, pueden quedarse tranqui-
los, hay leyes, hay imposibilidades, etcétera. Tuvo una
influencia enorme la presentación del inconsciente como un
saber automático, que se podía representar; las máquinas fun-
cionaban así; era para defender el realismo del inconsciente.
Definirlo como sujeto es totalmente distinto: es definirlo no a
partir de la ley sino de la causa, siempre con un agujero. Es
definirlo no a partir de la regularidad sino de la ruptura, tal
como se presenta. Esto responde a la primera fenomenología
de la experiencia, cuando el paciente viene, no estamos calcu-
lando para decir: "Seguramente hará ese lapsus o ese otro". Si
lo hacemos, es porque estamos locos. Se trata de la experien-
cia de la sorpresa, de la ruptura, de lo que va a pasar; y si es-
tamos pensando en otra cosa, el sujeto no vuelve. Y si lo
olvida de una sesión a otra, la persona vuelve y dice: "La se-
sión anterior fue tan maravillosa ... ", y uno no tiene el menor
recuerdo ...
Es decir que la experiencia, la manifestación del incons-
ciente no es del orden del automaton; es, por el contrario, al
menos si tomamos la fenomenología, del orden de la ruptura,
de la tyché; es del orden de la emergencia del sujeto como lo
que perturba el significante, a las cadenas, lo que hace a esa

30
Conferencia

emergencia de la laguna. Tomar el inconsciente como sujeto


supuesto se opone a la presentación del inconsciente como sa-
ber, y Lacan lo dice en el capítulo II de El Seminario 11: "La
discontinuidad es, pues, la forma esencial en que se nos apa-
rece en primer lugar el inconsciente como fenómeno". Es el
agujero al cual apunta Freud. Dice asimismo que el incons-
ciente siempre se manifiesta como lo que vacila. Pero lo im-
portante es que habla del inconsciente como fenómeno, del
inconsciente tal como se manifiesta. Se trata también de un
realismo: "Mira cómo se produce esto". ¡Ah, ustedes piensan
que está todo escrito! Pero, primero, ¿con qué está en contac-
to usted? No está en contacto con la enciclopedia de treinta to-
mos, está en contacto, a veces, con algo que pasa como un
relámpago, que aparece para desaparecer y que tiene ese rit-
mo de apertura y cierre.
Entonces, lo importante en esto es que Lacan dijo que el
estatuto del inconsciente no es óntico sino ético. Todo el
mundo se apasiona por la ética -también soy responsable-,
todo el mundo dice: el estatuto del inconsciente es ético; no-
sotros lo somos, los otros no lo son; lo somos suficientemen-
te o no. Lo importante es que quita lo óntico al inconsciente.
Quizás "óntico" a muchos no les diga nada, significa que le
quita el ser, define que el inconsciente no es un ser. Va a lato-
tal desustancialización del inconsciente y dice que no se lo
puede ubicar en la ontología. No se puede ubicar -Lacan me
responde en esa época- ni ser, ni no ser; es algo no realizado.
Todos lo hemos leído. Es una perspectiva radical sobre el in-
consciente. En esta perspectiva el inconsciente está por venir,
por venir mañana. Si para Freud el inconsciente estaba esen-
cialmente en el pasado, para Lacan es un inconsciente en el
futuro.
En otras palabras, Lacan eligió privilegiar la dinámica del
inconsciente que considerar la cura como la realización del in-
consciente, es decir, como un cambio del estatuto del incons-
ciente de lo no realizado hacia una realización. Por supuesto,
cada vez que se realiza por partes es reproyectado como ha-
biendo estado antes. Pero en el fenómeno lo que se produce

31
Jacques-Alain Mí/ler

son las lagunas, los relámpagos, los tropiezos del sujeto, y a


partir de esta materia se realiza en el análisis el saber incons-
ciente. Diré que donde estaba el sujeto -rv.o Es war, soll Ich wer-
den- se produce, se realiza el saber, el Ich como lugar de la red
de significantes. Es un saber hecho a partir del sujeto, de los
efectos de verdad, de los efectos de sujeto que hay en la cura.
Creo que ése es el sentido máximo de la expresión sujeto su-
puesto saber. Es un saber que tiene estatuto de sujeto, esto es,
que se manifiesta siempre como un sujeto, un sujeto de cuyas
equivocaciones sale un saber. Del inconsciente sujeto al in-
consciente saber: en este contexto hay que entender la frase
que sostiene que el inconsciente es ético y no óntico; es decir
que el inconsciente es asunto de deseo, que no tendría senti-
do si el inconsciente fuera un ser. El inconsciente es relativo
tanto al deseo de analizarse como al deseo del analista; si no,
no está realizado, queda en suspenso, indeterminado. ¡Obje-
ción! Recordemos a Freud. ¡Cómo puedo verme llevado a de-
cir cosas así! El inconsciente está, es activo, tiene una acción,
es capaz de producir efectos. La acción compulsiva está, y los
datos nos conducen a inferir el inconsciente. ·
Respuesta: pero es precisamente por esta razón que Lacan
examina, estudia, el concepto de repetición, después del con-
cepto de inconsciente, de la repetición del smtoma que nos da
otro estatuto que la fugacidad del acto sintomático. Pero arti-
cularé un poco más la respuesta a la objeción. Primero, Freud
mismo dice que es una hipótesis, se trata de una conclusión
lógica irrefutable; lo que pone en evidencia Lacan discreta-
mente en El Seminario 11 es que siempre entre el antecedente
y el consecuente hay un hiato, siempre hay un agujero entre
las premisas y la conclusión. Juan Carlos Indart se había inte-
resado hace algunos años en el cardenal N ewman, en referen-
cia a Lacan que decía que para poder decir que dos y dos son
cuatro hay que creer en Dios; de otro modo, no es posible
franquear el abismo que hay entre dos y dos y el cuatro, que
es un ser totalmente distinto. Cuando Lacan nos habla del co-
raje de Freud en El Seminario 11, designa eso; no es solamente
conclusión lógica: tu deseo está en eso. De aquí que Lacan

32
Conferencia

afirme que en Freud se siente el coraje de concluir con respec-


to al inconsciente, y dice que es un testimonio ético de colmar
el hiato que hay allí.
Segundo punto: Freud precisamente elabora la repetición
como lo que responde al fenómeno del inconsciente. Aquí ¡;i-
tuamos el dicho de Lacan de que el inconsciente es lo evasivo,
fugaz, pero a la vez hay repetición. Es precisamente en el mo-
mento en que pasamos de la fugacidad a la repetición cuando
captamos algo del inconsciente como saber, pero eso implica
dos modalidades distintas de la temporalidad: por un lado, la
modalidad del instante, por otro, la modalidad de la repetición.
Tercer punto: vamos a decir que Lacan nos invita a pensar
juntos el inconsciente con la repetición. Si el inconsciente tie-
ne estatuto puramente de suposición, si el inconsciente tiene
estatuto ético relativo al deseo, hay que concluir, si tenemos el
coraje de hacerlo, que el inconsciente es un semblante y que
el sujeto supuesto saber nos introduce en los semblantes del
inconsciente. Son todas objeciones que se le hacen a Freud,
que finalmente todo esto es un fenómeno de transferencia. .
Lacan no retrocede al decir en la "Proposición... " misma que
el sujeto supuesto saber no es nada real, sino que es de otro
orden, del orden de los efectos de verdad con los engaños que
existen, que eso contiene. Un pequeño paso más y estamos en
la arbitrariedad de la interpretación, tesis que ya empezaba a
insinuarse en la época de Lacan, porque trata de refutarla en
El Seminario 11; efectivamente es del posmodernismo. La res-
puesta que me parece que hay qu~ dar -es un campo de difi-
cultades- es que el inconsciente no tiene estatuto de
semblante, que es asunto de real; por lo menos, que el incons:-
ciente en tanto vinculado con la repetición apunta a un núcleo
de real. No se afirma que el inconsciente sea real, sino que
apunta a un núcleo de real.
Si uno piensa el inconsciente con la repetición, ¿cómo se
define la transferencia? La definición de la transferencia que
dio Lacan apunta explícitamente a esto: es una puesta en ac-
to de la realidad del inconsciente, que no es una ilusión. La-
can subraya el carácter de realidad propio de la transferencia,

33
Jacques-Alain Miller

pero hay al respecto un movimiento que se detiene en este se-


minario, porque se queda con su pobre objeto a imaginario y
sólo puede tratar de armarlo en su lugar cuando todo apun-
ta, por el contrario, a que la transferencia permite una puesta
en acto de lo que hay de real en el inconsciente o de lo real
propio del inconsciente.
La doctrina del sujeto supuesto saber primero vincula esen-
cialmente el inconsciente con la transferencia, da su estatuto al
inconsciente a partir de la transferencia, que Freud nunca pen-
só así. Es decir, define el inconsciente a partir de la transferen-
cia y tal como se manifiesta en la experiencia. En la perspectiva
de la transferencia el inconsciente no es un ser, sino solamente
un saber supuesto, un saber en espera. Por eso, es relativo al
deseo y es un asunto de ética; es relativo al discurso analítico,
existe como saber solamente con respecto al discurso analíti-
co, existe como real solamente a partir del discurso analítico.
Fuera del análisis, el inconsciente no existe como real. Es, pues,
lo que dice Lacan en "Televisión": una manifestación sintomá-
tica del inconsciente está en relación con el sujeto supuesto sa-
ber, aunque eso supone reconocer el síntoma como una
manifestación del inconsciente. Si lo es, el sujeto está bajo trans-
ferencia y deseará saber qué significa esto.
En esta perspectiva, el fin del análisis es el desvanecimien-
to del sujeto supuesto saber porque el inconsciente del sujeto
se realizó, esto es, el sujeto devino su saber supuesto. Se pue-
de decir que hay un devenir saber del sujeto, que es quizás a
lo que apuntaba Freud al hablar de la revisión del proceso de
la represión o de poner la represión fuera del circuito. De ma-
nera similar hay un devenir objeto del sujeto, que le permite
ocupar el lugar por excelencia del analista. En otras palabras,
por un lado, una solución epistemológica, por otro lado, una
solución libidinal. Hay que suponer que ambas soluciones
coinciden, son necesariamente armoniosas. La solución epis-
temológica puede ser correlativa de un problema libidinal y
la solución libidinal puede dejar inacabada la solución episte-
mológica. Y aquí yo no opondría atravesamiento del fantas-
ma a identificación con el síntoma, diría que la definición

34
Conferencia

misma de ser analizado es identificarse con el síntoma. No es


no tener más síntomas, sino ser capaz de representarse como
sujeto en la manifestación sintomática del inconsciente, y es
también saber lo que dice el inconsciente, de lo cual uno es su-
jeto, es decir, tener algo del inconsciente saber.
El estatuto del inconsciente queda en discusión en tanto que
todo lo que conocemos de él en esa perspectiva es lo que des-
ciframos. Es el único saber que tenemos, el resto es una idea. Se
presenta como una secuencia de significantes investidos, de
significados gozados, etcétera; se presenta necesariamente en
tanto estructurado como un lenguaje. Pero, como señala Lacan
en Aún, es un lenguaje siempre hipotético. Cuando dice hipo-
tético, no es en el sentido de Freud, sino el inconsciente como
lenguaje resultado de un desciframiento: es posible que sea así
y que sea de otra manera. ¿Qué hay de real en lo inconsciente?
Se puede decir, siguiendo a Lacan, que eso se desplaza hacia la
lengua, que es en la lengua, no en el lenguaje, donde está el nú-
cleo traumático, en las equivocaciones de las palabras y su re-
lación de desfasaje con la escritura. También lo que hay de real
lo buscamos en el cuerpo. Escucharemos mañana una contri-
bución de Vera Gorali sobre "Programas del cuerpo".
De manera que el inconsciente como sujeto supuesto saber
queda como algo hipotético, una elucubración de saber sobre
la lengua, cierto saber con la lengua. De manera que es lo más
importante, si no queremos deslizarnos fácilmente en el in-
consciente como semblante. Ahora los analistas se deslizan
hacia este lado, piensan que lo único real es lo que elaboran
las neurociencias, se sienten apremiados por eso y ceden a las
sirenas del posmodernismo. Creo que en la vía de Lacan se
trata más bien de revisar el estatuto mismo de lo real propio
del discurso analítico y eso tiene que ver, entre otras cosas,
con la sesión analítica. Quizá tenga un momento mañana pa-
ra continuar. Gracias.-

35
PARTE II

Roberto fleyassoff. -A continuación presentaremos a Jac-


ques-Alain Miller con esta página que contiene un texto cor-
to. Son extractos de Montesquieu, a los que recurro para
presentarlo. Jacques-Alain Miller es uno de nuestros s~jetos
expuestos saber de esta tarde; él nos presentará a su vez a
otros tres a medida que avance su exposición: Vera Gorali,
Mónica Torres y Silvia López de Sillitti.
Entonces, vamos a citar a Montesquieu: "La teología tiene
sus confines y tiene sus fórmulas. Siendo conocidas las verda-
des que ella enseña, le hace falta que los hombres se atengan
a ellas y le hace falta impedirles que se aparten de ellas. Allí,
el genio no debe tomar empuje y se lo circunscribe en un cer-
co. Pero es burlarse del mundo querer poner este mismo cer-
co alrededor de los que tratan de las ciencias humanas". "Los
principios de la geometría son muy, verdaderos, pero si uno
los aplica a las cosas del gusto, haría desrazonar a la razón
misma. Nada ahoga más a w:i.a doctrina que ponerle una ves-
timenta doctoral." "Descartes fue acusado sin cesar de ateís-
mo [... ] sin embargo, no se usan hoy día argumentos más
fuertes que los de él contra los ateos." "Está permitido criticar
las obras que son dadas a conocer al público, pues sería ridícu-
lo que los que las han querido esclarecer a los otros no quisie-
ran ser esclarecidos ellos mismos." "Si el crítico y el autor

37
Jacques-Alain Miller

tienen el mismo interés, serán confederados y no serán ene-


migos." Estas citas fueron extraídas de la Defensa del espíritu
de las leyes, escrita por Montesquieu en 1750, después que Vol-
taire y madame Du Deffand, entre otros críticos, se regocija-
ron diciendo que él, en vez de haber escrito Del espíritu de las
leyes, más bien había hecho espíritu con las leyes. Obviamen-
te, si Montesquieu tuvo que hacer una defensa, es porque pre-
viamente expuso.
Sabemos que no hay psicoanálisis sin poner en función la
función del sujeto supuesto saber, pero en la Escuela, y a los fi-
nes de la transmisión, una de sus posibles enfermedades es la
falta de apuesta en cuanto al saber expuesto. Con gran placer
ahora le dejamos la palabra a Jacques-Alain Miller.

Jacques-Alain Miller. -Agradezco esta presentación. Quizá


pueda decir unas palabras sobre Montesquieu, a quien usted
introduce aquí. Si Montesquieu tuvo que escribir, no sin reti-
cencia, una defensa de Del espíritu de las leyes, fue porque
había sido fuertemente atacado, al mismo tiempo que su obra
fue reconocida inmediatamente como importantísima y como
obra maestra. Y había sido atacado de manera mucho más
aguda que la burla de Voltaire y otros porque que se trataba
de espíritu sobre las leyes. Había sido atacado por sectores
importantes de la Iglesia y por sectores dirigentes del Estado,
aunque él mismo era bastante conservador. Pero Montes-
quieu era una suerte de posmodemo de su época, si es que se
puede llamar así. Y el simple hecho de comparar las leyes que
rigen un pueblo u otro, y recomponer las lógicas de esas leyes
con respecto a algunos datos -tamaño del territorio, clima,
población, tradición-, el simple hecho de comparar eso y es-
tudiar las lógicas, no de la cura sino las lógicas del vínculo so-
cial, ya era amenazante para la estabilidad de la organización
social. El simple hecho de poner en evidencia que hay múlti-
ples versiones del vínculo social, que éste se puede organizar ·
de varias maneras, y aunque él mismo garantizaría su obe-
diencia a las leyes de su país, a la religión, al rey, finalmente
es por excelencia el libro que muestra que el significante amo

38
Conferencia

es uri semblante, que funciona en la organización social como


un semblante. Además, uno podría divertirse con las distintas
maneras que recompone Montesquieu de las lógicas del vfucu-
lo social bajo la forma de los discursos de Lacan. Es decir que
si quisiéramos buscar una referencia para lo que hizo Lacan,
ya podríamos encontrar este tipo de lógica permutativa de
términos en Montesquieu, que interesó a los estructuralistas.
No hay que olvidar ese pequeño e interesante libro de Althus-
ser sobre Montesquieu. De manera que, sin quererlo, favore-
cía el descreimiento del carácter natural del significante amo,
mostraba que el significante amo es un semblante tomado en
varias lógicas según las circunstancias. Bueno, esto es para
agradecer su presentación.
Esta vez, la reunión va a ser diferente. Hoy tendré el res-
paldo de algunas contribuciones que agradezco, porque fue-
ron improvisadas rápidamente a mi pedido, de manera
totalmente imprevista. Teníamos las lógicas, ahora tenemos el
acontecimiento imprevisto.
Ayer lancé varios temas, y cuando vuelva a París los des-
plegaré más cuidadosamente. Creo que tengo material para
varios cursos. Pero no olvido -y si lo olvidara, Flory Kruger
me lo recordaría- que mi objetivo era vincular el sujeto su-
puesto saber con la sesión analítica. Diré unas palabras al res-
pecto para empezar y, después, para conti:huar lo que Vera
Gorali nos ·contará.
¿Qué hubiera respondido Freud a la pregunta de definir la
sesión analítica, de definir un concepto analítico de la sesión?
¿Por qué la sesión? ¿Por qué se practica el psicoanálisis en se-
siones? Existe a veces la idea de hacer terapias de una sola se-
sión. Se vio en los Estados Unidos hace poco: una terapia de
una sola sesión larga, de un día o dos. Se podría imaginar que
con la teoría de Freud se va a ver a un analista y se puede ima-
ginar que un análisis es quedarse trabajando con el analista
por una semana, por un mes, y después de eso se hizo un aná-
lisis. Entonces, ¿qué hubiera respondido Freud? Lo digo sin
haber buscado aún en él las referencias acerca del concepto de
sesión. No sé qué opinará Vicente Palomera, que es uno de

39
]acques-Alain Miller

nuestros expertos en Freud, pero yo pienso que su respuesta


podría ser trivial. Es poco lo que teoriza Freud sobre la posi-
ción del analista detrás del analizante. Es bien conocido,
Freud decía que era porque le resultaba más cómodo a él
-¡egoísta!- pues de otro modo hubiera debido controlar todas
las expresiones de su rostro, lo cual le resultaba difícil duran-
te un día entero. Es un argumento trivial que por supuesto se
podía permitir el descubridor de este método. No sé si es tan
difícil controlar las expresiones del rostro. A mí me resultaba
difícil... En fin, parece que se leen fácilmente en mi rostro va-
rios sentimientos supuestos. Sin embargo, con la práctica ana-
lítica, poco a poco, creo que la máscara de estatua me viene
m11y fácilmente, mucho más que antes. De modo que la res-
. puesta de Freud sobre este elemento tan importante de la
práctica fue trivial. Después se construyó un montón de teo-
ría sobre este dispositivo -el sillón, el diván, etcétera-, se dijo
que era importante desde el punto de vista epistemológico, li-
bidinal, sustraer lo visible, etcétera. Mientras que la primera
respuesta de Freud fue: "Es más cómodo para mí". En rela-
ción con la sesión se trataba de encontrar pacientes por un ra-
to, etcétera; en fin, todo esto se desprende de la práctica
médica que fue primeramente la de Freud. Sobre esto no mo-
dificó tantas cosas. Pero en el punto en que estamos ahora es
algo para teorizar, conceptualizar, integrar al discurso analíti-
co mismo, y replanteamos la cuestión de por qué él psicoaná-
lisis se practica en sesiones.
Ya hubo respuestas importantes a esta pregunta y debe-
mos constatar como un hecho histórico el interés y, más que
el interés, la investidura libidinal que manifestaron los analis-
tas sobre el objeto sesión. Fue objeto de un cuidado extremo,
fue el lugar por excelencia de la regulación analítica. La dura-
ción de la sesión, el número de sesiones, el ritmo de las sesio-~
nes, todo eso se captó en un deseo de reglas, de regulación. ·
De manera que parece que Lacan se inscribió, así lo vieron los
que no siguieron su camino, como el gran desregulador de la
práctica y, especialmente, el gran desregulador de la sesión.

40
i,
!i
Conferenda

Lo fue, hay que decirlo, sin propaganda. En esto fue como


Freud: lo expuso como su manera de hacer, no hizo propa-
ganda sobre su manera de entender la sesión. Practicaba un
tipo de sesión que a sus contemporáneos les parecía rara al
inicio de los años cincuenta, y le pidieron que diera explica-
ciones acerca de eso. Creo que Lacan respondió en una confe-
rencia del inicio de la década del cincuenta, de la cual
tenemos solamente el título: "El psicoanálisis, dialéctica";
conferencia que pronunció en el seno de la Sociedad Psicoa-
nalítica de París para explicar a sus colegas lo que hacía con
sus pacientes, porque se sabía que no daba las citas como sus
colegas. Creo que en el hilo de esa conferencia, que no se co-
noce, finalmente expuso su doctrina de la sesión analítica una
sola vez. De manera explícita se encuentra en su texto "Fun-
ción y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis"
--está en la tercera parte si recuerdo bien-, donde hay algunas
páginas sobre los fundamentos de su forma de practicar.
Puedo estar equivocado -aún no lo verifiqué- pero me pa-
rece que es la única vez que expuso explícitamente su doctri-
na de la sesión que, por supuesto, se puede encontrar de
manera implícita en otros l~gares.
Y Lacan el magnífico, que hablaba de todo, fue discreto so-
bre este tema. Y, sin propaganda, sus analizantes y sus alum-
nos adoptaron a su manera, se sintieron libres para modificar
la regulación que prevalecía en otros ámbitos. Así pues, hoy
nos encontramos con dos clases de analistas: los que conside-
ran que hay un vínculo necesario entre la enseñanza y la prác-
tica de Lacan, y los que desvinculan la enseñanza de la
práctica de Lacan. Quizás esas dos clases distribuyan el con-
junto de los analistas en el mundo. Aunque están también los
que no conocen a Lacan ... N o sé si realmente existen, me gus-
taría conocerlos. Creo que son tres clases, la tercera sería la de
los que no se interesan ni en la enseñanza ni en la práctica de
Lacan. Yo, por el momento, personalmente no los encontré,
pero quizá no vienen a verme.
Digamos algo sobre los desvinculadores, que son numero-
sos en la Argentina. ¿Qué podemos decir? No diré que la des-

41
Jacques-Alain Miller

vinculación es una operación ilegítima. No lo diré porque


nuestro Encuentro sobre la sesión analítica es una invitación
para que los desvinculadores legitimen su desvinculación. Es
más problemático para ellos que para nosotros. Seguramente
en la sala también hay desvinculadores. Para nosotros es más
simple, pensamos que hay una coherencia entre la enseñanza
de Lacan y su práctica; es la tesis más fácil. La tesis más Pili-
cil es decir que no hay ninguna relación entre la enseñanza de
Lacan y la práctica. Me gustaría escuchar los desarrollos que
justifican tal posición, que es más interesante. Si no hay nadie
para defenderla, quizás intente defenderla yo. Se trataría de
buscar cómo argumentar a partir de Lacan que no hay que ha-
cer como Lacan, ¿por qué no?
A la vez, pienso que el movimiento de los tiempos actua-
les, si puedo decirlo así, no favorece demasiado la antigua re-
gulación de la práctica analítica. Creo, es una impresión, que
los estándares de la práctica, que son esencialmente estánda-
res de la sesión -hay estándares de la formación pero pasan
por los estándares de la sesión, y están siempre más escondi-
dos, los de la sesión son más palpables- generan cada vez me-
nos transferencia y mucho malestar en los practicantes
mismos. Pero, al mismo tiempo, esos estándares antiguos son
un reducto identificatorio de la Asociación Internacional. Ser
estándar es lo único que les queda, pues se fragilizan cada vez
más. Por eso a la vez generan una suerte de defensa. Digo que
es lo único que les queda, porque me parece que con respec-
to a la teoría no les queda mucho que genere pasión y entu-
siasmo.
Dije, como recordó Flory Kruger, que en mi opinión el su-
jeto supuesto saber era una buena puerta de entrada a la cues:.:
tión de la sesión analítica, es decir, el inconsciente definido a
partir de su desciframiento. Y es algo enorme definirlo así,
porque supone definirlo como un inconsciente por venir, de-
fine la cura como una realización del inconsciente o, como lo
propuse ayer, un pasaje del inconsciente sujeto al inconscien-
te saber. Es una definición en el nivel epistemológico que se
completa o está en paralelo con una definición en el nivelli-

42
Conferencia

biclinal. Podemos decir de manera muy simple, freudiana: de-


sinvestidura de los síntomas, desinvestidura de los signifi-
cantes implicados en los síntomas y, correlativamente,
concentración libidinal en este reducto llamado objeto a.
El estatuto primario del significante, si podemos decir así,
está en el nivel del paterna, del sufrimiento, del afecto, del go-
ce, en el nivellibiclinal. El primer estatuto del significante, tal
como aparece si seguimos esa cronología que propone Freud
en su obra sobre el chiste, la primera aparición del ruido en la
boca, después las sílabas, las palabras, son para el infante pri-
meramente lúdicas e instrumentos de goce. Podemos decir
que primero se encuentran, más allá de la cronología misma,
como paternas y que sólo con el trabajo analítico se vuelven
para el sujeto posiblemente maternas. Finalmente, eso se en-
carna en lo que se pide de los analizados certificados que son
los AE: se les piden maternas, se les pide una utilización tipo
materna del significante. Deben mostrar que lo que era para
ellos paterna -afecto, sufrimiento, etcétera- ahora lo pueden
presentar como maternas para todos.
Con esto también se entiende el plivio que puede consti-
tuir para los psicóticos la referencia a las matemáticas o la in-
formática. Es decir, en la medida misma que padecen de
manera extrema del significante, del paterna del significante,
para ellos representa un alivio el uso del significante en el ni-
vel del materna.
El sujeto supuesto saber nos introduce -era mi tesis de
ayer- en la noción del inconsciente en términos de realiza-
ción. Y como para esta realización del inconsciente se necesi-
ta tiempo, la función del sujeto supuesto saber nos introduce
a la función del tiempo, al lugar esencial de la función tiempo
en el inconsciente mismo, a la realización del inconsciente. In-
troduce esa función tiempo en el inconsciente. Aunque Freud
dijo que el inconsciente no conoce el tiempo. Hay miles de co-
sas para decir sobre el tema. Sin embargo, no las diré, ya que
se necesita tiempo para eso. Se necesita tiempo para pensarlo,
para recoger en Freud y los otros analistas desde el punto de

43
Jacques-Alain Miller

vista de la introducción de la función tiempo en el inconscien-


te mismo. Hay mucho para hacer. Lo primero que se me ocu-
rre es oponer finalmente esta perspectiva a esa frase de Freud
tan compleja, a ese "no conoce el tiempo" del inconsciente.
Por supuesto, Freud además sabía perfectamente que había
una relación estrecha entre el inconsciente y el tiempo. .
La primera idea que me vino al pensar las cosas así fue que
para Freud finalmente el inconsciente no conoce el tiempo pe-
ro conoce muy bien el espacio, porque nos enseñó a represen-
tarnos el inconsciente en términos espaciales, con distintos
lugares psíquicos. Freud no dijo que el inconsciente no cono-
cía el espacio, dijo que no conocía el tiempo. Para él era muy
importante pensar el inconsciente en términos espaciales, es
lo que llama una tópica, las tópicas freudianas son una distri-
bución. ¿Qué significa? Viene de tópos, del griego, que es "lu-
gar". Él pensaba el inconsciente como una distribución de
lugares. Si nos referimos a la primer:a tópica, para pensar lo
reprimido Freud lo ubica espacialmente y lo hace circular: lo re-
primido viene, está reprimido; es un término que quiere cir-
cular, quiere ir de un lugar a otro. Lo reprimido freudiano no
está contento de estar reprimido y pide la entrada, pero se le
impide pasar de un lugar a otro. Está prohibido entrar y, co-
mo no puede forzar la puerta, perturba, se pone a gritar y de-
muestra que sería más económico hacerlo entrar que dejarlo
gritando en la puerta, si puedo decirlo así.
No sé si estoy exagerando, pero hay todo un teatro en
Freud al respecto que reproduce muchas cosas que se ven en
el nivel de la psicología de las masas. La psicología de los gru-
pos -y somos un grupo también- nos permite representar
muy bien esa figuración. Por otra parte, esto justifica la pre:.
sentación que hace Lacan del inconsciente como lo no realiza-
do, porque insiste precisamente en el hecho de que lo
reprimido no está contento de ser reprimid_o, que el incons-
ciente quiere realizarse. Por eso, es útil referirse a la traduc-
ción que Lacan aprobó para la expresión "falta en ser" -en
francés: manque aétre. Recuerden que se propuso algo en in-

44
Conferencia

glés que a Lacan no le gustó, y él mismo inventó la expresión


want to be. La palabra want indica a la vez una laguna, "falta
de", pero a la vez una exigencia, wanted, palabra que aparece
en afiches debajo de un rostro en las películas. Indica la falta,
pero no una falta tranquila, sino una falta que produce una
llamada muy exigente que traduce que lo no realizado quiere
realizarse, de la misma manera que lo reprimido quiere retor-
nar, volver, como siempre retorna como el retorno del Zorro.
Freud tenía tanto interés en esas cuestiones de tópica que
se plantea problemas complejos como, por ejemplo, el proble-
ma de la doble inscripción, de si una inscripción en el aparato
psíquico puede estar a la vez en dos lugares, en el inconscien-
te, en lo consciente. En fin, es toda una problemática espacial
con sus dificultades, sus problemas específicos. Y se sabe con
respecto a la segunda tópica de Freud la horrible espacializa-
ción psíquica que inventó en forma de huevo, que Lacan des-
cribe con cierto disgusto en su último seminario de Caracas.
Claramente, este esquema de Freud no tiene la nitidez mate-
mática de los grafos de Lacan, donde cada cosa está en su lu-
gar. Freud representa más bien algo de la cosa y Lacan
representa el lado estructurado como un lenguaje.
El inconsciente no conoce el tiempo. Se entiende lo que en
la perspectiva de Freud se refería a todo lo invariable del in-
consciente, impermeable a todo lo que pasa: el deseo indes-
tructible. Ya sea en tiempos de paz, en tiempos de guerra, en
tiempos de hiperinflación, en tiempos de recesión; ya sea en
un barco, en un avión, antes de casarse, después de casarse.
Hay algo impermeable a cualquier acontecimiento imprevis-
to que pueda surgir, hay algo ahí permanente y, de alguna
manera, escrito de una vez y para siempre. Decimos escrito,
inscripto de una vez y para siempre, y podemos hablar de lec-
tura, dado que Lacan al mismo tiempo se refiere, aunque no
en primer plano, al inconsciente como realización: dice que el
inconsciente se lee, lo introduce como posfacio a El Seminario
11. Entonces, hablemos de lectura.
Se compra un libro, se recibe un libro; se lo puede leer de
una vez, apasionado; se lo puede leer en varias veces. Eso no

45
Jacques-Alaiu Miller

importa tanto, el libro está escrito de una vez y para siempre.


Si usted lo toma y lo retoma dentro de un año, es lo mismo.
Se puede decir que este libro no conoce su tiempo -el de us-
ted-, este libro como saber no conoce el tiempo. Podríamos
introducir la ficción de un libro cuyo texto sería modificado
por la lectura, es decir, que una vez leído el primer capítulo,
el segundo capítulo se volvería diferente. Parece impensable
pero tiene algo de borgeano. Si no recuerdo mal, hay un cuen-
to de Borges donde está la idea de perder, se pierden algunas
monedas, tres, sin que nadie las robe; se va a la mañana si-
guiente y hay solamente dos, porque no hay constancia del
ser. Se podría decir, también a la manera de Borges, que final-
mente no se necesita una ficción, que en todo libro el texto es
modificado por su lectura. Se podría defender eso, dado que
el sujeto que leyó el primer capítulo no es el mismo que el que
no lo leyó, de tal manera que cuando lee el segundo capítulo,
el sujeto ya fue modificado por el capítulo anterior, y no leerá
de la misma manera este nuevo capítulo.
La paradoja, el sofisma, es definir el texto por la lectura que
se hace de él. Si uno acepta definir el texto por la lectura que se
hace de él, las modificaciones del sujeto se traducen como
modificaciones del texto mismo. Borges explotó esta paradoja
de manera infinita, por ejemplo cuando considera las traduc-
ciones de Homero como otras tantas versiones equivalentes,
constitutivas de Homero. Además, hubo varias tentativas de
este tipo en lo que se llamó el nouveau roman, hubo intentos de
producir una introducción de la trayectoria del lector en la
obra misma. ¿Cómo introducir la función tiempo y considerél!
finalmente qué se dice en el capítulo uno, dos o tres? Es para
obligar al lector a seguir un camino. ¿Y qué pasa si dejamos á1
lector inventar su propio orden? Fue lo que intentó Cortázar
en Rayuela, libro que recibí la primera vez que vine a Buenos
Aires. No hay que referirse al nouveau roman, ya es algo que
más o menos está en Balzac con La comedia humana. Después
de varios intentos de leer algunos libros de Balzac, sin querer-
lo mucho, empecé La comedia humana en el orden dado por él
y leí todo, hasta el último. En fin, un poco excesivo. Después

46
Col!jerel!cia

de haber empezado al azar. Pero con Balzac es así, según la


novela que se toma; por ejemplo, se puede ignorar todo del
pasado de uno de sus personajes y se lo verá actuar; y des-
pués habrá otra novela que le va a enseñar algo que pasa an-
tes o después. Está ese carácter aleatorio de la lectura que el
introduce, modifica lo que se puede llamar el programa del
texto.
Esto nos permitirá escuchar a Vera Gorali con lo que intro-
duce como "programas del cuerpo". No sé si Vera Gorali ne-
cesita presentación... Por lo menos vamos a decir que
recientemente sacó Estudios de psicosomática IV, libro compi-
lado por ella. Es ya el número cuatro de su programa de pu-
blicación. Su ponencia, justamente, gira alrededor de la
palabra "programa", que me parece esencial introducir aho-
ra y para la preparación del undécimo Encuentro. Esta pala-
bra es muy relevante respecto del tema del sujeto supuesto
saber. Vera recordará una definición del programa. Diré que
se trata de una escritura -gramma-, de signos escritos que de-
terminan antes -pro- una cadena de operaciones que se eje-
cutarán una tras otra durante cierto tiempo. Eso es un
programa. También un show es un programa. Primero esto,
después esto otro: eso es un programa. Aunque no se respe-
ten exactamente los tiempos, por supuesto.
Dije una escritura, pero no es necesariamente algo escrito,
con la palabra también puede darse un programa. "¿Cómo
puedo ir al hotel Panamericano? No es difícil: primero toma
esta calle, después ésta; entra, baja; a la derecha encontrará la
escalera; suba y, cuando las azafatas no miren, puede entrar
sin pagar." Eso es un programa. Y hay que ver cómo Lacan in-
dicaba el camino cuando debía hacerlo. A veces daba un pla-
nito hecho a mano, ya que. con la palabra siempre hay
equivocaciones. Para él era algo muy importante. indicar có-
mo ir, o que se le indicara cómo ir, pues sentía la amenaza de
errores. Y es verdad, yo aprendí ciertos cuidados con respec-
to a eso ... Él era muy sorprendente ... "Para ir a tal pueblito en
el campo: tomar la autopista, salir en determinado momento,
después usted pasará por un puente y luego verá un edificio

47
Jacques-Alain Miller

rojo; en ese momento usted sabrá que ha cometido un error y


regresará ..." Y debo decir que quedó grabado para mí que al-
guien ya integrara en su programa el error del otro. Creo que
hay algo profundo en eso que aún no terminé de desplegar.
Así, un programa es un conjunto de instrucciones que hay
que seguir, obedecer de manera ciega. En el psicoanálisis el
programa se encarna de un modo conocido, evidente, en la
acción compulsiva, que es el mayor ejemplo que toma Freud
para deducir la hipótesis necesaria del inconsciente. Y el gran
programador en el psicoanálisis es el superyó, inventado co-
mo instancia que programa las acciones compulsivas: "Esta
noche tendremos las acciones compulsivas siguientes: verifi-
car todas las puertas, mirar bajo la cama, perder una hora ...".
En fin, es una enfermedad del superyó.
Superyó es la palabra freudiana para el inconsciente como
saber ya escrito y activo, al que se le obedece y que genera la
repetición, que fue para Freud el referente del inconsciente
sujeto con el que primero se puso en contacto. Ahora tenemos
el concepto bien conocido de programa, bien experimentado
por lo menos, mediante las computadoras. Y por las compu-
tadoras sabemos o deberíamos saber que el programa, el softwa-
re, el sistema operativo, no tiene menos realidad que el hardware.
Las neurociencias, por ejemplo, están en el nivel del hardwa-
re. Nosotros trabajamos en una dimensión específica que es la
dimensión de los programas, del superyó, canales superyó; y
lo que hay inside es otra cosa, otra oficina.
Entonces, la referencia para el concepto de programa -no
la voy a desarrollar ahora- es, como recuerda Vera, la máqui-
na de Turing, que es una máquina conceptual con una banda
de papel infinita, con una unidad de lectura, y operativa, que
funciona casillero por casillero, que hace una lectura y ejecu-
ta una instrucción a la vez. Un programa es un conjunto de al-
goritmos, un programa complejo es un conjunto de
algoritmos simple; por ejemplo, lo que puede tener la máqui-
na de Turing es agregar 1 a la cifra anterior, ejecutar +1 y ver
cuándo va a terminar. En este algoritmo no termina nunca,
porque la banda de papel es infinita y con el +1 no se termina

48
Conferencia

nunca. Es un tema de reflexión sobre la máquma de Turing sa-


ber si un algoritmo permite o no una detención, si terminará
en un punto o no; es un problema de la detención de la má-
quma de Turing.
Cuando Freud define el análisis infinito es porque piensa
que el algoritmo de la cura es como un problema de Turing
sin detención, que tal como son las instrucciones, nunca ter-
mina, nunca puede terminar. Piensa que si se trata de desci-
frar el texto del saber inconsciente, no da para un algoritmo
terminable. Esto es sólo para indicar cómo se pueden refor-
mular temas freudianos de los más clásicos en términos de lo
que utilizamos cada día, porque la máquma de Turing es algo
de los años cuarenta y es uno de los padres conceptuales de
la computación.
En este sentido, Lacan introduce el sujeto supuesto saber
en lo que llama el algoritmo de la transferencia, para poner en
evidencia el carácter automático, el carácter de automaton de
la transferencia. Si se responde a la instrucción de vincular un
significante con otro significante, en el psicoanálisis se genera
automáticamente un sujeto supuesto saber. Es lo que traté de
introducir en los primeros momentos de ayer. Como un algo-
ritmo: si se vinculan dos significantes, hay siempre un sujeto
supuesto saber (invisible eventualmente, pero está). Aunque
el sueño es un saber sin sujeto, y Vera Gorali hablará de eso.
En esta perspectiva, ¿se puede escribir un algoritmo de la
sesión analítica? Se relaciona con la máquma de Turing en
tanto que parece obedecer al algoritmo repetitivo de una se-
sión más, siempre una sesión más. Y cuando no hay una sesión
más, cuando es la última o se desea la última, tanto el analis-
ta como el analizante perciben el peso que tiene con respecto
al algoritmo de una más. Hay, efectivamente, una cualidad re-
petitiva en el psicoanálisis en el nivel de la sesión analítica.
Por supuesto, debemos interrogarnos sobre esto en julio: el
psicoanálisis de uno tampoco se reduce a tener sesiones. Es
posible introducir aquí una dialéctica entre tener sesiones y
estar en análisis, que no son dos términos que se recubren
exactamente; hay una disyunción, que a veces se ve bien

49
1
1
Jacques-Alain Miller

cuando el analista no está en la misma ciudad o en el mismo


país. ¿Cuál es la validez de estar en análisis sin tener sesio-
nes? Si es una cuestión de cantidad o de otra cosa. Pero es co-
mo el caballo de Freud, al que se le puede disminuir la ración
pero debe tener el último grano. Luego, hay una dialéctica en-
tre la sesión y el psicoanálisis que también se debe examinar
caso por caso, depende de los casos. Hay que elaborarlo a ni-
vel general y también caso por caso. El análisis continúa aun-
que el analista esté en la escalera como la portera -en Francia,
en los años treinta, había un cartón, un cartel que decía: "La
portera no se encuentra. Está en la escalera"; se ve en las pe-
lículas de la época-; el espectáculo continúa aunque el analis-
ta esté en la escalera.
En el nivel del programa se entiende que se necesite tiem-
po para la ejecución de las instrucciones, y que hay que tomar
las sesiones una después de la otra. Pero, ¿de qué tiempo se
trata? Por ejemplo, es verdad que se necesita tiempo para la
ejecución de un programa electrónico, pero la rapidez aumen-
ta; hay una ley informal que dice que cada año y medio crece,
se multiplica por dos, la rapidez de los chips. Parece incluso
que ahora se puede multiplicar por más, que operaciones que
tomaban un día, llevan un segundo.
¿Por qué en el análisis no se observa una ley como ésta,
que doble la rapidez cada año y medio? Eventualmente, las
manipulaciones genéticas podrán acelerar las operaciones
mentales.
El tiempo para comprender es un factor psicológico, tiene
un aspecto psicológico que la psicología experimental trata de
medir; se le presenta un quiz -un cuestionario- y se ve que hay
personas que lo resuelven de inmediato mientras que a otras
les lleva una hora. Tiene cierta objetividad medir la inercia psi-
cológica. Pero cuando hablamos de la sesión analítica, se trata
de otro tipo de tiempo. ¿Y por qué buscar algo raro? Tomamos
algo que nos ofrece Lacan: el tiempo lógico está en el nivel de
la dimensión lógica del tiempo. Y ustedes verán, como vi al
plantearme estas preguntas, que cuando en El Seminario 11 La-
can introduce el inconsciente sujeto y la apertura y cierre del

50
Conferencia

inconsciente, incluye inmediatamente referencias al tiempo ló-


gico y a la función tiempo vinculada con una -lo cito del capí-
tulo m, que era en parte una respuesta a la primera pregunta
que le hice- "instauración significante de lo real".
La sesión misma constituye e introduce una formalización
de lo real, una instauración significante de lo real; introduce
efectivamente un horario, un intervalo específico, temporal y
local, en el tiempo y en el lugar. De modo que ya la sesión
analítica -o la secuencia de sesiones analíticas- tiene algo de
la banda de la máquina de Turing, que funciona una por una.
Por eso, la sesión pasa con una regularidad implacable y cie-
ga. Por lo menos apuntamos a eso. En la práctica del psicoa-
nálisis está el ideal o el objetivo o la lógica de dar a la
secuencia de las sesiones la regularidad absoluta de la banda
de Turing. De aquí que se pague una sesión faltada, la cual no
es más que un casillero que queda vacío. La sesión está en la
banda de Turing, sólo que falta una inscripción, pero se paga
la existencia del casillero aunque quede vacío. Entonces, una
sesión a la cual se faltó está considerada como hecha. Hay una
anécdota que cuenta que Lacan faltó a una sesión como ana-
lista y la hizo pagar. Seguramente es una anécdota falsa, pero
es verdadera a la vez, como todas las anécdotas falsas; desde
el punto de vista del casillero, es lo mismo que falte el analis-
ta o el analizante.
Sobre este fundamento se construyó ese enorme superyó
analítico de la sesión. No estamos ahora en el período de pe-
lear contra los estándares de nuestros colegas, sino de reímos
de los estándares, de ver que el estándar está loco como un
superyó. El hecho de que exista este soporte lógico de la se-
sión, este soporte turingiano de la sesión, suscitó ese deseo sin
límite de regularizarlo todo. Al mismo tiempo, el lugar debía
permanecer absolutamente igual -era algo que se practicaba
en Nueva York, en los años setenta-, no había que mover na-
da en el consultorio para que el analizante no pudiera captar
nada del deseo del analista. Entonces, inmutabilidad del lu-
gar. Eso lo describió muy bien la periodista Janet Malcomen
un libro que cité hace años. Ella escribió El escándalo de los ar-

51
Jacques-Alain lvliller

chivos Freud, pero antes había escrito la vida de los analistas


neoyorquinos en los años sesenta, setenta. N o solamente el
mismo tiempo, el mismo lugar, donde no se mueve nada; si-
no además, el analista debía vestirse de la misma manera, y
tenían tendencia a ir todos a la misma tienda para comprarse
ropa. Se ve que el único problema en este contexto de mante-
ner la mismidad es el envejecimiento del analista, ésa es la
parte difícil de la cuestión. Quizá mantenerse siempre joven.
Ahora bien, ¿cómo se justifica este estándar loco como un
superyó, es decir, que pone exigencias imposibles y fuera de
tiempo? Creo que, por un lado, por los fundamentos lógicos
de la sesión analítica, y, por otra parte, me parece que es co-
mo un deseo de desconocer el tiempo en la sesión, de hacer
del lugar de la sesión, del encuadre, un espacio fuera del
tiempo, supuestamente como el inconsciente.
Finalmente, veo en ese estándar -me estoy burlando, pero
otras veces me burlo también de nosotros- el deseo de homo-
logar la sesión a la otra escena del inconsciente. Y Lacan hace
lo mismo, sólo que él se refiere al inconsciente sujeto, esro-es,
al inconsciente que fulgura como un relámpago, al incons-
ciente imprevisible, al inconsciente que nunca está en el lugar
que se lo espera, que está de lado, como un tropiezo. Sí, es en
referencia al inconsciente sujeto como él estructura finalmen-
te la sesión analítica, de manera homóloga, idealmente, como .
un desfasaje. Funcionará esencialmente con la referencia del
inconsciente sujeto y se verá que cada sesión sea como un
Witz, que cada sesión sea como un lapsus, que cada sesión sea
un acto fallido. En cambio, el psicoanálisis estandarizado to-
ma como referencia el inconsciente saber, la regularidad abso-
luta, la repetición, y lo lleva hasta los lúnites del ridículo,
lúnites ante los cuales retrocedieron pues tampoco los neo-
yorquinos se mantuvieron en este lugar. Creo que finalmente
la teoría misma del inconsciente se corresponde con la estruc-
tura de la sesión analítica.
Invito a Vera Gorali a venir aquí para presentamos sus ''Pro-
gramas del cuerpo". Después escucharemos a Mónica Torres.

52
Conferencia

Programas del cuerpo


VERAGORALI

"Programa" es un término que Freud utiliza en El malestar


en la cultura. Allí dice que "el programa que nos impone el
Lustprinzip -el de ser felices- es irrealizable; pero no es lícito
-más bien no es posible- resignar los empeños para acercarse
de algún modo a su cumplimiento".
En informática, un programa es el conjunto de instruccio-
nes previas que determinan un proceso que, al mismo tiem-
po, constituye el instrumento de un cierto número de
operaciones.
Dicho de otra manera, un programa es lo que se sabe de
antemano.
El matemático inglés A. M. Turing presentó en 1937, en un
libro titulado On computable numbers with an Application to the
Entscheidungsproblem, un modelo conocido como "la máquina
de Turing", que consiste en un número de instrucciones para
dar ciertos pasos en secuencia. La máquina queda programa-
da para ejecutar una tarea específica que resulta cumplida
cuando se han dado todos los pasos.
El problema que se discutió largamente es si este tipo de
máquina puede "pensar"y responder de manera diferente se-
gún su interlocutor sea un hombre o una mujer.
Es decir, hay una pregunta por la diferencia entre la má-
quina y el ser hablante que la construye, como si éste dispu-
siera de una facultad que lo exceptúa del programa.
En un sentido esto es posible, lo cual no significa que el
parletre no se inscriba en una lógica de determinismos. Sólo
que el cuerpo del ser hablante no responde a uno solo sino a
distintos programas.

a) El programa del real biológico


Todo ser viviente se construye por la ejecución de una se-
cuencia que ya está inscripta en sus cromosomas. Frans;ois Ja-
cob, en un libro ya clásico, La lógica del viviente y cuyo primer
capítulo se llama "El programa", dice que la herencia no se

53
Jacques-Alain Miller

concibe más según mitos o discursos religiosos que fundaban


el origen del hombre. Actualmente, se describe en términos
de información, de mensajes, de códigos.
Este código no tiene las características del lenguaje. De es-
tos mensajes no se esperan chistes ni sorpresas, errores o ma-
lentendidos. Por eso no se presta a la interpretación.
La estructura de las moléculas está prefijada por los cuatro
radicales químicos contenidos en el patrimonio genético, y de
generación en generación se transmiten instrucciones que
constituyen la arquitectura del futuro organismo.
En este nivel, será en vano que una mujer embarazada de-
see dar a luz un hijo de tal sexo, estatura, color de ojos y ca-
bellos. Para eso necesita la manipulación genética. Hace unos
meses, la película titulada Gattaca exhibió las probables con-
secuencias a nivel de la segregación en una sociedad que di~:­
ra rienda suelta a la eugenesis.
Los límites, es decir, lo imposible de este real, no emergen
a nivel de la palabra sino de la tecnología que, cada vez más
avanzada, suscita los debates éticos que conocemos.
El viviente es aquí la ejecución de un destino, matizado, es
cierto, por el azar, pero sujeto a una lotería genética que nin-
guna inteligencia ha concebido, que ninguna voluntad ha
perseguido. El objetivo es uno: elaborar un programa igual
para la generación siguiente. ·
En esta dimensión, el cuerpo es dueño de un saber sin su-
jeto que le permite a la ciencia sostener que la relación sexual
se escribe por la combinatoria, en tiempo y lugar adecuados,
de células masculinas y femeninas.
Cabe aclarar la paradoja sin salida de que a nivel del dis-
curso de la ciencia que elabora un saber acerca de este saber
sin significación, las experiencias se realizan inevitablemente
en un marco teórico, conceptual, y no puramente fáctico y ex-
perimental. Sirva como ejemplo la larga conversación entre
Jean-Pierre Changeux, representante de las neurociencias, y
Paul Ricceur, que tiene lugar veinte años después de una con-
versación similar sostenida por Changeux con Jacques-Alain

54
Conferencia

Miller, Éric Laurent y otros, publicada en español, en Orni-


car?, n° 3, editado en esa época.
En aquelb oportunidad define el comportamiento como el
resultado funcional de las sinapsis neuronales del sistema
nervioso central. Para reacondicionar a un individuo con tras-
tomos, es necesario modificar el entorno, las señales que le
crean al sujeto el conflicto interior.
En la reciente publicación arriba mencionada y que lleva
por título "Lo que nos hace pensar", en el debate, aparecen
dos discursos relativos al cuerpo: uno sobre el cuerpo-objeto,
anatómico y activo, y otro sobre el mi-cuerpo, desde el que
hablo, donde hay una percepción consciente del sujeto.
La relación entre sujetos es posible por la transmisión, me-
diante el lenguaje, de vivencias compartibles.
Y pese a que para Changeu:x nada es incognoscible a par-
tir del saber supuesto al cuerpo neuronal, admite la precarie-
dad del estado de desarrollo en este dominio, veinte años
después.

b) El programa de lo real para el psicoanálisis


Partimos de una suposición: hay efectos en el cuerpo cuya
resolución no compete a los discursos precedentes. Son sínto-
mas, inhibiciones o angustias que trastornan su funciona-
miento, pero cuyo saber no está en la carne. La invención del
psicoanálisis partió de dicha suposición. También, de la con-
vicción de Freud de que, dada la causalidad significante de
dichos síntomas, causalidad desconocida para el sujeto, es lí-
cito imaginar una cura por la palabra que revele su causa.
Esta idea original de inspiración freudiana es la de un in-
consciente cuya fuerza patógena radica en la represión de un
enunciado indecible y cifrado.
Como consecuencia del encuentro de un significante con el
Otro, surge un cuerpo atravesado por deseos y goces ignotos.
Frida Kahlo es un buen ejemplo. A pesar de su cuerpo destro-
zado, experimentó el anhelo (Wunsch) de tener un hijo del
gran amor de su vida, el pintor Diego Rivera.
En un momento de relativa calma en su normalmente tor-
mentosa relación, logra quedar embarazada. De inmediato

55
Jacques-A/ain Miller

surgen las objeciones de Rivera que la insta a abortar. Co-


mienza el calvario. Frida duda, no duerme. Su cuerpo arrasa-
do experimenta goces sin tregua. Habla sin cesar, pinta,
piensa y sueña. Se debate entre el deseo de tenerlo y el temor
de que el niño la separe de su amado, partenaire-síntoma si los
hay. Un mes y medio más tarde, escribe en su diario: "El des-
tino me absorbió; en una noche lo perdí todo". En páginas
desgarradas se reprocha no haber sido lo suficientemente
fuerte para retenerlo.
Nos compete preguntarnos por la naturaleza de estos go-
ces. ¿En qué programa se "fixaron"?
Es un programa que parte de la impronta del lenguaje so-
bre el viviente y se plasma en pulsiones que no cesan de reco-
rrer el circuito de la satisfacción.
La pulsión no es el instinto, aunque es acéfala y, una vez
establecido el recorrido, es implacable en su cumplimiento.
¿Dónde reconocemos el sujeto alli?, se pregunta Jacques-
A. Miller en La Logique de la passe. Y se responde: en sus fraca-
sos, en sus errores, en sus equivocaciones, aun en el caso del
certero saber del goce que encontramos en la perversión.
A partir de estos supuestos epistemológicos, el discurso
analítico construye un concepto de real que, como dice Lacan
en Ou pire, se afirma por la interrogación lógica del lenguaje,
el inconsciente y la castración. Se trata de un real elaborado
sobre la idea de que hay un imposible, ya no de decir sino de
escribir. Es imposible lo que no se inscribe en el inconsciente.
Este imposible que constituye lo real de la castración está rela-
cionado, para cada sujeto, con la elección definitiva de su se-
xo, y éste no se corresponde con el programa de la anatomía.
El cuerpo del parletre no es pensable desde lo biológico. El
discurso analítico nos induce a pensar que el sexo del parlétre
se aborda sólo por este discurso.
Dice Lacan: " ...para este cuerpo es imposible el enunciado
de la bipolaridad sexual".
No se trata tampoco de un diálogo entre Eros y Tánatos,
entre el amor ligado a la reproducción de la vida y el cuerpo
defendiéndose contra la muerte. Lo que caracteriza al cuerpo

56
Conferencia

y al sexo del parletre introduciendo un desequilibrio entre la


vida y la muerte, y como dice Jacques-Alain Miller, una rela-
cion "perturbada del sujeto con su cuerpo", es la intervención
del goce. Se necesita un cuerpo para gozar y éste goza del in-
consciente, de la palabra.
En este nivel discursivo no existen hombres y mujeres, da-
mas y caballeros que se corresponderían uno a uno, sino un
inconsciente que no sabe nada del sexo. Este incon.Sciente es
una serie de unos sin pareja, sin deux, sin Otro.
Hay sólo condiciones de amor y de goce que permiten al
sujeto la relación con el otro sexo en el espacio del goce sexual.

e) Aquí finalmente se puede hablar de un sujeto supljésto saber


del cuerpo :
Encuentro al menos esta articulación posible.
En "El Seminario 24, L'insu que sait de l'une-bévue s'aile a
mourre", Lacan reitera la idea de que hay un cuerpo de lo
simbólico, un cuerpo imaginario y, además, un cuerpo de lo
real, cuyo d:i:fícil abordaje es esperable de un análisis.
¿Cómo los define aquí?
Por empezar, se refiere a lo material. Dice que la noción de
materia es fundamental porque lo material funda lo mismo y
por eso no miente. Es lo que se presenta como consistente, co-
mo unidad.
Cito a Lacan: "Lo material se presenta como consistente
bajo la subsistencia del cuerpo. Este cuerpo es la mismidad
del significante que permite el intercambio porque es el signi-
ficado. Es la noción de Otro como esta misma materialidad
significante, como la serie de unidades consistentes entre los
que puede aparecer la una equivocación (l'une-bévue)". Y con
la equivocación la dimensión del engaño, de la mentira nece-
saria en lo contingente. Es una contradicción la de la equivo-
cación del sujeto supuesto saber porque es una vía fallida
pero al mismo tiempo la única lograda con la cual llegar al te-
jido mismo del inconsciente.
Yendo más lejos aún, con la identificación que cristaliza en
una identidad, la fijación.

57
Jacques-Alain Miller

En este seminario, su reflexión se inclina a pensar el cuer-


po con los recursos de la topología. El cuerpo viviente se or-
ganiza como un toro, es decir, tiene dos agujéros y por lo
tanto puede ser recortado siguiendo una banda de Moebius,
que es el corte mismo. Por una serie de cortes es posible po-
ner afuera lo que está adentro, a saber, el inconsciente. Incons-
ciente tramado de saber que sigue siendo el Otro -reste ·
l'Autre- del que se espera un saber que daría el acceso a lo
real.
¿De qué manera? Conociendo el propio smtoma, para, así,
saber hacer con él.
El smtoma es en este sentido la creación singular, la que
suple para un sujeto la forclusión del sexo que es del orden de
lo real. El smtoma es metáfora de esa falta, de ese vacío.
Como el smtoma es la invención de un sujeto a1ú donde se
enfrenta con la carencia radical de un saber sobre el sexo y el
goce, y éste se deduce del trabajo analítico que implica al
cuerpo como condición sine qua non, queda establecido el nexo
entre el cuerpo y el sujeto supuesto al saber.
Es la posibilidad misma del intercambio, de la significa-
ción y, con ella, de la dimensión de engaño esencial para el
discurso analítico.
Y, agrega, saber hacer con su imagen.

]acques-Alain Miller: -Agradezco a Vera esta ponencia que


espero que tenga ecos, por el término "programa" y por el re-
corrido hecho sobre distintas versiones del cuerpo. No sé si
conservó en la última versión, que leyó, la referencia a la ma-
nipulación genética cada vez más avanzada, según decía. La
manipulación genética es en cierto modo la nueva frontera, es
decir, antes se pensaba la desaparición de la humanidad bajo
la forma espectacular de la bomba atómica. Casi la mitad del
siglo pasó bajo la sombra de Hiroshima y con ese eje a-a' en-
tre los Estados Unidos y la Unión Soviética, y todo el mundo
mirando la rivalidad espectacular y especular de los dos, con
el objeto amenazante del hongo nuclear, curiosa forma inspi-

58
Conferencia

rada; en la naturaleza, que parecía el fruto del diablo. Y en rea-


lidad se descubre que la desaparición de la humanidad ocu-
rrirá sin duda en algún momento, pero no a través de lo
enorme, visible, etcétera, sino a través de entidades invisibles
al ojo, en otro nivel de la escala de los seres. Había sido un
sueño perfeccionar la forma humana, ya se sabía intervenir con
la cirugía, con la química, pero ahora podemos intervenir
en la producción misma, no sobre el producto, sino sobre la
producción misma en su más íntimo real, en el código genéti-
co, en la programación.
Vera recordaba que hace veinte años Éric Laurent y yo dis-
cutimos con Changeux en Onzicar?, en una entrevista llama-
da "El hombre neuronal", título que eligió Changeux por su
best-seller. Pero hace veinte años no se sabía lo que se podía es-
perar de la biología molecular. Después de esa entrevista no
sabíamos nada, nada a nivel conceptual. Y ahora Ricreur lo re-
toma veinte años después, cuando ya en todas partes se per-
ciben los límites de lo que se obtiene sobre el conocimiento
mismo del cerebro mediante las neurociencias. Parece un to-
pe, pero en cuanto a la manipulación genética ésa es la nueva
frontera. En Alemania y en los Estados Unidos ya empiezan
las nuevas polémicas sobre el tema, porque con esto logramos
manipular lo real. Y esto nos remite a los límites del análisis
según Freud, quien en las Conferencias de introducción al psicoa-
na1isis se pregunta si el psicoanálisis llega a operar sobre las
causas mismas; digamos, si logra operar directamente sobre
lo real. Se encuentra en el capítulo de "La transferencia", to-
mo XVI, página 396 de la edición de Amorrortu: "¿Saben a
qué se llama una terapia causal? Se llama así a un procedi-
miento que no toma como punto de abordaje las manifesta-
ciones patológicas, sino que se propone eliminar sus causas".
Después se pregunta si la terapia analítica es causal o no, y di-
ce que puede parecer causal porque por lo menos no tiene la
intención de eliminar inmediatamente los síntomas, sino que
se toma su tiempo. Luego, quiere ir más allá del síntoma co-
mo manifestación patológica, pero a la vez no es realmente
causal.

59
Jacques-Alaín Miller

En efecto, hemos rastreado el encadenamiento causal a lo lar-


go de las represiones hasta llegar a las disposiciones pulsionales
[esto lo cité ayer: logramos ir de la represión significante hasta lo
pulsional, hasta percibir las raíces pulsionales del sfutoma], a la~
intensidades relativas que presentan dentro de la constitución y
a las desviaciones producidas en el curso de su desarrollo. Aho-
ra supongan que nos fuese posible, acaso por medios químicos,
intervenir en esta fábrica [intervenir en lo pulsional a través de
la química], elevar o disminuir la cantidad de la libido preexis-
tente en cada caso o fortalecer una pulsión a costa de otra [no ha-
bla, pues, de las pulsiones en términos de mitología, sino como
si tuvieran una presencia química]. En tales condiciones nuestra
terapia sería causal en sentido estricto, y para ella nuestro análi-
sis habría prestado el indispensable trabajo preparatorio del re-
conocimiento. Pero, como ustedes saben, ni hablar por ahora de
semejante influencia sobre los procesos libidinales; con nuestra
terapia psíquica hincamos en otro lugar de la trabazón, no justo
allí donde creeríamos discernir las raíces de los fenómenos [no
vamos a intervenir en las pulsiones directamente], pero sí bas-
tante lejos de los sfutomas [... ].

Luego, ve como una cadena causal en la que no nos que-


damos en suprimir los síntomas por la hipnosis pero tampo-
co logramos ir hasta las pulsiones, nos detenemos "en un
lugar que unas circunstancias muy asombrosas nos han he-
cho asequible". Casi sería pare~. comentar lo que dice de unas
circunstancias muy asombrosas que nos han permitido ir,
porque el psicoanálisis mismo es el acontecimiento imprevis-
to, según Freud. El primer acontecimiento imprevisto es el
psicoanálisis, o sea, en el decir de Freud -es lo que Lacan lla-
ma el acontecimiento- ~s la sorpresa freudiana, aunque pre-
parada en un contexto ...
Es un tema importante para nosotros, porque Lacan siem-
pre se interesó en el tema de la causalidad -trató de precisar
la causalidad psíquica en su texto de los Escritos, y la ubicaba
en esa época como la identificación-. Él estudiaba los efectos en
lo real de lo imaginario, de tal manera que mostraba que en el
desarrollo de algunos animales la visión de otro animal era
una condición para el despliegue del desarrollo físico. Luego,

60
Conferenda

trataba de mostrar que en lo psíquico lo imaginario es causa


real. Y después pensó, corno recuerda Vera Gorali, que la cau-
sa era significante y que utilizando el significante se podía in-
cidir en la libido. Si para Freud no lograrnos intervenir sobre
la pulsión, según Lacan es posible intervenir sobre ella. Y lo
que él llama objeto a es la parte del goce sobre lo que logra-
rnos incidir con el significante; aunque permanece no simbo-
lizable, se cierne mediante el significante, se concentra por
medio del significante. Lacan trató de elaborar cómo podía-
mos pensar que un decir fuera causal, cómo un decir, y preci-
samente el decir interpretativo, podía ser causal. Para
representarlo tornó un objeto matemático, aunque no sé si con
tanto éxito, porque el objeto matemático ya es complejo en sí
mismo y no muestra !as cosas tan fácilmente. En fin, tornemos
lo más simple de lo más simple: la banda de Moebius. Si se
hace un corte de una manera o de otra, modificarnos la estruc-
tura misma de la superficie. Bueno, no siempre modificarnos,
pero si lo hacernos en la banda de Moebius ...
Decía que un decir es un corte y que la estructura supues-
tamente tiene forma topológica. Podría formular que la es-
tructura es corno un plano proyectivo y que un decir es corno
un corte cerrado en esto; y cuando se hace un decir así, se mo-
difica la estructura. Pero equiparar lo que llama la estructura
con un plano proyectivo es prueba irrefutable de esto; es más
bien ilustrativo, aunque Lacan dice que es así, que es real, et-
cétera. Sin embargo, después cambia, abandona el plano pro-
yectivo y dice eso del nudo. Presenta el nudo corno real
porque él cree que algo puede volverse real, que si lo repite
bastante, si suficientes personas repiten y trabajan con eso,
hay una posibilidad de que se vuelva real, el inconsciente se
realizará corno un nudo borrorneo.
Lo digo rápidamente pero es una de las maneras de Lacan
de hacer entender en determinado momento de qué se trata
en la realización del inconsciente; introduce entonces un obje-
to matemático y equipara conceptos analíticos con formacio-
nes matemáticas. Hay que aprender de eso. Ahora diré algo
breve para dejar lugar a Mónica Torres, quien también intro-
ducirá cosas importantes.

61
Jacques-Alaín Miller

El último seminario que Lacan había anunciado y no dio


-creo que eso fue olvidado, quizá no por todo el mundo- se
llamaba "La topología y el tiempo". Y ya hay mucho que
aprender de esta conexión de términos que hizo Lacan. La to-
pología es cuestión de espacio, de lugares, es una forma de la
geometría. En el espacio no topológico, métrico, están las dis-
tancias, se puede distinguir entre lo próximo y lo lejano, lo
que está encima y lo que está abajo, lo interno y lo externo. Se
puede correr en la banda de Moebius buscando dónde está el
revés. Es algo que enseña que no todo el mundo está estruc-
turado con un encima, un derecho y un revés; hay otros seres
que se mueven sin revés y sin derecho, y que usted puede
conservar. Se percibe con una botellita de Klein, que parece
que tiene un interior y un exterior, pero que no. Para el pen-
samiento, eso es una gimnasia esencial.
Siempre hay que tener -pero no para beber- una botellita
de Klein o figuras así para la gimnasia. Es algo bien conocido,
y es lo breve e importante que quería decir: apliquémonos al
tiempo, ¿por qué reservar todo eso solamente al espacio? Es
verdad que nos acostumbramos a conocer el tiempo a través
del espacio, lo que ha sido tan criticado por Bergson. Tenemos
los relojes que nos hacen creer que el tiempo está estructura-
do como un espacio métrico, aunque ya Dalí con sus relojes
blandos introdujo una alusión topológica, que no hace pensar
el tiempo lineal y métrico. ¿Por qué no pensar que también
podemos poner en tela de juicio la distinción del antes y el
después como discutimos la distinción entre el derecho y el re-
vés o el interior y el exterior? Quizá sea más complicado de
pensar o quizá sea imposible, aunque tanto más real.
Cuando en el psicoanálisis damos mucho lugar al apres
coup, al nachtriiglich, a la retroacción, ya ponemos en tela de
juicio la distribución del antes y el después. La retroacción
significa que el después puede actuar sobre el antes en cierto
nivel de realidad. Creo que eso es lo que introduce la conexión
establecida por Lacan de la topología y del tiempo. Necesita-
mos lo equivalente de la topología para la temporalidad, y ya
el apres coup es un efecto temporal de tipo topológico en tan-

62
Conferencia

to qúe desorganiza, une el después con el antes. El apres coup


ya es una banda de Moebius temporal.
Doy la palabra a Mónica Torres.

La costilla de Adán
MóNICA TORRES

Antes de decirles cuál es el título que he elegido para esta


breve intervención, quisiera mencionar a Nietzsche. Un afo-
rismo de Nietzsche en La gaya ciencia o El gay saber, el n° 196,
que se titula "Lúnite de nuestro oído", dice: "~ólo se oyen las
preguntas para las que se es capaz de encontrar una respues-
ta". Me parece que se evoca allí una preocupación que debe-
ría ser constante para cualquier expositor. El lúnite del oído
de la audiencia y ellúnite de nuestro propio oído para plan-
tearnos las preguntas adecuadas para la audiencia que imagi-
namos.
El sujeto supuesto saber no nos da una certidumbre y por
eso justamente se habla de suposición. En cambio, la realidad
sexual del inconsciente, la erótica, se sitúa por fuera de los
equívocos del significante.
El título que elegí es "La costilla de Adán", y a manera de
epígrafe voy a comenzar con un chiste judío que he tomado
del artículo de Mónica Lax, "Tres judíos, cuatro sinagogas",
publicado en el último número de la revista "Enlaces". Se tra-
ta del diálogo entre un rabino y uno de sus discípulos. Pre-
gunta el discípulo: "¿Por qué Dios creó al hombre antes que a
la mujer?" Y contesta el rabino: "Porque no tenía ganas de es-
cuchar consejos sobre cómo crear al hombre". Lo que nos re-
mite al título "La costilla de Adán", que he elegido para unos
breves comentarios sobre el saber y las mujeres.
Hay un libro de Stanley Cavell que ha sido publicado ha-
ce muy poco tiempo en castellano aunque yo lo he leído antes
en francés. El título ha sido traducido al castellano como "La
búsqueda de la felicidad, Hollywood y la comedia de enredos
matrimonial". Lo que se pierde con esta traducción es el con-

63
UniVERSíDr'\D DE ANTlOQU!f\
0101 lr'\Tr-I"Ft. l"i'"""ll>d'Tr""\ A 1
Jacques-Alain Miller

cepto de re-matrimonio que estaba tanto en la versión inglesa


como en la francesa; ya que las comedias de Hollywood a las
que Stanley Cavell se refiere no tratan tanto sobre el matrimo-
nio como sobre la amenaza de divorcio en una pareja y acer-
ca de cómo la conversación permite que ésta no se divorcie y
se re-anude el matrimonio. Y esto de alguna manera parece
un intento de conciliar lo imposible. Es decir: si amar es dos ~
decires que no se recubren, lo que no sólo es irremediable sino
que ello no se puede mediar, al decir de Lacan, y si el malen-
tendido entre los sexos habla justamente de ese irremediable,
sin embargo estas comedias de Hollywood proponen una
"solución" que va por el lado de la comedia. Lo que, me pa-
rece, no es ajeno a la necesidad de que los analistas "conver-
sen" entre sí, como nos lo decía Miller el año pasado, en su
seminario sobre el postanalítico.
¿Cómo reinstalar en el analista el deseo de saber? Ya que
en la práctica del analista este deseo de saber está obturado
por la estructura misma del discurso analítico.
Para que se reanude en el analista el deseo de saber es ne-
cesario que éste no arribe a alguno de los tres finales cínicos
del análisis: no hay nadie de quien aprender, no hay nadie a
quien dirigirse, no hay nadie que valga. Si el analista está en
alguna de estas tres posiciones seguramente no intentará nin-
guna conversación, y es difícil imaginar un deseo de saber
que no esté de algún modo referido al Otro. En ese sentido la
Escuela es el suplemento necesario del discurso analítico y
nos propone la conversación. ·
Stanley Cavell es filósofo, catedrático de estética en la Uni-
versidad de Harvard y, además, un estudioso del cine. Éric
Laurent ha comentado este libro sobre el "re-matrimonio" en
el curso que dictó con J.-A. Miller en el'97, que se titula "Del
Otro que no existe y sus comités de ética".
Cavell ve un precedente de la comedia de enredo matri-
monial en la comedia romántica de Shakespeare, en especial
en El cuento de invierno. Su interrogación es por qué recién en
esos años las comedias de Shakespeare van a encontrar eco en
el cine.

64
Conferencia

Estas comedias se filmaron entre 1934 y 1949. Algunos de


sus títulos son muy sugerentes: Las tres noches de Eva; Sucedió
una noche; La fiera de mi niiia; La costilla de Adán; La pícara puri-
tana. Cavell piensa que en 1934 había en Hollywood un gru-
po de mujeres con la edad y el temperamento necesarios para
hacer posible la aparición de un género que respondiese a la
descripción de Shakespeare. A un cierto feminismo en Sha-
kespeare. Casi todas las parejas de estas películas siguen, se-
gún un mismo derrotero, un mismo mito. Una disputa está
distanciando a una pareja que se conoce desde hace mucho o
desde casi siempre. La unión de lo social y lo sexual se deno-
mina matrimonio. Pero el matrimonio conlleva siempre una
decepción, es decir, la imposibilidad de domesticar la sex-q.a-
lidad sin desalentarla, ya que a nivel de la sexualidad el hom-
bre no tiene hogar.
La costilla de Adán es una película de George Cukor, un clá-
sico del cine que les recomiendo. La pareja protagónica está
interpretada por los actores Katharine Hepburn y Spencer
Tracy (que a su vez eran pareja en la vida real pero nunca se_
casaron). La pareja central es un matrimonio de abogados en
medio de un juicio. Se trata de un matrimonio que se ocupa
de otro matrimonio. Ella, la abogada de la pareja protagónica,
defiende a una mujer acusada de intentar asesinar a su mari-
do. A su vez, el marido de la abogada es el fiscal del juicio.
Con lo que se ve que es el matrimonio mismo el que es lleva-
do a juicio. Se dirimen frente al tribunal las desgracias de un
matrimonio a través de las desgracias de otro matrimonio.
Por ejemplo, cuando Katharine Hepburn se dirige al tribunal
es para defender los derechos de la mujer frente a los abusos
del hombre. Como en Hamlet, se trata de teatro dentro del tea-
tro, matrimonio dentro del matrimonio, divorcio dentro del
divorcio. Lo bueno de estas comedias es que plantean una
cierta oposición (que nunca se hace tragedia) entre la felici-
dad como bienestar y el deseo decidido que siempre tiene un
matiz pasional. El "odioamoramiento" u "odioenamoramien-
to" aparece en los momentos en que las alegres mujercitas de

65
Jacques-Alain Miller

las películas mencionadas por Cavell se rebelan y buscan ven-


garse de sus desorientados cónyuges. Pero detrás de ese odio,
está el amor. Lo que no se sabe es si al final ellas aceptarán la
reanudación de las conversaciones, otorgando su confianza a
los "supuestos" del matrimonio o a un amor loco; una reali-
dad sexual desenfrenada hará su aparición por la vía de la pa-
sión.
Es por la vía de las mujeres, tal como Lacan lo ha trabajado
en su seminario Aun, que el Otro goce hizo irrupción en la histo-
ria. A través del éxtasis de Santa Teresa, que es una de las prime-
ras manifestaciones en la historia de la irrupción del goce Otro.
Estas comedias ponen también de manifiesto (en especial ·-
La costilla de Adán) que la presencia de un Otro más allá de las
normas viene a perturbar el funcionamiento de la ética kan-
tiana.
El Otro femenino es un Otro que viene a perturbar el equi-
librio. Se trata del Otro goce, fundamental en la posición fe-
menina.
Éric Laurent, en una de las clases que dio en el seminario
que ya he citado, "El Otro que no existe y sus comités de éti-
ca", propone leer los textos de Freud acerca de la femineidad
a la luz de El Seminario 20, Aun, y nos dice que el psicoanáli-
sis ha inventado un saber nuevo sobre una pasión. El psicoa-
nálisis ha inventado una sola pasión: el "odioenamoramiento"
u "odioamoramiento", cuestión que Lacan trabaja en la clase
de Aun: "El saber y la verdad". Y esta pasión está referida en
primer lugar a la relación madre-hija.
Freud, en sus textos escritos entre 1920 y 1925, va a poner
el énfasis en la importancia del lazo pre-edípico de la niña con
su madre. También en sus artículos sobre la femineidad.
Freud parece haberse percatado de que las mujeres son
más proclives a las grandes pasiones que los hombres, ya que
en ellas no aparece la despersonalización propia de la vida se-
xual del hombre. De todo esto, Freud deduce que en las mu-
jeres hay cierta tendencia a ir contra el lazo social, contra la
civilización, contra la cultura. Se puede leer al Lacan de "L'e-

66
Conferencia

tourdit" desde la perspectiva de que las mujeres se sitúen co-


mo garantes de las relaciones sexuales pero contra las relacio-
nes sociales. Por supuesto, no estoy hablando de cualquier
mujer. No se trata de las bellas indiferentes, ya que la posición
histérica se ubica más bien del lado hombre.
Del lado mujer, esta cuestión de garantizar las relaciones
sexuales la puede llevar a oponerse al lazo social y a tratar de
retirar al hombre de la civilización. J.-A. Miller nos ha señala-
do muy claramente estas cuestiones en su libro De mujeres y
semblantes. El psicoanálisis ha inventado entonces esta pasión
entre madre-hija a la que Lacan ha llamado "odioenamora-
miento". Y es la constatación de que el goce Otro viene a per-
turbar todo equilibrio, toda ética del bienestar.
El psicoanálisis, después de Freud y antes de Lacan, el psi-
coanálisis kleiniano, puso en este lugar a la madre mala. La
ventaja de Lacan es que en el lugar de la madre él pone a la
mujer. No es poco.
He hablado en estos dos últimos meses en varias ocasiones
de un artículo de J.-A. MiÍI.er que a mí me ha sido muy útil pa-
ra ordenarme en el tema de los saberes. Se trata de "El trián-
gulo de los saberes", que apareció publicado en la revista ·
Freudiana número 25. Allí, Miller nos dice que los saberes no
se recubren. Que no se recubren porque hay más saber en el
mundo que el que nuestra enseñanza imagina, para parafra-
sear a Hamlet.
Y ¿por qué no se recubren? Porque saber y goce están en
disyunción. La operación pedagógica que cree que el saber se
enseña consiste en separar el saber del goce. Los analistas sa-
bemos que esto no es posible. En este artículo, Miller nos ha-
bla del discurso universitario, y nos dice que el saber del que
se trata en el discurso universitario es el saber semblante y
que el saber-verdad que incluye al sujeto se opone al saber
semblante. Por eso, la enseñanza no es la transmisión de un
saber. A su vez, el saber semblante y el saber verdad tampoco
recubren todo el saber, porque está el saber-materna o saber-
ciencia. El psicoanálisis, pues, está siempre entre ciencia y re-
tórica, entre doxa y materna. No se puede hacer un programa

67
facques-Alain Miller

de enseñanza porque está el saber-verdad y no se está del to-


do contento con el saber-verdad porque está el materna. A la
vez, el materna tampoco recubre todo lo real. El psicoanálisis
nace sobre una falla en la ruptura entre humanismo y ciencia.
Se necesita un triángulo de los saberes, porque hay imposibi-
lidad de representarse en el goce. Es decir, porque hay dis-
yunción entre saber y goce. La frase de Lacan que dice que "la
mujer tiene que hacerse Otra para sí misma" se refiere justa-
mente a esta imposibilidad de la mujer de representarse en el
goce. Hay toda una literatura femenina que se ocupa de ese
punto de imposibilidad de la mujer de representarse en el go-
ce. Porque ese goce no tiene representación, es por lo que las
mujeres no pueden decir mucho sobre esto. De ese goce se
puede testimoniar. Santa Teresa lo hace, y a mí me parece que
hay otras escritoras como Marguerite Duras, por ejemplo, en
El arrebato de Lol V. Stein, que también testimonian o escriben
acerca de estas criaturas atrapadas en el amor imposible de
domesticar.
Éric Laurent nos decía en una conversación que mantuvo
con Germán García en el Centro Descartes (a partir de un tra-
'bajo de Germán sobre "El barroco y las pasiones") que Aun es
la re-escritura de La ética del psicoana1isis y que la ética de Aun
se define por la experiencia de un cuerpo que no está comple-
tamente tomado por la pasión narcisista. Y ubica la pasión co-
mo Otro goce.
Lo que me parece muy interesante es que Lacan ponga a la
mujer en el lugar en el que los psicoanalistas kleinianos po-
nían a la madre.
Recomiendo un artículo de la revista El amante (que es una
revista de cine). El artículo es sobre la película de Almodóvar
Todo sobre mi madre, y se titula "El fin del deseo". Su autor,
Quintín, nos remite a un diálogo entre madre e hijo antes de
que se desencadene la tragedia. En la escena, madre e hijo es-
tán viendo una película que en inglés se tituló All About Eve,
es decir, Todo sobre Eva, en España Eva al desnudo y en la Ar-
gentina La malvada. El hijo protesta por el cambio de título y
la madre duda. "No sé. Todo sobre Eva no me suena bien", y de

68
Conferencia

allí nos remite a todo sobre mi madre. Lo que me interesa des-


tacar es que habíamos empezado por la costilla de Adán y lle-
gamos a Eva. Pero no es lo mismo la mujer que la madre, no
hay todo sobre Eva, debido a que el goce femenino no tiene
representación. Pero sí hay todo sobre mi madre y sabemos
de las consecuencias de ese goce feroz de la madre insaciable.
Lo que feminiza es la letra; desde "La carta robada" a Litura-
tene. Pero en Lituraterre se trata de lo que no tiene representa-
ción.
El enjambre de los saberes es la interpretación de una época.
En las comedias de Hollywood de mitad del siglo XX se es-
pera todavía alguna felicidad que concilie la sexualidad con
la ley. En Todo sobre mi madre, las nuevas ficciones familiares
excluyen la heterosexualidad, aunque no la reproducción. Las
nuevas ficciones familiares indican una tendencia al desenla-
ce, al desanudamiento y, a la vez, a la necesidad de nuevas
normas, nuevos enlaces. También entre nosotros, los analis-
tas, se trata de asegurar nuevos enlaces y de que continúen las
conversaciones, aun cuando sabemos que hay momentos de
ruptura en los que el goce se separa de la representación.
Finalmente, a la mujer, ¿qué saber se le supone? Se le su-
pone que ella sabe la verdad sobre el goce. Pero ella mantiene
ese saber como enigma. Al mismo tiempo, las mujeres se opo-
nen de algún modo a los supuestos; desordenando, desequi-
librando los saberes supuestos.

Jacques-Alain Miller: Les agradezco a Vera Gorali y Mónica


Torres. Pasaron justo dos horas desde que empezamos. En-
tonces, seré breve con los comentarios, para dar la palabra a
Silvia López, que será el punto de capitón de nuestra reunión.
N o puedo comentar todas las películas a las que aludió
Mónica. Es interesante que haya surgido el tema de cómo di-
vorciarse, cuando en los tiempos clásicos se era mucho más
perseguido por la cuestión de cómo casarse o si casarse o no
con un hombre. Todo Rabelais está ocupado por este asunto a
partir del momento en que surge el personaje de Panurgo,
quien pregunta a todo el mundo si debe casarse o no. Final-

69
facques-Alain Miller

mente, todo el mundo va a buscar la divina botella -quizá de


Klein- para obtener la respuesta de si un hombre hace bien o
mal en casarse. Es un tema recurrente, clásico, con los ejem-
plos bien conocidos de Sócrates perseguido en la casa por su
señora, que nunca figura en los diálogos, pero que es un per-
sonaje importante. En efecto, no hay nada evidente para los
hombres en saber conectarse con el otro sexo. Por siglos se
consideró que el saber expuesto, la maestría del saber expues-
to, sólo se podía adquirir lejos del ruido, lo imprevisible de lo
"1
::.1 histérico de la mujer, que para tener el saber había que dejar
de lado el inconsciente sujeto encarnado del lado femenino.
Estoy perdido porque tengo una versión más larga del tex:.
"' to, y Roberto lleyassoff logró que recortaran los textos. En fin,
·¡:: pero estaba la cuestión de cómo reinstalar en el analista el de-
seo de saber, lo cual me remite a un comentario que hizo Ger-
,:! mán García ayer, al final de la primera conferencia, cuando
me preguntó qué se entiende con que Lacan diga que no hay
.. pulsión de saber, contrariamente a lo que sostenía Freud .
.... Voy a decir unas palabras sobre este deseo de saber, que
no hay. Lo curioso es que cuando Lacan dice eso traduce el
·¡:¡ Wissentrieb de Freud como "deseo de saber", no como "pul-
l.,li sión". Creo que la pregunta permite hacer una distinción.
¿Qué significa decir que no hay deseo de saber? Es no recono-
cer al ser humano una tendencia natural hacia la verdad, co-
mo la filosofía clásica, que siempre tuvo este prejuicio. La
filosofía clásica no se sostiene sin ese gran hilo trat:15ecular
que va de Platón a Descartes y a Kant en un amar la verdad,
cierto amar la verdad y, a la vez desear lo bueno, cómo ser
acorde con lo bello. Y este empuje a saber lo verdadero, una
buena voluntad esencial, es tal que en un momento Kant se
pregunta si es posible un hombre que quiera el deseo. de un
mal radical; es un límite de su problemática. Es algo que sin-
tetizó bien Deleuze, el filósofo francés, al hablar de la imagen
del pensamiento en la filosofía clásica. Y creo que lo pudo ha-
cer en referencia a Freud, quien precisamente hizo fracasar la
imagen clásica del pensamiento, ya sea con la idea de una
pulsión de muerte, un deseo de muerte, ya sea como un de-

70
Conferenda

seo de morir, de autodestrucción, y ningún acuerdo necesario


con la verdad. Así, pues, no hay deseo de saber, y Lacan su-
brayó efectivamente que hay pasión por la ignorancia, que la
mayor pasión del ser humano es la ignorancia. Finalmente, él
dice lo que dice Freud: hay represión y el hombre quiere la re-
presión, necesita la represión. Lo que el hombre quiere es dor-
mir, cosa que traduce muy bien el título de Kubrick: Eyes wide
shut, es decir, que uno duerme despierto, es la ilustración de
eso. Para Lacan, el significante no despierta, las cadenas sig-
nificantes, las palabras adormecen y, naturalmente, más bien
rodean la cosa. No solamente lo imaginario vela la cosa, lo
simbólico también. La palabra hace dormir. La palabra es un
colchón. En este sentido, no hay Wissentrieb, sino pulsión de
dormir, estar tranquilo, mirar la televisión, quedarse en la ho-
meostasis. Y uno duerme para la homeostasis, sueña para la
homeostasis, se despierta para la homeostasis, todo para la ho-
meostasis.
En este sentido, al final Lacan no distingue entre goce y
placer. Antes ponía el placer del lado de la homeostasis y el
goce era la causa horrible, etcétera, pero en Aun, por ejemplo,
habla del goce en los dos casos, para el plus de goce y para el
goce placer. Entonces, cuando dice que no hay Wissentrieb, no
hay deseo de saber la verdad sobre el goce, sino deseo de go-
zar del saber. Y cuando Lacan dice "saber", no es saber la ver-
dad, es solamente la articulación; tonterías son saberes, como
las fórmulas de Newton o las de Einstein. Con la palabra sa-
ber desvaloriza también la ciencia y la universidad. La uni-
versidad tenía horror a la ciencia. Cuando se impuso en el
mundo el discurso científico, con Galileo y con Descartes, ha-
bía que huir de los universitarios, que estaban como locos
contra ellos, porque el saber que les interesaba era comentar
los clásicos. En fin, los clásicos ... antes la literatura eran los
padres de la Iglesia, en el Renacimiento se desplazó a los au-
tores de la Antigüedad. El saber que necesitaba el hombre era
el comentario, la erudición, la retórica, y venian los otros con
tesis increíbles, que la Tierra se mueve ... En fin, cosas. Y quie-
ren imponer la utilización del significante para demostrar,

71
Jacques-Alain Miller

concluir en las cosas humanas, como si los significantes amos


se pudieran poner en multiplicaciones y sustracciones ... Si se
empieza así, todo se irá abajo. Lo habían percibido, finalmen-
te, van a inventar la bomba atómica, la manipulación genéti-
ca, etcétera.
Luego, las universidades fueron realmente fuerzas de os-
curantismo y, en último término, tuvieron que tragarse la
ciencia. Pero la estructura del discurso de la ciencia y el dis-
curso de la universidad son cosas muy distintas; y cuando se
es realmente científico, salvo excepciones, no se quiere ense-
ñar. Enseñar, hacer pedagogía es un servicio que se les pide
para la transmisión a la humanidad. Un científico no tiene na-
da que hacer con la enseñanza, tiene que hacer el trabajo de
investigación. Y todo el mundo trata de comprarles conferen-
cias y enseñanzas, que no tienen nada que ver con el discur-
so de la ciencia. Hay grandes físicos que son profesores, pero
es algo distinto.
En Freud estaba la idea de un deseo, de un Wissentrieb con
respecto, esencialmente, al coito de los padres. Finalinente, su
tesis es que el único saber que interesa desde pequeño hasta
grande y hasta en Hollywood, etcétera, es el saber sobre la re-
lación sexual. Infelizmente, como la única cosa que nos inte-
resa saber es una cosa que no hay, intentamos captarla en
cómo casarse, no casarse, divorciarse, no divorciarse, etcétera.
Han conservado las cosas de las grandes pasiones. Freud
parece haberse percatado de que las mujeres son más procli-
ves a las grandes pasiones que los hombres -lo dice en El ma-
lestar en. la cultura, por ejemplo-, lo cual es interesante y
discutible porque, cada vez que se trata de hacer una reparti-
ción de los papeles sexuales, uno se encuentra con paradojas.
Y es que al hacer la repartición de esos rasgos, por un lado, se ·
puede decir que una mujer no conoce límites, que las mujeres ..
son pasionarias hasta la muerte, que no tienen nada que perf· ··
der; y el pobre hombre con su equipaje es más miedoso, etcé~ .
tera. Pero está también lo contrario de las grandes pasiones:·
la burguesa, que se queda en la casa, que tiene los pies en la
tierra; mientras que el hombre tiene siempre una nostalgia del

72
Conferencia

más acá, del más allá; y que hay que faire chauffer la marmite,
calentar la olla, y a la esposa también. En fin, los papeles se in-
vierten a veces.
Con respecto al enigma femenino, su ponencia termina
con qué saber se le supone a la mujer: se le supone que sabe
la verdad sobre el goce, pero ella mantiene ese saber como
enigma. Sí, está el enigma femenino, pero siempre me recuer-
da esa frase de Hegel -que me gusta mucho y que a veces re-
fiero- a propósito de los egipcios, está en su Teoría del arte.
Hegel habla de los misterios de los egipcios, que fascinaron
por siglos; todas esas formas: las pirámides, la esfinge, encar-
nación misma del enigma; y todo ello se oponía también a la
claridad de los grafos griegos, de la geometría griega. Recien-
temente tuve la oportunidad de hablar del tema en un colo-
quio sobre matemática, donde estuve poco antes de Éric
Laurent y hablé del nacimiento de esa extraña secta de los
matemáticos, que eran muy pocos y que empezaron así, de
una manera muy lateral en la cultura. Solamente por el dis-
gusto del campo público de la discusión, la retórica, la políti-
ca, se alejaron para buscar otro uso del significante, un uso
limpio, y presentaron los esquemas. Y empezó en un medio
religioso, como se sabe, con Pitágoras; no estaba totalmente
desprendido de la religión y presentaba un real que nadie ha-
bía elaborado, un nuevo real. Así pues, empezando en los
bordes de la cultura, lograron llegar al centro de ella y del
pensamiento, aunque les llevó algunos siglos. Por el momen-
to el psicoanálisis tiene uno, y nosotros también empezamos
en los márgenes. La cuestión podría ser cómo instalarnos en
el centro de la cultura, que era lo que Lacan esperaba, pues
también contaba con robar algo a los matemáticos para utili-
zarlo en el psicoanálisis a fin de fortalecer nuestro real, que no
· es débil y está muy bien constituido. Nuestro real es impara-
ble porque está basado en un imposible, y no hay más fuerte,
pero no está claro, precisamente el otro real permite operar
sobre distintos reales de otros discursos.
Volvamos al enigma femenino, a esa fascinación por el sa-
ber griego de los esquemas y también la fascinación por el saber

73
facques-Alain Miller

opaco, el saber supuesto de los egipcios. La cultura se apartó


en esas dos postulaciones y Hegel, gran racionalista, decía -es
una frase muy de las Luces-: "Los misterios de los egipcios
eran misterios para los egipcios mismos". La frase es real-
mente lacaniana, significa que se servían del significante que
para ellos mismos era opaco, no los jeroglíficos que se pueden
descifrar pero... Con respecto al enigma femenino tengo la
misma doctrina: los enigmas de las mujeres son enigmas pa-
ra las mujeres mismas, de tal manera que sí hay un saber su-
puesto, pero es un efecto que se produce y que a veces es más
pesado para una mujer, pues recae sobre la mujer misma. El
arte es difundirlo a los demás, difundir el enigma a los de-
más. Es verdad que es un término central.
Daré la palabra a Silvia López para la última presentación.
Me anunció que es política y el título, en francés parece bas-
tante paradójico, es "Cómo el psicoanálisis es resistido en
Buenos Aires". Me parecía, antes de escucharla, que era ellu-
gar del mundo donde menos se resistía al psicoanálisis, pero
puede ser que esté equivocado.

Cómo el psicoana1isis es resistido en Buenos Aires


SILVIA LóPEZ DE SILLm

l.
Cuando Freud intentó explicar las dificultades en el avan-
ce del análisis, recurrió al término resistencia. Cuando La¡::an
aborda esta dificultad, estrechamente implicada en el destino
del psicoanálisis, la ubica en tomo a un punto muy preciso: la
función del saber. Copérnico, Darwin y Freud conmueven la
consistencia del saber establecido. El psicoanálisis es resistido
porque revela que hay un saber no sabido. Simplemente an-
tes de Freud, el saber se alojaba en el yo.
El origen del psicoanálisis tiene que ubicarse en tomo a tm
vuelco, por el cual el saber se modifica. Como en la definición
de Lacan, el saber es un medio de goce, un cambio en el saber de

74
ConferenCia

la humanidad, implica necesariamente un cambio en el goce.


El problema de la resistencia se localiza en la relación del sa-
ber y el goce.

n.
Con el estableci:ñ:üento del discurso dominante de las cien-
cias sociales, ningún conocimiento es conocimiento en su an-
tiguo sentido, donde saber es tener certeza. Pero aun así
existe un dominio de este discurso que se impone a su vez en
los contextos que analiza.
La reflexión se ha convertido en una versión formalizada
de las ciencias sociales y éstas se encuentran profundamente
arraigadas en la modernidad formando parte inseparable del
tejido institucional. Una parte importante de la producción de
saber se encuentra allí.
Por ejemplo, en el discurso económico, conceptos tales co-
mo "capital", "mercado", "inversión", se formularon para
analizar los cambios ocurridos en las instituciones, pero no
pudieron permanecer separados de los acontecimientos a los
que se refieren. La actividad económica no sería lo que es si
no fuera por el hecho de que toda la población ha llegado a
dominar esos conceptos.
Ulrich Beck explica que "el comunismo no se despidió de
la escena mundial con fuerza brutal, ni con manos atadas a la
espalda, simplemente desapareció". Sin embargo, el esquema
del materialismo dialéctico es un marco de referencia para los
análisis y la conceptualización de la historia y de los movi-
mientos sociales actuales: utilización del marco de referencia
teórico y exclusión de la práctica. El marxismo ha contribuido
con un saber que sirve para comprender los procesos y movi-
mientos sociales, pero no como práctica económica, social o
de gobierno.
Podemos pensar que si el psicoanálisis es puesto en cues-
tión, no será por la vía del desprestigio teórico. La tendencia
es, más bien, el intento de subsumir la teoría freudiana a los
fines de otra práctica.

75
]acques-Alain Miller

m.
Buenos Aires es una ciudad donde las personas saben que
los sueños significan algo y que hay causas desconocidas pa-
ra la explicación de algunos hechos. Cuando alguien se equi-
voca al hablar y dice lo que jamás hubiera querido decir, los
testigos interpretan que fue un lapsus. Incluso ante un hecho
tan común como el olvido, la gente se autoriza a pensar que
eso no ocurre por casualidad. Se trata de una ciudad con
transferencia al pskoanálisis, y en la interpretación de sus
propias conductas aplica de la manera más simple la sabidu-
ría extraída de lo que Freud llamó "psicopatología de la vida
cotidiana". Una parte de Buenos Aires la ha leído y otra par-
te, sin leerla, la conoce.
Sin embargo, el psicoanálisis sufre un desplazamiento pro-
vocado por la incidencia de varios factores. La duración del
análisis comienza a resultar para algunos sectores sociales un
elemento incompatible con la prisa moderna. La sociología
señala que en el ideal actual hay poco lugar para algo más
que la preocupación del sujeto para gestionar su calidad de
vida. Esta gestión indica que esperar ha dejado de ser una
conducta razonable. En este régimen de optimización tempo-
ral, donde incluso el ocio debe ser aprovechado, la espera o el
detenimiento son elementos desprestigiados que se alojan pe-
caminosamente en la modernidad.
Con respecto al pskoanálisis, la comunidad en general ha
entendido que el tiempo y su conjugación en pasado. tienen
un lugar preponderante en la cura. También ha aprendido
que un pskoanálisis puede durar muchos años y aun así no
terminar. Frente a estos hechos, y dado que la competencia re-
quiere innovación, surgen otras formas terapéuticas que in-.
gresan al discurso social. En el plano terapéutico: brevedad y
éxito. En el plano psicopatológico también se registran cam-
bios: pánico, ansiedad, depresión. Asistimos a la atomización'
de la histeria, fragmentada por el DSM en: trastorno hisb:ió-
nico, trastornos del estado de ánimo, trastorno facticio, tras-
tomos disociativos, trastornos sexuales, etcétera.

76
Conferenda

En lo concerniente a la salud mental, tal como ocurre en el


resto del mundo, la psiquiatría asiste a una modificación. En
un efecto encadenado, la palabra se vuelve ineficaz frente al
medicamento y el medicamento pierde su estatuto frente a
novedosos procedimientos técnicos. Una nota del diario Cla-
rín de esta semana anuncia que se ha creado un marcapasos
cerebral para aliviar la depresión severa. (Probado en treinta
pacientes, se implanta en el pecho y envia señales eléctricas al
nervio vago.)
Nuevas formas de terapia breve acompañan estos procedi-
mientos de la tecnología médica y se ubican para competir en
el mercado, tratando de dejar al psicoanálisis en el lugar del
pariente pobre del orden terapéutico. Para esto se valen de los
medios de comunicación, ubican como un arcaísmo la figura
del psicoanalista, a la vez reconocen el aporte teórico de
Freud: uso del marco de referencia teórico y exclusión de la
práctica.
Varias formas de psicoterapia se enaltecen con el uso de
estadísticas que ubican la salud en tablas. El nuevo saber in-
dica que el 90 % de los casos de pánico son curados con éxito
en menos de un mes gracias al uso de alguna sustancia, acom-
pañada de la persona del terapeuta.
Con esta éficacia estadística, instituciones reconocidas in-
ternacionalmente en el ámbito de las ciencias sociales hurtan
el prestigio de la ciencia, para vender terapias breves a los
grupos norteamericanos que compran en conjunto clínicas de
la salud y supermercados, aplicando a ambos el mismo trata-
miento comercial.
Estas terapias, que encuentran su aval en el pragmatismo
norteamericano, denuncian la falta de criterio para determi-
nar qué es un buen significado o un análisis correcto, en fun-
ción de destacar la herejía hermenéutica del psicoanálisis.
Como destaca Sinatra en su libro La racionalidad del psicoana1i-
sis, el problema consiste en la ex-sistencia de un saber para ca-
da ser mortal, que está articulado en sus enunciados, pero que
no se encuentra a su disposición.

77
Jacques-Alain Miller

Más allá de las formas diversas que adquiere en el tiempo


la resistencia, es nuestra función ubicar su presencia, identifi-
carla en sus modos de aparición. Recordemos que la orienta-
ción de Lacan para el psicoanalista en esta Babel es que
conozca su lugar de intérprete en la discordia de los lenguajes.

IV.
Breve encuentro en Buenos Aires con un terapeuta cogni-
tivo:
El terapeuta cognitivio ha visto un aviso en el diario que di-
ce PÁNICO, con una imagen alusiva, y debajo se anuncia: los
problemas actuales pueden tener respuesta en el psicoanálisis.
El terapeuta (indignado porque nos hemos apropiado de
sus términos) pregunta: ¿Desde cuándo los psicoanalistas se
ocupan del pánico?
¿Qué responderle al terapeuta cognitivo? ¿Que los psicoa-
nalistas nos ocupamos del pánico desde que Freud escribió
acerca de la neurosis de angustia? No es necesario. Alcanza
con adueñarse del saber que nos pertenece y hacer valer la
eficacia del análisis.

30 de octubre de 1999

CONFERENCIA DE JACQUES-ALAIN"M!LLER
ESTABLECIDA POR SILVIA BAUDINI

78
PLENARIO TEÓRICO

'1

'1

. 1

1.
'.
:l
:J
'.

'1
;,,
,,..
')
CLÍNICA ,DEL SUJETO SUPUESTO SABER.
LA IRONÍA
Samuel Basz

a) Enfermedad y sujeto

Para empezar, una breve defensa de la noción de enferme-


dad aplicada al concepto de sujeto.
El antecedente necesario para que Freud pudiera instituir
su práctica es el nacimiento de una clínica en la que, lo que
era fundamentalmente invisible, se despojara de la metafísica
del mal que hasta entonces significaba a la enfermedad.
Para Foucault, la noción de enfermedad se desprende del
oscurantismo cuando se articulan el espado corporal, el len-
guaje y la muerte. La perspectiva que implica la muerte en la
concepción clínica moderna le da a la enfermedad un conte-
nido que se expresa en términos positivos.
Efectivamente, si a la enfermedad se la piensa solamente
en oposición a la naturaleza y no en relación con la muerte, la
enfermedad será siempre pensada corno el negativo de lo na-
tural, corno lo imposible de ser asignado a lo natural.
Por el contrario, cuando la muerte se ha convertido en el
a priori concreto de la experiencia médica, la enfermedad se
constituye en una noción que se desprende del registro de lo
contranatural y torna consistencia lógica en el cuerpo del vi-
viente.
También el sujeto del inconsciente le debe su pasión por el
sentido a la muerte, a la pulsión en tanto pulsión de muerte.
La pulsión es muda, pero hace hablar.
Al tiempo que Freud inventa un procedimiento para aco-
ger sus efectos corno enunciación, se crean las condiciones de

81
Samuel Basz

experiencia para tratar la enfermedad en tanto opuesta a la


idea de contranatura.
La enfermedad, en el sujeto del inconsciente, es natural, en
el sentido de que pertenece a la naturaleza de la cosa Discur-
so. Está también lo normal frente a esta enfermedad, que tam-
bién es natural, en el sentido de que pertenece a la naturaleza
del sujeto del lenguaje.
Hasta aquí esta justificación de la noción de enfermedad
aplicada al concepto de sujeto, más adelante, por el sesgo de
la ironía retomaré el estatuto de la enfermedad del sujeto en
una posible clínica del sujeto supuesto saber.
Pero antes de pasar al próximo punto quiero subrayar que
la idea de la enfermedad como natural, como coextensiva de la
naturaleza del sujeto en el Discurso y en el Lenguaje, es la ba-
se para un psicoanálisis que excede, que traspone, que metafo-
riza los lúnites de la indicación terapéutica. El tratamiento de la
enfermedad del sujeto es una experiencia trans-terapéutica;
por eso mismo se obtiene allí el mejor de los efectos terapéuticos.
Una primera consecuencia es que no hay contraindicacio-
nes para el tratamiento psicoanalítico de la enfermedad del
sujeto, salvo para el psicoanálisis puro en el caso de la psico-
sis o del psicoanálisis silvestre en todos los casos ...
Así, si bien no se sabe a priori qué es un psicoanalista, o di-
cho de otra manera, si el psicoanalista es no-todo, en cambio
el psicoanálisis es -en principio- para todos. A condición de
que quien lo demande esté dispuesto a triturar su sufrimien-
to en la máquina significante, efectuando un saber que sólo la
cura analítica asegura, al margen de la alienación cotidiana y
de la solución religiosa.

b) Pero el psicoana1isis mismo es un saber enfermo de sujeto supues-


to saber

En El Seminario 11 1 cuando Lacan sitúa el cogito cartesia-

l. Lacan, J., El Seminario, Libro 11, Buenos Aires, Paidós, 1987,


pág. 233.

82
Clínica del sujeto supuesto saber. La ironía-

no se pregunta si Descartes sigue aferrado como antes de él a


la exigencia de una garantía para cualquier investigación
científica, garantía que está fundada en que el saber en acto
existe en un ser llamado Dios. O sea que a Dios se le suponga
saber.
Lacan lo trae a colación para llamar la atención sobre el
hecho de que a nivel de la experiencia analítica "el sujeto al
que se supone saber, en el análisis, es el analista".
Junto con la presión permanente que mantiene respecto de
la exigencia de lo científico, Lacan ubica con precisión que al
tener que ver con el sujeto supuesto saber, el psicoanálisis se
pone en un lugar diferenciado de la ciencia. Por eso no deja
de establecer lo que Miller llama en el seminario de las siete
sesiones la reafirmación de los derechos de la retórica, al pun-
to de que el peso del bien decir subsiste en la definición mis-
ma del fin de análisis.
El sujeto supuesto saber es, para el psicoanálisis, su enfer-
medad congénita; y lo que puede parecer más grave aún: el
sujeto supuesto saber es el vehículo de la transmisión del psi-
coanálisis.
Por eso Lacan comienza su histórico seminario del lO de ju-
nio de 1964 dedicado al sujeto supuesto saber con una frase
muy contundente: "Formar analistas ha sido, y sigue siendo,
la meta de mi enseñanza".2 Y todo apunta, minuciosamente, a
una exigencia de saber más allá de la suposición.
El paciente que recibe la recompensa de la confianza que de-
posita en el analista, puede eludir lá pregunta acerca de qué
significa esa confianza; por el contrario, al analista debe exigír-
sele -'SU formación lo exige- que sepa, en el proceso por don-
de conduce a su paciente, cuál es el eje del movimiento de la
cura. "El psicoanalista tiene que conocer, a él debe serie trans-
mitido, y en una experiencia, en tomo a qué gira el asunto."3
Porque el psicoanálisis mismo es un saber enfermo de Su-
jeto y de Supuesto es necesario crear las condiciones -eso es

2. Ídem, pág. 238.


3. Ídem, pág. 239.

83
Samuel Basz

el pase en la Escuela de Lacan- para poder establecer si el


análisis pudo ir más allá de esa enfermedad pero a condición,
siempre, de haber contado con ella.
Es que el amor como "efecto de transferencia" al ser amor
al sujeto al que se le supone saber "la significación" es, en es-
to, resistencia. El amor al saber se opone al deseo de saber.
Por eso mismo podemos decir que los síntomas de los ana-
listas son tributarios, en buena medida, de la enfermedad
congénita del psicoanálisis, es decir, de la presencia viva del
sujeto supuesto saber:
Es que el analista se hace a partir del neurótico, más preci-
samente del neurótico que en algún punto fracasa y asume
ese fracaso como tal, de allí que el sujeto supuesto saber se
instala en una experiencia con futuro de saber expuesto.
Experiencia con futuro a condición de que el rechazo del
concepto, el rechazo del materna, el patetismo de los ritos de
iniciación, el remanido recurso al saber de la "experiencia" no
se cronifiquen como modos de adoración del sujeto supuesto
saber. ¿Y saben cómo se llama la vertiente epistémica de esta
adoración del sujeto supuesto saber? Se llama psicologismo,
que es la enfermedad infantil del psicoanalista y del psicoaná-
lisis.

e) Clínica del sujeto supuesto saber y creencia

Si las tomamos desde el eje clínico, las enfermedades del


sujeto supuesto saber se pueden captar desde una doble pers-
pectiva: por un lado, como aquellas del sujeto supuesto saber,
en el sentido del genitivo objetivo, es decir, del que lo encar-
na y lo realiza por identificación. Las que interesan más direc-
tamente al psicoanálisis son la infatuación y la canallada, esta
última con su efecto postanalítico: la tontería.
Por otro lado está aquel que, en tanto sujeto del discurso, la
padece. Se trata aquí, en el sentido del genitivo subjetivo, de
la enfermedad del sujeto supuesto saber en el sujeto referido
al Otro como lugar del saber. Esta enfermedad es la. creencia.

84
Clínica del sujeto supuesto saber. La ironía

Es _de lo que enferma el sujeto del inconsciente en tanto la


creencia es la posición subjetiva que resulta de la admisión
original del significante del Nombre del Padre en el Otro. La
creencia, nombre genérico de esta posición, se modaliza en
dos estructuras clínicas: las neurosis y las perversiones. Y sus
síntomas mayores son el amor, la transferencia neurótica y la
voluntad de goce para dividir al Otro del saber.

d) Más allá y más acá

Hay también un más allá y un más acá de las enfermeda-


des del sujeto supuesto saber.
Más allá de las enfermedades del sujeto supuesto saber es-
tá el síntoma cualquiera, producido como resultado de la cu-
ra analítica, y que revela un cambio radical de posición
subjetiva. En este caso la creencia, traspuesta en certeza refe-
rida al síntoma en el final de análisis, nos debe hacer pensar
en la identificación al síntoma como una nueva posición sub-
jetiva. Nueva posición subjetiva que se construye en oposi-
ción a la naturaleza del analizante y no como una más de la
serie de las identificaciones-del sujeto.
Más acá está el sujeto inmune a enfermar del supuesto sa-
ber. Es el sujeto de la Unglauben fundamental, cuya posición
se define por un rechazo forclusivo del Nombre del Padre. Es-
ta inmunidad al sujeto supuesto saber es la increencia, su es-
tructura clínica, la psicosis y su- expresión mayor, la ironía
esquizofrénica.

e) De la ironía esquizofrénica

El texto deJ-A. Miller "Clínica irónica" puede ser leído co-


mo una argumentación respecto de que la psicosis esquizofré-
nica no es en principio una estructura deficitaria, y por mi
parte pienso que puede tomarse a la ironía, independiente-
mente de la producción delirante, como tributaria del "ensa-
yo de rigor" que Lacan .hace valer para las psicosis.

85
Samuel Basz

En griego, el verbo eironeuomai -ironizar- significa disi-


mular, y especialmente disimular que se sabe algo.
Pues bien, en el caso de la esquizofrenia, el sujeto trata de
disimular por medio de la ironía que él sabe que el Otro no sa-
be; por medio de la ironía disimula su certeza de que el Otro
nunca llegará a saber del goce que le concierne a él corno su-
jeto del lenguaje.
Se puede decir también que simula -con la ironía- que ig-
nora que el Otro es puro semblante; simula que ignora que to-
do lazo social es, en tanto ficción discursiva, una estafa.
El esquizofrénico, practicando efectivamente la ironía, di-
ce menos de lo que "piensa", pero no lo hace corno el neuró-
tico con el objetivo de provocar en el Otro una respuesta
desde el saber que lo demuestre más o menos consistente.
Efectivamente el neurótico por medio de la ironía explora al
Otro del saber, pero para no dejar de creer en él.
En la ironía del esquizofrénico no hay ninguna explora-
ción, la ironía misma es ya un resultado de lo que tiene corno
cierto y que no requiere ninguna respuesta del Otro para ser
confirmado ni demostrado.
Se trata de la ironía del ateísmo originario del desabonado
del inconsciente. No de la defensa secundaria a la desilusión del
creyente.
Es más una forma de disimular que se conoce la estofa en
que culmina el "dejar caer" que afecta a Schreber, que la iro-
nía todavía esperanzada del "¿No ves, padre, que estoy ar-
diendo?", del sueño neurótico cuando vira a pesadilla.

j) Del uso de la ironía y de la caída consumada del sujeto supuesto


saber

Que el analista reconozca a la ironía y la acoja en su valor


testimonial puede servir para que el sujeto diga un poco más
en el punto mismo de la disimulación de saber, facilitando el
pasaje de la reticencia implícita en la ironía a un plus de cons-
trucción que despliegue -discursivamente- la elaboración
metafórica que también esta implícita en la ironía. ·

86
Clfnica del sujeto supuesto saber. La ironía

-Hay una pista para su detección clfuica: cada vez que el


sujeto anuncia simplemente lo que debiera ser, enunciándolo
como que es así de hecho. A diferencia del humor, en el cual
se trata de la enunciación de lo que es, afectando admitir que
efectivamente deberían ser así las cosas.
En relación con esta diferencia entre la ironía y el humor,
J.-A. Miller dice que en el esquizofrénico se trata de la ironía
y no de su humor. Si bien las dos pueden hacer reír, se distin-
guen sin embargo por estructura.
Miller muestra que el humor, vertiente cómica del su-
peryó, se inscribe en la perspectiva del Otro. Subrayando que
el dicho humorístico se pronuncia por excelencia en el lugar
del Otro y siempre permite ubicar al sujeto en la miseria de su
impotencia. La ironía, por el contrario, no es del Otro, la iro-
nía es del sujeto y va contra el Otro. Mientras el humor se ejer-
ce desde el punto de vista del sujeto supuesto saber, la ironía
sólo se ejerce allí donde la caída del sujeto supuesto saber ha
sido consumada. .

g) Óntica y ética

Claro que la ironía como recurso retórico no es en sí mis-


ma un signo de esqÚÍzofrenia. Lo que ocurre es que el esqui-
zofrénico, por su posición fuera de discurso, no puede no ser
irónico. Se puede decir que su existencia misma es irónica, es
la ironía óntica del esquizofrénico.
Pero está la ironía efectivamente pronunciada, y ésta es éti-
ca, es decir, depende de que el analista la escuche como tal.
Es así como la ironía puede tomar el valor de un operador
que le permita al sujeto mantener cierta distancia con lo inso-
portable de su existencia, de una existencia sin recursos para
significar su goce. Mostrar su lógica, subrayarla, valorarla
precisamente por su lógica es una vía para avanzar en el tra-
bajo de puesta en forma de una invención discursiva. El dis-
curso del analista tiene en la ironía dicha por el esquizofrénico
un punto de apoyo para una elaboración, en el régimen de la
palabra, que lo mantenga a distancia del fraude del Otro.

87
Samuel Basz

Atender a la ironía permite aumentar la distancia del suje-


to con el delirio; es una vía regia para no interesarse tanto en
el delirio y al mismo tiempo no rechazar el intento del sujeto
para situarse frente al discurso del amo.
Dar acuse de recibo de la ironía puede constituirse en una
palanca que ayude a desplazar el goce de saber del lado del
analista a favor de los efectos terapéuticos del lado del pa-
ciente.
La existencia esquizqfrénica, al no haber sujeto supuesto
saber es la encarnación de la ruina del lazo social; es, en este
sentido, una ironía "inmanente".
Por eso hay que estar atentos a la emergencia de la ironía
dicha, para asegurarla como "trascendente", para lo cual es
necesario que el terapeuta esté bien lejos de encarnar al Otro
del saber. Y el analista es alguien que puede acogerla conve-
nientemente porque está formado para ser un especialista en
la contingencia, gracias a lo cual puede compartir con el es-
quizofrénico al menos un saber cierto: que el Otro del saber
exista o no, falla, falla sin remedio en el goce

88
LAS ENFERMEDADES DEL SUJETO
SUPUESTO SABER

Graciela Brodsla;

Desde los inicios del psicoanálisis, la transferencia se pre-


sentó como un fenómeno de dos caras: por un lado, el mayor
aliado del analista; por otro, el obstáculo que puede llevar in-
cluso a la interrupción de la cura.
Esta duplicidad encontró diversas formulaciones. Freud,
por ejemplo, distingue una transferencia positiva y otra nega-
tiva, que en el análisis se presenta como resistencia y que vis-
te tanto las máscaras del amor como las de la hostilidad.
Lacan, por su parte, desde sus primeros seminarios, separa la
transferencia simbólica de la transferencia imaginaria ubican-
do en esta última la resistencia, y cuando tiene que colocar a
la transferencia entre los cuatro conceptos fundamentales la
considera ya como cierre, ya como puesta en acto y la ordena
-como lo demostró Jacques-Alain Miller en su ultimo curso-
según los mecanismos de alienación y separación.
Dentro de esta lógica, el sujeto supuesto saber, fundamen-
to transfenoménico de la transferencia como hemos repetido
tantas veces, se corresponde con la transferencia positiva, con
la transferencia simbólica, con la transferencia como aliena-
ción.
Es decir que da cuenta de la transferencia como motor y
condición misma del análisis, porque gracias al sujeto su-
puesto saber el sujeto cree en el Otro y se dirige a él suponien-
do, como dice Lácan, que las reglas ya existen (las reglas de la
interpretación o las del desciframiento), suponiendo, en pri-
mer lugar, que el saber ya está en alguna parte: por ejemplo,
en Dios o en el incons?ente, o en el padre, o en la mujer, o

89
Graciela Brodsla;

-¿por qué no?- en el analista. Y luego, suponiendo que don-


de hay saber hay un sujeto que sabe.
Este error, esta equivocación del sujeto es inmanente a la
clínica psicoanalítica, y respecto de él todas las manifestacio-
nes de la transferencia aparecen como derivados. Es un error
que causa la transferencia.
Pero no es sólo el error del analizante. Toda teoría se emi-
te en nombre del sujeto supuesto saber, es algo que nos pro-
tege de la inconsistenci,a y la incompletud de todo sistema
significante.
La ciencia, aun la más ciega, aun la más atea, es en este
sentido creyente, porque no pone en duda que el saber ya es-
taba ahí. Está segura de que los cuerpos seguían la trayecto-
ria de la ley de gravedad antes de que Newton se hubiera
asomado al mundo. Y de que los números transfinitos esta-
ban esperando desde siempre que Cantor se pusiera a jugar
con la diagonal.
La doble creencia, en el saber y en el sujeto, nos protege del
abismo que representa para el pensamiento, primero, la idea
de que hay saber sin sujeto, que es lo que pone de manifiesto
el inconsciente y, segundo, que en lo real no está todo el saber
esperando el buen prestidigitador que lo haga salir, que el sa-
ber tiene fallas que escribimos S (~). El sujeto supuesto saber
cubre esa falta.
Si pensamos que el estado contemporáneo de la civiliza-
ción lleva a una pluralización del estatuto del A, y que se ha-
ce cada vez más dificil disimular la falta en el Otro con
significantes ideales, se entiende que haya una relación inver- .
samente proporcional entre el descreimiento en el sujeto su-
puesto saber y el aumento de la angustia como síntoma
contemporáneo.
Por eso para el psicoanálisis la encrucijada es decisiva.
formaciones del inconsciente hubo siempre, al menos desde
que el hombre habla, pero que dichas formaciones signifi-
quen algo, que constituyan un saber particular a descifrar, ése
ya es otro cantar, ése es un supuesto que no existía antes del
psicoanálisis y que se esfumaría sin él.

90
Las enfennedades del sujeto supuesto saber

La creencia en el sujeto supuesto saber es la responsable de


que el síntoma -que como dice Lacan, no necesita de ustedes
porque se satisface en su propia repetición- se les dirija, o que
el sueño se les relate.
En pocas palabras, el sujeto supuesto saber es la invención
del Otro, no sólo del lugar del Otro gradas al cual el sujeto
podrá olvidar por un rato que habla solo (lo que constituye la
verdad de la célebre fórmula de la comunicación: el emisor re-
cibe del receptor su propio mensaje en forma invertida), sino
también la invención del Otro significante, el que llamamos
S21 responsable de los efectos de sentido.
De una conversación que se realizó hace poco en Madrid
sobre la transferencia negativa extraigo las siguientes afirma-
dones: a) en el comienzo del análisis no está el inconsciente
como saber; b) el sujeto supuesto saber no es otra cosa que la
significación de saber que se produce en el análisis.
Cuando Lacan presenta el algoritmo de la transferencia en
la "Proposición del 9 de octubre ...", escribe el saber incons-
ciente como una cadena de significantes distintos unos de
otros, según el principio diacrítico de Saussure.
La idea es que al comienzo del análisis el estatuto del in-
consciente no es éste. El estatuto natural del inconsCiente
-para llamarlo de alguna manera- es, como lo describe en El
Seminario 20, un enjambre de significantes que no forman una
cadena y que no se distinguen entre sí. Ahí no suponemos
ningún saber sino la repetición insensata de lo mismo.
Lo que el psicoanálisis produce, la anomalía que elpsicoa-
nálisis produce gradas al dispositivo que crea, es una transfor-
mación del estatuto mismo del inconsciente. Finalmente, el
psicoanálisis mismo crea el saber como referencia del discurso.
Lacan ubica el inconsciente en su origen como un enjam-
bre, y lo ubica al final del análisis de manera análoga, dicien-
do que un analizado es un desabonado del inconsciente al
modo de Joyce, es decir, alguien cuyo inconsciente no tiene
como referencia el saber.
Es como plantear que el psicoanálisis crea un artificio por
el cual transforma durante un tiempo el estatuto del incons-
ciente para poder tratarlo.

91
Gracie/a Brods/.:y

Como se puede apreciar, el sujeto supuesto saber no sólo


es responsable de los efectos imaginarios de la transferencia,
sino que también lo es de la constitución misma del síntoma
como analítico y del inconsciente como interpretable.
Ahora bien, si seguimos la indicación de Lacan de que es im-
posible que el sujeto supuesto saber preexista a la operación
analítica, si pensamos que el sujeto supuesto saber no se dirige
espontáneamente al analista porque el discurso social provee
otras figuras para encarnarlo, preguntemos qué lo engendra.
Pienso que las respuestas que pueden extraerse de la ense-
ñanza de Lacan son dos. Por un lado, es una posición de par-
te del analista que tiene más que ver con la apuesta -al estilo
de la de Pascal- que con el acto de fe, y que se afirma en el
enunciado mismo de la regla fundamental: diga lo que diga,
eso tiene un sentido a descifrar. Por el otro, es el medio decir
de la interpretación que, al igual que el medio decir del incons-
ciente, crea la ilusión de un saber que por estar en reserva se
equipara al objeto agalmático. _
La primera, la afirmación: "Hay saber en el Otro", corres-
ponde a la vertiente epistémica de la suposición; la segunda,
la que equipara el saber y el objeto, a la vertiente libidinal, y
es por donde la pulsión se entromete en un terreno que pare-
cía estarle reservado al significante. Desde esta perspectiva, lo
que soporta la transferencia se desplaza desde lo que el Otro
sabe a lo que el Otro quiere.

Vayamos ahora al título de nuestras jornadas, no el sujeto


supuesto saber en general sino sus enfermedades.
El tema, si bien novedoso, se inscribe en una serie que pue-
de reconstruirse y que recoge el guante de una clínica que no
reproduzca meramente la que heredamos de la psiquiatría
(neurosis, perversión, psicosis) sino que sea tributaria del dis-
curso analítico.
En este nuevo agrupamiento de los síntomas ya hemos da-
do algunos pasos. En ocasión de la apertura de la sección clínica
de París, Jacques-Alain Miller diferenciaba las enfermedades
de la mentalidad y las enfermedades del Otro; hace algunos

92
Las enfemzedades del sujeto supuesto saber

años se realizaron en España unas jornadas sobre "Las pato-


logías del yo" (que recogieron la vieja idea de Lacan de que el
yo es el síntoma por naturaleza, la verdadera enfermedad
mental del hombre). Además, contamó~ con dos publicacio-
nes de la Escuela de la Causa Freudiana,· una que se llama Las
enfermedades del amor y otra que tiene por título Las enfermeda-
des del nombre propio. No veo por qué n~ubicar en esta serie
las enfermedades del sujeto supuesto saber, lo que implicaría
una investigación sobre el aspecto sintomático de la transfe-
rencia.
Esto puede interpretarse en dos sentidos, como bien lo ha
desplegado una y otra vez la Comisión Organizadora de las
Jornadas.
Uno es tomar a la transferencia misma como una enferme-
dad. Es la idea de Freud: en el transcurso del análisis, en lu-
gar de la enfermedad propiamente dicha aparece una nueva,
artificialmente provocada, la enfermedad de la transferencia,
como. la llama en las Conferencias de introducción al psicoana1i-
sis, donde la libido se sustrae del síntoma y se concentra en el
analista. En este primer sentido entendemos también la indi-
cación que hace Lacan en "Televisión", que el sujeto supues-
. to saber es una manifestación sintomática del inconsciente.
De todos modos, ya sea que se lo tome desde su perspec-
tiva libidinal, ya -como lo hace Lacan- como transferencia de
saber del analizante al analista, esta vertiente está en conso-
nancia con la transferencia como mal necesario y con el psi-
coanálisis como una experiencia donde se verifica que es
posible ir más allá del sujeto supuesto saber a condición de
enfermarse de él. ·
El otro sentido que admite nuestro tema destaca más bien
la transferencia como resistencia, o sea lo que no anda en ese
lazo especial que une al analizante con el analista. Se trata de
dirigir la mira hacia las fallas, los obstáculos con los que tro-
pieza el sujeto supuesto saber:

- la transferencia negativa, que entró en el psicoanálisis


vestida de amor, de la mano de Ana O;

93
Gradela Brodsla;

- la reacción terapéutica negativa, que se confunde con la


mejor de las disposiciones hacia el analista, pero que revela la
satisfacción que el sujeto encuentra en su súi.toma;
-el mutismo, no el mutismo hostil, que sería una de las mil
caras de la transferencia negativa, sino el de la satisfacción
pulsional obstinada que deja al sujeto en las puertas del análi-
sis, o el que se produce porque el significante no está a dispo-
sición del sujeto, el mutismo aterrado con el que Lacan se
refiere a la escena del dedo cortado del Hombre de los Lobos¡
- la reticencia, pariente de la sospecha y la transferencia
negativa, cuando no de la paranoia;
- el goce de la asociación libre, que la propia regla funda-
mental alienta y que desemboca en la infinitización del análi-
sis de no encontrar algo que le haga obstáculo;
- la sacralización del inconsciente, que hace del incons-
ciente un Dios, del psicoanálisis el rito que le rinde culto, y
desemboca en la idea -loca- de que todo tiene sentido y es,
por consiguiente, interpretable;
-la contratransferencia, o para darle el nombre que Lacan
le dio, la resistencia del analista, la suma de sus prejuicios, su
afán pedagógico, su narcisismo, su infatuación, su furor sa-
nandis, su rechazo a ser semblante, su identificación con el sa-
ber o con el sujeto o con el amo.

Variados, diversos, heterogéneos, estos obstáculos, a los


que podrían sumarse otros, no son sino el índice de que el psi-
coanálisis se funda en el sujeto supuesto saber pero sigue el
camino que le dictan los tropiezos del saber, el circuito por
donde lo lleva la pulsión, y desemboca, cuando es logrado, en
la demostración de que el saber que cuenta, el saber sobre el
Otro sexo, es asunto de invención.
El problema parece otro cuando la enfermedad que aque-
ja al sujeto supuesto saber es el escepticismo. Si aceptamos,
como decíamos hace un momento, que los tiempos que co-
rren traen aparejada una multiplicación del estatuto del Otro
que finalmente desemboca en la incredulidad, estaríamos ante
un descreimiento en el sujeto supuesto saber que no es pro-

94
Las enfemzedades del sujeto supuesto saber

dueto del dispositivo analítico sino previo, un desabonamien-


to del inconsciente que no dirigiría el síntoma hacia el analis-
ta, de quien ya no habría nada que esperar en términos de
saber.
Se entiende que es una enfermedad mortal para el psicoa-
nálisis ... pero nosotros tenemos buenaS defensas: la conversa-
ción sobre la clínica psicoanalítica; la puesta a cielo abierto de
los resultados del psicoanálisis; la difusión de sus beneficios,
y lo que pueden enseñarnos aquellos que han llevado la expe-
riencia analítica hasta sus últimas instancias.
Por eso, contra el escepticismo posmoderno el remedio
que ofrecemos es: ¡Escuchen a los AE!

95
PLENARIO CLÍNICO
UNA PARTICULAR ENFERMEDAD

Carmen Gonza1ez Tdboas

Decir: "las enfermedades del sujeto supuesto saber", supo-


ne la duplicidad del genitivo, subjetivo u objetivo. O bien el
que sufre diversas enfermedades es el sujeto supuesto saber.
O bien, el sujeto supuesto saber es la enfermedad que alguno
contrae -enfermedad necesaria de la neurosis de transferen-
cia si nos remitimos a Freud-.
Me referiré a una particular enfermedad del sujeto
supuesto saber: la de su cdnstitución precaria, vacilante e in-
cluso oscilante en la cura, lo cual introduce un tipo particular
de problemas que atañen a la transferencia, y a la naturale- ·
za de los efectos que se presentan. A la vez, esta particular en-
fermedad del sujeto supuesto saber nos pone frente a lo
diferente, quizás a lo inclasificable en el terreno de las neuro-
sis; quiero decir que nos pone frente al problema diagnóstico,
una vez excluido que se trate de una psicosis; en verdad, los
caminos que he recorrido para elucidar este caso no me con-
ducen a ella, sino a una serie de problemas y a un orden de
cuestiones que no hacen sino más necesaria la interrogación.
Voy a tomar algunos momentos de la cura de X, que trans-
currió durante unos diez años. No oculta que viene por un sa-
ber positivo respecto de las preguntas sobre el sexo, que sin
cesar lo atormentan. Por una parte, para él"las mujeres están
encumbradas por el saber; ellas saben sobre el sexo. Las ma-
taría para arrebatarles su saber sobre lo que hay que hacer con
el sexo, como hombre o como mujer". Mientras tanto, él so-
porta un pene que no parece el de un hombre, que lo dismi-
nuye en su ser hombre. Lo_ cual tiene el correlato, por un lado,

99
Camzetz Gonza1ez Tdboas

de sus súbitos ataques de asma y su eyaculación precoz; por


otro, de un odio violento y oculto hacia las mujeres en gene-
ral, por el poder que les supone en su condición de tales. ''Vi-
vo al acecho de quién sabe más (si él o ella) y al acecho de sus
errores." Entrampado en la infructuosa maniobra de parecer
un hombre, se había casado adoptando gestos de marido; al
nacer su hj.ja, se revestiría de la solemnidad de un padre.
Resuenan a tal punto el ser y el saber que acudimos a La-
can en su seminario "Problemas cruciales para el psicoanáli-
sis" (clase 16161 65). "La experiencia del verbo ser está ahí para
promover al yo al primer plano, como si fuera el soporte del
sujeto." Por soportarse en el yo, el ser del saber y el ser del su-
jeto están hechos el uno para el otro; incluso podrían decirse
uno al otro: engañémonos juntos acerca del ser del sexo, y so-
ñemos aquello de a "cada cual su cadacuala" de la díada se-
xual. A nivel de la dialéctica que va de la demanda a la
frustración, la alternancia del ser y el tener sugiere que es por
no tener el objeto (en este caso, como se verá, cierto pene, ob-
jeto señalado de su anhelo) que el sujeto no llega a serlo. Pla-
no donde el "parecer" -ya que no se logra serlo- conduce el
juego, y cuya función de obstáculo a la operación analítica va-
mos a ver enseguida. Recordemos que, como lo señala Lacan,
la "legítima" operación analítica está, como tal, llamada a al-
canzar "el ser velado que carece de representación".

l. De las entrevistas preliminares a un momento de ana1isis

Las entrevistas son diñciles para X, que lleva todo, como


dice, a un plano real y concreto. Dirá: "Para mí un pene es un
pene, como un ventilador es un ventilador". A lo sumo, una
palabra de cuatro letras. Nada a develar. Sólo arrebatarle al
Otro su saber. Su imaginación se muestra colmada de fanta-
sías sexuales que lo dejan sin un saber cierto.
X había sido un particular niño asmático: fuera de su casa
nadie sospechaba que lo era. "Llegaba el otoño y me moría.
(A causa del asma) Me internaba en la cama de mi madre ca-

100
Una particular enfemzedad

da vez que mi padre se ausentaba por su trabajo." "Ella esta-


ba llena de mandatos, es arrolladora. Elimina mi pensamien-
to de mi cabeza." El padre callaba y miraba a las mujeres.
Voy a referirme al que fue un primer momento, a mi juicio,
de análisis, después de mucho tiempo y por la vía de la an-
gustia, la cual posibilitó la operación del sujeto supuesto
saber, como efecto de discurso y como pivote transfenoméni-
co de la transferencia.
No contar sino con el parecer (como él, también ellas fin-
gen; no es lo que parece), lo deja suspendido y a expensas del
ser de saber de las mujeres, vacilante, amenazado por el as-
ma, presa de "acartonamiento y tristeza". En cierta ocasión
dice: "Para mí lo más importante es que la otra persona goce,
porque necesito comprobar el rendimiento sexual de mi pene.
A cada paso se pincha el globo, porque no controlo la eyacu-
lación. Me atormento con lo que las mujeres puedan pensar.
Me pregunto qué estarán representando". Pero entonces se
angustia y agrega: "Cuando oigo hablar del sexo débil, siento
una reacción peor que si me dijeran hijo de puta". A lo cual se
le dice: "Entonces oye que hablan de su sexo débil".
La intervención: "Entonces oye que hablan de su sexo dé-
bil", introduce por primera vez un momento de análisis. No
ha podido dejar de pensar en esas palabras, que hacen recaer
de su lado el sexo débil. Se extrae la ecuación: pene corto=se-
xo débil.
Fantasma imaginario que lo excluye del conjunto de los
hombres y a la vez parece recubrir un S1: "débil".
En efecto: se produce la siguiente secuencia que permite,
apres-coup, constatar un tiempo de apertura de la dimensión
de la transferencia analítica.
1) En la sesión siguiente relata un sueño: "La madre ante el
recién nacido dice: 'ésta me salió mal'. La tiraba. Era una nena".
2) Descubre que el miedo que lo invade en la relación se-
xual es temor a la detumescencia: "Miedo a quebrar; entonces
es cuando eyaculo sin poder evitarlo".
3) Surge un recuerdo infantil: la ocasión en la cual, espe-
rando una explosión de semen, sólo salieron unas gotitas de

101
Camzen González Taooas

agua: "Comprobé mi falla sexual". Falla atribuida a que el pe-


ne no le crecía a la par del resto de su cuerpo; pensó que ja-
más satisfaría a las mujeres.
4) Contraída en esos días una deuda con su analista, dice:
"Pienso: 'si no pago, el servicio no va a ser bueno. No quiero
pagar, pero tampoco puedo cobrarle a los amigos y todos son
amigos por una razón o por otra"' (lo cual contribuye a su si-
tuación económica ruinosa). La secuencia desemboca en el re-
lato del siguiente sueño: "Varios muertos vivos momificados;
uno de ellos abre los ojos y habla; viene un analista y le quie-
re cobrar los servicios". En el sueño, "uno de ellos abre los
ojos y habla", se introduce la dimensión de la alteridad; por lo
cual se le dice: "No todos hablan, sino uno; ni todos son ami-
gos, puesto que el que habla debe pagar ".
A la secuencia, que mínimamente expuse, seguirá para X
un notable alivio. Dice: "Siento que se me despeja la cabeza,
una especie de claridad y un bienestar que desconocía". Y
agrega: "Es como si hubiera estado leyendo con anteojos que
no servían. Comienzo a no tratar de saber de qué se trata, pe-
ro temo cambiar lo que creía saber por lo que no sé".

II. Durante el transcurso del tratamiento

En efecto, teme cambiar lo que sabe por lo que no sabe. Te-


me suponerle el saber al Otro del inconsciente; una y o.tra vez
recrudecerá su posición habitual. Posición cuya fijeza lo priva
del beneficio de la entrada en la dimensión propiamente neu-
rótica y transferencial que lo conduciría, en tanto analizante,
hacia el núcleo de goce del sfu.toma. Las más de las veces, X
retoma sus dichos sin perder "el pedal de sus representacio-
nes" Q".-A. Miller). "Nunca logro la prueba que busco, vigilo
los indicios. Yo, ¿qué soy, macho o p~to? ¿Soy un hombre? Vi-
ví contabilizando, cuánto, cuántas veces, si ellas tenían orgas-
mo. Si yo fallaba, si ellas mentían. Me revienta que sean
extrañas a mí y en ese punto tener que empezar a inventar. La
extrañeza, introducida por el silencio del analista, lo deja, di-

102
Una particular enfemzedad

ce, "desprotegido, como en un desfiladero". Entonces especu-


la sobre lo que debería decir, sobre lo que se espera que él di-
ga, largos períodos en los que se resguarda en la vertiente
imaginaria de la transferencia; el sujeto supuesto saber, redu-
cido a sus efectos parásitos, impone la relación dual, ataca el
lugar del analista; como se manifiesta en su sueño: "¡Piojos!",
que lo conduce a " ... piojos resucitados; son las mujeres en-
cumbradas por el saber", lo cual suscita lo peor de su odio.
Asegurado en su yo, en vano tratará X de arrancarle a la día-
da significante, en tanto ésta excluye la relación tercera del su-
jeto al significante, un saber positivo sobre el sexo. "Debuté
en el sexo en forma mental. Estudiaba las revistas pomo co-
mo algo científico". En cierta ocasión ha rechazado la pro-
puesta de un homosexual. "Él habría podido confirmar mi
masculinidad. Si él me decía: vos sos un hombre, yo me ha-
bría s~ntido un hombre. Si me lo dice una mujer, desconfío; le
temo a su poder de traicionar."
"El sexo para mí es como un juego de cartas, donde hay
que demostrar ser el mejor". Lacan advierte que el juego es
una relación del jugador al saber, donde él apuesta o arriesga
el resto de sí. En la oscilación fija, binaria, inalterable y cierta
del gana/pierde está el fantasma, "tomado inofensivo y con-
servado en su estructura"; gane o pierda, siempre se produci-
rá lo esperado. En el juego del parecer, a resguardo de la
contingencia, X preserva su fantasma, lugar reservado a la
mirada materna, transparente para él: "hasta que supe que
ella me engañaba con mi papá. Quedé paranoico". "En el co-
legio recordaba los ojos de mi madre y me ponía a llorar. La
misma mirada se me apareció en el espejo del baño del hotel,
en mi noche de bodas." Él consiste en esa mirada, que ha po-
dido cernirse en los momentos (infrecuentes) de análisis. Di-
ce: "Me imagino constantemente mirando y mirando; esto ha
guiado mi conducta en la vida". La hiancia vuelve a cerrarse
cada vez otra vez, lo cual impedirá que el sujeto llegue a con-
frontarse "con el callejón sin salida de la trampa narcisística"_.
Va hacia él y retrocede; se ampara en el narcisismo que veléi
su posición de objeto para el Otro. X no llegará a saber "quién
era en verdad su partenaire".

103
._, ;·.~ v t:.KbiDr\D e: c. P·,í\TIOQU l!\
Camzen Go¡¡zá/ez Taüoas

III. La solución, satisfactoria para él, que el sujeto encontró

Este análisis tendría un final de hecho, no sin el aconteci-


miento imprevisto de que él hallara para sí cierta solución.
Precedió a la solución final un largo período donde los males-
tares parecieron adueñarse de su cuerpo. Diarreas, fatigas,
somnolencia, miedo a morir, pánico. El rechazo de la castra-
ción, el nada querer saber del agujero que sin embargo el su-
jeto contorneaba se encama en la mortificación del cuerpo. La
obsesión peniana re&aza la medida fálica; como veremos, ha-
llará una solución por otra vía.
Dice sentir intensa vergüenza ante sus fotos: "Tendrían
que ser el resumen de mi ser, coincidencia de imagen y perso-
na; querría verme como quiero ser: flaco, pene grande, ecuá-
nime, magnánimo". Surge este significante: "magnánimo".
Serlo lo elevaría sobre sus semejantes más allá del mero
éxito económico, rédito de goce frente a la insuficiencia irre-
mediable de su pene, punto de fijeza elegido sobre el cual no
hay para él olvido. El siguiente sueño se encuentra en perfec-
ta sintonía con diversos fantasmas extraídos durante el análi-
sis. Sueña: "Les regalaba todo lo que tengo a unos misioneros
y me quedaba trabajando a su servicio. Lloraba y decía: soy
magnánimo". "Magnanimidad", virtud preciosa para el me-
dioevo, quiere decir: grandeza de ánimo. Es, puntualmente,
la medida del ánimo que, excediendo la medida común, su-
pera la adversidad por la apertura a la trascendencia.
Pregunta él "¿qué es un pene para un hombre?" Sueña:
''Veo a Tato Bores con el pene erecto; parece sostenido por su
verborragia". Verborragia traduce la falsa generosidad y el
falso desinterés que exhibe ante los otros a su propia costa, y
detrás de lo cual, dice: " ...me escondo, me reservo lo que pien-
so. Mi cabeza es una calle de doble vía, lo que pienso lo guar-
do en el ropero". ¿Qué es lo que este sujeto atesora?
Intentando una torsión hacia lo que de sí sustrae, el objeto
que él es, se le dice: "Se guarda lo que más necesita". Se lo
guardq. en tanto lo parecido le cierra el paso al sí mismo; la es-
pecularidad a la alteridad. A la intervención responden tres

104
Una particular enfennedad

sueños que introducen, me parece, el más decisivo de los mo-


mentos en los que la hiancia del inconsciente se entreabre.
Primer sueño: Algo se esconde tras una pared oculta en su
placard; " ... es mierda, viene de arriba, del otro" (dice: "Para
mí, la culpa la tiene siempre el otro").
Segundo sueño: "Una guerra; no sé a qué bando pertenez-
co. Robo en un campo y me deshago de lo robado en el otro".
Tercer sueño: "Estoy encerrado en un circulo. No puedo
escapar. Voy de una habitación a otra que es de nuevo la mis-
ma".
El recorrido efectuado a partir de estos sueños lo lleva a
decir: "Viví siempre atrapado y pensaba que el otro me atra-
paba. Ahora veo que el otro soy yo mismo; parece un chiste".
"Lo que llamaba los otros son la cosa de mi pensamiento."
"Pensaba, 'el culpable es el otro'; yo necesito ser inocente,
desde chico, como un drogadicto." Si con la introducción de
la alteridad estamos ante un genuino movimiento, éste impli-
ca operación del analista, en la que un significante que no es-
taba en el Otro agujerea al Otro con la consiguiente
negativización del goce: habrá parte; localización del goce y
partenaire. Sitio creado por la marca que hace que haya otro
que uno. Incluso, y siguiendo a J.- A. Miller (en Los signos del
goce), me parece posible decir que el sueño angustioso que a
continuación se produjo presentifica al objeto como respuesta
de lo real: "Asaltan un Banco; las cajas robadas dejaban ver su
contenido: trozos de carne, un corazón, brazos, piernas, par-
tes de cuerpos mutilados". Una vez más desconoce lo que es
extraño a sus representaciones. Prevalece "la orientación del
sujeto hacia la insignia": "Sueño con ser alguien". Sin embar-
go, al menos ahora sabe que su manía de imaginar los penes
de los otros para compararlos con el suyo no hace de él un ho- ·
mosexual. Su sexualidad ya no lo preocupa. El odio a las mu-
jeres cede lugar a un humor irónico; la relación con su hija es
afectuosa. Su asma había desaparecido antes.
Como se verá en lo que sigue, X encontrará en la magna-
nimidad una forma de generosidad mejor regulada (diría:
más virtuosa). Particularidad de su Bien es la usina que trans-

105
Camzen González Tavoas

forma goce en placer a la medida de una precisa satisfacción


fantasmática. Entonces piensa en terminar el análisis.

rv. La salida del tratamiento


Un día llega alegre, desenvuelto: "Estoy eufórico, perdí la
plata pero saldé mi deuda". Deuda acumulada por su loca
magnanimidad, saldada con la venta del único bien que po-
seía. Ante la exclamación del analista: "¡¿Eufórico?!", X se in-
fla para decir: "Siento que resolví algo muy importante".
Surge y se recorta la frase que lo impulsaba: en su magnanimi-
dad: "Yo lo voy a resolver". "Empecé a fumar muy chico pa-
ra que se engrosara mi voz; a usar un encendedor caro, un
gesto, para parecer un hombre. Nunca encuentro la aproba-
ción que necesito. Fue tan angustiante que fantaseaba una
metamorfosis; levantarme una mañana convertido en una
mujer." Eliminaría el tormento que le causa su pene. Después
sueña: "Compraba una casa destruida a la que había que ha-
cerle muchas cosas; yo quería rehacer todo". Se le dice: "¿Re-
hacerse usted todo?". "Sé que sigo esperando que un día me
crezca el pene, aunque sé que para eso tendría que volver a
nacer. Pensar así las cosas ya no me sirve para nada y me trae
muchísimos problemas." Hay conformidad en lo que dice;
esa conformidad, que no implica cesión de la obsesión penia-
na, aplana y detiene el análisis. Juzgué que no debía retener-
lo más. Pensé que la contingencia de un mal enruentro podría
ofrecerle un día una nueva oportunidad.
Sin duda podemos preguntarnos por el estatuto de aque-
lla idea de X de rehacerse él todo o, como ya lo había entreso-
ñado y dicho, la de levantarse una mañana transformado en
mujer. Me parece que él situaba ahí la univocidad de lo ine-
quívoco, preservando un LA de no incauto; después de todo,
algún inmortal poeta habló de LA mujer eterna. LA mujer que
él imagina cerrada en sí misma, para que, si fuera posible, na-
da de lo femenino, ninguna ambigüedad o deslizamiento o
infinitud lo divida. Podría decirse que es su manera de soñar-

106
Una particular enfemzedad

se lib;re de algo que le es radicalmente extraño, de algo que se


llama la castración, de algo que se llama el no todo, y de lo
cual nada quiere saber, aun si en términos de estructura está
afectado por ello. En efecto, se podría agregar aquí que "la
piedra que los constructores rechazaron resultó la piedra an-
gular" (J. Lacan, "Seminario 14, La lógica del fantasma").

107
COMENTARIO AL TRABAJO DE CARMEN
GONZÁLEZ TÁBOAS

Ricardo Seldes

El trabajo de Carmen González Táboas nos da la posibili-


dad de armar una discusión clfuica dentro del contexto de la
estructura de las Jornadas de la EOL. Y aunque se trata de un
espacio preciso, limitado por un horario, y dentro de las pautas
que nos ha sugerido la Comisión Organizadora, esperamos
que de esta conversación, en la frescura de su improvisación,
surjan algunas sorpresas.
La propuesta es la de tratar de encontrar lo nuevo en un
detalle clínico, en una apreciación que mantiene una pregun-
ta como no respondida del todo, en un momento en el que se
hace el pasaje del saber supuesto del análisis al saber expues-
to en el intercambio y la verificación.
Hace unas semanas; en un espacio en la EOL de investiga-
ción sobre el malestar en la cultura recordé que en diciembre
de 1930 Freud escribió el prólogo para la edición en hebreo de
las Conferencias de introducción al psicoana1isis. Su interlocutor
era el público de habla hebrea, y en especial "la juventud ávi-
da de saber", y planteó que en esa traducción se presentaba el
psicoanálisis vestido con el ropaje de aquella antiquísima len-
gua que por voluntad del pueblo judío fue despertada a nueva
vida. No dudó en hacer un chiste acerca de lo incomprensible
que sería su lectura para Moisés y los profetas, aun cuando
estuvieran escritas en su lengua. La humorada se refiere evi-
dentemente a lo anacrónico que resultaría a esos grandes lec-
tores un texto que contradice las convicciones tradicionales y
que ofende los sentimientos más profundamente arraigados.
Si bien es cierto que el inconsciente no conoce el tiempo, lo es

109
Ricardo Se/des

aún más que el psicoanálisis es un fenómeno moderno, y el


chiste de Freud ubica con claridad la cuestión de que el psi-
coanálisis no era necesario en la época de los profetas. Lacan
dará un paso más al implicar el discurso de la ciencia en el
malestar, y tal como lo ha planteado J-A. Miller en tanto el sa-
ber científico ha arruinado al amo antiguo. 1
"El psicoanálisis trae tantas cosas nuevas, entre ellas tantas
que contradicen las convicciones tradicionales y que ofenden
los sentimientos más profundamente arraigados, que inevita-
blemente ha de suscitar oposición. Mas si se contiene el juicio
definitivo y se deja que actúe sobre uno la totalidad del psicoa-
nálisis, quizá se alcance la convicción de que estas cosas nuevas,
tan indeseables, son dignas de saberse y son imprescindibles
para comprender el alma y la existencia del hombre."

***

Ya en las primeras líneas de la clara presentación de Car-


men surge la preocupación por una enfermedad particular
del sujeto supuesto saber que ella califica como "frecuente en
la actualidad": su constitución "precaria, vacilante e incluso
oscilante". Al poco de escucharla nos enteramos que este ca-
so ha tenido una duración de diez años, lo cual ya nos lleva a
una primera deducción, y es que esa constitución así definida
no ha impedido el mantenimiento duradero de esa cura, aun-
que, como ella dice, introduce problemas que atañen a la
transferencia y a los efectos que se presentan. Conviene en-
tonces recordar que se trata d~ un hombre atormentado por
preguntas que tienen como eje el tema del sexo y que podrían
condensarse en la cuestión de su identidad sexual y el corre-
lato de la interrogación acerca del órgano masculino y del
efecto que éste debería tener en las mujeres.
Llama especialmente la atención la referencia al saber po-
sitivista que el sujeto busca en el psicoanálisis, lugar en don-

l. Miller, J.-A., "El pase del psicoanálisis hacia la ciencia: el deseo


de saber", en Freudiana, n° 26, pág. 14.

110
Comentario al trabajo de Camum Gonza1ez Tdboas

de obviamente espera poder encontrarlo. Sabemos que el an-


tecedente ha sido el espíritu cientificista que tuvo para él la
investigación en las revistas pornográficas, las que probable-
mente le dieron más motivos para su obsesión: el tamaño in-
suficiente de su pene para complacer a una mujer.
Tenemos entonces un sujeto angustiado, atormentado por
esas ideas, con el correlato de la eyaculación precoz y súbitos
ataques de asma que padece desde niño.
La dificultad de la instalación del sujeto supuesto saber co-
mienza con ese plano real y concreto al que X se ve obligado
a llevar todo. Cuando él dice: "Nada a develar, un pene es un
pene, un ventilador es un ventilador", se refiere a lo que pa-
rece un rechazo a poner al significante con relación al saber.
Para retomar el punto que ha planteado Graciela Brodsky en
una de las charlas preparatorias de estas jornadas, sería el re-
chazo a la transformación del estatuto mismo del inconscien-
te como insensato, el que Lacan concibe como un enjambre de
significantes amo, de S1 que se repiten. Lo que el dispositivo
mismo del análisis introduce, es la creación del saber como re-
ferencia del discurso.
Como ésa sea quizá la posición inicial de cualquier sujeto,
se trata de entender cuáles son las dificultades que ha entra-
ñado este caso en particular. Y la respuesta podría ubicarse en
el hecho de que se trata de un sujeto que no quiere salir de su
casa, que no está dispuesto, en principio, a dejarse llevar por
la libre asociación. Es decir a aceptar el levantamiento de los
discursos comunes,2 en el punto que lo enfrentaría a un saber
que es supuesto ser en la palabra, un saber en el texto.
No sabemos cuánto dura este tiempo preliminar, pero sí to-
mamos nota de que hay un momento, posterior, en que se po-
sibilita la operación del sujeto supuesto saber como efecto de
discurso y como pivote transfenoménico de la transferencia.
Como ustedes recordarán, la cuestión para Lacan no es
tanto el hecho de quién puede sentirse investido plenamente
del sujeto supuesto saber, sino en tratar de captar en primer

2. Ídem, pág. 15.

111
Ricardo Se/des

lugar, para cada sujeto, dónde se ubica para dirigirse al sujeto


supuesto saber. Él plantea en El Seminario 11, en la clase 18, que
cada vez que esta función puede ser encarnada, para cada su-
jeto, en alguien, quienquiera que sea, analista o no, resultaría
que la transferencia desde ese momento ya está fundada.

Y si las cosas llegan al punto en que esto ya está determina-


do, en el paciente, por alguien nombrable, por una figura para él
accesible, resultará .de ello, para quien se encargue de él en el
análisis, una dificultad muy especial en lo que concierne a la
puesta en marcha de la transferencia.

De todas maneras y aun con las características señaladas


por Carmen acerca de la constitución del sujeto supuesto
saber en este sujeto, sabemos que es a partir de la interpreta-
ción que pone el centro en "sexo débil" que surge una intere-
sante secuencia asociativa, índice de lo señalado como la
operación del sujeto supuesto saber.

l. Un sueño, el de la madre "caprichosa" que tira a la nena


recién nacida: "me salió mal".
2. Un descubrimiento del lado del síntoma: la eyaculación
precoz en tanto detumescencia precoz.
3. Un recuerdo infantil en donde no sale el semen esperado.
4. Una referencia al pago de un servicio seguida de un sueño
con la analista que refiere a su posición subjetiva.

El efecto que se produce, a partir de este movimiento ha-


cia el saber, es de una mitigación de la angustia que el sujeto
describe como claridad en la cabeza y un bienestar hasta en-
tonces desconocido. A nivel del fenómeno es evidente que la
entrada en la transferencia sustituye a la certeza, a lo que no
engaña, y la libre asociación le da la posibilidad de deslizarse
en la cadena significante.
Luego volverá a recrudecer su posición habitual de temor
de suponerle el saber al Otro del inconsciente, oscilando con
la idea de que es preciso arrancarle ese saber al Otro.

112
Comentario al trabajo de Cannen González Taúoas

Podemos armar una hipótesis, que expongo ante Carmen


para oír sus comentarios.
X parece cuestionarse pseudo-histéricamente su identidad
sexual. Y ante el silencio del analista a sus insistentes pregun-
tas y especulando sobre lo que ella querría escuchar, revela
sus ideas con respecto a hombres y mujeres. Plantea que los
hombres, homosexuales o no, podrían decirle si él es o no un
hombre. Ellos saben qué es ser un hombre. La posición con las
mujeres tiene una particularidad: ellas también saben, saben
cómo es un hombre, sólo que él mantiene una posición de
desconfianza, no ante el saber, sino ante el poder de traición
de las mujeres. ·
Podríamos decir que con ellas tiene una relación de trans-
ferencia negativa, las tiene bajo sospecha. Lacan plantearía
que no les quita los ojos de encima, no es la sospecha de que
no saben, sino de que lo engañarán con el saber que detentan.
J. A. Miller ha señalado en su seminario de España sobre la
transferencia negativa que la sospecha como modalidad epis-
témica implica una verificación. Y esa verificación bajo sospe-
cha abre el espacio de la interpretación malévola, lo cual lleva
a preguntarnos si esa interpretación malévola no cubriría to-
do el espacio de la interpretación. Como cuando los policías
les dicen a los sospechosos que a partir de ese momento todo
lo que digan quedará bajo sospecha y por supuesto podrá ser
utilizado en su contra.
Odia a las mujeres, pero ama el saber que les supone. Las
mataría para arrebatarles el saber, mientras él debe soportar
su disminución masculina. Y desde allí podemos pensar que
Carmen no se habría dejado engañar por la transferencia ne-
gativa en tanto Lacan plantea que en el "odionamoramiento"
hay amor disfrazado de odio. Entonces se hace posible la ins-
talación de la transferencia, porque esos sentimientos desper-
tados son producto del interés de poseer lo que el Otro tiene.
El sujeto entra al análisis como falta en ser, el síntoll1a lo
señala y el analista aparece en primer plano como ser supues-
tamente colmado de su falta en ser. Como un ser fálico colma-
do de saber. Tal como las mujeres en general. Lo cual llevaría

113
Ricardo Se/des

a pensar que el analista se presentaría como ser, como el obje-


to agalmático. Tenemos entonces un sujeto que aparece en
una dimensión de muerto-vivo momificado, que es exigido a
pagar por una palabra que acepte ponerse bajo la trituradora
del significante y que tolere la idea, la suposición, que de ella,
de su propia palabra, también podría extraerse un saber. Un
verdadero deseo de producir el efecto sujeto supuesto saber,
que según Miller en Los signos del goce es el deseo de hacer leer
a otro su inconsciente,
Claro es que luego se manifiesta la otra vertiente, en la que
se presentifica el deseo del Otro y la angustia que su aparición
conlleva. Fenómeno de oscilación que se extiende a lo largo
de la cura y que tiene su fundamentación estructural en que
la dimensión del sujeto supuesto saber y la búsqueda de sig-
nificación es del orden del significante, que llama a la otra di-
mensión, la del objeto, su correlato no significante.

En este punto quiero detenerme para abrir el espacio a las


preguntas que ustedes tienen para hacerle a Carmen, señalan-
do yo también algunas.

l. Este hombre que parece estar tan complicado en su rela-


ción con las mujeres, nos enteramos que está casado. Un
casamiento que no parece estar muy bien visto por la ma-
dre. ¿Él ha tenido relaciones con más mujeres? ¿Se podría
decir algo acerca de su vida sexual? ¿Y de su frondosa fan-
tasmática? ·
2. Estamos ante la pregunta de lo raro en la clínica de la neu-
rosis. Es interesante destacar que esa rareza es, como dice
Carmen, algo que nos pone frente a lo diferente. En ningún
momento ella ha planteado que esa rareza que ha observa-
do desde siempre haya sido un elemento de contraindica-
ción para el análisis o incluso de imposibilidad. Hay
elementos que nos hacen pensar en un obsesivo. Lo men-
ciono rápidamente. Se atormenta con la idea del pene pe-
queño. Tiene una conducta obsesiva sostenida en la duda
acerca de si es o no homosexual, que al mismo tiempo lo

114
Comentario al trabajo de Camzen González Taooas

c<;>mpulsa a mirar el cuerpo de los hombres, para compa-


rarse· con ellos y proceder a la verificación acerca de su vi-
rilidad. Luego, tiene un comportamiento· francamente
reactivo, en donde exagera el semblante de virilidad.
3. En el mismo sentido se podría pensar que el petit delirio
del pene pequeño es el resultado de la decepción que reci-
be de la no explosión de semen, que hubiera garantizado
su virilidad. Medidas posibles del goce femenino. Si se tra-
tara de una consecuencia de la teoría sexual infantil que
desconoce el lugar del semen en la procreación, podría tratar-
se de la complicación del complejo paterno en lo concer-
niente a la dificultad de la filiación y el rechazo a la
castración. En la misma perspectiva, el deseo de volver a
nacer se homologaría a lo que Freud interpreta del mismo
anhelo en el Hombre de los Lobos; o sea, volver al claustro
materno, pero no tan sólo para volver luego a nacer, sino
para ser alcanzado en él, en ocasión del coito, por su padre,
y asegurar así la filiación.
4. Sabemos algunas cosas acerca de la madre y de la relación
de necesidad y especial dependencia sostenida con ella.
Sería entonces de interés conocer algo de su relación al pa-
dre, dado que surge allí una pregunta acerca de cómo apa-
rece constituida la metáfora paterna que se escucha en ese
dicho aparentemente edípico de que la madre lo traicionó
con el padre.
5. Quiero mencionar lo que ha sido para X el resultado de su
análisis en el sentido de las modificaciones que se han pro-
ducido en su vida: mantiene su manía de imaginar los pe-
nes de los otros pero no se cree homosexual, el ejercicio de
su sexualidad no lo atormenta, el odio a las mujeres fue ce-
diendo su lugar a un humor irónico, la relación con su hi-
ja es afectuosa, el asma ha terminado, y en la regulación
económica mínima que ha obtenido ha encontrado en la
magnanimidad un arreglo con el Otro con el cual robar en
un campo para dar en el otro.
6. Se trata entonces de poder pensar el estatuto del anhelo de
volver a nacer mujer, aun a riesgo de ser arrojado por la

115
Ricardo Se/des

madre como un desecho, lo cual parece tener consonancias


con un fantasma erótico masoquista.
7. Carmen plantea, sin embargo, que excluida la psicosis hay
cuestiones que no lo dan como un clasificable; es decir, se
presumiría una psicosis no desencadenada. Lo cual produ-
ciría esos efectos en la frágil constitución del sujeto
supuesto saber.
8. Persiste el tormento por el pene y aparece esa solución fi-
nal en la fantasía de levantarse una mañana convertido en
mujer, sin pene. ¿Se trata del empuje a la mujer propio de
la psicosis?

Tienen ustedes la palabra.

116
DISQ.JSIÓN

Carmen Gonza1ez Tdboas.-Yo no sabía lo que iba a decir Ri-


cardo, pero me gustaba cómo leía, y ahora también me sigue
sorprendiendo. Les voy a decir por qué: él dice que es un lu-
jo estar acá, pero sería un lujo que yo contestara todo lo que
él pretende que conteste. No haré nada de eso, aunque agre-
garé algunos elementos que van a servir mucho más a cual-
quiera que tenga interés en este caso; y verán realmente que
la lectura de Ricardo fue muy perspicaz, porque dijo cosas
que no fueron dichas en la presentación del caso y que yo te-
nía anotadas acá para decirles. Son cosas que pasan en este
manejo del discurso que hacemos en el psicoanálisis.
En primer lugar, voy a contar algo. Esta cuestión del saber
llevó mucho tiempo. Ustedes deben pensar que si él se anima-
ba a pagar era porque venía a comprar saber; no hay que pen-
sar que venía a analizarse. Él tenía un negocio redondo con el
psicoanálisis: había una mujer encumbrada por el saber que
estaba dispuesta a vendérselo. Esto es maravilloso, verdade-
ramente. Pasamos mucho tiempo en el que él venía y se esfor-
zaba por mostrarse interesante, a la altura de una mujer como
yo, que seguramente sabía un montón. Yo, por supuesto, tra-
taba de ponerle el palo en la rueda. Su primer momento de
perplejidad se da cuando el analista va tirando para el lado
que quiere tirar, y él se encuentra contando cosas que le aver-
güenza contar; ve que el analista recibe toda esta porquería,
como dice él, la porquería de sus pensamientos, la porquería
de sus ensoñaciones diurnas, de sus masturbaciones y todo lo
demás. Él no sale de su asombro, este saber encumbrado se le
va al tacho. Incluso un día me dice: "Yo soy más terrenal de lo
que pensaba", por ejemplo.
Bueno, quiero decir que la cuestión del saber se fue des-
montando poco a poco y, además, nunca dejó de estar. Yo que-
ría contarles, como una cosa verdaderamente interesante, un
momento del análisis en el que trae un sueño de transferen-
cia... El silencio del analista lo enoja mucho, pero en cierto
momento el inconsciente produce algo respecto de eso, y, por

117
Discusión

ejemplo, un día trae un ·sueño y dice: "En el sueño tengo una


maza para golpear a una maestra y a una prostituta". Agrega
a continuación: "Cuando usted me retira la palabra, me que-
do desprotegido, como en un desfiladero". Es ahí cuando lo
dice, cuando él sueña este sueño donde rompe y mata a estas
mujeres, la maestra y la prostituta (lo que iría en la dirección
de la obsesión, obviamente: la madre y la puta). Y después, el
otro sueño que trae en ese mismo momento o en ese tiempo
es -escuchen esto-: "Alguien advierte piojos". Entonces, si-
lencio, y él dice que asocia con "piojos resucitados". "Las mu-
jeres cuando suben de nivel se vuelven engrupidas. Si les doy
el poder, les temo; si las quiero, siento vergüenza." O sea que
hay toda una problemática de la transferencia respecto del sa-
ber y, como Ricardo bien apuntó, la cuestión de la transferen-
cia negativa.
La otra cosa que me sorprendió de lo que dijo Ricardo fue
cuando ét que enunció una hipótesis muy interesante que les
dejo a ustedes, habla de la transferencia negativa, encubiertísi-
ma por supuesto, y dice: "No les quita los ojos". Yo había ano-
tado acá una frase suya que dice: "Me imagino constantemente
mirando y mirando; eso ha guiado mi conducta en la vida".
Por otra parte, ¿qué dice del padre? "Miraba los culos y las te-
tas de las mujeres, no miraba otra cosa." Parece que no habla-
ba. La que tenía la voz cantante era la madre, que era quien
determinaba, dirigía, resolvía, hacía la vida de este chico.

Ricardo Seldes. -¿Y la verborragia?

Carmen González Tdboas. -Yo creo que la verborragia está


traducida en términos de magnanimidad. Aparte, ustedes
ven que él habla muy bien, es ocurrente, tiene una forma muy
interesante de construir sus metáforas y sus palabras. De ma-
nera que no pensé antes en la cuestión de la verborragia, y en
este momento no se me ocurre; quizás alguien en la sala pue-
da agregar algo. Digo, porque tengo apuro en que ustedes ha-
blen y quiero concluir. Me parece suficiente, puedo dejarles la
palabra, tengo muchísimo interés en escuchar.

118
Discusión

Patricia Markowicz. -Escuchamos las preguntas de la sala.

Aníbal Lejerre. -Me interesó mucho el desarrollo y el reco-


rrido. Es verdad que cuando se presenta un recorte de un aná-
lisis, sobre todo de una extensión de diez años, siempre
habría algo más para decir, pero en lo que se dijo se presentan
-y el caso presenta- varias hipótesis de la discusión, y entre
ellas estos términos de lo clasificable y lo inclasificable.
Quería preguntarte entonces, ·Carmen, en esta lfnea, si te
parece que este recorrido que vos presentás, que podríamos
decir que va de la verdad al saber, es un recorrido que des-
construye al sujeto supuesto... Tenemos en la presentación,
del lado de la verdad, una oscilación que se irá desarrollando
entre x, que sería el paciente, -pene, es decir, negativiza el pe-
ne y positiviza a las mujeres, + mujeres. Y eso remite al asma
particular, porque parece que es solamente un asma dentro de
la casa, para la madre, para meterse en la cama, para tomar ai-
re de esta madre. Esto habla de una omnipotencia materna
que entra en relación directa con la eyaculación precoz, me
parece. Es un punto para preguntarte.
Para ser breve, el problema es cómo se recibe desde el lu-
gar del Otro y la presencia de una mujer esta omnipotencia
materna que él trae en su decir. Vos decís que lo recibís como
una mujer encumbrada por el saber, etcétera, lo decís con cier-
ta ironía, para que aparezca el segundo momento, o sea, la di-
ferencia que hacés entre el Otro y la función a ocupar en ese
lugar. Y la función es la del silencio que recibe, que va desme-
nuzando esa verdad en trozos de carne que aparecen en sue-
ños, etcétera, que no vamos a repetir.
Entonces, este caso que nos relatás y también el comenta-
rio de Ricardo, trae al padre, que en el relato no aparece de-
masiado ... que nos relata una persona x, -pene, sin padre de
donde sostenerse (y ése es un poco un problema de diagnós-
tico), pero también un sujeto que sale por la pérdida, por lo te-
rrenal. Y no está mal que salga por el malentendido. Después
de todo, nadie sabe y con eso hay que arreglárselas.

119
Discusión

Néstor Yellati. -Me parece, Carmen, que vos planteaste


también la cuestión diagnóstica misma en términos de lo in-
clasificable o clasificable. En ese sentido me parecía importan-
te poder establecer de la mejor manera posible el estatuto del
pene en este hombre, con lo que implica de su relación con el
cuerpo. Y es que la pregunta explícitamente formulada por él,
si bien en parte está referida a qué es una mujer, es qué es un
pene. Pregunta extraña, pero para la cual tiene una respuesta,
como señaló Ricardo Seldes, que también es una respuesta
llamativa: "Un pene es un pene". A mí me evocó, al menos
cuando lo escuché ahora, el "un agujero es un agujero", pala-
bras de Freud, pero referidas a un caso de esquizofrenia, el ca-
so de Tausk, que está en el capítulo de "Lo inconsciente". Dice
que en la psicosis precisamente se trata de eso, un agujero es
un agujero. Aquí el pene parece estar reducido a su estatuto
de órgano. Y en ese sentido me pareció un poco preocupante.
que él se refiriera de esa manera algo schre-beriana a levan-
tarse una mañana convertido en una mujer. Porque la solu-
ción para él no es lograr la relación con una mujer, esa
relación tan difícil, sino verse privado del órgano que le pro-
duce el sufrimiento.

María del Carmen Pirrone. -Quería ver si podemos pensar


algo en relación con el padre en la dimensión de la mirada,
porque su fantasía es que un hombre lo mire. No solamente
tener relaciones sexuales con hombres, sino que un hombre lo
mire, para determinar qué pasa con su pene. Y se me ocurría
algo para que lo pensemos: no sé si tiene algo que ver lo de la
verborragia con la voz, pero Freud, al menos cuando toma·
la dimensión de la voz y de la fantasía, habla de esos restos de
lo visto y oído antes de haber podido ser significantizado. Me
parece que esta dimensión de la voz también podría tener que
ver... Freud habla de la voz del padre antes de poder enten-
derla. Pensaba esto en relación con "El Seminario 10, La an-
gustia", cuando Lacan relaciona el objeto a voz con el objeto
anal, y el sueño donde aparece la caca o la mierda y él dice
que el otro tiene la culpa. Pensaba que ahí podía haber refe-
rencias al padre, como para que lo pensemos.

120
Discusi611

Carmen González Tavoas. -Realmente les agradezco a cada


uno, porque cada uno me aporta algo y yo puedo pensar una
cosa nueva. Seré muy breve para que puedan seguir pregun-
tando.
Arubal Leserre, seguí tu comentario, lo tomo como un co-
mentario más que como una pregunta y creo que verdadera-
mente en relación con esto que vos decís, que parece no tener
padre donde sostenerse y que esta salida por lo terrenal no es-
tá nada mal, yo estoy totalmente de acuerdo. Por eso me pa-
reció que este final de análisis había que posibilitarlo o
permitirlo: no sé cómo llamarlo, tendría que pensarlo. Y esto
de que nadie sabe y que el sujeto ha ido buscando una solu-
ción, verdaderamente, estoy de acuerdo con lo que vos decís.
Me interesó muchísimo lo que dijo Néstor Yellati. Te voy a
decir por qué no me inquieta esto del pene que casi aparece
como un órgano separado. En realidad, tendría que haber es-
crito un poco más de cosas, pero lo que quiero decir es que
hay una articulación que se junta con lo que acaba de decir
Mary Pirrone, a quien también le agradezco mucho, y es lo si-
guiente: este pene es el soporte de una fantasmática de este
sujeto. Éste es el chiste: él tiene una cantidad de satisfacciones
masturbatorias, con masturbación activa o no, pero él tiene
una cantidad de fantasías que no abandona, donde él es el sir-
viente, el niño, el efebo, el pequeño ... ¿Comprenden cómo es
eso?
Entonces, evidentemente, este pene se hizo depositario de
una fantasmática pasiva. Esto era el significante débil que yo
les señalé en la lectura, esto de que hay un significante amo,
donde él obtiene goce de su debilidad; éste es el secreto de
que él mantenga esta cuestión.
Y lo que decía Mary es tal cual (yo no lo escribí y verdade-
ramente lo agregaré en el caso): que él busca todo el tiempo
de esta manera que un hombre lo mire. En sus fantasías pue-
den ser los que lo someten y él les lava el baño y les hace ser-
vicios y todo lo demás, pueden ser hombres mayores como
mujeres mayores. Entonces, evidentemente, todo esto forma
parte de esta cuestión.

121
Discusión

Y en cuanto al tema de la voz, vos deáas, Mary, que Freud


se refiere al padre, yo creo que podría ubicarlo más con lo que
dice Lacan en El Seminario 11, que es muy impresionante y
que en este caso es muy así. Lacan habla en ese seminario de la
''batahola parlante que nos precede". Me voy a detener aquí,
pero esto sería todo un tema en este caso, la "batahola parlan-
te", las familias, los antepasados, la madre; él está debajo de
una montaña insoportable de significantes familiares. Y ya hay
episodios en la adolescencia en los que este adolescente no se
atrevió a decir; sólo uha vez -y fue una catástrofe- dijo lo que
pensaba, y nunca más. Porque la rebeldía del joven ocasionó
una especie de catástrofe para él, subjetiva. Por eso vuelvo a lo
que deáa Arubal Leserre, ahí no hay el sostén de un padre. Pe-
ro, como ven, todas las intervenciones fueron muy orientadas.

Patricia Markowicz. -Hay dos preguntas más: Oiga Molí-


na y Marina Recalde. Pero mientras ustedes van hacia el mi-
crófono, Ricardo quiere decir algo.

Ricardo Seldes. -A partir de lo que acaba de aclarar Car-


men, me parece que podría pensarse justamente la relación
que hay entre el pene y el pequeño, das Klein. Es decir que es-
ta problemática del pene que él plantea siempre en relación
con las mujeres, podría decirse que se trata del pequeño de la
madre, que no abandona esa posición. Y si recordamos inclu-
so la observación que hace Lacan con respecto al caso Juanito,
se podría decir que es un pene en el que hay una complica-
ción en la catectización, justamente, porque parece no haber
sido amenazado. No digo que sea homólogo a Juanito, pero
en ese punto evoca en algo a ese padre que no aparece en esa
posición, como dice Lacan, amenazante.

Patricia Markowicz. -Como dijo Ricardo Seldes, las pre-


guntas, das Klein.

Oiga Malina. -Carmen, vos denotás un significante que es


"magnanimidad", que parece dar cuenta de un estado del su-
jeto que no se define ni por lo masculino ni por lo femenino;

122
Discusión

es un:- sujeto "entre". Él se define como magnánimo ("Soy


magnánimo"), se define por el ser; es decir, pierdo, pero gano
algo en el orden del ser. Es decir que la salida se podría pen-
sar si está sintomada por ese lado, por ese significante en la
estructura, porque él pierde en lo real pero gana en lo simbó-
lico, porque eso nombra al sujeto. Pareciera que ésa es la po-
sibilidad de este sujeto de haber aceptado finalmente una
condición femenina, es decir, no todo: tiene el significante y
pierde en lo económico, pierde en lo real.

Marina Recalde. -Mi pregunta es muy breve entonces: me


llamó mucho la atención que vos, al principio de tu exposi-
ción, relatabas la presentación de este caso como momentos
de análisis. Hablabas de momentos de análisis y lo presenta-
bas como un inclasificable. Ricardo Seldes arriesgaba un diag-
nóstico, que era neurosis obsesiva, con el cual coincidiría. Me
preguntaba si desde esa perspectiva, entonces, no se puede
pensar que se trató en efecto, retroactivamente, de un análisis
con una salida vía la resolución curativa, en tanto y en cuan-
to hubo efectos, el sujeto que llega no es el mismo que se va
al final, y esto como efecto de su pasaje por el dispositivo.

Carmen Gonza1ez Tdboas. -Parece que con esto terminamos


la mesa. Quiero agradecer muy particularmente a los que ha-
blaron. Algunas personas que acá conversaron conmigo sa-
ben que tuvimos discusiones sobre este caso, porque
precisamente a mí me parecía que era un caso para ser pre-
sentado y discutido, un caso que forma parte de nuestra prác-
tica analítica. Precisamente, es un caso donde no hay ninguna
duda de que este sujeto se benefició de alguna manera, como
pudo, por obra del discurso analítico.
Entonces, por supuesto que acuerdo con Marina, absoluta-
mente. Y eso mismo, esas discusiones que tuve respecto de es-
te caso fueron las que me movieron un poco tozudamente a
presentarlo en las jornadas, obviamente.

Patricia Markowicz. -Gracias, Carmen.

VERSIÓN ESTABLECIDA POR LAURA VIGNOLA

123
''•

11
11
!\
ti

11

LAS ENSEÑANZAS DEL PASE
A. TESTIMONIOS DE LOS AE
,,,,
LA EFECTIVIDAD EN EL PASE

Guillermo Belaga

El psicoana1isis no se produce sin medios,


que 110 van a componerse sin personas,
ni sin contemporizar con ellas
J. LACAN1

l. La decisión

Voy a iniciar este trabajo situando qué acontecimientos y


hechos de lenguaje me decidieron a solicitar el pase a princi-
pios de este año. Dado que antes de que esto se manifestara,
específicamente en el momento de concluir, el pase se presen-
taría bajo otra forma. Me refiero a que, arribando al final, sur-
ge ante la perspectiva de la despedida la idea del pase como
un deber.
Esto sucedió en el momento donde se hizo evidente la sa-
lida del análisis, ya ubicados los efectos resolutivos, los acon-
tecimientos irreversibles. Obtenido un saber particular que no
estaba en sus inicios en ningún lado, pero que se había su-
puesto ordenado en la persona del analista. Entonces, habien-
do llegado a esa elaboración aparece con gran malestar esa
ocurrencia.
La misma, al ser comunicada, rápidamente se reveló por
su costado sintomático vinculado a aquel momento. En reali-
dad no era ése el carácter de la proposición del pase, y el ali-

l. Miller, J.-A., "Política lacaniana", en Colección Diva, Buenos Ai-


res, 1999, pág. 102.

129
Guillemw Belaga

vio dio paso a explicitar la verdadera razón de aquellos di-


chos: el agradecimiento por el recorrido efectuado.

2. Las razones

Las razones del pase se presentan después de la salida de


la experiencia analítica, a partir de las discusiones (a media-
dos de 1998) en tomo a "La autoridad analítica" en la EOL y
el debate en la AMP.
La Wirklichkeit a la que hacía referencia J.-A. Miller, lo que
efectivamente está arraigado en el presente, resonaba como lo
que efectivamente se hizo en un análisis. Y, junto con ese con-
cepto hegeliano, otra definición de la "Conversación sobre el
Significante Amo". Cito la frase, prácticamente un programa
·"...
,.. de trabajo: "En cierto sentido, toda la terminología analítica es
... una terminología del poder. ¿El inconsciente? No obedece a
'" nadie. La repetición: ¿cómo escapar a su influencia? La trans-
ferencia: análisis de la sugestión. ¿La pulsión? Es el sinthome
,t·
,,., como repetición". 2
Es así como en el pedido a la Escuela lo que prevaleció fue
el aspecto del Pase como apuesta institucional. Al respecto, al·
tiempo de la decisión le correspondió otro previo, que res-
pondía a una consecuencia del final que momentáneamente
llamaré de "increencia". Así, los efectos del debate motivaron
que retomara la confianza en la teoría del Pase, en los pasado-
res, en el jurado, en la Escuela, en su orientación y hasta en "el
espíritu del psicoanálisis".
En este sentido, comprobé ya como producto del disposi-
tivo en su vertiente clínica algo que me interesa destacar por
desprenderse del interés de los pasadores. Es así como a par-
tir de sus preguntas o pedidos de aclaración, se recuperaron
experiencias que permitieron avanzar en definiciones y rela-
ciones, resultando en un mayor progreso en la formalización.

2. Conversación sobre el Significante Amo, editado por la Asociación


Mundial de Psicoanálisis.

130
La efectividad en el pase

3. UnTacconto (apres-coup)

Una vez que me encontré frente a esta nueva instancia, se


pusieron en juego los siguientes rasgos: por un lado, el título
de médico y la crítica a la IPA. Afín a los grupos politizados
de los setenta, sus planteas hicieron que tomara una posición
opuesta a la misma, rastreable ahora en el cuestionamiento al
análisis didáctico. Por otro lado, la convicción del pasado de
que el psicoanálisis era un Bien derivó a un debate con las
neurociencias y la psiquiatría, ya no en los términos insoste-
nibles de la promesa de una cura, pero sí en la formulación de
una política explícita y deliberada en relación a esa interfase.
De este trabajo, que tiende en esos territorios a ubicar al suje-
to como respuesta de lo real, quedó como producto un libro.
Éste, recientemente publicado, reúne artículos suc~sivos,
escritos a lo largo de años y que tienen una progresión inter-
na. Los mismos hablan de investigaciones que fui realizando
en el Centro Descartes, en la Escuela, y afuera. El espíritu que
acompañó esa tarea se desarrolla en tomo de la enseñanza de
la presentación de enfermos, descartada la veta antipsiquiátri-
ca, retoma los elementos formales de la psiquiatría clásica pa-
ra entender el paradigma freudiano, y sobre todo el concepto
de real en Lacan. Lejos del psiquiatra que debe justificarse a la
vista del psicólogo, esta elaboración se detiene en un punto
de almohadillado. En este sentido, ha habido una construcción
de un estilo de la que no es posible desembarazarse, y donde
el sujeto de la enunciación entra en el enunciado.
Luego de esta primera parte, y pasando al relato de un as-
pecto del recorrido, subrayaré que la contingencia traumática
que provocó el primer pedido de tratamiento, ya en el mo-
mento del pase no era la tragedia de entonces. Sino que, co-
mo en una anamorfosis, tenía el carácter de un Witz.
Desde aquel inicio de consultas hasta la conclusión trans-
currieron diecisiete años, durante los cuales hubo varios tra-
tamientos, siendo el cuarto el análisis que llevó a la salida y
formalizó el ciclo transformacional de los anteriores.
El hecho que me lleva a consultar es el suicidio de mi abue-
lo materno, ocurrido en una modalidad violenta. A esa esce-

131
Guillemza Belaga

na siniestra se le impuso el sufrimiento por la pérdida de


quien ocupaba el ideal paternal en el mito materno. Esto me
sumió en un fenómeno de desrealización propio de la angus-
tia, y se inició un camino vectorizado en principio por la bús-
queda de la identificación "adecuada".
A partir de entonces comienzan tres tratamientos que se
caracterizan por sus transferencias laterales. Al primero llego
por un amigo que portaba las insignias paternas, y que a su
vez era paciente de ése terapeuta. El siguiente fue una deriva-
ción de éste, ya que se ausentaba del país. El último de la se-
rie fue por la recomendación de quien también se encontraba
involucrada en una trama, que se podría describir bajo la ló-
gica amorosa del tercero perjudicado.
,, .. ,
!

,¡111 Desde la perspectiva de la salida podría ubicar algunos


¡,,11
..... saldos y conclusiones de los mismos. En ese sentido, es una
',, ~ t
modalidad de entrada común en la exigencia de la falta en ser
de encontrar el significante amo, para luegó maniobrar sobre
el analista.
En el tratamiento inicial se resuelven algunas inhibiciones,
y la apuesta por el padre, propiciada por el terapeuta, lleva a
alojarme en uno de sus nombres: la Política. Este artificio .
abrochó un sentido, probablemente necesario para esa etapa,
dada la metonimia "yoica" que padecía. Asimismo, trajo co-
mo consecuencia el "exilio" en relación a la familia aglutina-
da en un renovado ideal religioso. Este aspecto, la vía de la
Religión, no podía ser la solución, en tanto el mismo nombre
propio ya oficiaba de obstáculo desde la infancia, como "e.m-
brollo" de identificaciones contradictorias.
El conflicto entre las dos vertientes familiares, judía -"pro-
gresista" y católica -"reaccionaria", se desplaza al campo de
la política, pero queda en el mismo universo semántico. Así
la sensación de libertad de La militancia, encuadrada por el
"populismo" de los setenta, encontró en el otro bando a un
tío materno-militar-activo representante de la dictadura. El
mismo pasará a encarnar la figura imaginaria feroz del su-
peryó.

132
La efectividad en el pase

Pude comprobar cómo estos Nombres-del-Padre: la Reli-


gión, la Política, y la Familia, conformaban el mismo nudo sin
escansión con respecto al modo de gozar.
El trabajo durante el análisis de las combinatorias signifi-
cantes, y una interpretación al modo de una escansión, permi-
tieron que los nombres propios perdieran sus "propiedades",
y que el mito tomara su inconsistencia.
Ahora bien, volviendo a un tiempo anterior. Al recibirme
de médico vacilo y me inclino por una solución de compromi-
so más cercana con los ideales familiares. Decido dedicarme a
la neurocirugía y a estudiar las localizaciones del lenguaje y
la conducta. Ese "castillo" construido durante un año se de-
rrumbó en un instante: en la primera urgencia quirúrgica se
repite ante mi vista la imagen de un cerebro destrozado. Las
consecuencias de este hecho marcarán la decisión irreversible
de practicar el psicoanálisis.
Es así que la "melancolización" de mi abuelo luego del fa-
llecimiento de su mujer y su desenlace, se tradujo en una in-
vestigación por la búsqueda del sentido de los síntomas.
Comienzo entonces la actividad en hospitales en una acti-
tud de oposición a la psiquiatría de la época, y la práctica c;iel
psicoanálisis articulada con la política. Por entonces, los treu-
do-marxistas locales me decepcionaban por su ortodoxia klei-
niana, y los textos y las referencias de Lacan ya eran parte de
mis lecturas. El problema era el prejuicio y la desconfianza
con el "lacanismo". Hallándome en esas cavilaciones, y en un
momento de división subjetiva, ·me precipito al pedido de
análisis, luego de escuchar la intervención del analista en una
Jornada del Campo Freudiano. En el acto, interrumpo latera-
pia que sostenía, donde ya todo en esos cincuenta minutos se
había tornado previsible. La institución del sujeto supuesto
saber se originará en una "equivocación" que tiene diferentes
planos: una frase que queda recortada, y aislada sobre "el va-
lor social del objeto", y unos comentarios sobre la persona del
analista que lo ubicaron en la vertiente imaginaria de los idea-
les, donde una "falsa percepción'' tuvo un efecto verdadero.

133
Guillemzo Belaga

Bastante tiempo después busqué aquella intervención y


encontré el siguiente párrafo: " ... el valor social, el valor signi-
ficante del objeto, encontrado en una red de circulación apa-
rece en Jacques Lacan junto a Lévi-Strauss con Marx en el
Seminario sobre el Fantasma".3
En ese tiempo de comprender ya se había develado lo que
el trauma portaba de sexual.
Por otro lado, durante el análisis la transferencia mostró de
entrada su poder de sugestión, que podría ilustrar en la indi-
cación de la lectura del texto de Lacan "La psiquiatría inglesa
y la guerra". Asimismo quedaría para desarrollar la afinidad
del sujeto supuesto saber con el significante que "aforiza" y el
superyó en su vertiente de goce.
Finalmente, será en la experiencia de lo contingente, junto
con la temporalidad del análisis entendida como "el tiempo
de la pérdida de la cosa por el lenguaje", como se fue demos-
trando un saber que reveló lo inesencial de la suposición que
se constituyó en las condiciones contextuales, simbólicas, ya
relatadas.
Conjuntamente, la orientación hacia lo real en la práctica
misma, que había empezado por un interés por la anorexia y las
psicosis, es decir la experiencia del goce ilimitado, y el"apa-
rato de influencia" de !alengua, fue constituyendo en el tiempo·
una posición de prudencia.

4. Para concluir

Y por último, ya en el momento de concluir, ocurre un he-


cho que se relata al analista con humor. Pasó que en forma im-
prevista muere el tío que mencioné, y frente a su tumba que
era también la de su padre, un poco antes del ritual del entie-
rro, encuentro al sepulturero con una bolsa de huesos. Comen-
ta: "No se preocupen que después los vuelvo a acomodar".
Para finalizar sólo resta agregar que con el espíritu del
Witz fue que ingresé al dispositivo del pase.
3. García, G., "A causa de la transferencia", en Cuatro recorri-
dos de la transferencia, Buenos Aires, Eolia, págs. 17-20.

134
EL ENCUENTRO CON EL PSICOANÁLISIS

Florencia Dassen

Desde Lacan no es posible separar lo que es del orden de


la transferencia, de lo que es del orden del deseo del analista.
Las enfermedades del sujeto supuesto saber son la efectua-
ción misma de ese deseo, siendo imposible por lo tanto situar
al acto analítico por fuera de lo que a cada analista le ocurre
en ese lugar y con cada analizante. La transferencia es ella con
los avatares del analista en ella. En este sentido, los adoquines
contra los que cada analista choca en el comienzo de su prác-
tica difícilmente no sean un índice privilegiado de su neuro-
sis.
No empecé mi práctica una vez que me desprendí de mi
horror a saber, por el contrario, hubo muchos años en los que
mi clínica era un tema permanente de análisis, y el control te-
nía la virtud de localizar el obstáculo que se presentaba con
algunos casos en los que el exceso de goce intimidaba al ana-
lista, y en tanto el horror venía a ocupar el lugar mismo del
objeto. La creencia del analista en lo traumático del goce la
dejaba más cerca de querer desprenderse de la transferencia
de la que era objeto que de rechazar ese desprendimiento.
Cernir esta tendencia es lo que desde un principio permitió
constatar en ella la cara real de la transferencia. Las modalida-
des del goce más intimidantes causaban una respuesta a la
que se puede llamar "política de evitación". Evitación a que
la demanda tuviera lugar, a que se abriera el desplazamiento
mismo de la transferencia del analizante al analista. Si eso la
miraba, eso no se dejaba leer de otro modo, hacía obstáculo a
la instalación misma de la suposición de saber, y favorecía en

135
Florenda Dassen

la modalidad de intervención cierto amortiguamiento por el


sentido, por el amor como cobertura al horror de saber. La po-
lítica de evitación era un modo de querer curarse de la trans-
ferencia, era la resistencia misma a que el sujeto supuesto
saber enferme.
Hoy, a ya casi tres años de la nominación y a cuatro años
del pedido de pase, en esta oportunidad de exponerme. a la
mirada de esos años transcurridos desde la salida del análisis,
puedo decir que si bien el saber sobre el real que dividía al su-
jeto tuvo el peso de una destitución subjetiva, no era así para
lo que compete al deser del analista. Lo que precipitó sobre el
final bajo el nombre de mirada rasgada es un punto de ine-
quívoco que, al entrar en las vueltas dichas en la experiencia
del pase, permitió cernir lo que hasta ese momento no se ha-
bía podido, lo que solemos llamar la caída del sujeto supuesto
saber, es decir, el punto de su equivocación. Su caída es la de-
ducción misma del sujeto supuesto saber como manifestación
sintomática del inconsciente. El significante cualquiera de la
transferencia, "único" que conjugaba con una condición del
amor, sólo al ser transferido a la Escuela, al ser desplazado vía
el pase, perdió el peso de la univocidad de la transferencia a
la que aún estaba adherido. Equivocar el único fue introducir
un desdoblamiento entre lo inaugural del análisis y lo inau-
gural de otra relación al saber en la Escuela por el nudo del
pase. El único poder de la transferencia es en definitiva el de
la transferencia misma, a condición de autorizarse a hacer uso
del mismo. Si la política de la evitación fue sostenida por una
huida de dicho poder, la política de la transferencia es la de la
experiencia de que el sujeto supuesto saber enferme. El pase
comenzaba a dar lugar a lo imprevisible, a lo impar, al pasaje
de lo ya sabido a lo que no sabía, lo que permitió localizar una
zona de ignorancia ya separada del análisis, la verificación
efectiva de lo nuevo. El pase fue un medio para comenzar a
tomar la palabra, soportar cargar sobre sí la función del suje-
to supuesto saber, dejándose reducir a un significante cual-
quiera. Para eso fue necesario dejar de amar el propio análisis.
El pase operó en el sentido de esta disyunción, dejar caer ese

136
El encuentro con el psicoanálisis

peso del sí mismo, para dar lugar a la responsabilidad con la


transferencia. Lo que no se liquida, el hueso de la transferen-
cia, no es un medio que permite proseguir construyendo el
saber, más bien es un resultado que pide verificación. El silen-
cio pulsional debía ceder al deseo de decir. Con el pase se
abrió un ángulo, el de la hendidura sobre la verdadera venta-
na al saber, que quedaba indicada en los controles: lo imposible
del lugar del analista, con lo que había que poder arreglárse-
las. Sólo se trataba de responder allí cada vez. El único modo
era hacer la experiencia, no evitarla, poner algo de sí, un ras-
go, y dejar de trabajar para el Otro. Equivocar el sujeto
supuesto saber, es también cernir que es siempre enfermo,
que no llega por un efecto de cadena generacional a su desti-
natario, a nombrar un analista, sino que éste debe tomar su
relevo y atravesar la experiencia de su caducidad. Lo que ca-
duca es el sujeto supuesto al saber lo supuesto del saber, por
el contrario, es lo que para un analista no termina nunca, des-
de que el sujeto es dividido.
El encuentro con el psicoanálisis, hacerse a esa causa, sólo
fue posible cuando dejé de mirarlo con los propios ojos, y co-
mencé a mirarlo con los del psicoanálisis.

137
EL DESEO DEL ANALISTA,
UNA CUESTIÓN DE HORIZONTE

Antbal Leserre

1. Introducción

Título que a mi entender enfatiza lo expresado por Lacan


al decir que el deseo del analista es lo que, en última instan-
cia, opera en el psicoanálisis. 1
Presento a la discusión una serie de puntos que tratan de
conjugar -a pedido de los organizadores- cuestiones relativas
al testimonio, dado durante estos casi ya tres años desde la
nominación recibida, con el tema de las Jornadas. Denomino
a esta intención descripta: declaración de principios. Toman-
do "declaración" en el sentido de exponer, y "principios" en
su acepción lógica, es decir, como aquello que funda y funda-
mente una acción. 2 Sintetizo: presento a consideración una se-
rie de reflexiones -que por supuesto requieren más desarrollo
que el que expondré- referidas a la elección por el pase, ya
que ésta se mantiene más allá de la duración de la nomina-
ción, en tanto el Pase y la Escuela sostienen, en su realización,
el presente de hacer existir el inconsciente y que éste no se di-
luya por los cantos de sirena que el sentido contemporáneo
cierne sobre la subjetividad de la época.

1. Lacan, J., ''Del Trieb de Freud y del deseo del psicoanalista", en


Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI, 1981, pág. 833. El párrafo dice:
"Pues, lo hemos dicho sin entrar en el resorte de la transferencia, es el
deseo del analista el que én último término opera en el psicoanálisis".
2. Subrayo que el término "principio" lo extraigo de la aplicación
que hace de él J.-A. Miller en su seminario "Política lacaniana", en
Colección Diva, Buenos Aires, 1999.

139
Aníbal Leserre

2. Una insistencia

Sobre un problema crucial señalado por Lacan con respec-


to al Uno de la representación, y su esfuerzo en conjugarlo en
su teoría del sujeto y del nombre propio.3 Dicho más sencilla-
mente, el fin de análisis es un límite, pero con resto; un lími-
te bajo una formulación significante singular. La nominación
que recae sobre esta marca no pone en duda que haya trans-
misión, pero nos enfrenta como Escuela a las variantes de có-
mo posibilitarla ubic\mdola en la tensión entre el concepto
Escuela y el grupo.

3. Función y campo del lenguaje

La elaboración no puede desprenderse del campo dellen-


guaje,4 la función puede llevar al límite el decir. Adelanto así
la idea de que la función del sujeto supuesto saber no opera
sólo sobre la sutura del sujeto, sino que he apoyado mi testi-
monio en el empalme entre las condiciones de goce y la pre-
sencia del analista en la transferencia. 5 Dicho de otra manera,
si la presencia no obtura el supuesto, el sujeto supuesto saber
desde su inicio lleva al desenlace de la relación entre sentido
y real. 6 Las consecuencias de este proceso en lo particular las
refiero al saber hacer ya no como respuesta a un "porqué", y
las diré haciendo mías unas palabras de J. Lacan. Simplemen-

3. Esta problemática es señalada y desarrollada por Éric Laure~t


en su curso Las paradojas de la identificación, EOL-Paidós, Colección
Orientación Lacaniana, Buenos Aires, 1999.
4. Tomamos aquí lenguaje bajo la definición dada por Lacan: "El
lenguaje es lo que se procura saber respecto de la función de lalengua",
en El Seminario, Libro 20, Aun, Paidós, Buenos Aires, 1981, pág. 167.
5. Leserre, A., "El síntoma como vía regia al goce", Revista Más
Uno, na 4, Buenos Aires, julio de 1999.
6. Esta conclusión se extrae de la lectura del artículo de J.-A. Mi-
ller, "La sutura", en Maternas II, Manantial, Buenos Aires, 1988; así

140
El deseo del analista, una cuestión de horizonte

te, encontrar una manera (maneras) sobre lo que no sé cómo


hacer, ni con la verdad, ni con la mujer, ya que, para un hom-
bre, una y otra son la misma cosa.7 Con una y otra, la búsque-
da de un nuevo comienzo (repetición) que me diera la certeza
de una verdad (sentido) y la existencia de La mujer. Así ubi-
qué -en mi testimonio- un recorrido de vida desde la matriz
edípica a la religión, y de ella a la política, pasando luego al
psicoanálisis (pasajes con sus respectivos cimbronazos). Sin
embargo, el pasaje del psicoanálisis al psicoanálisis permite el
anudamiento entre destino y contingencia. Claro que todo esto
me hace ser un poco más responsable con mi hacer y también
un poco más exigente con lo que espero de la colectividad
analítica, pero no se trata de la ilusión de un porvenir, sino
que ubico, en perspectiva, sobre el deseo del analista.

4. El dispositivo del pase como elaboración

Si el recorrido de un análisis va de la verdad al saber, el


dispositivo del pase, como suplemento del dispositivo analí-
tico,S redobla la posibilidad de articular el saber, no ya bajo
transferencia, sino desde la transferencia al psicoanálisis.

5. El deseo del analista y el sujeto supuesto saber

Ubico la tensión entre pase y sujeto supuesto saber/ no co-


mo algo a resolver, sino a tener presente como tema crucial en
tanto obtenemos, vía el pase, los resultados -si así podemos

como de la lectura de Jacques Lacan, "Seminario 23, Le sinthome",


clase del 13 de enero de 1976, "Verdades primeras", inédito.
7. Lacan, J., El Seminario, Libro 20, ob. cit., pág. 145.
8. Tomo la expresión y la idea de J.-A. Miller en el seminario "Po-
lítica lacaniana", ob. cit.
9. Idem, nota 8, pág. 25.

141
Aníbal Lesen·e

expresarnos- de las maneras de ubicarse de los practicantes


en el lugar del sujeto supuesto saber, ya que el mismo impli-
ca ubicarse como cero de la cadena significante a desarrollar.
Desde esta perspectiva, señalo que el deseo del analista impli-
ca que el analista responda al objeto que no sea idéntico a sí
mismo; en otros términos, que la presencia no sea idéntica a
la persona. Cuestión que permite ubicar una enfermedad del
sujeto supuesto saber: pensar el supuesto en términos de pro-
fundidad y el analista, su saber, como metalenguaje.
'

6. La ausencia de salida y la Orientación Lacaniana

Como consecuencia de los puntos anteriores podemos


pensar y ubicar el límite del lenguaje en la experiencia de Es-
cuela, bajo el trípode: ciencia-política-clínica, como respuesta
a la aporía analítica, definida como "la ausencia de salida
trasformada en pasaje". 10 Tres dimensiones que en la Escuela
del pase implican la posibilidad de transmisión de lo imposi-
ble de decir, que apunta a lo real de la experiencia analítica, a
lo real del inconsciente. Sostengo, en un sentido, al pase como
pérdida, no sólo en la dimensión temporal de su procedi-
miento, sino que implica una transmisión por la vía de la pér-
dida, y constituye en sí mismo una dimensión del concepto
de Escuela.U
Poder elaborar sobre la pérdida, enlaza las tres dimensio-
nes señaladas. Elaboración de saber obtenido sobre la relación
pérdida y causa analítica y elaboración entre deseo del analis-
ta y causa analítica, teniendo en cuenta que la dimensión del
deseo nunca hará equivalente el objeto con la causa. La ausen-
cia de salida -la aporía que antes señalábamos en la relación
a la pérdida- nos ubica frente al pase, y frente a los AE , no es-

10. Miller, J. -A., Los signos del goce, Paidós, Buenos Aires, 1998.
11. Leserre, A., "Historizar el análisis", en Pase y transmisión 2,
Colección Orientación Lacaniana, Serie Testimonios y Conferencias,
Buenos Aires, 1999, pág. 63.

142
El deseo del analista, una cuestión de horizonte

perando el todo, lo completo, sino en la dimensión de apues-


ta sostenida por Lacan.

7. El resto

Freud le escribe a Fliess en abril de 1900, sobre un pacien-


te que ha finalizado su análisis, en estos términos: "E. conclu-
yó, por fin, su carrera como paciente mío con una invitación
a cenar a mi casa. Su enigma está casi totalmente resuelto, [... ]
subsiste[ ... ] un resto[ ... ]" y termina diciendo: "En todo caso,
mantendré un ojo vigilante sobre este hombre ... " .12 Mucho po-
demos decir sobre esta carta, reitero, de 1900, solamente me
permito la ficción de decir que mientras se come se conversa.
Y que la conversación sensata vectoriza el deseo del analista,
en la comunidad analítica.

8. El Nombre Propio como resto

El título subraya lo que considero un tema crucial, lo situa-


remos desde la formulación inicial de este trabajo: el deseo
del analista es lo que, en última instancia, opera en el psicoa-
nálisis. Opera desde el resto pulsional, desde el resto transfe-
rencia!, desde el resto que queda como Nombre Propio. 13
Podemos, entonces, plantear la hipótesis de que la marca del
deseo del analista es siempre difícil de captar, es lo que ha
operado (pasado), es lo que opera (presente) y es el horizonte
para la existencia del psicoanálisis. Trabajar las enfermedades
del sujeto supuesto saber me parece un tema muy adecuado
para vectorizar el deseo del analista pero, también, el deseo'
del analizante, que lleva su saber más allá del supuesto. De-

12. El extracto remite a una carta citada por James Strachey en su


introducción al texto de Freud "Análisis terminable e interminable",
en O. C., Amorrortu, t. XXIII, pág. 217.
13. Ídem, nota 3, pág. 67.

143
U¡'JiVERSiDAC DE.ANTiOQUlA
01 I()TJ;~A í'&;;MTCA 1
Aníbal Leserre

seo del analizante que se podría definir como un enunciado


fantasmático que viene al lugar del verdadero nombre, pero
ésta no sería una definición concordante con la enseñanza de
Lacan. La Tesis de Lacan es que no se subsume uno en el otro
(enunciado fantasmático y nombre propio) y la serie hetero-
génea de los testimonios de los AE comprueba esta tesis, en
tanto nos dice cada uno sobre el resto y cómo se han separa-
do del porqué". 14 Y así, podemos ubicar otra posible enfer-
11

medad del sujeto supuesto saber, cuando la particularidad


del analista obtura el lugar (presencia identificatoria) del
nombre propio a venir. Es una enfermedad del sujeto
supuesto saber que trasladada al marco colectivo implica la
ausencia de esos nombres propios devenidos del análisis pa-
ra mantener la homogeneidad de un saber supuesto, obturan-
do lo nuevo, poniendo trabas a la rueda de lo heterogéneo.

9. El deseo del analista, una cuestión de horizonte

El deseo del analista es inseparable de todo lo que concier-


ne al pase. Esta perspectiva, en un sentido, nos señala que no
se trata de que un testimonio concluya definitivamente sobre
el tema, sino que muestra, sobre el trípode que sostengo en
esta presentación: pase-deseo del analista-horizonte, un vec-
tor contrario a los relevos instituidos que se coagulan ense-
guida en corporaciones exclusivas, normativas, dogmáticas y
ritualizables. J. -A. Miller ha señalado el peligro de que el pa-
se se convierta en ceremonia. 15 Me parece que mientras lo ins-
titucional no borre los restos de Nombres propios, esto no
ocurrirá; soy prudentemente optimista. Por eso concluyo di-
ciendo que tomar la idea del deseo del analista como horizonte
(respondiendo al concepto mismo de deseo, el deseo siempre
es una cuestión de horizonte) permite -siempre en tiempo

1~. Esta parte del texto está inspirada en el desarrollo realizado


por E. Laurent, oh. cit.
15. Ibíd., nota 9.

144
El deseo del analista, una cuestión de horizonte

presente-- que el discurso analítico tenga su oportunidad. Y


también me ha permitido explicarme -no digo que lo explica
completamente-- el por qué siempre la comunidad espera al-
go más sobre el deseo del analista en los testimonios.

145
EL ECLIPSE DEL SUJETO
SUPUESTO SABER

Vicente Palomera

En el testimonio de AE presentado en Barcelona, la pre-


gunta central se refería a qué había encontrado tras reconocer
el final del análisis. Al finalizar el testimonio con los pasado-
res les había dicho que ahora se daba cuenta que las fórmulas
del mito individual de su neurosis se podían tomar como el
saber (S:J que se depositó en el lugar de la verdad del discur-
so del analista. Esas fórmulas (S:J formaban el marco que el
saber da a lo no sabido (a). Esas letras eran pues lo que él en-
contró como surgimiento del"hiato irreductible entre signifi-
cante y significado", como dice Lacan en la "Proposición del
9 de octubre ... ". 1 La mentira del fantasma era lo que había ta-
ponado, cancelado ese hiato. En otras palabras, al final del ar-
co completo de la cura analítica, cayó lo que constituía el
referente del par significante-significado.
En esa caída aparecería, a modo de desecho, el ser del su-
jeto.
Con respecto a la cuestión del saber, tal como se aborda en
estas Jornadas, recordaremos que refiriéndose al momento
del pase, Lacan habló del"eclipse del saber". El saber del su-
jeto en general no es lo que está en juego en esta expresión.

1. Omicar?, 1, Barcelona, Petrel, pág. 22.

147
Vicente Palomera

Ese saber no desaparece. sino que cambia de tonalidad en el


momento de la caída del objeto, en el momento del atravesa-
miento del fantasma. ¿Qué es pues lo que está en juego en el
"eclipse del saber"? Al final del análisis, el sujeto supuesto
saber sufrió una "inversión lógica". Es decir, al convertirse en
lo que sostenía el supuesto saber, al devenir él mismo el ser
delsaber, dejó de atribuírselo al Otro, al analista, lo que él no
sabía de este "ser del saber". Él se encontró pues con lo que
no sabía en la "suposición de saber", que aquello que no se sa-
bía no era el saber, sino el ser del saber. Esa "inversión lógica"
se produjo en el momento en que él dejó de atribuir al analis-
ta lo que no sabía de este ser del saber. Al volverse él mismo
este ser, el analista perdió su estatuto de agalma. Esta expe-
riencia fue para él la revelación de lo inesencial del sujeto
supuesto saber, esto es, que no había "ser del saber como su-
puesto al analista".
¿Cómo ocurrió este acontecimiento?

El tiempo del pase

El pase tuvo lugar en una verdadera encrucijada de cami-


nos. Su trama se articularía en varios tiempos diferenciados.
Solicitó a la Escuela hacer uso del dispositivo del pase tres
años después de haber reconocido el final de su análisis. El
llamado momento clínico del pase tuvo lugar mientras fun-
cionaba como pasador en el dispositivo del pase de la Escue-
la Europea de Psicoanálisis. Había figurado en una primera
lista de pasadores, lista excepcionalmente pública, y tuvo
que aguardar a concluir su tarea de pasador hasta poder
franquear él mismo la puerta del dispositivo del pase. Ese
franqueamiento se producirá en los albores de una crisis ins-
titucional. Las respuestas a dicha crisis pondrían en juego
inevitablemente la lógica del"uno por uno", lógica que la su-
puesta unidad del grupo sueña con clausurar. Se comproba-
ría, una vez más, cómo en el comienzo de toda época, en la
salida de toda crisis, aparece una evidencia y que sólo se sa-

148
El eclipse del sujeto supuesto saber

le por ella. Para él, esta evidencia se articulará con la convic-


ción del pase, mostrándole el carácter que ha de tener la ver-
dad de la que se puede vivir.
¿Cómo franqueó esa puerta?

Duelo y transferencia

Entró como pasador en el dispositivo en un momento de


máxima dificultad para él, estaba aún sumido en el duelo por
la muerte de su padre. Una cierta pérdida de interés en la vi-
da se traducía en un extraño sentimiento de que la muerte era,
de repente, capaz de devorarlo todo si había podido llevarse a
un ser tan querido. Ese afecto depresivo tenía además su im-
pacto en un análisis que entraba en el final de la partida.
La vuelta al análisis se le hizo penosa. Abatido, él tenía que
encontrar el coraje, entre otras cosas, para seguir aplicando la
regla freudiana. ·
El imperativo de la asociación libre hace que el trabajo ana-
lítico sea homólogo al trabajo del duelo. En efecto, a partir de
la regla fundamental, el sujeto experimenta no sólo su aliena-
ción a los significantes amo de su discurso, sino que, al mis-
mo tiempo, experimenta que le falta aquella parte que daría
la medida de esa alienación a aquéllos. El dispositivo analíti-
co produce automáticamente este efecto a partir del momen-
to en que el sujeto se presta a la ley de la asociación libre.
Serge Cottet 2 describe muy bien cómo, en la cura, se produce
algo equivalente a lo que en el duelo es el tratamiento de las
demandas de la realidad: lo que uno querría callar tiene que
decirlo. Es por ello que se produce una operación de pérdida,
no la pérdida de un objeto sino la de su brillo fálico (-<¡>).
En esta perspectiva, el duelo se hace difícil, no tanto por la
pérdida del objeto como por perder la posibilidad de saber
qué objeto era uno para el deseo del Otro.

2. Cottet, S., "La belle inertie", en Ornicar?, 32, pág. 79.

149
Vicente Palomera

En el transcurso d~l análisis se habían podido construir es-


cenas donde la voz del padre procuraba una satisfacción nar-
cisista del sujeto. Él había hecho de esa voz un.órgano de su
satisfacción narcisista. Ahora, en pleno duelo, entró en un si-
lencio que surgió junto a una fase de transferencia negativa
que incluía también una "reivindicación orgullosa del sufri-
miento". Esta fase duró poco, el tiempo en que una sencilla
intervención del analista le aliviara de esa inopinada manifes-
tación transferencia!. Salió del silencio no sin saber de su mo-
dalidad de hacerse voz en el Otro. Pero la enseñanza más
importante estaba aún por venir.
Pocos meses después, su analista, que sin duda guardaba
la esencia de lo que a él mismo le pasó como un duelo, le brin-
daría una ocasión de oro al sugerir su nombre como pasador.
Fue para él toda una sorpresa.

Una pareja irresistible

Lacan habló en una ocasión de la satisfacción del final del


análisis. 3 Aunque ésta no promete ninguna pretendida armo-
nía, es siempre verificable y coincide con el momento de des-
titución subjetiva. En el encuentro con uno de los primeros
pasantes, él -como pasador-la verificó claramente.
Este pasante era un hombre mayor que él. Era alguien que
había logrado alcanzar en su análisis el cambio del pase, un
verdadero cambio subjetivo. El viraje producido por este pa-
se estaba sostenido además por una demostración lógica rigu-
rosa e impecable. Todo ello se traducía además en un cambio
de deseo: el análisis había llegado a producir en ese pasante
una nueva capacidad, una posibilidad nueva y su correlato: la
posibilidad de hacerse el soporte del discurso psicoanalítico.
La confianza entre él y el pasante fue mutua. Lo escópico
era fundamental en ese testimonio y se puso mucho énfasis

3. Lacan, J., "Función y campo de la palabra y del lenguaje", en


Escritos 1, Buenos Aires, Siglo XXI, 1985, pág. 309.

150
El eclipse del sujeto supuesto saber

en eso. El estilo escópico de enamoramiento puede hacer que


uno no vea. Escuchando el relato del pasante, él también tra-
taba de saber por qué no veía el objeto que siempre lo decep-
cionaba. Tomando la fórmula de R. Coridian,4 el pasante y el
pasador forman una "pareja irresistible". J.-A. Miller en Los
signos del goce formalizó los fundamentos lógicos de la pareja
pasante-pasador al demostrar cómo se articulan el deser y la
destitución subjetiva.5 Como pasador, él quería encontrar el
medio de franquear su propio pase, ya no tenía de su lado la
seguridad que da el fantasma. Dicha seguridad había zozo-
brado y en el vuelco había atisbado "lo inesencial del sujeto
supuesto saber".
En un párrafo de "Observación sobre el informe de Daniel·
Lagache" Lacan escribe: " ...incluso si es su término, no es el
fin del análisis, y aun si se ve en ello el fin de los medios que
el análisis ha empleado, no son los medios de su fin". 6 Leguil
llamó la atención sobre ese momento/ al señalar que el ana-
lista debe hacer que el análisis continúe cuando la transferen-
cia ha sido dañada, que debe mantener la posibilidad de que
su paciente vaya más lejos cuando está afectada la transferen-
cia. Lo que debe ir más allá de los medios del analista es tam-
bién algo que está más allá de la reducción de los ideales de
la persona.
Digamos, para resumir, que si bien en el análisis ya se ha-
bían agotado y llevado a su término los medios que son del
sujeto supuesto saber, el nombramiento como pasador le dio
a él la ocasión de encontrar otros medios para alcanzar el fin.
En esta fase donde atisba la separación, se necesitan no tanto
los elementos (significantes) como la parte (pars).

4. Coridian, R., "Flashes sobre el pasador", Uno por Uno, 40, 1994,
pág. 55-58.
5. Miller, J.-A., Los signos del goce, Buenos Aires, Paidós, 1998,
pág. 201.
6. Lacan, J., "Observación sobre el infoiTIJ.e de Daniel Lagache",
en Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI, 1987, pág. 661.
7. Leguil, F., "Acerca del pase", Revista del Simposio del Campo
Freudiano, Buenos Aires, 1989.

151
Vicente Palomera

Parafraseando a Groucho Marx, se necesita more timber!


(¡más madera!).
La madera es esencial. Ya Freud se lo señalaba al suizo
Pfister: "Las cosas psicoanalíticas no son comprensibles más
que si son relativamente completas y detalladas, así como el
análisis mismo no marcha más que si el paciente desciende de
abstracciones sustitutivas hasta los más pequeños detalles.
"Resulta por tanto que la discreción es incompatible con
una buena exposición del análisis; es necesario ser sin escrú-
pulos, exponerse, ofrecerse a los leones, traicionarse, condu-
cirse como un artista que compra las pinturas con el dinero de
la familia y quema los muebles para que no sienta frío su mo-
delo".8
Pues bien, él también aprovecharía la "madera" del dispo-
sitivo del pase y la del mencionado pasante para alcanzar lo
que había devenido necesario a partir de la maraña de signi-
ficantes con los que su síntoma se fabricó.
Pero, y para proseguir con el símil, para prender fuego a la
madera que calienta el modelo hace falta alguna chispa. Co-
mo señala Lacan: "Entre el significante enigmático del trauma
sexual y el término al que viene a sustituirse en una cadena
significante actual" hacía falta encontrar "la chispa que fijaba
el síntoma" .9 Aunque más que una chispa él se encontró con
el relámpago que traía el pasante.
Del testimonio de aquel pasante, lo que más le impactó fue
justamente una interpretación del analista que había dado la
clave de su entrada en análisis, con todos los efectos de histe-
rización. En dicha interpretación, el analista del pasante deja-.
ba vacío ese lugar de la transferencia calentado por el padre,
marcando de un solo golpe, el camino para que adviniera el
ser del saber que soportaría la operación analítica.

8. Freud, S. y Pfister, P., Bríefe (1909-1939), S. Fisher, Francfort,


carta del 5 de junio de 1910.
9. Lacan, J., "La instancia de la letra en el inconsciente o la razón
desde Freud", en Escritos 1, Buenos Aires, Siglo XXI, 1985, pág. 498.

152
El eclipse del sujeto supuesto saber

La chispa

Para él, que como pasador estaba atento a todos los deta-
lles del testimonio del pasante, esa interpretación caería sobre
terreno abonado. Al terminar las entrevistas con el pasante re-
cordó el mensaje que, justo un año antes, había recibido de la
misma persona que había sido el analista de este pasante. Le
había escrito de su puño y letra unas simples líneas de
condolencia: "Me entero con tristeza de la muerte de su padre
y, al mismo tiempo, de que él fue un combatiente juvenil del
Ejército de la República, etc." Estas líneas lo habían sacudido
no sólo mental sino físicamente encontrándose en una situa-
ción que pudo entender perfectamente al leer el relato póstu-
mo de Albert Camus, El primer hombre, donde el personaje
apócrifo de-la novela encarna al propio autor visitando la
tumba de su padre. Al leer las fechas de la lápida, se percata
entonces de haberla ignorado: ¡el hombre de más de cuarenta
años estaba frente a la tumba de un chico de veinte!, " ... algo
había ahí que escapaba al orden natural y, a decir verdad, ni
siquiera tal orden existía, sino sólo la locura y el caos en el
momento en el que el hijo era más viejo que el padre".
Todo estaba allí. Aquella simple nota de condolencia le había
hecho ver el "joven" que vivía confrontado con el ideal del
gran hombre.
Al igual que "la cosa miel esperaba a la cosa tabaco" 10
-como dice Lacan parafraseando a Lévi-Strauss, para hacer
entender que el goce supuestamente infinito del Otro estaba
marcado, desde el origen, por la falta-, él comprobó de qué
manera "el grande (mayor) esperaba al pequeño (joven)".
En la lógica de su vida cuando ambos significantes se encon-
traban se producían consecuencias, para lo bueno y para lo
malo.
Aquellas líneas, de un solo golpe, desbarataron el poinqon
del fantasma.

10. Lacan, J., "Seminario 14, La lógica del fantasma", inédito.

153
Vicente Palomera

Digamos que fue la mirada de un "joven turco" la que se


había introducido en esa otra mirada que mantenía al padre
cual Hyperión, el querido de los dioses, es decir, en una mira-
da que sólo "realizaba lo simbólico de lo imaginario".
Este momento fue inestimable para él. Lo entenderá re-
troactivamente, pero ya no podía seguir experimentándose
como sostenido por sus ideales.
Destituido de la posición de sujeto del significante, inopi-
nadamente empezarán a engarzarse aquellos recuerdos en los
que se experimenta como objeto a y añadiré que venían con
cierta repulsión.

La interpretación inaugural

Todo lo anterim: sólo se entendería desde la interpretación


inaugural que había dado la clave de la entrada en su análisis.
Las entrevistas preliminares se habían desarrollado en un
contexto de dolor, con los rasgos de la angustia y la culpabili-
dad propios de la posición del excluido.
En una de ellas, tras el relato de un acting-out donde lo que
se ponía en escena era salvar al padre, el analista introdujo, en
la sincronía de los significantes que allí se componían, algo
que bruscamente hizo posible su traducción y que le permitió
descifrar la diacronía de las repeticiones inconscientes, devol-
viéndole, de nuevo, al relato traumático del padre como
joven adolescente recién llegado a la gran ciudad. Fue así co-
mo él se encontró con la parte faltante que la función del Otro
mantenía oculta. 11 A continuación, al ir a evocar la constela-
ción de su nacimiento, en la que su vida estuvo en grave ries-
go, él se quedó sin palabras. De este modo se le reveló el lugar
de lo indecible. Activada la verdad en el lugar del saber, pre-
cipitando los significantes que luego le explicarían el desenla-

11. Lacan, J., "La dirección de la cura y los principios de supo-


der", en Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI, 1985, pág. 573.

154
El eclipse del sujeto supuesto saber

ce de su análisis. Pero aún sería menester pasar por el largo


circuito de la transferencia para encadenar esas letras riguro-
sas donde lo no sabido se ordena como el marco del saber. El
primer esbozo de dicho marco se había presentado con el se-
llo de lo que Lacan llamó la "insondable relación que une al
niño con los pensamientos que rodearon su concepción".
El análisis propiamente dicho empezó, pues, aislando el
goce que dividía al sujeto y las identificaciones fundamenta-
les con las que se peleaba en su vida. Su recorrido se jugaría
entre estos dos polos.

Imaginar lo simbólico de lo real

El hecho de que el psicoanálisis trabaje sobre lo simbólico


hace posible orientar la pantalla imaginaria para recibir la
imagen del fantasma, imagen que soporta el peso y el precio
del deseo.
No hay que despreciar nunca esta dimensión de lo imagi-
nario. Siempre se puede demostrar que la pantalla imaginaria
es esencial. En su seminario "De un Otro al otro", Lacan dirá a
este respecto que lo imaginario es el único lugar donde se
puede revelar lo simbólico al sujeto, es decir, saber cómo uno
es contado en el campo de Otro. Es gracias a esto que se pue-
de demostrar el lugar que él ocupaba en el campo del Otro y,
por lo tanto, la extracción de este lugar.
Un sueño de transferencia vino a marcar el paso previo ne-
cesario para desplegar la imagen del fantasma. Se necesitó un
despoblamiento imaginario previo. Un acontecimiento moti-
vó la emergencia del mismo: fue el impacto causado por la vi-
sión de su analista afrontando el ser para la muerte, en
ocasión del fallecimiento de un colega. En el sueño el sujeto
está solo, a su lado el Monasterio de San Lorenzo del Escorial.
Todo está vacío y hay una gran calma. ·
Este sueño, con su calma y apacibilidad, con esa máscara
de tranquilidad, le enseñará algo importante: no quedarse
nunca en los efectos de superficie que las máscaras de la

155
Vicente Palomera

muerte nos ponen, sean éstos los limpios muros de San Lo-
renzo del Escorial o de los Lamentos, años después, en Jeru-
salén. El sujeto aprenderá que sumergida bajo esas máscaras
aguarda la presencia enigmática del deseo del Otro. En la es-
cena que precedía ese sueño el analista le había dado la pérti-
ga para saltar esos muros. Pero ¿qué se encontró al otro lado?
Es lo que puso en juego un segundo sueño. En verdad, fue
más bien un sueño de angustia en el que se proyectaba el mo-
vimiento del sujeto Íl).tentando ayudar a alguien de edad
avanzada, de sexo indiscernible, recostado en una cama y que
intenta incorporarse. Su boca abierta no puede pronunciar
palabra. Al ir a ayudarle, el soñante es sacudido hacia atrás. ·
El analista sólo le pedirá que escriba el sueño. En efecto, el
sueño era una contracción del fantasma sobre un borde pul-
sional y se tratará de leer en esa página el goce que esas letras
contenían. En el pase, el desciframiento del sueño le llevará a
esclarecer el axioma del fantasma.
Esa página a leer en el análisis fue también desde la exal-
tación ante el animal indecible del álbum infantil -imagen
misma del superyó que detentaba la clave del descubrimiento
de la castración-, hasta la experiencia de un goce inesperado
en el joven adolescente cuando, en la cúspide de la angustia,
tenía que entregar las hojas que recogían su obra.

Imaginar lo real de lo simbólico

Un enunciado del testimonio de Hugo Freda12 lo orientará


en el momento de encontrarse con los pasadores: "había que
encontrar las fórmulas".
Las entrevistas con los pasadores fueron para él un ejerci-
cio de demostración, además de una experiencia inolvidable.
Los pasadores fueron un hombre y una mujer. Los vi en este

12. Freda, F. H., "Entre la voix et le rire", trabajo presentado en el


marco del IX Encuentro Internacional del Campo Freudiano, Los po-
deres de la palabra, Buenos Aires, 1996.

156
El eclipse del sujeto supuesto saber

orden·. Ellos desempeñaban además la función que a él le ha-


bía dado la clave del final de su análisis. Sus preguntas o pe-
didos de aclaración fueron pocos y precisos. Sin apartarle de
lo que quería transmitirles, le ayudaron a leer aún mejor lo
que quería pasar al cartel. En este testimonio él les rinde su
tributo a ambos.
Con los pasadores, él transmitió las desinencias de la
"mentira del fantasma" y cómo ésta se sostepía en la identifi-
cación del sujeto al objeto de la demanda de amor. La separa-
ción del falo imaginario fue destacada al introducir la primera
frase que había presidido el encuentro de sus padres:
Ella habría dicho: "¿Yo con alguien tan mayor?". Esta sola fra-
se explicaba cómo la "mentira del fantasma" era tributaria del
efecto de torsión que Lévi-Strauss introdujo en la fórmula ca-
nónica de los mitos, operación que implica una doble permu-
tación entre el valor de término y el valor de función.
Después de las entrevistas con los pasadores, al aplicar esa
fórmula canónica al análisis de los dos traumatismos necesa-
rios para que naciera el mito individual en que consistía su
neurosis, él "había encontrado una expresión precisa y rigu-
rosa de la ley genética del mito": 13

Fx (a): Fy (b):: Fx (b): Fa-1 (y)*

Fjoven Fgrande Fjoven Fhombre -1


(hombre) : (mujer) :: (mujer) : (grande)

Si bien lo que se dice a los dos pasadores es prácticamente


lo mismo, el decir es distinto. Con el pasador-mujer hubo al-
go más. Al terminar el testimonio ella se reservó un turno pa-
ra preguntar y pedir alguna aclaración más. Su pregunta
concernía a la "fórmula del fantasma". Muchas veces puede
haber demostración del pase sin que el pasante tenga la frase
del fantasma.

13. Léví-Strauss, C., "La estructura de los mitos", en Antropología


estructural, Buenos Aires, Eudeba.

157
Vicente Palomera

De entrada, él había quedado con el pasador-hombre que


lo llamaría cuando terminara su testimonio con el otro pasa-
dor. Lo llamó para informarle que había concluido las entre-
vistas y, aprovechando lo que él sabía de su posición frente al
Otro sexo, añadió algo más: un inocente chiste que surgía del
goce típico del "entre hombres solos". Esa anécdota fue la que
le iba a mostrar lo que el fantasma no sabía, a saber, que el
fantasma se protege del peligro desconociendo la pulsión.
El problema del acto ¡:;e le planteará entonces al sujeto en un
"salto impulsivo a lo real a través del aro de papel del fantas-
ma", salto que se produjo como un acto logrado, como un sín-
toma que dejaba ver claramente una tendencia. Se trataba de
un elemento altamente significante y estaba estructurado al
mismo nivel que el fantasma. Al no poderse deslizar hacia el
fantasma, la pulsión apuntó, en ese salto, al S(.q\). Digamos,
para resumir, que finalmente "él le dio la palabra a ella". El
pasante requirió una vez más de los pasadores para dar más
información. La dimensión del dicho y del hecho son insepa-
rables y el acto estaba para ser dicho. Sería de este modo co-
mo el sujeto entendería qué quiere decir que "la experiencia
del fantasma fundamental se convierte en pulsión".

158
DEL SÍNTOMA DE LA IDENTIFICACIÓN
A LA IDENTIFICACIÓN AL SÍNTOMA

Celso Rennó Lima

En la transferencia, el analista es el sujeto supuesto


saber y no es errado suponerlo, si él sabe en qué consis-
te el inconsciente por ser un saber que se articula con
!alengua, no anudándose a él el cuerpo que allí habla
sino por lo real con que se goza.
}ACQUES LACAN
("La tercera", en Intervenciones y textos 2)

Un sujeto entra en anális~s por la vía de la transferencia y,


consecuentemente, con la instalación del sujeto supuesto
saber que es el pivote de aquello que Freud llamó smtoma
analítico. Esta vía pone en juego el rasgo del "Ideal del yo" y
su articulación con la identificación ofrecida por el"yo ideal".
Esta posibilidad de identificación, que se califica como identi-
ficación al padre, sucede porque el sujeto supuesto saber sólo
hace nombrar, explicitar el efecto de sentido que viene del
Otro. En contrapartida, el sin-sentido es lo que permanece se-
parado del Otro, quedando silencioso en este proceso de pro-
liferación de sentido a partir del sujeto supuesto saber. Este
sin-sentido, que habita el núcleo del fantasma, es el responsa-
ble de la parálisis del sujeto frente a una frase. En el ejemplo
que Freud construyó, la frase es: Pegan a un niño. El sujeto se
detiene frente a ella, en el ansia de restablecer un eslabón per-
dido entre el sin-sentido que ella indica y el Otro del discur-
so. Esta frase, podemos decir, vale por un significante unario,
un 51 que lleva al sujeto a inquietarse, a buscar otro significan-
te que pueda hacer las veces de 521 estableciendo un sentido
cualquiera. Pero existe, en este punto, una paradoja, pues es-

159
Celso Remzó Lima

te sll además de no pedir otra palabra u otra frase, un s2t se


niega a eso.
Un sujeto supuesto saber, por ende, designa la presencia
de un significante, es decir, indica un efecto de sentido, en
tanto lo que denominamos sentido-gozado (jouis-sens) es lo
que no puede ser traducido en significantes, pero se desliza
bajo el sentido de la cadena significante, impregnando las res-
puestas del sujeto con el sin-sentido. Este sentido-gozado no
es supuesto, es experimentado.
Para aproximarnos a este sentido-gozado, que está en el
corazón de nuestra cuestión en este camino que va del sínto-
ma de la identificación a la identificación al síntoma, será necesa-
rio distinguir el sentido-gozado de lo que le permite acceso en
la teoría analítica: el fantasma. Fantasma que está, de alguna
manera, articulado al Otro.
Partiendo del piso inferior del grafo: A 7 s(A), podemos
seguir a Lacan y buscar la posición del Otro en el efecto de
sentido, cuando se trata del fantasma:

IÁ 7 ($O a)
A7 s (A)

En estos dos esquemas, que nos proporciona Miller -en su


Seminario Los signos del goce, podemos percibir una diferencia
fundamental que se presenta en relación al Otro. En tanto en
la relación de sentido tenemos un Otro sin barrar -lo que in-
dica la alienación- el Otro que corresponde al fantasma ·es un
Otro modificado, un Otro barrado, que designa la separación.
En esta perspectiva, el fantasma se sitúa como lo que respon-
de, en el sujeto, a la angustia producida por la presencia del
deseo del Otro. La barra sobre este Otro es lo que nos dice que
él es deseante. El fantasma puede, incluso, ser considerado
como la puesta en escena del deseo del Otro o, más específi-
camente, la escena que nos dice cómo es la interpretación que
se hace del deseo del Otro. Es por ello, tal vez, que podemos
decir, con Lacan, que el fantasma fundamental es la puesta en
escena de los significantes primordiales del sujeto.

160
Del síntoma de la identificación a la identificación al sf1ztoma

Podemos leer lo que acabamos de escribir, citando a Jac-


ques-Alain Miller cuando se refiere al grafo del deseo, de la
siguiente manera: "No existe práctica analítica sin que el efec-
to de sentido esté parasitado por el efecto del sentido-goza-
do".1 Esta afirmación implica una posición ética del analista
que se puede traducir, en términos freudianos, en la atención
flotante del analista que deberá ser capaz de captar lo que se
presenta como sin sentido dentro de todo el sentido que la pa-
labra ofrece a la comprensión para, exactamente, evitar que el
síntoma de la identificación se venga a perpetuar. Así, todas
las veces que manipulamos el significante, se produce sin sen-
tido en el sentido a comprender, al mismo tiempo que se lo
transforma en sentido para gozar. Este sentido para gozar es
lo que nos va a tocar de alguna manera, por ejemplo en el chis-
te, en cuya estructura Lacan se inspiró para construir el dis-
positivo del Pase. De una manera simple, podemos decir que
el momento del pase se define por una transformación de un
significante que, destacándose del conjunto pleno de sentido,
va a producir un sin-sentido, diciéndonos de un pequeño tro-
zo de real que retoma al sujeto, desplazándolo de la posición
que hasta entonces sostenía. Éste es el momento en que se
produce un significante nuevo, capaz de transmitir lo que del
sin sentido, o mejor aún, lo que de este encuentro con lo real,
fue elaborado. En otras palabras, es el momento en que el
cuerpo del significante permanece como un decir que estaba
olvidado tras los dichos.
Otra elaboración se impone en la medida en que trabaja-
mos con la perspectiva del fantasma como una formación ima-
ginaria2 que se viste de goce, siendo éste del orden de lo real:

($<>a)
a

l. Miller, J.-A., Los signos del goce, Buenos Aires, Paidós, 1998, cla-
se del 6 de mayo de 1987, pág. 315.
2. Lacan, J., "Subversao do Sujeito ... ", JZE, Río de Janeiro, 1998,
págs. 830-831.

161
Ce/so Remzó Lima

Dos vertientes pueden ser destacadas de la fórmula del


fantasma a partir de la perspectiva del objeto a: una dice res-
pecto al objeto a en su función de dividir, la otra, inversamen-
te, en su función de completar.
Si hay falta en el Otro, e incluso falta del Otro, el fantasma
estaría allí para hacer de tapón. Desde este punto de vista, la
idea de un atravesamiento del fantasma implicaría la supera-
ción de lo que tapona la falta en el Otro para, consecuente-
mente, acomodarse a ella.
Ahora, la propia 'escritura de la fórmula del fantasma he-
cha por Lacan implica esta vertiente del taponamiento, de un
sujeto que, como falta en ser, se ve compelido a buscar una fi-
gura imaginaria, el objeto a, para completarlo. Incluso cuan-
do Lacan trata el objeto a como real, la problemática del
taponamiento persiste. En tanto, paso a paso, otra vertiente se
va imponiendo, inversa a la anterior: el objeto a no tapona si-
no divide, barra. Esta división es la que va a servir de punto
de partida al discurso del analista, donde el objeto a va a apa-
recer como divisor y no como tapón:

Esta nueva perspectiva nos abre el camino para aclarar que


(cito a J.-A. Miller) " ... cuando se trata del objeto a como divi-
sor, cuando lo que está en juego no es la escenificación del fan-
tasma sino el goce que lo habita, no puede afirmarse que a es
sentido gozado, efecto de sentido, porque -y aunque sólo sea
por esta razón-lo escribimos como causa. Y cuando se le asig-
na al objeto la función de causa de la división del sujeto, quien
a partir de entonces resultará sensible a los efectos de sentido,
a no es un efecto. De modo que no lo convertimos en el efecto
de sentido, sino en la referencia de los efectos de sentido y,
más aún, en la referencia de los efectos de sentido gozados".3
Lo que se transmite del momento del pase, por lo tanto, y
que indica que un analista pudo advenir en el final de un aná-

3. Ídem, nota 1, pág. 318.

162
Del síntoma de la identificación a la identificación al síntoma

lisis, es el cuerpo de la letra. Así, partiendo del síntoma de la


identificación, el sujeto va deconstruyendo la palabra hasta
que ella pueda asumir el valor de letra, el valor de significan-
te en tanto escrito: S {1/...). "El S, el verdadero significante de }Á,
lo que queda del significante una vez que se ha eliminado la
palabra ..." .4 Ésta es la escritura que permite al ser hablante
sustraerse a los artificios del inconsciente, al mismo tiempo
que deja claro lo que del inconsciente puede traducirse por
una letra: "que el desciframiento se resuma a lo que constitu-
ye la cifra, a lo que hace que el síntoma sea ante todo algo que
no cesa de escribirse en lo real..." .5 Así, una nueva identifica-
ción puede acontecer, una identificación que no es al incons-
ciente. Identificarse al inconsciente está fuera de cogitación,
pues, como nos dice Lacan, "el inconsciente permanece, el in-
consciente permanece Otro" .6 La identificación de la que se
trata, cuando hablamos del final del análisis, es a la letra del
síntoma, aquella que, una vez roto el circuito pre-establecido
por el sentido congelado del fantasma fundamental, podrá
volverse un rasgo que desvela !alengua como cuerpo de lo sim-
bólico7 y enlaza el cuerpo de lo imaginario al cuerpo de lo real
haciendo consistir los tres términos, real, simbólico e imagina-
rio. Ése es el camino que culmina en la transformación de la
experiencia del fantasma fundamental, en pulsión, al resta-
blecer el vacío del lugar del objeto pulsional.

TRADUCOÓN: MARINA RECALDE

4. Ídem, pág. 298.


5. Lacan, J., "La tercera", en Interoenciones y textos 2, Manantial,
1988, pág. 96, Buenos Aires.
6. Lacan, J., "L'insu que sait de l'une-bévue s'aile a mourre", Se-
minario 1976-1977, inédito.
7. "Nada por cierto nos da de entrada la idea del elemento, en el
sentido que creo haber mencionado hace un rato, el del grano de are-
na[ ...] la idea del elemento, la idea acerca de que eso sólo podía con-
tarse, y en este orden nada nos detiene: por numerosos que sean los
granos de arena, ya lo dijo Arquímedes, por numerosos que sean,
siempre los podremos calibrar; pues bien, todo esto nos viene tan só-
lo a partir de algo que no tiene mejor soporte que la letra. Pero tam-
bién significa, ya que no hay letra sin lalengua" (Lacan, J., "La
tercera", ob. cit., pág. 95).

163
Debate

DEBATE

María Novotny de López. -Agradecemos a todos y dejamos


abierto el espacio para preguntas o comentarios.

Angelina Harari. -Me gustaría agradecerle a Vicente Palo-


mera, quien con su intervención mostró que en el propio dis-
positivo del pase pasé)lll cosas. De tal forma que pudo juntar
su experiencia de pasador y pasante, lo que me permite diri-
girme a Florencia Dassen, en cuya intervención quedó muy
claro cómo el propio pase produjo efectos más allá del térmi-
no del análisis. Me gustaría preguntarle si se puede ubicar ese
efecto en el propio dispositivo en el momento del testimonio
o si fue a partir de la nominación de AE o a lo largo del traba-
jo como AE. Me gustaría que ubicara ese efecto en estos tres
tiempos.

Florencia Dassen. -Yo creo que tu pregunta es importante,


porque indica que hay algo que hace al pase mismo, algo co-
mo pasársela haciendo el pase. Es cierto que en el dispositivo
mismo comenzó a producirse una pérdida de lo que ya sabía
que era necesario inscribir; era preciso que se agujereara algo,
así como lo que todavía tenía cierto peso del sentido. Esto
ocurre ya en el pase mismo, y puedo decir que continúa todo
el tiempo. No ocurre en un relámpago, de una vez y para
siempre, sino que es seguir produciendo siempre alguna for-
ma de relación con el análisis, que va produciendo diferentes
aristas que se van perdiendo cada vez. Es decir, se produce
_una pérdida a perpetuidad de lo ya sabido, pero queda una
marca que, por supuesto, no se pierde.

Carlos Vilaseca. -¿Qué quedó del analista después del pa-


se, tanto en términos del analista como la persona del analis-
ta, el cuerpo del analista, como del analista en términos de
deseo del analista?

164
Debate

Vicente Palomera. -Es inter_esante la pregunta. Inolvidable.

Amóal Leserre. -Coincido en que es una pregunta muy in-


teresante y se puede responder de muchas maneras, con una
respuesta muy corta, con un desarrollo extenso. En algún mo-
mento del testimonio traté de desarrollarlo extensamente.
Hoy simplemente diré que después del análisis queda el afec-
to, la relación de trabajo en la escuela y el porvenir. Sobre el
deseo del analista, he tratado justamente de plantearlo dando
una nueva vuelta, porque fue el primer eje que tomé en el pri-
mer testimonio a la comunidad. Hoy espero que todavía que-
de algún tiempo, que no sea el último y que el cuerpo
aguante.

Carmen Briones. -Alivia escuchar el testimonio de Guiller-


mo Belaga. A comienzos del año 1998 lo escuché en Salta,
cuando él estaba en plena crisis con la credibilidad hacia la
EOL y yo volvía de Buenos Aires, donde se hablaba mucho
del tema del pase. Después de escucharlo hoy, pensé: Existirá
otra salida. Esto fue como sembrar una esperanza personal,
parece que el fin de análisis es posible.

Leonardo Gorostiza. -La pregunta va dirigida a la mesa en


general y es sobre esta separación que existe entre la decisión
de practicar el psicoanálisis, que se transmitió claramente con
un Witz, y la emergencia del deseo del analista. Quiero hacer
también una pregunta puntual para Arubal Leserre por la for-
mulación "la conversación sensata vectoriza el deseo del
analista en la comunidad analítica". Me gustaría que la des-
plegara un poco más.

Néstor Rozenberg. -Una vez más apareció la sorpresa que


me invade cuando escucho los testimonios del pase; es un
efecto siempre presente.
Es una pregunta a la mesa en general y tiene que ver pre-
cisamente con el chiste. Hay chistes que introducen en el dis-
positivo, hay otros que marcan un momento después de la

165 •
Debate

nominación, hay fallidos que nombran incluso las presenta-


ciones de nuestro primer AE, y existe una correlación con el
tema de lo que es el dispositivo del pase, también pensado co-
mo chiste, de la que quizá pueda alguno de los integrantes de
lamesa decir algo.
Por otra parte, en la primera formulación de la "Proposi-
ción.. ," hay un lugar en el grafo en el que Lacan sitúa los lu-
gares que forman parte del dispositivo del pase, que tiene que
ver con el lugar del AME. Este lugar del AME, que es lugar
del significante del Otro, también podría ser equiparado al lu-
gar de la formación del inconsciente y al chiste. ¿Qué piensan
ustedes de esto?

Marina Recalde. -Quería preguntar a la mesa en general,


dado que son todos AE, pero además se da la particularidad
de que practican el psicoanálisis, cuáles son los efectos que
produjo la nominación en las curas que conducen. Entiendo
que debe producir algunos efectos quizá diferentes de los que
produce la conclusión de un análisis y quisiera escuchar qué
piensan ustedes de esto.

Vicente Palomera. -Estas preguntas me parecen funda-


mentales. Lacan, precisamente, abonó Ja idea de la dritte per-
sona, la tercera persona, como fundamental en la manera de
pensar el dispositivo del pase, el chiste. Yo he contado uno
que tuvo muchas consecuencias. Había quedado con el pasa-
dor hombre: "Te voy a decir, cuando haya hablado con la pa-
sadora mujer, tma cosa", porque habíamos hablado de algo
fundamental. Y entonces, en ese momento, la sorpresa es que
ese chiste me lleva a un salto muy particular, a hacer algo del
orden del acto. Ese chiste se articulaba de la misma manera
que había tomado el fantasma, es decir ese salto era -para to-
mar la forma canónica de Lévi-Strauss- quitarle la última pa-
labra a la pasadora para dársela a él. Y eso me volvió con un
efecto muy sorprendente, porque detrás de la mentira del fan-
tasma hay algo que el fantasma no sabe y es, precisamente, la
fuerza de la pulsión, algo del orden de ese salto.

166
Debate

Háy chistes que tocan algo de lo real. Como significante


del pase -porque todos al final relatamos algo que es un sig-
nificante que produce un agujero que hace que el sujeto ten-
ga un encuentro con lo real- algo sucede. También pasó allí,
en el dispositivo, en el último momento. De modo que ese
chiste me llevó a mí a tener que recurrir a dar más informa-
ción sobre lo que aprendí, y poder dar la fórmula del fantas-
ma; o sea que el chiste me llevó a dar la fórmula que me había
pedido la pasadora, mujer. Sin saberlo, el chiste me empujó,
me llevó a eso. Y para mí en este momento el problema cen-
tral del pase es la vertiente del acto.
Cuando escuchaba el chiste de G. Belaga me evocó a Yo-
rick quien, con los huesos, es la otra cara de la dimensión có-
mica del acto. Él no se lanza a la tumba como Laertes, sino
que eso ya lo ha pasado y puede hacer el chiste de los huesos
que se acomodan generación tras generación. De polvo eres ...,
polvo de amor, digamos así, polvo enamorado.

Anibal Leserre. -Creo que el peor chiste es el que uno pue-


de hacer cuando se siente un poco forzado a hacerlo; y en es-
te momento no se me ocurre ninguno. El pase es reducción,
una reducción de años de análisis que se transmite ante los
pasadores, se elabora así; luego los pasadores van al cartel y
transmiten, también en una reducción temporal; después el
cartel también transmite en una reducción temporal, con el éx-
timo. Luego a uno le retorna algo que dice: "Vení de nuevo
para acá. Sos AE de la escuela y tenés que empezar a hablar,
tenés que empezar a hacer chistes para transmitir". En un
sentido, ése es el espíritu del deseo del analista. Es interesan-
te la pregunta para trabajar la diferencia entre AE y AME en
torno del deseo del analista en la relación con la comunidad.
Del lado del AE, podríamos decir, si puede llegar a transmitir
la marca sobre eso insondable que planteaban los testimonios
del hoy; y del lado del AME, la prueba a través de su trabajo
y ya la recepción en la comunidad.
Con respecto a la conversación, es verdad que "conversa-
ción sensata" son dos términos que tomé de una frase de La-

167
Debate

can que está en la página 459 de los Escritos y que me permi-


tiré leer: "[ ... ] es estrictamente imposible en el lenguaje co-
rriente en la comunidad plantear una pregunta sensata, y que
habría que tener la inverecundia del hurón o el descaro mons-
truoso del niño, para quien el Rey está desnudo, para hacer la
observación correspondiente, único sésamo sin embargo que
permitiría abrirse a una conversación". En el Campo Freudia-
no cada vez existe más esta posición, esa desvergüenza, ese
descaro del niño, ese no dar las cosas por supuestas en el tra-
bajo que nos compete. Por eso vehiculizaba ahí el deseo del
analista, que es lo que -como decía J. Lacan- en última instan-
cia opera en el psicoanálisis, porque opera en su práctica, en
la teoría y en la institución; opera en el nudo de estas tres
cuestiones.
A Marina Recalde simplemente le diría que es verdad que
uno va practicando y el antes y el después -para conectarlo
con el tema que nos planteaba muy claramente ayer Jacques-
Alain Miller- es entre la sesión y el análisis. Es decir, en un
sentido en cada sesión se puede plantear que uno a veces pro-
duce algunos efectos de verdad que quedan del lado del ana-
lista y que luego le retoman, pero al final de esas sesiones se
produce una sesión final en la que ese saber, esos efectos de
verdad, quedan del lado del analizante como saber y eso mo-
difica fundamentalmente la posición de cómo ubicar el lugar
de supuesto en la práctica.

Celso Re1mó Lima. -Respecto al lugar del analista, en mi


caso particular hubo un cambio de dirección que definiría de
esta forma: en determinado momento ya no le hablaba más a
él, sino a la escuela. Estaba, pues, vaciado su lugar. Queda en-
tonces como un sujeto que es mi amigo, pero ya no hay direc-
cionalidad.
Con respecto al chiste, hay un pasaje muy interesante al fi-
nal de mi relato a uno de los pasadores. Hay una frase en mi
relato que es muy importante: "Ahora es por su cuenta"; y en
el final dijo: "Bueno, quedate tranquilo, ahora es por mi cuen-
ta". Es decir, este pasaje a una situación chistosa me dio la cer-

168
Debate

teza de que alguna cosa había sido transmitida en aquel mo-


mento.
Respecto a los efectos de la nominación. Hay un efecto a
largo plazo, que es una cuestión importante: se vuelve a la
transmisión de un AE y a partir de entonces la transferencia
que se instala en las transmisiones empieza a atraer a la terce-
ra generación, no a los colegas, a los más próximos. La terce-
ra generación empieza a demandar análisis ahora, después de
tres años de AE.

Jacques-Alain Miller. -Busqué en cada testimonio una pa-


labra, una expresión nueva. Me llamó la atención la palabra
anam01josis utilizada por G. Belaga para calificar la relación
entre el inicio y el final de la cura. Me parece una palabra ilu-
minadora: la anamorfosis es la transformación de forma pero
que revela la verdad de la forma inicial. Y en el caso que él nos
expone es un pasaje del trauma al Witz, al chiste, bajo el sig-
no de la muerte, que parece constante (desde la muerte trau:..
mática hasta la muerte divertida, pasando por el cerebro
destrozado, que preside la elección de la práctica analítica).
Yo también había pensado "pobre Yorick", de Hamlet.
Hay una vinculación clara en esta anamorfosis entre la muer,-
te y el humor, pero quizá la frase más importante es cuando
usted dice "ya se había develado lo que el trauma portaba de
sexual". Es decir que hay otra eventual anamorfosis, que no
es de la angustia de muerte sino de una angustia que tiene
que ver con lo sexual.
Me asombra que en tan poco tiempo V. Palomera haya po-
dido decir tantas cosas. El uso que usted hizo de la fórmula
de Lévi-Strauss ilustra lo que discutimos ayer a partir del tra-
bajo de Vera Gorali. Es como si usted hubiera podido develar
en la partida misma del análisis las instrucciones del progra-
ma, y con un esfuerzo de matematización hubiera logrado es-
cribir casi un programa del tratamiento. Es lo que se presenta
por un lado como anamorfosis y también como programa.
La expresión que me llamó la atención del trabajo de F.
Dassen fue "equivocar el único", que empleó en la frase: "El

169
Debate

significante cualquiera de la transferencia, 'único' que conju-


gaba con una condición de amor, sólo al seF transferido a la
Escuela, al ser desplazado vía el pase, perdió el peso de la
univocidad de la transferencia a la que aún estaba adherido.
Equivocar el único ... ". Me parece que en la expresión "equi-
vocar el único" se condensa el peso. ¿Podría desarrollarla un
poco más?
Fue más difícil encontrar esa expresión en el testimonio de
Celso Rennó Lima, porque su trabajo se refiere mucho a otros
textos, pero la encontré, finalmente, escondida en el título:
"Del síntoma de la identificación a la identificación al sínto-
ma". N o es común hablar del síntoma de la identificación. Eso
abre la pregunta sobre si debemos considerar una identifica-
ción con un síntoma. Por lo menos tienen algo en común: el
carácter duradero de la identificación y, también que es algo
gozado, como el síntoma. No se percibe habitualmente la
identificación como un síntoma cuando es un síntoma nor-
mal, el que uno debe tener para ser normalizado. Quizá lo
percibió Celso Rennó Lima en tanto que se le ofreció la iden-
tificación con el AE y tuvo beneficios -que mencionó- de este
rasgo identificatorio. En fin, lo interrogo sobre este estatuto
sintomático de la identificación.
Lo que me llamó la atención del testimonio de A. Leserre
es la definición del fin del análisis como un límite pero con
resto. Me hizo pensar qué es este resto. Puede ser el objeto pe-
queño a, pero hay algo más. Freud veía el psicoanálisis como
interminable, lo cual es muy distinto de la manera en que se
testimonia aquí. Vemos el análisis con conclusión. Para Freud,
tal como definía el inconsciente, el análisis no tenía conclu-
sión, solamente se podía retomar.
Finalmente, la imagen que tuvo es la de dos líneas parale-
las. Para poder cruzar esas dos líneas, para que sea un proceso
terminable, hay que agregar algo. Si lo hablamos en términos
de Kant, todo puede quedar igual, pero debe incluirse el pun-
to al infinito, que se define como el punto en el que las líneas
paralelas se cruzan aunque transforman la naturaleza misma
del plano e introducen la anamorfosis del plano en plano pro-

170
Debate

yectivo. En cierto sentido, también eso puede ser el resto, es


decir que para obtener la conclusión del análisis el analizante
debe agregar algo, este punto al infinito que le permite al pro-
ceso ser finito. Eso debe venir de él, de lo contrario nos encon-
tramos en la situación freudiana. Es lo que llamamos
elaboración, construcción. Pero este punto no está incluido en
el procedimiento mismo o por lo menos en el análisis mismo.
Quizás en el pase se puede circunscribir más este aspecto, lo
artificial del forzamiento de la conclusión, porque es como la
conclusión de todo; se necesita coraje para saltar de dos y dos
a cuatro. Creo que en cada pase de alguna manera está esta
elección y este forzamiento y este agregado de un punto que
no destruye la autenticidad del procedimiento. Es la única
forma de obtener la conclusión.

Guillermo Belaga. -Espero poder desarrollar ese punto ell


de diciembre en la "Noche del pase" en la Escuela, pero, para
comentar brevemente el punto destacado por J.-A. Miller, di-
ré que en tratamientos anteriores estaba lo traumático de esa
muerte violenta, pero no estaba el campo fantasmático donde
mi abuelo se incluía. Y es el momento de la entrada en ese úl-
timo análisis donde se pone en juego ese campo semántico li-
gado a la figura de mi abuelo que tiene que ver con ese
trauma sexual.

Vicente Palomera. -Estoy totalmente de acuerdo en que esa


fórmula es como el programa. Eso queda enigmático, como
usted decía, como los enigmas egipcios. Tendría que demos-
trarlo aquí. No tengo tiempo, pero se puede ver perfectamen-
te que cada una de las partes de esta transformación es un
saber producido que va al lugar de la verdad. De alguna ma-
nera, Lacan lo dice en El Seminario 17 cuando habla del mito.
Es decir que implicaría volver a Lévi-Strauss, que es quien in-
troduce el término "mito individual del neurótico", que toma
Lacan para ver justamente cómo está construido el fantasma a
partir de acontecimientos que después conformarán el progra-
ma, la estructura, lo contingente que constituye lo necesario.

171
Debate

No pensé a priori esta fórmula. Fue hablando con el pri-


mer pasador que dije: "Esto parece que se estructura como la
fórmula canónica de Lévi-Strauss de los mitos". Lévi-Strauss
la introduce en el'58 y la vuelve a retomar recién en el'83, y
aparecen tres o cuatro libros: Historia de Lince, La alfarera celo-
sa y otros, donde se ve muy bien cómo trabaja con eso.
Podríamos volver a Lévi-Strauss con Lacan y ver cómo los
dos traumatismos que conté están en esta fórmula. Despejar
el último, que es el dicho materno, permitiría entender el pa-
saje de Lévi-Strauss a la fórmula de la metáfora paterna. Lo
podría ilustrar así: Deseo de la madre sobre Nombre del Pa-
J dre tachado; ésta es la inversión lógica.
Y entiendo que en los años '50 Lacan le haya dado tanta im-
portancia al mito de las transformaciones en el caso del Hom-
bre de las ratas, en el caso Juanito. Son muy interesantes.
Si todo este saber que se elabora sobre el mito va al lugar
de la verdad, en el discurso analítico queda el objeto a arriba
y debajo, el saber; esa fórmula iría al lugar del saber. Alguien
preguntaba sobre el lugar del analista: como dice Lacan en
"El atolondradicho", va al lugar de la representación de ese
saber, con una transformación de todo ese saber en un objeto
pulsional y la separación de eso.

Celso Rennó Lima. -La cuestión de la identificación como


síntoma: por supuesto, la identificación es un momento de
adaptación, de acomodación del sujeto en un rasgo. En mi caso
particular tomo eso porque todo el tiempo me fue proporcio-
nado por la demanda de la madre un objeto al que identificar-
se en la esperanza de poder alcanzar esta pacificación. Esto
nunca era posible porque el resto y el goce envuelto en las in-
signias con las cuales debería identificarse impedía esta aco-
modación. Mi madre ofrecía un tío como posibilidad de
identificación para ubicarme en el lugar de yo ideal para ella.
Y eso traía un sufrimiento muy grande porque estaba lleno de
goce. Deconstrucción del análisis, resto allí en el lugar de d en
el grafo del deseo. Los significantes fueron deconstruidos
hasta que queda un trazo que viene de la identificación, que

172
Debate

me sostuvo todo el tiempo, me colocó en la comunidad, pero


el exceso, la identificación imaginaria fue deconstruida hasta
quedar un rasgo, el rasgo unario, que me posibilitó construir
un trayecto.

Florencia Dassen. -Equivocar el único: si el análisis comen-


zó porque había un único hombre que totalizaba todos los
hombres y eso mismo tenía el peso de lo mortífero en la con-
dición de sufrimiento de la analizante, en el final -en el su-
puesto final, vamos a decirlo así- la salida efectiva de la
transferencia, en ese peso que tuvo para mí encontrar el Witz
de la mirada rasgada, pesaba todavía el único analista. La im-
portancia era que esto se conjugaba con una condición del
amor, porque efectivamente en el amor de transferencia ese
lugar del único -el único que podía escucharme- adquirió to-
do su peso también al final. De ahí ese peso tan totalizante.
Había alguien que podía coincidir con lo que era la función
del deseo del analista y que sin duda no producía un uso be-
néfico del 51 al final. Era más bien un uso nocivo, o ni siquie-
ra había uso. Por eso hablé de un momento cínico de la salida
del análisis. No había manera de que yo pudiera de algún
modo trasponer ese resto pulsional. Tenía que tomar a mi car-
go: "Bien, ¿ahora qué vas a hacer? No hay más remedio que
vérselas con alguna forma del no hay, alguien que encarna el
deseo del analista. Tenés que vértelas con alguna forma de la
soledad".
"Equivocar el único" es salir de cierto efecto de la memo-
ria, de lo viejo, donde siempre había el peso de lo único (eso
se perdía y era una tragedia), para considerar que había algo
nuevo. Que hay uno, pero no único.

Amóal Lesen·e. -Lo que puedo decir ahora sobre el límite


como resto es en primer lugar hacer un pequeño recordatorio
de lo que he planteado como tiempos de la transferencia to-
mando tres momentos: la entrada por un equívoco (cuando
fui por primera vez pensaba encontrarme con un hombre y
me encontré con una mujer, la presencia de una mujer); luego

173
Debate

el desarrollo con la espera del sujeto del reconocimiento, y me


encontré con: "¿Y por qué habrían de reconocerte?"; y el final,
cuando buscaba la diferencia entre terminar y concluir, una
intervención y mi respuesta: "Ya no espero nada".
No se me escapa la negación de la última frase y me que-
do con el"espero nada". Para mí ese momento final es que
ese "espero nada" es un peligro, si uno se queda esperando
nada; es como estar al acecho de esa hybris griega, la desme-
sura griega. Creo que el límite como resto es no creerse todo.
Pasando cierto umbral del rendimiento, uno se podría em-
briagar con los resultados obtenidos y creerse el todo, que es
lo contrario del deseo del analista.

VERSIÓN ESTABLECIDA POR MARINA RECALDE

174
-B. LA ELABORACIÓN DE LOS CARTELES
EL DISPOSITIVO DEL PASE
Y SU ENSEÑANZA

Guillermo Cavallero

Luego de un año efectivo de trabajo en el Cartel G, en el


cual participo junto con Graciela Brodsky, Arubal Leserre, Ri-
cardo Nepomiachi y Frida Nemirovsky como más uno, reci-
bimos esta invitación a exponer un avance de nuestra tarea
aún en curso. Con un poco más de un año de trabajo por de-
lante, no puedo más que darle un carácter provisorio a lo que
voy a decir.
Esta experiencia fue precedida por los primeros carteles
del pase de la EOL, durante el período 96-98. Es decir que no-
sotros contamos con una experiencia previa, sobre la cual di-
chos carteles han ido exponiendo en distintas oportunidades.
Por otra parte, en esa experiencia fueron nominados dos AE
que están haciendo su trabajo de transmisión desde hace casi
tres años, lo cual implica un aporte a la experiencia del pase y
una enseñanza que nos sirve de referente.
De este modo podrán ver que en los actuales carteles del
pase no sólo contamos con la experiencia realizada en otras
Escuelas de la AMP, sino con la experiencia particular del pa-
se en la EOL. La experiencia del pase en la AMP hace de mar-
co al trabajo que estamos realizando.
Hay que destacar que los carteles actuales son, en sí mis-
mos, efecto de la experiencia previa del pase en la EOL, en
tanto cada uno está compuesto por un AE, un miembro elegi-

177
Gui/lemzo Cavallero

do por asamblea, el más uno del cartel del pase anterior y un


pasador elegido entre los pasadores que cumplieron esa fun-
ción en esa primera experiencia.
En mi caso, mi participación en el cartel del pase surge a
partir de cumplir con la función de pasador durante dicho pe-
ríodo inicial. Es a partir de este rasgo, entonces, que comien-
za mi experiencia en el Cartel G. Este hecho me sirve de
apoyo para situar algunos primeros resultados del trabajo
que estamos realizando. De dicha tarea surgen tres puntos:

1. Los pasadores son el pase

Jacques Lacan, en la "Proposición del 9 de octubre de


1967...", ubica al pasador diciendo que "es el pase", en fun-
ción del momento de deser y del tiempo de su análisis. Hay
que decir que esto siempre es puesto a prueba, en tanto la re-
lación con los tiempos de apertura y cierre del inconsciente si-
gue intacta, lo cual hará más o menos efectiva la función de
pasador.
Durante el período en el que cumplí con la función de pa-
sador pude comprobar fácticamente los efectos de un hecho
propio de la estructura del dispositivo del pase. El testimonio
del pasante, del cual el pasador es parte y a la vez un medio,
pasa al cartel vía dos pasadores. Es decir que el pasador, sal-
vo que quiera engañarse, no puede concluir -más allá de que
esa no es su función-, hace falta otra pata del testimonio que es
lo transmitido al otro pasador, lo cual cada uno ignora.
Siendo ahora miembro de un cartel y luego de haber escu-
chado diez testimonios de los cuales surgieron dos nomina-
ciones, aquello que era una evidencia fáctica, dada por la
estructura del dispositivo, se presenta de otro modo.
El cartel necesita de los dos pasadores para arribar a una
conclusión. El armado lógico del testimonio toma consisten-
cia en la relación entre lo pasado por un pasador y otro. Allí
mismo donde el pasante no puede decir dos veces lo mismo,
donde cada pasador cumple su función con su estilo, allí don-

178
El dispositivo del pase y su enseíianza

de n0 hay e0pia fiel sin0 l0 que se dice y l0 que se escucha, y


la pérdida que es0 e0mpmta, el cruce de l0 pasad0 pm cada
pasadm da e0nsistencia al testim0ni0. Es pm es0 que a pesar
de la duplicidad de pasadmes n0 se habla más que de un tes-
tim0ni0.
D0s pasadmes verifican la p0sible fascinación que puede
pmducir el testim0ni0 del pasante s0bre un pasadm, 0 bien
que el pasadm se superp0nga 0 anticipe a la función del car-
tel e0ncluyend0 de anteman0. Es decir que el punt0 que hace
0bstácul0 a la función del pasadm, que fmma parte del testi-
m0ni0, se e0mprueba en e0ntrapunt0 e0n el 0tr0 pasadm en
tant0 se trata de un testim0ni0 que pasa pm d0s vías. A raíz
de est0 extraje una enseñanza que cre0 es e0mpartida pm t0-
d0s l0s miembms del cartel. Si el disfunci0namient0 de unpa-
sadm 0bturase en la maymía de l0s punt0s la parte del
testim0ni0 que pasa, entonces n0 hay función pasadm y el
cartel n0 p0dría e0ncluir. Quier0 decir que la p0sibilidad de
que est0 0curra es una excepción, pem de ahí mism0 surge la
enseñanza. S0n necesari0s al men0s d0s, y si bien respect0 de
su p0sición del ine0nsciente el pasadm es el pase, respecto
de su función en el disp0sitiv0 p0dem0s intr0ducir un matiz
y decir que "l0s pasadmes s0n el pase", subrayand0 el plural.
Desde cierta perspectiva se p0dría pensar que d0s pasad0-
res s0n necesari0s pmque e0n un0 el testim0ni0 se presenta-
ría e0m0 ine0mplet0. S0n necesari0s d0s pem se verifica que
l0s d0s n0 hacen un0, en el sentid0 del amm en Aristófanes,
n0 p0dem0s hacer de d0s, un0.
Aquel10 que pasa cada pasadm n0 se e0mpleta e0n el 0tr0,
y es precisamente pm es0 que s0n necesari0s al men0s d0s y
n0 más -en tant0 el hmiz0nte n0 es la e0mpletud-, l0 que n0s
llevaría a p0der esperar siempre un0 más. L0s pasadmes
muestran y verifican que el testim0ni0 del pasante n0 sól0 pa-
sa una lógica sin0 l0 real ree0gid0 de su experiencia de análi-
sis que agujerea esa lógica. Su ubicación en el testim0ni0,
entramada en las diferencias del relat0 entre un pasadm y el
0tr0, es l0 que le da e0nsistencia y autenticidad al mism0. Hay
allí un salt0 que pasa en el testim0ni0, y es en la relación que

179
Guillemzo Cava/lero

el pasante tenga respecto de ese punto que el cartel puede


concluir, conclusión que -en tanto surge en relación con ese
salto- incluye la dimensión de una apuesta.
Los pasadores son el pase, entonces, porque verifican que
el testimonio está tachado, que no hay relación de completud
entre el testimonio del pasante y aquello sobre lo que, media-
tizado por los pasadores, concluye el cartel.

2. El psicoanálisis como operación de reducción

El psicoanálisis es una operación de reducción y el dispo-


sitivo del pase efectivamente verifica esa reducción. Años de
análisis pueden ser situados en su lógica por el pasante en
cuatro o cinco reuniones -en promedio- con cada pasador, y
éstos a su vez transmiten al cartel ese testimonio en una reu-
nión, a veces -las menos-, en dos. Por último y cuando el car-
tel supone una posible nominación, trabaja con el éxtimo
durante una reunión en la que presenta el testimonio y lo tra-
bajado sobre el mismo.
Se presenta de hecho una reducción, pero el dispositivo
del pase, al igual que un análisis, permite ubicar un matiz en-
tre dos tipos distintos de reducción, tal como J.-A. Miller lo
desarrolla en El hueso de un ana1isis. Hay un tipo de reducción
que podemos llamar simbólica y que procede al modo de la
ubicación de un denominador común en el texto. Por otro la-
do, se presenta en el texto una causa real que cuando está ubi-
cada permite una reducción de otro tipo. Esa reducción
alcanzada no es denominador común, rompe con el sentido
fijo y encuentra ahí algo nuevo.
Este tipo de reducción ligado a lo real implica el salto que
situaba en el primer punto, puesto que se separa del sentido
en el que estaba abonado el sujeto. Podría decir que la rela-
ción del pasante verificada en el testimonio en ese punto de
reducción es lo que le permite al cartel la conclusión. La no-
minación es el nombre de la relación del pasante a esa reduc-
ción verificada en el testimonio.

180
El dispositivo del pase y su ense1ianza

3. El trabajo de cartel y el éxtimo

El trabajo de cartel produce en sí mismo una enseñanza.


En mi caso particular, trabajar con cuatro analistas con impor-
tante experiencia clínica, epistémica y política no es un dato
menor respecto de esa enseñanza, precisamente donde esa ex-
periencia es puesta en reserva dejando lugar a lo no sabido y
permitiendo que el cartel se deje enseñar por el testimonio.
Llegar a un consenso en las decisiones que tomó el cartel
no fue en ningún caso, hasta ahora, algo problemático. Sin
embargo, ese consenso implicó una ardua tarea situada espe-
cialmente en poder pensar contra nuestros propios argumentos.
En ese camino, cada miembro del cartel se mostró dispuesto
y favoreció el desarrollo necesario de argumentos y de tiem-
po respecto de los otros integrantes del cartel. La película Do-
ce hombres en pugna me vino varias veces a la mente. Se trata
de una película donde un jurado tiene que decidir si un hom-
bre es culpable o no de haber matado a su padre. Podría de-
cir que somos, sin olvidar a las dos damas del cartel, cinco
hombres en pugna. En pugna por lograr las razones de una
conclusión. Son necesarias varias vueltas donde los argumen-
tos se demuestren desprejuiciados y donde aquello que no se
entiende del testimonio sólo incline la balanza a una no nomi-
nación cuando no deje margen para "una duda razonable".
De esas vueltas necesarias de argumentos y contra-argumen-
tos surge aquello que muestra lo irreductible del testimonio
mismo que produce una conclusión. Esa conclusión se entra-
ma la mayoría de las veces con una enseñanza que deja el tes-
timonio, y a veces también con unAE.
En ese punto y tal como lo reformula Lacan en un determi-
nado momento, el cartel debe dar sus razones a la comunidad
analítica. Esto muestra que el cartel no es el Otro sino el Otro
tachado, como recuerda Miller en "PLP": "Por el pase".
Pero a ese momento le antecede el encuentro del cartel con
el éxtimo, el cual implica diversas consecuencias. El trabajo
con el éxtimo introduce un tiempo previo al de dar las razo-
nes a la comunidad. El cartel encuentra, con el éxtimo, su ta-

181
Guillenno Cavallero

chadura en las razones que expone y puede encontrar en ese


mismo movimiento los motivos por los que quiere nominar, y
extraer de ese trabajo una conclusión. En este sentido, el éxti-
mo participa y no decide, más que por lo que su trabajo ubi-
ca como lo más íntimo en los argumentos expuestos por el
cartel.
Por otra parte, el éxtimo introduce el cruce de experiencias
de distintas Escuelas de la AMP, lo cual agrega a la experien-
cia del pase, que de hecho es colectiva, un colectivo de otro
orden que excede la cuestión cuantitativa.
Por último, un agradecimiento a los pasantes que se pre-
sentan a la experiencia, no sólo por lo que permiten extraer de
enseñanza con su trabajo, sino por hacer pasar la causa de un
entusiasmo que tiene su consecuencia en muchos de nosotros.

Bibliografía

Cartel "A" 92-94: "Informe sobre el pase", Freudiana no 20,


Barcelona, Paidós, 1997.
Cartel "B2 92-94: " Informe sobre el pase", Freudiana n° 20,
Barcelona, Paidós, 1997.
Aramburu, J.: "Cartel del pase: Salidas de análisis", Pase y
transmisión 2, Buenos Aires, EOL-COL, Serie Testimonios
y Conferencias, 1999.
D' Angelo, L.: "Más allá del padre ... ", Pase y transmisión 2,
Buenos Aires, EOL-COL, Serie Testimonios y Conferen-
cias, 1999.
Dassen, F.: "¿Por qué la Escuela?", Enseñanzas del pase, Bue-
nos Aires, EOL-COL, Serie Testimonios y Conferencias,
1998.
Emeta, L.: "Algunos resultados del Cartel H", Pase y transmi-
sión, Buenos Aires, EOL-COL, Serie Testimonios y Confe-
rencias, 1998.
García, G. L.: "El gusto por el pase", Pase y transmisión, Bue-
nos Aires, EOL-COL, Serie Testimonios y Conferencias,
1998.

182
El dispositivo del pase y su enseíianza

Lacan, J.: "Proposición del 9 de octubre de 1967. Acerca del


psicoanalista de la Escuela", Momentos cruciales de la expe-
riencia a-v..-;!ítica, Buenos Aires, Ediciones Manantial, 1987.
-:"Sobre la experiencia del pase", Ornicar? El saber del psicoa-
na1isis, Barcelona, Petrel, 1981.
Leserre, A.: "Historizar el análisis", Pase y transmisión 2, Bue-
nos Aires, EOL-COI.;, Serie Testimonios y Conferencias,
1999.
Miller, J.-A.: El hueso de un análisis, Buenos Aires, Tres Haches,
1998.
Nemirovsky, F.: "La elaboración del Cartel", Pase y transmi-
sión 2, Buenos Aires, EOL-COL, Serie Testimonios y Con-
ferencias, 1999.
Nepomiachi, R.: "Sueños de pase", Pase y transmisión 2, Bue-
nos Aires, EOL-COL, Serie Testimonios y Conferencias,
1999.
Torres, M.: "El encuentro con el psicoanálisis", Pase y transmi-
sión 2, Buenos Aires, EOL-COL, Serie Testimonios y Con-
ferencias, 1999.
Toté, S.: "La nominación en el Cartel", Pase y transmisión, Bue-
nos Aires, EOL-COL, Serie Testimonios y Conferencias,
1998.

183

u;~iVERSiDt!\D DEANTiOOUt/\
_ -----.,. --a.•_,_~ A 1
UN- ABORDAJE SINGULAR DE LA
EXPERIENCIA DEL PASE

Nora Cherni

He titulado mi trabajo "Un abordaje singular de la expe-


riencia..." con la idea de incluir desde allí aquello que se insta-
la en el dispositivo como apertura, y que es posible escuchar
en los testimonios, cuando un sujeto decide dar a conocer las
razones de su decisión de "ser el soporte" 1 del discurso analí-
tico.
Con apertura quiero precisar aquello elaborado en el mis-
mo procedimiento, que es situado como diferente por el pa-
sante, al punto de ser considerado como nuevo, como un
agregado a lo ya construido lógicamente.
No me refiero aquí a la cuestión del momento de pase, en
un caso particular de fin de análisis, que podría ser conside-
rado el más adecuado para que tome la dimensión de una
transmisión a la comunidad.
A lo que me refiero y que quiero subrayar es que así como
la perspectiva del pase, en una comunidad analítica, produce
un cambio en los análisis mismos, la participación directa en
la experiencia permite la introducción de un antes y un des-
pués, para los pasantes fundamentalmente, así como también
para los implicados en el dispositivo. Lo hemos escuchado en
las distintas transmisiones que los carteles del pase han hecho
y que incluyen ahora a los pasadores que, como en mi caso,
luego de cumplir esa función integro ahora el cartel del pase,
lo cual me permite hoy hablar desde allí.

l. Lacan, J., "Sobre la experiencia del pase", Omicar?, 1, Barcelo-


na, Petrel, pág. 33.

185
Nora Clzenzi

En el caso de los pasantes nominados está dada como res-


ponsabilidad la posibilidad para ellos y para la Escuela de
participar en forma directa de la elaboración que esa misma
participación postula. Mi interrogación se dirige entonces a
aquello que el pasante sitúa como nuevo, a partir del pase, y
que el cartel evalúa como tal, es decir, al mismo tiempo que
una transformación es escuchada, ésta no se encuentra crista-
lizada en una formalización que dé cuenta de ese viraje para
que el pasante sea nominado AE.
Se puede precisar que se trata de un saber no sabido que
opera a la manera de "lo que condiciona la activación del in-
consciente"/ pero cuya falta de límites no permite la separa-
ción del sentido de lo que no lo tiene, es decir, en términos de
oposición del goce respecto del saber adquirido.
La relación a la Escuela que está implicada en el acto de tes-
timoniar en el dispositivo no es un pequeño detalle. Implica al
sujeto supuesto saber de la Escuela y ubica, en ese mismo es-
fuerzo por capturar la lógica del propio análisis, una posición
ética, más allá· de que culmine o no en una nominación.

El Cartel H ha escuchado ocho testimonios, de los cuales


hasta ahora han sido respondidos seis. De estas seis demandas,
cinco fueron de pase conclusivo y uno de pase a la entrada:
En todos los testimonios hemos escuchado el beneficio que
implica el esfuerzo por sostenerse en esa transmisión particu-
lar desde una ética conclusiva, en donde la demostración se
realiza a través de lo que llamamos "volverse analista cie la
propia experiencia".
El beneficio puede ser pensado de diversas formas; quiero
resaltar una: la de la posibilidad de que queden abiertas para
el pasante algunas vías que atestigüen la presencia de lo real.
En un caso la pacificación del sufrimiento no alcanzó para
dar cuenta de un viraje hacia el psicoanálisis como causa,
aunque pudo haber quedado allí cernida la pregunta sobre si

2. Miller, J.-A., Los signos del goce, Buenos Aires, Paidós, pág. 224.

186
U11 abordaje singular de la experiencia del pase

la no-nominación le permite una apertura. En otro caso se tra-


taba del saber acerca del objeto causa pero se ubicaba un pa-
so antes de su caída; en otro, la particularidad del fantasma
constituyó una posición disimulada con relación a su propio
deseo, obstaculizando así una elaboración necesaria; un apre-
suramiento del fin de análisis imposibilitó, en otro caso, la
apertura a una posición diferente respecto de lo que situaba
como "efecto de verdad".

Considero que testimoniar en el pase es una posibilidad


para hacer, de ese nuevo lazo que es el pase, un buen encuen-
tro si la no-nominación opera como apertura en vez de clau-
sura.
Por lo tanto, me parece importante insistir en los efectos
que el pase produce, del lado de una apertura al deseo de sa-
ber en la misma reducción con la que se está operando.
Esta experiencia, a través de la cual cada uno de los impli-
cados sabrá qué utilidad darle, conduce sin embargo a la
pregunta sobre cómo condicionará su lugar en la Escuela,
considerando el carácter paradoja! del pase, señalado por
J. -A. Miller en "Las paradojas del pase".3 Es decir, la parado-
ja que se produce con relación al momento del final del análisis,
que estructuralmente implica la destitución del Otro, y que a
la vez remite a la necesidad del consenso -como decisión del
analista-, de poner en tela de juicio ese mismo convencimien-
to de su viraje de analizante a analista; o del momento de pa-
se como en el caso del pase a la entrada, donde lo que se juega
es esa "alternancia" -tal como la llama Lacan en la "Proposi-
ción... "4 refiriéndose a la dialéctica analista-analizante-, cuan-
do el pasante quiere transmitir lo que perdió del cernimiento
de la causa de horror y de deseo de conclusión, que se perci-

3. Miller, J.-A., "Las paradojas del pase", Ornicar?, 1, Barcelona,


Petrel, págs. 47-48.
4. Lacan, J., "Proposición del9 de octubre de 1967. Acerca del psi-
coanalista de la Escuela", Momentos cruciales de la experiencia analíti-
ca, Buenos Aires, Manantial, pág. 19.

187
Nora Chenzi

be en diferentes momentos del análisis antes del fin, y que


permite ubicar la noción de apuesta del analista por venir.
Lo paradoja! del pase es que introduce la dimensión del
Otro de una manera diferente, añade una dimensión que no
existía antes, la de un renovado compromiso con los otros de
la Escuela.
Éric Laurent, en su última presentación en la EOL,S a par-
tir de su lectura de "Lituraterre" de Lacan, nos introducía a es-
ta cuestión al mencionar lo que resta para el sujeto cuando se
separa del Otro: las huellas perdidas de lo perdido, lo que del
saber no es posible recuperar y que nada llega a reemplazar
ni remediar, sólo huellas que indican una ausencia y que sin
embargo sostienen, al mismo tiempo, la presencia de una di-
mensión de goce.
Ser el soporte de estas huellas es la apuesta del deseo del
analista y es lo que se escucha en los testimonios del pase.
Más aquí o más allá de la apuesta, esta posición convoca a
una pasión que es posible ser escuchada y que puedo decir
desvela, pasión "sin complacencia ni piedad"/ tomando la
definición que un analizante hizo de Lacan alguna vez, y co-
mo nos dice él mismo en la "Proposición...", cuando se pre-
gunta por la calificación del analista: " ...no se trata de artificio
sino de vena desprendida del psicoanalizante" .7 He sido tes-
tigo de ello como pasadora y como miembro del cartel del pa-
se, me refiero a que algo de esta "vena" se pone en marcha, de
las certezas que ponen en acto la realidad del inconsciente, de
que los efectos de sentido no agotan la pregunta por el goce.
Las consecuencias de esta pregunta interrogan el mismo
deseo de saber del analista; a su vez, la perspectiva del sínto-

5. Laurent, É., "Noche de la EOL del22-9-99", inédito.


6. Di Ciaccia, H., "Pérdida y fidelidad", Uno por Uno, noviembre
de 1991, Barcelona - Buenos Aires, pág. 16.
7. Ídem, nota 4, pág. 13. He encontrado otra traducción para es-
ta misma cita que dice: " ...vena desprendida del significante". Creo
que ambas traducciones pueden ser utilizadas para lo que quiero se-
ñalar, que es la cuestión de lo que se pone en juego como "vena" pa-
ra el analizante y que incluye al significante.

188
Un abordaje singular de la experienda del pase

rna en su dimensión real cuestiona el deseo del analista. A es-


tas interrogaciones nos introduce el pase.

El objeto inscripto en las huellas de lo real del sujeto no se


alcanza sin apresuramiento, en el que el deseo de saber está
corno marca recorriendo una historia, una vida, cuyo origen
está en la misma soledad, estructural al sujeto, pero que éste
no evitó enfrentar, sobre todo si se trata de intentar testimo-
niar sobre ello.
Soledad, entonces, para el analista, pero poblada de "con-
géneres"8 bajo la dependencia productiva del Otro de la Es-
cuela.

8. J. Lacan, "Nota italiana", Uno por Uno, abril de 1991, Barcelo-


na-Buenos Aires, pág. 17.

189
CONCLUIR EN EL DICTAMEN

Ana Ruth Najles

Nuestro cartel, el Cartel H, ha recibido hasta el momento


ocho testimonios. Seis de ellos eran pedidos de pase conclusi-
vo, y en los otros dos casos se trataba de pedidos de entrada
por el pase que en el curso del testimonio devinieron también
pedidos de pase conclusivo.
Quiero indicar, en principio, algunas de las enseñanzas que
se han desprendido de los testimonios que nos fueron trans-
mitidos hasta ahora: 1) En algunos casos se pudo verificar que
el "empuje" al pase se produjo por el goce de una identifica-
ción que no había sido desprendida en el curso del análisis, y
en cuya transmisión no se verificó la transferencia al discurso
analítico y a la Escuela. 2) Se pudo verificar en ciertos testimo-
nios que la existencia misma del dispositivo del pase y, por en-
de, de la Escuela como perspectiva del fin del análisis, tiene
efectos terapéuticos en el futuro pasante. 3) Es llamativo en va-
rios casos de pasantes mujeres el hecho de que consideraran
terminado el análisis habiendo clausurado sin resolución veri-
ficable en la transmisión efectuada por los pasadores la cues-
tión de su posición respecto del partenaire sexuado.
Como ustedes saben, si bien por el momento nuestro car-
tel no ha arribado aún a ninguna nominación eso no obsta pa-
ra que haya que concluir cada vez, expidiéndose con un
dictamen. Dictamen que no se limita a un "sí" o a un "no" si-
no que propone una orientación a cada pasante.
En otra ocasión hablé de la responsabilidad como un plus
que está en juego en lo que opera en el dispositivo del pase y
acerca de que el cartel del pase debe dar cuenta no sólo de la

191
Ana Rut/z Najles

demanda de verificación de cada pasante con respecto a su


posición de analizante (entrada por el pase) o de analista (pa-
se conclusivo), sino que también debe responder por su "ac-
to", vale decir, por su "conclusión" -dictamen- ante la
comunidad de la Escuela, cuya referencia es el discurso del
psicoanálisis.
En este desarrollo intento situar los fundamentos del "mo-
mento de concluir" en el cartel del pase. La pregunta que nos
guía es qué se precipité;l en la elaboración del cartel cuando se
concluye. Y esto es así porque la conclusión en el dictamen no
se produce por procedimientos automáticos de resolución, ni
por consenso democrático, ni por votación.
Es por ello que el cartel del pase debe consentir a su acto,
el acto de expedirse y dar su dictamen al pasante y a la Escue-
la -lo que lo diferencia de cualquier otro cartel. De este modo
postulamos en el lugar de agente del acto ya no a un analista
en tanto presencia, sino a una presencia peculiar: el cartel del
pase.
En principio, aquello que los pasadores transmiten al car-
tel es lo que permite llegar a una conclusión al precipitar la lo-
calización de los efectos de goce. Éste es, entonces, un "saber
incorporado". Nos referimos aquí a la diferencia que realiza
Jacques-Alain Miller en su último curso de este año entre el
proceso de "significantización" y el de "incorporación"/
quien retoma allí una distinción -realizada por el Dr. Lacan-2 ·

entre el lenguaje-significante como "incorporal" y los efectos


-"afecto"- que éste produce al ser "incorporado". . ·
Parece evidente hablar de saber incorporado en el caso del
pasante, dado que la incorporación supone un cuerpo vivo,
pero otra cosa es hablar del saber incorporado en el cartel del
pase ya que la pregunta que sigue es: ¿acaso el cartel del pa-

l. Miller, J.-A., L'expérience du réel dans la cure analytique, curso del


16 de junio de 1999, inédito.
2. Lacan, J. "Radiofonía", Respuesta a pregunta II, Psicoanálisis.
radiofonía y televisión, Barcelona, Anagrama, 1977.

192
Concluir en el dictamen

se es un cuerpo?; y si ló es, ¿qué clase de cuerpo es el cartel


del pase?
Para apuntar a un comienzo de respuesta voy a tomar al-
gunas cuestiones relativas al tema de los incorporales estoi-
cos. Me orientó en esa dirección una referencia también de
Jacques-Alain Miller,3 justamente cuando se refiere a la cues-
tión del goce.
Recordemos que los estoicos sitúan lo expresable (el signi-
ficante), el tiempo, el vacío y el lugar entre los incorporales, es
decir, entre los seres dotados de una mínima existencia. Pero
tanto los cuerpos como los incorporales son englobados por el
"algo" que define al género supremo en tanto un mismo gé-
nero del ser, lo que pone en evidencia la preocupación de los
estoicos por no abandonar enteramente los incorporales al
"no-ser".
De este modo los incorporales, así como los pensamientos,
gozan de un estatuto de cuasi-existencia.
Los estoicos plantean que cuando un cuerpo se ubica en el
vacío, el vacío se transforma en lugar, en tanto "recibe del
cuerpo que lo ocupa, el carácter propio de éste, el límite. En
cierto modo 'se incorpora'. Se puede afirmar entonces que el
vacío tiene necesidad del mundo para ser arrancado de su no-
ser y existir bajo la forma de lugar".
La conclusión es que "son los cuerpos los que hacen que los
incorporales tomen cuerpo y, de infinitos que eran, se limiten" .4
La definición que da Crisipo del tiempo es la de "interva-
lo que acompaña el movimiento del mundo", donde el térmi-
no "intervalo" pone en consonancia la definición de lugar y la
de tiempo. Los estoicos afirman la realidad única del presen-
te con respecto a la vida humana, siendo pasado y futuro pre-
dicados que sólo tienen existencia en el pensamiento.
Ellos ubican al movimiento como causa primera, definién-
dolo como el acto mismo. Esta causa motriz es lo que a cada

3. Miller, J.-A., ob. cit.


4. Goldschmidt, Victor, Le systeme stoicien et l'idée de temps, París,
Vrin, 1989.

193
Ana Rutlz Najles

instante "hace pasar el pensamiento al acto". Es así como "pa-


ra los estoicos, toda causa es un cuerpo que sobre otro cuerpo
causa algún efecto incorporal". 5
A partir de aquí se extrae una conclusión que orienta nues-
tro recorrido: el tiempo deriva su realidad -en tanto puro pre-
sente- de la del acto, ya que la delimitación del instante
presente depende de la decisión del agente corporal. De mo-
do q1,1e siendo solamente el acto el que determina y realiza el
tiempo no hay un marco temporal preexistente donde pue-
dan ubicarse nuestros estados y nuestros actos. Esta preemi-
nencia conferida al acto da como resultado un rechazo de las
génesis lentas (las que procederían por acumulación de pasos
del desarrollo), ya que la conversión del tiempo ilusorio en
presente real se logra sólo por una transformación brusca que
rompe el progreso precedente.
De este modo, el esquema fundamental del tiempo estoico
no es el de antes-después, sino el del enseguida.
Podemos situar aquí la función lógica de la prisa. Si nos re-
mitimos a la letra de J. Lacan, el tiempo definido como mo-
mento de concluir en el acto es producido por la función
lógica de la prisa introducida (tetizada) por el objeto a. 6
Si esto es así es porque la consistencia lógica del tiempo es-
tá dada por el objeto a en tanto aquello caído. Como lo afirmó
J. Lacan/ este caído o falsus en tanto signo -síntoma- del su-
jeto es la causa de la que se sostiene el psicoanálisis en su pro-
ceso de verificación del ser. Esto es la función de la prisa como
conclusión del movimiento que anticipa una certidumbre que
indica, es decir, que 'empuja' a la salida.
El dispositivo del pase da al testimonio la ocasión de veri-
ficar que el momento conclusivo ha sido alcanzado ..
Cuando el doctor Lacan se refiere en "Radiofonía" a la
"función lógica de la prisa"8 como lo que produce el tiempo
5. Ibíd.
6. Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aun, cap. 4, Barcelona, Paidós,
1981.
7. Lacan, .J., Respuesta a pregunta rv, oh. cit.
8. Ibíd, Respuesta a pregunta V.

194
Concluir en el dictamen

que caracteriza como momento de concluir, dice que "lo que


ella reúne es un conjunto: los prisioneros en mi sofisma, y su
relación a una salida estructurada por un arbitrio ...".
Se trata, entonces, de que para decidir es necesario contar
con la falta en el Otro (el elemento vacío que incluye todo con-
junto) y algo más con lo que será posible salir. La causa de la
salida "empuja" hacia la decisión final.
Podremos, a partir de este desarrollo, establecer un punto
de equivalencia entre· la decisión conclusiva del pasante y el
dictamen precipitado en el cartel del pase.
Decíamos más arriba que no es lo mismo el significante o
el saber en tanto incorporal, en tanto cadena significante del
Otro, que el saber como incorporado. Ya que el saber incorpo-
rado es el que tiene efectos en un cuerpo, o sea, el que "al re-
cortar un cuerpo hace surgir el goce, el plus de gozar..."/ o sea,
el afecto como tal.
Pero entonces podemos interrogar qué efectos tiene el sa-
ber incorporado que se produce en el cartel del pase. Este
interrogante lleva a preguntarnos por el tipo de afecto que le
correspondería.
Para despejar cualquier malentendido digamos que no se
tratará del plus de gozar singular de cada uno de sus integran-
tes. Ya que -como decíamos más arriba- hablar de acto del
cartel implica situar algo más que la "suma" del juicio de ca-
da uno de sus integrantes en el momento de concluir en el
dictamen.
Ese algo más que se realiza en el cartel del pase en el mo-
mento del dictamen, ¿no es lo que se ha transmitido como
producción del affectio societatis mismo, otro nombre del cál-
culo colectivo?
Resumiendo: el saber incorporado que se deposita en el
"cuerpo" del cartel del pase permite a sus integrantes consen-
tir en la decisión de dictamen, empujado por su causa, la que
se hace presente entonces y se deja reconocer. Se trataría así

9. Ídem, nota 1.

195
Ana Ruth Najles

de un afecto nuevo producido por el discurso analítico: el


affectio societatis,10 realización de la causa del saber incorpora-
do en el cartel-lo que queda de cada pase- y efecto, a su vez,
del deseo de Escuela articulado a la causa analítica. Y pode-
mos plantear que esto es así para cada dictamen emitido por
el cartel en el dispositivo del pase, haya o no haya habido no-
minación.

10. Animado por el gay savoir.

196
LA ELABORACIÓN DEL CARTEL,
UN TRABAJO EN CURSO

Frida Nemirovsky

El cartel G, integrado por Graciela Brodsky, Guillermo Ca-


valiere, Arubal Leserre, Ricardo Nepomiachi y Frida Nemi-
rovsky, más uno, ha escuchado hasta este momento diez
testimonios y el undécimo se encuentra aún sin concluir. Ha
recomendado dos entradas que han sido pasajes de adheren-
te a miembro de la Escuela y ha producido recientemente dos
nominaciones de AE: Guillermo Belaga, de Buenos Aires, y
Gabriela D'Argenten, de Córdoba. También ha hecho una
propuesta al Consejo de una entrada como adherente.
Este cartel tiene la particularidad de dejarse sorprender
por la escucha y no quedar preso de los standards, si bien res-
peta plenamente las normas reglamentarias. Tratando de apli-
car, al decir de J.-A. Miller en Política lacaniana, una política
radical y al mismo tiempo realista. El clima de trabajo, por lo
tanto, aunque es de mucha responsabilidad, no posee un ca-
rácter solemne.
La elaboración del cartel, como ya lo sabemos, se apoya en
el testimonio de los pasadores que transmiten dicho testimo-
nio al cartel. Es ya constatable para nuestra experiencia el va-
lor de "el pasador es el pase", que tiene el pasador. Es sin
lugar a dudas el que puede facilitar y orientar la escucha del
cartel favoreciendo la lógica del testimonio sin hacer pantalla,
o bien contrariamente, como ha ocurrido en algún caso, cons-
tituirse en obstáculo para la posibilidad de vehiculización de
un testimonio. En este sentido estamos hoy en condiciones di-
ferentes de realizar esta exposición respecto de la noche de la
EOL a la que fuimos invitados por el Secretariado para dar

197
Frida Nemirovskt;

cuenta de nuestra elaboración. Sin embargo, hay algunas


cuestiones que queremos reiterar de las ya señaladas en dicha
noche. Allí decíamos que la posición que más conviene al~
miembro del cartel es la de analizante en lo que se refiere a
desuponerse una escucha desde el lugar del sujeto supuesto
al saber, y mantenerse a la vez en posición de analista, no de-
jándose tomar por sus prejuicios y su propio fantasma.
La siguiente cuestión se refiere a señalar algunos obstácu-
los y observaciones en los testimonios mismos: 1) La adhesión
al fantasma en varios pasantes indica que no se ha producido
un verdadero atravesamiento, y más bien se constata su repe-
tición ligada a un sufrimiento que aún subsiste. 2) La cuestión
de los sueños, también tomada en la mencionada reunión. De
ella queremos remarcar una cuestión en particular, referida a
los sueños durante el pasaje por el dispositivo que han llama-
do nuestra atención, para poner el énfasis sobre la diferencia
entre un sueño dirigido al Otro, que evidentemente no ha caí-
do aún, como si se continuase en el análisis, y otro sueño co-
mo constatando un final. 3) Respecto de su relación al
psicoanálisis también cabe reforzar lo dicho respecto de la di-
ferencia entre una subjetivación interior al proceso del análi-
sis y otra en la que de lo que se trata es más bien de un pedido
de reconocimiento, lo que hace pantalla a todo reconocimien-
to del deseo, y más aún a la posibilidad de localizar un deseo
de analista.
Retomando la cuestión de la posición diferente respecto a
nuestra primera presentación, está fundada en la razón de
que en el ínterin hemos producido dos nominaciones de AE
que han modificado la perspectiva desde la que nos presentá-
bamos entonces. Luego de producido este acontecimiento po-
demos decir que el cartel ya no es el mismo. Si bien se espera
que sea esto lo que haga, hay que, además, poder hacerlo.
Considero, por cuestiones que se presentaron en los encuen-
tros con los éxtimos, Éric Laurent, Jacques-Alain Miller y Vi-
cente Palomera, que la proximidad a dirimir una nominación
confronta al cartel a una cuestión de deseo implicado en el jui-
cio. Este plus en el procedimiento, que es la intervención del

198
La elaboración del cartel, un trabajo en curso

éxtinw, es, a mi criterio, fundamental puesto que duplica la


función pasador poniendo al cartel en ese lugar de ser el pa-
se a su vez. Estando el cartel cuasi convencido de estar ante
un pasante que reúne las condiciones de un AE, exponerlo an-
te el éxtimo exige producir un efecto de convencimiento por
el que a su vez ya ha sido atravesado, vía los pasadores. Esta
experiencia, que parece sencilla, produce un efecto sorpren-
dente, al escucharse transmitiendo lo que le ha sido transmi-
tido como si viniera de otro, ratificando así de modo
paradigmático lo que se daba por sabido. Por lo tanto, la pre-
sencia del éxtimo no parece tan sólo necesaria para noveles si-
no un elemento fundamental en el dispositivo. En uno de los
encuentros con el éxtimo presentamos dos pasantes y pudi-
mos verificar, retroactivamente, la importancia de confrontar-
se al interrogatorio que esa presencia otra propone. En la
medida en que de uno de los testimonios el cartel se encontró
pudiendo verificar su lógica y orientarse para transmitirla; de
esta primera situación surgió casi automáticamente la nomi-
nación. Mientras que en el segundo caso. los impasses que el
cartel debió enfrentar para transmitirlo, lo ubicaron respecto
de los impasses mismos que se daban para nominar.
Para concluir, creo que esta primera experiencia de nomi-
nación para todos los que componemos el cartel nos ha ense-
ñado acerca de la tensión entre las coordenadas del
testimonio y los requerimientos de la Escuela para poder rea-
lizarlo. Todo esto se traduce en una puesta en acto de la
apuesta ética que nominar conlleva.

199
Debate

DEBATE

Osear Sawicke. -Nos encontramos entonces con el trabajo


de los carteles frente a ustedes, abierto a todos sus interrogan-
tes, a sus preguntas...

Néstor Rozenberg. -Gracias. Gracias a la mesa anterior y


gracias a ésta por haber; permitido anudar en una sola reu-
nión estas experiencias que confluyen en la experiencia mis-
ma del pase. La experiencia de dos AE que forman parte de
los carteles del pase, los testimonios de los AE, las experien-
cias en suspenso de los analistas con experiencia, que mencionó
·Guillermo, y las experiencias de los pasantes. Tres experien-
cias en suspenso. Maravilloso. Es un efecto sorprendente có-
mo de experiencias en suspenso puede aparecer algo nuevo,
una nominación.
Dos preguntas. El funcionamiento del cartel del pase inclu-
ye la presencia de un más uno, el funcionamiento del cartel del
pase implica la charla, la consulta con un éxtimo. Mi pregunta
es cuál es la función del más uno en el cartel del pase y si de al-
guna manera esa función no queda velada por detrás de la reu-
nión con el éxtimo.

Guillermo Cavallero. -Me parece realmente interesante la


pregunta, tal vez porque creo haber encontrado en la expe-
riencia misma una diferencia (algo de eso está explicitado en
lo que dije en el trabajo). El trabajo del más uno en el cartel, a
mi gusto, funcionó efectivamente señalando, ubicando y per-
mitiendo que surjan los rasgos particulares de los miembros
del cartel. Eso favorece el trabajo de argumentos y contraar-
gumentos necesarios, del tiempo que necesita cada uno de los
integrantes del cartel para, en al'gún momento, llegar a un
consenso sobre la conclusión.
El caso del trabajo con el éxtimo a mi gusto tuvo una di-
mensión totalmente distinta, en la cual no lo tengo muy pen-
sado pero creo que la función tiempo tiene mucho que ver. El

200
Debate

trabajo con el cartel es sobre muchos testimonios, son muchas


horas de trabajo, y el cartel con el éxtimo se reduce, en esta ex-
periencia de reducción, a un mínimo, en que su participación
más que extraer el rasgo de cada uno y provocar esto, es ubi-
car lo íntimo propio del cartel que está presentando frente al
éxtimo. La experiencia que tuve hizo a la función del éxtimo
con los tres éxtimos, que ubicaron claramente e hicieron resal-
tar esos argumentos y el punto íntimo del argumento, que in-
clina la balanza hacia una no-nominación o una nominación.
Ésa, en principio, es la diferencia que podría ubicar entre el
más uno y el éxtimo.

Frida Nemirovsky. -Quería agregar que, en cierta forma, hay


que construir la función del más uno, porque, si bien es el ne-
xo entre el cartel y el Secretariado y es el encargado de velar
porque la tarea se efectúe y la recepción de los pasantes se rea-
lice, debe a su vez poder construir un lugar que se desburocra-
tice. Y es que, efectivamente, en esta segunda vuelta de carteles
el lugar está más burocratizado, po:~;que en este momento para
pedir un éxtimo hay que pasar además por el Secretariado, que
a su vez manda al Secretariado de la AMP, el cual avisa al Se-
cretariado que le avise al más uno que el pedido ... Cuento esto
para que se tenga la noción de que es una tarea que por mo-
mentos podría rutinizarse y burocratizarse, y me parece que es
función del que encarna ese lugar tratar de que no sea así.

Angelina Harari. -Fue interesante. Es la primera vez que


oigo, en la intervención de Frida Nemirovsky, una elabora-
ción acerca del trabajo del cartel con el éxtimo. Entonces, si
entendí bien, el cartel se transforma en pasador cuando rela-
ta un caso al éxtimo. Me gustaría que hablara más de eso.
Y otra cuestión de orden práctico es que me pareció consta-
tar pocos pedidos de pase a la entrada (por lo menos en el car-
tel H eran casi todos de pase al final y el único que no lo era se
volvió pase al final), a diferencia de Brasil, donde hay gran
cantidad de pedidos de pase a la entrada. Es una pregunta a la
mesa para que hablen sobre eso.

201
Debate

Osear Sawicke. -Angelina, no son pocos los pedidos de pa-


se a la entrada. No recuerdo exactamente el número, pero
creo que es un treinta por ciento de alrededor de doce o cator-
ce pedidos, quizá más. O sea que dentro de todo el mapa de
pedidos de pase el número es interesante.

Adriana Luka. -Quizá no lo pudieron decir los carteles


porque hay entrevistas a la espera, que entonces no se inclu-
yeron. Los carteles todavía no los recibieron.

Frida Nemirovsky. -Voy a tratar de contestarle algo más a


Angelina. Es un poco un invento mío, es una experiencia que
viví, y luego compartí mi opinión con el cartel a ver si estaba
de acuerdo, si le había pasado algo así. Se trata de algo muy
sencillo: siempre fue mi deseo pasar por la experiencia de pa-
sador y no pude. Entonces, esta situación primera que me to-
có, un poco por ser la más uno -le respondo a Néstor-, por
tener que ser la que inicia la transmisión al éxtimo y trata de
convencerlo y de armar la lógica del caso para demostrar que
allí efectivamente hay unAE (es decir, mostrar las dudas pe-
ro a la vez tratar de convencerlo de lo que el cartel piensa) se
tradujo para mí en un estado de pasador. Yo pensé: ¿Qué di-
ferencia hay entre esto y tener que convencer a un pasador,
siendo el pasante el que hace la experiencia, de que hay allí
un testimonio a verificar?
Entonces, lo compartí con el resto del cartel para ver si es-
taban de acuerdo y me lancé a proponer que esta experiencia
modifica el estado del cartel, porque si efectivamente la nomi-
nación se produce, como en estos dos casos, el cartel se en-
cuentra habiendo estado en el lugar del pase mismo. Es como
una primera vez.

Jacques-Alain Miller. -Brevemente señalo las cosas que es-


cuché, con interés. En el trabajo de Cavallero, que leí, la ubi-
cación de que el pasante no puede decir dos veces lo mismo.
Es algo muy simple, pero no sé si fue formulado antes. Sería
muy inquietante efectivamente un pasante que dijera lo mis-

202
Debate

mo las dos veces. Al contrario, finalmente, como es una ver-


dadera comunicación, se modifica en función del pasador; y
es verdad que a veces -lo escuchamos también con Vicente
Palomera- hay variaciones según que el pasador sea mujer u
hombre, y la identidad misma del pasador influye. También
me gustó la manera tranquila en que Cavallero señala que en
el pase se trata de una transmisión con pérdida: algo se pier-
de entre el pasante y el pasador, algo se pierde entre el pasa-
dor y el cartel y, por supuesto, hay que aceptarlo. De todas
maneras nunca se alcanzará una información completa, tam-
poco en el análisis. Finalmente, trabajamos con el máximo
cuidado pero sabiendo que la pérdida forma parte de lo que
se transmite y que, de algún modo, se transmiten modalida-
des de la pérdida.
Además es algo estudiado, hay una disciplina matemati-
zada, de la filiación de la teoría de los juegos, para explicar los
procedimientos de una decisión sin información completa so-
bre la situación. Está el arte de la decisión cuando hay una in-
formación completa (todo esto idealizado, por supuesto)
sobre la situación, pero también hay que tener en cuenta las
situaciones en las que necesariamente el que debe tomar una
decisión no tiene información completa sobre la cuestión y,
sin embargo, debe decidir. El cartel siempre está en esa situa-
ción de decidir sin saberlo todo, y aceptarlo, por supuesto.
He notado que N ora Cherni integra en su presentación el
término "deseo de concluir", por parte del analizante, que es
un factor que se puede escuchar y que toma en .cuenta el car-
tel en su propia decisión. Y también un planteo que habla del
esfuerzo del cartel por conservar la dimensión de apertura de
la no-nominación, que es algo que me parece fundamental en
el estilo mismo del dictamen; es decir, cómo la no-nominación
puede ser no un rechazo seco sino una apertura y una invita-
ción (a continuar el análisis, a retomarlo o a considerar que el
análisis no cobró la forma del pase). Creo que la fórmula
"apertura de la no nominación" presenta una cuestión impor-
tante que no había sido formulada de manera tan precisa.

203
Debate

La tercera presentación, de Ana Ruth Najles, nos arma to-


do un trabajo teórico que, primero, ya integra la consideración
del tiempo lógico en el pase, consideración que necesitamos
incluir en nuestro trabajo sobre la sesión analítica. Habla de
empuje al pase ... Pero, segundo, me parece que la referencia a
los estoicos es totalmente tópica y un tema para estudiar tam-
bién para la preparación del Encuentro Internacional, porque
en los estoicos hay una doctrina del acontecimiento mismo,
realmente son los que trataron de pensar cuál era la naturale-
za de un acontecimiento'. Y es que, normalmente, ¿sobre qué
se reflexiona? ¿Qué es una cosa?, retomando la pregunta que
hace un título de Heidegger. Si es una sustancia o un acciden-
te, bueno, modalidades del ser, pero con el modelo de una co-
sa material, o de la naturaleza o de la industria, una cosa o un
cuerpo... Un cuerpo se puede mover, se mueve, pero tiene
una constancia, una permanencia como cuerpo. Los estoicos
trataron de pensar la modalidad del ser de algo que pasa (no
del cuerpo sino del movimiento del cuerpo o del evento, de
un antes y después) y de repensar la ontología a partir de in-
tegrar el evento; mientras que para la metafísica clásica esas
cosas que cambian nunca formaron parte del verdadero ser,
sino que las situaba del lado de la apariencia, etcétera. Pero la
mirada fundamental es la mirada de la eternidad. Finalmente
termina con la grandiosa locura spinozista de ver todo bajo la
mirada d~ la eternidad, que es como la punta de la metafísi-
ca. Los estoicos, en cambio, ven todo a partir del aconteci-
miento y no de la eternidad, para simplificar las cosas. La
referencia a los estoicos, al libro de Goldschmidt, una referen-
cia ahora clásica...
Por otra parte, Ana Ruth introduce con respecto al pase
una fórmula que hasta ahora no había encontrado y que es la
idea de que hay una equivalencia entre la decisión conclusiva
del pasante y el dictamen precipitado en el cartel del pase. Lo
encuentro realmente novedoso y da una perspectiva original:
el cartel no solamente reflexiona sobre lo que le ocurrió al
pasante, sino que en sus trastornos para obtener un saber con-
clusivo, una demostración, el cartel reproduce algo del pasan-

204
Debate

te. Hay que tener cuidado, no es una transmisión mística, pe-


ro con la transmisión del saber...
Y con eso llegamos a la contribución de Frida Nemirovsky,
que va en la misma dirección. Por primera vez integra real-
mente al éxtirno, muestra que éste es la continuación de la ló-
gica del pase, de la lógica de transmisión del pase; y que
gracias al éxtirno, que no fue pensado así sino por otras con-
sideraciones -de Escuelas, de acuerdos de las Escuelas, etcéte-
ra-, por primera vez se muestra que la lógica de transmisión
(el pasante transmite a los pasadores, los pasadores transmi-
ten al cartel, que es la estructura del chiste, corno dice Lacan,
que una vez que uno lo sabe, lo va a contar a otro) no se de-
tiene con el cartel receptor, que no sólo será emisor, formal-
mente, con informes a la asamblea corno ho:» sino que se
transforma en emisor a un éxtirno. Y en la tránsmisión que el
cartel hace verifica los impasses mismos del pasante, verifica
en su facilidad o dificultad para exponerlo, pero en la pers-
pectiva de la decisión. El cartel transmite a la asamblea una
decisión ya tornada, lo hace con tranquilidad; corno hoy, de
manera más neutral; pero cuando transmite al éxtirno la deci-
sión aún no está tornada (en fin, está tornada pero no verifica-
da), y aquí parece que surge un efecto propio.
En mi opinión, es del mismo orden de lo que señala tam-
bién Ana Ruth, en otro nivel, el cartel que reproduce en su
cuerpo colectivo -casi corno fenómeno de Massenpsychologie-
algo del pasante, que tiene dos niveles distintos (primero
cuando se discute para precipitar su decisión y, después, repi-
tiendo el procedimiento con el éxtirno). Si les fuera posible es-
cribir un texto juntas sobre este punto, eso podría quizás ... La
Escuela de la Causa habla hace mucho tiempo de introducir
al éxtirno, pero no lo hace porque no experimenta la necesi-
dad ... Pero con esto, con esta demostración de que es coheren-
te con la lógica del pase, se podría precipitar el momento de
concluir de la Escuela de la Causa, que esperamos desde ha-
ce bastante tiempo.

Juan Carlos Indart. -Se me había ocurrido un comentario


instantes antes de que hablara Jacques-Alain Miller, pero creo

205
Debate

que todavía vale la pena. A partir de la pregunta de Angelina


Harari sobre la experiencia que Frida había contado, quería
manifestar mi desacuerdo respecto de utilizar el término "pa-
sador" para pensar eso que seguramente hay que pensar, por-
que me parece que las condiciones son distintas, que es un
uso demasiado analógico. El pasador no está en posición de
decidir y tiene un encuentro a solas con el pasante, mientras
que el cartel es un colectivo, un cartel trabajó ... Y sí, se puede
estudiar qué ocurre a partir de la presencia de un éxtimo. Pe-
ro no me parece que esa nitransmisión tenga la misma estruc-
tura que la del pasador.
El tema me parece importante. Creo que hay que encon-
trarle otra terminología, para que no nos conduzca (si utiliza-
mos los mismos términos) otra vez a lo infinito, donde se
oscurece el tema de la decisión misma. Y es que, diríamos que
si el cartel se transforma en pasador, el éxtimo queda conv~r­
tido en una especie de cartel del pase unipersonal. Pero él po-
dría sentirse pasador si hacemos después un cartel donde
hubiese un éxtimo más, un éxtimo al cuadrado y podría se-
guir hasta la ene potencia. Es un argumento que me parece
que puede oscurecer el tema del plus que hay que poner en el
dictamen como tal.
Conocí esa experiencia, fui miembro de un cartel y conocí
la experiencia de desanudamiento en el instante mismo de
concluir (porque el cartel tiene una idea de conclusión sobre
el caso del pasante). Por eso, solamente esos casos se discuti-
rán con el éxtimo. Así que en cierto modo hay una suerte de
primera decisión, de primer dictamen, y eso se desanuda por
completo en una especie de segunda discusión.
Me parece más interesante recordar incluso los dos momen-
tos necesarios, por ejemplo, en "El tiempo lógico ..." de Lacan,
para llegar, a fin de cuentas, al acto de decisión. Es un detalle
que a veces no tenemos bien estudiado. Con las distancias que
hay entre ese texto de Lacan y lo que realmente es el tiempo tal
como funciona en el cartel del pase. Pero recuerdo eso que no
siempre se señala: hay dos movimientos, el primero de cuasi-
decisión hasta, en un segundo, precipitar de otro modo la deci-

206
Debate

sión. Así que habría algunos elementos para trabajar; efectiva-


mente la cuestión del éxtimo hace a la estructura del pase co-
mo tal, pero no me parece útil usar la categoría "pasador" para
pensar ese momento del cartel. Es una idea, por supuesto.

Luis Erneta. -Quiero empezar por agradecer yo también


muy especialmente los testimonios de los AE, que me sor-
prendieron muy gratamente, y además a quienes en la mesa
de los carteles exponen hoy de algún modo por primera vez.
Con respecto al tema del pasador, en fin, creo que el tema
está planteado, creo que no es simplemente una cuestión de
terminología, sino de verificar la lógica que está en juego. En
todo caso, se trata de ver hasta dónde puede dar lugar lo que
puede ser la función pasador, más allá de la persona que lo
encarne. .
Con respecto a lo escuchado recién, quiero hacer hincapié
en la dimensión que de un modp u otro los cuatro trabajos in-
trodujeron en relación con el acto. De un modo u otro, lo nue-
vo que destacaba Nora Cherni, ese antes y después, eso entre
nosotros se llama acto. Hay un antes y un después, a partir de
lo cual se supone que no es lo mismo. Frida Nemirovsky tam-
bién habló de un antes y un después de la nominación; es decir,
el cartel no quedaba igual antes y después de la nominación.
No solamente un sujeto singular como el pasante, sino el car-
tel mismo tenía un efecto de cambio en tanto acto. Es decir
que esa nominación retroactúa sobre el trabajo previo. Cava-
llera también tomó esa dimensión con el cartel en pugna -fue
el pequeño apólogo que empleó. Y Ana Ruth Najles también,
en relación con el tiempo.
Y esto a mi juicio abre una cuestión interesante que es la si-
guiente: está referida justamente al tiempo de concluir, pero
en este caso referida al tiempo o la pregunta o la cuestión de
cuál es el tiempo de concluir un testimonio ante los pasado-
res. Porque hay diferencias. En el cartel anterior tuvimos la
experiencia de que el tiempo de concluir -digamos, el testi-
monio ante los pasadores; en verdad no concluía, porque era
continuar el análisis por otros medios, como ha tomado algu-

207
Debate

na vez Jacques-Alain Miller parafraseando a Clausewitz. Pe-


ro Clausewitz dijo otra cosa -además de esta frase- sobre el
tema de la guerra: diferenció la lógica y la gramática, afirman-
do que lo que tenía la guerra era su propia gramática pero no
su propia lógica, que la lógica estaba en la política. Y me pa-
rece que hace a una cuestión de la política, de la Escuela, del
pase y del tiempo, pensar cómo tomar los testimonios que a
veces se pr<?longan mucho tiempo en las entrevistas con los
pasadores -no estoy hablando en el vacío o en la pura supo-
sición. ¿Cómo tomar eso?'Si se trata del tiempo de cada uno,
si es el tiempo gramatical o si hay un tiempo lógico -no me-
ramente gramatical-, qué se puede esperar de un testimonio,
del testimonio de cada uno, sino el tiempo de la conclusión.
Si es que se prolonga el tiempo de concluir o si no se alcanza
ese tiempo de concluir porque aún no se concluyó con el tiem-
po de comprender.
Me parece que son cuestiones que, al igual que la observa-
ción sobre el pasador, quedan abiertas, no podemos concluir
sobre eso, pero son observaciones de la experiencia de los car-
teles. Gracias.

Frida Nemirovsky. -Me interesaría empezar a pensar que


no sé si yo pondría el énfasis en el tema de cómo llamar a esa
experiencia, si llamarla experiencia del pasador... Es verdad, a
mí me resultó fácil, dije que era un invento mío, me hago car-
go de la cuestión. Entiendo que quizás haya que repensar si
es el término adecuado, pero no me interesa el término, sino
lo que se produce. Y se produce un efecto al que le podemos
poner otro nombre. N o creo que ésta sea la cuestión, por lo
menos para mí no lo es. La cuestión es poder intentar trans-
mitir a la comunidad que hay allí un efecto que, más allá de
cómo se llame, reduplica de alguna manera algo que se reci-
be de la experiencia del pasante al pasador y del pasador al
cartel, y que se produce efectivamente con el éxtimo y no de
otra manera. No lo cumple el más uno ni lo cumple ningún
otro procedimiento; y cuando eso además produce una nomi-
nación, como en el caso que atravesó este cartel, produce un

208
Debate

efecto que deja ar cartel en una posición diferente de su esta-


do anterior. Lo sitúo, y quizá tendré que formalizarlo más (to-
mo la invitación de Jacques-Alain Miller para pensarlo en
relación con la posibilidad de darle una lógica pertinente), pe-
ro el hecho, el acontecimiento, el realismo de la situación se
produce.

Ana Ruth Najles. -Quisiera decir algo al respecto. Noso-


tros tenemos menos experiencia de reuniones con el éxtimo
(tuvimos una sola reunión, conJacques-Alain Miller como éx-
timo), pero quiero decir que estoy de acuerdo y que lo diji-
mos, lo enunciamos cuando salimos de la reunión con él; es
decir que, evidentemente, al intentar transmitir una experien-
cia que era el resto de lo que nos había sido transmitido, nos
encontramos cumpliendo la función de~ pasador: transmitir
eso que uno intenta hacer llegar, hacer pasar al otro, hacer pa-
sar al dispositivo, hacer pasar a lo real. Yo no sé si hay que
cambiarle el nombre o no, creo que quizá la cuestión es, como
dice Luis, diferenciar una función de quien la encarna. Quizá
la encarna un pasador reunido -con una persona en determi-
nado momento del testimonio y quizá, en otro momento, en
la reunión con el éxtimo, la encarna cada uno de los integran-
tes del cartel.
En ese sentido, me parece que hay una función de transmi-
sión que, siguiendo en esto un texto de Miller que me aclaró
mucho, había nombrado en la reunión que tuvimos en la Es-
cuela hace poco ... Se trata de un texto que salió en El Caldero ... ,
donde Jacques-Alain Miller aclara con precisión que el pasan-
te testimonia, el pasador transmite y el cartel da cuenta de los
resultados. Me parece que esa función de transmisión, llamé-
mosla pasador, dos pasadores, cartel del pase, cuando se
cumple esa función de transmisión, hay algo que se intenta
hacer pasar. Me parece que es eso, y no sé si vale la pena cam-
biarle el nombre, realmente.

Guillermo Cavallero. -Me voy a sumar a la conversación


sobre el tema del pasador. Yo elegí como título "El dispositi-

209
Debate

vo del pase y su enseñanza". Efectivamente, uno entra al dis-


positivo, ya sea como pasador o como miembro del cartel, y
tiene algunas ideas sobre cómo será eso y luego surgen varia-
ciones de eso, enseñanzas del propio dispositivo. Y en princi-
pio, en mi caso, yo pensaba la reunión con el éxtimo en
términos de qué iba a agregar el éxtimo a nuestros argumen-
tos, qué relaciones lógicas iba a armar el éxtimo. Se tradujo
efectivamente en pasar algo de un testimonio; esa experiencia
está, algo ha sido pasado, y nos retoma a nosotros mismos
por la función del éxtimo.' Me parece que efectivamente hay
una lógica del éxtimo que encaja muy bien en el dispositivo
del pase, más allá de las cuestiones institucionales que hacen
alaAMP.
Yo diría, más bien, que en la diferencia misma entre la fun-
ción pasador ejercida por los dos pasadores y la función pasa-
dor ejercida por el cartel surge una enseñanza. Entonces,
quizás el uso de la palabra "pasador" nos lleve a extraer más
consecuencias sobre lo que significa la función pasador. A mi
gusto, no sólo determina con claridad lo que es el pasador en
su función, sino que amplía la función de pasador, y creo que
es un punto que tenemos que seguir trabajando.

Nora Cherni. -Yo quiero decir algo más. Nosotros tuvi-


mos una sola reunión con el éxtimo y automáticamente re-
cordé mi función de pasadora. Es decir que creo que lo que
dice Frida, más allá del nombre, es así, algo sucede ahí que
tiene que ver con la transmisión del pasador. Se continúa la
lógica del pase en esa introducción del éxtimo en el trabajo
del cartel del pase.

Osear Sawicke. -Me preguntaba qué era lo que habíamos


hecho esta mañana y para responderle no encontré mejor for-
ma que aplicar algo que ayer comenzó a desplegar Jacques-
Alain Miller: lo que hicimos, lo que presentamos ante ustedes,
es todo lo que pensamos con respecto al pase, el eje de la Aso-
ciación Mundial de Psicoanálisis. Como muchas veces tam-
bién nos enseñó Miller, esto resulta así muy fácil. Y es cierto,

210
Debate

pero también está sostenido por la diversidad en los testimo-


nios de los AE de las distintas escuelas de la AMP y por el tra-
bajo intenso de los carteles del pase para velar por un
dispositivo abierto a la sorpresa. Me parece, entonces, que al
menos desde esta perspectiva me encuentro totalmente re-
confortado por la sorpresa de esta mañana y quisiera agrade-
cer -más allá de todos los elogios y del agradecimiento a
ustedes, al público- al Secretariado del pase, que organizó es-
ta parte de las Jornadas.

VERSIÓN ESTABLECIDA POR PABLO RUSSO

211
Colección Orientación Lacaniana

Títulos publicados

LA CURA PSICOANALÍTICA TAL COMO ES


AA. VV.

LA TRANSFERENCIA TAL COMO ES


AA. VV.

LO QUE NO SE SABE EN LA
CLÍNICA PSICOANALÍTICA
AA. VV.

LA LÓGICA DE LA CURA
AA. VV.

¿QUÉ PSICOANÁLISIS?
Colette Soler

TRANSFERENCIA E INTERPRETACIÓN
AA. VV.

SEXUALIDAD FEMENINA
AA. VV.

IMÁGENES Y MIRADAS
AA. VV.

LA INTERPRETACIÓN
EN LOS CASOS DEL PSICOANÁLISIS
AA. VV.

LAS VARIABLES DEL FIN DE LA CURA


Colette Soler

LA PALABRA
AA. VV.

213

También podría gustarte