Está en la página 1de 13

1

Señores:

Dr. CRISTIAN FELIPE CASTAÑO ROMÁN

Gerencia Departamental Colegiada de Antioquia

Contraloría general de la república

E. S. D.

Proceso: Ordinario de Responsabilidad Fiscal


Accionado: Olga Patricia Molina Ramírez
Radicado: PRF 80052-2020-36203
Asunto: Argumentos de Defensa

Yo, Viviana Ferraro Gómez, estudiante de Derecho adscrita al consultorio jurídico


de la institución universitaria Politécnico Grancolombiano, mayor de edad, con
domicilio y residencia en la ciudad de Medellín, identificada con la cédula de
ciudadanía C.C. No. 1.017.181.244 de Medellín, Antioquia, obrando en calidad de
apoderada de oficio de la señora OLGA PATRICIA MOLINA RAMÍREZ identificada
con Cédula de Ciudadanía No. 42.985.620, comedidamente me permito esbozar
los argumentos de defensa para dar respuesta al auto de imputación dentro del
proceso ordinario de responsabilidad fiscal N° 80052-2020-36203, en los
siguientes términos:

IDENTIFICACIÓN DE LAS PARTES

Accionante:

CONTRALORÍA GENERAL DE LA REPUBLICA

Accionados:

OLGA PATRICIA MOLINA RAMÍREZ identificada con Cédula de Ciudadanía No.


42.985.620, en calidad de Juez del Juzgado Quinto de Familia de Medellín para la
época de ocurrencia de los hechos

COMPAÑÍA DE SEGUROS LA PREVISORA S.A., con NIT 860.002.400-2


ALLIANZ SEGUROS S.A., con NIT 860.026.182-5
AXA COLPATRIA SEGUROS S.A., con NIT 860.002.184-6
MAPFRE SEGUROS GENERALES DE COLOMBIA S.A., con NIT 891.700.037-9
2

ARGUMENTOS DE DEFENSA

Me dirijo a ustedes con el más elevado respeto y consideración para presentar las
observaciones pertinentes que se desprenden de las acusaciones formuladas en
contra de mi prohijada, con el objetivo de refutar exclusivamente las afirmaciones
relativas a la (i) legitimidad por activa, (ii) lucro cesante futuro o la presunta
pérdida de oportunidad que ha sido atribuida a sus acciones y decisiones, y (iii) el
nexo causal.

(i) Legitimación del Estado para Reclamar Rentabilidad en la Pérdida de


Oportunidad Económica

Prelación de los Derechos de Propiedad: El derecho de propiedad es un pilar


fundamental protegido constitucionalmente, como se manifiesta en el Artículo 58
de nuestra Carta Magna: "Se garantizan la propiedad privada y los demás
derechos adquiridos con arreglo a las leyes civiles, los cuales no pueden ser
desconocidos ni vulnerados por leyes posteriores". Aquel que ostenta la propiedad
o derecho sobre un bien o recurso posee la legitimación primaria para reclamar
no solo el bien en sí, sino también las rentabilidades, pérdidas y daños
vinculados.

Este principio se refuerza en el Artículo 669 del Código Civil que, aun cuando ha
sufrido la inexequibilidad del término "arbitrariamente" como se estableció en la
Sentencia C-595 de 1999, señala la esencia del dominio como el "derecho real en
una cosa corporal, para gozar y disponer de ella no siendo contra ley o contra
derecho ajeno". Aquí se evidencia que el dominio otorga a un individuo la potestad
sobre un bien, y que esta potestad tiene limitaciones, no siendo un derecho
absoluto e ilimitado.

Las reflexiones emanadas de la Sentencia C-595 de 1999 refuerzan esta visión,


señalando que el derecho de dominio conlleva obligaciones correlativas y no es
simplemente un conjunto de derechos sin limitaciones. El Estado, como ente
garante de la propiedad, no puede actuar como dueño de los rendimientos
generados por los dineros consignados hasta que estos prescriben a su favor.
Además, el artículo 6º de la Ley 66 de 1993 modificado por el artículo 6 de la Ley
1743 de 2014 destaca que solo se reconoce al Consejo Superior de la Judicatura
un derecho sobre la rentabilidad generada y no sobre la rentabilidad futura o
hipotética, lo que nos aleja de la teoría del lucro cesante y nos aproxima a la
teoría de la pérdida de oportunidad.

Así, el argumento central se enfoca en que, si bien el Estado, a través del Consejo
Superior de la Judicatura, puede tener ciertos derechos sobre los rendimientos
generados por los depósitos judiciales, no posee la titularidad originaria del bien
ni de su potencial rentabilidad. En ese sentido, no puede considerarse como el
propietario legítimo de los rendimientos que podrían generarse, sino más bien
como el beneficiario de una eventual rentabilidad que se produzca una vez estos
rendimientos se materialicen.
3

En conclusión, es evidente que el verdadero propietario de un bien o recurso tiene


la primacía y legitimación para reclamar sobre dicho bien y sus posibles
rendimientos. El Estado, en este caso el Consejo Superior de la Judicatura, no
puede arrogarse esa titularidad originaria y debe respetar y proteger los derechos
de propiedad que establece y garantiza nuestra Constitución y ordenamiento
jurídico.

Partes Afectadas Directas: La titularidad del derecho de propiedad y su


protección es un pilar en el ordenamiento jurídico colombiano. Quienes ostentan
legítimamente la propiedad o cualquier otro derecho sobre bienes o recursos
poseen una posición especial frente al sistema jurídico, no solo para proteger esos
bienes o recursos, sino también para reclamar reparaciones o compensaciones
derivadas de cualquier daño o pérdida asociados a esos bienes.

Constitución Política de Colombia:


Artículo 58: El texto constitucional garantiza y protege la propiedad privada y los
derechos adquiridos conforme a las leyes civiles. Esta protección no solo se limita
al bien material en sí, sino que se extiende a las posibles rentabilidades, pérdidas
y daños que puedan estar asociados a esa propiedad.

Código Civil Colombiano:


Artículo 669: Tal como ya se mencionó, este artículo define el concepto de
propiedad o dominio, otorgando a los titulares de dicha propiedad una serie de
derechos y prerrogativas inherentes a su condición, entre las que se incluye la
posibilidad de reclamar por daños o pérdidas asociadas a esa propiedad.

Jurisprudencia:
Radicación número: 05001-23-31-000-1995-00575-01(24677) del Consejo de
Estado: La legitimación en la causa por activa se refiere específicamente a la
capacidad de una persona de actuar dentro de un proceso judicial. Esta
legitimación requiere que quien demanda, es decir, quien inicia el proceso, sea
realmente el titular del interés jurídico que está en debate. En otras palabras,
solo aquel que haya sido directamente afectado por un acto u omisión, y que
tenga un interés directo y real en el resultado del proceso, debería ser reconocido
como legítimamente interesado y tener la capacidad para presentar la demanda.

Con base en estos preceptos, se concluye que son las partes directamente
afectadas, es decir, los propietarios o titulares de derechos sobre bienes o
recursos, quienes están legitimados para reclamar compensaciones o
reparaciones en caso de pérdida o daño. El sistema jurídico colombiano, a través
de su normativa y jurisprudencia, refuerza esta posición y la protege,
garantizando que solo quienes tienen un interés directo y real sobre el objeto en
litigio puedan actuar dentro de un proceso judicial.
4

Autonomía de la Voluntad: En Colombia, el principio de autonomía de la


voluntad privada es reconocido como uno de los pilares esenciales en el
ordenamiento civil, tal como se deduce de la Sentencia C-934/13. Este principio
consagra que las personas tienen la facultad, otorgada por el ordenamiento
jurídico, de disponer libremente de sus intereses con un carácter vinculante,
pudiendo así crear derechos y obligaciones, siempre y cuando se hagan dentro de
los confines del orden público y las buenas costumbres.

Este derecho de autonomía permite a los particulares celebrar contratos por su


mero consentimiento, determinar sus obligaciones y derechos en dichos
contratos, y establecer relaciones obligatorias que, por naturaleza, afectan
principalmente a las partes contratantes. No obstante, cuando se trata de la
contratación estatal, tal como se menciona en la Ley 80 de 1993, la autonomía de
la voluntad encuentra ciertas restricciones, ya que los procedimientos y
requisitos estatales delimitan su ejercicio pleno.

Ahondando en el contexto que nos ocupa, si bien el artículo 6º de la Ley 66 de


1993 modificado por el artículo 6 de la Ley 1743 de 2014 establece una
destinación específica para la rentabilidad generada sobre ciertos depósitos
judiciales, es imprescindible analizar en profundidad la justificación y naturaleza
de tal restricción. Cuando los dineros depositados provienen de procesos
judiciales como los ejecutivos de alimentos, nos encontramos ante un escenario
donde la autonomía de la voluntad de los particulares, en esencia, debería tener
supremacía.

El Estado, actuando como un simple custodio de estos fondos, no puede, ni debe,


considerarse como el titular de los rendimientos que estos dineros puedan
generar. Al hacerlo, el Estado estaría aprovechando una posición que no solo es
éticamente cuestionable, sino que también podría estar vulnerando el principio
de justicia y equidad inherente al sistema jurídico colombiano.

En conclusión, aunque ciertas leyes como la mencionada Ley 66 de 1993 otorgan


al Estado el derecho de distribuir y beneficiarse de ciertos rendimientos, es
crucial cuestionar la moralidad, justicia y, sobre todo, la validez de estas
disposiciones, particularmente cuando los dineros involucrados provienen de
procesos judiciales sensibles. La autonomía de la voluntad privada, que da poder
a los verdaderos titulares de estos recursos, debe ser siempre respetada y
priorizada por encima de disposiciones que puedan vulnerar este sagrado
principio.
5

Reclamo Autónomo de los Titulares: El principio de propiedad consagrado en


la Constitución Política y el Código Civil de Colombia no solamente resalta la
posesión o tenencia física de un bien, sino también las facultades inherentes que
vienen con esta posesión. Estas facultades incluyen la administración,
disposición y, por supuesto, la obtención de beneficios o rentabilidades derivadas
de dicho bien.

Ahora bien, cuando se depositan dineros o bienes en custodia del Estado debido
a circunstancias judiciales, el Estado actúa, en efecto, como un administrador
fiduciario. Es decir, tiene el deber de proteger y conservar estos activos, pero no
obtiene automáticamente las facultades inherentes al propietario del bien. La
titularidad, y por ende, el derecho a decidir sobre el bien y sus rentabilidades
sigue siendo del dueño original.

La Sentencia C-934/13 resalta la autonomía de la voluntad privada como una


capacidad que el ordenamiento jurídico concede a las personas para disponer de
sus intereses de manera vinculante. Bajo este prisma, incluso si el bien se
encuentra temporalmente bajo la custodia estatal, el titular original mantiene su
capacidad autónoma de reclamar y decidir sobre cualquier rentabilidad generada.

El papel del Estado, en estos escenarios, debería ser el de un facilitador que


garantice y promueva que los derechos de propiedad sean respetados y que los
titulares puedan ejercer de forma plena sus derechos sobre las rentabilidades o
intereses que estos bienes puedan generar. En lugar de apropiarse de tales
rendimientos o decidir sobre ellos, el Estado debería canalizarlos de manera
efectiva y transparente hacia los verdaderos titulares.

Finalmente, es importante subrayar que, en caso de cualquier ambigüedad o


conflicto sobre los derechos de rentabilidad, el principio de autonomía de la
voluntad y el derecho fundamental a la propiedad privada deberían prevalecer. La
justicia y la equidad demandan que aquellos que son dueños legítimos de un bien
tengan la primera y última palabra sobre sus beneficios.

Rol Subsidiario y No Titularidad sobre Bienes Privados: Desde la óptica


jurídica colombiana, el Estado desempeña un papel principalmente subsidiario
en lo concerniente a la administración y custodia de bienes privados bajo su
control. Esta función subsidiaria se hace evidente en la gestión de los
rendimientos producidos por dichos bienes, particularmente en el marco de la
Ley 66 de 1993.

Aunque el Artículo 6º de la mencionada ley establece que ciertos rendimientos


derivados de depósitos judiciales se destinan a la Rama Judicial, al Consejo
Superior de la Judicatura, y a la Dirección Ejecutiva de Administración Judicial,
entre otros, esto no confiere a dichas entidades la titularidad sobre esos activos.
Más bien, la norma regula la distribución de las rentabilidades generadas.

Es claro, por lo visto, que el Estado es subsidiario en el rol de recibir los


rendimientos por intereses de los dineros consignados y no el titular. El Consejo
6

Superior de la Judicatura, si bien recibe una porción de estos rendimientos, no se


posiciona como titular absoluto de los mismos. Esta interpretación plantea una
duda legítima: ¿Por qué el Consejo reclama la totalidad de estos rendimientos
cuando solo le corresponde una fracción específica de ellos?

Al analizar más profundamente la naturaleza de estos depósitos y su


rentabilidad, surge una distinción crucial entre la titularidad del bien principal y
la rentabilidad generada por dicho bien. Aunque el Estado pueda administrar la
rentabilidad generada, no adquiere la titularidad sobre los bienes privados que
estaban en depósito. Los activos originales y sus rendimientos no se transfieren
automáticamente al dominio estatal, incluso si están bajo su custodia debido a
procedimientos judiciales.

Estos activos y su rentabilidad yacen condicionados a diversos factores, incluidos


los asociados al mercado financiero y, de manera significativa, los riesgos
inherentes, como el riesgo de hurto. Dado que el Estado, en su función de
custodio, es responsable de la seguridad y gestión adecuada de estos bienes,
tiene el deber de responder por cualquier pérdida, incluida la derivada de actos
delictivos como el hurto. Aunque el dueño original del bien tiene el derecho de
recurrir a los mecanismos de control adecuados para solicitar compensación por
tales pérdidas, el Estado no puede, basándose en la Ley 66 de 1993, asumir que
tiene plenos derechos sobre los rendimientos y mucho menos reclamar
rentabilidades que nunca se generaron.

En resumen, el Estado puede tener un mandato legal para administrar y


distribuir ciertos rendimientos generados por bienes privados en su custodia,
pero no se convierte en el titular de esos bienes ni de todos sus rendimientos
potenciales. Esta distinción es esencial para garantizar que los derechos de
propiedad y las expectativas legítimas de los ciudadanos no se vean
comprometidos.

Principio de Interpretación Conforme: La figura jurídica de la interpretación


conforme es esencial al abordar el tema de la reclamación fiscal en el contexto de
la Ley 66 de 1993. Dicha figura obliga a interpretar y aplicar las disposiciones
normativas de tal manera que resulten coherentes y alineadas con la
Constitución Política de Colombia, garantizando así la materialización efectiva de
los derechos fundamentales, y asegurando una adecuada armonización entre las
normas de derechos humanos con el bloque de constitucionalidad y de
convencionalidad, todo bajo el paraguas del principio pro-persona.

Siguiendo lo establecido en la Sentencia C-273/99, cualquier interpretación de la


Ley 66 de 1993 que resulte contraria al principio de interpretación conforme es
inadmisible en un Estado de Derecho que reconoce la supremacía tanto formal
como material de la Constitución. De este modo, la interpretación de la Ley 66 de
1993 no puede entenderse de manera aislada o exenta de la influencia de la
Constitución, y en especial, de aquellos artículos que protegen el derecho de
propiedad privada.
7

Es evidente que la interpretación conforme resalta la necesidad de entender las


disposiciones de la Ley 66 de 1993 de manera que se consulten y respeten los
principios y derechos reconocidos en la Constitución. De esto se deduce que
cualquier intento de interpretar esta Ley, o cualquier otra, de manera que limite o
restrinja los derechos fundamentales, debe ser abordado con precaución y con un
espíritu restrictivo, con el fin de garantizar el pleno ejercicio de estos derechos.

En el tema específico de la reclamación fiscal relacionada con los rendimientos de


los dineros consignados, surge la pregunta crucial: ¿Cómo interpretar conforme a
la Constitución la disposición de la Ley 66 de 1993 que otorga al Estado, a través
de distintas entidades, la potestad sobre la rentabilidad generada por dichos
dineros?

La respuesta a esta interrogante, siguiendo el principio de interpretación


conforme, radica en una lectura de la Ley 66 de 1993 que se armonice con los
principios y normas constitucionales. Es decir, la titularidad y control estatal
sobre estos rendimientos deben entenderse de manera que no se vulnere el
derecho fundamental de propiedad. Si se llegase a una interpretación en la que se
priva total o sustancialmente al titular original de los rendimientos de sus bienes,
esto podría ser incompatible con el principio de interpretación conforme.

Por lo tanto, cualquier reclamación fiscal que surja debe considerar y respetar el
derecho fundamental de propiedad y la interpretación conforme a la Constitución.
Es inadmisible que se ignore o se aparte de estos principios en el proceso de
interpretación y aplicación de la L.

En resumen, el ejercicio de interpretación y aplicación de la Ley 66 de 1993 en


materia de rendimientos de dineros consignados debe hacerse de forma armónica
con la Constitución, garantizando que el principio de propiedad y otros derechos
fundamentales se respeten plenamente. La interpretación conforme a la
Constitución no es una opción, sino un mandato jurídico que todos los
operadores de justicia deben seguir rigurosamente.

Conclusión sobre la Legitimación Activa: De acuerdo con las disposiciones y


jurisprudencia analizadas, resulta evidente que las rentabilidades o réditos
generados por títulos o bienes no constituyen una certeza, sino una eventualidad
o alea. Estos rendimientos representan una probabilidad, sujeta a factores
económicos, de mercado y otros imprevistos, y no una certeza consolidada. Por
tanto, la pretensión de reclamar intereses ciertos sobre estos rendimientos se
encuentra en terreno incierto, ya que estamos hablando de probabilidades, no de
realidades concretas y definidas. En este contexto, no puede existir legitimidad
para reclamar algo que, por naturaleza, es incierto y no garantizado.

La Ley 66 de 1993, en su Artículo 6º, modificado por el artículo 6 de la Ley 1743


de 2014, es clara al establecer que el Estado es titular de los réditos que pudieran
producir ciertos títulos o bienes. No obstante, esta titularidad no es absoluta,
sino parcial. Según la norma, el Estado, representado por el Consejo Superior de
la Judicatura, solo tiene derecho a una fracción específica de estos rendimientos.
8

Concretamente, al Consejo le corresponde solamente una tercera parte del


setenta por ciento del total generado. Esta distinción es fundamental y no puede
ser pasada por alto.

Es inapropiado, tanto jurídica como éticamente, que el Consejo pretenda


reclamar la totalidad de estos rendimientos, como sugiere el auto de imputación,
cuando solo tiene derecho a una porción específica de ellos. Tal actuación
contraviene la norma y distorsiona el propósito y la intención de la Ley 66 de
1993.

Por otro lado, este análisis nos lleva a considerar que cuando el Estado asume la
responsabilidad de custodiar ciertos fondos con la expectativa de generar réditos
de estos, se establece un contrato tácito de confianza y responsabilidad.

Esta situación es comparable a cuando un individuo entrega su dinero a una


empresa de seguridad con la expectativa de que, a cambio de la protección, dicha
empresa obtenga y se beneficie de los intereses generados por esa suma. Si, en
este escenario hipotético, el dinero es hurtado debido a una falta en la seguridad,
resulta incongruente e ilógico que, tras la detención del ladrón, sea precisamente
la empresa de seguridad la que pretenda reclamar esos réditos. Después de todo,
no cumplió adecuadamente con su labor esencial de custodia, por lo que no
debería tener derecho a beneficiarse de esos intereses.

De manera análoga, si el Estado no garantizó la seguridad y buen uso de los


fondos, resulta contradictorio que pretenda adueñarse de los réditos derivados de
esos mismos fondos. Con base en estos argumentos, es vital considerar que
podríamos estar ante un escenario de falta de legitimidad en la causa por activa.
9

(ii) La Teoría de la Pérdida de Oportunidad frente al Lucro Cesante

En la vasta esfera del derecho de responsabilidad civil, emerge la complejidad de


discernir entre "lucro cesante futuro" y "pérdida de oportunidad". Si bien ambas
nociones aluden a daños prospectivos, se fundamentan y requieren de criterios
diferentes para su establecimiento.

Según la teoría de causalidad física, un daño es un fenómeno absoluto. Sin


embargo, la figura de la pérdida de oportunidad reta esta postura, pues no se
refiere a daños tangibles y concretos, sino al truncar de una expectativa con
potencial de materialización.

Mientras que el lucro cesante futuro se relaciona con una situación jurídica
preexistente que, de no haber sido interrumpida por una acción ilícita, habría
derivado en beneficios económicos futuros, la pérdida de oportunidad se centra
en la eliminación de una expectativa legítima que, aunque incierta, poseía un
fundamento real y probable de concreción.

Esto queda patentizado en la sentencia 2010-00446 de 02 de marzo de 2020,


donde se destaca que la pérdida de oportunidad es, en sí misma, una forma de
daño y no simplemente un criterio auxiliar de imputación. Es decir, la pérdida de
oportunidad no es una derivación o mera variante del lucro cesante.

Tal como lo define la Sección Tercera del Consejo de Estado, la pérdida de


oportunidad es un daño originado por la violación de una expectativa legítima, y
aunque no implique una certeza total sobre un resultado concreto, sí requiere de
la comprobación de una oportunidad previamente existente que, por acción u
omisión de un tercero, se ha perdido irrevocablemente.

La jurisprudencia reconoce tanto una variante positiva (expectativa de recibir un


beneficio) como una negativa (esperanza de evitar un perjuicio) de la pérdida de
oportunidad, sustentadas en tres aspectos fundamentales: la naturaleza aleatoria
del resultado, la certeza de una oportunidad y su pérdida definitiva.

Por tanto, en el presente caso, donde se acusa a nuestro cliente de robo,


sostenemos que, en el supuesto de que se demostrara la existencia de un daño,
este no sería lucro cesante futuro, sino pérdida de oportunidad. Una pérdida que,
aunque contextualizada en el dominio de las expectativas futuras, tenía raíces
tangibles y justificables. Así, reclamamos que este tribunal reconozca que, de
haberse causado algún daño, éste se encuadra dentro de la teoría de la pérdida
de oportunidad y no como un lucro cesante.

Con base en los argumentos expuestos, es evidente que no nos encontramos


frente a un escenario de lucro cesante. Además, no se han presentado de manera
convincente los elementos que respalden la afirmación de una pérdida de
oportunidad, principalmente debido a la falta de titularidad demostrada sobre el
dinero en cuestión.
10

Por lo tanto, toda acusación o imputación basada en estas premisas carecería de


fundamento y no estaría en consonancia con los principios jurídicos aplicables en
este caso.

(iii) Desglose y Contraposición del Alegato de Nexo Causal

La concreción y afirmación de un nexo causal en el ámbito jurídico es una tarea


meticulosa que demanda precisión y robustez argumentativa. Esta
interdependencia entre una acción u omisión y el daño consecuente es un
prerrequisito sine qua non para establecer responsabilidades. Con este
preámbulo, nos proponemos diseccionar y controvertir el presunto nexo causal
que los demandantes han planteado:

Disquisición sobre el Título de Dinero y la Titularidad: Antes de incursionar


en el intrincado laberinto de los potenciales rendimientos económicos no
realizados, es de crucial importancia esclarecer y determinar la real titularidad
del numerario objeto de litigio. Si el peculio corresponde de facto a determinados
ciudadanos, la autoproclamación del Estado como parte legítima en el litigio abre
un abismo epistemológico que cuestiona vehementemente cualquier presunta
correlación entre la actuación de nuestra representada y el daño que el Estado
esgrime.

Del Lucro Cesante a las Vaporosas Expectativas Futuras: La postulación de


los demandantes respecto a una hipotética ganancia en forma de intereses nos
sumerge en un dilema jurídico: ¿Estamos en presencia de un auténtico lucro
cesante o simplemente nos enfrentamos a una espectral pérdida de oportunidad?
Mientras que el lucro cesante se ancla en beneficios tangibles y verificables que
se dejaron de percibir, la pérdida de oportunidad orbita en el ámbito de lo
contingente y lo especulativo.

Exégesis Semántica y la Ambigüedad del Término "Debieron": El recurso


lingüístico empleado por los demandantes al utilizar el término "debieron" destila
una ambigüedad semántica que resulta inadmisible en un razonamiento jurídico.
Tal aseveración, cimentada en la conjetura, se aleja de la realidad objetiva,
transformando hechos concretos en meras especulaciones.

Responsabilidad y Supervisión del Consejo Superior de la Judicatura: El


Artículo 7° de la Ley 66 de 1993 establece, sin lugar a dudas, el mandato
categórico del Consejo Superior de la Judicatura de ejercer una supervisión
rigurosa sobre las autoridades judiciales en relación con los depósitos judiciales.
Si hubiese emergido alguna irregularidad, no puede obviarse que la
responsabilidad no puede recaer de forma unilateral en nuestra representada. Se
impone un análisis holístico que considere las posibles falencias sistémicas y
estructurales.

La Recurrente Invocación del Principio "Nemo auditur propriam


turpitudinem allegans": Este pilar del edificio jurídico sostiene que nadie puede
11

erigirse como beneficiario de su propia mala fe o dolo. Es una contradicción


flagrante que el Consejo Superior de la Judicatura, con su mandato explícito de
supervisión, ahora se erija en la posición de la víctima.

Reflexiones a la Luz de la Jurisprudencia de la Corte Constitucional: La


Sentencia T-122 de 2017, entre otras sentencias, establece un derrotero
jurisprudencial que no puede ser obviado. Ninguna entidad o individuo puede
beneficiarse de su propia negligencia, omisión o falta para reivindicar derechos o
compensaciones. Permitir que el Consejo Superior de la Judicatura demande una
compensación íntegra, cuando su propia inacción o falta de diligencia pudo haber
sido un factor contribuyente, sería una afrenta al sistema jurídico.

Interrogantes sobre los Principios de Justicia y Buena Fe: La justicia debe


ser ciega, imparcial y equitativa, libre de prejuicios y de interpretaciones
sesgadas. Pretender que una única persona asuma una responsabilidad
omnímoda por una serie de eventos que involucran a múltiples actores y procesos
es una visión miope y parcializada de la justicia. Es imperativo que la conducta
de todas las partes involucradas sea sopesada con equidad.

Análisis Ponderado de la Responsabilidad y Supervisión del Consejo Superior


de la Judicatura en Consonancia con el Principio Jurídico:
“Nemo auditur propriam turpitudinem allegans”

La gestión y supervisión fiduciaria de los recursos judiciales es un compromiso


inalienable y primordial en la administración de justicia. En el contexto del litigio
en cuestión, es imperativo examinar y contrastar la postura de la demandante
con los principios fundamentales del derecho, particularmente cuando se alude a
la supervisión y responsabilidad del Consejo Superior de la Judicatura:

Esencia y Rol del Consejo Superior de la Judicatura: El Artículo 7° de la Ley


66 de 1993 es categórico al asignar al Consejo Superior de la Judicatura el
mandato expreso de supervisar de manera diligente y exhaustiva las operaciones
y gestiones de las autoridades judiciales, particularmente en lo concerniente a los
depósitos judiciales. Es inconcebible que este ente, con responsabilidades tan
claras y específicas, eluda su compromiso y pretenda derivar la culpabilidad
íntegramente hacia nuestra representada.

Inmersión en el Aforismo Jurídico “Nemo auditur propriam turpitudinem


allegans”: Este principio, largamente reconocido y sostenido por la Corte
Constitucional en la sentencia T-122 de 2017, estipula que ninguna entidad o
individuo puede beneficiarse de su propio dolo o mala fe. Con esto en mente, es
perentorio y apodíctico señalar que el Consejo Superior de la Judicatura, al
pretender deslindarse de su propia responsabilidad y al intentar beneficiarse de
su probable omisión, estaría incurriendo en una vulneración flagrante de este
principio rector.

Jurisprudencia y Línea Argumentativa de la Corte Constitucional: La


exégesis proporcionada por la Corte Constitucional es clarividente en su enfoque;
12

el juez no debe amparar situaciones donde la vulneración de derechos se origine


de una actuación dolosa o negligente. Esta sentencia, en su esencia, resalta la
imposibilidad jurídica de que alguien obtenga beneficios emanados de su propia
torpeza o actuar doloso. El hecho de que esta regla general del derecho se alinee
con postulados constitucionales, en particular el artículo 95 y 83 de la Carta
Política, fortalece aún más nuestra posición.

Reprobación Jurídica y Moral de la Auto Favorescencia Dolosa: Acorde con


la máxima "Nemo auditur suam turpitudinem allegans", es un axioma en el
derecho que ningún individuo o entidad puede esgrimir su propio dolo o torpeza
como fundamento para reivindicaciones. En consonancia con esta premisa,
resulta paradojal y antinómico que el Consejo Superior de la Judicatura, teniendo
deberes ineludibles de supervisión, ahora pretenda erigirse en una posición
victimaria, eludiendo la compartición de responsabilidades.

Aplicaciones Particulares en el Derecho Civil Positivo: Las disposiciones del


Código Civil, específicamente los artículos 1744 y 1525, constituyen derivaciones
pragmáticas de la máxima que prohíbe beneficiarse del propio dolo. Son
manifestaciones concretas de una norma general que permea nuestro
ordenamiento jurídico.

En definitiva, el intento del Consejo Superior de la Judicatura de deslindarse


íntegramente de responsabilidades y de pretender alegar daños sin tener en
cuenta su propia posible negligencia o falta de supervisión, parece ir en contra de
los principios fundamentales del derecho y de la jurisprudencia consolidada de la
Corte Constitucional. Es imperativo que esta Gerencia examine esta situación con
una lente crítica y justa, que tenga en cuenta las responsabilidades compartidas
y los principios jurídicos fundamentales.

El principio "Nemo auditur propriam turpitudinem allegans", nos conduce a una


conclusión inescapable: el Consejo Superior de la Judicatura, al no haber
ejercido su función supervisora de manera diligente y eficiente, y al pretender
ahora, por intermedio de la Contraloría, beneficiarse de su propia falta de acción
o posible negligencia, estaría operando en contravía de estos principios
fundamentales del derecho.
13

Cierre Argumentativo de la Defensa y Solicitud Final:

Hemos analizado meticulosamente los argumentos presentados por la Contraloría


y hemos confrontado cada uno de ellos con fundamentos sólidos basados en la
jurisprudencia y la normativa colombiana. Se hace evidente que la principal
acusación de legitimación por activa no tiene asidero y que el nexo causal
propuesto por la Contraloría está repleto de ambigüedades e inexactitudes.

Además, resulta indiscutible que si el Consejo Superior de la Judicatura no


cumplió adecuadamente con su papel de supervisión, no puede pretender
trasladar la totalidad de la responsabilidad a nuestra representada. El principio
"Nemo auditur propriam turpitudinem allegans", ampliamente citado, reprueba
tales acciones y nos brinda un argumento firme para rebatir las pretensiones de
la Contraloría.

Por las razones anteriormente expuestas, solicitamos de manera respetuosa que


se desestimen las alegaciones planteadas contra nuestra representada.
Argumentar en base a premisas inciertas, ambigüedades y especulaciones es
inadmisible, especialmente cuando la entidad que podría beneficiarse pudo haber
tenido un rol contributivo en la situación que ahora se señala.

En virtud de la justicia, de los principios básicos del derecho y de la equidad,


solicitamos que nuestra representada sea absuelta de todos los cargos,
reconociendo sus derechos y las garantías procesales que le corresponden.

Nos manifestamos enérgicamente en contra de este proceso, no solo por los


fundamentos jurídicos señalados, sino porque consideramos que avanzar
basándose en argumentos endebles y situacionales amenaza la integridad del
Estado de Derecho y la confianza en nuestro sistema de justicia. Es imperativo
que este tribunal actúe con discernimiento, prudencia y en concordancia con los
principios jurídicos que sustentan nuestro ordenamiento legal.

Cordialmente:

VIVIANA FERRARO GÓMEZ


Estudiante de Derecho
Institución Universitaria
Politécnico Grancolombiano

También podría gustarte