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“Prefieren los chicos malos”

Autora: Clara Pérez


5 personajes:

1.- Mery: Chica que ama a los hombres lindos, pero que no tiene un gran atractivo físico.
2.- Raíza: amiga de Mery que no entiende su comportamiento.
3.- Roberto: Chico de muy buen físico pero pobres sentimientos.
4.- Adrián: Chico sin mucho atractivo físico, pero de nobles sentimientos.
5.- Rebeca: Chica con la que Roberto engaña a Mery.

Ambientación: Pasillos de un centro comercial


Introducción: Mery y Raíza pasean por los pasillos de un centro comercial, mientras Mery habla por su móvil.
Mery (con un tono de desprecio en su voz): Adrián ya te dije que no, no quiero ir al cine contigo ¿Por qué insistes?
Yo hoy tengo otros planes, así que deja de molestar por favor.
Raíza (luego que Mery cierra la llamada): ¿Por qué tratas a Adrián así? Está detrás de ti hace mucho tiempo, viendo
como fracasas con todas las relaciones en las que te empeñas y que no sirven para nada.
Mery (mirándola por encima del hombro): ¿Tú crees que luego de que he sido novia de los chicos más lindos de
esta ciudad, voy a aceptar a Adrián? ¿Qué te pasa Raíza? Te conformas con muy poco.
Raíza (con cara de desaprobación): ¿Has sido novia de los chicos más lindos, o el entretenimiento de un rato de
todos ellos? Mery todos han jugado contigo, te usan, te empeñas, los sigues, los llamas y ellos juegan contigo para
que dejes de molestarlos.
Mery (molesta): eso no es así.
Raíza: Claro que es así, tú no eres una mujer hermosa, no eres una chica de concurso, esos chicos no tienen nada
en el cerebro y buscan mujeres como ellos, que sean hermosas físicamente, aunque solo tengan una neurona
funcionando. A ti solo te usan, ellos te ven a ti como tú ves a Adrián, Mery, cada oveja con su pareja.
Mery (riéndose): no seas envidiosa, Roberto es hermoso y está saliendo conmigo.
Raíza: Si, después que lo llamabas 20 veces al día, le hacías los trabajos del colegio, le pagabas para que fueran
a comer helados, te está usando.
Mery: Verás que no, lo voy a llamar para decirle que venga a buscarme y verás que si le intereso.
Mery toma el teléfono y marca un número, esperando que le respondan.
Mery: Hola amor, estoy en el centro comercial ¿quieres venir por mí? Ah ¿no puedes? Bueno si estas ayudando a
tu papá, será otro día, besos, te quiero mucho.
Raíza: ¿Ves? No puede, nunca puede a menos que esté aburrido y no tenga más nada que hacer.
Mery: Ya cállate Raíza.
En ese momento se consiguen con Adrián quien camina hacia ellas.
Adrián: Hola chicas ¿Cómo están?
Mery (molesta): Adrián deja de perseguirme, te dije que estaba ocupada.
Raíza (tratando de hacer sentir mejor a Adrián): ¡Qué bueno que nos conseguimos! ¿Vamos por un helado?
Adrián (algo apenado): si Mery no quiere andar conmigo, mejor no Raíza.
Raíza: Claro que sí, vamos todos.
Comienzan a caminar por un pasillo y ven de lejos a Rebeca.
Raíza (con tono pícaro): ¡Mira quién está ahí! La chica bella y popular del colegio, la que quiere con todos los chicos,
vamos a seguirla a ver quién es su próxima víctima.
Riendo y caminando a una distancia prudente comienzan a seguir a Rebeca, quien llega a una mesa, besa al chico
en la mejilla y se sienta. Todos se quedan petrificados al ver al chico, que no es más que Roberto, el supuesto novio
de Mery.
Mery (muy molesta camina hacia la mesa): ¡Roberto! ¿No estabas muy ocupado? Explícame ¿qué haces aquí con
esta chica?
Rebeca (riendo irónica): ¿Pero qué le pasa? Roberto mete en la jaula tu mascota por favor.
Mery (molesta): Tú cállate que no es contigo.
Rebeca (con aires de superioridad): Si me voy a callar, pero es porque no hablo con perdedoras
Roberto (levantándose de la silla y parándose frente a Mery): Hola Mery, primero cálmate y deja de gritar que no
tienes por qué. Segundo yo no tengo que explicarte nada a ti, estoy tomando un helado con mi novia Rebeca y no
tengo que explicártelo.
Mery (casi llorando): ¿Tu novia? ¿Y yo?
Roberto: ¿Tu qué? Tú no eres nada mío, me llamabas, me buscabas, querías pagar cuando salíamos y yo te di el
gusto de andar conmigo, pero no eres mi novia. Mery ¿no te has visto? Tú no eres una chica bonita, ni de las que
otras sentirían envidia, yo no me hago novio de mujeres como tú.
Mery: ¡Idiota! pero soy una mujer inteligente, con buenos sentimientos y que quiere de verdad.
Adrián: Si, así como soy yo, con buenos sentimientos, pero a ti te parezco poco, y a Roberto le pasa igual contigo.
Tú debes entender lo que siente él y lo que siento yo. Sientes por mí lo que él siente por ti, y te sientes en este
momento como me siento yo cuando me desprecias. Solucionen su problema, Raíza y yo iremos por un helado.
Mery (entendiendo lo que Adrián acababa de decir): Esperen yo me voy con ustedes. Tienen razón, he perdido el
tiempo buscando caras bonitas con corazones podridos. Rebeca, ahí te dejo eso, no vale mucho, pero es lo que te
mereces.
Mery toma de la mano a sus dos amigos y se alejan a buscar una mesa donde tomar su helado.
FIN.
“Una cucharada de tu propia medicina”
Autora: Clara Pérez
5 personajes:
1.- Madame: Vidente que dice ser exclusiva.
2.- Ayudante: Chico que averigua la vida de los clientes para estafarlos junto a la Madame.
3.- Sara: Cliente de la madame.
4.- Beatriz: Acompañante de Sara.
5:- Fantasma: Chico que ayuda a Sara y Beatriz a dar un escarmiento a la Madame.
ACTO I
Ambientación: Salón decorado como los salones esotéricos, con velas, motivos de sol, piedras, cuarzos.
Introducción: Madame y su ayudante se encuentran relajados en el salón cuando escuchan sonar el timbre, el
ayudante va a ver quién es y regresa apurado a donde está la Madame.
Ayudante (Batiendo las manos en señal de que hay que apurarse): Ponte el turbante, llegó el próximo cliente
¿Recuerdas todo lo que te dije de ella? Se convincente.
Madame (Colocándose el turbante y sentándose frente a las cartas en la mesa): Si hazla pasar, tengo todo claro, ahí
nos viene más dinero fácil.
El ayudante va a la puerta y regresa con dos mujeres a quienes les hace seña que tomen asiento.
Sara (sentándose en una de las sillas frente a la Madame al mismo tiempo que Beatriz): ¿Cómo está Madame? Me
han dicho que es la vidente más acertada de toda la región y vengo a que me lea el tarot.
Madame (con aires de superioridad): Así es, yo puedo leer tu futuro, hablar con tus muertos, atraer al ser amado,
alejar las malas influencias, no hay en toda la región quien supere mis poderes.
Beatriz (asombrada): Si de verdad es tan buena, la próxima semana vengo a que me lea el tarot a mí.
Ayudante (interviniendo para persuadir a Beatriz): Si, pero la próxima semana porque esto es por cita, la Madame no
puede saturarse de trabajo.
Madame (interrumpiendo): Vamos a comenzar, guarden silencio (comienza a barajar las cartas las pone en la mesa
y se dirige a Sara) Corta en tres, pasado, presente y futuro.
Sara corta las cartas en silencio, la Madame toma un mazo de cartas y colocándolo en su frente hace un sonido como
para atraer energías y comienza a colocarlas sobre la mesa.
Madame: Aquí tu pasado dice que eras una mujer muy confiada, tuviste un desengaño amoroso que te hizo alejar
del lugar de donde eres, en el presente estás sola, pero no te preocupes que pronto llegará el amor a tu vida. Tendrás,
salud, dinero y vivirás feliz junto a ese hombre y los dos hijos que tendrán.
Sara: ¡Qué acertada! ¿Cómo supo lo de mi pasado? Si pudo adivinar eso, tengo que creer que mi futuro será tan
bueno como dice ¿Cuánto le debo?
Madame: Eso es con mi ayudante, él te cobrará afuera.
Sara y Beatriz se levantan y cuando ya van saliendo de la casa Beatriz detiene a Sara.
Beatriz: Espera, no hice mi cita, volvamos para hacerla.
Sara: Cierto, vamos a regresar.
Las chicas regresan sin avisar que están entrando y logran escuchar los comentarios de la Madame y el ayudante.
Ayudante (riendo en forma de burla): ¡Qué fácil se le saca el dinero a esta gente! Salgo un rato, averiguo sus vidas
y caen como tontos.
Madame (riendo también): Y se van tan convencidos.
Sara y Beatriz se sorprenden y Sara hace el intento de irse, pero Beatriz la detiene y la hace entrar a dónde está la
Madame.
Beatriz: Perdón, es que olvide hacer mi cita ¿qué día me puede atender?
Ayudante (respondiendo antes que la Madame): El próximo jueves, para ese día puedes venir.
Beatriz: Muy bien nos vemos ese día entonces, gracias.
Las chicas salen de la casa de la Madame, Sara sin entender nada de lo que trama Beatriz.
ACTO II
Ambientación: Mismo salón esotérico.
Introducción: Sara y Beatriz llegan de nuevo a casa de la Madame, esta vez acompañadas por un chico, pero solo
entran ellas dos y el chico se esconde antes que puedan verlo.
Beatriz: Buenas, no sabe lo ansiosa que estuve esperando este día.
Madame (sintiéndose muy grande): Siempre pasa así, son las ganas de saber que te pasará en el futuro.
Sara (preguntando como muy interesada): Madame ¿es cierto que usted habla con los muertos?
Madame: Por supuesto, recibo sus señales y mensajes.
Beatriz (fingiendo estar asustada): ¿Y no le da miedo eso?
Ayudante (riendo): ¿Miedo? A Madame nada le da miedo.
Sara (muy asustada): Pues que bueno porque yo estoy viendo un fantasma detrás de ustedes y a mi si me da mucho
miedo.
Beatriz (gritando y subiéndose a la silla): Si, yo también lo veo ¡no quiero estar aquí!
Madame: ¿Fantasma? ¿Qué fantasma?
La madame y el ayudante voltean a la vez para encontrarse con el fantasma que está detrás de ellos.
Ayudante (muy asustado y gritando): Si es un fantasma Madame ¡Corre!
La madame y el ayudante salen corriendo despavoridos y Sara, Beatriz y el chico que se quita el disfraz comienzan
a reír burlándose del susto de los estafadores.
Beatriz (sin dejar de reír): ¡Les dije que no fallaría! Ya no van a estafar a nadie más.
FIN
Un macho muy dócil

Autora: Clara Pérez


3 personajes:
1. Fausto: Hombre machista
2. Cantinero: Compadre de Fausto.
3. Mara: Esposa de Fausto.
Único acto

Ambientación: Una cantina


Introducción: El cantinero se encuentra limpiando las mesas de la cantina que aún se encuentra cerrada, cuando
llega Fausto muy animado.
Fausto (Hablando alto y muy animado): Hola compadre ¿Cómo me le va? Sírvame una copa que tengo la garganta
seca.
Cantinero (Haciendo cara de pocos amigos): Compadre son las 11 de la mañana, la cantina está cerrada ¿no ve que
estoy limpiando?
Fausto (burlándose de su compadre): Compadre parece una vieja limpiando mesas, contrate una mujer que limpie, los
hombres no estamos para trapear.
Cantinero (sonriendo con desgano): Déjese de hablar estupideces compadre, que en el pueblo se dice que usted hasta
tiende las camas cuando la comadre se pone fuerte.
Fausto (poniendo cara de impresionado): ¿Quién dijo eso? Yo soy un macho compadre, yo no hago cosas de viejas,
eso de limpiar y oficios es para ellas, para eso las trajo Dios al mundo, pues ¡para servirnos!
Cantinero (desaprobando con la cabeza): Usted finge haberse quedado en el pasado compadre, ahora con eso del
feminismo y la igualdad, la mujer limpia si quiere, sino, pone al marido, como lo ponen a usted.
Fausto (molesto): Mire compadre, mejor sírvame un trago y deje de estar repitiendo los chismes del pueblo, en mi casa
mando yo, y si mi mujer no le gusta, se aguanta, cuando una mujer se casa, sabe que tiene que obedecer al marido,
Sino que se quede vistiendo santos.
Cantinero (riendo ya con más ganas): Como habla estupideces compadre, seguro que viene a gastarse el dinero del
mandado, yo no quiero problemas con la comadre Mara, así que mejor vaya a hacer su mandado y no venga a gastarse
la plata aquí.
Fausto (subiendo el tono de voz): ¿Y quién le dijo a usted que Mara puede decirme que hacer con el dinero? Usted si
se nota que su mujer lo trae con la cuerda bien corta compadre, lo compadezco.
Cantinero (burlándose): Si compadre, como le digo pues, mi mujer me trae bien sometido, al menos no me pega, eso
hay que agradecerlo.
Fausto: Sírvame el trago pues ¿Va a pasar toda la mañana diciendo sandeces en vez de servirme?
Cantinero: Bueno compadre, pero no me hago responsable, si la comadre se molesta, usted se echa la culpa.
El cantinero sirve el trago y cuando ya lo acerca a Fausto entra una mujer gritando su nombre.
Mara (Gritando y en tono amenazante) ¡Fausto! ¿Me puedes decir qué demonios haces tú en la cantina?
Fausto (petrificado y con los ojos muy abiertos por el asombro, aún de espaldas contesta en voz muy baja) Amor ¿Qué
haces aquí?
Mara (sin dejar de hablar fuerte y muy molesta): Eso pregunto yo, ¿Qué haces tú aquí? Yo te mande a comprar la
comida para los cochinos, y en la casa hay una ruma de platos que lavar y hay que limpiar el patio, ¡Qué bello! Y el
señor perdiendo el tiempo.
Fausto (tratando de recuperar la dignidad): Bueno amor, pero tú no haces nada, podías lavar los platos al menos.
Mara (indignada): ¡¿Qué?! ¿Qué dijiste Fausto? Y usted compadre de alcahueta
Cantinero (excusándose): No comadre a mí no me meta, yo estaba limpiando la cantina y el llego solo aquí.
Mara: Te pregunte ¿Qué dijiste fausto?
Fausto (asustado): Nada mi amor.
Mara (Tomando su cartera y comenzando a golpear a Fausto) Párate de ahí y vamos a la casa, sinvergüenza, ya vas
a ver cuando lleguemos, ¡muévete!
Fausto se levanta tratando de cubrirse de los golpes de Mara y el cantinero riendo los ve alejarse.
Cantinero (Gritando para que Fausto lo escuche y riendo a la vez): Así es compadre, no se deje que usted es el que
manda ¡es un macho!
FIN
Obra de teatro sobre una confesión de amor (4 personajes)
Esta es una obra corta para 4 personajes. La misma muestra una historia de amor desafortunado, donde
un chico confiesa su amor a una chica, pero este amor resulta no ser correspondido.

¿Que tú qué?
Autor: María Gabriela Méndez
Tema: Una confesión de amor desafortunada. Un chico decide acercarse a su amiga de la infancia, su mejor amiga,
y confesarle que desde hace más de un año está enamorado de ella. Ella no le corresponde y se lo dice en el mismo
momento de la confesión. Esta obra circula entre una conversación que ocurre en la mente del chico, y lo que
realmente le dice a su amiga, además de algunos comentarios del narrador.
Personajes:
1. Narrador
2. Alicia
3. Tim
4. Extras (personas que caminan en el parque)
Nota: Entre paréntesis () se encuentran sugerencias de expresiones no verbales, (Acotaciones)
Ambiente: Un parque. Solo se necesita un banco y algunas personas que caminen detrás de escena a través de toda
la obra. Un libro.
Narrador: Allí esta Alicia, Tim la llamó esta mañana para invitarla a pasar tiempo en el parque esta tarde. Alicia llegó
primero, pero ella lee su libro tranquila, es normal que Tim llegue un poco tarde, lo conoce desde que eran niños, han
sido amigos y confidentes desde hace mucho, siempre salen a pasear, conversar y comer helados.
No sabemos dónde está Tim ahora, él realmente tiene planes para hoy, debe estar comiéndose las uñas en algún
lugar, quizá se ha cambiado de ropa unas cinco veces más antes de salir, él tiene ansiedad, es su amiga desde hace
tantos años, puede que sea el final de una amistad, puede que sea el comienzo de una nueva gran historia. Lo cierto
es que Alicia ni sospecha, y en algún lugar está Tim, repasando las líneas de su discurso, hoy es el día de su vida
(por lo menos es lo que él piensa)
Acto Único.
Tim: (llega a la escena) – Piensa: Ok, ahí estás, tan hermosa como siempre. ok, practiquemos, no te pongas nervioso,
solo díselo y ya, qué es lo peor que puede pasar, que te diga que no, y ya, no ha pasado nada; le diré lo siguiente: –
Ali, hemos sido amigos desde niños, verdad?, bueno, desde hace un año o más he comenzado a sentir algo diferente
por ti, quiero que lo sepas, qué piensas?
Tim: – Hola Alicia, cómo estás? (luce un poco nervioso y Alicia lo nota)
Alicia: – Ey Tim, ¿qué tal?, luces preocupado, ¿qué te pasa?
Tim: ¿En serio? no vale, jaja.
Narrador – Risa nerviosa, te delataste…
Alicia: – mmmmmmmm, ok. (Hace una expresión que denota que no cree mucho lo que él le está diciendo)
Narrador: ya tienes que hablar, ella sabe que tienes algo, ella es mujer, recuerda que ella tiene un sexto, séptimo y
octavo sentido… olvídalo, ya ella tiene en su mente unas cuatro historias acerca de lo que realmente te pasa
Tim: Ok, bueno, en realidad te dije para vernos hoy para que hablemos
Alicia: ¿de qué? (ella se muestra muy práctica y no muy preocupada)
Tim: De… bueno, este…. yo…. no sé cómo empezar.
Tim: Piensa: – A ver, recuerda lo que practicaste, concéntrate, ella está esperando, haz algo, reacciona…
Alicia: -me preocupas, te quedaste solo mirando, ¿qué te pasa?.
Tim: – bueno, yo…. (largo silencio) es decir, tú… me gustas.
Narrador: y el discurso? a ver, haré la cuenta regresiva y ella va a correr 5, 4, 3, 2, 1 …
Alicia: – ¿Qué?… no, bueno, gracias, pero, de verdad que tú no a mí… lo siento, eres mi amigo, y ya, olvídalo en
serio, relájate, en fin, podemos seguir siendo amigos, pero no, eres como mi hermano, en serio.
Narrador: – Momento engorroso, silencio, a esto debemos darle un momento de silencio. Creo que debemos prestarle
una pala y algo de tierra a nuestro amigo, lo necesita.
Tim: ok (se muestra un poco desanimado, apenado, en fin, terrible) ok, gracias por tu sinceridad, no sé qué decir, lo
siento.
Alicia: – Tranquilo, todo está bien, olvídalo y ya, bueno, me tengo que ir, hablamos mañana u otro día. (Tim se queda
sentado mientras ella se va, él está avergonzado)
Narrador: – Lo típico, bueno, ya se te pasará, esto le pasa a cualquiera, ya vendrá otra. Y para todos ustedes, yo
creo que cuando preparen su discurso, también deben preparar uno para cuando pasen este tipo de cosas. Es más
difícil decir algo después de semejante relajada respuesta.
«El niño y el robot»
Autor: Manuel Martínez
4 personajes:
1. MIGUEL.- 10 años, niño alegre e introvertido. Está pasando el verano sólo sin ningún amigo del colegio cerca.
2. RAMÓN.- 35 años, padre de Miguel, acaba de volver de un viaje de negocios de Japón.
3. ZAIDA.- 33 años, madre de Miguel, intenta animar a su hijo durante el verano.
4. ROBOT.- Un robot de limpieza de hogar de aspecto infantil.
ACTO I
Casa de la familia Léndinez. El pequeño Miguel y su madre Zaida están sentados en el salón de la casa, esperan a
Ramón, el padre de familia.
Ramón entra en el salón con una caja de grandes dimensiones.
MIGUEL: ¡Papá!
Miguel se abalanza sobre los brazos de su padre, este deja la caja en el suelo y coge a su hijo para abrazarlo.
RAMÓN: Sí que me has echado de menos.
ZAIDA: Hola cariño.
Zaida y Ramón se dan un beso.
RAMÓN: Mira Miguel he traído una cosa que está revolucionando Japón.
MIGUEL: Calma, calma. ¿Tú no querías un hermanito?
Zaida mira extrañada.
ZAIDA: ¿Qué has traído cariño?
RAMÓN: Ahora veréis.
Ramón abre la caja y de esta aparece la figura de un robot con la misma estatura de un niño inmóvil. Ramón levanta
la camiseta del niño, toca detrás de este cómo si trasteara un teclado. El robot abre los ojos.
MIGUEL: ¿Es mi hermano?
RAMÓN (Deja soltar una carcajada): No, era una broma. Esto es un genio de la limpieza como lo llaman en Japón.
Miguel y Zaida lo miran sorprendidos.
ZAIDA: Pero, ¿qué es?
RAMÓN: Es un robot de limpieza, que tiene una apariencia parecida a un niño.
MIGUEL: ¿Pero es un niño?
RAMÓN: Lo parece, pero está diseñado para limpiar, es como el hijo perfecto.
MIGUEL: Ehh. ¿Pero sabe hablar?
RAMÓN: Sí. (Refiriéndose al robot) Hola, saluda a tu familia.
El robot mira a Miguel y Zaida.
ROBOT: Saludos, familia.
ZAIDA: Yo no sé si me voy a acostumbrar a una cosa así, pero bueno.
RAMÓN: Bueno Miguel, ¿quieres enseñarle la casa?
MIGUEL: Sí, papá. (Refiriéndose al robot) Ven conmigo Robotin.
Miguel tiende la mano al robot, este la coge y salen juntos de la habitación.
ACTO II
Tres semanas después. En la cocina de la casa de Miguel. Zaida está fregando la encimera, resopla cansada.
Miguel y el robot entran en la cocina corriendo y jugando.
ZAIDA: Si por lo menos no vais a ayudar a fregar no molestéis.
MIGUEL: Pero es que la casa es muy pequeña mamá.
ZAIDA: ¿Y por qué no os quedáis en la habitación?
Ramón entra en la habitación.
RAMÓN: Y porque no te quedas Miguel jugando en la habitación con la consola, que tanto me insististe para que te
comprara, y dejas al robot que se quede con mamá limpiando.
MIGUEL: Pero es que Robotin es mi amigo, no puedo hacerle eso.
RAMÓN: Pero tú déjale que ayude a mamá, si a él no le importa.
MIGUEL: Claro que le importa, él es como yo no quiere limpiar, se lo pasa mejor jugando conmigo.
RAMÓN: A ver Miguel, él no es cómo tú. Lo compré para que ayudara a tu madre y así va a ser, después si eso
puede jugar contigo.
MIGUEL (Gritando): Pero es que eso no es justo.
RAMÓN:Se acabó. (Dirigiéndose al robot) Recoge ahora mismo todo lo que hay en la encimera y límpiala.
ROBOT: Ahora mismo.
Zaida sale de la cocina, el robot se pone a limpiar la encimera, coge la tostadora que aún permanece enchufada.
Miguel de puro cabreo le da una patada al cubo de agua que está en la cocina, este sale despedido lanzando agua
por todas parte e impactando en el robot, un chispazo sale de este y el robot cae al suelo.
MIGUEL: ¡Noooo!, Robotin.
RAMÓN: Pero Miguel, ¿qué has hecho?
Zaida entra en la cocina alarmada.
ZAIDA: ¿Qué ha pasado?
RAMÓN: Nada, que ya no hay robot.
Miguel se marcha de la cocina llorando desconsoladamente.
ACTO III
Dormitorio de Miguel. Miguel acostado en la cama mira la ventana con el semblante triste cuando Zaida asoma por
el marco de la puerta.
ZAIDA:¿Se puede?
Miguel asiente con la cabeza.
ZAIDA: ¿Sigues sin ganas de comer?
Miguel asiente con la cabeza.
ZAIDA: Pues deberías bajar a comer. ¿Qué te tengo yo dicho?
MIGUEL: Que con el estómago lleno las cosas se ven mejor.
ZAIDA: Eso mismo. Entonces, ¿vienes a comer?
MIGUEL: No quiero, mami.
ZAIDA: Sigues así por lo del robot.
MIGUEL: (Con el rostro apenado) Sí. Era mi amigo.
ZAIDA: Ya Miguel, pero fue un accidente. Tu padre ha intentado arreglarlo y no ha podido.
MIGUEL: Ya.
ZAIDA: Ya verás cómo pronto se acaba el verano, vuelves al colegio y te encuentras con todos tus amigos.
Ramón aparece en la habitación, se queda en el marco de la puerta
RAMÓN: ¿Todavía sigues triste campeón?
Miguel asiente con la cabeza.
RAMÓN: Ya lo siento chico. Pero es que con carísimos y no puedo permitirme comprar otro.
MIGUEL: Yo no quería otro, yo lo quería a él.
RAMÓN: Por lo menos ahora, espero que la próxima vez que te digamos algo nos hagas caso y no te pongas a
darle patadas a las cosas.
Miguel con el semblante triste asiente.
RAMÓN: Entonces si te decimos que bajes a comer. ¿Bajas?
MIGUEL: Sí.
RAMÓN: Estupendo, así puedes ayudar a llegar al comedor al Robot.
Ramón se aparta y detrás de él está la figura del robot. Miguel sale corriendo a abrazarlo.
FIN
«Lo que cae»

Autora: Ángeles Spinoza


3 Personajes:

1. Julián
2. Mariano
3. Rebeca
4. Voz masculina (constructor)
ACTO I
Julián: ¿y? ¿estás de acuerdo?
Mariano: No me gustaría, pero creo que no hay más remedio, las cuentas no salen y…. (se distrae repentinamente con
algo que ve por la ventana) ¡Otra vez! (exaltado)
Julián: Y todos los días hasta que terminen la remodelación… entonces lo publico en internet …
Mariano: (gritando hacia arriba por la ventana de la terraza) ¡oigan! ¡está cayendo todo acá!
Voz: lo siento joven, es la mezcla
Mariano: ¡es la mezcla! ¿y que con que sea la mezcla?
Voz: se bate y… se tira
Mariano: entonces que se tire hacia su lado, no en mi ventana
Voz: es que no se controla, tiene vida propia
Mariano: No me vengan con… (calmándose) Por favor, tengan más cuidado
Voz: si, joven, ya no pasará
Mariano vuelve a la sala donde conversaba con Julián y a sus espaldas se vuelve a escuchar que cae un poco de
material. Mariano se paraliza de molestia
Voz: Perdón, esa fue la última; se nos resbalo la mezcla
Mariano respira y se sienta al lado de Julián
Julián: Ya
Mariano: ¡Tienen semanas así!
Julián: y las que faltan, ¿para qué te enojas? Se barre y listo
Mariano: …
Julián: entonces, ¿lo publico ya? o ¿tienes algún candidato?
Mariano: ¿para qué?
Julián: para la renta, para roomie…
Mariano: no
Julián: ¿no qué?
Mariano: no tengo a nadie, publícalo donde lo tengas que publicar y listo (pausa) creo que deberíamos pedir a un
abogado
Julián: (escribiendo en la Tablet) ¿de roomie? ¿por qué?
Mariano: Para demandar a estos (señala al techo) por daños en propiedad privada
Julián: eso quizá serviría si fuera tuyo el apartamento, pero no, y además es el dueño del edificio el que está
remodelando
Mariano: ¿Y el derecho de antigüedad no cuenta?
Julián: supéralo (pausa) bueno, ya está, ahora a esperar interesados
Mariano: ¿pediste referencias?
Julián: Que fuera abogado y constructor
En ese momento se escucha un poco más de material caer
ACTO II
Mariano está en la sala trabajando en algo. Entra Julián visiblemente estresado
Julián: ¿Dónde está Rebeca?
Mariano: ni idea
Julián: volvió a dejar la bicicleta enfrente de mi cuarto
Mariano: Dile que no lo haga
Julián: Ya se lo dije, que la saque. ¿Cuál es la necesidad de tenerla aquí adentro? La puede dejar en el patio o en la
terraza…
Mariano: (interrumpe parando por un momento su actividad) ¡No! En la terraza no, en la terraza nada (grita) los
demandaré (grita más fuerte) los voy a demandar a todos…
Julián: ¡Déjalo! Ya lo hablamos: la demanda no procede
Entra Rebeca con algunas compras
Rebeca: ¡Que tal!
Julián y Mariano: Mal
Rebeca: ¿y eso? (deja las compras en cualquier lugar)
Mariano: Lo de siempre, la terraza
Julián: lo de siempre, tu bicicleta
Rebeca: (apenada) disculpa, lo la he podido sacar, es que no sirve y…
Julián: entonces muévela a otro lado, cada que salgo estoy por caer; puedes meterla a tu cuarto, sácala a la terraza…
Mariano: ¡no!
Rebeca: no te preocupes, hoy queda; tiene que quedar. Llevo días tratando de repararla…
Julián: sólo muévela
Rebeca: bien. Me pongo en marcha. Los veo al rato
Rebeca sale y deja las compras tiradas por ahí
Julián: ¡oye! Tus cosas (pausa. Julián empieza a acomodar lo que Rebeca dejo en la sala) ¿qué fue eso? Le digo que
recojas sus pertenencias y lo que hace es tirarlas más. (le da un ligero golpe a Mariano) ¡Y a vez! Nos hubiéramos
quedado con el de los tres perros afganos
Mariano: ¡Claro! Y cuando orinaran en tu puerta hubieras dicho (imitándolo) Ya ves, nos hubiéramos quedado con la
hippie de la bicicleta
Julián: O, nos hubiéramos quedado tú y yo solos
Mariano: eso tampoco, somos pobres: tenemos que compartir, asúmelo
Julián: si, como sea (pausa) Me voy, nos vemos luego me están esperando
Julián hace falso mutis
Julián: las llaves
Julián sale por otro y se escucha un fuerte golpe
Julián en off: ¡Rebeca!
Rebeca en off: Lo siento, ahora la muevo
Mariano ríe hasta que escucha que de nuevo caer material de construcción en la terraza
Mariano: los voy a demandar, juro que los voy a demandar
ACTO III
Julián y rebeca en la sala. Rebeca está leyendo algo. Hay varias envolturas de golosinas tiradas.
Julián: ¿vas a limpiar en algún momento?
Rebeca: ¿cómo?
Julián: que si vas a recoger lo que dejaste ahí
Rebeca: (distraída) si… al rato. Tengo que terminar esto, pero no te preocupes en cuanto acabe lo recojo
Julián: (entre dientes) si, como recoges la bicicleta, tu comida y el resto tus cositas…
Rebeca: ¿dijiste algo?
Julián: (se dispone a irse) no nada, sigue con tus asuntos
Mariano entra bastante alterado
Mariano: ¡ahora sí! ¡ahora sí! ¡los voy a destruir! Sale por el otro lado
Rebeca: la construcción
Julián: (asiente con la cabeza. Gritando a Mariano) ¿todo bien?
Mariano: (entrando) ¡se reventaron el carro!
En ese momento se escucha un nuevo golpe abajo. Mariano se va apresurado
Rebeca: Yo también me voy, cuando vuelva limpio todo esto y recojo todo lo de allá (señala hacia los cuartos)
Julián: bien
Julián sale y se escuchan cosas caer y golpes. Entra muy exaltado con la bicicleta
Julián: ¡Rebeca! ¡deshazte de esta maldita cosa!
Conforme Julián trata de moverla, la bicicleta se empieza a desarmar hasta que solo se queda con una parte del
manubrio en la mano. Desesperado, lo lanza por el balcón. Cae sobre Mariano
Mariano en off: ¡Al diablo!
Julián asustadísimo se asoma por el balcón
Julián: ¿estás bien?
Mariano: hoy mismo me mudo
FINAL

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