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ÉTICA Y FILOSOFÍA POLÍTICA: EL SER HUMANO

ARISTOTÉLICO Y LA NATURALEZA HUMANA


CONFLICTIVA HOBBESIANA

EL SER HUMANO ARISTOTÉLICO, UN ANIMAL POLÍTICO-SOCIAL


El ser humano, desde la óptica aristotélica, se nos presenta como un «animal social» por
naturaleza [1], un ente que tiene la necesidad –también por naturaleza—de agruparse en
comunidad. La idea de comunidades –además—no desestima de este esquema de
hombre como animal político, todo lo contrario, se fundamenta en este mismo principio
consustancial: «la ciudad es una de las cosas naturales» [2]. La Polis es, asimismo, una
estructura –de creación humana— por naturaleza y un centro de centros [un centro
creado por centros], ya que en esta (ciudad-estado) podemos hallar uno de los núcleos
más importantes del pensamiento aristotélico: la familia [denominada por el autor como
«administración doméstica»]. La familia, dentro del pensamiento de Aristóteles, se
conforma por una relación tríplice, un nexo conformado por «el amo y el esclavo, el
marido y la mujer, y el padre y los hijos» [3].

Según lo expuesto en La política, la familia –desde una perspectiva sociohistórica—


solo podía satisfacer las necesidades rutinarias, no pudiendo solventar aquellas
carencias menos cotidianas. De ahí que estas –administraciones domésticas— acabaran
reuniéndose en aldeas y, en busca de mayor seguridad, terminaran derivando a la
fundación de Polis. De este argumento –evolutivo en su esencia—podemos sacar dos
afirmaciones fundamentales: la ciudad (polis) contemplada como la más perfecta de las
comunidades, pues es la más autosuficiente; y la Polis como la comunidad que posibilita
más al hombre a dedicarse a aquello para lo que es virtuoso.

A modo de mantra ya se ha expuesto que, desde la perspectiva aristotélica, el hombre es


considerado como un animal social por naturaleza. Ahora bien ¿Es el hombre un ser-
animal bueno o malo por naturaleza? ¿Qué nos dice La política al respecto? Aristóteles
expone en reiteradas ocasiones que el hombre posee una inclinación natural para vivir
en grupo, para convivir en sociedad.

[1]. Aristóteles no nos habla de un animal político, sino de un animal social por naturaleza (aunque sean sinónimos entre sí)

[2]. Aristóteles presentó una reformulación de la teoría platónica respecto a la formulación de la Polis ideal. En La política, él mismo nos
presentas la polis («la ciudad») como una ciudad-estado que se da por naturaleza y, por ello, representa la perfección, pues –además—es
autosuficiente, tanto en lo político como en lo económico: «La comunidad perfecta de varias aldeas es la ciudad, que tiene, por así decirlo, el
extremo de toda la suficiencias (…). De modo que toda ciudad es por naturaleza, si lo son las comunidades primeras; porque la ciudad es el
fin de ellas»

[3]. ARISTÓTELES, La política: página 5


Dentro de este «vivir en grupo» —y, concretamente, dentro de este «grupo»—pueden
darse prácticas –políticas—con finalidades buenas [con el objetivo de hacer el bien] o
con finalidades malas [con el objetivo de hacer el mal]. La organización política de cada
grupo tendrá como fundamento el bien común –sistemas políticos buenos—o el bien de
aquellos que gobiernan –quienes pretenden aprovecharse mediante la corrupción del
sistema político—. Con estos fundamentos, Aristóteles llevará a cabo una clasificación
de los posibles sistemas políticos de acuerdo con una doble variante de carácter moral y
numérica: la primera variante se da en la moralidad del objetivo político [lo que
Aristóteles denomina como el bien público o como el bien individual] y la segunda en el
número de personas gobernantes [es decir, si gobernaba un solo hombre; si gobernaban
unos cuantos; o si gobernaban todos].

EL SER HUMANO HOBBESIANO, UN LUPUS POR NATURALEZA


Hobbes desarrolló todo su pensamiento en el S.XVII, un contexto plagado de grandes
contiendas, entre las cuales –el pensador inglés—fue espectador de la Guerra Civil
Inglesa y de la Guerra de los treinta años. Tal contexto bélico marco gran parte de su
pensamiento, pues toda su teoría se desarrollo alrededor de la premisa de que el hombre
es un ser malvado por naturaleza, una idea que manifestó en De Cive (1642) y acabó
desarrollando –de forma más amplia—en el Leviatán: «el hombre es un lobo para el
hombre». Lo que llevará a cabo Hobbes –escribiendo el Leviatán—será establecer
cómo se crea el Estado y exponer cuales han sido los pasos históricos que han llevado al
hombre a constituir la idea y la práctica de Estado.

El Leviatán se desarrolla en un modus operandi que transita desde el –hipotético—


Estado de Naturaleza [«la naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales»] hasta la
necesidad hobbesiana de –la existencia de—un poder soberano que garantice la
seguridad de los seres humanos [«se asigna al soberano el poder de recompensar con
riquezas u honores, y de castigar penas corporales o pecuniarias (…), respecto a la
ley»]. De por medio transitan las consecuencias del Estado de naturaleza [una igualdad
que procede a la desconfianza y una incredulidad que suscita a la pugna, una guerra de
«todos contra todos»] y sus arreglos factibles desde la mira hobbesiana [renunciar al
derecho natural, al estado de naturaleza, «despojarse a sí mismo de la libertad de
impedir a otro el beneficio del propio derecho a la cosa en cuestión» mediante un pacto
social, por el cual los hombres renuncian a su libertad –y a su capacidad de auto-
gobernarse—para garantizar su seguridad]

¿UN ANIMAL SOCIAL-POLÍTICO POR NATURALEZA O UN LOBO PARA


EL HOMBRE?
Aristóteles afirma que el hombre, desde su nacimiento –o de forma natural—tiene la
capacidad –y la necesidad—de vivir en sociedad. Hobbes no niega, en el ser humano, la
existencia de un impulso –también humano—que lleve al ser a congregarse con sus
semejantes, huyendo así del estado de soledad –incluso puede llegar a percibirlo como
algo que también forma parte de la naturaleza del ser humano. No obstante, Hobbes no
contempla en el hombre una naturaleza social o política, todo lo contrario, aunque
perciba –esencialmente—al hombre como un animal (al igual que Aristóteles), lo aleja
de cualquier idea social o política, defendiendo que su verdadera naturalidad se
fundamenta en ser un animal con –y para—los otros animales, un lobo (lupus) para ser
exactos: «el hombre es un lobo para el hombre», esto es lo que Hobbes define como el
Estado de Naturaleza [un Estado definido como una constante lucha de todos contra
todos, un estado que solo puede ser enmendado por medio del pacto social, acuerdo
entre los hombres y un soberano (o una asamblea) por el cual se despoja este estado
natural-animal del ser humano a cambio de una seguridad que solo puede ejercer la
figura del soberano]. Además, para Hobbes, la Polis no puede haber surgido de la
naturaleza humana, sino de la experiencia de este mismo ser humano. Para Hobbes, el
origen del conocimiento humano se fundamenta en la experiencia y se produce a partir
de la repetición de hechos, los cuales acaban almacenándose en la memoria. Por ente, el
pensamiento hobbesiano define el pensamiento (humano) como aquella producción de
imágenes memorizadas que han sido fuente u origen de sensaciones. Los recuerdos
juegan un papel fundamental en su teoría, pues estos son observados como
combinaciones mentales que posibilitan al hombre simular acontecimientos futuros. Por
lo tanto, para la creación de la Polis, el ser humano ha tenido que poseer unos
conocimientos –una experiencia—previos, conocimientos tales como el estado de
naturaleza, las leyes naturales o el pacto social. Es imposible que la sociedad civil –
ciudad o Polis para Aristóteles—hobbesiana haya surgido de la naturalidad del ser
humano, pues el hombre –desde la mira de Hobbes—es egoísta por naturaleza y,
necesita de los demás para alejarse de una vida caótica [una constante guerra de todos
contra todos], no para sobrevivir desde la perspectiva –naturalista—presentada por
Aristóteles. La Polis hobbesiana se nos presentaría, entonces, como una convención no
natural, surgida de un pacto social –artificial—que ha sido acordado para subsanar la
situación conflictiva del ser humano, una conflictividad que es natural en el ser humano
hobbesiano.

JOSEP MARIA SERRA PEAÑALVA

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