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RECLUTAS, SUBDITOS Y FELIGRESES.

Revista de la Universidad Autónoma Latinoamericana. No. 29-30. 2010. Pp. 179-


194.

Carlos Arboleda Mora.

Aunque el tema de este Congreso es ”Dirección, acción y prevención del


conflicto. Siglo XXI”, no podemos olvidar las raíces del mismo que se
pueden remontar hasta los inicios de la conquista y la colonia. En este
sentido, presentamos una hipótesis de investigación que puede servir para
entender en algo lo que ahora estamos viviendo.
Ciertamente, son algunas palabras que pueden generar discusiones y
búsquedas ulteriores. Ni tampoco pretendemos oscurecer otras causas
importantes como la desigualdad social y económica, la debilidad del
estado, los poderes regionales, etc. Fundamentalmente se trata de decir que
una, entre las muchas, causas del conflicto está en la negación de la
mayoría de edad a las personas de este país. Podemos enunciar así nuestro
propósito: “Somos una nación de reclutas, súbditos y feligreses, y no una
nación de ciudadanos y creyentes mayores que construyen y defienden su
comunidad”. Se ha construido un país de gente obediente y sumisa a los
mayores en edad, dignidad y gobierno como nos decía el catecismo del
Padre Gaspar Astete. La obediencia al gobierno, a las autoridades religiosas
y a los jefes militares se convirtió en el currículo oculto de la nación.
Obediencia total y ciega pues los tres estamentos tenían la autoridad triple:
espiritual, legal y coercitiva, y desafiarlas era exponerse a perder la
salvación eterna y la vida temporal, o los favores de los altos.

En términos más filosóficos, no hemos logrado la mayoría de edad de la


que hablaba Enmanuel Kant en “Qué es la Ilustración?”. Asumir la vida
con seriedad y responsabilidad, como mayores de edad y no como niños es
la meta de la ilustración. Sin embargo, no nos gusta ser responsables de
nuestra vida; tener tutores que piensen y actúen por nosotros es una actitud
fácil. Que el gobierno arregle los problemas, que los vecinos embellezcan
el vecindario, que los policías cuiden el lugar, que el alcalde frene la
inseguridad... pero yo, yo permanezco en mi casa tranquilo viendo la
televisión. Como Kant lo presenta es un problema del sujeto; es por pereza
o cobardía que no somos mayores. Es verdad que hay que tomar la vida en

1
Revista de la Universidad Autónoma Latinoamericana. No. 29-30. 2010. Pp. 179-
194.
las propias manos. Pero también es cierto, y es esto lo que nos proponemos
decir, ha habido en el país una educación para la minoría de edad, para que
seamos niños obedientes y no causemos problemas. Desde la colonia, se
nos ha dicho a quien tenemos qué defender, a quién tenemos que seguir y
qué tenemos qué hacer para alcanzar la salvación. Y así hemos aceptado
cambiar favores por votos, salvación por diezmos y ascensos por amistades
o familia.

Esta hipótesis para América Latina no es algo nuevo. Ya Octavio Paz


escribía en este sentido:

“No tuvimos Ilustración porque no tuvimos Reforma, ni un movimiento


intelectual y religioso como el jansenismo francés. La civilización
hispanoamericana es admirable por muchos conceptos, pero hace pensar en
una construcción de inmensa solidez – a un tiempo convento, fortaleza y
palacio- destinada a durar, no a cambiar”2.

El propósito era una civilización durable y permanente que Paz imagina


como convento (el aspecto religioso), fortaleza (cuartel inexpugnable) y
palacio (políticos en el poder para siempre). Más que una comparación
acertada es una afirmación socio-histórica de gran validez.. Y
posteriormente ha habido autores, algunos de los cuales mencionaremos
aquí, que se han acercado a este análisis. 3

1. RECLUTAS.
En la historia colombiana, los reclutas, en general, han sido conscriptos a
la fuerza para servir a un determinado grupo o partido. Si bien el ejército ha
sido medio de ascenso social de quienes no tenían otra alternativa de vida,
lo más común era reclutar gente del pueblo y campesinos mediante
encerronas para servir obligatoriamente en las guerras. Carlos Eduardo
Jaramillo nos habla así de la guerra de los mil días:

“Estar en armas y participar activamente en el conflicto no fue siempre un


acto voluntario, ni siquiera para las fuerzas irregulares que eran grupos que
por su naturaleza deberían tener esta característica. Muchos de los hombres
que participaron en ella, por no decir la mayoría, fueron llevados a la fuerza
2
Paz, Octavio. El peregrino en su patria, historia y política de México. México: FCE, l987. Tomo I. p. 45l.
3
Cfr por ejemplo, Garay, Luis Jorge "Construcción de una Nueva Sociedad". Tercer Mundo Editores.
1999. Santa Fe de Bogotá. Corzo Fernández , Susana. Elite política y formación de redes en
Latinoamérica. VII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la
Administración Pública, Lisboa, Portugal, 8-11 Oct. 2002.
http://unpan1.un.org/intradoc/groups/public/documents/CLAD/clad0043417.pdf
hasta los campos de batalla, las más de las veces contra su abierto y franco
deseo de no tomar las armas.”4

Especialmente los antioqueños y los costeños eran los más remisos al


reclutamiento forzoso:

“En lo referente a las deserciones de antioqueños y costeños, cuando de


salir a combatir fuera de sus tierras se trataba, no hubo diferencias; ambos
se esfumaban con la misma frecuencia. A Rafael Uribe Uribe, en el
departamento de Bolívar, le desertó un tercio de su fuerza en una sola
noche; a Justo L. Durán, cuando ordenó a San Juan marchar hacia
Riohacha, le desertaron dos batallones; a las tropas conservadoras en una
marcha de Chiriguaná se les refundió más de medio batallón; y en
Antioquia, a Pedro Nel Ospina, se le fugaron la mitad de los batallones que
sacaban de Medellín (Pedro Nel Ospina a gobernador de Antioquía.
Salamina, marzo 17, 1900, Archivo ministerio de defensa, caja 32). Sobre
la participación de los antioqueños en la guerra hay que aclarar que, aunque
las deserciones fueron muchas, sus jefes siempre lograron llevarlos a
combatir a casi todos los escenarios del país, cosa que no ocurrió con las
tropas costeñas.”5

Servir a quién? Aunque es posible que muchos fueran a servir


voluntariamente con conocimiento del partido al que defendían, la mayoría
lo hacían por obligación y nunca por convicción. Aún en nuestra época se
va al servicio militar por sacar la libreta militar o por tener un trabajo.
Además las mamás siempre están intrigando para que su “niño” no pague
el servicio militar.

El servicio como medio de ascenso lo aclara esta anécdota:

“ La siguiente anécdota, sucedida al general Benjamín Herrera y relatada


por Belisario Porras, ilustra el fenómeno y las argucias utilizadas para
lograr ascensos:

Recuerdo que al organizar Herrera nuestros cuadros en Buriticá y habiendo


en el grupo de invasores tantos oficiales que ello dio lugar a la picante
ocurrencia del célebre antioqueño, La Puerta. Preguntábale Herrera a cada
uno del grupo: ¿ha militado usted?, ¿que grado tiene?, y cada uno iba
contestando según el caso:

--¿Yo?... ¡yo soy coronel...!

4
Jaramillo, Carlos Eduardo. Reclutamientos, ascensos y deserciones. Revista Credencial Historia,
Bogotá, Enero 2000. Nùmero 121.
5
Ibidem.
--¿Yo?... ¡yo soy mayor...!

--¿Yo?... ¡yo soy teniente coronel...!

Ninguno resultaba ser alférez, ni teniente, pero ni siquiera capitán, y al


llegar a nuestro antioqueño: y usted, ¿que es usted?, preguntó Herrera, y
con la mayor seriedad contestó:
6
--¿Yo?... ¡Yo soy mariscal...!”

Otro de los aspectos más afectados por el reclutamiento era el económico


como nos lo dice Roger Brew cuando analiza la situación de Antioquia en
la guerra civil de 1860 e insiste principalmente, en los efectos negativos de
la misma sobre la economía antioqueña. Considera que entre 1860 y 1864
se produjo una profunda crisis minera, se paralizó el comercio, se
incrementaron los precios de los alimentos, y todo ello estuvo asociado
predominantemente al incremento del reclutamiento y a la captura de los
animales de transporte, con lo cual se rompió todo el sistema de mercado:

El aspecto que causaba las peores perturbaciones en el mercado


en los tiempos de guerra era el reclutamiento. Debido a que no
había una amplia reserva de pobres urbanos para llenar las filas
del ejército, el servicio militar era una carga para el campesino.
La carga se distribuía bastante igualitariamente entre los distritos
según su población, aunque los trabajadores migrantes tenían
más posibilidad que cualquier otro de ser clasificados como
vagos y metidos dentro de la cuota local. La importancia del
reclutamiento no residía tanto en el número de reclutas como en
la fama que tenía en la población, sólo bastaba con que un
hombre fuera cogido para que otro huyera del pueblo a
esconderse en las montañas.7

Hoy, en el país, sigue existiendo la conscripción, pero no sólo la que realiza


el ejército regular sino también la que realizan los grupos armados. El art.
216 de la Constitución de 1991 estipula el servicio militar obligatorio. Pero,
en el campo, otros grupos siguen reclutando jóvenes y niños para sus filas.
Y también sigue siendo medio para mostrar poder. En una sociedad donde
muchos no han podido acceder a ningún dominio social, tener un arma es
poder imponer su voluntad. Piénsese en el sicario, el grupo de un grupo
armado o un soldado. El arma da el status que no se ha tenido como
ciudadano, da prestigio e incluso intima respeto, entiéndase miedo.

6
Porras, Belisario. Memorias de las campañas del Istmo 1900. Panamá: Imprenta Nacional, 1974.
7
Roger Brew. Aspects of politics in Antioquia, 1850-1865. Oxford, 1971. pp. 159-160.Citado en Ortiz,
Luis Javier (dir). Ganarse el cielo haciendo la guerra, Medellín, Unal, 2004. (Obra en prensa).
La defensa del estado no se realizó como una defensa del contrato social o
de la comunidad imaginada, sino como una obligación forzosa de acabar
con el otro que es el enemigo. Enemigo elaborado por los detentadores del
poder. Estos nos decían quién era el enemigo. La tradición latinoamericana
antes de la llegada de los europeos fue una tradición comunitaria vivida en
términos tribales. Luego del arribo de los españoles se nos inculcó la
tradición hobessiana: somos los enemigos de los otros. El español es el
enemigo que viene a destruír nuestra cultura. Luego el español logró
inculcarnos que el luterano es el enemigo y también el hereje, el distinto. Y
en la época de la independencia, se nos inculcaba que el realista o el
patriota eran los enemigos. Más tarde el liberal o el conservador eran los
contrincantes a destruír. Posteriormente el marxista y ahora el guerrillero o
el paramilitar o el soldado; o el vicioso o el malito. Todos los otros son los
enemigos.
Y las personas son conscriptas a la fuerza para destruír al enemigo
denominado así por los de arriba. Formados para obedecer órdenes no
importa su calidad de órdenes injustas o arbitrarias. “Las órdenes se
cumplen o se acaba la milicia”. Obediencia ciega a la injusticia camuflada
como defensa del orden, o como construcción de una sociedad justa.

2. SUBDITOS.

Para muchos, bastante románticos, la gesta de independencia fue la


liberación del yugo español para establecer un régimen democrático de tipo
liberal a ejemplo de Francia. Se pensó que llegaba la época de las
libertades, de las virtudes civiles, del reconocimiento pleno de la
ciudadanía. Pero si miramos con otros ojos, encontramos que las luchas
culminadas en l819 dieron lugar a una, que hoy llamaríamos, privatización
del poder público en manos de unas élites políticas, y privatización de los
beneficios. Lo que antes era para la corona española, ahora es para los
gobernantes de turno. Y si antes éramos súbditos de la corona, ahora lo
seríamos de la serie de jefes liberales o conservadores que cruentamente se
disputan el poder en las guerras civiles del siglo XIX y en las disputas del
siglo XX. Pero siempre con un común denominador: “el pueblo necesita
ser gobernado”, “el populacho siempre es peligroso”, “hay que dirigir a las
masas”. Incluso, en el pensamiento católico, el Estado funcionaba como un
padre para el pueblo inculto, ignorante y no educado. El Estado y la Iglesia
estaban para formar, informar, corregir y vigilar a las masas que eran
“rudas”. Había una sensación de tipo ilustrado de que el pueblo era casi
bruto y peligroso.

En los inicios mismos de la república están varias de las raíces de la


dependencia del individuo.
“La crisis de la sociedad colombiana hunde sus raíces en el mismo
momento de la fundación de la República. No fue posible renunciar a la
herencia colonial que permitiera construir un ordenamiento económico,
político y social, acorde con la dinámica mundial de la época. Por el
contrario, se profundizó en el fenómeno del caciquismo, que se convertiría
a la larga en el problema socio-político básico, en la medida en que impide
la construcción de una sociedad democrática en cuyo interior se modernice
el aparato productivo que lo ponga a tono con la creciente globalización.” 8

El clientelismo ha sido el fruto maduro del caciquismo en cuanto es la


práctica del control que aprovecha la obediencia a un caudillo con carisma
o sin él , pero con poder. Ante él se rinde la conciencia, la libre elección, la
libertad. Y la obediencia a ese caudillo se extiende, después de él, a su
familia o a su clan. Vivir del caudillo es fácil y cómodo, esto nos lo
recuerda Kant. Esperar del patrono ayudas y prebendas; suplicar al político
de turno por unas tejas de zinc o unos bultos de cemento; esperar la
cómoda limosna del que está arriba; conseguir empleo por el amigo del
amigo que está en un puesto público... todo esto a cambio del voto, de la
servidumbre irreflexiva, del rechazo al ejercicio de la altiva ciudadanía. Y
el político aprovecha esta renuncia del sujeto para realizar los planes que
desea, alcanzar beneficios y mantener la idea de benefactor del pueblo. Así
los caciques se perpetúan y se reproducen en la sociedad. La constitución
de 1991 quiso abolir esta tradición cultural y no lo ha logrado.

“Proceso que inexorablemente ha conducido a un estado permanente de


crisis social en la que afloran los conflictos por la pérdida de controles y de
sentido de pertenencia de la sociedad colombiana agudizados por la
globalización.
En ciento ochenta años de vida republicana no se ha podido consolidar el
Estado Nacional, al contrario, hoy la sociedad colombiana sufre una
profunda crisis en la institucionalidad del Estado, su presencia en buena
medida es insuficiente, el escepticismo ciudadano sobre su efectividad y
representatividad es mayor.” 9

La corrupción o cultura de la ilegalidad, aunque ha sido un hecho de


carácter inmemorial como nos lo muestra hasta la misma Biblia, se ve
concretamente en Colombia como fruto del clientelismo. Se buscan
intereses particulares abusando del poder poseído, de las amistades
contraídas, de los beneficios personales que se pueden lograr. Es lo que
Garay llama el rentismo.
8
Guarín Medina, Gustavo. La crisis de hoy: razón histórica de una ausencia , Revista de ciencias
humanas, UTP, 2000. http://www.utp.edu.co/~chumanas/revistas/revistas/rev23/guarin.htm
9
Ibidem.
“El rentismo consiste en la reproducción de prácticas impuestas de facto
por grupos poderosos en usufructo de su privilegiada posición en la
estructura política y económica del país, para la satisfacción egoísta y
excluyente de intereses propios a costa de los intereses del resto de la
población y sin una retribución a la sociedad que guarde proporción a los
beneficios capturados para provecho propio.”10

Este rentismo se opone a la formación de una cultura cívica donde los


ciudadanos puedan pensar y actuar por sí mismos y no por insinuación o
presión de otros. Se opone también a la búsqueda del bien común pues se
basa en la cleptocracia, e impide la formación de ciudadanos autónomos.
Aunque algunos dicen que el clientelismo tuvo su funcionalidad en otros
momentos como modo de acceder los más pobres y débiles a los beneficios
del estado o la justicia, hoy se presenta como un factor de producción de
crisis política y económica:
“ A cambio de su prestación de trabajo y otros servicios, y de la
promoción de los intereses del patrono, el campesino recibía unos medios
básicos de subsistencia, sobre todo en momentos de crisis, protección, y
mediación cuando era necesaria.”11 Aunque esto puede ser cierto, se hacía a
costa de la autonomía y participación del que debía ser ciudadano.

Para muchos hoy, se considera lo más corrupto del país la clase política.
Todo se puede hacer, aún los peores delitos, siempre y cuando se tenga el
apoyo de un cacique, de un amigo en el poder, de una “palanca” que pueda
abrir las puertas, aún las de la cárcel.

Investigaciones recientes sobre el fenómeno de la corrupción así nos lo


demuestran. En la Universidad Pontificia Bolivariana, en un estudio
realizado a fines del 2003, encontramos lo siguiente cuando se pide la
respuesta a esta pregunta: Si tuviera una varita mágica y pudiera eliminar
con ella la corrupción de una de las siguientes instituciones, cuál elegiría
primero? 12

INSTITUCIONES Nº % N % % %
ALUM º PROFES COLO MUN
NOS ORES MBIA DIAL
1. PARTIDOS 264 39.52 6 34.8 38 29.7
POLITICOS 8

10
Garay, Luis Jorge. Op. Cit.
11
Cazorla, José. Del clientelismo tradicional al clientelismo de partido: evolución y características.
Universidad de Granada. Barcelona, 1992. www.diba.es/icps/working_papers/docs/Wp_i_55.pdf
12
Arboleda Mora, Carlos; Fernández Ochoa, L. Fernando. Diálogos de fe y razón. Cultura de la
honestidad. Medellín, UPB, 2004. p. 29.
2 Sistema judicial 123 18.41 4 23.5 3.4 13.7
6
3 Policía 75 11.07 1 8.2 8.5 11.5
6
4 Ingresos fiscales 67 10.02 2 10.7 12.9 5.2
1
5 Sistema educativo 38 5.68 1 8.7 8.8 7.5
7
6 Servicios médicos 32 4.79 3 1.5 8.8 8.4
7 Servicios públicos 29 4.34 3 1.5 8.1 4.1
8 Aduana 16 2.39 1 0.5 3.4 4.2
9 Sector privado 11 1.64 4 2.1 1.4 3.1
1 Otros 6 0.8 7 3.5 3.4 2.2
0
1 Oficina de 4 0.59 5 2.5 1.0 3.3
1 pasaportes
1 Licencias 3 0.44 3 1.5 2.4 7
2 comerciales

Hay consonancia entre lo que contestaron los estudiantes y profesores de la


Universidad Pontificia Bolivariana con los promedios mundial y nacional.
De acuerdo al Barómetro Global de la Corrupción de Transparencia
Internacional, realizado en 47 países de todos los continentes, tres de cada
diez encuestados manifestaron que los partidos políticos serían la
institución en la cual, si tuvieran una varita mágica, les gustaría eliminar la
corrupción, en forma prioritaria. En Colombia es un problema prioritario:

“Colombia sufre las trágicas consecuencias del robo endémico perpetrado


por políticos y funcionarios públicos durante años. Entrelazada con la
producción y el tráfico de estupefacientes, esta conducta exacerbó el
subdesarrollo y la ilegalidad en las zonas rurales, donde una brutal guerra
continúa cobrando la vida de 3.500 civiles por año. Un estudio del Banco
Mundial dado a conocer en febrero de 2002 reveló que el 50 por ciento de
los contratos por compras estatales contiene algún elemento de soborno. 13
Otro informe del Banco Mundial estima que el costo de la corrupción en

13
Informe sobre "Corrupción, Desempeño Institucional y Gobernabilidad: Desarrollando Una Estrategia
anticorrupción para Colombia", 21 de marzo de 2002; ver
www.transparenciacolombia.org.co/textos_word/info_corrupcion
Colombia asciende a USD 2.600 millones por año, el equivalente al 60 por
ciento de la deuda del país.” 14
La corrupción no es la conducta desviada o inmoral de un individuo
aislado, es la conducta de una clase de caciques que ni siquiera la juzgan
como antiética sino como el aceite que lubrica el sistema o la forma normal
de vivir el servicio público.

La interpretación culturalista del fenómeno de la corrupción, nos lleva a


entender que el problema de la corrupción es el fruto de toda una historia
de clientelismo, de compra de poder, de caciques... que nos condiciona de
forma permanente. La desconfianza, la búsqueda del propio interés y el
influjo de una cultura del engaño y el propio provecho, marcan la historia
de este país. Y plantea la tesis de que las naciones colonizadas por España
y católicas tendrían el sambenito de seguir siendo corruptas por toda la
eternidad.

En esta línea, el profesor Luis Eduardo Fajardo plantea la hipótesis de que


la variación en la eficiencia de la justicia entre los diversos países, depende
de su pasado colonial. 15 Presentando el estudio de La Porta y otros , 16 llega
a la conclusión de que:

“Una revisión inicial de varias fuentes históricas sobre el sistema legal


colonial en Nueva Granada parece sugerir que los patrones observados en
la Metrópoli española se replicaron en las colonias americanas. La
burocracia colonial encargada de administrar justicia era mal paga y
corrupta. Las normas que aplicaban eran ambiguas y antitécnicas. Era un
sistema legal que en vez de favorecer el surgimiento de empresarios
capitalistas como ocurrió en varias de las colonias británicas desincentivó
la inversión privada y fortaleció el predominio de un aparato estatal
clientelista que fue el gran distribuidor de riqueza en el Virreinato.” 17

Acepta así la tesis de que los países colonizados por España tienen en
promedios sistemas legales más corruptos y con menos protección de los
inversionistas, que los países colonizados por otras potencias como
14
Ver wbln0018.worldbank.org/LAC/lacinfoclient.nsf/d29684951174975c85256735007fef12/
921d461c069a434d8525696f00514142/$FILE/LJ%20SPEECH.pdf . Tomado de:
http://www.globalcorruptionreport.org/download/gcr2003/SPANISH_Sudamerica.pdf

15
Fajardo, Luis Eduardo. La corrupción heredada: Pasado colonial, sistema legal y desarrollo económico
en Colombia. Revista de Estudios sociales. Universidad de los Andes. Facultad de ciencias sociales.
Bogotá-Colombia. Número 12, Junio de 2002, pp. 18-26.
16
La Porta, Rafael; López-de-Silane, Florencio; Schleifer, Andrei y Vishny, Robert W. Law and
Finance. NBER working paper 5661. Boston, NBER, 1996.

17
Fajardo, Luis Eduardo. Op. Cit. P. 23
Inglaterra. Aunque es de notar, que hace la salvedad de que la connivencia
del sistema legal débil con un estado clientelista, no es un determinismo
absoluto y que hubo también decisiones posteriores de las élites o de los
grupos dominantes.

No podemos negar la validez de las anteriores aseveraciones. El sistema de


caciquismo y clientelismo ha sido una constante de la historia colombiana,
y aún hoy la distribución de puestos, riquezas y beneficios se da por
métodos de adscripción mecánica, consanguínea, familiar... lo que algunos
han llamado el “carrusel” de puestos y prebendas. Se puede afirmar que en
Colombia no hubo una verdadera construcción de ciudadanos modernos
sino que los individuos fueron considerados como reclutas, súbditos y
feligreses, orientados a obedecer pasivamente a los militares y a las élites
políticas y religiosas, tratando por medios feudales de ganar los beneficios
que otorgaban los de arriba. Es un hecho innegable que marca nuestra
historia. Pero en la lucha contra la corrupción se ha de entender que el
cambio de mentalidad y el logro de una ciudadanía participativa es una
tarea posible aunque de largo plazo. Los gobiernos e instituciones tienen
allí una acción primordial, la creación de una nueva actitud o mentalidad
ciudadana, autónoma, con conciencia crítica política, libre de
condicionamientos de tipo militar, político o integrista.

El concepto de ciudadanía ilustrado no encuentra su nicho en nuestro país.


La ciudadanía universal es ocultada cuando se dice que sólo son
ciudadanos quienes sean varones, alfabetos, con propiedad. Los demás
quedan excluidos. Sin cultura, propiedades o ingresos no se puede elegir o
ser elegido. Y si se es mujer, mucho menos pues es una persona de segunda
categoría.
Lo grave es que es una dominación que no se razona. Como dice Weber:
“Ni con mucho ocurre que la obediencia a una dominación esté orientada
primariamente (ni siquiera siempre) por la creencia en su legitimidad. La
adhesión puede fingirse por individuos y grupos enteros por razones de
oportunidad, practicarse efectivamente por causa de intereses materiales
propios, o aceptarse como algo irremediable en virtud de debilidades
individuales y de desvalimiento.18
Hay una aceptación casi determinista de la falta de ciudadanía por las
carencias económicas o políticas o por razones históricas. “Este señor nos
ayuda y nos protege”.

3. FELIGRESES.

18
WEBER, Max, Economía y sociedad: esbozo de sociología comprensiva, México-Buenos Aires, Fondo de
Cultura Económica, 1964. p. 171.
En cuanto a lo religioso, la Iglesia ejerció un control de tipo no sólo
religioso, sino también moral y social sobre sus fieles, de tal manera que
regía las conciencias individuales y deseaba regir también el sistema social.
En la época de la colonia, no hubo mayores conflictos pues sociedad civil y
sociedad religiosa, en general, coincidían y era la corona la que ejercía el
control sobre la iglesia y sus ministros. Esta regía, con la ayuda de la
corona toda la vida social. Se exigía a los indígenas la asistencia al culto y
a los sacramentos, se sancionaba al pecador con castigos civiles, se
orientaban las lecturas a tal punto que sólo ingresaban aquellos libros
permitidos, etc. Todo lo diferente era considerado pecaminoso o satánico.

Al iniciarse la independencia, la Iglesia tenía un enorme peso social, moral


y económico del cual se derivaba su poder político. Esta situación se había
originado en la estrecha relación entre la Iglesia y el Estado español bajo la
forma del Patronato Real, el cual convirtió a los reyes españoles en una
especie de vicarios papales y generó un aislamiento casi total de las iglesias
hispanoamericanas de la Santa Sede y del resto del mundo católico.
El proceso de independencia y de formación de la República de la Nueva
Granada no abolió el patronato sino que le confirió una nueva forma
jurídica bajo la figura del Patronato Republicano (1824), que asignaba al
gobierno civil las funciones que antes tenían las autoridades españolas. De
esta manera la Iglesia y el Estado en la Nueva Granada estuvieron unidos
hasta la ruptura del Patronato Republicano en 1853. Sin embargo, la
Iglesia católica y el Estado colombiano tuvieron conflictos durante las tres
cuartas partes del siglo XIX, como lo anota el historiador Jorge Villegas:

Al término de la independencia (1819) se disputan la hegemonía tres


poderes:
1. La Iglesia Católica, poderosa, rica, organizada y con fuerte
prestigio popular;
2. El ejército, triunfador de la contienda contra España, que posee
fuerza desmesurada en relación con la población (30.000
soldados en millón y cuarto de habitantes)[...];
3. El Estado naciente, heredero del aparato colonial español, más
no de su experiencia, quien nace deficitario y abrumado por el
gigantesco peso de las deudas de guerra.19

El peso de la Iglesia en la vida social y política era mucho mayor que el del
incipiente Estado. Un diplomático norteamericano anotaba en 1834: "Un

19
Jorge Villegas. Colombia: Enfrentamiento Iglesia-Estado, 1819-1887. Medellín, Centro de
Investigaciones Económicas C.I.E., Universidad de Antioquia, 1977, pág. 1A.
tercio del Senado y una cuarta parte de la Cámara de representantes están
constituídos por miembros del clero."20

Los conflictos entre la Iglesia y el Estado colombianos se agudizaron con


las reformas introducidas a partir del medio siglo y la ruptura del patronato
en 1853. Esta radicalización de los dos poderes alineó la Iglesia con el
partido conservador y dejó sin legitimidad al liberalismo. Desde su propia
perspectiva, los liberales se consideraron proponentes de una reforma que
no se había realizado en la Iglesia colombiana, tanto en las costumbres del
clero como en la apertura hacia la modernidad. De una parte, denunciaban
al clero por sus abusivos comportamientos y de otra, buscaban cambiar la
tradicional manera de pensar de los colombianos abriendo paso a la
modernidad, mediante la adopción de la libertad de conciencia y de cultos,
la separación de la Iglesia y el Estado, la pluralidad religiosa y la
tolerancia. Globalmente, el liberalismo aparecía como reformador y el
conservatismo como defensor de la tradición. Para el primero, la
Constitución de l863 marcó su rumbo y para el segundo, el Syllabus fue su
carta de navegación. Puede decirse que se constituyeron en dos símbolos
de nación y en dos banderas de guerra. Dos símbolos de nación porque
después de las guerras de independencia sólo se presentaron en el país dos
propuestas de construcción de nación: la liberal y la católica. En diferentes
períodos, las dos propuestas han tratado de conformar la nación pero no lo
han logrado por la recurrencia a prácticas como la exclusión, el
autoritarismo o la intolerancia sin la convocatoria ni la participación de
amplios sectores de la población. Sin embargo, continuó el férreo control
de la iglesia sobre los feligreses a quienes, en última instancia, sólo se
exigía obediencia a la palabra de los pastores. Un caso particular es el
control mismo que trató de ejercer sobre los escritores católicos que, en su
momento, tenían como objetivo defender la misma iglesia católica.
Había algunos escritores pertenecientes al partido conservador que tenían
una actitud demasiado tradicionalista y que habían optado por el Syllabus
como orientador de sus reflexiones. Entre estos sobresalen Miguel Antonio
Caro y José Manuel Groot. Ellos optaron por la vía de la intransigencia y
así se lo manifestaron mutuamente:

El miedo, el egoísmo, y el odio a los laicos que ayudamos a la


causa de Dios con nuestros desinteresados esfuerzos, tienen sus
procuradores en esa Corporación llamada a hacer grandes bienes
y capaz de hacer grandes males. Dios enderece las cosas y haga
infundados mis temores, que son los de muchos católicos.21

20
Citado en Ibid., pág. 2A.
21
“Carta del señor Caro al señor Groot, el 20 de enero de 1874”, en: Thesaurus. Boletín del Instituto
Caro y Cuervo, tomo VIII, 1952 pág. 189.
Lo que había dicho el Segundo Concilio Provincial en 1874 al respecto se
puede resumir en una cuantas afirmaciones:
1. Los escritores católicos no deben desmayar en su tarea de defender la
fe;
2. Pero esos escritores pueden ser causa de innumerables males e
inconvenientes para la Iglesia;
3. Por eso, la desenfrenada libertad no debe tener cabida entre los hijos de
la Iglesia;
4. Sino que deben tener gran prudencia en tratar ciertas cuestiones, no
anticipar el juicio, ni prescribir a los fieles y, aún a los pastores, la
conducta que han de observar, pues no se puede trastornar el orden de
los poderes establecidos por Nuestro Señor Jesucristo en la Iglesia,
tomando las ovejas el lugar de sus pastores;
5. Los escritores católicos deben optar por el camino de la sumisión a sus
pastores.

Se pensaba que así se podría controlar el celo excesivo de los escritores que
los llevaba a una confrontación con el gobierno y que impedía
conciliaciones en materia de instrucción religiosa. El señor Groot, sin
embargo, en una carta del 23 de Agosto de l875 se manifiesta inconforme:
Empezaré por observar, que todo lo que en él se dice, se refiere
precisamente a los que escribimos sobre asuntos de religión en
Bogotá, y principalmente al señor Caro y a mí. Es verdad que se
habla en términos generales, pero con una generalidad que a cada
paso deja traslucir el designio de individualizar [...].22

Más adelante, Groot, después de reconocer la obediencia debida a los


prelados, considera que hay casos en los que los católicos tienen el derecho
de desconocer la autoridad episcopal. La obediencia al obispo es necesaria
“pero todo ésto se entiende cuando el Obispo está en la Iglesia, porque
desde que se separa de ella por el cisma y la herejía, ya no es pastor sino
lobo a quien las ovejas no pueden seguir sino huírle.” 23 Y termina diciendo
que, por más ofensas que perciba de los eclesiásticos, no dejará de combatir
en defensa de la causa de Dios y de su Iglesia, aunque “me exponga a los
tiros de toda clase de enemigos, así exteriores como interiores.”24

Es un caso especial de control de escritores. Pero el control ejercido por la


iglesia era también social, político, sexual, religioso. Son suficientemente
22
Citado en Mario Germán Romero. “El Arzobispo Arbeláez y el II Concilio Provincial Neogranadino”,
en: Boletín de historia y antigüedades. Bogotá, enero-febrero de l956, vol XLIII. N° 495-496, p. 792.
23
Ibíd., pág. 800.
24
Ibíd., pág. 801.
conocidas las normas de control sobre votaciones, asistencia a misa, vida
sexual, ideas políticas...

Quizás sea interesante mirar, desde la óptica de las representaciones y


símbolos, la importancia de la figura del “padre” para nosotros los
colombianos. De alguna manera, desde la colonia, hemos dependido de esta
figura. El Rey, en la colonia, era el Padre rey. Bolívar era el padre, el padre
de la patria, unificador, centralista, con un poder fuerte. Los caudillos
regionales eran los padres que mandaban y a quienes había que seguir. 25 Y
hoy seguimos hablando de padres de la patria cuando nos referimos a los
miembros del congreso, como aquellos que paternalmente dan cosas. Pero
también buscamos un padre que tenga poder y así aceptamos y buscamos
gobernantes que sean autoritarios, que gobiernen con mano dura. Queremos
seguir siendo los hijos de los padres políticos, militares y eclesiásticos.

En síntesis, muchas veces la Iglesia sólo quiso feligreses obedientes, que no


protestaran, que cumplieran sumisamente sus deberes religiosos. La
concepción de Iglesia era jerárquica, vertical, sin espacio para la tarea de
los seglares que sólo debían seguir los mandatos del obispo o sacerdote. No
había lugar para el laico como lo propuso el Concilio vaticano II, que ya
reconoce el papel fundamental del seglar en la iglesia como miembro pleno
de ella con derecho a participar activamente en la vida religiosa.

CONCLUSIÓN

Se trató y se logró formar profesionales de la obediencia cuya tarea


consistiría en conocer bien lo que se manda y en tratar de cumplirlo con la
mayor celeridad y perfección. A ser posible, con alegría y aún con sentido
cristiano. Desde esta posición , se supone que quien manda busca lo mejor
para los súbditos y el que obedece nunca se equivoca. Los jefes tienen la
obligación de pensar en ellos y por ellos y de decidir lo que es mejor para
su vida a corto y largo plazo. La felicidad consistiría en ser disciplinados y
obedientes, en trabajar con denuedo sin rechistar. No sólo la felicidad
individual. También la colectiva y social. Si todos cumplimos las leyes, a
todos nos irá bien. Desde nuestra condición de súbditos, nos callamos y
obedecemos. Podemos quejarnos, sí. Pero no como un derecho sino como
una camuflada insumisión. No es preciso pensar mucho ni hablar
demasiado. No es bien visto oponerse y criticar a las autoridades. Esto
solamente crea mal ambiente y produce problemas. Es mejor obedecer,
25
Anrup, Roland y Oieni, Vicente. Ciudadanía y nación en el proceso de emancipación.
http://www.hum.gu.se/ibero/publikationer/anales2/pdf-artiklar/rol.vic%20.pdf.
respetar la autoridad, aprovecharse del que manda a través de amistad o
sumisa petición. Y esa es la finalidad de la educación: formar para ser
súbditos del que piensa por nosotros. 26
No se logró crear ciudadanos de verdad. Pues se trató de hacer reclutas no
pensantes, súbditos turiferarios del político de turno, feligreses que
simplemente comulgaran y pagaran diezmos. Ni siquiera los liberales,
portadores de una modernidad civilista, lo lograron realizar. Así lo dice
Marco Palacios: “Asesinado Gaitán en 1948, los dirigentes liberales irían
optando por dejar el pueblo a la deriva, con el argumento, contundente en
1951, que no empujarían el país a la guerra civil. Con aquella deserción,
como dijimos arriba, culmina el ciclo en que el liberalismo colombiano fue
el ideal de la modernidad. A partir de entonces quienes se definieron como
liberales, se replegaron a la vida privada o entraron a formar parte del
ejército burocrático de la modernización sin atributos de modernidad.” 27

Qué podemos hacer hoy? Crear un ciudadano que piense, critique y


participe. Para esto es necesario: Aumentar los mecanismos de
participación y exigirlos, proteger la sociedad civil como espacio
participativo, promover la participación en las distintas esferas públicas,
fomentar la corresponsabilidad con el principio de subsidiariedad... cosas
que se lograrán si se construye una ciudadanía que vea respetados sus
derechos de primera, segunda y tercera generación: “Es ciudadano aquél
que en una comunidad política ve protegidos sus derechos civiles
(libertades individuales), políticos (participación política) y sociales
(trabajo, educación, salud y calidad de vida).” 28 Pero su correlato es la
responsabilidad de los ciudadanos manifestada en su protagonismo en la
construcción de una sociedad justa. A la insistencia liberal en el respeto de
los derechos, hay que añadir la insistencia comunitaria del cumplimiento de
los deberes.29La pregunta final podría ser si vamos a seguir siendo reclutas,
súbditos y feligreses, o ser ciudadanos concientes y autónomos, creyentes
por convicción y colaboradores en la construcción de una sociedad justa y
defensores de nuestra comunidad imaginada?

Seguiremos detrás de políticos gamonales tolerando corrupción o


construiremos lo público con valores democráticos? Seguiremos callando
ante las comisiones pasadas por debajo de la mesa, las compras de vajillas
de 90 millones, votando por los mismos con las mismas, aceptando
26
Santos Guerra, Miguel Angel. Súbditos, clientes o ciudadanos. Jornal A Pagina da Educaçao. Portugal,
Nº 116, año 11. Octubre de 2002. Pg. 31.
27
Palacio Rozo, Marco. Parábola del liberalismo colombiano. Revista credencial hisgtoria. Las ideas en Colombia (2). Edición 91,
Julio 1997 . http://www.banrep.gov.co/blaavirtual/credencial/9101.htm

28
Cortina, Adela. Ciudadanos como protagonistas. http://www.javeriana.edu.co/pensar/EA.html
29
Ibidem.
traslados de dineros de los bolsillos del estado a los de los empleados
públicos? Es una labor compleja pues es una mentalidad y una actitud de
muchos siglos. Pero si queremos ser hombres y mujeres de verdad,
ciudadanos serios y responsables, tenemos que abandonar la idea de seguir
siendo las ovejas despistadas, los burros de carga, y convertirnos en
personas que asumen con honestidad su vida y su destino.

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