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SESIÓN XIII

LA EXPERIENCIA DE LA GRACIA EN LA VIDA


CONCRETA DEL HOMBRE

En la vida concreta del hombre, puede realmente tener experiencias de la Gracia, que
llegan en el momento oportuno, que llegan a parecer experiencias no tan satisfactorias, pero
que al final llevan la pedagogía de Dios, siendo una de las maneras en que se puede
experimentar. El meditar y reflexionar sobre estas experiencias son de mucha utilidad para la
vida diaria y para poder motivar a las demás personas en su caminar, sabiendo que Dios está
en todo el proceso, desde el inicio hasta el fin, pues la Gracia es lenta, lentísima, pero llega
en el momento que es necesario llegar.

1. Cuestiones en relación a la experiencia de la Gracia

De la experiencia de la Gracia no puede hablarse para saber, sino para ayudar, o en todo
caso, para cantar. Es posible que uno de los grandes fallos de la Teología postridentina de la
Gracia sea la negativa a abordar el tema de la experiencia de la Gracia, o que ya estaba
definitivamente saldado o dicho negativamente: no hay ni puede haber experiencia de
Gracia1.

Es posible un peligro, que lo Sobrenatural sea comprendido como totalmente ajeno a la


naturaleza e indiferente para ella. Si algo está sobre-lo-natural, parece que de ninguna manera
puede ser alcanzado, de lo contrario ya no estaría por encima de lo natural. Pero, algunas
veces es preciso intentar hablar de aquello de lo que no se puede hablar: aunque sea
balbuciendo, con gestos, con símbolos, con poesía y con enormes riegos de deformación. La

1
Cfr. J. I. GONZÁLEZ FAUS, Proyecto de hermano, 691.

1
experiencia de la Gracia no es una experiencia de cosas, contenidos, porque los lugares
teológicos cristianos son la cruz de Jesús y el sufrimiento de los inocentes 2.

De concebir la Gracia como algo inexperimentable, entonces la experiencia de Dios queda


totalmente eliminada del acto de fe, esta fe sin experiencia espiritual ya no podrá fundar una
Iglesia-Comunión: la Iglesia irá siendo algo cada vez más jurídico. La Teología se convierte
en una pura ciencia abstracta que maneja y combina conceptos, que puede ser hecha de igual
competencia por un ateo3.

Aunque Dios es inexperimentable (Jn 1,18: “nadie lo ha visto nunca”) y la acción de Dios
en nosotros es tan profundamente nuestra que no se distingue de nuestra misma acción, ésa
es la forma discreta de dar que tiene Dios4.

1.1. Camino para la comprensión de la Gracia

La experiencia de la Gracia es real, pero al hablar de ella, no puede eludirse totalmente el


riesgo de falsificarla y hablar de la propia psicología, pues se habla de algo que no es
experimentado como Gracia, sino como lo que también es, un fenómeno en el propio
psiquismo. La contemplación no consiste en mirar a Dios, sino en mirar el mundo con los
ojos de Dios. Mirar al mundo con esos ojos, como al amar el mundo con el amor de Dios,
uno percibe algo de esos nuevos ojos y de ese nuevo amor5.

El don de Dios no se experimenta como una cosa, sino junto con otras cosas, para sugerir
la experiencia de la Gracia ha sido frecuente el recurso a dos vías: vía ética y vía mística. Vía
ética es la que percibe más el aspecto de fuerza y la posibilitación que aporta el don de Dios;
casi toda la vida humana en el horizonte profético de la justicia y de la fraternidad. Vía mística
es el aspecto de juego y de transformación; sitúa toda la vida humana en el horizonte
agradecido de la gratuidad y de la filiación. La ética sin danza se convierte en fariseísmo y la
danza sin ética se convierte en egoísmo6.

2
Cfr. J. I. GONZÁLEZ FAUS, Proyecto de hermano, 692-693.
3
Cfr. Ibíd., 694.
4
Cfr. Ibíd., 695.
5
Cfr. Ibíd., 696-697.
6
Cfr. Ibíd., 700.

2
Haber callado, obedecido, perdonado, haber cumplido un deber, etc., estas experiencias si
se han tenido, dice Rahner es que se ha tenido la experiencia del Espíritu. Cuando estas
conductas no se adoptan para evitar disgustos, ni para recibir agradecimiento. Cuando le
bañan las aguas de la paz, del gozo, del consuelo, cuando el hombre se ha sido alcanzado por
el océano de la Gracia7.

2. El hombre, ser abierto a la Trascendente

El hombre no es un ser encerrado en sí mismo, sino un sujeto religado que constantemente


busca, pregunta, opta, e cuestiona para no quedarse en las respuestas inmanentes, de ahí que
su apertura apunta hacia lo no conseguido, hacia lo absoluto, lo infinito, lo último, lo
trascendente Afirmar que el hombre es un ser abierto, es afirmar que es un sujeto activo y no
un puro receptor en su conocimiento cotidiano, de ahí que se hable del homo capaz Dei por
su capacidad receptiva y su deseo de Dios, por eso la apertura del hombre al trascendente es
calificación fundante y fundamental de la existencia humana que lo convierte en movimiento
abierto al futuro, que se expresa en tres respuestas: la resignación, la desesperación y la
esperanza8.

No basta hablar de trascendencia, sino que debe vivirse. El punto de partida que hace al
hombre capaz de autodescubrirse como radicalmente abierto es el sentido de la experiencia:
La realidad, algo sentido y vivido y que asume todo lo que existe: cosas, sentimientos,
pensamientos, reacciones. Asume 4 constataciones: constatación, conocimiento vivido,
experimentación y conocimiento habitual9.

El hombre a través de la búsqueda de un sentido último y definitivo se autodescubre como


un sujeto libre que actúa en la historia: libre, pues es capaz de reflexionar para elegir;
histórico, pues la elección libre la realiza en y a través de la historia. El hombre se
experimenta como un sujeto siempre abierto al futuro y en búsqueda del valor último de la
experiencia histórica radical que se expresa de forma máxima en las tres grandes cuestiones
del sentido de la vida: por el amor; el mal y la muerte; por el futuro10.

7
Cfr. J. I. GONZÁLEZ FAUS, Proyecto de hermano, 701.
8
Cfr. S. PIÉ-NINOT, La Teología fundamental¸167-168.
9
Cfr. Ibíd., 168.
10
Cfr. Ibíd., 172.

3
La apertura dinámica se convierte en condición de posibilidad humana para poder llegar
a su plena respuesta y realización en la esperanza, sólo es posible gracias a la revelación
gratuita de Dios en Jesucristo11.

3. Sentido de la vida humana

En el hombre surge la pregunta sobre el sentido de la vida y una que es muy importante
¿tiene sentido vivir? Para esto es importante diferenciar entre tener sentido y darle sentido a
la vida.

Tener sentido lleva a buscar el si tiene un porqué si tiene una causa eficiente, si es
inteligible, cuestión respecto a su verdad. Por su parte, dar sentido lleva a preguntarse para
qué, una causa final, si tiene un fin, es la cuestión respecto a la libertad. Que la existencia
humana tenga sentido quiere decir que lleva en sí estructuras ontológicas que la hacen
inteligible. Dar sentido quiere decir comprometer la libertad en el cumplimiento. Tener
sentido es anterior al dar sentido porque funda las condiciones necesarias para que el hombre
pueda comprometerse responsablemente12.

3.1. Tener sentido

Entre las estructuras ontológicas de la vida humana que constituyen su tener sentido
encuentran puesto privilegiado la libertad y la conciencias: la vida del hombre tiene sentido
porque es libre. Tener sentido indica racionalidad, inteligibilidad, verdad. No se trata sólo de
actos, sino de una estructura ontológicas constitutiva de la persona13.

¿Cómo tiene sentido la vida humana si le es congénito el sufrimiento y está destinada a la


muerte? Se ve a la muerte como una dimensión intrínseca de la vida, no puede verse como
algo que llega sólo al final de la vida, sino que está presente en cada instante, porque la
muerte muerde cada acto de la vida, así los dos procesos son indivisibles, sin que hay sin
embargo dependencia, por lo que. la muerte es una estructura de la existencia humana 14.

11
Cfr. S. PIÉ-NINOT, La Teología fundamental, 172.
12
Cfr. R. LUCAS LUCAS, Horizonte Vertical, 76-77.
13
Cfr. Ibíd., 77.
14
Cfr. Ibíd., 78-79.

4
La certeza de no deber morir anularía la vida, le haría perder atractivo e interés. El hombre
muere y quiere morir porque sabe que su fin no es el tiempo. En caso de no morir, el espíritu
perdería su dignidad, sería condenado a la perpetuidad temporal. No es posible sostener que
la vida tiene un sentido sin la afirmación de la inmortalidad personal como estructura
intrínseca de la existencia humana15.

3.2. Darle sentido

El sentido de la vida no se inventa, sino que se descubre; no es dado sino encontrado. Se


descubre lo que existe y se da lo que se posee. Si se niega el sentido de la vida es porque no
se ha encontrado. Dar sentido, quiere decir tener la capacidad y saber distinguir la verdad de
la falsedad, lo esencial de lo que no lo es, lo que tiene sentido de lo que no lo tiene16.

Dar sentido quiere decir voluntad de sentido, que la vida sólo es explicable si se admite
que el hombre tiende genuinamente a descubrir un sentido en su vida y a llenarlo de
contenido. La voluntad de sentido impulsa al hombre a la búsqueda de sentido. El amor es el
sentido de la vida, el hombre está hecho por amor y para el amor; el amar quiere decir dar
sentido a la propia existencia y a la de los demás; por eso el suicida proclama que si su vida
no tiene ningún sentido, no vale la pena seguir viviendo, sin esperanza, sin sentido, la vida
es insoportable17.

3.3. Sufrimiento y sentido de la vida

Para entender el misterio del hombre, uno de los senderos es la via doloris. El hmbre ante
el sufrimiento siempre busca suavizarlo e incluso eliminarlo; pero la realidad es que el
sufrimiento es un mal, que tiene la función pedagógico-salvífica, ya que sirve para descubrir
y realizar otros valores. La experiencia presenta el dolor como algo negativo, el sentido
depende de la actitud del sujeto ante él, no se trata de cambiar la situación sino de asumir
actitudes adecuadas y coherentes con la situación misma18.

El sentido del sufrimiento no está en el sufrimiento mismo, sino en los planteamientos que
se asumen para superarlo o vivirlo con aceptación madura, depende de circunstancias

15
Cfr. R. LUCAS LUCAS, Horizonte Vertical, 79.
16
Cfr. Ibíd.,80.
17
Cfr. Ibíd., 80-81.
18
Cfr. Ibíd., 89.

5
externas como la familia, los amigos, el trabajo, la sociedad. La actitud de ver lo positivo, el
amor que ahorra al amado sufrimiento cargándolo en sí; no es esconderse ante la realidad y
fingir no ver, sino consiste en ver la realidad de forma objetiva19.

El sufrimiento ofrece al hombre la posibilidad más elevada de dar sentido a la vida; Dios
permite el mal no para sacar de él un bien sino para defender el bien de la libertad humana y
los valores que dependen de ella. El dolor profundiza y excava la conciencia, vaciándola de
todos los objetos de preocupación o de divertimiento que hasta entonces bastaban para
llenarlas. El sufrimiento transforma el mundo y la percepción de él, rompe el ritmo habitual
de la existencia, introduce discontinuidad, y plantea nuevos retos, sometiendo a prueba a la
persona20.

El hombre es por naturaleza crepúsculo, limitado, el sufrimiento lo hace tomar conciencia


de modo trágico de su limitación y lo impulsa hacia el Todo regenerando al hombre; se genera
por la experiencia de la finitud y de la insatisfacción existencias y a su vez genera la esperanza
de ser que aspira al todo. El dolor es la prueba definitiva de que se es real y hasta qué grado
se es real, no hay verdadero amor sino en el dolor, por eso se debe escoger entre el amor, que
es el dolor o la dicha. El hombre es tanto más hombre, esto es, tanto más divino cuanta más
capacidad para el sufrimiento tiene21.

El amor nos dice que existimos, el dolor nos dice que existen aquellos que amamos, el
dolor nos dice que existe el mundo en que vivimos. El atroz dolor de la cruz hizo exclamar a
Cristo lo que ningún otro acontecimiento había podido en el curso de toda su vida “Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Sal 22,1). El dolor extremo, íntimo, es la revelación
más inmediata de la conciencia, es necesario conseguir la conciencia agónica para captar en
profundidad el misterio del ser humano. El hombre se encuentra así mismo, su propia
humanidad, su propia dignidad y su propia misión, por esto el dolor es constitutivo de la vida
humana y signo de autenticidad22.

19
Cfr. R. LUCAS LUCAS, Horizonte Vertical, 89-90.
20
Cfr. Ibíd., 92-93.
21
Cfr. Ibíd., 96-97.
22
Cfr. Ibíd., 100-101.

6
4. Experiencia de la Gracia

La experiencia habrá de tener formas diversísimas, la Gracia puede estar actuando allí
donde el Señor le ha abstraído su mucho hervor, crecido amor y gracia inmensa, y en cambio
puede no estar actuando donde el hombre se cree bañado en consuelos celestiales. Puede
haber (y hay) Gracia sin experiencia, y experiencias que no sean Gracia23.

4.1. Superposición de exigencia y gratitud

Una ley que es general: Dar verdadera alegría y gozo espiritual quitando toda tristeza y
turbación. Pero surge la pregunta, ¿Cuál será la verdadera alegría?

La experiencia de la Gracia se da cuando creemos percibir la coincidencia o la identidad


entre ambos elementos, o cuando abstraemos de nuestra compleja gama cotidiana de datos
aquellos momentos en que esa coincidencia se ha apuntado. Los momentos en que el hombre
experimenta la identidad entre libertad y amor, son en lo que ha vivido su libertad como
amante y su caridad como liberadora. Cuando se percibe que la relación humana se decanta
de ser: fraterna, amistosa, respetuosa y en apuesta por el otro y se hace porque sí, quien hace
esta u otra experiencia aprende: dicha experiencia es inapelable que se le impone sin forzarle
y no necesita imponérsele porque le identifica; aquello es lo más gratuito de su vida, hay
Alguien que por ahí entra en él, se siente más movido a agradecerla con asombre que
atribuírsela como obra propia. Esto es alegría verdadera24.

Lo que se calificaba con el título puede ser reencontrado en San Juan de la Cruz, en el
lenguaje de la nada y de la boda o del amor. La noche oscura sea precisamente la noche
dichosa, noche sin luz ni guía sea la noche que guiaste y por tanto, que para venir a tenerlo
todo haya que ir por no tener algo en nada. El hombre se abre a una experiencia de la Gracia
de Dios allí donde percibe la superposición de ética y la danza, allí donde se acercan, hasta
casi coincidir, las dos experiencias25.

23
Cfr. J. I. GONZÁLEZ FAUS, Proyecto de hermano, 706.
24
Cfr. Ibíd., 707-708.
25
Cfr. Ibíd., 708-709.

7
La experiencia de Gracia debe hacerse con contención, como probabilidad, porque el
teólogo porque esa experiencia puede aumentar fundadamente la capacidad de riesgo y
entrega de la humanidad del hombre La experiencia de Gracia es siempre ambigua, porque
sólo se da como experiencia concomitante26.

4.2. Mediaciones intactas

La Gracia no destruye la naturaleza; el hombre transformado por la Gracia sigue siendo


el mismo hombre. Cuando el hombre se encuentra ante la llamada del amor, no recibe las
mediaciones de aquella llamada; el amor sólo se ofrece, no dice, no concreta, puede despertar
reacciones que serán insensatas. El amor no da sus propias mediaciones; por eso el hombre
habrá de ir aprendiendo a encontrar los caminos de realización de ese amor nacido en él27.

La experiencia de Gracia no coincide con el conocimiento, el conocimiento puede


acompañarla, pero se necesita la experiencia, un ejemplo es San Pablo que conocía la Ley y
los profetas, sólo le falta la experiencia de Cristo. La Gracia no es temática, de contenido o
cognoscitiva; es más bien algo que acompaña a todo eso. La experiencia de Gracia no
resuelve nada, lo deja todo por resolver28.

Los medios de manifestación son prestados y este detalle se repite en otros testigos, la
Gracia no se crea de la nada sus medios, sino que informa o se incultura en los que suministra
el medio ambiente, aunque poco a poco puede ir configurándose o adaptándose o purificando
esas mediaciones29.

La experiencia de Gracia no da información sobre Dios: coexiste discretamente con la


plena razón que dan de sí los diversos sucesos en su entramado histórico, social o psicológico.
La Gracia es gratuita, aunque es posible detectar una especie de dirección que parece haber
llevado todo hacia una determinada meta, un objetivo (fundación de la compañía) el cual
tampoco es, sino simplemente la mayor cercanía de Dios30.

26
Cfr. J. I. GONZÁLEZ FAUS, Proyecto de hermano, 709.
27
Cfr. Ibíd., 711.
28
Cfr. Ibíd., 713.
29
Cfr. Ibíd., 714.
30
Cfr. Ibíd., 715.

8
5. Pistas pastorales

Es indispensable tener en cuenta la vida del hombre tocado por la Gracia, independiente
de las situaciones. El ser pecador perdonado lo manifiesta, que tenemos una experiencia
aunque sea lentísima, es un proceso de la Gracia que se está viviendo, puede ser una medicina
para las personas; porque incluso en el dolor se le puede encontrar el sentido, en un momento
de mucho sufrimiento, que no se entiende el porqué.

Tomar encuneta y prestar mucha atención en el conocimiento de las personas sobre la


muerte, que la observen como parte de la vida y puedan ver en el sufrimiento, cambiando la
actitud, que tiene un sentido y que se debe darle un sentido. Aun en el sufrimiento, en
situación concreta está el sentido de la vida, la Gracia es un proceso que se va desarrollando
en la historia personal y llega en el momento oportuno. Para esto puede ayudar haciendo una
cultura del amor que refleja Cristo, porque es el que le da sentido a la existencia, la
experiencia del amor está en los ámbitos de la vida. Hacerlo presente en temas, pláticas con
los jóvenes.

Mostrar a las personas que puede haber Gracia sin experiencia y experiencia sin Gracia.
Muchas veces se cree que cuando todo está bien se ve como algo de Dios y muchas veces
resultan no ser experiencia de Gracia. El narcotráfico visto como una bendición de Dios; hay
gente que vive bien y piensa que la experiencia de Gracia no está en la vida ordinaria, siendo
en la vida, en la historia de la persona donde la Gracia actúa.

El punto de partida intermedio y llegada, siempre va a ser el punto de sufrimiento en la


cruz de Cristo, en el sufrimiento el sentido de su propio sufrimiento, en su muerte el sentido
de la propia muerte. Quitar el sentido matemático, le doy a Dios para que me dé, si me va
bien es porque Dios me bendice. El sufrimiento para que ahí se muestre la Gloria de Dios.

Alumno: Juan Daniel Ojeda Calderón

Asesor: Pbro. Lucio Vieyra Vieyra

Fecha: 8 de diciembre de 2023

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