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Nacionalismos Enrique García Ballesteros

[Estos apuntes son una guía escrita de lo que se explica en clase y que complementan el tema del
nacionalismo que figura en el libro. Es responsabilidad del alumno preparar los temas con todos los
materiales de que dispone y con los que pueda encontrar.]

1. Introducción

Los nacionalismos son fuerzas ideológicas que dan vida y desarrollan el concepto

político de nación. Su principio básico es la identificación entre la unidad nacional y

la política, entre la nación y el Estado. Se reafirman no sólo en función de las

características comunes de un grupo, sino también en función del grado de

antagonismo respecto a otros.

Definir el concepto de nación es más difícil. No siempre tiene relación directa

con el nacionalismo. Ante todo, no hay que confundir ni asimilar como equivalentes

patriotismo, irredentismo o nacionalismo; ni tampoco nación, cultura, pueblo o

patria.

Otra precaución obligatoria es no hablar singularmente de «nacionalismo» en

todas las ocasiones. Es mejor hablar de nacionalismos, pues son muchos y muy

distintos. Pese a que históricamente persigan un mismo objetivo, el Estado-nación,

su origen y motor, sus medios y organización, sus logros y consecuencias, su base

social y su justificación ideológica y cultural, son muy distintos, lo cual nos obliga a

desechar una teoría general de interpretación.

Nación (del latín natio: nacimiento, pueblo, especie, clase).


2. Origen del término:

En la antigua Roma se usaba nationes para hablar de los pueblos bárbaros

(extranjeros) frente a civitatis (ciudadanos, ciudadanía, el pueblo romano con

derechos). En la Edad Media se usaba para designar a los grupos de alumnos de las

universidades según su procedencia: franceses, normandos, borgoñones, ingleses,

catalanes, españoles… Durante la Edad Moderna, se llamaba naciones a los otros,

pero no existía un sentido colectivo claro desde uno mismo.

Una parte del sentido actual de nación nace en el siglo XVIII como un conjunto

de ciudadanos en los que reside la soberanía constituyente de un Estado (el pueblo),

pero también como comunidad definida por una lengua, unas raíces, una historia,

una cultura, una literatura o un espíritu comunes (esto es lo que más se parece al

sentido actual que se le suele dar al término «nación»).

Hay muchos tipos de nacionalismos, pero una de las diferenciaciones más

tradicionales tiene que ver con lo dicho anteriormente: define un nacionalismo

político, fundamentado en la lealtad al Estado-nación (que en el Occidente

desarrollado equivale al sistema liberal-democrático); y un nacionalismo cultural,

cuyo objetivo es la nación en sí (no concebida como un artefacto al servicio de la

vida política).

El nacionalismo político tiene su referente en el caso francés, en la

Revolución de 1789: la nación como soberanía del pueblo que se opone al

absolutismo del Rey; es decir, antes el Estado era el Rey («El Estado soy yo», la frase
que se atribuye a Luis XIV), ahora el Estado es la nación (el pueblo), mediante un

contrato voluntario.

El nacionalismo cultural, por su parte, tiene su referente en el nacionalismo

alemán que a la postre conduce al nazismo (nacionalsocialismo). El nacionalismo

cultural es un nacionalismo que considera la nación como un organismo biológico,

que está ligado a la Historia, a un espíritu del pueblo (Volkgeist), que es como un

alma colectiva, que es preexistente (o sea, que existe desde siempre), que está

destinada a perpetuarse y que se manifiesta especialmente en la lengua y en la

cultura.

El nacionalismo cultural se basa en una selección de ideas kantianas y

postkantianas (como el concepto de autodeterminación individual, de Kant; la

identificación del individuo con el Estado, de Schelling; el universo como un todo

orgánico, de Fichte—; el Estado nacional como un perfecto organizador político, de

Herder, etc.), que son amalgamadas y degeneradas al excluir otras ideas de los

mismos autores como la abolición de favoritismos (igualdad) y el respeto a la

diversidad. Por eso es un error considerar a Kant, Fichte o Herder como los

creadores de la ideología dominante en el posterior nacionalismo alemán.

Este nacionalismo cultural que se desarrolla especialmente (o

paradigmáticamente) en Alemania posee además una característica exclusiva: la de

cometer y justificar atrocidades masivas en nombre de la raza (no tanto de la nación)


y contra los propios europeos. Sin embargo, el nacionalismo cultural ha sabido en

ocasiones adaptarse o integrarse en el sistema liberal-democrático.

3. El Estado:

Como se ha expresado al comienzo, el principio básico de los nacionalismos es la

identificación entre la unidad nacional y la política, entre la nación y el Estado.

Estado (del latín status: estar parado, establecido, statu quo).

El Estado es una organización política constituida por instituciones burocráticas

estables, mediante las cuales se ejerce el monopolio de la fuerza sobre una

población dentro de unos límites territoriales. Cuando se habla, por ejemplo, de

razón de Estado, significa que se puede perjudicar a algunos para beneficio de todos.

El Estado, por tanto, implica: un territorio, una población estable y una

soberanía. También implica la existencia de una autoridad (una unidad de

dominación).

Cuando a ese Estado, se le suman el imperio de la ley (la ley prima sobre

cualquier otro principio gubernativo, especialmente contra la tiranía y la

arbitrariedad del poder político) y la división de poderes (ejecutivo, legislativo y

judicial), hablamos de un Estado de derecho.


4. Estado-nación:

El Estado-nación es una forma de organización política caracterizada por tener un

territorio delimitado claramente, una población constante y un gobierno. El

concepto «Estado-nación» mezcla un término jurídico-político con uno histórico-

étnico-cultural.

Aunque los antecedentes se encuentran en el Tratado de Westfalia de 1648,

se consolida tras la Revolución Francesa de 1789.

Es en el siglo XIX cuando se considera que el Derecho emana del Estado-

nación y se silencia cualquier teoría contraria a esta.

5. Patria:

La patria es, literalmente, la tierra de los padres, la tierra natal a la que uno se siente

vinculado.

6. Romanticismo:

El Romanticismo es un movimiento cultural que se originó casi al mismo tiempo en

Alemania y en Gran Bretaña a finales del siglo XVIII como una reacción contra la

Ilustración y el Neoclasicismo, confiriendo prioridad a los sentimientos frente a la

razón y, como decía Emilia Pardo Bazán, encaminado hacia tres direcciones
dominantes: «el individualismo, el renacimiento religioso y sentimental después de

la Revolución, y el influjo de la contemplación de la naturaleza». Otros rasgos

principales son el irracionalismo, la soledad, la libertad, el subjetivismo, el idealismo,

acudir a la historia, los sentimientos frente a la razón, el nacionalismo (se defiende el

concepto de pueblo como conjunto, al que pertenecen individuos concretos que

comparten rasgos comunes: lengua, costumbres, folclore, leyes… Así recuperan los

poemas épicos, las leyendas y tradiciones locales, el uso de las lenguas vernáculas —

gallego, catalán…— y la exaltación de la patria).

Frente al expansionismo universalista napoleónico, el Romanticismo fue una

reacción que defendía el particularismo de personas y pueblos. Vincula a estos con

sus raíces, su lengua y su relación con un pasado mitificado.

El Romanticismo tiene gran influencia en el arte y la literatura (Géricault,

Delacroix, Turner, Friedrich, Bécquer, Beethoven, Verdi…). Igual que los racionalistas

(ilustrados) miraban a la Grecia clásica (Neoclasicismo), el Romanticismo viaja a

lugares oscuros y remotos, se inspira en un pasado mítico medieval y en los pueblos

de Oriente.

El nacionalismo es la expresión política del Romanticismo.


7. Nacionalismo político y cultural:

El nacionalismo político, liberal, defiende la libertad de los pueblos, la nación que

surge como voluntad del pueblo. Es un deseo personal, un pacto (como en Francia o

en la Unificación Italiana). Son ideas procedentes de la Ilustración: Jules Michelet,

Giuseppe Mazzini.

El nacionalismo cultural, conservador, considera a los pueblos como

realidades históricas preconcebidas. Así, la voluntad de los pueblos no sería más que

la manifestación de la existencia objetiva y previa (preexistencia) de la nación. Y

además, la nación tendría un destino histórico. Esta correiente la representan

Goethe y Fichte: Unificación Alemana.

El nacionalismo, como hemos visto, se reafirma también frente a los demás.

Es decir, Lo que yo soy lo soy en la medida en la que los otros no lo son; es decir, me

defino en contraposición a los otros, al otro; es decir, es excluyente, excluye a los

que no son como yo.

Cuando este sentimiento se confunde con la patria y se vincula además con la

religión como algo identitario, puede ser muy peligroso. Por ejemplo, el

nacionalcatolicismo franquista o el conflicto que generan los croatas (católicos), los

serbios (ortodoxos) y los bosníacos (musulmanes) durante la la guerra de Bosnia-

Herzegovina.

El nacionalismo actúa en algunos lugares como fuerza centrípeta (cuando hay

un vector de fuerza dirigido al centro de la circunferencia), es decir, como


aglutinador de pueblos con cultura o lengua comunes, como ocurre durante la

unificación de Alemania; pero otras veces actúa como fuerza centrífuga (cuando el

vector de fuerza huye del centro), es decir, como disgregador, como ocurre en los

Balcanes.

8. Otras cuestiones sobre el nacionalismo:

«El nacionalismo utiliza el pasado para subvertir el presente» (Elie Kedourie).

 El nacionalismo y la izquierda

El nacionalismo no es de derechas ni de izquierdas. Por ejemplo, el

internacionalismo marxista (la lucha de clases internacional) se ha visto en ocasiones

compatibilizado con la lucha nacional. Marx y Engels lo justificaban si servía de ayuda

para crear un marco capitalista que propiciase el acceso al socialismo, aunque en

general existe cierto silenciamiento marxista sobre el tema nacional.

Los criterios leninistas dependían de si el nacionalismo hacía avanzar o

retroceder la revolución. Otto Bauer y los llamados «marxistas orientales» lo

apoyaban para solucionar los problemas del Imperio Austrohúngaro. Rosa

Luxemburg y los llamados «marxistas occidentales» despreciaban la lucha

nacionalista: debía primar ante todo la lucha de clases.

 El nacionalismo y la autodeterminación
En nombre del nacionalismo se han cometido atrocidades. El nacionalismo es

injustificable por su carácter excluyente intrínseco. Sin embargo, es frecuente un

«conflicto moral» por la recurrente legitimación nacionalista de los movimientos que

luchan por su, en principio, justa autodeterminación. El concepto de

autodeterminación en las relaciones internacionales se ha vinculado a la

descolonización, a la vez que se omitía el imperativo territorial, y no por descuido.

También se considera como problema interno la secesión dentro de un Estado de

derecho (lo que supone la protección explícita de los Estados-nación del Occidente

desarrollado).

Hay que tener claro que un buen gobierno no depende de la

autodeterminación. Y, por supuesto, que un Estado-nación no garantiza la

prosperidad. La autodeterminación de un Estado no acaba con la heterogeneidad, y

la imposición de la homogeneidad hará que fructifiquen nuevos nacionalismos.

 Tipos de estados-nación

Tampoco es vinculable a una sola ideología la tendencia al centralismo nacional o al

federalismo. De esta forma, en Europa, la descentralización se entiende desde el

punto de vista progresista y, en Estados Unidos, es reclamada por sectores

conservadores.

El Estado-nación puro es sólo un tipo ideal de Estado (tradicionalmente

identificado con Francia). Pero existen Estados plurinacionales (España), naciones


pluriestatales (EE. UU.), naciones separadas en varios Estados (Corea), Estados sin

nación (Laos, que fue creado por decreto) o naciones sin Estado (el pueblo kurdo).

9. Algunas preguntas sin respuesta:

A pesar de los estudios que se hagan, quedan siempre algunas preguntas sin

respuesta sobre las que vale la pena reflexionar: ¿Qué patrones han de seguirse para

definir la nación? ¿En qué espacio marco ha de funcionar la democracia, en el

impreciso de la nación o en el del Estado? ¿Cómo se mide la capacidad de un

territorio para la estatalidad? ¿Tiene más derecho a reclamar la autodeterminación y

su autonomía política un pueblo por el hecho de haber sido más oprimido que otro?

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