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Primer libro

LA PROTECCIÓN DE LA INTIMIDAD COMO DERECHO FUNDAMENTAL DE


LOS MEXICANOS

Marcos Alejandro Celis Quintal

Los derechos humanos son protagonistas en la historia de la humanidad desde los


albores del constitucionalismo moderno, erigiéndose como límites al poder
absoluto del Estado. No es casual que los primeros catálogos de derechos
humanos coincidieran con las primeras Constituciones escritas. Sin embargo, los
derechos humanos durante todo el siglo XIX y la primera mitad del XX, ocupaban
un papel modesto en la agenda pública y social, y los mecanismos para su
protección eran muy limitados. No fue sino hasta después de la Segunda Guerra
Mundial, con la derrota de los regímenes fascistas que los derechos humanos
adquirieron verdadera importancia. Esto se acentuó con la caída de los regímenes
comunistas. La polémica vieja relacionada con el carácter innato o convencional
de los derechos humanos cedió su lugar a la defensa de sus contenidos y se
acuñó el término derechos fundamentales como aquellos indispensables para
desarrollar un plan de vida digna. En nuestros días el respeto a los derechos
fundamentales —o humanos—, y la existencia de mecanismos efectivos para
hacerlos respetar o para restituir a los individuos en el goce de los mismos, son
condiciones esenciales del Estado democrático de derecho. No puede hablarse de
democracia ni de Constitución sin respeto a los derechos humanos. La
importancia actual de los derechos fundamentales se refleja en las políticas
públicas, en la legislación, en las organizaciones sociales, entre otros ámbitos.
Estos derechos básicos forman parte ya de nuestra cultura. Entre los derechos
fundamentales, tienen especial importancia los que se refieren a la personalidad,
ya que permiten desarrollar una vida plena. Entre esta clase de derechos se
encuentran el derecho al honor y a la dignidad, y entre ellos destaca el derecho a
la intimidad. El derecho a la intimidad se adscribe comúnmente a la primera
generación de derechos humanos, en virtud de que fue reconocido por primera
vez en el siglo XIX, antes del nacimiento de los derechos sociales. Su tradición es
ya centenaria en Estados Unidos, desde que fuera reconocido por la Suprema
Corte de Justicia de la Nación, como implícito en la Constitución. Sin embargo, en
la actualidad el derecho a la protección de la intimidad personal cobra relevancia
inusitada en los tiempos actuales en virtud de los impresionantes avances
tecnológicos que hacen cada vez más vulnerables a los individuos frente a las
intromisiones a su vida privada. La importancia del derecho a la intimidad radica
en el reconocimiento de que, no es suficiente proteger los derechos tradicionales
como el derecho a la vida, sino que también es necesario remover los obstáculos
para disfrutar de una vida plena, sin intromisiones ni obstáculos de ninguna
especie. El derecho a la intimidad tiene una gran diversidad de matices e incluye
la prohibición de intervenciones telefónicas, de revelar información íntima de los
individuos, de la acechanza o las grabaciones desautorizadas o inclusive de usar
sin autorización el nombre o la firma. En México el derecho a la intimidad sólo se
encuentra parcialmente protegido y no está reconocido como tal en la
Constitución, lo que genera un vacío normativo y deja la puerta abierta a la
impunidad en los casos de violaciones a ese derecho. Por tal motivo, esta
investigación se propone analizar los alcances jurídicos de ese derecho, la
situación que guarda en el derecho comparado y la situación del mismo en el
derecho mexicano.1

SEGUNDO LIBRO

Desde el campo de la filosofía y de la literatura, en el siglo pasado, se ha ex-


presado la preocupación por lo que está ocurriendo con el ser humano y el futuro
que puede de pararie, ante el avance de la ciencia, la tecnologia, la lucha por la
hogemonía política-economica y el afán de poder. La humanidad atraviesa por una
etapa de gran desarrollo científico, tecnológico y económico, pero lleno de
contradicciones, porque si bien ha genera- do un mayor bienestar, también la ha
colocado al borde de su propia destrucción. Como en ninguna otra época, el ser
humano tiene en sus manos el poder de su propio destino: lo que haga o deje de
hacer, con todo aquello que él mismo ha inventado, definirá el futuro de la especie
humana.

Diversas obras de la literatura contemporanea traducen una corriente de


pesimismo, una suerte de utopia negativa, que ve con preocupación el destino de
la humanidad. El futuro, en estas narraciones, no es promisorio, antes bien,
reflejan desconfianza respecto al rol que le corresponde al propio ser humano, que
debe administrar estos avances científicos y ejercer el poder político con sentido
de responsabilidad y solidaridad.

La humanidad ha luchado y sigue luchando por la libertad; los grandes movimiento


revolucionarios siempre anunciaron dicho propósito, la liberación del ser humano
de las distintas modalidades de opresión que los sistemas crean, que los distintos
regímenes políticos fueron generando. El propósito de esta incesante lucha ha
sido para que el hombre pueda desarrollar libremente su personalidad y que los
derechos fundamentales sean una realidad y no una mera declaración lírica,
estampada en las Constituciones políticas de los Estados. Sin embargo, las
formas que adquieren los sistemas de dominación son cada vez más sofisticados,
por ello la urgencia de ir identificándolos y combatirlos, para garantizar la plena
vigencia de los derechos fundamentales.
1
(QUINTAL, 2019)
A diferencia de Tomás Moro, que en su Utopía nos pintó un mundo donde reinaba
la paz, la solidaridad, la felicidad; esto es, un verdadero canto a la esperanza por
el futuro de la humanidad: las obras como 1984, de George ORWELL: Un Mundo
Feliz de Aldous HUXLEY; Nosotros del ruso ZAMAYATIN, nos pintan un presente
complicado para la existencia del ser humano, donde la transgresión de los
derechos fundamentales es asunto institucionaliza- do, siempre en aras de alguna
justificación: "de los pobres", "del partido", "de la fe religiosa", "del sistema
político", "del avance de la ciencia", "del mercado", etc. y, obviamente, su
desesperanza por el futuro inmediato. Las motivaciones a que se re- curren son
loables, pero jamás podrán justificarse si es a costa del sacrificio de cualquiera de
los derechos fundamentales del ser humano. Mientras MORO traduce un mensaje
de posibilidad y creencia en la capacidad del ser humano de resolver los
problemas más graves, generando una utopía positiva, los otros autores
mencionados, por el contrario, advierten de la incapacidad del ser humano de
trascender a los problemas y el peligro que se cierne sobre el destino de la
especie humana. Reflejan una utopía negativa, pesimista.

Las obras en referencia, en realidad, muestran cómo los sistemas políticos


invaden la vida privada de las personas, capturan y manipulan su identidad, en un
afán por controlar el comportamiento de los conformantes de una sociedad y, así,
permanecer en el ejercicio del poder. Sin embargo, no sólo es un tema de carácter
político, sino que éste se despliega por distintas áreas de la cultura, como lo
científico, religioso, económico, etc., tal como lo hemos referido líneas arriba.

En el campo de la filosofía, las obras de Erich FROMM, ORTEGA Y GASSET,


Herbert MARCUSE, y, en general, los filósofos de la corriente existencialista, nos
plantean la problemática de la existencia del ser humano, la pérdida de su
identidad, la masificación de la que ha sido objeto, esto es, la captura de su
libertad, con fines de dominación. Por ello, la reасción de una corriente que viene
de Europa, que pone el acento en la defensa de los derechos fundamentales del
ser humano, de su libertad y dignidad, como base en la construcción de una
sociedad auténtica- mente democrática.

Uno de los derechos fundamentales que se avizora como básico para el desarrollo
del ser humano, y sobre el que debemos incidir para garantizar el despliegue de
los demás derechos, es el derecho a la intimidad, que en el sistema
norteamericano se ha convertido en lo que podríamos considerar, al igual que los
alemanes, en la base de un gran derecho de la personalidad. De allí nuestro
interés por realizar un segundo trabajo sobre el tema¹, pero esta vez de carácter
comparativo con el right of privacy norteamericano.
El derecho a la vida privada o derecho a la intimidad, como se le conoce en el
Perú y en la mayor parte de los países que pertenecen a la familia romano-
germano, o el right of privacy como se le denomina en los Estados Unidos de
Norteamérica, cobra singular importancia para el hombre contemporáneo. "Es el
derecho más estimado por los hombres civilizados" como lo ha señalado el juez
estadounidense Louis BRANDEIS. La multiplicidad de formas cada vez más
sofisticadas que existen para vulnerar dicho espacio físico espiritual, por distintas
motivaciones, han colocado al ser humano en una situación de peligro
permanente. Por razones mercantiles en algunos casos, de orden político en
otros, a cargo de particulares o a cargo del Estado, el ser humano se ve expuesto
a las intromisiones en su hogar, en sus comunicaciones, en su tiempo libre, etc.,
agravándose la situación con la posibilidad de divulgación de la información
obtenida, transgrediendo este derecho que es la expresión de la libertad y de la
dignidad del hombre.

Sin embargo, el desarrollo de este derecho no ha sido igual en todos los países.
En el caso pe- ruano su desarrollo ha sido incipiente y, si bien, se han dado
enormes pasos en el campo legislativo, al incorporar este derecho en diversos
cuerpos normativos, como la Constitución Política del Estado, en el Código civil de
1984 y en el Código penal de 1991; en cambio, el desarrollo jurisprudencial es li-
mitado y en la doctrina poco se ha investigado.2

2
(Godo, 2002)

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