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GRADO DE SOCIOLOGÍA
Curso 2014-2015 (Primer Cuatrimestre)
ANÁLISIS DE POLÍTICAS PÚBLICAS
Jesús Ángel González de la Osa
APUNTES DE LA ASIGNATURA DE
ANÁLISIS DE POLÍTICAS PÚBLICAS
acuerdo con esta perspectiva, la existencia y en particular el diseño de las políticas tienen por
objeto proteger los intereses de ciertos grupos, pudiendo perjudicar a los demás.
En conclusión, la política pública es un fenómeno complejo que consiste en muchas
decisiones de varios actores públicos y que normalmente están determinadas por políticas
públicas anteriores y vinculadas aparentemente con decisiones no relacionadas con la política
pública. Asimismo, las actuaciones gubernamentales se centran en un tema específico, lo que
implica que el alcance de la actuación se limita a abordar un aspecto determinado o un
problema. Cabe, por último, referirse al concepto de “productos de política pública” (policy
outputs), que se refiere a las actuaciones adoptadas en la práctica en cumplimiento de las
decisiones y objetivos de una política pública (cantidad de impuestos recaudados, kilómetros
de carretera construidos, prestaciones sociales pagadas, multas de tráfico impuestas, etc.).
Estos productos u outputs se pueden enumerar o medir fácilmente.
Sin embargo, los productos de política pública deben distinguirse de los “resultados de
política pública” (policy outcomes), que se refieren al impacto o las consecuencias sociales de
una política (evolución de los índices de criminalidad producidos por la política penitenciaria,
mejora de la salud pública producida por los programas de control de la contaminación del
aire, etc.). Los outputs son, por tanto, más fáciles de medir que los outcomes (resultados), ya
que hay toda una serie de factores que pueden afectar a estos últimos aparte de los productos
de la política pública y que no pueden ser controlados por los decisores.
1.3.2. Por qué estudiar las políticas públicas: preguntas y enfoques
Hay cuatro motivaciones principales que justificarían el estudio sistemático de las
políticas públicas: 1) La comprensión y explicación científica: comprender las causas y las
consecuencias de las decisiones de política pública, un mayor conocimiento de cómo funciona
la sociedad y la democracia, y ciertas generalizaciones sobre el comportamiento político, las
instituciones y la gobernanza, así como sobre las políticas públicas en concreto. 2) La
resolución de problemas técnicos o profesionales en la gestión de planes y programas de
actuación pública para aplicar esos conocimientos a la solución de problemas sociales y
producir información y conocimiento. 3) El asesoramiento o la promoción de modelos políticos
para tratar de que ciertos gobiernos adopten las políticas más “correctas” desde una visión
ideológica concreta para conseguir los fines políticos deseados. 4) Enriquecer el debate o la
discusión pública y mejorar la calidad de las políticas.
Respecto a los enfoques científicos o académicos, el análisis científico del proceso de
elaboración de las políticas públicas pretende estudiar éstas para entender mejor el
funcionamiento del gobierno y los sistemas políticos mediante la comprensión de los
problemas públicos y el proceso de elaboración de políticas. Este enfoque busca la "verdad" a
través de métodos científicos, independientemente de si el conocimiento alcanzado es
relevante o útil de alguna manera inmediata. Los estudios de políticas en este enfoque no
tienen por lo general la intención de influir en la política pública directamente, sino que
pueden estar interesados en entender por qué se ha adoptado una política concreta y cuáles
son los obstáculos para adoptar las que los expertos consideran soluciones necesarias. Una
pregunta de investigación dentro de este enfoque podría ser: ¿por qué diferentes países
deciden adoptar distintas políticas para atender al fenómeno de la prostitución?
Aparte de las cuestiones clásicas sobre quién participa en el proceso de elaboración de
las políticas y quién ejerce el verdadero poder de decisión, pueden señalarse dos temas
subyacentes al estudio académico de las políticas públicas: 1) La explicación causal de por qué
los productos (outputs) y resultados (outcomes) de la acción gubernamental varían entre
diferentes países o regiones, es decir, qué es lo que hace a los gobiernos actuar como lo hacen,
y por qué las políticas son como son o por qué cambian. Ejemplos de preguntas de
investigación en este sentido son ¿por qué son distintos el tamaño y composición del Estado
de Bienestar en los diferentes países?, o ¿por qué algunos países o regiones dedican una
mayor proporción de su presupuesto a determinados gastos sociales que otros? 2) El
funcionamiento de la democracia, siendo la política pública un indicador de ese proceso.
1.4. Tipos de análisis aplicado de las políticas públicas y el papel del analista profesional
Una de las peculiaridades del estudio de las políticas públicas es la existencia de su
vertiente práctica o aplicada y prescriptiva. Consiste en la recolección de información y
conocimientos aplicados y técnicas de análisis para la formulación y evaluación de políticas
públicas concretas con pretensiones de reforma o evaluación de la actividad del gobierno.
Dentro de esta faceta del estudio podemos, siguiendo a Kraft y Furlong, hablar de dos
enfoques principales, los profesionales y los políticos.
Enfoque “profesional” del análisis de políticas públicas. En él las políticas públicas
también se estudian sistemáticamente por motivos profesionales, tales como la realización de
análisis para las unidades administrativas o agencias gubernamentales o reguladoras
independientes en los diferentes niveles de la administración, o para otras organizaciones.
Muchos analistas de la política, tanto dentro como fuera del gobierno, están interesados en
producir el mejor análisis posible y se adhieren a estrictas normas profesionales para el
diagnóstico o identificación de problemas y soluciones, el análisis económico, la modelización
de situaciones complejas, el estudio de la viabilidad política y administrativa de ciertas
soluciones, la previsión de las tendencias futuras, y la evaluación de programas. Podemos
mencionar por ejemplo los gabinetes de presidencia, la Agencia Estatal de Evaluación de
Políticas y Calidad de los Servicios (AEVAL) y sus equivalentes autonómicos, algunos institutos
públicos de investigación vinculados a ciertos ministerios, los tribunales de cuentas, consejos
económicos y sociales, fundaciones públicas o servicios de estudios de algunas cajas de
ahorros, etc. que realizan análisis profesionales de políticas.
Enfoque político: Algunos analistas profesionales de políticas pueden usar también
métodos sistemáticos y rigurosos de análisis y al mismo tiempo estar comprometidos con
ciertos valores y objetivos políticos específicos a veces coincidentes con las agendas
ideológicas de ciertos partidos o tendencias. Este tipo de análisis de políticas puede describirse
como político, frente a los anteriores, el científico-académico o el profesional. El ejemplo
adecuado sería aquí el de los analistas que trabajan para los grupos de interés o las
organizaciones de activistas como los sindicatos u otras asociaciones, que disponen de
gabinetes de estudios, o las grandes fundaciones o “laboratorios de ideas” (Think Tanks)
vinculadas a partidos políticos o con tendencias ideológicas conocidas.
Aparte de esta distinción entre enfoques científicos, profesionales y políticos del
análisis de políticas aplicado, cabe mencionar la importante distinción de Dunn entre análisis
prospectivo y análisis retrospectivo de las políticas públicas. El primero consiste en la
producción y transformación de la información antes de que la política pública sea ejecutada.
Este análisis ex-ante es el método utilizado por economistas, analistas de sistemas y otros
investigadores. Por su parte, el análisis retrospectivo es un método ex-post que se ocupa de la
transformación y producción de la información después de que la política pública ha sido
implantada. Dentro de este tipo de investigación retrospectiva, según Dunn, podemos
encontrar tres tipos de investigadores, según sus intenciones y preocupaciones principales:
Analistas académicamente orientados (discipline-oriented analysts). En su mayoría
politólogos y sociólogos, que se dedican a desarrollar y probar teorías basadas en varias
disciplinas que describen las causas y los efectos de las políticas públicas. No se preocupan por
identificar objetivos concretos de las políticas o diferenciar las variables que influyen en las
políticas públicas que podrían ser objeto de manipulación y aquellas que no.
Analistas orientados a problemas (problem-oriented analysts). Formado también
mayoritariamente por científicos sociales, buscan principalmente explicar las causas y
consecuencias de las políticas públicas. Su preocupación no es tanto desarrollar y probar
teorías consideradas importantes en las disciplinas de las ciencias sociales sino identificar
variables capaces de explicar los problemas. Tratan problemas de políticas públicas pero no
brindan información sobre las variables específicas que se pueden manipular para lograr
objetivos específicos de política pública.
Analistas de orientación aplicada (applications-oriented analysts). Este tercer grupo
contiene profesionales de las disciplinas de sociología aplicada, psicología aplicada,
antropología aplicada así como analistas de administración pública, trabajo social y evaluación.
Este grupo también describe las causas y consecuencias de las políticas públicas y no se
interesa en probar las teorías de las ciencias sociales a menos que estas teorías puedan
proporcionar guías para la acción. Al contrario que los anteriores, este grupo sí se centra en
variables de acción específica y busca identificar objetivos y logros específicos de las políticas.
1.5. Nuestro enfoque: el estudio científico del proceso de políticas públicas a través de las
fases de política pública
Nuestro enfoque básico es el que hemos llamado científico-académico de los estudios
de políticas públicas, y tiene como objetivo principal desarrollar una comprensión básica del
proceso de elaboración de políticas y del contenido y determinantes de éstas. El proceso de
elaboración de políticas se considera aquí como un proceso inherentemente político, no
técnico, que se desarrolla en un marco institucional dado, con determinados problemas
sociales que responden a un entorno económico, social y tecnológico complejo e implica
conflicto y lucha entre ciertos actores con intereses, valores, y deseos sobre ciertos asuntos de
la actuación pública en contradicción. La formación e implantación de las políticas públicas es
un proceso político, en el sentido en que implica conflictos y la disputa entre individuos y
grupos, funcionarios y unidades administrativas, con ideas, intereses, valores e información
sobre la actuación pública en conflicto.
Al describir y analizar el proceso de elaboración de políticas, este enfoque no
pretende, por tanto, identificar o prescribir cuáles son las políticas públicas más adecuadas o
cómo deben elaborarse, sino que tiene como propósito simplemente contribuir a comprender
la adopción de ciertas políticas y su variación entre sectores o países mediante la presentación
de los conceptos y teorías más fiables y rigurosas sobre las causas y consecuencias de las
políticas públicas y el proceso de su elaboración. Los estudios de política pública pueden ser a
la vez teóricos y relevantes para los aspectos más prácticos de la elaboración de políticas.
Esta forma de estudiar las políticas públicas procede originalmente de Harold Lasswell,
pionero y promotor de "las ciencias de la política pública” (Policy sciences). La secuencia
resultante de las etapas se ha denominado como "ciclo de políticas”. En los setenta y ochenta
se popularizó en varios manuales clásicos de políticas públicas, como los de Jones y Anderson,
y recientemente se ha usado en otros manuales clásicos como el de Howlett o Birkland. Cada
uno contenía interpretaciones ligeramente diferentes de los nombres, número y el orden de
las etapas, en el ciclo. En la mayoría de los casos el ciclo consiste en las siguientes fases: 1) la
de que estos asuntos lleguen a la agenda de la política, por lo que ciertas deficiencias críticas
se han podido anticipar y se han podido preparar las correspondientes medidas correctivas.
3. Adopción de decisiones. Esta fase involucra a los actores individuales o colectivos
autorizados para adoptar un determinado curso de acción para su implantación entre todas las
alternativas propuestas para abordar un problema público, incluyendo el no hacer nada. En los
parlamentos, esto lo hacen las mayorías; en los ejecutivos debe estudiarse quién y cómo se
adopta o promulga una opción de política pública, qué requisitos se cumplen, cuál es el
contenido de la política adoptada. En esta fase, los decisores o gestores públicos participan de
varios modos, dependiendo de su rango y el tipo de organización en la que trabajan. Los
gestores públicos de alto nivel a menudo comparten la responsabilidad de adoptar decisiones
de política pública con los líderes políticos a los que sirven. Los gestores públicos en los niveles
relativamente más bajos en la escala administrativa también pueden desempeñar un papel
importante en las decisiones al proporcionar información útil acerca de la viabilidad
administrativa, un criterio fundamental para la adopción de decisiones.
4. Implantación de políticas públicas. En esta fase toma forma y se pone en marcha
una política pública adoptada. La atención se dirige a aquello que se hace para llevar a efecto o
poner en práctica las políticas públicas adoptadas, a quién está involucrado, qué actividades se
realizan, si es que se realiza alguna, para hacer cumplir o aplicar una política, cómo contribuye
la implantación a configurar el contenido final de la política pública. A menudo se toman
nuevas decisiones en el transcurso de la implantación de las políticas. Las políticas decididas en
un nivel más político son a menudo generales y vagas, dejando ciertos detalles cruciales para
que los funcionarios públicos a nivel de ventanilla (street level bureaucrats) los completen o
desarrollen. Además, el hecho de que los gestores públicos estén provistos de mandatos para
llevar a cabo determinadas políticas no significa que estén garantizados los recursos necesarios
para la implantación y el apoyo de las principales actores interesados. Para ser eficaces, los
gestores públicos deben desarrollar conocimientos y perspicacia política en la creación de
redes, la promoción y la negociación de políticas públicas.
5. Evaluación de políticas. Esta etapa implica un conjunto de actividades de análisis
para valorar en qué medida una política pública puede alcanzar o está alcanzando sus
objetivos declarados y, si no es así, qué se puede hacer para mejorarla. Consiste, por tanto, en
una serie de actividades destinadas a medir y determinar lo que está logrando una actuación
de política pública, si está alcanzando sus metas, y si tiene otras consecuencias. En esta etapa,
los estudiosos se preguntan de forma más o menos institucionalizada qué problemas
principales se han identificado en el éxito o fracaso de la política, quién está involucrado en la
evaluación, quién se ve favorecido o perjudicado por una política pública, cuáles son las
consecuencias de la evaluación de la política, si existen demandas de cambios o derogación de
la política, si se reinicia el proceso de la política debido a la evaluación, en qué medida los
resultados se deben estrictamente al programa o a otros factores, etc. En esta fase los
gestores públicos tienen ventajas sobre otros actores privados interesados debido a su acceso
directo a la información sobre el desempeño de la política pública.
e ideologías o en creencias específicas acerca de las necesidades sociales y las posiciones que
defienden los partidos políticos y grupos de interés. Las razones a favor o en contra de la
intervención del Estado son al menos de tres tipos: políticas, éticas y económicas o fallos del
mercado. Especialmente las últimas merecen una discusión más larga por ser más complejas.
2.1.1. Razones políticas
Los ciudadanos y los legisladores pueden decidir en un momento dado que el Estado
debe intervenir para resolver un problema por razones políticas. Un cambio notable en la
opinión pública o el surgimiento de un movimiento social puede impulsar la acción pública. Un
ejemplo clásico fue la decisión del Tribunal Supremo de Estados Unidos en 1954 sobre la
segregación de escuelas públicas en el caso Brown vs. Junta de Educación de Topeka y el
surgimiento del movimiento de los derechos civiles a partir de cuya presión el gobierno federal
estadounidense comenzó a actuar en materia de derechos civiles. Otro ejemplo es cómo
durante los años sesenta y setenta los gobiernos de todos los países occidentales empezaron a
intervenir cada vez más, por ejemplo, en la protección del consumidor, la seguridad del tráfico
o la protección del medio ambiente debido a la creciente preocupación pública sobre estos
temas que comenzó en esos años. Asimismo, más recientemente, al sentir un cambio en el
entorno político en relación con las preocupaciones sobre la inmigración ilegal, otros
gobiernos han promulgado legislación en temas de inmigración más o menos restrictivas.
2.1.2. Razones éticas
Ciertos problemas y circunstancias pueden dictar que el Estado deba intervenir por
razones éticas. En este caso, la actuación del Estado es vista como “lo correcto”, incluso
aunque no exista presión proveniente de la mayoría del público. Una parte de la población o
los miembros de un grupo de interés organizado pueden no estar dispuestos a presenciar el
sufrimiento de la pobreza, el hambre, o abusos contra los derechos humanos, ya sea en el
propio país o en el extranjero, y exige que el Estado haga algo al respecto. Como ejemplo de
este tipo de políticas de solidaridad pueden citarse los programas orientados a apoyar a
colectivos como los discapacitados sin ingresos suficientes o los padres de los niños
gravemente enfermos. Alrededor de muchos programas existentes hoy en día podríamos
identificar este tipo de argumentos morales, por ejemplo, los relacionados con la cooperación
al desarrollo, las políticas de lucha contra la exclusión social o los cuidados paliativos. Muchas
veces estos argumentos éticos pueden utilizarse para ocultar otro tipo de razones o
argumentos de tipo económico o estratégico, siendo difícil distinguir cuales son las razones
reales que hay detrás de la intervención pública (por ejemplo, la Guerra de Irak).
2.1.3. Razones económicas y fallos del mercado
La economía y los llamados fallos de mercado del sistema capitalista son una de las
justificaciones más usuales de la intervención gubernamental. Un fallo del mercado se produce
cuando el mercado privado no es eficiente para producir bienes o asignarlos. Al menos se
pueden identificar cuatro tipos de fallos del mercado: la existencia de monopolios y
oligopolios, las externalidades o efectos externos, la insuficiencia de la información, y la
incapacidad para proveer un bien público o colectivo.
Existe un monopolio u oligopolio cuando una o varias personas o empresas dominan el
mercado y pueden controlar el precio de un producto o servicio. Por ejemplo, es raro que en
muchas localidades exista más de un operador de televisión o internet por cable. También es
el caso, por ejemplo, de una compañía de agua o de electricidad en una ciudad de tamaño
mediano, donde no tendría sentido que hubiese otras empresas ya que entonces se perderían
las economías de escala o habría que replicar infraestructuras excesivamente costosas. Se
trata de monopolios en cierto modo inevitables y por eso reciben la denominación de
"naturales" o "técnicos". En estas situaciones, las administraciones se ven compelidas a
aceptar este tipo de monopolio y tratan de regularlos para que funcionen de una manera justa.
Se denominan externalidades o efectos externos a los efectos secundarios de
decisiones y acciones de los agentes que participan en el mercado que afectan a los
ciudadanos o a la sociedad. Una externalidad es negativa cuando un tercero se ve perjudicado
por una de estas decisiones y no recibe compensación por dicho perjuicio. Los vertidos al
medio ambiente que se producen por la fabricación de objetos de cristal artesanos en la bahía
de Venecia o la producción de energía eléctrica mediante la quema de carbón, materia prima
especialmente contaminante, son ejemplos de este tipo de externalidad negativa, ya que
dañan el medio ambiente y son potencialmente peligrosos para la salud de los ciudadanos.
Mediante la regulación, el Estado debe exigir a estas empresas determinadas medidas
tecnológicas para reducir la contaminación e incluso determinados impuestos que puedan
anticipar lo que al Estado le costará atender a los problemas de salud de los ciudadanos y a la
descontaminación medioambiental. Una externalidad positiva se produce cuando un tercero
resulta beneficiado por la actividad de otros. La educación superior es una externalidad
positiva que puede ser sufragada por una comunidad y beneficiar a otra ya que la sociedad se
beneficia de recibir una población bien educada.
Un mercado funcionará bien, en perfecta competencia, cuando los compradores y
vendedores tienen toda la información necesaria para realizar transacciones o intercambios.
Cuando los ciudadanos tienen información incompleta sobre un producto o servicio pueden
verse perjudicados. Por ejemplo, sus finanzas pueden verse afectadas si compran un producto
financiero sobre el que se les ha hurtado información; o su salud puede estar en riesgo si
compran cualquier medicamento supuestamente milagroso dispensado a través de internet.
En estos casos, el Estado debe regular y supervisar esa actividad del mercado, ya que a los
consumidores les puede resultar imposible averiguar si estos productos son seguros.
Finalmente, un cuarto tipo de fallo del mercado se produce cuando los mercados no
pueden proveer bienes públicos, también llamados bienes colectivos. Un bien público o
colectivo se define por dos criterios: la capacidad de excluir a alguien de conseguir el bien y la
capacidad de consumir de manera conjunta el bien. La exclusión dentro de la economía se
produce normalmente a través de la fijación de precios. Si un individuo puede cobrar por un
bien o servicio, entonces él o ella puede excluir a alguien de conseguirlo. Productos que se
pueden consumir en forma conjunta son aquellos en los que el consumo de una persona no
impide que otra también los consuma. Si la producción de un bien no produce beneficios nadie
lo producirá en el mercado por más necesario que sea.
Tradicionalmente, la distinción entre bienes públicos y privados ha sido utilizada para
estimar cuáles es mejor que provea el Estado y cuáles deben dejarse a la iniciativa privada. Los
primeros son aquellos que están disponibles para todos en una sociedad y no se agotan
cuando son consumidos por una sola persona o grupo. La defensa de un país o la regulación
ambiental para mantener el aire o el agua limpios benefician a todas las personas y no se
agotan con el consumo de un individuo, por ejemplo. Los bienes privados son aquellos que una
vez consumidos por alguien ya no pueden ser disfrutados por nadie más.
pública, y finalmente otro más opinará que se trata de un problema de derechos o de dignidad
humana. Si una situación o circunstancia constituye un problema es debido a creencias y
valoraciones humanas y no producto de los hechos mismos. Es muy importante, por tanto, no
confundir una situación problemática con un problema, dado que este último es una creación
mental que resulta de transformar la experiencia en un juicio humano.
3. Artificialidad. Los problemas públicos son una creación del ser humano hecha
mediante la interpretación y el juicio. Es la sociedad quien decide si quiere mejorar o cambiar
una situación problemática. Cotidianamente, las sociedades soportan múltiples condiciones,
pero no todas las condiciones son consideradas como problemas. En este sentido, un
problema puede ser el producto de un proceso de problematización. Por ejemplo, la
contaminación empezó a ser considerada como problema a partir de los años setenta, aunque
en realidad existía desde la aparición de la gran industria. Así pues, la existencia de un hecho
objetivo no implica su calificación automática como problema público.
4. Condición dinámica de los problemas públicos. Tanto los problemas como las
soluciones están en constante evolución. Las soluciones a los problemas se pueden volver
obsoletas, o los problemas pueden cambiar o transformarse. Esta evolución de los problemas
o soluciones se produce porque los valores sociales cambian, como también lo pueden hacer
las características sociodemográficas de la sociedad o las tecnologías disponibles para afrontar
los problemas. La necesidad de atender a las personas en situación de dependencia con el
apoyo del Estado es un asunto que ha empezado a ser considerado un problema público
recientemente en el caso de España y ello se ha debido al envejecimiento de la población y a la
incorporación masiva de las mujeres al mercado de trabajo, y a que ellas ya no pueden
encargarse de estas tareas como lo habían hecho tradicionalmente.
5. Incorporan tanto elementos técnicos como políticos. Los problemas públicos
incorporan aspectos de gran complejidad y especialidad que sólo pueden ser atendidos
apelando a procedimientos, herramientas o materiales que demandan un profundo
conocimiento de diversas disciplinas. En cuanto a su dimensión política, cualquier problema de
política pública y su solución afectan a la distribución de costes y beneficios y a los equilibrios
existentes en esa sociedad antes de que el problema fuera resuelto. Puede modificar el
reparto del poder y de intereses de ciertas personas, organizaciones sociales o políticas o
instituciones, y es muy probable que genere rechazos o resistencias entre quienes no ven
atendida su “definición” del problema, ya que nunca la “solución” es totalmente ”satisfactoria”
para todos los involucrados. Más aún, esa solución técnica suele generar nuevos problemas.
2.2.2. Según su estructuración o grado de complejidad
Según su grado de complejidad o estructuración, los problemas se han clasificado en
dos categorías básicas. Se distingue así entre problemas simples o bien estructurados y
problemas complejos o débilmente estructurados.
Problemas simples o bien estructurados: Para Dunn, los problemas simples son todos
aquellos que tienen una cantidad limitada de decisores, un número reducido de opciones
alternativas, un grado de consenso alto entre los actores críticos involucrados (stakeholders),
unos resultados ciertos, y unas probabilidades de éxito o fracaso calculables. Un ejemplo de
problema simple es una epidemia en Haití, pues el número de decisores es relativamente bajo,
las alternativas de solución son escasas, nadie pone en duda la importancia de resolver el
problema ni cuestionaría los métodos médicos.
Problemas complejos o débilmente estructurados: son aquellos en los cuales existen un
gran número de decisores que, en general, tienen valores e intereses en conflicto. Las
opciones alternativas de solución en este tipo de problemas son ilimitadas y, por lo general, los
resultados de dichas alternativas son inciertos. Las probabilidades de éxito en los problemas
débilmente estructurados son incalculables. Un ejemplo de problema complejo es la pobreza.
Dentro de los actores involucrados están los miembros del gobierno en áreas como la
educación, la seguridad social, la sanidad, la economía; miembros del legislativo, la sociedad
civil organizada, los empresarios, los sindicatos, incluso agentes internacionales y no
gubernamentales. No es de extrañar que entre estos actores existan conflictos de valores. Los
resultados de las soluciones que se proponen, al ser tan complejos, son difíciles de predecir y
las probabilidades de éxito son prácticamente incalculables.
Según Ordoñez-Matamoros, todo problema tiene dos grandes componentes: el
político y el técnico. Si el analista se enfrenta a un problema simple y debe recomendar
soluciones, serán muy importantes sus conocimientos y habilidades técnicas. Si se enfrenta a
un problema complejo, serán más relevantes sus conocimientos y habilidades políticas. El
analista debe hacer por tanto frente a las características propias de cada tipo de problema. En
el caso de los problemas simples, el análisis se concentra en la comparación de alternativas en
donde los criterios técnicos predominan. En el caso de problemas complejos, las alternativas
requieren de un estudio relativamente más político, en el que se deberían tener en cuenta los
conflictos de intereses, los impactos socioeconómicos, el carácter ideológico, sociológico, etc.
2.2.3. El caso de los “problemas retorcidos” como tipo de problema complejo
Cada vez más en el mundo globalizado existen problemas de política pública
interrelacionados y complejos. En este mundo cada vez más interconectado, hay problemas
públicos que no tienen una solución fácil. De hecho, incluso la identificación y estructuración
del problema puede resultar difícil. Por ejemplo, el terrorismo ha demostrado ser difícil de
combatir para muchos gobiernos de todo el mundo. Algunos gobiernos han definido el
terrorismo en términos de política de defensa, otros en términos de política social, y otros en
términos de justicia penal, o incluso las tres cosas a la vez. Este tipo de problemas complejos se
han denominado problemas “retorcidos”, “endiablados” o “perversos” (wicked problems).
Este concepto se refiere a situaciones sociales problemáticas en las que: 1) no hay una
solución obvia; 2) muchos individuos y organizaciones están necesariamente involucrados; 3)
hay desacuerdo entre las partes interesadas; y 4) la solución requiere cambios de
comportamiento de ciertos actores.
Algunos problemas públicos complejos que se han definido como retorcidos son la
pobreza, la exclusión social, las desigualdades, el cambio climático, la contaminación, el
terrorismo, etc. A menudo, tratar de abordar el problema identificado puede conducir a
resultados no deseados. Este concepto de problema retorcido surgió de la crítica a los
enfoques técnico-racionales o “de ingeniería social” para resolver problemas complejos de
planificación y política social. Los críticos de los programas de política complejos afirmaban
que los niveles requeridos de claridad de los objetivos, información y coordinación eran
imposibles de alcanzar. Una definición más específica y más útil de "problema retorcido" es:
“un problema que es difícil o imposible de resolver dado que presenta requisitos incompletos,
contradictorios y cambiantes que generalmente son difíciles de reconocer”.
La formulación presentada por Rittel y Webber de los problemas retorcidos en la
planificación de políticas sociales especificaba diez características: 1) No existe una
formulación definitiva de un problema retorcido. 2) Los problemas retorcidos no tienen
tiempo de espera. 3) Las soluciones a un problema retorcido no son del tipo verdadero o falso,
sino mejor o peor. 4) No existe ninguna prueba inmediata y definitiva de una solución a un
problema retorcido. 5) Cada solución a un problema retorcido es una "operación única". Dado
que no existen oportunidades de aprender a través del ensayo y error, cada intento importa
de modo significativo. 6) Los problemas retorcidos no tienen un conjunto de soluciones
potenciales enumerables, ni tampoco existe un conjunto bien descrito de operaciones
permitidas que pueden incorporarse al plan. 7) Cada problema retorcido es esencialmente
único. 8) Cada problema retorcido puede considerarse como un síntoma de otro problema. 9)
La existencia de una discrepancia representando un problema retorcido puede explicarse en
varias formas. La elección de la explicación determina la naturaleza de la resolución al
problema. 10) El planificador no tiene derecho a equivocarse.
Un clásico ejemplo de problema retorcido es aquel cuya solución requiere que un gran
número de personas cambien sus códigos de conducta. Políticas como la medioambiental, la
sanitaria o la seguridad vial pueden ser potencialmente sectores que se enfrentan a problemas
retorcidos así como el cambio climático, los desastres naturales, el sistema sanitario, el tráfico
internacional de drogas, la seguridad nacional, los residuos nucleares y la injusticia social. El
atractivo del concepto de “problemas retorcidos” radica en que parece facilitar elementos
para comprender por qué tantas políticas y programas no alcanzan sus objetivos y podrían
tener efectos imprevistos. Estos desafortunados resultados surgen por varias razones: a) los
propios problemas pueden estar cambiando constantemente; b) las soluciones pueden estar
abordando los síntomas en lugar de las causas subyacentes; c) las personas pueden estar en
desacuerdo hasta tal extremo que las soluciones son impracticables; d) el conocimiento
necesario para la implantación efectiva puede ser débil o contestado; y e) la “incertidumbre”
acaba incrustándose en todos los aspectos de la resolución del problema.
2.2.4. Según su grado de atención pública, de conflicto y el tipo de decisor implicado
Gormley sugiere que el grado y el tipo de complejidad técnica darán paso a diferentes
formas de conflicto en los diferentes problemas públicos. En los últimos años, los temas
técnicos que implican una demanda de conocimiento se han mostrado más “abiertos” al
debate público, ya que ha disminuido el dominio de poder de los expertos y los profesionales
sobre la construcción puramente científica o técnica de los temas. El carácter técnico de los
asuntos limita el alcance del conflicto. Está en el interés de los “ganadores” limitar la escala del
conflicto en torno a asuntos técnicos y científicos con el argumento de que los temas son
demasiado complejos y difíciles de entender para los legos.
Sin embargo, los actores excluidos de esta esfera técnica pueden formular estrategias
para ampliar el tema e incluirlo en un debate más amplio, enmarcándolo en términos que
rebasen los límites de los expertos. De manera específica, los grupos ambientalistas han
estado a la vanguardia de este tipo de redefinición de los temas científicos y técnicos. Cuanto
más se sitúa un tema como de carácter técnico/científico, más se le define como “apolítico” o
“no partidista”. La estrategia de aquellos que buscan desafiar la construcción de un asunto o
problema público como excluido de la esfera del conflicto político ha consistido habitualmente
en hacer campañas para que el tema en cuestión sea visto como algo que compete al público
en general y en formular preguntas morales y de otra índole.
Baumer y Van Horn establecen una relación entre diferentes tipos de problemas, su
exposición al público y propensión al conflicto y el proceso político que rodea a su solución. A
partir de ahí establecen algunas generalizaciones: a) Los asuntos que preocupan a gran
número de personas es probable que estimulen un intenso debate público y atraigan a más
participantes en el proceso político que los asuntos que se refieren sólo a un pequeño
segmento de la población. b) Las políticas complejas y las que requieren cambios importantes
en el comportamiento público o administrativo son mucho más difíciles de implantar que las
políticas que se pueden llevar a cabo de forma rutinaria a través de las redes organizativas ya
establecidas. c) Los asuntos que implican costes ocultos suelen ser manejados por el sector
privado, mientras que los que implican la atribución de costes en disputa requieren algún tipo
de intervención gubernamental. d) Las decisiones adoptadas por funcionarios de nivel bajo o
medio tienden a reflejar las normas profesionales, los imperativos de la organización y
procedimientos operativos estándar. El resultado más probable es el incrementalismo
(formulación de políticas o soluciones que cambian las cosas sólo de forma marginal). e) Las
decisiones adoptadas por los políticos en un contexto de excitación pública pueden ofrecer
oportunidades para la innovación de política pública. Sin embargo, asuntos muy conflictivos
que no llegan a alcanzar el punto de crisis a menudo se paralizan o estancan. f) Los políticos
frecuentemente responden simbólicamente a los ciudadanos, o pueden abordar los problemas
de unos pocos grupos o individuos, en lugar de adoptar una actuación de política pública
amplia. g) Las decisiones adoptadas por los jueces pueden diferir bastante de las decisiones
tomadas por otros funcionarios públicos, ya que aquéllos no necesitan encubrir o diluir un
cambio en las políticas públicas. La Constitución, su seguridad del empleo, y los valores
profesionales protegen a los jueces de los políticos, aunque no siempre de la política.
Ejemplos típicos son las políticas de bienestar, los derechos civiles para minorías raciales o
sociales, la ayuda financiera a los ayuntamientos pobres o la subvención a escuelas. Las
políticas redistributivas son las más controvertidas y en ellas participan habitualmente los más
altos niveles del gobierno y los agentes sociales (sindicatos y patronales). Su proceso de
elaboración se caracteriza por un alto nivel de conflicto y existe una gran dificultad para
cambiar el contenido de estas políticas. En principio, estas políticas son difíciles de aprobar ya
que suelen implicar que los intereses de los menos poderosos deban prevalecer sobre los
intereses más poderosos, o al menos convencer a los grupos más influyentes de que es
correcto y justo aprobar la redistribución de algunos de los recursos a los menos influyentes.
Políticas constituyentes: Son políticas que tienen que ver con la reorganización o
reforma de las administraciones públicas, la organización electoral, la creación de nuevos
ministerios, etc. Estas políticas han recibido menos atención que las otras tres áreas, porque a
menudo son vistas como una categoría residual, a pesar de que estas políticas pueden implicar
amplios costes y beneficios para la sociedad frente a otras políticas que afectan a intereses
limitados. En estas políticas el proceso característico de elaboración transcurre de arriba hacia
abajo y es dominado habitualmente por las élites políticas y los funcionarios gubernamentales.
Las políticas constituyentes o de gobernanza son, por tanto, aquellas que cambian las reglas
del juego político en áreas tales como las elecciones y votaciones, campañas políticas o la
descentralización. Las políticas anticorrupción serían también un ejemplo de estas políticas.
2.3.2. Wilson y los tipos de políticas según la difusión o concentración de sus costes y
beneficios
Con la misma finalidad que Lowi, es decir, para anticipar los problemas que pueden
aparecer en el procesos de elaboración e implantación, Wilson organiza las políticas y los
procesos políticos que se derivan de ellas observando en qué medida los costes y los
beneficios de una política se concentran en un solo interés particular o se extienden a la mayor
parte de los individuos o intereses colectivos. En función de esto establece cuatro tipos:
Política de Grupos de Interés. En ella, tanto los costes como los beneficios se
encuentran concentrados en determinados grupos. Esta política pública beneficia a un grupo
pequeño de población identificable, a costa “de otro grupo también pequeño e identificable”.
Se produce un conflicto entre grupos que puede considerarse como un juego de "suma cero"
entre unos grupos y otros. Especial importancia tienen los grupos de interés y sus lobbies o
representantes, que intentan que el parlamento u otras instituciones del Estado adopten las
decisiones más favorables a sus intereses. Existe una lucha interna de poder entre los lobbies
con los mismos intereses, "ganando" aquel que presione de manera más eficaz.
Política de Emprendedores. En ella, los costes están concentrados pero los beneficios
son difusos o generales para la población. El conjunto de la sociedad se beneficia de una
política que impone costes elevados en un segmento pequeño e identificable de la población.
En ellas, ciertos grupos y sus líderes tratarán de persuadir a los gobiernos o legisladores para
regular en interés del público, frente a la oposición de los grupos que asumen los costes de esa
política. Esto es así, por ejemplo, en las políticas ambientales, en las que los costes los
soportan las industrias que contaminan, o en la política de seguridad en los automóviles que
en principio es soportada por los fabricantes. Las medidas de seguridad e higiene en el trabajo
también benefician a todos los trabajadores y son asumidas por los empresarios. Se denomina
política de emprendedores porque procede de determinados emprendedores públicos que
tratan de despertar un interés concreto por un tema a la sociedad para que ésta se movilice.
Política Clientelar. En ella, los costes son soportados por la población pero los
beneficios están concentrados en un grupo identificable. Se producen relaciones cercanas de
"clientela" entre los responsables políticos, los reguladores y los intereses regulados. El grupo
beneficiado tiene muchos incentivos para movilizarse, mientras que los individuos que
soportan el coste lo hacen de manera indiferente al estar muy divididos y ser poco visibles los
costes. Un ejemplo típico son los aranceles que se ponen a la importación de algunos
productos para mantener altos los precios de los productos locales. La mayor parte del público
3.1. Las diferentes perspectivas sobre los instrumentos de política pública o las herramientas
del gobierno y sus intereses
Existen varios enfoques para entender los instrumentos o herramientas de política
pública. El enfoque instrumentalista trata de alcanzar metas específicas buscando
instrumentos que sean "óptimos" y "coherentes" para esos fines. Esta perspectiva considera a
los instrumentos de política pública simples "herramientas del gobierno" mecánicas y
neutrales. Sin embargo, este enfoque no es muy adecuado si queremos explicar cómo y por
qué se aplican ciertos instrumentos en la práctica que no siempre son óptimos. Muchas veces
los instrumentos de política elegidos tienen más que ver con intereses políticos, con ideas o
ideologías. Más recientemente, los estudios sobre los instrumentos se han centrado más en
analizar los problemas de legitimación, transparencia, equidad, democracia y legalidad de los
instrumentos de política elegidos. Aunque esto ha supuesto un cambio de perspectiva, estos
estudios mantienen cierta ambigüedad ya que, por un lado, consideran menos relevante la
eficiencia y la eficacia pero, por otra parte, siguen persiguiendo la misma intención general:
garantizar el "buen gobierno". Obviamente, centrándose más en los valores a través de los
cuales se seleccionan los instrumentos de política, se podría suponer que esto representaría
un cambio de paradigma alejado de la perspectiva instrumentalista.
Otra perspectiva, la perspectiva institucional, se centra en los instrumentos de política
pública como si éstos fueran instituciones. Según Salamon, los instrumentos de política pública
son formas de organización de los gobiernos para hacer su trabajo. Las diferentes dimensiones
a través de las que se pueden analizar y clasificar los instrumentos como instituciones son el
grado en que son directos, su visibilidad, su grado de coerción y su automaticidad. En la
perspectiva institucional, los instrumentos de política no sólo se pueden definir como reglas
y/u organizaciones, sino también como instituciones sociales. Esto significa que están
constituidos tanto por una dimensión social como por una dimensión técnica a través de las
cuales se abordan las relaciones específicas entre Estado y sociedad. En esta perspectiva más
constructivista los instrumentos de política son portadores de significados y valores y
contribuyen por tanto a la construcción de la realidad. Según Salamon, la actuación pública se
estructura a través de las herramientas y los instrumentos de gobierno. Esto plantea
importantes cuestiones analíticas sobre el diseño de la gobernanza, las motivaciones y los
intereses detrás de los instrumentos específicos de política pública y las preguntas sobre el
encuadre de los problemas y las soluciones de política pública. La comprensión de las políticas
públicas a través de sus instrumentos permite observar relaciones fundamentales entre
gobernantes y gobernados y, por tanto, al comprender los supuestos, las formas de
conocimiento y los modos de funcionamiento de ciertos instrumentos de política pública,
estamos también fijándonos en ciertas cuestiones básicas de sociología política.
procesos técnicos, pero también con el entorno político que restringe a los decisores, ya sea a
través de los requisitos de las normas institucionales, la presión de la opinión pública para
actuar y la debilidad de los políticos frente a los burócratas tradicionales. La segunda cuestión
es la valoración de la eficacia de las herramientas, las consideraciones técnicas como la
comprensión del impacto de la coacción, la persuasión o la creación de redes, por ejemplo,
pero también puede reflejar restricciones políticas de base y decisiones respecto a por qué una
herramienta en particular puede tener un limitado o fuerte efecto en la sociedad en general.
Comparación de las herramientas de gobierno
Recurso Facilidad de empleo Eficacia
Derecho y regulación Alta Baja
Gasto público e impuestos Media Baja
Administración y gestión pública Media Media
Instituciones Baja Alta
Información, persuasión y deliberación Alta Media
Redes y gobernanza Media Baja
El derecho y la regulación pueden introducirse con bastante facilidad, dependiendo del
sistema político, en función de que tenga una separación de poderes muy marcada o un
número alto de actores con veto (como por ejemplo un tribunal constitucional fuerte, una
segunda cámara poderosa, etc.). En los sistemas políticos unitarios, por ejemplo, es más fácil
promulgar muy rápidamente ciertas leyes, al contrario que en los sistemas federales o con más
separación de poderes, donde el ejecutivo central no siempre puede conseguir lo que se
propone y lo tiene que negociar con otros actores. Pero, en general, si hay voluntad política y
mayorías detrás de la acción ejecutiva no es difícil promulgar las leyes deseadas. El problema
aquí es si se pueden hacer cumplir esas leyes una vez promulgadas; depende de la aceptación
pública de la propia ley, de los recursos destinados a su aplicación, de si la ley consiste en
obligar a alguna conducta o a prohibirla, de si los grupos de interés la apoyan y de si la
administración y otras agencias públicas están detrás de la ley.
El gasto público y los impuestos pueden ser relativamente fáciles de aplicar por los
gobiernos, pero su uso es muy dependiente del estado de las finanzas públicas y de si hay
apoyo político suficiente para afrontar ese gasto. Según John, los recursos financieros son
menos eficaces de lo que podría imaginarse, ya que es complicado dirigir el dinero hacia los
sectores adecuados y en el tiempo adecuado. El problema es que los impactos conseguidos no
suelen ser tan altos como se espera debido a la dificultad de asegurar que el dinero no ha sido
derrochado o no ha quedado absorbido en los diferentes escalones administrativos o
presupuestarios produciendo ciertos productos de política pública (policy outputs) pero que no
han llevado a los resultados deseados (policy outcomes) en la sociedad. También es posible
que haya límites en la medida en que los incentivos financieros conducen a cambios en la
conducta de los ciudadanos. Por supuesto, el dinero es una condición necesaria para las
intervenciones más eficaces y normalmente se utiliza combinado con otros instrumentos, pero
en los casos donde el dinero es decisivo en la intervención, los costes de su uso, sobre todo si
se aplica de manera muy rápida, suelen ser sorprendentemente altos. Por tanto, el gasto
funciona bien si hay una necesidad nueva o insatisfecha hasta ahora por los decisores, y los
impuestos funcionan allí donde existe un grupo identificable que tiene un incentivo para
cambiar su comportamiento como resultado del cambio impositivo.
La reforma de la organización interna de la administración pública, especialmente en la
dirección de la Nueva Gestión Pública, es relativamente fácil de implantar dado que los
ejecutivos tienen un alto grado de control sobre sus procedimientos internos y que los
funcionarios se encuentran, al menos formalmente, bajo el mando de los políticos. Existen
algunas pruebas de que la reforma o modernización de las administraciones mejora la calidad
de la gestión pública y tiene efectos favorables sobre el desempeño y la provisión de las
políticas públicas. A pesar de que es difícil demostrar el impacto de la Nueva Gestión Pública y
que hay ciertos inconvenientes en las reformas generales, varios estudios muestran efectos
positivos de las medidas concretas para mejorar el rendimiento mediante incentivos, como la
remuneración ligada al rendimiento y la medición del desempeño.
Las reformas institucionales son las herramientas de efectos más intensos, en parte
porque alteran las reglas del juego. También afectan a las condiciones bajo las cuales los
ciudadanos y grupos cooperan para proporcionar una ruta directa para mejorar los resultados
de las políticas públicas. Pero las instituciones políticas son difíciles de reformar o de
introducir, tienden a tener un impacto sólo en el largo plazo y sus efectos pueden depender
del contexto en el que se introducen. Tampoco está claro qué instituciones son las mejores o
las que deben crearse, ni está claro si es mejor concentrarlas para mejorar la responsabilidad y
la rendición de cuentas y su capacidad de decisión, o es mejor fragmentarlas para permitir los
contrapesos y el aprendizaje entre ellas. No obstante, la reforma institucional es un poderoso
instrumento de cambio que a menudo se subestima y sigue sin ser bien entendido.
La información es un recurso atractivo y de bajo coste para el gobierno, siendo
relativamente fácil de introducir, aunque hay casos en los que la persuasión por sí sola podría
no ser una razón de peso para que los individuos y las organizaciones cambien su conducta. Sin
embargo, a veces nos podemos encontrar con que estas herramientas tienen más potencial
del que puede asumirse a primera vista, ya que pueden usarse de forma eficaz ciertas señales
de información bien elaboradas. La influencia de los actores públicos aumenta cuando éstos
desarrollan ciertas habilidades para influenciar las decisiones de los ciudadanos, empujándolos
sutilmente (nudging) hacia un curso de acción concreto. También puede darse el caso de que,
cuando los ciudadanos tienen la oportunidad de debatir asuntos públicos y de tomar
decisiones por sí mismos, pueden influir en los resultados mediante la propia elaboración y
aplicación de políticas públicas ellos mismos (coproducción de políticas).
Las redes y la gobernanza son una herramienta más fácil de introducir por los
gobiernos, al menos superficialmente en forma de alianzas o asociaciones público-privadas y
redes entre organizaciones públicas y privadas. Aunque se hace mucho hincapié en la
importancia de las redes, los estudios no apoyan tanto esa visión. El problema es que a veces
estas redes no tienen demasiado contenido. Su misma fluidez y la falta de contenido implican
que tienen dificultades para influir en la política pública y así incentivar ciertas formas
deseadas de conducta. A veces no tienen la fuerza suficiente para cambiar los incentivos de
ciertos actores poderosos. Lo que a veces sí hacen son ciertas actuaciones de política pública
simbólica sin mucho impacto en los resultados de política públicas.
En general, no existe ninguna herramienta de gobierno que sea a la vez fácil de
introducir y altamente eficaz. Una primera conclusión es que un buen número de procesos
sobre los que los gobiernos tienen un mayor control directo son aquellos en los que el alcance
o impacto es más limitado, como las leyes, o regulaciones, o los presupuestos. Los tipos de
impacto donde el control gubernamental es indirecto son aquellos en los que se pueden
obtener mayores beneficios de la intervención, como con los instrumentos no estándares. Por
ello, los poderes públicos deberían trabajar más intensamente con los instrumentos que
controlan menos y dejar más de lado las herramientas bajo su control directo.
5.2. La construcción objetiva de los problemas de las políticas públicas: el papel de las
estructuras y de las condiciones sociales
La idea de que los problemas públicos se originan en el nivel de “desarrollo” de una
sociedad y de que los conjuntos particulares de problemas son comunes a los Estados con
niveles similares de desarrollo se abordó por primera vez por los analistas de la elaboración de
políticas públicas desde una perspectiva comparada. La idea subyacente era que la estructura
de la economía de una nación determina los tipos de políticas públicas adoptadas por el
gobierno. Llevada al extremo, esta línea de análisis condujo a los estudiosos a desarrollar la
tesis de la convergencia. La tesis de la convergencia sugiere que, a medida que los países se
industrializan, tienden a converger hacia la misma combinación de políticas. Desde este punto
de vista, el establecimiento de la agenda es un proceso casi automático que se produce como
resultado de las tensiones y presiones impuestas a los gobiernos por la industrialización y la
modernización económica. Poco importa, por ejemplo, si los problemas son en realidad
generados por los actores sociales y se colocan en las agendas gubernamentales, o si los
Estados y los funcionarios públicos toman la iniciativa en la elaboración de políticas. En su
lugar, lo que es significativo es el hecho de que políticas similares surgieron en diferentes
países, independientemente de las diferencias en sus estructuras sociales y políticas.
A mediados de la década de 1980 surgió una segunda explicación menos determinista
del establecimiento de la agenda, que trataba los factores políticos y económicos como un
todo integral. Este modelo de dependencia de recursos argumentaba que la industrialización
crea una necesidad de programas como la seguridad social, y además genera los recursos
económicos para permitir que los Estados hagan frente a esta necesidad. La industrialización
también crea una clase obrera con una necesidad de seguridad social y con los recursos
políticos necesarios para ejercer presión sobre el Estado y satisfacer esas necesidades. La
ideología del gobierno en el poder y las amenazas políticas que afronta son también factores
importantes que influyen en el grado en que el Estado está dispuesto a satisfacer la demanda
de bienestar social y los tipos de programas que está dispuesto a utilizar para hacerlo.
5.3. La construcción subjetiva de los problemas de las políticas públicas: el papel de los
actores políticos y los paradigmas
Las visiones del mundo o las ideologías han sido reconocidas desde hace mucho como
ayudas para que los individuos den sentido a las realidades complejas mediante la
identificación de los problemas de política general y de las motivaciones de los actores
involucrados en la política y las políticas públicas. Estos conjuntos de ideas, sin embargo,
tienden a ser muy difusos y no se traducen fácilmente en puntos de vista específicos sobre los
problemas políticos y el proceso de establecimiento de la agenda.
Las creencias basadas en principios y las historias causales, por otra parte, pueden
ejercer una influencia mucho más directa en el reconocimiento de los problemas de política
pública y en su contenido subsiguiente. En el ámbito de la política pública, esta noción de las
ideas que crean demandas o exigencias a los gobiernos fue propugnada por Paul Sabatier,
entre otros autores de las décadas de los ochenta y noventa. El concepto de historias causales,
en particular, se aplicó al establecimiento de la agenda por Deborah Stone. En opinión de
Stone, este concepto implicaba la construcción de una “historia” sobre qué causaba el
problema de política pública en cuestión. Como ha argumentado: “Las teorías causales, si
tienen éxito, hacen más que demostrar de forma convincente la posibilidad de control humano
sobre las malas condiciones. En primer lugar, pueden desafiar o proteger un orden social
existente. En segundo lugar, mediante la identificación de los agentes causales, pueden asignar
responsabilidades a determinados actores políticos para que alguien tenga que detener una
actividad, hacerla de otra manera, compensar a sus víctimas o, posiblemente, afrontar el
castigo. En tercer lugar, puede legitimar y habilitar a actores particulares como “arregladores”
del problema. Y en cuarto lugar, pueden crear nuevas alianzas políticas entre personas que se
muestran que están en la misma relación de víctima respecto al agente causal”.
Como argumenta Murray Edelman, en esta perspectiva las cuestiones de política
pública se plantean en gran medida por sí mismas en los discursos sociales, a menudo en
función de construcciones ideológicas preexistentes aplicadas a las circunstancias cotidianas
específicas: “Los problemas llegan al discurso y, por lo tanto, a la existencia como refuerzos de
las ideologías, no simplemente porque estén ahí o porque sean importantes para el bienestar.
Significan quiénes son virtuosos y útiles y quiénes peligrosos e inadecuados, qué acciones
serán recompensadas y cuáles penalizadas. Constituyen las personas como sujetos con clases
particulares de aspiraciones, auto-concepciones y temores, y generan las creencias sobre la
importancia relativa de los acontecimientos y los objetos. Ellos son fundamentales para
determinar quién ejerce la autoridad y quién la acepta. Construyen áreas de inmunidad frente
a la preocupación porque esas áreas no se ven como problemas”.
Por lo tanto, la definición de un problema no sólo se ve afectada por los intereses y
creencias de diferentes coaliciones de actores, sino también por las características específicas
del problema. Algunos atributos de un problema pueden resaltarse a medida que se prestan a
una solución particular, mientras que otros atributos se minimizan. Esa manera específica de
presentar problemas se conoce comúnmente como encuadramiento (framing). Implica el uso
selectivo de los conocimientos y la información acerca de un problema y de las relaciones
causales que lo rodean, con el objetivo de darle sentido y hacerlo manejable. Los encuadres
(frames) se emplean estratégicamente por los actores políticos como una manera clave
mediante la que los políticos y los legisladores que elaboran las políticas públicas estructuran
un conflicto de modo que lo puedan vencer.
Rochefort y Cobb han avanzado una serie de categorías que influyen en cómo puede
encuadrarse un problema, referidas a la “causalidad”, “gravedad”, “proximidad”, “crisis”,
“incidencia”, “novedad” y “las poblaciones problema”. La “causalidad” se ocupa de la cuestión
de qué factores o actores han causado originalmente un problema. En muchos casos, las
cuestiones de culpabilidad y la asignación de la culpa juegan un papel importante en este
contexto. Para muchos problemas, sin embargo, las causas subyacentes no son fáciles de
diagnosticar. La “gravedad” concierne a cuán severa se percibe que sea una cuestión y sus
consecuencias. Cuanto más grave y serio pueda encuadrarse un problema, más captará la
atención de los responsables políticos y los medios de comunicación. “Proximidad” implica que
la cuestión afecta directa o indirectamente los intereses personales de un público amplio. Si un
problema puede definirse de tal manera que una amplia gama de personas está afectada
potencialmente, mayores son las posibilidades de movilización política. Una “crisis” indica una
fase de desorden en el desarrollo aparentemente normal de un sistema. Las crisis son las fases
de transición, durante las que las maneras normales de operar ya no funcionan. Nuestra
definición de crisis refleja su naturaleza subjetiva como una amenaza interpretada: hablamos
de una crisis cuando los responsables políticos experimentan una amenaza seria para las
estructuras básicas o los valores y las normas fundamentales de un sistema, que hace
necesario que se adopten decisiones vitales. La “incidencia” se refiere a la prevalencia real del
problema, es decir, a la proporción de individuos que padecen el problema respecto al total de
la población. Los opositores políticos deben demostrar que el problema es de gran alcance y
que causa infortunio a muchas personas, y argumentar que el problema está empeorando. La
“novedad” es también un mecanismo importante. Etiquetar una cuestión como algo nuevo y
sin precedentes puede dar lugar a una amplia cobertura mediática. En cuanto a la “población
problema”, se trata de cómo la imagen de los grupos destinatarios se manipula por las partes
contendientes. Una de ellas tratará de ganar apoyo para una política controvertida sobre la
pobreza, describiendo a la población afectada como “víctimas sin esperanza”, mientras que los
opositores a la medida la describirán quizá como gente que ya se ha beneficiado de las
posibilidades que se le han ofrecido y que no ha sido capaz de aprovechar.
caras del poder a la adopción de no-decisiones, esto es, a “la práctica de limitar el alcance de la
adopción de decisiones real a las cuestiones ‘seguras’ mediante la manipulación de los valores
dominantes en la comunidad, los mitos y las instituciones y procedimientos políticos”. O en
una versión posterior más explícita: “Una no-decisión, tal y como la definimos, es una decisión
que resulta en la supresión o frustración de un desafío latente o manifiesto a los valores e
intereses del decisor. Para ser más claro y explícito, la adopción de no-decisiones es un medio
por el cual las demandas para cambiar la asignación de beneficios y privilegios existente en la
comunidad pueden ser sofocadas antes incluso de que sean expresadas; o mantenidas ocultas;
o eliminadas antes de que consigan acceso a la arena relevante para la adopción de decisiones;
o caso de fallar todas estas cosas, son mutiladas o destruidas en el estadio de decisión-
implantación del proceso de las políticas públicas”.
Con el fin de clarificar la distinción entre decisiones y no-decisiones, estos autores
deslindan teóricamente los conceptos de poder, influencia, autoridad y fuerza para determinar
su repercusión en la adopción de decisiones y de no-decisiones. Para ellos existe una relación
de poder cuando: “a) hay un conflicto sobre valores entre A y B; b) B accede a los deseos de A;
y c) lo hace porque teme que A le prive de un valor o valores que él, B, estima mucho más altos
que aquellos que habría logrado mediante la insumisión”. La diferencia entre el poder y la
fuerza radica sencillamente en que, en una relación de poder, una parte obtiene el
consentimiento de la otra mientras que, en una situación que implique fuerza, los objetivos de
uno deben ser alcanzados a pesar de la insumisión de la otra. Por ello, el recurso a la fuerza
puede redundar en una pérdida de poder.
Por su parte, Schattschneider hizo hincapié en que, en lugar de los actores que
participan activamente en el establecimiento de la agenda, es el dominio público más amplio
el que resulta clave para entender la política. En este sentido argumenta que el contendiente
que está perdiendo una batalla sobre una cuestión tratará por su bien de atraer más y más
indecisos al conflicto, socializándolos así hasta que cambie el equilibrio de fuerzas. Por el
contrario, será ventajoso para el que está ganando contener el alcance del conflicto para no
alterar este equilibrio de poder favorable. Por lo tanto, las batallas sobre las cuestiones se
ganan o se pierden con frecuencia según el éxito de los combatientes, ya sea en conseguir que
el público se involucre o en mantenerlo al margen. En síntesis, este es el planteamiento que
había establecido Schattschneider desde un ángulo político poco tiempo antes: “De hecho, la
definición de las alternativas es el instrumento supremo de poder; muy raramente podrán
estar de acuerdo los antagonistas en lo que son los temas, porque la definición implica poder.
Aquel que determina de qué trata la política maneja a la nación, porque la definición de las
alternativas es la elección de los conflictos y la elección de conflictos localiza el poder”.
De otra parte, puede afirmarse que existe una situación de no-decisión cuando los
valores dominantes, las reglas del juego aceptadas, las relaciones de poder existentes entre los
grupo y los instrumentos de fuerza, solos o en combinación, previenen efectivamente que
ciertas quejas se desarrollen como cuestiones divisivas, que susciten la división de la opinión
pública, que exigen decisiones. Este fenómeno se distingue con claridad de los aspectos de la
adopción de no-decisiones porque la mera existencia de la “movilización del prejuicio” es
suficiente para impedir que una cuestión latente llegue a ser un asunto a decidir.
5.4.2.3. La perspectiva institucional
Las primeras teorías del establecimiento de la agenda también hicieron hincapié en el
papel que juegan las estructuras institucionales en la definición de las líneas de conflicto y en
la configuración de los equilibrios de poder. Para Schattschneider, “todas las organizaciones
políticas tienen un sesgo a favor de la explotación de algunos tipos de conflictos y la supresión
de otros porque la organización es la movilización del sesgo. Algunas cuestiones se organizan
en la política, mientras que otras se organizan fuera”. Uno de los enfoques teóricos más
conocidos que tiene en cuenta los arreglos institucionales es el marco de referencia del
“equilibrio interrumpido”, desarrollado por Baumgartner y Jones, que pretende explicar por
qué los procesos políticos se caracterizan por la estabilidad y el incrementalismo, es decir, por
problema. Incluso puede ser el caso de que se desarrollen soluciones para problemas que aún
no existan todavía o que no se perciban. Este es el argumento básico del modelo del cubo de
basura. Estas soluciones necesitan problemas a los que se puedan ser aplicadas.
De acuerdo con este enfoque, los problemas públicos logran situarse en la agenda
política sólo cuando los problemas percibidos puedan acoplarse con éxito a aquellas soluciones
pre-existentes. Como sostiene Kingdon, el grado en que este acoplamiento es posible se ve
afectado por corrientes de problemas y propuestas de solución independientes, así como por
la corriente política. Esta última se refiere a acontecimientos como las elecciones, los cambios
de gobierno o la aparición de nuevos movimientos sociales. Las tres corrientes independientes
de los problemas, las propuestas y la política tienen que unirse en un momento crítico con el
fin de abrir la famosa “ventana de política pública”, lo que resulta en que una cuestión se
coloque en la agenda. El proceso de acoplamiento no se considera como algo que puede ser
influido por un comportamiento estratégico sino como un fenómeno altamente contingente.
5.4.3. Agendas, alternativas y políticas públicas: el modelo de Kingdon
Kingdon entiende por agenda la lista de materias o problemas a los que los cargos
políticos, los altos funcionarios y las personas fuera de las Administraciones Públicas, pero
estrechamente relacionadas con esos funcionarios, prestan una atención reposada en un
momento determinado. Por ello interesa la composición de la agenda y cómo y por qué
cambia a lo largo del tiempo. Desde luego, la agenda varía de una parte a otra del sistema
político-administrativo, esto es, hay agendas más especializadas que otras. Es preciso distinguir
también entre la agenda gubernamental, la lista de materias que están consiguiendo atención,
y la agenda decisoria, el listado de asuntos dentro de la agenda gubernamental que van a ser
objeto de una decisión activa. Cada una de ellas se verá afectada por procesos diferentes.
Además del aspecto más visible que son los problemas o materias de la agenda, también es
necesario considerar el conjunto de alternativas para la acción gubernamental, dentro de
todas las posibles, que se generan de manera más opaca. Distinguimos entre los participantes
del interior y el exterior del sistema político-administrativo para organizar la descripción:
El Gobierno. Con independencia de si se trata de un sistema presidencialista o
parlamentario, la estructura de cada gobierno suele ser capaz de establecer la agenda, y no
tanto de imponerla, frente al parlamento o las mayorías parlamentarias. Los recursos
gubernamentales son: los institucionales, los organizativos como decisor unitario que controla
a los distintos departamentos ministeriales, la capacidad de dirigir la atención pública y su
mayor posibilidad de implicación. Los asesores políticos suelen tener un papel más importante
en el desarrollo de alternativas que en el establecimiento de la agenda. Los altos cargos de
nombramiento político suelen ser “capturados” por los organismos para los que son
designados y suelen actuar elevando las cuestiones hacia niveles superiores, pues su
transitoriedad favorece la prudencia y el evitar la confrontación.
Los altos funcionarios. Su papel depende mucho del tipo de sistema político-
administrativo en el que se encuentren, siendo de menor relevancia en los sistemas
presidencialistas y de mayor peso en los sistemas parlamentarios. Sus posibilidades de influir
en la agenda descansan en su conocimiento técnico profesional, la dedicación a sus programas
y su interés en su expansión, y claramente en permanecer en el poder. Estos atributos pueden
conducirles a “capturar” los nombramientos políticos de sus organismos, a forjar relaciones
con grupos de interés y con parlamentarios para influir en cómo fluye la información esencial
para las propuestas de políticas públicas. En consecuencia, en el poder ejecutivo predomina un
modelo de establecimiento de la agenda de arriba a abajo (top-down), aunque el papel de los
burócratas sea más decisivo en los procesos de generación de alternativas y de implantación.
El Parlamento. Uno de sus recursos fundamentales es la autoridad legal, incluyendo la
posibilidad de financiación relativamente autónoma; otro es la capacidad publicitaria,
mediante la realización de audiencias públicas, discursos, etc., que ocupan un lugar
prominente en los medios de comunicación. Una característica importante es la combinación
de información de que dispone: sustantiva y política; académica y de grupos de presión;
burocrática y del electorado. Según los casos, los funcionarios asesores del Parlamento pueden
conseguir tener una posición muy influyente sobre la elección de alternativas debido a su
dedicación plena a un área sustantiva particular de políticas públicas.
Los grupos de interés tienen una influencia desigual según el sector de las políticas
públicas que se considere, pero son importantes pues se ocupan de proteger beneficios y
prerrogativas. Representan intereses empresariales o industriales, pero también abarcan
organizaciones laborales, sindicatos o asociaciones profesionales. A éstos hay que añadir los
denominados grupos de “intereses públicos”, tales como los grupos de consumidores o
ambientalistas. Las actividades de estos grupos son variadas. Algunas afectan a la agenda,
otras a las alternativas consideradas, algunas son positivas, promocionando nuevos cursos de
acción gubernamental, y otras son negativas, bloqueando los cambios en las políticas públicas.
Los académicos, investigadores y consultores tienen una influencia desigual según el
contexto y las tradiciones culturales nacionales, pero su papel suele circunscribirse a las
alternativas disponibles más que a las propias agendas gubernamentales.
Los medios de comunicación de masas se suelen considerar como actores poderosos
en el proceso de establecimiento de las agendas gubernamentales, pues afectan a la
formación de la opinión pública. Su influencia es importante bajo ciertas circunstancias. Actúan
como comunicadores dentro de una comunidad de políticas públicas. También actúan como
magnificadores de movimientos surgidos en otro lugar, y no tanto como originadores de
movimientos nuevos. Según el grado en que la opinión pública afecte a algunos participantes,
los medios de comunicación de masas pueden tener un efecto indirecto. Finalmente, la
importancia de los medios puede variar de un tipo de participante a otro. Los privilegiados
(insiders), aquellos que ya son decisores clave del sistema político-administrativo o que tienen
un fácil acceso a esos decisores, podrían tener una menor necesidad de cobertura por parte de
los medios que los extraños (outsiders), quienes tienen menos acceso y de ahí que necesiten
llegar a ciertos extremos para lograr la atención de los altos funcionarios públicos.
Los partidos políticos, en la medida en que proporcionan las personas que van a
adoptar importantes decisiones en el sistema político-administrativo, influyen sobre las
agendas de políticas públicas. También las personas en el gobierno o cercanas a él pueden
interpretar los resultados electorales como mandatos en una u otra dirección de las políticas
públicas, o por lo menos como indicaciones de las preferencias del electorado. El contenido de
los programas electorales, su liderazgo en el parlamento y en el conjunto del país, la impronta
que pueden tener sobre sus adherentes y las ideologías que representan los partidos políticos
pueden formar el núcleo de la agenda en caso de ganar las elecciones.
La opinión pública puede tener una influencia vaga y difusa sobre la agenda
gubernamental de políticas públicas, ni insignificante ni entre las más prominentes. Puede
tener efectos positivos o negativos. Puede imponer algunas cuestiones en la agenda porque,
de haber un vasto número de personas interesadas en algún asunto, puede hacerlo popular
para los políticos en busca de votos. Los efectos negativos, las constricciones impuestas sobre
el gobierno más que las fuerzas positivas a favor de la acción gubernamental, son
probablemente más notables y frecuentes. Una mayoría de público puede favorecer una
prioridad, pero un número menor de personas con preferencias de mayor intensidad
diferentes a las de la mayoría puede afectar más a las prioridades gubernamentales. Y también
los desarrollos pueden tener lugar en el gobierno con independencia de la opinión pública.
El modelo de Kingdon se basa en una revisión de la aportación previa de Cohen, March
y Olsen. Según Kingdon, se producen tres grandes corrientes de procesos:
El reconocimiento de los problemas: varios problemas llegan a captar la atención de las
personas en y alrededor del gobierno, por lo que resulta importante comprender cómo y por
qué un conjunto de problemas adquiere visibilidad en vez de otro.
La formación y el refinamiento de las propuestas de políticas públicas: hay una
comunidad de especialistas en una política pública (burócratas, asesores, académicos, grupos
aspectos del establecimiento de la agenda, aunque por lo general hay una tendencia hacia un
papel dominante del ejecutivo o el legislativo en función del carácter general del sistema
político. Así, a mayor grado de centralización de los procesos de establecimiento de la agenda,
mayor es el nivel de poder de fijar la agenda en manos del legislativo o del ejecutivo.
En algunas naciones, el establecimiento de la agenda podría ser el resultado de la
revisión judicial de la legislación vigente, otorgando de este modo a las instituciones judiciales
la facultad de moldeadores de la agenda. Este poder de los tribunales para establecer la
agenda se debe a que a menudo se les pide decidir sobre cuestiones políticas controvertidas.
El centro de atención principal de la investigación sobre las instituciones judiciales ha sido el
estudio de los factores determinantes de la adopción de sus decisiones. Por supuesto, los
jueces pueden tener preferencias políticas en privado, pero no pueden actuar como agentes
independientes. En su lugar, la expresión de sus preferencias se limita estrictamente a los
casos en los cuales están autorizados a actuar de acuerdo con la Constitución. Con todo,
dentro de este margen los jueces pueden instigar un debate político sobre aquellas cuestiones
que han tratado previamente los decisores sobre las políticas públicas.
5.5.2. Burocracia
Las burocracias tienen un impacto en la elaboración de políticas durante las etapas de
su elaboración e implantación. Con respecto a la primera, el poder de la burocracia no sólo
surge de su importante papel en la elaboración de propuestas de políticas públicas, sino
también de su influencia en la conformación de la agenda. El modelo económico de
comportamiento burocrático de Niskanen supone que el control burocrático de la agenda
democrática permite a los burócratas imponer a un parlamento más pasivo su alternativa
preferida. Su argumento se basa en dos supuestos: 1) la burocracia tiene un monopolio virtual
de información cierta sobre los costes de la oferta; 2) la burocracia conoce las demandas del
parlamento sobre los servicios que presta. Basándose en estos supuestos, se espera que los
organismos burocráticos sean capaces de hacer ofertas de todo o nada al parlamento.
5.5.3. Los medios de comunicación
Lippmann subraya la relevancia de los medios de comunicación en la formación de la
imagen sobre las cuestiones públicas. Aquí la atención se ha centrado en la valoración de los
vínculos entre la importancia de las cuestiones que dominan la agenda de los medios de
comunicación y las que dominan la agenda sistémica. El estudio de McCombs y Shaw es
ampliamente considerado como el primer análisis empírico del establecimiento de la agenda
pública. Los autores demuestran que existe una relación entre lo que los encuestados opinan
que son los asuntos más importantes y la cobertura que éstos recibe en las fuentes de noticias
primarias. Numerosos estudios han examinado la influencia de la cobertura de los medios
informativos sobre las prioridades temáticas del público. La gran mayoría de estos análisis han
encontrado fuertes correlaciones entre la cobertura dada a las cuestiones en los medios de
comunicación y el nivel de interés del público hacia ellos. Investigaciones posteriores han
estudiado la relación entre los medios de comunicación y las agendas institucionales. Walgrave
y Van Aelst argumentan que la cobertura de los medios de comunicación se asocia con la
opinión pública. Si los medios de comunicación realmente afectan a la opinión pública o no es
menos relevante que el hecho de que los actores políticos creen que lo hace. Los actores
políticos no reaccionan principalmente a la cobertura de los medios en sí, sino a la presunta
opinión pública que generan acerca de las cuestiones. Esto implica que anticipan el impacto
mediático esperado en el público y construyen su estrategia política sobre esa premisa de
maximizar sus beneficios electorales de acuerdo con la lógica de la elección racional. Green-
Pedersen y Stubager explican, además, que la atención mediática a una cuestión genera
curiosidad en los partidos políticos cuando esa cuestión es, en primer término, una en la que
los partidos tienen interés en su politización.
5.5.4. Los grupos de interés
La lógica que subyace al impacto de los grupos de interés se refiere a la agudización de
la conciencia sobre una cuestión y la lucha por el apoyo del público. Al mismo tiempo, los
otras. Por ejemplo, en Estados Unidos, los intentos de controlar el uso de armas de fuego
chocan con restricciones impuestas por el derecho constitucional a portar armas. Otras
restricciones procedimentales pueden surgir de la capacidad administrativa y presupuestaria
del Estado. Por ejemplo, los gobiernos que tienen una participación pública en las empresas de
sectores económicos estratégicos como la energía, el sector financiero o el transporte pueden
tener más opciones de política disponibles para ellos que los Estados donde el sector privado
provee en exclusiva estos bienes y servicios.
6.2. ¿De dónde vienen las políticas públicas? Los actores de la formulación y el papel especial
de los ejecutivos y las administraciones y su contexto
6.2.1. Los actores típicos de la formulación: el papel de los ejecutivos como actor central
Junto con el parlamento, los gobiernos y sus burocracias ministeriales son los actores
clave en la fase de formulación. Pueden recibir ayuda de expertos, grupos de interés o de
organizaciones internacionales, o a veces incluso de la participación ciudadana. En todo caso,
la mayoría de las propuestas de política pública las desarrollan los funcionarios de carrera o
cargos designados políticamente que ejercen su función en los diferentes departamentos y
organismos autónomos o agencias especializadas de las administraciones públicas. En otros
casos, los gobiernos pueden nombrar comisiones de expertos, externos a la administración, de
forma temporal, para proponer soluciones a un problema o reformar una política existente.
Por lo que respecta a los legisladores, ellos también suelen recibir sugerencias para la
actuación y le legislación, a través de sus contactos con funcionarios de la administración y sus
reuniones con representantes de los grupos de interés, o sobre la base de sus propios
intereses y actividades, por lo que también formulan a veces propuestas alternativas. En
sistemas parlamentarios como el nuestro, sin embargo, la capacidad de los legisladores de la
mayoría parlamentaria está limitada debido a la disciplina de grupo y su lealtad al ejecutivo y,
en el caso de los grupos de la oposición, por sus recursos, su capacidad de información y su
limitado conocimiento técnico del tema. Los grupos de interés también tienen un papel
importante en la formulación de políticas, siendo a veces escuchados preceptivamente en los
procedimientos legislativos y en los órganos o consejos consultivos del ejecutivo, y suelen
manejar numerosas propuestas de reforma de las políticas que benefician a sus miembros.
6.2.2. El papel de la administración, la burocracia y los políticos en la formulación
Siguiendo a Page y Jenkins, los cargos directivos de la administración, conocidos en la
literatura científica como burócratas, están involucrados en el proceso de formulación de
políticas de tres modos básicos: 1) Producción: en esta labor, los burócratas redactan
borradores, informes, declaraciones y documentos normativos, como decretos y reglamentos
o anteproyectos de ley. Este proceso involucra habitualmente relaciones con los grupos de
interés, ciudadanos y actores críticos en la sociedad civil. 2) Mantenimiento: implica su
atención a diversos elementos que rigen la gestión de determinadas políticas públicas
sectoriales. 3) Servicio: la función de servicio consiste en ofrecer conocimientos, habilidades y
asesoramiento en la elaboración de las políticas. La oferta de asesoramiento a los cargos
políticos es un claro ejemplo de la labor de servicio en la política pública.
Según otros autores, hay varias razones por las que los burócratas influyen en el
proceso de políticas públicas en todas las fases y especialmente en la de formulación: a) Los
burócratas cuentan a menudo con conocimientos técnicos e institucionales de larga
experiencia sobre muchos asuntos públicos, y a menudo están involucrados desde una etapa
muy temprana del establecimiento de la agenda. En muchos casos es la propia burocracia la
que inicia o propone ciertas políticas públicas. b) Los burócratas suelen permanecer en sus
puestos administrativos por más tiempo que los políticos. Por tanto, tienen la posibilidad de
ver la evolución de las políticas y conocer el historial de un problema y las soluciones aplicadas.
c) A los burócratas se les selecciona sobre la base de su experiencia y su labor y capacidad
profesional, mientras que los políticos son elegidos por su popularidad o sus promesas
electorales o las decisiones de su partido. A la burocracia se la percibe, por tanto, como más
autorizada a hablar con fundamento acerca de los aspectos técnicos de las políticas. d) Los
burócratas suelen tener acceso a más datos e información sobre las políticas públicas
concretas. Al ser los ejecutores de las políticas, tienen muchas oportunidades para recoger
datos e información que son valiosos para la formulación y la evaluación de políticas.
Además, según Poocharoen, los burócratas influyen significativamente en la fase de
formulación de políticas por varias razones adicionales: 1) Pueden ser fuente de ideas de
política pública. 2) Pueden erigirse en los abogados o defensores de ciertas ideas o programas.
3) Pueden tomar parte en el proceso de formulación de políticas formal e informalmente. 4)
Pueden ser a veces el único actor o el líder en el proceso de formulación de políticas.
Por su parte, los cargos políticos dentro de la administración intentan controlar este
poder que tienen los burócratas en el proceso de formulación y tienen a su vez ciertas fuentes
de poder y de control sobre la burocracia. Así, por ejemplo: a) Los ministros gozan de la
legitimidad directa que les da su elección a través del proceso electoral y, por ello, reclaman su
condición de jefes políticos que les da legitimidad para legislar en una política pública. b)
Tienen el poder de crear o suprimir unidades administrativas u organismos autónomos y
agencias para gestionar una política pública. Por tanto, pueden transferir autoridad y
potestades a ciertas unidades y así legitimarlas para su labor o no hacerlo. c) Los ministros
también tienen el poder del presupuesto. A través del mismo, las unidades administrativas
reciben los recursos financieros que les permite sobrevivir, haciéndolas totalmente
dependientes de los desembolsos del departamento de hacienda, que puede así controlar a las
otras unidades aumentando o reduciendo sus créditos presupuestarios. d) Los políticos
también pueden restringir la autonomía de los cargos administrativos a través de normas y
reglamentos, o mediante ciertas formas de rendición de cuentas y seguimiento de su labor.
6.2.3. Condicionantes y origen de las propuestas de política pública
Aunque en sistemas parlamentarios como el nuestro la formulación de las políticas
públicas se lleva a cabo principalmente por el ejecutivo, en los sistemas presidenciales, por el
contrario, no existe ese monopolio del ejecutivo con respecto a la formulación de políticas y
las comisiones legislativas del parlamento desempeñan un papel vital en la propuesta de
legislación, aunque cooperen estrechamente con la burocracia ministerial, que en todo caso
también tiene un papel importante. Habiendo reconocido la importancia de la burocracia
ministerial en esta fase de formulación, cabe hacer referencia a algunas influencias o factores
externos y contextuales que determinan a veces las elecciones y propuestas de los burócratas:
Expertise, información e ideas: la primera manera de entender cómo formulan los
decisores administrativos una propuesta de política se refiere a la importancia de su saber
especializado o expertise. Los administradores suelen poseer conocimientos especiales en
relación con los programas y sus efectos debido a su formación profesional y su larga
experiencia. Los burócratas optan por diseños de políticas que creen que producirán
resultados deseables. Además, su conocimiento se ve enriquecido con fuentes de información
adicionales a los que tienen acceso privilegiado, como son los expertos.
Las organizaciones internacionales: las propuestas de los burócratas ministeriales
también pueden verse influidas por las ideas promovidas por organizaciones internacionales,
como la OCDE, y utilizar la información sobre otros países o las recomendaciones de reforma
de las políticas contenidas en los informes de esa u otras organizaciones. En otros casos, la
influencia de las organizaciones internacionales en la formulación de políticas puede ser de
carácter algo más coercitivo, como sucede cuando los gobiernos recurren a organizaciones
como el FMI o el Banco Mundial, o la propia Unión Europea (la famosa troika) en busca de
ayuda financiera. Estas organizaciones recetan entonces medidas de política pública
específicas que los gobiernos deben seguir forzosamente.
Los grupos de interés: en los sistemas parlamentarios, el objetivo principal de los
grupos de interés es influir sobre el poder ejecutivo, los ministros y la burocracia ministerial.
Asimismo, los burócratas ministeriales tienen buenas razones para cooperar con los grupos de
interés en la elaboración de la normativa y las políticas. La primera es que los grupos de interés
están en disposición de suministrar información valiosa sobre los efectos de una política, así
como la forma en que podría ser recibida por sus miembros. En segundo lugar, los grupos de
interés también median en un proceso bidireccional de transmisión de información, ya que
ellos son también los que suministran la información a sus miembros, lo que significa que
pueden encuadrar y presentar las propuestas de política pública de determinadas formas que
faciliten de manera más o menos probable la aceptación por parte de sus bases.
Las preferencias ideológicas partidistas: otra forma en que se determina o limita la
gama de propuestas de política pública que hace la burocracia es la imposición de un filtro
ideológico en función de la pertenencia partidista de los propios burócratas ministeriales o la
de sus jefes políticos. Sin embargo, los efectos de la ideología partidista sobre la formulación
de políticas dependerá en gran medida del grado en que los cargos políticos controlan a los
burócratas, es decir, el grado de politización de los altos niveles de las administraciones. La
razón de la politización suele ser que los actores políticos desean asegurarse de que los
burócratas ministeriales que poseen una ventaja informativa no se desvían de las directrices
políticas en la elaboración de la legislación.
La búsqueda de intereses particulares: por último, éste ha sido otro de los factores
que se ha señalado para explicar algunas propuestas de la burocracia. Dado que los burócratas
tienen una ventaja de información sobre los cargos electos que podría permitirles ejercer
discrecionalidad sobre las decisiones políticas, existen diversos enfoques teóricos que plantean
el problema del control de las organizaciones administrativas por parte de sus jefes políticos y
que consideran que ciertas patologías burocráticas tienen mucho que ver con problemas
relacionados con el flujo de información entre los políticos y los administradores y que estos
pueden buscar su propio interés en las decisiones que adoptan.
Itinerarios de poder
Grado de movilización
Especializado De masas
Mediante ideas De Expertos Simbólica
Forma de movilización Mediante organización Pluralista Partidista
El itinerario pluralista tradicional, donde las políticas se construyen en gran medida
por los procesos de ajuste mutuo entre intereses organizados contendientes, a través de la
negociación, el compromiso y el intercambio de votos. Los intereses pobremente
representados o no organizados, como por ejemplo el público en general, ejercen por lo
general menos influencia en este itinerario. Los resultados de las políticas que se desprenden
del itinerario pluralista son normalmente modestos y graduales. Los autores ponen como
ejemplo de este itinerario la desregulación de las compañías aéreas en EEUU. En España,
aunque sería necesario un estudio detallado de su desarrollo, podría ponerse como ejemplo la
reciente regulación del uso de los drones. También podría mencionarse la Ley de Dependencia,
que una vez aprobada adquirió más relevancia pública, pero que había sido el resultado de un
largo proceso de debate entre expertos especializados que había comenzado al menos una
década antes y que acabó con el Libro Blanco de la Dependencia en 2005. Sin embargo,
algunas de las peculiaridades de la Ley finalmente aprobada se explican por la presión de
terminados grupos de interés como las ONG de discapacitados, los sindicatos y otros.
El itinerario partidista, que ha sido tradicionalmente la vía para la introducción de
grandes cambios de política pública no incrementales. En este modelo, un líder de partido
fuerte llega al poder con apoyo de una gran mayoría parlamentaria y moviliza los recursos a su
cargo para conseguir un programa legislativo coherente agrupando a los seguidores de su
partido y a la opinión pública alrededor de ese proyecto de cambio legislativo. En tales
circunstancias, una agenda o proyecto legislativo que había estado parado durante una
generación puede llevarse a cabo en pocos meses. Sin embargo, tales períodos de unidad y
mandato tienden a ser breves, ya que los apoyos en el propio partido o en otros y en el
electorado tienden a declinar rápidamente debido a fuerzas internas centrífugas o a pérdidas
electorales posteriores. Conlan et al citan el llamado Obamacare en Estados Unidos, que fue el
proyecto estrella del presidente al llegar a la presidencia. En España podríamos mencionar la
introducción de la atención sanitaria universal en 1986. En ambos casos, fue el empeño del
partido en el gobierno y, en concreto, de sus líderes el que puso sobre la mesa esta reforma a
la que se oponían los principales partidos de la oposición en los dos países. En cierto modo, la
reforma laboral del gobierno del Partido Popular llevada a cabo en 2012 que causó cierta
alarma popular, también podría ubicarse en este tipo, así como la aprobación de la Ley de
matrimonio homosexual o la reciente reforma fiscal de Montoro.
El itinerario de expertos, que proporciona una ruta tanto para el cambio de políticas
gradual como a veces para algún cambio más radical y menos incremental. Este itinerario está
dominado por un creciente grupo de expertos en política pública, burócratas profesionales, así
como por académicos y miembros de diferentes think tanks. Su influencia se deriva de la
capacidad de persuasión de las ideas que han sido precisadas, discutidas y perfeccionadas en
las comunidades de política pública especializadas. Especialmente cuando los expertos en
políticas han adquirido una gran reputación sirven como puntos de referencia eficaces para los
medios de comunicación, los decisores y otros que no son especialistas en el campo de la
formulación de políticas. En España, la ley de violencia de género refleja el consenso de los
expertos sobre que la mejor forma de atajar el problema era una aproximación integral al
mismo. La norma fue aprobada por un amplio consenso en el Parlamento después de muchos
años de discusión entre los expertos y varios intentos fallidos. Otros procesos o trámites de
decisión que parecen corresponder a este itinerario son el control de la piratería en internet y
la Ley de transparencia, dominadas por las ideas de los diferentes expertos.
El itinerario simbólico, que al igual que el itinerario de expertos también se basa en el
poder de las ideas. Pero las ideas simbólicas suelen ser creencias simples teñidas de valores
morales cuyo poder reside en su apelación a nociones del bien o el mal de sentido común en
produzcan cambios o modificaciones en los aspectos secundarios que en los centrales o en las
convicciones más enraizadas de las políticas públicas. También predice que en un subsistema
de políticas públicas habrá una multiplicidad de coaliciones promotoras que compitan por
ejercer su influencia sobre y en el proceso de adopción de decisiones. Los “intermediarios de
políticas públicas” (policy brokers) son los actores que deben buscar acuerdos conciliatorios
razonables o factibles entre las posturas que defienden las diferentes coaliciones. Estos
intermediarios pueden ser funcionarios públicos, políticos electos, comisiones o tribunales.
Por tanto, aunque el sistema de creencias es el principal factor de apoyo de una
coalición promotora en una política pública determinada, las posibilidades de éxito de una
coalición promotora para conseguir el cambio de las políticas depende de una gran cantidad
de factores adicionales, de los que pueden mencionarse al menos tres: a) Por la interacción de
coaliciones promotoras concurrentes en el subsistema de políticas. Los conflictos serán
mediados por los "intermediarios políticos", más preocupados por la estabilidad del sistema
que por la consecución de objetivos de política pública. b) Por cambios exógenos al subsistema
de políticas (como las crisis externas, la presión causada por un problema, o las cambiantes
condiciones socio-económicas), que pueden conducir a un aprendizaje de política pública. c)
Por los parámetros institucionales globales, como las normas constitucionales, que limitan las
acciones de las coaliciones promotoras, que deben preservar el statu quo de política pública.
6.5.4. El modelo del equilibrio interrumpido (punctuated equilibrium)
Otro de los modelos de cambio de políticas públicas más relevantes es el de
Baumgartner y Jones. Este modelo sugiere que el cambio en las agendas de políticas públicas
puede entenderse mejor en función de un “equilibrio interrumpido” (punctuated equilibrium),
es decir, largos períodos de estabilidad intercalados con otros de inestabilidad y grandes
cambios. El marco de equilibrio interrumpido trata de explicar por qué los procesos de política
pública se caracterizan por la estabilidad y el incrementalismo, pero en ocasiones se producen
cambios radicales. Concibe el marco institucional dado como crucial para influir en la dinámica
de la política y el grado de cambio. De acuerdo con este marco, las instituciones son
estrictamente conservadoras. Por lo tanto, el cambio de política sólo puede suceder si ciertos
desafíos y transformaciones exógenas ayudan a los defensores del cambio de una política a
crear nuevas imágenes de los asuntos de política pública.
Asimismo, estos autores plantean que la capacidad humana para procesar información
es limitada; por lo tanto, es necesario enfrentar los temas de manera paralela y no en serie (un
asunto a la vez). Así, los subsistemas de políticas públicas permiten al sistema político procesar
los temas en paralelo, y sólo en períodos de inestabilidad éstos ascienden en la agenda para
ser procesados en serie. Baumgartner y Jones consideran que el modelo de equilibrio
interrumpido explica por qué el sistema político puede al mismo tiempo ser incrementalmente
conservador y estar sujeto a etapas más radicales de formulación de políticas. Durante los
períodos de estabilidad hay un alto grado de acuerdo en torno a la definición de los problemas
y su ubicación en la agenda de la formulación de políticas. A veces, los temas surgen y
provocan el cambio en las políticas y, de manera no menos relevante, en el marco
institucional. Estas nuevas instituciones crean la base de un nuevo período de estabilidad.
Baumgartner y Jones plantean que el equilibrio interrumpido está determinado por
dos fuerzas interactivas: a) La forma en la que se presentan los temas: la imagen de las
políticas públicas (policy image). b) El contexto institucional de los temas: las sedes
institucionales de las políticas públicas (policy venues). Analizan diversos asuntos de política
pública como la energía nuclear, el tabaquismo y otros para comprobar su modelo. En ellos
encuentran una evolución similar: un período de equilibrio en el que surge un tema; una
perturbación de la manera en que se presenta y de las instituciones implicadas en la toma de
decisiones; la creación de nuevas instituciones; un nuevo período de equilibrio. En ciertos
momentos, cuando se rompe la estabilidad que rodea al tema, el monopolio de las políticas se
ve desafiado, se reconstruye o se destruye y, finalmente se reemplaza por otra serie de
imágenes e instituciones dominantes. En períodos de inestabilidad se abre el acceso a la
agenda. El monopolio de las políticas públicas queda entonces expuesto a las críticas o al
apoyo entusiasta. El acceso a la agenda mediante las críticas implica un ataque a los símbolos e
instituciones vigentes, y puede contribuir al surgimiento de nuevas instituciones para
reemplazar al viejo subsistema. Los períodos en los que los asuntos alcanzan un punto máximo
de atención pública pueden tener un efecto continuo en las instituciones creadas en el período
de mayor relevancia. En ellos, la función de los medios de comunicación masiva es crucial.
6.5.5. Inercia o querencia institucional (Path dependency) y puntos de veto (veto points)
Cabe mencionar un conjunto de modelos y explicaciones, usualmente relacionados con
el neoinstitucionalismo (histórico o racional), que entienden el cambio de las políticas públicas
como una evolución que sigue unas pautas basadas en la querencia o trayectoria institucional,
llamada “dependencia de la senda” (path dependency). Ese concepto significa básicamente
que el cambio de las políticas públicas es una evolución secuencial y que las decisiones
adoptadas en el pasado tienen un impacto decisivo en las subsiguientes decisiones. Esta
evolución puede producirse en base a dos lógicas diferentes: 1) Por secuencias auto-
reforzadoras, que pueden explicar por qué se reproducen y permanecen estables ciertas
pautas de política pública como consecuencia de rendimientos crecientes, es decir, que una
vez adoptada una política, su persistencia proporciona cada vez mayores beneficios para los
agentes interesados. 2) Por secuencias reactivas, que conciben el desarrollo de políticas
públicas como una serie de eventos ordenados temporalmente y conectados causalmente.
Cada evento dentro de la secuencia es en parte una reacción a los acontecimientos anteriores
y el evento final es típicamente la variable dependiente bajo investigación, con la cadena de
eventos considerada como la trayectoria que conduce al resultado final.
Otros enfoques han hecho hincapié en la idea de puntos de veto (veto points) o
jugadores con veto (veto players) para explicar el cambio o la estabilidad de las políticas
públicas. Para ello se subraya la importancia de los factores institucionales y ciertos actores
con la posibilidad de impedir este cambio en el proceso de decisión. Ambas perspectivas
destacan el modo en que las instituciones políticas existentes pueden obstruir el cambio de
política pública (por ejemplo, cómo ciertas instituciones pueden vetar las decisiones de otras
mediante el recursos a los tribunales o unos niveles de gobierno bloquear las propuestas de
otros a través, por ejemplo, de una segunda cámara). La teoría de los puntos de veto pone de
manifiesto la relevancia del proceso legislativo, que se concibe como una cadena de decisiones
políticas tomadas en una serie de arenas de política pública. La teoría de los jugadores con
veto va un paso más allá, al tener en cuenta las preferencias de política pública de diferentes
actores políticos en un proceso de formulación o reforma de una política.
6.5.6. El modelo de itinerarios de poder y el cambio de políticas
Conlan y otros sostienen que el conjunto de actores, comportamientos y resultados
que llaman “itinerarios de poder” también puede explicar el cambio de las políticas. Su estudio
concluye que el hecho de estar en uno u otro itinerario influye significativamente en la forma
en que se presentan los asuntos y en los resultados de la política pública. Tanto el alcance
como el método de movilización política para un problema desempeñan un papel formativo en
la configuración y explicación de las decisiones de política pública. El itinerario elegido para un
asunto determina básicamente el éxito y afecta en gran medida los tipos de actores que están
facultados para desempeñar funciones en el establecimiento de la agenda y la adopción de
decisiones, así como el tipo de asuntos que se considera legítimo plantear. Debido a que los
diferentes itinerarios de poder dan lugar a ciertos encuadres o presentaciones públicas, a
diferentes intereses y resultados, se puede esperar un cambio de política pública cuando
cambia el itinerario principal en que se desarrolla una política.
estrechamente relacionado con el enfoque de arriba a abajo (top-down). Esta perspectiva hace
una clara distinción entre las etapas de formulación e implantación de las políticas públicas.
Sólo sobre esta base es posible una comparación real entre los objetivos de la política y su
grado de implantación real. El grado de consecución de objetivos sirve como indicador del
éxito de la implantación; y la implantación efectiva se entiende como una correspondencia
entre objetivos y resultados de las políticas públicas. Si el objetivo de la legislación nacional es,
por ejemplo, establecer un cierto estándar para las emisiones industriales a la atmósfera, la
implantación efectiva se logra tan pronto como la industria llega a cumplir los niveles de
emisión previstos. Del mismo modo, la implantación efectiva de la prohibición de fumar en los
edificios públicos requiere que las autoridades de estos edificios tomen las medidas
apropiadas para asegurarse de que nadie fume en el interior.
En este contexto, Van Meter y Van Horn proponen un modelo en el que se combinan
las características de la política a implantar, las especificidades institucionales de los
organismos para la implantación, y, cómo éstas se interrelacionan con otras organizaciones
pertinentes, los factores contextuales (incluyendo el entorno económico, social y político) y la
respuesta de los ejecutores a todos estos factores. Sobre la base de este modelo, los autores
plantean la hipótesis de que la implantación tendrá más éxito cuando el producto de la política
pública sólo requiera cambios marginales en comparación con el statu quo, y cuando el
consenso sobre los objetivos entre los actores públicos y privados implicados sea elevado.
La lógica de la perspectiva de arriba a abajo también está bien ilustrada por el modelo
de cuatro pasos propuesto por Sabatier y Mazmanian. El modelo aborda en primer lugar la
medida en que las acciones de implantación de los funcionarios y los grupos destinatarios
fueron consistentes con los objetivos y los procedimientos descritos en una política pública
determinada. A continuación, se centran en la medida en que los objetivos se alcanzaron con
el tiempo. En tercer lugar, se evalúan los principales factores que afectan los resultados de la
política pública. Por último, sugieren analizar si y cómo la política se reformuló a partir de la
experiencia. La perspectiva analítica avanzada por Sabatier y Mazmanian es “evaluativa”, sobre
todo cuando se mira en el cuarto paso, que señala un proceso de retroalimentación.
ejecutores locales están sujetos a la administración en la que trabajan y, sin embargo, poseen
una cierta libertad y autonomía discrecionales cuando aplican una política. En este contexto,
los funcionarios de ventanilla adoptan decisiones bajo presión sobre el uso de recursos
escasos. Por ello, el aumento de la supervisión sobre los ejecutores locales no reduciría las
probabilidades de una implantación imperfecta, sino que aumentaría la tendencia a
proporcionar servicios rutinarios y las diferencias en el nivel local, ya que las rutinas pueden
variar de una unidad local a otra. Por tanto, se sugiere que los estudios de abajo a arriba sobre
la implantación serán particularmente reveladores si se centran en estudiar a los ejecutores de
nivel micro y sus objetivos y preferencias, así como las constricciones que afrontan.
Esta concepción desafía los supuestos simplificadores de la perspectiva de arriba a
abajo y trata de tener en cuenta la complejidad de los procesos de implantación. De este
modo, se hace hincapié en que la formulación de objetivos claros suele contrastar con los
intereses de los políticos que tienen una preferencia por objetivos vagos y ambiguos con el fin
de facilitar una evaluación positiva más adelante y conseguir que la detección de los fallos
potenciales sea más difícil. Además, la perspectiva de abajo a arriba representa el hecho de
que los procesos de implantación raramente se caracterizan por una clara delimitación de las
competencias entre los actores políticos y administrativos que intervienen en los diferentes
niveles institucionales. Por lo tanto, la implantación no se basa tanto en los requisitos
definidos y controlados jerárquicamente, sino que se puede entender como una negociación
entre un gran número de actores públicos y privados, así como los organismos administrativos
que participan en el proceso de implantación.
al modelo del cubo de basura y al enfoque de los flujos múltiples. De esto se deduce que los
resultados de las políticas son difíciles de predecir.
La implantación simbólica implica una situación en la que hay una alta ambigüedad de
las finalidades o medios de la política y una elevada conflictividad. El principio central es que
existen coaliciones de actores en el ámbito local que controlan los recursos disponibles. Sin
embargo, el poder de las distintas coaliciones de actores se determina de nuevo por las
condiciones contextuales. Las preferencias de los grupos de actores se basan probablemente
en su formación profesional. Entre los grupos formados de diferentes maneras habrá
desacuerdo sobre las propuestas para la implantación de las políticas, dando lugar a largas
batallas y demoras significativas en la consecución de resultados.
La teoría de juegos es otro método utilizado por los analistas de modelos híbridos o de
la tercera generación para evaluar cómo influye el comportamiento discrecional en la
implantación. Los teóricos de la regulación observaron cómo diferentes grados de
discrecionalidad podrían dar lugar a muy diferentes estilos de regulación en sectores
específicos y áreas temáticas, por no hablar de los diferentes niveles de gobierno, y cómo los
reguladores podrían optar por construir sistemas de vigilancia basados en la coerción o en la
persuasión. Esta idea fue utilizada por los analistas para aplicar los principios de la teoría de
juegos a los resultados de la regulación. Se demostró que los incentivos para el cumplimiento y
el incumplimiento por parte de los regulados podrían coincidir con los de los reguladores para
utilizar la educación o la imposición como estrategias de implantación.
Un juego típico de implantación, por tanto, sería uno en el que los reguladores podrían
iniciar la implantación usando la persuasión, lo que habitualmente se haría por haber fallado
antes en el cumplimiento de los regulados. Esto llevaría a los reguladores a avanzar hacia
normas más coercitivas en la siguiente iteración, produciendo una situación peor tanto para
reguladores como regulados. El juego progresaría entonces a una posición intermedia en la
que la coacción se reduciría a cambio del cumplimiento por parte de los regulados, aunque
esto sería un equilibrio inestable que requiere vigilancia y aumentos temporales de coacción.
distinción útil puede ser según su naturaleza sustantiva o procedimental, es decir, entre los
que afectan a la sustancia de los productos de las políticas y las dirigidas hacia la manipulación
de los procesos asociados con la provisión de esos productos. Esta distinción se puede aplicar a
las taxonomías de los instrumentos de política pública como el esquema de la “NAHO” para
clasificar las herramientas que rigen en función de la naturaleza de los recursos del “arte de
gobernar”, basados principalmente en nodalidad, autoridad, hacienda, y organización.
Una taxonomía de los instrumentos básicos de una combinación de política pública
Recursos utilizados
Nodalidad Autoridad Hacienda Organización
Asesoramiento Regulación Subsidios Administración
Formación Auto-regulación Tasas usuarios Empresas públicas
Sustantivo Cobertura Licencias Préstamos Vigilancia
Inscripción Censos Desgravación Asesoría
Principio Registro
general que
Provisión/retirada Tratados Financiación de Conferencias
gobierna la
de información un grupo de
utilización
interés/creación
Procedimental Comités/comisiones Comisiones de
asesoras investigación
Reorganizaciones
gubernamentales
Un continuo de instrumentos sustantivos de política pública
Nivel de actividad del Estado en la producción y provisión de bienes y servicios
Bajo Alto
Familia y Organizaciones Mercado Información Subsidio Impuestos Regulación Empresa Provisión
comunidad voluntarias privado y y tasas pública directa
exhortación
Voluntario Mixto Obligatorio
Un continuo de instrumentos procedimentales de política pública
Nivel de manipulación del Estado en la pertenencia y estructura de los subsistemas de política pública
Bajo Mixto Alto
Creación y Distribución y gestión Investigación y Creación y acceso de Reforma institucional y
funcionamiento de de información financiación de grupo comités asesores / reorganización
redes de interés permanentes gubernamental
Gestión Reestructuración
Para ser eficaces, las opciones de instrumentos deben estar relacionadas
estrechamente con los objetivos de la política pública, y los nuevos objetivos y herramientas
deben integrarse cuidadosamente con las políticas existentes si se quiere que la implantación
tenga éxito. Los antiguos y los nuevos objetivos deben ser coherentes, en el sentido de estar
relacionados lógicamente, mientras que las opciones de instrumentos antiguas y nuevas deben
ser coherentes, en el sentido de que no operen con propósitos cruzados.
La relación entre objetivos y medios en la implantación de políticas públicas
Herramientas de política pública
Consistente Inconsistente
Objetivos de política Coherente Óptima Ineficaz
pública Incoherente Mal dirigida Fallida o subóptima
Dicho de otra manera, esta etapa consiste en dar los pasos necesarios para hacer
“implantable” una política y poderla poner en práctica. En algunos sistemas políticos, los
decisores políticos adoptan leyes detalladas y específicas, mientras que en otros promulgan
leyes generales y vagas que dejan a los burócratas una discrecionalidad considerable para
completar los detalles de la política pública.
La aplicación práctica consiste en poner en práctica una política pública en la realidad
concreta aplicándose a diferentes casos y ciudadanos. Dependiendo del contenido de una
política, la aplicación práctica comprende diferentes actuaciones. Puede referirse a la
prestación de servicios definidos por la legislación, como las prestaciones sociales que se dan a
los que tienen derecho a ellas. Del mismo modo, la provisión efectiva de la educación, la
sanidad, las infraestructuras o la igualdad de oportunidades para los solicitantes de empleo
son el resultado de la aplicación práctica de las correspondientes políticas públicas. Sin
embargo, esta dimensión no es el único aspecto de la aplicación práctica.
En la mayoría de los casos, la implantación de una política implica que sus
destinatarios tienen que modificar su comportamiento de una manera que se alinee
completamente con las obligaciones derivadas de esa política. Un resultado ideal de la
aplicación práctica sería que las organizaciones e individuos que son objetivo de la legislación
mostrasen voluntariamente el comportamiento que se ajusta a la legislación en cuestión, es
decir, que cumplieran con ella. Sin embargo, como el incumplimiento puede ocurrir, se
requieren acciones ulteriores para hacer cumplir la política.
Hay una amplia gama de medidas no coercitivas para lograr el cumplimiento. Los
gobiernos pueden, por ejemplo, hacer llamamientos al cumplimiento por los destinatarios de
la política, subrayando los beneficios respectivos. Del mismo modo, los ejecutores pueden
proporcionar información acerca de una política pública. En términos más generales, la
percepción de la legitimidad política por aquellos a los que va dirigida es crucial para el
cumplimiento. Por lo tanto, como regla general, el cumplimiento es probable que sea mayor
cuando la inobservancia es ampliamente percibida como socialmente inaceptable. En la
mayoría de los casos, sin embargo, y especialmente cuando se emplean políticas llamadas de
“ordeno y mando”, la aplicación práctica implica actividades de seguimiento e imposición.
Para evaluar efectivamente el éxito de la implantación, puede emplearse cualquiera de
las dos dimensiones mencionadas, transposición formal o aplicación práctica. En cuanto a las
perspectivas de análisis centradas en la transposición formal es particularmente prometedor
para las políticas que son intersectoriales y requieren esfuerzos de colaboración de muchas
organizaciones diferentes, y podría producir ideas interesantes en los Estados federales. En
cuanto a la aplicación práctica, el estudio de esta dimensión sin duda le da una mejor
comprensión de los aspectos más sustantivos de las políticas públicas que va más allá de lo que
está escrito en la letra de la ley, aunque es más complejo de evaluar debido a los diversos tipos
de actuaciones relacionadas con ella. Por lo tanto, los estudios empíricos generarán
probablemente mejores ideas si se centran en aspectos específicos de la aplicación práctica, es
decir, ya sea sobre cómo los ejecutores proporcionan un determinado servicio o por qué
medios tratan de inducir a la población objetivo a cambiar su comportamiento.
Criterios para medir el éxito de la implantación
Foco Criterio
Transposición Provisiones legales y administrativas para la Periodo de tiempo
formal trasposición de los requisitos en el sistema Finalización
administrativo y legal existente Integración correcta en el contexto normativo
Aplicación Estructuras y procedimientos organizativos Provisión de servicios relacionados con la política
práctica y administrativos Provisión de incentivos no-coercitivos para el cumplimiento
Supervisión y ejecución
8.6.2. Determinantes del éxito de la implantación
8.6.2.1. Elección de los instrumentos de política pública
Un importante debate teórico se centra sobre la cuestión de si la elección de los
instrumentos de política es determinante con respecto a la implantación efectiva. Para ilustrar
basan en el hecho de que la implantación de una política de esta manera requiere cambios
importantes en las estructuras institucionales existentes.
El argumento central aquí es que es menos la elección del instrumento per se lo que
afecta al éxito de la implantación de las políticas que el alcance de las modificaciones
institucionales necesarias que se derivan de la política pública. Este punto de vista institucional
se basa en dos premisas centrales: 1) la implantación efectiva es generalmente una cuestión
de adaptación institucional eficaz; y 2) la magnitud del cambio institucional está limitada por
los mecanismos institucionales existentes. Aunque las políticas públicas se suelen referir más a
la especificación de los contenidos y los instrumentos de política que a los diseños
institucionales o procedimentales de la administración, a menudo existe una vinculación
estrecha entre el contenido de la política y los requisitos de implantación institucional. Por lo
tanto, las decisiones sobre instrumentos, en cierta medida siempre implican decisiones sobre
el diseño institucional correspondiente para su correcta implantación. En consecuencia, los
problemas de implantación pueden ser concebidos como problemas de cambio institucional.
El papel de las instituciones ha sido admitido desde sus comienzos por la literatura
sobre la implantación. Sin embargo, las instituciones se analizaron al inicio principalmente
desde la perspectiva del diseño institucional adecuado. Los analistas provenientes de la
perspectiva de arriba a abajo establecieron arreglos estructurales y organizativos óptimos que
permitirían la implantación efectiva de una política determinada. Este razonamiento se basa
en la suposición implícita de que las instituciones existentes podrían adaptarse fácilmente a la
estructura del “modelo” sugerido. Los problemas del cambio institucional se ignoraban. La
perspectiva de abajo a arriba asume una parecida maleabilidad de los factores institucionales
existentes. Aquí, los analistas están interesados en el impacto de la variación de los diseños
institucionales en las habilidades, recursos y capacidades de los actores relevantes. Están
interesados en el diseño perfecto que sirva para dotar a las autoridades de implantación con
suficientes recursos financieros, legales y personales.
El cambio institucional es a menudo limitado a los aspectos que no cuestionan la
“identidad” de una institución. Este argumento abstracto es de valor explicativo limitado. Para
hacer frente a este problema, se sugiere una distinción entre tres niveles de presión de
adaptación, cada uno de ellos relacionado con diferentes expectativas con respecto a la
efectividad de la implantación. Esta distinción se basa en el entendimiento de que las
estructuras y rutinas generadas institucionalmente impiden una fácil modificación de los
arreglos institucionales. Por tanto, la adaptación institucional parece ser más probable en los
casos en que las nuevas políticas implican cambios incrementales en vez de transformaciones
fundamentales de los acuerdos existentes.
El primer escenario se refiere a las constelaciones donde hay una baja presión para la
adaptación institucional. En este caso, las implicaciones institucionales de las nuevas políticas
están completamente en línea con los acuerdos existentes, es decir, sólo se exigen cambios
marginales o ninguno. Por ello se espera que la implantación sea relativamente no
problemática, ya que los requisitos de ajuste son muy limitados o están ausentes.
En el segundo escenario, de alta presión de adaptación, los nuevos requisitos exceden
la capacidad de ajuste de las instituciones existentes. La consecuencia probable es una
implantación ineficaz. Estas constelaciones pueden esperarse cuando los nuevos requisitos
contradicen los elementos institucionales muy arraigados de arreglos de la política pública.
Krasner distingue dos dimensiones del anclaje institucional: la “densidad institucional”, que se
refiere a la medida en que los acuerdos institucionales se incrustan en las orientaciones
normativas y en los sistemas de creencias dominantes; y la “amplitud institucional”, que se
refiere a la medida en que los acuerdos institucionales están interrelacionados con su entorno.
El tercer escenario, de presión de adaptación moderada, se refiere a constelaciones en
las que las nuevas políticas requieren ajustes sustanciales de las instituciones existentes,
aunque sin desafiar las pautas básicas bien fortificadas en el sistema político, jurídico y
administrativo. Si bien en estos casos hay una probabilidad más elevada de implantación
efectiva, no puede darse por sentada. En contraste con los otros dos escenarios, una
perspectiva institucional es insuficiente para desarrollar hipótesis sobre el rendimiento
esperado de la implantación. Para responder a esta pregunta tenemos que complementar
nuestro análisis con una segunda etapa de motivos que considera la constelación particular de
intereses y las estructuras de oportunidades institucionales. ¿Hasta qué punto existe suficiente
apoyo público para adaptarse a los nuevos requisitos? ¿En qué medida los actores que apoyan
el cambio regulatorio tienen suficientes competencias y recursos para realizar sus intereses?
La adaptación institucional y la implantación dependen de contextos favorables.
8.6.2.5. Capacidades administrativas
La atención a las capacidades administrativas implica una perspectiva que tiene que
ver con la capacidad más que con la voluntad de cumplir con los requisitos dados de una
política pública. Es decir, la variable eficacia de la implantación puede explicarse también por
las diferentes capacidades, que afectan a las oportunidades disponibles para la implantación
formal y práctica efectiva. Teóricamente, el organismo responsable de la implantación debe
estar equipado con los recursos necesarios que la política se lleve a cabo según lo previsto,
aunque en realidad esto no siempre ocurre. Para una implantación con éxito, la entidad
deberá contar con los recursos suficientes para poder traducir los objetivos de la política en un
marco operativo. Se hace hincapié en la capacidad humana, y en los recursos financieros,
técnicos y de organización. Cuanto menos desarrolladas estén estas capacidades, más
importante será la asignación de los recursos existentes a la luz de las prioridades políticas.
8.6.2.6. Aceptación social
En última instancia es la aceptación social de las políticas públicas lo que importa para
el éxito de la implantación. Es cierto que existen algunas medidas que son bien recibidas por
los destinatarios de la política, como el aumento en los niveles de prestaciones sociales. De la
misma manera, hay legislación que no es tan bien recibida, ya sea porque impone costes en el
grupo objetivo o porque sus consecuencias no se conocen bien. En esos casos, los ejecutores
podrían acercarse a los grupos de interés para buscar su apoyo de forma activa para la política
pública de que se trate. Los grupos de interés pueden comunicar el contenido exacto de la ley
a sus miembros y convencerles de las ventajas que trae consigo.
Sin embargo, la participación de los grupos de interés en la implantación de políticas es
una estrategia ambivalente. Por un lado, ha habido casos en los que determinadas políticas
fracasaron debido a la falta de apoyo del grupo de interés. Por otra parte, los grupos de interés
pueden estar inclinados a exigir “correcciones” a la política pública en la etapa de
implantación, a cambio de su apoyo. A pesar de que existe esta ambivalencia acerca de la
participación de los grupos de interés en la implantación de políticas, hay situaciones en las
que quienes adoptan las decisiones no tienen más remedio que incluirlos. Es probable que las
cuestiones políticas especialmente controvertidas que parece poco probable que sean
aceptadas por el público requieran un amplio apoyo por parte de grupos de interés y otros
actores privados, tales como los movimientos sociales.
9.1. Introducción
El concepto de evaluación de las políticas públicas se refiere. en términos generales, a
la etapa del proceso en la que se determina cómo está funcionando o ha funcionado
realmente una política pública. Se trata de valorar si se han logrado alcanzar los objetivos
definidos y de analizar los medios que se han empleado para ello. La evaluación de las políticas
valora la efectividad de una política pública en cuanto a sus intenciones y resultados
percibidos. Cuán profunda o exhaustiva sea la evaluación depende de quienes la inician y/o
emprenden, y lo que piensan hacer con los hallazgos. Después de que se haya evaluado una
política, el problema que trataba de abordarse y las soluciones que implica pueden volver a
conceptuarse completamente, en cuyo caso el ciclo puede volver de nuevo al establecimiento
de la agenda o alguna otra etapa del ciclo, o puede mantenerse el statu quo. La
reconceptualización puede consistir en cambios menores o en la reformulación fundamental
del problema, incluyendo la supresión de la política.
La evaluación de las políticas públicas trata de comparar los efectos previstos y reales
de las mismas y puede referirse a conocimientos relacionados con los resultados y/o impactos
de las políticas. En términos generales, pueden distinguirse dos tipos de evaluación: formativa
y aditiva. La evaluación formativa tiene el propósito de mejorar una determinada medida de
política pública, conocida también como un programa, proporcionando asesoramiento a los
actores que la implantan y a otras partes interesadas. Este tipo de evaluación es útil para
promover el desarrollo y la mejora internos. La evaluación aditiva se realiza al final de la
implantación de las políticas y evalúa si ha alcanzado los objetivos previstos. Representa una
evaluación externa destinada a los responsables políticos que participan en la supervisión del
programa y que pueden utilizar los resultados para adoptar decisiones sobre su continuación.
La literatura también distingue entre la evaluación de resultados y la evaluación de impacto. La
evaluación de impacto se refiere al establecimiento de un vínculo causal entre la política
pública y sus efectos, que pueden ser resultados o impactos. La evaluación de resultados es la
valoración de los efectos de una política, pero sin vincularlos firmemente a su producto.
Mientras que la evaluación es un dispositivo útil e incluso necesario de la elaboración
de las políticas públicas en los Estados modernos, rara vez es una tarea sencilla. Algunos de los
factores que pueden complicar las actividades de evaluación incluyen: a) la identificación de
los objetivos originales de la política; b) el diseño de indicadores de resultado adecuados; c) el
aislamiento de los efectos de una política de otros factores; d) el contexto político. Los tres
primeros desafíos pueden resolverse mediante un diseño de investigación cuidadosamente
desarrollado, que se refiere a las decisiones sobre la estructura y la estrategia de investigación,
que proporciona el marco de referencia conceptual para la generación y el análisis de los
datos. Por el contrario, el cuarto factor no puede ser controlado totalmente.
de las políticas públicas anteriores y la nueva información con el fin de alcanzar mejor los
objetivos últimos de la gobernación”. Hugh Heclo, por otra parte, sugiere que el aprendizaje es
una actividad menos consciente, “exógena”, que se produce a menudo como respuesta
gubernamental a algún tipo de cambio externo o exógeno en un entorno de políticas. Según
Heclo, esto a menudo toma la forma de un proceso casi automático, en el que “puede
considerarse que el aprendizaje significa una alteración relativamente permanente en el
comportamiento que resulta de la experiencia; por lo general esta alteración se conceptúa
como un cambio en la respuesta dada en reacción a algún estímulo percibido”.
Ambas definiciones describen la misma relación entre el aprendizaje y el cambio de las
políticas públicas, pero difieren en su enfoque de la cuestión. Para Hall, el aprendizaje es una
parte del proceso normal en el que los políticos tratan de entender por qué ciertas iniciativas
pueden haber tenido éxito, mientras que otras no. Si las políticas cambian como resultado del
aprendizaje, el impulso para el cambio se origina dentro del proceso gubernamental normal.
Heclo, por otro lado, ve el aprendizaje político como una actividad realizada por políticos en
gran parte como reacción a los cambios en los “contextos” exteriores a la política pública.
Como el entorno cambia, los políticos deben adaptarse para que sus políticas tengan éxito.
9.3.3. Las políticas públicas basadas en las evidencias
“La elaboración de políticas públicas basada en las evidencias” (evidence-based policy-
making) es una expresión muy utilizada por los profesionales de las políticas públicas que se
han esforzado por mejorar la racionalidad de las deliberaciones y por promover la mejora del
aprendizaje por parte de los gobiernos. Representa un esfuerzo por reformar o reestructurar
los procesos de las políticas públicas, dando prioridad a los criterios de adopción de decisiones
basados en datos probatorios sobre valoraciones menos formales, más “intuitivas” o derivadas
de la experiencia, con el fin de evitar o minimizar los fracasos de las políticas causados por un
desajuste entre las expectativas del gobierno y las condiciones reales sobre el terreno. El
movimiento de las políticas públicas basadas en las evidencias es, pues, el último de una serie
de esfuerzos realizados por los reformadores de los gobiernos en el último medio siglo para
mejorar la eficiencia y la efectividad de la elaboración de políticas públicas mediante la
aplicación de una racionalidad evaluadora sistemática a los problemas de las políticas.
9.3.4. La valoración del éxito o el fracaso de las políticas
Las políticas pueden tener éxito o fracasar de muchas maneras. A veces, un conjunto
de políticas públicas puede fallar, mientras que con más frecuencia son algunos programas
específicos dentro de un sector de políticas los que pueden ser calificados como éxito o no. Y
tanto las políticas como los programas pueden tener éxito o fracasar, ya sea en términos
sustantivos o procedimentales.
El “éxito” siempre es difícil de definir. En algunos casos de un desastre inequívoco,
como un accidente de aviación o la fusión de un reactor nuclear, los análisis pueden
determinar las causas más obvias tales como los fallos técnicos, la incompetencia
administrativa, o la corrupción. La evaluación también puede descubrir las causas menos
conocidas de deterioro como la “deriva práctica”, en la que se permite que se produzcan
desviaciones cada vez más grandes de las normas esperadas hasta que, finalmente, se produce
un fallo significativo del sistema. Las causas detrás de los fracasos más típicos de las políticas,
como los gastos excesivos en el desarrollo de los proyectos o las consecuencias no
intencionadas de una iniciativa política, son más difíciles de precisar.
Los fracasos pueden ocurrir en cualquier etapa del ciclo y no tienen necesariamente su
origen en el mismo estadio. Así, un gobierno abiertamente ambicioso puede acordar afrontar
problemas intratables (“problemas retorcidos”) en la fase de establecimiento de la agenda,
una decisión que puede llevar al fiasco en cualquier etapa posterior del ciclo. El fracaso
también puede surgir de una falta de coincidencia entre los objetivos y los medios en la etapa
de formulación, o puede ser el resultado de las consecuencias de los fallos o errores de
apreciación en la fase de adopción de decisiones. Otro conjunto de escollos surge a través de
varios “fallos de implantación” en los cuales los objetivos de los decisores no logran ser
puede consistir en personal, espacio de oficina, comunicaciones, transporte, etc., todo lo cual
se calcula en función de los costes monetarios involucrados. El propósito de esta evaluación es
establecer los datos de referencia que pueden utilizarse para la posterior evaluación de la
eficiencia o la calidad de la prestación de servicios.
3) La evaluación de rendimiento examina los productos del programa en lugar de los
insumos. Los ejemplos de productos pueden ser camas de hospital o matrículas escolares, el
número de pacientes atendidos o los niños escolarizados. El objetivo principal de la evaluación
del rendimiento es simplemente determinar qué está produciendo la política, con frecuencia
sin tener en cuenta los objetivos establecidos. Este tipo de evaluación produce datos
(“medidas de rendimiento”) que se utilizan como insumos en evaluaciones más completas e
intensivas que se mencionan a continuación.
4) La evaluación de la eficiencia intenta valorar los costes y juzgar un programa según
si pudieran lograrse de manera más eficiente la misma cantidad y calidad de productos, es
decir, a un coste menor, a través de diversos tipos de racionalización de la producción. Las
evaluaciones de insumos y productos son los componentes básicos de este método de
evaluación, cuya importancia aumenta en tiempos de restricciones presupuestarias. Las
dificultades de las evaluaciones más completas de la efectividad significan que los
responsables políticos suelen tener que contentarse con las evaluaciones de eficiencia como
una “segunda mejor” alternativa. Este tipo de evaluación se lleva a cabo corrientemente por
consultores externos contratados por los gobiernos.
5) Por último, la evaluación de la efectividad o eficacia (también conocida como la
evaluación de adecuación del rendimiento o la auditoría “valor por dinero”) implica un nivel
adicional de complejidad añadido a la simple adición de los insumos o productos de los
programas; se pretende averiguar si el programa está haciendo lo que se suponía que debía
hacer. En este tipo de evaluación, el rendimiento de un determinado programa se compara
con sus objetivos previstos para determinar si el programa está cumpliendo con sus fines y/o si
las metas deberán ajustarse a la luz de los logros del programa. Las necesidades de
información son inmensas y el nivel de sofisticación necesario para llevarlo a cabo es más
elevado del disponible generalmente en el gobierno, lo que lleva a la creación de unidades
especializadas en muchas jurisdicciones, tales como auditores generales, para llevarlas a cabo.
9.4.2. La evaluación judicial
La evaluación judicial se ocupa de las cuestiones jurídicas relacionadas con la forma en
que se implantan los programas del gobierno. Estas evaluaciones se llevan a cabo por el poder
judicial y atienden los posibles conflictos entre las acciones gubernamentales y las
disposiciones constitucionales o los estándares establecidos de comportamiento
administrativo y los derechos individuales. El poder judicial tiene jurisdicción para revisar las
acciones del gobierno, ya sea por iniciativa propia o cuando lo pida un individuo u organización
que presenta un recurso contra un organismo gubernamental ante un tribunal de justicia. Los
motivos de la revisión judicial difieren considerablemente de un país a otro, pero por lo
general se extienden hasta el examen de la constitucionalidad de la política pública que se
implanta, o si su ejecución o desarrollo violan principios de derecho natural y/o justicia en las
sociedades democráticas, o doctrinas religiosas o ideológicas en otros.
9.4.3. La evaluación política
La evaluación política es la que se lleva a cabo por casi todo el mundo que tiene interés
en la vida política. A diferencia de las evaluaciones administrativas y judiciales, las
evaluaciones políticas no son por lo general ni sistemáticas ni técnicamente sofisticadas. De
hecho, muchas son inherentemente partidistas, unilaterales y sesgadas. Las evaluaciones
políticas partidistas a menudo intentan simplemente etiquetar una política como un éxito o un
fracaso, para después exigir su continuación o su cambio. Lo mismo puede decirse de la labor
de muchos think-tanks que, al igual que los partidos políticos, imprimen un sesgo ideológico
específico a su evaluación. Esto no debe menoscabar su importancia, sin embargo, debido a
que su objetivo inicial al realizar una evaluación rara vez se dirige a mejorar las políticas de un
gobierno, sino más bien a apoyarlas o impugnarlas.
Aunque la evaluación política está siempre presente, su importancia en el proceso de
elaboración de las políticas suele aumentar en ciertos periodos concretos. Uno de los más
importantes de esos momentos en las democracias es en época de elecciones, cuando los
ciudadanos tienen su oportunidad de dictar sentencia sobre el desempeño del gobierno. Los
votos en las elecciones o los referendos expresan evaluaciones informales de los votantes
sobre la eficiencia y la efectividad de los gobiernos y sus programas y políticas públicas.
Un tipo más habitual de evaluación política de las políticas públicas implica la consulta
con los miembros de los subsistemas de política pública pertinentes. Hay muchos mecanismos
para efectuar esas consultas, que incluyen la creación de foros administrativos para las
comparecencias públicas y la creación de comisiones consultivas especiales, grupos de trabajo
y consultas con fines evaluativos, y pueden ir desde pequeñas reuniones de menos de una
docena de participantes que duran varios minutos a consultas públicas millonarias que reciben
miles de informes individuales y puede tardar años en completarse. En muchos países, la
evaluación política de la acción del gobierno está integrada en el propio sistema, en la forma,
por ejemplo, de las comisiones parlamentarias de investigación.
9.4.4. La evaluación científica
La evaluación científica es la llevada a cabo por los científicos sociales de acuerdo con
ciertas normas básicas de la investigación. Como consecuencia, sólo puede llevarse a cabo por
expertos que estén capacitados familiarizados con las técnicas de investigación necesarias. Si
bien, en principio, es posible fundamentar las decisiones de política pública sobre la evaluación
científica, esto suele verse obstaculizado por consideraciones prácticas.
Una evaluación científica sistemática requiere recursos que a menudo no están
disponibles para los responsables políticos. La evaluación científica es parte de la investigación
en evaluación (evaluation research), que representa una disciplina diferenciada de las ciencias
sociales. Este cuerpo de investigación tiene como objetivo discutir cuestiones metodológicas
relacionadas con la evaluación del éxito de la política, el establecimiento de causalidad entre
ésta y sus efectos y las técnicas de análisis adecuadas.
asignan al azar. Los dos grupos se miden después de que el grupo experimental se vio
afectado. La aleatorización proporciona medidas que, si el experimento está correctamente
diseñado y cumple sus requisitos de control, proporcionan una fuerte evidencia de los
resultados y/o impactos de la política, independientemente de los factores perturbadores.
9.5.2. Evaluación cualitativa
Las evaluaciones cualitativas hacen hincapié en la importancia de la observación, la
necesidad de mantener la complejidad del contexto, y el valor de la interpretación humana
subjetiva del proceso. Las técnicas cualitativas, como las entrevistas semi-estructuradas o
abiertas y los grupos de discusión, son más abiertas que los métodos cuantitativos y son más
valiosas para la recogida y análisis de los datos que no se reducen fácilmente a cifras. Son
particularmente útiles para la investigación exploratoria, ya que tienden a construir desde
estas experiencias hacia arriba, buscando pautas, pero manteniendo una postura abierta hacia
lo nuevo o inesperado. Para establecer un vínculo causal entre los productos y los resultados
y/o impactos de las políticas, deben ser combinados con los métodos casi-experimentales.
El enfoque cualitativo comienza con la recogida de datos que se basa en diferentes
técnicas como: las narraciones; la observación directa e indirecta (discreta); las interacciones
entre las partes interesadas y el evaluador; las pruebas documentales; y otras fuentes de
información. El enfoque elabora así una comprensión del programa. Los datos se analizan
posteriormente mediante estudios en profundidad, que pueden depender de argumentos
contrafácticos para contrastar los resultados reales con los esperados.
9.5.3. Evaluación económica
Las evaluaciones económicas implican la identificación, medición, valoración y
comparación de los costes (insumos) y beneficios (resultados/impactos) de dos o más políticas
alternativas. Los costes y las consecuencias de las intervenciones o hipótesis alternativas se
comparan para encontrar el mejor uso de los recursos escasos, centrándose así en la eficiencia
de una política. Se utiliza principalmente para las evaluaciones administrativas. Se diferencian
en función de su alcance y propósito. Pueden tener un enfoque muy estrecho, en el que los
evaluadores sólo están preocupados por las consecuencias de los recursos para el organismo
encargado de la implantación. En estas evaluaciones, se puede preferir una nueva intervención
que traslada los costes a otra agencia. Alternativamente, las evaluaciones económicas pueden
examinar costes sociales más amplios. En estas evaluaciones, una nueva intervención que
desplace los costes relativos pero no reduzca los costes totales puede no ser deseable.
Los tres tipos principales de evaluación económica son el análisis coste-beneficio,
análisis coste-efectividad y el análisis coste-utilidad. Los tres abordan temas de eficiencia en lo
que respecta a las intervenciones sociales: 1) El análisis coste-beneficio implica sopesar los
costes totales previstos con relación a los beneficios totales esperados de una o más acciones
con el fin de elegir la mejor opción. Con este propósito, los beneficios y los costes se suelen
expresar en términos de dinero y están ajustados por el valor del tiempo, por lo que todos los
flujos de beneficios y costes en el tiempo se expresan sobre una base común en términos de su
valor actual. 2) El análisis coste-efectividad compara los costes relativos y los resultados de dos
o más políticas. Es distinto del análisis de coste-beneficio, que asigna un valor monetario a la
medida del efecto. A menudo se utiliza en el ámbito de los servicios de salud, donde puede ser
inapropiado para monetizar los efectos sobre la salud. Normalmente se expresa en términos
de una relación donde el denominador es una ganancia en la salud de una medida (por
ejemplo, años de vida) y el numerador es el coste asociado con la ganancia de la salud. 3) El
análisis coste-utilidad consiste en examinar si se debe realizar una acción. Debido a la fuerte
superposición entre los conceptos de rentabilidad y análisis de coste-utilidad, este último se
menciona generalmente como un caso específico relativo a la salud y la esperanza de vida.
9.5.4. La medición del rendimiento
En contraste con los métodos de evaluación anteriores, la medición del rendimiento
puede tener en cuenta las consideraciones de efectividad y eficiencia. Se diferencia de las
anteriores formas de evaluación en la utilización de la información obtenida, ya que se espera
que los agentes que ejecutan y los directores de los programas sean responsables de la
consecución de los objetivos previstos. El análisis se centra sobre todo en el nivel directivo. La
medición del rendimiento se refiere al uso de los recursos de la organización en relación con
un objetivo predefinido, que se caracteriza por un seguimiento y la notificación de los logros
de la política en curso. Esta definición indica claramente que la presentación de informes es
una actividad fundamental para la medición del rendimiento. Por lo general se lleva a cabo por
los directivos del programa o del organismo.
situación como producto de los fallos del mercado y otras limitaciones derivadas de la
utilización de la eficiencia como criterio valorativo, es decir como referencia del modelo
competitivo idealizado, del mismo modo que los objetivos distributivos o como los fallos del
Estado, esto es, las limitaciones de la intervención pública.
Centrándonos en los fallos del mercado, éstos se producen cuando las propiedades
técnicas de un bien o servicio tienen efectos tales como alguno de los siguientes: a) Dificultad
para obtener ingresos de todos los potenciales beneficiarios. Por ejemplo, la gran cantidad de
personas que se benefician indirectamente de los avances científicos. b) Dificultad de recaudar
de los beneficiarios del consumo el verdadero coste de utilizar un bien o servicio. Por ejemplo,
el aire fresco que los dueños de los vehículos usan y contaminan con la emisión de gases
contaminantes. c) Dificultad para los consumidores y a veces para los propios suministradores
de conocer las verdaderas cualidades de un bien o servicio que están adquiriendo. Por
ejemplo, muchos de los servicios médicos típicos relacionados con la salud. d) Hacer que el
coste marginal de producción por unidad sea inferior que el coste medio dentro del rango
relevante de la demanda, como en un artículo de una revista distribuido por Internet en
comparación con el coste de imprimirlo en papel.
En la mayoría de las situaciones en las que no pueden identificarse fallos del mercado,
los problemas particulares de la gente no pueden mejorarse por muy bien intencionadas que
sean las intervenciones estatales para tratar de solucionarlos. Además de los fallos del
mercado hay situaciones en las que sí pueden aparecer problemas públicos, como en los
siguientes casos: a) Rupturas de sistemas que suceden al margen de los mercados como son
las relaciones familiares. b) Bajos niveles de vida que aparecen porque los mercados funcionan
bien y no recompensan a los individuos que carecen de cualificaciones o talentos
comercializables en el mercado. c) La existencia de discriminaciones contra distintos sectores
sociales por raza, sexo u otra característica. d) El fallo del Estado en todas aquellas áreas en las
que se supone que debe actuar efectivamente. Por ejemplo, en la vigilancia del cumplimiento
de la ley y el mantenimiento del orden público.
12.3.3. El empleo de la retórica del asunto
Generalmente, la materia prima con la que se valora y se hace la definición inicial del
problema proviene del cliente y se deriva del lenguaje ordinario del debate en su entorno
político, lo que puede denominarse genéricamente “retórica del asunto”. Dicha retórica puede
estar estrechamente ligada y limitada a un problema técnico o encontrarse ligada a una
controversia de amplio interés social. En cualquier caso debe irse más allá de esa retórica para
definir un problema que sea analíticamente manejable y que tenga sentido a la luz de los
medios políticos e institucionales disponibles para mitigarlo. Hay que emplear con cuidado la
materia prima de la retórica de la cuestión porque puede traer aparejadas valoraciones previas
relacionadas con un determinado partido o ideología que no deben tomarse al pie de la letra.
Por ejemplo, las posturas genéricas de desconfianza hacia “los mercados” desde posturas
típicamente “progresistas” pero lejanas a veces de una comprensión realista de cómo
funcionan, o defensas irreflexivas de “los mercados” que enmudecen cuando determinados
intereses empresariales persiguen una legislación proteccionista. En consecuencia, no se trata
tanto de hacerse eco de esa retórica como de emplearla para elaborar una definición
provisional del problema que se espera sea analíticamente útil.
12.3.4. Cuantifique si es posible
La definición debería incluir, siempre que sea posible, una faceta cuantitativa para
determinar la magnitud del problema o al menos proporcionar estimaciones del mismo.
12.3.5. Diagnostique las condiciones que provocan el problema
Algunas de las condiciones que originan un problema no son percibidas como tales por
parte de los ciudadanos. En ocasiones es útil diagnosticar alguna de estas condiciones como
problema a mitigar o solucionar; por ejemplo, “una de las causas que provocan la
contaminación del aire es que las autoridades regionales no han querido obligar a los dueños
de los vehículos a mantener sus motores y tubos de escape en perfecto estado”. Otra
posibilidad es encontrar una oportunidad para una mejora creativa en una política pública
concreta que no haya sido objeto de algún tipo de reivindicación o queja, aunque carecemos
de teorías académicas o técnicas para responder a esta cuestión.
12.3.6. Evite los inconvenientes comunes en la definición del problema
Las soluciones proyectadas deben evaluarse empíricamente y no legitimarse por la
propia definición del problema. Ésta debe ser una descripción escueta que deje abierta la
búsqueda de soluciones. Asimismo, las relaciones causales implícitas en el diagnóstico de las
definiciones de un problema no deben aceptarse con demasiada facilidad, deben ser reales y
no meramente supuestas. Debe evaluarse la relación causal que va desde la situación a los
malos efectos alegados como causa, y convencerse de que la relación causal es real.
12.3.7. Vuelva a repetir
La definición del problema es un paso crucial pero, como es difícil de hacer
correctamente, resulta necesario hacerla una y otra vez. En el curso del trabajo analítico la
comprensión empírica y conceptual evolucionará. Si esta labor se realiza en un contexto
organizativo se estará negociando implícitamente una definición del problema mutuamente
aceptable con los colegas y los superiores jerárquicos.
esa postura no le ayudará, que otras fuentes ya han ofrecido información y que se tiene acceso
a otras más que estarán deseosas de ayudar. Que la información de estas fuentes puede ser
incluso más perjudicial para sus intereses que la que él podría facilitar, que probablemente no
tiene nada que perder y mucho que ganar al dar unas respuestas honradas.
12.4.10. La protección de la credibilidad
El análisis de políticas públicas es susceptible de críticas sobre fundamentos
intelectuales, y resulta todavía más vulnerable desde una perspectiva política. Por ello resulta
imprescindible proteger la credibilidad del investigador tanto en términos políticos como
intelectuales. El objetivo del análisis es mejorar la comprensión de un problema de política
pública y de los posibles medios para afrontarlo, hasta el punto en que sea posible aconsejar
un curso de acción responsable. Se afrontan fenómenos amplios y complejos, conformándose
con aproximaciones muy groseras de la “verdad”, en contraste con la investigación más
académica que busca interpretaciones más refinadas de problemas estrechamente definidos.
Por ello resulta preciso contactar con todas las partes interesadas en el problema que
pudieran cuestionar el informe, so pretexto de no haber sido tenidas en cuenta. Es una buena
idea citar a algunas de estas fuentes en el informe final. Asimismo es importante recabar las
opiniones de otros expertos con autoridad política o intelectual a quienes se puedan atribuir
perspectivas, opiniones, estimaciones… en especial cuando se sienta inseguro en algún
extremo. La cita de publicaciones o de palabras textuales de una entrevista es una manera de
hacer esas atribuciones de autoridad. También es imprescindible prestar una atención especial
a los oponentes potenciales e identificar qué proposiciones es probable que ataquen. La cita
de los oponentes es siempre utilizable posteriormente en caso de que se aduzca que sus
perspectivas fueron ignoradas, al tiempo que la presentación equilibrada de los dos lados de
una cuestión es una forma sutilmente persuasiva dirigida al lector. Por último, las estadísticas
pueden ser de utilidad para respaldar la credibilidad. Empleadas de esta manera desempeñan
un papel documental más que informativo, al documentar la validez de las generalizaciones
que los oponentes políticos podrían cuestionar.
12.4.11. Los dilemas estratégicos
A modo de conclusión, cabe situar a los informantes al principio o al final del
calendario del proyecto de investigación y conviene aproximarse relativamente pronto a: a)
personas que sea probable que faciliten la búsqueda de fuentes con información abundante;
b) personas poderosas que facilitarán el acceso a fuentes ulteriores; c) personas expertas que
proporcionarán la información pertinente para obtener cobertura política frente a una
exposición prematura del trabajo y cuya información pueda proporcionar cierta influencia
frente a informantes a la defensiva; d) expertos amistosos que puedan reforzar la credibilidad
política en caso de exposición prematura; e) oponentes potenciales con los que conviene
tomar contacto para obtener cobertura en caso de una exposición política prematura.
Así, conviene aproximarse relativamente tarde a: a) informantes hostiles o a la
defensiva con los que es deseable acumular influencia previa para contrarrestar la táctica; b)
informantes muy ocupados de quienes se podría perder el acceso una vez se hayan visto, o
sobre quienes no se dispone de información suficiente para entrevistarlos antes; c) oponentes
potenciales poderosos que pueden tratar de impedir el acceso a otros; d) gestores con
problemas potenciales que carecen de deseos de airearlos si no es en su propio interés.
continúen sin perturbación”. Es necesario hacer esto porque el mundo está lleno de cambios
que ocurren naturalmente, algunos de los cuales pueden contribuir a mitigar el problema
sobre el que se está trabajando. Para comprobar este extremo puede ser útil inspeccionar las
fuentes de cambio más frecuentes en el entorno de las políticas públicas: a) Cambios políticos
que siguen a elecciones, así como los inducidos por la perspectiva de tener que participar en
unas elecciones. b) Cambios en el desempleo y la inflación que acompañen al ciclo económico.
c) La cambiante rigidez u holgura de los presupuestos de un organismo originada por las
políticas fiscal y de gasto. d) Cambios demográficos como las pautas de migración de la
población o el tamaño de los distintos grupos de edad. e) Las cambiantes tecnologías.
12.5.2. Modele el sistema en el que se sitúa el problema
Un buen modelo causal puede ser bastante útil para sugerir posibles “puntos de
intervención”, como ocurre cuando el problema se sitúa en un sistema complejo de fuerzas
interactivas, incentivos y constricciones. El ser exhaustivo en el planteamiento es deseable
porque disminuye el riesgo de perder importantes conexiones causales, pero puede diluir el
centro de atención analítico y la creatividad para diseñar las estrategias de intervención.
Muchos modelos pueden concebirse mejor como elaboraciones de una metáfora
fundamental, algunos de los cuales se mencionan a continuación.
Modelos de mercado. El modelo de un mercado donde suministradores desagregados
intercambian bienes y servicios con demandantes desagregados puede aplicarse a bienes y
servicios sin precios asignados. La idea principal detrás de este modelo es el equilibrio
mediante el intercambio que puede aplicarse a muchos fenómenos; por ejemplo, el flujo de
pacientes en un sistema hospitalario puede analizarse en términos de oferta y demanda. Una
estrategia de intervención estándar para mejorar mercados que no funcionen bien consiste en
elevar o bajar los precios afrontados por los suministradores y los demandantes.
Modelos de producción. La principal preocupación para comprender los sistemas de
producción radica en la identificación de los parámetros cuyos valores, cuando salen de un
cierto rango, provocan que los sistemas sean más vulnerables a la ruptura, el fraude y el
abuso, las desventajas económicas o la distorsión de los propósitos previstos. Una manera de
examinar estos sistemas es mediante la optimización.
Modelos evolutivos. Describen un proceso de cambio frecuente a lo largo del tiempo.
Se compone de tres subprocesos: las variaciones entre competidores, la selección y la
retención. Por ejemplo, en un organismo que impulsa la salubridad en los puestos de trabajo,
las quejas recaen desproporcionadamente sobre problemas visibles y molestos pero que no
eran tan nocivos como otros menos visibles. El modelo sugiere distintos puntos de
intervención plausibles. El organismo puede educar a los trabajadores para detectar y quejarse
de los problemas más serios. Puede escudriñar las quejas por su probabilidad de estar
asociadas a esos problemas más serios, cambiando así el “mecanismo de selección”. O puede
persuadir a los trabajadores y a sus representantes sindicales para reducir su propensión a
quejarse sobre los problemas menos graves, cambiando así el “mecanismo de retención”.
12.5.3. Conceptúe y simplifique la lista de alternativas
La lista final de alternativas, la que se incluirá en el informe final para el cliente y otras
audiencias, será bastante diferente de la inicial porque se han eliminado las que no parecían
suficientemente buenas y porque se ha trabajado para conceptuarlas y simplificarlas. La clave
para la conceptuación consiste en tratar de resumir el sentido estratégico de una alternativa
en una sola frase, clara y sin jerga, lo que suele resultar difícil pero generalmente merece la
pena. Se trata de distinguir entre la alternativa básica y sus variantes. El elemento fundamental
es una estrategia de intervención que hace que las personas o las instituciones modifiquen su
comportamiento de alguna manera. Normalmente se requiere que esa alternativa se implante
por una organización o un conjunto de ellas y debe haber una fuente de financiación.
12.5.4. Diseñe alternativas de política pública
Se supone que se está trabajando en un problema de opción de una política pública,
pero puede ser necesario diseñar una alternativa especial para añadir al menú de
para conseguir que, aunque el proceso de implantación no funcione con fluidez, los resultados
sean satisfactorios. Puede ser de utilidad el empleo de modelos burocráticos como lentes
conceptuales para la estimación del vigor y la improbabilidad de las políticas públicas
diseñadas: la generación automática de rutinas pre-programadas o procedimientos operativos
normalizados; una persona en un ambiente determinado impulsada por necesidades de
supervivencia, intereses de mejora personal, y, en ciertas condiciones, de auto-realización; una
arena política en la que individuos y facciones compiten por influir sobre la misión de la
organización y el acceso a sus sistemas decisorios; una tribu con sus propios rituales y un
abanico de salvaguardas para protegerse de los “extraños”; una sociedad de individuos
cooperando para conseguir un conjunto de objetivos más o menos común; una estructura de
papeles e interrelaciones que se intentan complementar mutuamente en una división del
trabajo racional; o un instrumento empleado por la “sociedad” para sus propios objetivos.
entre las dos alternativas sólo si podemos sopesar la importancia de los criterios y si podemos
expresar sus pesos relativos en unidades que sean mensurables por un estándar común. El
empleo del dinero como métrica es muy buena idea, aunque tiene sus límites. Muchas veces
no puede establecerse cuáles son las contrapartidas en términos significativos, y se plantea el
“problema de los atributos múltiples”, que es insoluble en un sentido lógico profundo pero
sobre el que se puede utilizar alguna heurística para recortarlo hasta su núcleo irreducible.
12.8.2. Céntrese en los resultados
Un error frecuente al confrontar las contrapartidas es atribuirlas a las alternativas
cuando se refieren a los resultados proyectados. El objeto de todo su esfuerzo analítico no
debería ser meramente presentar al cliente una lista de opciones bien elaboradas. Debe
asegurar que por lo menos una de ellas, y más de una si es posible, sería una elección
excelente para resolver o mitigar el problema. Resulta preciso, como mínimo, concentrar,
estrechar y profundizar en el análisis de la alternativa más promisoria, por lo que se debe
pensar muy seriamente: sobre la contienda política para conseguir que esta alternativa se
legitime y se adopte, el diseño de las instituciones que tienen el poder y los recursos para
implantar la política pública o el programa a largo plazo.