Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Las confesiones son la obra donde San Agustín se encamina a favor de una alabanza ideal. El santo obispo
asume una actitud de hijo enamorado, tanto de su madre Mónica, actitud que exalta el santo en sus años de
madurez, como también del sumo bien; Dios. Para ese entonces el concepto acerca de Dios ya había adquirido
otro sentido, a diferencia del mundo griego, ahora se apreciaría como un ser individual.
Agustín marcó una diferencia crucial dentro del pensamiento patrístico, sus confesiones son la pauta para el
cristiano ferviente. Tómase de las confesiones el modelo, el arquetipo de hombre redimido, del hombre
arrepentido por los pecados (errores) de antaño. Así, San Agustín suplica y pide asistencia hasta por lo
cometido en la infancia, proponiendo el de Hipona, perdón para con sus errores infantiles y precoses. Hasta en
la infancia llegó a pecar san Agustín , porque estaba lejos de la verdad, así nos confiesa él. Siendo un hombre, le
Son trece los libros que conforman a las confesiones, en ellos se denota claramente el recorrido lineal de la vida
de san Agustín, desde su infancia hasta su invocación al Dios cristiano. Es la historia de un hombre que visto
desde un punto determinado, conoció la oscuridad, ilusión pura, para acceder a la luz que emana del bien
supremo, todo esto, producto del orden de la providencia y la gracia del señor. La vida de Agustín es toda una
peripecia, diversas situaciones, en las que tiene que sufrir la muerte de sus seres queridos y allegados, donde
parece que va perfeccionándose, purificándose el oriundo de Tagaste gracias a las experiencias, y porque se
Dentro del maniqueísmo el de Hipona enfrenta serios líos y contradicciones, debido a que el espíritu de San
Agustín es filosófico y mas allá de ello, es fiel para con el padre, cosa que él mismo diría al momento de
elaborar sus confesiones. Lejos de las “tablas de Mani” difunde la verdad del cristo. Agustín es un “guerrero”
que trata conciliar la fe y la razón, por eso lucha contra las inconsistencias, que él percibe en el maniqueísmo.
Tras un recorrido de vida, con trasfondo psicológico, el de Hipona se libera, reafirma, interioriza, contempla,
reflexiona y discierne, cual buen filósofo. Aunque crítica la soberbia del filósofo que atiende al saber sólo de las
cosas del mundo. La filosofía en esta época emprendía otro sendero, donde poco a poco se convertiría en la
sierva de la teología. De este modo, Agustín trata de conciliar la filosofía y la religión, con una actitud de: “saber
leer en el interior del ser, para creer y creer, para leer en el interior del ser”.
Al plasmar de esta forma su pensamiento el santo, notamos con gran claridad como se compendia el
pensamiento griego; claro está, enfocado hacia otro rumbo, desde lo retórico, hasta lo platónico, marcando una
diferencia crucial desde ese momento, la cual, llegaría hasta la edad media. Muchos dicen que hablar de san
Agustín es hablar de la patrística, si bien sabemos que el santo produjo una gran cantidad de material literario,
las confesiones son una obra de suma importancia no sólo porque son una especie de autobiografía,
explícitamente hablando, sino porque en ella vemos como él, siendo ejemplo con su vida misma, dejo atrás el
vicio propio del hombre y fue evocándose paulatinamente en dirección a la línea trazada por las enseñazas de
Cristo.
Versado en las artes retóricas, Agustín conoce ciertos textos y sobre otras cosas, carga con él, las dotes de
persuasión, propios del gran retórico. El santo conoce el latín pero confiesa que el griego no es completamente
de su agrado. Sin bien fue maniqueo y cayó en la creencia de la existencia del mal y en un sin numero de
Las confesiones son muestra del trayecto que la vida de san Agustín recorre, esto, en voz del propio doctor de la
patrística. San Agustín abogaba por el proceso de interiorización, ya que para él, el hombre se caracterizaba por
una actitud de búsqueda constante que lo conduce a la auto-trascendencia, a buscar más allá de sí mismo. El
punto de partida para la búsqueda de la verdad (Dios) no se halla en el exterior sino en el interior; es decir, en
la intimidad de la conciencia. De esta manera el pensamiento agustiniano emprende su andar, de una llamada
a la interiorización. Así “la verdad habita en el interior del hombre”. El obispo interioriza y se mueve dentro de
un proceso reflexivo. Si bien sabe Agustín, que el padre conoce ya, antes y después lo que hará el hombre, la
confesión significa; la purificación, donde el hombre por medio de la voluntad se conduce hacia Dios. El
hombre es libre por su voluntad no por su razón, esta es una gran diferencia entre el pensamiento griego y el
agustiniano, donde posteriormente será alimento para el medieval. Ya no se rige el hombre por la autarquía.
Con Agustín la vida (destino) se da en la providencia. Además a diferencia de los maniqueos, vemos como en
las confesiones, el concepto de Dios, se propone como un ser incorpóreo. Si, pues, en el pensamiento
patriótico-agustiniano, el mal sólo es ausencia de bien; como cristiano Agustín deja atrás la cosmovisión
Al final vemos como el de Hipona se acurruca en los brazos sutiles e intangibles pero omnipotentes y
omnipresentes del señor. Si, ahora Mónica, la fiel madre del santo, a diferencia del padre de Agustín gentil y
con sangre romana, podrá estar tranquila porque, ella, que tanto veneraba a su hijo estando el oriundo de
Tagaste en la flor de su juventud, le rogaba a la providencia, esperando que ésta, le brindara razón y luz. Al
hijo , este hombre que corrompido por el vicio, que lo llevaba a permanecer distante de Dios, según la propia
pluma y tinta del obispo, después seria santo y confesaría al cielo su vida misma, uniendo así su dirección al
caminar divino.
A lo largo del texto y a partir de esta primera idea, San Agustín nos va
a acercar de forma individualizada al tratamiento de cada una de las
tentaciones que, de forma natural son inherentes al cuerpo humano,
puesto que algunas de ellas son carácter físico como, la gula, la
concupiscencia, los olores, ó las tentaciones de la vista, y otras que
pertenecerían a la parte racional como son, la curiosidad, el orgullo, las
alabanzas humanas, la vanagloria o la tentación de la
autocomplacencia.
Es aquí donde quisiera retomar la reflexión que hacía sobre la idea que
me ha parecido que vierte el autor, en el sentido de relacionar la
obtención de placer como algo contrario a la idea de alcanzar el estado
de perfección del alma, aunque, por supuesto, hay que tener en cuenta
que lo que aquí cuestiono no es la teoría general del autor sino, un
extracto de una obra suya, por lo que la objeción podría parecer
sesgada o errónea, a cualquier conocedor profundo de las teorías
generales de San Agustín, pero se trata de la aproximación que un
profano podría hacer desde mi subjetiva opinión, a esta obra , y por
tanto desde ese planteamiento mi observación se centra sobre todo, en
las dos cuestiones planteadas.