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El Giro Antropocéntrico en La Escatología Cristiana, Betemovil Castrillón
El Giro Antropocéntrico en La Escatología Cristiana, Betemovil Castrillón
Sin lugar a dudas, la teología liberal del siglo XIX le dio un impulso definitivo a la
escatología cristiana y la puso en el centro del debate teológico, luego de haber vivido horas
bajas en las que se le llegó a reducir a una simple física del más allá. Partiendo de los criterios
de la utilización rigurosa del método histórico-crítico, de la relativización de la tradición
dogmática eclesial y de una lectura ética del cristianismo,1 esta teología revaloró el carácter
central de la categoría Reino de Dios en el anuncio del Jesús histórico y, con ello, le otorgó
una perspectiva histórica a la escatología cristiana.
Sin embargo, los horrores que trajo consigo la Primera Guerra Mundial y las posturas de
un grupo de teólogos liberales alemanes a favor de la política de guerra del emperador
Guillermo II, provocó una respuesta crítica de las nuevas generaciones de teólogos ante la
reductiva perspectiva objetivista del método científico y ante la fe ingenua en la ideología de
progreso que estaban a la base de la teología hecha por estos teólogos liberales.2
1
Gibellini, La teología del siglo XX, 22.
2
La crítica a estas posturas de los teólogos liberales y a la teología liberal como un todo, se puede encontrar en
los escritos de teólogos de inicios del siglo XX, como Karl Barth (La epístola a los Romanos – 1919; “Quince
respuestas al profesor Von Harnack” - 1923) y Rudolf Bultmann (La teología liberal y el más reciente
movimiento teológico - 1924; Historia y Escatología - 1957).
revelación de Dios; en este caso, el valor existencial, personal y relacional del mensaje sobre
las últimas cosas que está en el corazón del texto sagrado.
Por otro lado, como hijos de su tiempo, gran parte de los exégetas liberales tenían a la
base de sus interpretaciones bíblicas, y de su misma vida cotidiana, una ingenua creencia
utópica en el progreso humano. La revolución industrial, los avances en todas las ramas de
la ciencia, los avances en técnica y en las comunicaciones, generaban un entusiasmo
inusitado que permitía creer que la sociedad humana caminaba, a pasos agigantados, hacia
una sociedad perfecta, que le permitiría construir así un cielo en la tierra. En esta línea de
pensamiento, los hechos del Jesús de los Evangelios eran interpretados desde una perspectiva
moderna que los reducía a acciones propias de una ética individual y racionalista que estaba
orientada a un simple progreso histórico. Con lo que esta perspectiva vendría a generar
escisiones y cuestionamientos teológicos acerca de las relaciones entre escatología cristiana
y las futurologías históricas.
En ese texto Barth afirmaba que el método histórico-crítico se limitaba a preparar a los
teólogos a la comprensión del asunto central del que trata la Sagrada Escritura. Sin embargo,
ese asunto no es el Reino de Dios, como lo presentaban los teólogos liberales, sino la
revelación de Dios como el totalmente Otro;3 Un Dios al cual no se accede mediante la
recopilación de datos objetivos en el texto sagrado, sino mediante la persona de Jesucristo y
gracias a la justificación lograda por Él. Emerge así, desde este autor, una relación dialéctica
entre Dios y mundo: Dios es Dios en sí, en cuanto es Dios para el mundo; y, si bien, para el
mundo hay una línea infranqueable que le impide llegar a Dios, la revelación muestra que
este mundo es el lugar amado por Dios y que el encuentro entre Dios y el mundo si es posible,
pero solo se da en su Palabra, Jesucristo.4 A partir de esta dialéctica barthiana, la teología
deviene en Cristología.
Luego, lo valioso del aporte de Barth fue que introdujo una ruptura epistemológica con la
racionalidad con que se elaboraba la teología de la época, la liberal, generando así una nueva
manera de acercarse a la teología cristiana. El punto de partida de la teología del siglo XX ya
no sería simplemente un dato empírico, una realidad objetiva, sino una decisión de fe por la
persona de Jesucristo. Y, si bien, en cuanto compete a este curso, Barth no alcanzó a elaborar
una escatología, como tratado completo, en su gran obra Dogmática Eclesial, si logró dar
unas pautas de lo que algunos denominan escatología supratemporal.5
3
Gibellini, La teología del siglo XX, 23.
4
Dembowsky, Karl Barth, Rudolf Bultmann, Dietrich Bonhoeffer, 15-45, 1976. Citado por Gibellini, Ibid.,
36-37.
5
Alviar, “Boletín de Escatología”, 234.
En términos escatológicos, la muerte humana, para Barth, devela un hiato radical entre
Eternidad y Tiempo. Lo definitivo y lo temporal se presentan en una relación dialéctica en la
que las propiedades de la primera son reveladas en las limitaciones de la segunda y en las
que los fines de la segunda deben ser orientados por el Espíritu de Cristo, presente en la
primera.
En una escatología tradicional de distinción entre dos eones, uno eterno y otro temporal,
el segundo eón es considerado un tempus formandi del primero;6 un tiempo de formación en
camino a la vida definitiva, el cielo, que está orientado principalmente por una moral de tipo
individual.
6
Alviar, “Vida eternal y vida terrena”, 405.
7
Hunsinger, “Karl Barth and Liberation theology”, 252-254.
palabras, no se opta por el oprimido y por el marginado por su valor en sí, sino que se opta
por ellos porque es Dios quien lo ha hecho primero y nos sigue invitando a hacerlo en los
caminos de la historia.
Surge así, una teología que, en perspectiva cristocéntrica, se presenta como una crítica a
la manera como las ideologías, y sus sistemas políticos y económicos, pretenden erigirse
como fines en sí mismos, justificando una forma moderna de sacrificialidad humana. La
teología de Barth tendrá, entonces, una escatología con un profundo compromiso social y
político que proviene de la presencia de lo definitivo en la historia: el totalmente Otro
revelado en la persona de Jesucristo.
Sería a partir de la teología dialéctica de corte cristocéntrico de Karl Barth que los teólogos
del siglo XX elaborarían sus propuestas teológicas en la línea de la defensa de los
planteamientos barthianos, siguiendo la metodología dialéctica de Barth o elaborando líneas
teológicas neo-ortodoxas, o en la línea de defensa de posiciones más antropocéntricas, de
corte existencialista, personalista y de praxis, centradas en el ser humano como sujeto y punto
de partida de la revelación.
Sin embargo, para el autor, de lo que sí podemos hablar es del momento escatológico, el
cual es revelado en la historicidad de la subjetividad de la existencia humana. De esta manera,
8
Dos libros de Bultmann nos pueden servir de referencia para considerar el doble movimiento teológico que
él realiza: Primitive Christianity (1956) y History and Eschatology (1954-55).
Bultmann circunscribe la escatología cristiana a la subjetividad de la existencia del individuo.
La existencia humana es el momento en el que el ser humano toma la decisión entre el pasado
y el futuro con el fin de vivir auténticamente. Luego, se niega cualquier tipo de objetividad
de la escatología más allá de la existencia humana.
Para Bultmann, las Escrituras ha sido escritas dentro de un marco mítico. La intervención
de poderes externos a este mundo, los eventos sobrenaturales y los milagros, la presencia de
ángeles y demonios, el fin del mundo de la apocalíptica judía, el futuro retorno de Cristo, el
evento de la redención por medio de un Dios hecho hombre, son mitos y, por tanto, es
importante desmitologizar los textos para poder mostrar la intención real del Nuevo
Testamento: la interpretación existencial de las Escrituras. De ahí, que se entienda las
desmitologización como un intento de reconstrucción de la naturaleza misma de la fe del
creyente.9 Es, a partir de este intento de desmitologización, que Bultmann sostiene que el
encuentro existencial entre Dios y el ser humano es la única realidad en la que el Kerigma es
revelado. Por tanto, solo podemos hablar de un acto de Dios en la medida en que estamos
hablando de la propia existencia como espacio de encuentro del acto de Dios.
9
Bultmann, Primitive Christianity, 86-93.
10
Reeves, “Rudolf Bultmann and Demythologization”,
http://a2philosophy.edublogs.org/files/2008/06/bultmann-and-demythologization.pdf (consultado el 21 de
Mayo de 2019).
Entonces, el Kerigma es el evento escatológico inaugurado en la proclamación de Cristo.
Pero no como un evento estático que se redujo a la historicidad de Jesús, sino que es un
evento que se renueva en el evento de cada nueva proclamación del kerigma. Se puede decir
que, para Bultmann, la escatología ha sido realizada en el Kerigma, pero sigue siendo
actualizada en la existencia de cada creyente a lo largo de su historia personal.
11
“The truth of Christianity, like that of any other philosophy or religion, is always a matter of personal
decision…”, Bultmann, Primitive Christianity, 11.
12
Según Bultmann, en Pablo siguen siendo importantes eventos como la Parusía, la resurrección de los muertos
y el juicio final de los vivos y de los muertos, mientras que en Juan se presenta una combinación entre la
escatología existencial (la vida eterna conseguida por la fe) y la Parusía (Juan 5, 20-30).
participación-liberación de este mundo. Mientras, que la concepción del evento escatológico
como sucediendo en el presente de la persona es revelado más radicalmente en el
pensamiento de Juan. Ya que Juan renuncia completamente a la expectativa de eventos
cósmicos futuros.
Escatología inaugurada:
La teología liberal, hija del pensamiento positivista del siglo XIX, compartía los criterios
hermenéuticos de los estudios históricos de la época. Para los exégetas liberales, lo
importante en la interpretación de los textos bíblicos era encontrar los hechos que estaban
detrás de los relatos bíblicos. Es decir, encontrar los acontecimientos fácticos que, como
realidad objetiva, deberían emerger a partir de una adecuada arqueología de dichos relatos;
con lo cual sería posible reconstruir la vida del Jesús histórico, más allá del ropaje de los
discursos teológicos que dificultaban el acceso a su figura. 13 Lo importante, desde la
perspectiva racionalista de esa teología, era retener los hechos históricos que pudiesen ser
avalados como tales por parte de la razón humana y, por tanto, conformes a las leyes de la
naturaleza. Sin embargo, a inicios del siglo XX ya empezaban a surgir las primeras críticas
a la teología liberal. En su obra, El secreto mesiánico en el evangelio de Marcos (1901), el
13
Illanes, Historia de la Teología, 306-308.
teólogo alemán William Wrede ya ponía en tela de juicio el carácter histórico del que, para
la época, era el texto insignia de acceso al Jesús histórico, el evangelio de Marcos. 14 Todo
texto evangélico es teológico y, de ahí, que fuese más difícil acceder a la historia, concebida
como ilación de acontecimientos y, por tanto, que se hiciese casi imposible acceder a la figura
del Jesús histórico.
Ya a mediados de los años 20 de dicho siglo, dos grandes teólogos de la época, Rudolf
Bultmann y Karl Barth, compartían una devastadora crítica a la hermenéutica de la teología
liberal, partiendo ambos de aquello que era lo que realmente debía buscar toda interpretación
de los textos bíblicos: encontrar la esencia del Cristianismo. Por un lado, Bultmann propone
una reorientación de los métodos histórico-críticos por medio de un nuevo método: la historia
de las formas. De acuerdo con este autor, si no se podía acceder al Jesús histórico, a lo que
sí se podía acceder era a otra historia, la historia de la tradición evangélica de las comunidades
que están detrás de los textos bíblicos, es decir, la historia de la creación de imágenes
religiosas de Jesús por parte de esas comunidades.15 A esta historia se podía acceder por
medio de una hermenéutica de desmitificación de las distintas formas, orales y escritas, que
se han utilizado en el proceso de elaboración de dichos textos, con el fin de realizar aquello
a lo que invita el Cristianismo: tomar la opción de cambiar de una vida inauténtica a una vida
auténtica.
Por otro lado, Barth parte de otro tipo de intención: restaurar, por medio de un nuevo
método denominado teológico,16 la Palabra de Dios que la teología liberal, con su orientación
historicista, había terminado ocultando. Para Barth, el principio que debe guiar la
interpretación de los textos bíblicos es la primacía de la teología sobre la historia. La exégesis
14
Como tesis central Wrede señala que el evangelio de Marcos trata de ocultar al lector el desconocimiento que
el Jesús histórico tenía de su carácter mesiánico utilizando el artilugio teológico del “secreto mesiánico”.
15
Bultmann, Primitive Christianity, 91-92.
16
Barth, Comentario a la epístola a los Romanos, (1922).
histórica, que tanto predominó en el siglo XIX, no se podía dejar de lado en la interpretación
de la Sagrada Escritura, pero debía restringirse a ser un simple preámbulo de lo
verdaderamente importante, la exegesis teológica. De tal manera, que la finalidad de los
textos, según Barth, es revelar una verdad de tipo absoluto. En el caso de los evangelios, que
Jesús es el Cristo enviado por el Padre. De esta forma, Barth termina generando una escisión
entre historia y teología que desemboca en una pérdida de interés por la exégesis histórica,
que termina perdiendo su valor, por sí misma.
17
Cullmann, “Les problémes poses par la méthode exégétique de 1'école de Karl Barth”, (1928).
18
Cullmann, Christus und die Zeit (Cristo y el Tiempo), 1946
esfera de lo metahistórico, la esfera de la revelación trascendente y objetiva de Dios sobre la
historia, lo definitivo, como lo último de la historia, pierde su relación con la realidad
concreta en que Jesús reveló el mensaje salvífico. En Bultmann, porque el tiempo histórico
en que fue revelado el mensaje evangélico es considerado un tiempo mítico, siendo el
mensaje kerigmático en la comunidad primitiva, extraído mediante la historia de las formas,
lo único que se puede saber acerca del cristianismo; con lo que, la escatología evangélica se
pierde, quedando esta reducida a la opción autentica que la persona, en su propia existencia,
hace por el kerigma.
19
Frisque, Una teología de la historia de la salvación, 48.
Con su paso por la historia, el ya de lo definitivo de la salvación cristiana, de las últimas
cosas sobre los seres humanos y la creación entera, ha iniciado de una vez y para siempre. Y,
al igual que la generación pospascual, los cristianos de hoy seguimos expectantes al todavía
no de la Parusía y del final de la historia.
Con miras a explicar pedagógicamente esta tensión escatológica ya/todavía no, Cullmann
trae a colación el ejemplo de la Segunda Guerra Mundial entre la batalla decisiva y la victoria
final: “El centro se ha alcanzado, pero el fin está por venir. Así, para servirnos de un ejemplo,
la batalla decisiva de una guerra puede tener lugar en una etapa relativamente temprana de
ésta y, sin embargo, las hostilidades pueden prolongarse por un tiempo indeterminado hasta
el Victory Day.”20 La batalla decisiva por la salvación del ser humano y de la historia ya se
ha ganado; sin embargo, la historia humana sigue esperando el desenlace definitivo que
advendrá en el todavía no del Victory Day.
20
Cullmann, Cristo y el tiempo, 69-70. Citado en: Gibellini, La Teología del siglo XX, 273.
El aporte de la teología de la historia de Cullmann a la escatología cristiana no se
circunscribió a afirmar la relación entre historia y teología en medio del debate entre la
teología liberal y la crítica a la misma por parte de Barth y Bultmann; su aporte también sirvió
para resolver la discusión planteada entre los seguidores de la escatología consecuente de
Albert Schweitzer y los de la escatología realizada de Charles Dodd. Para Cullmann, la
escatología que propone el Jesús de los evangelios no es simplemente una escatología futura
de corte apocalíptico, ni tampoco es una escatología presente que se reduzca a los tiempos
del Jesús histórico. La escatología cristiana es una escatología inaugurada. Es decir, las
tensiones escatológicas realizada y consecuente no son disyuntivas, sino que, al contrario,
son parte de una línea temporal de corte ascendente que se ha hecho presente en la historia,
de una manera plena, en el evento Cristo, pero cuyo desenlace final está dirigido hacia el
final de los tiempos, la parusía del Señor Jesús.
Sin embargo, y con el florecimiento de teologías inductivas de tipo contextual, cuyo punto
de partida es la realidad concreta de sujetos y comunidades que, de manera crítica, denuncian
la exclusión y explotación que padecen los débiles en y por fuera del sistema económico,
político y social actual, queda por analizar si, en términos de lo definitivo, estas teologías
empiezan a retar la concepción lineal histórico-transhistórico de lo salvífico presente en la
escatología inaugurada. Una inquietud que puede retomarse en la próxima unidad de nuestro
curso.