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La oblación benedictina tiene sus raíces en el compromiso que procede del bautismo.
No comporta una consagración religiosa, sino que es un vínculo espiritual con Dios y
con una comunidad monástica concreta.
La identidad espiritual del oblato implica algunos elementos propios del carisma
benedictino:
Después de haber tenido una primera conversación con el monje delegado por el abad,
se inicia un tiempo de formación. También los candidatos se reúnen en un encuentro
anual en el monasterio para profundizar en el conocimiento de la Palabra de Dios, la
Regla de San Benito y mantienen un contacto permanente vía internet con el encargado
de los oblatos. Finalmente se compromete a vivir en lo cotidiano el seguimiento de
Cristo como oblato benedictino, celebrando públicamente el rito de oblación.
Escucha, hijo, los preceptos del maestro, préstale el oído del corazón, y acoge con
gusto la exhortación del padre amoroso y ponla en práctica. (Prólogo de la Regla de S.
Benito, v. 1)
Que no antepongan absolutamente nada a Cristo, el cual nos lleve a todos a la vida
eterna. (del cap. 72de la Regla de S. Benito)
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Actividades
La conexión del oblato con la comunidad monástica se realiza sobre todo a través del
monje delegado por el abad; él se encarga del crecimiento espiritual y acompaña todas
las actividades de los oblatos, que son, entre otras:
S. Benito (s.VI) escribió para monjes su famosa Regla, pero este texto ha sido y
continúa siendo fuente de vida y de inspiración para todo cristiano. De este modo los
oblatos tratan de vivir en medio del mundo el carisma benedictino.