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La obra se inscribe en un género típico del teatro isabelino: la tragedia de la venganza.

Se trata, en efecto, de la exigencia que se le presenta al protagonista de vengar la muerte


de su padre. Del mismo modo Shakespeare tomo las convenciones del género y sus
elementos esenciales; pero, una vez más, los reelaboró con su ingenio portentoso,
alcanzando cimas o cúspides inolvidables. Ante todo, la originalidad no estará en la
acción, sino en los personajes. El drama se interioriza: lo que es más interesante es lo
que pasa dentro de Hamlet. Son sus dudas, sus vacilaciones y su angustia lo que estará
en el centro de la tragedia. Causando en la trama una gran perspectiva sobre el
desarrollo del personaje en cada acto (principalmente en el los actos IV y V) en donde
se ve la evolución de un Hamlet que se basaba en la filosofía de la vida mediante el
debate de la muerte y otro, en el que sus convicciones le dan la fortaleza suficiente para
cumplir una promesa que le daría paz, una que en algún momento anhelo, pero que
siempre se le escapo.

El mundo es un caos sin sentido, dominado por las pasiones y los engaños. Los hombres
intentan vanamente ser felices; pero al final son unos juguetes de la Naturaleza,
arrastrados por fuerzas que los desbordan. El tiempo lo destruye todo a su paso: belleza,
afectos... Y así, la vida está marcada por la caducidad y la inconsistencia. La muerte
(omnipresente) sería deseable, pero el más allá parece terriblemente incierto, lo que lo
hace cuestionable.

Se notará que lo último concierne por igual a Hamlet y a Laertes. Si el deber de honrar
al padre obliga a Hamlet a la venganza, su error al matar a Polonio desencadena el
mismo deber en Laertes.

Asimismo en el Acto IV. El cual, puede considerarse un acto "puente" entre el III y el
V. Hay, en cierto sentido, una atenuación de la tensión, como para dejar las expectativas
bajas, para el sublime final. Las acciones traen consecuencias y entre ellos están sobre
todo, las secuelas de la muerte de Polonio: que vendría trayendo consigo el destierro de
Hamlet. En este acto el protagonista está ausente de la escena en buena parte de este
acto y pasará a primer término la locura y muerte de Ofelia (con sus resultados: la furia
de Laertes, con quien se confabula el rey). De esta manera en el Acto V. ocurre el
ansiado Desenlace o catástrofe. Tras el regreso de Hamlet y el entierro de Ofelia, se
precipita la acción… Un final. Se verá cómo confluyen en la escena del duelo todas las
fuerzas que se habían ido desatando, causando un clímax que nadie se esperaba, donde
la muerte seria quien marcaria las últimas palabras, dejando un punto y aparte en la
filosofía y en la incertidumbre que podía tener un lector, con respecto a la pieza teatral.

Se ve cómo se anuncian o se preparan acciones que se cumplirán en una escena o acto


posterior. (O cómo se imbrican las acciones secundarias con la acción principal.
Ejemplo máximo sería el encadenamiento entre la muerte por error de Polonio, la locura
de Ofelia, la furia de Laertes, la alianza entre este y el rey, etc… A la insuperable
maestría que revela esta construcción o desarrollo de la acción, se unirá el admirable
arte de la suspensión. Shakespeare domina todos los recursos capaces de intrigar y hasta
inquietar al espectador
En definitiva, en la obra se desatan y se entrelazan tremendas fuerzas opuestas: lealtad y
deslealtad, fidelidad y traición, amor y odio. Y todo ello, a veces, en un mismo
personaje, originando desgarradoras contradicciones.

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