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PERSONA COMO SER TRASCENDENTE.

El concepto de persona prácticamente es un concepto filosófico que expresa la


singularidad de cada individuo de la especie humana.

El hombre cuando empieza a preguntarse por las cosas que existen a su


alrededor, quiere saber quién es el en realidad, para donde va, e donde viene y
cuál es su misión en el mundo, es decir encontrar el sentido a su existencia,
dándose una ubicación en el mundo, saber si todo lo que tiene a su alrededor
tiene sentido, o es solo una promesa que nunca se puede realizar.

Las personas no son realidades estrictamente experimentales, como son los


objetos, aunque no son experimentales no podemos decir que no sean
experienciales, es decir la persona puede tener una experiencia pero pueda que
no trascienda hacia hasta que el hombre empieza a preguntarse por las cosas
que existan a su alrededor

En este sentido, las personas no son realidades estrictamente experimentales, como lo son los
objetos cósicos; aunque del hecho de no ser experimentales no podemos deducir que no sean
experienciales. Puedo tener experiencia de una piedra lo quiera ella o no, pues ella no puede ni
querer ni dejar de quererlo. Pero puedo tener experiencia del otro no sólo en la medida en que
trasciendo hacia él, sino también en la medida en que él me El hombre desde que empieza a
preguntarse por las cosas que existen a su alrededor, quiere saber quién es él en realidad. Paradonde
va, de donde viene y cual es misión en el mundo. Es decir, lo que más necesita es encontrar un
sentido a su existencia, ubicarse en el mundo. Saber si todo tiene un sentido, o en cambio es sólo
una promesa que nunca se realizara.

Se ha preguntado qué hay después de la muerte, si hay otra vida fuera de esta, si hay un ser supremo
y si vale la pena luchar por alcanzarlo y estar con él; y claro ha escuchado diferentes respuestas.
Unas positivas, otras nada más materializadas, como aquellas que hemos escuchado muchas veces
de grandes filósofos como: no existe más dios para el hombre que el mismo hombre como lo decía
Feuerbach. O que el hombre es sólo un cuerpo viviente como lo expresó Nietzsche. Sin embargo ha
habido pensadores que han visto en el hombre un ser grande dotado de razón y que por lo tanto no
es meramente materia, sino que está llamado a trascender, a la inmortalidad como lo expresaba
Kant.

En la historia del pensamiento la intelección de la persona ha fluctuado dialécticamente entre la


acentuación de su sustancialidad (siguiendo a Boecio) o poniendo el acento en la constitución de
la misma en el /encuentro interpersonal (como hace el pensamiento dialógico). Quienes acentúan
lo primero pretenden zafarse de la disolución de la misma en el abanico etéreo de sus relaciones;
quienes ponen el acento en lo relaciona) huyen de considerar a la persona como algo cósico. Pero
privilegiar la yoidad en detrimento de la trascendencia, es caer en un error, como también lo es la
acentuación contraria. Por eso, en la manifestación de la persona en el encuentro trascendente de
sí, hay que afirmar simultáneamente su yoidad. En el encuentro, la persona se descubre como tal
al descubrir a su /prójimo; pero no podría darse dicho encuentro, si este es verdaderamente
interpersonal, si previo al mismo, de alguna manera, no fuera ya cada cual un sujeto personal
autoposesivo. Se trata de una especie de círculo ontológico personalista. El encuentro sólo puede
tener lugar entre personas libres. Si no fueran libres y paritarias en dignidad, el encuentro sería
desigual y no sería verdadero encuentro, pues este, por su propia constitución, sólo puede
acontecer en condiciones de igualdad entre sus protagonistas. Con una piedra puedo tropezar o
no, pero nunca me podré encontrar con ella. Téngase en cuenta que el encuentro es,
normalmente, la realidad más cotidiana de la persona: por todas partes asistimos a congresos,
reuniones, convivencias, etc., expresiones, todas ellas, de encuentros cara a cara interpersonales,
aunque no todos adquieren el mismo grado de intimidad, pues es obvio que no todos los
encuentros interpersonales tienen las mismas características de sublimidad. Es decir,
normalmente, a mayor número de participantes se establece un menor nivel de intimidad
interpersonal; la prueba está en que no es la misma relación la que se establece entre los miles de
personas que gritan enfervorecidas en un estadio de fútbol que la que se establece entre dos
amigos que se cuentan sus intimidades. En este sentido, las personas no son realidades

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