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Mapa Nómadas No.

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Lo especulativo y la invención de futuros posibles

Marta Cabrera, Oscar Guarín y Jorge Palomino*


Bogotá, noviembre de 2023

Estoy convencida de que necesitamos otro tipo de narrativas, narrativas


que habiten nuestros mundos e imaginaciones de una manera diferente.
(Isabelle Stengers, 2011, p. 371)

Las formas especulativas de pensamiento están experimentando un resurgimiento en


las ciencias sociales y humanidades, manifestándose en corrientes como la cosmología
especulativa (Stengers, 2006), el empirismo especulativo (Debaise, 2017), la fabulación
especulativa (Haraway, 2011), la investigación especulativa (Wilkie et al., 2017) y el
realismo especulativo (Bryant et al., 2011). Lo que comparten estos enfoques es la aspiración
de crear narrativas múltiples y recuperar diversas formas de conocimiento con el propósito
de potenciar posibilidades alternativas. Como afirmó Alfred North Whitehead, la
especulación implica cierta forma de razón cuyo propósito es que “el pensamiento sea
creativo del futuro” (1929, p. 82).
La versión del empirismo especulativo que nos interesa, asociada de diversas formas
con el trabajo de William James, John Dewey, Alfred North Whitehead, Gilles Deleuze e
Isabelle Stengers, entre otros, le otorga prioridad a la experiencia y se involucra con ella
mientras aún se desenvuelve. Esta versión experimental de lo especulativo resulta de gran
interés porque implica que el pensamiento es creador del futuro (Whitehead), un futuro que
puede ser, desde este punto de vista, más que una mera continuación del presente, ya que se
dirige hacia lo aún-no, actualizando un modo de devenir diferente (Savransky, 2016, p. 185).
Ese sentido de apertura permite que la especulación sea capaz de cuestionar afirmaciones y
formas de pensar producidas bajo políticas normativas, lógicas calculativas y estrategias de
gestión de riesgos (Savransky et al., 2017). Esta versión de lo especulativo implica, en
consecuencia, luchar contra las probabilidades, ya que, aunque se reconoce la existencia de
ciertos patrones, también se afirma la aparición de eventos nuevos e inesperados que, en
contra de todo pronóstico, transforman la estructura misma de lo posible, lo probable y lo
plausible (Wilkie, Savransky y Rosengarten, 2017, p. 7). Desde este punto de vista, la
especulación no se trata de determinar qué es y qué no es posible, como si las posibilidades
pudieran siempre ser establecidas de antemano, es decir, desde el punto muerto del

* Editores de este número 57. Marta Cabrera y Óscar Guarín son profesores de la Pontificia
Universidad Javeriana; Jorge Palomino es profesor de la Universidad Central. Bogotá (Colombia).

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presente, sino que se relaciona más bien con una sensibilidad que se preocupa por resistir
un futuro que se presenta como probable o plausible y apuesta, en su lugar, a que, sin
importar cuán generalizado sea el punto muerto, nunca puede agotar el potencial no
realizado del presente (Wilkie, Savransky y Rosengarten, p. 7).
En el contexto actual, en el que somos testigos de la crisis climática, en el que la
democracia se ve amenazada, en el que se presentan grandes cambios tecnológicos y la vida
en el planeta se encuentra en riesgo, las formas especulativas del pensamiento ofrecen
herramientas para cuestionar el presente y crear futuros posibles, al tiempo que nos permite
vislumbrar los cambios de la condición humana. Este número de Nómadas propone tres ejes
de trabajo, que permiten cuestionar, fabular y especular.

1) Futuros, cíborgs y quimeras: acercamientos a la tecnología desde el pensamiento


especulativo

Con el paso de la pandemia, el encierro de una parte de la población y la conexión


permanente a las tecnologías de pantalla, la vida cotidiana parece transcurrir en medio de un
aura apocalíptica, por eso se requiere más de nunca del pensamiento crítico para buscar
salidas al desafío de la extinción total. En este panorama, Srecko Horvat (2021) se propone
explorar el apocalipsis como una revelación y no como el final de la vida. Esta lectura
apocalíptica de los tiempos que vivimos encuentra en la tecnología un escenario de reflexión
y de potenciales mundos posibles. Cíborgs, quimeras, monstruos y otros híbridos son viejos
conocidos de la ciencia ficción, que emergen para poner bajo sospecha la realidad que
habitamos. Estas figuraciones, como las llama Donna Haraway (2004), nos invitan a crear
nuevos aparatos conceptuales para comprender las formas en las que la intervención humana
ha modificado el mundo, especialmente cómo las relaciones que los seres humanos han
establecido con la tecnología han generado un cambio sobre sí mismos.

La ciencia ficción y la ficción especulativa construyen mapas de navegación de futuros


posibles, al tiempo que interrogan las crisis del presente. Relatos como Xenogenesis de
Octavia E. Butler o El problema de los tres cuerpos de Cixin Liu, proponen debates y
discusiones sobre las alternativas que las tecnologías producen frente a este aparente fin del
mundo, al tiempo que anuncian algunos de los peligros de la razón instrumental que moviliza
el desarrollo tecnocientífico. Estos relatos nos permiten reflexionar sobre los impactos en la
vida cotidiana de los desarrollos de la genética, la física cuántica, la ciencia médica, las
tecnologías de información y la comunicación. Ya sean seres creados en laboratorios o
alienígenas provenientes de otros planetas, las criaturas y las historias de la ciencia ficción
abren una rica veta de preguntas sobre las transformaciones radicales que las tecnologías
han producido sobre la vida en el planeta y sobre la condición humana. La ciencia ficción nos
presenta una serie de elementos que nos permiten preguntarnos por los cambios que
produce la tecnología sobre lo humano y por los dilemas éticos y políticos que supone el
desarrollo de la tecnología. En últimas, dota al pensamiento crítico de una serie de
herramientas para especular y fabular acerca del impacto de la tecnología sobre los cuerpos,
las subjetividades y la vida social.

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Octavia E. Butler y Cixin Liu coinciden en fabular sobre el presente, proyectando un futuro.
En palabras de Úrsula K. Le Guin “la ciencia-ficción propiamente concebida, como toda la
ficción sería, por más divertida que sea, una manera de describir lo que está ocurriendo de
verdad, lo que la gente hace y siente en realidad” (2020, p. 328). La ciencia ficción no hace
otra cosa que recordarnos una y otra vez su carácter especulativo. Ficcionalizar, especular y
narrar son recursos del pensamiento que nos permiten comprender las transformaciones
que las tecnologías han generado sobre nuestros cuerpos y subjetividades en la fase actual
del capitalismo.

Estos asuntos nos permiten problematizar las consecuencias de los cambios radicales que
los desarrollos tecnológicos supondrán para la condición humana. Para Donna Haraway
(2019) fabular y especular son movimientos del pensamiento que evitan caer en la
desesperanza, son prácticas curiosas que inducen a una transformación. Desde el
Frankenstein de Mary Shelley hasta el Avatar de James Cameron, la ciencia ficción ha
anunciado los modos en que lo social y lo tecnológico se han constituido mutuamente, al
tiempo que nos permite inventar futuros que cuestionan el presente. Cuerpos, máquinas,
chips, la cibercultura, inteligencias artificiales y prótesis producen un sinnúmero de
preguntas que cuestionan la condición humana. Así entonces, este eje temático del No, 57 de
la revista Nómadas invita a sus colaboradores a abrir una serie de preguntas que den cuenta
de las complejas y variadas relaciones que la sociedad contemporánea ha establecido con las
tecnologías en el actual panorama.

Somos testigos de una nueva fase del desarrollo del capitalismo, en la que el frenesí por la
innovación ha acelerado los procesos de desarrollo tecnológico en todos los campos, desde
la comunicación hasta la genética (Avanessian y Reis, 2017). El proyecto colonizador de
Silicon Valley ha convertido el dato en una nueva unidad de valor (Sadin, 2018; Srnicek,
2018), mientras que el desarrollo de las inteligencias artificiales advierte un cambio radical
en el estatuto de las tecnologías digitales, pues han pasado de ser “prótesis acumulativas e
intelectivas” a “ser entidades de las que se espera que enuncien una verdad a partir de la
interpretación automatizada de situaciones” (Sadin, 2020). Habitamos una “era de hacking
corpóreo, mapeos genéticos, aumentos protésicos, intercambio orgánico, trasplantes de
rostro, inteligencia artificial y vida artificial” (Fernández Giordano, 2020) hechos que nos
recuerdan que aquello que había caracterizado la condición humana se ha puesto bajo
sospecha.

Donna Haraway (1995), Teresa Aguilar (2008) y Rosi Braidotti (2015), entre otros,
dinamitan las dualidades del pensamiento moderno, tales como naturaleza/cultura,
cuerpo/subjetividad. En este movimiento, las autoras construyen una robusta batería de
conceptos que nos invitan a especular sobre los cíborgs, las quimeras y otras figuraciones
posthumanas. En palabras de Radrigán, habitamos una “tecnomorfosis que nos permite
comprender que todo vínculo entre personas y objetos resulta en un acoplamiento o interfaz
que tensiona categorías modernas de límites y jerarquías” (2011, p. 45). Usar herramientas
especulativas para problematizar las tecnologías implica pensar en las paradojas que las
constituyen, pues nos permite comprender los riesgos que ellas encarnan, a la vez que
muestra la “apropiación de las tecnologías existentes para transformar las condiciones de
opresión sociobiológicas del sistema actual” (Hester, 2018). Indagar por las tecnologías

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desde esta perspectiva, supone interrogar sus materialidades y los flujos de sentido y afecto
que las atraviesan. Siguiendo a Jane Bennett (2022) se hace necesario explorar la mutua
afectación entre las entidades biológicas y tecnológicas, con el fin de comprender los
proyectos políticos que hacen viable la vida. En esta línea de trabajo, los cíborgs y las
quimeras son imágenes potentes que nos permiten comprender el aura que rodea los
desarrollos tecnológicos; son figuraciones que siempre han estado en el centro de la
civilización humana, elementos que nos permiten especular sobre las relaciones entre los
mitos y las máquinas, entre las tecnologías y la imaginación que las moviliza, pues en
palabras de Erik Davis “la magia es el inconsciente de la tecnología, su propio hechizo no
racional” (2023, p. 23).

Este eje de trabajo de la revista Nómadas indaga por las potencialidades y los peligros que
suscitan los desarrollos tecnológicos en estos tiempos apocalípticos, en los que la idea de lo
humano resulta insuficiente para responder a los cambios de los que somos testigos y frente
a los cuales se hace necesario imaginar otros futuros. ¿Qué fabulaciones y figuraciones nos
permiten pensar el futuro a partir de los desarrollos tecnológicos actuales? ¿Qué formas
adquieren los vínculos sociales y la interacción con los otros a partir del desarrollo tecnológico?
¿Qué cuerpos y subjetividades se constituyen a través de la intervención tecnológica? ¿Qué
cambios se producen sobre la condición humana a partir del desarrollo tecnológico?

2) Lo humano y lo no humano

La relación entre lo humano y lo no humano se ha transformado en un campo fértil para


la especulación, el análisis crítico y la reflexión desde las ciencias sociales. Sus fronteras se
están desdibujando a la vez que van redefiniendo nuestra comprensión de la naturaleza, la
identidad, la sociedad, la tecnología y la ética. Donna Haraway (2020), en su obra Manifiesto
cíborg, ha desafiado la noción de una identidad humana pura, postulando que estamos
inmersos en una red de interconexiones con lo no humano. La autora argumenta que los
cíborgs, seres híbridos que combinan lo orgánico y lo tecnológico, desafían las nociones
tradicionales de identidad y género. Ella nos recuerda que, en una era de tecnología
omnipresente, ya no podemos concebirnos como entidades puramente humanas. El cíborg
es un ejemplo de cómo la frontera entre lo humano y lo no humano se desdibuja
constantemente.
Por su parte Bruno Latour (2008), en Reensamblar lo social, nos insta a considerar a los
actantes no humanos como participantes activos en la construcción de la sociedad.
Argumenta que no podemos entender completamente la sociedad sin considerar la agencia
de estos actantes no humanos. Esta perspectiva nos lleva a cuestionar quién o qué realmente
tiene el poder y la influencia en la toma de decisiones y la configuración de la realidad social.
Desde una perspectiva más filosófica, el pensador francés Michel Serres (1991) explora
en El contrato natural cómo la relación entre lo humano y lo no humano es fundamental para
nuestra existencia. Propone que el contrato social no es solo un acuerdo entre seres
humanos, sino también un contrato con la naturaleza. Serres argumenta que debemos
reconocer la interdependencia entre lo humano y lo no humano para abordar los desafíos
medioambientales y éticos de nuestro tiempo.

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En el ámbito de la ecología, Timothy Morton (2009) sostiene en Ecology without Nature
que la noción tradicional de naturaleza como algo separado de la humanidad ya no es válida.
Para Morton, lo “real” incluye una mezcla compleja de lo humano y lo no humano, y nuestra
comprensión de la ecología debe evolucionar para reflejar esta interconexión.
Estas perspectivas, entre muchas otras posibles, nos ponen ante una cuestión
fundamental en donde el pensamiento especulativo se abre campo. No es posible enunciar
⎼sin sospecha⎼ las relaciones establecidas por el pensamiento moderno entre naturaleza y
cultura, pero también, y en tiempos más recientes, la relación entre lo natural y lo artificial.
En su libro Vampiroteuthis Infernalis (2019) Vilém Flusser ya aproximaba un camino
metodológico para dislocar y desnaturalizar las relaciones entre lo humano no humano. A
través del estudio de un pequeño “octópodo” que se encuentra en las aguas del pacífico, y
que en su libro se transformó en un ser de tamaño monstruoso, Flusser propone una
etnografía por comparación, de lo humano. Se trató de lo que él denominó una
“epistemología fabulatoria”, sustentada no ya en la ciencia ficción, sino en una invitación a
producir ciencias ficcionales. Para Flusser, la epistemología fabulatoria es una manera de
pensar que se fundamenta en la creación de ficciones para comprender el mundo. En lugar
de buscar la verdad objetiva, Flusser argumenta que la verdad es una construcción social y
que la realidad es una construcción colectiva. La epistemología fabulatoria se centra en cómo
las historias y las ficciones nos ayudan a dar sentido al mundo y a nosotros mismos. Dicho
abordaje abrió camino para pensar otras formas de la reflexión en las que la permanente
contradicción, el absurdo y lo intempestivo emergen como posibilidad para pensar y poner
en tensión lo real. Para Flusser, la actividad imaginativa es un medio que se interpone entre
el sujeto y el mundo y que le permite interiorizarlo. “Cuando se enfrenta al mundo, el hombre
no lo acepta como es, naturalmente. En cambio, lo ‘imagina’ se aleja de él, interiorizándolo y
alterando la configuración original de su espacio vital” (Felinto, 2014).
Recientemente, Vinciane Despret propone un ejercicio similar en su texto Autobiografía
de un pulpo y otros relatos de anticipación (2022), al tomar el camino de la ficcionalización
para encontrar otras relaciones posibles entre lo humano y lo no humano, que depende de
la producción de un lenguaje –dar una lengua a quien (o a lo que) no la tiene– que deja de
tener una cualidad humana para constituirse en un artefacto poético a través del cual
interpelar el mundo autocentrado de lo humano.
Todas estas aproximaciones teóricas, provocativas y desafiantes, permiten comprender
que lo humano/no humano no trata de una oposición binarista. Por el contrario, en esa
vinculación que enuncia una relación contradictoria, se abre un intersticio que resulta
potente en la medida en que nos permite sospechar de relaciones establecidas y
determinantes, que damos por “naturales”, y que nos hacen percibir el mundo de una forma
singular, a partir de unas relaciones jerarquizadas, verticales y antropocéntricas que no
hacemos evidentes. Cuando pensamos en las relaciones entre lo humano/no humano no sólo
estamos siendo convidados a repensar la relaciones entre lo humano y lo otro orgánico (lo
animal, por ejemplo, pero también con los “otros” organismos, como ha sido abordado por el
llamado giro vegetal), sino también con lo no orgánico, la propia materialidad de los objetos:
las máquinas y las tecnologías, por ejemplo, pero también las imágenes, las “cosas”, e incluso
aquellas “no-cosas”, tales como la escritura y la memoria.

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Las preguntas que guían este eje se orientan a: ¿cuáles son esos intersticios en los cuales
las relaciones humano/no humano se instalan? ¿Qué puede una epistemología fabulatoria que
extiende la agencia más allá de lo humano? ¿Qué futuro es posible ser pensado desde las
relaciones humano/no humano?

3. Feminismos, teoría queer/cuir/kuir y especulación

El futuro es un desconocido: a partir de este momento, un número infinito de caminos


parten hacia ‘el futuro’, cada uno dirigiéndose en una dirección diferente.
Margaret Atwood (2011, 5).

La noción de especulación se encuentra repleta de connotaciones. En sus variaciones


lingüísticas modernas, se deriva del sustantivo en latín tardío “speculatio” (observación,
contemplación), que proviene a su vez de los verbos y sustantivos en latín clásico “specere”
(mirar), “speculari” (observar, examinar, explorar) y “speculum” (espejo). Especulación
también se relaciona con las enigmáticas y poéticas capacidades de estos objetos y hace
referencia tanto a herramientas materiales como a conceptos, dado que las enciclopedias
medievales eran conocidas como “speculum” (Asberg, Thiele y van der Tuin, 2015, p. 152).
Desde esta perspectiva, el término evoca modos de conocer y de pensar que establecen
vínculos entre lo visible y lo invisible, convirtiéndose en un punto de partida que nos guía
desde lo conocido hacia lo desconocido (Wilkie, Savransky y Rosengarten, 2017, p. 5).

Por otra parte, en la línea etimológica que viene del francés antiguo, “speculacion”
implica observación atenta, mientras que el latín “speculationem” alude a la contemplación.
El término mantiene, además, una variedad de significados modernos y premodernos
asociados al proceso y a la naturaleza del pensamiento y se relaciona, en general, con
operaciones del intelecto, la imaginación y la reflexión. De forma interesante, en esas
interpretaciones premodernas sobre los procesos de pensamiento habita también la idea de
que aquello sobre lo cual se especula se duplica como en un espejo (“specula”). (Asberg,
Thiele y van der Tuin, 2015, p. 152).

De esta imagen emerge justamente la concepción de que el autoconocimiento está


separado radicalmente del conocimiento del mundo, asunto que numerosas líneas de
pensamiento feminista proponen reelaborar a partir de una consideración de la noción de
contexto. Contexto, sin embargo, no equivale aquí a un mero trasfondo, sino que alude a un
entorno complejo constituido por múltiples agencias relacionales (Asberg, Thiele y van der
Tuin, 2015, p. 150). Así, una postura especulativa articula formas de responder a los retos de
pensar en un mundo-más-que humano, considerando no solo la forma como las
intervenciones críticas y creativas de la especulación actúan en el mundo, sino también la
forma como estas cambian la manera de vernos en el mundo y como vemos el mundo (151).
Esta es, pues, una comprensión de la especulación como conectada, abierta y creativa, pero
también como situada y materializante.

Esto resuena con la exploración de Didier Debaise e Isabelle Stengers de la relación entre
lo especulativo y lo pragmático, quienes argumentan que estas posturas no son mutuamente
excluyentes, sino que pueden fusionarse para dar lugar a una nueva forma de pensamiento
donde coexisten un compromiso de pensar con y desde la experiencia con una invitación a

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activar lo posible sobre lo probable: “Los gestos especulativos, plurales por definición, tienen
la verdad de lo relativo, la verdad de un siempre situado. Uno no decide realizar un gesto
especulativo, uno lo arriesga en la medida en que se siente ‘vinculado’ a una situación,
obligado a responder a virtualidades que solo son perceptibles a través de la forma en que
uno está vinculado”. (2017, 19).

Esta idea de pensar desde la experiencia resuena con la noción de políticas de la


localización acuñada por Adrienne Rich (1986) y entendida como una manera de introducir
cuerpos situados en las reflexiones feministas, evitando la universalización de las
experiencias y localizando la producción de conocimiento. Para las corrientes de los
feminismos (poscoloniales, radicales, negros, chicanos) que ven la vida cotidiana como un
espacio para desafiar narrativas y estructuras dominantes y pensar y producir otros
mundos, esta es una idea poderosa. Así, trabajos como los de Cherríe Moraga (1988), Gloria
Anzaldúa ([1987] 2016), Chela Sandoval (2000), Chandra Talpade Mohanty (2003) o bell
hooks ([1990] 2021) privilegian una forma de pensar interseccional, encarnada, conectada
(Haraway 1995, 1999, 2017; Braidotti 2011) y encaminada a reelaborar la temporalidad
(Grosz, 2005; Anzaldúa, 2016) y a producir formas de vida alterna. El ejercicio especulativo
de estos feminismos, así como el de los de entreguerras y los de la segunda ola tienen
conexiones, por su parte, con la ciencia ficción feminista de la década de los años 60, 70 y 80,
en trabajos de autoras como Ursula K. Le Guin, Joanna Russ, Angela Carter y Octavia E. Butler,
entre otras, que imaginan mundos y futuros con visiones alternativas del género, la raza, las
tecnologías reproductivas y la política, entre otros temas.

En la teoría queer/cuir/kuir, entendida como “la malla abierta de posibilidades, las


lagunas, solapamientos, disonancias y resonancias, lapsos y excesos de significado que
cuestionan la concepción binaria del género, la heteronormatividad y las identidades, por lo
que sus esfuerzos teóricos, analíticos y de acción se dirigen hacia cualquier tipo de
normatividad social” (flores, 2013, p. 32) residen, asimismo, posibilidades especulativas.
Lauren Berlant y Michael Warner (1995), por ejemplo, postulan su cualidad anticipatoria
abriendo una interesante reflexión sobre futuros y futuridades queer/cuir/kuir, que
aparecen ligadas así a “temporalidades extrañas”, más que a intersecciones de género y
sexualidad (Halberstam, 2005), es decir, como productoras de temporalidades alternativas
a las creadas por las estructuras heteronormativas de reproducción social y biológica. De
estas consideraciones emerge, por ejemplo, la idea de “futurismo reproductivo” (Edelman,
2011), que describe una configuración política centrada en la construcción de un futuro para
la figura real y metafórica de el Niño, que niega la posibilidad de existencia queer/cuir. Esta
postura antifuturo contrasta con el carácter utópico de la propuesta de José Esteban Muñoz
([2009] 2019), donde lo queer/cuir implica ir en busca de un mundo que aún no existe, que
reivindica lo colectivo y lo imaginativo. Otras elaboraciones consideran la forma como el
tiempo se experimenta en el cuerpo, como la crononormatividad (Freeman, 2010), que alude
al “uso del tiempo para organizar los cuerpos humanos individuales en pos de una
productividad máxima”, hace que “las fuerzas institucionales se experimenten como hechos
somáticos” (3). Lo queer/cuir sin embargo, tiene un potencial disruptor al no conformarse
con estas narrativas temporales que refuerzan la reproducción social. Otros factores como
la raza, la localización o el género también poseen esta cualidad disruptora, como han
señalado ampliamente las formulaciones queer/cuir/kuir, que reconocen que es necesario

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observar la “manera en que se construyeron colonialmente lxs cuerpxs otros: rarificadxs-
exotizadxs-bestializadxs por la mirada blanca” (piña narváez, 2017, p. 40) para poder
especular, localizadamente, sobre otros mundos posibles.

Así, este eje de trabajo se pregunta: ¿cuáles son los lugares de encuentro y las
potencialidades de la conversación entre la ciencia, la ficción y los feminismos? ¿cuáles son los
lugares del cuerpo y los afectos en el marco del pensamiento especulativo? ¿sobre qué tipo de
futuros pueden especular los feminismos y disidencias sexogenéricas locales?

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● Apertura convocatoria: 16 de noviembre de 2023


● Cierre recepción de propuestas a través del formulario web: 20 de enero de 2024
● Notificación de aprobación o rechazo de propuestas recibidas: febrero de 2024
● Publicación de la edición No. 56: la revista migró al modelo de “publicación continua” por tanto,
en la medida en que los artículos vayan siendo aprobados en el marco del proceso de evaluación
por pares expertos, se irán publicando en el sitio web de la revista a lo largo del año 2024.

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