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El FMI no está antes que los derechos humanos

La tensión que genera la deuda externa sólo puede resolverse en favor


de las personas de carne y hueso, como los tratados avalan.

Rolando E. Gialdino
Secretario de la Corte Suprema de Justicia de la Nación con competencia en
Derechos Humanos

Los tratados de derechos humanos —en particular los de derechos


económicos, sociales y culturales— establecen para los Estados
que, como el nuestro, los han ratificado, la obligación de garantizar
la satisfacción de niveles esenciales de todos los derechos para
sus habitantes.

Sin embargo, en nuestro país, la capacidad para dar debida


respuesta a esa obligación se encuentra gravemente limitada por
los requerimientos que entrañan los compromisos asumidos
ante los organismos financieros multilaterales, en especial, el
Fondo Monetario Internacional.

Pero el debate que promueve esta tensión suele ser encarado


exclusivamente desde la perspectiva económica o política, con
olvido de los importantes aportes que el Derecho puede ofrecer y
que, esencialmente, provienen nada menos que del Derecho
Constitucional y del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos.

Es preciso recordar que a partir de la reforma de la Constitución


Nacional de 1994, los mayores tratados de derechos humanos,
tanto universales como regionales, tienen jerarquía
constitucional.

Ellos no sólo reconocieron un abanico de derechos para toda


persona —que amplió el ya previsto en nuestra Constitución—
sino que, a la par, impusieron diversas obligaciones a los Estados y
erigieron órganos internacionales con competencia para controlar
su cumplimiento.

Luego, la inobservancia de tales compromisos importa para la


Argentina una violación del tratado, de lo que resulta un acto
ilícito de cara a todo individuo sometido a su jurisdicción que sufra
agravio en sus derechos de jerarquía constitucional: a la vida, al
trabajo, a la alimentación, al vestido, a la vivienda, a la salud, a
la educación, a un ni vel de vida adecuado, a salarios
equitativos, a la seguridad personal... Y también de cara a la
comunidad internacional.

Más aún: el Comité que vigila internacionalmente el


cumplimiento, por parte de los Estados, del Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, y que resulta su
intérprete más autorizado en el plano mundial, ha insistido en que
las mencionadas obligaciones esenciales "son inderogables" y no
se extinguen en situaciones de conflicto o emergencia. "Un Estado
Parte —tiene dicho— no puede nunca ni en ninguna circunstancia
justificar su incumplimiento de las obligaciones básicas".

Ello explica que el Comité, al examinar el informe argentino, en


1994 y 1999, haya expresado sin rebozos que, no obstante las
dificultades económicas, la ejecución de los programas de ajuste
estructural ha "menoscabado" diversos derechos humanos de
la población, especialmente, de los grupos desfavorecidos, así
como que las normas que permiten reducir o no pagar las
jubilaciones invocando dichas dificultades violan el Pacto y
deben ser derogadas, para garantizar el "pago completo" de
aquéllas.

Y en esa misma dirección, resulta más que conmovedora la


conclusión del Comité de los Derechos del Niño sobre nuestro
país, expresada en 2002: "De diez muertes de lactantes, seis
podrían evitarse con medidas de bajo costo".

Ocurre que, al contrario de lo que suele predicarse con lamentable


frecuencia, es "en épocas de crisis cuando deben protegerse más
los derechos y cuando el Pacto adquiere verdadero significado", tal
como lo señaló a la representación argentina uno de los miembros
del Comité.

Por otro lado, el FMI, al igual que cualquier órgano de la ONU u


otro sujeto de derecho internacional, está sometido a la Carta de
aquélla, a los tratados internacionales y, muy particularmente, a los
fines previstos en su propio Convenio Constitutivo: facilitar la
expansión y el crecimiento equilibrado del comercio mundial,
contribuyendo así a alcanzar y mantener "altos niveles de
ocupación y de ingresos reales y a desarrollar los recursos
productivos de todos los países miembros como objetivos
primordiales de política económica".

Nadie podría sostener, al menos seriamente, que la Declaración


Universal de Derechos Humanos, que nos alumbra desde 1948, no
pesa sobre el FMI, cuando reconoce el derecho de toda persona "a
que se establezca un orden social e internacional en el que los
derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan
plenamente efectivos".

Se advierte, entonces, que la Argentina se encuentra obligada por


el derecho constitucional e internacional, a oponerse a toda
pretensión del FMI que, directa o indirectamente, la conduzca
a quebrantar sus obligaciones en materia de derechos
humanos.
A la vez, no podrá negarse que el FMI está obligado por el derecho
internacional, a clausurar toda pretensión que lleve a un Estado
a violar sus obligaciones en dicha materia, siendo quizás el
principal aludido por el Comité cuando afirma que los "actores no
estatales" que estén en condiciones de prestar asistencia y
cooperación internacionales habrán de "permitir" a los países en
desarrollo "cumplir" sus obligaciones básicas, entre otras.

En consecuencia, si de la legalidad se trata, la tensión entre


derechos humanos y deuda externa no es cuestión sólo del que
recibe, tampoco sólo del que da, sino un problema de ambos, y
aun de la comunidad internacional.

Pero que, según lo manda el Derecho Constitucional y el Derecho


Internacional de los Derechos Humanos, sólo puede resolverse en
favor de las personas de carne, hueso y alma y, de manera
preferencial, de aquellas que tienen hambre y sed de justicia, tan
apremiantes como ominosas.

Así lo resolvió repetidas veces la Comisión de Derechos Humanos


de la ONU: "El ejercicio de los derechos básicos de la población
de los países deudores (...) no puede subordinarse a la aplicación
de políticas de ajuste estructural, programas de crecimiento y
reformas económicas adoptadas a causa de la deuda".
Resulta, pues, indiscutible que los pagos de la deuda no deben
tener de ninguna manera "prelación" sobre los derechos humanos.

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