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PROMESAS Y PROEZAS
DE DIOS
(JOSUÉ)
ALBERTO PLATT
© 1999
Ediciones Las Américas, A.C.
Prohibida la reproducción
parcial o total
ISBN 968–6529–76–41
1 Platt, A. T. (1999). Estudios Bı́blicos ELA: Promesas y proezas de Dios (Josué) (pp. 1–2). Puebla, Pue.,
México: Ediciones Las Américas, A. C.
1
Elección de Josué
Josué 1:1–2a
“¡Mi siervo Moisés ha muerto!” dijo el Señor en Josué 1:2. A pesar de esa nota
funesta y sombría con que principia, el tono del libro de Josué no se caracteriza por ese
triste recordatorio.
Esta obra lleva el nombre de su probable autor, que es el héroe que domina sus
páginas de principio a fin. Ese apelativo hebreo quiere decir “Jehová salva”, mismo que
corresponde a “Jesús” en el Nuevo Testamento.
En el canon de los judíos (los libros oficialmente aceptados por ellos) Josué es el
primero que aparece en la sección de los profetas, sin duda debido al carácter y
ministerio de ese gran líder. Su contenido es una joya histórica que traza la crónica de
un pueblo que estaba tratando de obtener la tierra que su Dios le había prometido. Por
supuesto que el libro no es sólo producto de un historiador humano, sino que el Espíritu
Santo (2 Pedro 1:21) también intervino, y como viene de Dios, la historia es verídica.
En ella, el lector puede estudiar los éxitos y fracasos del pueblo de Israel, y conocer la
razón de ellos.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
FECHA
AUTOR
Aunque no se sabe con certeza, se acepta que la mayoría del libro fue escrito por
Josué (vea Josué 1:1; 3:7; 4:1, 2; etc.), porque es obvio que el autor fue testigo ocular
de los sucesos que narra (Josué 5:1; 7:7; 8:5, 6 etc.). Naturalmente que la porción
relacionada con la muerte de Josué (24:29–33) fue escrita por otro autor.
Como ya se ha dicho, el de Josué es un libro histórico que narra todo lo que tuvo
que suceder para que el pueblo de Israel se apropiara de lo que Dios le había
prometido. Según 1 Corintios 10:11 y 2 Timoteo 3:16, el estudiante bíblico está
obligado a aprender todo lo que Dios ha dicho en las Escrituras, no puede hacer a un
lado el Antiguo Testamento. Pero tiene que ejercer bastante cuidado, y apegarse a los
principios correctos de interpretación bíblica (hermenéutica).
Por ejemplo, es difícil afirmar que el cruce del río Jordán en seco representara la
entrada de un creyente al cielo. ¿Por qué? Porque después de cruzar el Jordán, los
hijos de Israel tuvieron que pelear, batallar, conquistar y hasta destruir a los idólatras.
No tiene absolutamente ningún parecido con la entrada al cielo del creyente, ni es el
propósito de ese pasaje enseñar semejante lección. Es obvio que los hijos de Israel
tenían derecho a la tierra, pero el libro de Josué dice que aun después de haber
recibido el título de propiedad, tuvieron que librar una gran lucha para poder disfrutar de
esa bendición. El libro de Josué ejemplifica lo que dijo el apóstol Pablo en su carta a los
efesios relativo a la recomendación de vestirse con toda la armadura de Dios antes de
iniciar el combate espiritual (Efesios 6:11).
BOSQUEJO DEL LIBRO
I. Introducción 1:1–2:24
A. Reconocimiento del nuevo líder 1:1–18
1. Comisión de Josué 1:1–9
2. Josué es animado 1:10–18
B. Reconocimiento de la nueva tierra 2:1–24
1. Reevaluación de la situación 2:1
2. Rahab 2:2–21
3. Regreso de los espías 2:22–24
II. Entrada en la tierra prometida 3:1–5:15
A. El milagro del cruce del Jordán en seco 3:1–17
B. El memorial del milagro 4:1–24
C. Reinstalación del memorial del pacto con Abraham 5:1–10
D. El maná termina 5:11–12
E. El Capitán supremo 5:13–15
III. Conquista de la tierra prometida 6:1–12:24
A. Compaña del centro 6:1–9:27
1. ¡Victoria! Jericó 6:1–27
2. ¡Derrota! El pecado de Acán 7:1–26
3. ¡Victoria! Hai 8:1–35
4. ¡Derrota! Alianza con los gabaonitas 9:1–27
B. Compaña del sur 10:1–43
1. Contra la confederación de reyes 10:1–14
2. Control completo del sur 10:15–43
C. Campaña del norte 11:1–15
D. Resumen de la conquista 11:16–12:24
IV. División de la tierra prometida 13:1–22:34
A. Antes de cruzar el Jordán 13:1–33
1. Instrucciones 13:1–7
2. División al oriente del Jordán 13:8–33
B. Petición y herencia de Caleb 14:1–15
C. Territorio de Judá 15:1–63
D. Territorio de Efraín 16:1–10
E. Territorio de Manasés 17:1–18
F. Territorios de las demás tribus 18:1–19:51
G. Ciudades de refugio 20:1–9
H. Ciudades de los levitas 21:1–45
I. Regreso de las tribus al oriente del Jordán 22:1–34
V. Conclusión 23:1–24:33
A. Primer mensaje de despedida 23:1–16
1. Repaso de la bondad de Dios 23:1–10
2. Amonestaciones contra la desobediencia y apostasía 23:11–16
B. Segundo mensaje de despedida 24:1–28
1. Repaso de la forma en que Dios les había tratado 24:1–15
2. El pueblo reconoce la bondad de Dios 24:16–18
3. Diálogo entre Josué y el pueblo 24:19–28
C. Muerte de Josué 24:29–33
JOSUÉ, EL LÍDER
Los primeros dos versículos del libro comentan la triste realidad de la muerte de
Moisés. Esa enorme pérdida debe haber dejado al pueblo deprimido y preocupado.
Durante cuarenta años, ese gran hombre de Dios había sido su líder y guía, pero lo que
es más importante, era su contacto con Dios, el que fungía como comunicador e
intercesor. Y ahora, había muerto el transmisor de los decretos del Omnipotente. Es
posible que algunos pensaran que el plan divino y su promesa morirían con él. Sin
duda, la pregunta: “¿Quién nos llevará a la tierra prometida?” estaba en la mente y en
los labios de cada peregrino.
Pero los que han estudiado la Bibliá y conocen al Dios que la inspiró, tienen que
responder a ese lamento lúgubre del pueblo, que la obra del Señor no se debilita por la
muerte de alguno de sus siervos, sin importar cuán prominente sea. Además, él nunca
se queda sin un instrumento, sin una persona preparada y dispuesta.
Pero surge otra pregunta: “¿Cómo prepara Dios a los que le sirven?” O, como en el
caso que nos ocupa, “¿de dónde y de qué escuela de preparación venía Josué, que
obviamente había sido designado por Dios para emprender una tarea tan importante?”
(1:2b)
Preparación de Josué
Antes de entrar de lleno a considerar el texto del libro de Josué, tenemos que
detenernos para considerar la forma en que Dios lo preparó para que respondiera a las
exigencias del liderato. Desde hacía mucho tiempo, Dios había empezado a formar el
carácter y creencias de Josué. Lo hizo a través de una serie de escuelas, pero esas
“aulas” no fueron como las de una escuela común, y sus lecciones no provenían de los
libros. Jehová preparó una serie de sucesos y circunstancias (escuelas) que a lo largo
de su vida fueron formando el carácter del siervo que Dios quería que guiara a su
pueblo.
La escuela egipcia
Josué fue hijo de Nun (1:1), y de acuerdo con las listas genealógicas del Antiguo
Testamento (1 Crónicas 7:27), probablemente su primogénito. Considerando que su
edad era de 110 años cuando murió (24:29), menos los 40 años de peregrinación en el
desierto y los 25 años que duraron los acontecimientos narrados en su libro, Josué
tenía aproximadamente 45 años de edad cuando los hijos de Israel salieron de la
esclavitud. Es obvio que ese líder nació en Egipto.
Si Josué fue uno de los primogénitos nacidos durante la esclavitud de Israel, ese
hecho hace recordar al estudiante bíblico la última plaga. Aun antes de que se
mencionara el nombre de Josué en la Biblia, Dios ya lo había sometido a una lección
dura e importante.
El Señor había dicho que la única manera de evitar morir a manos del ángel de la
muerte era untar correctamente la sangre del sacrificio en el portal de la casa. De otra
manera, el primogénito de ese hogar moriría. Obviamente, su padre cumplió fielmente
con el requisito de colocar la sangre, porque Josué no perdió la vida en aquella fatídica
noche.
¿Cuál fue la lección importante que Josué nunca olvidó, y sin lo cual nadie puede
servir a Dios? Que sencilla, pero majestuosamente, ¡Dios siempre cumple lo que dice!
Él había dicho que aquella noche moriría el primogénito de los hogares donde la
sangre no estuviera colocada conforme a las instrucciones divinas, y efectivamente, así
sucedió (Éxodo 12:29).
¡PENSEMOS!
¡PENSEMOS!
De otra manera, nadie puede servir a Dios. Por esa razón, Josué tuvo éxito como
líder.
2
Comisión de Josué
Josué 1:2b–18
“Mi siervo Moisés ha muerto; ahora pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo
este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel” (Josué 1:2). A grandes
rasgos, esa es la comisión auténtica y soberana que Dios encargó a Josué.
ANTECEDENTES
Elección soberana
Hay algunos elementos sobresalientes en la encomienda dada a Josué. En primer
lugar, en ninguna de las referencias de Números, Deuteronomio, o Josué, hallamos a
Dios haciendo una invitación, expresando un anhelo, pidiendo un consejo o solicitando
la colaboración de Josué. Tampoco pidió al pueblo que sugiriera el nombre de una
persona popular o capaz de ocupar el puesto. No hubo boletas de elección ni votación.
Dios no buscó a un voluntario, sino que la selección del que guiaría al pueblo quedó en
manos del soberano, infinitamente sabio, Dios de Israel.
Es interesante la reacción de Josué, o, más bien, la forma en que no reaccionó. No
se observa renuencia o desgano en él; jamás sugirió que otro lo haría mejor. Todavía
vivían los dos hijos del gran Moisés (Gersón y Eliezer), uno de los cuales, según ciertos
criterios, hubiera merecido ser tomado en cuenta, pero no se hace referencia a ellos.
Si Josué hubiera podido elegir al líder religioso, tal vez habría sugerido a Finees, el
sacerdote, pero no lo hizo. También estaba Caleb, su antiguo colega, el que lo
acompañó a espiar la tierra prometida y que al igual que Josué, animó al pueblo a
conquistarla; pero tampoco surgió el nombre de ese gran héroe de la fe. Josué no trató
de evadir la responsabilidad tan formidable que estaba recibiendo, sino que la aceptó.
La presencia divina
En Josué 1:5 se introduce otro elemento: “…como estuve con Moisés, estaré
contigo; no te dejaré, ni te desampararé”. Una cosa es recibir una tarea difícil, pero otra
muy diferente es aceptar semejante responsabilidad junto con la promesa que asegura
el éxito de la empresa. La presencia divina actuando sobre Moisés hizo que ese siervo
fuera guía, animador, proveedor, y aun juez, del pueblo. Es evidente que la frase “como
estuve con Moisés” impactó poderosamente a Josué, porque había sido testigo del
efecto que la presencia y poder de Jehová ejerció en todo el trayecto de Egipto hasta la
ribera oriental del Jordán.
Según la promesa de Jehová; él nunca abandonaría a Josué. Es difícil pasar por
alto la importancia de esa promesa. Debemos recordar que por haber sido uno de los
espías, Josué sabía perfectamente bien lo que le esperaba: gigantes (Números 13:31–
33), ciudades como Jericó que eran fortalezas formidables, idolatría horrenda, así como
la religión degradante de los pueblos listados por Moisés en Deuteronomio 7:1–5.
Pero por sobre todas las cosas, ¡qué consuelo debe haber sentido al saber que
tenía la garantía de la presencia de Dios! Los gigantes no se hicieron más pequeños, ni
las murallas más bajas, ni la idolatría menos malvada. Sin embargo, teniendo
garantizada la presencia de Dios, Josué podía enfrentar las dificultades con confianza.
¡PENSEMOS!
¿Recuerda las “escuelas” de Josué que se mencionaron en el
primer capítulo? Una de las lecciones que tuvo que aprender fue la
relativa a la batalla con los amalecitas de Éxodo 17. Allí, el líder se dio
cuenta que la victoria no dependía de él, aunque Moisés lo había
nombrado capitán del ejército, sino que dependía totalmente de Dios.
¡Qué bueno sería que aprendiéramos esto! porque como Josué,
podríamos considerar las dificultades no desde el punto de vista
humano, que sólo contempla el tamaño de “los gigantes” que se
oponen, la altura de las murallas que hay que superar, o la opresión
de las religiones y filosofías apoyadas por el maligno. La garantía de
la presencia de Dios no cambia la medida del problema, sino que
¡provee al creyente la capacidad de vencer!
“¡Esfuérzate!”
En cuanto a la primera pregunta, la cultura actual se hubiera enfocado únicamente
en lo físico. Con su obsesión por el ejercicio y el atletismo, hubiera sugerido a Josué
que levantara pesas, o que corriera varios kilómetros al día, o bien, que tomara
vitaminas para aumentar su fortaleza. Pero es improbable que Dios tuviera en mente
esas ideas. Él no escogió a Josué por su musculatura, ni hay indicaciones en toda la
Biblia de que un siervo de Dios tuviera que ser físicamente fuerte.
La etimología de la palabra que Dios escogió subraya lo físico; la traducción
“esfuérzate” que aparece en Josué 1:6, 7, 9 es muy buena. Debemos notar que la raíz
de la palabra hebrea significa fuerza en los brazos y en las manos para colgarse de, o
apoyarse en. Naturalmente, surge la pregunta: ¿en qué tenía que aferrarse a algo
fuerte, duradero y totalmente confiable, es decir, a lo que Dios había dicho. Sólo así
podría ser competente.
¡PENSEMOS!
“¡Sé valiente!”
Este segundo término empleado en los tres versículos (1:6, 7, 9) también ha sido
traducido correctamente, pero la palabra de la que se deriva el vocablo hebreo es muy
interesante. Por lo que se ha podido determinar, en la antigüedad esa palabra se
refería a la fuerza de las piernas. Ésta, junto con la palabra que usaron los que
tradujeron el libro de Josué al griego (la Septuaginta) y que también usó el apóstol
Pablo en 1 Corintios 16:13 cuando dijo: “portaos varonilmente”, apuntan a una
expresión moderna. Cuando uno experimenta un gran miedo, generalmente se
manifiesta porque tiemblan las piernas, o a veces las rodillas. Aquí en Josué, Dios está
demandando un comportamiento sin titubeos, sin miedo; tenía que comportarse en
forma varonil.
Los preparativos
¡Al fin! La tierra de la promesa estaba a la vista, y el pueblo estaba en el umbral de
ella; incluso, podía ver una parte al otro lado del Jordán. A Josué le tocó anunciar un
programa y la necesidad de preparar comida.
También tuvo que recordar a los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés,
la promesa que habían hecho a Moisés, cuyos detalles se encuentran en Números 32.
Esa tribu había encontrado un terreno muy adecuado en el lado oriental del río Jordán:
“Los hijos de Rubén y los hijos de Gad tenían una muy inmensa muchedumbre de
ganado; y vieron la tierra de Jazer y de Galaad, y les pareció el país lugar de ganado.”
(Números 32:1). Asimismo, se comprometieron a ayudar a sus hermanos en la
conquista de las tierras que estaban al otro lado del Jordán, y fue ese compromiso el
que Josué les hizo recordar.
El comentario que ellos hicieron es interesante, porque en el proceso de reconocer
su deber, dijeron: “Nosotros haremos todas las cosas que nos has mandado, e iremos
adondequiera que nos mandes. De la manera que obedecimos a Moisés en todas las
cosas, así te obedeceremos a ti” (Josué 1:16, 17).
El hecho de que un pueblo tan testarudo como el de Israel, que había sido rebelde
con Moisés en el desierto, dijera: “de la manera que obedecimos a Moisés… así te
obedeceremos a ti”, debe haber sido de mucho consuelo para Josué. De acuerdo con
Josué 22, efectivamente así lo hicieron y cumplieron con su promesa.
3
¡Otra vez espías!
Josué 2:1–24
El contexto
El pueblo de aquel entonces gozaba de una situación muy privilegiada, pues
contaba con una promesa segura: “Mira, Jehová tu Dios te ha entregado la tierra”
(Deuteronomio 1:21a). El momento era propicio. “Sube y toma posesión de ella, como
Jehová el Dios de tus padres te ha dicho” (Deuteronomio 1:21b). Además, debían
mantener el ánimo muy en alto, por lo que añadió: “No temas ni desmayes”
(Deuteronomio 1:21c).
¡PENSEMOS!
Carecemos de detalles acerca del viaje que realizaron los espías, aunque sin duda,
aun el cruce del río fue una aventura, porque en esa época del año el Jordán solía
“desbordarse por todas sus orillas” (Josué 3:15).
Lo que sí se sabe es que entraron en la ciudad y se “escondieron” en un lugar
público, frecuentado por habitantes y visitantes por igual, probablemente pensando que
su mejor protección era mezclarse con la gente. Sin embargo, según el texto (Josué
2:2), fueron descubiertos y se informó al rey que eran “hombres de los hijos de Israel”.
No se sabe qué factores los evidenciaron. ¿Sería su ropa, su forma hablar, su
fisonomía (la nariz o los ojos), o su estatura? Se supone que se disfrazaron, pero
obviamente eso no fue suficiente, en especial porque el pueblo de Jericó era presa de
las sospechas y del pánico.
¡PENSEMOS!
No debe causar gran sorpresa que Dios haya usado a una persona
espiritualmente falible. El hombre común y corriente, incluso el que ha
sido salvo por la gracia de Dios, también es un instrumento
incompleto, no muy apto para servir a Dios. Sin embargo, a través de
la Biblia podemos observar que al Señor le ha placido usar
instrumentos humanos, frágiles, débiles, de barro, pero dispuestos a
creer en él como Rahab. ¡Qué milagro que Dios use a personas como
nosotros! Podríamos decir como el apóstol Pablo: “Doy gracias al que
me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel,
poniéndome en el ministerio” (1 Timoteo 1:12). Y en otra parte dijo: “A
mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue
dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio” (Efesios
3:8).
¡PENSEMOS!
4
Obstáculo y bendición
Josué 3:1–4:24
Su nombre
Viene de un término que quiere decir “descender” o “fluir”. Era y es el río más largo,
importante, y en realidad el único cuerpo de agua de esa zona que merece llamarse
“río”. Nace a unos 70 metros sobre el nivel del mar, en un lago que se encuentra al
norte del lago de Genesaret (Galilea). Sin embargo, poco después de pasar ese lago,
el Jordán desciende abruptamente cerca de 213 metros por debajo del nivel del mar.
De allí, desciende todavía más hasta desembocar en el mar Muerto, cuya ribera está a
unos 393 metros bajo el nivel de mar. ¡Con qué razón el nombre de ese río significa “el
que desciende”!
Formación geológica
El valle del Jordán es parte de un interesante fenómeno geológico. Está en una
depresión (grieta) que corre desde Asia Menor hasta el corazón del África. El Jordán
desciende desde su nacimiento, que está a 70 metros sobre nivel del mar hasta su
desembocadura a 393 metros debajo del nivel del mar. Casi en todo su camino fluye
por un cauce relativamente angosto, profundo y sinuoso (llamado “el zor”). Dentro de
éste se encuentra todavía otro cauce o lecho menos profundo y mucho más ancho
(llamado, “el ghor”). En el sur, “el zor” tiene como 30 metros de ancho, mientras que el
lecho más amplio, “el ghor”, mide un kilómetro de anchura.
¡PENSEMOS!
¡PENSEMOS!
Se puede incluir un comentario final acerca del capítulo 3 de Josué. En 3:7, Jehová
confirmó el liderazgo de Josué. No cabe duda que Dios empleó los sucesos del
milagroso cruce del Jordán para confirmar el llamamiento del hombre que había
escogido para guiar al pueblo, porque tenía una relación muy especial con Jehová. Al
darse cuenta el pueblo de esto, su admiración y respeto por Josué aumentaron
bastante. Así como Dios había autorizado y facultado a Moisés, así hizo con Josué, lo
cual ilustra muy bien el factor de continuidad. Dios obra por medio de quienes él
escoge, prepara y comisiona.
¡PENSEMOS!
Observaciones finales
1. Dios tiene un plan perfecto así como poder y control de las cosas como para
poner su plan en acción, él hace proezas.
2. El propósito de sus proezas es proclamar y elevar su nombre ante todo el
mundo.
3. Precisamente por eso, Dios escogió al creyente en Cristo Jesús, que de por sí
es una magna obra de Dios, con el fin de glorificar su nombre.
5
Preparativos finales
Josué 5:1–12
EL AMBIENTE PROPICIO
Josué 5:1
¡Dios promete y cumple! En Éxodo 23:27 Jehová había dicho: “Yo enviaré mi terror
delante de ti, y consternaré a todo pueblo donde entres, y te daré la cerviz de todos tus
enemigos”. En aquel entonces la promesa y profecía habían sido muy animadoras para
el pueblo, pero al estar en la primera etapa de su cumplimiento, se animaron aún más.
Así empieza el capítulo 5. Se dice de los habitantes de la tierra que: “…desfalleció su
corazón, y no hubo más aliento en ellos delante de los hijos de Israel”.
El miedo que sentían los habitantes se basaba en las noticias espantosas que
habían recibido, las cuales sin duda se habían extendido acompañadas por los rumores
que generalmente están presentes en situaciones de crisis. No cabe duda que los de
Jericó recibieron el reporte de sus propios informantes en cuanto a la venida de los
hijos de Israel.
Se recordará que Rahab de Jericó conocía varios detalles, incluyendo uno de 40
años atrás, cuando los israelitas cruzaron el mar Rojo (Josué 2:9–10).
Además, sus agentes habín informado a los pobladores de Jericó acerca de lo que
Dios había hecho al otro lado del río contra Sehón y Og, actuando siempre a favor del
pueblo de Israel. Otro factor más, y muy alarmante por cierto, era que ese numeroso
pueblo ya estaba en su lado del Jordán. Entonces, no sólo estaban aterrados por su
presencia, también por la forma en que habían llegado hasta allí. Los habitantes del
lado occidental del Jordán siempre habían confiado en que el río, sobre todo cuando se
desbordaba, constituía su mejor defensa. Sin embargo, por el poder de su Dios, los
israelitas fácilmente habían superado esa supuesta defensa.
¡PENSEMOS!
Transfondo de la señal
Para entender el sentido e importancia de Josué 5, el estudiante bíblico tiene que
haber leído y entendido la historia de Abraham, de su relación con Dios, del pacto que
Dios hizo con él y sus consecuencias de largo alcance.
Jehová escogió a Abraham de entre toda la raza humana para formar un pueblo
que le siguiera de cerca, lo obedeciera, ensalzara su nombre y cuyo descendiente
principal sería el Mesías. El pacto de Génesis 12 garantizó a Abraham y a sus
descendientes la posesión de la tierra prometida a perpetuidad (Génesis 12:7).
Según Génesis 17:9–14, Dios ordenó que la circuncisión fuera la señal visible de la
relación pactal hecha con Abraham y sus descendientes. Ese rito consistía de una
cirugía para quitar el prepucio del órgano sexual masculino, conforme a ciertos
reglamentos que Dios había especificado. Entre los judíos, de Abraham en adelante, el
rito se practicaba en el varón de ocho días. Cualquier varón no circuncidado se
consideraba desechado: “…aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi
pacto” (Génesis 17:14b). En conclusión, originalmente la circuncisión fue la señal de la
fe en el pacto que Dios hizo con Abraham. Para el judío varón era un recordatorio de la
promesa segura hecha por Dios respecto a la posesión de la tierra.
¡PENSEMOS!
EL CAMBIO DE DIETA
Josué 5:11–12
El maná fue la provisión que hizo Dios para el sostén del pueblo en el desierto.
Milagrosa y ampliamente provisto cada mañana, seis días a la semana, tenía el sabor
de “hojuelas con miel” (Éxodo 16:31). A veces, el pueblo “lo molía en molinos o lo
majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él tortas; su sabor era como
sabor de aceite nuevo” (Números 11:8). Infortunadamente, pero en total conformidad
con su carácter incrédulo, el pueblo se quejó de esa provisión de Dios diciendo:
“nuestra alma tiene fastido de este pan tan liviano” (Números 21:5). Dios había dicho
(Éxodo 16:4) que el maná sería a la vez una provisión y una prueba de si andaban en
su ley o no. Obviamente, el pueblo no pasó esa prueba.
La nueva generación había llegado al otro lado del río Jordán, y habiendo cumplido
con lo que Dios les mandó (la circuncisión y la celebración de la Pascua) empezó a
disfrutar del producto de la tierra prometida. La gente de los campos que había
alrededor de Jericó ya se había refugiado en la ciudad dejando sus campos y granos
almacenados para los invasores. Eso se había profetizado en Deuteronomio 6:10: 11.
“Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra que juró a tus padres,
Abraham, Isaac y Jacob que te daría, en ciudades grandes y buenas que tú no
edificaste, y casas llenas de todo bien, que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú
no cavaste, viñas y olivares que no plantaste, y luego que comas y te sacies”.
Era de esperarse que terminara el maná, la provisión del desierto y la peregrinación,
ya que el pueblo disfrutaba del producto de la tierra. Cuando no había otro recurso, el
maná era el abastecimiento milagroso de parte de un Dios de gracia y misericordia.
Ahora, como ya estaban al otro lado del río, pero todavía siguiendo el plan del mismo
Dios, el sostén del pueblo sería diferente.
Observaciones finales
Por supuesto que la celebración de las fiestas, los sacrificios y los muchos ritos
especiales del Antiguo Testamento, pertenecen a los judíos. El apóstol Pablo dijo: “Y
estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a
nosotros” (1 Corintios 10:11). Entonces, tenemos que estudiar, entender y aprender las
lecciones que Dios ejemplifica en los acontecimientos literales e históricos del Antiguo
Testamento
1. Se nota la importancia que tiene la fe para iniciar una relación con Dios y seguir
a través de toda ella. Un redimido no tiene por qué vivir 38 años en un desierto:
“Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de
incredulidad para apartarse del Dios vivo” (Hebreos 3:12).
2. El ambiente hostil no es una razón válida para desobedecer a Dios. La
circuncisión y la pascua eran importantes y el pueblo tenía que observarlas; era
menester que volvieran a practicarlas. El mundo tal vez diga que la religión debe
guardarse dentro de la iglesia y que no debe mezclarse con el resto de la vida, ni
en asuntos de gobierno o de política, ni mucho menos en los asuntos militares.
Sin embargo, el creyente marcha al compás de otro ritmo, porque ha establecido
las prioridades de Dios en su vida: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra
cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31).
3. Las promesas de Dios son seguras como en el caso de la salvación eterna. Pero
la incredulidad del hombre causa demoras y a veces produce pésimas
consecuencias: “Porque el que como y bebe indignamente, sin discernir el
cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual, hay muchos enfermos
y debilitados entre vosotros, y muchos duermen” (1 Corintios 11:29–30).
6
¡Victoria! ¡Derrota! ¡Victoria!
Josué 5:13–8:35
Un encuentro sorprendente
El recordatorio le vino a Josué de improviso en Josué 5. Posiblemente estaba
contemplando a lo lejos las defensas de Jericó, cuando de repente se dio cuenta de
que a su lado había un ser con figura como de hombre:” …el cual tenía una espada
desenvainada en su mano” (Josué 5:13). Puesto que no lo reconoció como uno de sus
oficiales o soldados, sintió la responsabilidad de retar al desconocido. “¿Eres de los
nuestros o de nuestros enemigos?”
Cuál no sería la sorpresa del líder cuando escuchó la respuesta: “…como Príncipe
del ejército de Jehová he venido” (Josué 5:14). Esa contestación sorprendente sin duda
hizo que Josué recordara que él no era el comandante supremo, sino un subalterno Se
había acercado al desconocido como el gran líder, el mandamás de los hijos de Israel.
Pero la respuesta del que llevaba la espada ajustó su perspectiva: “Entonces, Josué,
postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su
siervo?”(5:14)
Si todavía le quedara alguna duda de la identidad de quién le hablaba, la
amonestación del versículo 15 debe haberla disipado: “Quita el calzado de tus pies,
porque el lugar donde estás es santo. Y Josué así lo hizo” (Josué 5:15). Es interesante
notar que esa experiencia fue muy semejante a la de Moisés frente a la zarza ardiente
(Éxodo 3).
¡PENSEMOS!
¡PENSEMOS!
La ciudad de Jericó
En la época anterior a la conquista, Jericó era la ciudad fortificada más importante
del valle del Jordán. Muchos historiadores y arqueólogos creen que fue la población
más antigua de esa parte del mundo. Varios expertos apoyan la hipótesis de que ese
sitio empezó a tener habitantes cerca de cuatro mil años antes de Cristo, y que
posteriormente se edificaron varios poblados en el mismo lugar.
La investigación arqueológica moderna de las ruinas de Jericó no revela muchos
detalles específicos de la ciudad tal como era en tiempos de Josué. Sin duda, esto se
debe en parte a la destrucción tan completa que se realizó bajo su mando y a las
múltiples ciudades posteriores que se edificaron sobre ella. Pero las investigaciones
demuestran que era una ciudad enorme, bien fortificada y muy importante para la
defensa de la zona.
¡PENSEMOS!
La ciudad de Hai no podía compararse con Jericó, porque era más pequeña y de
menor importancia. No obstante, estaba situada en el camino que los hijos de Israel
tenían que seguir. Los espías que la reconocieron (parece que esa práctica ya se había
hecho costumbre) dieron un informe verídico: “…son pocos” (Josué 7:3).
No obstante, nadie, ni Josué ni los espías, ni el pueblo, se habían dado cuenta de
dos importantes factores. Uno fue consecuencia del otro. El primero era que alguien
había cometido “una prevaricación en cuanto al anatema” (Josué 7:1a), y el segundo,
que “la ira de Jehová se encendió contra los hijos de Israel” (Josué 7:1c).
Los israelitas no se dieron cuenta de esto sino hasta que fueron derrotados en la
primera batalla contra Hai. Era inevitable que sintieran gran pena y hasta vergüenza:
“Entonces Josué rompió sus vestidos, y se postró en tierra sobre su rostro delante del
arca de Jehová hasta caer la tarde, él y los ancianos de Israel; y echaron polvo sobre
sus cabezas” (Josué 7:6).
En ese ambiente, Jehová comunicó a Josué que la nación había pecado (véase
Josué 7:11–12). A continuación, le instruyó acerca de como debía investigar el asunto
(Josué 7:13–14) y le especificó el castigo que debía sufrir el culpable. El resto del
capítulo se dedica a narrar la forma en que se cumplió con lo que Jehová había dicho.
Descubrieron el pecado de Acán (Josué 7:16–18), éste lo confesó (Josué 7:19–21), lo
sentenciaron, y después llevaron a cabo el castigo (Josué 7:24–26).
¡PENSEMOS!
VICTORIA EN HAI
Josué 8:1–29
EL ALTAR EN EBAL
Josué 8:30–35
Josué edificó un altar en gratitud a Dios por las victorias sobre Jericó y Hai. Pero
también tenía otras razones. En primer lugar, era lo que Moisés hacía (Deuteronomio
27 y 28). Incluso, Josué escribió en piedra una copia de la ley que Dios había
entregado por mano de Moisés, y la colocó en el monumento del altar. Además, leyó en
su totalidad esa misma ley. Aquella fue una ocasión de mucha importancia para los
hijos de Israel. No sólo habían obtenido grandes victorias, sino que aquel era el
principio de la vida en su propia tierra y convenía que el pueblo escuchara la ley que
los gobernaría. Así que lo celebraron con la lectura de la palabra de Dios.
Observaciones finales
1. ¿Quién manda? “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como
el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13). “En él asimismo tuvimos
herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas
las cosas según el designio de su voluntad” (Efesios 1:11).
2. El futuro es seguro: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha
manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste,
seremos semejanates a él porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que
tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Juan
3:2–3).
3. El pecado es terriblemente desagradable, ya sea que lo cometa un incrédulo o
un creyente: “Digo, pues: Andad en el Espíritu y no satisfagáis los deseos de la
carne” (Gálatas 5:16). “Y manifiestas son las obras de la carne, que son…”
(Gálatas 5:19–21).
7
Consecuencias de no consultar
a Dios
Josué 9:1–10:43
¡El pánico reinaba entre los paganos que se encontraban en el lado occidental del
Jordán! Las noticias de la caída de Jericó y de Hai habían llegado hasta los reyes de
los pequeños reinos establecidos a lo largo de Canaán, haciendo que quienes habían
sido enemigos por muchos años buscaran aliarse para preparar su defensa contra
Israel.
Se creó una verdadera sociedad de naciones, misma que no fue la primera
(Génesis 14:1–3), ni será la última (Apocalipsis 17:12–13). Habiendo sido rivales, los
pueblos cananeos hicieron a un lado sus diferencias para presentar un frente común a
la amenaza de la fuerza grande y temible de los hijos de Israel y su Dios. Parece que
principió como una reunión de consulta de parte de los reyes (Josué 9:1–2), pero
terminó siendo una acción militar con resultados desastrosos para ellos (Josué 10 y
11).
Por otro lado, las noticias de esa oposición no parecen haber estorbado mucho a
los invasores. El plan de Dios estaba en marcha y los hijos de Israel acababan de
pasar por un gran acontecimiento de naturaleza espiritual, algo que en cierto sentido
fue un avivamiento. En el monte Ebal los niños, adultos y aun los extranjeros que había
entre ellos, se dispusieron a escuchar todo lo que decía la ley. Una vez más se
detuvieron para la celebración de su relación con Dios en obediencia a su Soberano
(Deuteronomio 27:4–6). Era de esperarse que Satanás, el enemigo, manifestara su
oposición después de que el pueblo de Dios obtuvo una victoria espiritual, justo cuando
estaba demostrando su compromiso con la palabra santa.
¡PENSEMOS!
¡PENSEMOS!
Es interesante que el ser humano, por olvido o por terquedad,
tiende a olvidar lo aprendido con sus maestros. Aquí, Josué debió
haber aplicado lo que estudió en las escuelas de preparación. Entre
esas lecciones sobresale el principio de no depender de sí mismo
porque (1) la batalla es de Dios; y (2) como las experiencias tienen sus
límites, todo debe examinarse a la luz de lo que Dios ha dicho. En
Josué 9, los líderes de Israel incluso Josué mismo, actuaron
solamente con base en su perspectiva humana. No tomaron en cuenta
a Jehová, ni hicieron uso de los medios que Dios había determinado
para averiguar su voluntad.
(3) La tercera frase fue el colmo de la desobediencia: “Y Josué hizo paz con ellos, y
celebró con ellos alianza…” (Josué 9:15a). Dios se expresó claramente en cuanto a las
naciones que Israel encontraría en la tierra prometida: “…las destruirás del todo; no
harás con ellas alianza, ni tendrás de ellas misericordia” (Deuteronomio 7:2b). Josué
pecó porque desobedeció, no en forma premeditada ni por espíritu sedicioso, sino por
demasiada confianza en sí mismo (¡lo cual equivale a egoísmo!) eignoró lo que Dios
había dicho.
Si queremos saber cuál es el versículo clave, tiene que ser Josué 10:14: “Y no hubo
día como aquel”. El contexto inmediato de ese comentario es el día que fue
milagrosamente prolongado, y se puede aplicar a las proezas que Dios logró durante
él.
Una confederación de reyes y naciones se opuso a los gabaonitas, que ya tenían su
alianza con los invasores. Los de Gabaón pidieron ayuda a Israel, y Josué aceptó
ayudarlos después de que el Señor lo animó: “Y Jehová dijo a Josué: No tengas temor
de ellos; porque yo los he entregado en tu mano, y ninguno de ellos prevalecerá
delante de ti” (Josué 10:8). ¡No hay nada mejor que empezar una batalla con la victoria
garantizada!
Dos factores milagrosos propiciados por la intervención de Dios ayudaron a lograr la
victoria completa. El primero fue “piedras de granizo” (Josué 10:11), que cayeron sólo
sobre los amorreos, y no sobre el ejército de Israel. “Y fueron más los que murieron por
las piedras de granizo, que los que los hijos de Israel mataron a espada” (Josué 10:11).
¡PENSEMOS!
El segundo factor fue la intervención de Dios. No sabemos qué métodos usó para
producir el milagro del versículo 13: “Y el sol se detuvo y la luna se paró, hasta que la
gente se hubo vengado de sus enemigos”. No cabe duda que este es el milagro más
discutido de toda la Biblia, lo que en cierto sentido nos extraña. Por definición, un
milagro es algo completamente fuera de lo ordinario, que generalmente va contra las
leyes de la naturaleza. Cuando menos, contra las que conocemos hasta la fecha.
Fuera del plan y del poder de Dios nadie sabe cómo se hace un milagro. Y, ¿qué
importa que sea detener las aguas del río Jordán, proveer diariamente el maná, cruzar
en seco el mar Rojo y escapar de las plagas de Egipto? Un milagro es un milagro. Si
aceptamos que Dios es el autor de los milagros debido a todo lo que la Biblia le
atribuye a él, es fácil aceptar sus intervenciones en los asuntos del mundo que él
mismo creó.
No se sabe con exactitud qué fue lo que pasó en Josué 10. Sólo sabemos que Dios
ayudó en forma milagrosa, a que la batalla contra esos paganos, cuya maldad ya había
llegado al colmo (Génesis 15:16), tuviera un final favorable para los israelitas.
Observaciones finales
1. ¡Vivir en este mundo honrando a Dios y a su palabra requiere de esfuerzo! Es
difícil evaluar lo que nos rodea, y tomar la decisión correcta. Tal vez sea una
puerta abierta a una oportunidad para crecer. O bien, una puerta que conduce a
una situación desastrosa. El creyente puede apropiarse de Santiago 1:5: “Si
alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos
abundantemente y sin reproche, y le será dada”.
2. Siempre admiramos a aquél que es fiel a su palabra. Y aunque los israelitas se
equivocaron en su análisis de los gabaonitas, los lideres de Israel
permanecieron fieles a su voto. En la actualidad, esa noble característica es muy
escasa. No nos debe extrañar que las naciones no sean fieles a sus pactos
cuando los mismos que las dirigen no cumplen con sus votos matrimoniales.
Antes, eso no se veía sino rara vez en la iglesia. Pero infortunadamente ahora
se ha multiplicado esa desagradable fenómeno. ¿Qué pasó con la fidelidad?
8
La conquista
Josué 11:1–12:24
Dios permitió que Josué y los hijos de Israel dominaran la sección meridional de la
tierra, de Gaza hasta Gabaón, y “toda la región de las montañas, del Neguev, de los
llanos y de las laderas” (Josué 10:40). “Dominar” es poco. En 10:28–43 se repite seis
veces la frase “sin dejar nada” o “sin dejar a ninguno”. Posiblemente alguien pudiera
decir: “¡Qué injusto!” o “¡Demasiado cruel!” o aun: “¡Eso no puede ser de Dios!”.
El que opina así, lo hace con una mente y una conciencia que no tienen la
iluminación de las Escrituras. Jehová que es justo, sabio y santo, había reconocido que
en tiempos de Abraham (Génesis 15:16) la maldad de los amorreos no había llegado a
su colmo.
Pero en tiempos de Josué, sí lo alcanzó. Dios pudo haberles castigado de otra
forma, con un terremoto, incendio, tempestades o plagas. Pero conforme a su plan, el
Dios justo, sabio y santo, escogió usar como instrumento al pueblo de Israel, a quien
había prometido la tierra, mandándole también que destruyera a los pueblos de
Canaán y su cultura (Deuteronomio 7:2). Aunque parezca cruel, fue totalmente justo y
la decisión provino directamente de Dios: “El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo
que es justo?” (Génesis 18:25)
¡PENSEMOS!
¡PENSEMOS!
Esta frase celebra el feliz término de una faceta muy importante de la historia de
Israel, la conquista. La generación que murió en el desierto creyó que era imposible de
lograr, y así se convirtieron en un mal ejemplo. Citando el Salmo 95, el autor de la carta
a los Hebreos hizo referencia a los Israelitas que por incredulidad no entraron al
descanso del Señor: “Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo” (Hebreos
3:11). Ellos habían experimentado la redención de Egipto traída por la mano fuerte de
su Dios, pero no lograron disfrutar de la tierra prometida, que es el reposo al que se
refiere este versículo. En el momento de realizar la paz después de la guerra, Josué tal
vez pensó en los diez espías que murieron por no creer que Dios era capaz de
hacerlos entrar en la tierra.
El capítulo 12 presenta un repaso de las grandes batallas y una lista de los reyes
vencidos, preparando así al lector para estudiar la sección donde cada tribu se apropió
de su porción de la tierra.
Observaciones finales
1. La promesa era segura y el plan perfecto, pero había oposición de parte del
enemigo, lo cual era y es de esperarse. En el caso de la conquista de la tierra
prometida, Satanás armó a los enemigos que pelearon con Israel, pero
realmente el asalto de Satanás fue contra Dios, quien había prometido dar la
tierra a su pueblo. El que conoce a Jesucristo como su Salvador está bien
arraigado en el plan divino, pero sufrirá oposición, por la misma razón arriba
mencionada. El enemigo se opone a la obra de Dios en nosotros y a su plan
para nosotros.
2. Era lógico pensar que habiendo sido redimidos de Egipto, la etapa de poseer la
tierra prometida equivalía a entrar en el descanso, sobre todo después de los
años de cautiverio y peregrinación. En el Nuevo Testamento Dios habla de dos
facetas de la paz. Primero, la paz con Dios y después, la paz de Dios. “Venid a
mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo
11:28) es la paz con Dios. “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí,
que soy manso y humilde de corazón: y hallaréis descanso para vuestras almas”
(Mateo 11:29). Ese descanso es la paz de Dios. Con qué razón el autor de la
carta a los Hebreos dijo: “Queda un reposo para el pueblo de Dios” (Hebreos
4:9).
9
Posesión de la tierra prometida
Josué 13:1–33; 15:1–19:51
En esencia, esta frase lacónica refleja el tema y el quehacer de los hijos de Israel en
los capítulos finales del libro. Hubo una gran diferencia entre la etapa inicial de la
conquista y la que le siguió. En la primera, el pueblo entero estaba involucrado, porque
el ejército quedó formado con elementos de cada tribu. Esa fase incluyó las notables
campañas contra Jericó, Hai, la confederación del sur y luego la del norte, en las que
desbarataron eficazmente el dominio de los cananeos. Ese logro abrió la puerta para la
segunda fase de la conquista, que no fue tarea de todos juntos, sino de las tribus
individuales, que debían ganar la porción que les había sido asignada después de
echar suertes.
La posesión de la herencia requeriría esfuerzo y determinación por varias razones.
Entre ellas, la principal era que a pesar de las victorias alcanzadas durante la
conquista, todavía moraban cananeos en las partes que correspondían a los hijos de
Israel.
Los capítulos que tratan esta importante parte de la historia de la conquista están
llenos de detalles, a veces minuciosos, del movimiento de cada tribu. Nuestro estudio
tocará los puntos más importantes. Como el capítulo 13 es la introducción de lo que se
trata en los capítulos 15–19, optamos por analizarlo junto con ellos y dejar para el
siguiente estudio la consideración de Caleb, el personaje central del capítulo 14.
ELEMENTOS IMPORTANTES DE
Josué 13
ELEMENTOS IMPORTANTES DE
Josué 15–19
Observaciones finales
1. Dios no dijo a Josué: “No te dejaré sino hasta que estés viejo y avanzado de
años”. No le puso límites ni de geografía ni de tiempo. Una promesa semejante
aparece en el Nuevo Testamento, y el creyente anciano puede estar seguro de
contar con la presencia y el poder de Dios para siempre (Mateo 28:20). Además,
él ha prometido que aun con fuerzas limitadas, que es la condición que
acompaña a la edad avanzada, su gracia debe bastarnos, porque su poder “se
perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).
2. “¿Cómo puede alguien estar seguro de la voluntad de Dios para su vida?” En la
distribución de las parcelas de la tierra prometida, los hijos de Israel echaron
suertes, pero ese sistema ya no se recomienda, aunque reconocemos lo que
dice Proverbios 16:33. En la actualidad, el principio básico que se debe tomar en
cuenta es que Dios nunca nos guía a ir contra lo que presenta su palabra
escrita. La conclusión lógica es que el conocimiento de la Biblia es indispensable
para estar seguros de la dirección de Dios. La Biblia es la voluntad de Dios
revelada, y no tenemos derecho a exigir más luz o más dirección hasta que
obedezcamos lo que tenemos a la mano.
3. Como los de Manasés y Efraín, ¿por qué será que nos encantan las bendiciones
de Dios, pero nos fastidia la disciplina que se requiere para disfrutar de todo lo
que Dios ofrece? Nos cae muy bien el producto, pero no queremos seguir el
proceso para alcanzarlo. La palabra clave en nuestra relación con Dios siempre
es “obedecer”. Si queremos lo que Dios ofrece, tenemos que aceptar la
metodología que él utiliza para alcanzarlo.
10
Caleb: el que seguía a Dios
Josué 14:1–15
El mundo está Ileno de personas que quieren ser líderes, jefes, caciques,
gobernadores, generales y hasta dictadores. En los medios de publicidad aparecen sus
fotografías, sus datos biográficos, sus maniobras políticas y hasta sus pecados, pero
siempre se mencionan junto con algunas buenas obras. Todo ello ha sido calculado no
sólo para informar, sino para impresionar y de una forma u otra, controlar al vulgo.
No obstante, de vez en cuando surge un hombre noble en todo el sentido de la
palabra, que tiene una conciencia iluminada por Dios y convicciones sólidas acerca de
la veracidad de lo que Dios ha comunicado al hombre, tanto lo referente a su persona
como a su plan eterno.
Pero tal vez los medios publicitarios no le hagan mucho caso porque no es atractivo
para el voraz apetito sensacionalista del público. Así que los tipos nobles tienden a
desvanecerse en los archivos empolvados de la historia, mientras que los nombres y
perversidad de los malvados permanecen bajo el reflector.
La figura central de Josué 14 es un hombre de estos últimos, noble en toda la
extensión de la palabra. Y eso, a pesar de lo que significa su nombre en hebreo.
Traduciéndolo en la forma más benigna posible, “Caleb” quiere decir “enfurecerse con
vehemencia canina”. A propósito, no hay indicación alguna de que tuviera un
comportamiento rabioso, pero sí hay bastante evidencia de que era un hombre que
vivía conforme a sus sólidas convicciones personales.
REUNIÓN DEL “COMITÉ” REPARTIDOR
Josué 14:1–5
Los dirigentes del pueblo se habían reunido para repartir la herencia a las nueve y
media tribus que todavía no la tenían (Josué 1:4). Eleazar, el sumo-sacerdote, fue el
tercer hijo de Aarón ( Éxodo 6:23). Fue consagrado como sacerdote después de la
muerte de sus hermanos desobedientes, Nadab y Abiú (Levítico 10:1–7). Recibió la
investidura de sumo sacerdote en el monte Hor, inmediatamente antes de la muerte de
su padre Aarón, y ocupó ese puesto hasta fines de la conquista.
Josué también estaba presente juntamente con “los cabezas de los padres de las
tribus de los hijos de Israel” (Josué 14:1). Así que había una amplia representación de
autoridades religiosas y civiles en el importantísimo acto de repartir la tierra echando
suertes.
EL NOBLE CALEB
Josué 14:6–15
¡PENSEMOS!
(3) El juramento de Moisés (Josué 14:9). Aquí, Caleb tocó en forma personal el
tema principal de la reunión, el repartimiento de la tierra. Moisés, como representante
de Jehová, había prometido a Caleb con juramento que “la tierra que holló tu pie será
para ti, y para tus hijos en herencia perpetua”. Ese veterano de la tribu de Judá, el más
anciano, y probablemente el más respetado de su tribu, aceptó la palabra de Moisés, y
la tomó como la base para pedir su porción. Nadie se opuso.
Observaciones finales
1. “La suerte”. Aunque a primera vista parece que los israelitas dejaron todo en
manos de la fortuna, no fue así. En primer lugar, Dios aclaró muy bien en el libro
de Proverbios que él controla todas las cosas. “La suerte se echa en el regazo;
mas de Jehová es la decisión de ella” (Proverbios 16:33). En segundo lugar, las
asignaciones de tierra en realidad fueron hechas conforme al plan eterno. Este
factor se nota al considerar el nacimiento del Señor Jesucristo en la ciudad de
Belén de la tribu de Judá, acontecimiento específico ocurrido en un lugar
específico que dependió de una asignación específica de la tierra que se hizo
años antes, y todo formó parte de un gran plan en el cual no cabía el acaso.
Dios tenía y tiene, el control de todas las cosas.
2. Lo malo de los espías enviados desde Cades no consistió en la comisión que les
fue dada, puesto que sólo pretendían saber cómo iban a hacer la conquista, no
si debían realizarla: “Nos traigan razón del camino por donde hemos de subir y
de las ciudades adonde hemos de Ilegar” (Deuteronomio 1:22). La interpretación
que dieron a lo que vieron fue la que causó la reacción incrédula del pueblo.
Cometer un pecado trae consecuencias serias; hacer que otro peque es más
serio todavía (Mateo 18:6).
3. “Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió” (Josué 14:11), y eso
lo dijo Caleb a los 85 años de edad. Parece que él experimentó lo que Isaías
escribiría años después, y que ha sido de consuelo para cada hijo de Dios desde
entonces: “Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán
alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”
(Isaías 40:31).
11
Ciudades y porciones
especiales
Josué 20:1–21:45
A través de la Biblia, nos fueron comunicadas las normas universales que todavía
nos rigen junto con la revelación progresiva de lo que Dios quiere que el hombre sepa.
Además, en la misma revelación, el Señor ha indicado ciertos principios que tienen
aplicación regional, nacional o temporal. Lo que tienen en común las normas
universales y las de limitada aplicación es que tienen sus raíces en el carácter de Dios.
Aunque lo dicho fuera demasiado obvio al estudiante serio de la Biblia, es
absolutamente necesario recalcarlo para entender esta sección de Josué.
Claro que lo de las ciudades de refugio (Josué 20) es un tema de aplicación
limitada, ya que se trata de un período de tiempo específico, de una área geográfica
reducida y de un pueblo único. No obstante, la base de la norma expuesta en Josué 20
es, en realidad, un principio universal: “El que derramare sangre de hombre, por el
hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre”
(Génesis 9:6).
Como veremos, las ciudades de refugio vienen siendo una amplificación de ese
principio universal con aplicación especial y local a Israel.
¡PENSEMOS!
Hubo varias razones para la conquista: (1) Para que los hijos de
Israel tuvieran su propia tierra; (2) Para destruir a un pueblo cuya
maldad había llegado al colmo delante Jehová. Como parte de la
segunda razón, Dios no quería que la cultura de su pueblo se
contaminara con las abominables creencias y prácticas de los
cananeos. Sin embargo, la cultura vieja dejó sus vestigios y algunos
de sus feligreses, y la contaminación afectó al pueblo a tal grado, que
se puede decir que también llegó al colmo. “Los hijos recogen la leña,
los padres encienden el fuego, y las mujeres amasan la masa, para
hacer tortas a la reina del cielo y para hacer ofrendas a dioses ajenos,
para provocarme a ira” (Jeremías 7:18). Ese fue el triste resultado de
pedir prestadas al vecino sus normas religiosas en vez de vivir de
acuerdo con lo que Dios dice.
Sencilamente, el origen del concepto de las ciudades de refugio fue Jehová mismo.
Si se quiere saber cómo lo hizo, la respuesta también se encuentra en la porción que
estudiamos aquí “…por medio de Moisés”. Dios le comunicó a su siervo el concepto de
las ciudades de refugio en varias ocasiones: Éxodo 21:12–13; Números 35:6–34 y
Deuteronomio 19:2. Tocó a Moisés designar las tres ciudades del lado oriental del
Jordán (Deuteronomio 4:41–43).
¡PENSEMOS!
Cabe aquí hacer notar dos razones por las que Dios otorgó la pena capital.
Primeramente, Génesis 9:6 dice: “porque a imagen de Dios es hecho el hombre”. Así
que su propósito primordial no era el bienestar de la sociedad, ni reformar a los
criminales, ni disuadir al crimen en potencia, sino para impresionar en todos la
importancia y santidad de la vida de quienes han sido hechos a la imagen de Dios.
Aunque el principio se aplicaba al hombre delincuente, su propósito principal tenía que
ver con Dios.
En Números 35:33–34 se indica que la sangre del asesinado contaminaba la tierra y
que solamente podía ser expiada con la sangre del criminal. Se da a entender que el
crimen afecta no sólo a la víctima y al perpetrador, sino a la tierra misma, y en el caso
de Israel, a la Tierra Santa, la tierra de promisión. El homicidio premeditado es
abominable a Dios y contamina el ambiente.
Jehová designó seis ciudades de refugio, tres de cada lado del río Jordán. Las del
lado oriental habían sido establecidas desde tiempos de Moisés, ya que dos tribus, más
la mitad de otra recibieron su herencia allí. Esas ciudades fueron Beser en el desierto.
Ramot en Galaad y Golán en Basán. En el lado occidental del río fueron nombradas
Cedes en Galilea, Siquem en el monte de Efraín y Hebrón en el monte de Judá.
Todas fueron escogidas para facilitar la llegada del necesitado. Por su nombre o por
la indicación geográfica que acompañaba al nombre, se nota que cada una de ellas
estaba en alto, plenamente visible desde lejos. Además, Deuteronomio 19:3 prescribió
que se preparara un camino especial conducente a cada ciudad, todo para facilitar la
llegada de los refugiados.
Observaciones finales
1. Cuando de refugio se habla, en el Nuevo Testamento se encuentra que Dios ha
hecho una provisión mucho más amplia y completa. Jesucristo mismo ofrece
refugio porque dijo: “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo
os haré descansar” (Mateo 11:28). El autor de la carta a los Hebreos escribió:
“Para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios
mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de
la esperanza puesta delante de nosotros” (Hebreos 6:18). ¡Él nos ofrece la
salvación presente, la salvación futura y la esperanza para vivir entre ambas!
2. Decíamos que las ciudades de refugio demostraron la justicia completa de
Jehová a la par de su misericordia. La verdad es que ninguna de las
características de Dios funcionan independientemente de las otras. Todo lo que
Dios hace es reflejo de todo lo que él es. El creyente en Cristo Jesús entiende
esto perfectamente. Por un lado, el carácter de Dios nos condena por ser
pecadores. El mismo Dios, con los mismos atributos, planeó y ejecutó lo que
satisfacía sus demandas, y fuimos redimidos, justificados, santificados y, según
Romanos 8:30, hasta glorificados. La tendencia es a identificar solamente una
característica de Dios a la vez, cuando que en realidad sus obras reflejan todo lo
que él es.
3. “No faltó palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho”. La
fidelidad de Dios no ha de extrañar al creyente: “Conoce, pues, que Jehová tu
Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y
guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones” (Deuteronomio 7:9). “Fiel
es Dios por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo
nuestro Señor” (1 Corintios 1:9). “Si fuéremos infieles, él permanece fiel” (2
Timoteo 2:13).
12
El otro altar
Josué 22:1–34
PALABRAS DE ENCOMIO
Josué 22:1–3
¡PENSEMOS!
PALABRAS DE EXHORTACIÓN
Josué 22:4–8
La crisis 22:10–12
En los “límites del Jordán que está en la tierra de Canaán, los hijos de Rubén y los
hijos de Gad y la media tribu de Manasés edificaron allí un altar …de grande
apariencia” (Josué 22:10). En cuanto a su tamaño, el altar era lo suficientemente alto
como para verlo de lejos. De mucho interés es que el lugar en donde lo construyeron
fue cerca del río, pero “en tierra de Canaán”. Esto quiere decir que estaba del otro lado
del río con sus parcelas.
Sin embargo, a las demás tribus no les importó dónde lo edificaron. El solo hecho
de que lo hubieran construido les causó una gran reacción. Pensaron que sus
hermanos del oriente del Jordán habían cometido una tremenda herejía. Se alarmaron
tanto, que el pueblo se juntó para pelear contra ellos. Su preocupación por la pureza
del culto fue admirable, como también lo fue lo que hicieron enseguida.
La confrontación 22:13–20
Sabiamente, las tribus ofendidas obedecieron un principio que Dios había expuesto
en Deuteronomio 13:14–15a. Los detalles son otros, pero el principio tiene valor en
todo tiempo. “Tu inquirirás, y buscarás y preguntarás con diligencia; y si pareciere
verdad, cosa cierta, que tal abominación se hizo en medio de ti, irremisiblemente
herirás a filo de espada a los moradores de aquella ciudad”. A continuación mandaron
una comisión para averiguar lo que sucedía, formada por el sacerdote Finees y diez
príncipes.
En la reunión se citaron tres clases de delito: (1) En el versículo 16 acusaron a sus
hermanos de una transgresión (la misma palabra en hebreo que usó Josué para
describir lo que hizo Acán en Josué 7:1, y que en español es “prevaricación”); (2) En el
versículo 17 citaron la maldad de Peor, que esencialmente tenía que ver con la
idolatría. Es comprensible que los ofendidos pensaran que para eso era el altar; (3) En
el versículo 18, la maldad se describe como rebeldía, misma que podría perjudicar a
toda la nación.
También abrieron la oportunidad para arrepentirse, sugiriendo que tal vez, por el
carácter inmundo de la tierra en donde estaban, debían de pasar el Jordán para estar
con el cuerpo principal de Israel (Josué 22:19).
Observaciones finales
1. Las convicciones son las que proveen dirección y propósito a la vida. Observar
que esas convicciones funcionan en la vida trae gran satisfacción. La
autocomplacencia no debe ser nuestra meta, porque eso sería muy egoísta; las
convicciones deben ser más nobles. No se puede tachar a los rubenitas de
motivos espurios cuando ofrecieron estar en las primeras filas de la guerra para
obtener la tierra de promisión. Eso lo hicieron a pesar de tener posesión de su
propia tierra. Su decisión se tomó con base en la fe en lo que Dios había dicho y
eso proveyó dirección a su vida, y les permitió ejercer la disciplina para
permanecer fuera de su casa por siete años participando en la guerra de
conquista. A esto se le podría llamar fe funcional. Al creyente nunca le falta
dirección en la vida debido a sus convicciones derivadas de la palabra de Dios.
2. El ser humano es propenso a inventar elementos que según su manera de
pensar mejoran la religión. En momentos de emoción o de devoción tal vez se le
ocurra una idea que podría incorporarse a su veneración. Así pasó al
emocionado, devoto y listo apóstol Pedro en el monte de la transfiguración. Se le
ocurrió una idea y la expresó así: “Hagamos tres enramadas, una para ti, otra
para Moisés, y otra para Elías” (Marcos 9:5). Pero eso no era lo que el Señor
buscaba, y una enramada no lo hubiera glorificado en ese entonces. Lo que
glorifica a Dios es que obedezcamos su palabra. Puede ser que el altar al otro
lado del Jordán fuera una maravilla arquitectónica, con piedras lindísimas, con
una simetría que inspiraba, y hecho con las mejores intenciones, pero lo que
glorifica a Dios es nuestra conformidad con lo que él ha dicho, no lo que
inventamos.
13
El fin de la jornada
Josué 23:1–24:33
¡PENSEMOS!
(2) Separarse de las tribus cananeas (Josué 23:7–8). Los hijos de Israel no
cumplieron con esto, tal vez por negligencia. Pero es más seguro que haya sido por
desobediencia, porque dejaron a su alrededor a los sobrevivientes cananeos que
tenían vestigios de la malévola y repudiada cultura pagana. En especial, Josué hizo
referencia a su religión corrompida y horrenda, pero no dejó fuera las relaciones
sociales. En el versículo, 12 hizo comentarios referentes al peligro de los matrimonios
mixtos, entre los hijos de Israel y los cananeos. En los años subsiguientes se vieron los
resultados catastróficos causados por los matrimonios mixtos del rey Salomón (1
Reyes 11:2–4). El pueblo de Israel tenía que recordar que en realidad era pueblo de
Dios, con todos los privilegios y las responsabilidades que acompañaban a esa
posición. El Señor nunca ha querido que esa línea entre lo divino y lo del mundo se
haga borrosa, sino que sea bien marcada.
El término “seguiréis” (v. 8) es traducción de la misma palabra hebrea que Dios usó
en Génesis 2:24 (traducida “se unirá” ahí). En ambas porciones parece que los
traductores no tomaron en cuenta la fuerza básica del término hebreo. Esa idea es la
de “unir con pegamento”. El marido debe estar bien pegado a su esposa y el pueblo de
Israel también debía estarlo a su Dios. Claro que el resultado natural de “estar pegado”
es que sigue unido, pero la palabra “seguiréis” de este versículo no tiene la misma
fuerza que el término hebreo.
¡CUIDADO, HERMANOS!
Josué 23:13–16
PALABRAS FINALES
Josué 24:1–33
Observaciones finales
1. El punto de vista divino es que la separación tiene dos direcciones: “de” y “para”.
El Señor Jesucristo proveyó una excelente illustración de esto cuando enseñó
que el creyente fue tomado del sistema dirigido por Satanás que se denomina “el
mundo” y enviado a ese mismo mundo (véase Juan 17). Pero la aplicación más
importante del principio reconoce que la separación “para” realmente consiste
apartarse de la vida anterior, para dedicarse Dios. Así como los utensilios del
templo llevaban una marca indicando que estaban apartados exclusivamente
para Dios y su servicio, así también el creyente. “¿O ignoráis… que no sois
vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en
vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:19–
20).
2. ¿Cómo era posible que habiendo experimentado la mano de Jehová de tal
manera y con tanta frecuencia, que algunos del pueblo todavía cargaran ídolos
paganos? Los que hemos leído la historia bíblica los criticamos por su
hipocresía, por su terquedad, por su rebeldía secreta, por lo que es al fin
tontería. Sin embargo, muchos son los creyentes de hoy con bastante
conocimiento bíblico y experiencia en la vida cristiana, teóricamente sanos en
teología, pero que todavía cargan con sus ídolos. El dinero, el trabajo, el
deporte, un amigo y aun la familia, pueden ser el estorbo, porque cualquier cosa
o persona que usurpa el lugar que Dios debe tener, es un ídolo. Entonces, el
reto de Josué también tiene aplicación al creyente de hoy.2
2 Platt, A. T. (1999). Estudios Bı́blicos ELA: Promesas y proezas de Dios (Josué) (pp. 5–115). Puebla, Pue.,
México: Ediciones Las Américas, A. C.