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Grado en Ciencia Política y Gestión Pública

Pensamiento y Movimientos Políticos y Sociales

TEMA 8
ESTADO Y NACIÓN. NACIONALISMO. IDENTIDAD E IDEOLOGÍA

Docente:

Rafael Sánchez Domingo


ESTADO Y NACIÓN

I. Introducción

El nacionalismo es una ideología política basada en el principio de que cada nación tiene
derecho a formar su propio Estado para realizar los objetivos sociales, económicas y
culturales de un pueblo, sobre todo el logro de un estado independiente. Esta ideología se
caracteriza ante todo por el sentimiento de comunidad de una nación, derivado de unos
orígenes, religión, lengua e intereses comunes. Es una forma de pensar que defiende una
nación o una región por encima de todo, incluso por encima de las personas. Como
consecuencia de la revolución francesa se produjo en Europa una extraordinaria difusión
de sentimientos nacionalistas opuestos al principio del legitimismo dinástico, según el cual
los países no eran sino propiedades patrimoniales de los reyes.

En otras zonas de Europa el nacionalismo surgió en parte debido a los mismos ideales
liberales que transmitió dicha revolución, y también por la influencia de las doctrinas
idealistas y románticas que comenzaron a desarrollarse en Alemania desde finales del
siglo XVIII.

Desde principios del siglo XIX el ideal nacionalista, se extendió paulatinamente por todos
los pueblos del mundo, y paso así a constituir uno de los elementos ideológicos
fundamentales de las sociedades humanas. Los habitantes de un país ya no serían meros
súbditos de un rey sino ciudadanos de una nación cuyas esencias culturales confrontaban
el propio ser de cada individuo.

A finales del siglo XIX y principios del XX se desarrollaron discrepancias entre


nacionalistas, produciendo así graves conflictos entre naciones, la mayoría de las guerras
mundiales empezaron por disputas nacionalistas. Hoy en día, también existen
organizaciones terroristas que cometen asesinatos con este pretexto.

II. Objetivos

- Conocimiento del Nacionalismo como sistema para organizar correctamente una


comunidad de Estados.

- Identificación del nacionalismo con postulados históricos, étnicos, lingüísticos.

- Condiciones sociales de los Nacionalismos.

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III. Contenidos específicos del tema

I. El nacionalismo en el siglo XIX: conceptualización y tipología.

En el siglo XIX va a aparecer con una fuerza incontenible el fenómeno nacionalista que a
la larga transformará la vieja Europa. El Antiguo Régimen había sido internacionalista, es
decir, no se subrayaban las peculiaridades nacionales que diferenciaban a unos países de
otros. El nacionalismo, por la influencia de las ideas de libertad y nación de la Revolución
Francesa por un lado y del romanticismo por otro, va a surgir como una fuerza potente,
las naciones sometidas a otros estados lucharán por sacudirse el yugo y lograr su
independencia, y en los casos en que la nación esté dividida, luchará por lograr su unidad.
Una tercera manifestación se da en las naciones ya unidas (Francia, Gran Bretaña...) y el
nacionalismo va a ser el soporte de un proceso de expansión territorial que llevará a la
ocupación de territorios lejanos y a la formación de los imperios coloniales a finales del
siglo XIX y principios del XX.

Por último, señalar la importancia y trascendencia del fenómeno y su vigencia hoy en día,
tanto en Europa (desintegración de Yugoslavia, fragmentación de Checoslovaquia,
desintegración de la Unión Soviética...) como en España (ascenso y pujanza de los
nacionalismos vasco y catalán), fenómenos todos ellos difíciles de explicar sin el
componente nacionalista.

II. Definición de conceptos.

Antes de adentrarnos en el tema es imprescindible la aclaración de algunos términos que


a menudo se utilizan de manera incorrecta o que son ambiguos en sí mismos.

Estado. Es un territorio con fronteras internacionales reconocidas oficialmente y sobre el


cual tienen vigencia una serie de leyes e instituciones. El Estado puede ser unitario o
centralista si todo el poder reside en el centro, y descentralizado o federal si el poder
también recae en las regiones que forman el Estado. Un ejemplo del primero sería
Francia, país centralizado por antonomasia, y del segundo Estados Unidos, Alemania,
España.

Nacionalidad. Son una serie de rasgos y factores objetivos de tipo económico, social y
cultural que definen a la población de un territorio. Lo normal es que los pertenecientes a
una nacionalidad no pasen de reivindicaciones culturales. Para otros autores, por el
contrario, nacionalidad es el conjunto de esencias básicas sobre las que se asienta la
nación.

Nación. La nación supone un estadio más avanzado que la nacionalidad, el sentimiento


de identidad colectiva llega a plantear una serie de reivindicaciones para conseguir un
poder político. Los pilares sobre los que se basan esas reivindicaciones políticas son las
peculiaridades de la lengua, la cultura, la religión o la Historia.

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Nacionalismo. Sería el movimiento político que pretende activar y realizar los objetivos
que la nación se plantea en todos sus aspectos, normalmente el logro de un estado
independiente.

Una vez visto esto haremos una diferencia entre nación y Estado. Puede darse el caso de
que los dos términos coincidan con un único territorio: Portugal, Italia, Polonia... son
territorios muy homogéneos donde casi toda la población tiene los mismos rasgos:
lengua, religión, pasado común... Pero puede darse el caso de que no coincidan y una
nación esté dividida entre varios estados: por ejemplo los kurdos que actualmente viven
repartidos entre Siria, Turquía, Irak e Irán; o que en un estado convivan varias naciones
distintas (Bélgica está compuesta por dos naciones: los valones de lengua francesa y los
flamencos de lengua neerlandesa u holandesa; España que sería una nación de naciones
(reconociendo naciones específicas a Cataluña, el País Vasco y Galicia), en este caso
hablamos de estados plurinacionales.

Fuente: perseo.sabuco.com/historia/nacionalismo.pdf

III. Teorías respecto al factor característico de la Nación

Como afirma Miquel Caminal, “El nacionalismo es una ideologías con unas características
muy distintas a otras ideologías que podríamos calificar como “clásicas”. El nacionalismo
responde a la pregunta de quienes son los individuos que componen que componen la
sociedad, fijando una relación de identidad ente el individuo, la sociedad-nación y el
estado”.

Por otro lado, Pérez Serrano, en su Tratado de Derecho Político, afirma “Son muchas,
muchísimas las definiciones que de la Nación se han dado. Nos limitaremos a transcribir
dos, la de Mancini, que pasa por ser la primera, y la de Hariou, muy interesante. Mancini,
en el discurso con que inauguró en el año 1851 sus lecciones de Derecho Internacional
en la Universidad de Turín, la definió así: <Sociedad natural de hombres, con unidad de
territorio, origen, costumbres e idioma formada por la comunidad de vida y de conciencia
social>. Hariou dice: “Agrupación de formaciones étnicas primarias en que la convivencia
prolongada en un mismo País, unida a ciertas comunidades de raza, lengua, religión y
recuerdos históricos ha engendrado una comunión espiritual, base de una formación
étnica superior”. Más completa esta última, tuvo sin embargo inmensa resonancia la
primera, por el tono político que la alienta; no en balde era un arma en manos de la
italianità aun sojuzgada, pero ya amenazadora, y se apresuró Austria a pedir que se
prohibiera el curso, como a su vez el Rey de Nápoles confiscó los bienes del autor.

La dificultad de precisar el concepto de Nación que permita reconocer cuándo existe ésta,
obedece a la misma naturaleza del fenómeno, que surge en el rápido e incesante fluir de
la Historia, tiene mucho de subjetivo, responde más bien a un determinante contenido de
conciencia y lleva en sí un principio dinámico. Tiene razón Jenillek al hacer notar que se
trata de una manifestación moderna, inconciliable con la tesis del Derecho natural, por
ejemplo, ya que esta Escuela partía del individuo humano abstracto, y que, además,
exigía una contraposición con otros grupos semejantes, por contraste con los cuales es
como mejor se afirma.

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Pérez Serrano indica varias teorías respecto al factor característico de la Nación. Veamos

- “Teoría de las fronteras naturales. Se ha estimado que una demarcación geográfica


adecuada es lo determinante de la Nación. Las grandes cordilleras, el mar, los ríos
caudalosos, los lagos, los bosques impenetrables, los desiertos, etc. encuadran un
territorio, comunicándole unidad interior y separándolo lógicamente de los demás

- Teoría de la raza. Solía refutarse más bien que exponerse. La alegación de que no hay
razas puras, y de que en todos los Estados hay población mezclada, servía para descartar
este elemento, reputándolo inadecuado. Pero no es admisible tal simplismo. En primer
lugar, la comunidad de origen y ascendencia, real o mítica, juega un papel importantísimo
en la formación nacional. En segundo término, ya Klemm y Gobineau subrayaron el
carácter político de la idea de raza. Por último, las corrientes antisemitas y sobre todo el
movimiento nacional socialista alemán, dieron nueva importancia al tema.

Es una concepción naturalista, biológica, se parte de la base de que la población del


Estado acusa ciertos caracteres físicos constantes (en general) y que a ellos
corresponden otros de índole psíquica; a todo lo cual se añade la perpetuación de éstos y
de aquéllos por vía de herencia, sacando la conclusión de que hay razas con aptitudes
distintas y, por tanto, pueblos con temperamento político diverso, y que es de suma
conveniencia procurar la depuración racial en bien de la comunidad. Es frecuente también
discernir patentes de capacidad organizadora a una razas y negarla a otras, trazando la
línea de la separación entre pueblos superiores e inferiores, en forma que salga siempre
beneficiada la estirpe étnica a que el autor pertenece.

Frente a tales exageraciones, pero rechazando asimismo la posición meramente jurídica


de la teoría alemana del Estado, que deja sin explicar aspectos fundamentales, adopta
una prudente actitud Voegelin al poner de relieve que las ideas de Estado no son
meramente ciencia, sino parte de la realidad estatal; que pueden brotar de las vivencias
personales (un dictador, un príncipe, etc.) o de vivencias de la colectividad (las
comunidades cristianas primitivas, el corpus mysticum de San Pablo, etc.) y que la idea
corporal forma parte de la estructura del Estado. En definitiva, y sin aceptar dictámenes de
un biologismo tendencioso, conviene recordar que la Nación implica comunidad de
progenie; que aun cuando su esencia sea espiritual, necesita -incluso para esto mismo-
un cimiento de homogeneidad física; y que, aun en los países de raza mezclada: o se
somete a los aborígenes o se realiza una fusión, en unos casos, o se les extirpa, en otros
(como han hecho los norteamericanos); o se absorbe a los que van acudiendo, cual
sucede en territorios de fuerte inmigración. De todas suertes no hay que desdeñar el
peligro de una gran masa de elementos no asimilados, particularistas y propensos a la
rebeldía y al desgobierno ni el riesgo de una infiltración desnacionalizante, bien por
exceso de estirpes exóticas, bien por incapacidad temperamental para sentir al unísono
con la Nación en que se vive.

- Teoría de Burges. Esta doctrina puede considerarse como combinación de las dos
anteriores. En efecto, la Nación para Burges se concreta en una población dotada de
unidad étnica y que habita en un territorio dotado de unidad geográfica. La Nación
constituye un todo de significación étnica; en cambio, el Estado implica una significación
jurídica y política. Con este motivo realiza dicho Autor un recorrido de Europa y América
para puntualizar las unidades geográficas (a la cabeza de las cuales figura la Península
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Ibérica) y las étnicas, sacando consecuencias de muy vario linaje, pues si algunas son
acertadas, (las que se refieren a Francia e Italia, por ejemplo), otras adolecen de
megalomanía racial inexplicable: tales las que vinculan en la raza germánica la aptitud
para crear Estados nacionales, o las que entrañan consejos prácticos para lograr que la
coincidencia de lo étnico y lo geográfico de margen a la unificación política que
caracteriza al Estado.

- Teoría del idioma nacional. Lingua gentem facit se ha dicho. Y se ha agregado que
“quien tiene el idioma tiene la llave que nos libera de cadenas”; o que “un pueblo que
recobra su lengua se recupera a sí mismo”. No cabe negar la influencia del lenguaje, que
nos permite incluso entendernos para poder ponernos de acuerdo; pero si el idioma fuese
el único principio en la materia, pocas naciones habría en el mundo, pues se reduciría
éste a no mucho más que varias estirpes lingüísticas capitales (español, inglés, francés,
italiano, portugués, alemán, ruso). De otra parte, Bélgica y Suiza son naciones, a pesar de
la variedad de idiomas nacionales.

- El factor religioso. Un tratadista, P. Izaga, ha reconocido que la unidad religiosa no tiene


hoy influencia decisiva, porque el espíritu positivista y descreído prescinde de la idea
religiosa como factor principal de la asociación política; y agrega que, ya antes vivían
separadas naciones que profesaban la misma fe, y en cambio vivían unidos pueblos que
tenían creencias diferentes. Más aún: la idea religiosa cristiana propende a acercar, pues
por su sentido universal no brinda campo propicio a la distribución en naciones. De toda
suertes, y como apunta Hauriau, la convivencia es más fácil entre hombres que profesan
creencias religiosas de carácter análogo, siquiera no respondan a una misma ortodoxia
estricta, y por lo contrario la conciliación entre confesiones muy dispares resulta difícil, y
puede ser obstáculo serio para la formación de una conciencia nacional común.

La cultura común. Siendo insuficientes por sí, tomados aisladamente, los elementos
examinados, se ha sugerido la idea de otro, complejo, constituido por la unidad de cultura,
especialmente moral (y también jurídica, consuetudinaria, etc.). Merced a este sentimiento
de coincidencia, a esa manera de reaccionar por modo igual ante un cierto hecho, se ha
buscado el fundente que no proporcionaban ni fronteras, ni raza, ni idioma, ni religión en
países que ofrecen un verdadero mosaico geográfico, étnico, lingüístico y confesional
(Suiza, por ejemplo). Sin negar la realidad del caso, su imprecisión le resta fuerza, sobre
todo si se desconecta de consideraciones históricas, cuyo peso suele ser decisivo en la
materia.

- Recapitulación. En definitiva, no hay un rasgo inmutable uy capaz de caracterizar a la


Nación. Producto ésta de la convivencia, exige una base mínima de homogeneidad
étnica, y una compenetración con el territorio, y se forma mediante el prolongado
intercambio de ideas y sentimientos, que trabados pro el idioma y afianzados por motivos
religiosos, artísticos, culturales, etc., van creando una especie de alma colectiva, de
comunión espiritual, de conciencia de un destino histórico común, que trasciende incluso
al orden económico, engendrando una comunidad de intereses. La Nación supone un
proceso de integraciones constantes, de superación de antagonismos, merced al
predominio de lo que liga sobre lo que separa, hasta originar, mediante un plebiscito diario
a que Renan aludiera, una conciencia unitaria, un sentido de solidaridad, forjado en el
curso de acontecimientos prósperos y adversos, de comunes alegrías y dolores, de
glorias y desgracias. Y cuando esa fusión se ha realizado, y cada nacional siente como

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suyo propio cuanto concierne al territorio en que habita y a los hombres con quienes vive,
la Nación viene a ser un todo orgánico, a cuya grandeza nos debemos, sin reparar en
sacrificios”.

Fuente: Nicolás Pérez Serrano, Tratado de Derecho Político, Civitas, Madrid 1976, pp.
110-113.

Bibliografía obligatoria:

Miquel CAMINAL, “Nacionalismo y Federalismo”, en Ideologías y Movimientos


Políticos Contemporáneos, (Joan Antón Mellón y Xavier Torrens (Editores), Madrid
2013, pp. 115-133.

James MAYAL, “Nacionalismo e Imperialismo”, en Historia del pensamiento político


del siglo XX (Terence Ball y Richard Bellamy (Editores), Madrid 2013, pp. 115-133.

Recursos:

Video: www.youtube.com/watch?v=rGmJqlEaFoc

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