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Universidad Nacional de Mar del Plata

Facultad de Humanidades
Departamento de Letras
Seminario: “Revolución divino tesoro”
Alumna: Agustina Spadea

Y si muero mañana, de Luis Rogelio Nogueras

La creación de un “hombre nuevo” fue el principal objetivo de la Revolución Cubana


luego del triunfo en 1959. Desde entonces ha pasado ya casi medio siglo y a lo largo de los
años se ha hecho evidente su carácter utópico. El defensor más leal de esta teoría murió en
Bolivia en 1967 y a pesar de la avalancha de críticas que recibió su ensayo El socialismo y el
hombre en Cuba, su personaje sigue siendo un símbolo de lucha, justicia y espíritu. El “Che”
se ha convertido en un mito y esto lo demuestra el culto que se le rinde por todo el mundo.

Son muchos los escritores que han dedicado alguna de sus obras a la Revolución
cubana. Uno de ellos es Luis Rogelio Nogueras (1945 - 1985) en cuya novela policiaca Y si
muero mañana de 1974 el tema del “hombre nuevo” ocupa un lugar central. Desde distintas
perspectivas, la novela aborda la situación política, social y económica de los cubanos
radicados en Estados Unidos luego de 1959 y de aquellos que se han quedado en el país. En
el presente trabajo, nos proponemos analizar cómo nuestro protagonista Ricardo Villa Solana
condensa los ideales propuestos por el “Che” en su ensayo y cómo Nogueras a partir del
trabajo con los signos y las imágenes construye una narrativa revolucionaria fusionada con
una emotiva expresión poética.

Y si muero mañana
La obra se encuentra dividida en cuatro apartados: introducción, las horas, los días, los
años y la vida, además de una dedicatoria, dos epígrafes y una carta final. La dedicatoria
introducida por el autor condensa todos los elementos propios de la narrativa revolucionaria:
A los que cayeron en Bolivia
hace diez años; a todos
aquellos camaradas que fueron
a combatir bajo otros cielos
y no regresaron;
a los constructores de leyendas,
cuyos ojos verán por nuestros
ojos, el alba del día
de la batalla final (Nogueras: 1980, 1).
Dicha narrativa se caracteriza por la importancia del tiempo y la tensión constante entre
amigo - enemigo. En este sentido, el pasado, el presente y el futuro son fundamentales para
estos hombres que pretenden construir una nación libre. Aquellos “camaradas” que fueron a
luchar bajo otros cielos y entregaron su cuerpo por la Revolución, por la lucha colectiva, por
amor a la tierra y por los ideales hacen posible el presente y el futuro, que siempre será un
porvenir anhelado.

El protagonista de la novela, Ricardo Villa Solana, representa a ese “hombre nuevo”,


al cual hace referencia Guevara en su ensayo: se sacrifica por el pueblo no solo con su
muerte, sino desde el momento exacto en el que deja de ser un guerrillero urbano para formar
parte del grupo que se encontraba en Santiago de Cuba. Como veremos, la organización
“cronológica” de la novela en episodios se corresponde con la vida del personaje y con los
momentos que va atravesando como revolucionario pasando incluso de ser considerado un
traidor a un héroe.

Introducción

La introducción es, ni más ni menos, que el final de la vida de Ricardo. Con el último
aliento de vida que le queda, logra avisarle a sus compatriotas los planes de una de las
organizaciones contrarrevolucionarias que se encontraba radicada en Estados Unidos. En este
sentido, podemos pensar que la novela de Nogueras presenta una estructura circular, donde el
inicio y el final de la misma relatan el mismo episodio. Además, en la descripción de su
muerte podemos ver como se pone un fuerte énfasis en la descripción de su cuerpo, concepto
fundamental para este tipo de obras:

Se pasa una mano por los labios: hay sangre.


Empieza a toser y todo su cuerpo se contrae de dolor.
Algo se ha roto para siempre dentro de él. Va a morir.
Levanta sin fuerzas el brazo y trata de mirar el reloj: una gasa de sombras se interpone
entre sus ojos y la esfera; lo acerca a su rostro; confusamente logra ver los números y
las manecillas: son más de las ocho y media.
Se deja caer de lado. Ahora tiene una arcada y se le llena la boca de sangre espesa,
acre, caliente. Se arrastra por la alfombra hacia la cama. Lenta, lentamente, pasa junto
al cuerpo de Chang: va dejando un rastro de sangre oscura, que la alfombra absorbe
enseguida (Nogueras: 1980, 7).
Para la narrativa revolucionaria la noción de cuerpo es fundamental. El cuerpo del héroe
revolucionario (y el de todos los que participan de ella) se pone a disposición de la causa. A
lo largo de la novela nos iremos enterando de las distintas cuestiones que Ricardo ha tenido
que sacrificar para llegar a avisarles a sus compañeros que están a punto de ser
bombardeados1. Todo su cuerpo, ahora cubierto de sangre, encarna los ideales
revolucionarios y el deseo de un porvenir soñado. Ese paso por delante de Chang representa
la victoria frente al enemigo, pero de ninguna manera es una victoria individual, sino
colectiva. El nombre de Ricardo permanecerá anónimo por el bien de sus compatriotas. El
único rencor que aparece en él es el de morir lejos de su tierra: “Es un sordo rencor, una
áspera sensación de angustia por tener que morir tan lejos” (Nogueras: 1980, 8) Ese “hombre
nuevo” vive y muere por la Revolución de la misma forma que lo hizo el “Che” en Bolivia en
1967.

Las horas
En el apartado “Las horas” podemos ver como Ricardo pasa de ser un guerrillero
urbano a un revolucionario. Luego de participar en la huelga contra Batista, la cual se llevó a
cabo el 9 de abril de 1958, Solanas se da cuenta de que su lugar es junto a sus compañeros en
la sierra y no en la ciudad. Por este motivo, decide unirse al movimiento revolucionario en
Santiago de Cuba un año antes de que las tropas comandadas por Castro ingresen triunfantes
en La Habana.

En este sentido, podemos observar como se compara con su compañero Artemisa


cuando ambos son enviados por el capitán Kike Sánchez a la playa en busca de sal:

Veo su silueta, pero también siento su olor a sudor de muchas caminatas, a resina de
muchas plantas; y el agrio vaho húmedo de sus botas de cuero, de la correa de su
Garand. Yo no huelo a nada: a ciudad, a recién venido, a combatiente clandestino
metido a guerrillero; ya oleré como Artemisa. Si no muero (Nogueras: 1980, 9)

Solanas presenta cierto recelo con respecto a lo que pueden pensar sus compañeros de él. Un
combatiente urbano que, convencido de que al igual que había sucedido con Machado, iba a
lograr derrotar a Batista con una huelga. Pero en este momento, las palabras del “Che”
sonaban como eco en las palabras de los combatientes: “Durante este proceso, en el cual

1 Podemos pensar en el poema de Héctor Padilla “En tiempos difíciles” incluido en su poemario Fuera del
juego donde se realiza una descripción minuciosa de todo lo que se le pide al hombre en pos de la Revolución:
“A aquel hombre le pidieron su tiempo / para que lo juntara al tiempo de la Historia”.
solamente existían gérmenes de socialismo, el hombre era un factor fundamental. En él se
confiaba, individualizado, específico, con nombre y apellido” (2011, 2). Artemisa no se burla
de él por la poca fuerza que tiene a la hora de cargar los sacos de arena ni por su poca
experiencia a la hora de fumar las hojas de la sierra, sino que por el contrario lo recibe como
a un igual ya que de su capacidad de acción dependerá el triunfo o el fracaso de la
Revolución.

Este recelo que siente el protagonista también se pondrá de manifiesto en uno de los
pocos diálogos que comparte con su compañero:

— ¿Cómo anda La Habana? — pregunta de pronto.


— Encendida — digo.
— Claro, sí. Pero me refiero…¿Qué se dice de nosotros por allá?
Supongo que ese nosotros no me incluye: yo he sido — casi soy aún — un
combatiente urbano. Él se refiere a los veteranos de la Sierra (Nogueras: 1980, 13).
Nuevamente, y aunque podamos coincidir con el protagonista en que ese nosotros aún no lo
incluye, Artemisa no hace ninguna referencia explícita a su condición de recién llegado. En el
contexto en el que se encontraban los guerrilleros de la Sierra, las manos que pudieran aportar
a la causa revolucionaria eran siempre bienvenidas. El pueblo era considerado una masa
“dormida” la cual, como bien señala Guevara en su ensayo, estaba esperando a su
“vanguardia” para salir de ese estado de somnolencia. Ricardo se suma al grupo guerrillero
sin saber que el primero de enero de 1959 la guerra recién estaba por comenzar.

Los días

“Los días” es el apartado más largo de la novela de Nogueras. Aquí conocemos la


vida que lleva Ricardo en los Estados Unidos: cinco años después del triunfo de Castro, Villa
abandona la isla en lancha y utiliza un nombre falso “Bruno” para comunicarse con sus
compañeros a través de distintos códigos que emite por radio. Al momento de comenzar la
novela, la situación es de máxima tensión ya que un pueblo cubano llamado “Boca de Pájaro”
ha sido atacado y la información que él pueda obtener es crucial.

En este sentido, nos gustaría pensar la reflexión que realiza el teniente Sarduy
pensando en Ricardo, a quién no conoce:
Pero detrás había un hombre, un rostro, un gigantesco sacrificio. Detrás estaban unos
nervios dolorosamente tensados, una voz, el corazón de un camarada que exponía su
vida. Detrás estaba Ricardo Villa, a quien nunca había visto.
Ni siquiera había visto fotos suyas. Ni sabía su historia anterior. El sistema lógico de
compartimentación con el que trabajaban no contemplaba que él, Sarduy, supiese
nada del pasado de Ricardo Villa ¿Se llamaba así en realidad? Tampoco estaba
seguro. Para él era Bruno, sencillamente (Nogueras: 1980, 62)

El discurso revolucionario permite que el discurso del sacrificio sea idealizado. Sobre aquel
que está luchando “bajo otros cielos” se edifica la Revolución. Por ese motivo, las palabras
“sacrificio”, “nervios”, “voz”, “camarada” adquieren una simbología propia de aquel que está
entregando la vida por los demás. Sarduy no sabe que Villa ha tenido una relación amorosa
con Yolanda, que se ha casado, que se ha divorciado en no más de un año de Irmina, que ha
llegado a Sierra con la esperanza de derrotar a Batista sin saber que cinco años más tarde
terminaría fuera de la isla siendo considerado un traidor. A los fines que ellos persiguen, toda
esa información no importa:

Pero aquel hombre allá, tan lejos —solo como el cosmonauta en el más absoluto vacío
del silencioso espacio — aquel combatiente anónimo y él estaban unidos por algo más
que señales de baja frecuencia: los unía una misma fe en la victoria, un mismo amor a
la tierra que los había visto nacer, por una misma fidelidad a la sangre derramada para
que esa tierra sea alguna vez el lugar hermoso en el que correrán libres los hijos del
comunismo (Nogueras: 1980, 62)

Lo que realmente importa es que son hermanos de sangre. Luchan para que Cuba sea un país
libre de la opresión de Estados Unidos. La fe en la victoria ya no está puesta en derrotar a un
líder cubano, sino en liberarse de una potencia capitalista que no le permite al país y a sus
ciudadanos vivir como lo desean. La vida y la muerte aparecen en constante relación ya que
esta última adquiere un sentido. Morir por la patria es morir por la comunidad, por los
ideales, por la tierra, por la esperanza de un pueblo. En palabras del “Che”: Lo difícil de
entender para quien no viva la experiencia de la Revolución es esa estrecha unidad dialéctica
existente entre el individuo y la masa, donde ambos se interrelacionan (2011: 5). En la actitud
de Ricardo se vislumbra la actitud del hombre del “futuro”.

Luego de que el pueblo es bombardeado, la novela se encarga de mostrarnos un


abanico de personajes en los cuales podemos ver cómo la CIA y los diferentes movimientos
anti revolucionarios se encuentran vinculados. Al no haber sido un ataque planeado por
ninguno de ellos, la preocupación de que exista en Estados Unidos un movimiento
contrarrevolucionario que escape a los hilos de la agencia de espionaje es total. Ricardo logra
descubrir que el ataque ha sido preparado por San Gil y que el pueblo es el primero de un
plan llamado “Estigma”, derramando finalmente su sangre por la causa cubana.

Los años

En “Los años”, nos conocemos la vida de Ricardo antes de convertirse en “Bruno” y


su sacrificio por la causa revolucionaria cobra cada vez más fuerza: “Bien: Miami, Florida, a
donde llegue el 12 de Marzo de 1964, después de navegar a la deriva casi una semana en una
lanchita de quince pies de eslora” (Nogueras: 1980, 75) . Luego de abandonar su vida en
Cuba y de haber dejado a Yolanda con la idea de que efectivamente él era un traidor a la
patria, Solanas llega a Miami para vivir esta nueva vida de agente doble: un exiliado cubano
que emigró a los Estados Unidos como tantos otros y un guerrillero en cubierto que pretende
obtener información de los movimientos antirrevolucionarios.

El apartado oscila temporalmente entre dos pasados diferentes (si tenemos en cuenta
que Ricardo ya está muerto) donde podemos ver, por un lado, a un Ricardo jovén iniciando su
relación con Yolanda y enterándose tiempo después de que ella también es revolucionaria y
por otro lado, el momento en el que se reencuentran después de tantos años, ella aún
ignorando que él se ha ido a Estados Unidos a cumplir una misión secreta. Lo más interesante
aquí es observar cómo la Revolución y la causa colectiva invaden todos los ámbitos privados,
a tal punto de que Yolanda y Ricardo no pueden seguir juntos:

— ¿Cuándo? — me dijo.
— El viernes.
Estábamos en el parque de San Mariano.
— Dentro de tres días — murmuró ella.
— Sí, dentro de tres días.
Sus lagrimas caían sobre mi hombro. La apreté con fuerza contra mi cuerpo.
— Ella está por encima de nosotros.
— ¿Quién? — dijo ahogadamente.
— Ella — respondí cerrando los ojos — la Revolución.
— Tal vez cuando todo haya pasado… (Nogueras: 1980, 113)
La Revolución exige un sacrificio, por más alto que sea, y el “hombre nuevo” debe realizarlo
solo. En palabras del “Che”: “De todos modos, se muestra el camino con escollos que,
aparentemente, un individuo con las cualidades necesarias puede superar para llegar a la
meta. El premio se avizora en la lejanía; el camino es solitario” (2011, 6)

La vida y el epílogo

En “La vida” Ricardo pelea con el enemigo, en este caso Chang, y logra avisar a sus
compañeros del plan “Estigma”. La escena nos remite inmediatamente a la “introducción”,
donde la imagen que se nos presentaba era la de un cuerpo, en ese momento sin nombre, que
agonizaba lentamente e intentaba enviar un mensaje. Ahora nos damos cuenta de que ese
cuerpo es el de Ricardo y que el mensaje ha llegado con éxito. Cuba ha sido salvada gracias a
uno de sus hombres que lo ha dejado todo por amor a su tierra.

Ya en el epílogo, Yolanda, quien hasta entonces lo tenía como un traidor, conoce la


verdad y se lamenta su muerte, al igual que sus compatriotas. Recibe las pertenencias de
Ricardo como compañera de vida y junto a otros compañeros caminan hacia la playa donde
nuevamente pasado, presente y futuro vuelven a condensarse en una sola escena:

El comandante Guerrero y el capitán Riquenes van delante, con las manos hundidas
en los bolsillos y los ojos tristes fijos en la arena; detrás vamos Yolanda y yo, también
en silencio. En realidad, hubiéramos podido elegir otro día y otra hora, porque
cualquier día y cualquier hora son buenos para echar unas pocas flores al mar a la
memoria de aquellos que han ayudado con su sangre a que el futuro no sea un
estercolero [...] El murmullo de las olas, el cielo lívido, el implacable sol del
mediodía: éste es, después de un año, el mejor homenaje a tu recuerdo, Ricardo Villa.
Es como decirte: aquí está el alma de Cuba, a la que nunca pudiste regresar. Nuestros
muertos descansan en tantos sitios que sólo el cielo abierto, inconmensurable, puede
marcar con exactitud el lugar donde florecen sus tumbas (Nogueras: 1980, 168)

Ricardo nunca pudo regresar a Cuba y mientras niños, mujeres y hombres se bañan en el mar,
ignorando el tributo que realizan sus compañeros, él ha pasado de ser un traidor a un héroe
que ha dejado la vida por su país. Como reflexionaba Sarduy, ellos nunca conocerán su obra,
ni su nombre, ni sus sacrificios, pero sí sabrán que gracias a todos aquellos hombres que
mueren en otros cielos por Cuba los hijos del comunismo pueden correr libres por la tierra.
Una vez más, Nogueras fusiona la narrativa revolucionaria con un estilo poético bellísimo el
cual le otorga a la escena el sabor agridulce de la partida del héroe pero la recompensa de su
legado. Una imagen visual que queda grabada en la mente del lector. El hombre nuevo no
está acabado, porque todo el tiempo y en todos los lugares de la tierra nacen nuevos.

Bibliografía:

Guevara, Ernesto (2011). El socialismo y el hombre en Cuba. Editorial: Ocean Sur.

Nogueras, Luis Rogelio (1980). Y si muero mañana. Editorial: Letras Cubanas.

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