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EN PREPARACIÓN
Presentación .. .... .. .. .. ... .... . .. ... .... . .. .... .... .. . .. .... ... . .. ........ ... . VIl
Agradecimientos .. .. .. .... .. .... .. .. ... ... .... .. ..... .. .. ..... .. .. ....... ... . IX
Nota necesaria .. ... ...... .. .. .... .. ..... ... ...... .... ...... .... .. .. ... .... ... . XI
Introducción......... .............. ... .......................................... 1
1. La memoria en el mundo contemporáneo ............. . 9
Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción
total o parcial de esta obra por cualq uier procedimiento 2. ¿oe qué hablamos cuando hablamos de memo-
(ya sea gráfico, e lectrónico, óptico, químico, mecánico, fo- . ?.................................................... ...................... .
nas 17
tOcopia, etc.) y e l almacenamiento o transmisión de sus
contenidos en soportes magnéticos, sonoros, visuales o de
cualquier otro tipo sin pcm1iso ex"J)reso del editor. 3. Las luchas políticas por la memoria ........................ . 39
4. Historia y memoria social......................................... 63
5. Trauma, testimonio y «verdad>> .. .. .... .. .. .. .. ...... .... ... ... 79
6. El género en las memorias . .. .. .. .. .. .. .. ... .. . .. .. .. .. .. . .. .. .. 99
© de esta edición, junio 2002
SIGLO X:XJ DE ESPAÑA EDJTORES, S. A. 7. Transmisiones, herencias, aprendizajes.................. 117
Príncipe de Vergara, 78. 28006 Madrid
En coedición con Social Science Research Council Reflexiones finales ... ... .... ... .... ... .... .. ..... ... ... .... .... .... ... ... ... 135
© 2001 , Elizabethjelin Referencias bibliográficas .............................................. : 139
DEREC HOS RESEftVADOS CONFORME A LA LEY
la institucionalidad republicana se ve impelido a encarar cues- tradas sean convergentes y permitan dilucidar el tema, tan e lusivo,
tiones ligadas a dar cuenta de un pasado que data de varias décadas de las memorias. El texto puede parecer descentrado, deshila-
atrás. E l regreso de esas noticias a las primeras páginas ocurre chado a veces. Su objeto de estudio lo es. Pero hay un núcleo
después de algunos años de silencio institucional , de intentos (fa- de problemas, y las hilachas tienen una trama de la que salen
llidos, por lo que parece) de construir un futuro democrático y a la que se vinculan. Además, el objetivo no es ofrecer un texto
sin mirar al pasado. Porque, como dice el título - tan apropiado- «definitivo» o «defi nito rio» del campo de estudio, sino proble-
de la película de Patricio Guzmán, la memoria es obstinada, no matizar, abrir preguntas y re fl exiones que impulsen más trabajos,
se resigna a quedar en el pasado, insiste en su presencia. más diálogos, más avances. Este abordaje implica, necesariamente,
En el plano societal y cultural hubo menos si lencios. Los mo- que habrá huecos y temas no desarrollados o subdesarrollados.
vimientos de derechos humanos en los distintos países han tenido Para mencionar sólo uno de ellos, el texto no se adentra en el
nna presencia significativa, ligando las demandas de saldar cuentas .111álisis de la etnicidad, tanto en lo que se refiere al lugar de la
con el pasado (las demandas de justicia) con los principios fun - memoria en la construcción de comunidades étnicas, en lo re-
dacionales de la institucio nalidad democrática. Los afectados di- t(:rente a las diferencias ínter-étn icas o ínter-culturales en la con-
rectos de la represión cargan con su sufrimiento y do lor, y lo n:ptua lización de la temporalidad y del lugar del pasado, y en
traducen en acciones públicas de distinto carácter. La creació n cuanto a la centralidad de la dimensión étnica en procesos his-
artística, en el cinc, en la narrativa, en las artes plásticas, en el túricos específicos de violencia y represión (pensemos en Perú
teatro, la danza o la música, incorpora y trabaja sobre ese pasado o Guatemala). Queda abierto e l cam ino para e l trabajo futu ro
y su legado. y el de otros colegas investigado res más conocedores del tema.
Este libro intenta contribuir a encontrar algunas herramientas La discusión sobre la memoria raras veces puede ser hecha
para pensar y analizar las presencias y sentidos del pasado. Lo desde afuera, sin comprometer a quien lo hace, sin incorporar
voy a hacer en distintos niveles y planos, en lo político y en lo !.1 subjetividad deVa investigador/a, su propia experiencia, sus
cultural, en lo simbó lico y en lo personal, en lo histórico y en 1 rcencias y emociones. Incorpora también sus comprom isos
lo social, a partir de tres premisas centrales. Primero, entender políticos y cívicos. En mi caso, esto incluye una fuerte creencia
las memorias como procesos subjetivos, anclados en ex'Periencias c 11 q ue la convivencia humana - aun entre grupos diversos y en
y en marcas simbólicas y materiales. Segundo, reconocer a las 1 onflicto- es posible y deseable, aunque sin duda difícil. Tam-
memorias como objeto de d isputas, confli ctos y luchas, lo cual h t ~n, que la reflexió n y el análisis crítico son herramientas que
apunta a prestar atención al rol activo y productor de sentido pueden y deben ser ofrecidas a los actores sociales, especialmente
de los participantes en esas luchas, enmarcados en relaciones de t l1>s más débiles y excluidos, ya que constituyen insumos para
poder. Tercero, «historizar» las memorias, o sea, reconocer que -.u proceso de reflexión y su empoderamiento.
existen cambios históricos en e l sentido del pasado, así como en
el lugar asignado a las memorias en diferentes sociedades, climas
culturales, espacios de luchas políticas e ideológicas.
Para esto, no propongo un itinerario lineal, coherente y único. 1OS ANCLAJES DE «NUESTRAS" MEMORIAS
En todo caso, se trata de 1111 texto que explora distintas pers-
pectivas, distintos puntos de entrada al tema. Algunos de carácter 1 .t mgcncia de trabajar sobre la memoria no es una inquietud
conceptual que ayudan a puntualizar abordajes analíticos; otros tt.,l.,da de un contexto político y cultural específico. Aunque in-
desde perspectivas más concretas que «atraviesan» cualquier es- '' lltl·mos reflexiones de carácter general, lo hacemos desde un
tudio sobre memorias. La esperanza es que estas múltiples en- '"''··" particular: la preocupación por las huellas de las dictaduras
4 Elizabeth Jelin Introducción
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que gobe rnaron en el Cono Sur de América Latina entre los años las violaciones de derechos. Otros observadores y actores, preo-
sesenta y la década de los ochenta, y lo e laborado en los procesos cupado~ más que nada por la estabilidad de las instituciones de-
posdictatoriales en los años noventa. mocráticas, están menos dispuestos a reabrir las experiencias do-
En verdad, los procesos de democratización que suceden a lor~)sas de la represió n autoritaria, y ponen el énfasis en la nc-
los regímenes dictatoriales militares no son sencillos ni fáciles. cestdad d~ .abocarse a la construcción de un futuro antes que
Una vez instalados los mecanismos democráticos en el nivel de v_l~lver a vtstt~r e l pasado. Desde esta postura, se promueven po-
los procedimientos formales, el desafío se traslada a su desarrollo ltu:as ~e olvtdo o de «reconciliación». Final mente, hay quienes
y profundización. Las confrontaciones comienzan a darse ento n- cstan dtspuestos a visitar el pasado para aplaudir y glorificar el
ces con relación al contenido de la democracia. Los países de «.orden y progreso» que, en su visión , produjeron las dictaduras 1.
la región enfrentan enormes dificultades en todos los campos: la Se trata de luc has presentes, ligadas a escenarios políticos del mo-
vigencia de los derechos económicos y sociales es crecientemente mento. Algunos actores pueden plantearlas como continuación
restringida por el apego al mercado y a programas políticos de de las mismas luchas políticas del pasado, pero en verdad en es-
corte neoliberal ; la violencia policial es permanente, si~te mática u:narios cam biados y con otros actores, la transformación del sen-
y reiterativa; los derechos civiles más elementales están amena- ttdo de ese pasado es inevitable. Aun mantener las mismas ban-
zados cotidianamente; las minorías enfrentan discriminaciones deras implica dar nuevos sentidos a ese pasado que se quiere
institucionales sistemáticas. Obstáculos de todo tipo para la real ••conservan>.
vigencia de un «Estado de derecho» están a la vista. Esto plantea En todos los ~asos, pasado un cierto tiempo -que permite
la pregunta sobre cuáles son las continuidades y las rupturas que csta.blccer un ':'ímmo de distancia entre el pasado y el presente-
han ocurrido entre los regímenes dictatoriales y los frágiles, I.Js .mterpretactones alternativas (inclu~ive rivales) de ese pasado
incipientes e incompletos regímenes constitucionales que los su- 'enente y de su memoria comienzan a ocupar un lugar central
cedieron en términos de la vida cotidiana de distintos grupos t•n los ?cbates cultural:s y políticos. Constituyen un tema público
sociales y en té rminos de las luchas sociales y políticas que se 111cludtble en la dtfícll tarea de fo rjar sociedades democráticas.
desenvuelven en el presente. l:sas memorias y esas interpretaciones son también elementos cla-
En la actualidad algunos creen que la represión y los abusos Vt' en los procesos de (re)construcción de identidades individua-
son fenómenos del pasado dictato rial. Otros centran su atención k.., ~ colectivas en sociedade~ que emergen de períodos de vio-
en las formas en que la desigualdad y los mecanismos de la do- k·ttcia y trauma.
minación en el presente reproducen y recuerdan el pasado. E l Cabe .establ~ccr un hecho básico. En cualquier momento y
pasado dictatorial reciente es, sin embargo, una parte central del l11gar, es .'~P?St.blc encontrar una memo ria, una visión y una in-
presente. El conflicto social y político sobre cómo procesar el lcrpretacton Ulltcas del pasado, compartidas por toda una socie-
pasado represivo reciente permanece, y a menudo se agudiza. d.•d. Pueden encontrarse momentos o períodos histó ricos en los
Desde la perspectiva de quienes se esfuerzan por obtener justicia qttc el consenso es mayor, en los que un «libreto único» del pa-
para las víctimas de violaciones a los derechos humanos, los logros 1
En la década de los noventa, \e han sumado actores importantes en el
han sido muy limitados o nulos. A pesar de las protestas de las
f'IJJJo de la. ~ucha por laj usucia: los apara tos judiciales de otros países (europeos
víctimas y sus defensores, en casi toda la región se promulgaron
v <k la rcgton) Y los o rgantsmos y corte!> inte rnacionales. La actuación de estas
leyes que convalidaron amnisrías a los violado res. Para los de- 111 .uncias es crecieme, con un triple impacto: algunas condena~ (a menudo
fensores de los derechos humanos, el «Nunca más» involucra tan- "' ,,flsmtia), una fuerte presencia medtática que provoca debates e n la esfera
to un esclarecimiento completo de lo acontecido bajo las dic- 1•11hhca de cada país y la presión sobre los aparatos judiciales de los países en
taduras, como el correspondiente castigo a los responsables de J, , IJllC \C cometiero n las violaciones.
Elizabeth Jelin Introducción 7
6
sado es más aceptado o aun hegemónico. Normalmente, ese li- l'xpuesto cada lectOra y cada lector pueda formular sus propias
breto es lo que cuentan los venceqores de conflictos y batallas preguntas que le permitan avanzar en el trabajo reflexivo sobre
'>ll propia memoria y su compromiso público.
históricas. Siempre habrá otras historias, otras memorias e inter-
pretaciones alternativas, en la resistencia, en el mundo privado, Dos advertencias adicionales. Primero, e l libro se nutre de de-
en las «catacumbas>> 2 . llay una lucha política activa acerca del sen- '>.trrollos y contribuciones que provienen de una multiplicidad de
tido de lo ocurrido, pero también acerca del sentido de la memoria d1-;ciplinas: la sociología, la historia, la antropología, la política, la
misma. El espacio de la memoria es entonces un espacio de lucha ( rítica cultural, la psicolobría, el psicoanálisis. No obst:mte, no pre-
política, y no pocas veces esta lucha es concebida en térn~inos tende ser un híbrido multidisciplinario. Su enfoque se centra en
de la lucha «contra el olvido>>: recordar para 110 repetir. Las consignas los actores sociales y políticos, en su ubicación en escenarios pú-
pueden en este punto ser algo tramposas. La «memoria. contra hltcos, en sus confi-omaciones y luchas, alianzas e identificaciones
el o lvido» o «contra el si lencio» esconde lo que en realidad es ton otros actores. En el análisis, se usan conceptos e hipótesis
una oposición entre distintas memorias rivales (cada una de ellas que las distintas disciplinas pueden ofrecer para enriquecer la com-
con sus propios o lvidos). Es en verdad «memoria contra memo- prensión de los trabajos de memoria que esos actores llevan a cabo.
En segundo lugar, si bien el texto está enraizado en las ex-
na>>.
pt:riencias de las dictaduras recientes en el Cono Sur de América
1 :ttina, su pretensión va tnás allá d e lo regional. Pretende con-
tllbuir a la reflexión analítica y a la elaboración de preguntas que
EL ITINERARIO A COMPARTIR
puedan impulsar una investigación comparativa más amplia en
t·l tiempo y en el espacio. Los ejemplos, casos e ilustraciones que
'>l' presentan provienen de distintas e>...-periencias de «situaciones
Este libro tiene una doble estructura. Por un lado, cada capítulo
está centrado en un tema o cuestión, en un ordenamiento que lunite» sobre las que hay investigación, las del Cono Sur, pero
no sigue una línea única, lógica o deductiva, aunque sí argumental t.unbién de la Shoah, el Japón o la Guerra Civil española.
- reproduce mi propia manera de interrogar y avanzar y, en ese El orden de CJ\lJOSición es relativamente senci llo. Después de
sentido, se puede decir que hay un orden lineal- . Por otro lado, pl.1ntcar e l contexto actual de la preocupación por la memoria,
el desarrollo de Jos temas se parece más a una espiral, ya que t·l c1pftulo 2 e>rplora conceptualmente la propia noción de me-
en diversos capítulos se retoman y se revisitan temas planteados lltoria. Que las memorias se construyen en escenarios de con-
y cuestiones insinuadas en capítulos anteriores. Son «vueltas de lt <mtación y lucha entre actores con diversas narrativas contras-
tuerca» que permiten, creo, adentrarse más, penetrar en profun- l.llltes es el tema del capítulo 3. El registro cambia en los dos
didad y densidad. La intención, lo reitero, es que a partir de lo • .1pítulos siguientes, que exploran la relación entre historia y me-
• 11urt.t, y el tenso lugar del testimonio personal. Sobre estos dos
2 Las interpretaciones del pasado :.on objeto de controversias sociales aun 11 111.1'> se ha escr1to mucho, por lo cual las referencias a debates
cuando haya pasado mucho tiempo desde los acontecmlicnto~ que se debaten. u .1démicos disciplinarios (especialmente en el campo de la his-
Esto se hizo clarament~ evidente cuando se conmemoraron los 500 a1íos de " 111.1. c:l psicoanálisis y los estudios culturales) son especialmente
b llegada de Colón a América. en 1492. ¿Era el <<descubrimientO>> de América .t¡-,111ficativas en esas páginas. Los dos capítulos finales son más
o su <<Conquista»' ¿Era el «CIKllt:lltro» de diferentes cu lturas o el comienzo del h'll t.íticos e interrogan cuestiones menos transitadas en el campo
«ge nocidio)> de los pueblos indígenas? En esa ocasión, diferentes actores dieron
•1<· !.1 memoria: el género y las generaciones. Las reflexiones que
sentidos e interpretaciones. e inclusive nombres diversos :1 lo que se estaba
• .t tt·ccn apuntan más a dcscstructurar y desarmar «certezas» que a
recordando. No hubo ninguna posibilidad de alcanzar una «Conmemoración>>
"ltnl'r <<verdades».
unívoca.
1. LA MEMORIA EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO
1
Pierre Nora, fi gura clave en la apertura de la renexión y la investigación
, • " m·mporánea sobre la memoria, seihla que (da memoria moderna es, sobre
Ind o, :1rchivística. Descansa enteramente en la materialidad de la huella, en la
""" ''lilatez del registro, en la visibilidad de la imagen)) (Nora, 1996: 8). Todas
1, tt.1ducciones de citas de textos publicados en otros idiomas son mías. Tam-
¡,... 11 ( ;tiJis, 1994.
10 Elizabeth Jelin La memoria en el mundo contemporáneo 11
cia a grupos o comunidades. A menudo, especialmente en el caso máticos de carácter político y a situaciones de represión y ani-
de grupos oprimidos, si lenciados y discriminados, la referencia quilación, o cuando se trata de profundas catástrofes sociale::; 3 y
a un pasado común permite construir sentimientt)S de autova- '>ltuaciones de sufrimiento colectivo.
loración y mayor confianza en uno/a mismo/a y en el grupo. En lo individual , la marca de lo traumático interviene de ma-
El debate cultural se mueve entre d istintas interpretaciones lll'ra central en lo que el sujeto puede y no puede r<.:cordar, si-
y posturas. Quienes destacan el lugar de la memoria como com- knciar, olvidar o e laborar. En un sentido político, las «cuentas
pensación a la aceleración de la vida contempodnea y como fuen- n m el pasado» en términos de responsabilidades, reconocimientos
te de seguridad frente al temor u horror del olvido (expresado > JUSticia institucional se combinan con urgencias éticas y de-
con un dejo de nostalgia por Nora, al lamentarse por la desa- lll,ll1das morales, no fáciles de resolver por la conflictividad po-
parición de los milimx de memoire y su reemplazo por los lie11x) lit 1ca en los escenarios donde se plantean y por la destrucción
parecerían ubicarse en el lado opuesto de aquellos que se lamen- ek los lazos sociales inherente a las situaciones de catástrofe social.
tan por esos pasados que no pasan, por las aparentes <<fijaciones)), Los debates acerca de la memoria de períodos represivos y
retornos y presencias p~.:rmanentes de pasados dolorosos, con- dl· violencia política son planteados con frecuencia en relación
flictivos, que resisten y reaparecen, sin permitir el o lvido o la e cm la necesidad de construir órdenes democráticos en los que
ampliación de la mirada (Todorov, 1998). In" derechos humanos estén garantizados para toda la población,
Ambos procesos, el temor al olvido y la presencia del pasado, 111dependientemente de su clase, «raza», género, orientación ideo-
son simultáneos, aunque en clara tensión entre ellos. En el mundo lnglca, religión o etnicidad. Los actores partícipes de estos debates
occidental, el movimiento memorialista y los discursos sobre la ' n~eulan sus proyectos democratizadores y sus orientaciones hacia
• 1 futuro con la memoria de ese pasado.
memoria fueron estimulados por los debates sobre la Segunda
Guerra Mundial y el exterminio nazi, intensificados desde co- A menudo, los actores que luchan por definir y nombrar lo
ljlll' tuvo lugar durante períodos de guerra, violencia política o
mienzos de los aiios ochenta 2• Esto ha llevado a críticos culturales
In n>rismo de Estado, así como quienes intentan honrar y ho-
como Huyssen a plantear la «globalización del discurso del Ho-
111\" ll :ücar a las víctimas e identificar a los responsables, visualizan
locausto» que «pierde su ca lidad de índice del acontecimiento his-
tórico específico y comienza a funcionar como una metáfora de 1
J'omo la noción de «Cat;ístrofe social» de R. Kaes, quien la elabora con
otras historias traumáticas y de su memoria)) (I luyssen, 2000: 15). 1 l11 ...lll .1 la noción de «cará~trofc psíquica>>: «Una catástrofe psíquica :.e produce
Más allá del «clima de época» y la ex'¡)ansión de una «cultura •" 111du L1s modalidades habituales empleadas para tratar la negatividad inherente
de la memoria)), en términos más generales, familiares o comu- 11, • ' tx•riencia traumática se muestran insuficientes, especialmente cuando no
nitarios, la memoria y el olvido, la conmemoracíón y el recuerdo 1 11 du 1'>er utilizadas por el StljetO debido a cualidades particulares de la relación
se tornan cruciales cuando se vinculan a acontecimientos trau- 11111 ll".llidad traumática interna y medio ambiente» (Kacs, 1991 : 142). Una
1 lll'·ll <>k :,ocial implica «el aniquilamiento (o la perversión) de los sistemas
2 Intensificación que: tuvo que ver, entre otras cosa!>, con la serie de «cua- 11 11 '''.111.1rios y simbólicos predispuestos en las instituciones sociales y transge-
dragésimos y quincuagésimos :~n i vr rsarios de fuerre carga política y vasta cober- "' 1,11 •n•t.des. Enunciados fuudan1entalcs que regulan las representaciones com-
tura mediática: el ascenso al poder de Hitler en 1'J33 y la infame quema de 1• llllol," , las prohibiciones, los contratos estructurantcs, los lug:tres y funciones
libros, recordados en 19!:!3; la Kristallllarltt, la Norltc d1• IM Criswles, el pogrom 11111 1o~1h¡l·tivos [... ] Las situaciones de catástrofe social provocan efectos de rup-
organizado contra los judío!> alemanes en 1938, conmemorado públicamente 1111• 111 el trabajo psíquico de ligadura, de representación y de articulación. l ... ]
en 1988 ¡... ]; el fin de la Segunda Guerra en 1945. evocado en 1985 [ ... ] y ~~~~ nll .l'- que, corno Freud lo subrayó, las catástrofes naturale~ solidarizan el
también en 1995 con toda una serie de eventos intemaclonale!> en Europa y en 11 '1'" ...ocia!, las catástrofe, !>ociales lo desagregan y dividen» (Kaes,
Japón. En su mayoría ~anivcr;.uios alemanes-[ ... ]» (lluysscn, 2000: 14). 11'1 1 111-1-+5).
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su accionar como si fueran pasos necesarios para ayudar a que .t h1 no experimentado, a lo que sólo se puede dcscubrin1 (Ko -
los horrores del pasado no se vuelvan a repetir -11111/ca 111ás-. 'cllcck, 1993: 338). Y en ese punto de intersección complejo, en
El Cono Su r de América Latina es un escenario do nde esta vin- c''>L' presente donde el pasado es el espacio de la experiencia y
culación se establece con mucha fuerza. Algo parecido sucedió ( 1 futuro es el ho rizonte de expectativas, es donde se produce
con algunos actores ligados a la m em o ria d e la Shoah y de las 1' acción humana, «en el espacio vivo de la cultura>> ( Ricoeur
purgas estalinistas en la Unión Soviética. En otros lugares del 1'>99: 22). '
mundo, desde Japón y Camboya a África del Sur y Guatemala, Ubicar temporalmente a la memoria sign ifica hacer referencia
los procesos de rememoración pueden tener o tros sentidos éticos d (<cspa~i~ de la experiencia)) en el presente. El recuerdo del pa-
y políticos, aunque no lo sabemos con certeza. ..,do esta mcorporado, pero de manera dinámica, ya que las ex-
11tTH.'l1Cias mcorporadas en un momento dado pueden modifi-
' ·" 'e en períodos posteriores. «Los acontecimientos de 1933 su-
' n hcron definitivamente, pero las experiencias basadas en ellos
LA TEMPORALIDAD COMPLEJA 1,, ~t·den modificarse con el paso del tiempo. Las experiencias se
·IIJH:rponen, se impregnan unas d e otras)) (Kosellcck, 1993: 341).
El planteo anterior ubica directamente el sentido del pasado en 1 lay un ~l emento ad icional en esta complejidad. La exrperien-
un presente, y en función de un futuro deseado. Si agregamos ' '·' humana mcorpora vivencias propias, pero también las d e otros
a esto la existencia de múltiples subjetividades y ho rizontes tem- 'JIIl' le han sido transmitidas. El pasado, ento nces, puede con-
porales, queda bien claro que la complejidad está instalada en .¡, n-.,trse o expandirse, según cóm o esas experiencias pasadas sean
el te ma. ¿oc qué tempo ralidades estamos hablando? " " llrporadas.
Una primera manera de concebir el tiempo es lineal, d e modo htar~os hablando d e procesos de sign ificación y resignifica-
crono lógico. Pasado, presente y futuro se o rdenan en ese espacio ' '' ''' subjetivos, do nde los sujetos de la acción se mueven y o rien-
t 111 (o se desorientan y se pierden) entre «futuros pasados>> (Ko -
de manera clara, diríamos «natural)), en un tiempo físico o as-
tronómico. Las unidades de tiempo son equivalentes y divisibles: ' lln k, 1993J. «futuros perdidos)) (1 luyssen , 2000) y «pasados que
un siglo, una d écada, un año o un minuto . Sin embargo, al in- "' 1 p.t, an)) (Connan y R ousso, 1994) en un presente que se tiene
troducir los procesos históricos y la subjetividad humana, de in- •pu .•cercar y alejar simultáneam ente de esos pasados recogidos
c '' l. l'> cspacros de e)\.-periencia y d e los futuros incorporados en
mediato su rgen las complicacion es. Porque, como dice Koselleck,
((el tiempo histórico, si es que el concepto tiene un sentido propio, 1" >l llorltes de expectativas. Esos sentidos se construyen y cambian
está vinculado a unidades po líticas y sociales de acción, a ho mbres • 11 " l.terón y en ?iál~go con otros, que pueden compartir y con-
'' " 111 .11 las expenencras y e>.rpectativas de cada uno, individual y
concretos que actúan y sufren , a sus instituciones y prgani za-
ciones)) (Kosellcck, 1993: 14). Y al estudiar a esos hombres (iy ' ' np.dmcnte. Nuevos procesos histó ricos, nuevas coyunturas y
1 • ('1\.tnos socia ~es y políticos, además, no pueden dejar de pro-
también mujeres!) concretos, los sentidos de la temporalidad se
cstablccen de otra manera: el presente contiene y construye la ti• •• '' nwdrficac10nes en los marcos interpretativos para la com-
c>.rperiencia pasada y las expectativas futuras. La cxrpcriencia cs 1"' " '"<.lll de la e)l.rperiencia pasada y para construir expectativas
111 1111.1'-.. Multiplicidad de tiempos, multiplicidad de sentidos, y
un «pasado presente, cuyos acontecimientos han sido incorpo-
l c • " " ' l.lllte transformación y cambio en actores y procesos his-
rados y pueden ser recordados» (Koselleck, 1993: 338).
111 1 '' e,,, C:st:'ls son algunas de las dimensiones de la complejidad.
Las experiencias están también moldeadas por el ((horizonte
de expectativas)), que hace referencia a una temporalidad futura.
La expectativa (<es futuro hecho presente, apunta al todavía-no,
14 Elizabeth Jelin La memoria en el mundo contemporáneo 15
voluntad, la conciencia, la agencia o la estrategia de los actores. '•Nosamente como un ejercicio liberador en la medida en que
Esto se manifiesta desde los planos más «objetivos» y sociales • o11siste en un trabajo de recuerdo» (Ricoeur, 1999: 36).
como haber perdido una guerra y estar subordinados a poderes La actuación y la repetición pueden ser confrontadas con el
extranjeros, hasta los procesos más personales e inconscientes li- 11.\b~o claborativo» (1/lor/.:i¡~~-throu..f?h). La noción frcudiana de tra-
gados a traumas y huecos. Su presencia puede irrumpir, penetrar, h.qo daborativo, concebida en un contex1:o terapéutico, consiste
invadir el presente com o un sinsentido, como huellas mnésicas • 11 l'l «proceso en virtud del cual el analizado integra una in-
(Ricoeur, 2000), como silencios, como compulsiones o repeti- 1< 1pn:tación y supera las resistencias que ésta suscita [ ... ] especie
ciones. En estas situaciones, la memoria del pasado invade, pero •¡, 11,1b~o psíquico que permite al sujeto aceptar ciertos elementos
no es objeto de trabajo. La contracara de esta presencia sin agencia ~t·p1 1midos y librarse del dominio de los mecanismos repetitivos»
es la de los seres humanos activos en los procesos de transfor- ( 1 .1pb nchc y Pontalis, 1981: 436). El trabajo claborativo es cier-
mación simbólica y dc elaboración de sentidos del pasado. Seres 1.111\L'IIte una repetición, pero modificada por la interpretación y,
humanos que «trabajan» sobre y con las mernorias del pasado. 1'"' l'llo, susceptible de favorecer el trabajo del sujeto frente a
Los hechos del pasado y la ligazón del sujeto con ese pasado, 1" 111ecanismos repetitivos (p. 437).
especialmente en casos traumáticos, pueden implicar una fuación, hta noción puede ser aplicada y extendida fuera del contexto
un permanente retorno: la compulsión a la repetición, la actua- ti ' tpt:utico. En el trabajo claborativo, d ice LaCapra, «la persona
ción (aaing-out), la imposibilidad de separarse del objeto perdido. ILit.t de ganar una distancia crítica sobre un problema y distinguir
La repetición implica un pasaje al acto. No se vive la distancia
1
''"e pasado, presente y futuro [... ] Puede haber otras posibi-
con el pasado, que reaparece y se mete, corno un intruso, en lid .u ks, pero es a través de la elaboración que se adquiere lapo-
el presente. Observadores y testigos secundarios también pueden tluli<hd de ser un agente ético y político» (LaCapra, 200 1: 144).
ser partícipes de esta actuación o repetición, a partir de procesos l·.11 el plano individual, actuación y elaboración constituyen
de identificación con las víctimas. Hay en esta situación un doble '"' 11.1-, y tendencias coexistentes, que tienen que lidiar con el
En el plano colectivo, entonces, el desafío cs superar las re- 111\l'IKia) social y político, y las conccptualizaciones y creencias
r lt 1 ..;cntido común.
peticiones, superar los olvidos y los abusos políticos, tomar dis-
tancia y al mismo tiempo promover el debate y la reflexión activa En lo que sigue, intentaremos avanzar en cuestiones concep-
sobre ese pasado y su sentido para el presente/futuro. Todorov, 1tl.dc.,, en dirección a algunas precisiones y puntos centrales, sin
preocupado por los abusos de memoria (provocados por man- Jll ¡·tender la exhaustividad o un abordaje completo y total de te-
datos morales de recordar, que implican generalmente repeticio- 1111\ que, en definitiva y por su propia complejidad, son abiertos
nes más que elaboraciones y que podrían igualmente e>ttenderse lll'lll'n muchos puntos de fuga. Abordar la memoria involucra
11 lt 11rse a re~uerdos y olvidos, narrativas y actos, si lencios y ges-
a silencios y olvidos), busca la salida en el intento de abandonar
el acento en el pasado para ponerlo en el futuro (Todorov, 1998). '' • 1 lay en juego saberes, pero también hay emociones. Y hay
Esto implica un pasaje trabajoso para la subjetividad: la toma de '1111lllén huecos y fracturas.
distancia del pasado, «aprender a recordan>. Al mismo tiempo im- lJ 11 primer eje que debe ser encarado se refiere al SLUeto que
plica repensar la relación entre memoria y política, y entre me- ' ' IIH"Illnra y olvida. ¿Quién es? ¿Es siempre un individuo o es
moria y justicia. l" '"1hk hablar de memorias colectivas? Pregunta a la que las cien-
• t 1· ' llciales han dedicado muchas páginas, y que manifiesta, una
vez más y en un tema o campo específico, la eterna tensió n y t 1 m~ndo occidental contemporáneo, el olvido es temido, su pre-
el eterno dilema de la relación entre individuo y sociedad. ...~.· nc ta amenaza la identidad.
Un segundo eje se refiere a los contenidos, o sea, a la cuestió n En una primera acepción, el eje de la preguma está en la fa-
d e qué se recuerda y qué se olvida. Vivencias personales directas, ' ultad psíquica, en los procesos mentales, campo propio de la
con todas las mediaciones y mecanismos de los lazos sociales, l" teología y la psiquiatría. Los desarro llos de la neurobio logía que
de lo manifiesto y lo latente o invisible, de lo consciente y lo llltl'n~an ubicar los centros de memoria en zonas del cerebro y
inconsciente. Y también saberes, creencias, patrones de compor- ' ... rudran los procesos químicos involucrados en la m em o ria se
tamiento, sentimientos y emociones que son transmitidos y re- 'n1nplcmentan con los abordajes de la psicología cognitiva que
cibidos en la interacción social, en los procesos de socialización, 1111cntan descubrir los I<Senderos» y recovecos de la memoria y
en las prácticas culturales de un grupo. ' 1 o lvido (Schacter, 1995 y 1999) 2 .
Están también el cómo y"el cuándo se recuerda y se olvida. Por su parte, el psicoanálisis se ha preguntado sobre el otro
El pasado que se rememora y se olvida es activado en un presente 1ttltl del misterio, centrando la atención en el papel del incons-
y en función de expectativas futuras. Tanto en términos de la ' H ' lttc.' en la explicación de olvidos, huecos, vacíos y repeticiones
propia dinámica individual como de la interacción socia l más cer- •1' rr el. yo c~nscientc no puede controlar. La influencia de procesos
cana y de los procesos más generales o macrosociales, parecería 1''-ltl'llcos hgados al desarrollo del yo y la noción de trauma, a
que hay momentos o coyunturas de activación de ciertas me- Ir q ti C volve remos más adelante, son centrales en este campo.
morias, y otros de silencios o aun de olvidos. Hay también otras \ 1 110 se trata de mirar a la memoria y el o lvido desde una pers-
claves de activación de las memorias, ya sean de carácter expresivo 1''' 11v.t puramente cognitiva, de medir cuánto y qué se recuerda
o performativo, y donde los rituales y lo mítico ocupan un lugar ".,,. o lvida, sino de ver los «cómo» y los «cuándo», y relacionarlos
privi lcgiado. • " " l.tetores emocionales y afectivos.
1 ILjercicio de las capacidades de recordar y olvidar es s ingular.
' ul.r pasona tiene «sus propios recuerdos», que no pueden ser
11 "'' kndos a otros. Es esta singularidad de los recuerdos, y la
TRADICIONES INTELECTUALES, TRADICIONES DISCIPLINARIAS 1 •1 .1hdrdad de activar el pasado en el presente - la m em o ria como
1"' '' 'HL· del pasado, en palabras de Ricoeur (1999: 16)- lo que
La memo ria, en tanto «facultad psíquica con la que se recuer- ,1, IIIH" l.1 identidad personal y la continuidad del sí mismo en
1111 111po.
da» o la «capacidad, mayor o menor, para recordan> (Moliner,
1998: 318) (recordar: «retener cosas en la mente»), ha intrigado ,,o..,
1 procesos, bien lo sabernos, no ocurren en individuos
de:.de siempre a la humanidad. Lo que más preocupa es no re- 11 ltd"" :-.ino insertos en redes de relaciones sociales, en grupos,
cordar, no retener en la memoria. En lo individual y en el plano '" ltttu tones y culturas. De inmediato y sin solución de con-
de la interacción cotidiana, el enigma de por qué o lvidamos un ' '' " " 'l.rd, el pasaje de lo individual a lo social e interactivo se
nombre o una cita, o la cantidad y variedad de recue rdos «inúti leS>l il "l '"''c. Qu ienes tienen memoria y recuerdan son seres huma-
o de memorias que nos asaltan fuera de lugar o de tiempo, nos
l'nr qtmplo, las investigaciones t:xperimcntalcs en el c:rmpo de la psi-
acompafia permanentcment<.:. iNi qué hablar de los temores a
¡,, '1 • ••g11111va indican que la memoria autobiog-ráfic:1 tiene mayor durabilidad
la pérdida de memoria l igad<"~ a la vejez! En el plano grupal o
¡u " " " v que es más densa cuanto más dr,un:ítica es la experiencia vivida
comunitario, o aun social o nacional, los enigmas no son menos. "111d" ,., rt•interpretada por el sujeto en t~nn in os c moeionaks. [Mencionado
La pregunta sobre cómo se recuerda o se olvida surge de la an- 1
\ 1111o·• v 'iivan ( 1999: 12), como parte de su rc,unren de las lfneas principales
siedad y aun la angustia que genera la posibilidad del olvido. E11 • 11 'l '' ''l.tÓ<ín de este vasto campo de inveMigación. J
20 Elizabeth Jelin f.De qué hablamos cuando hablamos de memorias? 21
nos, individuos, siempre ubicados en contextos grupales y socia le!'> lllllll'rSOS en narrativas colectivas, que a menudo están reforzadas
específicos. Es imposible recordar o recrear el pasado si n apelar 1 11 rituales y conmemoraciones grupales ( l~icoe ur, 1999) . Como
a estos contextos. Dicho esto, la cuestión - planteada y debatida 1 '>1>'> marcos son históricos y cambiantes, en realidad, toda me-
re iteradamente en los textos sobre el tema- es el peso relativo rruni.t es una reconstrucció n más que un recuerdo. Y lo que no
del contexto social y de lo individual en los procesos de memo ria. 1 rwuemra lugar o sentido en ese cuadro es m aterial para el o lvido
O sea, para usar la feliz expresión de un texto reciente, cóm o (N.tmer, 1994).
se combinan e l lwmo psychologiws y el homo sociologiws (Winter (Se puede afirmar entonces la existencia de una m emo ria co-
y Sivan, 1999). l.< 11va? Y si es así, ¿qué es la memoria colectiva? Algunas lecturas
¿cómo pensar lo social en los procesos de memoria? Aquí •l1 1 lalbwachs interpretan su ént'\sis en lo colectivo como la afir-
es posible construir dos modelos estilizados, que reprod ucen los " r.r<H)n de la existencia «real>>, como «COSa» independiente de los
debates entre tradiciones sociológicas clásicas. La figura de M au - 11tdrv1duos, de la memoria colectiva. Si, por e l contrario, se pone
rice I Ialbwachs ocupa el centro de esta escena, a partir de sus • 1 l' tlfasis en la noción de «ma rco social» - que es la visión que
trabajos sobre los marcos (cadres) sociales de la memoria (obra ' ' .,, tlt:1 más productiva para nuestro objetivo- la interpretación
publicada en 1925) y la memoria colectiva (obra publicada des- • tllrhi;~. Apunta entonces a establecer la m atriz grupal dentro de
pués de la muerte de I-Ialbwachs) (Halbwachs, 1994; 1997). Sus lt • Jt.rl se ubican los rccuc rdbs individuales. Estos marcos - 1 la lb-
textos han producido muchas lecturas y relecturas, así como aná- ' '' hs presta atención :t la fa milia, la relig ió n y la clase social-
lisis críticos (Coser, 1992; Namer, 1994; Olick, 1998a; Hicoeur, ' l111 semido a las rememoraciones individua lcs 3 .
2000) . Los puntos de d ebate son varios: si llalbwachs deja o no
espacio para individualidades en el campo de la memoria colec- Mre mras trabajo sobre este cJpítul o y vuelvo a leer a 1 Ialbwachs, tomo
tiva, si en realidad se puede hablar de «mem oria colectiva)) o se ""' " tK r;t de que en sus retlexionc~. pdctic.uncntc no habla de la relación
trata d e mitos y creencias colectivas, donde la memoria no tiene ,, .. tlll" lllOria y sufrimiento o tr.tumJ. La mernoria soci.tl e~. p.tra él, reforzada
lugar (l lynes, 1999). 1 o1 l o1'< rtenencia social. por el grupo. Lo indtvrdu.ll se de~dib1úa en lo colecti vo.
N o es nuestra intención entrar en ese debate ni ofrecer una lo 111 ttl< r.1 ~inmh.inea, empiezo también a leer el hhro de Sempnín, La escriwra
nueva lectura de Halbwach s. H ay un punto clave en su pen- 1• ,.,,¡,, Y muy pronto me encul'ntro con 1l.tlbw;tclt~. el individuo. Semprún
1 lo11 o¡uc. r uando estaba l'n el campo de Duchcnwald, IOf:,'T<> quebr.tr la disciplina
samiento, y es la noció n de marco o cuadro social. Las m emoria!>
1. "'·"lfic tción de lo «invisible» de 1.1 cxpcriencra concentracionaria buscando
individuales están siempre enmarcadas socialmente. Estos marcos
"" 11l• •· pnsonalizados. Y encuentra en J la lbwach~. su profesor de la Sorbonne
son portadores de la representació n general de la sociedad, de
1" • 1 • .rgonizando en el campo, a alguien en qtuen dcpo~itar los «restos»
sus necesidades y valores. Incluyen también la visión del mundo,
1 11 • • 111drci6n humana, visitándo lo. habhí ndole , .1compalia nd o su dgonía. C in-
anim:~da por valores, de una sociedad o grupo. Para 1Ialbwachs,
1 " ' 1 otln> después, Semprún lo incorpo ra a ~~~ «m emo ria». Se juntan aq uí
esto significa que «sólo podemos recordar cuando es posible re- 1.. puntas. lo individual y lo colecti vo, lo pc r~onali~ado y la destiwción
cuperar la posición de los acontecimientos pasados en los m arcos lo ooo todic ión humana en el ca mpo. Y re fl ex io na: «Era ést~ jla muerte 1 la
de la me moria colectiva [ ... ] El olvido se exp lica por la desa- " 1 >too u de nuestra fratern idad, la c lave de lll tC$tro destin o, e l signo de per-
parición de estos marcos o de parte de ellos ¡... j» (l Ialbwachs, 1 111 1oo1.1 1 l:t comunidad de los vivos. Vivfan iO!> junros esta experie ncia de la
1992: 172). Y esto implica la presencia de lo social, aun en los 11110 •1 •. 1 ' '·' compasión . Nuestro ser estaba defi nido por eso: estar junto al
momentos más «individualeS>>. <<Nunca estamos solos» - uno no to • "l1 nH tcrte que avanzaba (... ]Todos no~otros, que íbamos a morir, había-
recuerda solo sino con la ayuda de los recuerdos de otros y COII ' • o•t',1do la fratern idad de esta mnertc po r amor a b libertad. Eso es lo
los códigos culturales compartidos, aun cuando las memorias per- 1" "" t' ll'><"tbba la mirada de Mauricl' llalbw.tchs, agoniza ndo» (Semp rún ,
sonales son (micas y singulares- . Esos recuerdos personales están 1 1 J
- - - -- - - - - - - - - - ------- -----
- - .
En verdad, la propia noción de «memoria colectiva» tiene se- • t 11 b disti nción entre el rcco11orimiento (una asociación, la iden-
rios pro blemas, e n la medida en que se la entie nda como algo I II H .~eión de un ítem referido a l pasado) y la c¡;oracióll (rcra/1, que
con e ntidad propia, como entidad re ificada que existe por encima " IIJ)hca la evaluac ió n de lo reconocido y en consecuencia requiere
y separada de los individuos . Esta concepción su rge de una in- d t 1111 esfuerzo más activo por parte del sLue to) , y seña lan que
terpre tación durkhe imiana extrema (tomar a los h echos sociales J.l.., ilud las mnémicas del primer tipo tienen mayor perdurabilidad
com o cosa). Sin embargo, se la pued e interpretar también e n el ' 11 11 l.1s del segundo. Llevado al plano social, la existencia de ar-
sen tido de m e mori a<; compartidas, superpuestas, producto d e in- ' lll\ns y centros de documentación, y aun el conocimiento y la
teracciones múltiples, encuadradas en marcos sociales y en re- llll<>lmac ión sobre e l pasado, sus huellas en distintos tipos de
laciones de poder. Lo colectivo de las memorias es e l entretejido "1'"1tes reconocidos, no garantizan su evocación. En la medida
de tradiciones y memorias individuales, en diálogo con otros, en e 11 q nc son activadas por el sujeto, en que son motorizadas en
estado de flujo constante, con alguna organizac ión social -al- 11 • 1oncs o rientadas a dar sentido a l pasado, interpretándolo y tra-
gunas voces son más potentes que otras porque cuen tan con ma- ' • 11cln lo al escenario del drama presente, esas evocaciones cobran
yor acceso a recursos y escenarios- y con alguna estructura, dada • ' 111 1.ti idad en e l proceso de inte racción social.
por códigos c ulturales com partidos.
t ln:1 nota de cautela se hace necesaria aquí, para no caer e n
1111 ;•t•H•centrismo o un esencia lismo extremos. Reconoce r que
¡... l la memo ria colectiva sólo consiste en el c01Dunto de huellas dejadas
por los acontecim ientos que han afectado al curso de la historia de los J, llll"lllorias se construyen y cobran sentido en cuadros sociales
grupos implic:~dos que tienen la capacidad de poner en escena esos re- "I'H in.., de valo res y de necesidades sociales enmarcadas en vi-
cuerdos comunes con motivo de las fiestas, los ritos y las cclcbr:~ciones ,, IIH.., d e l mundo puede implicar, en un primer movimiento.
públicas (Ricocur, 1999: 19). l11 1•n• ..,entada una clara y única concepción de pasado, presente
11111 11 11. Las nociones de tiempo parecerían, en esta instancia,
E sta perspectiva permite tomar las memorias colectivas no i''' d .11 C11e ra de ese marco social y de l proceso de ((encuad ra-
sólo como datos «dados», s ino también centrar la atenc ión sobre "il' lll tu• de las memorias. En un segundo m ovimi ento, s in e m-
los procesos de s u construcción. Esto implica dar lugar a d is tintos 1 111'' •. luy que tomar en cons iderac ión -como ya lo hizo 1 Ta lb-
actores socia les (i nc lus ive a los marginados y exc lu idos) y a las 1• ¡,., que las propias nociones de tiempo y espacio son cons-
disputas y negociac io nes de sentidos de l pasado e n escenarios d i- ltlll' Hllll"S sociales. S i bien todo proceso de construcción de me-
versos (Pollak, 1989). Tambié n pe rmite dejar abie rta a la inves- '1" •11 ' ,..,l. mscribe en una representación de l tiempo y del espacio,
tigación empírica la existencia o no de memorias dominantes, 1 ' 11 l' ll"scntaciones - y, en consecuencia, la propia noc ión de
hegemónicas, únicas u «oficiales». 11' • p.t'>.ldo y qué es presente- son culturalmeme variables
H ay otra distinción importante para hacer en los procesos de l11 •· ••te .tmcnte construidas. Y esto incluye, por supuesto, las
memoria: lo activo y lo pasivo. Pueden existir restos y rastros
almacenados, saberes reconocibles, guardados pasivamente, in-
formación archivada en la m e nte de las personas, en registros,
I r 1 11 '.ucgorías de análisis milizadas por investigadores y ana-
l 1 ' , 1, 1 tc llla.
{;,'1.1l10S pueblos de Portugal son algunos ejemplos. 1 " ·l l proyecciones o idealizaciones a partir de otros eventos.
1 , 11111'' 11 tantees que permiten mantener un mínimo de cohe-
1 •1• 1' \ continuidad, necesarios para el mantenimiento del sen-
llltlh liln de identidad 5 .
solas, y sobre sí mismas, en una labor de mantenimiento de la Las rupturas en esas rutinas esperadas involucran al s ujeto
coherencia y la unidad. Los períodos de crisis internas de un gru- .h manera diferente. Allí se juegan los afectos y sentimientos,
po o de am enazas e>-1:ernas generalmente implican n.:interprctar •prc pueden empLtiar a la reflexión y a la búsqueda de sentido .
la memoria y cuestionar la propia identidad. Estos períodos son 1 •ll ll ú señala Bal (1999: vi ii) es este compromiso afectivo lo que
precedidos, acompañados o sucedidos por crisis del sentimiento rr rnsfo rma esos m omentos y los hace <<memorables)). La memoria
de identidad colectiva y de la memoria (Pollak, 1992). Son los <llra, se transfo rma. El acontecimiento o el momento cobra
momentos en que puede haber una vuelta reflexiva sobre el pa- • rr t11nces una vigencia asociada a emociones y afectos, que im-
sado, reinterpretaciones y revisionismos, que siempre implican 1'' rJ, .m una búsqueda de sentido. El acontecimiento rem emo rado
también cuestionar y red efinir la propia identidad grupal. " '" rrcmorable>> será e>;presado en una forma narrativa, convir-
' " rrdose en la 111a11era eH que el sujeto construye 1111 sentido del pasado,
1111.1 memoria que se expresa en un relato comunicable, con un
11 11r11mo de coherencia.
LAS MEMORIAS. LOS OLVIDOS
1\sta construcción tien e dos notas centrales. Primero, el pasado
" r1 ,~,, sentido en su en lace con el presente en el acto d e reme-
La vida cotidiana está constitu ida fundamentalmente por rutinas,
comportamientos habituales, no reflexivos, aprendidos y repe- '''' " .rr/o lvidar. Segundo, esta interrogac ión sobre el pasado es un
tidos. El pasado del aprendizaje y el presente de la memoria se 111•,. e'o subjetivo; es siempre activo y construido socialmente,
convierten en hábito y en tradición, entendida como «paso de • " dr.ílogo e interacción. El acto de rememorar presupone ten er
unas generacio nes a o tras a través de la vida de un pueblo, un::. ''" r n pcriencia pasada que se activa en el presente, por un deseo
fam ilia, etc., de noticias, costumbres y creaciones artísticas co- • 1111 , ufrim iento, unidos a veces a la intención de comunicarla.
lectivas)), «circunstancia de tener una cosa s u o rigen o raíces en f J,, 'e trata necesariamente de acontecimientos impo rtantes en
tiempos pasados y haber sido transmitida de unas generaciones r " " ' 'nos, sino que cobran una carga afectiva y un sen tido es-
a otras)) (M o liner, 1998: 1273). Son parte de la vida «norma l». 1' • r rl en el proceso d e recordar o rememorar.
No hay nada «memorable» en el ejercicio cotidiano de estas me- 1 ... 1.1 memoria narrativa implica, en palabras de Enriquez,
morias. Las excepciones, no muy frecuentes, se producen cuando '" rruir un «compromiso nuevo>> entre el pasado y el prcsente 6 .
se asocia la práctica cotidiana con el recuerdo de algún accideme 1 ' ' • ' " >s mecanismos sociales y psíquicos entran en juego. Las
en la rutina aprend ida o de algún avatar in f<mti l en el p roce!>o 11 " ' •rr v.r-; socialmente aceptadas, las conmemoraciones públicas,
de aprendizaje personal. 1 • " ' 'ud ramientos sociales y las censuras dejan s u impronta
Estos comportam ientos, claramente «enmarcados» (en e l sen- '' 1·,... procesos d e negociació n, en los permisos y en los -s ilen-
tido de l lalbwachs) socialmente en la f..1 milia, en la clase y en 1• • ' 11 lo que se puede y no se puede decir, en las disyunciones
las trad icio nes de otras instituciones, son a la vez individuale... 1111 • 11.11Tativas privadas y discursos p(tblicos, como lo muestran
y sociales . .Están incorporados de manera singular para cada per- l1 rr rrrrll'rosas investigaciones sobre e l tema en Europa del Este
sona. Al mis mo tiempo, son compartidos y repetidos por todo'
los miembros de un grupo social. Hábitos del vestir y de la mesa, 1 .1 1<: mcmoración es el n.:su ltado de un proceso psfquico operante que
formas de sa ludar a hombres y a mujeres, a extrafms y :1 cercano,, " 1 '' o· 11 trabajar los res tos de un recuerdo pamalla, de un f.1rrtasma o de
manejos corporales en púb lico y en privado, formas de expresi611 • ''' ""· lk marrera de construir un co mprorniso rru cvo entre lo que re pre-
de los sentimientos. La lista de comportamientos apn:ndido-. lp.h.1do acontecial, libidinal, idemiflcatorio, de l suj eto, y su problemática
o¡t " ' '
donde funciona rutinariamente una «memo ria habitual» es i11 11 ol " 'l'l·nn de ese pasado, lo que él tolera ignmar y corrocer de éste>> (En-
terminable. 1" I'I'I!J: 121).
Elizabeth Jelin 1.Du qué hablamos cuando hablamos de memorias? 29
\ • 11 1., tnt ttttontos de sobrevivientes de campos de concentra- umas dificultades tienen en constituir su sentido y armar su
'"'" (l''""ctmi, 1992; también Pollak, 1989 y 1990). turrativa. Son las situaciones donde la represión y la disociac ión
1\ " ll vez, hay vivencias pasadas que reaparecen ele diversas .1ctúan co mo mecanismos psíq uicos que provocan interrupciones
tll.llll-ras en momentos posteriores, pero que no pueden ser in- , huecos traumáticos en la narrativa. Las repeticiones y drama-
tq,rradas narrativamente, a las que no se les puede dar sentido. ttz.~eiones traumáticas son «trágicamente solitarias>>, mientras que
Los ac.omccimientos traumáticos conllevan grietas en la capacidad 1.1-. memorias narrativas son construcciones sociales comunicables
n.at:r~ttva, huecos e~ 1 la memoria. Como veremos, es la impo- . 1 otros (I3al, 1999).
s tbtltdad de dar sen ttdo al acontecimiento pasado, la imposibi lidad En todo esto, el olvido y el silencio ocupan un lugar central.
de t~corpnrarlo narrativamente, coexistiendo con su presencia roda narrativa del pasado implica una selecció n. La memoria es
persJ.stencc y su manifestación en síntomas, lo que indica la pre- ...electiva; la memoria total es imposible. Esto implica un primer
sencta de lo traum:ítico. E n este n ivel, e l o lvido 110 es ausencia ti po de o lvido t<necesario» para la sobrevivencia y el funciona-
o vacío. Es b presencia de esa ausencia, la representación de algo mientO del sujeto individual y de los grupos y comunidades. Pero
que estaba y ya no está, borrada, silenciada o negada. Es la fi){o 110 hay un único tipo de olvido, sino una multiplicidad de si-
de Kundera como manifestación del vacío socia e, y su equivalente tuaciotles en las cuales se manifiest:m olvidos y silencios, con
en las experiencias clínicas en la fo rma de ausenc ias, sín tomas diversos «usOSil y sentidos.
y repeticiones. I Jay un primer tipo de olvido profundo, llamérnoslo «d e-
En ~o dicho h~!>ta ahora se pueden dis tinguir dos tipos de finitivo», que responde a la borradura de hechos y procesos del
memon~s, las habttualcs y las narrativas. Son las segundas las pasado, producidos en el propio devenir h istórico 11 • La paradoja
que nos tnteresan. Dentro de el las, están las que pueden encontrar es q ue si esta s upresión tota l es exitosa, su mismo éxito impide
o construir los sentidos del pasado y -tetm especialmente im- -;u comprobación. A menudo, sin embargo, pasados que parecían
port~nte a~uí- la~ «heridas de la memo ria» más que las «m e- olvidados «defi nitivamente)) reaparecen y cobran nueva vigencia
monas hendas>> (esta última, expresión de Ricoeu r, 1999), que a partir de cambios en los marcos cu lturales y sociales que im-
p ulsa n a revisar y dar nuevo sentido a h uellas y restos, a los
L.1 ~:scena inici.d de LJ libl'<> de la risa )' 1'1 ,,¡,;do: «En lebrero de 19-lli,
7
que no se les había dado ningún significado durante décadas
l'l líder conllllti~ta Klcmcm Gom.... ald -..11!6 al h.lldm de un pai.Juo barroco dl' o siglo~.
Praga para du igirsc .1 lo, cil'IHOS de m de~ de pcr,ona~ que llen,than 1.1 Plata Las borradu ras y olvidos pueden también ser producto de una
de IJ Ciud,td Vil:ja !... 1 Gonwald l'~1:1 ha rodc.tdo por sus C:Hil,lr:tdas y jtNo volun tad o política de o lvido y silencio por parte de actores que
.1 su bdo es u ha Clcnll'mi~. La nit·w revoloteaba, ha cía frío y ( ;orrwald rcní.l elaboran estrategias para oettltar y des truir pruebas y rastros, im-
l.t caben dncuhterta. Clt:memi!>, sto.:ntpre tan atcmo, ~e quitó su ~orro de pidt•\ pidiendo así recuperaciones de m emorias en el futuro -recor-
Y~e lo coloc<> t'll la caben a Gonwald. El dcp:manll'niO de prop.tgand:t difimdió demos la célebre frase de 1 l immler en el juicio de Nuremberg,
en ciento!> de mi lrs de (jl'tuplares l,¡ fi>tograÍía de l halc6n desde e l qu e Gottwakl. cuando declaró q ue la «solución fina l» fue u na <tpágina gloriosa
con el gorro en la c.lbe7a y los ca maradas a su l:tdo, habla a l.t nación ¡... ¡ de nuestra historia, que no ha sido jamás escrita, y que jamás
Cuatro atio\ m.b tarde .1 Clenu:mi' lo .Kusaron de traición y lo colgaron. El
lo será))-9 . En casos así, hay un acto político voluntario de des-
dcp;~rramemo de prop.tg.mda lo borró inmediatamcme de la hi\toria y, por
trucción de pruebas y huel las, con el fi n de promover olvidos
'upuesto, d e todas la~ finografías. De'>dt• cnronccs Gnttwald est.í ~o lo en el bal-
cón. En el s itio en e l l1ue e~ra ha C l cmenti~ aparece ~ó l o la pared v,1cí.t de l palacio. x Fl tema del o lvido se desarrolla e n profundidad en Ricoeur. 2000. L.t
Lo Ílnico qut• quedó de Ckmcntis fue el gorro en 1;¡ cabc7a dt' Gouwald» (Kun - carancnnci6n que sigue la tonwno'> de Ricoe\11, 1999 (pp. 103 y ss.). donde
dl'ra, 19S~· <.>). llay mucho~ Otro~ c.1~os de silennos y vacíos políttcos. conw hace un planteo re~unudo de lo dl•sarrollado e n el libro postl'rtor.
la r;unosa foto en la que Trm,ky :lCOmp.uí.lba :\ Lemn. •¡ En d ai'io 2000 se dcsarroll(l C l l el He 11 to Unido utt juicio rclaciottado
30 Elizabeth Jelin II>P qué hablamos cuando hablamos de memorias? 31
selectivos a partir de la eliminación d e pruebas documentales. 1n.111:í lisis para la recuperación d e memorias individuales, y tam-
Sin embargo, los recuerdos y memorias de protagonistas y testigos l>ll"ll algunas nuevas corrientes de la historiografía para procesos
no pueden ser manipulados d e la misma manera (excepto a través ,, " 1.tles y colectivos.
de su exterminio físico). En este sentido, toda política de con- Una reacción social al tem o r a la destrucción de huellas se
servación y de memoria, al seleccionar huellas para preservar, con- IILIItiftcsta en la urgencia de la conservación, de la acumulación
servar o conmemorar, tiene implícita una voluntad de olvido. 1 11 .1rchivos históricos, personales y públicos. Es la «obsesión de
Esto incluye, por sup uesto, a los propios histo riadores e inves- l1 lttcmoria>> y el espíritu memorialista de los que hablan N o ra,
tigadores que eligen qué contar, qué representar o qué escribir e ~1111-., y Iluyssen.
en un re lato. l.stá también el olvido que Ricoeur denomina <(evasivo», que
Lo que el pasado deja son huellas, en las ruinas y m arcas m a- 11 ill:P un intento de no recordar lo que puede herir. Se da es-
teriales, en las huellas «mnésicas» del sistema neurológico hu- 1" 1 1.dmentc en períodos históricos posteriores a grandes catás-
mano, en la dinámica psíq uica de las personas, en el mundo sim- 11 1•ll'-.. sociales, masacres y genocidios, que generan entre quienes
bólico. Pero esas huellas, en sí mismas, no constituyen «memoria>>
111 11 ,ufrido la voluntad de no querer saber, de evadirse de los
a m enos que sean evocadas y ubicadas en un marco que les dé
., ., 11ndos para poder segu ir viviendo (Sempr(m , 1997).
sentido . Se plantea aquí una segunda cuestión ligada al o lvido :
1 11 l''>te punto, la contracara del olvido es el silencio. Existen
cómo superar las dificultades y acceder a esas huellas. La tarea
d1 111 II)S impuestos por temor a la represión e n regímenes dic-
es entonces la de revelar, sacar a la luz lo encubierto, <<atravesar
t 111 111.dcs de diverso tipo. Los silencios durante la Espaiia fran-
el muro que nos separa de esas huellas>> (Ricoeur, 1999: 105).
qtll .1.1. la Unión Soviética stalinista o las dictaduras latinoame-
La dificultad no radica en que hayan quedado pocas huellas, o
que el pasado h aya sufrido su destrucción, sino en los impedi- 111 111.1.., se quebraron con el cambio de régimen . En estos casos,
me ntos para acceder a sus huellas, ocasionados por los meca- "''1\'\' IVL'll rc~ucrdos d olo rosos que «esperan el m omento pro-
nism os de la represión, en los distintos sentidos de la palabra 1 11 111 p.tra ser expresados» (Pollak, 1989: 5). Pero esos silencios
-«expulsar de la conciencia ideas o deseos rechaza b ies>>, «detener, ..111 e 111emorias disidentes no sólo se dan en relación a un Estado
impedir, paralizar, sujetar, cohibim- y d el desp lazamie nto (que 1htt11 111.11 lle, sino también en relaciones entre grupos sociales. Po-
provoca distorsiones y transformaciones en distintas direcciones li .1 111.d1t.1 varios tipos de si lencios de sobrevivientes de la Shoab,
y de diverso tipo). T areas en las que se ha especializado el psi- lt .le qutcnes regresan a sus lugares de origen y necesitan en-
11111 1.11 1111 111odus vivendi con sus vecinos que «sobre la forma
con la imerpretación de la Shoah e11 un libro, en el cual una de las partes 1, "ll"l'lltimiento tácito, presenciaron su deportación», hasta los
1
argumentaba su defensa sobre la base de la inexistencia de una orden escrita d 1 11< 11 1.., ligados a situaciones límite en los campos, mantenidos
y fir111~da por llitler sobre la ••solución final». E1> conocida la cuidadosa borradura 1 11 1, \"lt.tr cu lpar a las víctimas (Pollak, 1989: 6) . T ambién hay
de pmebas y de huellas de b rep resió n - inclu yendo especialmente la des- t ,¡,1111.1d de silencio, de no contar o transmitir, de guardar las
trucción de documentación y la supresión de los cuerpos de los detenidos-de-
l1111 111 , tncerradas en espacios inaccesibles, para cuidar a los otros,
saparecidos- en las dictaduras del Cono Sur. En Argentina aparecen de vct
1111111"\Jln.:sión del deseo de no herir ni transm itir sufrimientos.
en cuando tes ti111onios de veci nos (y ~n 1 1 de los propios represores) que demlll-
cian la existencia de campos de detención clandestinos que no habían sido
1 lt\ utra lógica en e l si lencio. Para relatar sufrimientos, es
denunciados antes, por haber sido campos de amquilamiemo total, lo que imph 11 , 1 ..11111 t•ncontrar del otro lado la voluntad de escuchar (Laub,
ca la inexistenci.l de sobrevivientes. Estas denuncias muestran --como es bien 1 '' 1 '1, , l'ollak, 1990). Hay coyunturas políticas de transición
conocido por la lite ratura policial- que no es liicil lograr el «crimen pcrfecco, , 1111111 t' ll C hile a fines de los ochenta o en la Francia de la
Como muestr.l Dosroievsky, hasta el crimen perfecto deja huellas en el asesino 1 1 ·111 11.1 en que la voluntad de reconstrucción es vivida como
t.De qué hablamos cuando hablamos de memorias? 33
32 Elizabeth Jelin
, J1tes, y han lo- En términos más amplios, esta perspectiva plantea la dispo-
narrativas porque hubo otros que lo han hecho '1 lltllllidad de herramientas simbólicas (lenguaje, cultu ra) como
_~ es ínter-sub-
grado transmitirlas y dialogar sobre e llas.
En el mismo sentido, el olvido social tamb1t. 11 l''ccondición para el proceso en el cual se construye la subj_e-
11\ 1dad. Pero el proceso no es sencillo y lineal. Por el contrano,
jetivo.
1 •HilO señala Scott:
\•oluntari:l o pa-
Aparccc cuando cienos grupos humanos no logran /bien a causa de 1 , 1\ '>t!_Íetos son constituidos discursivamentc, pero hay con~ic~os cn~re
siv:~mcntc,_ por rcc~1a~o: indifer?ncia o iu_~olencia, o Je los días y la~ .1-.1cmas discursivos, contradicciones dentro de cada uno, muluples sJg-
alguna catastroíe htstonca que mterrurnp•o el curso del pas:~do \'fe- llilil·:tdos de los conccpros. Y los sujetos tienen agencia. No son in-
cosas- transmitir a la posteridad lo que aprendiera•' •hv1Juos autónomos, unitlcados, que ejercen la voluntad libre, sino su-
rushalmi, 19H9a: 18).
l• tos cuya agencia se crea a través de situaciones y status que se les
. ;~runa ruplura 1 onlicrcn (Scott, 1999: 77) .
sino, por el comrario, un acto de reconocimiento hacia quien lc~ados, en aprendiz;ties y en la cnnfor111ación de tradiciones, se
n:ali7a la transmisión (llassoun, 1996).
t11rna entonces una tare<~ <tnalítica significativa. (Este tema será
Partiendo del lenguaje, entonces, encontramos una situación tvwmado en el capítulo 7.)
de luchas por las representaciones del pasado. centradas en la lu- En tercer lugar, permite articular los niveles individual y co-
cha por el poder, por la legitimidad y el reconocimiento. Estas knivo o social de la memona y la experiencia. Las memorias
luch~<; ~mplicar~, p~lr p~rte ~e los diversos actores, estrategias para ,on simultáneamente individuales y sociales, ya que en la medida
((oficralrz~~~ o «rnsmucronal!zan' una (su) narrativa del pasado. Lo- l ll que las palabras y la comunidad de discurso son colectivas,
grar posrcroncs de au~oridad, o lograr que quienes las ocupan lt c:-.:pericncia también lo cs. Las vivencias individuales no se
:~cepten y hagan propra la narrativa que se intenta difundir, es tJ .msforman en experiencias con sentido sin la presencia de dis-
parte de estas l~1ehas. :ambién implica una estrategia para «ganar ' ursos culturales, y éstos son siempre colectivos. A su vez, la
adepto~))· amplrar el crrculo que acepta y legitima una narrativa, experiencia y la memoria individuales no existen en sí, sino que
que 1:1 rncorpora como propia, identificándose con clb, terna ;¡ J ,e manifiestan y se tornan cokctivas en e l acto de compartir. O
cual volveremos al encarar las cuestiones institucionales en la!-> -,ca, la experiencia individual construye comunidad en e l acto
mc.:morias. narrativo compartido, en el narrar y l'l escuchar.
¿Qué importa todo esto para pensar sobre.: la memoria? Sin embargo, no se puede cspcrar una relación lineal o directa
. . Primero, impo rta tener o no tener palabras para expresar lo entre lo individual y lo colectivo. Las inscripciones subjetivas de
vrv1do, para corrst~ui: la experiencia y la subj etividad a partir de h experiencia no son nunca ref1cjos especulares de los aconte-
eventos y acontecrmrentos que nos «Chocam1. Una de las carac- cimien tos públicos, por lo que no podemos esperar encontrar
terísticas de las experiencias traumáticas es la masividad del inr - una «integracióm> o «ajuste)) entre memorias individuales y me-
pacto que provocan, creando un hueco en la capc~cidad de «Ser morias públicas, o la presencia de una memoria única. H ay con-
hablack))) o -~onta~o. _Se provoca un agt~ero en la capacidad de tradicciones, tensiones, silencios, conf1 ictos, huecos, disyuncio-
rcprescmacron pstqurca. Faltan las palabras, faltan los recuerdos. nes, así como lugares de encuentro y aun <lintegracióm>. La rea-
La memoria queda desarticulada y sólo aparecen huellas dolo- lidad social es complcja, contradictoria, llena de tensiones y con-
rosas, patología!> y silencios. Lo n·aumático altera la temporalidad flictos. La memoria no es una excepción.
de otros procesos psíquicos y la memoria no los puede tornar, En resumen, la 11e>qx:riencia>1 es vivida subjetivamente y es
no puede recuperar, transmitir o comunicar lo vivido. culturalmcute compartida y compartiblc. Es la agencia humana
En seg~rndo lugar, si toda experiencia está mediada y no e!> b que activa el pasado, corporeizado en los contenidos culturales
«pu_ral> o d_trecta, se hace necesario repensar la supuesta d istancia (discursos en un sentido amplio). La memoria, entonces, se pro-
y drfcrencra entre los ~rocesos de recuerdo y olvido autobiográ- duce en tanto hay sujetos que comparten una cultura, en tanto
ficos y los procesos socroculturalcs compartidos por la mediación hay agentes sociales que intent:.tn l<materia li zan> estos sentidos del
de mecanismos de transmisión y apropiación simbólica. Aun pasado en d iversos productos culturales que son concebidos co-
aquellos que vivieron el acontecim iento deben , para poder trans- mo, o que se convierten en, veldwlos de la nti!IIJOria, tales como
formarlo en experiencia, encontrar las palabras, ubicarse en un libros, museos, monumentos, películas o libros de historia. Tam-
marco cultural que haga posible la comunicación y la transmisión. bién se manifiesta en actu aciones y c>.-presiones que, antes que
Esto lleva a reconceptualizar lo que en el sentido com(m se de- re-presentar el pasado, lo incor poran pcrfürmativamente (Van
nomina «~rar_l smisióm,, es decir, el proceso por el cual se construye Alphen, 1997).
un conocrrurcnto cultural com partido ligado a una visión del pa-
sado. Pensar en los mecanismos de transmisión, en herencias y
3. LAS LUCHAS POLÍTICAS POR LA MEMORIA
a otros y convertirse en hegemónicos. uvas alternativas se refugian en el mundo de las «m~monas plt-
v.tdas», a veces silenciadas aun en ~1 ámbito de la, m_ttmtdad (p_o r
vergüenza 0 por debilidad), o se tntegran en pracucas de resis-
tencia más o menos clandestinas (Scott, 1992). .
LA CONFORMACIÓN DE UNA HISTORIA NACIONAL En este punto, el trabajo de los historiadores profesionales
Y UNA MEMORIA OFICIAL ocupa un lugar central. Porque en el mundo moderno, las nar~-a
ltvas oficia les son escritas por historiadores profcs_tonales. El vm-
En los procesos de formación del Estado - en América Latina culo con el poder es, sin embargo, central e~, la mteJ~cJOnaltdad
a lo largo del siglo xrx, por ejemplo- una de las operaciones de la construcción de la narrativa de la nac10n. ~as mter~r~ta
simbólicas centrales fue la elabor;¡ción del «gran relato» de J;¡ na- ciones contrapuestas y las revisiones de las narrativas h1stoncas
ción. Una versión de la historia que, junto con los símbolos pa- '>C producen a lo largo de l tien1.po, ~omo pro~ucto de las luch~s
trios, monumentos y panteones de héroes nacionales, pudiera ser- po líticas, de los cambios de sens1btl1dad de epoca y del propiO
vir como nodo central de identificación y de anc l~e de la iden- avance de la investio·ación histórica.
tidad nacional. Con relación a 1~ historia de acontecimientos contemporáneos
¿rara qué sirven estas memorias oficiales? Son intentos más 0 cercanos en el tiempo, especialmente cuando estuv1er~n stg-
o menos conscientes de definir y reforz;¡r sentimientos de per- nados por fuerte conflictividad socia l y política, la mstalacrón de
tenencia, que apuntan a mantener la cohesión social y a defender una historia oficial se torna d ifícil y problemática. Duran~e los
fi·omeras simbólicas (Pollak, 1989: 9). AJ mismo tiempo, pro- períodos d ictatOriales de este siglo - el stali~isn;o~ el naz•sn~o,
porcionan los puntos de referencia para «encuadran> las memorias el franquismo, las dictaduras militares en Brastl, C_htle,/Argentl~1;
de grupos y sectores dentro de cada contexto nacional. 0 Uruguay, el stronismo en Paraguay- _el espaciO publtco esta
Como toda narrativa, estos relatos nacionales son selectivos. monopolizado por un relato político dommante, donde «bue;1?S»
Constru ir un conjunto de héroes implica opacar la acción de y «malos» están claramente identificados. La cen~u_ra es expltcJta ,
otros. Resaltar ciertos rasgos como señales de heroísmo implica las memorias alternativas son subterráneas, prohtbtdas y clandes-
silenciar otros rasgos, especialmente los errores y maJos pasos tinas, y se agregm a los estragos del terror, el miedo y los huecos
de los que son definidos como héroes y deben aparecer «inma-
2 Sobre b relación entre me moria y nación, y el análisis de varios casos
culados» en esa historia. Una vez establecidas estas narrativas ca-
específicos, ve r el níuncro especial de Social Sde11re Histt1ry compihldo por J. Ohck
nónicas ofici::tlcs, ligadas históricamente al proceso de centrali-
(Oiick, 1998b).
42 Elizabeth Jelin 1o~s luchas políticas por la memoria 43
traumaucos que generan parálisis y silencio. En estas circuns- 1111dos y marginalizados -en el extremo, quienes fueron dírec-
tancias, los relatos oficiales ofrecidos por los voceros del régimen l.uucnte afectados en su integridad física por muertes, desapa-
tienen pocos desafíos en la esfera pública. ' 11 1ones forzadas, torturas, exilios y encierros- surgen con una
Por lo general, los relatos de las dictaduras dan a los militares ' ¡, 1h lc pretensión, la de dar la versión «verdadera» de la historia
un papel «salvador» frente a la amenaza (en el Cono Sur, en los ' partir de su memoria y la de reclamar justicia. En esos mo-
setenta, se trataba de la amenaza del «comunismO>>) y al caos crea- llll"I Jtos, memmia, verdad y justicia parecen confundirse y fu-
do por quienes intentan subverti r a la nación. En este conte>.c'to, "' " urse, porque el sentido de l pasado sobre el que se está lu-
Jos relatos posteriores ponen el énfasis sobre los logros pacifi- 1 IL111do es, en realidad, parte de la demanda de justicia en el
actores que reclaman el reconocimiento y la legitimidad de stt 1111< lill.llldo relatos del pasado y, en el proceso de hacerlo, ex-
palabra y de sus demandas. Las memorias de quienes fueron opri 1' • .. 111 l.tlnbién sus proyectos y e>-'Pectativas políticas hacia el fu-
:l «f... J ya no se trata de una cuestión de decadencia de la memori a colcctiV.I 1 1 p<·rsistcncia y apropiación de los iconos de la rn(tsica de protesta y
[... J, sino de la violación brutal de lo que la memoria puede todavía conservar, d1 l 11 • nn,Jgn~s prohibidas por parte de jóvenes que no pudieron tener e>;pe-
la mentira deliberada por deformación de fuentes y archivos, de la invcnCI(ÍU 1• "' 1 • .ln<·ctas e n espacios públicos durante las dictaduras son ejemplo de
.. de pasados recompuestos y míticos <ti servicio de los poderes de las tiniebl.1~ ' ' 1 11 1., .1 pntura cspaf1ola de la segunda mitad de los años setenta, ado lescentes
Contra los militantes dd o lvido, los traficantes de doclllnentos, los asesinP 111 ,¡, 11 1 1." c.m ciones republicanas de la Guerra Civil y voceaban las consignas
de la memoria, contra los revisores de enciclopedias y los conspiradores dtl 1 1 1 I'•H .1 En la transición argentina, los jóvenes coreaban las canciones de
silencio, contra aquellos que, para retornar la magnífica imagen de Kundt'"' """ " 1.1 c 111tante Mercedes Sosa (cuyas canciones estaban prohibidas en los
puede n borrar a un hombre de una fotografía para que nada quede de él w11 • ¡,,, ole dtlusión pública durante la dictadura mi li tar), como si hubieran teni-
excepción del sombrero, el historiador ¡...) animado por la austera pasión po1 1111 • " '"·'<·to directo con ella desde sien1pre. Pollak ( 1989) presenta varios
los hechos l··· J puede velar y montar guardia» (Ycrushalmi. 1989a: 25). 111 "P<'n~ de me morias silenciadas.
44 Elizabeth Jelin 1 1·. luchas políticas por la memoria 45
turo. En estas coyuntura~. el Estado tampoco se presenta de ma- tl1 l.t norma que se transgrede y el marco interpretativo cambian :
nera unitaria. La transición implica un cambio en el Estado, un l'"nkn reconocerse crímenes cometidos por franceses en el mar-
nuevo intento fundacional, con nuevas lecturas del pasado. Den- '1, de organizaciones fascistas francesas, crímenes no ligados a
tro mism o del Estado h ay lecturas múltiples en pugna, que se l1 11oción de (<traición a la patria>).
articu lan con la multiplicidad de sentidos del past'ldo presentes
en el escenario social. 1 11 lngar de poner por delante la traición a Francia y la relación con
\lt 111.111ia, o sea una visión nacional de l crimen [ ... ] se va a tratar de
>hl'1 hasta qué punto t'llm eran ((fa:;cistas» y (<antisemitas>>, partiendo
1, l.1 idea, en gran parte exaCta, de que el fascismo y el antisemitismo
1••'1lt'necían a la tradición francc'>a, independientemente de la ocupación
LA CONFLICTIVA HISTORIA DE LAS MEMORIAS
dn11.111a. En el extremo, en cc,ta'> representaciones reciente!>, el alemán,
e 1 o< upante nazi va a p:ts:lr a 1111 ~egundo plano, p:trticularmeme en el
Las controversias sobre los sentidos del pasado se inician con el >n.ucn de los juicios (Rou~so, en Fcld, 2000: 3-l) .
acontecimiento connictivo mismo. En el momento de un golpe
militar o en la invasión a un país extranjero, los ve1tccdorcs in- Otro punto que marca l~ou sso es que si al comienzo la acu -
terpretan su accionar y e l acontecim iento producido en términos '•.1< H)n provino del Estado, que necesitó marcar una ruptura con
de su inserción en un proceso histórico de duración m <ÍS larga. , 1 rC:gimen de Vichy anterior, décadas después quienes promo-
Ya las proclamas iniciales y la manera como e l acontecimiento ' lt·ron las acciones judici:tlcs y los reconocimientos simbó licos
es presentado a la pobbcic)n expresan un sentido del aconteci- , ,f 11 ialcs fueron actores socia le'>. ex deportados y ex resistentes,
miento, una visión generalmente salvadora de sí mismos. Como qllt' lo hicieron como (<11ti litames de la memoria>>, <(en nombre
-;cñala Rousso, ((si querL·mos comprender la configuración de un .!1 un "deber de llll'lllori(l" cuyo objetivo era la perpetuación del
discurso sobre el pasado. hay que tomar en cuenta el hecho de 1<"< 11crdo contra toda forma de o lvido, que en e~ta perspectiva
que ese discurso se construye desde el comienzo del aconteci- .e considera como un nuevo crimcm>( Rousso, en Feld, 2000: 36).
miento, que se enraíza allí» (Housso, en Feld, 2000: 32). Este 1 ... us gestio nes públicas de la memoria deben ser cmcndidas, sin
discurso se irá revisando y resignificando en períodos sig uientes, ohlth, en el contexto del escenario político francés, del s urgi rnien-
dependiendo de la con figuración de fuerzas políticas en los es- tl• y popularidad de discu rsos y prácticas de la derecha y s us ex-
pacios de disputa que se generan en distintas coyunturas eco- 1 'rcsiones antisern itas, y del con tex'to europeo más amplio, temas
memoria mitificada de la guerra : los franceses son presentados <kl pasado y un programa (implícito en muchos casos) de tra-
como los héroes de la resistencia, visión acompa1iada por los jui- l.llll iento d e ese pasado en la nueva etapa que es definida como
cios a colaboradores y la (<d epuración» después de la guerra. La 111ptura y cambio en relación con la anterior . .En el caso de la
primera ola de juicios en la posguerra se centró en el crimen 11 .llts ición en Espa1ia, la 111emoria dolorosa de distintos actores
de la colaboración, definida como «traición a la patria>). Sólo a políticos, más que avivar las diferencias y las confrontacio nes,
com ienzos d e los años setenta se produce la primera inculpación t he ron lugar a la posibilidad de convergencia y negociación. Agui-
de un francés por crím enes <(contra la humanidad». La dctinición l.tr Fernández sostiene que (<la existencia de una memoria trau-
46 Elizabeth Jelin 1ns luchas políticas por la memoria 47
lll<ÍtiGl de la Guerra Civil española jugó un papel crucial en el Las transiciones en el Cono Sur fueron distintas y singu lares,
disci'lo institucional de la transición al t:worecer la negociación y las memorias de los conflictos sociales previos a la instauración
e inspirar la actitud conciliadora y tolerante de los principales dictatorial, así como la crudeza e inmediatez de las violaciones
actores» (AguiJar Fernández, 1996: 56). La memoria de la guerra .1 los derechos humanos durante las mismas, crearon escenarios
-ésta es la hipótesis central de su trabajo- jugó un papel pa- para la manifestación de confi·ontaciones, en el marco de un difícil
cificador en la transición. 111tcnto de generar consensos entre los diversos actores políticos.
¿Qué memoria? ¿Cómo se construyó? «En primer lugar, la 1.as voces censuradas y prohibidas comenzaron a hacerse oír, pero
existencia de una memoria colectiva traumática de la Guerra Civil, hs voces autoritarias no necesariamente desaparecieron del debate
la cual empujaba a la mayor parte de los actores a tratar de evitar público. No se trataba -como pudo haber sido representado en
su repetición a cualquier precio ¡... ]>> (Aguilar Fernández, r:rancia en 1945- de un ejército de ocupación que se retira, de
1996: 57- SB). En la transición, los españoles vieron la brutalidad una comunidad política que se libera de yugos extraños. Eran
de la Guerra Civil acontecida casi cuarenta años antes como <do- .tctores y fuerzas políticas internas (como también lo eran en gran
cura colectiva», y la principal lección que sacaron de esta visión medida en Francia, pero llevó décadas poder reconocerlo y actuar
fue el <<nunca más». <~amás debe repetirse en la historia de España en consecuencia), que tenían que convivir en el marco de nuevas
un drama senu::jante, y a esto deben contribuir todas las fuerzas reglas de funcionam iento democrático. La cuestión de cómo en-
políticas, sociales y económicas» (AguiJar Fernández, 1996: 359). carar las cuentas con el pasado reciente se con virtió entonces en
Hubo una activación muy fuerte de la memoria de la Guerra d eje de disputas entre estrategias políticas diversas. En términos
Civil en el momento de la muerte de Franco y la transición. de las cuestiones sobre la memoria, en las transiciones en el Cono
La asociación entre d momento que se estaba viviendo y el pe- Sur la diversidad de actores incluyó una presencia fuerte y visible
ríodo previo a la guerra (la Segunda República) fue importante, del movimiento de derechos humanos como actor político y
como parámetro para no repetir los errores cometidos 5• Al mismo como gestor de memoria, un papel protagónico de los actores
tiempo, se intentó olvidar los rencores del pasado, en un o lvido autoritarios - los militares y la derecha (especialmente fuerte en
intencional, que permitiera «retener el aprcndiz;:¡j e de la historia Chile)- y un papel a menudo ambiguo de los partidos políticos
sin hurgar en la misma». Era un o lvido político, o más bien un tradicionales (notorio en Uruguay) 7 .
silcrKio estratégico, que pudo ocurrir porque en el plano cultural
la Guerra Civi l se convirtió en el foco de atención de cineastas
y músicos, de escritores y académicos 6 .
5
«La sociedad espaíiola intentó [ ... ] que no se reprodtticran los errores
que habían acab:~do con la Segunda República. para lo que se evitó, de forma
casi supersticiosa ¡... ¡ repetir su diser1o institucional. Ésta es una de las razones
que mejor explican 1:\ preferencia de la fo rm a monárqu ica de gobierno sobre
la republicana. del sistema electoral proporcional sobre el mayoritario [ ... ]» de género in teresante para profundizar. Los hombres dt' la política olvidan y
(AguiJar Fernández. 1996: 360). construyen instituciones; las m ujeres de la tragedia expresan el dolor y lloran
(, Esta imerpretación de la transición espar1ola y e l lugar del olvido político a sus muertos (Loraux, 1989).
en elkl puede ser leída en la clave que Nicole Loraux propone para la Antigua 7
El papel de l movimiento de derechos humanos en la transición argenti na,
Grecia: la amnistía (y la amnesia) en e l campo de la política, como medio para tanto en relación con la memoria, como con las demandas de justicia, es ana-
construir el nuevo pacto o acuerdo, y la reaparición del pasado conflictivo en lizado en J elin (1995). Actu1a y Smulovitz analizan las relaciones cívico-militares
torrna simbólica en el plano cultural, en la clásica tragedia, con una especificidad en las transiciones de Argentina. Br3sil y Chile (Acuña y Smulovitz, 1996).
48 1o~s luchas políticas por la memoria 49
Elizabeth Jelin
.
113
1, aplicada por un juez anónimo y puesta en acto por
emblemático) y grupos políticos diversos también pueden jugar ¡, k y ll1lperso·cr:noran a la persona del ofensor así como la ofensa ( .. .1
un papel. El debate académico y el mundo artístico ofrecen tam- l ' ' '< >llas que ' ~. 31-32)
bién canales de expresión a partir de marcos interpretativos y 1 1..dorov, 1998· ·
oportunidades performáticas novedosas. . -e del análisis de la rememoración de las situaciones
No cabe duda del protagonismo privilegiado de un grupo es- \obre la baSel siglo xx (pnnc1palmcnte
· · en Europa ) , w·mter y
pecial, el de las víctimas o afectados directos. En Francia podrán d< t•u<.·rra en ., · ·,
' }antean que la rememorac10n es una ncgoc1aC10n
'Hull .< ?~ ) P 1 la que el Estado está siempre presente, pero no
ser ex deportados o ex resistentes, podrán ser grupos de veteranos 1 9
de guerras (de Vietnam o de Malvims) o sobrevivientes de ma- 1111lillfacetlca eJ
. e es el úmco . · · G·
actor 111 es ommpotente. r upos s< -
·)
sacres. Sus frentes de demandas y de luchas varían. Pueden in- t 11 1 < ....urarnent · · d o, con estra tcgras
· eonvcr-
. pueden estar part1c1pan
tentar influir y cambiar el sentido y el contenido de la «historia , 1tl1·, d1versos n. as a las po)'ltlcas · d e E stad o. Son voces d·versas 1 . ,
3
oficial» o dominante sobre un período con e l fin de eliminar dis- 1• 1tll'\. .OCOOtf , ¡cas que otras -por estar mas ' ) . d) . 'fi
eJOS e rmcro ono,
torsiones históricas o hacer públicos y legítimos los relatos que d ,• IIII.IS mas a o or falta de le itimidad moral frente a otros- .
habían estado en las «catacumbas», ocultos, censurados y silen- 1' •1 .llllOCenstlf3 • p g' · ·e: d,
bién que los propos1tos mamnestos e un grupo
ciados. Pueden buscar reivindicaciones y reparaciones materiales, \uc-.tran tan1 no necesanamentc . · ·d
comCI en con as. conse cu c·n -
¡
centrados en su lugar de víctimas de daños que el Estado debe ' 1'11 rnm:mora iones. Puede 11aber actores con propos1 '··tos pcr-•
reconocer y frente a las cuales debe asumir su responsabilidad. 1 1 • dt· -.us ace ·, d h ·· · lo)
k , (recordar _la muerte en acCl?n . e un diJO, pobr -~J~~pr )-
Pueden buscar comunidades de pertenencia y contención per- 1111 1
. t C111Cndo consecuencias m espera as so re e p ~
sonal en grupos de pares. Pueden elaborar rituales, participar en 11 111 tt·rmlnan rdo público y social. También, agrego yo, puede
conmemoraciones, reclamar marcas simbólicas de reconocimien- 11 , , tk recue
os en que lo que se prod uce en e ¡ mun do pu'bl"1co
to en memoriales, monumentos, o muscos. lt .t " 1 moment · ón de mcmona» · con un e ficcto d e con gelami T e·nto
En realidad, en el planteo de la acción de los «emprendedores ' t 111.1 <<\,\tUr:IC l . J d 10
u·anos a o espera o .
de la memoria» está implícito el uso político y público que se ,, 11 1 11.1:10, co¡1
amplios y generalizados en una sociedad, como el 11 de sep- 111n ri.1s personales de la represión- producen ~na dinám_ica par-
tiembre en Chile o el 24 de marzo en Argentina. Otras pueden ll • ubr en la circulación social de las memonas. Por eJemplo,
ser sit,,.nificativas en un nivel regional o loca l. Finalmente, otras 1 hl largo de tos años, los 24 de marzo han sido conmemorado~
pueden tener !>entido en el plano más pnsonal o privado: el ani- ,¡,. distintas maneras en Argentina (Lorcnz, 2002). Durante la
versario de una desaparición, la fecha de cumpleaños de alguien ,ltdadura, lo único que aparecía en esa fecha en el espacio público
que ya no está. , 1,1 un «M en saje al pueblo argentino» e n que las ~·uerzas armadas
En la medida en que hay diferentl's intcrprl'taciones sociales d.1ban su versión de lo que habían hecho, enfauzando su papel
del pasadn, las fechas de conmemoración pública están s ujetas ,,1lvador d<.: la nación amenazada por un enemigo, la «subver-
a conflictos y debatl'S. ¿Qué techa conmemorar? O ml'jor dicho, ,1ú m>. Dada la represión, no había actividades o relatos altc~-
¿quién quiere conmemorar qué? Pocas veces hay consenso social 1u tivos. excepto fuera del país, entre exiliados y en el m?vl-
sobre esto. El 11 de septiembre en Chik es claramentl' una fecha llltento sol idario. A partir de la derrota en la gu erra de .Malv.mas
conflictiva . El mismo acontecimiento - el golpe militar- es re- ( 11)~2) las conmemoraciones oficiales perdieron su vtgencta, e
cordado y conmemorado de diferentes maneras por izquierda y 111 clusive el último a1ío antes de la transición ( 1983) no hubo
derecha, por el bando militar y por el movimiento de derechos . Mensaje».
humanos. Además, el sentido de las fechas cambia a lo largo del Las organizaciones de derechos humanos elaboraron una ver-
tiempo, a medida que la~ diferentes vi~ioncs cristalizan y se ins- ..,1ó n antagónica de lo ocurrido el 24 de marzo de 1976, Y fueron
titucionalizan, y a medida que nuevas generaciones y nuevos ac- quienes t;cuparon la escena pública de la conrnemo:ación a partir
tores les confieren nuevos sentidos Qelin, l'd., 2002). de la transición. El Estado estuvo ausente de las mismas durante
11
Las fechas y los aniversarios son coyunturas de activación de muchos aí10s, hasta mediados de los noventa . Las marchas Y
la memoria. La esfera públicn es ocupada por h conmemoración , .tetividades conmemorativas han ido cambiando. tanto en la co!1-
con manifestaciones explícitas compartidas y con confrontacio- figuración y orden de quienes marchan como en las presenc1as
nes. En términos personales y de la subjetividad, son momentos y auo;encias. Los primeros años de la década de los noventa fueron
en que el trabajo de la memoria es arduo para todos, para lo~ de escasa actividad, para reactivarse a partir de 1995, en los pre-
distintos bandos, para viejos y jóvenes, con eJ-.'Pcriencias vividas parativos del 20 aniversario y en los años posteriores .. ~ue:?s
muy diversas. Los hechos se reordenan, se desordenan esquema<; ,1ctores juveniles, nuevas formas de expresión y de partl~lp:tclon
existentes, aparecen las voces de nuevas y viejas generaciones que (la agrupación IIIJOS, las murgas) marcan las transformaclOnes de
preguntan, relatan, crean espacios intersubjetivos, comparten cl:t- la fecha.
vcs de lo vivido, lo escuchado o lo Ol'nitido. Son hito-; o marcas, Este breve y I"Csumido relato ~irve para mostrar que en ~a ~r-
ocasiones cuando las claves de lo que está ocurriendo en la sub- gentina la conmemoración del ~-4 de m~rzo en la es~era pu?:1ca
jetividad y en e l plano simbólico o.;e tornan más visibles, cuando 110
es un espacio de confrontaCion mamfiesta y confl1cto abterto
las memorias de diferentes actores sociales se actualizan y se vuel- entre versiones radicalmente diferentes del pasado. Unos habla-
ven <<presente». ban y otros callaban en un período, y al cambiar el context? po-
Aun en esos momentos, s in embargo, no todos comparten lítico, cambian los actores, que siguen sin enfrentarse ab1erta-
las mismas memorias. Además de las diferencias idc:ológicas en-
tre los oponentes en el 1110111ento del con flicto político y entre 11 El 23 de mar 7 o de 1984. un día ,\llte\o del amver~.lfÍO del golpe, el pre-
sus ~ucesores, las diferencias entre cohorte~ -entre quienes vi- ~ídente Alf\)nsín dírigaó un mensaje a In nacaón con motivo de lo~ 100 días
vieron la represión o la guerra en diferentes etapas de sus vidas de ::,11 gobierno, El discurso. publicado el 24 de m.1rzo de 1984 en todo~ los
personales, entre ellos y los muy jóvenes que no tienen me- diarios~ no hace ninguna a lu~ión al aniversario del golpe (Lorem, 2002),
54 Elizabeth Jelín 1 •·• l11chas políticas por la memoria 55
mente 12. Los carriles del conflicto político sobre cómo encarar ol1 dores de la memoria». I Iay entonces luchas y conflictos por
las cuentas con el pasado son otros: las demandas de la corpo- r 1 reconocimiento público y oficial de esos recordatorios mate-
ración militar frente al Estado y, fundamentalmente, los casos '' dl/ados, entre quienes lo promueven y otros que lo rechazan
que se dirimen en la justicia. • 11o le dan la prioridad que los promotores reclaman. Y está
El contraste entre esta conmemoración en Argentina con la 1rtnh1én la lucha y la confrontación por el relato que se va a
realidad de cada 11 de setiembre en Ch ile es notorio. En Chi le, 11 111-.mitir, por el contenido de la narrativa ligada al lugar 13.
la confrontación entre actores con visiones y proyectos contra- 1omemos un par de ejemplos del dc~tino de lugares y espacios
puestos se da en las calles, a veces inclusive con considerable ln1uk ocurrió la represión, de los campos y cárceles de las dic-
violencia (Candina, 2002; Jelin, 2001; para Uruguay, Marchesi, 111 h 'r;t'>. Hay casos en que el espacio físico ha sido «recuperado
2002). 1' 11 1 b memoria», como el Parque de la Paz en Santiago, Chile,
Además de las marcas de las fechas, están también las marcas 11 11 predio que había sido el campo de la Villa Grimaldi durante
en el espacio, los lugares. ¿Cuáles son los objc.:tos materiales o 11 dH t:1dura. La iniciativa fue de vecinos y activistas de los de-
los lugares ligados con acontecimientos pasados que son elegido:-. ,, • (,n., hum<ll10S, que lograron detener la destrucción de la edi-
por diversos :~ctores para inscribir territorialmente las memorias? ' ' ' 1t 1ún y e l proyecto de cambiar su sentido (iba a ser un con-
M onumentos, placas recordatorias y otras marcas son las maneras l.. ltllllio, pequeño «barrio privado»). También se da e l caso con-
en que actores oficia les y no oficiales tratan de dar materialidad ' ' rr1 1'· los proyectos que borran las marcas y destruyen los cdi-
a las memorias. 1lay también fuerzas sociales que tratan de bomu ' '' 1' '"· y no permiten la materialización de la memoria, como la
y de transformar, como si al cambiar la forma y la función dl· "' 1 1 de Punta Carretas en Montevideo, convertida en un mo-
un lugar, se borrara la memoria. ¡, 11111 centro de compras. Otros intentos de transformar sitios
Las luchas por los monumentos y recordatorios se desplicg.1 1 11 pre<;ión en sitios de memoria enfrentan oposición y des-
abiertamente en el escenario político mundial. Toda decisión dt "'" 111111, como las placas y recordatorios que se intentaron po-
construir un monumento, de habilitar lugares donde se conw li ' • nl'llugar donde funcionó el campo de detención El Atlético,
tieron afrentas graves a la dignidad humana (campos de conccn Ir • 1 • cmro de Buenos Aires 14.
tración y detención, especialmente) como espacios de memon.t.
o la construcción de museos y recordatorios, es fruto de la in1 1 1.málisis de este tipo de conflictos ha sido objeto de trabajos ya clásicos
ciativa y la lucha de grupos sociales que actúan como «empren "lo '"" .r rulmral. Young (1993 y 2000) es quien ha analindo en profundidad
• """ 1o~ alrededor de los diversos monum e nto~ y obras de arte que con-
12 E~to no ~ignilica la ausencia de conflictividad en el espacio píibliro 111 "' •1 "'el exterminio nazi. Yoneyama ( 1999) los analiza en el caso del Memo-
las conmemoraciones del 24. Pero se trata de confrontaciones entre acw11 1 1 l lu ushima. Para el museo delllolocausto en Washington, ver Linenth::.l,
diversos dt•wro del campo del movimiento de derechos humanos. Desde 1!.11• ' 1 1Memorial de Vietnam en Wash ington e:. anali7~do por Sn1rken (1997).
más de una década, existen al menos dos convocatorias diferentes a dos ewn11' 1 """ "'urdios de casos del Cono Sur, entre t.:llos el monumento Tortura
conmemorativos distintos: la Asociación Madres de Plaza de Mayo no COI1111.111• 111• 1 1\\.u, en Recife, Brasil, el edificio de la uNr (Unión Nacion~l de Estu-
b marcha con el resto de las organizaciones de derechos humanos y la muluuul 1 rll• 1 ··u IUo de Janeiro, el Palacio de la Moneda y varios monumentos en
de organizaciones sociales (alrededor de 200) que se han agrupado p:m org:uu1.11 ""''"''· 1'1 Parque de la Memoria y b Plaza de Mayo en Buenos Aires, serán
la marcha central en Buenos Aires. Aun dentro de la misma marcha, cxbH 11 rll,. "'"'·en Langland yJelin (eds.), en preparaci6n.
disput~s sobre la ubicación de los diversos grupos y h1s diversas consignas. ht" 1" '"'<" caso, hubo varios eventos públicos de conmen1oración, en los
muestra con claridad que la fecha y la conmemoración tienen sentidos difcH·1111 ' ""t.rbron algunas m::.rcas -murales, plac::.~ con nombres de represores,
inclust> para la gente que está «en el mismo bando» - para los distintos grupr• o1lr1 '' r. •" ''memorativas, etc.- En sucesiva~ oportunidades, estas marcas fue-
y las distintas identidades que se juegan en ese espacio. ¡ rrr11d.r, durante la noche siguiente a su instabción. Finalmente, se logra-
56 Elizabeth Jelin 1.rs luchas políticas por la memoria 57
. , Es~os lu~ares son. los ~spacios físicos donde ocurrió la reprc- lll"'> lograron su cometido impusieron o negociaron. El paso del
Sion d1ctatonal. Tesugos mnegables. Se puede intemar borrarlo:-., 11cmpo histórico, político y cultural necesariamente implica nue-
destr~1ir edificio:-., pero quedan las marcas en la memoria per- \ll'i procesos de s ignificación del pasado, con nuevas interpre-
~onallzada de la gente, con sus múltiples ~entidos. ¿Qué pasa 1tciones. Y entonces surgen revisiones, cambios en las narrativas
cuando se malogra la iniciativa de ubicar físicamente el acto del \ nuevos conflictos.
rec.u~rdo en un monumento? ¿cuándo la memoria no puede ma- Un caso extremo de esta conflic tividad y este cambio es lo
tenallzarse en un lugar específico? Pa recería q ue la fuer:ta o las •r( urrido en Alemania, a panir de la reunificación, especialmente
me?idas ad 111in istrativas no pueden borrar las memorias perso- cll la ex RDA . Set,rún Koonz ( 1994), los relatos que se oían en
nalizadas y los proyectos públicos de emprendedores activos. Los l.ts visitas a los campos de concentración en Alemania Oriental
sujetos tienen que buscar e ntonces canales alternativos de ex- , uando estaba bajo la órbita soviética e n fatizaba n tres puntos bá-
presión. C uando se e ncuentra bloqueada por otras fuerzas so- '>ICOS: primero, la responsabilidad de los crímenes de guerra del
ciales, la subjetividad, el deseo y la voluntad de las mujeres y l.t'>cismo y el capitalismo monopolista; segundo, q ue la clase obre-
hombres que están luchando por materializa r s u memoria se po- ra alemana, liderada por e l PC y ayudada por las tropas sovié ticas
ne n_claramente de .manifiesto de manera pública, y se re nueva resistió con bravura el dominio n azi; tercero, que esta here ncia
s u tuerza .o poten c 1~ . No hay pau s::~, no hay descanso, porq ttc heroica es la base para las luc has futuras contra el capital ismo
la m emon<t no ha s1do «depositada» en ningún lugar; tiene que internacional. No había refe re ncia a los judíos, a los gitanos o
quedar e n las cabezas y corazones de la gente 15. La cuc~ti611 de .1 víctimas no marxistas e n los campos. En el lado occidental,
tran~for.1~1ar los sentimientos personales, (micos e intransferibles, la narrativa e ra muy diferente.
en S1gn 1flcados colectivos y públicos queda abie rta y activa. La La reunificación bajo el dominio de Alemania Occidental pro-
prcguma que cabe aquí es s i es posible «destru ir» lo que la gente vocó. por parte de grupos de ciudadanos de la ex JU>A, reacciones
~ntcnta recordar o perpetuar. ¿No será que el o lvido que se quiere Je rechazo a rehacer sus historias según el molde occidental. Se
llll~t~.ncr con la .o~osición/rcpresi.ón policial tiene e l efecto pa- rompieron los consensos «oficiales» de un lado y del otro, y el
rad<~ICO de mulupllcar las memonas, y de actualizar las preguntas resultado fueron conflictos loca li zado~ (por ejemplo, intentos de
y d debate de lo vivido en el pasado reciente? Enfrentamos aquí conmemorar a las víctimas de los campos soviéticos instalados
nuevamente el tema de la temporalidad y las etapa~ por las cuales en la posguerra en lo~ mismos campos nazis, por un lado; intentos
transitan las memorias: es posible que este efecto paradójico de reivindicar o reparar a víctima~ judías por otro). También hubo
ocurra en un <<tiempo personal» o biográfico específico, que las ex-presiones de protesta de comunidades cercanas, que no querían
energías y d desasosiego existan en un grupo humano específico ver s us lugares dañados por imágenes de horror, e intereses eco-
que vivió un período y una experiencia dada, y que no sean trans- nóm icos que intentaron capitalizar e l horror en iniciativas po-
fe ribles o transmisibles a otros que no lo vivieron. tencialme nte lucrativas por la atracción turística. Como concluye
La COIHI:overs ia y el conflicto de interpretaciones no se aquie- Koonz: «Los campos de concentració n siguen embrujando (hatllt-
tan necesa n ame nte una vez construido el me morial, el musco tiltg) el pajsaje alemán, pero las categorías de víctimas se han ex-
o e l mo nume nto, con la versión del sentido dcl pasado que quie- pandido más allá de los antifascistas recordados e n el Este y las
víc timas del Holocausto por las que se hace duelo en el O este».
ron i n st~ l :r r :tlgun as se riales que han perdurado y no han ~ ido va ndalindas Qclin Y termina con una exhortac ión m ás general:
y l<auliuan, 2000).
" Esta 1:11ta de: materialicación se hace mucho más crucial cuand o se trat.1 Los paisajes de la bru talid:1d nni retienen su poder de horrorizar. Las
dr nremorias de dcsap:t rccidos, ya que la ausencia de cuerpos y la ince rtidum- atrocidades nazis deben permanecer en d centro de la memoria pública
bre de la muerte tornan irnposihk el duelo. compartida, aun mientras confrontamos la complcj:t herencia que con-
58 59
Elizabeth Jelin 1.t:J luchas políticas por la memoria
forma nuestro mundo de la pos posguerra. Para lograrlo, los memoriales La memoria literal, por otro lado, queda encerrada en s~ mis-
en los campos deben conmemorar tanto el rol soviético en la liberación 111,1. Todo e l trabajo de memoria se sitúa en la contígüid~d d1~ecta.
de los aliados como reconocer que :~lgunos alemJnes murieron injus- 1 •1s búsquedas y el trabajo de memoria servirán par~ Jdentt0c~r
tamente en los «campo:; especiales». El legado persistente de los campos,
1 todas las personas que tuvieron que ver con el sufnm1ento mJ-
sin embargo, debe servir como alerta contra todas las formas del terror • 1.11, para relevar en detalle lo acontecido, para e~tender, causas
político y del odio racial (Koonz, 1994: 275).
} nmsecuencías del acontecimiento, para profundizar en el. Pero
110 para guiar comportamientos futuro~ en otros campos de 1:
v1da, porque los recuerdos literales son mc~nmensura~lcs, y e~t~
USOS Y ABUSOS DE LA MEMORIA, LA PROPIEDAD Y LOS SENTIDOS v~·dada la transmisión hacía otras expenenCJas. El uso literal, d1ra
DEL «NOSOTROS» 1odorov «hace del acontecimiento pasado algo insuperable, Y a
1111 de cu~ntas somete el presente al pasado>> (Todorov, 1998: 31).
Volvamos a Todorov por un momento, cuando establece la dis- Los usos que se hacen de la memoria cor~esponden a esta:
tinción entre recuperar un pasado o sus huellas frente a intentos dos modalidades. En el caso literal, la memona es un fin en SI
de borrarlos, y el uso que se hace de ese pasado recuperado, o 1111smo, en oposición a lo que pide Koonz. La acción se e>..-plica
sea, el rol que el pasado tiene y debe tener en el presente. En y JUStifica como «deber de memoria», y hay un ma1~dato moral
la esfera de la vida pública, no todos los recuerdos del pasado de perpetuació n del recuerdo contra toda f~rma de olv1~~· Rouss~
son igualmente admirables. Puede haber gestos de revancha y .,l' queja de estos «militantes de la mem?na», c~tya acc1on ten~ra
de venganza, o experiencias de aprendizaje. Y la pregunta siguien- dcctos diferentes según el contexto mas ampho que los rectbe
111 ás abiertamente o se niega a escuchar • La noción de «C~
16
te es, sin duda, si hay maneras de distinguir de antemano los
«buenos» y los «malos)) usos del pasado (Todorov, 1998: 30). prendedor de la memoria», que plante~~os más arriba, imphca
Como ya se ha dicho, T odorov propone la distinción entre una elaboración de la memona en funCJon de un proyecto o e~
memoria «literal» y memoria «ejemplar» como punto de arranque prendimiento, que puede significar la posibilidad de un pasaje
para avanzar en el tema. Y la frase final del texto de Koonz es hacia una memoria «ejemplar».
un buen caso de esta distinción. Cuando ella pide que el legado El problema público y social que acompaña.~ estas dos pos-
de los campos sirva «como alerta contra todas las fo rmas del terror turas refiere, de manera directa, a la conformac1on de la coJ~U
político y del odio racial» está exhortando a un uso universalizador nídad política y a las reglas que la rigen. Y aquí podemos m-
de la memoria de los múltiples horrores de los campos, en con- troducír el guaraní. En guaraní hay dos vocablos para expresar
traste con quienes se quieren apropiar de uno solo de esos horro- la idea de «nosotros». Uno -ore-marca la frontera entre qUJenes
res -el de los horrores nazis contra judíos, gitanos o comunistas, hablan y su comunidad y el «otro», el que escucha u ob-serva,
o los horrores soviéticos contra alemanes- lo cual llevaría a una que queda claramente excluido. El otro -iíande- es un ~osotros
política de glorificación de unos y la infamia de otros, al mismo incluyente, que invita al interlocutor a ser parte de la m1.sma co-
tiempo que traería la identificación de «víctimas privilegiadas». munidad. Voy a sugerir que las dos formas de memona, y sus
Se trata de una apelación a la memoria «ejemplan>. Esta postura
implica una doble tarea. Por un lado, superar el dolor causado H• Rousso señala que el problema no es la militancia en sí, sino el peligro
por el recuerdo y lograr marginalízarlo para que no invada la de que para t•l militante, el fin justifica los medios, y los militantes «acept:m
vida; por el otro -y aquí salimos del ámbito personal y privado a veces mentir sobre la historia, muchas veces intencionadamente, para sal-
para pasar a la esfera pública- aprender de él, derivar del pasado vaguardar una idea pura y simple del pasado, con •buen~s» y «malos» bien idc::n-
las lecciones que puedan convertirse en principios de acción para tificados, fuera de toda la complejidad de los comportamientos humanos» (Rous-
el presente. so, e n Feld. 2000: 37)
61
60 Elizabeth Jelin 1,,. luchas políticas por la memoria
dos usos, corresponden a estas dos nociones de «nosotros» o de 111 :> ¿() h ay lugar para ampliar ese noso~ros, en L~na nperac~~n
comun idad - una inclusiva, la otra excluyente 17 . l" ,1 la cual comienzan a funcionar mecamsmos de mcorporacton
Tanto en las conmemoraciones como en el establecimiento ln•ítima -sobre la base del diálogo ho rizontal más que de la
de los lugares de la m em o ria hay una lucha política cu yos ad- Hl,:ntificación vertical, tema sobre el cua l volveremos al hablar
versarios principales son las fuerzas sociales que demandan mar- .ll testimonios- de (nos)otros? ¿se trata de un ore o un ~iat1~le?
cas de memoria y quienes piden la borradura de la marca, sobre 1' 1 lr otro lado, está el tema planteado por Todo rov, es dectr, cen
la base de untt versión del pasado que minimiza o elimina el qué mt:dida la mem~)ria sirve par a. ampliar el h~)~iz?:1te ~e ex~
sentido de lo que los otros quieren rememorar. También hay )'l'ricncias y e:-..11ectan vas, o se restrtnge al acontectml~nto. Aqut
confrontaciones acerca de las formas o medios «apropiados» de 1
·1 tema d e la lllCtnoria entra a jugar en otro esccnano, el de la
rememorar, así como en la dctem1inación de qué actores tienen 111 ..,ticia y las instituciones. P orque cuando se _rla?t:a la genera-
legitimidad para acttt:tr, es decir, quiénes tienen el poder (sim- lttación y universalización, la m emoria y la J~Jsttc!a confluyen,
bólico) de decidir cuál deberá ser el contenido de la me moria. 1•11 oposición al o lvido intencional (Y~rushal 1111, 1 .989a y .\ 989b~.
Estos conflictos pueden resumirse en el tema de la prop1edad Una hipót~sis preliminar, que deberá ser objeto d~ mveo.,t~
o la apropiac1ón de la memoria. l~.lción futu ra, rclacion<l los escenarios de la lucha por la mcm~ma
En un nivel, hay una confrontación acerca de las formas apro- : - m la acción e'>tatal. Cuando <.:1 Estado no desarrolla canales ms-
1
piadas y no <tpropiadas de e.:-.:presar la memoria. ¿Existen están- utucionalizados oficiales y legítimos que reconocen abiertamente
dares para juzgar las rememoraciones y los memoriales? Pero, lo'> acontecimientos de violencia de Estado y represión pasados,
y esto es lo m ás importante, ¿quién es la autoridad que va a decidir ]. lucha 'iObre la verdad y sobre las memorias apropiadas se de-
1
cuálco., son bs t{)rmas «a propiadas~> de recordar? éQuiénes encar- ..,,,rrolla en la arena socictal. En ese escenario, hay voce::. c~1y~ le-
nan la vcrdadem n1emoria? ¿Es condición necesaria luber sido víc- gitimidad es pocas veces cuestio nada: el discurs<: de las ~tctnnas
tima directa de la represión? ¿Pueden quienes no v ivieron en directa'\ y sus parientes más cercanos. En ausenCia ~e paramctros
carne propia una experiencia personal de represión participar del de legitimación sociopnlítica basados en cri terios étJ~~lS generales
proceso histúrico de construcción de una m emoria colectiva? La (la legitimidad del Estado de dercc_ho) y de la r.raduccto n o traslad~
propia definición de q ué es «vivir en carne propia» o ser wíctima de la memoria a la justicia instituCional, hay d1sputas permanen.r:s
directa)) es también parte del proceso histórico de construcción acerca de quién puede promover o reclamar qué, acerca de qu1cn
social del sentido. pued e hablar y en no mbre d e quién. .
N adie duda del dolor de la víctima, ni de s u derecho a re- La cuestión de la autoridad de la mcmona y la VI'RDAl) puede
cuperar las verdades de lo ocu rrido. Tampoco está en discusión llegar a tener una dimensión aú n m~s in~uietante: Existe el pe~
el papel protagónico (en términos h istóricos) que en d iferentes ligro (especular en relación con el btOiog1smo ractsta~ ?,e ancla!
casos tuvieron las «Víctimas directas» y sus fami liares como voces la legitimidad de quienes e:-..1xeo.,an la VT·RDAD en. una v1ston esen-
iniciales en los emprendimientos de las m emorias. E l tema, más cializadora de la bio logía y del cuerpo. El sufrn~m:nto per~onal
bien, es otro, y es doble. Por un lado, ¿quién es el <<nosotros)) (especialmente cuando se vivió en «Ca rne>> prop1a o a ~arttr d.e
con legitimidad para recordar? éEs un nosotros excluyente, en vínculos de parentesco sanguíneo) puede l~ega~ a convernrse pa1a
el que sólo pueden participar quienes <Niviero n)) el acontecimien- muchos en e l determinante básico de la leg1tttntdad y de la verda~ .
Paradójicam~nte, si la legitimidad social para expres~r la memona
•· 1 le aprcndtdo esta di'>tinción de Line Bart'Íro, colega paraguaya con quien
colectiva es socialmen te asignada a :1quellos que tuvteron una .ex-
compartimos inqtuemde., y preocupacione~ en esto~ temas. Los vocablos eu
g uaraní no est.in acentuados, y:1 que en esa lengua toda palabra que tcr111ina periencia personal de sufi·imiento cnrpora~ , esta at~tondad. ~tn1-
en vocal es aguda. La pronunciación es «oré» y •tiand6•. bólica puede fáci lmente dc'ilt;arse (consCiente o mconsCtentc-
62 Elizabeth Jelin 4. HISTORIA Y MEMORIA SOCIAL
Y los vínculos de parentesco (File, 1997) tienen e n el proceso de const rucción sobre e l tema. La re lación historia-memoria está hoy en día en e l ccmro de
de una cultura de la ciudadanía y la igualdad, temas a los que también alude los debates dentro del campo disciplinario de la historia, a partir dt: los trabajos
Ca tela (200 1). de Nora (Nora, 1984- 1992. Ver también LaCapra, 199!!).
64 Elizabeth Jelin 65
1IJ•;toria y memoria social
ye~do .toda la posible ficcionalización y mito logización) con la li ~~ momentos en que frente a controversias ideológico-políticas,
«histona» (LaCapra, 199H: 16; LaCapra , 2001, cap. 1) 3. .clu:-. historiadores» intervienen en la esfera ptiblica ciudadana. El
El t~ma qu.e _queremos desarrollar aquí nos obliga a dar un 111.111ifiesto de los historiadores en Chile, el debate de los his-
paso mas, o qlllza dos. No se trata solamente de plantear un con- I• 111adores en Alemania, la presencia (y la negativa) de actuar como
trapunto o una complementariedad entre los «datos duros» (de peritos» en juicios, son todos ejemplos de este tipo de inter-
los documentos y otras fu entes debidamente criticadas) y los «da- n-nción política, en la que se confrontan las <<Verdades históricas11
tos .blandos» de percep~iones y creencias subjetivas de actores y ~ las posturas «falsas)) o tergiversadas del pasado.
tcs ug~s .. Los acontecim ientos que interesan aquí tienen una ca- Éstas son manifestacio nes de una primera manera de reJa-
ra ct~nsti c~ que complica e l análisis. Como ya fue dicho, la me- ' ulllar el tema de la memoria y o lvido sociales con la disciplina
mona-olvido, la conmemoración y el recuerdo se tornan cruciales dt· la histo ria, en el campo del quehacer público ciudadano an-
cuando se vincu lan a acontecimientos y eventos traumáticos de ' l.tdo en compromisos de carácter ético o moral. Como seña la
re~resión y ~niqu.ilación, cuan?o.se trata de profundas catástrofes Ycrushalmi, una de las fu nciones del historiador profesional es
soonles Y de situaciOnes de sufnmtento colectivo. Es con relación l,t de rescatar el pasado, pocas veces reconocible por la tradición
a es t~s expcriencias, y muy especialmente a partir de los d ebates o la memoria social (que, además, según el autor está en vías
políttc.os y académicos acerca dc la Shoah, que las vinculaciones de perderse). La reivindicación del trabajo de la historia para
Y ten~10nes entre histo ria y memoria han cobrado creciente pro- «corregin> las memorias es, en este caso, un componente central
tagomsmo en el debate y la reflexión. del compromiso profesional del historiador en tanto que inves-
A~emás, e l abordaje de los sentidos del pasado y su incor- ugador y ciudadano. La historia -y por extensión, la investi-
poración e?, las luchas políti~as pone sobre el tapete la cuestión gación social-, entonces, tiene el papel de producir conocimien-
de la rclacton entre memonas y verdades históricas. El debate to crítico que puede tener un sentido político.
~'listori ográfico sobre el tema se manifiesta centra lmente en los S in embargo, hay algo más, o algo diferente, c.:n las tareas de
mtentos de legitimar a la historia oral dentro de los cánones de la investigación. Tanto en el extremo positivista como en el ex-
la disciplina y en las concepcio nes de la historia como narrativa tremo constructivista hay un discurso que intenta un cierre, una
c?n~truida. Es éste un debate «interno», dentro mismo de la dis- respuesta final que se aproxima a una «verdad>). En los temas que
Cipltna de la historia y de las otras ciencias sociales. Pero cobra nos ocupan --donde hay traumas y ;unbigüedades, silencios y
una dimensión pública y política, especialmente en re lación con exceso!), búsqueda de objetividad pero también compromiso
temas políticamente conflictivos. En efecto, hay situaciones en y afectos- la tarea de indagación posiblemente se ubique en una
que el investigador/historiado r puede tornarse agente público, y «tercera posicióm>, tal corno expone LaCapra:
su~ posturas pueden tener consecuencias po líticas que van m<ÍS
alla de los saberes disciplinarios y los debates académicos. Son ( ... 1 la posición que defiendo propone una concepción de la historia
que involucra una tensión entre la reconstrucción objetiva (no objc-
LaCapra analiza estos tema~ en profundidad, buscando una manera de
3
tivista) del pasado y un intercambio dialógico con él y con otros in-
cs~ribir o narrar que supere las oposiciones entre el positivismo y el construc- vestigadores, en el que e l conocimiento no entraría solamente el pro-
tJvlsmo extre111os (entre obj etividad y subje ti vidad, cogni ción y afec ti vidad, cesamiento de información sino también afectos, cmpatía y cuestiones
reconstru cción y diá logo, etc.) y que permita articubr rebciones de 111a 11C'ras de valor (LaCapra, 2001: 35).
~11ás críti ~as y autocuestionadoras. Esta búsqueda la hace a partir d r la «voz
mtermedta» (middh• ''oice) de Barthcs, una voz que «requiere modulaciones de
proximidad y distancia. empatía e ironía con respecto a los diferentes 'objNos'
de investigaciÓn• (LaCapra, 2001: 30).
68
Elizabeth Jelin 1ltstoria y memoria social 69
diversos en su funcionamiento social. Como seilala Kauft11an, l'll el capítu lo 1: la actuación del trauma, que casi siempre implica
•cpeticio nes de síntomas, retornos de lo reprimido o reiteraciones
en el n1ornento del hecho, por b intensidad y el impacto sorpn:sivo. ••tualizadas, sirve a menudo como anct~e de identidad. Se genera
algo s~· desprende del mundo simbólico, queda -;in reprcsemaci6n, y, l'ntonces una fijación <:n es<: pasado y en esa identidad, que in-
a part1r de ese momt•nto, no será vivido como pcrtenccieme al st~cto, l luye un temor a la e laboración y al cambio, ya que esto sig-
quedad ajeno a él. Será difícil o imposible hablar de lo padec1do, no nificaría una especie de traición a la memoria de lo ocurrido y
se in~cgrará a la experiencia y sus efectos pasarán a otros espacio~ que
lo pasado. Elaborar lo traumático (rt,orkiltg thrott,(!lt) implica poner
el stueto no puedL: don1inar. La fuerza del acomecimicmo produce un
colapso de la comprensión. la instalación de un vacío o arruicro l'll la una dista 11cia entre el pasado y el present<:, de modo que se pueda
. b~
capac1dad de explicar lo ocurrido (Kaufimn, 199!-l: 7). rl.'cordar que algo ocurrió, pero al mismo tiempo reconocer la
\ ida presente y los proyectos futuros. En la memoria, a diferencia
El evento traum<ítico es reprimido o negado, y sólo se registra de la repetición traumática, el pasado no invade el presente sino
tardí:lmente, después de pasado algún tiempo, con manifestacio- que lo infi>nna.
nes de diversos síntomas. Nuevamente, en este caso con refe-
rencia a procesos individuales e intersubjetivos, nos encontramos
con evidencias de que la temporalidad de los fenómenos sociales
no es lineal o cronológica, sino que presenta g rietas, rupturas, HISTORIZAR LA MEMORIA
en un re-vivir qu<: no se opaca o diluye con el simple paso del
tiempo (Caruth, 1995). Los cambios en escenarios políticos, la entrada de nuevos actores
En los distintos lugares donde se vivieron !:,'tierras, conflictos sociales y las mudanzas en las sensibilidades sociales inevitable-
políticos violentos, genocidios y procesos represivos -situaciones mente implican transformaciones de los sentidos del pasado. Los
típicas de catástrofes sociales y de acontecimientos traumáticos ejemplos de estas mudanzas son múltiples. No se trata necesa-
masivos- los procesos de expresar y hacer públicas las inte r- riamente de ejercicios negac ion istas (que también existen, sin du-
pretaciones y sentidos de esos pasados son dinámicos, no están da), sino de la selección y el énfasi~ en ciertas dimensiones o
fijados de una ve¿ para siempr<:. Van cambiando a lo largo del aspectos del pasado que distintos actores rescatan y privilegian,
tiempo, según una lógica compleja que combina la temporalidad y de los cambiantes investimicntos emocionales y afectivos que
de la manifestación y elaboración del trauma (irrupciones como esto implica. La construcción de memorias sobre el pasado se
sínto111as o como «supe ración)), como silencios o como o lvidos convierte entonces en un objeto de estudio de la propia historia,
recuperados), las estrategias políticas explícitas de diversos actores, el estudio histórico de las memorias, que llama ento nces a «his-
y las cuestiones, preguntas y diálogos que son introducidos en torizar la memoria».
el espacio social por las nuevas generaciones, además de los «cli- La significación de los acontecimientos del pasado no se e'>-
mas de época».
tablece d<: una vez para siempre, para mantenerse constante <:
70 Elizabeth Jelin 71
tli·.tor~a y memoria social
inmutable. Tampoco existe una linealidad clara y directa entre lit tt.tr bibliotecas enteras. Los sentidos que se le han dado y se
la relevancia de un acontecimiento _y e l paso del tiempo crono- J, . . ,gue dando a la Shoah en Alemania, en Israel, en Estados
lógico, en e l sentido de que a medjda que pasa e l tiempo el acon- lltudos y en o tros lugares de l mundo han ido modificándose
tecimiento va cayendo en el olvido histórico, para ser reemplazado 1 tttcdida que pasa el tiempo, insertándose en tensio nes y con-
po r otros eventos más cercanos. La dinámica histó rica de la m e- lit~ tos políticos (y económicos) específicos.
moria, entonces, requie re ser problematizada y estudiada. La ubi- En el caso de la dictadura militar argentina (1 976- l 983) , los
cación social d e los diversos actores y sus sensibilidades, la con- 1 nLtsis sobre qué recordar y q ué destacar fueron cambiando a
formación del escenario político en el que están insertos, y las In l.trgo del tiempo. Durante la dictadura misma, el movimiento
luchas de sentido en las que están embarcados, son algunos d e dt derechos humanos, tanto en el país como en la red de so-
los elementos que ayudan a explicar estos cambios de sen6do. lidaridad internacional , fue tejiend o una narrativa centrada en el
Esto es explícitamente un objetivo en los trabajos de H. Rousso , .tlor d e los derechos humanos y en las violaciones cometidas
sobre la memoria de Vichy en Francia en los que muestra cómo, por el régimen militar (y, como antecedente, por las fuerzas pa-
con el paso del tiempo, distintos actores sociales y políticos recu- t.unil itares de la llamada Triple A). La figura central que se cons-
peran selectivamente algunos eventos y algunos rasgos del período ltt tyó fue durante mucho tiempo la del <<detenido-desaparecido»,
(Rousso, 1990; Conan y Ro usso, 1994). «[ ...1 la cuestión de la vtetima de lo inimaginable. Tan inimaginable que llevó mucho
memo ria no es que hay un acontecimiento, que inmediatamente ltcmpo construir esa figura, ya que quedaba siempre la esperanza
se lo esclarece un poco, y cincuenta años después mucho más. de su re-aparición en la forma de una detención reconocida.
N o, es la configuración que cambia» (Rousso, en Feld, 2000: 35). D esde las fuerzas militares, la construcción del enemigo era
Esta estrategia anal ítica está también presente e n el trabajo l.t de «la subversió n)), que con su accionar en la lucha am1ada
d e AguiJar Fernández sobre la memoria de la Guerra C ivil es- v en la ofensiva ideológica venía a cuestionar los fundamentos
pañola, al analizar en detalle la evolución d el discurso o fi cial sobre mismos de la nación. El discurso militar e ra el discurso de la
la guerra durante el franquismo y la transición. En este caso, el guerra que, además -como d espués iba a hacerse más mani-
desafío conceptual que enfrenta la autora es superar el dilema fiesto-, era una guerra «Sucia». Sin embargo, el discurso de los
entre el «presentismo» (que afirma que e l pasado es continua-
mente modificado en fun ción de los intereses del presente) y ,cntidos y significados del pasado. Esas mane ras de nombrar también cobran
e l <<taxidermism o» (que pone el énfasis sobre la reproducción del "~nt idos diversos, y cambian a lo largo de l tiempo. Con re lación a los acon-
pasado, sobre la base de que existen límites a la posibilidad de tecimientos e uropeos del período naz i, especialmente al ge nocidit) de j udíos,
manipu]aóón de l pasado). La salida a este dilema lo encuentra cxt~te un d ebate implícito sobre el uso de la palabra H oloca usto, que tiene
l'ti mológicamente un sentido de sacrificio religioso y purificación nntal. Prefiero
al rescatar las «leccio nes del pasado», o sea, el aprendizaje político
u~ar la expresión más neutra •exterminio nazi». o a veces la palabra hebrea
- positivo pero en el caso español fundamentalm ente negativo-
Shoah, en su sentido de catástrofe o devastación (natural o humana), para evitar
que los distintos actores políticos extraen d e las memorias de la
t• ntrar en e l debate del sentido implícito en el acto de nombrar, reconociendo
guerra para afrontar las incertidumbres de la transición (AguiJar
.ti mismo tiempo lo siniestro del acontecimiento histórico. Agamben dedica
Fernández, 1996).
,tlgunas p:íginas muy hícidas a la e timología de es tas palabras y sn~ implicaciones
La historia d e las resignificaciones del período nazi y de los en el proceso de nombrar, que res ulta en su decisión de no 11tilizar e l tt." rmino
genocidios cometidos por Alemania, así como los sentidos que /lo/ora listo (Ag:unbe n, 2000: 25-3 1). LaCapra, por otra parte, muestra que e n
el exterminio n azi ~ tiene en distintos lugares y m omentos, podría l,l ge neralización del uso de este término se ha perdido por comple:to ~u sig-
nificado erimológico original y la asociación con la noción de sacrificio mua!
4
La terminología para nombrar lo ocurrido es parre de las luchas por los (L1Capra, 2001).
72 1hstoria y memoria social 73
Elizabeth Jelin
derec hos humanos se convirtió en consigna y en símbolo de la l>1ltdad de los violadores. Una pregunta que queda abierta para
trans ición en 1983. Para este discurso, lo que hay son violadores luturas investigacioncs es cn qué medida la judicialización de un
Y perpetradores de un lado, víctimas del otro. En esta primera ~ untl icto -como el conflicto político violento dc los años setenta
etapa, en las postrimerías del régimen militar, la conflictividad 1 11 Argcnti na- implica necesariamcntc su despolitización, o sca,
política previa a la dictadura, la militancia y la lucha armada no 1111 e ncuadre narrativo planteado en una clave penal ame~ quc
estaban en el centro de la atención. l'lllítica ".
. Estas im:.ígcncs contrapuestas entre los militares y e l movi- En un período posterior, una vez que el Estado ya había re-
miento de derechos humanos cedieron su lugar a desdoblamien- ' llllOCido la legitimidad de las demandas por violaciones a los
tos s ignificativos en el discurso y la práctica immucional del Es- dl'fecho!> humanos y había una «verdad» jurídicamente estable-
~ado. Por ~~~, lado, el gobierno de la transición construyó una ' 1da, sc abre una nucva etapa, en la que comienzan a manifestarse
mterpretac1on basada en un escenario de fuerzas violentas en lu- d1vcrsas modalidades de rec uperación de las memorias de la mi-
C~la (los «dos den~onios>>), que dejaba en el medio a quienes que- litancia y el activismo político, y no solamente de las violaciones.
nan la paz y la vtda democrática - una mayoría s upuestamente rvtúl tiple~ actore!> participan en esta recuperación: movimientos
aJena y ausente de esas luchas, que solamente s ufría las COllSe- políticos que «usan>l el pasado para setialar continuidades hi::.tó-
cuet?cias pero no era. a$enrc. activo de la confrontación, y que I ICas e n las luchas sociales y políticas del país, militantes y cx
militantes que comienzan a ofrecer su~ testimonios y sus rcnc-
po~ta en conse:~tenc1a tdenttficarse con la expresión «por a lgo
sera», que tmpltcttamente llevaba a justificar los actos represivos 'ioncs sobre pcríodo!> conflictivos de la historia rccicnte por mo-
uvos variados, jóvenes que no vivieron el período y que se acercan
?el aparato militar- . Por otro lado, la denuncia y prosec ución
con nuevos interrogantes - tanto quiencs se acercan con la in-
JUdtc tal de los cx comandantes (con e l juicio de 1985) mantuvo
genuidad, la distancia y la f:1lta de compromiso quc les permite
como figura cenlral a la <<Víctima>> de la represión estatal, con in-
hacer prcguntas novedosas o entrar en diálogos sin los precon-
dependencia de su ideología o de su acción. La víctima sufre un
ceptos o prejuicios de época, como quienes cargan las marcas
daño como con~ec~encia dc la acción de otros. No es agente,
biográficas del sufrimiento y la pérdida f1miliar, transmitidas en
no prodL~ce. H.ec tbc tmpactos, pero no se le reconocen capacidades
tdemificacioncs intergencrac ionales de maneras complejas (el
acttvas n1 para provocar ni para responder.
caso de !fiJOS)- . En los aiios noventa, el escenario político es
~1 marco del juicio a los cx comandantes de la~ juntas militares ntro, y los temas y preguntas que se plantean son nucvos.
realtz.ado e n 1985 fue propicio para esta despolitización dc los
confltctos. El marco jurídico formal e liminaba toda referencia a pkmtcab.ln, orientadas ~ identificar a l .t~ víctim a~ como cnemi~os de la nación
ideolo~Jfas y com~romi:os polític?s. Lo central era determinar que (Acuria y Smulovitz, 11)95: Gomálet 13ombal, 1995).
se habtan cometido cnmenes, sm preguntarse -omitiendo ex- 1
' El análisis de lo~ •9 uicios por la verdad .. que se llevan a cabo en vanas
plícitamente- e l posible móvil político de las acciones d e víc- Ju risdicciones argenuna~ a partir de 1995 podría .1yudar a revelar la comilll tld.td
timas o represores 5. En el juicio, la imagen de víctima permitió o cambit1 en esta imerpretación despolitizada del pasado. Adcn1ás, cabe hacer
establecer y reforzar, sin justificaciones ni atenu:mtcs, la culp::~- en este punto una prqwnta de car.ícter comparauvo: ¿cuál es la figura dt• la
\'ÍctÍma que se construye en países donde no hubo juicios? En Brasil, por ejem-
s En d marco del juicio, por ejemplo, cas1 cualquier pregunta que remitía plo, la n1ilitancia niiiK'<I fue silenciad.1 y se conMituyó en una marca muy fuerte
a la filiación ideológica o política dt• un testigo - n1uchos de e llos sobrevivientes y presente en la consmtcción de las víctimas de la represión. Por otro lado,
de c~mpos de detención clandestina. que relataban experiencias de tortura y los militares brasile1ith también h1c1eron oír :.u versión y su voz de manera
veJaCión- era den egada por los JUece~. Sólo en contadas ocasiones, y para poder muy fuerte y muy ptíbhca. panic1pa11do activamente en la con~trucción de l,ts
poner l' ll evidencia la sistcmaticicbd de l plan de exterminio de las Fuerzas Ar 111 a- narrativas sobre el régimen militar (Soares y D'Araujo, 1994; Soares, D'Ar:nvo
das, los jueces hacían lugar a bs preguntas que l a~ defensas de los ex comanda mes y Castro, I'J95; Cawo y D'Araujn, 2001).
74 Elizabeth Jelin 1 t1 storia y memoria social 75
Estos ejemplos, sólo someramente o.opuestos, están referidos v <.'1 cómo se recuerda y se silencia, en especial frente a situaciones
a escenarios públicos, a imágenes dominantes en lugares y mo- dl' catástrofe social, porque <do que es negado o reprimido en
mentos específicos. En primer Jugar, muestran _con toda claridad tnt desliz de la memoria no desaparece; siempre retorna de ma-
algo que ya fue señalado y seguirá siendo sen~ lado a lo largo Jtl'ra transformada, a veces desfigurada y disfrazada» (LaCapra,
de este texto: e l tiempo de las memorias no es lmea l, no es cro- 1<J98: lO) .
nológico, o racional. Los procesos históricos ligados a las me- La paradoja aquí es que los huecos traumáticos son al mismo
morias de pasados conflictivos tienen rnomentos de mayor vi- ucmpo parte de lo que queremos comprender y narrar como
sibilidad y m omentos de latencia, de aparente olvido o silenc1o. parte del horror del pasado, y «cajas negras)) que impiden la ela-
Cuando nuevos actores o nuevas circunstancias se presentan en boración de ese mismo relato. Como sciiala acertadamente La-
el escenario, el pasado es resibrnificado y a menudo cobra una Capra: «El evento traumático tiene su efecto mayor y más cla-
saliencia pública inesperada 7. . r.tmente injustificable en la víctima, pero de diferentes maneras
En segundo lugar, en estos procesos illtcrviCJ:e•~ manera ?e también afecta a todos los que entran en contacto con él: per-
central las transfonnaciones y procesos de la subJetiVIdad, mar- petrador, colaborador, testigo pasivo, opositor y resistente, y quie-
cados por las manifestaciones y las elaboraciones de situaciones nes nacieron después» (LaCapra, 1998: 8-9).
traumáticas. Si las ciencias sociales van a incorporar e l análisis de
la subjetividad y de las manifestaciones simbólicas en su foco
de estudio, estas «memorias» y huecos, así como sus irrupciones,
implicarán dedicar esfuerzos a la relación entre los acontecimien-
LOS HUECOS ENTRE HISTORIA Y MEMORIA
tos pasados y las manifestaciones de sus efectos, «restos)) y le-
gados en períodos posteriores. Las memorias se convierten, en-
En síntesis, no hay una manera (mica de plantear la relación entre
tonces, en un importante <<objeto de eswdio)) _Y llaman a estudiar
vincu laciones entre historias pasadas y rncmonas presentes, el qué historia y memoria. Son múltiples niveles y tipos de relació n.
Sin duda, la memoria no es idéntica a la historia. La memoria
7
La rea lidad regional del Cono Sur en el ~1ío 2000 es un claro ejemplo es una fuente crucia l para la historia, aun (y especialmente) en
de esto, conto ya ftlc mencionndo. C ualquier observador de la situac ión de sus tergiversaciones, desplazamientos y negaciones, que plantean
estos pahe~ a comienzos de los ,lfios noventa podía haber llegado a la conclusión en igmas y preguntas abiertas a la investigación. En este sentido,
de que se había alcanzado una e!.pecie de equilibrio, insatistactorio para muchos. la memoria funciona como estím ulo en la elaboración de la agen-
pero que perm itía un nivel mínimo de «Convivencia pacífic;w. Indultos en Arge n- da de la investigación histórica. Por su parte, la historia permite
tina, transición negociada en C hile. plebiscito en Uruguay, elecciones dircct:ls cuestionar y probar críticamente los contenidos de las m emorias,
en Brasil - todos cscos eran indicadores de una .calma social• en la cual las y esto ayuda en la tarea de narrar y transmitir memorias críti-
prácticas institucionales parecían empezar a rutiuizarse- . Diez a1ios después,
camente establecidas y probadas.
el escenario está absolutamenrc convulsionado: detención Y procesamiemo de
Pero hay más, como vimos, cuando se convierte a la memoria
J>inochet en Chile, Comisión para la Paz y reconocimiento de las violaciones
por parte del gobierno uruguayo. imcmos de re3 permra de casos de violeneta
en el objeto de estudio, objetivada como hecho histórico. «El he-
dictatorial en Brasil (tanto la bomba en Riocentro en 1982 como las inves-
cho histórico relevante, más que el propio acontecimiento en sí,
tigaciones sobre la muerte de Goulart), juicios por la verdad y IJuevos pro- es la 111emorirw, escribe Portelli como frase final en su trabajo de
cesamientos por secuestros de niños en Argentina. La sentencia judicial que indagación sobre las memorias de la muerte de Luigi Trastulli
declara la inconstitucionalidad de las Leyes de Punto Final Y Obediencia Debida (Portelli, 1989). éPor qué -pregunta Portc lli- se trasponen los
a comienzos de 2001 es otro hito e n est~: continuo ¡Jroceso de reapertura del tiempos en e l recuerdo, y se ubica esa muerte en los disturbios
pasado argentino. por despidos en 1952- 1953 y no en las protestas 1igadas a la OTAN
76 77
Elizabeth Jelin 111•.toria y memoria social
en 1949? Y en !>U búsqueda, encuentra la cxplicaci<)n del aparente d1 n:sponsabilidad a la reo,istencia. Si los partisanos responsables
«erro~» en el relam de los testigos en el cambio de clima político .1 hubieran entregado ...
y soc1al en esos ai1o:-, en Italia. Entran en esta historia de la memoria las cambiantes visiones
Con relación a otro hecho-memoria, la masacre de las Fosas -.nhre la resistencia a lo largo del tiempo: fue fácil asimilar su
~rdeatinas en 1~0111:1 en n1arzo de 1944 ti.1e una represa!ia de las tnl heroico y su lugar de víctima, que salva a la patria y que
fuerzas de ocup<tción alemanas en respuesta a 1111 atentado llevado ttlllCIT por el la. Pero su papel en el aten tado fue difere nte, fue
a cabo por la resistencia italiana en una ca lle céntrica de Roma. . 11 uvo, provocando muertes (inclusive de «inocenteS•> que estaban
El~ c~e atentado murieron 33 policías alemanes y, en menos de 11
, 11 el lugar) • Resultó m:ls entendible para el sentido común, en-
vemt~cuatro hor:~s, las ~i.terzas :~!emanas de ocupación, con la ley l•lllces, dejar esta acción panisana como hecho aislado, fuera del
de «d1e~ _por UJ.1m•. reu.IHcron a 335 residente:-, romanos (de distinta , omexto histórico de la 1:,tt1erra, responsabilizando a los partisanos.
extraceton soc1al, b:trnal e ideológica), y los fusilaron en las afueras El modelo que Portclli usa en estos trabajos de investigación
de Roma, en las Fosas Ardeatinas. Debían ser 330, pero se equi- puede ilustrar los diversos y múltiples niveles de relación entre
vocaron en las redadas por la ciudad, y decidieron fusilar a todos. 1!1:-,toria y memoria. Portelli ubica sus preguntas centrales de in-
El caso cobró notoriedad en la segunda mitad de los a1ios noventa \'('Stigacíón en el hiato, hueco, o distancia entre la cd listoria•> -los
cuando el oficia l nazi Erich Priebke fue extraditado desde Ba~ lll-chos, dolorosos, impactantes, ocurridos en algún lugar espe-
riloche? ~rg~1;tina, juzgado y condenado a prisión perpetua por 1 ítico- y las maneras en que p;nticipantes y vecinos relatan, re-
su part1C1pac1on en esa masacre (Portclli, 1999). l tterdan y simbolizan esos hechos. No se trata de dL·scubrir y
Al. preguntar cuánto tiempo pasó entre el atemado y la re- denunciar «memorias falsas>• o de analizar las construcciones sim-
presalia •. la mayorí~ de los entrevistados de Portelli. de cualquier bólicas en sí mismas, sino de indagar en las fracturas e hiatos
edad, 111vcl :ducat1vo y creencia política, indica lapsos que van cmre ambas, y emrc las diversas narrativas que se van tejiendo
desde tres dtas hasta un atio, cuando en realidad el lapso fue de .tlrededor de un acontecimiento. La multiplicidad de narrativas,
menos de 24 horas. ¿J>or qué se ha construido una cn:encia tan de-;clc las burocráticas y periodísticas hasta las inttm1stas y per-
fuerte sobre .el tiempo transcurrido entre el atentado partisano -.onalizadas recogidas en testimonios de familiares de víctimas
Y la represalia alcllltlna en la matanza de las Fosas Ardeatinas - referidas a un acontccimie11to del pasado pero integradas en
h<1st~e! punt~)- qt~: s.e puede hablar de un m ito, impermcabl~ la temporalidad del momento en que se narra- le permite in-
a la 111f?rmaCIO.Il tacnc;¡ y uocumemal? Extender el período in- corporar la cornplcjidad de niveles (lo ético-político, la acción
tcrmcdi~) permite reafil'mar la creencia de que los alemanes tu- colectiva, lo personal) en el análisis de los mecanismos de tras-
VIeron tiempo de conminar a los partisanos responsables a en- posición y descomposición del tiempo que funcionan L'n la sub-
tregarse, dar tiempo a que éstos se entregaran y, al no concretarse jetividad. Le permite también relacionar ese plano, el de la sub-
ese acto, proceder con la represalia anunciada. Se trata, claramen- jetividad, con los marco:-, interpretativos disponible:-, en diversos
te, de una creencia que no resiste la prueba de la verdad. Sin momentos (en sus análisis, centrados fundamentalmente en los
embargo,. se mantiene y transmite. La búsqueda de explicación marcos políticos de las narrativas de la derecha y la izquierda
de. este h1at? y el~ :sea creencia lleva a Portelli a indagar sobre
K Con relación a este punto, l'ortelli sef1ab que la izquicrd.1 itah.ma fracasó
los marcos 1deolog¡cos dentro de los cuales se han ido encua-
l·n b incorporación de las vfctim.ls civiles de la resistencia en ~u rl·law histórico.
dra ndo las n1emorias dominantes y las subalternas en Italia desde Para hacerlo, hub iera sídtJ necesario reconocer explícítamellll' :1 la n;sistcncia
la posguerra. En este punto, importa especialmente la construc- con1o.~ucrm, y no presentarla c.:omo 111ovimiemo moral de todo t'l pueblo italiano.
ción estereotipada del carácter de los alemanes (al definirlos ~ 01110 Con esto. dice Portelli. b itqlliCrd.l hiEo una contribución muy co~tosa a '>U
«brutales» se les quita la responsabilidad moral), y la asignación propia derroca en la lucha por la mcmori.1 (Portdli, 1999).
78
Elizabeth Jelin 5. TRAUMA, TESTIMONIO Y «VERDAD»
punto se ubica la imposibilidad de narrar y los huecos simbólicos Desde la primera acepción de testigo-partícipe. hay aconte-
de lo traumático. Pero también e l si lencio delibe rado, «indicador 1
11 nientos y vivencias de los que no es posible testimoniar, porque
sobresalie nte del doble carácte r límite de la experi encia concen- 110 hay sobrevivientes. N ad ie ha vuelto de la cáma ra de ~s, como
tracionaria: el límite de lo posible y, por esto mismo, límite de 11 adic ha vuelto de un w uclo de la muerte» en Argentina, para
lo decible» (Pollak, 1990: 12) 1. En segundo lugar, e l tema se contar su experiencia o aun silenciar su trauma. Este agujero ne-
refiere al testimonio en sí, los huecos y v:~cíos que se producen, gro de la vivencia personal, este hueco histórico, m~rca lll~ l.í1:1itc
lo que se puede y lo que no se puede decir, lo que tiene y no •1hsoluto de la capacidad de narrar. Es el buceo y la nnposJbll1dad
tiene seutido, tamo para quien lo cuenta com o para quien es- humana planteados por Primo Levi, quien se reconoce en el ((de-
cucha. Finalmente, está la cuestión de los usos, efectos e im- ber de memoria» como testimoniante «d elcgatiVO» o ((por cuenta
pactos del testimonio sobre la socied ad y el entorno en que se de terceros» que le~ cabe a los sobrevivientes. El testigo-partícipe
manifiesta en e l momcmo en que se n arra, así como las apro- que no puede testimoniar es, en el mun?o de los campos de
piaciones y scmido.., que distintos pÍlblicos podrán darle :1 lo concentración y especialmente de Auschw1tz, la figura del «mu-
largo del tiempo. su lmán», aquel que ha perdido su cap_;cidad humana cuando to-
El sufrimiento, b situación límite de l campo de concentra- davía no había muerto corporalm ente-:
ción , el intento (exitoso en su momento) de negar la cond ición
humana de las víctimas y reducirlas a su anima lidad por parte ¡... 1 110 sornos nosotros, los supervivicmes, los vcrda.deros testigos ... La
de los nazis son, a esta altura de la historia, bien conocidos. Han demolición terminada, la obra clllnphda, no hay nad1c que la haya con-
sido retratados e n innumerables formas y vehículos - libros d e tado, como no hay nadie que haya vuelto parJ contar su muerte. ~os
hundidos, aunque hubiesen tenido papel y plumJ. no hubJCran escnto
historia, fotografía , ci nc, ficción literaria, teatro, artes plásticas,
su testimonio, porque su verdadera muerte había cm~eza(~O ya an_tes
testimonios de sobrevivientes. de la muerte corporal. Semanas y meses antes de extmgtursc hab1an
El punto de partida es, en todos estos casos, la huella «tes- perdido ya el poder de observar, de record~;· de ap~cc!a? de expresarse.
timonjal» que queda en los sobrevivientes. l lay dos sentidos de Nosotros hablamos por ellos, por dclegac10n (Lev1, 1:>!:D. 72-73).
la palabra «testigo)) que entran en juego. Primero, es testigo quie n
vivió una e.xpericncia y puede, en un momento posterior, narrarla, Los sobrevivientes pueden hablar desde lo que observaron.
<<dar testimonio)). Se trata del testimon io en primera persona, por Pero también «vivieron» en el campo de concentració n. Y sin
haber vivido lo que se intenta narrar. La noció n de «testigo» tam- lkgar al extremo de la situación sin retorno, los sobrevivi~ntes
bién alude a un observador, a quien presenció un acontecimiento pueden dar testimon io com o observad ores de lo ~con~ec1do. a
desde el lugar del tercero, que vio algo aunque no tuvo parti- otros y, al mism o tiempo, ser testigos de sus prop1a~ v1venc1as
cipació n directa o envolvimiento personal en el mismo. Su tes- y de los acontecimientos en los que participaro n. ¿~ó~110 pensar,
timonio sirve para asegurar o verificar la existencia de cierto entonces, la posibilidad del testimonio de los sobrevivientes? . ,
hecho. Quienes vivieron la experiencia del campo de conccntrac1on
y la persecución pueden tener memorias muy vívidas y detalladas
1
El silenc io, a difen.: nci~ del o lvido, puede ti.mcion,tr conto modo de gestión
de la identidad que resu lta d el rrah;tj o de re insertarse en d mundo d e la vida 2 En la jerga de Ausc hwitz, e l «musul mán» (drr Mllselmtlllll) era el prisionero
«normah>. Puede también exp resar 1 ~ dificu ltad de hacer coi ncidir e l testimonio que había abandonado su esperanza y su voluntad de vivir, « 1111 c;~dávc r ambu-
con las normas de la 111or,tl Im pe rante, o la ausencia de condiciones ~ocia les lante, un haz de funciones fi~i(·~~ ya en agonía» como lo dc~cnbe J. Amery
favorables que autorizan, ~o lirit.lll o abren la pos1bilidad dt• c-.c ucha ( Po llak. (ciL1 do por Agambcn. 2(XIO: 4 1). Se trata de la situación línlllc entre lo humano
1990; Pollak y llcilllch, I'.IH6). y lo no-humano. como lo couccptllahza Agamben (Ag:unb<:n, 2(XXI).
82 11. 1uma. testimonio y «verdad.. 83
Elizabeth Jelin
de lo ocurrido, de los sentimientos y pensamientos que acom- .ll'llllnciaban, quienes en el interior de los ghettos y los campos
pañaban esas vivenciasJ. Muchos sintieron la necesidad imperiosa , lllcrraban sus diarios y sus escritos 4 . Lo que estaba ausente era
de relatar insistentemente lo que habían vivido. Primo Levi men- l.a capacidad humana para percibir, asimilar e interpretar lo que
c_io na esta diferencia: «Algu nos de mis amigos, amigos muy que- t·..,taba ocurriendo. El mundo exterio r no logró captarlo, y en con-
n _dos, no hablan nunca de Auschwitz [ ...J Otras personas, en cam- "l·cucncia nadie ocupó el lugar de testigo de lo que acontecía.
biO, hablan de Auschwitz incesantemente, y yo soy uno de ellos» l'odría decirse que los marcos interpretativos cu lturalmcnte dis-
(Levi, 1989: 172). Sempr(m , por otro lado, estuvo entre quienes ponibles no contaban con los recu rsos simbólicos para ubicar y
no hablaron hasta cincuenta años después (Sempr(lll, 1997). Al- dar sentid o a los acontecimientos.
gu nos sintieron el imperativo de contar, como si fuera una ne- Ilubo imágenes de la entrada de los ejérc itos de liberación
cesidad para sobrevivir, además de la más frecuentemente reco- .1 los campos, hubo relatos de sobrevivientes en la inmediata p~s
nocida d ~ sentir que se quiere sobrevivir al horror para poder guerra y hubo también la preparación de libros de homenaJe.
~ont~r. Sm embargo, la necesidad imperiosa de contar puede ser l:n ese momento, sin embargo, el énfasis público estaba en des-
msaCiablc, y el sujeto puede sentirse siempre traicionado por la t ubrir y documentar la magnitud de los crímenes. En el juici_o
fc1lta de palabras adecuadas o por la insuficiencia de los vehículos de Nuremberg hubo solamente un testimonio de un sobrevi-
para transmitir sus vivencias. viente. Fue un juicio donde «la prueba» fue fundamentalmente
La necesidad de contar puede caer en el silencio, e n la im- documental (Wieviorka, 1 99~. 1999).
posibilidad de hacerlo, por la inexistencia de o ídos abiertos dis- El gran cambio en el lugar del testimonio de los sobrevivientes
puestos a escuchar. Y entonces, hay que callar, si lenciar, guardar ocurrió a partir del juicio a Eichman en J erusalén, en 1961. El
o intentar o lvidar. Quienes optan por ese silencio no por ello testimonio de sobrevivientes jugó allí un papel fundamenta l, no
encuentran tranquilidad y paz. «El "no contar" la historia si rve ...ólo o necesariamente como prueba jurídica, sino como parte
para perpetuar su tiranía» (Laub, 1992b: 79) y a menudo provoca de una estrategia explícita de quienes llevaron adelante la acu-
pr<.?fundas distorsiones en la memoria y en la organización pos- sación: se trataba de traer al centro de la escena mundial la me-
ten or de la vida cotidiana. En el extremo, e l testigo se debate moria del genocidio como parte central de la identidad judía.
en un~ situación sin salida. O cuenta , con la posibilidad de perder Aparece el «testigo» como elemento central del juicio, y a partir
la aud1enc1a que no quiere o puede escuchar todo lo que quiere de entonces se instala lo que Wieviorka llama «la era del tes-
contar, o calla y silencia, para conservar un vínculo social con ti monio», reproducida en escala ampliada en los años ochenta
una audiencia, con el costo de reproducir un hueco y un vacío y noventa (Wieviorka, 199~) 5 . La pregunta permanece, ¿quién
de comunicación. escucha?, ¿para quién se testimonia?
En un nivel histórico general, sostiene Laub, el exterminio
4 Wieviorka (1998) destaca la enorme masa de documentos y teMimonios
nazi logró, durante su propio desarrollo temporal, convertirse en
un evento sin testigos. Ni testigos internos -aniquilados en su escritos por judíos en ghettos y campos en el momento en que los eventos
capacidad de ser testigos frente a sí mismos en la figura límite estaban ocurriendo. Respondían a un mandato de registrar y regbtrar; también
del musulmán- ni testigos externos. Había quienes captaban y como respuesta de resistencia ::~1 aniquilamie nto: ~<iBuc na ge nte, no olviden!
iBucna p;c me, cuenten su historia! iBucna gente, esc riban!», declaraba el his-
1 toriador Simon Dobnov antes de su nlllcrtc durante la destrucción del ghetto
Laub ( 1992a) hace referencia a su propia memoria (como ni1io qne logró
sobrevivir) extremadamente precisJ, inclnyendo una comprensión de lo que de Riga, en 1941 (Wieviorka, IIJ9<J: 125). Sin duda, una e norme cantidad de
es taba oc urriendo, de una manera qne «esta ba mncho m:h allá de 1.1 capacidad 1-!Stos escritos, ocultos en paredes y botellas, se perdieron en 13 destrucción nazi.
normal de recordar de un chico de mi edad». Y encuentra estos rasgo~ de «me- Algunos sobrevivieron.
moria precoz.>> en otros sobreviviemes a los que entrevistó. ' Nuevamente aquí, como en capítulos anteriores. encontramos mdicios
84 1r.1uma, testimonio y ..verdad» 85
Elizabeth Jelin
Fue nec~_:;ario :1
paso del tiempo, e inclw.ive la llegada de El te~timoni o incluye a quien e~cucha, y el escucha '>e con-
' tl'tte en participante, aunque diferenciado y con su~ propias reac-
u~a generanon nac1da en la posguerra que comenzara .1 preguntar
e mterroga r a sus mayore~. para reconocer e intenta r dar con- 1 111 nes (sobre los detalles y ejemplos, Laub, 1992a). En e~tc con-
ten~do a la br.ccha .his tó rica que se había creado e11 la capacidad tt·,co, e l testimonio en una entrl·vista se convierte en un proceso
soc1al de test1mon1ar, ya que los testimonios 110 fueron trans- dt.· enfrentar la pérdida, cle reconocer que lo perdido no va a re-
misible~, ~ integrables, en el momento en q ue se producían Jos lnrn:tr, «sólo que esta vez, con una sensación de que uno no sigue
acon.tec umentos: Sólo con el paso del tiempo se hizo posible ser c-..ta ndo solo - que hay alguien que acompaña- ... algu ien que
«test1gn» del test1m~m io,. como capacidad social de escuch ar y de dice ... Yo soy tu testigo» (Laub, \9<J2a: 91 -92).
dar sent1d? al teStimonio del sobreviviente (laub, 1<J92a). Es- Los modos en que el testimonio es solicitado y producido
tamos aqw frente a una de las paradojas del «trauma histórico», 110 son ~enos al resultado que ~e obtiene('. Como s~Jíala P?llak,
que. señala el doble hueco en la narrativa: la incapacidad o im- h)~ testimonios judiciale!> y, en menor grado. los rea!Jzados frente
posJbJ!~dad de construir una narrativa por el vacío dialógico -no •1 comisiones de investigación histórica están claramente detcr-
hay SUJeto y no hay oyente, no hay escucha-. Cuando se abre 111inados por d destinatario. La entrevista de historia oral también
el camino al diálogo, quie n habla y quien escucha comienza n 111,plica que el testimo nio es solicitado por alguien, pero se dan
a nombrar, a dar sentido, a construir memorias. Pero se necesitan en un entorno de negociación y relació n personal entre entre-
ambos, interactuando en un escenario compartido. vistador y entrevistado. Finalmente, la escritura autobiográfica re-
En esta direcci6n, Laub señala los para le los entre la escucha llcja una decisión personal de hablar pública1:neme por parte. ~ e
en la clínica psicoana lítica y la escucha en la entrevista testimonial. quien lo hace. Cada una de estas u otras .modal~ dad es de expr~s 1on
En a~11bos casos, dice, el pacto se basa en una presencia no obs- indican diferentes grados de espontaneidad , d1ferentes relactones
tructtv~ .u ?bstn.lyente, pero visible y activa de q u im escucha. de la persona con su propia identidad y diferentes funciones del
El cqlllllbno es 1ne~t<1ble y dificil de mamener, la alert<l e~ per- «tomar la palabra» (P o llak, 19<)0 ; Bourdieu, 1985).
manente. La narrat1v<1 de la víctim<l comienza en una ausencia, En todos Jos casos, hay una presencia de otro que escucha
en un rclat? que todavía no se sustanció. Aunque haya evidencias activam ente, aun cuando haya distintos grados de empatía. C uan-
Y. conoc1m1cnt?s sobre los acontec imientos, la narrativa que está do no ocurre este proceso cmpático, cuando e l contar - repetitivo
s1cndo produc1da y escuchada es el lugar donde, y consiste en
0 no- no incluye a un otro que escucha activamente, puede
~1 pro~cso por el cual, se construye algo nuevo. Se podría d ecir, transformarse en un volver a vivir, un revivir el acontecimiento.
mclus1ve, que en ese acto nace una nueva <<Verdad)).
N o necesariamente hay alivio, sino una reactualización de la si-
tuación traumática. «La au sencia de un oyente empático o. de
de que la te~nporalidad de )a., llll"lllorias no es lineal, sino que prl·sent.1 grietas,
manera más radical, la ausencia de un otro a quil'll dir~(!irse, un
fracturas e h1atos temporale-. Cll)'a dmámica hay que atender. A'>í c0 1110 la «fiebre•
otro que puede escuchar la angustia de las propias memorias y,
por encontrar manera~ '>istem.íuc.b de preservar testimonios dl· \obreviviemcs
de la Shoah se produJO varias déGld,t~ después del acomecimll"nto (primero
de esa manera, afirmar y reconocer su realidad, aniquila el relato.
con e l Arch1vo Testimonial Audiovi~ua l Fo rtun off de la Universidad de Vale y es precisamente esta aniquilación final de una narrativa, que
Y con e l musco V;¡d Vashem en J erusalé n : más rcciemcmence con e l proyectO
de r~co lección de testi moni os de ~ohrev ivientcs patrocinado por S. Spiclberg), " ccSi b experie ncia concentra cionaria constituye un caso límite de toda
los ti empos de l tes~imonio siste mático es tán llegando al Cono Sur. Como t:jcm- cxpc ricnci:t humana, las experiencias testimoniales no lo son menos ... L1 soli-
plos, se puede n mar el Archivo de f listo ria Oral qu e se está desarro llando ciwd de hablar de recuerdos humillantes y la dificultad de hace rlo pueden f:kil-
en M emoria Abierta en Argentina (Clarín y Pá,giua 12, IH de fcb 1cro de 2001). n1\' tltc crear un sentimiento de obligatoriedad de testimoniar, pero también de
y d arch1 vo de tCSt1mon1o~ de militares en Brasil (Soares, J)'Ar,llljo y Castro tent'r que justificarse con relación a los hechos evocados y. en consecuencia,
1995). . de sentirse no testigo sino acusado ...• (Polla k, 1990: 18ú).
87
86 Elizabeth Jelin lro~uma. testimonio y "verdad"
110 puede ser eswchada y de un relato que 110 puede ser prese11ciado lt comprensión de causas y condiciones, de motivos o de con-
o atest(f!.tiOdo, lo que constituye el golpe mortal» (Laub, 1992b: 68). dunas, que la experiencia se registra. Es, en_todo caso, _desde lo
¿Cómo se genera la Cilpacidad de escuchar? N o se trata de que no se comprende, desde lo que resulta mcomprenstblc, que
la escucha «interna» de quienes comparten una comunidad y un ·,~·genera el acto creativo de transmitir (Lanzmann, 199~).
nosotros. En esos ámbitos, la narrativa testimonial puede a veces Esta imposibil idad de comprender pu_ede ser entend1da co~o
ser una repetición ritual izada, más que un acto creativo de diálogo. ¡1111 ite. La pregunta del por qué y los mtcntos de dcscntranar
Se requieren «Otros» con capacidad de interrogar y expresar cu- l.t matriz política, ideológica, psicológica, social y cultural q_ue
riosidad por un pasado doloroso, combinada con la capacidad de lkvó a esa situación límite han sido motores permanentes de m-
compasión y empatía. Sugiero que la «alteridad» en diálogo, más n :o,tigaciones e indagaciones en todos los ~mbitos d~l sa~cr. En
que la identificación, ayuda en esa construcción. Y esto no es l''>te plano, no se trata de la obscenidad smo de la mqllletud Y
siempre posible. Semprún se pregunta: «¿Puede oírse todo?» Lt ansiedad del conocimiento.
(Semprún, 1997: 26). Un sq,"llndo punto tiene que ver con la relación en~re te~
Los psicoanalistas se especializan en esa labor de escucha, pero Limon io y «verdad». Al trab~ar sobre la relación entre testimOniO
en función terapéutica y, por lo común, de manera individual. y trauma, el eje de la consideración_ de la wcrd:d)) se despla_za
Para que haya proyectos socia les de escucha y rescate de testi- tlc la descripción fáctica -cuántas ch1rneneas hab1a en /\uschw1 ~z
monios se requiere no solamente la existencia de «emprendedores es el tema en debate provocado por un testimonio de sobrevi-
de la memoria», sino algunas cualidades especiales de esos pro- viente, entre entrevistadores e historiadores, como relata Laub
yectos. Se requieren entrevistadores y escuchas sociales compro- ( t 992b) - a la narrativa subjetivada, que transmite las verdades
metidos con «preservar», pero también atentos a los procesos sub- presentes en los silencios, en los miedos y en los fantasmas _que
jetivos de quien es invitado a narrar. visitan reiteradamente al sujeto en sus sueños, en olores y nudos
En el plano societal, es posible identificar algunos de esos que se repiten. O sea, se reiteran aquí los dil~mas de la <~erdad
«otros» dispuestos a escuchar en el suceder de las generaciones. histórica)) y la fidelidad del recuerdo (Portclll, 1998b; R1coeur,
Son las nuevas generaciones que interrogan, que preguntan, sin 2000)ll.
los sobreentendidos que permean el sentido común de una ge-
neración o grupo social victimizado. También pueden cumplir Je ShQah. Me aferré a este rechazo a eme nde r co mo la ímic<t actitud éti ca posible
esta función otros «otros» -quienes se acercan desde otros mar- y al mismo tiempo como la únic:1 actitud operativa. Esta cegue~a fue p_ara mí
co~ históricos y otras culturas-. El diálogo interwltural, como la condición vi~al para la creación. L., ceguera debe ser comprendrda aqur como
en muchos otros procesos sociales, es también aquí fuente de d modo nl<ls puro de la mirada, la única manera de no alejarme de una realidad
creatividad. que era literalmente enceguecedora ...• (L.1nzmann, 1995: 204). ..
Hay dos puntos más que son estimulados por la reflexión >1 El tema de la werdad» y la falta de correlación con la ~verosunrhtud»
a partir del exterminio nazi. El primero, señalado por Lanzmann de 1111 testimonio se pone en ev1deucia claramente en la historia de la recepción
con relación a los testimonios recogidos en su película Shoah, del texto los/ Rákover !tabla a Dios (Kolitz, 1998). En este caso, corno lo rela!a
se refiere a la imposibilidad de comprender lo ocurrido. Lanz- Pal Baddc, los lectores qni5ieron creer que la historia era verdadera, a pesar
rnann insiste en su punto. No se trata de comprender o entender de b s desmemidas reiteradas del autor, que insistía en que era nn texto de
las causas del exterminio para poder elaborar un mens ;~e orien- licci6n cscrito en primera persona, y 110, como se indica en e l cornit'nzo del
tado a la transm isión. 1 Jacer la pregunta de por qué fueron muer- relato: E11 1111a de las mi11as del ,1!111'10 de Var.wvia, emre 1/lolllím/os de pirtlras )1 dr
tos los judíos, dice Lanzmann, es una obscenidad 7 . No es desde J¡ 11 esos ¡11111 tallos ralci11ados, metido t:tt 11110 pcqut•tia botelfa tapada, se CII(OIItr6 d s(I!IIÍI'IIIC
¡ •sw 111emo
1
csrrito e11 las /Í/timas homs dt• t•se ,~111'10 por 1111 judío llmtwd(l lo.</ /Mh1111'r
7 (Kolitz, 1998: 9).
«No entender fue mi ley de hierro durante los once aiios de la producción
88 Elizabeth Jelin 89
lt.tuma, testimonio y ..verdad,
La relación entre trauma y capacidad de representar o narr;u Al tener este fundamento discursivo, y al depender de ~arc~s
puede ser vista desde otro ángulo, el de la discursividad. Van 11.1rrativos existentes en una cultura, la cuestión del tesumomo
Alphen se pregunta sobre la imposibilidad de narrar la vivencia \ udve a un plano donde lo individual y lo colc.cnvo se. ~ncuen
del exterminio. ¿Es por la naturaleza del acontecimiento, por su tJ.tn. La memoria -aun la individual-, co~no mteraccton entre
carácter e>-"tremo? ¿o tiene que ver con restricciones y limita- , 1 pasado y el presente, está cultural y colcc~1vamente enmarca?a,
ciones del lenguaje, de los sistemas simbólicos disponibles? Sciia la 110 es algo que está allí para ser extraído, smo que es producida
que lo traumático del acontecimiento implica una «incapacidad pllr sujetos activos que comparten una cultura y un etl1os.
semiótica» durante el acontccin1iento mismo, que impide «ex-
perimentarlo» (en el sentido de experiencia presentado en un ca-
pítulo anterior) y representarlo en los términos del orden sim-
bólico disponible. La incapacidad semiótica puede estar anclada EL TESTIMONIO DE LOS SIN VOZ
en las dificultades de ocupar una posición de agente activo por
l :11 Jos estudios culturales norteamericanos lig~dos a América ~,a
parte de los sobrevivientes. Esto se puede manifestar en um sub-
una, se ha generado en la última déc~\?a una tnt~n~~ pr~~du)cc~on
jetividad ambigua, donde el/la sobreviviente no logra ubicarse en
crítica sobre el testimonio y su rclae~on c~n la lttct atut ,1. 1 m. Jo
ninguna de las dos posiciones ofrecidas por el marco interpre-
general, se trata de textos elabora?os a partir d~ una, coi~~1~)~~Cl~)~l
tativo habitual: ¿víctima o responsable?, ¿sujeto activo u objeto
entre alguien que va a testimoma.r - y que ;tc.:nde a ~cr lc,pt~~
pasivo del accionar de otros? En este caso, la dificultad para «tener sentante de alguna categoría soCJ~l . de~posetda (o del <ITc~ccl,
la experiencia» de lo acontecido reside en la ambigüedad y en
b ausencia de los recursos retóricos para manejarla. O puede estar
Mundo>>)- y un/a mediador/a pnvdqpado/a, generalme~1tc ?e
otro mun d o cu ltu ral, · El Ob,ietivo
J •
desde la «buena conc1enna>>
presente la negación total de la subjetividad, donde los sobre- del/la mediador/a, es mostra~ al 1~1tmclo algo qu..: ~~<~aba oc.ulto,
vivientes se ven reducidos a la <macla)). Aunque puedan relatar hacer visible lo invisible y sllene~ado por .el f~ode1 , al mismo
algo de lo terrible que les ocurrió, lo hacen con distancia, sin uempo que servir c~mo medio para ~?ncre!Hlz~r '( tomar (con-
emociones, como si ~u subjetividad hubiera sido ase~inada en el ciencia de las condictones de e}..'}Jiotacwn (C.ugclbcrge:. 19:>~b).
campo (Van Alphcn, 1999). Lap otcncialidad de seducción del género es . nouma. Invitar
, d to
La dificultad puede también estar ligada a lo~ marcos narra- al lector a participar y ser testigo de la gencrae~on e un ac r
tivos dispontblcs (o inexistentes) para contar el exterminio nazi,
por la inexistencia de una trama o marco narrativo que permita prctativos dispo 111 hles en términos de cursos de ~tda . porqu~· el tiempo que
relatar los eventos con alguna coherencia significativa, o porque va pasando aleja al sujeto de s11 propia muerte, t~ea comr:ma ". la •·n~nnah•
los marcos interpretativos existentes resultan inaceptables por ser del curso de vida, en que a medida q11e pasa el uempo, la pr~p•a mtu.:.rre ~e
hace más cercana. Se requiere mucho uempo, y mucha capaetda~ de s•mbo-
contradichos o negados por la trayectoria subjetiva del sobrevi-
hzación, para poder entonces narrar. Semprún escribió su te~lll.nomo cmcuetHa
viente - por ejemplo, cuando se espera del testimoniante que
- después de su paso por Buchenwald, e indica t¡U(' no In htzo ames porq_uc
cuente su biografía en términos de una temporalidad lineal , con anos . ' (\(17) e
emrc 111a escrirura y la vid;u>, eligió la ~egunda (Semprun, 17 7 • _nmo ya u~
t '
un «antes» normal, una disrupción por las vivencias del e>.'ter- , - 1ado , la' postura de Semprún no es la única posibk. 1 la y .otras . maneras
sena .
minio, y un «después», de reconstrucción- (Van Alphen, 1999; •11 <¡uc los sobrevivientes se vincu laron con su identidad Y.,,,
ll' Stii11011 10.
también 1997, cap. 2) 'J. t: . 1 ,. · ·
1u El paralelismo con las primeras etapas de •c.'I111111St~to.
d on d e e·1 «hacer
visible lo invisible» combinaba la invcstig;•ci6n, la denUIICia y b denm~da, no
'' Si, como tan bien logr;t transmitir Semprún, se vive el campo de con- l'S casual. Muchos testimonios han sido de mujeres, y muchas de las medtadoras
centración cOnlo la muerte, la experiencia posterior trastoca los marcos ínter- han sido parte del movimiento feminist.l .
90 91
Elizabeth Jehn trauma, testimonio y «Verdad"
y de una voz ?e~pi~rta complicidad, la creencia de compartir y El caso de Rigobcrta M enchú es ilustrativo del efecto q~c
proyectar una mttmtdad que, ilusoriamente al menos se basa e 11 1111 testimo nio puede tener en distintos públicos, y su cambto
la autenticidad (Sommer, 1991: 132). En su anál isis de/ testimonio •1 lo largo del tiempo. El libro y la figura de Rigoberta fueron
de Rigoberta Menchú, Sommer va abriendo y haciendo trans- venerados y hasta sacralizados, especialmente en los círc~los pro-
parentes algunos de los mecanismos retóricos del texto, a través ~resistas universitarios de los Estados Unidos. Su Premt~ Nobcl
de los cuales Rigoberta mantiene el control de la distancia social de la Paz en 1992 la elevó como figura de alcance mundtal. Esto
usando la afirmación cultural de su derecho a mantener el silencie; -.ignificó para ella una actuación política internacional, con 1~ ela-
(«los indígenas han sido muy cu idadosos de n o revelar los deta lles boración de estrategias y tácticas adecuadas a la tarea, con altados
de su comunidad» l~emos en e l texto) para tal fin. Su capacidad y enemigos d iversos. El paso significativo s.iguiente en cuant.o
de despertar cunostdad en el lector es producto directo de su .d impacto de su testimonio fue la controversta generada, a .parttr
perfonmtividad (Sommer, 1991: 135). del texto de Stoll (1999) que cuestiona la veracidad de la mfor-
~ importa~te del anális!s de Sommer para el objetivo de este mación contenida en su testimonio.
capttulo es el J~ego entre tdentificación y distancia que se es- No entraremos aquí a relatar la controversia que este. texto
tablece entre R1goberta y los lectores. Permanentemente Rigo- provocó en el ámbito de los estudios culturales no rteamencanos
berta Menchú llama la atención sobre la distancia cultural entre (Arias, 2001), ya que excede el motivo por. el cual hacem os r~
ella y los otros. Esto contrasta con la m anera habitual de las narra- fere ncia a este caso en nuestra argumentactón. La controversta ,
tivas a~tobiográficas en primera persona. Se espera de ellas que sin embargo, pone el acento sobre dos temas pertinentes. Pri-
la escntura sea reveladora, íntima, casi confesional. En sus «se- mero, la cuestión de la «verdad histórica». Está claro que hay re-
cretos,,, la testimoniante se ocupa una y otra vez de excluir al latos presentados en primera persona P.~ro q.ue no fue~on p~e;
lector de su círculo íntimo, señalando permanememente la di- senciados por Rigoberta. Este hecho, émvaltda .su t:st~monto.
ferencia. N o hay lugar para la identificación, sino para el diálogo. ¿Cuál es el valor de verdad que se d ema nda? cEI facuco o el
Por o tro lado, y en contraste claro con la escritura autobio- simbó lico? ¿Dónde se pone el límite entre «realidad)) y «ficcióm>?
gráfica, Rigoberta se presenta como representante de un colectivo ¿N 0 se trata siempre de procesos d e construcción social? Todas
como si el testimonio tuviera un «sujeto plurah,. Algo similar su~ estas preguntas, en definitiva, indican que nin~~l texto puede
cede con el testimonio de Domitila Barrios, de Bolivia (Viezzer, ser interpretado fuera de su conte>..1:0 de produccton y de su re-
1977). El uso de la primera persona, e l Yo, no invita a la iden- cepción, incluyendo las dimensiones políticas del fenómeno. .
tificación. El singular representa lo plural, pero excluye al lector. En segundo lugar, está claro también que su carácter. testi-
Se trata de un ore, no de un lia11de.
monial no está basado en su presencia personal como testtgo d e
cada evento narrado sino -al menos eso es lo que ella defiende-
En términos retóricos, cuyas consecuencias políticas deben ser evidentes sobre una presencia colectiva, por lo cual e l texto, en prim.e,ra
a esta altura, hay una diferencia fundamental entre la met4fora de la au-
persona del singular, debe ser leído com o plural, com~ e:crre~ ton
t?btografia y la n::trrativa heroica en general, que presupone la iden-
udad-por-sustit~ción, por la cual un significante (superior) reemplaza sintética de experiencias colectivas. Postu ra que, en u!ttma ~n~
a otro (Yo sustituyendo a nosotros, el líder al seguidor, Cristo a los tancia revierte sobre la postura presentada en los capttulos 1111-
creyentes), y la 111etonímía, movimiento lateral de identificación-a-tra- ciales 'de este libro, acerca de la inoperancia política d e la dis-
vés-de-la relación, que reconoce las diferencias posibles entre «nosotros" tinció n entre «protagonistas en carne propia» y «otrOS>J. Además,
como componentes de .un. todo sin centro. Ése es d lugar donde en- estas distancias y disonancias entre lo ocurrido y lo narr~do v~cl
tramos como lectores, mvttados a estar con quien habla antes que a ven a plantear la necesidad de penetrar en e llas, para as1 analtzar
ser ella (Sommer, 1991: 146). la relación entre eventos y representaciones.
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Elizabeth Jelin t ,,tilma, testimonio y ..verdad ..
En verdad, la referencia al debate sobre el testimonio y b Obviamente, la realidad no está tan polarizada, y la circula~ión
literatura testimonial permite rescatar varios elementos centrales. \ d diálogo pueden asumir t(mn:~s muy diversas, que ~ombman
Primero, la mediación de quien edita, lo cual indic<~ que e l diálogo dill:rcntes estrategias de enunciación y diversas modalidades de
es constitutivo del texto testimonial. Este elemento es análogo r\ ~m:si6n de la subjetividad.
a la escucha en la construcció n de los testimonios de sobrevi-
vie r1tcs, y apunta al carácter dialógico, construido y mediado, del
mismo. Segundo, marca el contraste entre la autobiografla in-
dividualizada y el testimonio de un yo en plural, representativo LOS TESTIMONIOS DE LA REPRESIÓN EN EL CONO SUR
de una condición social y de un escenario de luch:ts políticas 11 .
Tercero, aunque establece una complicidad con el lector, no se
1 n las primeras páginas del libro Mi lwbitació11, mi celda (Ccliberti
tr:tta de un texto que invit:t a la identificación, sino al diálogo
\ (;arrido, l9H9), Lilian Celiberti relata los detalles de su secuestro
(Sommer diría horizontal, no jerárquico como en la autobiogra-
(¡unto;¡ sus dos hijos) en Porto ~legre, 13r:~sil, y el t~·:~slad<~ c~an:
fía). Cuarto, el control y la manipuhción de los silencios y lo
de"tino del grupo a Uruguay, pnmer paso de los cmco anos de
no dicho son herranlient<ts centrales para marcar esas diferencias
y establecer con cluidad la alteridad del lector. prisión que ~ ella sufi·iría hasta su libe.r~ción en .19H3. El -~~lat<~
de la detención refleja que, como mrhtantc activa, conou,1 los
Este tipo de texto testimonial hace explícito el rango de al-
peligros que corrí:~ y los sufrimientos que podía llegar a _exp:-
ternariv:~s en que se manifiest<l la narrativa personal. En un ex-
nment:tr. Aun cuando en ese momento poco y nada se sab1a pu-
tremo, el :teto de narrar está impuls:~do por la voluntad y por 12
blic:~mente sobre el Operativo C<'mdor , transmite en el .r~latO
la r:tciomlid:~d de la elaboraCIÓn de una estrategia pública y po-
su conciencia del riesgo que corría y los cuidados que su actlvtdad
lítica. La medi:~ción es, en un '>entido, instrumental, para poder
lkgar a una audiencia o pt'1blico con mensajes que puedan ser política requerían. O sea, aunque inesperado. el secuestr~ en~ra~a
L'll c1 campo de lo posible. Lo que ~eguram.ente no cst:~b,1, 1.::1
interpretados según marcos y c6digos culturales preexistentes (y
que el/la testimoniante no conoce a fondo). En el otro extremo, L'l campo de lo pensable er:t que ese secuestro Iba a comprorn~.:tc.:r
sujetos traumatizados q ue logran arm:~r una narrativa -a veces la vida de sus hijos. . . ,
sin apropi;Kión de sentido- a partir de la intervención y la crea- En las páginas sigu ientes, relata las estrateg•a: que 111~ento usar
ción de escenarios y esp:~cios de escucha personalizada y activa. para evitar su traslado a Uruguay. Con la angustia de qUien ~s.taba
·
en nesgo pe1..son al , pe1·o qt1e también
. sentía la responsabthdad
,. . .
11
Al ,mal izar las narra uva~ JXT\Illl.tlc~ de combarienrcs de la Primera Gut•rra por c1 deslino de sus hijos, va «JnventandOl> ma~1eras de dcwra1
Munth.tl, llyncs se1iala lo comr.1110, >J que «cada ejemplo cuent.l J.¡ historia la ruta y d camino que sus represores tenían dch~1eado par:~ ~lla.
de un hombrc en accione!. que mvolucraron a muchos, y que c.ldJ 11110 h.1bl.t Llegar a la frontera y convencerlos de que habJ.a que :olvc.r_ a
en ~u propia voz individual, que no es la voz de la hisrori.t. n1 de !.1 lllt'n1ori.1 p 01~to Alegre, fracasar en el intento de hacer pública su sttuanon
colecuva» (ll ynes, 1999: 21 H-21Y). y ~tl~llt'lll' que, .. a) existir, rcliaan y suhvlt'rten
el rl'l.uo colectivo de la guerra trut• t'~ l.1 historia mi lit<ln> (p. 220). Por su p.u te, 1' Opl·r.aivo de coordinación slsrt'lll.Ílica de .~eciones repre~iva' por P.'lrtl'
Wit'VIorka alc:rta sobre un peligro claro que: se deriva de la <•era de: ll'~tint<lnÍn»: dt• b' f11 er~.1 ., .trilladas de Chile. Argemina, Uruguay. Brasd, Paragu~y Y Bo.llv1.1,
la n~n-.Hiva histórica y colectiva ~e: ri-.1gme1Ha en nna serir de histori,\s Íltdi- cuya vigencia p 11do ser comprobada con certeza a partir del dcscubr unl l'lllo
vidua lc'i. El c:~o'tcrm in io nazi puedt• emnnn·s perde r su carácrcr político y pre- y :.will\i~ de ¡0 , archivos de la Policía Sccrt't:l de Paragu;•y en 1992, de 1.1 n¡2enur~
SCIHarse sólo como causa de Lt devastación de vidas de individuos, wn lo cual de doCUil1CiltOS -,obre el caso por p.lrlC del l)q¡artamento de E~tado de cst.ldo~
1.1~ categorías políticas se transforman t'11 catq~orías de la psicologí.1 individu.1l Unido-. l'll JI)<)<) y de b apertura dl' lo-. archivos de los Departament<h de 1.1
(Wit'VHlrJ..,l. 1999: 140).
Pollcí.1 ~ccrt't,l ck Brasil (Boccia P.ll. 1CJIJIJ).
94 Elizabeth Jelin Trauma, testimonio y «Verdad., 95
y comprometer a las autoridades brasileñas, todo parece salir dt: < .unientos y distanciamientos involucrados en el testimonio; am-
una mente lúcida, creativa, activa, que elabora y funciona «a mil». bos, creo, necesarios para la (rc)construcción de sí mismo, de
A pesar de la detallada descripción de sus acciones y de sus in- la identidad personal. En p rimer lugar, una relación con un/a
teligentes movidas estratégicas, habla de esa situación como una «otro/a», que pueda ayudar, a través del diálogo desde la alteridad,
vivencia «Sin palabras». La narrativa, sin embargo, no manifiesta .1 construir una narrativa socia l con sentido. Prácticamente todos
fal ta de palabras. Esa reflexión sobre la fa lta de palabras, ¿es una los relatos testimoniales tienen esta cualidad dialógica, de alguien
«normalización» retrospectiva del evento, o una manera de nom- que pregunta, que edita, que ordena, que pide, que <<normaliza>>.
brar un silencio que se impone sobre la memoria aun en el pre- Y esta alteridad se traslada después al vínculo con el lector. No
sente? (Dove, 2000). -;e espera identidad, sino reconocimiento de la alteridad.
Esta narrativa militante contrasta con muchos testimonios, es- En segundo lugar, una relación de acercamiento y de dis-
pecialmentt: de madres d e detenidos-desaparecidos, que vivieron tanciamiento con relación al pasado. Regresar a la situación lí-
el momento de la irrupción forzada y la d esaparición como algo mite, pero también regresar de la s itu<~c i ón límite. Sin esta se-
totalmente inesperado e inexplicable. En un caso, e l de Lilian gunda posibilidad, que significa salir y tomar d istancia, el tes-
Celibcrti, no hay vivencia de ruptura y hueco en ese m om ento. timonio se wrna impos ible. Re fe rirse a la experiencia d e la muer-
Lo habrá después, en la experiencia carcelaria. Lo hay, central- te, como lo hace Semprún , y también Celiberti, requiere no
mente, en la relación con sus hijos: <<El momento de la desped ida re-vivir sino poder incorporar la vida del presente, d el d espués,
con Cam ilo y Francesca lo viví muchas veces; no puedo pensarlo en ese retorno. El presente de la memoria agrega algo funda -
sin morirme un poco ... » (Ccliberti y Garrido, 1989: 21). En el men tal, que permite constru ir y acceder, por suerte sin regresar
otro caso, la «catástrofe» es masiva y total; lo ocurrido no puede del to do, al pasado.
entrar en los marcos interpretativos disponibles. Muy pronto hay La profusión d e textos testimoniales, algunos de carácter au-
que descartar las hipótesis pensablcs, de que se lo/a llevaron «por tobiográfico y otros basados en mediaciones y proyectos de ter-
erron>, o cuando, después de recorrer diversas dependencias po- ceros, así como las iniciativas de archivos de historia oral y las
liciales y llamar a todos los conocidos «influyentes» pidiendo ayu- búsqued as personalizadas a través del cinc son indicios de pro-
d a para encontrar aVa la desaparecido/a, la respuesta es el vacío, cesos sociales importantes que están ocurriendo en las sociedades
la ausencia, la negación de la existencia de la persona. de la región. No se trata de fenómenos ligados solamente al mer-
El devenir traumático implica una incapacidad de vivir una cado (lo que los críticos literarios llaman «el boom del testimo-
«experiencia» con sentido. Hay una suspensión de la tempora- nio y la biografía») sino a complejas búsquedas de sentidos per-
lidad, ex-presada en los retornos, las repeticiones, los f.1ntasmas sonales y a la reconstrucción de tramas sociales. De manera cen-
recurrentes. La posibilidad de dar testimonio - en el doble sen- tral, existe también un propósito político y educativo: transmitir
tido de la noción de testigo presentada al comienzo de este ca- experiencias colectivas de lucha política, así como los ho rrores
pítulo- requiere ese tiempo de la reconstrucción subjetiva, una de la represión, en un inte nto de indicar caminos deseables y
to ma d e distancia e ntre presente y pasado. Consiste en elaborar marcar con fuerza el «nunca más)).
y construir una memoria de un pasado vivido, pero no como
una inmersión total. «Regreso, pero no del todo>>, dice Celibcrti
(p. 2 1). Una parte d el pasado debe quedar atrás, enterrado, para
poder construir en el presente una marca, un símbolo, pero no
una identidad (un re-vivir) con ese pasado.
En síntesis, hay dos vínculos que son simultáneamente acer-
l rauma, testimonio y «verdad..
97
96 Elizabeth Jelin
en la convicci6n de que, como en muchos otros campo~ d~ tra- nttportante numéricamente en Ch ile que en Argentina o Uru-
bajo, a menos que se realice un esfuerzo consciente y focahzado t•ttay. La proporción d e personas jóvenes ~uc más ~~~a. en est~s
para pl.mtcar preguntas analíticas desde una perspectiva de género. dn'> países. El golpe militar de 1973 en Chtle fue dmg1do hac1a
el resu~tado puede remitir a la visión estereotipada segün h• ; ual 1111 gobierno socialista en ejercicio. La concentración de la re-
las mujeres sufren y los militares dominan, o -una vez J11as- presión sobre funcionarios y políticos que ejercían cargos guber-
lograr que el género se tOrne invisible y desaparezca. tumentalcs implicó una presencia proporcional mayor de hom-
bres adultos entre las víctimas directas. En Argentina, U ruguay
\ Brasil la represió n más violenta estuvo dirigida a grupos mi-
(l(antcs (incluyendo m ovimientos guerri lleros armados), don~e
LA REPRESIÓN TIENE GÉNERO 1 había una fuerte presencia juvenil. La división sexual del trabaJO
nnpcrante en estos países implica que los hombres son (y lo eran
La represión de las d ictaduras del Cono Sur tuvo cspecifici~ades mucho más en los años sesenta y setenta) más numerosos que
de género. Los itnpactos fueron diferentes en hombres y nntjcrcs, las mujeres en los roles «püblicos» y en la mi litancia po líti.ca y
hecho obvio y explicable po r sus posiciones diferenciadas en el -;i ndica l. La diferencia entre la participaci6n d e ho mbres y muJeres
sistema de género, posiciones que implican experiencias vitales fue menor en el movimiento estudiantil y en los movimientos
y relaciones sociales jerárquicas clara m en te distin t;ls 2. . armados, donde ya en esa época la presencia de mujeres era
Empecel1los por las e:>..'¡)eriencias represivas corporales propta- -,ignificativa.
mente dichas, con las prácticas reales y con las víctimas dircct~s También el pode r que se ejerce y ejercita en la represión di-
de tortura, prisión, desaparición, asesinato y exilio. E~istct1 dt- recta se da en d marco de relacio nes de gé nero. El modelo de
fe rcncias entre países y períodos en los tipos de represión. 'f;u;l- género presente identifica la masculinidad con . la d'~minac~~n y
bién hay diferencias en las características demográficas de laS vtc- la agresividad, características exacerbadas ~n la tdentt~ad. mtlttar,
timas directas. J [ubo más hombres que mujeres entre Jos mttCrt<~S y una feminidad ambivalente, que combt~a l.a supenonda~ es-
y detenidos-desaparecidos. Esta diferencia parece haber sido mas piritual de las mujeres (inclusive las proptas tdeas de «Patrta» y
de «Nación» están feminizadas) con la sumisión y pasividad frente
1
Esra sección se lMsa en el trabajo de Teresa Valdé~ • .AI¡,>t1nas rdc.•=> para a los deseos y ó rdenes de los hombres. Los rituales del poder
la con:.tderacrón de la dm1et1stón de género en la memoria colecriva de 1.1 rcpre- en el escenario público (saludos militares, desfiles, etc.) tienen
!>IÓn». Documemo prep.lr.tdo para el Programa MEMORIA dei'>'>H<. 1999.
un carácter pcrformativo, en el que se despliega sin matices la
~ De nt.mt·ra muy esquemática, un -;istema de género involucra: ,,) una
dualidad entre el actor/poder masculino, por un lado, y la pa-
form,1 prcdomin:mte de di"i~ión !>l'X'tt;tl del trabajo (producción/reproducción);
sividad/exclusión fcminizada de la población o audiencia por el
b) la diferenciaci<Ín de c!>pacios y esferas sociales anclada en el género (u~ta
e:.lcra p(tblica vi~ibk/una csfer:t privada invisible); e) relaciones de poder >' drs- otro·1.
tincionc.'s jerárquicas. lo c.:ual implica cuotas diferenciales de rcconocin•icnto,
El poder masculino militar en la esfera pública, con sus ri-
preMigio y lcguimid.1d; d) rcbciones de poder dentro de cada ~éncro (b:~:;ada~ tuales y prácticas de representación repetitivas en unifo rmes, des-
(' n la cb!>e, el grupo é tnico, etc.);<') la construcción de identidades de ~~ ne ro file s, exhibición de armas, etc., se acompa1iaba por peiformanres
que coi nciden con o tras dimensiones diferenciadoras. produciendo una id~:n materializadas en cuerpos y en prácticas concretas en los espacios
tidad m:1SC11 Iina ,melada e n cltrab;\io, la provisión y la adm inistración del p oder,
mienrras que la ide ntidad fcm~:nina está anclada en el rrab~o doméstico, la Taylor ( 1997, cap . 3) ana lin esta pe rformatividad de gé nero en b :t<:tua-
•1
maternidad y su rol en la pareja;./) la construcción de identidades «domiJL:'I 11 te:.>• ción de la Juma Militar en Argentina, y muestra cónr o e n ese ca~o l.1!> mujeres
a~ociadas a las rclacio11es de poder en la sociedad (he[ero/hom osexualc:,, bl:m- [erminan siendo «no-rcpresemablcs» c.:omo sujetos, de tll odo q11e la represen-
co/negro-ind ígc na-pobre). ración e~. por definición, una auto-representación ma ~culiua.
103
102 Elizabeth Jelin Cl género en las memorias
específicos de la represión y especialmente en los lugares de tor- t omo objeto sexual, como esposas y como madres, eran claros
tura. En efecto, allí la mascul inidad de los to rturadores se afirmab:1 objetos de tortura se>.'Ual (Bunster, 1991; Taylor, 1997). 1 lay que
en su poder absoluto para producir dolor y sufrimiento. La tortura recordar también que muchas mt*res detenidas cran jóvencs y
era parte de una «ceremonia iniciática>>en los campos de deten- ,llractivas y, en consecuencia, más vulnerables al hostigamiento
ción , e n que se privaba a la persona de todos los rasgos de su 'iCXUaJ.
identidad: la vestimenta, las pertenencias personales, la posibilidad Para los hombres, la tortura y la prisión implicaban un acto
de mirar y ver por capuchas y mordazas. «La propia humanidad de «feminización», en el sentido de transformarlos en seres pa-
entra en suspenso ¡... ¡ La capucha y la consecuente pérdida de ..,ivos, impotentes y dependientes. La violencia sexual era parte
la visión aumentan la insq,>uridad y la desubicación ¡... ¡ Los tor- Je la tortura, así como una constante refcrencia a la genitalidad
turado res no ven la cara de su víctima; castigan cuerpos sin rostro; - la m arca de la circuncisión entre víctimas judías como factor
castigan subversivos, no ho mbres>> (Calveiro, 1998: 62). El uso abrravante dc la to rtura, las referencias al tamaño del pcne para
de apodos animales - Tigre, J aguar, Puma- y las ceremonias todos, la picana en los testículos, cte.- . Era una manera de con-
iniciáticas de los nuevos miembros de los equipos to rturadores vertir a los hombres en seres inferiores y, en ese acto, establecer
son «momentos de exaltación , cuando el torturador se sentía la «virilidad>) militar 6 . Los hombres tenfan que «vivir como mu-
com o Dios, con poder para reducir al/a la otro/a a ser una víctima jereSl>, tomando conciencia d e sus necesidades corporales: «ser
pasiva, a un cuerpo a ser pen etrado» (Franco, 1992: 107) 4. como una mL~er o morir como un hombre» (para un testimonio,
La n.:prcsión directa a mujeres podía estar anclada en su ca- ver T avarcs, 1999) .
rácter de mi litantes activas. Pero, además, las mujeres fueron se- La polarización entre lo masculino/femenino, activo/pasivo,
cuestradas y fueron objeto de represión por su identidad familiar, estaba naturalizada entre los militares. También lo estaba en los
por su vínculo con hombres --compañeros y maridos especial- grupos guerrilleros y en la sociedad como un todo. En las re-
mente, también hijos- con el fin de obtener información sobre presentaciones de la guerrillera por parte de los medios de comu-
actividades políticas de sus fam iliares 5 . La identificación con la nicación de masas en la Argentina dictatorial, está presente la am-
maternidad y su lugar fami liar, además, colocó a las mujeres en bigüedad de la feminidad. Por un lado, aparece una imagen de
un lugar muy especial, el de responsables por los «malos caminos» mujer masculinizada, con uniforme y armas, un cuerpo que re-
y desvíos de sus hijos y demás parientes (File, 1997). chaza todo rasgo femenino. Pero también tienen que reconocer
Todos los informes existentes sobre la tortura indican que la existencia de guerrilleras que actuaban como jóvenes <<inocen-
7
e l cuerpo femenino siempre fue un objeto «especial>> para los tor- tes)>, y se infiltraban con engaños para cometer atentados . Como
turadores. E l tratamiento de las mujeres incluía siempre una alta
1' La perfomtnllce :~criva de la relación sexual entre hombre~, qne es 1.1 qne
dosis de violencia sexual. Los cuerpos de las mujeres -sus va-
realizaban los torlllradorcs, no es siempre identificada con la homo~cxualidad
ginas, sus úteros, sus senos-, ligados a la identidad femenina
ni con ser «afeminado)). Es el rol pasivo el que feminiza (Salessi, 1995; Taylor,
4
Estos ele n1entos no son privativos de los mili tares del Cono Sur. Segtín 1997).
7 El caso de la jove n estudi ante q ue, haciéndose an1iga de la hij.1 del jdc
Theweteit, la construcción de la masculinidad naz i consistió en cultivar sim ul-
t:ínea mente la agresión sádica y la disciplina y e l amo-sacrifi cio rnasotplistas de policía, logró poner una bomba bajo su can1a es paradign1:hin ,. «Entonces
(citado por V:111 Alphen, 1997: SH). una 110che, trágica, una adolescente, Ana Marfa Gom::ík7, se de~li :ra sígilos:l-
; Ounster sc1iala que la si tuac ión 111:ís terrible se daba cuando las nnúeres nlt'lltC e n "el hogar más amigo" y. traicionando todos los sentim ientos de .unis-
eran secuestradas e n sus hogares: «El arresto de una mujer en su casa, delante tad, gratitud, nobleza, FR!A-MEN -TE, cumple la misión de asesinar a 1111 hom-
de sus hijos, es doblemente do loroso pa ra la mujer latinoamericana. La tradición bre. No importa que fuera un general de la Nación. No Importa que ~e tratara
hace que ella sea d eje de Lt t:1milia ...» (l:l unster, 1991: 48). del jefe de la Policía Federal. ERA UN IIOMBRE que al aco~ tar\C 1h.1 .1 t•ncon-
104 1 1género en las memorias 105
Elizabeth Jelin
contrapartida,. también en el m ovimiento guerrillero había difi- Por o tro lado, las mujeres debieron hacerse cargo del man-
cultades _para Integrar .la feminidad de las mLtieres militantes. w tl·nimiento y la s ubsistencia familiar cuando los hombres fueron
aceptacton de las mL~ : res quedaba siempre en duda y, cuando ...ccuestrados o encarcelados. Much as mujeres se convirtie ro n en
demostraban su habtltdad en operativos am1ados, eran vis ta~ 1,,.., principales sosten ed oras d el hogar. En esas condiciones, y ba-
c.o m o .«pseudo-hombres» (Franco, 1992: 108). En algun os tes- .,,mdose en sentimientos y responsabilidades fami liares, las mu-
urr~ont os de ex militantes y ex presas, aparece también una au- Jl'res debieron m ovilizar sus recursos personales para cuidar y
to-tdentificaci6n des-sexuada o masculinizada. .dunentar, a veces en el espacio do m éstico hogareño, otras en
D ad o e l sistema de género en las re laciones fam iliares además 111iciativas comunales tales como o llas comunes y pequeñas cm-
de_. ser víctin~a~ «dire~taS~>, las mtúeres fu eron básica y 'mayori- presas cooperativas.
Las tareas de la do m esticidad y las responsabilidades ancladas
t~ttan:eme :;tetnnas «mdtrectaS>>, y éste es el ro l en el que se las
l'll el parentesco son actividades que muchas mLtieres deben llevar
vtsualtza mas a m enudo: com o familiares de víctimas - madres
"' cabo solas en diversos contextos sociales, en diversas circuns-
y. ~ bu el as. principalmente; en menor medida esposas, hermanas,
tancias personales (divorcios, abandonos), y está n ligadas a me-
htjas, ~0v1 as- . Al tomar com o rehenes a los hombres, el sistema
nudo a condiciones de pobreza. La situación de las mujeres que
rcprest_vo afectó a las mujeres en su ro l fami liar y de parentesco
debieron hacerse cargo de esas tareas d ebido al secuestro-desa-
es d cctr, en el núcleo de sus identidades tradicionales de muje;
parición, al encarcelamiento o a la clandestinidad de sus com-
Y es~o~a. Desde esos lugares, y como mecanismo para poder so-
pai'ícros es intrínsecamente diferente, para ellas y para sus hijos
b~:vtvtr y sob r~ ll evar sus obligaciones familiares las mujeres mo-
y demás fami liares. En primer lugar, porque la situación de terror
v~lt~aron otro ttpo de energ ía, basada en sus roles familiares <<tra- en que se vivía requería ocultamientos diversos, inclusive del do-
dtcJOn~lcs», anc ~a~a en sus sentimientos, en el amor y en la ética
lor personal. Incluía intentar que los hijos siguieran sus activi-
del cllldado - logtca que difiere de la política.
dades cotidianas «como si nada hubiera pasado», para evi tar sos-
Dos tipos de acciones «típicamente femeninas)) se dieron en pechas. El miedo y el silencio estaban presentes de manera cons-
ese contexto: en la escen a pública, la creación d e o rganizacio nes tante, con un costo emocional muy alto. En numerosos casos,
d~ derechos humanos ancladas en el parentesco con las víctimas además, la soledad fu e un rasgo central de la experiencia: sea para
dtrectas; en .~1 ámbito p.rivado, la lucha por la subsistencia familiar no comprometer a otros parientes y amigos, sea por el alejam iento
y la ad aptacton o cambto en función de las nuevas circunstancias. de éstos «por miedo» o por desaprobación social, el entramado
No es un simple accidente que las organizaciones de derechos social en el que normalmente se desarrollan las actividades co-
humano~ ~engan L~ ~1a identificación «familística¡¡ (M adres, Abue- tidianas de la domesticidad fue totalmente destruido, quebrado,
las, Famtltares,. HIJOS, Viudas o Comadres) . Tampoco es acci- fracturados.
denta~ ~ue el hderazgo_ y la militancia en estas o rganizacio nes El exi lio es una historia diferente. A menudo, el e>ti lio era
sea ~astcamcnte de muJeres. Su carácter de género tambi~n :.e el resultado del compromiso po lítico de los ho mbres, y las mu-
mam~est~ en algunos de los iconos y actividades rituales de estas jeres debieron acompañar a sus parientes, no com o resultado de
orgamzactones: el uso de pañuelos y paftales, las fo tografías y las un proyecto político propio sino como esposas, hijas o madres.
flores. Los efectos de la experiencia del exilio en esas circunstancias sin
trar.su ~ l tim o ~tu: r-ro, dinamitado por un explosivo colocado por 13 mej or amiga x Estos aspecms de la organización cotidiana de la vida frente al sccues-
de su hrJ~ ·" .As' descnbfa el hecho e l conocido periodista B. N custadt, en u 11 a lro-dcsaparició n de sus parejas aparece n con claridad en los testimonios reco-
popubr rcvrsta (Bernardo N eustadt, (<¿Se preguntó cuá 11 tas Anas Marías Gon- gidos e n Ciollaro, 2000. También, desde la perspectiva de los hiJ OS, e n algunos
zález hay?», Revi~ta Cr1111', ailo 11, núm. 57 1, 11 de julio de 1976: 76). testimonios recogidos en Gclman y La Madrid, 1997.
107
106 Elizabeth Jelin
r 1género en las memorias
que los varones tienden a ser más sintet1cos en sus narrativas, Las memorias de los hombres, y sus maneras de narrar, apun-
o que las mltieres expresan sentimientos mientras que los hom- t.u1 en otra dirección. Los testimonios masculinos se encuentran
bres rebtan más a menudo en una lógica racional y política, que .1 menudo en documentos públicos, en testimonios judiciales y
las mujeres hacen más referencias a lo íntimo y a las relaciones en informes periodísticos. Los testimonios orales, realizados en
personalizadas -sean ellas en la familia o en el activismo po- .í mbitos públicos, transcritos para «materializar la prueba», se en-
lítico- . L1s mLüeres tienden a recordar la vida cotidiana, la si- marcan en una expectativa de justicia y cambio político. Si bien
tuación económica de la familia, lo que se suponía que debían d testimonio en esos ámbitos puede tener como efecto el apo-
hacer en cada momento del día, lo que ocurría en sus barrios deramiellto y legitimación de la voz de la víctima, su función
y comunidades, sus miedos y sentimientos de inseguridad. He- «testimonial>> está centrada en la descripción fáctica, hecha con
cuerdan en el marco de relaciones familiares, porque el tiempo la mayor precisión posible, de la materialidad de la tortura y la
subjetivo de las mtüeres está organizado y ligado a los hechos violencia política. Cuanta menor emocionalidad e invo lucramien-
reproductivos y a los vínculos afectivos (Leydcsdorff, Passerini to del Sltieto que narra, mejor, porque el testimonio oral tiene
y Thompson, 1996). q ue reemplazar a las «huellas materiales» del crimen.
En el caso de las memorias de la represión, además, muchas En realidad, lo que está implícito en el párrafo anterior es
mujeres narran sus recuerdos en la clave más tradicional del rol una diferenciación primera en el tipo o encuadre social de ex-
de mujer, la de «vivir para los otros». Esto está ligado a la de- presión de memorias, para luego poder preguntar acerca de las
finición de una identidad centrada en atender y cuidar a otros diferencias de género en ellas. El testimonio judicial, sea de hom-
bres o de mujeres, sigue un libreto y un formato preestablecidos,
cercanos, genera lmente en el marco de relaciones famili:~res. La
ligados a la noción de prueba jurídica, fáctica, fría, precisa. Este
ambigüedad de la posición de suj eto activo/acompañante o cu i-
tipo de testimonio público se diferencia significativamente de
dadora pasiva puede entonces manifestarse en un corrimiento de
otros testimonios, Jos recogidos por archivos históricos, los so-
su propia identidad, queriendo «narrar al otro». En las dos acep-
licitados por investigadores, los textos testimoniales escritos por
ciones de la palabra «testigo» presentadas más arriba, esto implica sobrevivientes, testigos y víctimas, y las representaciones «lite-
una elección de ser testigo-observadora del protagonismo de otro rarias,>, necesariamente distanciadas de los acontecimientos ocurri-
(un hüo detenido-desaparecido, por ejemplo), negando o silen- dos en el pasado (Taylor, 1997, cap. 6; Pollak y llcinich, 1986) 11 .
ciando el testimonio de sus propias vivencias -aunque obvia- J lombres y mujeres desarrollan prácticas diferentes en cuanto
mente ésta~ se «cuelan» en relatos que aparentemente están cen- a cómo hacer públicas sus memorias. Este tema ha sido estudiado
trados en la experiencia de otros.
11
Estas distinciones las establece Pollak en MI an:íli)is de testimonios de
epi:.6dica o scmámica, de acontecimientos vividos o transmitidos, etc.) (Lofws, rmüeres sobrevivientes de Auschwitz. En un sutil análisis, nruesrra la diversidad
Banaji, Schooler y Foster, 1987, por ejemplo). No hay mucha investigación de estrategias discursivas: cronológicas o tenl.íticas, en clave personal o en clave
de este tipo. especialmente aquella que tome en cuenta situaciones con un alto política, centradas solamente en la e:·:periencia concentracionaria o incluyendo
grado de con1promiso emocional. Por ejemplo, en un artículo reciente que prc- narrati vas del «antes» y del ((después», etc. Muestra también la i111portancia que
serna las contribuciones que las ne urociencias tienen para hacer en relación tiene en la elaboración de las memorias el mon1ento histórico y la situación
soc i~l en que se evoca la memoria de la deportación: in rncdiatamentc después
a la psicología cognitiva de la nlcmoria (Schacter, 1999), las diferencias de gé nero
de la guerra, o años después, como respuesta a dcrua11das institucionales o como
se mencionan sólo una ve7: los ho mbres manifiestan una tasa más alta de d is-
decisión personal de contar y transmitir la experiencia (Polla k, 1990). Su aná lisis
torsiones de la memo ria cuando se re lac iona con eventos que ponen de mani-
del corp us de testimonios, sin embargo, no incluye una dimensión comparativa
fiesto su mayor propensión a no reconocer que sus puntos de vista cam biaron
con los testimonios de hombres o un análisis de la diruensión de género en
a lo largo del tiempo.
el tesnmoniar.
110 Elizabeth Jelin 111
El género en las memorias
para los sobrevivientes de la Shoah. Los testimonios más cono- nm tramos un predominio de testimonios de mLtieres, y también
cidos son de hombres - los grandes escritores como Primo Lcvi de compi ladoras, editoras y entrevistadoras mujeres. .
y J orge Semprún-. Como señala Glanz, las mt~eres escribían Una manera de pensar la dimensión de género en la memona
mcnos, pero además hubo menos mujeres sobrevivientes, porque parte del enfoque ya tradicional, tanto en el feminismo como
el ser «portadoras de la vida» les confería una «peligrosidad es- en la reflexión sobre el lugar del testimonio (Gugclberger, 1996a),
pecial. Para aniquilar una raza, había que eliminar a las mujeres ...>> de «hacer visible lo invisible>>o de «dar voz a quienes no tienen
(Gianz, 2001: 11) 12• Pero, por supuesto, hubo mujeres que so- voz>>. Las voces de las mujeres cuentan historias diferentes a las de
brevivieron y que, sca por necesidad personal o política o por los hombres, y de esta manera se introduce una pluralidad de
intermediación de otros, contaron sus historias y sus memorias. puntos de vista. Esta perspectiva también implica el reconoci-
En los campos de concentración, hombres y mttieres estaban
miento y legitimación de «Otras>> e>..--periencias además de las do-
separados, de ahí que las narrativas dan cuenta de esferas y ex-
minantes (en primer lugar masculinas y desde lugares de poder).
periencias diferentes. Las narrativas de las mttieres ponen d én-
Entran en circulación narrativas diversas: las centradas en la mi-
fas is sobre su vulnerabilidad como seres sel\'Uales y sobre los vín-
litancia política, en el sufrimiento de la represión, o las basadas
culos de afecto y cuidado que se establecieron entre ellas. En
en sentimientos y en subjetividades. Son los «Otros» lados de la
los relatos, la sobrcvivencia física y social está ligada a la repro-
ducción y recreació n de los roles aprendidos en la socialización historia y de la memoria, lo no dicho que se empie:.ca a contar.
como mttieres: el énf:1sis en la limpieza, las habilidades para coser Tomemos el caso de las mujeres (n1ayoritariamente coreanas)
y remendar que les permitieron mantener una preocupación por que fueron secuestradas por las fuerzas armadas japon.esas para
su aspectO físico, e l cuidado de otros, la vida en espacios com u- establecer «estaciones de servicios sexuales» (comfort stnftOns), una
nitarios quc permitieron «reinventar» los lazos fami lísticos (Gol- forma de esclavitud sexual para servir a las tropas japonesas de
denbcrg, 1990). De hecho, algunas evidencias de análisis dc so- ocupación durante la Segunda Guerra Mundial (<?hizuko, 1999~.
brevivientes de campos de concentración nazis indican que las Se calcula que hubo entre 80.000 y 200.000 mu.1eres en esta SI-
mtueres resistieron «mejon> los intentos de destrucción de la in- tuación. Si bien su e:-.:istencia era conocida tanto en Corea como
tegridad personal, debido a que sus egos no estaban centrados en Japón (hay un libro sobre el tema publicado a co~ienzos de
en sí mismas, sino dirigidos hacia su entorno y los otros cercanos. los aiios setenta, que fue best-seller en J apón), la esclavitud sexual
La realidad demográfica es muy diferente en las dictaduras de estas mujeres comenzó a ser redefinida como «crimen» sól_o
del Cono Sur, ya que, como estamos viendo, las mujeres pueden en los años ochenta, para convertirse en tema de controversia
narrar las experiencias de los otros, las propias como víctimas política d e primer nivel en los noventa 13• .
directas (sobrevivientes de la represión en sus distintas formas), Las mLtieres que fueron secuestradas en Corea permanecieron
com o víctimas «i ndirectas» o com o militantes del movimiento calladas durante cincuenta afios. No hubo ningún testimonio has-
de derechos humanos. Si bien no hay un estudio sistemático com- ta comienzos de la década de los noventa, y es muy probable
parativo de los testimonios de hombres y mujeres sobrevivicntcs que todavía haya muchas mujeres que no se han identificado
o testigos, hay en los distintos países un número muy significativo
de tcxtos autobiográficos y de construcciones narrativas basadas IJ L1 controversia política in volucra debates acerca de la responsabilidad
en diálogos con algún/a mediador/a. En este tipo de texto, en- del Estado japonés, demandas de reparaciones económicas y fuertes debates
sobre la inclusión del tema en los libros de texto escolares. En todos ellos,
12
La anitluilación de mujeres portadoras de identidades étnico-raciales el debate político es presentado (¿enmascarado?) como debate historiográfico
tomó otro carácter en la ex Yugoslavia: la violació n corno medio para la «l impieza acerca de la <<Verdad», dada la ausencia de documentos escritos y la evidencia
étnica» (Moswv, 2000). basada únicamente en testimonios (S.1nd, 1999).
112 Elizabeth Jelin El género en las memorias
113
como víctimas 11 . Que empezaran a hablar fue, en parte, producto Sin llegar a estos extremos, la crítica de las visiones domi-
de la acción del movimiento feminista -más concretamente, del nantes implícita en las nuevas voces puede llevar eventu~lmen.te
desarrollo de una organización de mujeres que promovió tes- a una transformación del contenido y marco de la men~ona soCial
timonios de víctimas en Corea-. Para las mujeres, ofrecer su (Leydesdorff, Passerini y Thompson, 1996), en 1~ med.1da en que
testimonio significó recuperar un pasado suprimido y, en el pro- puede significar una redefinición de la c~fcra pública tmsma, antes
ceso, comenzar a recuperar su dignidad humana. que la incorporación (siempre su_bordmada) de voces no escu-
Pero hay más. En ese acto, sostiene Chizuko, se rehace la cludas en una esfera pública defimda de :mtemano. .
historia. Si la realidad del fenómeno corría antes por los canales Tomemos un caso más cercano a la experiencia de las dic-
de la historia escrita desde arriba 15, cuando una víctima (o so- taduras, las memorias de la tortura 11'. Sin duda,_las narrativas de
breviviente) «comienza a hilar el hilo fragmentario de su propia la tortura y los sentimientos expresados por muJeres y por hom-
narrativa, contando una historia que anuncia que "mi realidad bres son diferentes. Jean Franco seilala que los relatos personales
no era el tipo de cosa que ustedes piensan", va surgiendo una de víctimas de tortura tienden a ser lacónicos y eufem1sttcos. Las
historia altcrnativa, que relativiza de un plumazo la historia do- mujeres sienten vergüenza de hablar de sus experiencias. En tes-
minante.:» (Chizuko, 1999: 143). Sabemos, sin embargo, que el timonios de denuncia (frente a comisiones o como testigos en
testimonio es una narrativa construida en la interacción de la en- juicios), por ejemplo, informan que fueron violadas, si~1 dar de-
trevista, y la relación de poder con la entrevistadora (sea en un talles 0 describir el hecho. En relatos menos «normalizados» o
juzgado, en una entrevista de prensa o en una organización f<.:- burocráticos, el contraste entre hombres y mujeres puede ser más
minista de apoyo) lleva a adecuar el relato a lo que «Sl' <.:Spl-ra>>. nítido. Franco marca la diferencia entre el relato de un hombre,
Así se fu e construyendo un modelo repetitivo de víctima, cuando que describe su ex-periencia de pérdida de la hombría y de verse
hay una enorme diversidad de situaciones y narrativas que quedan forzado a vivir «como mujer» (Valdés, 1996), y el relato de una
ocultas.
mujer que deriva la fuerza para sobrevivir anclándose ~n su m~
En <.:stc caso, e l proceso de «dar voz a las enmudecidas» es
ternidad, que le permite sostenerse en la tortt~ra y sent~r cerc~ma
parte de la transformación del sentido del pasado, que incluye
con otras mujeres prisioneras. La autora inclustve n~ene~ona con~o
redefiniciones profundas y reescrituras de la historia. Su función
para «rehacen> el mundo que los torturadores qllleren destruir,
es mucho más que la de enriquecer y complementar las voces
se refugia en canciones infantiles que acostumbraba cantar a su
dominantes que establecen el marco para la memoria pública.
Aun sin proponérselo y sin tomar conciencia de las consecuencias hija (Parmoy, 1998). , ,
Las memorias personales de la tortura y la caree! esta_n _f~ler
de su acción, estas voces desafían el marco desde el cual la historia
se estaba escribiendo, al poner en cuestión el marco interpretativo tementc marcadas por la centralidad del cuerpo. La pos1b1hdad
del pasado. de incorporarlas al campo de las memoria_s so_cialcs pr~se~1ta una
paradoja: el acto de la represión violó la pnva~1dad ,Y la lntllmdad,
•~ Al finalizar b guerra, muchas de estas mujeres fueron asesinadas o aban- quebrando la división cultural entre el ámbitO publico Y la ex-
donadas. La mayoría mnri6. Entre b s sohrevivientes, pocas regresaron a sus periencia privada. Superar el vacío traumático creado por la re-
lugarc.:s de origen , por vergüe nza y certeza de que sus f.1milias no las iban a
recibir. Las pocas que se casaron y tuvieron hijos nunca mencionaron su pasado 11• Habbmos aquí de testimonins y relatos públicos. Los proce~os terapé~•
wergonzosO>' ni siq uiera :1 sus parientes más cercanos. ((La agresión japonesa ticos con pacientes que han sufi·ido condi ciones extremas (campos de dctcnc1on
tuvo éxito en enmudecer a sus víctimas» (Chizuko, 1999: 131 ). cbndcstinos, tortura) es tán en otro nivel de an;í lisis. Amati Sas (J9<JJ) plantea
1
; Con debates acere,, de si se trataba de prostitución o esclavitud, y si los dilemas y condiciones específicas de esta:. situacilmCs terapéuticas, Y muestra
la or¡,;aninción burocrática no era ((preferible» y más benévola que los bnrdeles el papel que juegan los sentimientos, espccialmcutc la ((recuperación de la ver-
privados ... güenza,, en el proceso terapéutico.
114 Elizabeth Jelin El género en las memorias 115
pres1on implica la posibilidad de elaborar una memoria narra- Se hace necesario aquí diferenciar varios niveles y ejes. Tanto
tiva de la experiencia, que necesariamente es ptíblica, en el sentido dentro de la guerrilla como de la resistencia a la dictadura sur-
de que debe ser compartida y comunicada a otros -q ue no serán gieron mtueres como sujetos políticos activos, au_n9ue. ';luchas
los o tros que torturaron ni otros anónimos, sino otros que, en veces su actuación implicó un proceso de mascuhmzac1on para
principio, pueden comprender y cuidar-. Sin embargo, siguen poder legitimarse -proceso que se manifestó también en las
siendo «Otros», una alteridad. AJ mismo tiempo, la recuperación prácticas represivas hacia las mttieres secuestradas- . Un segundo
de la <morm:~lidad)) implica la reconstrucción de un sí mismo, lugar de presencia activa femenina es el movimiento de derechos
con la reconstrucción de la intimidad y la privacidad. Los si lencios humanos. Las mujeres (madres, familiares, abuelas, viudas, etc.)
en las narrativas personales son, en este punto, fundamentales. han aparecido en la escena pública como portadoras de la me-
A menudo, no son olvidos, sino opciones personales como «un moria social de las violaciones de Jos derechos humanos. Su per-
modo de gestión de la identidad» (Pollak y Heinich, 19~6: 5), formatividad y su papel simbólico tienen también una ca rga ética
ligado al proceso de «recuperar la vergüenza» (Ama ti Sas, 1991). significativa que empuja los límites de la negociación política,
¿cómo combinar la necesidad de construir una narrativa pública pidiendo «lo imposible». Su lugar social está anclado en vínculos
que al mismo tiempo permita recuperar la intimidad y la pri- famil iares naturalizados, y al legitimar la expresión pública del
vacidad? Sin duda, la capacidad de escucha diferenciada pero aten- duelo y el dolor, reproducen y refuerzan estereotipos y visiones
ta de otros es un ingred iente fundamenta l en la tarea. tradicionales. En tercer lugar, en la e>-.'j)resión púb lica de memo-
Se plantea <~quí una encrucijada ética en relación a este tipo rias -en sus distintos géneros y formas de manifestación- las
de memorias sociales. A menudo, escuchar o leer los testimonios visiones de las mujeres tienen un lugar central , como narradoras,
puede ser sentido por el/la lector/a como voyeurismo, como una como mediadoras, como analistas.
invasión de la privacidad del/de la que cuenta, tema que cobra
centralidad en la uiscusión sobre cláusulas de confidencialidad
y restricciones al acceso en archivos públicos de la represión, que
incluyen numerosos documentos y aun objetos personales (Ca-
tela, 2002).
La idea de que se aprende del pasado está implícita en el sen- lemas y traumáticas, lo que requirió pr?ducir y «usa~» ol~~?s
tido común que guía la acción política de quienes proponen las y silencios políticos. Estos silencios, mamfiestos en la dtspostcton
consignas «Recordar para no repetir» o «Nunca más». Es también a negociar y concertar por parte de los div~rsos actOres.' fueron
una idea presente en trabaj os sobre cambios en sistemas políticos, acompai'iados por un desarro llo muy ampho de e>-.'Prcst~~es de
especialmente sobre procesos de democratizació n. mcmona · d e 1 pa.sado - de la República ' de la Guerra Clvtl , del
1
¿Qué se puede aprender del pasado? Agui Jar Fernández aplica franquismo y sus diversos ejes de represión- en el campo cu -
la conceptualización del aprendizaje político al ca-;o español. Parte tural (la literatura, el cinc, cte.).
de constatar que se tiende a aprender más de las experiencias En los países del Cono Sur, las dictaduras fu eron en general
propias que de las ajenas 5. La conclusión que saca de este <~eso más cortas que el franquismo en España, ~or lo cua_l no hubo
del pasado» de la Guerra Civil española es que «[ ... J era necesario, un cambio generacional en los actores políttcos. Se dteron tam-
incluso imprescindible, el relevo generacional, sobre todo si te- bién en un conte>-.'to internacional diferente, donde el _tema de
nemos en cuenta que había que lidiar con un pasado dramático Jos derechos humanos había cobrado una mayor :elev~ncta Y nue-
y difícil, plagad o de heridas mal cicatrizadas» (AguiJar Fernández, vos sentidos. En estas nuevas circunstancias (sm d~~ar de lado,
1996: 52). Además, en té rminos del curso de vida de los actores adernás las cond iciones específicas de las luchas po ltttcas en cada
sociales, los acontecimientos que dejan marcas más profundas son país) ¡ 0 ~ intentos de concertació n y negociación entre actores au-
los de las etapas tempranas de la vida y las del momento en que toritarios y propuestas de la transición, basados en e~l~ar «un man-
se comienza a tom.ar conciencia del juego político en que uno to de o lvido)} sobre el pasado borrando respo nsabtltdadcs a tr:-
está inmerso, lo cual implica un «efecto retardado» de los apren- vés de leyes de amnistía o de poner el énfa~is en la c?nstruc~ton
dizajes. La aplicación de las lecciones de la historia ocurre al me- de un «futuro promisorio>>, tuvieron poc~ éXJ~o y_termmaron sten-
nos con veinte años de distancia, por el tiempo que le lleva a do inestables. Los reclamos de salidas mstttucJOnales que con-
la nueva generación acceder al poder (Agui Jar Fernández, templen «Verdad y justicia» persisten. ~~sti.~adamcnt_e, sus voces
1996: 53) 6 . En el caso de la transición española, sostiene la autora, se alzan frente a las que piden «reconctltact~n» y o lvtdo . En este
el aprendizaje principal que la nueva generación trajo al escenario
contexto, la pregunta sobre el posible can:bto de postur~ qu~ se
de la acción política fue el «nunca más» a confrontaciones vio-
pueda producir por la renovación generacton~l q~e~a abJCrta. las
nuevas generaciones pueden llegar al escenano publ~co ~on otras
visio nes, basadas en aprendizajes de parte de la exper~encta ~asada
directamente un cie rto aspecto del Ilo loca usto o del N azismo [ ... ) En esos
momentos el H o locaustO no e~ re-presentado, sino más bien presentado o re-ac-
tualizado [... ]: se hace presente como efecto performativo. Estos actos perfor-
(decir no a la lucha armada, por ejemplo) pero al mtsmo uempo
mativos ~hacen•· el Ilolocausto o, mejor dicho. "hacen" un aspecto específico reavivar las memorias, interrogando a los may~rc~ acerca de _sus
del mismo» (Van Alphen, 1997: 10). compromisos y sus vivencias en ese pasado confltcttvo y rcprcstvo.
' El peso del pasado puede llegar a ser, en palabras de la autora, excesivo:
<<tmo tiende a observar a sus adversarios actuales a través del pnsma del adversario
q ue tuvo en el pasado"; «las probabilidades de percibir erróneameme los pro-
blemas actuales se incrementan cuand o un actor ha experimentado directam ente LA MEMORIA COMO TRADICIÓN Y TRANSMISIÓN
situaciones parecidas en e l pasado" (Aguilar Fcrnandez, 19%: 52).
Por eso. cuando decimos que un pueblo «recuerda>), en realidad decimo~ , ·' caminar de manera desarticulada o aun contra~e~irsc:
primero que un pa~ado fue activamente transmitido a las generaciones Í
c nt_rc SI: •. . de los procesos de transmisión de tradiCiones
comemporáneas [... ¡, y que de~pués ese pasado transmitido se recibió la mercla so~~~ acumulados la acción estracégic:~ de «emprcn-
y saberes SOCia es .' J' . . . de COI1S
como cargado de un ~entido propio. En consecuencia, un pueblo ccol- s de la memoria» que desarrollan po ltlcas acuvas
d ,d ... , -
vida» cuando la generact6n poseedora del pasado no lo transmite a la e ore. .d d 1 pasado y los procesos de transnllslon
trucción de sentl os e ' .
siguiente, o cuando él.ta rechan lo que recibió o cesa de transmitirlo
a su vez, lo que vit•nc a ser lo mismo ¡... J un pueblo jamás puede ccol- e ntre generaciones. d 1 d. , .ca
.
El ps1coana ' lisis se ha ocupado extensamente e a maml .
vidan> lo qut• antes no recibtó (Ycrushalmi, 1989a: 17-18). · - d , 1 urgenc1a
de la transmisión intergeneracional, sena 1an o ~dued a . . lt
-1 . lso de transmitir responde a una nccesl a que ~-c~ u a
Con esto queda plameado un tema central: la transmisión en- o e 1mpu · . d . ' xlg 'ncias narc1s1stas,
d. pulsiones inconsCientes genera as poi e ~.: . "d
tre quienes vivieron una experiencia y quienes no la vivieron, ~.: . . "d d de transmitir cdo que no puede ser mantem o
porque todavía no habían nacido, o porque no estaban en el lugar por la necesl a
it d
. .
el SUJCtO miSJnO»
(Ka·~. es,
l996) La transmisión
.
de los acontecimientos, o porque aunque estaban allí, por la d i- y a Jerg~. o en 1 mente en lo visible y manifiesto; también en
ferente ubicación et:1ria o social, la experimentaron de otra ma- se orgamza no so a , . p . , ·i los me-
·¡ . . e ·pccialmentc en los 11uecos. Ot que s
nera. los SI enCIOS Yd s "fi . , con los padres son fundamentales en
· .11105 de 1 cnt1 teac1on ' ·
H::ty tradiciones y costumbres, «ese co 1~unto de ritos y creen- cams . e transmisión también lo es la capacidad de ganar
cias que da a un pueblo e l sentido de su identidad y de su destino» e l proceso d . · (F' . nberg 1<)%) 7_ Como señala Itas-
autonomía como SUJeto all '
(Yerushalmi, 1<J¡)9a: 22), que son transmitidas e incorporadas por
soun,
generaciones sucesivas sin muc ha planificaci6n exp lícita. Las ins-
tituciones tradicionales - la Iglesia y la familia, la clase social y .. , da ofrece a uicn h recibe un espacto de libertad
la nac ión- fueron durante mucho tiempo los <cmarcos sociales una transmtston logra '. b i q (el pas<ICIO) parcl (llujar) rcci/COIIIrclrlo
y una base que le pcnmte a all( otwr
para la memoria», como lo conceptualizó Halbwachs. Este fun-
(1Jassoun, 1996: 17).
cionamiento social de larga duración se ve fuertemente alterado
en la actualidad, en una época de aceleración de los ritmos tem-
porales, de contactOs nHíltiplcs desterritorializados, de inscrcionc-;
plurales que cuestionan creencias sacralizadas. Muchos se lamen-
LAS MEMORIAS «ACTIVAS••
tan, entonces, por la pérdida de la tradición, la Ley, la 1/(//aklw/i.
Tema que preocupa a Yerushalmi y a Nora, entre otros. .· . a los suietos. En el sentido común,
Volvamos a las memollas y . ~ .. , . , . 1
Vivimos una época en que las tradiciones están sometidas a .d 1 .d de la c<transmlslon lllter-gen~.:raci.Ona >>
esd muy extend 1 a a 1 ca ., d t. • ,
múltiples visione!> críticas, en que las visiones jerárquicas ancladas , . d d cta de valores de informacJOn, e saoct cs.
de patrones e con u ' ' . te
en saberes canónicos están sttietas a profundas recomposicioncs . . . . el
En un pnrne1 mv , esta transmisión puede ser vista como par
y en que una pluralidad de nuevos sujetos reclama su lugar en
la esfer::t púb lica. En estas c ircunstancias, la transmisión de saberes ' La clínica p~icoanatírica trabaja mny a menudo·'. pan ir de ick:l.tilic~c~m~e~
y sentidos del pasado se toma una cuestión abierta y pública, · 1 ·e de J o~ '"'lll'r~Killnl'~», Jli"OCCSO ck !den
do el «te 1escop,a1
., meno~ en Jlarte, 110 pertenece a
dJ ,...
patógenas, lllC uycn . . :.
objeto de luchas estratégicas y de ccpolíticas de la memoria». Esto .- ·, . «condens·1 una 111St011a que, • 1 .
nhcac1on qnc . ·· . b . 1()l)(. g2) El trab;~o tl·rapémico de dcsl-
implica que, además de tomar en cuenta la multiplicidad de ac- 1 '·ación del paciente» (Fann Cl g, J. . 1 d
a ge nct. . . . la 1 istoria en tantn ésta pertenece a pas.l o.
tores con b diversidad de e.:-.'Pericncias y sentidos del pasado ex- dcntili cación c•penmte restmnr • ' . . ·1· . dici6n de la librr.lrió n del dc~eo
presadas en sus memorias, la cuestión de la transmisión se des- La de~indcntificación, en consecuenCia, es ,1 con
pliega en al menos tres vías s imultáneas, que pueden refórzarse y 'de la constitu ción del futmO>> (Faunbt·rg:, 19%: H6).
127
126 Elizabeth Jelin Transmisiones, herencias, aprendizajes
de los mecanismos básicos de la reproducción social y cultural. pretada en esta clave. La queja se escucha en todas partes: los
La familia primero, las demás instituciones después, tiene un pa- jóvenes no saben qué pasó el 24 d~ m~rzo de 1976, no saben
pel activo y directo en la socialización de las nuevas generaciones. quién fue Pinochet, no conocen la htstona de la Shoah.
Sabemos que la transmisión de una cultura de una generación Sin embargo, la cuestión no es sol.amente acum~lar c~no
a otra no puede reducirse a reproducir y crear pertenencias. A cimicntos. En primer lugar, los conocimientos no so.n ptezas suel-
partir de la modernidad y las demandas de democratización cul- tas que se pueden apilar 0 sumar, sino que s~lo uenen sen~1do
tural, se espera y presupone la socialización de sujetos reflexivos, en marcos interpretativos socialmente comparudos. En esta lm:a
con capacidad para elegir y organizar su propia vida, por lo cual de razonamiento, las demandas sociales que traen a la esfera pu-
siempre habrá discontinuidades y novedades endógenas, además blica determinadas versiones o narrativas del pasado: o las ~e
de las producidas por la propia dinámica histórica, ya que la trans- mandas de incluir ciertos datos del pasado en el cu~nc~1~um es-
misión de la reflexividad atenta contra la transmisión automática colar 0 en la «historia oficial» tienen una do~le mouvac1on: una,
de patrones sociales de comportamientos eArplícitos. la e>.rplícita, ligada a la transmisión del sentidO del pasado a las
¿De qué hablamos entonces? ¿Quién y qué se intenta «trans- nuevas generaciones. La otra, implícita ~~ro no _POr. ell~ me~10~
mitir>>? ¿A quiénes? ¿Qué les queda o qué incorporan esos otros importante, responde a la urgencia de legttll_nar e ¡nstituCJonaltzai
a quienes se va a transmitir? Para poder transmitir los sentidos el reconocimiento público de una memona. No se trata nunca
del pasado hay al menos dos requisitos: el primero, que existan de historias y de datos «neutros», sino que están c~rgados de :nan-
las bases para un proceso de identificación, para una ampliación datos sociales. Esta memoria adquiere un se~t1d~ form~uvo _o
inter-generacional del <<nosotros». El segundo, dejar abierta la po- educativo cuando puede ser interpretada en termmos «eJemplt-
Sibthdad de que quienes «reciben» le den su propio sentido, rein- ficadores» (Todorov, 1998).
terpreten, resignifiquen -y no que repitan o memoricen-. En Este tipo de controversia se presenta en todo el mundo. La
términos de lo visto en el capítulo anterior sobre modalidades controversia política japonesa sobre las mujeres e~clavas sex~1~l~s
de recepción de testimonios, este segundo requisito apunta a que durante la guerra tuvo su punto cu~mi~ante a partir de. la de.ciston
las nuevas generaciones puedan acercarse a sujetos y experiencias del Ministerio de Educación, en Jlll1IO de 1996, de mclUlr una
del pasado como «Otros», diferentes, dispuestos a dialogar más referencia al hecho en los libros de te>.'to para las escuelas. La
que a re-presentar a través de la identificación. De hecho, en decisión provocó reacciones inmediat_<tS de la derec~1a, escudada
cuanto se incorpora el nivel de la subjetividad, no hay manera en el «cientificismo histórico», al decir que no hab1a documen-
de obturar reinterpretaciones, resignificaciones, relecturas. Por- tación que mostrara que el Estado japoné~ había_d~~o la orden
que la <<misma» historia, la <<misma» verdad, cobra sentidos di- de establecer el sistema, y que no se. p~d1a t.rans~mu~ alg~ que
versos en contextos diferentes. Y la sucesión de cohortes o ge- no cumpliera con los más estrict?s cntenos hl,stonografi~os (po-
neraciones implica, irremediablemente, la creación de nuevos . · · ·t ·) La evidencia testimomal y los de mas «datos» sobre su
contextos.
SltlVIS as· ., 1999)1:1
existencia no alcanzaban... (Sand, 1999; tamb1en Yoneyama, ·
En este punto, hay otro mecanismo que el sentido común
da por supuesto: asociar un tipo de comportamiento con la exis- K E l aralclo con las controversias alemanas acerca de que no ltay ningún
P• 1 ., fi 1
tencia o la allsencia de información, la idea de que si la gente ue Hitler dio la orden de la «SO ucton ma » es
d ocumento qu e delnllestre q ,.
«sabe», cambiará su actitud y, en consecuencia, su práctica. Quie- más que evidente en este caso. La insistencia de - ~~ derecha . ~oht1ca e•.' que
nes comparten estas creencias elaboran estrategias orientadas a sólo las órdenes escritas son evidencia de responsab1hdad tantb1cn se manifiesta
· d • la acusación .1 Pinochct por la «caravana
«transmitir» información y saberes. Quizá la insistencia en la ne- en otros lugares, como en e 1 caso e
cesidad de «recordar para no repetir» también pueda ser ínter- de la muerte>> de 1973 en Chile.
129
Transmisiones, herencias. aprendizajes
128 Elizabeth Jelin
tisanos, con lo cual son éstos los que resultan cu lpables y res-
El de.bate s?bre cómo incluir la historia reciente en los ro- ponsables de las «muertes de inocentes» (Portelli, 1998a y 1998b).
gramas e?ucauvos se presenta también en los países del cfo El tema de la transmisión de info m1aci6n sobre el pasado tiene
Sur. 1· Los
d · Intentos¡ de mtroduc ir fechas de conmenl orac1011 . , en nole su reverso, la posibilidad de saturación:
~a en ar~o: ~n. as cuales los docentes deben dar «clases alusivas»,
,· au~l de _e ~lmmar fechas :onmernorativas establecidas por e l ré- Corno alguien que nació en los P:1íses Bajos en un:1 familia no judía
gimen
b - mdltar (como el feriado d•'l .... 11 d e sepuem
. . b re en C l .¡ , en 1958, que pasó por la educación primari:~ y secundaria en los sesenta
a o_1 Id~ s~>lamcme en 1_99_9) provienen por lo general de fue;~~~ y comienzos de los setent.>, tuve la memoria de la Segunda Guerra Mun-
soCiales
· ·d ligadas al movimiento de de re.e·1lOS 1wmanos Estas , son. dial machacada en mi mente. O mejor dicho, d sistema escolar ho landés
r~sl~tl as.po~ las fuerzas conservadoras, pero también ~or .los .ro- y las representaciones en los medios intentaron hacerlo. !->ero fracasaron
p1o_s docentes,_ ya que pocas veces cuentan con el material ~du en obtener el efecto requerido. Yo estaba aburridísimo de escuchar todas
las historiJs y de ver todas las im5genes de esa guerra, que me eran
ca~n~o necesa no par~ preparar bs clases. Además, pueden vivir
presentadJs «oficialmente>> como alertas morales l--·1 Mi resistenci:~ a
la 1111Clatlvfl~ c~mo e lmgreso en un área que todavía es socialmente las enseiünzas sobre h guerra y el Holocausto reqmeren explicación.
muy con ICtJva, y donde no hay consenso social 111. SI. . ¿frente a q ué aspectos sobrerreaccionaba yo tan vehementemente? ¿Por
cómo b 1 . . · ' qlllera en
no m rar os acotlteclm lentos\1. Estudios en ti d 'd d qué estaba aburrido en vez de sentirme interpelado moralmente? (Van
de procs . 'fi pro un 1 a
. e. os ~speCI ICOS sobre la incorporación del tema en el sis-
Alphen, 1997: 1).
~e~~~ c~ucauvo seguramente mostrarán que éste tiene un sentido
~-~-1~tlt~cJonal _ muy fuerte, ya que requiere un acue rdo una ver- En su reflexión en tono autobiográfico, el autor indica varios
slon, ·mstiCUCIOilalmente legitimada' de Jo ()CU 1.n.d o. s·1 eY J con fl"1cco puntos de interés. Primero, las historias de la guerra lo aburrían
po · 1lttCO no está resuelto ' nn . ."bl . 1 b .
es post e e a orar tal vers1on ., El porque no le permitían elaborar una respuesta frente a ellas. Las
SIStema_ educativo se convierte, entonces, en una arena de l~cha respuestas «adecuadas>, estaban culturalmente prescritas y progra-
entre d1versos actores y versiones w_ ' madas. No había ambigüedades, las posiciones morales estaban
, ~ men_u_do, los ideólo~os de la derecha han tenido más éxito ya fijad as. En segundo lugar, había algo de hipocresía en las narra-
:.ti sul~tolltlcas d~ transmisión, porque los esquemas maniqueos ciones. La historia heroica que se narraba no era parte de un
;~n~¡ • •cadores, sm _«zonac., grises,,, sin fisuras, se transmiten má~ ritual de duelo ni una lección en sensibilidad moral, sino una
:ICI metlt(.: que Jas mterprct:lCÍOllCS que reconocen ] J" . '..
y el pluraltsmo. Como muestra Portelli para e l caso de al po •sem~a
confirmació n ritual de un nacionalismo victorioso. «No se me
de la r · t · . ' ' '· a n1en1ona interpelaba como ser humano con responsabilidad moral, sino
~ · . es•s · .enna
1 en 1ta . 1. la
, ' el discurso
· · de la d.e rec 1u 11a tcmdo . como un joven que debía construir su masculinidad toman-
cxlto en Insta ar una VISIOn de sentido común por la cual 1 do como modelo a los padres heroicos. De ahí mi aburrimiento:
sacres de los nazis . sH:mpre
. fiueron en respuesta a atentados' as tna-
par- intuitivamente, no quería verme envuelto en esa construcción
., ~
. 1 lbe'ICOid·demols :-aq uí q rre 1:-as cornrovcr~ia~ ace re~ de las maneras de nornhr·u-
cultural de una identidad nacional, masculina» (Van Alphcn,
- . \1 13 ar e go pe ' de revol uuon, •· · d e terrorrsrno
·
1997: 2). En tercer lugar, no podía integrar el lugar del! Io locausto
de Estado o d , , .'
dictadura régimen militar- , 011 • 1• 1111. • 11 . • e ¡;uc rra sucra, en la historia de la guerra. No lograba una continuidad entre
. .· 0 . c.:n ~ ~ 1.1'> c:-..-pre!>IOil de la~ luchas ,, 0r
1·' mcm011a y e l senudo del pasado. '
los episodios de la guerra y el llolocausto. «Mientras que el llo-
1 ICI, En esta
. 1'rnca de .mdagación. se cst.ín llevando a cabo v.trias invc~tigacion ·s locausco era explicado como parte de la misma historia, recons-
~~,:e lo~ pro~eso~ de rncorpor.lción de la histori.1 del pa~.rdo
n·creme en ~1 truiblc y más o menos consistente, a mí me resultaba como una
!ii'>Lc m a eclucrt iVO de lo~ países dd Cono S ur en el marco del Programa Me m .·. intromisión d e otro rnundo, que no se integraba a la historia de
~atroc~nado ~r el \\IlC. Lo!> resultados ~cránpublicado., 1.'11 un volumeno~:: la masculinidad heroica en la guerra. Al no poder expresar mi
C'>lJ lliiSIIla \CriC. ~
130 131
Elizabeth Jelin Transmisiones, herencias, aprendizajes
incomodidad con la manera en que el I Jolocausto estaba incor- la práctica, aunque sabemos que algunos vehículos pued~n ser
porado en la narrativa de la guerra, sólo pude almacenar imágenes más eficientes en una u otra dirección (los juicios para la pnmera,
del H o loctlusto» (Van Alphen , 1997: 3) 11• los mem o riales y monumentos para la segunda, los museos Y
Esta extensa cita nos permite plantear una cuestión central materiales educativos para la tercera). En todos estos casos, lo
p~ra_l~s mecanismos de transmisión : el luga r relativo del discurso dominante es la intención, la voluntad, la acción estratégica orien-
h1sto~1CO doet~memal ~a ra la enseñanza y la transmisión, y el lugar tada a este triple objetivo. Transmisión, herencias y ~egad.os ~~omo
del d1s~urso nnag1~at1vo del arte y la literatura. O sea, la im- cosa d ejad a a alguien en testamento) suponen la 1~scnpc1on de
porta~CI~ ?e
~~mbmar la transmisión de información y saberes, sentid os en un mensaje con la illlellciórl de preservac1ón. .
de prmC1p1os cucos y morales, y el estímulo al desarrollo de ciertas Estas tres intencionalidades han estado presentes en el acciO-
sensibilidades 12. '· nar del movimiento de derechos humanos durante los últimos
La pedagogía moderna basa su práctica en la distinció n entre quince años en el Couo Sur. El reclamo de justicia estuvo pre-
los contenidos informativos y las prácticas «formativas». Lo que sente desde e l momento inicial de la transición. Las conmemo-
c~e!1ta e.n es~~ segundo .ni~:l son los procesos más complejos raciones, los homen<Ues a través de placas y monumentos .han
de 1dennficac10n y ~propJaCion del sentido del pasado, y no so- estado presentes a lo largo de la última década, con «calentamien-
ltl.m~nte la transmJSIÓil de info rmación. En consecuencia, la pro- tos» y «enfriamientos» para usar la terminolo.gía de Rousso _(~ous
p1t1 1dca de transmisi6n, sea en una visión más pasiva o más activa so, 1990). La discusión sobre museos, arch1vos y una pohtJca de
del proceso, comienza a quebrarse. investigación académica constituyen en este marco lo nuevo, lo
que está a la ord en del día en la actualidad. .
Pero hay o tro nivel en el que deben ser estud1adas las me-
morias del pasado. No tanto en la intencionalidad d:
los act~res,
LEGADOS, RESTOS Y SECUELAS sino en el registro de aprendizajes y restos, prácticas y o n cn-
taciones que «están allí», cuyos orígenes pueden rastrearse de
Vo lvamos a la distinci6n analítica sobre la que estamos trabajando. manera más confusa pero no menos sign ificativa en los períodos
Los actores SOCiales y las instituciones pueden expresar una vo- de represión y de transición. Son los aprendi zajes i.mplí~itos,
luntad de actuar (preservar, transmitir) sobre las memorias. Puede pero también las repeticiones ritualizadas, las nostalg1as ~ ~~ea
estar pr~sentc la _intención ?e
jus:icia, la de reconoc imiento y lizaciones, las rupturas y fisuras, los retazos y sobras de d1st1nto
ht~~~~naJe a las v1ctunas, la mtenCJón educ:~tiva hacia el futuro. tipo.
D1ficJimeme puedan separarse estas tres tareas o intenciones en
En 1978, el país vivía todavía sobre el llamado. residuo (<<entu!ho») au-
u ¿e-.omo Y por qut>,. tre .mta años desp ués, el autor llega a l'Scribir un li bro toritario, toda aquella herencia malsana de la dictadura, y hab1a en es~a
sobre e lllolocausto? <<Mie ntras que la educ:Kión que recibí fi·acasó en convertir herencia una gran carga de m iedo, de autocensura. La censura ya. h:1b1a
al llolocausto en u n evento l>iguificativo para mí. e l arte y la literatura del H olo- salido oficialmente de las redacciones, de los teatros, de las pehculas,
causto mvieron éxito, finalmente, en convocar m• atención a c~tc momemo etc. Pero había dejado una cosa que, desde mi punto de vista como
apocalíptico de la historia hlllnana» (Van Alphen, 1997: 3). periodista, fue quizá más perniciosa que la propia censura. Fue cuan~o
1
~ El tema ta mbién pnt:de llevar en direcc ión a prcguntarst: sobre las carac- introyectamos tod:l la paranoia, toda la censura; no se ne~esrtaba a nad1e
terísticas de los <<vehículos» o productO!> culturales de la memoria. AJ referirse a tu lado para cohibir, para reprimir l···l Y duró mucho tiempo, muchos
a una pintur~ de Anselm Kicfer. Van Alphen mut:srra que la obra puede docu- años vivimos con este fantasma, con esta sombra. esta cosa que rondaba
memar, anah?ar, elaborar (111orkiug rltrot(l{lt), reacmalizar (remact) o mostrar direc- sobre nosotros en el momento de escribir, en el momento de hablar
tam ente, sin mediación de l narrador, el pasado (Van Alphen, 1997, cap. J). (Venmra, 1999: 130).
132 133
Elizabeth Jehn Transmisiones, herencias, aprendizajes
Éstas son reflexiones de un periodista brasiler1o, veinte ar1os . ' ' r adOSa la I(J1131a memOria», 0 al «tniedo
después de ese momento. Esos fantasmas y sombras que rondan potenctal agresor- estan tg, 1 conflictos silenciados con-
a la memoria)). En ese contexto, ~~ o~
duraron mucho tiempo. Para muchos, los «restos» o secuelas de
un período autoritario no se superan fácilmente, y permanecen servan actualidad>> (Lcchner, 1999. 13). tret'ntencionalidadcs en
d 1 d , un contraste en
en las prácticas cotidianas como reacciones irreflexivas, incorpo- Estam?s, e ante e . . los restO~ o huellas del pasado.
radas corno hábito: no salir sin documentos de identidad a la la transmtston de m emonas y ' ¡ . scripción de sentidos en
. 1 dos suponen a m d'
calle, sentir amenazas, reaccionar con sobresalto a si renas y uni- Las hercnetas o ega . . , El testamento es el me to
· · ·' de pre~ervano11.
formes. Junto a los silencios voluntarios, son «restos» que q ucdan, un mensajt: con ttltmnon . ·. 1a r·efiercncia significativa para
huellas de un pasado «que no pasa» en un sentido muy diferente Por el cua 1 se ·111 t,en ta· constitUir ut
· , to de una lle:¡·tacton
· . ·
·, y de una tradtetón
al de Rousso: no se trata de la insistenc ia recordatoria y eJ re- producir el reconoc•mtcn 'b (Cardoso 1999: 135). Hay
. , ·enes lo rcCI en , . . d
conocimiento permanente de los acontecimientos pasados pro- que concternc a qUI. 1 'd construida y matcnahz:~ a,
. 1 . tónca que 1a st o .d d
movidos por militantes de la memoria, sino todo lo contrario . una narrauva 'lts . 'd d del grupo o comunt a .
Huellas y marcas, inclusive en la gestualidad corporal, que per- y se transmite a otros c?mo clon~:n~~ ;estos de sobras, de huellas
manecen, aun cuando su origen y su sentido hayan sido olvidados. Cuando, por lo contra!·to, se 11a ta a cara. d~ '¡a memoria, al olvido
o secuelas, la rcferencra es a a o r
Son a menudo las generaciones m <ís jóvenes, que no vivieron . 14
y al silcncto .
el período del que quedan las huellas, quienes cuestionan y ponen
en evidencia esos restos 13.
Lechner y Cüell analizan la construcción social del silencio
en el caso de Chile. Encuadrada en una transición pactada y con
«amarres>>, la gobernabilidad ocupa el centro de la escena po lítica.
«Entendida la gobernabilidad más como ausencia de conflictos
que como la forma colectiva de procesarlos, la política de la me-
moria no contribuye a ahuyentar los fantasmas de la mernoria:
el recuerdo trae un conflicto incontrolable. La gente no encuentra res contribuyen a un libro conme-
14 Éstt' es el tono en que van,~s ~u l roAiemania y Francia. Cardoso (1999),,
en el ámbito político las representaciones simbólicas que pudieran 1 3 () - . de Jl)6~ en e>rasJ,
morando os - anos 1 > Jo qur sobró» de 1968, y apunta
servirle de espejo para dar nombre al pasado y con ello apropiarse B ·¡ e pregunta so 1rt: << • d )
en su texto sob re ras• ' ~ . d 1 dictadura y de la izqlller a
de é l. A falta de palabras y símbolos para dar cuenta del pasado, . od r d d . de olvido (por parte e a .
,J las d•versas m a 1 a es d . v'•sión crítica que permita recuperar
ella opta por e l silencio. Y la memoria opta por apropiarse de · dd ter los lega os a un.t
y a la ncces•da e some . 1 bo en la experiencia. Por su parte,
· lo destructivo que m , · 1
la gente por la puerta de los miedos» (Lechner y Güell, 1999). los aspectos creau vos y d 1<)( 8 francés e~ "• función cnnca y e
Miedos diversos que Leclmer detecta en la sociedad chilena con- Guillebaud plantea que la herencia e ) da por. los participantes, cada vez
1 L fecha e~ conm emora ' .
temporánea -a la exclusión, al sinsentido, al otro visto como e!>píritu de rec laYo. a • · .. qtJe ven en ),¡~conmemoraCiones
· t •réS en 1OS JOVenes,
m.is viejo-;, y no genera 111 e . l 1 1 (Guillebaud 1999). Jansen, por
11 . , d e del 1111m'll ro111 >a a u» '
Pasan los mios y a mi 11iejo le qul'lla ese miedo. Ayer fue la marcha de esludianll's 1111 refleJO de1 «Si n rom . t)~8) sabía muy bien lo que
• , ción (la postenor a 1 o ,.
a Plaza de i\1ayo y mi marido es1aba eu la seguridad dt' la marcha... }' por 1ele11iSiÓ11 o;u parte, ~enala que su genera d 1 ta<>onistas. Su espírilll cnuco los
d ocían las 1dea~ e o, pro "' . A ,
lo e¡ifixaron n mi marido... Y b/11.'110, 111i papá se bro16, llamó )' yo IIC! I'Siaba, l~t~b/6 había pasa o y con ' . - a las ideas de la generación anten or. quJ
con el romeslador, que cómo pueden hacer esas rosas, que licnm que 1e11er sumo widado, llevó a oponerse - no . a olv•dar , El IJtor concluye: «Me parece que una
'd merpretac1on. a · Al
que el día de mniiana Pos 1ambié11 11' litiS ti 11er involucrado. O sea, es como que él resca1a no hay olv• o, smo re• . ., , 19(8 nos deió como herencia.
· fi la dcs•lus1on que >
de nuestras vent~as ue
J •
esa Íllltl,(/1:'11 )' la lraspasa al pasado. Dí;!amos, no? O .l'l'a que• el miedo es1á Qulia, joven ·
· ' d , 1968 y yo VIVO
( . oye'ndolos) se pcrc1bc que
argemma res• dente en Buenos Aires. Tomado de Jelin y Kaufman, 2000). oír a alguno de la gcnerac•on e COJltadosll Qansen. 1999: 196).
Jos mitO~ se tornan mayores cada' vez que son ·
137
136 Elizabeth Jelín Reflexiones finales
ponsabilidad estatal- con períodos anteriores. Resulta entonces e l orden democrático requiere la legitimación de los e~pacios de
relativamente fáci l resaltar las coyun.t uras fundacionales, inclusive d 1sputas por las memorias. El ordc~ democrático imphcar~a, en~
marcando las rupturas en la propia nomenclatura oficial - las tonces, el reconocimiento del confl1cto y la pluralidad, mas que
sucesivas y numeradas «repúblicas» francesas o españolas, la «vie- buscar reconciliaciones, silencios o borraduras. Pe~o ese recono-
ja» república y el «Nuevo Estado» brasilciio, o la «reconstrucción» nmiento del conflicto requiere también un anclaJe fuerte en la
alemana en la posguerra. Esta salida puede resultar fácil, pero ky y el derecho (Osiel, 1997).
profundamente insatisfactoria 2 . La estrategia de incorporar el pasado, entonces, llama a. la crea-
Los dilemas y tensiones de la relación entre una ciudadanía c1ón de múltiples espacios de debate. El sis~ema educauvo Y el
universal e igualitaria, por un lado, y la comunidad identitaria ámbito cultural son algunos de los escenanos donde se puede
con su carga de memoria del pasado, por el otro, están presentes llevar adelante una estrategia de incorporación de ese ~asado. Su
en todo el debate sobre el tema, incluyendo el debate de los his- sentido, sin embargo, estará enmarcado por la centralidad de 1~
toriadores alemanes, especialmente en la postura de 1Iabermas. ley y la justicia (Méndez, 1997). Co1~~ pregun:a Yerushalm1
( 1989, p. 26): «¿Es posible que el antommo de el olvido" no
La tensión se da entre un constitucionalismo ciudadano amplio,
por un lado, y la presencia del pasado en el presente, por el otro. sea "la memoria" sino la justicia?>>
El imperativo de recordar y actuar en consecuencia es producto
de una comunidad en la cual el pasado tiene una presencia moral
en el presente, basado en la existencia de una identidad colectiva ,
un «nosotrOS>>. En este contexto, el o lvido, «especialmente si se
trata de olvidar nuestras injusticias pasadas y nuestra responsa-
bilidad por ellas (o de olvidar a nuestros benefactores del pasado
y nuestra deuda de recordarlos con agradecimiento), tiene el gusto
de algo mal hecho, de la violación de una obligación o, como
escribe 1 faberm as, de la deuda de reparar recuerdos» (Booth,
1999: 259). La ambigüedad y tensión entre las comunidades de
memoria y responsabilidad retrospectiva y una visión universalista
de la ciudadanía se hacen evidentes.
Si partimos de una visión de continuidad histórica, la pregunta
se traslada a otro plano. ¿Cómo podrían rearticularse democrá-
ticamente las diversas memorias de las dictaduras y la represión?
No es a través de los intentos de imponer IIHll visión del pasado
o de intentar construir un consenso (generalmente «mínimo»)
entre actores sociales, sino que, posiblemente, la reflexión sobre
1
En la placa que fue colocada en ocasión de la conmemoración (en 1992)
del incidente de la concentración de judios en el Vélodrome d'J Iivcr para luego
ser deportados, ocurrido en Francia en 1942, se hace referencia a la Rep(•bltca
de Vichy como <cla autoridad de facto llamada "Gobierno del Estado Francés"»,
en un aparente intento de plantear la duda acerca de cuán francés fue Vichy
(Connan y Rousso, 1994; Booth, 1999).
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