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Historia

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Justiniano, el gobernante bizantino que reconquistó el Imperio


Romano

A mediados del siglo VI los generales Belisario y Narsés llevaron a cabo una serie de conquistas que resultaron
en la recuperación del dominio del Mediterráneo

Mosaico de Justiniano en la iglesia de San Vital de Rávena

RODRIGO ALONSO SEGUIR AUTOR

15/11/2018 5
Actualizado 23/11/2018 a las 10:34h.

A lo largo de la historia no han sido raros los casos en los que, ya sea de forma consciente o no, se ha tratado
de emular la gloria pasada del Imperio Romano . La lista de ejemplos es larga, y nos lleva desde la
expansión de los francos bajo el gobierno de Carlomagno hasta la búsqueda del «espacio vital» para los
alemanes, o lebensraum , dirigida por Hitler no hace demasiado. Entre estos nombres se encuentra también
el del emperador Justiniano I (483-565), quien fue quizá el gobernante más destacado del Imperio Bizantino.
Su tiempo en el trono estuvo marcado por una serie de decisiones que trajeron consigo la etapa de mayor
esplendor en la historia de Bizancio. Entre estas se encuentra, entre otras, la recopilación de todo el derecho
romano en el « Corpus Iuris Civilis ». Pero también sus guerras y afán de conquista, que le llevó a
enfrentarse a los vándalos en África, a los ostrogodos en la Península Itálica y a los visigodos en la vieja
Hispania.

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Todo con un objetivo: que el Imperio de Oriente recuperase la gloria pretérita de Roma; desaparecida para
siempre tras la caída de Occidente.

Llegada al trono
Cuando Justiniano accede al trono ni siquiera habían pasado 100 años desde que Rómulo Augustulo , el
último emperador de Occidente, había sido depuesto por el hérulo Odoacro . Su familia había llegado al
trono «de rebote», ya que su tío Justino , que fue el primero de su familia en acceder al poder, servía como
general de Anastasio I, quien falleció sin heredero en el año 518. Lo cierto es que Justiniano, que desde joven
mostró señales de habilidad e inteligencia, se convirtió rápidamente en la muleta de su tío. Acabó
gobernando de forma efectiva sobre el imperio desde el año 527, aunque había sido coronado anteriormente.

Una de las principales claves del éxito de Justiniano residía en su capacidad para rodearse de grandes
talentos en cada campo. Desde su mujer, Teodora , hasta sus juristas de cabecera, entre los que se encontraba
Triboniano , pasando por dos de los generales más competentes entre los que hubo en la Alta Edad Media:
Belisario y Narsés . Estos dos militares fueron, precisamente, los puntales de la expansión de Bizancio por
Occidente. Algo que no habría sido posible sin la buena situación económica en la que se encontraba el
imperio desde tiempos de Anastasio .

Respecto a la capacidad de sus mandos militares, esta ya había quedado demostrada en el año 530 durante la
campaña contra Persia. El buen hacer de Belisario en el campo de batalla, que por entonces tenía poco más
de 20 años, acabó forzando la paz con el que era el enemigo natural de Bizancio. Sin embargo, una vez con las
manos libres en Oriente, Justiniano se dio cuenta de que para llevar a cabo su ambicioso plan, y a pesar de la
buena situación económica, era necesario subir los impuestos .

Esta medida, sumada a otras, acabó provocando el descontento de su pueblo. Durante ese mismo 532,
Justiniano estuvo cerca de perder la corona debido a la Revuelta Niká . Un levantamiento popular que se
extendió desde el Hipódromo a toda la ciudad de Constantinopla. Con el palacio cercado por los opositores, el
emperador estuvo tentado de huir y renunciar al poder. Sin embargo, su esposa, la emperatriz Teodora, le
hizo abandonar esa idea. «Teodora fue la consejera más importante que tuvo el emperador, y los funcionarios
del reino tuvieron que prestarle juramento de fidelidad (…). Ella fue quien supo rodear a su marido de
colaboradores tan importantes», sostiene Ana Martos en su libro « Papisas y teólogas: Mujeres que
gobernaron el reino de Dios en la tierra » (Nowtilus).

África
Llegado el año 533, Bizancio se lanzó definitivamente a la conquista del Mediterráneo. La primera campaña
fue en el norte de África y corrió a cargo de Belisario. Este territorio, ocupado desde hacía tiempo por los
vándalos, fue conquistado sin grandes esfuerzos. Y es que, según señala el historiador Georg Ostrogorsky en
« Historia del Estado Bizantino » (Akal), tan solo fue necesario un pequeño contingente conformado por
unos 18.000 hombres para que todo el territorio bajo el dominio de este pueblo germano, que por entonces
estaba regido por Gelimero , pasase a manos bizantinas.

Precisamente, sobre la exitosa actuación de Belisario en África y su posterior marcha triunfal por
Constantinopla, el historiador bizantino Procopio de Cesárea escribió lo siguiente:

«Cuando Belisario llegó a Bizancio con Gelimero y los vándalos se le consideró merecedor de los honores que
en tiempos antiguos se habían conferido a los generales romanos que consiguieron las victorias más grandes
y dignas de celebridad. Habían transcurrido casi 600 años sin que nadie recibiese tales honores, a excepción
de Tito y Trajano y aquellos otros emperadores que, tras llevar la guerra contra algún pueblo bárbaro,
resultaron victoriosos. Belisario, exhibiendo por el centro de la ciudad el botín de guerra y los prisioneros
condujo la procesión, llamada “triumphum” por los romanos, pero no a la manera antigua, sino marchando a
pie desde su casa hasta el Hipódromo y allí, de nuevo, desde las barreras se dirigió hasta el lugar donde está el
trono imperial».

Posible representación de Belisario en San Vital de Rávena

Hacia Occidente
Una vez afianzado el dominio del Imperio Romano de Oriente sobre el norte de África, Belisario fue enviado
en una nueva misión a la Península Itálica, donde se enfrentó al belicoso, aunque cada vez más incapaz,
pueblo ostrogodo. A pesar de que la campaña comenzó con increíbles resultados, gracias a la conquista de
Nápoles y Roma, costó mucho hacerse con la capital de este reino germánico, que se encontraba en la ciudad
de Rávena . El emperador se vio forzado a enviar a Narsés acompañado de un importante ejército que
permitiese terminar de una vez por todas con las defensas ostrogodas, que habían derrotado al conquistador
del África en varias ocasiones. Y es que, a pesar de la derrota de su rey Vitiges, quien había alcanzado el poder
gracias a un golpe de estado, sus guerreros seguían resistiéndose al dominio extranjero.
La guerra fue larga (20 años) y de desgaste. Requirió importantísimos esfuerzos económicos y humanos
desde Oriente. Sin embargo Justiniano no estaba dispuesto a frenar su expansión. Así lo demuestra su
decisión de aprovechar las disputas surgidas entre el monarca Ágila y Atanagildo por el trono visigodo en la
Península Ibérica. Parece ser que alguno de los contendientes solicitó a Bizancio que respaldase su derecho
al trono. Esta fue la excusa perfecta para que emperador diese un nuevo paso en su objetivo de recuperar el
antiguo Imperio Romano . Sus tropas acabaron conquistando sin grandes problemas la parte sudoriental de
la Península a mediados de la década de los 50.

Posesiones bizantinas a mediados del siglo VI

Una vez culminadas estas conquistas, se puede decir que el Mediterráneo volvió a ser el Mare Nostrum . A
excepción de algunos pocos enclaves, se habían recuperado todas las antiguas posesiones romanas bañadas
por sus aguas. Sin embargo, el dominio no duró mucho . Las reservas de oro habían quedado reducidas a la
nada, y el imperio se había vuelto demasiado grande como para garantizar su integridad de forma duradera.
«Los sueños reunificadores de Justiniano resultaban un anacronismo, imposible de mantener si no era por la
fuerza», afirma Salvador Claramunt en « El mundo bizantino: la encrucijada entre oriente y occidente »
(Montesinos).

De este modo, los sucesores del emperador, que falleció en el 565, tuvieron que lidiar con una herencia
sumamente difícil de gestionar . No pasaron demasiados años antes de que el territorio ganado por las
armas pasase a manos de sus enemigos.

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