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I.3.4. El utilitarismo
Jeremy Bentham expuso una «aritmética de los placeres», que se apoya en dos
principios: 1) El placer puede ser medido, porque todos los placeres son
cualitativamente iguales. Teniendo en cuenta criterios de intensidad, duración,
proximidad y seguridad, se podrá calcular la mayor cantidad de placer. 2)
Distintas personas pueden comparar sus placeres entre sí para lograr un
máximo total de placer.
Frente a él, J.S. Mili rechaza estos principios y sostiene que los placeres no se
diferencian cuantitativa sino cualitativamente, de manera que hay placeres
inferiores y superiores. Sólo las personas que han experimentado placeres de
ambos tipos están legitimadas para proceder a su clasificación, y estas personas
siempre muestran su preferencia por los placeres intelectuales y morales. De lo
que concluye Mill que «es mejor ser un Sócrates insatisfecho que un cerdo
satisfecho». A su juicio, es evidente que los seres humanos necesitan de más
variedad y calidad de bienes para ser felices que el resto de los animales.
En las últimas décadas ha tenido éxito entre los cultivadores del utilitarismo
una importante distinción entre dos versiones de esta filosofía moral: 1) El
Utilitarismo del acto, que demanda juzgar la moralidad de las acciones caso por
caso, atendiendo a las consecuencias previsibles de cada alternativa. 2) El
Utilitarismo de la regla, que recomienda más bien ajustar nuestras acciones a las
reglas habituales, ya consideradas morales por la probada utilidad general de
sus consecuencias.