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(simbolismo moderno)
Antonio Viñuales13 mayo, 2019
Historia de la oratoria
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1. El mundo de las tradiciones (Prehistoria)
2. La irrupción de la Historia
3. La oratoria en la Antigüedad griega
4. Principios de la oratoria griega
4.1. Los géneros del discurso
4.2. Fases de la oratoria
4.3. Partes de la dispositio
5. La oratoria en las arengas
6. La oratoria moderna: «el empresario de sí»
1. El mundo de las tradiciones (Prehistoria)
El proceso de hominización comienza hace 2 millones de años. Son muchas las
especies de homínidos que han pasado por la tierra hasta que se ha impuesto la nuestra
(homo sapiens sapiens), que tiene unos 200.000 años de antigüedad. Al tiempo que
nuestra especie pasó hasta la aparición de la escritura (junto a otras invenciones como el
dinero, la agricultura, la filosofía, la ciudad, etc. Que dieron lugar a las sociedades
abiertas) se lo llama vulgarmente Prehistoria, pero hay un nombre mejor: “el mundo de
las tradiciones”. Este nombre es más justo porque da cuenta de la forma cultural de la
época. Lo que hoy llamamos cultura prehistórica, es decir, el conjunto de saberes que
el hombre prehistórico conservó en su memoria porque le garantizaban la
supervivencia lo debemos llamar tradiciones. Hoy utilizamos esa palabra para las
costumbres que nos vienen del pasado. Estas costumbres unen a las sociedades, pero
pueden ser seguidas o no. Hoy somos libres de vivir sin tradiciones. Es una tradición la
fiesta local de nuestra ciudad, aunque podemos marcharnos de ella cuando se celebran y
nuestra vida no se pone en peligro. El hombre prehistórico, sin embargo, no tiene
elección: las tradiciones para él son el conjunto de conocimientos sin el cual muere:
dentro de ese caudal de conocimiento están la caza, la costura, la oratura (literatura oral
compuesta por cuentos, canciones, etc.), la recolección, la cocina primitiva, etc… No
hay vida más allá de las tradiciones.
A la literatura del mundo de las tradiciones se la ha llamado literatura oral, pero este
nombre es contradictorio, porque en la transmisión de la información no se utilizan
letras. Un nombre mejor para esto es la oratura. Definimos oratura como el conjunto
de obras artísticas verbales del mundo tradicional que el hombre prehistórico
conservó y transmitió a sus semejantes oralmente.
La mujer con las tetas kilométricas: Mi madre nos suele contar que, cuando era joven,
había una mujer en su barrio que tenía tetas que podían medir más de un metro de
largo. ¿Qué ocurrió? Esta mujer dio a luz. Cuando estaba preparando la comida, llegó
a su casa un amigo de su esposo. Este había quedado con su esposo para ir a vender
sus cabras al mercado. Pero llegó tarde, cuando el marido de nuestra protagonista ya
se había marchado. En aquel momento no había coches, y la gente tenía que caminar.
Había que salir muy de madrugada para evitar el sol.
Moraleja: no hay que ser tacaño. Nos podría pasar lo que a esta mujer. Los cuentos del
mundo tradicional están allí para recordárnoslo, para instalarnos profundamente en la
realidad, para ayudarnos a saber lo que debemos o no hacer. En África, si uno tiene
algo, lo tiene que compartir con los demás, con el grupo, porque el grupo es lo primero,
lo más importante. No hay sitio para los solitarios, los egoístas, los tacaños, que
amenazarían la supervivencia de la comunidad.
2. La irrupción de la Historia
Allá por los siglos VIII-VI a.C. se dan toda una serie de invenciones y logros que
terminan con la destrucción del mundo tradicional y con la llegada de lo que conocemos
como la etapa histórica. La llegada del dinero, la agricultura a gran escala, las ciudades,
la filosofía, el pensamiento, la economía, etc. dan lugar a sociedades numerosas y
complejas, imposibles sin tales invenciones. Los conocimientos tradicionales son
inservibles e inútiles en estas nuevas sociedades. Los sapiens ya no se organizan en
pequeños grupúsculos autosuficientes que se dedican a la caza y a la recolección de
cuanto necesitan. Sapiens se establece de modo fijo en ciudades masificadas que
precisan de un poder que las dirija y de un grupo de ilustrados que las gestione. Estamos
hablando de las castas de reyes, políticos y de los funcionarios. Nace con todo esto la
desigualdad, que era inexistente en las sociedades tradicionales. Este nuevo contexto
necesita de unos saberes nuevos, distintos a las tradiciones, consideradas inútiles.
Nacen entonces lo que llamamos las disciplinas. Estas han llegado casi intactas hasta
hoy. Las asignaturas de los colegios e institutos y hasta los grados universitarios son una
muestra del saber parcelado en disciplinas. En un mundo complejo y abierto como este,
no todos pueden dominar todo. Surgen los especialistas. Estos son los que saben de una
sola disciplina.
En este momento histórico, el hombre libre debe ganarse un sitio en la plaza pública.
Solo es relevante quien pueda salir vencedor en las conversaciones, en los discursos y
en las polémicas (polemos en griego quiere decir ‘guerra’) políticas y ciudadanas. La
mejor forma para ser relevante en el nuevo mundo es dominar la oratoria. Solo
quienes dominan la oratoria son importantes. La importancia es política. La oratoria era
imposible en el mundo tradicional. En el mundo histórico es fundamental desde la
Antigüedad Mediterránea (griega).
En la Edad Media estas siete disciplinas eran las siete asignaturas que los nobles,
burgueses y la gente del clero estudiaban en las escuelas monacales, catedralicias y en
las universidades. Estos saberes se agrupaban en dos planes de estudio: el trivium,
que incluía a las tres primeras disciplinas, y el quadrivium, que englobaba a las
cuatro últimas. Adviértase el parecido muy razonable entre las asignaturas medievales y
las actuales. Solo hemos sido capaces de añadir la historia (que era inexistente entonces
y solo hemos tenido que esperar a que pasase el tiempo para escribirla) la gimnasia y la
ideología (educación para la ciudadanía o religión). Hemos degradado, de paso, algunas
otras de las integrantes.
La oratoria no es una disciplina como tal. Es considerada más bien un arte. Se dice
que la oratoria es el arte de hablar ante un auditorio con el fin de convencerlo a la
vez que se lo agrada. Al artífice de este arte se lo llama orador, y para llevarlo a cabo
debe dominar la disciplina de la retórica. No se debe confundir la retórica con la
oratoria. Mientras la retórica es la disciplina que estudia las reglas del lenguaje para
producir textos (orales o escritos) bien construidos, la oratoria es la utilización de la
retórica y su puesta en práctica en entornos orales con el fin del convencimiento y el
placer de un auditorio.
Lisias fue uno de esos logógrafos de la Antigüedad, aunque se cree que el mejor
orador antiguo fue Demóstenes. Sócrates, el maestro de Platón dedicado a la filosofía
fue un enemigo declarado de estos profesionales de los discursos orales. Él los llamaba
sofistas. Según Sócrates, los sofistas no solo no amaban la verdad, como sí hacían los
filósofos, sino que además cobraban dinero por su trabajo, de modo que fueron
comparados por él con las prostitutas. Protágoras y Gorgias fueron los sofistas más
relevantes de su época. Platón heredó del odio por los sofistas de su maestro y se
enfrentó también con ambos dos. Aristóteles recogió las enseñanzas de estos sofistas
y escribió su libro Retórica, que no ha sido hoy superado en su disciplina y sigue
siendo una referencia.
Cuando las conquistas de los siglos III y II a.C. permitieron a los romanos conocer la
cultura griega, la retórica fue acogida con entusiasmo por la nobleza filohelena (amante
de lo griego); sin embargo, en el Imperio Romano se produce la decadencia de la
oratoria por dos razones principales. La primera es que las facciones conservadoras la
consideraban como una herramienta con la que manejar fácilmente al pueblo. Entendían
que era una herramienta al servicio de la manipulación, por lo que era perjudicial para el
Imperio. En un principio se logró la expulsión de los rétores griegos (161 a.C.), y luego
de los romanos (92a.C.). Tiempo después los maestros de retórica volvieron a Roma, y
este arte acabó por formar parte, junto con la gramática, de los planes de estudios de los
jóvenes de la nobleza, con vistas a su preparación para la carrera política o el ejercicio
de la abogacía. En segundo lugar, el acúmulo de poder en una sola persona (el
emperador) que caracteriza al sistema imperial romano en su última etapa termina por
quitarle el sentido a la oratoria. Esta ya no sirve para la contienda política porque las
decisiones las toma el emperador y no necesita la justificación de nadie. Esto significará
la caída del imperio en el siglo VI d.C.
Marco Tulio Cicerón fue uno de los mayores expertos en oratoria de todos los
tiempos. De oratore es su libro más famoso. Marco Fabio Quintiliano mejoró incluso
la obra del anterior con los doce libros de su De institutione oratoria. Esta obra es
considerada la cumbre de las teorías sobre la oratoria.
Los géneros del futuro (genus deliberativum) son géneros que se orientan a
mejorar el mundo, a mostrar el deber ser. Aristóteles concibe así la política.
Los géneros del presente (genus laudativum) son epidícticos, y se agotan en la
señalación de los méritos de su objeto o tema, en una retórica de elogio y
censura.
Los géneros del pasado (genus iudiciale) se orientan a juzgar el valor de una
acción, su carácter moral. Son los géneros forenses.
“¡Muchachos!, estas historias que algunos medios están difundiendo por ahí sobre que
América quiere mantenerse al margen de esta guerra, que no quiere luchar, son un
montón de mierda. A los americanos tradicionalmente les ha encantado luchar. Todo
verdadero americano ama el rugir de la batalla […] No todos vosotros vais a morir.
Solo el dos por ciento de los que estáis hoy aquí morirá en combate. No se debe temer a
la muerte. Con el tiempo, la muerte le llega a todo hombre. Y todo hombre está
asustado en su primera batalla. Si dice que no lo está, es un maldito mentiroso […] Un
ejército es un equipo. Vive, duerme, come y lucha como un equipo. Todo este asunto de
la heroicidad individual es un montón de estiércol. […] Mis hombres no se rinden, y no
quiero oír que ningún soldado bajo mi mando ha sido capturado si no es porque lo han
herido. Incluso si os hieren, todavía podéis seguir luchando […] Todos y cada uno de
los hombres de este ejército juega un papel vital. Cada hombre es un eslabón vital de
una gran cadena. […] Por supuesto que queremos volver a casa. Queremos terminar
esta guerra. La manera más rápida para hacerlo es ir a por los bastardos que la
empezaron. Mientras más rápido sean borrados del mapa, más pronto volveremos a
casa […] La guerra es un asunto sangriento y mortal. Tendréis que verter vuestra
sangre, o ellos tendrán que verter la suya. Desgarradles el vientre. Dispararles en las
entrañas […] De vez en cuando habrá quejas de que estamos exigiendo mucho de
nuestra gente. Me importan una mierda ese tipo de quejas […] Hay una magnífica cosa
que vosotros muchachos podréis decir una vez haya acabado la guerra y estéis otra vez
en casa. Podréis estar agradecidos que dentro de 20 años cuando estéis sentados al
calor de la lumbre con vuestro nieto en la rodilla y os pregunte que hicisteis en la
segunda guerra mundial, no tendréis que toser, cambiarlo de rodilla y decirle, «Bueno,
tu abuelito cargaba estiércol en Louisiana». No señor, lo podréis mirar fijo a los ojos y
decirle, «Hijo, tu abuelito marchó con el Gran Tercer Ejército y con un maldito hijo de
puta llamado George Patton». Eso es todo.”
Tenemos ante nosotros un desafío de lo más doloroso. Tenemos ante nosotros muchos,
muchos largos meses de lucha y sufrimiento. Me preguntáis, ¿cuál es nuestra política?
Puedo deciros: es hacer la guerra, por tierra, por mar y por aire, con todas nuestras
fuerzas y con toda la fortaleza que Dios pueda darnos; hacer la guerra contra una
monstruosa tiranía, nunca superada en la lamentable historia de la criminalidad
humana. Esa es nuestra política. Me preguntáis, ¿cuáles son nuestros objetivos?
Responderé con una sola palabra: la victoria, victoria a cualquier coste, victoria a
pesar de cualquier terror, victoria, no importa lo largo y duro que el camino pueda ser;
porque sin victoria, no hay supervivencia.
Cuando creo mi propio puesto de trabajo quien se vende realmente soy yo. La oratoria
me permite venderme. Me convierto en el empresario de mí mismo. El mundo
moderno es el de la creación de las necesidades. El hombre primitivo tenía unas
necesidades, pocas, y las cubría a diario (supervivencia). Hoy, al tenerlas cubiertas,
debemos crear necesidades nuevas para ser realmente necesarios. Para ser necesario
debo inventar una necesidad a la que yo daré la solución que otros me comprarán. Steve
Jobs decía que para crear productos nuevos no se debía preguntar a los consumidores
qué necesitaban. Más bien al contrario, se les debía enseñar lo que iban a necesitar. Él
creía que el consumidor no sabe lo que necesita hasta que tú se lo enseñas. Nadie
necesitó un iPad hasta que él lo enseñó. Y lo hizo mediante una presentación de
producto (oratoria).
La oratoria es fundamental para convencer a los demás de nuestra
necesidad. Mediante la oratoria, puedo fabricar la sensación de escasez en los
compradores y puedo rellenarla con mis productos, servicios o soluciones, es decir,
conmigo mí mismo.
Uno de los productos de oratoria más importantes de la actualidad son las charlas
TED. Estas charlas TED son famosas porque mediante ellas, personas que
dominan un campo concreto, especialistas, exponen grandes ideas que merecen ser
compartidas y difundidas por el mundo. De hecho, el lema de estas presentaciones es
“ideas worth spreading”. El formato de18 minutos de presentación se ha estandarizado,
y se cree que es la mejor forma de presentar una idea ante alguien para convencerlo.
Hay libros acerca de cómo fabricar una charla TED que están basados en la oratoria y
en la retórica griega y romana.
En realidad, estas charlas no son un invento tan nuevo como parece, pues la oratoria
sigue teniendo el mismo objetivo que el que tuvo con la irrupción de la Historia en la
Antigüedad: la justificación de la desigualdad.
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#1_El_mundo_de_las_tradiciones_Prehistoria
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