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Por ejemplo, las grandes máquinas no existieron desde siempre. En algún momento de la
historia la vida de las personas, que estaban acostumbradas a trabajar solo manualmente,
cambió. Había que guardar esas grandes máquinas en un lugar: así nacieron las fábricas.
Las personas comenzaron a trabajar allí con horarios estrictos y jefes que les pagaban
todos los meses lo mismo (¡a veces muy poquito!).
Sí, con la vida de las fábricas, muchos trabajaban haciendo productos como zapatos,
juguetes o galletitas sin parar que después se vendían. Los que más ganaban dinero eran
los jefes exitosos, que a sus empleados les decían: ¡Vení a tal hora! ¡Te pago esto y no te
quejás! (Ellos eran los dueños de esas máquinas novedosas y caras y a veces se creían
también un poco dueños de los trabajadores). En esa época trabajan hasta los niños.
También trabajaban las mujeres embarazadas o las personas cuando estaban enfermas,
todos largas horas sin descanso.
Pero por supuesto seguro que sabés que los trabajadores tienen derechos. No son
esclavos. En esa época los empleados se rebelaron para exigirles a sus jefes derechos que
están escritos en las leyes de casi todos los países hasta el día de hoy.
¿Sabías qué…
Para reclamar que se cumplan sus derechos los trabajadores inventaron la huelga?
Huelga significa interrumpir el trabajo para que los jefes noten cuán necesarios son los
trabajadores para ellos y escuchen lo que tienen para decir.
Hoy en día podés ver a los sindicatos por televisión. Siempre que hay un conflicto en el
trabajo los representantes de los sindicatos piden que se los escuche (por ejemplo:
"¡Aumentó mucho la comida del supermercado y nuestros sueldos no aumentan!").
*Por empezar, derecho a tener un sueldo. Que todos los meses nos paguen una cantidad
de plata que alcance para alquilar una vivienda, alimentarse, pagar el transporte y vestirse.
*8 horas para trabajar, 8 horas para descansar, 8 horas para hacer lo que tengas ganas.
Los trabajadores no pueden trabajar más de 8 horas por día. Si trabajan más horas, eso se
considera horas extra y son horas que se pagan más caras.
*Aguinaldo. Dos veces por año, en julio y en diciembre, los trabajadores reciben sueldos
extra. Con esto pueden pagar alguna deuda, comprar un regalo o ahorrar.
*Obra social. Eso quiere decir que el trabajador y su familia tienen asegurado poder ir al
médico cada vez que lo necesitan y que los remedios no salgan muy caros.
*Licencias. Hay un montón de momentos especiales de la vida en los que uno tiene que
faltar al trabajo: en el embarazo, cuando recién nace tu bebé, cuando te enfermás. En estos
momentos nadie te puede echar. Te tomás una licencia y te tienen que seguir pagando.
*Indemnización. Nadie te puede echar de un día para el otro. Si eso sucede, tienen que
pagarte para que tengas dinero mientras buscás un nuevo trabajo.
*Jubilación. Todos los meses se guarda una parte del sueldo que va a ser la que recibas
cuando te jubiles. Es decir, cuando seas mayor y tu cuerpo esté cansado para seguir
trabajando.
Todos tenemos derecho a trabajar pero no todos son contratados por alguien. Hay muchas
personas que inventan su propio trabajo: salen a vender golosinas en el tren, paltas en la
calle, reciclan basura, pescan o cuidan coches, entre otras actividades. Son los trabajadores
de la economía popular: entre 3 y 6 millones de argentinos y argentinas. Lo hacen sin jefe…
y en principio, ¡sin sindicato! Entonces, ¿cómo se aseguran de que se cumplan sus
derechos? ¿Qué hay de sus vacaciones, su obra social o su jubilación? Ya te lo voy a
contar, pero antes, vamos a conocer cómo trabajan estas personas.
Juana (cartonera)
Soy Juana. Hace muchos años soy cartonera y todas las noches recorro la ciudad juntando
plástico, papel y cartón que se puedan reciclar. Seguramente te enseñaron en la escuela lo
importante que es separar la basura antes de tirarla. Si vos tirás yerba con cartón, ese
cartón sucio y húmedo ya no sirve y va a parar con la basura que no se puede reciclar, y
que termina quemándose o enterrándose. Nosotros, los cartoneros, cuidamos el medio
ambiente reciclando todo lo que podemos.
Yo voy casa por casa y paso por algunos negocios. Hay un almacén chiquito que tiene un
montón de cajas y siempre se acuerda de mí y me las tiene preparadas. Estoy contenta
porque además logramos que un gran supermercado nos deje su basura.
Soy bastante musculosa. Mi hijo Francisco me dice que soy como una superheroína que
arrastra un carro muy pesado y cuida el medio ambiente. Él antes venía a cartonear
conmigo, pero desde que se abrieron guarderías nocturnas por suerte no me acompaña
más.
Cuando termino de juntar la basura en la calle me voy a un centro de acopio. Son unos
galpones gigantes donde separamos los distintos tipos de plástico y los distintos tipos de
papel (podríamos venderlos así nomás, sin trabajar tanto, pero nos pagarían menos).
En el centro de acopio estoy con mis compañeros de trabajo. Antes estos lugares no
existían y yo llevaba mi carro a casa, que queda lejos. Era muy cansador y además ya no
tenía espacio. A donde miraras había botellas, papeles de diario o cajas. En el centro de
acopio además tengo con quien conversar, mientras otros compañeros separan los residuos
que pasan por una cinta transportadora y los dejan bien ordenados. También los podemos
enfardar: aplastar el material y atarlo con cintas, como hacen en el campo con el pasto.
Cuanto mejor entreguemos la basura mejor nos pagan, por supuesto.
Yo trabajo en una cooperativa. Esto quiere decir que trabajo en grupo. Cuando empecé era
distinto. Iba cada uno por su lado y el que encontraba algo primero se lo quedaba. No
faltaban las peleas, pero un día una amiga me abrió los ojos. Ella antes de ser cartonera
trabajaba en una fábrica y con sus compañeros siempre se unían para pedir mejoras que
les correspondían. Me explicó que la unión hace la fuerza y que la solidaridad es
importante. Antes yo trabajaba toda la noche y después me iba a vender lo que había
recolectado a un señor que me quería pagar muy poco. Si yo le exigía más me ignoraba y
no me compraba nada, total, sabía que algún otro cartonero vendría enseguida y podría
comprarle. Pero todos juntos podemos negociar mejor y decirle: “Si no nos pagás lo que es
justo ninguno de nosotros te va a vender”. Y por supuesto no se puede negar a la gran
cantidad de basura que con tanto esfuerzo juntamos todos.
También nos compramos cosas juntos, como una máquina nueva y muy buena que tritura el
plástico. ¡El plástico ya triturado es mejor, listo para reutilizar, y también nos pagan más!
Además somos reconocidos por el Estado como si fuésemos una empresa y como a las
empresas, nos ayudan. Reconocen que nuestro trabajo es importante.
Nos dieron uniformes que nos identifican con franjas reflectivas que nos iluminan en la
oscuridad. Es más seguro. También guantes que nos protegen, antes me vivía cortando los
dedos.
¿Sabías que…
En algunas ciudades, los hijos de los cartoneros van a la guardería desde las cinco de la
tarde hasta las doce de la noche? En una época era muy común ver a los niños arrastrando
carros por la calle junto a sus papás, cansados y tomando frío. Desde hace unos años
tienen guarderías donde comen, juegan y descansan junto a otros hijos de cartoneros.
Vean levantarse
a los cartoneros.
ruedas y chapa,
y otros se hamacan.
buscan y sacan,
de nuestra patria.
nuestras montañas
de basura serían,
bichos y arañas.
El cansancio de todos
los cartoneros
no se ve en el camión
que los lleva lejos
ya entrada la noche
de mil cabezas.
Aunque solitarios
parezcan todos
y de algunos pocos,
trabajadores,
caminando juntos
cuatro estaciones:
Verano y otoño
primavera, invierno
ven organizarse
de la economía
como en la naturaleza
de anchas avenidas.
la noche estrellada
de espaldas cansadas.
muy organizados
María Lucesole
Soy María y vendo chipa que cocino en mi casa. Me levanto muy temprano todos los días y
hasta que no vendo la última no vuelvo a casa. Siempre me podrás ver en Retiro, una zona
de la ciudad de Buenos Aires donde hay mucha gente que va y viene apurada tomando
colectivos, subte y trenes, y yo los tiento con una chipa para el camino. Es una receta que
me enseñó mi mamá en Paraguay. Estoy todos los días, menos cuando llueve. ¡Esos días
viene Rodrigo, mi hijo, que vende paraguas!
Soy Jorge y vendo alfajores que compro al por mayor. Es decir, compro cajas en negocios
donde compran los kiosqueros y vendedores como yo. Entro al tren diciendo así: “Damas y
caballeros, tengan todos un muy buen día, les vengo a hacer entrega de estos exquisitos
alfajores para degustar en el viaje o compartir con la familia, a precio insuperable.
¡Aproveche la oportunidad!”.
Soy Elazh y vengo de Senegal, un país que queda en África. Allá tengo a mis padres, a mis
hermanos, a mi novia y a mis amigos, extraño mucho, pero hay poco trabajo. Me gustaría
que me contraten en algún lugar pero tengo que aprender mejor el idioma español . Acá
vendo lentes de sol. El día más triste: cuando la policía me quiso sacar toda mi mercadería.
Por suerte, los vecinos del barrio, que me conocen, me defendieron y le pidieron que me
dejen trabajar. ¡Trabajar es un derecho!
¿Sabías qué…
en febrero del 2019 se prohibió la venta ambulante de choripanes alrededor de los estadios
de futbol? Comer en los puestitos era una costumbre de los hinchas y una gran oportunidad
para muchos trabajadores de la economía popular. Entonces los trabajadores se
organizaron para defender su fuente laboral. Hicieron carteles que decían “¡Si al choripán!”,
pusieron una parrilla enorme en el medio del obelisco y juntaron firmas.
¿Sabías qué…
Estos trabajadores tienen algunos problemas con la ley? Muchas de sus actividades no
están reguladas adecuadamente y entonces los persigue la policía.
Ellos defienden un derecho más importante: el derecho que todas las personas tenemos a
trabajar. Como no pueden pagar un local para tener su propio negocio venden la
mercadería en las calles y muchas veces los persigue la policía.
Las leyes se escriben para hacer mejor la vida de la mayor cantidad de personas, se
discuten, se votan y cambian con el tiempo. Estos trabajadores piden que pongan reglas
para su trabajo y proponen, por ejemplo, hacer ferias: que les permitan estar juntos en la
plaza vendiendo en un horario determinado.
ofreciendo en trenes
O perfumadas flores
Ofreciendo su novedad
Brillantes anillos
Camperas, mochilas,
Juguetes a pilas.
Buscando la suerte.
te ofrecen un café
Están en primavera,
Francisco Garamona
Nuestras casas son muy precarias, porque nuestros contratos de alquiler no nos permiten
hacerlas de cemento. Además, en el medio del campo no hay cloacas ni agua potable y la
escuela y el hospital nos quedan lejos. Por eso, muchos pensamos en dejar el trabajo y
mudarnos a la ciudad. Cada vez menos gente vive en el campo. Los hijos de nuestra familia
vecina ya se fueron a La Plata y a Buenos Aires y se convirtieron en vendedores callejeros.
Pero tampoco es fácil: ¡en la ciudad hay mucha gente y están todos amontonados, extrañan
despertarse con el sonido de los pájaros y mirar el horizonte, a su familia y al trabajo que
saben hacer!
¿Sabías qué…
¿Sabías qué…
El mayor problema de estos trabajadores es lo caro que les sale alquilar la tierra? En
General Pico, una localidad de La Pampa, encontraron una solución: el gobierno les dio
gratis a los agricultores 40 hectáreas de tierra que no tenían dueño para que trabajen.
¡Imaginate que otras tierras desocupadas sean cedidas a los que más las necesitan para
asegurar su derecho a trabajar y tener una vivienda! Muchos trabajadores que tuvieron que
mudarse a ciudades están volviendo al campo gracias a esta iniciativa.
En el mundo
Y en los campos
Canta el grillo
Y una lombriz
se pasea
Por un árbol
De membrillo.
Un agricultor
Va sembrando
Papa, zapallo,
y tomillo,
va por el campo
cantando
con su pala
y su rastrillo.
De pronto se hace
De noche
Y se oscurece
El planeta
Y él se va a descansar
Tendido en su colchoneta.
El cielo
Se puso
Oscuro
Y el grillo
Se fue a dormir
Y en su sueño
la lombriz
Francisco Garamona
Los trabajadores de la economía popular estaban solos, sin jefe ni sindicato. Dependían
solo de si mismos… hasta el año 2011. Fue entonces cuando se reunieron pensando:
“¡Todos los trabajadores tienen derechos! ¡Nosotros también somos trabajadores aunque no
estemos en blanco! ¡Si pudimos inventar nuestro propio trabajo podemos inventar también
un sindicato, un sindicato muy especial!”, y se pusieron de acuerdo en la creación del primer
Sindicato de Trabajadores de la Economía Popular.
Hicieron reuniones entre carritos, golosinas y bolsas de verdura para escuchar sus
problemas: la policía que no los comprendía porque muchos de sus trabajos todavía no
estaban dentro de la ley, lo difícil que era llegar a fin de mes a pesar de que trabajaban muy
duro, tener que trabajar enfermos, entre otras injusticias.
Había que hacer un plan y mostrarles a los gobernantes que existían, que se esforzaban, y
que necesitaban que se comprometan para protegerlos como a los demás ciudadanos.
Comenzaron a hacer manifestaciones en la calle para hacerse notar.
Así consiguieron el Salario Social Complementario. Lo que ganan con sus actividades no
les alcanza, entonces el país se compromete a pagarles todos los meses una suma de
dinero para que puedan llegar a comprar lo que necesitan para sus necesidades básicas.
Aún luchan porque los gobernantes cuiden otros derechos. Sus sueños son tener jubilación,
obra social y vacaciones.
Antes, estando desunidos, había más peleas: dos cartoneros disputándose una misma pila
de cartón, algún vendedor ambulante celoso de un vendedor nuevo… hasta que
comprendieron que todos los trabajadores de la economía popular comparten dificultades y
que siendo solidarios se fortalecen.
¿Sabías qué…
además de reclamar en las calles por leyes que protejan sus derechos básicos como
trabajadores, en el sindicato buscan soluciones ingeniosas a sus problemas? Por ejemplo,
organizan clases de español para los vendedores ambulantes senegaleses recién llegados.
Otra acción solidaria del sindicato: consiguieron médicos para abrir una salita de salud en el
medio del campo y que los agricultores puedan vacunarse.
Agradecimentos:
A Violeta Pastoriza