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Mensaje a Éfeso
La primera carta está dirigida a la iglesia de Éfeso. La
Base Bíblica
ciudad de Éfeso fue una de las más grandes ciudades
Apocalipsis 2:1-7 del mundo antiguo, quizás considerada la más grande
Yo conozco tus obras, y tu del Asia Menor, estaba a la par del mar Egeo, era un
arduo trabajo y paciencia; y centro de comercio de tierra y mar y, junto a
que no puedes soportar a los
malos, y has probado a los Alejandría y Antioquía en Siria, una de las tres
que se dicen ser apóstoles, y ciudades con mayor influencia en la parte oriental del
no lo son, y los has hallado
mentirosos; y has sufrido, y imperio Romano. Las carreteras más grandes
has tenido paciencia, y has terminaban en Éfeso y las excavaciones nos muestran
trabajado arduamente por
amor de mi nombre, y no has que la calle principal de la ciudad tenía 11 metros de
desmayado. Pero tengo contra ancho, 529 metros de largo y era de mármol. Esta
ti, que has dejado tu primer
amor. calle principal terminaba en el mar y había tiendas de
negocios a lo largo de ésta. Se cree que su población
era de aproximadamente 200, 000 personas cuando
Juan escribió el Apocalipsis.
En Éfeso existía un enorme templo considerado una de las 7 maravillas del mundo
antiguo que estaba dedicado a la diosa Diana. Este templo tenía 130 metros de largo, 67
metros de ancho y tenía 120 columnas de piedra, cada una de 18 metros de alto. No
había en el imperio romano un templo tan grande como éste. Esta diosa era adorada
como la diosa de la luna y fertilidad, y era representada como una mujer cubierta de
muchos pechos. La gente de todo el imperio viajaba hasta este lugar para rendirle culto a
este ídolo. El libro de los Hechos registra un gran disturbio en esta ciudad por parte de
los vendedores de templecillos de Diana de los efesios cuando vieron que sus ventas
bajaban debido a que la gente se convertía a cristianismo.
La primera actitud positiva que el Señor resaltó en esta iglesia fue: su arduo trabajo y
buenas obras. Estos no eran cristianos ociosos; sino trabajadores, sus buenas obras
posiblemente incluían su asistencia a la iglesia, dar buenas ofrendas, ayudar a los
huérfanos, viudas y pobres y testificar el mensaje del evangelio. En segundo
lugar, tenían buena doctrina, ya que habían puesto a prueba a los que se decían ser
apóstoles y los encontraron mentirosos. Los cristianos de Éfeso no creían todo lo que
oían, sino lo filtraban a la luz de las Sagradas Escrituras tal y como lo hacían los
creyentes de Berea: “inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas
hasta Berea. Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos. Y éstos
eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda
solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así”,
(Hechos 17:10-11). Esta misma actitud debe reflejarse en nosotros especialmente en
estos tiempos de apostasía. En el Nuevo Testamento se nos insiste a poner a prueba todo
lo que se nos dice, así lo ordena Juan: Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los
espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto
conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en
carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no
es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y
que ahora ya está en el mundo”, (1 Juan 4:1-3). El mismo Pablo exhorta a examinarlo
todo: “Examinadlo todo; retened lo bueno”, (1 Tesalonicenses 5:21), aun los dones de
profecía: “Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen”, (1 Corintios
14:29). Posiblemente esta buena actitud había sido consecuencia de las constante
enseñanzas y advertencias que el apóstol Pablo les dio cuando estuvo con ellos:
“Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha
puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia
sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos
rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que
hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad,
acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con
lágrimas a cada uno”.
Hechos 20:28-31
En tercer lugar, ellos habían sufrido y tenido paciencia ante las circunstancias
difíciles de la vida cristiana. Esto nos dice que tenían constancia y perseverancia en su
vida cristiana. En Éfeso había hombres como Demetrio, el vendedor de templecillos de
la diosa Diana que odiaban el evangelio y había provocado grandes disturbios, pero
estos creyentes no desmayaban (Hechos 19:23-41). Finalmente, al igual que
Jesús, odiaban las prácticas de los nicolaítas. El origen de los nicolaítas es incierto. Se
han sugerido dos posibilidades: la primera es la solución tradicional que ofrecieron
Ireneo e Hipólito, quienes atribuyeron esta secta a Nicolás, el prosélito de
Antioquía, uno de los primeros siete diáconos: “Agradó la propuesta a toda la multitud;
y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a
Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía”, (Hechos 6:5), y
cuya enseñanza semi-gnóstica exhortaba a sus seguidores a liberarse de los deseos de la
carne negándose a ellos; pero no presentan pruebas de esta afirmación. La segunda tiene
que ver con el significado etimológico de la palabra. En el griego “níke” significa
“victoria” y “laós” significa “pueblo”. De manera que nicolaítas significa “victoria
sobre el pueblo”. Si la secta hacia honor a su nombre, entonces era un movimiento que
exaltaba los clérigos por encima de los laicos tal y como los papados romanos.
En medio de estas cuatro virtudes que se elogian, el Señor solo tiene una queja: “has
dejado tu primer amor”. Se habla de obras pero no de fe, se menciona un trabajo duro
hasta el cansancio; pero no se menciona el amor, se destaca la paciencia; pero no hay
referencia a la esperanza. La iglesia de Éfeso tenía el conocimiento teológico, pero había
perdido su primer amor. Es curioso pensar como una iglesia que había presenciado el
gran avivamiento que Pablo había llevado ahora se había enfriado completamente en su
amor hacia Cristo. Posiblemente la generación que conoció a Pablo ya había muerto y
para el tiempo en el que se escribió el Apocalipsis habían pasado aproximadamente de
dos a tres generaciones, y debido a la maldad de la ciudad, la pasión que existía por Dios
fue decayendo aunque sus buenas obras continuaron. Lo más seguro es que esto fue algo
parecido a lo que le pasó a Israel en tiempos de los jueces cuando murió Josué y
la generación que vio todas las maravillas del Señor: “Y el pueblo había servido a
Jehová todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a
Josué, los cuales habían visto todas las grandes obras de Jehová, que él había hecho
por Israel. Pero murió Josué hijo de Nun, siervo de Jehová, siendo de ciento diez años.
Y lo sepultaron en su heredad en Timnat-sera, en el monte de Efraín, al norte del monte
de Gaas. Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó
después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había
hecho por Israel. Después los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová, y
sirvieron a los baales”, (Jueces 2:7-11). Cuán importante es que cada uno de nosotros
no pierda este primer amor y velar porque esta llama continúe encendida aun después de
nuestra muerte y sea heredada por las futuras generaciones.
“Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras”.
Apocalipsis 2:5
1. Recuerda: del griego mnemoneúo (µνηµονεύω) que puede traducirse como “no
dejes de recordar”. El Señor los amonesta diciéndoles que recordarán sus inicios en el
cristianismo. Cuán importante es que no olvidemos de dónde Cristo nos ha rescatado
porque eso nos hará continuar amándolo.
2. Arrepiéntete: del griego metanoéo (µετανοέω). El arrepentimiento implica un
cambio de mente, actitudes y forma de vivir, es decir, cambiar el rumbo de nuestra vida
en una dirección contraria.
3. Haz las primeras obras. El siguiente paso después del arrepentimiento es volver
inmediatamente a las primeras obras. En esto consiste la restauración, en recordar lo que
Dios ha hecho por nosotros, en arrepentirnos y volver a Él haciendo las primeras obras.
La amonestación
La promesa
“Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso
de Dios”.
Apocalipsis 2:7
Como en todos los mensajes dirigidos a las siete iglesias, esta tiene su promesa
para los vencedores ¿Quiénes son los vencedores? Existen dos opiniones principales
acerca de lo que se refiere esta expresión. La primera es que, las promesa de comer del
árbol de la vida se refiere a la salvación y sólo lo disfrutarán los creyentes fieles y
obedientes, por lo que no ser un vencedor significa que se no heredará la vida eterna. La
segunda opinión sostiene que sólo los creyentes que son fieles y obedientes vivirán las
promesas, y el no ser vencedor implica la pérdida de la recompensa (1 Corintios 3:15),
más no de la salvación. Al final, ambas opiniones presentan grandes dificultades en
cuanto a su aceptación, pero lo cierto es que cada uno de nosotros debe esforzarse por
trabajar fielmente en la obra del Señor, ya que, si bien es cierto, la salvación es por
gracia; pero las recompensas que Dios nos dará en el cielo se ganan. Las palabras árbol
de la vida se refieren a un árbol que tiene un fruto que da vida eterna y que lo vemos en
el pasado en el principio de la creación, en el huerto del Edén: “Echó, pues, fuera al
hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que
se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”, (Génesis
3:24), y luego aparece nuevamente en el futuro, en la Nueva Jerusalén: “En medio de la
calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce
doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las
naciones”, (Apocalipsis 22:2). Es interesante que la palabra que se traduce como árbol
es xúlon (ξύλον) y es la misma que se usa en el Nuevo Testamento para designar la cruz
de Cristo. Lo que el hombre perdió en el huerto del Edén Cristo nos lo devuelve a través
de su victoria en la cruz.