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Compartamos la casa con Jesús

Idea central: Debemos dejarnos iluminar por Jesús, que es La Palabra. Jesús es el Maestro:
aprendamos de Él, imitémoslo. Iluminados por Él estamos llamados a ser luz del mundo; la luz
que recibimos no se guarda, sino que se da. Llevar su luz es obedecer a su mandamiento de
amor, así, transformemos la base del mundo: la familia.

“Así debe brillar la luz de ustedes delante de los hombres, de manera tal que, viendo sus
buenas obras, glorifiquen a su Padre del cielo”. Mateo 5, 13 - 16

Jesús, a todos nosotros que nos encuentra hoy acá, nos hace un llamado muy especial: Ser luz
en el mundo. Hoy en día, lamentablemente, hay tantos chicos, tantos jóvenes perdidos en
vicios, tantas personas que sufren solas, tantas otras que no tienen quien les de un solo abrazo
o mirada de esperanza. Los males del mundo son muchos ¿Quién de nosotros no quisiera que
esas cosas no fueran así? Quizás conozcamos a quienes sufran en soledad, a quienes estén
perdidos; quizás se trate de alguien de nuestra propia familia. Jesús nos llama a ser luz del
mundo.

La importancia de la vida familiar: “Una sociedad crece fuerte, crece buena y crece verdadera
si se edifica en la familia”. Papa Francisco. Las familias iluminan el mundo. Son el primer lugar
de contención para los niños y el circulo más intimo donde se reparte amor. Es muy
importante, no solo preocuparse por las cosas de afuera, sino mirar a mi familia y preguntar
¿Cómo está? ¿Hay amor?

La roca firme, Jesús: Mateo 7, 24-27. El que escucha las palabras del Señor y las pone en
práctica construye su casa (su familia) sobre la roca. Ni las tormentas ni las lluvias la derribaron
porque estaba fundada sobre la roca (Jesús, El Verbo). La fe. Construir la casa sobre otra cosa
significa construir una casa que cualquier tormenta va a derribar.

La importancia de ser luz ¿Cómo podemos ser luz? ¿Qué necesitamos?

Las casas no se construyen de un día para el otro, sino que, primero se prepara el terreno,
luego se ponen los cimientos, luego las paredes y, por último, el techo. Ser luz en la propia
familia no es posible si no se tiene la luz de Jesús. Salmo 119:105 “Antorcha para mis pies es tu
palabra, y luz para mi senda”. ¿Cómo podemos pensar hacer el bien y ser luz, si no
escuchamos las palabras de quien es la luz misma? Solo escuchando atentamente al Señor en
la santa Misa, leyendo la palabra de Dios, al menos unos versículos por día, podremos tener luz
para ver mejor cómo amar a mi padre, madre y a mis hijos.

Siguiendo con el ejemplo de la casa: No se construye en un solo día. Además de eso, lleva
muchos materiales diferentes: Ladrillos, piedras, cemento, etc. Es por medio de las cosas más
simples y cotidianas que debemos amar en nuestra familia, constantemente. Las pequeñas
buenas obras siempre dan fruto, aunque a veces no lo podemos ver. Siempre lo que se hace
desde el corazón, por mas pequeño que sea, da fruto. Alienta a seguir, da signos de amor. “El
que no es fiel en lo poco, no es fiel en lo mucho”.

Con el ejemplo de las buenas obras, es decir, del amor que damos, puedan glorificar a Dios.

Pensar en las bondades de Jesús: La mirada, la ternura, la paciencia, la entrega, el sacrificio, el


perdón.

Las tormentas: Mateo 8, 23 – 27 y la roca firme. “Señor, sálvanos que nos hundimos” La
respuesta de Jesús “¿Por qué tienen miedo, hombres de poca Fe?” Y calma la tormenta.
Esperanza de unidad y amor: En las familias indudablemente hay problemas. Los hijos que dan
trabajo, las discusiones, a veces vuelan platos. Si, siempre hay cruces, porque como Dios nos
dio el ejemplo entrando al mundo por una familia, también nos abrió el camino de la cruz.
“Pero en la familia, después de la cruz, también hay resurrección”. El Señor no nos abandona,
no nos deja solos por más difíciles que parezcan las pruebas. El hace nuevas todas las cosas;
puede y quiere hacer nuevas nuestras familias. El sana; El quiere sanar a nuestras familias. Las
familias son una “fabrica de esperanza”, esperanza que nace gracias al amor. Las dificultades se
soportan y se superan con el amor. Ni el odio, ni la división de los corazones supera ninguna
dificultad. El amor de Dios lo supera todo y todo lo hace nuevo: también nuestras familias.
Por eso permitamos a Jesús entrar en nuestra casa, llevémoslo con nosotros a que viva ahí.
Aprendamos a ser ejemplo vivo de Dios escuchando su palabra. Abramos las puertas de casa a
Jesús para que transforme nuestros corazones y nos disponga a amarnos siempre más; así, hay
esperanza.

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