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Ateísmo
Conoce tu fe / ¿Qué es la Filosofía?
Por: Por Argimiro Turrado Turrado* | Fuente: En Gran Enciclopedia Rialp (GER), Tomo
III, páginas 293 a 295.
ATEÍSMO
Antes del siglo XVIII el ateísmo filosófico o teórico (otra cosa es el indiferentismo práctico) fue
un fenómeno socialmente minoritario, que afectó a personas singulares o a algunos grupos
filosóficos (atomistas griegos como Demócrito, cínicos postsocráticos y epicúreos, etc.), pero sin
que llegara a difundirse sociológicamente. Con el naturalismo de la Ilustración francesa
comienza una verdadera ola de ateísmo fundado en los postulados de los más diversos
sistemas filosóficos: sensualísmo, positivismo, pragmatismo, evolucionismo, marxismo,
existencialismo, que trataremos de analizar por grupos. Puede hablarse de ateísmo con
respecto al panteísmo de Spinoza o del idealismo alemán (Fichte, Schelling, Hegel), en la
medida en que no admiten una verdadera distinción real entre el hombre y el universo por
una parte, y el Absoluto por otra.
El ateísmo ha adquirido tales proporciones, que X. Zubiri, aludiendo en esto a la teoría del
espíritu objetivo o histórico de Hegel, no duda en llamarlo el pecado histórico de nuestro
tiempo: «Es el `poder del pecado´, como factor teológico de la historia, y creo esencial sugerir
que este poder recibe formas concretas, históricas, según los tiempos. El mundo está, en cada
época, dotado de peculiares gracias y pecados. No es forzoso que una persona tenga sobre sí el
pecado de los tiempos, ni, si lo tiene, es lícito que se le impute, por ello, personalmente. Pues
bien: yo creo sinceramente que hay un ateísmo de la historia. El tiempo actual es tiempo de
ateísmo, es una época soberbia de su propio éxito. El ateísmo afecta hoy, primo et per se, a
nuestro tiempo y a nuestro mundo».
Algunos autores, y el mismo Concilio Vaticano II, dividen el ateísmo moderno en tres grupos o
formas de humanismo: científico, político y moral. Sus características comunes son: a) un
ateísmo de desarraigo, que no quiere plantearse siquiera el problema de Dios; prescinde
sencillamente de Él, y de ahí parte para construir sus sistemas; b) un humanismo cerrado a
toda trascendencia, que pone al hombre como principio y fin de todo.
1) Ateísmo científico. Este ateísmo puede ser definido como la supresión total de la religión, de
la fe, en aras de la ciencia de la naturaleza. Ésta –dicen- se rige por unas leyes fijas y
experimentables, aún no del todo conocidas, pero que, en cualquier caso, son absolutamente
férreas e independientes de todo ser superior. El mundo es así presentado como existente por
sí mismo, y Dios y la creación, negados. El Hombremáquina de Offroy de La Mettrie, la
Éticahedonística de Adrián Helvecio y el SistemadelaNaturaleza de Dietrich von Holbach
expresan ese ateísmo científico, empleado como arma contra Dios y la Iglesia por los
enciclopedistas franceses del siglo XVIII: D´Alembert, Maupertuis, Voltaire, Diderot. La
filosofía positivista del siglo XIX intensifica esa tendencia con autores como Vogt, Büchner,
Moleschott, Haeckel, Comte, Le Dantec, Th. H.
Huxley, así como el evolucionista Darwin y sus seguidores, y los precursores y autores del
marxismo, según veremos luego. A éstos podrían añadirse otros autores científicos o filósofos,
como Nietzsche, Hartmann, Husserl, F. Noelke, B. Russell, J. Dewey, M. P. Berthelot, etc. Dios y
la creación son expulsados del cosmos como conceptos extraños, inútiles e ilusorios. Si a esto
añadimos el pansexualismo de la escuela de Freud, que conduce a una forma de
estructuralismo en el que se niega prácticamente la libertad del individuo, tenemos un cuadro
bastante completo de la suplantación de Dios y de la Fe por la Ciencia humana.
2) Ateísmo político: es el ateísmo marxista. En Carlos Marx (m. 1883) se entrecruzan las más
diversas tendencias filosófico-políticas, que le llevan a su célebre teoría de la alienación.
Depende en primer lugar de Hegel, cuyo método de las contradicciones asume para aplicarlo
al análisis de la vida socioeconómica, llegando así a su peculiar tesis de la historia como
producto del desarrollo material económico -en el que subsume la entera realidad- regido por
el enfrentamiento o lucha de clases. En eso ha sido precedido por L. Feuerbach que, al
oponerse al idealismo de Hegel y reducir el pensamiento a las mismas cosas pensadas,
concretas, sensibles y materiales, le proporciona las bases de su materialismo dialéctico. Con
todo, la explicación de Dios que propone Feuerbach en su obra DasWesendesChristentums (La
esencia del cristianismo, 1841), como una mera proyección de la mente humana que sublima
las cualidades y perfecciones de la esencia humana o del hombre-especie y las venera como
Dios, es considerada por Marx demasiado especulativa y abstracta. Lo mismo cabría decir con
respecto a Engels, que puso a Marx en contacto con el movimiento industrial de su tiempo, y
que define a la religión como el acto por el cual el hombre se vacía de sí mismo y transfiere la
esencia de su humanidad al fantasma de un Dios en el más allá. Marx recogió todas esas
tendencias, las ordenó y aplicó a la sociedad industrial moderna, con una filosofía de la praxis,
que concibe como omnicomprensiva. El hombre –dice- se conquista y se hace a sí mismo
mediante la transformación del mundo con el propio trabajo. Aplicando a esto el método de los
contrarios de Hegel, Marx ve lo humano y lo inhumano como dos hechos perennes de la
historia. Cuando el hombre coloca fuera de sí sus cualidades, deseos y aspiraciones y los
venera o contempla como estructuras ajenas (religión, propiedad privada, Estado) cae en la
alienación religiosa, económica, social, jurídica y política. Por eso dice: «La miseria religiosa es,
por una parte, la expresión de la miseria real y, por otra parte, la protesta contra la miseria
real. La religión es el suspiro de la criatura agobiada por la desgracia, el alma de un mundo sin
corazón, del mismo modo que es el espíritu de una época sin espíritu. Es un opio para el
pueblo».
Se postula así un ateísmo radical y al mismo tiempo combativo: se cae, en efecto, en el error de
sostener que la afirmación de Dios impide la realización del hombre, y se hace, por tanto, del
ateísmo un momento del proceso de humanización. Por eso, para Marx, «la historia tiene la
misión, una vez desvanecida la verdad de la vida futura, de establecer la verdad de la vida
presente. Y la primera tarea de la filosofía, que está al servicio de la historia, consiste, una vez
desenmascarada la imagen santa que representaba la renuncia del hombre a sí mismo, en
desenmascarar esta renuncia en sus formas profanas. La crítica del cielo se transforma así en
crítica de la tierra: la crítica de la religión, en crítica del derecho, y la crítica de la teología, en
crítica de la política. La crítica de la religión conduce a la doctrina de que el hombre es para el
hombre el ser supremo». Este mismo materialismo y ateísmo radicales se encuentra, por
encima de las diferencias de matiz a otros respectos, en los diversos seguidores de Marx, como
Kaustky, Lenin, Stalin, Mao Zsedong, Schaff, Lukács, Marcuse, Garaudy, etc.
Son múltiples las causas que pueden influir en la génesis del ateísmo, además del medio
ambiente social y cultural en que transcurre la vida de cada individuo. Éstas pueden ser: un
sentido falso de la subjetividad, de la libertad y dignidad personales, que se creen amenazadas
ante la admisión de un Creador Absoluto; una desenfocada conciencia provocada por el
sentido de autosuficiencia que experimenta al lograr dominar a la naturaleza mediante los
éxitos de la técnica; la inmediatez de su afectividad humana, que tiende a rechazar toda
limitación o imposición extrínseca; la oscuridad del conocimiento que el hombre tiene de Dios
y, a veces, la deficiencia de las representaciones divinas propuestas por muchos creyentes; el
problema del mal en el mundo que, si se prescinde del pecado, lleva al maniqueísmo,
admitiendo un principio eterno del mal distinto y en eterna lucha con el principio eterno del
bien, o a la negación de Dios; entre estos males del mundo, algunos hombres sienten con
intensidad especial la sinrazón del mal físico y moral de los individuos (ateísmo moral), y otros
la del mal social y económico, o la miseria y la lucha de clases (ateísmo político). Pero, en
realidad, todas las formas del ateísmo implican siempre un endiosamiento de la propia vida,
aunque no siempre sea culpable en el orden moral. Es la soberbia de la vida de que habla San
Juan y que hace exclamar a X. Zubiri: el ateísmo... «es más bien la divinización o el
endiosamiento de la vida. En realidad, más que negar a Dios, el soberbio afirma que él es Dios,
que se basta totalmente a sí mismo».
Además del ateísmo marxista, comunismo y la mayor parte de los socialismos, que pueden ser
considerados como la más fuerte organización actual del ateísmo militante, hay otras
organizaciones dedicadas expresamente a combatir la idea de Dios presentándola como
contraria a la felicidad de los hombres. 1) Los Librepensadores (Freethinkers, Freidenker) : La
Unión Mundial de Librepensadores, fundada en 1880 (Bruselas); Congreso mundial en
Luxemburgo (1954). Uniones nacionales en Alemania, Suiza, Austria, Inglaterra, Suecia,
Holanda, India, Austria, Nueva Zelanda. Menos organizadas en EE. UU., México y América del
Sur, pero muy activas junto con los movimientos laicistas. La Unión de Ateos de Rusia (tres
millones y medio en 1930), oficialmente disuelta en 1941. 2) La Unión Humanista
Internacional, fundada en 1952 en Amsterdam. Especialmente activa en Holanda: Het
humanistisch Verbond (1946) y Humanitas; en EE. UU. e Inglaterra, American Humanist
Association, con su revista The Humanist. 3) Unión Monista Alemana, fundada en 1906 por E.
Haeckel, con la revista Die FregeistigeAktion; hoy poco numerosa. 4) Otras organizaciones con
una cierta fe en Dios, pero profundamente anticristianas como indican sus mismos títulos: La
Sociedad Teosófica, La Sociedad Antroposófica, Unión para el conocimiento de Dios (panteísta),
Unitarios Alemanes, La Unión para la libre representación de la fe, Círculo de Leonhard
Starck, todas ellas en los medios intelectuales de Alemania.
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