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Día 3 Purificación del Corazón

Llamando de nuevo a la multitud, Jesús les decía: Escuchen todos lo que les digo y
entiendan: no hay nada fuera del hombre que al entrar en él pueda contaminarlo;
sino que lo que sale de adentro del hombre es lo que contamina al hombre. Si
alguno tiene oídos para oír, que oiga. Cuando Jesús dejó a la multitud y entró en
casa, Sus discípulos le preguntaron acerca de la parábola. «¿También ustedes son
tan faltos de entendimiento?, les dijo. ¿No comprenden que todo lo que de afuera
entra al hombre no lo puede contaminar, porque no entra en su corazón, sino en el
estómago, y se elimina?». Jesús declaró así limpios todos los alimentos. También
decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de
adentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, fornicaciones,
robos, homicidios, adulterios, avaricias, maldades, engaños, sensualidad, envidia,
calumnia, orgullo e insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y
contaminan al hombre. (Marcos 7, 14-23)

PURIFICACIÓN DEL CORAZÓN


(Instrumentum Laboris - Instituto Lumen Cordis)
El Corazón en la Sagrada Escritura es el centro de la vida anímica y espiritual del hombre.
En el corazón tiene su origen y ahí es engendrada la decisión del hombre de hacer una u
otra cosa, en él se originan las premeditaciones y deseos, es la sede de la voluntad y sus
apetencias.

El corazón es la sede de todos los actos cognoscitivos del alma. Las reflexiones
constituyen “los planes del corazón” (Prov. 6,1), el consejo del corazón: “Tomé decisión
en mi corazón” (Neh. 5,7). Entender en el corazón significa comprender (Dt. 29,3); saber
“con todo el corazón”, comprender enteramente (Jos. 23,14). Quien no tiene corazón para
comprender no tiene tampoco ojos para ver, ni oídos para oír (Dt. 29,3). Es del corazón
de donde nacen los pensamientos de los hombres: “todos los pensamientos que ideaba
su corazón” (Gn. 6,5). “Los designios son los pensamientos de los corazones” (I Cor. 4,15).

La Palabra de Dios “escruta los sentimientos y pensamientos del corazón” (Heb. 4,12).
Aquello que llegamos sólidamente a comprender, lo que imprimimos en el alma y
asimilamos, todo eso lo introducimos, lo recopilamos y lo grabamos en nuestro corazón
“grabad en vuestro corazón y en vuestra alma estas palabras” (Dt. 11,18); “grábame cual
sello en tu corazón” (Cant. 8,6). Todo lo que nos viene a la mente o a la memoria nos
sube al corazón.

Siendo la palabra la manifestación o expresión del pensamiento, también ella emana del
corazón (Jb. 8,10) “de la abundancia del corazón hablan los labios” (Mt. 12,34) Y siendo el
pensamiento la conversación del alma en la intimidad, el hombre que reflexiona conduce
esta conversación interior en su “corazón”: “Mi corazón ha adquirido gran sabiduría y
ciencia” (Ecl. 1,16).
«Tenemos que ser puros. No hablo solamente de la pureza de los sentidos. Debemos observar gran pureza en
nuestra voluntad, en nuestras intenciones, en todas nuestras acciones”.
– San Pedro Julián Eymard
FUNDAMENTACIÓN TEOLÓGICA

PURIFICACIÓN DEL CORAZÓN

El corazón es el centro de los más variados sentimientos, emociones y pasiones del


alma. El corazón asimila todos los grados de la alegría, desde la mansedumbre (Is.
65,14) hasta el entusiasmo y la exaltación ante el rostro de Dios (Is. 38,3; Dan. 2,46).

La Palabra de Dios, portadora de gracia, actúa en el corazón “como fuego ardiente”


(Jer. 20,9); el corazón se vuelve flameante y arde cuando es alcanzado por el rayo de
la Palabra divina (Lc. 24,32). El corazón es también el centro de la vida moral del
hombre, desde el amor a Dios: “¡Roca de mi corazón, mi porción, Dios por siempre!”;
a la más funesta soberbia: “equipara el propio corazón al corazón de Dios” (Ez. 28,2).

El corazón es el tesoro del hombre tanto en su bondad como en su maldad (cf. Lc.
6,45). El corazón es la tabla sobre la que está escrita la ley natural y la ley de la gracia
“Préstame oído, pueblo mío exclama el Señor que tienes mi ley en el corazón” (Is.
51,7). Por eso la ley del Señor es sembrada en el campo del corazón (Mt. 13,19).
“Cristo habita por la fe en los corazones” (Ef 3,17. Cf. 2Cor. 1,22; Col. 3,15; Rm. 5,5) Es
importante citar a la Escritura cuando dice: “La luz de la gloria resplandece en
vuestros corazones” (2Cor. 4,6). En la medida en que es el centro de la vida corporal
del hombre, tanto como de su variada vida espiritual, el corazón es llamado el origen
o la fuente de la vida: “Por encima de todo cuidado, guarda tu corazón, porque de él
brotan las fuentes de la vida” (Prov. 4,23); “es la rueda de nuestra vida” (Sant. 3,6).

Por eso constituye la parte más profunda de nuestro ser “el corazón es lo más
recóndito, ¿quién lo conocerá?” (Jr. 17,9). Las manifestaciones exteriores de la
palabra, del pensamiento, de las obras no agotan nunca esta fuente; “el hombre
escondido del corazón” (I Pe. 3,4) no es manifiesto más que para Dios “Él conoce los
secretos del corazón”(Sal. 43,22).

El hombre tiene que dar a Dios su corazón si quiere permanecerle fiel en sus
pensamientos, palabras y obras: “Hijo mío: dame tu corazón”, le ruega al hombre la
sabiduría divina (Prov. 23,26) Así entendemos que la gran tarea de la vida es el
perfeccionamiento del corazón, trabajar por una integridad espiritual que podríamos
definir como pureza de corazón. “Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renueva mis
entrañas con espíritu justo” (Sal 50,12).

Es el corazón el foco de nuestra vida espiritual y esto quiere decir ordenar, restaurar
el bien en el propio corazón. La purificación del corazón pone en comunicación con
Dios, y la comunión con Dios devuelve el orden y reconstruye la organización de toda
la persona. Derramándose por la persona entera y penetrando en ella, la luz del amor
divino santifica y emana luz hacia la parte exterior de la persona. Atravesando la raíz
por la que la persona espiritualizada penetra en los cielos, la gracia santifica también
todo aquello que rodea a la persona, vertiéndose así en las entrañas de toda la
creación.

«Tenemos que ser puros. No hablo solamente de la pureza de los sentidos. Debemos observar gran pureza en
nuestra voluntad, en nuestras intenciones, en todas nuestras acciones”.
– San Pedro Julián Eymard
FUNDAMENTACIÓN TEOLÓGICA

PURIFICACIÓN DEL CORAZÓN

Es espíritu de pureza ante todo, que caracteriza el Corazón de la Madre de Dios.


Inmaculado, sin mancha de pecado. No nos referimos sólo a la pureza carnal, sino a
la pureza en dos formas: pureza de la carne y del espíritu. Pureza de intención y
pureza de corazón. Rectitud en el desear, hablar, pensar y obrar. La devoción al
Inmaculado Corazón de María es verdaderamente una mística del corazón, que
renueva todas las cosas a través del fuego del Amor Divino que arde en el corazón de
la Santísima Virgen.

Esto requiere de ascesis, es expansivo, comunicativo, y exige sabiduría. La íntima


conexión con el Inmaculado Corazón de María hace que el propio corazón esté
vinculado con toda la creación, pues penetra, a través de la Virgen en los misterios
del cielo y la tierra, y esta conexión exige del corazón unido al de la Virgen oración y
penitencia, identificación de sentimientos con los de Ella, preocupación por lo
preocupante y alabanza de gloria por las maravillas que le son también compartidas.
Es una conexión gozosa, pero comprometedora. El corazón se llena de la luz de Dios,
se transfigura.

Debemos vivir en una comunión entre entendimiento y voluntad. No vivir sólo de lo


que surge en el plano natural, orgánico o espontáneamente, sino que debemos vivir
principalmente de la vida sobrenatural, sometidos a la voluntad de Dios, en la
contemplación de la obra del Espíritu Santo en nuestra alma. La pureza de corazón,
de ahí parte la práctica de las virtudes infundidas por el Espíritu Divino en el corazón
del hombre, los vicios que hay que evitar, y la forma de vida que hay que elegir para
vivir de acuerdo con la ley de Dios. Corresponde a la Pureza ordenada a la unión con
Dios por el amor, que es la consumación en el amor de la que nos enseña Jesús en
sus Evangelios.

«Tenemos que ser puros. No hablo solamente de la pureza de los sentidos. Debemos observar gran pureza en
nuestra voluntad, en nuestras intenciones, en todas nuestras acciones”.
– San Pedro Julián Eymard
SOBRE SAN PIO
El espíritu de pureza en sus distintas formas: pureza
de la carne y del espíritu. Pureza de intención y pureza
de corazón. Rectitud en el desear, hablar, pensar y
obrar.

Pureza de la carne:
El 16 de agosto de 1917, Francisco Forgione,
telegráficamente fue “convocado por el ejército”, y fue
objeto de diversas revisiones médicas. El 27 de A San Pío,
septiembre se presentó a una tercera revisión de
control. Un poco por el frío, que le hacía sentir la fiebre, siempre lo
un poco para poner a salvo la ropa interior de las encontraban
bromas de los militares, que se divertían a menudo a rezando de
costa de los reclutas, se puso encima toda la
indumentaria: doble camiseta, doble camisa, doble rodillas con los
chaleco, pullover y casaca. Cuando el oficial le ordenó ojos enrojecidos
que se desvistiera, él comenzó a sacarse primero una por el llanto.
casaca, luego la otra; primero un pullover y así
adelante. Finalmente, el médico, maravillado y Durante las
divertido, exclamó: "¡Forgione, usted no lleva encima oraciones o
ropa interior sino un depósito!". Finalmente el oficial después de la
mayor tuvo tanta compasión de Francisco Forgione,
que luego de encontrar todas sus dolencias, se limitó a Santa
declararlo inhábil permanente para los trabajos de comunión,
guerra. derramaba
Una voz intrigante pero muy dulce hacía eco en mi tantas lágrimas
pobre corazón: era el aviso del padre amoroso, que que fue
presentaba a la mente de su hijo los peligros que obligado a
habría de encontrar en la lucha de la vida, era la voz del
padre bondadoso, que quería que su hijo tuviera su explicar y dijo:
corazón desapegado de amores infantiles, inocentes, “lloro por mis
era la voz del padre amoroso que susurraba a sus oídos pecados y por
y a su corazón que se desapegara totalmente de la
creta, del barro, y celosamente se consagrara a él. los pecados de
los hombres”.
Ardientemente, con suspiros amorosos, con gemidos
inenarrables, con palabras dulces y suaves, lo llamaba,
quería hacerlo todo suyo. (...) Parecía que me sonreía,
parecía que me invitaba a otra vida; me hacía entender
que el puerto seguro, el asilo de paz para mí, era
alistarme en la milicia eclesiástica” (Epist. III, 1006 ss.).
Francisco recordó la imagen de fray Camilo de Sant'Elia
a Pianisi y le pidió a Jesús:

Pureza del espíritu:


En el convento de San Giovanni Rotondo, todo hablaba
de Dios; y Francisco Forgione acogido por un gran
silencio;
SOBRE SAN PIO
"le impresionaron las frases de los capuchinos: “O penitencia o infierno” –
Todo, salvo el infierno. ¡El silencio! Para custodiar el espíritu interior, la
oración, el estudio y para custodiar escuchar la voz de Dios. A partir de
entonces, usó vestimenta rústica y áspera, y comenzó una nueva vida de
austeridad, exasperante rigor, mortificación y disciplina. Con una continua
lucha contra las potencias infernales.

“En estos días el diablo me las hace de todos los colores y me hace todas
las que puede… El enemigo hace todos sus esfuerzos para inducirme a
consentir sus deseos impíos; y en modo especial este espíritu maligno
trata, con toda clase de fantasmas, de introducir en mi corazón
pensamientos de inmundicia y desesperación… "Barba Azul" no quiere dar
el brazo a torcer. Ha tomado todas las formas posibles. Desde hace
algunos días me visita junto a sus secuaces armados con bastones y armas
de hierro y, lo que es peor, bajo las mismas formas” lo debilitaba los
tormentos diabólicos". La Virgen lo ayudaba, También hubo apariciones
celestiales. Tuvo conocimiento del infierno e hizo experiencia del paraíso.

Pureza de intención
El 5 de octubre de 1925 San Pío sufre una intervención quirúrgica sin
anestesia de una hernia voluminosa. Le dijo al doctor Festa, “Aquí estoy en
tus manos. Pero te advierto que no quiero ser anestesiado”. El Padre Pío,
de vez en cuando, gemía sumisamente y el doctor Festa continuaba
maravillosamente por aquel martirio voluntario, soportado casi con
heroísmo. Entre fuertes sollozos decía: “perdóname Jesús si no sé sufrir
cuanto debiera…”.

Se creía que el Padre no quería ser anestesiado para no mostrar sus


estigmas, pero en realidad se trataba de una ofrenda. Se lo hizo entender a
alguien en la intimidad, diciéndole: “¿Crees que el Señor haya aceptado mi
sacrificio por la salud de…?. Dos años después tuvo que ser intervenido por
un tumor en la región lateral del cuello. Tampoco esta vez el Padre quiso
someterse a la anestesia. Aun así, en el dolor hacía bromas con su doctor.

Pureza de corazón:
1. A San Pío, siempre lo encontraban rezando de rodillas con los ojos
enrojecidos por el llanto. Durante las oraciones o después de la Santa
comunión, derramaba tantas lágrimas que fue obligado a explicar y dijo:
“lloro por mis pecados y por los pecados de los hombres”.
SOBRE SAN PIO
2.En la cabaña del olmo, la tarde del 7 de septiembre de 1911, se verificó
en el Padre Pio una cosa que no supo "ni explicar, ni comprender". En el
centro de sus manos se le apareció algo rojo, casi de la medida de una
pequeña moneda, junto a un fuerte y agudo dolor en medio de ese algo
enrojecido. Este dolor era más sensible en medio de su mano izquierda".
También bajo sus pies sintió muy fuertes pinchaduras. ¡Quedó
profundamente sorprendido!

A la mañana siguiente, se fue al pueblo después de haber celebrado la


santa misa, y le contó lo sucedido al párroco. Luego agregó: "Tio Salva, por
favor, pidámosle a Dios que me libre de esta confusión. Quiero sufrir, morir
de sufrimiento, pero todo en secreto". El párroco le hizo notar: "Hijo mío,
yo te ayudo a pedirle a Jesús que te quite esta confusión; pero si es
voluntad de Dios, debes ceder y hacer en todo y siempre su voluntad. Y
recuérdalo, porque si ello sirviera para la salvación de las almas y para el
bien del mundo entero, debes decirle a Jesús: "Haz de mí lo que quieras".

Rectitud en el desear:
San Pío se ofreció como víctima por los seminaristas y tenía la sensación de
haber sido rechazado por Dios. Purificado y fortificado en el espíritu,
estaba listo para la estigmatización, su mirada estaba fija en el crucificado,
su figura era muy frágil, la fiebre muy alta. Su oración personal (que agregó
en su primera misa) dice: «Jesús mi suspiro y mi vida, hoy que tembloroso
te elevo en un misterio de amor, contigo, yo sea para el mundo, camino,
Verdad y Vida y por Ti Sacerdote Santo, víctima Bajo el impulso del Espíritu
Santo apenas invocado, así, espontáneamente, había hecho su ofrenda de
Víctima. perfecta»

A partir de ese momento todas las horas del día fueron para el Padre Pío
una preparación y un agradecimiento al Sacrificio Eucarístico. En nombre
de la santa obediencia, tuvo que abreviar sus oraciones. Los sentidos
internos y externos del Padre Pío, después de la Santa Misa, reposaban en
la quietud, mientras que su alma en éxtasis, llegaba a la unión con Dios y a
la suave contemplación de los atributos divinos.

Rectitud en el hablar
Durante la santa Misa San Pío verdaderamente vivía el misterio de la
pasión y muerte Nuestro Señor Jesucristo; "Entraré al altar del Señor..." y
Durante el "Confieso" se golpeaba el pecho con fuertes golpes: "¡Por mi
culpa, por mi culpa, por mi gran culpa!". Parecía que fueran suyos todos los
pecados cometidos por los hombres. Y sus ojos cerrados no lograban
retener las lágrimas.
SOBRE SAN PIO
Rectitud en el pensar.

La noche del 9 de junio de 1931, le fue comunicado a San Pío un decreto


por el Santo Oficio, por el cual era privado de todas las facultades del
ministerio sacerdotal; celebrar la santa Misa en forma privada sin la
participación de nadie, no escuchar las confesiones de los fieles y de los
hermanos en comunidad.

El Padre levantó los ojos al cielo y exclamó: “Que se haga la voluntad de


Dios, Luego se cubrió el rostro con las manos, inclinó la cabeza y calló”. A
pesar de la gran persecución recibida por parte de algunos miembros de la
Iglesia, prefería no pensar mal de ninguno de ellos, sino que lo veía como
voluntad de Dios, para cumplir en él su plan de Salvar almas y ofrecerlo por
la conversión de los pecadores.

Rectitud en el obrar:
En 1913 Jesús le había dicho a San Pio: «No temas, y te haré sufrir, pero te
daré la fuerza.… Deseo que Tú alma, con cotidiano y oculto martirio sea
purificada y probada».

«Tenemos que ser puros. No hablo solamente


de la pureza de los sentidos. Debemos
observar gran pureza en nuestra voluntad, en
nuestras intenciones, en todas nuestras
acciones”. – San Pedro Julián Eymard

PROPÓSITO:
Ofreceré a Dios en el día mínimo un acto de mortificación
para purificar mis sentidos.

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