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Weber explica que la psicología del arte busca lograr una descripción e interpretación
de las cualidades que conforman el fenómeno arte, siendo estas la contemplación, la
creación y la obra. Para Weber el arte tiene una función doble. Por un lado, realiza la
unidad y la identidad del ser personal, debido a la relación que se establece entre la
madurez y la infancia en el proceso, mientras que, por otro lado, se produce la
comunidad y la copresencia del otro y de sí, por los símbolos de los temas personales.
Estos se abren se hacen de acceso mutuo en una forma instintiva, por la conjunción
de lo personal y lo impersonal, de los otros y de nosotros.
Tanto Gombrich como Weber coinciden en el punto en el cual existen variantes que
atañen al fenómeno artístico que no es común para todos, porque se introducen
experiencias propias y comunes que modifican y recortan la forma de representar la
realidad.
Los sueños son la prueba de que el inconsciente existe, ya que estas pulsiones que se
encuentran reprimidas encuentran su salida en el dormir. Freud explica que el aparato
psíquico requiere relajar del proceso de la represión porque conlleva un gasto
energético, de forma que se debe inhibir el polo motor, y activar el polo
mental/perceptivo (mayormente dominado por el inconsciente). El inconsciente opera
mediante una lógica en la que busca encontrar hibridaciones y desplazamientos que la
consciencia no reconozca, y permita que el sueño descargue estas pulsiones en la
forma del recuerdo. El sueño implica un disfraz de estas pulsiones para relajar el gasto
energético que conlleva la represión. Se realiza un trabajo regresivo donde el resto
diurno trabaja como disparador del sueño para actualizar un deseo reprimido, el resto
diurno es un estímulo que lleva a poner en presente una experiencia tortuosa de orden
antiguo que aparece modificada para no ser descubierta por el mecanismo de censura
de la consciencia. Este proceso Freud lo llama trabajo regresivo.