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Discurso pronunciado por el Presidente Juan Bosch ante la Asamblea Nacional el

día de su juramentación. (27 de Febrero de 1963)

El Doctor Segundo Armando González Tamayo y yo acabamos de jurar que


desde nuestros cargos de Vicepresidente y Presidente de la República
cumpliremos y haremos cumplir la Constitución y las leyes que nos gobiernan;
y decimos con propiedad que nos gobiernan, porque en una democracia no
debe haber más gobierno que el de las leyes, y los hombres, cualesquiera que
sean sus posiciones están llamados a ser sólo ejecutores de esas leyes.

Ahora bien, al mismo tiempo que ejecutores de las leyes, nos toca ser
representantes y defensores del pueblo; y en nombre de ese pueblo que está
aquí, frente a nosotros, y también mucho más lejos, en ciudades y en villorios
apartados, solicitamos del Congreso Nacional las leyes indispensables para
afirmar en este país no sólo la democracia política, sino también la democracia
económica y la justicia social. De ustedes senadores y diputados elegidos por el
pueblo- sean del partido que sean-, el gobierno que se inicia hoy espera un
trabajo continuo para darles a los dominicanos un puesto bajo el sol entre los
países avanzados de América.

América nos observa con interés y con amor, como lo atestigua la presencia en
este acto de gobernantes del Hemisferio y de visitantes distinguidos venidos de
todos los confines americanos. Nunca se habían reunido en República
Dominicana tantos hombres ilustres elegidos por sus pueblos para las más altas
funciones de gobierno, tantos lideres de partidos populares, tantos
representantes legítimos de la cultura continental. La feliz reunión de estos
grandes señores de la política y del pensamiento, a todos los cuales debemos
gratitud por el afán que pusieron en ayudarnos a ser libres, es sólo una
muestra de ese interés y ese amor con que están mirándonos los pueblos
hermanos del Hemisferio. Como país americano, debemos hacer uso inteligente
de nuestros recursos políticos para dar a ese interés y a ese amor carácter
oficial dentro del sistema regional de pactos y tratados que unen a todo el
Continente, si echar en el olvido que los pueblos nuestros quieren actuar juntos
en defensa de sus libertades democráticas, pero al mismo tiempo tienen un
vivo sentimiento de orgullo por el legado de soberanía nacional que recibieron
de sus fundadores.

Como país americano nos hallamos en el centro de la gran corriente


revolucionaria que está sacudiendo al Nuevo Mundo, y si tomamos en cuenta
que esa fuerza poderosa es más potente en países que no pudieron
desarrollarse a tiempo debido a que se lo impidieron las tiranías u otras fuerzas
sociales negadas al progreso, debemos admitir que en República Dominicana
estamos obligados a avanzar de prisa como sea posible hacerlo sin salirnos en
momento alguno de las normas democráticas, las cuales exigen que se respete
el derecho ajeno, porque si respeto al derecho ajeno no puede haber paz, y sin
paz no puede haber bienestar para los millones de dominicanos que reclaman
una mejor vida.

Deseamos Paz

Nosotros deseamos la paz política y por eso ofrecimos puestos en el gabinete a


cinco partidos. Cuatro se negaron aceptar esos puestos, y como lo que se inicia
hoy es una democracia auténtica, todos debemos respetar la voluntad de esos
partidos- Unión Cívica Nacional, Partido Nacionalista Revolucionario, Vanguardia
Revolucionaria y Alianza Social Demócrata-, pero el país entero debe saber que
nosotros no hemos querido hacer un gobierno sólo a base del partido que ganó
las elecciones el 20 de diciembre del año pasado, así como no quisimos formar
gobierno sólo a base de los que se aliaron con nosotros antes del día 20 de
diciembre. Hemos querido que los que ayer lucharon entre sí estuvieran hoy
reunidos dándole a cada uno lo mejor de sus fuerzas al pueblo que es nuestro y
es de ellos. No deseamos el poder para gobernar con amigos contra enemigos,
sino para gobernar con dominicanos para el bien de los dominicanos.

Un gobernante democrático debe tener oídos abiertos para oír la verdad, ojos
activos para ver lo mal hecho antes de que se realice, mente vigilante para que
nada ponga en peligro la libertad de cada ciudadano, y un corazón libre de
oídos, dedicado día y noche sólo al servicio del pueblo. Nosotros juramos aquí,
en este día solemne, que si nuestra corta capacidad nos impide tener oídos
abiertos, ojos activos, mente vigilante, nuestra naturaleza y nuestra historia les
asegura a los dominicanos que tenemos un corazón libre de oídos. No espere
nadie el uso del oído mientras estamos gobernando. Nosotros estamos aquí con
la decisión de trabajar, no de odiar; dispuestos a crear, no a destruir; a
defender y a amparar, no a perseguir. Pongamos todos juntos el alma en la
tarea de acabar con el odio entre los dominicanos como se acaba con la mala
yerba en el campo que va a ser sembrado; pongamos todos juntos el alma en
la tarea de edificar un régimen que de amparo a los que nunca lo tuvieron, que
de trabajo a los que buscan sin hallarlo, que de tierras a los campesinos que la
necesitan, que de seguridad a los que aquí nacen y a todos los que erran por el
mundo en pos de abrigo contra la miseria y la persecución.

El mundo en que vivimos parece estar lleno de soberbia y de odios; pero


cuando entramos en el con la mirada limpia del que no tiene amarguras,
hallamos que millones y millones de personas trabajan en silencio por un
mañana mejor. Nosotros los dominicanos debemos unirnos a esa legión de
hombres y mujeres que marchan hacia el porvenir, porque si a la criatura de
Dios no le fue dada la facultad de rehacer su pasado, le fue dada en cambio la
de forjar su porvenir. Y el de los pueblos es obra de sus hijos más que de sus
padres, de los que viven y de los que van a vivir, más que de aquellos que
rindieron su tarea y se marcharon con los siglos. La otra buena de los muertos,
como su obra mala, es propiedad de la historia; pero la obra buena del porvenir
es el fruto de las buenas intenciones y de la capacidad para convertirlas en
hechos.

Estatua del Porvenir

Y nosotros tenemos que convertir en hechos nuestros buenos deseos. Los


pueblos dignos, como los hombres con estatura moral, buscan dar, no recibir;
buscan ayudar, no pedir ayuda. Si debido a la desgracia que nos abatió durante
treinta y dos años hemos tenido que ir por el mundo democrático en solicitud
de ayuda, no debemos acostumbrarnos a vivir de ella. La hemos recibido, y la
agradecemos con lealtad, como saben agradecer los bien nacidos. Pero
preparémonos a bastarnos a nosotros mismos, levantarnos con nuestras
fuerzas, a labrar la estatua de nuestro porvenir con manos dominicanas. Así
como hubo una época en que demócratas de este país debían andar por el
mundo con la frente abatida de vergüenza, así hagamos ahora de tal manera
que los demócratas de América levanten la cabeza asombrada para ver como
en esta tierra los mismos que antes padecieron la tiranía edifican un hogar para
la dignidad, para la libertad, para la abundancia y la cultura.

Nada se obtiene de un día para otro; el mismo Dios según se lee en Génesis,
tardó seis días en crear el mundo y en poblarlo de seres vivos, de árboles y de
luz, pero todo se logra con el trabajo, con la persistencia y con la fe. Fe y
persistencia tuvieron los que establecieron esta República Dominicana en un
pedazo de isla y con un pueblo tan mínimo como un sietemesino entre las
naciones; fe y persistencia tuvieron los que se lanzaron a la guerra, hace ahora
cien años, para conquistar la soberanía perdida; fe y persistencia tuvieron los
que lograron que nuestro país volviera a ser libre en 1924; fe y persistencia
tuvieron los que lucharon hasta abatir la tiranía. Sin la persistencia y la fe de
unos y otros, si su coraje y martirio, hoy no estaríamos reunidos aquí, por eso
es justo que en estos momentos volvamos el pensamiento a ellos y les demos
gracias con la devoción de hijo por la madre que lo llevó en el seno; pues los
héroes de la libertad son como las madres de los pueblos, y como las madres
les debemos respeto y amor.

Así como nada se obtiene de un día para otro, nada se obtiene de un día para
otro, nada se obtiene sin luchas. Debemos luchar contra los obstáculos que
tiene la República en su camino. Los próximos meses serán de freno para
muchos, porque estamos en el caso de evitar que las finanzas nacionales se nos
desplomen a causa de gastos sin control. Pero vivimos en un país de grandes
riquezas, que vende más de lo que compra, y si los dominicanos colaboran con
el gobierno en el propósito de no hacer gastos innecesarios, podemos vernos en
poco tiempo si limitaciones para el uso de divisas extranjeras. Así mismo, si
ustedes, senadores y diputados, trabajan con tesón, como estamos seguros de
que lo harán, para aprobar las medidas que le permitan al gobierno para hacer
la reforma agraria y disponer de los medios indispensables para ampliar la
producción agrícola, estaremos en capacidad de evitar la inflación que nos
amenaza.

Nuestro país es rico y nuestro país es inteligente. Tenemos una tierra fecunda y
gente que desea trabajarla. En otros países de América los latifundios mayores
se hallan en manos privadas, pero aquí las fincas más extensas son bienes del
Estado. Vamos a juntar al hombre con la tierra, al inteligente hombre
dominicano con la rica tierra dominicana, y estemos todos seguros de que eso
se hará o no habrá democracia en este país.

Los dominicanos comenzamos hoy a ser actores de nuestro drama y América


entera está ahí, sobre el Continente, como espectadora anhelante. Trabajemos
por nuestro pueblo y por América. Trabajemos con tesón y con humildad. Este
día de Juan Pablo Duarte, de Francisco del Rosario Sánchez, de Ramón Matías
Mella, a cuya memoria ofrendamos este acto es también, por azar del destino,
miércoles de ceniza, al tiempo que se les hace la cruz en la frente, los fieles
oyen las palabras eternas: “Recuerda, hombre, que polvo eres y en polvos te
convertirás”.

Todos seremos polvo algún día; y de nosotros quedará el recuerdo sólo si le


damos a este pueblo y a la América lo que el pueblo dominicano y la América
esperan de nosotros.

Tesón y Humildad

Tesón para la lucha y humildad para recibir la opinión de los adversarios y el


juicio de la historia, es lo que les ofrecemos a ustedes, visitantes ilustres que
han tenido la bondad de venir a testificar que en la República Dominicana están
haciendo una democracia; a ustedes representantes de Gobiernos amigos que
nos dan el respaldo de su presencia; a ustedes, señores senadores y diputados
traídos a esas altas funciones por la voluntad popular, a ustedes, dominicanos
de las ciudades y los campos, razón de ser de toda nuestra lucha, objetivos de
tesón y depositarios de la humildad que estamos ofreciendo.

Además de eso, ustedes, los visitantes, cuenten con el cariño de este pueblo.
Observen que con traje civil o con traje militar, todos los dominicanos los miran
con afecto, y recuerden que, con traje civil o militar, todos acudieron, cada una
dentro de sus funciones, a garantizar la libertad de hombre y mujeres de esta
tierra para votar según su conciencia. Todos ellos, pues, pueblo uniformado en
las Fuerzas Armadas y pueblo con su ropa de trabajador o campesino o clase
media, dieron el ejemplo inesperado y a ellos y a ustedes el motivo para
reunirnos hoy bajo este cielo de un pedazo de América.

Don Rómulo Betancourt, don Ramón Villeda Morales, don Francisco Orlich, don
Lyndon Johnson, don Alexander Bustamante, don Luis Muñoz Marin;
excelentísimos representantes diplomáticos de países amigos; profesores,
escritores, poetas, periodistas, líderes políticos que nos visitan; amigos que han
venido de lejos para acompañarnos a esta solemne; a todos ustedes, los que
gobiernan pueblos, los que los representan y los guían, los que los embellecen
con sus obras, a todos les damos la bienvenida más cordial y a todos les
pedimos que de regreso a sus patrias lleven y difundan las palabras con que
vamos a terminar este discurso:

“Mientras nosotros gobernemos, en República Dominicana no perecerá


la libertad”

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