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Los Cuadernos de Literatura

D
urante una conversación dijo una vez tado a la vez el criterio de distinción. Por lo
Vicente Aleixandre que el tiempo . de pronto, ese concepto nos impide admitir que po­
Dámaso Alonso no llegaría hasta mu­ seen independencia únicamente los poetas que
chos años después; que entonces la tienen un ESTILO PROPIO. Pues el estilo de
gente leería su poesía tal como hoy lee las poe­ Dámaso Alonso no es un mero procedimiento
sías de César Vallejo y de Blas de Otero. Nada individual, sino un conjunto de exigencias com­
podría caracterizar con mayor exactitud el que­ positivas que fuerzan a la consecuencia -esto
hacer poético de Dámaso que ese modo extre­ es, a elaborar con independencia modelos es­
mo de lírica hasta tal punto encerrada dentro de tilísticos previos- a quien llegue a manejar el
sí misma en virtud de su propia impronta, que material que le ha sido dado históricamente. To­
sólo en el tiempo se despliega, y no en el mero da independencia de estilo, no se presentará ya
instante del sonar. Pero tampoco nada podría como independencia, sino más bien como capri­
designar con mayor nitidez la situación en que cho y como error. El artista, bien siga al modelo
la obra de Dámaso Alonso se encuentra hoy: o se aparte de él, toma siempre una decisión
presente, y necesitada a la vez de despliegue en propia.
el tiempo. La situación aislada de su poesía, a Mas la mirada que no se contente con el tosco
excepción de HIJOS DE LA IRA (1944), no co­ esbozo, sino que investigue la articulación de la
rresponde a una simple autosuficiencia privada obra literaria en sí misma, descubrirá una inde­
ni puede interpretarse acudiendo a su extensa pendencia distinta y mejor que la que consistiría
obra ensayística. Antes bien: porque la lírica ex­ en elaborar unilateralmente unos medios com­
trema necesita, más que cualquier otro arte, de positivos aislados.
tiempo para abrirse, esa lírica aparece siempre, Es cierto en cualquier caso que, al menos su
de modo necesario, como fuera del tiempo. primer libro POEMAS PUROS: POEMILLAS
Fuera del tiempo o por encima de él, la extra­
ñeza y la incomprensibilidad la mantienen aleja­
da de falsas interpretaciones, con el fin de que
su crecimiento interior no sufra ningún daño.
De modo parecido los Himnos tardíos de Hol­
LA POESIA DE
derlin se retrajeron frente a los hombres de su
época. Así es cómo se retrae también frente a
DAMASO ALONSO
nosotros la poesía de Dámaso Alonso: apaga los
ecos que, demasiado apresurados, intentan tocar
su voz. Sé bien que algunos ensayos y lecturas Armando López Castro
parciales pueden apartarnos de esta poesía. Es
preciso aproximarse a ella con la misma cautela
con que se protege a sí misma. Lo que más con­
tribuirá a su comprensión será sin duda el con­
fiarla asiduamente a la audición -y la audición
de la poesía no es más que la tonalidad que le va
creciendo con el tiempo- y el tratar de hacer
más visible su fondo religioso, la más honda
sustancia de su espíritu. Mencionar las interpre­
taciones erróneas de que esa poesía es necesa­
riamente víctima, por ella misma las provoca
con el fin de proteger su despliegue.
Quisiera hablar aquí de tres de esas interpre­
taciones erróneas. Podemos darles estos nom­
bres: falta de independencia, desgarramiento
destructivo y soledad existencial.
La primera objeción -falta de independen­
cia- se refiere a la relación de Dámaso Alonso
· con la poesía del Siglo de Oro, en especial con la
de Juan de la Cruz. Es comprensible que, en ra­
zón de eso, el discípulo sea acusado de falta de
independencia respecto al maestro. El poeta va
sacando consecuencias en lo pequeño, en tanto
el místico avanza de experiencia en experiencia,
Pero en el concepto de consecuencia está apun-

Dámaso Alonso.
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DE LA CIUDAD (1921), está más cerca de Juan to es el espacio poético natural, no desfigurado,
Ramón que nadie. El título de uno de los tres paradisíaco (5).
sonetos que van al principio, «lCOMO ERA?» Y el viento que sopla sobre la faz de la tierra,
(1), que fue escrito de 1918 a 1919, procede de que destruye para engendrar, deja un largo si­
uno de los SONETOS ESPIRITUALES de Juan lencio, en el que se van formando los poemas de
Ramón Jiménez, cuyo primer verso es «lCómo OSCURA NOTICIA e HIJOS DE LA IRA (6).
era, Dios mío, Cómo era?», aunque el poeta Tiene OSCURA NOTICIA un lapso de com­
añade, «Pero el contenido de mi soneto es muy posición bastante amplio, pues en él se incluye
distinto del de Juan Ramón Jiménez» (2). casi toda la poesía escrita desde 1926 a 1940,
En efecto, los poemas de este primer libro mas sobre él planea el sueño de la experiencia
mezclan ya el purismo poético y la nueva vida, mística. El título de OSCURA NOTICIA proce­
como se aprecia en un poema escrito en 1919 de de San Juan de la Cruz: «Esta noticia que te
que el autor quiso luego publicar como prólogo infunde Dios es oscura». Por eso la palabra apa­
del libro rece aquí visitada por el sueño de la noche, que
«Veinte años tienes -hoy me dije­ es también el sueño de las aguas de ahí que en
«veinte años tienes, Dámaso». el poema «Sueño de las dos ciervas», la fuente
Y los novios pasaban por la calle, sea lugar axial, «centro de todo», como ocurre
cogidos, cogiditos de la mano. en la canción XI, eje del CANTICO ESPIRI­
TUAL. Por otra parte, la reducción a la unidad es
Y me puse a leer un libro viejo la sustancia misma de toda la tradición mística
y a escribir unos versos, donde canto iOh terso claroscuro del durmiente!
el amor y la dicha de ser joven Derribadas las lindes fluyó el sueño.
cuando hace sol y está florido el campo. Sólo el espacio.
Hoy me miré, al espejo, y luego dije: Luz y sombra, dos ciervas velocísimas,
«Alégrate, Dámaso, huyen hacia la fuente de las aguas frescas,
porque pronto vendrá la primavera, centro de todo.
y tienes veinte años».
¿ Vivir no es más que el roce de su viento?
Lo que se anuncia ya en este poema, que mar­ Fuga del viento, angustia, luz y sombra:
ca un poco el tono de todo el libro, es la asonan­ forma de todo.
cia o yuxtaposición de realidades distintas, que
no reflejan serenidad, sino, como la vida misma, Y las ciervas, las ciervas incansables,
contradicción, rasgo que domina la poesía de flechas emparejadas hacia el hito,
Dámaso Alonso (3). huyen y huyen.
Meta única e ineludible de su poesía es el ins­
tante en el que la vida se concentra en toda su El árbol del espacio. (Duerme el hombre).
complejidad. Por ello, en EL VIENTO Y EL fin de cada rama hay una estrella.
VERSO (4), serie de poemas escritos en Berlín y Noche: los siglos.
en Cambridge entre 1922 y 1923, escoge el poeta
el viento, símbolo tan propio, igual que la pala­ Las ciervas huyen a la fuente, lugar de en­
bra poética, para alojar la vida cuentro amoroso, en donde se opera la unifica­
ción de contrarios: luz-sombra, esposa-amado,
Morir quisiera en el viento, instante-eternidad. Experiencia de la unidad,
como la gente de mar reabsorción del lenguaje en la palabra. Palabra
en el mar. extrema, experiencia extrema. Palabra que se
forma cuando se hace la noche del sentido, y de
Me podrían enterrar esa noche o silencio sería imposible hablar, pues
en la ancha fosa del viento. es un silencio que no puede ser nominado. A
esa palabra experimental nadie ha llegado mejor
Oh, qué dulce descansar, que Juan de la Cruz (7).
ir sepultado en el viento, En la unidad del poema no cabe oponer amor
como un capitán del viento; divino y amor humano, de ahí que el sueño de
como un capitán del mar, uno y otro amor carezca de laderas en el poema
muerto en medio de la mar. «Oración por la belleza de una muchacha»
Se explica que Juan Ramón Jiménez escogie­ Tú le diste esa ardiente simetría
ra estos poemas para su revista SI, pues el vien- de los labios, con brasa de tu hondura,

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y en dos enormes cauces de negrura, seído del amor que engendra. Y así, es la ausen­
simas de infinitud, luz de tu día; cia de lo divino la que nos mantiene melancóli­
esos bultos de nieve, que bullía cos, con la nostalgia por algo perdido, por el otro
al soliviar del lino la tersura, Mundo (10).
y, prodigios de exacta arquitectura, , La consideración de la vida humana en HIJOS
dos columnas que cantan tu armoma. DE LA IRA, especie de pudrición y caída, es de
Ay, tú, Señor, le diste esa ladera índole negativa. Hay en el ser disperso un ansia
que en un álabe dulce se derrama, de retorno a la Unidad originaria. Y a la unidad
miel secreta en el humo entredorado. de la vida correspondería también la unidad de
lA qué tu poderosa mano espera? la lengua. Para recuperar e�a unidad, para volv_er
Mortal belleza eternidad reclama. a ella es necesario construlf un nuevo lenguaJe.
iDale la eternidad que le has negado! Más que por la temática, ya que la injusticia, el
miedo a la muerte y la protesta cósmica se repi­
Sólo la unión final, equivalente a la supresión ten en la filosofía existencialista del momento
de laderas o perspectivas distintas, permanece. (11), el libro ofrece una combinación de expre­
Sed de eternidad sed indiferenciada. El instante sión artística y lenguaje cotidiano, con la que no
final lserá vers� eternamente a sí mismo? sólo se intenta conseguir una identificación en­
Ahora ya conoce el ser aquel desierto, tal vez tre hablante y lector, sino también una mayor
sólo horizonte que no es todavía el morir y que relación de lo universal con la realidad concreta
no ha podido atravesarlo. Resentido por haber en que vivimos (12).
sido rechazado, sin valimiento, queda el ser con Tal relación genera una subversión del len­
la angustia y el horror de la vida: Job pidiendo guaje poético y un ensanchamiento de sus _fron­
cuentas a su autor. teras. El mismo Dámaso Alonso ha escnto, a
Y así se labra HIJOS DE LA IRA (1944), con propósito del libro: «Yo buscaba una expresión
la furia del ser escindido entre el rechazo de la para mover el corazón y la inteligencia de los
vida y el ansia divina. hombres, y no últimas sensibilidades de exquisi­
De una y otra actitud sería buena muestra (8) tas minorías» (13).
poemas como «Monstruos» y «En la sombra». El verso libre, el tono íntimo y el ritmo colo­
Compendiándolos a ambos «Mujer con alcuza», quial subrayan un clima dramático que permite
el poema que ha tenido más éxito. Y antes que al hombre buscar su ser. Esta es la contradicción
nada este poema es un buen ejemplo de cómo honda y fecunda de Dámaso Alonso: el nuevo
lo particular deviene universal, pues esa sirvien­ lenguaje sirve para despojar a la palabra poética
ta de la casa se convierte en alegoría de la histo­ de todas las reglas dadas de antemano, para des­
ria de la humanidad. pojarla de todo vínculo arbitrario implantado
La parte central, el plano alegórico del via­ por el grupo, de toda arquitec!ura y simetría,
je (9) en el tren contiene todo el dinamismo de hasta que esa palabra suena directa (14).
la vida en su trágica soledad Esa poesía consta de contrastes, su tarea es la
Y no le ha contestado nadie, de ligar vida y muerte en la plegaria donde al-
porque estaba sola,
porque estaba sola.
Y ha seguido días y días,
loca, frenética,
en el enorme tren vacío,
donde no va nadie,
que no conduce nadie.
Bajo la vida humana, que no lleva nadie, late
el deseo de buscar su sentido. La búsqueda final
es signo de esperanza. Desde la inicial interroga­
ción, que es «Insomnio», hasta la salvación final
del poema «Las alas», el lector recorre un largo
camino que va de la desesperación al deseo final
de trascendencia. Una de las claves del libro es
la que a Dios se refiere. No es que no exista,
sino que su existencia no halla acogida en la ne­
cesidad diaria. Y como lo divino es lo incalcula­
ble, lo que puede destruir todo cálculo y anular
cualquier necesidad, quedará el hombre despo-

Retrato de Dámaso Alonso, poeta y crítico literario.


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canzan su expresión verdadera. Hay en el libro cuada y aún hostil. Y como la vida no le ofrece
dos poemas en los que destaca esta forma de la respuesta, el hombre tiene que interrogarse
oración: «De profundis», rezo del pecador que desde su más profundo centro por aquello que
pide a Dios que le deje continuar pudriéndose lo constituye
para poder ser el abono fecundante, y «A la Vir­ «Oh Dios,
gen María», a la que el poeta siente como una no me atormentes más,
luna grande de enero. Son poemas que nos dime qué significan
hablan del desgarramiento destructivo, escritos estos monstruos que me rodean
por un hijo de la ira. Mas esa poesía aparece des­ y este espanto íntimo que hacia ti gime en la
garrada sólo si se la juzga por su dinamismo. Esa [noche».
poesía no se basa en el acrecentamiento: en la
alternancia de desolación y esperanza traza la («Monstruos»)
imagen de la vida. Y si no hubiera mucho amor El «espanto íntimo» no es aquí pasividad, sino
no habría trascendencia, porque permanecería­ ansia jamás satisfecha, esfuerzo sin límite por
mos dentro de los límites de la vida. El amor, al acallar las dudas o «monstruos» que rodean al
descubrir el lado negativo de la vida, torna la vi­ hombre, la falta de soluciones que la vida le
da en muerte. El sacrificio del amor, que ya está ofrece.
en la cita inicial de San Pablo, de donde procede Mas ese miedo de NO SER como Dios que
el título del libro, y en la imagen del abono, tras­ ES no puede apagar el gran amor que bulle en el
ciende el camino de la subjetividad solitaria. Pe­ corazón del Hombre
ro el artista sirve mejor a la comunidad en la
medida en que traza, en concordancia con las Hombre es amor. Hombre es un haz, un centro
exigencias de su objeto, la verdad que espera en donde se anuda el mundo. Si Hombre falla,
el futuro. Por ello puede ocurrir fácilmente que otra vez el vacío y la batalla
alguien que trabaje de manera solitaria sirva me­ del primer caos y el Dios, que grita: «iEntro!»
jor a una verdadera colectividad que quien se
somete a las exigencias de lo establecido y olvi­ Hombre es amor, y Dios habita dentro
da por esa razón la exigencia social que a él le de ese pecho y, profundo, en él se acalla;
está hecha en su lugar estético auténtico, a sa­ con esos ojos fisga, tras la valla,
ber: en la obra y en los problemas de la obra. su creación, atónitos de encuentro.
Dámaso Alonso ofrece el ejemplo más convin­
cente y extremo de la posibilidad de una solita­ Amor-Hombre, total rijo sistema
ria colectividad de la poesía. Convincente, por­ yo (mi Universo). iOh Dios, no me aniquiles
que produce desde sí misma una segunda senci­ tú, flor inmensa que en mi insomnio creces!
llez. Si en el caso de Dámaso Alonso puede ha­
blarse de una evolución, esa evolución es la evo­ Yo soy tu centro para ti, tu tema
lución de tal sencillez (15). de hondo rumiar, tu estancia y tus pensiles.
Y extrema, por estar más allá de sí misma, de Si me deshago, tú desapareces.
sus propios límites. En la medida en que el hu­
mor se entreanuda a la ternuda la palabra, pobre («Hombre y Dios»)
y significativa, consigue emocionar. Y así moviéndose el amor entre los extremos
A la negativa de HIJOS DE LA IRA sucede la de la realidad, se adentra en ella y descubre su
invocación a la divinidad en HOMBRE Y DIOS no-ser. Y es que en el amor está todo lo que nos
(1955) (16). lleva a dirigirnos a una totalidad, lo que unifica,
lDónde conocer a Dios en este mundo? Cual­ con el engaño ilusorio de su trascender, hombre
quier imagen o idea de Dios falsifica necesaria­ y Dios. Por eso, hablando de este libro, dice el
mente a Dios. Lo que no conocemos y nos lla­ Poeta: «HOMBRE Y DIOS forma un sistema
ma a conocer: DEUS ABSCONDITUS. Lo cen­ conjunto: la desaparición de uno de sus dos
tral en el libro son los sonetos «Mi tierna mio­ miembros, lo deshace» (17).
pía», «Hombre y Dios» y «Cuatro sonetos sobre Hombre y Dios reconciliados en el amor, tal
la libertad humana». Y en ellos, cada uno con su parece ser el mensaje último del libro.
comentario, se impone siempre la dualidad Bajo las imágenes hemos perdido la imagen
Hombre-Dios. verdadera. Y el poeta, ávido de recuperarla, ne­
El Hombre y Dios a través del mundo. El cesita hacerse un lugar en donde revivir lo que
Hombre quiere parecerse a Dios, que lo ha su anhelo vive. Más aún que en la vida, es en el
hecho a su imagen y semejanza, quiere parecer­ poema donde la palabra se hace esperanza. Así
se a Dios en el amor a la justicia y a la verdad, habría que entender el último verso del soneto
pero tiene que hacerlo en una realidad inade- «Hombre y Dios», el que dice: «Si me deshago,

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tú desapareces». lQué se oculta en este verso ¿ Son acaso los ojos otra cosa que un deseo de
extrañamente ambiguo? Lo que desaparece es la transcendencia? Y así, el hombre se siente mira­
idea o creencias que tenemos de Dios, por lo do, visto desde lo alto, esto es, más cerca de la
que la destrucción de lo humano lleva implícita verdad, más libre de interpretación. Surge en­
la revelación de lo divino. tonces la plegaria desde la pobreza íntima, la
El poema, cumplida unidad del desnacer y del oración por la vista. La ceguera y la vista, símbo­
renacer, se presenta así como el espacio de la re­ lo bisémico que preside todo el conjunto. Ojos
velación, donde la libertad del poeta es una ne• que la palabra lleva a la ceguera, lo de fuera (la
cesidad que se sigue de su ser más íntimo. vista) orientado hacia dentro, ojos que apuntan
Y liberarse de algo quiere decir también sol- hacia algo distinto de lo visible. Está la ceguera,
tarse pero en la ceguera hay también el tanteo para
hacerse con una dirección. El poeta siente pie­
Oh prisionera imagen de mi Dios. dad por los ciegos que nunca han tenido luz
Aniquiladme, borrad mi inteligencia:
donde «Dios» refulgía, sólo habrá un gran Yo digo
[vacío. «forma». Y ellos extienden en silencio las
[manos
(«Segundo comentario», 4) sarmentosas, y palpan con amor: tiernamente
Por consiguiente, se podría decir que la supre­ intuyen, «ven» (a su manera). Yo les digo
ma imagen de Dios es lo invisible que hay de­ «perspectiva», «relieve», y acarician los planos
trás de los ojos, el espacio vacío, lo desconocido, de las mesas, o siguen las paredes, y tocan
lo que no se puede tocar ni ver. Mejor descono­ largamente la esquina. Se sonríen, comprenden
cerle que entenderle «a nuestro modo tosco». algo. Pero si digo «luz», se quedan absortos,
Lo que espanta al poeta es la serie de artificios inclinan la cabeza, vencidos: no me entienden.
que hacen de Dios algo inexplicable, el haberlo («Búsqueda de la luz. Oración»)
relegado a simple fórmula o idea.
lAcaso la rebelión, el ejercicio de insumisión Y en verdad que no es la súplica lo que más
en que la poesía de Dámaso Alonso consiste, no importa, sino la densidad de esa mirada profun­
es buscar en el vacío la libertad, en la ausencia o da, tal como si la ceguera fuera menos una falta
negación la verdadera imagen? Así habría que que una saturación.
entender el ateísmo del poeta, por lo demás tan GOZOS DE LA VISTA se define por su es-
mal comprendido, un Dios sin transcendencia
añadida, un dios de la profundidad humana (18).
Realmente somos, antes que nada, la totali­
dad de nuestro cuerpo. Y el cuerpo armoniza
con el medio natural en que vive.
Ahora el poeta, en GOZOS DE LA VISTA
(1981), ve la luz, don celeste siempre. Ir hacia la
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DAMASO ALONSO
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luz, dejarse penetrar por ella, tan sólo mante­


niéndose en la simple verdad de estar aquí
Las cosas
OSCURA NOTICIA
emanaban sutiles hilos, dardos o tallos
(yo no sé); se juntaban hacia mí, se fundían
en mí (mejor: conmigo). Nunca tapiz más bello
se tejió para bodas de lo vario y lo uno.
(«Descubrimiento de la maravilla»)
Llega la mirada de la luz anulando la distan-
cia. Ojos del Hombre, ojos de Dios
que para ver humanamente
su Creación
necesita mirarla,
a través de mis ojos,
a través de los ojos ADONAIS
del Hombre.
�. VII
(«Vista humana, intuición divina»)
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pecífica relación con la luz, por la manera como que sobre la separac10n priva la pertenencia.
el poeta la concibe. Pero, conforme avanzamos Donne conocía esta sensación: «Ningún hom­
en la lectura del libro, vemos que lo que domina bre es una isla, completa en sí misma; cada
en él no es la luz solar, con su propiedad hiriente, hombre es un trozo del continente, una parte
sino la nocturna luz de la materia, densa y ligera. def todo». La búsqueda de la totalidad es la base
La luz, la voz. Aquí se siente la palabra de una de DUDA Y AMOR SOBRE EL SER SUPRE­
manera casi física, como la cercanía de un cuer­ MO (1985), extenso poema de tres partes, en el
po. Se oye, pues, una voz que apenas ha sido que el sobreviviente desea volver a unirse al ser
aún oída, sino sentida y palpada amado para siempre. El hombre es consciente
Pensar luego un caliente de la separación y aspira a la unidad. Duda y, en
cuanto duda, ama.
palpar, un denso, un obstinado Las tres partes del libro son otras tantas posi­
palpar. Los seres vivos bilidades:
palpaban y roían 1) EL ALMA NO ETERNA, que muere
(sólo palpaban y roían): cuando muere el cuerpo
todos palpaban y roían.
Y los silos del tiempo Al nacer, nace el cuerpo y nace el alma;
se henchían grano a grano. al morir, muere el alma y muere el cuerpo.
(«Antes de la gran invención») («Alma no eterna»)
Tiene, en efecto, GOZOS DE LA VISTA un 2) EL ALMA ETERNA, que sobrevive al
acusado protagonismo del tacto y ver sería lo cuerpo haciéndose inmortal
mismo que tocar el fondo oscuro de la materia Deseo esto de ti: que el alma quede eterna
(19). La asociación de tacto y vista, «Gracias, cuando se muere el cuerpo.
tacto; gracias, vista», del poema «Visión de los
monstruos», es debida a la luminosa materia («Alma eterna»)
que unifica los sentidos. Materia. MATER
LUX. «La luz es materia», señaló Einstein. Y la El poeta desea lo eterno para «con padre y
luz no aparece si antes no se siente su materia madre estar»; con los amigos ya lejanos, Miguel
iluminada. Respiración en la luz que sería a la de Unamuno, Jorge Guillén, Pedro Salinas,
vez una respiración en la materia misma: «La Amado Alonso, Federico, Leopoldo Panero, Vi­
luz es el primer animal visible de lo invisible», cente Gaos, Rafael Ferreres, Vicente Aleixan­
escribió Lezama Lima. dre; con «las almas eternas» de nuestro siglo de
lQué es la luz sin la materia que la informa? oro: Miguel de Cervantes, San Juan de la Cruz,
La luz que emerge de las tinieblas, unidad pri­ Luis de León, Lope, Quevedo y Luis de Góngo­
mordial de la que el Rigveda dice que «respiraba ra; con el universo en toda su plenitud.
por sí misma sin aliento». Y no piensa el poeta Esta segunda parte parece ser la más impor­
en la fe, sino en esa vibración interior, indepen­ tante y en ella el deseo domina sobre la realidad.
diente de cualquier creencia, que nos proyecta 3) NO-ALMA, negación que aglutina cuer­
hacia Dios y extiende nuestra vida po y alma
La vibración de la materia, ese temblor miste­ «Alma», no existes. Lo que vive, el cuerpo;
[rioso de la vives con él (como él); mas tú no, no eres alma.
materia que en mí ardía, que en mí se glorifi­ («lAlma?»)
[caba ardiente. Viene después una reflexión sobre las tres
( «Invisible presencia») partes anteriores: «Dudas sobre las tres partes».
El temblor no sería aquí manifestación, sino En la medida en que la duda se anuncia como
murmullo o respiración de la materia en la luz. superación de lo finito y distinto, apunta ya a un
Porque tal vez la perfecta metáfora del poeta sea principio trascendente: el Ser supremo, la abso­
palpar sombra e imaginar luz. luta perfección
El Hombre y Dios desplegándose dramáticas lHay posibilidad del «Ser» supremo?
mente en la luz. Y la luz, fuego divino que ilu­ No lo creía. Mas pensé rogar
mina la vida, es lo que nos conduce «desde la que existiera tal «Ser», y tal vez, existiendo,
oscura noticia a la clara noticia», según ha visto pudiera ser ya «eterna» el «alma» siempre.
Claudio Rodríguez en un sugerente ensayo (20). ¿y es que el omnipotente «Ser» lo haría?
De la oscuridad a la iluminación el hombre vi­
ve en medio de un vacío espiritual. Dentro de él («Primera Parte»)
lo semejante tiende a lo semejante, de modo La duda es para el poeta cumplida asimilación

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de lo infinito en la interioridad del alma, del Ser (3) En Vida y Obra nos confiesa el poeta: «En él la poe­
supremo y del alma eterna. Por eso, en el único sía casi siempre se mueve en asonancia, y las imágenes son
poema que no forma parte del conjunto, «lExis­ dulcemente transparentes, pero sin precisión vívida, asocia­
das y traslúcidas: la muerte, la noche, la vida, la eternidad,
tes? lNo existes?», el desconocimiento de Dios el amor, la memoria; trenzadas y sin precisión», opus cit.,
es prueba de su existencia. p. 17.
Yo ignoro si es que existes; y si espíritu. (4) El viento y el verso, en sí (Boletín Bello Español del
Andaluz Universal), núm. 1, Madrid, 1925.
Yo sin saber, te adoro, te deseo. (5) Al final de sus Cantares, Ezra Pound recapituló
(XXX) de la manera más taoísta posible
III
«He intentado escribir el paraíso
Se conoce a Dios, se le ama, de la manera más No os mováis
profunda y verdadera, no conociendo a Dios. Dejad hablar al viento
Dámaso Alonso parece seguir aquí el descono­ ése es el paraíso
cer (AGNOSTOS) de Dionysius Exiguus o el (6) Ambos libros aparecieron en 1944: Oscura noticia,
«entender no entendiendo» de San Juan de la Editorial Hispánica, Col., Adonais, Madrid, 1944; e Hijos de
Cruz. la ira, Revista de Occidente, Madrid, 1944. Aunque algunos
El tránsito de la duda a la identidad absoluta poemas de Oscura noticia se escribieron entre 1919 y 1944.
parece ser el hilo conductor del libro, de ahí que (7) Véase el estudio de C. P. Thompson, The poet and
la interrogación, sostenida a lo largo de los poe­ the mystic. A study of the Cántico Espiritual, Oxford Univer­
sity Press, 1977.
mas, marque la lucha por la sobrevivencia, que (8) Hijos de la ira se publicó por vez primera en Madrid,
viene de muy atrás (21). en 1944, por la Revista de Occidente, con cinco poemas me­
El poeta, ante el umbral de la muerte, no se nos de los que en posteriores ediciones tiene. La segunda
resigna a perder la vida, quiere gozarla más allá edición es de la colección Austral, 1944. La tercera edición
de la muerte. El amor por la vida es lo que le da es también de la colección Austral, 1958, y la cuarta, la de
la esperanza de seguir viviendo. Elías Rivers, Labor, Barcelona, 1970. La última edición
Y la esperanza, que da el carácter agónico a la vuelve a ser de la colección Austral, 1984. De la confronta­
ción entre la tercera y la última pueden obtenerse las distin­
vida humana y a la poesía que de ella nace, pues tas variantes del texto.
que en esta poesía la angustia corre pareja a la (9) Para la interpretación alegórica del poema, véase el
interrogación, ha llevado al poeta hacia una tota­ estudio de Miguel J. Flys, «Mujer con alcuza», en Tres poe­
lidad largamente buscada. Finito y solitario, ne­ mas de Dámaso Alonso, Gredas, Madrid, 1974, pp. 24-108.
cesita de lo infinito para vivir y, cuando lo (10) En su edición citada, Rivers ha sugerido que todo
encuentra, deja ya de rebelarse. el libro refleja el esquema mítico de un paraíso perdido.

e
Había crecido el ser angustiado, en imposible (11) Véase el estudio de Miguel Jaroslaw Flys, La poe­
convivencia, y ha quedado simple, sin sobre­ sía existencial de Dámaso Alonso, Gredos, Madrid, 1968.
pasarse. La pura simplicidad, que para (12) Cfr. el amplio estudio de Andrew Debicki, Dámaso
Alonso, Cátedra, Madrid, 1974, p. 78.
los que de verdad han vivido, ha de ser (13) «Prólogo» a la quinta edición de Hijos de la ira.
clara y para siempre. (14) De «la necesidad casi biológica de la aparición de
Hijos de la ira» dentro del preciosismo garcilasista del mo­
mento, censurado desde ciertas revistas como Espadaña, ha
hablado con claridad Emilio Alarcos. Véase su estudio «Hi­
jos de la ira en 1944», en Ensayos y estudios literarios, Edi­
ciones Júcar, Madrid, 1976, pp. 141-145.
(15) Cfr., Rafael Ferreres, Aproximación a la poesía de
Dámaso Alonso, Bello, Valencia, 1976.
(16) Hombre y Dios se imprimió por primera vez, en
Málaga, en 1955; han salido luego en un solo libro Oscura
noticia y Hombre y Dios, dos ediciones en Espasa-Calpe. Y
ahora aparece incluido en Vida y Obra, Ediciones Caballo
Griego para la poesía, Madrid, 1984.
Hay una importante traducción italiana de Oreste Macrí,
All'Insegna del Pesce d'Oro, Milán, 1962.
(17) Véase la introducción del autor al libro de poemas
NOTAS Duda y amor sobre el ser supremo, Cátedra, Madrid, 1985,
p. 41.
(1) Poemas puros: Poemillas de la ciudad, Edit. Galatea,
Madrid, 1921. Libro escrito entre 1918 y 1921. (18) Véase el estudio de Ernst Bloch, El ateísmo en el
(2) Véanse sus dos escritos complementarios Vida y cristianismo, Taurus, Madrid, 1983, pp. 248-251. Aunque
obra, Ediciones Caballo Griego para la Poesía, Madrid, desde una perspectiva marxista, la Pre-iluminación o Pre-fi­
1984, p. 22; y Reflexiones sobre mi poesía, Escuela de E.G.B. guración se orienta hacia la esperanza del ser.
«Santa María», Universidad Autónoma, Madrid, 1984, que (19) Esta tactilidad del objeto poético está ya presente
constituyen una iluminación sobre su lírica. en el poema «Gozo del tacto», que pertenece a la tercera
parte de Hombre y Dios, llamada «Epílogo: hombre solo».
(20) Cfr. Claudia Rodríguez, «Dámaso Alonso: entre lo
tremendo y salvador (Unas notas sobre su poesía)», Insula,
núms. 368-369, p. 10.
(21) Es clave, en este sentido, el poema «Mujer con al­
cuza», cuya versión original se titulaba la «superviviente».
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