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Juan Bustamante nació en 1808 en Vilque, Perú en una familia de relativa riqueza. Recibió una educación primaria limitada y pasó su adolescencia participando en fiestas y aventuras. A finales de los 1820, comenzó un exitoso negocio comercializando lana de las haciendas de su familia. Viajó extensamente por los Andes estableciendo nuevos contactos y expandiendo su negocio. Para mediados de su vida, había acumulado una fortuna a través de su trabajo comercial.
Juan Bustamante nació en 1808 en Vilque, Perú en una familia de relativa riqueza. Recibió una educación primaria limitada y pasó su adolescencia participando en fiestas y aventuras. A finales de los 1820, comenzó un exitoso negocio comercializando lana de las haciendas de su familia. Viajó extensamente por los Andes estableciendo nuevos contactos y expandiendo su negocio. Para mediados de su vida, había acumulado una fortuna a través de su trabajo comercial.
Juan Bustamante nació en 1808 en Vilque, Perú en una familia de relativa riqueza. Recibió una educación primaria limitada y pasó su adolescencia participando en fiestas y aventuras. A finales de los 1820, comenzó un exitoso negocio comercializando lana de las haciendas de su familia. Viajó extensamente por los Andes estableciendo nuevos contactos y expandiendo su negocio. Para mediados de su vida, había acumulado una fortuna a través de su trabajo comercial.
2 Los primeros años de Juan Bustamante (1808-1838) Juan Bustamante nació en el sur del Perú
en 1808, en la pequeña localidad altiplánica de Vilque, a unos 30 kilómetros al noroeste de la
capital departamental de Puno. El Altiplano es la vasta planicie cubierta de pastos que rodea al Lago Titicaca. Desde tiempos prehispánicos la riqueza de la región ha consistido en rebaños de llamas, alpacas y, después de la Conquista española, ganado vacuno y ovejas. En una región con más del 90% de campesinos indígenas y trabajadores de haciendas, Juan nació en una familia de relativa riqueza y privilegio. Su padre, Mariano Bustamante y Jiménez, criollo de la ciudad de Arequipa, sirvió como oficial menor en la milicia colonial española del Altiplano. Su madre, Agripina Dueñas y Vera, había nacido en Vilque, donde heredó varias haciendas ganaderas. La tradición familiar afirmaba que ella descendía de Túpac Amaru I, el último Inca, ejecutado por órdenes del Virrey Francisco de Toledo en 1572 3 . Cualesquiera que haya sido la veracidad de esta tradición, es claro que la madre de Juan era mestiza, y que él se consideraba descendiente de españoles e indios. Un retrato suyo producido en París cuando tenía 40 años de edad muestra a un hombre elegan- Los primeros años de Juan Bustamante (1808-1838) 41 temente vestido, de piel oscura, con el cabello bien peinado y una nariz prominente. Pero son los ojos de Bustamante, grandes y oscuros, los que cautivan al observador. Penetrantes e intensos, son a la vez melancólicos y tristes. Le daban un aspecto de gentil pero inquietante seriedad. La inquietud de Juan se hizo evidente desde su primera infancia. Era feliz cuando recorría las amplias pampas y exploraba escabrosos peñascos o misteriosas ruinas prehispánicas con los niños indios que eran sus compañeros de juego. Su propensión a escapar de casa exasperaba a sus padres tanto que mantenían atado a Juan a una silla, “la cuarta parte de mis tiernos años” como luego él mismo recordaría 4 . Una estricta crianza, que incluía azotes como instrumento educativo, no era rara en el Perú, tanto como en otras sociedades durante el siglo XIX. Sin embargo, esta dura disciplina puede explicar mayormente por qué Juan luego sentiría tan sólo respeto por su padre, mientras que amaba profundamente a su madre, “mujer de una virtud ejemplar, de un genio angelical” 5 . Más adelante en su vida Juan guardaría rencor contra su padre por “no haberme procurado una educación de acuerdo por lo menos con sus medianos haberes” 6 . Con seguridad las escuelas en el Perú rural de finales de la época colonial e inicios del período republicano eran pocas y alejadas. Pero la mayoría de los hijos (y algunas pocas hijas) de las familias respetables eran enviados a las escuelas secundarias de la capital departamental, o a Arequipa o al Cuzco, donde algunos incluso podían continuar estudiando en la universidad y obtener un título en leyes, teología o medicina. Juan recibió instrucción primaria del párroco de Cabanilla, un pueblo a pocos kilómetros de su Vilque natal 7 . Allí aprendió lo básico en lectura, escritura y aritmética, junto a una fuerte dosis de instrucción religiosa. Esta enseñanza religiosa reforzó el fuerte, aunque algo convencional, sentido de religiosidad que su padre buscó inculcarle, probablemente el principal legado paterno que permanecería con Juan por el resto de su vida. Tras 4 ó 5 años de educación formal, ocurrió una extraña interrupción. Durante sus años de adolescencia, Juan parece haber participado de “la loca bohemia pueblerina” 8 : interminables fiestas públicas y privadas con sus amigos, aventuras amorosas, bulliciosas carreras de caballos a través de pampas y ríos para probar su destreza de jinete, y discutiendo, en conversaciones nocturnas a la luz de las velas, sobre el estado del mundo que aparentemente se estaba desmoronando junto con el fin del dominio colonial español. Para escapar del aburrimiento en Vilque, pasaba semanas o meses con parientes y amigos de la familia en la capital provincial de Lampa, o en la espléndida ciudad de Arequipa. Esta vida placentera y a la deriva se veía ocasionalmente interrumpida por negocios o por actividades de más utilidad en las haciendas ganaderas de la familia. Antes de cumplir los 20 años, Bustamante fue a la escuela secundaria en Puno por algunos breves años, pero aparentemente no llegó a completar sus estudios. Esta iba a ser la totalidad de la educación formal de Juan. Quizás su propia inquietud y su dificultad para aceptar las reglas impuestas por otros explique las limitaciones de su educación, más que la negligencia paterna. Bustamante escribiría después sobre sí mismo que “en la distribución de atributos y talentos naturales mi porción ha sido más bien escasa” 9 . Sin embargo no era nada tonto. A lo largo de su vida siempre trató entusiastamente de entender las novedades, ya fuese una máquina, una institución social, una política gubernamental, un monumento o una obra de arte. Adquirió un somero, aunque poco sistemático, conocimiento de la literatura e historia de Europa. Hacia la mitad de su vida podía escribir con una aceptable prosa de estilo romántico. En resumen, Juan Bustamante mostraba todas las marcas de un autodidacta. A finales de la década de 1820, Bustamante inició su vida laboral en serio. Estableció una tienda de compra de lanas en Cabanilla, el lugar de sus primeros estudios. Vendía lana de las haciendas de su familia, y de campesinos y otros hacendados de varias partes del Altiplano. Los compradores eran usualmente comerciantes europeos que se habían establecido en Arequipa después de la derrota de los españoles a fines del año 1824. Juan enviaba trenes de mulas o llamas, cargadas de fardos de lana escogida, a través de los pasos andinos hacia la ciudad acopiadora. Los arrieros, ya fuesen trabajadores de sus haciendas o empresarios independientes, regresaban con aguardiente, ají seco, pasas, azúcar, o algunos pocos artículos europeos importados, que Bustamante distribuía a sus asociados en el Altiplano. Él mismo viajaba de una extremo a otro del Altiplano, 42 Nils Jacobsen / Nicanor Domínguez desde los valles cercanos al Cuzco hasta La Paz y los valles orientales de los Andes, para establecer nuevos contactos comerciales y encontrar nuevas fuentes de lana y otros productos regionales. Asistía a las ferias comerciales anuales, siendo la que se reunía en su Vilque natal, la más importante. Cada año, durante 3 ó 4 semanas alrededor de Pentecostés a fines de mayo, la pequeña localidad se llenaba de miles de comerciantes, hacendados, campesinos y arrieros que vendían de todo, desde textiles de algodón fabricados en Manchester hasta mulas de Argentina, además de quinina, lana y oro. Por todo lo que sabemos, Bustamante fue un muy buen comerciante lanero. Habiendo entrado al mercado a fines de los años de 1820, durante la repentina baja que siguió a la breve euforia inicial de los mercaderes europeos al poder comerciar con los hasta entonces inaccesibles países hispanoamericanos, vio sus negocios crecer con el rápido incremento en las exportaciones de lana del Sur del Perú entre 1835 y 1840. Bustamante ganó entonces más dinero del que necesitaba para su modesto estilo de vida en el Perú rural. A lo largo de su vida siempre consideró que ganar dinero era “algo bueno”, a promoverse para el progreso del Perú, siempre que las ganancias estuvieran basadas en un trabajo honesto. Repetidas veces afirmó, con orgullo y satisfacción, que sus pesos de plata peruana hablaban fuerte y claro durante sus viajes por el mundo cada vez que algún desdeñoso extranjero trataba de desairarlo por su apariencia poco común 10.