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En la industria alimentaria, las enzimas tanto libres como inmovilizadas se utilizan para recuperar
subproductos, facilitar la fabricación, mejorar el aroma y estabilizar la calidad de los alimentos.
La mayoría de estas enzimas son de origen microbiano, y solo unas pocas proceden de animales
o vegetales superiores. Se utiliza en pastelería para mantener la humedad y también evitar la
aparición de paladar arenoso en las mermeladas. Otra aplicación de la biocatálisis en la industria
alimentaria es la preparación de leche sin lactosa, un producto de consumo cada vez más
habitual en los supermercados. Como ejemplo de enzima de origen vegetal, cabe destacar
la papaína procedente de las hojas y del fruto sin madurar de la papaya utilizada en la industria
alimentaria para ablandar la carne, esta enzima es particularmente útil al ser estable al calor, por
lo que su acción continúa durante las primeras etapas del cocinado. Los biosensores fabricados
con enzimas inmovilizadas también son muy útiles en el control de calidad de muchos alimentos,
y su utilidad se ha extendido a otras áreas como el control medioambiental para medir
concentración de metales tóxicos, pesticidas, herbicidas y en el diagnóstico de enfermedades.