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Ensayo y Book Review

Nacionalismo en Hobsbawm. El concepto de Nación en España y su


influencia en la gobernabilidad.
Pablo Iglesias Ordóñez
Máster de Estudios Latinoamericanos.
Universidad de Salamanca

Nota del autor.


Me ha parecido profundamente interesante aprovechar el marco de la asignatura
de Gobernanza para hablar de la cuestión nacionalista en el pensamiento de Eric
Hobsbawm, abarcando un número amplio de obras a modo de book review ampliado
con tesis de diferentes autores para acabar acometiendo un pequeño análisis de la
situación en España destinada a tratar directamente la situación del ascenso del
radicalismo que se ha venido dando en el territorio hasta hace unos pocos años. Es por
lo tanto un intento de abordar desde una perspectiva materialista un análisis práctico del
nacionalismo periférico y nacionalismo español pero sin olvidar reflexionar sobre como
compromete o influye en la gobernanza.

Introducción a los conceptos de nación y nacionalismo

La nación es un campo de análisis confuso, una caja negra porque está unida a lo
que uno cree, lo que uno siente, más que en lo que realmente se es. Hablar de
nacionalismos, de existencia de naciones y de identidades nacionales presenta un
problema de conceptualización debido a diversas cuestiones, principalmente a la
historicidad del fenómeno nacional ya que éste se remite a un momento histórico
específico en Europa occidental que luego se extendió por el resto del mundo.
Normalmente se habla de diferentes olas de nacionalismo: una primera a finales del
siglo XVIII y comienzos del siglo XIX que da lugar a los Estados-Nación clásicos
europeos, una segunda ola que se da en el período de entreguerras extendiéndose el
concepto de nación por los países del tercer mundo (continúa tras la II Guerra Mundial),
y por último una nueva ola que se da a partir de los 70 dentro de los estados nación
occidentales ya establecidos.

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Debido a esa dificultad para definir nación, se hace necesario acercarnos a la
forma en que los actores sociales definen lo que es una nación: cuando se habla de
nación estamos ante una categoría social, no nos interesa la cientificidad ni la veracidad
del concepto sino la plausibidad de esa idea, el éxito que tienen los actores al definir una
realidad social como nación. En definitiva, debemos entender a la nación como una
categoría social inventada y fabulada por los propios actores (Anderson 1991).

Podemos exponer tres tipos ideales de nacionalismos, es decir, tres conceptos o


ideas sobre cómo construir la nación: 1) El concepto civil de nación, que da lugar al
nacionalismo civil; 2) el concepto étnico de la nación, que da a lugar al nacionalismo
étnico; y 3) el concepto pluralista de nación, que da a lugar al nacionalismo pluralista.
La concepción del nacionalismo civil, basada en que la nación se construye en base a
los ciudadanos y no por rasgos étnicos ni culturales, está ligada por completo a las ideas
de la Revolución Francesa, en cuanto la nación deriva de un ordenamiento legal, y esa
comunidad de vecinos amparada bajo el Imperio de la Ley (y no del Rey) deriva a su
vez de un territorio. A pesar de que es un nacionalismo basado en la legalidad, es obvio
que responde a la preponderancia de un grupo social o de una etnia dominante. En el
caso de Francia y su revolución, la preponderancia era de los franceses de clases
populares y burguesas que se rebelaron contra el Antiguo Régimen. En el caso de
España y su Constitución de Cádiz, el grupo social dominante no fue una clase como
tal, sino que tuvo un componente completamente nacionalista: la lucha contra el invasor
francés, y ya de paso la constitución de la nación española, que acogería a todos los
españoles bajo la Ley, pero también bajo un Rey español y no extranjero. Es decir, la
revuelta de Mayo contra los franceses constituye el punto clave en la construcción de
España como unidad nacional de ciudadanos.

El nacionalismo étnico se caracteriza porque la nación se funda en


componentes de etnicidad como la raza, la lengua o la cultura; es decir, la nación es
fruto de una etnia preexistente, y el nacionalismo étnico actúa por tanto como la
expresión política de esa etnia preexistente. El problema es que lo importante en este
tipo de naciones es la autenticidad de tipo cultural que conlleva acciones y actitudes
muy cercanas al racismo, aunque en el fondo todas las naciones tienen rasgos étnicos
más o menos acentuados que pueden conllevar actitudes racistas.

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Por último, el nacionalismo pluralista presenta una nación plural, en la que
conviven diferentes culturas, diferentes etnias y diferentes grupos y todo está unido bajo
una cultura política basada en el respeto. Es decir, la etnia dominante respetará las
singularidades de las etnias minoritarias que son reconocidas. En este tipo de
nacionalismo podríamos acoger a las naciones que se crearon bajo la unión de muchas
etnias, es decir, aquellos países creados por inmigrantes: Estados Unidos de América,
Australia, Nueva Zelanda, Argentina, etcétera.

Esta última concepción pluralista conlleva cierto debate respecto a la


posibilidad que tiene de perdurar en el tiempo en aquellos Estados nacionales donde
haya etnias permanentes. El teórico Anthony D. Smith consideraba que no ya que, en
primer lugar, donde ya existe una etnia dominante es casi imposible que renuncie a sus
privilegios, al bienestar, a la certidumbre, a la seguridad en normas y los valores que
han conseguido respecto a las nuevas etnias. Pero además no puede mantenerse una
concepción pluralista porque tiene problemas internos, es decir, no siempre se tiene
claro que es lo que hace que un ciudadano pertenezca a una nación. Además, Smith
concluye el tema expresando lo siguiente: en su momento existieron naciones
pluralistas, pero ya dejaron de serlo por la imposibilidad de una nación pluralista a largo
plazo. Sobre este punto volveremos más tarde, tratando las posibilidades que tendría la
nación pluralista en un país como España.

Ramón Maiz, por su parte, afirma que el nacionalismo étnico es xenófobo y


autoritario. Para dicho autor existe la posibilidad de un nacionalismo culturalista,
distinguido claramente del étnico, que conjugará los aspectos de los nacionalismos más
organicistas (étnicos) y los nacionalismos más pluralistas, ya que ese intermedio daría
lugar a un nacionalismo no biologicista pero que creyera en una unidad cultural
semejante al orden establecido. Para Maiz este tipo de nacionalismo no tendría porque
ser xenófobo y autoritario.

Uno de los autores que más ha tratado el tema del nacionalismo ha sido
Gellner, que entre otras cosas se caracteriza por considerar al nacionalismo como tan
sólo un aspecto de corte político para que exista una unidad y una congruencia entre la
unidad nacional, étnica y política. Este autor considera las naciones como una
contingencia histórica y no como una necesidad universal, y considera a la nación como

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la unidad cultural creada por el Estado. Su espíritu queda bien claro en las siguientes
palabras:

El nacionalismo no es el despertar de las naciones, sino que es


el que inventa naciones donde no las hay. (Ernest Gellner)

Michael Mann, en su estudio de lo que el denomina el estado polimorfo y las


diversas cristalizaciones que le dan forma, expone la importancia de cuatro
cristalizaciones fundamentales en el desarrollo de los estados nación, entre las que se
encuentra la cristalización nacional, que se entrelaza con otras cristalizaciones como la
capitalista y la militarista. Desde este punto de vista, las naciones y el nacionalismo es
un punto fundamental en la construcción del Estado, puesto que esta cristalización
nacional es la que fija dónde se localiza a la ciudadanía y dónde participa; es decir,
quiénes son el Estado.

Volviendo a las teorías de Anthony D. Smith, se expone que la unidad de la


nación y sus orígenes étnicos nunca fueron certezas, y que las naciones modernas
pueden tener más de una cara. Respecto a las expectativas de futuro de los
nacionalismos Smith rehuye de las teorías que dicen que la globalización supondrá la
superación del nacionalismo, es más, Smith plantea que la globalización podría reforzar
los nacionalismos por suponer un renacer de los localismos y un reforzamiento de las
bases étnicas. En nuestro caso, España, podemos observar que frente a la sociedad
posmoderna en el que la identidad comunitaria es disoluble, surgen entre las personas
sentimientos que nos retrotraigan a los mitos de hermandad y unidad, aunque esto lo
trataré más adelante.

Me parece de especial interés los puntos de vista que expone Michael Ignatieff
en su obra “El Honor del Guerrero”. En uno de los capítulos del libro se da una
explicación de porqué surgió el conflicto étnico en Yugoslavia, en base a su experiencia
como corresponsal en la susodicha. Según este autor los conflictos no provenían como
podría decir Huntington de un conflicto entre distintas culturas provenientes de cientos
de años atrás, sino de que tras morir Tito, los distintos presidentes de las repúblicas
yugoslavas no eran lo suficientemente fuertes como para conseguir el poder en toda
Yugoslavia, motivo que les llevó a impulsar y a difundir por los medios que controlaban

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en sus repúblicas un nacionalismo y unos sentimientos identitarios de rechazo a los
convecinos. Ignatieff expone que en los pueblos donde había distintos grupos étnicos no
existían signos identitarios extremos, sino que éstos los generaron las élites de los
partidos comunistas de las distintas repúblicas , y que esa diferenciación entre
identidades no se basaba en nada importante, sino en diferencias menores, recurriendo
Ignatieff a lo que Freud denominaba como el narcisismo de la diferencia menor.

La idea de Nación en el pensamiento de Eric Hobsbawm

Para repasar teoricamente algunos de los principales postulados Hobsbawm a


modo de book review de su obra es importante acudir a los preceptos clave de su libro.
En primer lugar, hablando de la definición de “tradición inventada”, el autor precisa que
el término es profundamente certero en su estudio. Se ha utilizado como algo genérico
sin embargo sus implicaciones son tremendamente concretas. Se aúnan las tradiciones
inventadas, las que se han construido y las que han sido instituidas en cortos periodos de
de tiempo. Aduce el autor a ejemplos como el de la institución del ceremonial de la
corona británica. Utilizando sus propias palabras; “la tradición inventada implica un
grupo de prácticas, normalmente gobernadas por reglas aceptadas abierta o tácitamente
y de naturaleza simbólica o ritual, que buscan inculcar determinados valores o normas
de comportamiento por medio de su repetición, lo cual implica automáticamente
continuidad con el pasado”.

Esta invención demandará la creación de nuevos símbolos destinados al


desarrollo de la implantación de los nuevos circuitos culturales y sociológicos que se
implementan con la llegada de la “nueva tradición”. Más adelante se establecen esos
ejemplos en el caso español, tal y como se comentó además en clase. La bandera, el
himno nacional, los emblemas o músicas militares institucionalizadas, son utilizadas
como nexos de unión entre el espíritu de nación y su propia imagen de cara al exterior.

En categorización teórica, Hobsbawm abarca tres tipos de tradición


diferenciadas;
a/ las que simbolizan o establecen ciertos parámetros de cohesión social o
pertenencia a grupo en comunidades reales o artificiales

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b/ las que establecen o legitiman instituciones, estatus o relaciones de autoridad
c/ las que tienen como principal objetivo la socialización, transmisión de de
creencias, sistemas de valores determinado o que atañen al comportamiento social.
Hobsbawm destacará, y este es uno de los puntos más fuertes de la teoría marxista al
respecto, que las tradiciones de tipo b y c, son impuestas, artificiales, creadas para un fin
de tipo estructural. Incluyen a menudo la exaltación de términos como; Patria, Rey,
Nación, Deber, todos términos con mayúscula universalista, lo que además es declarado
por Hobsbawm como algo plagado de vaguedades. Con ellas se busca claramente
condicionar las relaciones entre las fuerzas de producción y los propietarios.
Las tradiciones de tipo a, por el contrario, pueden llevar ciertas de tradición real,
entendida como costumbre adoptada. Se podría incluir entre lo consuetudinario.

Sin entrar en el desarrollo histórico de los nacionalismos europeos del s.XIX que
aporta el autor en su obra, no deja de ser interesante como lo vincula a la explosión de la
burguesía, que además aportó con iniciativas como la de la educación civil frente a la
eclesial, en busca del ensalzamiento del Estado Civil, de la separación de poderes e
influencias sociales. Representa al fin y al cabo una dura pugna entre dos clases
enfrentadas y reunidas en torno a un símbolo de unión bajo el Estado, la nación, que es
expuesta además como inventada en pos de una serie de prebendas dirigidas a las élites
de poder.

Pero antes de acabar esta pequeña revisión teórica, es importante destacar uno de
los puntos clave que, a tenor de los últimos acontecimientos, ha sido declarado desde
luego como probado. La influencia del deporte ha sido gigantesca a la hora de
estructurar pensamientos nacional. No en vano, el triunfo de la Selección Española de
Fútbol ha sido una argamasa que ha unido por primera vez a gran parte del país bajo los
colores de una enseña que aún recuerda demasiado a tiempos franquistas. Si bien es
cierto Hobsbawm lo plantea desde otra dinámica distinta, es prudente abarcar los
resultados de los planteado por su teoría. Lo que en un primer momento fue minoritario
se ha terminado por convertir en un símbolo de pertenencia al grupo/nación.

Una vez establecidos estos apuntes teóricos quiero profundizar en algunos


aspectos. En primer lugar, se debe analizar el concepto nacionalismo. En su acepción
moderna está basado en la idea de “autodeterminación” que busca la construcción de un

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“Estado-Nación”. Los miembros de esa nación serán ciudadanos unidos por las
diferentes variantes definitorias de la homogeneidad de un grupo de población; etnia,
cultura, historia compartida o lingüística. La problemática que despiertan estos
movimientos para Hobsbawm está basada en la no discriminación de los conceptos
Nación-Estado. Incluso yo sumaría el posible desconocimiento de quien lo usa a la
ligera y ha llegado generar una asunción por parte de la ciudadanía de un concepto
erróneo de nación asumida por el Estado centralizador. El caso francés es notorio. Esa
problemática abrió las puertas a un nuevo escenario en el cual, los ciudadanos asumen
la nacionalidad de un Estado que se ha apropiado de ella y la ha estandarizado. Si
existen otros nacionalismo en ese Estado, demandarán a su vez una administración
propia que componga su propio concepto del Estado-Nación.

Pero para encontrar los inicios del pensamiento de Hobsbawm sería necesario
acudir al s.XIX. Su tradición que bebe directamente del marxismo, adopta la idea de
Marx expresada en el Manifiesto Comunista en la que se habla de la sociedad como
unidad global e interdependiente, nación entre nación. Quizás una de las primeras
referencias al modelo de la globalización económica. Esa diferencia rompe por lo tanto
de manera radical con la realidad actual de los nacionalismos y su proceso de evolución
hasta la actualidad. Se habla de nacionalismos basados en la viabilidad de un Estado
(nacionalismo italiano, polaco, alemán o búlgaro) de corte más unionista que separatista
y presentan un giro de 180º a la dinámica actual en la que los movimientos nacionalistas
han invertido las prioridades en busca de justificar u honrar los ítems expresados
anteriormente y que les conceden homogeneidad social.

¿A qué aduce Hobsbawm el desarrollo de los nuevos independentismos y


nacionalismos independentistas? Si lo que se busca es una respuesta concreta, la
modificación del sistema productivo, que se ha visto reducido en Europa y el mundo
Occidental, en busca de un cambió hacia los modelos de economía financiera han
influido directamente en esta situación. La competencia interna de los países ha sido
eliminada tras una amplia adquisición de poder por parte de las iniciativas de inversión
financiera y la importancia de las transnacionales. La situación actual parece confirmar
estas tesis y a la hora de hablar de la situación en España, se abordará esta cuestión con
mayor profundidad.

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Ya no importan las dimensiones territoriales por lo tanto, los países no necesitan
tener una elevada tasa de producción en tanto en cuanto unas empresas especializadas
en sectores productivos de amplio margen y beneficio. Ahora la línea directa se
encamina hacia cómo esa burguesía empresarial, consigue eliminar un mayor número de
cargas fiscales. Sólo se necesita una buena fuente de suministros o algo que haga el
territorio diferente o especial; territorio para bases militantes, coltán, oro o grandes
bancos de pesca para que los intereses económicos rompan y creen nuevos proyectos
individuales.

¿Cómo se aborda una crítica a esta situación desde un punto de vista marxista?
Eric Hobsbawm1 una de las primeras cuestiones que parecen no entender las bases
nacionalistas es que la historia ha demostrado los problemas que puede generar la
independencia desde un punto de vista económico y si no se cuentan con alianzas
poderosas. Sitúa su crítica en la situación vivida por Chipre, Líbano o Timor bajo
antiguo control portugués. En todos los casos se ha establecido una independencia
basada en la dependencia económica de grande empresas y corporaciones
trasnacionales.

No obstante la visión de Hobsbawm es mucho más profunda en el análisis que


realiza ante las posturas adoptadas por las diferentes variantes ideológicas que han
recorrido la izquierda europea y soviética.
En su apreciación al leninismo, sin duda se desprende de su análisis un elemento entre
líneas que es su propio conocimiento de que la situación social e histórica a la que se
enfrentaba en ese momento el que fuera líder del PCUS y por lo tanto, su aceptación
tácita de que el apoyo a los movimientos nacionales, entendidos como “movimientos
nacionales”, en un período en el que se estaba haciendo frente a fuertes presiones
internas y a los que a la muerte del mismo Lenin se convertirían además en punta de
lanza para impedir la conquista de Europa por el Tercer Reich. Es una idea de liberación
nacional que adopta una imagen en ocasiones virtual contra la opresión imperialista y
capitalista. Será esta postura la que haga posibles los movimientos revolucionarios y las
expresiones de unidad de naciones enteras contra el sistema imperante, este es el caso
de Yugoslavia, China o Vietnan.

1
Hobsbawm, Eric. Política para una Izquierda Racional. Crítica. Barcelona. 1993

8
Pero Hobsbawm también lanzó críticas contra esta situación y de hecho llevaría
a cabo un mantenimiento de tesis categorizadas como “Luxemburguístas”. Las razones
son un fracaso en gran medida de los postulados teóricos defendidos en esta fase del
leninismo, apenas se consiguió que los movimientos nacionalistas fueran dirigidos por
elementos marxistas e incluso a la hora de la oficialización sistemática de los éxitos
obtenidos por estos movimientos, fueron copados por intereses de tipo burgués que
arrinconaron a los marxistas.

El nacionalismo en España,
España, apuntes introductorios

En España existe desde mediados de los ss.XVII y XVIII una importante


fractura de tipo económico-productivo, que ha sido uno de los principales combustibles
para la alimentación del sentimiento nacionalista. Podríamos hablar de dos polos de
enfrentamiento diferenciados; norte/sur y centro-periferia. El primero recogería las
diferencias de inversión o la concesión de monopolios de tipo comercial a las zonas de
la Cataluña Textil en lo referido a producción2, la segunda se asemejaría a los
problemas que se han registrado en lo referido a inversión, desarrollo o regalías para las
zonas del interior peninsular; las dos Castillas o Extremadura pueden ser ejemplo de
ello en comparación con el Pais Vasco, el otro gran polo de desarrollo. Sin duda estas
decisiones influenciadas tanto por la tradición mercantil catalana, los recursos minero-
metalúrgicos vascos y por supuesto por su situación geográfica favorable; costa y fácil
acceso al mercado europeo, marcaron de manera fuerte las realidades en España. Se
construyó de esta forma una España rota en lo productivo que condujo a fuertes
tensiones generadas por la burguesía territorial de ambas regiones en pugna constante
con las administraciones locales así como con la burguesía del resto del territorio que
conformó a lo largo del franquismo una oposición de carácter político contra los
nacionalismo periféricos.

2
Es cierto que Sevilla mantuvo durante años el monopolio sobre el comercio con Indias, sin embargo eso
corresponde a actividad comercial, no productiva.

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En torno a la tradición catalana y vasca

La tradición de los movimientos románticos, el desastre español de 1898 y


variantes culturales marcadas, principalmente la lengua, son los tres puntos de apoyo del
surgimiento del nacionalismo español a finales del s.XIX. Sin embargo, si sólo nos
centrásemos en estos elementos, deberíamos preguntar por qué sólo eclosionaron el
movimiento nacionalista vasco y catalán.

¿Cúal fue la razón de que no alcanzaran amplio desarrollo nacionalista


regiones como Canarias, Andalucía, Asturias o incluso Galicia, que pese a ser la tercera
en fuerza nacionalista tradicionalmente, no alcanza los estándares de aceptación
conseguidos por País Vasco y Cataluña? Sin lugar a dudas, hay que sumarle la cuestión
económico-productiva y el papel de la burguesía, celosa de sus cotas de mercado, como
en el caso catalán y la exaltación de una sociedad bucólica y ejemplar representada por
la tradición rural vasca, de fuertes raíces culturales e idiomáticas que vieron como
eclosionaba en su seno una mixtura social muy diferenciada; el campo bucólico y el
poder productivo burgués en las acerías costeras. Este rápido ascenso económico y su
influencia en el nacionalismo es recogido por Cambó en sus memorias argumentando
que; “El rápido enriquecimiento de Cataluña […] dio a los catalanes el orgullo de las
riquezas improvisadas, cosa que les hizo propicios a la acción de nuestras campañas”3.
Estas palabras de Frances Cambó histórico líder del nacionalismo catalán conservador,
podría extrapolarse sin lugar a dudas a la situación vasca. Lo que además los hace
rentistas de la situación previa de inversión que generó la actividad productiva, no
responsables de ella.

Otra de las visiones que aduce a la influencia de los antiguos fueros en la


configuración del nacionalismo vasco y catalán, desde luego pudo mantenerse en el
imaginario popular, sin embargo la apertura que se produjo para con los mercados
nacionalistas tras la abolición foral4, trajo un importante desarrollo industrial para
sendas burguesías al abrir por completo los mercados americanos y del resto de España
a sus productos.

3
Cambó, F. Memorias. Madrid, 1987, pp.41
4
La abolición del fuero catalán se lleva a cabo por Felipe V, mientras que en el caso de Pais Vasco, se
producen tras la guerra carlista que finaliza en 1876.

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¿Qué papel ha jugado la historiografía en el
el estudio del
nacionalismo español?
español?

En el plano historiográfico se ha producido una pugna muy importante entre diversas


corrientes expresadas en dos planos principales que reflejan las posturas poco definidas
empíricamente de la tradición catalana y el enfrentamiento constante de una
historiografía con algunos autores de ultraderecha como Pio Moa, y otros de izquierda
moderada en la línea neo-marxista. Un ejemplo de la literatura pan-catalana es ofrecido
por Vicente Cacho Viu que se refirió al nacionalismo catalán como un catalizador de
para el prestigio cultural de la intelectualidad catalana.

No obstante, la intención de este trabajo, no consiste en desmontar los


criterios ideológicos o de “tradición inventada” que han generado los nacionalismos
periféricos ya que la propia obra de Hobsbawm sirve para analizar cómo se ha
producido una invención de la tradición española como ya se representó en clase.
Esta invención incorporaría la unificación en la línea de los nacionalismos europeos de
la economía estatal; el latín deja de ser lengua oficial para darle tal apelativo al
castellano en 1821, se crea la Bolsa de Madrid en 1831, la ceca única del Banco de
España en 1856. La unificación administrativa; creación del Cuerpo de la Guardia Civil
en 1844, ampliación de las infraestructuras y vías de comunicación como modo de
articulación económica y social, o la unificación del derecho en el Código Penal de
1844. Son todo elementos que prueban la idea de Hobsbawm del Estado como
herramienta de poder que busca la estandarización como fórmula de cohesión política
en un marco nacional.
No obstante, la pregunta que surge a todo esto es; ¿Ha existido un mismo nacionalismo
en España? ¿Ha variado y con ello ha condicionado sus fin teórico? ¿Cuándo se produjo
esta variación y por qué?

España se dividió en 1936 en lo que se ha considerado el conflicto previo a


la II Guerra Mundial. El ataque al gobierno de la República y la victoria final de
Francisco Franco supuso una inyección de nuevos elementos al armario ideológico de
los diferentes nacionalismos que se dan en España. El mismo alzamiento “nacional”,
responde y hace alusión a una situación de supuesta ruptura social de la unidad de la

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nación española. Analizando esta postura que ha sido desmentida por ilustres
historiadores como Santos Juliá o Julian Casanova, lo que ya empieza a desprenderse es
la conformación de una lucha de poderes de tipo económico. Los elementos de la
izquierda unidos en Frente Popular, con proyectos de fiscalidad progresiva,
redistribución de la tierra y reformas económicas encaminadas a restar poder a las
oligarquías burguesas, elementos nobiliares e Iglesia Católica se vieron sorprendidos
por una alianza de estas fuerzas de derechas sostenidas por un sector reaccionario del
ejército de Marruecos y regimientos territoriales peninsulares. Rápidamente fueron
apoyados por las potencias del Eje italo-germano que decantarían la balanza hacia los
sublevados.

Ese alzamiento responde precisamente a esa doble línea que une


directamente las reivindicaciones tradicionalistas del movimiento nacionalista español
que a partir de este momento quedará estrechamente ligado en el imaginario popular a la
derecha y sus reivindicaciones. Sólo en los últimos años se ha conseguido cierta
variación en ese comportamiento.

¿Por qué influyó tanto ese nacionalismo de corte centralista y tradicional? La


respuesta hemos de buscarla en la actuación del nuevo gobierno emanado del golpe
propiciado a la II República Española. La visión del Frente Popular, en gran medida
influenciada por las posturas del Partido Socialista y la central anarquista en lo referente
a la idea federativa del Estado Español, fueron motivo del sometimiento a cualquier tipo
de diversidad cultural, social o lingüística a la represión más atroz.
Esta idea es común a la academia, expresa el movimiento de polarización
que se da ante la prohibición y represión irracional de algo que afecta a la vida diaria de
amplios sectores sociales.

Llegados a este punto, se pretende analizar el nacionalismo y las identidades


nacionales existentes en España con el objetivo de conocer los motivos que han dado a
lugar al conflicto entre distintas identidades. Es innegable que en España existentes
diferentes puntos de vista acerca de temas tan fundamentales como el Estado, como la
identidad nacional; y que estas diferencias se dan por un conflicto entre nacionalismos
periféricos y el nacionalismo español, o mejor dicho, entre las intenciones soberanistas
de algunas comunidades autónomas y los sentimientos unitarios del resto del Estado.

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Pero más allá de esto es muy importante además abordar si esto es positivo o no para la
gobernanza de España en los tiempos de coyuntura económica existente. Mi crítica por
lo tanto está basada en amplios criterios de solidaridad social, en un concepto lineal de
la evolución histórica del Estado Español. ¿Por qué estos posicionamientos? La razón es
simple, a partir de esa idea de historia como algo lineal, como compromiso del hoy con
el mañana, hay que ser justos y declarar que España ha tenido diferentes clases
territoriales. Cómo argumenté anteriormente, la situación geográfica y las presiones e
intereses de las burguesías territoriales que hoy son nacionalistas han condicionado el
desarrollo industrial y económico del Estado. Se han concentrado a lo largo de los
últimos tres siglos en la Costa Cantábrica y el noreste peninsular, en Cataluña. El resto
de regiones españolas aportaron al desarrollo con la herramienta más valiosa, la fuerza
de trabajo. De esta forma regiones como Extremadura, que hoy es deficitaria al Estado,
envió a mediados del S.XX a la mitad de su población a las zonas industriales ante la
ausencia de oportunidades, inversión y oligarquías terratenientes que poblaban esta
región del centro-sur español. Las familias y ciudadanos extremeños, al igual que
castellanos, manchegos, andaluces o riojanos, que aportaron millones de trabajadores a
la producción industrial y que no han visto desarrollo hasta la llegada de la democracia
deben ser compensadas ahora en materia de inversión.

Esta situación por lo tanto influye directamente en la gobernanza y


posibilidades de buen gobierno del Estado al estar en España dividido en 17
Comunidades Autónomas y con un fuerte poder regional. Por lo tanto ha de poder
solucionarse desde un marco o bien federal con vinculación económica solidaria o bien
con una centralización del Estado que a su vez respete lo cultural, lingüístico y lo social,
pero aúne los esfuerzos económicos para consolidar una igualdad territorial de
posibilidades.

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El nacionalismo en España

En España, es innegable, como ya he dicho antes, la existencia de un conflicto


entre identidades nacionales: una concepción española de la nación frente a una
concepción de estado plurinacional con posibilidades de disgregación.

Cuando hablamos de nacionalismo español estamos hablando del movimiento


social, político e ideológico que conformó desde el siglo XIX la identidad nacional de
España. Al igual que todas las monarquías europeas durante la crisis del Antiguo
Régimen, el reino de España sufrió profundos cambios sociales y políticos entre finales
del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, especialmente a partir de la invasión
napoleónica. Las guerras napoleónicas transformaron toda Europa, haciendo surgir
sentimientos nacionales donde antes no los había o no se expresaban con el nuevo
concepto identitario surgido en la Revolución francesa: el de nación como sujeto de la
soberanía. España no fue una excepción a esa nueva corriente nacionalista. Como
expresión de este hecho podemos citar las palabras de José Álvarez Junco:

A partir de 1808 puede hablarse en España de


nacionalismo: el patriotismo étnico pasó a ser plenamente
nacional, al menos entre las élites. Y ello fue obra indiscutible de
los liberales. Las élites modernizadoras aprovecharon la ocasión
para intentar imponer un programa de cambios sociales y
políticos; y el método fue lanzar la idea revolucionaria de la
nación como titular de la soberanía. El mito nacional resultó
movilizador contra un ejército extranjero y contra los
colaboradores de José Bonaparte, en tanto que no españoles
(afrancesados). Los liberales españoles recurrieron a la
identificación entre patriotismo y defensa de la libertad: como
declaró el diputado asturiano Agustín Argüelles al presentar la
Constitución de 1812, «españoles, ya tenéis patria». (Álvarez
Junco, 2001)

Pero en el siglo XIX también surgieron en España unos nacionalismo

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periféricos o centrífugos que pretendían la soberanía nacional para territorios como
Euskadi, Galicia y Cataluña. Ahora bien, estos nacionalismos no empezaron a mostrarse
como fuertes hasta la II República, en la que se mostraron los primeros grandes
conflictos nacionales y durante la que se llegó a declarar el Estado Catalán en la
revolución de 1934. Durante ésta época existió un profundo debate sobre la concepción
de España y su composición cultural diversa; pero éste debate quedó completamente
truncado al alcanzar el poder, tras una cruenta guerra civil, los “nacionales” liderados
por Francisco Franco. Tras esto se dieron en España 40 años de dictadura franquista,
caracterizada por una exaltación a la patria española. Pero, ¿qué consecuencias tuvieron
los cuarenta años de “paz” del franquismo en la conformación y desarrollo de
identidades nacionales?. Sin duda alguna, Franco pretendió desde el comienzo de la
guerra equiparar al bando republicano y a la izquierda con el concepto de “enemigos de
la patria”, autodenominando a su ejercito como el garante de la “salvación nacional” de
la patria española. Durante la guerra la izquierda y el republicanismo mantuvo,
exceptuando los casos del nacionalismo vasco y catalán, su identidad como proyecto
político de la nación española, de hecho, fuerzas fundamentales en la Guerra Civil como
el Partido Comunista de España consideraron el conflicto como una «guerra nacional-
revolucionaria del pueblo español contra el fascismo internacional». Pero tras la guerra
la izquierda fue presentada por el franquismo como antiespañola hasta el punto que los
escasos focos que luchaban contra el franquismo se alejaron del sentimiento español,
sino que viera el concepto de España con recelo.

La situación al final del franquismo podría considerarse la siguiente: por un


lado el Partido Comunista de España mantenía la esencia de la izquierda española, como
fuerza principal del antifranquismo, y tenía un proyecto nacional para España
considerado por ellos mismos un proyecto de “reconciliación nacional”; pero por otro
lado se encontraban las fuerzas del llamado búnker franquista, que identificaban la
izquierda al peligro de la disolución de España, y con la izquierda radical y extremista,
que consideraba a España como algo de lo que desconfiar, como el Estado opresor de
las diferentes naciones del país. Con la transición, el PCE es desbancado por el PSOE,
que no presta especial atención al conflicto nacional, sino que simplemente se propone
como alternativa a la derecha, y llega un punto, a comienzos de los ochenta en el que la
llegada al gobierno del PSOE hace perder al PCE la mayoría de su militancia. Este fue
el momento en el que la izquierda comenzo a quedar aislada de los sentimiento de

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identidad nacional española, ya que los nuevos militantes de la izquierda (PSOE e IU)
no se sentían representados por esa idea de España, que aún ligaban a la dictadura que
ellos no vivieron, frente a los militantes de más edad, que nunca se resignaron a ceder la
nación española como una exclusividad de la derecha.

En definitiva, durante los años 90 y comienzo del nuevo milenio las nuevas
generaciones que militaban en la izquierda no sentían, por lo general, especial especial
atracción por la idea nacional de España, incluso al contrario, simpatizaban
abiertamente con los nacionalismos periféricos. Pero sin embargo, las nuevas
generaciones de españoles sí se han sentido parte del proyecto nacional de España, e
incluso han radicalizado su “españolismo” debido a los efectos del terrorismo etarra,
que les hacía oponerse por completo a las ideas segregacionistas de los nacionalismos
periféricos. Precisamente esta disyuntiva “desespañolización de la izquierda –
expansión del nacionalismo español” es de lo que tratare en el siguiente punto, como
consecuencia inevitable de la influencia de los nacionalismos radicales periféricos.

16
La radicalización de las señas de identidad en España

Los nacionalismos periféricos, principalmente el vasco y el catalán, sufrieron


durante 40 años una represión política, cultural y lingüística (si bien no podemos hablar
de represión social, ya que la oligarquía catalana y vasca recibió un trato de favor y se
instalaron allí grandes industrias que favorecieron el desarrollo de la zona). Como causa
de la represión se generaron en el País Vasco y en Cataluña cambios identitarios, o al
menos, un incremento del peso de los mismos.

La radicalización de las señas identitarias tuvo lugar primero en Euskadi y


zonas de Navarra, en las que la articulación del llamado Movimiento de Liberación
Nacional Vasco aglutinaba a toda la izquierda nacionalista, es decir, bajo el mismo
paraguas se aglutinó al movimiento político, a los distintos movimientos sociales, al
movimiento sindical y al “brazo armado” -la banda terrorista ETA- de la izquierda
abertzale. Eso provocó una radicalización de las posiciones en toda la izquierda
nacionalista, ya que un joven vasco que se integrara en el sindicato LAB acabaría
asumiendo los mismos conceptos que el que se integrara en el movimiento político
denominado Herri Batasuna, es decir, todos los miembros de la izquierda abertzale
(sindicato, organizaciones ecologistas, plataformas antinucleares, partidos-coalición,
asociaciones culturales, asociaciones de familiares de presos, etcétera) se encontraban
bajo una organización que coligaba todos los “frentes de lucha” y que legitimaba el uso
de la violencia terrorista etarra. Pero no solo se radicalizaban las posturas de la
izquierda abertzale, sino que los partidos nacionalistas que gobernaban el País Vasco
sufrieron también una fuerte radicalización debida a la influencia política de la banda
armada y su entorno de apoyo.

Este movimiento separatista vasco no sólo influyó en los sentimientos


identitarios de los ciudadanos vascos, sino que afecto a todos los ciudadanos españoles,
que acabaron asociando la violencia terrorista a las pretensiones independentistas
vascas; reforzando las posturas identitarias españolistas para diferenciarse de los
“amigos del terrorismo”.

Pero no sólo el País Vasco sufrió un proceso de radicalización de las señas de

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identidad, Cataluña también tuvo su propio proceso, aunque éste se diera con toda su
plenitud en los noventa bajo el pujolismo5 más exacerbado y a comienzos del siglo XXI
bajo el gobierno tripartito.

Tal como indica Antonio Santamaría, en Cataluña se produjo un proceso de


polarización social e identitaria por diversos motivos. En los años setenta la izquierda
catalana apostaba por un proceso de ósmosis entre los jóvenes de la vanguardia obrera y
los de los sectores radicales de la pequeña burguesía para crear “nuevos valores
populares” (Comín, 1974). Pero el proceso, debido a la desintegración del PSUC a
comienzos de los ochenta y a la brutal crisis económica que a finales de los 70 destruyó
el modelo fordista de desarrollo capitalista con sus grandes concentraciones fabriles,
provocó no sólo la inviabilidad de ese proyecto, sino que se inició una evolución en
sentido diametralmente opuesto (Santamaría, 2008). En los años 80, el pujolismo
gobernante generó, desde los medios de comunicación de la Generalitat, un esquema
binario y simple basado en que todo lo genuinamente catalán era positivo y superior, y
todo lo proveniente de España tenía un carácter negativo e inferior. Pero es en los 90
cuando se produce una profundización de la presión identitaria, tal como señala
Santamaría, mediante la promulgación de los Decretos de Inmersión (1992) y la Ley del
Catalán (1998) que generaron una presión identitaria que relegaba a la categoría de
ciudadanos de segunda a aquellos que no renunciasen y despreciasen sus orígenes
españoles. Con la constitución del primer tripartito, se esparaba del PSC y de IC (con su
base social en los barrios de inmigrantes españoles) que redujesen la presión identitaria
y se realizasen medidas sociales, pero no sólo no se redujo la presión identitaria, sino
que se aumentó de forma muy importante, como la persecución lingüística ejercida por
las Oficines de Garaties Lingüistiques. Este nuevo impulso a la presión identitaria vino
dado por el importante papel de ERC, partido que desde los años noventa representaba
al independentismo ideológico y a la llamada “generación independencia”.

Santamaría viene a decir que todos estos hechos acaecidos en Cataluña tras el
final del franquismo han provocado que se de un proceso de polarización social e
identitaria entre la juventud trabajadora de los barrios de la periferia, de lengua
castellana, y la juventud de las clases medias de los centros urbanos, de lengua catalana.

5 Entiendo por pujolismo, al igual que hace Antonio Santamaría, a la derecha nacionalista catalana que
gobernó en Cataluña hasta la llegada del Tripartito.

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Ahora bien, los procesos de radicalización de las señas de identidad en
Cataluña y el País Vasco no han tenido consecuencias sólo en dichas zonas, sino que
han producido un proceso de radicalización de las señas de identidad en España. Los
pactos con los nacionalistas periféricos por parte de los distintos gobiernos españoles
generaron entre la población de España un sentimiento de subordinación del gobierno
de Madrid (especialmente el de Zapatero) respecto a los nacionalistas, y que debida a
esa subordinación zonas como Cataluña y Euskadi obtuvieron un trato de favor en lo
económico -y en lo infraestuctural- respecto al resto de España. Ese pensamiento
mesetario de sentirse peor tratados que los catalanes a pesar de ser “españoles de
verdad” provocó una radicalización clara de las señas de identidad española, ya que
frente al trato de favor que recibieron los catalanes en el Estatut y en lo lingüístico se
generó en España un resentimiento frente a la izquierda “vendida a los catalanes”.

Es decir, la derecha volvió a utilizar, como ya hiciera Franco en su momento, el


pretexto de la izquierda “antiespañola” en sus mensajes políticos. Pero en esta ocasión,
la izquierda, en vez de defenderse como un proyecto nacional para España, como
hiciera el PCE antaño en repetidas ocasiones, prefirió callarse e incluso defender los
procesos que ocurrían en Cataluña y País vasco. Un caso claro de esto es la
participación de los referentes de IU en País Vasco y Cataluña, EB e ICV-EUiA
respectivamente, en los gobiernos con nacionalistas, algo que fue muy criticado
internamente por los sectores dentro de la coalición más cercanos al PCE, pero que
fueron tachados por la prensa “de izquierdas”6 como sectarios y estalinistas. En
definitiva, la izquierda, como muy bien indica Gustavo Bueno en su obra “El mito de la
Izquierda”, ha dejado de ofrecer un proyecto nacional para España, y se ha dejado llevar
por los mensajes antiespañoles difundidos por el izquierdismo. ¿Consecuencias? En
primer lugar, la inexistencia de una alternativa de izquierdas que se presente a la vez
como un proyecto nacional claramente definido y contrario a los nacionalismos
periféricos. Pero además de eso, ha supuesto un perjuicio claro para los partidos de
izquierdas en España, ya que el PSOE ha ido perdiendo en las distintas elecciones en
barrios obreros que hasta entonces eran su fortín, como el caso de Carabanchel en
Madrid; e Izquierda Unida ha sido no sólo incapaz de favorecerse de ese descenso del
PSOE, sino que también ha empeorado sus resultados cediendo cada vez más terreno al

6 Me refiero a medios como El País, Público, la Sexta, Cuatro y la Cadena Ser.

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nuevo partido surgido como respuesta española a los radicalismos vasco y catalán.

Frenar el proceso: posibilidades


posibilidades

El proceso de radicalización debe frenarse, en mi opinión, en base a dos puntos


fundamentales: una reconstrucción de España que incorpore sólo a quien quiera ser
incorporado, es decir, evitar que el nacionalismo en su “quiero y no puedo” siga
aprovechándose del Estado Español en detrimento de la calidad de vida en el resto de
autonomías. La deriva nacionalista produjo que en España, donde podría haberse
conformado una nación pluralista, se impidiera dicha construcción nacional por la
generación de un conflicto entre regiones que lejos de solucionarse, cada día se agrava
aún más.

Pero también es necesaria la creación de un proyecto de izquierdas que dé


opciones a los ciudadanos españoles de votar a un proyecto nacional (que no
nacionalista) de izquierdas que no siga poniendo todo el aparato estatal al servicio de
unas cuantas comunidades privilegiadas. Esto provocará, en mi opinión, una reducción
de la radicalización identitaria española, ya que los ciudadanos que tengan una identidad
española clara no se verán en la dicotomía de derechizarse o desespañolizarse, lo que
sin duda alguna evitará que la polarización social e identitaria surja también en España.
Por otro lado, y en esta misma línea, si los referentes de la izquierda estatal en Cataluña
comenzaran a comportarse en base a lo que requieren desde su base social, también
disminuirá la polarización y por tanto se reducirán los signos de identidad extremos.

Estas dinámicas, unidas a un sistema electoral que ha premiado el bipartidismo


en España, así como las políticas de pacto centrales con las fuerzas nacionalistas
periféricas, pueden ser un buen comienzo para continuar desarrollando cotas de alta
gobernabilidad.

En conclusión en tratado de aproximarme a la obra de Eric Hobsbawm desde


una perspectiva basada en la izquierda. He abordado obras y textos de autores
relacionados como Gelner y Smith, ambos tratados en la asignatura. Visto esto, he
continuado la línea de lo mencionado en clase para intentar desarrollar un nexo de unión

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entre la teoría y la idea del nacionalismo en España, su origen, características, fallas
ideológicas y por supuesto su influencia en el Estado. Esta es la idea principal del
trabajo aunar en un mismo recorrido todas estas visiones para finalizar con la
gobernanza y la influencia o pesares que puedan recaer sobre ella ante la coyuntura
nacionalista y su radicalización, que ha disminuido en los últimos años ante el duro
golpe asestado a las cúpulas de E.T.A.

Reflexión final

Hemos podido ver como el nacionalismo ha sido detractado y ensalzado por la


izquierda. Dependiendo del ciclo histórico (desde las posturas de Kondratiev, no me
refiero con esto a una concepción cíclica de la historia), la situación social, o política,
basándose en la situación externa o interna de los territorios en los que han surgido
movimientos nacionalistas, Hobsbawm apela en muchas ocasiones a la “balcanización”
de Europa, hemos visto como se ha ensalzado o detractado al movimiento nacionalista.
Lo primero que puede extraerse de todo esto por lo tanto, es que todas las vinculaciones
nos llevan hacia un mismo punto, lo económico, lo material. Frente a un primer impulso
como el visto en la Yugoslavia de Tito contra el asalto del fascismo alemán e italiano, en
el que se establece un rechazo a lo extranjero, a la legítima defensa de un pueblo
territorial determinado, con vínculos que lo convierten en nación, encontramos una
organización de los movimientos nacionalistas hacia perspectivas relacionadas con el
poder y control económico.

Yo desde mi horizonte teórico basado en una República Federal, estructurada


sobre mecanismos de compensación interterritorial o interegional, no puedo sino
condenar los nacionalismos que plantean en primer lugar y más allá de reivindicaciones
culturales y de autogobierno, beneficios fiscales o económicos. Por supuesto no todos
los casos son comparables. Hay que distinguir entre nacionalismos surgidos por
invasión o conquista, y aquellos que surgen de forma meditada y están basados en el
poder de burguesías fuertes que en el caso español, buscan extraer mayores cotas de
plusvalía y utilizo este término porque los beneficios captados por los patrones vascos o
catalanes bajo mano de obra extremeña, andaluza o manchega por mencionar algunas,
ahora deben ser devueltos en concepto de colaboración y ayuda al desarrollo. Si por el

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contrario, la estampida de los más poderosos se produce, la capacidad de la
gobernabilidad en España puede experimentar un duro vuelco.

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• Hobsbawm, Eric. Historia del S.XX. Crítica, Barcelona, 2003.
• Hobsbawm, Eric. Política para una izquierda racional. Crítica, Barcelona,
2000.
• Hobsbawm, Eric, Ranger,Terence. La Invención de la Tradición. Crítica,
Barcelona, 2000.
• Mann, Michael. Una teoría del Estado Moderno. En: “Las Fuentes del poder
social, II”. Alianza Editorial, Madrid, 1997.
• Ignatieff, Michael. El narcisismo de la diferencia menor. En: “El honor del
Guerrero”. http://www.politicas.unam.mx/razoncinica/papime/michael-ignatieff-
textos.html
• D. Smith, Anthony. Nacionalismo: teoría, ideología, historia. Alianza Editorial
2001.
• Gellner, Ernset. Naciones y nacionalismos. Alianza Universidad. Madrid. 1988
• Cruz Revueltas, Juan Cristóbal. Estado y Nacionalismo tras Gellner. En:
Historia Mexicana, oct-dic, año LIII, nº2. México, 2003.
• Bueno, Gustavo. España no es un mito. Temas de Hoy, Madrid, 2005.
• Comín, A. C. y García Nieto, J. N. Juventud y conciencia de clase. En:
Cuadernos para el Diálogo. Madrid, 1974.
• Santamaría, Antonio. La juventud catalana se polariza. En: El Viejo Topo.
Ediciones de Intevención Cultural. Barcelona, Diciembre 2008, nº251, pp 26-32.
• Alvárez Junco. Mater dolorosa. La idea de España en el siglo XIX. Taurus,
Madrid, 2001.
• Gary Hayek, Domingo. Nacionalismos periféricos y democracia en España.
• Bouza-Brey, Luis. El laberinto español y los nacionalismos periféricos.

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